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EQUIPO EDITORIAL
Monica Brands, Anne Cetas, Tom Felten, Tim Gustafson, Alyson Kieda,
Becky Knapp y Peggy Willison
COVER DESIGN
Aubree Berg
Excepto cuando se indique lo contrario, las citas bíblicas están tomadas de las
versiones: Reina-Valera © 1960, por las Sociedades Bíblicas en América Latina.
(En todos los casos, el nombre «Jehová» ha sido sustituido por su sinónimo
«Señor»); LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS © Copyright 1986, 1995, 1997 por The
Lockman Foundation. Usadas con permiso.
Pascua.
J
esús murió. Resucitó de los muertos. Y el mundo
cambió para siempre.
Pero ¿qué trascendencia tienen estos suce-
sos? ¿Por qué murió Jesús, y qué significa su resu-
rrección? ¿Cómo ha cambiado el mundo? ¿Cómo
afectan estas cosas nuestras vidas hoy?
Cuando pensamos en la muerte de alguien, no pode-
mos apreciar verdaderamente su importancia a menos que
sepamos de quién estamos hablando. La trascendencia de la
muerte de Abraham Lincoln solo se puede percibir de manera
cabal si entendemos quién era Lincoln… lo mismo sucede
con Julio César, la Madre Teresa y otras figuras históricas.
Sus vidas cambiaron el mundo, y sus muertes también.
Desde un punto de vista puramente histórico, no hay
nadie en la historia humana cuya vida haya cambiado más al
mundo que Jesús. Se han escrito más biografías sobre Él
que sobre cualquier otro (Lincoln es el segundo). Por cierto,
las cuatro biografías originales de Jesús, recopiladas en los
Evangelios del Nuevo Testamento, son en gran parte responsables
de que la Biblia sea el libro que más se vende todos los años. Es
más, la lista de superventas del New York Times ignora la Biblia; de
lo contrario, estaría a la cabeza de la lista todas las semanas.
No hay otra enseñanza que haya tenido un impacto tan pro-
fundo sobre la cultura, la política, la moralidad, la justicia, la filoso-
fía y el carácter humano que la de Jesucristo. Dos mil años más
tarde, todavía se lo cita de forma habitual (consciente o incons-
cientemente), incluso en nuestro mundo cada vez más secular.
Asimismo, su enseñanza moral conforma los cimientos de millo-
nes de personas en todo el mundo; como por ejemplo, la Regla de
Oro y la importancia de la compasión, el perdón y la misericordia.
Sin duda, Jesús sigue marcando una pauta que nuestro mundo
moderno no puede alcanzar. ¿Cuánto amamos a nuestros enemi-
gos? ¿Oramos por aquellos que nos persiguen?
Bienvenido
Este plan de lectura de 15 días
para Pascua explora la vida, muerte y
resurrección de Cristo. Además
de las lecturas, te invitamos a ver
videos devocionales
inspirados en los artículos.
Visita
go.odb.org/EnBuscaDeJesus
para verlos todos, o busca los
enlaces incluidos en estas páginas.
J U A N 20:18
… «¡He visto al Señor!»…
TRISTEZA REVERTIDA
S
egún Jim y Jamie Dutcher, cineastas famosos por su conocimiento
de los lobos, estos animales, cuando están contentos, mueven la
cola y corretean de un lado a otro. Pero si muere un miembro
de la manada, están tristes durante semanas. Visitan el lugar donde
murió el compañero, mostrando su tristeza con la cola caída y aullidos
de lamento.
La tristeza es una emoción profunda que todos hemos experimen-
tado; en especial, ante la muerte de un ser amado o de una anhelada
esperanza. María Magdalena la vivió. Había pertenecido al grupo de
seguidores de Jesús, y viajado con Él y sus discípulos (LUCAS 8:1-3), pero
su cruel muerte en una cruz los había separado, y lo único que le que-
daba por hacer era terminar de ungir el cuerpo para su sepultura.
¡Imagina cómo se habrá sentido cuando llegó a la tumba y en lugar de
encontrar un cuerpo sin vida, se encontró con el Salvador! Aunque al
principio no lo reconoció, el sonido de la voz que pronunciaba su nom-
bre le reveló quién era: ¡Jesús! Al instante, la tristeza de María se con-
virtió en gozo, y compartió: «¡He visto al Señor!» (JUAN 20:18).
