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LAS\ PARABO

\ DE JESÚS
LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
EN EL EVANGELIO DE LUCAS
NUEVA ALIANZA ALESSANDRO PRONZATO
181

LAS PARÁBOLAS
DE JESÚS EN EL
EVANGELIO DE LUCAS

Le salió al encuentro...

Obras de Alessandro Pronzato


publicadas por Ediciones Sigúeme:

-Nunca hemos visto nada semejante (NA 177)


- Sólo tú tienes palabras (NA 172)
- En busca de las virtudes perdidas (NA 158)
- Las parábolas de Jesús en los evangelios de Marcos
y Mateo {NA 155)
- La hornilla del domingo, ciclos A, B (NA 150-151)
- Creer, amar, esperar día a día (NA 141)
- Orar, ¿dónde? ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué? (NA 132) EDICIONES SIGÚEME
- Palabra de Dios, ciclos A, B, C (NA 118-120) SALAMANCA
- Y ¿cómo lo habéis conseguido? (RS 16)
2003
- Evangelios molestos (Pedal 34)
CONTENIDO

Introducción 9
Advertencias 21

1. Los dos deudores (más una mujer que no te esperas) ... 23


2. El samaritano 38
3. Los tres amigos 90
4. El hombre rico 106
5. La vuelta del amo 116
6. La higuera estéril 126
7. La puerta estrecha 139
8. Los puestos en la mesa 150
9. La construcción de una torre y un rey que va a la gue-
rra 160
10. Las parábolas de la misericordia (Le 15) 168
11. El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 177
12. La mujer que perdió una moneda 191
Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín 13. El hijo pródigo 198
14. El administrador deshonesto y sagaz 275
Tradujo Germán González Domingo
15. El rico anónimo y Lázaro el mendigo 296
sobre el original italiano Parabole di Gesü II. Gli corsé incontro. Luca
16. Los siervos inútiles 315
© Alessandro Pronzato, 1997 17. El juez y la viuda 322
© Ediciones Sigúeme S.A.U., 2003 18. El fariseo y el publicano 331
C/ García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / España
Tlf.: (34) 923 218 203 - Fax: (34) 923 270 563 Bibliografía 349
e-mail: ediciones@sigueme.es
www.sigueme.es

ISBN: 84-301-1498-X
Depósito legal: S. 1.087-2003
Impreso en España / UE
Imprime: Gráficas Varona S.A.
Polígono El Montalvo, Salamanca 2003
INTRODUCCIÓN
¿Fáciles o difíciles? Este es el problema...

Aquel día Jesús no había preparado la predicación...

Mateo, antes de contar la parábola del sembrador, presenta una


escena muy sugestiva, que casi siempre dejan de lado los comen-
taristas: «Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago...»
(Mt 13, 1). Parece que no tiene un programa preciso que cumplir,
ninguna cita, ningún compromiso particular. Se sienta a contem-
plar el panorama familiar de «su» lago. Me parece que también es-
te es un rasgo significativo de la humanidad de Cristo.
Juan nos presenta un Jesús cansado del viaje, sudoroso y se-
diento, que descansa junto al brocal de un pozo. Marcos habla de
un Jesús que duerme sobre una embarcación sacudida por olas fu-
riosas, con la cabeza apoyada en una almohadilla.
Mateo nos regala este cuadro sorprendente del Maestro en un
momento de distensión a la orilla del lago. Quizás ora al Padre por
aquella maravilla salida de sus manos. O simplemente deja en si-
lencio que se le llenen los ojos de la belleza que le rodea.
«Se reunió junto a él mucha gente, tanta que subió a una barca
y se sentó, mientras la gente estaba de pie en la orilla...». No sa-
bemos lo que duró aquella soledad extática. El evangelista quema
los intervalos, cosiendo las secuencias sin darnos la posibilidad de
medir el tiempo.
Sea como fuere, todo parece desarrollarse con total naturalidad
y bajo el signo de la imprevisibilidad, casi de la improvisación.
Aquel día quizás Jesús no había previsto encontrarse con el públi-
co, convocado no se sabe por quién ni cómo. ¿Podemos decir que
no estaba preparado para predicar? Muchas circunstancias lo per-
miten suponer. Pero hay que reconocer que, en el evangelio, Jesús
casi siempre toma la palabra con espontaneidad, estimulado por
las circunstancias, provocado por los acontecimientos más acci-
dentales, tal como se presenta la ocasión y allá donde viene al ca-
so. Para él no existen ni lugares ni tiempos privilegiados. Puede
10 Introducción Introducción 11

ser en los alrededores del templo, o en una casa cualquiera, en el más frecuentes. Alguno las considera un elemento de diversión,
local cerrado de una sinagoga o -como en este caso- en una playa. casi un pasatiempos, una fábula distensiva, un paréntesis agrada-
Sorprende el hecho de que, en esta ocasión, casi todo el dis- ble, un simpático intermedio insertado en un discurso que podría
curso en «parábolas» se coloque en un ambiente agrícola: se habla resultar excesivamente difícil y provocaría una caída de tensión y
de sementera, campos, grano y cizaña. de interés, y el consiguiente aburrimiento.
Solamente al final, cuando ya ha vuelto a casa, el Maestro em- En una palabra, una especie de expediente pedagógico con el
plea un imagen relacionada con el lago (los pescadores que, saca- fin de endulzar la pildora de argumentaciones inaccesibles y abs-
da a la orilla la red, sentados, hacen la selección de los peces). Es tractas, de formulaciones doctrinales. O incluso, un momento de
posible que se trate de una escena que ha fotografiado por la ma- relax a la espera de que suene el timbre que señala el final del re-
ñana, antes de que su soledad contemplativa fuese interrumpida creo para que todos vuelvan a los pupitres de la clase a escuchar al
por la llegada de un público inesperado. Maestro que ha retomado un tono de seriedad y vuelve a impartir
¿Intentamos sacar inmediatamente una conclusión modesta en una lección rigurosa.
clave práctica, que «brindamos» a los predicadores, especialmen- No, la parábola misma es parte integrante del mensaje (y no
te a aquellos -y son los más- que durante la semana piensan con sólo adorno), es algo serio, lección severa. Con frecuencia repre-
preocupación en la homilía del domingo? Sí, una forma esencial senta una inquietante señal de alarma. En un palabra, algo com-
de preparación consiste en la capacidad de observar la realidad. Se prometido, que llama a la responsabilidad, y hasta perturbador.
«encuentra» a las personas sólo si se encuentra el mundo que les La parábola no es una señal que autoriza a «romper filas» pa-
es familiar y si uno se identifica con él. ra divertirse. Al contrario, constituye una llamada apremiante, ine-
La multitud rodea a Jesús de improviso, casi le obliga a hablar, ludible, casi inexorable.
aun cuando él no se lo haya propuesto, porque le siente partícipe de Un escritor brillante, Luigi Santucci, define las parábolas como
sus problemas, experto de la vida de todos, no extraño, no lejano «una vacación dentro de las jornadas desagradables»1. Se trata de
de las situaciones concretas de la existencia cotidiana. Porque sa- una visión reductiva. Las parábolas parten con mucha frecuencia
be que habla con claridad y simplicidad, de manera comprensible. del vivir diario, del panorama familiar de las ocupaciones ordina-
No sólo porque Jesús sepa hacerse escuchar. Sino, ante todo, por- rias, para hacernos frecuentar el mundo de Dios, para conducirnos
que la gente que lo escucha se reconoce en lo que dice. a atracar en la orilla de lo trascendente. Pero no representan una
El problema del lenguaje es también un problema de capacidad fase de evasión. Tocada, o rozada, esa orilla nos vuelve a empujar
de «sentarse», como Jesús, al lado del mar (y, en vez del mar, pon- con fuerza hacia la vida, con una inquietud encima, o incluso con
gamos cualquier otro panorama, comprendidos aquellos con esca- un tormento más.
so contenido poético y pictórico), y pararse a mirar... El Maestro Pero la parábola no compromete solamente bajo el aspecto
aquella mañana no ha ido a la playa a preparar el sermón. Tenía práctico, porque anima a tomar una decisión, a plantear la propia
ganas de soledad, de contemplación. Deseaba descansar. Estable- conducta de una cierta manera.
cer contacto con la naturaleza, con el mundo, sin ninguna preocu- La parábola obliga también a pensar. No te presenta la verdad
pación inmediata... ¿Acaso el problema del lenguaje no es tam- ya confeccionada sobre un plato atractivo. La parábola no explica
bién un problema de ojos abiertos incluso antes que de lengua? todo. Obliga, más bien, a buscar, a profundizar, a investigar, a ex-
plorar el significado profundo, que no es ese que aparece a prime-
ra vista sobre la costra superficial de las imágenes usadas. Te soli-
El riesgo de la diversión

