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INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO II

Hno. Dr. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti

Texto 06: El Bautismo


El Bautismo es el sacramento por el que, lavándonos con agua e invocando a la
Santísima Trinidad, se nos borra el pecado original, perdonando cualquier otro pecado o pena
personal1.
La purificación por el agua sugiere una vida nueva o un renacer. En el Antiguo
Testamento las abluciones rituales estaban relacionadas más a la purificación de impurezas
naturales (Ex 19, 10; Lv 14, 47) y San Juan Bautista lo hacía para suscitar el arrepentimiento
de los pecados, en preparación para la venida del Mesías.
Bautizado por Juan, Jesús quiso santificar el agua, haciéndola canal de la gracia divina;
figurando, con su inmersión, su futura muerte redentora.
1. Fundamentación bíblica
1.1. Institución por Cristo
Los discípulos recibieron el mandato de bautizar en nombre de la Trinidad y San
Marcos asocia bautismo y fe: “El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer
será condenado” (Mc 16, 16). La fe implica aceptación de la gracia y es condición para el
Bautismo. La fórmula bautismal se encuentra en el propio Evangelio de San Mateo: “Bautizad
en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Esta fórmula indica la
colocación del bautizado bajo el señorío y la protección del Señor, concediendo la comunión
de vida con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
1.2. El Evangelio de San Juan
San Juan resalta la afirmación del Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo [...] Él bautiza en el Espíritu Santo”2. Las palabras del evangelista dejan
claro el poder de Cristo para perdonar los pecados y la promesa de un bautismo diferente que
el de Juan: un sacramento transmisor de la gracia divina.
Es Juan quien describe el coloquio de Jesús con Nicodemo, donde el Señor afirma: “el
que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5).
La imagen del agua viva de la que Jesús habla a la Samaritana (Jn 4, 7-15) y del
paralítico curado en la piscina de Betsaida (Jn 5, 1-9), así como del ciego cuyos ojos son
lavados en la piscina de Siloé (Jn 9, 1-41), son relatados por San Juan para resaltar el signo
del agua usado muchas veces por Jesús como símbolo de un nuevo nacimiento.
Presente con María a los pies de la cruz, Juan es testigo ocular del agua y de la sangre
que brotan del costado de Cristo y ve en este hecho una señal de algo mucho mayor (cf. Jn 19,
33-37). La tradición cristiana es unánime en contemplar en esta agua y en esta sangre los
símbolos del Bautismo y de la Eucaristía.
1.3. Los Hechos de los Apóstoles
La primera acción de los apóstoles después de Pentecostés fue predicar y luego bautizar,
lo que revela la íntima ligación del Bautismo con el don del Espíritu Santo. Observemos las
palabras de San Pedro:

1
Cf. LORING, Jorge. Para salvarte: Enciclopedia del católico del siglo XXI. 62 ed. Bogotá: San Pablo, 2013, p.
745.
2
Jn 1, 29-34.

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“Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean
perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch 2, 37).
La primera declaración del Magisterio Pontificio afirma la necesidad del bautismo para
el perdón de los pecados y para recibir el don del Espíritu Santo. En el relato de la primitiva
predicación apostólica, encontramos la presencia del bautismo como fundamento de la
iniciación cristiana: bautismo del etíope por San Felipe (Hch 8, 26-40), bautismo de San
Pablo por Ananías (Hch 9, 18), bautismo de Cornelio y los suyos por San Pedro (Hch. 10, 1-
48), etc.
1.4. Literatura paulina
En la Carta a los Romanos, San Pablo hace la relación del Bautismo con la muerte
redentora de Cristo y con su Resurrección, señalando así que es la participación en el Misterio
Pascual de Cristo:
“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como
Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida
nueva”. (Rom 6, 3-5)
San Pablo señala la necesidad de identificarse con Cristo por su muerte y resurrección,
lo que significa morir para el pecado y vivir santamente. La inmersión en el agua simboliza la
muerte y la sepultura del Señor, mientras la salida del catecúmeno bautizado, simboliza su
resurrección.
Más adelante San Pablo compara la vida cristiana a la militancia en un ejército. Dos
generales en guerra se presentan al hombre: Dios y el Pecado. Al cristiano cabe elegir el Jefe
en cuyas filas se alistará. El que elige el pecado, es por él esclavizado, pero quien se decide
por el Señor es colocado en un régimen de benevolencia y gratuidad. El primer “general”
premia a sus soldados con la muerte del cuerpo y la privación de la vida eterna, pues la
muerte es el salario del pecado (Rom 6, 23a). Cristo, a su vez, dona a sus soldados la victoria
sobre la muerte y la resurrección para la vida eterna (cf. Rom 6, 23).3
En la teología paulina, “ser incorporado en Cristo” significa ser “revestido de Cristo”
(Gal 3, 27; cf. Col 3, 9s; Ef 4, 20-24). En este caso, la vestidura es símbolo, como el uniforme
militar es símbolo de un país o un hábito símbolo de una orden religiosa y la sotana símbolo
del estado clerical. Por eso, revestirse de Cristo es prolongar la vida, muerte y resurrección de
Jesús en la existencia concreta de la vida del cristiano, es decir, buscar las cosas de lo alto,
mortificar las pasiones, repudiando el pecado (Col 3, 1-11), con la fuerza del poder
regenerador del Espíritu Santo (Tit 3, 4-7).
San Pablo señala también el carácter indeleble del Bautismo, afirmando que somos
“sellados por el Espíritu Santo” (cf. Ef 1, 13s), así como la dimensión eclesial del único
Bautismo cristiano, por el cual todos los cristianos saben estar unidos entre sí en el único
Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
1.5. Las Cartas Católicas
En la primera carta de San Pedro se encuentran numerosas alusiones a la liturgia de la
Pascua, que era también la liturgia del Bautismo, puesto que este sacramento era ministrado
en la noche del sábado santo para el domingo de Resurrección. En el final de la carta, (3, 18-
22), San Pedro hace una relación del bautismo con el Arca de Noé:
“Cristo murió [...] en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su
anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer [...] en
los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos – ocho en total – se salvaron

