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Leyenda de la Kantuta

Versión reescrita por N. Brachet, sobre la base del libro "Leyendas de mi tierra"
de Antonio Diaz Villamil (Libreria - Editorial "Juventud")

Hace mucho, había dos reyes ricos y poderosos, Illampu y Illimani, reinaban como


dueños absolutos, el primero en las regiones áridas del Norte, el segundo en el sur
de los valles fértiles de los Yungas. Los dos reinos vivían apaciblemente en la
felicidad y la mas grande armonía. Los dos reyes tenian cada uno un hijo de la
misma edad y de los cuales el nacimiento estaba acompañado de una aparición en el
cielo de dos brillantes estrellas, una de color roja y la otra dorada. Illampu
aprovecho del fenómeno para llamar a su hijo Astro Rojo, igualmente Illimani llamo
al suyo Rayo Dorado. El nacimiento de los reyes Illampu e Illimani había igualmente
sido, en su época, marcado por la aparición en el cielo de dos astros brillantes de
color blanco.

Cada noche, los dos reyes contemplaban con orgullo el esplendor de su estrella. Al
lado de esas brillaban con menos esplendor las estrellas de su hijo. El brillo de las
estrellas reales crecían cada día un poco mas a medida que las conquistas y
riquezas de los dos reinos se acumulaban.

Los años pasaron, el orgullo de los dos reyes crecía, como su preocupación sobre el
brillo de la estrella de su rival. Un sentimiento de celos les invadía poco a poco, y
fue Illampu quien sucumbió primero a su deseo de poner fin al brillo provocador de
la estrella rival. El consejo de sabios le recomendaron empezar una guerra contra
Illimani, para eliminar del poder al soberano y, por consecuencia, apagar para
siempre su estrella. Illampu siguió el consejo de sabios y declaro la guerra a
Illimani.

La batalla fue terrible. Los hombres antiguamente pacíficos comenzaron a


matarse entre ellos. Illampu y Illimani se encontraron cara a cara, y resultaron
mortalmente heridos en este combate sin piedad. Los ejércitos se replegaron
hasta su capital respectiva. Sobre su lecho de muerte, los dos reyes llamaron a
sus hijos, y les pidieron de vengar su muerte nuevamente con las armas para
acabar con el rival. Astro Rojo y Rayo Dorado, a pesar de su oposición a la guerra,
tuvieron que cumplir la ultima voluntad de sus padres. Así la guerra volvió a
empezar entre los dos reinos, en contra del fuerte deseo de paz de los dos
jóvenes soberanos.

La historia se repitió con la misma violencia de combates, llegando a un encuentro


mortal entre Astro Rojo y Rayo Dorado. En los últimos instantes de su vida, los
dos jóvenes príncipes no mostraron ningún signo de odio ni de rencor en contra de
su enemigo. Al contrario, sus últimos gestos fueron de abrazarse, lo que
inmediatamente tuvo por efecto restablecer definitivamente la paz y la amistad
entre los dos pueblos. En ese instante, la tierra empezó a temblar, y de sus
entrañas salio la diosa Pachamama. Ella hablo con Astro Rojo y Rayo Dorado para
felicitar les por su amor y coraje y para denunciar el comportamiento de odio y
vanidad de sus padres. La diosa apunto las estrellas blancas de Illimani y Illampu
que perdieron instantáneamente su brillo y fueron proyectadas en el suelo de cada
capital antes de transformarse en dos enormes masas inertes y opacas al medio
de la cordillera de los Andes. Pachamama anuncio a Astro Rojo y Rayo Dorado que
de su unión fraternal nacerá un pueblo de paz y amor de cual los colores
representativos serán el rojo y el amarillo combinados con verde de la esperanza.
Astro Rojo y Rayo Dorado murieron y fueron enterrados juntos en el valle de la
batalla.