Hay diversos equívocos que hace falta disipar a propósito de 1. Autor, entre otras cosas, de una singularísima Una Vita di Cristo. Volete
las parábolas evangélicas. Intentemos examinar, y ojalá disipar, los andarvene anche voi?, Milano 1995, rica en intuiciones sorprendentes e indiscu-
tible desde el punto de vista literario.
12 Introducción Introducción 13

cita a descubrir las implicaciones esenciales. No es una «papilla Es extraño que los discípulos se lamentasen porque no habían
preparada», lista para tomar, con todos los ingredientes que la ha- entendido las parábolas y quisieran una explicación.
cen fácilmente digerible, apta también para los estómagos más de- Hoy hay predicadores que quieran hacer creer que las parábo-
licados. Es, más bien, un alimento sólido, con alto contenido nu- las son... elementales, que contienen un mensaje claro, simple,
tritivo. Para digerirlo, paradójicamente, hay que activar todos los evidente.
mecanismos del cerebro, de la fantasía y, por supuesto, del cora- En este caso se corre el riesgo de una banalización de las pará-
zón. La mente debe segregar las enzimas, los ácidos y los jugos bolas. Y paralelamente existe el peligro de hacerles decir lo que
necesarios para la asimilación. nosotros queremos, y no lo que ha pretendido Jesús (y la Iglesia
No se nos cuenta la parábola para dispensarnos de pensar. Al primitiva que, en ciertos casos, las ha reelaborado).
contrario, es necesario realizar un esfuerzo también intelectual pa- Hay que caer en la cuenta de que el Maestro, a través de esta
ra llegar a descubrir la intención secreta del Maestro al contar aque- particular forma de enseñanza, habla de sí mismo, de su misión,
llas determinadas cosas. del Padre, del «estilo» de Dios (o sea, de su manera sorprendente
La parábola no es una cantilena que se acuna dulcemente en de comportarse), del reino de los cielos, de la Iglesia. Explica lo
los prados floridos de la poesía. Más bien constituye un fuerte re- que quiere decir ser discípulo suyo, lo que significa la vigilancia,
clamo para caer en la cuenta de una realidad presente que exige la conversión, la docilidad.
una respuesta y una decisión inmediata. La parábola, lejos de aca- Lo primero, hay que adivinar lo que de verdad Jesús pretendía
riciar, golpea y sacude con mucha fuerza. hacernos entender.
Además hay que caer en la cuenta de que las parábolas se re-
fieren habitualmente a las experiencias de nuestro mundo sensible
El riesgo de la banalización para trasferirnos al campo de lo invisible. Son una especie de
puente, «adosado» para poner en contacto la orilla terrestre y la
Otro malentendido bastante común y persistente es el de la pre- celeste, el tiempo y lo eterno, el presente y el futuro, el mundo de
sunta facilidad de las parábolas. Muchos se engañan queriendo los hombres y el mundo de Dios, las cosas simples y el misterio.
prescindir del estudio, del análisis diligente, de la explicación de Pero las dos orillas no están al mismo nivel. Entre ellas hay una
los mecanismos narrativos que permiten captar el significado au- separación abismal. ¡ Ay! si nos hacemos la ilusión de pasar desen-
téntico de las parábolas. vueltamente, como de corrida, de una parte a la otra. Existe el pe-
Ignoran el contexto en que están colocadas, las causas que las ligro de tumbos clamorosos.
han provocado. No se han preocupado de averiguar a quién se di- En las parábolas hay semejanza pero también distancia. Hay
rige Jesús y por qué usaba ese lenguaje, ese tipo de narración, esas transparencia pero también «encubrimiento».
imágenes, y hasta esos puntos polémicos. Me parecen muy oportunas estas observaciones de un conoci-
Muchos individuos vagan, perezosos, por la periferia de las pa- do estudioso: «Las parábolas son semejanzas ampliadas, del tipo
rábolas, sin llegar jamás a captar el centro, el núcleo esencial. Se de esas que nosotros usamos cada día: 'Hoy hace tanto frío como
paran en pormenores insignificantes, desarrollan detalles de una en Siberia', o también: 'En esta habitación hace tanto calor que pa-
manera desproporcionada, dan realce a consideraciones sobre ele- rece un horno'. De esta manera queremos hacer más patente una
mentos secundarios, sin «centrarlas» jamás. Y así se sacan conclu- afirmación, subrayando desde un determinado punto de vista la
siones abusivas, torcidas, o incluso en contraste con la lección de semejanza entre dos cosas».
fondo que el Maestro quería impartir. Y después esta advertencia: «En las parábolas siempre hay que
La tentación siempre al acecho es la de «ajustar» la palabra de distinguir el elemento figurativo de la sustancia. Jesús expone lo
Dios a nuestros gustos. En algunos casos el texto se convierte en que quiere decir a través del velo de una imagen. Normalmente él
«pretexto» para tejer la tela de araña de nuestros discursos. no explica a sus oyentes las parábolas; pero ellos estaban en mejo-
14 Introducción
Introducción 15