3
Cf. BETTENCOURT, Estevão. Curso sobre os Sacramentos. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 2002, p. 56.

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a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son
salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el
compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo”.
Este número ocho enfatizado por San Pedro, se refiere a Noé, su esposa, sus tres hijos y
las esposas de los hijos. Significa, según los Padres de la Iglesia, los siete días de la Creación,
más uno de la unidad del día sin ocaso de la eternidad. Así, ocho es símbolo de la vida futura
que comienza en el Bautismo y es inmortal. Por eso, muchos baptisterios antiguos tienen la
forma octogonal.
2. Desarrollo histórico
2.1. Modo de bautizar: inmersión e infusión
La Didaché4, que es el catecismo más antiguo que se conoce, escrito alrededor de los
años 70 de nuestra era, cuando vivían muchísimos discípulos de Cristo, atestigua el Bautismo
por infusión, afirmando claramente: «Si no hay agua corriente, para bautizar se derrama agua
tres veces en la cabeza»5.
San Justino (†165) explica que los candidatos al Bautismo profesaban su fe y su
decisión en vivir de acuerdo con esta doctrina. Eran lavados en el agua y bautizados en
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Justino explica que el rito del agua era
llamado iluminación (protismós), puesto que el Bautismo está siempre ligado a la profesión
de fe que es luz.6
Tertuliano (†220) relaciona el agua con la vida en las Escrituras. Refiere la preparación
previa al Bautismo con ayunos, oraciones y vigilias. El ministro bendecía el agua y el
catecúmeno renunciaba a satanás. A continuación, el ministro le preguntaba: “¿crees en Dios
Padre?”, y luego de la respuesta afirmativa lo inmergía en el agua. Se seguía el mismo ritual
en relación al Hijo y al Espíritu.
En la descripción de Tertuliano surge la presencia de la unción con óleo y la imposición
de manos, por la cual se comunicaba el Espíritu Santo. Esta imposición de manos fue
posteriormente separada del rito bautismal, constituyendo lo que llamamos el Sacramento de
la Confirmación.
Tertuliano explica que el tiempo anterior al Bautismo es de ceguera original y por el
sacramento el hombre pasa de las tinieblas a la luz.
En tiempos de Tertuliano surgió en Cartago una mujer, llamada Quintilla de Cartago, de
la secta gnóstica de los Cainitas, que combatía con gran actividad proselitista contra el
Bautismo cristiano.
El apologista cartaginense le responde con firmeza:
“La secta de los Cainitas es una víbora de las más venenosas y pretende destruir
el Bautismo. Las serpientes procuran en general los lugares desérticos y sin
agua, mientras que nosotros, pequeños peces, así denominados a partir de
nuestro ICHTHYS, Jesucristo, en el agua nacemos y nos salvamos
permaneciendo en ella. Esta terrible mujer ha encontrado un medio excelente de
matar a los peces: hacerlos abandonar el agua”.7

4
La Didache (Didajé), también conoconida como Enseñanzas de los Doce Apóstoles (Didaxh/ twn dw/deka
a(posto/lwn – Didache ton dodeka apostolon), es un texto producido entre los años 65 y 80 d.C. y encontrado
en 1873 en Macedonia (cerca de Constantinopla). El documento atestigua como los primeros cristianos
interpretaban las enseñanzas de los Apóstoles y como ellos vivían.
5
Cf. LORING, Jorge. Op. cit., p. 746.
6
SAN JUSTINO. Apología I, 61.
7
TERTULIANO. Tratado sobre el Bautismo. Cap. I.