Jesús vino a nuestro mundo oscuro a traer libertad y vida, y su resu-
rrección ratifica que cumplió lo que había venido a hacer. Abre el enlace
siguiente para ver el video «En busca de Jesús» y saber más sobre el gozo
de una vida nueva en Cristo. Nosotros también podemos celebrar su
resurrección y contar a otros la buena noticia: ¡Él vive! LINDA WASHINGTON
UN BUEN HOMBRE
«J
erry era un hombre bueno —señaló el pastor en el funeral de
Jerald Stevens—. Amaba a su familia, era fiel a su esposa, sirvió
a su país en las fuerzas armadas, fue un excelente padre y
abuelo, y un gran amigo».
Pero después, el pastor explicó que la buena vida que llevó este
hombre no era suficiente para asegurarle un lugar en el cielo… ¡y que el
propio Jerry habría sido el primero en decirlo!
Jerry creía lo que expresa la Biblia: «Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios» (ROMANOS 3:23), y «la paga del
pecado es muerte» (6:23). Su destino final y eterno no dependía de haber
vivido una vida realmente buena, sino de la obra de Jesús que había
muerto en su lugar para pagar el castigo por el pecado. Él creía que cada
uno de nosotros debe aceptar personalmente el regalo de Dios, que es
la «vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (v. 23).
Jerry fue un buen hombre, pero jamás podría haber sido «suficien-
temente bueno». Abre el enlace siguiente para conocer la historia de
Rasool Berry en el video En busca de Jesús. Él, como nosotros, tuvo que
aprender que la salvación no es resultado del esfuerzo humano. «Es don
de Dios» (EFESIOS 2:8).
«¡Gracias a Dios por su don inefable!» (2 CORINTIOS 9:15).
CINDY HESS KASPER
CONSEGUIR UN
NUEVO CORAZÓN
U
n amigo cardiólogo, especializado en trasplantes de corazón,
valora Ezequiel 36:26 como pocos podemos hacerlo. Miguel está a
cargo de pacientes trasplantados de corazón. A menudo, está en
el quirófano cuando los cirujanos extirpan los corazones enfermos y
descoloridos y los reemplazan con otros «nuevos», rosados y vibrantes
que fueron donados.
Miguel explica que el proceso para seleccionar quién recibe un
«nuevo» corazón físico es similar al que se aplica para quiénes pueden
obtener un «corazón nuevo» de parte de Dios (EZEQUIEL 36:26). En ambos
casos, el único criterio es la necesidad.
El pasaje donde Ezequiel menciona que el pueblo de Israel tendrá un
día un «corazón nuevo» es un anticipo del cambio que se produce en la
salvación. Efesios 4:24 y 2 Corintios 5:17 lo denominan un «nuevo hom-
bre» y una «nueva criatura». Para los israelitas de la época de Ezequiel
y para los que vivimos hoy, solo debe cumplirse un requisito para que
recibamos un «trasplante»: necesitarlo. Si necesitamos que Dios nos dé
un corazón nuevo, podemos obtenerlo por medio de la fe en la muerte
y la resurrección de Cristo.
¿Qué indica la necesidad? Por ser pecadores, todos necesitamos un
corazón nuevo. ¿Has tenido un trasplante de corazón espiritual?
DAVE BRANON
UN NUEVO LLAMADO
C
laudio, el joven líder de la banda, y sus seguidores robaban
tiendas, casas y automóviles, y peleaban con otras pandillas.
Finalmente, Claudio fue arrestado y condenado. En la cárcel, se
convirtió en un «maestro del crimen», alguien que repartía navajas
caseras durante los amotinamientos.
Al tiempo, lo colocaron en confinamiento solitario. Allí, mientras
soñaba despierto, vio una especie de «película» con eventos clave de su
vida… y de Jesús, que era clavado en una cruz y le decía: «Hago esto por
ti». Claudio cayó llorando al suelo y confesó su pecado. Más tarde, le
contó de su experiencia a un capellán, el cual le explicó más sobre Jesús
y le dio una Biblia. Al tiempo, volvió a la cárcel común con el resto de los
prisioneros, y fue maltratado por su fe. Pero estaba en paz porque «había
descubierto un nuevo llamado: hablar de Jesús a los otros presos».