res condiciones para captar su sentido que nosotros hoy. En efecto,


ojos y en el cual, entrando también él en el juego, podrá descubrir
las imágenes estaban tomadas de su ambiente, de la naturaleza que
con alegría la cercanía del reino de Dios en el mundo» (H. Weder)3.
les rodeaba, de la agricultura del tiempo. Más importante que el
elemento figurativo es el contenido, o sea, lo que para el narrador
tiene valor y lo que la parábola quiere expresar... El riesgo de la complicación
Es importante identificar en el meollo de las parábolas el pun-
to de comparación, es decir, el elemento que establece la semejan- Así pues, existe el peligro de banalizar las parábolas con un ex-
za entre la imagen y la realidad. No todos los rasgos de la imagen ceso de simplificación bajo el signo de la facilonería y de la desen-
son importantes; es más, la mayor parte de las veces solamente lo voltura interpretativa. Pero existe también el peligro opuesto: el de
es uno de ellos». la complicación.
Y añade esta oportuna advertencia: «La tarea de la exégesis no Caer en la cuenta de que las parábolas no son fáciles no quiere
consiste en sustituir las parábolas por una forma didáctica abstrac- decir que haya que hacerlas oscuras a toda costa. Precisar que
ta. De esa manera se verían despojadas de su vigor y de su alma. existen problemas a todos los niveles no significa multiplicar y
Las parábolas originales de Jesús tenían la mayor parte de las ve- embrollar las cuestiones, incluso cuando no se da el caso.
ces una conclusión inesperada, incómoda. Él dejaba a los oyentes
Leyendo algunos comentarios, queda uno desconcertado. No
la tarea de sacar las conclusiones acerca de su significado. Por eso
sólo las parábolas se hacen poco atrayentes, sino que hasta da mie-
es absurda la propuesta de traducir las parábolas evangélicas con
do acercarse a ellas: te intimidan.
imágenes modernas, que habría que tomar de nuestro mundo tec-
Los estudiosos aún no se han puesto de acuerdo para establecer
nificado. Haciéndolo así se las privaría de su poesía hasta falsifi-
su número. Unos dicen que treinta, otros que cuarenta, y hay quien
carlas; por otra parte, en muchos casos sería aún más difícil enten-
habla de setenta. Según otros autores, la oscilación varía entre
der lo que quieren decir» (A. Kemmer)2.
veintidós y ciento una. Según la opinión de algunos otros, sólo tie-
Y cito también esta observación de otro estudioso: «Las pará- nen derecho a llamarse parábolas aquellas que desarrollan una his-
bolas de Jesús -entendidas como metáforas- ponen en juego para toria con cierta amplitud. Pero no falta quien discrepa de esta cla-
el oyente el reino de Dios y le permiten así ponerse a sí mismo en sificación reductiva.
juego por el reino de Dios. Cualquier juego, si se juega bien, exi- Si nos adentramos en sus doctos análisis, las cosas se compli-
ge seriedad; pero excluye cualquier tipo de legalismo porque sus can de tal manera que desaniman a los no peritos.
reglas sólo sirven para posibilitar la diversión del juego. El jugador
Se habla de «tipificación de las formas», «lecturas polivalen-
no siente las reglas del juego como una limitación impuesta a sus
tes», «trazos inverosímiles», «extravagancia narrativa de la pará-
posibilidades, sino como condiciones que le hacen posible la auto-
bola», «tensión metafórica», «engranajes del mecanismo parabóli-
rrealización a través del juego.
co», «análisis semiótico».
Lo mismo puede decirse también -en sentido traslaticio- de la Se pone en evidencia la afinidad entre parábola y fábula. Pero
parábola de Jesús. Pone ante los ojos del oyente su realidad, pero se distingue entre parábola y alegoría, parábola y metáfora, pará-
no para aprisionarlo en el mundo del pecado; solamente para po- bola y comparación, parábola y semejanza, alegoría y alegoresis.
derle dar su verdad, debe remitirle a la memoria su realidad. Además, del núcleo de las parábolas verdaderas y propias, se
En la parábola el hombre y su mundo son puestos ante la posi- distinguen las narraciones-ejemplos. Y más cosas.
bilidad del no-ser, pero sólo como una posibilidad^ superada. La Luego se examinan las discusiones suscitadas por la exigencia
parábola, sirviéndose de la tensión narrativa, desvía al oyente de sí de establecer con exactitud quiénes son los destinatarios inmedia-
mismo y lo involucra en el juego, que ella pone en escena ante sus tos de cada parábola. Y menos mal que sólo se trata de unas hipó-
2. A. Kemmer, Leparabole di Gesú, Brescia 1990, 12s.
3. H. Weder, Metafore del Regno, Brescia 1991, 112-113.
16 Introducción
Introducción 17

