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FRANK M.

HASEL
Y MICHAEL G. HASEL

Cómo interpretar las

ESCRITURAS
1
La singularidad de la Biblia

E
l 21 de agosto de 2017, los habitantes de Estados Unidos se
prepararon para ver un eclipse solar total. Con una precisión
científica minuciosa, los astrónomos ya habían predicho el
recorrido del eclipse. Para disfrutar de la experiencia al máxi-
mo, eran necesarias varias preparaciones importantes: primero, se re-
quería de una planificación cuidadosa para estar en el lugar preciso en
el momento adecuado. Si bien se predijo la trayectoria del eclipse en el
mapa, era necesario un esfuerzo especial para viajar a los lugares donde
podría verse y posicionarse bajo la sombra total. Segundo, se necesita-
ban gafas de seguridad especiales para evitar daños en las retinas de los
ojos. Mirar fijamente al sol causa daño ocular permanente, por lo que se
advirtió a los que vieran el eclipse que debían usar anteojos especiales.
Cientos de miles de personas viajaron por todo el país para experi-
mentar la intensidad del punto focal del eclipse, la umbra, mientras la
oscuridad cubría la tierra en su totalidad. Los que lo experimentaron
quedaron asombrados por la previsibilidad de la naturaleza y por lo
inquietante del acontecimiento.
Hoy, hay un eclipse cada vez más evidente de la Palabra de Dios. A
pesar de que hay más acceso que nunca a la Biblia en forma impresa,
por medio de aplicaciones y una diversidad de traducciones a más de
3.350 idiomas,1 todavía hay enormes desafíos.
10 • C ómo interpretar las e sCrituras

Ignorancia, superstición y persecución


Durante la Edad Media, la gente no tenía Biblias. Como no se enten-
día el concepto de justificación por la fe, la iglesia se aprovechó para
manipular a las masas. Por ejemplo, se crearon las indulgencias, prome-
tiendo que su compra reduciría el tiempo en el purgatorio. En gran par-
te del mundo, esa oscuridad continúa hasta nuestros días. Parece men-
tira, pero un tercio de la población mundial vivirá y morirá sin conocer
nunca a un cristiano o escuchar el nombre de Jesús.2 Miles de millones
viven en países donde la superstición y la religión pagana los mantie-
nen atemorizados y sin esperanza. Dondequiera que la Biblia llega y el
cristianismo ha logrado entrar, se desata una persecución masiva. Tal
fue el caso durante la era de la Reforma, y sigue ocurriendo hasta hoy.
En 2018, más de 215 millones de personas en todo el mundo fueron
perseguidas por su fe cristiana.3 En China, un número creciente de igle-
sias se están clausurando y los pastores están siendo encarcelados.
Estos hechos demuestran que tenemos que trabajar mucho más en
los lugares no alcanzados del mundo antes de que Jesús regrese. Se debe
hacer un esfuerzo para ingresar a esas áreas oscuras que han eclipsado la
Biblia con el error y señalar a sus habitantes el poder transformador de
la Palabra de Dios.

Modernidad, posmodernidad y relevancia


Después de la Reforma, los Estados Unidos representaron un refugio
para muchos cristianos perseguidos del Viejo Mundo. Se estableció la
separación de la iglesia y el estado, proporcionando libertad de religión
para que todos pudieran seguir los dictados de su propia conciencia. Las
grandes universidades de la Ivy League se establecieron para educar, en
base a las Escrituras, a una nueva generación de pastores, teólogos, jue-
ces y líderes. Los estudiantes de la Universidad de Harvard se regían por
las Reglas y Preceptos de 1646, que decían que debían «practicar la lec-
tura de las Escrituras dos veces al día, con el propósito de estar listos
para demostrar su competencia en ellas […]; entendiendo que la expo-
1. La singularidad de la Biblia • 11

sición de su Palabra, alumbra».4 Más de cincuenta años después, en


1701, cuando Harvard se alejó de sus fundamentos bíblicos, los protes-
tantes congregacionalistas establecieron la Universidad Yale, en Con-
necticut. En el centro del sello universitario había una Biblia con las
palabras «Urim y Tumim», rodeada por la frase latina lux et veritas, que
significa «luz y verdad». A raíz del Primer Gran Despertar, cuando se
estableció la Universidad de Princeton en 1748, su sello oficial también
contenía la Biblia con la frase «Antiguo y Nuevo Testamento» en latín y
un banderín que decía: «Bajo el poder de Dios, ella florece». En su libro,
The Dying of the Light, James Tunstead Burtchaell documenta la desco-
nexión gradual que ha tenido la educación superior en Estados Unidos
de sus iglesias fundadoras. Esa misma desconexión se puede documen-
tar en las universidades protestantes de todo el país.5
Esto se debe en gran medida a la aceptación de filosofías modernas y
posmodernas que introdujeron un elemento de crítica que elevó el ra-
zonamiento humano por encima de la Biblia. En el siglo XX, el posmo-
dernismo logró finalmente borrar toda noción de verdad absoluta.6 En
palabras de William F. Buckley, Jr.: «Con toda seguridad, no hay un solo
departamento en Yale que no esté contaminado con el absoluto de que
no hay absolutos, ni derechos intrínsecos, ni verdades finales».7 El re-
emplazo de presuposiciones y suposiciones bíblicas por métodos secu-
lares ha provocado la desaparición de la mayoría de las instituciones
cristianas. Lamentablemente, el derrotero que ha tomado la educación,
también lo han tomado la iglesia y la sociedad.

Distracciones, apatía e indiferencia


Contribuyendo a la digresión de la verdad bíblica, el grupo de investi-
gación Barna demostró que el 49 por ciento de los ancianos y solo el 24
por ciento de los mileniales leen la Biblia una vez a la semana.8 Al mismo
tiempo, el grupo de investigación de mercado Nielsen informa que el
promedio de tiempo que pasa un adulto frente a una pantalla diariamen-
te aumentó en 2018 a once horas, en comparación con las nueve horas y
treinta y dos minutos de hace solo cuatro años.9 Los períodos de atención
12 • C ómo interpretar las e sCrituras

han disminuido a tasas alarmantes debido a esta reprogramación mental,


generando trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH),
trastorno por déficit de atención (TDA) y un aumento de los casos de
depresión.10 Actualmente, el trastorno de ansiedad de las redes sociales
ha sido reconocido como un problema creciente, ya que el constante
bombardeo de las redes día y noche nos priva del deseo de pasar tiempo
con familiares y amigos, sin mencionar el estudio de la Biblia.
¿La tecnología y los medios en nuestra sociedad moderna nos han
ayudado a tener una vida de felicidad, paz y armonía? Los tiroteos esco-
lares han aumentado exponencialmente. En el 2018, hubo 97 tiroteos
escolares solo en Estados Unidos, batiendo un récord histórico.11 El cri-
men se está multiplicando. Enfrentamos desafíos sin precedentes a ni-
vel político, económico, cultural, educativo, de seguridad laboral, de
sostenibilidad natural y global, de recursos energéticos y de producción
de alimentos. Los más destacados pensadores seculares y religiosos re-
conocen que nuestra supervivencia está en juego. El modernismo ha
fracasado, y también su creencia en el progreso y en haber alcanzado la
verdad absoluta a través de la razón humana y la ciencia.
Al igual que el eclipse solar de 2017, el eclipse actual de la Biblia se
predijo con una precisión asombrosa. Jesús predijo que llegaría un mo-
mento de gran oscuridad, advirtiendo: «Entonces os entregarán a tribu-
lación, os matarán y seréis odiados por todos por causa de mi nombre»
(Mateo 24: 9). Pablo dijo: «Pues vendrá tiempo cuando no soportarán
la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán
maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el
oído y se volverán a las fábulas» (2 Timoteo 4: 3–4). Juan el revelador
predijo que en los días finales un poder trataría de destruir la Palabra de
Dios: «Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer [la iglesia] y se
fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella [el rema-
nente], contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17).
¿Cómo podemos prepararnos para estos tiempos en los que el mun-
do está cada vez más sumido en confusión y oscuridad? Primero, apar-
tando nuestras mentes de las distracciones del mundo, mirando a Jesús
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y estudiando las señales de los tiempos descritas en la Palabra de Dios.


Segundo, cumpliendo el mandato de Jesús: «Vayan, pues, a las gentes de
todas las naciones, […] bautícenlas […] y enséñenles a obedecer todo lo
que les he mandado a ustedes» (Mateo 28: 19–20, DHH). Finalmente,
manteniendo una atenta vigilancia en cuanto a nuestra interpretación
de la Palabra de Dios. Así como se necesitan anteojos especiales para
contemplar un eclipse solar, también son necesarios poner fija la mira-
da en el Sol de justicia. Los anteojos que usamos para mirar el mundo
que nos rodea son nuestras presuposiciones, pero cuando nos acerca-
mos a las Escrituras hemos de hacerlo usando los métodos de interpre-
tación descritos por Cristo y sus apóstoles, según se revelan estos en la
Biblia, en vez de los métodos del pensamiento moderno y posmoder-
no. Jesús prometió: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7: 38).
¿Qué tan importante es el estudio de la Biblia? Cuando Jesús estuvo
en la tierra, destacó la estrecha conexión que existe entre él y su Palabra.
El logos o la «palabra» vino y «en él estaba la vida, y la vida era la luz de
los hombres. La luz resplandece en las tinieblas» (Juan 1: 4–5). Para
comprender correctamente su misión y mensaje, nuestra primera tarea
es comprender correctamente las Escrituras. Ellas nos cuentan todo so-
bre Jesús, la luz del mundo.