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Ichthys en griego quiere decir pez. Es un símbolo de Jesucristo y por eso los cristianos
utilizaban como señal secreta para identificarse. Cada letra de este vocablo es la inicial de una
profesión de fe:
Iesous Christós Theou Yiós Soter
Jesús Cristo de Dios Hijo Salvador
San Hipólito de Roma (†235) es autor de la obra conocida como Tradición Apostólica,
que describe en minucias la praxis bautismal de Roma, relatando la preparación de tres años,
los escrutinios y la elección de los catecúmenos que recibirían el Bautismo. Describe el
exorcismo por parte del obispo sobre cada uno de los que van a ser bautizados, con la
imposición de manos y la marcación con la señal de la cruz en la frente, oídos y nariz.
Después de una noche de vigilia, se bendecía el agua y se bautizaban primero a los
niños y después a los adultos. Los candidatos hacían la renuncia a satanás y a todas sus obras,
eran ungidos con el oleo del exorcismo y se preguntaba «¿crees en Dios Padre,
todopoderoso?», con la afirmación «creo», era sumergido en el agua. Cuando el bautizado era
un niño, hablaba por él uno de sus padres o un familiar.
El ritual seguía con la proclamación de la fe en Cristo y en el Espíritu Santo, con las
respectivas inmersiones. En seguida eran ungidos con el oleo santo en nombre de Jesucristo.
San Ambrosio (†397) en su relato sobre el Bautismo añade la recepción de la vestidura
blanca, como señal del despojamiento del envoltorio de los pecados y de la pureza conferida
por el Bautismo.
En el siglo III, por las discusiones sobre la validez del Bautismo por parte de herejes,
como los montanistas, que bautizaban “en el nombre del Padre, del Hijo, y de Montano (o
Priscila)”, y sobre todo por los llamados lapsi, que eran sacerdotes que habían negado a la
Iglesia por miedo de las persecuciones y después volvían arrepentidos, surgió la praxis del re-
bautismo. Esta práctica fue muy controvertida en esta época histórica, hasta que quedó claro
que el Bautismo conferido válidamente no dependía de la disposición moral del ministro,
pues quien ministra el sacramento es el propio Cristo. Con las enseñanzas de San Agustín,
quedó clara la doctrina sacramental y la aceptación del Bautismo que es hecho en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la intención con que lo que hace la Iglesia. 8
En el caso de duda seriamente fundamentada se puede bautizar bajo condición,
utilizándose la fórmula: “si no estás bautizado... yo te bautizo...”.
2.2. Sacramento de la fe
Desde los inicios la Iglesia ha llamado al bautismo “sacramento de la fe” (sacramentum
fidei). Al iniciarse las controversias eucarísticas medievales, la fórmula pasará a designar la
Eucaristía, incluyéndose, a modo de confesión, en la Plegaria eucarística9.
2.3. El bautismo de los niños
La Escritura no se refiere expresamente al bautismo de niños, pero en muchos casos
describe la conversión de paganos que se hicieron bautizar “con toda su casa”, expresión que
designaba al jefe de la familia con todos sus domésticos, incluso los niños y niñas.
Orígenes y San Agustín atestiguan que la costumbre de bautizar a los niños es tradición
recibida de los apóstoles10, puesto que la afirmación de Cristo a Nicodemo (Jn 3, 5) no hace
distinción de edad. Bajo San Cipriano de Cartago (†258) un sínodo del Norte de África
disponía que se podía bautizar a los niños “ya a partir del segundo o tercer día después del
nacimiento».11
8
Cf. BETTENCOURT, ESTEVÃO. Op. cit. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 2002, pp. 53-62.
9
Cf. RICO PAVÉS, José. Los sacramentos de la iniciación cristiana. Introducción teológica de los Sacramentos
del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Toledo: San Idelfonso, 2006, p. 414.
10
Cf. ARZA, Arteaga. Preguntas y respuestas en cristiano. Bilbao: Mensajero, 1982, p. 30.
11
SAN CIPRIANO DE CARTAGO. Epístola 64.