tesis, que hay que tener en cuenta, pero sin la obligación de consi-
derarlas certezas. tores, al menos por su arrojo), pero algunas veces tengo la sensa-
Si después nos adentramos en la historia de la redacción y de la ción de que, a pesar de la edad, se divierten jugando. Y parece que
tradición, crece el desconcierto. Algunos expertos se empeñan en su juego preferido consiste en desmontar un juguete complicado,
determinar la forma originaria de las parábolas, indicar la interpre- pero que funciona perfectamente.
tación de las primeras comunidades (premarquiana, premateana, Al final de su fatigoso entretenimiento queda un montón de
prelucana), encontrar el primero y el segundo estadio, denunciar tornillos, pernos, esferas, muelles, ruedecillas, engranajes, tubitos,
las intervenciones siguientes (se alude a textos «posmateanos») y hilos enmarañados, ensamblajes, dados, pilas, empalmes, piezas
las añadiduras. Suficiente para sufrir de vértigos. sin una colocación precisa. Y ellos, complacidos, dan un suspiro
de satisfacción. Nos tocará a nosotros volver a montar el precioso
Quien se deja llevar por la curiosidad de examinar las distintas
juguete. Ellos, diligentes, se han preocupado de prestarnos un ma-
posiciones, cuando se trata de fijar la enseñanza de fondo, llama-
nual de instrucciones grueso como una guía de teléfonos, redacta-
da pointe de la parábola, descubre que las divergencias están muy
do en un lenguaje para iniciados, con cifras, siglas, vocablos capa-
marcadas.
ces de volvernos locos.
Finalmente, si algún temerario pretende seguir los itinerarios
Y en este momento, y después de algún intento incierto, dan
intransitables de los estructuralistas, tiene el peligro de no enten-
ganas de dar una patada a aquel montón de escombros. Pero des-
der nada. Está bien que los exegetas cumplan con su oficio. Pero
pués, por suerte, prevalece la exigencia de tomar el evangelio y...
tengo la impresión de que a veces exageran en un trabajo de desar-
reconciliarse con las parábolas.
ticulación, desmembramiento, vivisección. Con la excusa de so-
meter la parábola a todos los análisis, esta resulta empobrecida. He exagerado, naturalmente (sé que también los eruditos tie-
Irreconocible, exangüe, esquelética, no se tiene en pie. Los evan- nen sentido del humor). Entre otras cosas, hay que reconocer que
gelios te entregan una estupenda fotografía a color (aunque a veces existen agradables excepciones. Baste citar, entre otros, a mi que-
haya tintas oscuras). Estos «doctores» ponen en tus manos -en el rido A. Maillot y, en Italia, a B. Maggioni.
mejor de los casos- una radiografía. Personalmente sigo un método particular. Leo conscientemen-
te incluso los volúmenes más indigestos (esos, sobre todo). Luego,
Ciertos estudios evocan incluso la imagen de una mesa anató-
teniendo que escribir, me esfuerzo por olvidar. Pero, obviamente,
mica en la que se disecciona un cadáver. Te enseñan músculos en-
alguna cosa útil se ha depositado dentro de mí y saldrá afuera sin
tumecidos y fríos cuerpos del delito, pero la vida se ha perdido, han
que yo caiga en la cuenta.
desaparecido la frescura, la poesía, la musicalidad, se ha evaporado
el perfume de la narración tal como salió de la boca de Jesús.
En los laboratorios superespecializados las parábolas son pul-
verizadas literalmente con unos sofisticados procedimientos quí- Una serie de sorpresas
micos. ¿Se habrán planteado esos expertos la pregunta de si seme-
Algunas claves de lectura se ofrecen en la introducción a las
jante trituración sirve luego para alimentar al pueblo de Dios?
parábolas de Marcos. Aquí me limito a tomar alguna observación
Porque Jesús contaba las parábolas para nutrir la fe de los oyentes,
de A. Maillot4.
su esperanza, para sacudir su inercia, ciertamente no para hacer
1. La parábola siempre es sorprendente, desconcertante. Su
engullir unos mejunjes insípidos e inodoros, o unas virutas de pa-
verdadero sentido no lo descubre el intelectual sino el creyente.
labras que les atragantara.
La parábola esconde, más que desvela. Mejor: esconde la pala-
Me perdonarán los estudiosos (a quienes ciertamente acudo
bra de Dios, para desvelarla inmediatamente, progresivamente.
con frecuencia, aunque con daño notable para la cartera, porque
Tiene como fin introducirnos en el misterio del reino de Dios. Y
sus volúmenes, destinados a pocos, son costosísimos; y en ciertos
casos llego a sospechar que sería más justo que pagasen a los lec-
4. A. Maillot, Lesparaboles deJésus aujourd'hui, Genéve 1977, 9-12.
18 Introducción Introducción 19

en este itinerario hacia el misterio, cuanto más aumenta el conoci- las parábolas. Parafraseando a P. Ricoeur, se podría afirmar que la
miento más crece el misterio. parábola dice siempre más de lo que dice.
2. Jesús, cuando quería expresar las verdades más profundas 7. Una clave de lectura que puede ser muy útil es esta. Inten-
de su mensaje, las revestía de esta forma de lenguaje. Pero él no in- temos preguntarnos: ¿cuál es el punto que debía afectar, impresio-
ventó el «género» de las parábolas. Ya se encuentra, en efecto, tan- nar a los oyentes de Jesús? ¿Qué es lo que me sorprende? ¿Qué no
to en el Antiguo Testamento como en la historia de las religiones. es normal, habitual, dado por supuesto, sino desconcertante?
3. El Maestro ha contado las parábolas no sólo para mantener O también: tomemos un folio y dividámoslo por la mitad. En la
escondidas las «cosas» del Reino a los de «fuera» y revelarlas a los primera columna expliquemos el tema propuesto, imaginemos el
discípulos que le siguen, sino también para hacernos comprender desarrollo de la historia y sobre todo su conclusión, según nuestra
que Dios no es el Dios de los filósofos y de los sabios (y, con fre- mentalidad, según las ideas que nos hemos fabricado a propósito
cuencia, ni siquiera el de los teólogos), sino el de los pequeños. de Dios. En la otra parte de la página, reproduzcamos el texto au-
En las parábolas no encontramos los atributos clásicos de Dios téntico de la parábola. Después, controlemos. Tendremos sorpre-
(inmutabilidad, impasibilidad, omnipotencia, omnisciencia, omni- sas perturbadoras. Caeremos en la cuenta de que Dios nunca es co-
presencia), sino que descubrimos a un Dios que se coloca en medio mo nos lo imaginamos y como lo presentamos.
de los hombres, actúa como los hombres, quiere ser como noso- Desde ese momento tenemos la posibilidad de comenzar a en-
tros. Es el Dios viviente que rechaza ser insensible (me atrevería a tender algo...
decir congelado en nuestras definiciones), inflexible, inaccesible5.
Y así tenemos un Dios que es un sembrador, un padre, un rico
propietario generoso de una manera escandalosa, un amigo, un Mejor unos huesos con abundante carne...
pastor, un esposo que se retrasa, un pescador, un amo en viaje...
Es verdad, y ya lo hemos dicho, que existe semejanza y al mis- En mis comentarios he examinado atentamente los huesos des-
mo tiempo distancia. Pero esto no quita que a Dios le guste pre- carnados que han salido de los laboratorios exegéticos mejor equi-
sentarse con un revestimiento humano que no es sólo una ficción. pados (esos, al menos, a los que aludía antes, con una cierta exa-
4. En muchas parábolas puede haber cierta confusión entre geración). Y me he propuesto desempolvarlos.
Dios y la persona de Cristo. Pero esto quiere decir simplemente Alguno dirá que he exagerado en un sentido opuesto, y no me
que Dios está totalmente comprometido y presente en la misión cuesta reconocer que tienen razón. Sostengo, sin embargo, que
del Hijo. siempre es mejor ofrecer un hueso rodeado de abundante carne (li-
5. Las parábolas de Cristo resultan estrechamente ligadas a su bre cada uno de tirarlo cuando se sienta saciado y hasta harto), que
encarnación. Se podría afirmar que son historias porque la salva- presentar a quien tiene hambre un hueso mondo, perfectamente
ción misma es una historia. Sólo una historia logra dar cuenta de limpio (con los más modernos métodos de análisis), para roer...
una Historia. Y este es un punto que casi nunca se subraya. Y además soy del parecer de que las parábolas no constituyen
6. Cada imagen contiene distintos significados posibles, deja solamente una invitación a tomar una decisión, sino que represen-
entrever muchas líneas armónicas. A diferencia de nuestras afir- tan una solicitación para hacer funcionar, por nuestra parte, esa fa-
maciones, la parábola nunca es «unívoca». Y esto explica la diver- cultad con frecuencia inutilizada, cuando se trata de la palabra de
sidad (y a veces las divergencias) de las interpretaciones que, lejos Dios, que se llama fantasía.
de representar una debilidad, documentan la riqueza inagotable de Las parábolas, una vez agredidas con los instrumentos más so-
fisticados de la exégesis más rigurosa, si no quieren terminar em-
5. Maillot subraya que cuando el salmista dice: «El Señor es mi pastor» (Sal balsamadas, tienen que tener la posibilidad de volar...
23, 1), dice acerca de Dios, y en particular acerca de sus relaciones con el hombre,
más que cualquier libro de filosofía.
ADVERTENCIAS