Después de varios años, la rivalidad entre Illampu y Illimani no


se había calmado. Pero los dos montes enraizados para siempre estaban
condenados a contemplarse y a vivir con su rabia y odio. Sus lagrimas de cólera y
desesperación fluyeron en sus laderas hasta el valle donde estaban enterrados
Astro Rojo y Rayo Dorado. Con el contacto del agua, broto milagrosamente sobre
la tumba de los jóvenes príncipes la kantuta, una flor de colores verde, amarillo y
rojo. Algunos siglos mas tarde, como lo había anunciado la diosa Pachamama, nació
un nuevo pueblo, el pueblo boliviano, que tomo como emblema la kantuta y sus
colores.

Leyenda de la Kantuta

El Inca que dominaba el Imperio en esa Este Inca acostumbraba visitar el


época era el más imponente, cruel y adoratorio de Copacawana todos los años
sanguinario de todos los incas que habían en invierno. Y en esa ocasión de largo
gobernado el Imperio, no permitía que ni trayecto entre cerros y lagunillas llevaba
los nobles contradijeran sus ideas. consigo 

a su hija cuya fama de belleza y virtudes se


a un joven apuesto de origen plebeyo, del
había extendido por todo el Imperio.
cual quedo prendada.
Esta hermosa doncella que por primera vez
El nombre del joven era Kento, y al igual
acompañaba a su padre en este largo
que la doncella, el también le entregó su
peregrinar, al llegar al destino, divisó a las
corazón desde ese primer encuentro.
orillas del Lago

La leyenda de la Kantuta
Publicado en octubre 27, 2014 por Sinalefa
 
 
 
 
 
 
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Cuenta la leyenda que una vez


existieron en las tierras
del Kollasuyo dos
poderosos soberanos.
Al Nortegobernaba Illampu, quien tenía un hijo, llamado Astro Rojo, que era su
orgullo.
El rey del Sur era Illimani, tan poderoso y rico como su vecino. Él también tenía un hijo
generoso y caritativo, llamado Rayo de Oro.
Ambos estados, gobernados por sus respectivos soberanos, fueron progresando. Pero un día
empezaron a despertarse envidias y ambiciones entre ellos. Illampu pensaba destruir a su
rival y le declaró la guerra a Illimani, con el afán de exterminarlo. El resultado fue un
sangriento combate en el que resultaron heridos mortalmente ambos soberanos.
Los ejércitos regresaron a su capitales. Illampu, agonizando, pidió ver a su hijo. Astro
Rojo, aunque niño aún, reprochó a su padre el haber comenzado una guerra inútil. Al oír
esto, su padre se enfureció y obligó a su
hijo a jurar que tomaría venganza de su
enemigo.
Aunque Astro Rojo deseaba restablecer
la paz entre los dos reinos, tuvo que
pronunciar el juramento de venganza.
Mientras esto sucedía en el Imperio del
Norte, en la capital del Sur tenían lugar
parecidos acontecimientos. Illimani,
antes de morir, arrancó a Rayo de
Oro el mismo juramento de odio y
exterminio.
Ninguno de los jóvenes quería iniciar el ataque. Sin embargo, no hubo más remedio que
hacerlo. Rayo de Oro y Astro Rojo pelearon con flecha y honda, como combatieron
sus padres… y se hirieron mortalmente. Los dos pequeños, en lugar de maldecirse,
pronunciaron palabras de mutuo perdón. En ese momento ambos niños se
abrazaron y murieron.
Entonces sucedió algo extraordinario. Hubo un
sonido aterrador y, abriéndose la tierra,   brotó del
abismo una figura de mujer. Era
la Pachamama, la madre tierra, quien habló:
– Voy a castigar la maldad de vuestros padres.