El poder de la Biblia
Tomemos ahora un momento para echar un vistazo al libro más
singular y poderosamente transformador de la historia humana. La Bi-
blia está compuesta por 66 libros, escritos por más de cuarenta autores
en tres continentes durante 1.500 años. Su concordancia y continuidad
no tienen precedentes. Increíblemente, estos libros, desde Génesis hasta
Apocalipsis, hablan sobre cientos de temas y cuestiones, pero nunca
comprometen el mensaje general.
Entre los temas únicos que contiene la Biblia están la trascendencia de
Dios desde la creación, el establecimiento del sábado como día de repo-
so, la santidad de Dios, la unidad de Dios en tres personas (la Trinidad),
14 • C ómo interpretar las e sCrituras

la justicia de Dios, el amor que tiene por toda la humanidad, su plan de


redención a través del Mesías, su obra mediadora en el santuario, la ley
eterna como la base de su gobierno y su obra a través del remanente pro-
fético.12 Estos temas, entre otros, solo se enseñan dentro de la visión li-
neal de la Biblia desde la creación hasta la segunda venida de Cristo.
La Biblia no se compara con ningún otro libro en la historia en cuan-
to a su origen a nivel de manuscritos. Existen miles de manuscritos del
Nuevo Testamento que se remontan a los primeros cuatro siglos des-
pués de Cristo.13 En el caso de Platón, solo contamos con siete manus-
critos de sus obras; de Herodoto, solo ocho; y de la Ilíada de Homero
solo 650.14 Ninguna otra obra literaria antigua se le acerca, ni en el nú-
mero de copias antiguas de los que disponemos, ni en la cercanía de
tiempo entre los originales y las copias.
Los Rollos del Mar Muerto, descubiertos por accidente en 1947, dan
testimonio de la precisión que ha tenido el Antiguo Testamento duran-
te milenios. Los copistas que los elaboraron trabajaron cuidadosamente
en el desierto para reproducir meticulosamente los manuscritos, que
preceden en más de mil años los manuscritos medievales en los que se
basan muchas de nuestras traducciones bíblicas. Podemos leer todo el
libro de Isaías y ver la forma increíble en que Dios preservó su precisión
durante siglos para que hoy podamos confiar en las Biblias que tene-
mos en nuestras manos.15
La Biblia fue el primer libro traducido masivamente por un grupo de
escribas judíos en Alejandría. Impresa por Johannes Gutenberg entre los
años 1454 y 1455 d. C., fue el primer libro producido en masa publica-
do en una imprenta de tipos móviles. Se ha distribuido ampliamente en
muchos idiomas y mantiene su lugar como un superventas permanen-
te. Hoy, puede ser leída por la gran mayoría de la población de la tierra.
Además, la Biblia ha sobrevivido a grandes intentos de eliminar o
anular su contenido, ya sea durante la persecución cristiana del empera-
dor romano Diocleciano, la Revolución Francesa o el secularismo pos-
moderno de hoy. No solo ha sobrevivido, sino que ha florecido, inspi-
rando las mejores obras de música, arte y literatura jamás creadas.
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La Biblia también es única en su contenido y mensaje, el cual se en-


foca en el plan de salvación y los actos redentores de Dios en la historia.
A diferencia de otros libros religiosos, está enraizada en la historia y,
por lo tanto, puede confirmarse por medio de investigaciones arqueoló-
gicas e históricas. Su historia está estrechamente relacionada con la pre-
dicción profética de los planes futuros de Dios y su reino eterno. Habla
igualmente a hombres y mujeres de diferentes niveles sociales, econó-
micos y educativos. Inspira, ennoblece y produce enormes transforma-
ciones. Es la Palabra de Dios viva, porque el mismo Espíritu de Dios
que inspiró la Escritura (2 Timoteo 3:16, 17) se le promete al creyente
de hoy para guiarlo a toda la verdad mientras estudia la Palabra (Juan
14: 17; 15: 26; 16: 13).

Un valioso regalo
La Biblia es un regalo y un legado invaluables que no podemos dar por
sentado, ya que fue comprada a un precio muy alto. Recientemente, tuve
el privilegio de sostener una Biblia rara. Solo dos ejemplares completos de
ella sobreviven hasta el día de hoy. Uno está en la Biblioteca de Niza, en
Francia, y el otro descansaba en mis manos enguantadas de blanco. Era el
Nuevo Testamento, traducido por Jacques Lefèvre d’Étaples al francés e
impreso antes de la Reforma, alrededor del 1500 d. C. Este fue el primer
libro impreso en francés y el primer Nuevo Testamento impreso que llegó
a los valles valdenses. Los valdenses eran conocidos como los insabbatati o
sabbatati, porque guardaban el sábado bíblico.16 «Su misión era reformar
la iglesia y hacer un llamado a los cristianos para que regresaran a la fide-
lidad a la Biblia, a pesar de las sangrientas persecuciones y masacres que
casi los exterminaron. Viajaron por toda Europa y sembraron las semillas
que contribuyeron a la inminente Reforma protestante. Su trabajo influyó
en Wiclef y sus seguidores, así como en Hus y Jerónimo y sus seguidores,
y su influencia llegó a buen término en la época de los anabaptistas, Lute-
ro, Zuinglio y Calvino. Todos ellos dieron a los protestantes un ejemplo
inspirador de fidelidad a la Palabra de Dios en tiempos de gran apostasía
16 • C ómo interpretar las e sCrituras

y persecución despiadada».17 Lo que hace que este libro sea tan valioso no
es su escasez, sino la razón detrás de él.
Los valdenses fueron declarados herejes y fueron cazados hasta casi
la extinción.18 Sus Biblias fueron confiscadas y quemadas. Antes de que
Lutero tradujera la Biblia al alemán para el pueblo, este Nuevo Testa-
mento existía entre los fieles francófonos de los valles del norte de Italia
y Suiza y de allí se extendió al resto de Europa. Jóvenes estudiantes val-
denses llevaron extractos de la Biblia con ellos a las universidades en los
valles para dar testimonio del poder de la Palabra.19 Hoy, permanece
como un testimonio de fidelidad y determinación en medio de una di-
fícil prueba.

El destino y la esperanza de las Escrituras


«Lo importante es el viaje, no el destino». Esta frase se ha convertido
en el mantra de nuestra sociedad posmoderna. La triste realidad es que
nuestra atención se ha desplazado tanto hacia el viaje, que muchos ya
no saben a dónde van. Han perdido todo sentido de dirección y la bús-
queda de cualquier destino. ¿Podría ser que, en medio del deseo de la
humanidad de liberarse de todos los absolutos, se ha vuelto vacía, se ha
perdido y se ha quedado sin esperanza?
Es hora de restablecer la Biblia. El Dios que la inspiró, satisface los
anhelos más profundos del corazón humano, dándole propósito y di-
rección. La felicidad no consiste en un viaje existencial que gira en torno
a uno mismo; más bien, la felicidad gira en torno a la gracia salvadora
de Jesucristo. A través de su trabajo activo en la historia y de la palabra
divina de la profecía, Dios da a cada persona un propósito, esperanza y
un futuro. Esta es la razón por la que al acercarse a su propia muerte en
el Monte Nebo, Moisés pudo declarar: «Fijad en vuestro corazón todas
las palabras con que os advierto hoy, las cuales ordenaréis a vuestros
hijos que las obedezcan cuidadosamente, todas las palabras de esta ley.
Porque no es palabra inútil para vosotros; ciertamente es vuestra vida.
Por esta palabra prolongaréis vuestros días en la tierra adonde vosotros
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vais, cruzando el Jordán a fin de poseerla» (Deuteronomio 32: 46–47,


LBLA, la cursiva es nuestra).
Es la comprensión de la Palabra de Dios lo que da vida. Contiene el
mapa a la tierra prometida, dado por el mismo Jesús. Él prometió: «Voy
a preparar lugar para ustedes» (Juan 14: 1–4) y afirmó: «Yo soy el cami-
no, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:
5–6). Según Jesús, «lo importante del viaje es que sabemos el destino».
El objetivo de este libro es examinar el papel de las Escrituras y apren-
der a estudiar correctamente sus páginas sagradas. La recompensa de
nuestra búsqueda será la comprensión del plan de redención de Dios
para un planeta perdido. Entender este mensaje es entender el gozo, la
esperanza y la paz que hacen que su revelación sea más relevante hoy
que en cualquier otro momento de la historia de la tierra.