a) El presente comentario «cubre» las parábolas contenidas en


el evangelio de Lucas. El primer volumen de la serie estaba dedi-
cado a las parábolas pertenecientes a los otros dos evangelios si-
nópticos de Marcos y Mateo.
b) Para los textos de Lucas, en la edición castellana he segui-
do la traducción de la Biblia de La Casa de la Biblia, así como pa-
ra los de Mateo. Para los textos de Marcos adopté una traducción
mía, más fiel al sentido literal.
c) En muy pocos casos, tratándose sobre todo de semejanzas,
he modificado el orden seguido por los evangelistas.
d) En el primer volumen he omitido algunas parábolas (como
la de la oveja perdida, que está en el capítulo 18 de Mateo) o se-
mejanzas, porque las trato en este volumen dedicado a Lucas. Es-
to, evidentemente, sólo cuando entre las distintas versiones no ha-
ya divergencias sustanciales. En ciertos casos, incluso aunque
haya una coincidencia fundamental en los sinópticos, he decidido
presentar distintos comentarios, siguiendo a los evangelistas, para
tener la oportunidad de desarrollar una gama más amplia de con-
sideraciones sin verme obligado a condensar todo en un solo co-
mentario, con el riesgo de hacerlo excesivamente pesado y darle
una extensión exagerada.
1
Los dos deudores
(más una mujer que no te esperas)

«Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Je-


sús en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto,
una mujer, una pecadora pública, al saber que Jesús
estaba comiendo en casa delfariseo, se presentó con
un frasco de alabastro lleno de perfume, se puso de-
trás de Jesús junto a sus pies, y llorando comenzó a
bañar con sus lágrimas los pies de Jesús y a enju-
gárselos con los cabellos de la cabeza, mientras se
los besaba y se los ungía con el perfume. Al ver esto
el fariseo que lo había invitado, pensó para sus
adentros: 'Si este fuera profeta, sabría qué clase de
mujer es la que lo está tocando, pues en realidad es
una pecadora'. Entonces Jesús tomó la palabra y le
dijo: 'Simón, tengo que decirte una cosa'. El replicó:
'Di, Maestro'. Jesús prosiguió: 'Un prestamista te-
nía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y
el otro cincuenta. Pero como no tenían para pagarle,
les perdonó la deuda a los dos. ¿Quién de ellos lo
amará más?'. Simón respondió: 'Supongo que aquél
a quien le perdonó más'. Jesús le dijo: 'Has juzgado
bien'. Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: '¿ Ves a
esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste
aguapara lavarme los pies, pero ella ha bañado mis
pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus ca-
bellos. No me diste el beso de la paz, pero esta, des-
de que entré, no ha cesado de besar mis pies. No un-
giste con aceite perfumado mi cabeza, pero esta ha
ungido mis pies con perfume. Te aseguro que si da
tales muestras de amor es que se le han perdonado
sus muchos pecados; en cambio, al que se le perdo-
na poco, mostrará poco amor'. Entonces dijo a la
mujer: 'Tus pecados quedan perdonados'. Los co-
24 Las parábolas de Jesús
Los dos deudores 25
mensales se pusieron a pensar para sus adentros:
'¿Quién es este que hasta perdona los pecados?'. No conocemos su nombre. Sólo sabemos su profesión, que,
Pero Jesús dijo a la mujer: 'Tufe te ha salvado; vete aunque tan antigua como el mundo, no está entre las más nobles y
en paz'» (Le 7, 36-50). que consiste en cometer y hacer cometer pecados.
Eso es, una intrusa. Que debe haber molestado no sólo a Si-
món, el distinguido señor de la casa, sino también a un montón de
Dos parábolas exegetas, que han derrochado una notable cantidad de materia gris
para identificar a esta mujer. Entre ellos se han encendido discu-
En esta página tenemos dos parábolas. Una, evidentemente, es siones interminables. Miles de páginas cargadas de argumentos,
la que cuenta Jesús al fariseo que le ha hospedado, y que tiene co- desbordantes de «indicios», repletas de suposiciones capaces de
mo tema los dos deudores. desconcertar al detective más perspicaz.
La otra es una «parábola en acción» interpretada en la realidad Los sinópticos hablan de dos unciones: una es precisamente es-
por una pecadora redomada que ni siquiera necesita confesar sus ta, en casa de Simón, y la otra en Betania, «anticipando la sepultu-
culpas; hasta ese punto las conocen y están en la boca de todos. Y ra», en casa de Simón el leproso (Mt 26, 2-13; Me 14, 1-11). ¿Las
además, en esta ocasión, ya se ha preocupado el dueño de la casa dos unciones han sido hechas por la misma persona?, ¿y esta mu-
de «confesarlas». Sí, si la acusación de los pecados la hiciesen los jer anónima se puede identificar con María Magdalena, «de la que
«no interesados», es probable que los confesores no se encontra- habían salido siete demonios»?, ¿y María Magdalena no será por
sen escasos de trabajo... casualidad María de Betania, protagonista a su vez de un regalo de
Ella se limita a expresar su arrepentimiento improvisando una perfume del que habla el evangelio de Juan (12, 1-8)?
sorprendente liturgia de amor y de ternura que termina por con- Algunos simplifican: una sola mujer. Otros sostienen: dos mu-
mover al Maestro. jeres distintas. Muchos insisten: son tres mujeres diferentes (tra-
Jesús saca las conclusiones de esta parábola: «Tu fe te ha sal- tándose de pecadoras, cuesta poco multiplicarlas, porque nosotros
vado; vete en paz». no figuramos en este número...).
La otra parábola, la de los dos deudores, ofrece también al De todos modos, la intrusa tiene mucho que hacer en casa de
Maestro la posibilidad de hacer la exégesis de la interpretada con Simón. No le queda tiempo para mostrar a los exegetas su carné de
hechos por aquella mujer tan «frivola». Pero intentemos ambientar identidad. Le importan poco las presentaciones. Parece decir: las
la escena. habladurías de la gente sobre mí os pueden bastar, ¿no os parece?
«Una pecadora pública». La conocen todos. «Una de esas».
Una mujer frivola. La desprecian, pero se sirven de ella.
Sin necesidad de palabras Incluso los virtuosos la necesitan para poderse sentir buenos,
para poder decir: «Yo no he caído tan bajo como esa, no me he de-
Aparentemente es el fariseo, como dueño de la casa, quien pro- gradado tanto, me he mantenido limpio». Una especie de curiosa
grama el encuentro con el Maestro. Pero el protocolo queda des- autocanonización, fundada más en la depravación ajena que en los
baratado por la llegada imprevista de una mujer que está en boca propios méritos.
de todos, que en realidad no figura en la lista de los invitados y cu- Pero ella también conoce a los hombres. Quizás mejor de lo
ya presencia no resulta precisamente grata. Sin embargo, parece que estos se conocen a sí mismos (o creen conocerse). Y conoce
que Jesús tiene muy en cuenta esta presencia tan embarazosa. incluso a las mujeres... a través de sus maridos.
«En esto, una mujer...». Sin duda es una intrusa. Su entrada en Conoce el hedor de una sociedad corrompida. Conoce a las
casa de una persona de bien tiene todo el aire de una provocación. personas «honradas». Las que se cubren de honestidad como si se
¡Qué atrevimiento! tratase de una crema para la piel. Pero ella sabe que bajo la capa
del buen nombre, de la moralidad, de la hipocresía, está todo lo de-
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Los dos deudores 27