En su carta a Timoteo, Pablo habla del poder de Cristo para cambiar
vidas: dejar el mal para seguir y servir a Cristo (2 TIMOTEO 1:9). Mira la
historia de Bernice Lee y Tan Soo-Inn en el enlace abajo. Como Claudio,
ellos experimentaron la gracia de Dios, y ahora, el Espíritu Santo los
capacita para ser testigos vivientes del amor de Cristo. Nosotros tam-
bién tenemos este nuevo llamado a compartir el evangelio (v. 8).
ALYSON KIEDA
ABSOLUTAMENTE TODO
U
n equipo de básquet de escuela secundaria enfrentaba un desa-
fío debido a las convicciones religiosas de su jugador estrella. El
talentoso deportista participaba de todos los partidos, excepto
los viernes por la noche, ya que por ser un judío devoto, se quedaba en
su casa porque comenzaba el día de reposo. Por lo general, ese día su
equipo perdía. Un compañero escribió: «Su ausencia cada día de reposo
daba testimonio de que otra cosa retenía su tiempo; algo más importante
que el básquet. Él era diferente. Tenía… un llamado, un compromiso».
Como creyentes en Cristo, nosotros tenemos un llamado que debe-
ría afectar cada decisión en nuestra vida. Las decisiones comunican
qué valoramos. Ni siquiera lo más pequeño deberíamos retenerlo, sino
entregar todo —absolutamente todo— a Jesús. Como dice Pablo «Y
todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nom-
bre del Señor Jesús» (COLOSENSES 3:17). Todo lo que hacemos —en toda
relación, toda decisión laboral, toda elección para el futuro, todo
deseo— lo hacemos en el nombre de Jesús, sometiendo cada área a su
autoridad. En estos detalles diarios, «[buscamos] las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado» (v. 1).
La devoción a Cristo nos requerirá algunos sacrificios, pero no reten-
gamos nada. ¡Entreguemos todo a Él! WINN COLLIER
1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira
en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando
Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria.
17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
1 J U A N 3:1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre…
INOCENCIA ENCONTRADA
«Y
a no soy lo que era. Soy una nueva persona».
Estas sencillas palabras de mi hijo, durante una asam-
blea de estudiantes, describe el cambio que Dios hizo en su
vida. Cuando era adicto a la heroína, se veía a través de sus pecados y
errores. Pero ahora, se ve como un hijo de Dios.
La Biblia nos anima: «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 CORINTIOS 5:17).
Independientemente de lo que hayamos sido o hecho en el pasado,
cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y recibimos el perdón
que ofrece por su sangre, somos hechos nuevos. Desde Edén, nuestro
pecado nos separó de Dios, pero Él ahora «nos reconcilió consigo mismo
por Cristo», no tomando en cuenta nuestros pecados (VV. 18-19). Somos
sus hijos amados (1 JUAN 3:1-2), lavados y hechos nuevos a la semejanza
de su Hijo.
Jesucristo es la inocencia encontrada. Él nos libera del pecado y de
su poder, y nos restaura a una nueva relación con Dios, en la que ya no
vivimos para nosotros mismos «sino para aquel que murió y resucitó por
[nosotros]» (2 CORINTIOS 5:15). Abre el enlace siguiente para ver la histo-
ria de Fernando Sosa en el video En busca de Jesús. Como en el caso de
mi hijo, el amor transformador de Cristo le dio una nueva identidad y
propósito. ¡Y lo mismo hace por nosotros! JAMES BANKS
DE LA MISERIA AL MENSAJE
D
aniel, una leyenda del béisbol, casi arruina su vida con las drogas.
Pero Jesús lo liberó. Hoy ayuda a otros que luchan con la adicción
y les habla de la fe. Al mirar atrás, afirma que Dios convirtió su
miseria en un mensaje.
Nada es difícil para Dios. Cuando Jesús se acercó a un cementerio
tras una noche tormentosa en el Mar de Galilea, un hombre oprimido
por la oscuridad se le aproximó. Jesús habló a los demonios que lo inva-
dían, los echó fuera y lo liberó (MARCOS 5:1-13). Cuando se iba, el hombre
le rogó poder acompañarlo, pero Jesús no lo dejó porque tenía un tra-
bajo para él: «Vete […] a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el
Señor ha hecho contigo» (v. 19).