Referencias
1. Las estadísticas para el 2018 incluyen la Biblia completa en 683 idiomas, el Nuevo
Testamento en 1.534 idiomas y partes de la Biblia en 1.133 idiomas, para un total
de 3.350 idiomas. Ver: «Scripture & Language Statistics», Wycliffe Global Alliance,
visitada el 30 de abril de 2019, http://www.wycliffe.net/statistics.
2. Paul Strand, «‘More Than One-Third of Humanity Will Never Hear About Jesus’:
Day to Reach the Unreached Set for May 20», CBN, 28 de abril de 2018, https://
www1.cbn.com/cbnnews/cwn/2018/april/more-than-one-third-of-humanity-will-
never-hear-about-jesus-day-to-reach-the-unreached-set-for-may-20.
3. Según el World Watch List, 2018, visitada el 9 de junio de 2019, http://www.open-
doorsusa.org/wp-content/uploads/2018/01/WWL2018-BookletNew.pdf.
4. Samuel Eliot Morison, The Founding of Harvard College (Cambridge, MA: Harvard
University Press, 1963), p. 333.
5. James Tunstead Burtchaell, The Dying of the Light: The Disengagement of Colleges and
Universities from their Christian Churches (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1998); cf.
George M. Marsden, The Soul of the American University: From Protestant Establishment
to Established Unbelief (Nueva York: Oxford University Press, 1994).
6. Vea la crítica perspicaz a esta tendencia en la educación superior realizada por Allan
Bloom, The Closing of the American Mind (Nueva York: Simon and Schuster, 1987).
7. William F. Buckley, Jr., «God and Man at Yale: Twenty-Five Years Later», A Hymnal:
The Controversial Arts (Nueva York: Putnam Sons, 1975), pp. 9–10.
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8. «The Bible in America: Si6-Year Trends», Barna, última modificación del 15 de junio
de 2016, https://www.barna.com /research/the-bible-in-america-6-year-trends/.
9. Quentin Fottrell, «People Spend Most of their Waking Hours Staring at Screens»,
última modificación del 4 de agosto de 2018, https://www.marketwatch.com/story/
people-are-spending-most-of-their-waking-hours-staring-at-screens-2018-08-01.
10. Refiriéndose a los medios en general, ver Richard M. Restak, The New Brain: How the
Modern Age is Rewiring Your Mind (Nueva York: Rodale, 2003); para datos más re-
cientes sobre las redes sociales, ver Melissa G. Hunt et al., «No More FOMO: Limi-
ting Social Media Decreases Loneliness and Depression», Journal of Social and Clini-
cal Psychology 37, no. 10 (noviembre de 2018): pp. 751–768; Liu Yi Lin et al., «As-
sociation Between Social Media Use and Depression Among U.S. Young Adults»,
Depression and Anxiety 33, no. 4 (enero de 2016): pp. 323–331.
11. «The School Shootings of 2018: What’s Behind the Numbers», Education Week, 19
de diciembre de 2018, https://www.edweek.org/ew/section/multimedia/the-
school-shootings-of-2018-whats-behind.html.
12. Norman H. Snaith, The Distinctive Ideas of the Old Testament (Nueva York: Schocken,
1964); ver los artículos en George W. Reid, ed., Handbook of Seventh-day Adventist
Theology (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000).
13. Para saber más sobre los ejemplares con los que se cuenta del Nuevo Testamento, vea
Bruce M. Metzger, The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and
Restoration, 3ra ed. (Nuava York: Oxford University Press, 1992), pp. 33–35.
14. Lee Strobel, The Case for Christ (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), pp. 75–82.
15. Gleason L. Archer, A Survey of Old Testament Introduction, rev. ed. (Chicago: Moody,
1994), p. 29.
16. P. Gerard Damsteegt, «Decoding Ancient Waldensian Names: New Discoveries»,
Andrews University Seminary Studies 54, no. 2 (otoño de 2016): pp. 237–258.
17. Damsteegt, «The Ancient Waldenses: Did the Reformation Predate Luther?», Minis-
try 89 (octubre de 2017): pp. 22–25.
18. Gabriel Audisio, The Waldensian Dissent: Persecution and Survival c. 1170–c. 1570 (Nueva
York: Cambridge University Press, 1999), pp. 15–17; Earle E. Cairns, Christianity Through
the Centuries: A History of the Christian Church, 3ra ed. (Grand Rapids, MI: Zondervan,
1996), p. 221; Peter Biller, The Waldenses, pp. 1170–1530: Between a Religious Order and
a Church (Burlington, VT: Ashgate, 2002), p. 191. Rey Alfonso II de Aragón, «Edictum
contra Haereticos», citado en Giovanni Gonnet, Enchiridion fontium Valdensium: Recueil
critique de sources concernant les Vaudois au moyen age du IIIe concile de Latran au Synode de
Chanforan, pp. 1179–1532 (Torre Pellice, Italy: Claudiana 1958), p. 92.
19. Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 4, pp. 65–68.
2
El origen y la naturaleza
de la Biblia

D
urante siglos, la Biblia ha sido considerada una fuente de
autoridad para la teología cristiana. Alguien dijo acertada-
mente que «la comunidad cristiana que abandona la au-
toridad del testimonio bíblico, se convierte en poco más
que el portavoz de cualquier tendencia cultural del momento que se le
antoje».1 Sin embargo, la autoridad de la Escritura está significativamen-
te determinada por nuestra comprensión del origen de la Palabra escrita
de Dios. Nuestro conocimiento del origen de la Escritura está a su vez
formado por nuestra comprensión de la naturaleza de lo que llamamos
el proceso de revelación e inspiración.
Durante toda la historia han surgido diversas interpretaciones de la
naturaleza y la función de la inspiración. Estos diferentes conceptos de
la inspiración han afectado significativamente nuestra comprensión de la
naturaleza de la Biblia, su fidelidad, su fiabilidad, su autoridad única y
los principios interpretativos utilizados para entenderla. Desafortuna-
damente, la falta de una terminología clara y unificada ha complicado
toda la discusión, haciendo que resulte un desafío tener una conversa-
ción significativa sobre el tema. Sin embargo, hay algunos conceptos
básicos que rodean la inspiración y la autoridad de las Escrituras que
deben entenderse, incluso dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día.
20 • C ómo interpretar las e sCrituras

Sin inspiración sobrenatural


Los conceptos actuales sobre la inspiración incluyen una tendencia
que se desarrolló a raíz de la Ilustración. En esta escuela de pensamien-
to, la teología liberal clásica negaba cualquier inspiración de origen so-
brenatural. El origen de la Escritura no viene de arriba, sino que es de
abajo, es decir, del flujo cerrado de la historia humana. Como esta com-
prensión puramente naturalista del mundo no deja espacio para la par-
ticipación sobrenatural, la inspiración divina no tiene cabida. En conse-
cuencia, bajo este punto de vista, la «inspiración» es un fenómeno pura-
mente natural y humano, quizás comparable a los genios inspirados de
Shakespeare, Lutero o Mozart.
Según este punto de vista, la Escritura tiene que ser estudiada e inter-
pretada como cualquier otro libro; abordarse como si Dios no existiera.
Y sin inspiración divina, la Biblia solo refleja las circunstancias históri-
cas y culturales que la produjeron. La ausencia de inspiración divina
predetermina el estudio de la Palabra de Dios a las influencias culturales
y socioeconómicas que dieron forma al texto bíblico.
Esta perspectiva, que afirma que la Biblia es un simple producto de
su tiempo, naturalmente despoja a las Escrituras de la autoridad divina.
Para comprender correctamente las Escrituras, uno solo necesita apelar
a factores intrínsecos y al principio de analogía, utilizando el conoci-
miento actual para interpretar los acontecimientos del pasado distante.
Además, la Biblia tiene que estudiarse de manera histórico–crítica, lo
que significa que no se puede confiar en ella a menos que la evidencia
externa respalde sus afirmaciones. Esta visión crítica no conduce a nin-
guna certeza a nivel de creencias, sino que hace que cada acontecimien-
to individual sea incierto.2 Genera solo probabilidades que hacen surgir
preguntas sobre la certeza de la fe.3 El cristianismo y la Biblia pierden su
singularidad, ya que solo pueden entenderse en relación con toda la his-
toria.4 Como libro puramente humano, la Biblia se caracteriza por la
diversidad teológica, contradicciones y errores. No hay unidad teológi-
ca en la Escritura, sino solo una pluralidad de voces conflictivas e inclu-
2. El origen y la naturaleza de la Biblia 21

so mutuamente excluyentes que reflejan la diversidad de su entorno


original y de los escritores bíblicos. Es decir, la Biblia es como cualquier
otro libro: está lleno de errores e incluso de puntos de vista éticos defi-
cientes. La razón humana, en lugar de la Escritura, es la norma funda-
mental de lo que se debe y no se debe aceptar.

