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Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
1
Tertuliano, Contra Praxeas, loc. Cit., San Juan Crisóstomo, loc. cit.; San Cirilo de Jerusalén, Cate. 11, San Juan
Damasceno, Op. cit., IV, 9.
2
Gregorio de Nisa, Gran Catecismo, loc. cit.; San Basilio, Del Espíritu Santo, cap. 15.
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Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
desfavorable aún en occidente lo muestra una alusión del Papa Cornelio en una
carta al obispo Focio de Antioquía: relata el caso del bautismo de Novato,
“atacado de una enfermedad grave, hasta el punto de que se consideraba que
debía morir,” “en el mismo lecho donde yacía, recibió el bautismo por
infusión,” agregando de una manera característica: Si hay que decir que
semejante bautismo ha sido recibido” (En Eusebio, Historia eclesiástica, VI, 43,
14).
Los católicos-romanos buscaban indicios a favor de su innovación:
creyeron encontrarlos en el hecho de que el día de Pentecostés, tres mil personas
fueron bautizados en Jerusalén y en el bautismo de familias enteras, la de
Cornelío y la del carcelero de la prisión de Filipos (Hechos 10:47 y 16:33). ¿Era
posible que las tres mil personas fueran bautizadas todas por inmersión? Para
convencerse de ello, uno no tiene más que recordar el gran número de fuentes
que había en Jerusalén, en las que los Apóstoles, dividiéndose, hubieran podido
bautizar libremente las multitudes: la fuente de Betsaida sola podía, utilizada
durante unas cuantas horas, bastar para la tarea. En fin, suponiendo que en
algunos casos excepcionales los Apóstoles hubieran permitido el bautismo por
aspersión o infusión, nunca fue una regla, tal como lo introdujeron los
católicos-romanos.