Y señalando al cielo hizo caer las estrellas que


simbolizaban a los
soberanos Illimanie Illampu. Ambas se
precipitaron sobre la tierra, quedando convertidas
en montañas inertes, sin más brillo que su
blancura de nieve.
Conmovida por la actitud de los príncipes, les dijo
que una vez muertos la luz de sus estrellas, rojo y
amarillo, se convertiría en el símbolo de un
pueblo que más tarde viviría en esas tierras
y tomaría para su bandera esos dos
colores y el verde de la esperanza.
Pasó mucho tiempo y sobre esas tierras desiertas y desoladas se encontraban el Illampu y
el Illimani, las dos más altas montañas que hoy conocemos. Con el deshiele de sus
nieves, lograron fecundizar la tierra que guardaba la tumba de los dos príncipes, donde
brotó una verde y enmarañada planta que, cuando llegó la
primavera, se cubrió de color rojo y amarillo, formando una flor
linda tricolor con el verde de las hojas.
Siglos después, como lo había anunciado la Pachamama, surgió un pueblo que tomó
esa flor y esos colores como sus símbolos. Ese pueblo es Bolivia y esa flor es
la Kantuta que florece en los Andes.
La Kantuta es la flor nacional de Bolivia y desde entonces se convirtió en
el símbolo de la paz que debe reinar en los países andinos.
Leyenda boliviana

Existe una canción popular cuya música muchos niños saben tocar con la flauta, la letra
dice así:

Una flor de la Kantuta, en el río se cayó


púsose contento el río, su perfume se llevó.
La flauta del pastor, en el río se cayó,

púsose contento el río y su música llevó.

El llanto de la niña en el río se cayó,

púsose contento el río, cristalino se volvió.

El llanto y la kantuta y la flauta del pastor,


pusieron contento al río, que ya no los devolvió.

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viernes, 23 de agosto de 2013

Leyenda de la Kantuta (Bolivia)

 El Inca que dominaba el Imperio en esa época era el más imponente, cruel y sanguinario de
todos los incas que habían gobernado el Imperio, no permitía que ni los nobles contradijeran
sus ideas.

 Este Inca acostumbraba visitar el adoratorio de Copacawana todos los años en invierno. Y en
esa ocasión de largo trayecto entre cerros y lagunillas llevaba consigo a su hija cuya fama de
belleza y virtudes se había extendido por todo el Imperio.
 

Esta hermosa doncella que por primera vez acompañaba a su padre en este largo peregrinar,
al llegar al destino, divisó a las orillas del Lago a un joven apuesto de origen plebeyo, del cual

quedo prendada. 

El nombre del joven era Kento, y al igual que la doncella, el también le entregó su corazón
desde ese primer encuentro.

 Mientras duró el viaje, Kento y la doncella se veían a escondidas, pues el Inca jamás aprobaría
su amor. 
Un día llegaron mensajeros de las tierras alejadas del Inca, llevándole noticias de asuntos que
requerían el retorno inmediato a su región.

 El Inca preocupado por lo que le esperaría afrontar informó a sus sirvientes que partirían a la
mañana siguiente, en cuanto el sol apareciera sobre el horizonte. 

 La noticia fue escuchada por la princesa, que descansaba en el aposento cercano. Entonces
se apresuró a dejar su lecho y recorrió a escondidas el camino hacia la casa de Kento, aún con
la oscuridad de la noche, deseando acordar un plan para no tener que separarse.
 Ya muy cerca de la casa de Kento, cuando ya imaginaba el momento del encuentro, por la
prisa que llevaba resbaló y cayó en una zanja llena de grandes espinas que se incrustaron con
facilidad en su delicado cuerpo.

 La sangre que regó aquellas espinas, hizo que de los secos matorrales brotaran muy
rápidamente retoños de hojas verdes, que fueron bañadas al amanecer, con los primeros rayos
amarillos del sol.

 Cuando encontraron el cuerpo de la joven ya sin vida, lo vieron rodeado de una nueva planta
con flores nunca antes vistas a las que dieron el nombre de kentu-uta pankara que significa
“flor de la casa de Kento”.