No volvemos a ver a ese hombre, pero las Escrituras revelan algo
intrigante: la gente de esa región, por temor, había rogado a Jesús que
se fuera (V. 17), pero la próxima vez que Él fue, se reunió una gran multi-
tud (8:1). ¿Habrá sido eso el resultado de haber enviado a aquel hombre?
¿Será que el que antes estaba dominado por las tinieblas se convirtió en
el primer misionero, que comunicó eficazmente sobre el poder de Jesús
para salvar?
De este lado del cielo no lo sabremos, pero algo está claro: cuando
Dios nos libera para servirlo, puede convertir la miseria del pasado en
un mensaje de esperanza y amor. JAMES BANKS
CONSAGRAR TODO
D
os hombres dejaron sus carreras para ir adonde Dios los había
llamado. James O. Fraser decidió no ser concertista de piano en
Inglaterra, para servir al pueblo lisu en china; mientras que Judson
Van DeVenter prefirió convertirse en evangelista en lugar de lograr un
título en artes. Tiempo después, escribió el himno «Consagrarme
todo entero».
Si bien una vocación es el llamado perfecto para muchos, estos
hombres estaban seguros de que Dios los llamaba a renunciar a una
carrera por otra. Tal vez los inspiró el consejo de Jesús al joven rico,
de dejar sus posesiones para seguirlo (MARCOS 10:17-25). Al presenciar la
conversación, Pedro exclamó: «nosotros lo hemos dejado todo, y te
hemos seguido» (v. 28). Jesús le aseguró que daría «cien veces más
ahora en este tiempo» y vida eterna a los que lo siguieran (v. 30). Y lo
haría conforme a su sabiduría: «muchos primeros serán postreros, y los
postreros, primeros» (v. 31).
Sin importar dónde nos haya colocado Dios, somos llamados a con-
sagrar nuestra vida a Cristo diariamente, obedecer su llamado a seguirlo
y servirle con nuestros talentos y recursos. Abre el enlace siguiente para
ver la historia de Annahita Parsan en el video En busca de Jesús, y su
entrega al llamado de Dios a compartir el evangelio en Suecia. Nosotros
también podemos consagrarnos a Él. AMY BOUCHER PYE
DAR TODO
C
uando Roberto, criado en una familia escocesa pobre, asistió a una
reunión misionera en su iglesia, recibió a Jesús como Salvador.
Cuando le pasaron el plato para la ofrenda, le pidió al ujier que lo
pusiera en el suelo. Con los pies descalzos, se paró sobre el plato y dijo:
«No tengo dinero para dar a Dios, ¡pero me doy a mí mismo!».
Al tiempo, Roberto Moffat fue como misionero a Sudáfrica. Trabajó
incansablemente para compartir el amor de Dios; e incluso tradujo toda
la Biblia al idioma nativo. Moffat y su esposa se entregaron para servir
a Dios.
Su historia de entrega total me recuerda a la viuda pobre, en el
Evangelio de Marcos, quien puso en el templo lo que parecía ser una
ofrenda pequeña. Jesús, al observar y saber que había puesto «todo lo
que tenía, todo su sustento», les dijo a sus discípulos que ella había
dado «más que todos los que [habían] echado en el arca» (MARCOS 12:43-44).
Mientras que los otros dieron de su riqueza, ella dio de su corazón.
Dar todo puede significar servir a personas en otro país o simplemente
servir a Dios con pasión allí donde estás. Podemos dar de nuestro
tiempo, recursos financieros, oraciones intercesoras y mucho más.
Como lo hizo con la ofrenda de la viuda, Dios verá nuestro corazón y
recibirá con amor lo que demos. AMY BOUCHER PYE
E
n 1994, cuando Sudáfrica pasó del apartheid a la democracia,
enfrentó la difícil cuestión de cómo abordar los crímenes cometi-
dos durante el régimen anterior. No se podía ignorar el pasado,
pero tampoco imponer castigos enormes que profundizaran las heridas
del país. Desmond Tutu explicó en su libro Sin perdón no hay futuro:
«Bien podríamos haber aplicado justicia, justicia retributiva, y tenido
una Sudáfrica convertida en cenizas».