Inspiración verbal
En el otro extremo del espectro interpretativo hay un método llama-
do «inspiración verbal», el cual ve a Dios como alguien que es capaz de
usar el lenguaje humano para comunicar su voluntad a los seres huma-
nos. El origen de la Escritura es el Dios del cielo, en lugar de los hom-
bres terrenales. Esta conjetura de la inspiración apela a declaraciones
como la que se encuentra en 2 Timoteo 3: 16, donde el apóstol Pablo
afirma que toda la Escritura es inspirada o dada por Dios. Según este
punto de vista, la inspiración se encuentra predominantemente en el
producto inspirado, es decir, en las palabras de las Escrituras, más que
en las mentes de los escritores bíblicos. Como se hace hincapié en las
palabras, el verbum de las Escrituras, el nombre de este método es inspi-
ración verbal.
Esta manera de ver la inspiración, acompañada de la lectura literal de
algunas declaraciones de las Escrituras, está fuertemente influenciada
por la visión calvinista de la predestinación divina, la cual lleva a sus
defensores a creer que Dios, en su soberanía, predeterminó las mismas
palabras utilizadas en la producción de la Biblia. De esta forma, las pa-
labras de las Escrituras comparten su perfección divina, siendo infali-
bles e inerrantes en cada detalle. Tal comprensión de la inspiración a
menudo se asocia, especialmente por parte de los críticos liberales, con
una visión estricta y mecánica de la inspiración que raya en el dictado
divino; la idea de que Dios transmitió directamente las palabras usadas
por los escritores de la Biblia.
Durante el tiempo de la ortodoxia protestante, algunos defensores
de la inspiración verbal incluso afirmaron que Dios mismo dictó cada
22 • C ómo interpretar las e sCrituras

letra y hasta los signos diacríticos del texto hebreo del Antiguo Testa-
mento, eliminando efectivamente cualquier participación humana ge-
nuina en el origen de las Escrituras. Si bien pocos representantes moder-
nos de la inspiración verbal mantienen un punto de vista tan rígido, las
palabras de la Escritura aún están asociadas con los conceptos de
inerrancia y perfección. Tenemos así entonces que la Escritura fue dicta-
da por Dios mismo, con los escritores bíblicos funcionando como su
pluma. Tal enfoque puede conducir al descuido del contexto histórico y
a una posterior mala interpretación de muchos pasajes de la Biblia.
Los defensores de esta interpretación consideran que las Escrituras
poseen autoridad divina y comparten la perfección de Dios. Debido a
esta inspiración divina, reconocen su unidad teológica y enseñan la ver-
dad bíblica con un alto nivel de seguridad. En lugar de reconocer con-
tradicciones y errores internos dentro de la Biblia, los defensores de la
inspiración verbal se muestran ansiosos de armonizar sus declaracio-
nes. Creen que la unidad interna de la Escritura es la obra del Espíritu
Santo en el proceso de inspiración y, debido a que el Espíritu Santo está
obrando, la Biblia no puede ni debe estudiarse como cualquier otro li-
bro. El componente divino debe tomarse en serio. La historia también
se estudia, pero juega un papel interpretativo menor. La inspiración es
entonces la obra de Dios a través del autor bíblico, al punto de que las
mismas palabras que se emplean son perfectamente capaces de transmi-
tir la verdad divina y el mensaje de Dios sin errores.

Inspiración del pensamiento


Algunos estudiosos de la Biblia han apartado la atención de las pala-
bras como tal. Según ellos, la inspiración está en los pensamientos de
los escritores bíblicos y no en las palabras que emplean. En cierto senti-
do, esta posición es una reacción a la visión mecánica de la inspiración
verbal que busca elevar el factor divino. La inspiración del pensamiento
mantiene la creencia en la inspiración sobrenatural por parte de Dios,
pero deja el proceso de registrar los resultados de esa inspiración ente-
2. El origen y la naturaleza de la Biblia 23

ramente al profeta. Los escritores bíblicos eligen libremente sus propias


palabras.
Si bien es cierto que los escritores de la Biblia disfrutan de una liber-
tad genuina, los defensores de la inspiración del pensamiento a menu-
do asocian un asunto que es problemático. Se trata de la creencia de que
todo lo humano es automáticamente falible y propenso al error. Por lo
tanto, el lenguaje utilizado para transmitir pensamientos inspirados es,
en el mejor de los casos, imperfecto, y se presta a discrepancias y errores.
Esta presuposición coloca el juicio de lo que es confiable y lo que es
falible directamente en manos del intérprete, convirtiéndolo en el árbi-
tro final de la verdad en lugar de las Sagradas Escrituras. Si bien es cierto
que Dios les dio a los escritores de la Biblia una gran libertad para ex-
presarse en su propio estilo, su humanidad no hace que la Biblia sea
automáticamente falible. Incluso en medio de su pecaminosidad, los
seres humanos son totalmente capaces de comunicar la verdad. ¿No
debería Dios poder comunicarse efectivamente con las criaturas que
creó? Después de todo, él es el autor del lenguaje, y la veracidad es uno
de sus rasgos de carácter (ver Éxodo 20: 16). Además, ¡la única manera de
expresar los pensamientos es a través de palabras humanas! Si no pu-
diéramos expresar nuestros pensamientos en palabras adecuadas, no
conoceríamos ninguno de los pensamientos inspirados de Dios.
Ahora, si bien la inspiración funciona a nivel de pensamiento, tam-
bién debe haber algún efecto en el producto que exprese esos pensa-
mientos, pues de lo contrario la inspiración sería inútil. Al descontar la
autoridad de la página escrita, el enfoque de inspiración de pensamien-
to de la interpretación bíblica falla, porque no «interpreta rectamente la
palabra de verdad» (2 Timoteo 2: 15, NVI). Este defecto ha llevado a los
estudiosos de la Biblia a proponer otro concepto de inspiración que
resuelve el problema.
24 • C ómo interpretar las e sCrituras

La inspiración plenaria o total


En lugar de enfocar la atención en la predeterminación del texto, eli-
minando la libertad humana genuina o restringiendo el proceso de ins-
piración a la simple inspiración del pensamiento, los estudiantes meti-
culosos de las Escrituras apoyan la denominada inspiración plenaria.
Según el Diccionario de la lengua española, la palabra «plenario» significa
«Lleno, entero, cumplido, que no le falta nada» o «pleno, como la reu-
nión de una corporación».5 Por lo tanto, en lugar de eliminar la libertad
del componente humano o negar la supervisión divina en el proceso de
inspiración, la visión plenaria de la inspiración mantiene ambos factores
bíblicamente atestiguados en equilibrio. Un erudito bíblico reciente la
llamó «inspiración total».6 Tanto el nombre como el concepto se derivan
directamente de la Biblia, específicamente de 2 Timoteo 3: 16, donde
leemos que «toda la Escritura es inspirada por Dios» (la cursiva es nues-
tra). Por «toda la Escritura», Pablo se refiere a toda la Escritura de su día
o «cada pasaje de la Escritura», incluidas varias partes de la Biblia.7
La inspiración plenaria o total evita los desequilibrios de la inspira-
ción verbal y del pensamiento. Los autores adventistas opinan lo si-
guiente sobre este tema: «Si la inspiración debiera atribuirse a los escri-
tores inspirados o a las Escrituras escritas por ellos es en gran medida un
dilema inútil».8 De hecho, la Biblia afirma que el Espíritu Santo influyó
sobre los escritores bíblicos (ver 2 Pedro 1: 19, 21; 1 Tesalonicenses 2:
13). No hay duda de que el primer lugar donde ocurre la inspiración es
en los pensamientos de los escritores bíblicos. Sin embargo, se deduce
que lo que produjeron se inspiró y se convirtió en la Palabra inspirada
de Dios. Los adventistas reconocen que «hay poca duda de que en este
proceso están involucrados los pensamientos como también las pala-
bras».9 Las personas inspiradas recibieron visiones, sueños y estampas
de Dios en forma visual o verbal, y los transmitieron fiel y verazmente,
tal como los habían recibido.
Si bien las palabras escritas por ellos son claramente humanas, los
escritores bíblicos hacen hincapié en que sus palabras son, ciertamente,
2. El origen y la naturaleza de la Biblia 25

la Palabra de Dios. La comprensión plenaria de la Escritura preserva el


carácter divino de la Biblia al tiempo que le da al contexto histórico la
debida consideración.
En la inspiración verbal, de pensamiento o plenaria (total), el proce-
so de inspiración funciona a nivel individual o verbal. Más reciente-
mente, también se ha propuesto otro concepto relacionado con la ins-
piración.

La inspiración de la comunidad
Paul Achtemeier afirma que el proceso de inspiración no opera tanto
a nivel individual sino a nivel comunitario. La proclamación de la co-
munidad de fe y su testimonio del Señor vivo se eleva al punto en que
se convierte en «la Palabra de Dios en toda su oportuna relevancia para
la coyuntura histórica en la que vivimos».10 En lugar de obrar a través de
individuos elegidos para comunicar su voluntad, Dios inspira a toda la
comunidad de fe.
Con esto, Achtemeier sugiere que la Biblia ya no puede considerarse
la Palabra de Dios.11 De hecho, para Achtemeier, la única ecuación con la
Palabra de Dios que se encuentra en el Nuevo Testamento es la persona
de Jesús de Nazaret. De esta forma, la Biblia contiene la Palabra de Dios
(Jesús) en las muchas palabras humanas de sus autores, haciéndose eco
de la famosa distinción de Karl Barth, para quien la Biblia no es sino un
testigo de la Palabra de Dios testificada, que es Jesús.12 La Biblia ya no es
la Palabra normativa escrita de Dios: solo contiene testimonio de la
Palabra de Dios y puede convertirse en la Palabra de Dios al predicarla.
Sin embargo, en la Biblia, no encontramos indicios de que toda la
comunidad esté inspirada, como parece creer Achtemeier. Elevar la pro-
clamación de la comunidad de fe a un nivel en que se convierte en la
Palabra de Dios, no explica adecuadamente las distorsiones en su pro-
clamación y la testificación de la iglesia. Sin la Escritura inspirada divi-
namente como la norma orientadora, la proclamación de la iglesia y sus
enseñanzas se convierten en una «nariz de cera» cuya forma real puede
26 • C ómo interpretar las e sCrituras

retorcerse de cualquier manera, según la creatividad teológica. Según


esta hipótesis la Escritura tiene, en el mejor de los casos, una autoridad
funcional en la vida de la iglesia,13 pero carece de su unidad y de autori-
dad divinamente inspirada.