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El Bautismo es un nacer para la vida divina y da pleno sentido al nacimiento biológico.
El hecho de que el niño no pueda profesar su fe no constituye impedimento, pues la Iglesia
los bautiza en la fe de la misma Iglesia, profesada por los padre y padrinos en nombre del
niño.
La Iglesia sólo no bautiza a un niño cuando hay oposición de sus padres o cuando no
hay garantía de que el niño bautizado sea educado en la fe católica. Aun cuando los
progenitores no sean practicantes, la Iglesia juzga que el niño tiene el derecho a ser bautizado,
desde que los padres, los padrinos, o la comunidad parroquial se encarguen de ministrarle la
instrucción religiosa.
Dice el canon 868 del Código de Derecho Canónico:
868 § 1. Para bautizar lícitamente a un niño, se requiere:
1 que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes
legítimamente hacen sus veces;
2 que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión
católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según
las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.
§ 2. El niño de padres católicos, e incluso de no católicos, en peligro de muerte,
puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres.
En los casos en que no es posible el bautismo, la Iglesia confía el niño fallecido sin
bautismo al amor de Dios, Padre y fuente de misericordia, como afirma el Rito de Exequias
de estos niños.
A partir de San Anselmo (†1109) los teólogos propusieran la figura del limbo como
estado de felicidad natural reservado a ellos. Esta doctrina se ha tornado común, pero nunca
fue definida dogmáticamente como verdad de fe.12
El documento de la Comisión Teológica Internacional, publicado el 20 de abril de 2007,
con aprobación del Papa Benedicto XVI, afirma:
1. Hay buenas razones para tener esperanza que los bebés que mueren sin ser bautizados
vayan al cielo.
2. La Iglesia continua creyendo que, por el pecado original, el bautismo es el camino
ordinario de salvación para todos y urge a los padres que bauticen a los bebés.
3. A través de los años, los Papas y los Concilios evitaron definir el limbo como
doctrina de fe y dejaron la cuestión abierta.
4. Una cuestión clave es la enseñanza de la Iglesia que el bautismo es necesario para la
salvación. Esta enseñanza necesita interpretación, a la luz de que los “bebés... no ponen
ningún obstáculo personal a la gracia redentora”. “Dios puede dar la gracia del bautismo sin
que el sacramento sea conferido”. Esto no niega que toda salvación viene por medio de Cristo
y en alguna manera por medio de la Iglesia, pero requiere un mayor entendimiento sobre
cómo esto funciona.
5. “Junto a la teoría del limbo – que permanece como una posible opción teológica –
puede haber otros modos de integrar y salvaguardar los principios de la fe subrayados por la
Escritura”.
El documento finaliza enfatizando que estas son razones para esperar en oración, más
que fundamentos para un conocimiento seguro.

12
Cfr. BETTENCOURT, Estevão. Op. cit., pp. 63-67

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3. El ministro del Bautismo
El ministro ordinario del Bautismo es el Obispo, presbítero o el diácono, y en caso de
necesidad, cualquier persona movida por recta intención lo debe hacer.13 El responsable
ordinario del Bautismo es el párroco, por eso, en situaciones normales el Bautismo debe ser
conferido en la Parroquia del domicilio de los padres. En caso de ser conferido en otra
Parroquia se requiere la autorización del párroco de origen. En algunos casos muy especiales
la Santa Sede ha concedido a los Obispos la facultad de designar laicos como ministros
extraordinarios del Bautismo, pero estos no practican el exorcismo, ni las unciones ni el
Epheta, del ritual ordinario del Bautismo.14
Cuando una persona es bautizada en una comunidad no católica, no debe ser
rebautizada. Pero si hay duda sobre si la persona fue bautizada o si el bautismo fue conferido
válidamente y esta duda permanece tras seria investigación, se debe conferir el bautismo bajo
condición.15
Para Bautizar, se derrama agua natural sobre la cabeza de la persona, diciendo, con
intención de bautizar: “N.N. (los nombres), yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo”. La palabra Amén no debe ser añadida a la forma (S.C.R. 9 de junio de
1853, n. 3014).
Para que la fórmula sea válida, son esenciales dos cosas: la acción de bautizar y la
enunciación de las tres Personas divinas, pronunciadas cada una distintamente. El agua debe
mojar la piel de la cabeza y correr por ella16. A ser posible, en la presencia de dos testigos.17

13
Cf. CIC, c. 861 § 2.
14
Cf. BETTENCOURT, Estevão. Op. cit., p. 68.
15
Cf. CIC, c. 869.
16
Si por las dificultades del parto hay peligro de que el niño muera antes de salir, debe bautizarse en el seno
materno. Si lo primero que sale es la cabeza se puede bautizar. Si el primero que sale es otra parte del cuerpo y
hay riesgo de muerte, se puede bautizar, pero en caso del niño salir con vida se debe bautizar de nuevo, bajo
condición. (Cf. S. Th. III, c. 68., a. 11)
17
ROYO MARÍN, Antonio. Teología moral para seglares. 2°, 2ª, I, 44, a. Madrid: BAC.

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