Mediante la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, la nueva
democracia escogió el difícil sendero de procurar la verdad, la justicia y
la misericordia. A los culpables se les ofreció un sendero de restauración
si estaban dispuestos a confesar sus crímenes y ofrecer restitución. Así,
Sudáfrica comenzó a sanar.
En cierto modo, esto refleja la lucha que todos enfrentamos. Somos
llamados a seguir la justicia y la misericordia (MIQUEAS 6:8); pero a
menudo, la misericordia se confunde con condescendencia, y la bús-
queda de justicia, con venganza.
La única manera de avanzar es con un amor que no solo odia lo malo
(ROMANOS 12:9) sino que también anhela la transformación y el bien del
«prójimo» (13:10). Abre el enlace siguiente para ver el relato de Grant
Stevenson sobre el final del apartheid. Mediante el poder de la gracia
salvadora de Cristo, todos podemos experimentar el milagro del perdón
y vencer con el bien el mal (12:21). MONICA BRANDS
LIMPIEZA TOTAL
N
o podía creerlo. Un bolígrafo de tinta azul se había escondido
entre mis toallas blancas y había sobrevivido a la lavadora, pero
explotó en la secadora. Había manchas azules horribles por
todas partes. Mis toallas estaban arruinadas. No hubo blanqueador que
pudiera remover esas oscuras manchas.
Mientras ponía de mala gana las toallas en la pila de trapos, recordé
el lamento del profeta Jeremías en el Antiguo Testamento al describir los
efectos perjudiciales del pecado. Al haber rechazado a Dios para vol-
verse a los ídolos (JEREMÍAS 2:13), declaró que el pueblo de Israel había
generado una mancha permanente en su relación con el Señor: «Aunque
te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado
permanecerá aún delante de mí, dijo Dios el Señor» (v. 22). No tenían
poder para revertir el daño que habían hecho.
Sin ayuda, es imposible quitar la mancha de nuestro pecado. Y Jesús
hizo lo que nosotros no podíamos. Mediante el poder de su muerte y
resurrección, «nos limpia de todo pecado» (1 JUAN 1:7).
No hay mancha de pecado que Jesús no pueda quitar por completo.
Dios está dispuesto y listo para lavar los efectos del pecado de todos los
que se vuelven a Él (v. 9). Por medio de Cristo, podemos vivir cada día con
libertad y esperanza. LISA SAMRA
H
enry Ossawa Tanner floreció en el escenario del arte en 1896 con
su obra maestra La resurrección de Lázaro. La pintura ganó una
medalla en el Salón de París, lo que convirtió a Tanner en un
fenómeno. La característica más asombrosa de la obra son las expresio-
nes en los rostros de los que rodean a Jesús y a Lázaro. Tanner explicó
su deseo de iluminar la narrativa bíblica, agregando el toque humano
«que emparenta a todo el mundo».
Tanner sabía que al margen de nuestras diferencias, a todos nos une
la inevitabilidad de la muerte. Y todos también podemos encontrar
nuestra esperanza en Jesús, quien venció la muerte. En Juan, «estaba
entonces enfermo uno llamado Lázaro», pero la verdad es que todos
estamos enfermos (11:1). Todos, de una manera u otra, estamos conde-
nados a la tumba. Lázaro murió antes de que llegara Jesús; por lo tanto,
ese era seguramente el final de la historia. Todos sabían que la muerte
tenía la última palabra.
Pero Jesús no estaba de acuerdo. Ante la tumba del hombre muerto y
la multitud asombrada, exclamó: «¡Lázaro, ven fuera!» (v. 43). Y Lázaro salió.
Todos conocemos el agobio y el temor que genera la muerte. La
muerte de nuestros cuerpos, y de nuestras relaciones y esperanzas. Pero
Jesús tiene la última palabra, trayendo luz y vida a nuestro mundo. Abre
el enlace siguiente para ver la conversación de Nizar y Motis, y cómo
Dios transforma vidas por medio de Cristo. WINN COLLIER
IMPOSIBLE DE RETENER
M
ientras nadaba en el Golfo de México, Caitlyn se encontró con
un tiburón que la atacó. Para defenderse, ella le pegó un puñe-
tazo en la nariz, y el depredador abrió las fauces y se fue
nadando, derrotado. Aunque la mordida le causó múltiples heridas y
más de 100 puntos, el tiburón no pudo retener a Caitlyn.