El carácter divino-humano de las Escrituras


Tomar en serio el carácter divino-humano de la Escritura evita que
caigamos en la trampa de ver la Biblia como un producto puramente
humano sobre el cual podemos presentarnos como jueces. Nos motiva
a tratar las palabras bíblicas con respeto y amor. Fomenta la investiga-
ción humilde y honesta, permitiendo que la Biblia dé forma a nuestra
vida y visión del mundo.
Nuestro amor por la Palabra de Dios hará surgir el deseo de seguirla
fielmente. Reconocer la Biblia como la Palabra inspirada de Dios fo-
menta una fe profunda en él, confianza en su Palabra y confianza en la
Biblia como una guía confiable para la vida cristiana práctica. Respeta-
mos las palabras de las Escrituras porque comunican la verdad de Dios
revelada a las mentes de los escritores bíblicos. Esta comprensión con-
duce a una interpretación de la Escritura que valora todo lo escrito sobre
un tema en particular y permite que la Escritura sea su propio intérprete.

Referencias
1. Paul J. Achtemeier, Inspiration and Authority: Nature and Function of Christian Scriptu-
re (Peabody, MA: Hendrickson, 1999), p. 148.
2. Edgar Krenz, The Historical-Critical Method (Filadelfia: Fortress Press, 1989), p. 55.
3. Ibíd., p. 57.
4. Ibíd., p. 56.
5. Diccionario de la lengua española, s.v. «plenario» visitada el 9 de septiembre de 2019,
https://dle.rae.es/?id=TP9w6ly.
6. Gerhard Maier, Biblical Hermeneutics (Wheaton, IL: Crossway Books, 1994), pp.
120–124.
2. El origen y la naturaleza de la Biblia 27

7. Cf. Gerhard F. Hasel, Understanding the Living Word of God (Mountain View, CA:
Pacific Press, 1980), p. 69.
8. Peter M. van Bemmelen, Revelación e inspiración, p. 23. Para la visión igualmente
equilibrada de Elena G. de White del proceso de revelación e inspiración, véase
Frank M. Hasel, «Revelation and Inspiration», The Elena G. de White Encyclopedia
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 2013), pp. 1087–1101.
9. Van Bemmelen, Revelación e inspiración, p. 24.
10. Achtemeier, p. 159.
11. Achtemeier, p. 158.
12. Cf. Karl Barth, Church Dogmatics, The Doctrine of the Word of God, t. 2, parte 2 (Lon-
dres: T & T Clark, 2004), p. 457 ff. Véase también Frank M. Hasel, «The Christolo-
gical Analogy of Scripture in Karl Barth», Theologische Zeitschrift 50, no. 1 (1994):
pp. 41–49.
13. Achtemeier, p. 146.
3
Cómo veían la Biblia
Jesús y los apóstoles

E
l grito de la Reforma era ad fontes, que significa «volver a las
fuentes». En el contexto de la Ilustración, esto significaba que
los reformadores habían decidido volver a la fuente de las Es-
crituras para comprender verdaderamente la naturaleza del
cristianismo, en lugar de confiar en las tradiciones de la iglesia medieval.
Este crucial regreso a las fuentes originales trajo un interés renovado en
las Escrituras, transformando la forma en que la gente veía el mundo.

El asunto de la autoridad
Y todavía hoy, las tradiciones y métodos de la filosofía escolástica
medieval usados antes de la Reforma continúan siendo empleados. Las
Escrituras a menudo se entienden solo a través de la lente de la filosofía
o la naturaleza. La filosofía de la ilustración puso en tela de juicio la
inspiración y la autoridad bíblica básicas, relegando las palabras de
Dios a las palabras de los hombres, escritas en un tiempo y entorno
particular. El teólogo Krister Stendahl, exdecano de la Facultad de Teo-
logía de la Universidad de Harvard, escribe que estas nuevas suposicio-
nes significan que el intérprete moderno debe distinguir entre «lo que
significaba y lo que significa» un pasaje bíblico. En otras palabras, existe
30 • C ómo interpretar las e sCrituras

una «tensión entre la mente del semita del pasado y el pensamiento del
hombre moderno».1
Por ejemplo, lo que un pasaje puede haber significado para un anti-
guo erudito rabínico como Pablo y, por ende, para su audiencia en Co-
rinto o Éfeso, puede no ser lo que la Biblia quiera decir hoy. No puede
significar lo mismo porque, según este punto de vista, el conocimiento
y la comprensión científica del mundo moderno eran completamente
desconocidos para los antiguos. Además, según este punto de vista los
escritores bíblicos reflejaban su situación cultural local, requiriendo que
los lectores modernos interpreten la Biblia según los estándares de hoy.
La fe bíblica parece en gran medida irrelevante en una era de electrici-
dad, computadoras y teléfonos inteligentes.
El teólogo luterano neortodoxo Rudolf Bultmann intentó «rescatar»
al cristianismo de los efectos del pensamiento histórico–crítico moder-
no mediante un ejercicio de «desmitificación» del Nuevo Testamento.
Lo hizo al espiritualizar los milagros y otros conceptos sobrenaturales
como la resurrección de Cristo, el cielo y la naturaleza divina de Cristo
para que fueran aceptables para la mente moderna. Para Bultmann, «los
conceptos mitológicos del cielo y el infierno ya no son aceptables para
los hombres modernos, ya que para el pensamiento científico, hablar
de “arriba” y de “abajo” en el universo ha perdido todo significado».2
Para Bultmann, «es una ilusión suponer que la antigua cosmovisión de
la Biblia puede renovarse».3
Pero esta adaptación a las presuposiciones del materialismo y del
modernismo también plantea importantes preguntas sobre la naturale-
za de la Biblia y las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. En las mentes
de Jesús y los apóstoles, ¿había alguna diferencia entre lo que la Biblia
significaba y lo que significa? ¿Aceptaron Jesús y los apóstoles la realidad
de los milagros en el Antiguo Testamento y enseñaron que los milagros
seguían ocurriendo en su día? ¿Cómo estos se relacionaban con las per-
sonas, los lugares y los acontecimientos descritos? ¿Sobre qué premisas
se basaron y cuáles fueron los métodos de interpretación posteriores?
Cuando Jesús y sus discípulos se encontraban con los escépticos y cíni-
3. Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles • 31

cos maestros de la ley, ¿cómo respondían a sus preguntas? Al igual que


los reformadores, volveremos a las fuentes para comprender cómo los
escritores bíblicos y Jesús interpretaron la Biblia.

Cómo veía Jesús las Escrituras


Jesús reiteró la autoridad de la Escritura de varias maneras. Primero,
aceptó los milagros del Antiguo Testamento como auténticos. En Mateo
12: 40, dice: «Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y
tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres
días y tres noches». Jesús no solo confirma la experiencia de Jonás en el
vientre del pez, sino que predice su propia experiencia después de la
crucifixión, presagiando los tres días que pasaría en el sepulcro. Conti-
núa diciendo: «Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con
esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron por la
predicación de Jonás, y en este lugar hay alguien que es más que Jonás»
(vers. 41). Jesús habla de los acontecimientos que rodearon la predica-
ción de Jonás a los ninivitas como históricos, reales y confiables.
En otro ejemplo, Jesús dice: «Bien invalidáis el mandamiento de
Dios para guardar vuestra tradición, porque Moisés dijo: “Honra a tu
padre y a tu madre” y “el que maldiga al padre o a la madre, muera irre-
misiblemente» (Marcos 7: 9–10). Él no solo confirma los mandamien-
tos de Dios al referirse al quinto mandamiento, sino que también seña-
la que Moisés los dio al pueblo. Del mismo modo, Jesús también con-
firma las enseñanzas de Moisés al instruir al leproso sanado: «Ve,
muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moi-
sés, para testimonio a ellos» (Lucas 5: 14). Sin duda Jesús aceptaba la
realidad histórica de muchos personajes de la Biblia; entre ellos: Abel
(Mateo 23: 35), David (Mateo 12: 3) y Zacarías (Mateo 23: 35).
Jesús también guardó los mandamientos e instó a otros a hacer lo mis-
mo. «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14: 15). Ofreció un
consejo directo al joven rico: «Si quieres entrar en la vida, guarda los man-
damientos». El joven respondió preguntando cuáles. Jesús respondió: «No
32 • C ómo interpretar las e sCrituras

matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a


tu padre y a tu madre. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 19:
17–19). Además de revalidar los mandamientos que se registran en Éxo-
do, Jesús también guardó el sábado (Lucas 4), reiterando su propósito
original: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sába-
do» (Marcos 2: 27, NVI), y: «El Hijo del hombre es Señor del sábado»
(Lucas 6: 5, NVI).
En el Sermón del Monte, Jesús destacó la naturaleza eterna de la ley:
«No penséis que he venido a abolir la ley o los Profetas; no he venido a
abolir, sino a cumplir, […] antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota
ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido» (Mateo
5: 17–18). Nuestra «fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Ro-
manos 10: 17). A los saduceos, les dijo: «¡Qué equivocados están, por
no conocer las Escrituras ni el poder de Dios!» (Mateo 22: 29, DHH).
Estos pasajes demuestran que Jesús veía las Escrituras como un elemen-
to fundamental en nuestra vida y experiencia.