más. No, ella no se deja impresionar por las apariencias ni por las
tarjetas de visita. hasta ayer, conserva su gracia de mujer, que se ha hecho humilde y
Los otros se ven obligados a interpretar un papel, a ponerse la agradecida» (sor Marie-Thérése).
careta. Ella al menos tiene el mérito de presentar su verdadero ros- Sus gestos tienen la espontaneidad y la seguridad de una mujer
tro. No muy limpio, pero suyo. que se siente amada y que finalmente llega a amar. Besa los pies
Y seguro que en ella existe alguna zona intacta, no contamina- que han caminado, que se han desollado por todos los caminos del
da. En lo profundo de su alma, probablemente, conserva un secre- mundo en busca de las ovejas perdidas (y también en la busca, aún
to que defiende con celo. Algunos nobles venidos a menos, arrin- más difícil, de las que jamás han abandonado el redil...).
conados en una angosta buhardilla, obligados a racionar el pan, «Llorando...». También para ella esto era una complicación. El
guardan en el fondo de un arca una joya minúscula que se libró de vaso de perfume estaba previsto. Las lágrimas, sin embargo, no es-
la casa de empeños y que les recuerda los tiempos prósperos. taban previstas. Pero desde el momento que empezaron a brotar,
También ella. Una existencia desquiciada. Pero, en un rincón, las utiliza en su liturgia hecha de conmoción.
protegido obstinadamente contra las continuas desilusiones y las Hoy, incluso en ámbitos cristianos, se miran las lágrimas con
experiencias más degradantes, queda un retazo de esperanza. Es- sospecha, como si hubiera que avergonzarse de ellas. Una debili-
peranza de encontrar a alguien que no la considere sólo como un dad. Muchos prefieren lloriquear que llorar. En el aburguesamien-
objeto de placer. Esperanza de poder ofrecerle su corazón, además to espiritual que caracteriza a tantos sectores del catolicismo ac-
de su cuerpo. Esperanza de comenzar todo de nuevo, de partir de tual, algunos llegan a reírse del «don de lágrimas». Un maestro,
cero, reencontrando el hilo de aquella madeja enmarañada que es que lleva anillo pastoral en el dedo, campeón de una postura reli-
su existencia. Esperanza de ser finalmente comprendida. giosa bajo el signo de la fuerza y de la dureza, llega incluso a de-
cir que hay que dejar de «llorarse encima».
Y sin embargo las lágrimas tienen algo de carismático y repre-
sentan la consumación del arrepentimiento. No hay nada más aje-
Las lágrimas, segundo bautismo
no al espíritu del cristianismo que la insensibilidad de un corazón
petrificado.
«Se presentó con un vaso de alabastro lleno de perfume, se pu-
so detrás de Jesús junto a sus pies, y llorando comenzó a bañar con Juan Clímaco tiene una expresión sorprendente: «La fuente de
sus lágrimas los pies de Jesús y a enjugárselos con los cabellos de las lágrimas después del bautismo es algo mayor incluso que el
la cabeza, mientras se los besaba y se los ungía con el perfume». propio bautismo»1. En una palabra, el llanto sería una especie de
segundo bautismo. Expresión de arrepentimiento, purifica la natu-
Cada uno reza a su manera. Aquí, la oración de la pecadora es-
raleza, restituye la belleza de la creación, porque, como decía Pa-
tá hecha de silencio y de lágrimas. Su liturgia, bañada de ternura,
blo VI, «el rostro más hermoso y luminoso es el rostro bañado por
se sirve de un vaso lleno de perfume y de sus cabellos, como si
las lágrimas».
fuesen «objetos sagrados». Ella se inventa los ritos.
Las lágrimas incluso pueden ser un deber ineludible. De nue-
Probablemente ya había visto a Jesús, le había escuchado, ha-
vo nos lo explica Juan Clímaco en su Escala espiritual: «Nadie
bía quedado impresionada. Quizás él la había mirado con un gesto
nos acusará de no haber hecho milagros, de no haber sido teólo-
de reproche y de confianza. Le había tocado, con mano segura,
gos, de no haber tenido visiones; pero ciertamente deberemos res-
aquel retazo de esperanza oculto en el único rincón «limpio». Y
desde entonces se había iniciado el cambio.
A los ojos de los hombres seguía siendo una pecadora. Pero
1. Comenta V Lossky: «Este juicio puede parecer paradójico, y puede inclu-
«dentro» había cambiado. Se sentía como «habitada» por aquel so escandalizar si se olvida que el arrepentimiento es el fruto de la gracia bautis-
hombre. Ahora venía a darle gracias. «No se corta los cabellos en mal, esa misma gracia adquirida, hecha propia por la persona, convertida en ella
señal de penitencia. Los utiliza para gloria de Cristo. Seductora en el don de las lágrimas, señal segura de que el corazón ha sido fundido por el
amor divino» (Teología mística de la Iglesia de Oriente, Barcelona 1982).
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Los dos deudores 29
ponder ante Dios del hecho de no haber llorado incesantemente
por nuestros pecados». Y por si fuese poco, se añade a ello la mortificación de ver que
El arrepentimiento, expresado por las lágrimas, se puede con- le proponen como ejemplo (¡y reproche!) el comportamiento de la
siderar como el puente que permite pasar del temor a la orilla de la pecadora.
esperanza. Isaac el Sirio tiene una palabra penetrante a este propó- Se empieza con una parábola fácil, la de los dos deudores, y se
sito: «El arrepentimiento es el fuerte temblor del alma ante las le pide a Simón que saque la conclusión. «Has juzgado bien». Cier-
puertas del paraíso». tos individuos lo saben todo, sus juicios son siempre acertados. Lo
Entre las bienaventuranzas evangélicas debemos redescubrir malo es que no entienden nada. Y entonces el Maestro les obliga a
esa que proclama: «Dichosos los que ahora lloráis...» (Le 6, 21). mirarse en el espejo (el espejo de la mujer): «¿Ves a esta mujer?
Quien se reconoce pecador no se avergüenza de sus lágrimas. Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies,
Sabe que devuelven a sus ojos la capacidad de contemplar al Señor. pero ella ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado
con sus cabellos. No me diste el beso de la paz, pero esta, desde
que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con aceite
Los pensamientos que huelen perfumado mi cabeza, pero esta ha ungido mis pies con perfume».
No hay nada que decir, un chaparrón capaz de levantar la delicada
«Al ver esto el fariseo que lo había invitado, pensó para sus piel del fariseo...
adentros: 'Si este fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que
lo está tocando, pues en realidad es una pecadora'». Se advierte en
él la sorpresa, el desprecio, pero también un secreto regusto: «Ya Una salida lógica
me parecía a mí que este es un profeta de pacotilla; ni siquiera sa-
be qué tipo de mujer es esa que le está 'tocando'». Cerrado el incidente y cerrada la parábola que originó el inci-
Pero no tiene la valentía de decir en voz alta lo que piensa. Se dente. Sin embargo, la conclusión no va en la dirección que uno se
limita a pensarlo «para sus adentros». podría esperar.
Dime qué piensas de los demás y te diré quién eres. Hay gente Según el desarrollo de la parábola, sería lógico sacar estas con-
que sólo tiene una coherencia: la de confrontar los propios pensa- secuencias: el perdón de la deuda es causa y medida del amor.
mientos sobre los demás y la propia conducta. O sea, los juicios Cuanto más «agraciado» se sienta uno, más amor demuestra. En
que se formulan con respecto a los otros revelan lo que uno es ca- una palabra: el perdón precedería y produciría el amor.
paz de hacer. Se piensa mal porque se obra mal. El «pensar mal de Sin embargo, Jesús, con uno de sus habituales e imprevistos
los otros» es la garantía de nuestra capacidad para realizar esas cambios de lógica, apunta en la dirección opuesta: el corazón de la
mismas acciones, si se presenta la ocasión. mujer ha cambiado completamente desde el momento en que se
Dostoievsky decía que si los pensamientos de los hombres reconoció pecadora. Si ha realizado todos esos gestos, quiere decir
oliesen, se esparciría por el mundo un hedor tan insoportable que que su corazón ya estaba lleno de amor. Por eso «se le han perdo-
todos morirían apestados. nado sus muchos pecados, porque ha amado mucho». No es el per-
Cristo no sólo sentía el mal olor de ciertos pensamientos, sino dón, como exigiría la lógica, el que provoca el amor, sino el amor
que los leía en voz alta, como en un libro abierto: «Simón, tengo es el que suscita y mide el perdón2.
que decirte una cosa...». Y el fariseo sintió la humillación de ver- Para el fariseo la conclusión es distinta y más lógica: «Aquel a
se cogido en «flagrante delito de pensamiento» y de que le dieran quien se perdona poco ama poco».
una lección detallada de buenos modales.
2. Estas reflexiones las desarrolla con rigor crítico R. Bernard, Le mystere de
Jésus I, Mulhouse 1963, 354-355 (versión cast.: El misterio de Jesús, Barcelona
1965).
30 Las parábolas de Jesús Los dos deudores 31