Esta historia me recuerda cómo Jesús le asestó un golpe a la muerte,
poniendo fin al poder de esta de intimidar y derrotar a sus seguidores.
Según Pedro, «era imposible que fuese retenido» por «los dolores de la
muerte» (HECHOS 2:24).
Pedro dijo esto a una multitud en Jerusalén. Quizá algunos de ellos
habían sido quienes gritaron que crucificaran a Jesús (MATEO 27:22).
Luego, los soldados romanos lo clavaron en la cruz, donde murió. Más
tarde, lo sepultaron, pero resucitó a los tres días. Pedro y otros hablaron
y comieron con Él; y 40 días después, ascendió al cielo.
La vida de Jesús en la tierra terminó con sufrimiento físico y angus-
tia mental, pero el poder de Dios venció la tumba. Por eso, la muerte
—o cualquier otra lucha— no puede mantenernos atrapados para
siempre. Un día, todos los creyentes disfrutarán de vida eterna y pleni-
tud en la presencia de Dios. Centrarnos en esta verdad puede darnos
libertad hoy. JENNIFER BENSON SCHULDT
E
n un mensaje en 1911, Oswald Chambers hablaba de ser un joven
pastor en Escocia: «Cuando tengas que acarrear sobre tus hom-
bros una [cabra] vieja y sucia hasta la ladera, sabrás de inmediato
si pastorear es poesía o no». No quería idealizar esta tarea llamándola
«poesía»; más bien, la denominó «el trabajo más arduo, agotador y
exasperante». La dura tarea de pastorear a personas es lo que Jesús le
encomendó a Pedro, ya que su discípulo enfrentaría críticas, malenten-
didos y otros desafíos al cuidar el rebaño de Dios.
Chambers reflexionó: «¿A quién le dijo: “Alimenta mis ovejas”? A
Pedro. ¿Quién era Pedro? Una oveja muy descarriada». Aunque Pedro
había negado conocer a Jesús (VER JUAN 18:15-27), el Señor lo restauró con
amor delante de los otros discípulos (21:15-19). Su amarga experiencia le
enseño a ser tierno y a cuidar las ovejas de Cristo. Al recibir el Espíritu
Santo, estuvo listo para ser pastor de personas.
Como Pedro, quizá le hemos fallado a Cristo con rechazos, errores,
egoísmo u orgullo. Pero Él nos busca y nos perdona, como lo hizo con
Pedro. Abre el enlace siguiente para ver el video En busca de Jesús y
aprender más sobre el perdón de Dios y la restauración. Él nos restaura
y nos comisiona cuidar a los demás. AMY BOUCHER PYE
C
uando salió de la cárcel, Miguel estaba ansioso por empezar una
nueva vida. Al reinsertarse en la sociedad, quiso quitarse los
tatuajes de pandillas que cubrían su cuerpo, ya que le recordaban
la manera en que había vivido antes de pasar 15 años preso. Borrárselos
lo ayudó a avanzar en un nuevo camino.
Cuando acudimos a Dios para que nos perdone, nosotros también
comenzamos una nueva vida. Él nos limpia el corazón, borrando así los
«tatuajes» de nuestros pecados. El rey y salmista David describe su lim-
pieza interior en el Salmo 51. Dolorosamente consciente de cómo había
ofendido a Dios, reconoce: «he hecho lo malo delante de tus ojos» (v. 4).
Con fe, pide al Señor que lave esas manchas: «Purifícame con hisopo, y
seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve» (v. 7).
No podemos ver evidencias físicas de la limpieza interior que Dios
hace en nosotros. No obstante, cuando confiamos en el sacrificio que
hizo Jesús para comprar nuestro perdón, podemos estar seguros de
que hemos sido lavados. Aunque quizá queden consecuencias de nues-
tras acciones —como sucedió con la muerte del hijo que nació del
adulterio de David—, nuestros corazones son liberados de los «tatua-
jes» de nuestro pasado. KRISTEN HOLMBERG
Cómo te
busca Dios.