Cómo usaba Jesús las Escrituras


La vida de Cristo reflejaba la autoridad que él le daba a las Escrituras
en su experiencia y ministerio. A Cristo lo bautizó Juan el Bautista, y la
manifestación visible del Espíritu Santo en forma de paloma ratificó su
ministerio. Al mismo tiempo, el Padre pronunció su bendición: «Este es
mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3: 17). El Espíri-
tu inmediatamente condujo a Jesús al desierto de Judea donde, debilita-
do, fue tentado por Satanás. Este encuentro épico fue un momento de-
cisivo en el ministerio de Cristo. ¿Soportaría el examen?
El primer encuentro giró en torno al apetito y apeló al instinto hu-
mano de supervivencia. Jesús respondió citando Deuteronomio: «Escri-
to está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios”» (Mateo 4: 4). Su defensa se apoyó en la Palabra
viva y su fuente divina, ratificando así la autoridad de la Escritura. Lue-
go, Satanás tentó a Jesús con el amor a la ostentación y la presunción.
3. Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles • 33

Jesús respondió: «Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios”»


(Mateo 4: 7; ver Lucas 4: 12). Finalmente, Jesús fue tentado a sucumbir
al orgullo y a dominar los reinos del mundo. Su respuesta fue rápida y
segura: «Escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás”»
(Lucas 4: 8). Al final, el verdadero centro de la adoración de Jesús era
Dios. La sumisión a su Palabra era la verdadera adoración.
En las tres tentaciones, Jesús respondió con las palabras: «Escrito está».
Llama la atención que no dijo «escrito estaba» o «escrito estará», sino que
usó el tiempo presente: «Escrito está». Lo hizo, porque la Palabra de Dios
no estaba relegada a una cultura pasada ni estaba destinada solo a las
generaciones futuras. No; es la Palabra viva de Dios que concierne a todas
las personas y a todas las naciones de todos los tiempos. La Palabra era la
verdad presente para Moisés y Cristo, y aún lo es para nosotros hoy.
El encuentro del desierto prueba que el método de defensa de Jesús
contra los ataques del adversario era singular: la Palabra de Dios y solo
ella. Aunque él mismo era Dios, su defensa consistió en someterse com-
pletamente a la Palabra. No se apoyó en opiniones, en argumentos re-
buscados o en animosidades, sino que citó decididamente las Escritu-
ras. Para Cristo, la Escritura tenía la mayor autoridad, el mayor poder.
De esta manera, su ministerio comenzó con una base sólida, construida
sobre la confiabilidad de la Biblia.
En el Calvario, las palabras finales de Jesús también dan testimonio
de la autoridad de las Escrituras. Dos veces en la cruz citó palabras pro-
féticas del Antiguo Testamento. En el primer caso, «Jesús clamó a gran
voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿lama sabactani?” (que significa: “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)» (Mateo 27: 46), citando el
Salmo 22: 1. Unos versículos más adelante, este mismo salmo dice:
«He sido derramado como el agua y todos mis huesos se desco-
yuntaron. Mi corazón fue como cera […]. ¡Me has puesto en el
polvo de la muerte! [...]; desgarraron mis manos y mis pies. ¡Con-
tar puedo todos mis huesos! Entre tanto, ellos me miran y me
observan. Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi ropa echa-
ron suertes» (Salmo 22: 13–18).
34 • C ómo interpretar las e sCrituras

En el segundo caso, Jesús cita nuevamente del mismo salmo: «¡Consu-


mado es!» (Juan 19: 30). Walter Kaiser, Jr. escribe: «No es casualidad […];
esto indica que en la cruz, a nuestro Señor se le señaló este salmo, conso-
lándolo y alentándolo con sus palabras».4 Pero hay más; Jesús está seña-
lando a los testigos de todas las eras el cumplimiento de las profecías del
Antiguo Testamento sobre la naturaleza de su muerte, ratificando con
ello la autoridad y la precisión de las Escrituras al predecir su sufrimiento.
Charles Briggs escribe: «Estos sufrimientos trascienden los de cualquier
víctima a lo largo de la historia, con la única excepción de Jesucristo. En-
cuentran su contraparte exacta en los sufrimientos de la cruz».5
Al pie de la cruz, los discípulos apenas entendieron estas declaraciones.
Estaban confundidos y abatidos. ¿Cómo pudo pasar esto? La humillante
muerte de Jesús no era la liberación que esperaban de su Mesías. En los
días siguientes, sin embargo, sus espíritus se animaron al poder conversar
con Jesús. En estos encuentros posteriores a la crucifixión, Jesús nueva-
mente afirmó el método por el cual debían haber estudiado las Escrituras.
Lucas 24 registra dos de estas apariciones. Primero, Jesús se une a dos
creyentes en el camino a Emaús y les explica cómo fue el cumplimiento
de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. «Entonces, comen-
zando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a
él en todas las Escrituras» (Lucas 24: 27, NVI).
Después de su asombrosa experiencia en el camino a Emaús, los dos
discípulos corrieron para compartir las buenas noticias con los otros dis-
cípulos. Mientras contaban su historia, Jesús se apareció a todo el grupo
y les recordó que su vida era el cumplimiento de las Escrituras. «Estas
son las palabras que os hablé […]: que era necesario que se cumpliera
todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en
los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendie-
ran las Escrituras» (Lucas 24:44–45).
Fijémonos en la primera referencia, durante el camino a Emaús, a
«todas las Escrituras» (Lucas 24: 27, la cursiva es nuestra). Luego esta
referencia a las Escrituras se detalla más tarde en el segundo pasaje a los
discípulos como «la ley de Moisés, los profetas y los Salmos» (Lucas 24:
3. Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles • 35

44). La referencia a la ley de Moisés, los profetas y los Salmos se refiere


a las tres divisiones de la Biblia, tal como la entendían los judíos de la
época. La Torá es la ley, o la instrucción, y se compone de los primeros
cinco libros de la Biblia. Los Nevi’im son los profetas, y los Ketuvim, que
incluían el libro de los Salmos, eran los escritos.
Estas interacciones dejan claro que Jesús, el Verbo hecho carne (Juan
1: 1-3), confiaba en la autoridad de las Escrituras para explicar cómo se
predijo su vida y ministerio cientos de años antes. Al referirse a la tota-
lidad de las Escrituras, Jesús estaba enseñando a los discípulos con el
ejemplo. A medida que avanzaran en difundir el mensaje del evangelio,
ellos también debían exponer toda la Escritura, confiriendo poder y en-
tendimiento a los nuevos conversos. Debían permitir que las Escrituras
interpretaran las Escrituras, una metodología a la que los protestantes se
referirían más tarde como sola Scriptura.
En Mateo 28: 18–20, Jesús dio la comisión del evangelio a sus discí-
pulos: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Su autoridad
estaba cimentada en el Padre y en toda la Deidad: «Por tanto, id y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo». Luego de darles la comisión, les da una
última instrucción: «Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos
los mandatos que les he dado» (NTV). ¿Y qué enseñó y ordenó Jesús?
Enseñó todas las Escrituras. Él vino sobre la autoridad profética de la
Palabra y se sometió a su Padre en cumplimiento de las profecías de las
Escrituras. Elena G. de White escribe: «[Cristo] presentó las Escrituras
como una obra de incuestionable autoridad, y nosotros debemos hacer
lo mismo. La Biblia ha de ser presentada como la Palabra del Dios infi-
nito, como el fin de toda controversia y el fundamento de la fe».6

Cómo los apóstoles consideraban las Escrituras


Como era de esperarse, los apóstoles también aceptaron la historici-
dad y la exactitud del Antiguo Testamento. Refiriéndose a la experiencia
del Éxodo, Lucas dijo: «Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales
36 • C ómo interpretar las e sCrituras

en tierra de Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto por cuarenta años»


(Hechos 7: 36). Pablo escribe en hebreos: «Por la fe pasaron el Mar Rojo
como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron
ahogados» (Hebreos 11: 29). Refiriéndose al éxodo, el erudito Otto Piper
de la Universidad de Princeton, calculó que de los 2,688 usos del Antiguo
Testamento en el Nuevo Testamento, «él éxodo ocupa el tercer lugar, con
unas 220 citas».7 Estas referencias frecuentes sugieren que los aconteci-
mientos, los temas y la teología del Éxodo sirvieron como base para el
pensamiento y la visión de Jesús y los escritores del Nuevo Testamento.8
El éxodo y el viaje hacia la Tierra Prometida se convirtieron en un tipo de
nuestra liberación milagrosa de la esclavitud del pecado y del viaje al
hogar celestial que Jesús nos está preparando. Pero esto no se limitó al
libro de Éxodo; todo el Nuevo Testamento cita constantemente al Anti-
guo Testamento como una fuente autorizada.
En Romanos 1: 2, Pablo se refiere al Antiguo Testamento como «las
santas Escrituras», y en Romanos 3: 2, se refiere a ellas como «los orácu-
los de Dios» (LBLA) o las «las palabras mismas de Dios» (NVI). Pedro
dijo enfáticamente: «Ninguna profecía de la Escritura es de interpreta-
ción privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana,
sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo» (2 Pedro 1: 20–21). Del mismo modo, las Escrituras
elevan al Nuevo Testamento a este nivel. Jesús dijo a sus discípulos: «El
que a vosotros oye, a mí me oye» (Lucas 10: 16).
Varios libros del Nuevo Testamento afirman ser inspirados. Pedro se
refiere a los escritos de Pablo como «el resto de las Escrituras» (2 Pedro
3: 16, LBLA). Pablo identifica al Espíritu Santo como la fuente de sus
Epístolas (1 Corintios 7: 40; 14: 37; 2 Corintios 3: 5–6; 4: 13). Juan
presenta el Apocalipsis como «La revelación de Jesucristo, que Dios le
dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto»
(Apocalipsis 1: 1). Al final del libro, se nos dice: «Estas palabras son
fieles y verdaderas. […] Bienaventurado el que guarda las palabras de la
profecía de este libro» (Apocalipsis 22: 6–7).
3. Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles • 37