Los que murmuran y la que se va de allí «ligera» Pero me parece que ninguna de las dos parábolas logra sacar al
descubierto al pobre hombre escondido en el fariseo, que prefiere
«Los comensales se pusieron a pensar para sus adentros: permanecer protegido por sus harapos rutilantes de personaje de
'¿Quién es este que hasta perdona los pecados?'». De nuevo pen- bien, estimado y reverenciado por los demás, y no quiere saber na-
samientos escondidos. Pero las murmuraciones y el escándalo de da de lo que alberga en lo íntimo de su ser. No ha entendido que la
los presentes no impiden a Jesús que realice hasta el fondo su ac- grandeza -y la salvación- del hombre consiste en admitir esto:
ción de recuperar a la mujer. El estrépito de los malos pensamien- «Soy un pobre hombre».
tos no impide la fórmula de absolución que Jesús se apresta a pro- No ha caído en la cuenta de que el verdadero pecado es la fal-
nunciar con solemnidad: «Tus pecados quedan perdonados». Y ta de amor. Que el arrepentimiento es reconocer humildemente los
después la despide con una fórmula litúrgica: «Vete en paz», pre- propios incumplimientos del código del amor, y desear intensa-
cedida de una confidencia: «Tu fe te ha salvado». Probablemente mente amar y ser amado. Que el perdón no es otra cosa que expe-
ella lo ha interpretado así: «Tu amor te ha salvado». rimentar la plenitud del amor.
La mujer se va. Todos la consideraban una mujer «ligera de El fariseo «sabe» los pecados de la mujer intrusa. Pero «no sa-
cascos». Pero solamente ahora se siente de verdad «ligera». be» que ninguna virtud puede llenar y sustituir el vacío de amor.
Se le ha restituido un corazón nuevo, puro y fresco como el de Él se contenta con estar en regla, con ser irreprochable, irre-
un niño. Ahora puede empezar a amar de verdad. Porque se siente prensible, con mantener el orden exterior. Tiene miedo de las lá-
amada. grimas, porque le estropearían el maquillaje de actor religioso con-
Y el fariseo, que había invitado a Jesús para «estudiarlo», si sumado y la máscara de respetabilidad.
quiere saber algo acerca del Maestro, deberá dirigirse a aquella No acepta el riesgo de ser despojado de las apariencias, de des-
mujer. cubrir la propia miseria escondida y de emprender el camino com-
Y con él, todas las personas «virtuosas» del mundo. prometido del amor fiel.