M
i búsqueda de Jesús me llevó por cinco con-
tinentes con los documentales de Our Daily
Bread Films. Buscaba experimentar cómo
encuentros con personas de todas partes
del mundo me ayudarían a descubrir a
Jesús de maneras nuevas. Lo que hallé formó radicalmente mi
propia búsqueda de Jesús.
C. S. Lewis escribió en The Four Loves [Los cuatro amo-
res]: «En cada uno de mis amigos, hay algo que solo otro
amigo puede sacar plenamente a relucir. Por mi cuenta, no
tengo lo suficiente para llamar a todo el hombre a la activi-
dad; quiero otras luces además de la mía para que muestren
todas sus facetas». Del mismo modo, las personas que
encontré en mis viajes han sacado a la luz aspectos de Jesús
que tal vez jamás habría considerado. También me ayudaron
a entender la poderosa verdad de que como todos fuimos hechos a
imagen de Dios, hay algo que cada persona puede enseñarnos
sobre Jesús.
En Suecia, vi a Jesús con más claridad como Aquel mediante
el cual «fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra» (COLOSENSES 1:16). Daniel, el amante del
aire libre, y Eda, la mujer sami que cuidaba rebaños de renos, me
revelaron un asombro y una reverencia por la creación que suelo
pasar por alto en mi entorno de concreto y asfalto. Podemos cono-
cer algo de lo que Jesús es a través del mundo que creó.
En Singapur, experimenté a Jesús de manera más personal:
como el Hijo divino que ofrece amor al mundo. El pastor Tze
demostró un concepto conocido en Asia como devoción filial, el
cual revela una dedicación a los padres que es mucho más pro-
funda de lo que yo podría entender, dado mi individualismo occi-
dental. Esto me lleva a una comprensión más profunda de la
relación de Jesús con Dios el Padre.
En Argentina, mi guía e intérprete Alejandro me ayudó a apre-
ciar la hospitalidad y el amor que Jesús demostró cuando com-
partió la última cena con sus discípulos. La cultura argentina se
concentra en la comida (¡con su carne famosa a nivel mundial!). Vi
a Jesús reflejado en esa cultura.
En Sudáfrica, vi a Jesús como esperanza. Lo vi en la persona de
Winne, quien soportó la injusticia y la desesperación del apartheid,
pero que encontró gozo e inspiración en Aquel que prometió res-
catarnos de nuestro quebranto.
En Israel, hablé con Sabha, una anciana palestina que
estaba ciega, la cual considera que Jesús es digno de su ala-
banza, aunque haya sido rechazada por su familia musulmana
debido a su fe. Ella revela el poder supremo de Jesús de maneras
asombrosas.
En los rostros de las personas que conocemos —cada uno
modelado por las manos de Dios—, encontramos aspectos glorio-
sos de Jesús que, de otra manera, no veríamos. ¿Quiénes son las
personas en tu vida que reflejan el carácter de Jesús de alguna
forma única? ¿Quiénes son los parientes, amigos y conocidos que
te muestran hoy a Jesús?
Hay una pregunta clave por responder. ¿Has recibido el
regalo de la vida eterna, ofrecido por Aquel que te está buscando?
Desde que el pecado entró en la experiencia humana
(VER GÉNESIS 3:1-19), hemos estado distanciados de nuestro Padre
celestial. Vemos esta distancia en las relaciones rotas con Dios
y con los demás; e incluso en la manera en que nos relaciona-
mos con la creación. Pero, en amor, Él nos ha estado buscando.
Nuestro Padre celestial envió a Jesús, su Hijo, al mundo para
proveer un camino de regreso a Dios. En cada país que visité,
conocí personas que experimentaron personalmente su amor.
Jesús llevó una vida perfecta. Tomó nuestro lugar como sacrificio
por nuestro pecado (nuestra desobediencia contra Dios). La
muerte de Cristo se encargó de nuestro pecado… ¡aquello mismo
que hacía que fuera imposible volver al Padre! Como explicó el
apóstol Pablo: «Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; y […] fue sepultado, y […] resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras» (1 CORINTIOS 15:3-4).
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