En resumen, la interpretación de la Biblia, según las declaraciones de


Jesús y los apóstoles, no puede hacerse de la misma manera que la in-
terpretación de otros libros humanos. «La única verdadera hermenéuti-
ca de la Biblia como la Palabra de Dios en forma humana debe ser una
hermenéutica de la Escritura, una hermenéutica por la Escritura; en resu-
men, una hermenéutica bíblica».9 Elena G. de White también entendió
la naturaleza única de la Palabra de Dios, recordando a sus lectores que
«la Biblia es su propio intérprete».10

Referencias
1. Krister Stendahl, «Biblical Theology, Contemporary», The Interpreter’s Dictionary of
the Bible, t. 1, ed. George A. Buttrick (Nueva York: Abingdon, 1962), pp. 418–432.
2. Rudolf Bultmann, Jesus Christ and Mythology (Nueva York: Scribner’s, 1958), pp. 15,
20.
3. Ibíd., p. 38.
4. Walter C. Kaiser, Jr., The Messiah in the Old Testament (Grand Rapids, Míchigan: Zon-
dervan, 1995), p.117.
5. Charles A. Briggs, Messianic Prophecy (Nueva York: Scribner’s, 1889), p. 326.
6. Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Doral, Florida: IADPA, 2019),
cap. 2, p. 23.
7. Otto Piper, «Unchanging Promises: Exodus in the New Testament», Interpretation
(1 de enero de 1957), p. 3.
8. Ver la introducción, en Michael G. Hasel, «The Book of Exodus», The Andrews Bible
Commentary, ed. Angel M. Rodriguez (Berrien Springs, MI: Andrews University Press,
2020).
9. Para desarrollar este tema, véase Gerhard F. Hasel, «The Crisis of the Authority of the
Bible as the Word of God», Journal of the Adventist Theological Society 1, no. 1 (1990):
pp. 31–33.
10. Elena G. de White, La educación, cap. 20, p. 171.
4
La Biblia,
la fuente de autoridad
de nuestra teología

E
l asunto de la autoridad de la Biblia es quizás el problema
más crucial que enfrenta la iglesia hoy. En cierto sentido, es la
pregunta que yace detrás de cualquier otra pregunta teológica.
Para la sociedad moderna, sin embargo, el concepto de auto-
ridad no es atractivo, especialmente cuando se trata de convicciones
religiosas. En nuestra sociedad contemporánea, el pensamiento se ha
vuelto algo hostil hacia los conceptos de autoridad religiosa y obedien-
cia. Para muchos, la piedad es genuina y legítima solo cuando se basa
en una convicción interna y personal; una convicción que no debe estar
sujeta a autoridades externas. Este profundo recelo a la autoridad preva-
lece hoy y ha sido un problema grave de la humanidad desde la caída
de Adán y Eva.
Es axiomático que un grupo sociológico, en este caso una iglesia, re-
quiera un elemento de autoridad para mantener su identidad e integri-
dad. De lo contrario, es difícil, si no imposible, resolver conflictos inter-
nos. Además, sin la aceptación de la autoridad, es difícil lograr la unidad
teológica cuando se enfrentan problemas de verdad y herejía. El dilema
de la autoridad está en el corazón de la crisis moderna de la teología,
eclipsando todos los demás problemas que enfrenta el cristianismo.
40 • C ómo interpretar las e sCrituras

La respuesta a la pregunta de la autoridad afecta cada aspecto de la


existencia espiritual, y su importancia no puede ser sobreestimada.
Influye en nuestra adoración, nuestra predicación, nuestra misión, nues-
tra teología y nuestra ética. En resumen, toca el fundamento de cómo
vivimos como discípulos de Cristo. Las preguntas que abordan cuestio-
nes tan amplias como el aborto, creación/evolución, la homosexuali-
dad, el papel de la razón, la relación entre la fe y la ciencia y el tema de
la sumisión se ven afectadas por nuestra comprensión de la autoridad.

El significado de la autoridad
La palabra «autoridad» se deriva del latín auctoritas y se refiere a la
reputación de las personas y su capacidad para ejercer influencia.1 La auto-
ridad surge al reconocer la excelencia superior de alguien en una esfera
determinada. Por lo tanto, cuando hablamos de la autoridad de las Es-
crituras, estamos diciendo que la Biblia tiene el derecho superior de
ordenarnos qué hacer, de exigir obediencia, y de determinar y juzgar la
validez y rectitud de nuestra fe y práctica.2
Pero el tema de la autoridad es complejo,3 ya que involucra muchos
factores que deben tenerse en cuenta. Entre los diversos elementos invo-
lucrados están el lugar y el papel de Dios, la Biblia, la tradición, la razón
humana, la experiencia, la cultura y las visiones del mundo. Cada posi-
ción teológica asigna, consciente o inconscientemente, un papel a cada
uno de estos criterios autorizados. Las diferencias surgen como resultado
de la prioridad que damos a cada aspecto. En la sociedad moderna, es-
pecialmente a nivel occidental, vivimos en un mundo secularizado y hu-
manista donde el hombre es el centro de atención. Esto es algo que nos
hace preguntarnos: ¿Existe una autoridad superior al hombre mismo?

La autoridad bíblica
En la enseñanza bíblica, la fuente de toda autoridad no es el ser huma-
no sino Dios mismo (véase Romanos 13: 1; Daniel 4: 34; Juan 19: 11). La
autoridad de la Biblia está conectada a la autoridad de Dios y deriva su
4. La Biblia, la fuente de autoridad de nuestra teología • 41

autoridad de Dios y su revelación divina. Los estudiosos de la Biblia a lo


largo de los siglos han aceptado a las Sagradas Escrituras como la Palabra
de verdad escrita por Dios. Los críticos de la fe cristiana perciben la Biblia
como un libro completamente humano y han desafiado durante mucho
tiempo la veracidad de las Escrituras, argumentando que las Escrituras
deben ser confiables para considerarse autoridad. Otros limitan la autori-
dad de las Escrituras a cuestiones teológicas: se percibe que la Biblia tiene
autoridad para enseñarnos el camino de la salvación, pero cuando se tra-
ta de temas históricos y éticos, no se puede confiar en la Biblia. Pero per-
sisten las mismas preguntas: ¿Debería la Biblia ser la autoridad conclu-
yente en todos los asuntos de la vida y la práctica? ¿Debería la Biblia re-
servarse el derecho de interpretarse a sí misma? ¿Se debe permitir que las
determinantes científicas y socioculturales influyan en el significado de la
Biblia?
Una revisión minuciosa de las Escrituras muestra que los autores bí-
blicos le atribuían autoridad. La veían como la Palabra de Dios escrita.
Para el apóstol Pablo, las Escrituras eran «los oráculos de Dios» (Roma-
nos 3: 2, LBLA). Por eso las llamó las «santas Escrituras» (Romanos 1:
2). Para Jesús, la Escritura era la Palabra de Dios que no puede ser que-
brantada (ver Juan 10: 35). Enfrentó las tentaciones del diablo con un
decisivo: «Escrito está» (Mateo 4: 4, 7, 10). Haciendo uso de todas las
Escrituras, explicó todo lo concerniente a sí mismo (Lucas 24: 27). Para
Cristo, el Antiguo Testamento era verdadero, atribuyéndole una autori-
dad suprema e incuestionable a las Escrituras hebreas.4
El hecho de que las Escrituras nos lleguen como los oráculos de Dios,
las dota de una autoridad divina intrínseca. A diferencia de la autoridad
humana, que a menudo se basa en la fuerza y la coerción, la autoridad di-
vina se basa en el amor y se evidencia en el servicio y la abnegación. Las
Escrituras nos hablan con la misma autoridad de Cristo. Revelan el
amor y la verdad divinos. Existe un profundo paralelismo, expresado en
lenguaje humano, entre Cristo, la Palabra hecha carne, y las Escrituras,
la Palabra de Dios. Las palabras de los profetas y apóstoles no son sim-
ples palabras humanas, sino la Palabra de Dios en forma humana.
42 • C ómo interpretar las e sCrituras

Según los escritores bíblicos, el Espíritu de Cristo es el que habla en


las palabras de los profetas y los apóstoles (1 Pedro 1: 10–12). Jesucristo
era un verdadero ser humano, pero también quería ser reconocido por
lo que realmente era: el Hijo de Dios. Del mismo modo, aunque las
palabras de las Escrituras están limitadas por el lenguaje humano, ha-
blan con la suprema autoridad divina. Lo que proclaman «permanece
para siempre» (Isaías 40: 8), «es verdad» (Juan 17: 17), «es viva y pode-
rosa» (Hebreos 4: 12, NTV), y «no puede ser quebrantada» (Juan 10:
35). Debido a ello, se nos advierte que no agreguemos a su Palabra
(Proverbios 30: 6; Apocalipsis 22: 18–19). Las Escrituras se dan como la
Palabra de Dios, contentivas de la autoridad divina del único Dios ver-
dadero y hemos de reconocerlas como tal.