Esas flores llevaban el verde de los campos, el amarillo de los primeros rayos del sol, y el rojo
fuerte de la sangre noble de la hija del Inca, y nunca mas desaparecieron.  

 Kento lloró a su amada por el resto de su vida, llamándola con el silbido del viento, la misma
señal que antes usaran para facilitar su encuentro. 

 De ese nombre se deriva el nombre de kantuta, con el cual se conoce a la flor en la actualidad,
siendo identificada como la flor nacional de Bolivia por poseer los mismos colores de la
bandera que representa al País.

La leyenda de la Khantuta
•  Por: Alfredo Vargas Oroza

La flor que dio origen a la leyenda


     Sentado en una oquedad andina, el dios menor Cuurmi, Arco Iris, lamentábase de
su suerte. Soslayando su pena, lanzaba a los vientos, rato a rato, su liwiña tricolor, que
formando una gigantesca parábola iba a tocar la cúspide opuesta. Así mataba su
tiempo; luego, cansado de su juego y de espectar la belleza que él mismo irradiaba,
nuevamente recogía su liwiña para seguir rumiando su tristeza.
- Es sin objeto la belleza que dura sólo instantes. ¿De qué sirve que yo sea el
poseedor de todos los colores? ¿Por qué debo retenerlos en mí? ¡Oh! triste suerte del
Dios joven, cuya belleza es como un fuego fatuo. ¡Oh, padre Wiracocha, permite que
este manantial guardado en mí, aquiete los afanes de belleza, que son sed de amor en
esos pobres seres, tus mortales criaturas!

El Dios Kjunu, dios de las nieves -venerable entre los dioses por su edad- vestido de
alba yacolla desde lejos escuchaba los lamentos, y nada podía hacer para consolar al
joven dios.

Cuurmi lanzaba nuevamente su liwiña para después sumergirse en el sopor de su


tristeza.

- ¡Oh, dolor de fuego que enciendes mis entrañas! ¿Por qué debe morir en mí lo que
puedo compartir con los humanos?

Y el venerable Kjunu ensombreció el horizonte con su aliento para que las quejas del
dios joven no enturbiaran su corazón.

En la espesura de algunos valles del dilatado Kollasuyo, crece una planta, cuyas
flores, campánulas blancas, en cierta época del año, al roce de un ligero vientecillo,
hacen vibrar sus estambres y pistilos, tan intensamente que tañen melodías de
singular belleza. Los aborígenes [de esta región] la llaman Khantu y le atribuyen
poderes inspiradores para los músicos que se acercan a [aspirar] su fragancia.

Wiracocha, padre de los dioses, escuchó las lamentaciones del dios joven, se dolió
hondo y buscó la manera de amenguar la tristeza de Cuurmi.

Lo llama, severo, y le recrimina:

- Tus afanes, son impropios de tu calidad. Sólo el hombre, mísero mortal, vive y muere
transido de eternidad. Tú eres progenie de dioses. ¡Los dioses son eternos como
efímeros son los hombres! He escuchado tus lamentaciones y como padre tuyo he
hecho mía tu desesperanza. Escucha Cuurmi, joven impetuoso e impaciente, a Khantu
la bella flor, inmaculada y virgen que vive en los bajíos del Kollasuyo, la desposarás
cuando mamá Pfajsi, madre luna, se encuentre en el cenit.

Cuurmi obedeció a su padre y en una noche de luna, translúcido de palidez y


tembloroso de amor, atrajo a su pecho a Khantu. Aspiró profundamente su fragancia y
ella, la campánula alba, se impregnó de los colores de Cuurmi.

Del raro acoplamiento germinó una hermosa flor con los tres colores del Arco Iris: rojo,
amarillo y verde.

Wiracocha, pleno de dicha, observó su milagro, y ordenó a Huara-tata, dios de los


vientos, que esparciera por los cuatro horizontes del Kollasuyo la semilla de Khantu,
para que así Cuurmi cumpliera su deseo de eternizarse en la tierra.

