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En el judaísmo las abluciones fueron adquiriendo cada vez más un sentido meramente
cultual. El rito de iniciación estaba más en relación con la circuncisión, que era para los
judíos el signo en la carne de la pertenencia a Dios, de la Alianza. Después del Exilio se
subraya el carácter moral y religioso de este rito como circuncisión del corazón.
Jesús se hace bautizar por Juan (Mc.3,13-17 y paral.) para que se realice toda "justicia"
(Mc.3,15), porque Cristo ha tomado sobre sí los pecados del mundo como Cordero de Dios
(Jn.19,36). El bautismo cristiano ha de estar configurado y preparado en el bautismo de
Cristo. El bautismo, que los apóstoles confirieron siguiendo el bautismo de Juan, era
igualmente un mero bautismo de penitencia, como el bautismo del Precursor. El bautismo de
Cristo es un testimonio sobre la mesianidad y divinidad del Salvador.
Desde la edad media, sobre todo, surgió una controversia acerca de cuándo y cómo
instituyó Cristo el sacramento del bautismo. Algunos veían que ésto se daba con la
conversión de Nicodemo (Bernardo de Claraval) y otros en el mismo bautismo de Cristo
(Santo Tomás). La mayoría de los teólogos ven la institución del bautismo cristiano en el
mandato de bautizar dentro del mandato misionero después de la resurrección de Cristo. San
Buenaventura dice que Cristo instituyó el bautismo "materialiter" en su propio bautismo,
"formaliter" en el mandato misionero, "effective" por su muerte y el envío del Espíritu Santo,
y "finaliter" en la conversión de Nicodemo.
Pasemos ahora a considerar la materia y la forma del sacramento del bautismo. Antes,
presentemos un etimología de la palabra "bautismo". Bautismo (nombre) es el hecho, que
abarca el bautizar (verbo) y el ser bautizado. Bautizar significa principalmente sumergir para
resurgir como una nueva creación (así lo atestigua tanto el AT como el NT con distintas
figuras como por ejemplo Noé, la purificación de Naamán, la curación del paralítico en el
pozo de Betsaida, entre otras). El sentido de penitencia y perdón de los pecados también está
atestiguado por la SE.
Como el bautismo de penitencia, tal como lo administraba Juan, y como Cristo mismo lo
recibió y lo mandó administrar por sus apóstoles, es el prototipo obligatorio del hecho externo
del bautismo ordenado por Cristo, se debe considerar como materia remota el elemento de
este sacramento, el agua pura, natural. Así lo atestigua la tradición más primitiva y también
la escolástica, dando, éstos últimos, razones de conveniencia a favor del agua como materia
remota del bautismo: el agua es el elemento básico de la vida, purifica y es transparente a la
luz y da la posibilidad de abarcar totalmente un objeto o de penetarlo.
El agua como materia remota del bautismo fue rechazada por el gnóstico Cayo (siglo III),
por los cátaros y valdenses fundados en razones maniqueas, y también por los cuáqueros por
ser costumbre judía. Loas gnósticos conocieron el bautismo de aceite, los cátaros y jacobitas
un bautismo, de fuego. La Iglesia rechazó expresamente estas dos formas. En 1241 Gregorio
IX exigió a los obispos noruegos que los niños que habían sido bautizados con cerveza fueran
nuevamente bautizados con agua (DZ 829 DB 447). Lutero consideró como materia adecuada
para el bautismo todo lo que servía para el baño, y Calvino interpretó Jn.3,5 metafóricamente.
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Sobre este punto declaró el Concilio de Trento: "el que diga que para el bautismo no es
necesario el agua real y natural, y quien... desvirtúe Jn.3,5 como una interpretación figurada
sea anatema (DZ 1615 DB 858; CIC can.737).
Desde los tiempos más primitivos la Iglesia emplea en el bautismo solemne agua
bautismal bendita. La SC núm.70 del Vaticano II subraya expresamente en relación al nuevo
rito de bautismo de niños, que puede usarse agua corriente. Con el agua consagrada en la
noche de Pascua se bautiza sólo en tiempo pascual. Durante el resto del tiempo litúrgico del
año se efectúa la bendición del agua bautismal en la misma celebración del bautismo.
La fórmula trinitaria es exigida sobre todo por el Concilio de Arles del año 314 (DZ
123 DB 53), por los Papas Inocencio I (DZ 214 DB 95), Pelagio I en el año 560 (DZ 445 DB
229), Gregorio I en el año 600 (DZ 478 DB 249), Benedicto XII (DZ 542 DB 1016), Eugenio
IV (DZ 1314 DB 696). Así como por el Concilio Lateranense IV en el año 1215 (DZ 802
DB 430) y por el Tridentino (DZ 1617 DB 860). En la SE hay testimonios acerca de un
bautismo en el "nombre de Jesús" en lugar de la fórmula trinitaria. Pero el bautismo con la
fórmula trinitaria es costumbre desde el siglo II y está exigida para la validez del sacramento.