El alcance y la suficiencia de la autoridad bíblica


Durante la Reforma, los reformadores protestantes defendieron la
tesis de sola Scriptura, rompiendo el dominio eclesiástico que mantenía
la Iglesia Católica Romana sobre la interpretación y la autoridad de la
Biblia. La tradición, la filosofía y la autoridad papal dejaron de ser la úl-
tima palabra. Dejó de concederse a los apócrifos el mismo origen y au-
toridad divinos de la Escritura canónica.
Hoy, han surgido nuevas amenazas a la autoridad bíblica. A raíz del
hincapié que hizo la Ilustración en la razón humana omnipotente, la
teología liberal ha venido demoliendo todas las autoridades externas.
La revelación divina se juzga por la razón humana, que solo permite la
validación de lo que se puede conocer a través de la reflexión racional
sobre la naturaleza. La razón humana se ha convertido en la nueva nor-
ma y autoridad para la verdad bíblica. Para muchos teólogos liberales,
la «revelación» se ha convertido en un reconocimiento meramente ra-
cional de verdades morales que ya estaban disponibles para la razón
ilustrada.5
De esta forma, en los círculos protestantes liberales, el ministerio
docente ha sido reemplazado por el razonamiento humano autónomo,
4. La Biblia, la fuente de autoridad de nuestra teología • 43

generando un «papado de eruditos» y especialistas que se dedican a lo


que se conoce como «erudición científica», que no es más que interpre-
tar la Biblia haciendo uso constante de la razón histórica y el naturalis-
mo metodológico.6 Basados en la razón humana como la norma final y
la máxima autoridad, «los académicos liberales [se han dedicado] a la
investigación literaria e histórica que cuestiona la autoría tradicional,
cuestionando la fiabilidad de los hechos, rechazando o reformando la
inspiración divina y promoviendo un relativismo destructivo de los ab-
solutos doctrinales y éticos».7
La crítica bíblica moderna ha influido en los cristianos sinceros para
limitar la autoridad de la Escritura, reduciendo su papel a los elementos
esenciales de la fe y la moral cristiana. Cada vez que la Biblia habla so-
bre temas de historia o de ciencia, sus declaraciones están sujetas a los
criterios de la crítica histórica naturalista y una filosofía naturalista de la
ciencia. Este método excluye cualquier causalidad sobrenatural en el
ámbito de la naturaleza y el flujo de la historia. Y dicha exclusión de lo
sobrenatural conduce a interpretaciones que ignoran, distorsionan o
niegan las afirmaciones de los escritores bíblicos sobre el origen divino,
la autoridad y la veracidad de sus escritos.
Otro elemento importante en el debate moderno sobre la autoridad
bíblica es el tema del alcance y el propósito de las Escrituras. Según Pa-
blo, el propósito principal de la Biblia es darnos «sabiduría para recibir
la salvación que viene por confiar en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3: 15,
NTV). El apóstol Juan nos dice que estas cosas «se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, ten-
gáis vida en su nombre» (Juan 20: 31). Jesús mismo criticó a los líderes
judíos de su época por su incapacidad de comprender este importante
propósito de la Escritura: «Ustedes estudian con diligencia las Escrituras
porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que
dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí
para tener esa vida» (Juan 5: 39–40, NVI).
Sin embargo, el debate sobre el límite de la autoridad de la Biblia no
tiene que ver con el propósito espiritual de la Escritura. La pregunta es
44 • C ómo interpretar las e sCrituras

si la autoridad de la Escritura abarca todo el contenido de la Biblia, es


decir, todo lo que la Escritura afirma (tota Scriptura). Algunos críticos
modernos de la Biblia han reducido la autoridad de la Escritura a los
temas relacionados con la salvación, anulándola por completo. Elena
G. de White abordó este tema, al decir: «Muchos profesos ministros del
evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra inspirada. Un hombre
sabio rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran su juicio
como superior a la Palabra, y los pasajes de la Escritura que ellos ense-
ñan se basan en su propia autoridad. La divina autenticidad de la Biblia
es destruida».8 El principio que Elena G. de White sostuvo es que toda la
Escritura debe ser recibida como la Palabra de Dios porque habla con
autoridad divina (ver Hechos 24: 14; 2 Timoteo 3: 16). Aunque la Biblia
hace énfasis principalmente en el ámbito espiritual, su autoridad no
puede limitarse excluyéndola arbitrariamente de otros ámbitos del co-
nocimiento humano, como la historia y la naturaleza. La Biblia no limi-
ta explícitamente el alcance de su autoridad a los temas espirituales.9
Algunos afirman que la Biblia no es un libro de texto, de ciencia o de
historia y que no debe considerarse una autoridad en estos ámbitos del
conocimiento. Si bien esto es cierto en un sentido técnico, equivale a un
ataque frontal a la autoridad de la Biblia. Si la veracidad del relato de la
creación y las narrativas históricas se rechazan o reinterpretan siguiendo
las teorías científicas naturalistas o la investigación histórica, entonces
su autoridad se neutraliza. En este sentido, ni Jesús, ni los profetas ni los
apóstoles, cuestionaron la verdad histórica de las Escrituras ni el registro
del Génesis. Por el contrario, afirmaron la veracidad y la autoridad divi-
na de las Escrituras. Tanto Dios como su Palabra están anclados en sus
actos históricos y declaraciones proféticas. Desacreditar la integridad de
los detalles históricos de las Escrituras es el paso inicial para disminuir
la autoridad de la Biblia.
La teología adventista apela a la autoridad divina de toda la Sagrada
Escritura porque la ve como la Palabra escrita de Dios. La Biblia no solo
contiene la palabra de Dios, sino que es la Palabra de Dios en forma es-
crita. Su autoridad no se deriva ni se encuentra en su eje material, que es
4. La Biblia, la fuente de autoridad de nuestra teología • 45

Jesucristo. Más bien, la Biblia está investida de autoridad divina debido


a su inspiración sobrenatural. Por esta razón, Jesús se refiere a ellas como
la norma de su teología: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
interior brotarán ríos de agua viva» (Juan 7: 38, itálicas añadidas).
Las Escrituras no han recibido su autoridad de la iglesia ni son legiti-
madas por la comunidad científica actual o por nuestra experiencia huma-
na. Su credibilidad se deriva de la inspiración divina. Y como tal, la Biblia
se caracteriza por su verdad y autoridad espiritual. Comunica la verdad
divina de una manera que la naturaleza y la creación no pueden lograr
adecuadamente, debido a que el pecado estropeó el mundo natural. Ade-
más, el mundo natural no comparte la inspiración como cualidad.
La veracidad innata de la Biblia las hace confiables y fidedignas, y las
convierte en testigo de la verdad de Dios. Son el patrón normativo (nor-
ma normans) que rige todo lo demás. En palabras de Elena G. de White:
«En su Palabra, Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesa-
rio para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como
dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su volun-
tad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la
piedra de toque de la experiencia religiosa».10
Solo la Biblia puede proporcionar un fundamento sólido para com-
prender nuestro propósito y nuestro destino. Revela la voluntad de
Dios, sus mandamientos, su carácter y el plan de salvación. Tiene el
poder de unificar pueblos y culturas, llevándolos a la presencia de su
Dios creador y redentor.

Referencias
1. Rolf Schieder, «Authority. II. History and Theology» en Religion Past & Present: En-
cyclopedia of Theology and Religion, ed. Hans Dieter Betz, Don S. Browning, Bernd
Janowski, y Eberhard Jüngel (Leiden: Brill, 2007), 1:519. Véase también Waldemar
Molinski, «Authority» en Encyclopedia of Theology: The Concise Sacramentum Mundi,
ed. Karl Rahner (Nueva York: The Seabury Press, 1975), p. 61.
46 • C ómo interpretar las e sCrituras

2. Cf. H. D. McDonald, «Authority» in Evangelical Dictionary of Theology, ed. Walter A.


Elwell, 2a ed. (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2001), p. 153.
3. Sobre el tema de la autoridad, véase Peter M. van Bemmelen, «The Authority of
Scripture» in Understanding Scripture: An Adventist Approach, ed. George W. Reid (Sil-
ver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2006), pp. 75–89.
4. Ver John Wenham, Christ and the Bible, 3a ed. (Grand Rapids, MI: Baker Books,
1994), pp. 16–44.
5. Alister E. McGrath, «Enlightenment» en The Blackwell Encyclopedia of Modern Chris-
tian Thought, ed. Alister E. McGrath (Oxford: Blackwell, 1993), p. 152.
6. Cf. Gerhard Maier, Biblical Hermeneutics (Wheaton, IL; Crossway Books, 1994), pp.
167–168 y Alvin Plantinga, «Two (or More) Kinds of Scriptural Scholarship» en
‘Behind’ the Text: History and Biblical Interpretation, ed. Craig Bartholomew, C. Ste-
phen Evans, Mary Healy, y Murray Rae (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2003), pp.
19–57.
7. Geoffrey W. Bromiley, «Scripture, Authority of», en International Standard Bible En-
cyclopedia, ed. Geoffrey W. Bromiley, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1988),
4:363.
8. Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 2, p. 21, la cursiva es nues-
tra.
9. Véase la interesante discusión sobre este tema en Noel Weeks, The Sufficiency of
Scripture (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1988), pp. 85–90.
10. Elena G. de White, El conflicto de los siglos, introducción, p. 10.

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