Ésta es la leyenda de la Khantuta, flor imperial para los incas, y símbolo patrio de
Bolivia.

Fue declarada "Flor nacional", durante la presidencia de Bautista Saavedra, mediante


Decreto Supremo de 1 de enero de 1924. Se la consagró como "FLOR NACIONAL"
porque ostenta los colores de la bandera nacional en sus contornos destinados a
reavivar y embellecer la tradición y las glorias de los pueblos andinos constitutivos de
nuestro país.

Hoy esta bella flor puede observarse en los jardines de la Ciudad Universitaria, fruto
del esfuerzo que realizan quienes tienen a su cuidado las hermosas áreas verdes que
caracterizan este sitio, se encuentra en la Facultad de Ingeniería en los jardines que
colindan con el edificio del decanato, al lado de la fuente de agua.

(*) Ingeniero, Director general del proyecto Recuperación, conservación, preservación


y puesta en valor del espacio ritual y de culto de la Víbora y Jardín Botánico Ciudad
Universitaria – Universidad Técnica de Oruro (UTO)

La flor de la Kantuta en predios de la Ciudad Universitaria

Leyenda de la Kantuta
Cuenta que hace muchísimos años existieron en las tierras del Kollasuyo dos ricos y

poderosos soberanos. Uno era Illimani, gobernaba el norte y tenía un hijo: Astro Rojo, nacido

bajo el símbolo de una estrella roja. El otro era Illampu, dueño del sur y los Yungas. También

tenía un hijo: Rayo de Oro, llamado así por una estrella dorada que apareció el día que nació.

Ambos monarcas, al igual que sus hijos, habían nacido bajo el augurio de sus respectivas

estrellas, cuyo esplendor aumentaba con la prosperidad de los dos imperios.

Pasó el tiempo, sin que nada pasara, hasta que un día ambos soberanos comenzaron a sentir

envidia por el esplendor de las estrellas. Como su brillo era el reflejo de la dicha y poder de

un mortal, Illampu decidió acabar con Illimani y le declaró la guerra.

Ambos pueblos combatieron todo un día hasta que los dos monarcas quedaron heridos de

muerte. Antes de morir obligaron a sus hijos, Astro Rojo y Rayo de Oro, a jurar venganza. A

los dos príncipes no les quedó otra que acatar la voluntad de sus padres y tuvieron que

enfrentarse.

Como sucedió con Illampu e Illimani, sus hijos quedaron heridos de muerte. Pero, los nobles

príncipes, en lugar de pedir venganza, se dieron un abrazo como muestra de perdón.


Cuentan que en ese momento se escuchó un gran estruendo y que de la tierra salió la figura

de una mujer. Era la Pachamama quien, molesta con los monarcas, hizo caer del cielo sus

dos estrellas que fueron a dar contra las rocas de los Andes, convirtiéndolas en dos masas

inertes y opacas sin más brillo que la blancura de su nieve.

Conmovida por la actitud de los príncipes, les dijo que una vez muertos la luz de sus

estrellas, rojo y amarillo, se convertiría en el símbolo de un pueblo que más tarde viviría en

esas tierras y tomaría para su bandera esos dos colores y el verde de la esperanza.

Pasó mucho tiempo y sobre esas tierras desiertas y desoladas se encontraban el Illampu y el

Illimani, las dos más altas montañas que hoy conocemos. Con el deshiele de sus nieves,

lograron fecundizar la tierra que guardaba la tumba de los dos príncipes, donde brotó una

verde y enmarañada planta que cuando llegó la primavera se cubrió de color rojo y amarillo,

formando una linda tricolor con el verde de las hojas. Siglos después, como lo había

anunciado la Pachamama, surgió un pueblo que tomó esa flor y esos colores como sus

símbolos. Sí amiguitos, ese pueblo es nuestra patria y esa flor es la Kantuta que florece en

las breñas de los Andes.


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