Por lo tanto, la materia remota del bautismo es el agua pura y natural, la materia
próxima es el agua en cuanto utilizada en la acción de bautizar (inmersión, aspersión o
infusión). Y la fórmula debe expresar la acción de bautizar en primera persona y la
invocación trinitaria.
Veamos, ahora, lo referente a los efectos del bautismo. En forma sencilla el sermón
pronunciado por Pedro el día de Pentecostés expresa los tres elementos constitutivos del
efecto del bautismo (Hch.2,38s.): el perdón de los pecados, la santificación y la
incorporación a la Iglesia. Que estos tres efectos están relacionados entre sí como único
efecto básico del rito de iniciación, resulta especialmente claro en Jn. y Pablo, al determinar
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de forma más concreta el efecto del bautismo "como nacimiento de Dios" (Jn.1,13; 1Jn3,8s.),
como "nacimiento de arriba" (Jn.3,7), como "nacimiento del agua y del espíritu Santo"
(Jn.3,5). El bautismo es para Pablo un "baño regenerador y renovador" que constituye en el
bautizado un "nueva creación", representa un nuevo nacimiento que es sobrenatural.
Pablo presenta una nueva interpretación del hecho del bautismo. El efecto del bautismo
se explica a partir de la muerte y resurrección de Cristo. Pablo, para esta su nueva
interpretación de los efectos del bautismo, emplea sobre todo expresiones procedentes de la
doctrina de los misterios, sin incorporar no obstante al cristianismo el rasgo mágico de estas
doctrinas. Las afirmaciones más importantes en relación con la idea paulina del bautismo son:
"Todos los que fueron bautizados en Cristo se El texto más importante en relación con la idea
han revestido de Cristo" (Gal.3,27). La paulina acerca del bautismo es Rm.6,3-11. Por
exigencia que se presenta al hombre nuevo y el bautsimo el cristiano muere con Cristo al
su característica es renovarse en el espíritu y pecado para resucitar con Cristo a la Vida
los sentimientos (Ef.4,23), como hijos de la luz Nueva de los hijos de Dios. E hacerse
producir el fruto de la luz (Ef.5,9) o del cristianos acontece constantemente por la
espíritu (Gal.5,22). "Todo lo que hagan de configuración con la muerte de Cristo. Pablo
palabra o de obra, háganlo en nombre del considera el efecto del bautismo no como un
Señor Jesús dando gracias a Dios Padre por efecto material, sino como una nueva relación
medio de él" (Col.3,17). personal del bautizado con Cristo viviente
como cabeza de la Iglesia.
Clasifiquemos, para una mayor claridad en la exposición, el efecto del bautismo en:
efectos curativos, efectos santificadores, y la formación de la Iglesia.
En el bautismo se inicia la justificación del hombre por Dios, tal como la concibe Trento
(DZ 1524 DB 796). Todo lo que la doctrina de la justificación ha expresado respecto de ese
acto histórico-salvífico fundamental en el hombre tiene su fundamento sacramental en el
hecho del bautismo.
La Iglesia enseña que por el bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado
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original y todos los pecados personales que el hombre ha cometido hasta su bautismo . 1
El bautismo cristiano se manifiesta como la plenitud del bautismo de Juan, que fue bautismo
de penitencia en función del Mesías.
Se enseña, también, que por el bautismo se borran también todas las penas del
pecado. Por eso la Iglesia no impone ninguna penitencia al bautizado .2
Pero el bautismo no borra todas las consecuencias del pecado original y del pecado
personal, lo cual comprobamos en el hecho de que la salvación personal es histórica y
comporta un proceso y un crecimiento en la gracia. Además, el bautismo no borra los pecados
futuros.
Uno de los efectos del bautismo es la santificación por el "don del Espíritu Santo y la
incorporación a Cristo", según el testimonio de la SE. El perdón de los pecados y la
santificación son efectos universales.
Los efectos santificadores del bautismo pueden considerarse desde el punto de vista de
Dios y desde el punto de vista del hombre.
Desde el punto de vista de Dios, y así hay que decir que el bautismo es un nacimiento a
partir del Espíritu Santo, que nos regala sus dones. En este Espíritu se nos ha prometido la
resurrección de nuestro cuerpo. El bautismo, también, nos incorpora a Cristo haciéndonos
hijos de Dios. Aquí la santificación es entendida como "iluminación", como participación de
la vida de Dios Trino.
Desde el punto de vista del hombre, se puede decir que el bautismo nos hace nuevas
creaturas, nos abre al acceso al reino de Dios y nos garantiza la vida eterna. Por él se nos dan
las virtudes teologales así como las virtudes de la humildad, de la gratitud, de la paciencia,
del gozo y de la piedad adquieren nuevos contenidos y sentidos.
b. ¿Qué sucede con un bautismo en el que no parecen darse los prerrequisitos humanos para
la eficacia del mismo? El bautismo de adultos recibido indignamente (por falta de los
adecuados sentimientos de penitencias) imprime el carácter pero no confiere el efecto de
gracia. Esto sólo se da, si posteriormente se despierta la recta disposición (contrición
imperfecta).
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culpable, y sin culpa no hay castigo; por tanto tampoco el castigo de no pertenecer a la única
Iglesia.
Por lo que respecta al contenido mismo del efecto de formación de la Iglesia propio del
bautismo hay que afirmar que el bautismo no sólo incorpora a la Iglesia, entendida como
"ámbito de la gracia para el individuo en este mundo" sino que incorpora, además, a la
Iglesia viviente. Esto tiene como consecuencia que el bautismo concede de forma especial
una participación en los ministerios de la Iglesia que no son otra cosa que participación de los
ministerios de Jesucristo mismo (LG núm.32-36).
El efecto del sello bautismal no es sólo que el bautizado viene a ser propiedad ("siervo")
de Cristo, como signo de Cristo, sino que hace que el bautizado se configure también a la
imagen de Cristo ("signum confugurativum", Rm.8,29), le obliga a imita a Cristo activamente
en este mundo ("signum obligativum", Mt.9,9; 10,38; 19,21; Jn.1,43; 21,19) y mediante su
acción de gracia le ayuda a llevar una auténtica vida de cristiano ("signum dispositivum",
Gal.2,20). El máximo don de gracia es la participación en el "sacerdocio de Jesucristo",
porque en el hay que ver el ministerio más profundo y elevado (AA núm.3). La iglesia ha
mantenido siempre la doctrina del sacerdocio universal de los fieles junto al sacerdocio
ministerial, y a defendido con claridad en teoría esta doctrina hasta que la negación del
sacerdocio ministerial por los reformadores contribuyó a subrayar más intensamente este
sacerdocio.
El sujeto posible del bautismo es todo hombre, que no ha sido bautizado todavía, pues
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad
(1Tm.2,4), y el bautismo es la puerta de acceso al reino de Dios (Jn.3,5).
Para el hombre adulto que además del pecado original ha cometido pecados personales es
necesario no sólo que acceda al bautismo libremente sino que también exista el necesario
conocimiento (instrucción de los catecúmenos), así como la necesaria preparación (dolor
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sobrenatural de los pecados aunque sea imperfecto) y los actos de preparación que exige el
Concilio de Trento para la justificación (DZ 1526 DB 798).
Todo ésto muestra claramente que el bautismo es el rito de iniciación para la Iglesia. De
esta idea dogmática del hombre así como del sacramento, de la justificación así como de la
Iglesia, el bautismo de los niños está plenamente fundado. En esta cuestión dogmática tiene
mucho que ver la cuestión pastoral. La Iglesia ha rechazado siempre explícitamente el
bautizar a los niños sin el consentimiento de los padres, aun cuando explica en forma
igualmente clara con Agustín que la fe de los padres es útil para los hijos, pero que la infideli-
dad de los padres no les perjudica. Desde el punto de vista dogmático y desde la tradición de
la Iglesia hay que decir que los hijos de padres que lo solicitan, deberían ser bautizados aun
cuando los padres no practiquen su fe, y de la vida de los padres, por un cálculo natural, no se
pueda obtener ninguna garantía en favor de una educación cristiana de los hijos.
Aquí se plantea la pregunta por la relación entre el bautismo y la fe. Cada sacramento
presupone la fe del sujeto. Lo significado con ello se esclarece precisamente aquí. 1) la fe no
es causa, sino condición para el efecto del sacramento. 2) la fe que se presupone no es
solamente fe individual sino la fe de la Iglesia. 3) el bautismo del niño no deja al margen su
decisión de fe sino que quiere ayudar al niño para que llegue una vez a esa decisión de fe, no
inflige violencia a la libertad del niño sino que la ayuda a llegar a la verdadera libertad
cristiana.
Otro problema es el tiempo del bautismo de los niños. El derecho eclesiástico exige (CIC
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can.707) que los niños san bautizados tan pronto como sea posible.
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