Ninguna de estas dos parábolas consigue convertir al fariseo A Cristo no le gustan los monumentos

Simón, que aunque ha invitado a Jesús a su casa -una invita- La seguridad tiene un rostro muy poco tranquilizador. Es el ros-
ción a comer más bien formal, quizás para conseguir un diploma tro irreprensible del fariseo que ha invitado a Jesús y que mueve la
de importancia frente a la gente, o incluso para someter al huésped cabeza ante la aparición no programada de aquella «mujerzuela».
al examen de su mirada suspicaz e indagadora- ha equivocado cla- La seguridad tiene un aspecto sombrío. Asume una postura
morosamente el protocolo. sospechosa. Tiene un aire triste. Sus ojos indagadores buscan algo
Se ha hecho ilusiones de que él iba a admirar sus méritos. Y no que merezca una desaprobación, un desprecio.
le ha permitido inspeccionar las miserias y hacérselas descubrir. Incluso cuando sonríe, el fariseo -seguro de sí y de sus virtu-
El fariseo no deja que le desmantele las impenetrables defensas des- sonríe contra alguien. Su sonrisa es acusadora.
que le ha levantado la hipocresía. Su máscara de honorabilidad ya La seguridad del fariseo es la presunción. Él se considera ne-
forma parte de él. cesariamente poseedor de la verdad. Se coloca por derecho en la
Aquí hay además dos parábolas que tienen una función revela- categoría de los virtuosos, de los justos. Y, desde esa posición de
dora. La primera es una «parábola en acción» interpretada con he- privilegio, su mirada hacia el otro es la mirada de la sospecha o, a
chos por una pecadora consumada. La otra, contada por el Maes- lo más, de la condescendencia.
tro, la de los dos deudores, ofreció al fariseo la posibilidad de hacer Y también su postura, aunque hacia fuera puede parecer sólida,
la exégesis de la parábola interpretada de verdad por la intrusa. resulta en realidad extremadamente frágil, casi inconsistente. En
32 Las parábolas de Jesús Los dos deudores 33

efecto, el barniz exterior juega un papel relevante en esa máscara Y Jesús, con delicadeza extrema, ha barrido la suciedad -o sea,
de fidelidad y ejemplaridad. «sus muchos pecados»- y le ha devuelto un sentido, una libertad a
El respeto formal, los gestos calculados, el lenguaje controla- aquella existencia desquiciada («vete en paz»).
do, el pensamiento rigurosamente ceñido a lo oficial, la observan- Sin embargo, la máscara de presunción del fariseo resulta im-
cia de las normas disciplinares, demasiado ostentosa para ser au- penetrable. No digo que debajo haya necesariamente suciedad. Al-
téntica y convencida, los ojos opacos, las poses resabidas, el go peor: debajo hay un personaje arrogante, lleno de sí.
escrupuloso respeto de las formas, constituyen la cobertura de un Y entre aquellas paredes blanqueadas pero gélidas, no hay po-
vacío real y de una sustancia muy deficitaria. sibilidad de encender un fuego.
A veces incluso el homenaje rendido a las virtudes esconde un «Simón, tengo que decirte una cosa...». Ten el coraje de per-
cálculo astuto. Y la defensa aireada de la verdad constituye una mitirte un momento de debilidad. Deja filtrar un sentimiento. In-
forma de tutela de intereses inconfesables. tenta recuperar tu rostro de hombre, después de haber raspado esas
Jesús no se deja impresionar por estos monumentos sagrados. tenaces incrustaciones.
Su palabra agrieta el barniz, raspa el estuco, abre grandes grietas Reencuentra tu dignidad, reconociendo la parte de miseria que
en los revoques, rompe sin piedad el envoltorio -y el contenido- te toca.
de cartón piedra. Y sábete que la virtud no tiene por qué oler mal. Por eso esta-
No hay barniz que resista. No hay apariencia que se mantenga. rá bien que preguntes dónde compró «esa mujer» el perfume.
Porque a mí me gusta el perfume, no los monumentos. Los mo-
numentos, ¡ay!, quedan donde están. Y necesitan ser vigilados. Sin
El buen ejemplo dado por una «ramera» embargo, el perfume sólo requiere ser liberado, difundirse.
«Simón, tengo que decirte una cosa...».
«Simón, tengo que decirte una cosa...». No se pone a discutir ¿Por qué no dejas de poner esa cara seria, ese ceño fruncido, y
con él. Le cuenta una pequeña parábola y le obliga a pronunciarse. recuperas la alegría de ser auténtico?
Le obliga, sobre todo, a confrontarse con el ejemplo dado por una
«ramera». La comparación con los gestos -como una liturgia de la
ternura- realizados por una mujer «de esa clase» resulta netamen- Provocaciones
te desfavorable para él.
«Tú no me diste...»: una acusación repetida tres veces. Tres 1. «Se le han perdonado sus muchos pecados, porque ha ama-
colosales incumplimientos. Y todo sintetizado en un único capítu- do mucho. En cambio, a aquel a quien se perdona poco, ama po-
lo de acusación: amor escaso. co...».
El monumento es perfecto, pero frío, distante, aparatoso. Ame- Sin embargo, el perdón limitado, restringido no se debe a esca-
nazador. sa generosidad del prestamista, sino al pecado imperdonable de
Jesús no se encuentra a gusto en esa casa honorable. Por suer- quien no se considera culpable, a la ceguera de quien le gusta la
te ha entrado, quién sabe cómo, una mujer poco recomendable, pe- luz para brillar y no para dejarse registrar por dentro.
ro capaz de gestos auténticos, espontáneos, no previstos en el rígi- 2. «Nada debe cambiar, todo continúa como antes» es el pro-
do protocolo. Lágrimas, perfume, besos y un uso bastante insólito grama del fariseo (se puede leer entre líneas en las invitaciones y
de los cabellos. Todo para expresar arrepentimiento, afecto, fe. hasta en el menú). Y pierde la ocasión irrepetible de que suceda al-
La acogida del fariseo se ha limitado al espacio exterior. La go nuevo y decisivo en aquella existencia «regular».
mujer pecadora no ha dudado en ofrecer a Jesús las paredes de un 3. Hay algo peor que ser deudor moroso e insolvente. Y es re-
corazón que, a pesar de las miserias, ha conservado intacta la ca- chazar que Alguien pague, con sus manos traspasadas por los cla-
pacidad de abandonarse sin reservas a un amor más grande. vos, nuestras deudas, quizás haciéndose la ilusión de saldar la
34 Las parábolas de Jesús
Los dos deudores 35
cuenta con regulares y miserables pagos... con moneda falsa, aun
que vaya barnizada de religiosidad. sigue actuando sin preocuparse de los que la rodean y la miran.
Sus gestos han sido preparados y son significativos.
Es importante advertir que no son gestos de quien va a pedir
Pistas para la búsqueda perdón, sino de quien muestra una gratitud infinita. Por eso no es
necesario que esta mujer pronuncie una sola palabra: los gestos
Perdón y amor que realiza ya son elocuentes por sí mismos y sabe que Jesús los
comprende bien...
El lector atento advierte un contraste entre la conclusión que Refiriéndose a estos gestos suyos después de la parábola, Jesús
Jesús saca de la parábola («Se le han perdonado sus muchos peca- los explica como actos de amor (v. 47). Pero, como demuestra la
dos, porque ha amado mucho») y la dirección del relato en su con- misma expresión utilizada al final de la parábola («¿Quién de ellos
junto, al final del cual nos esperaríamos, lógicamente, una inver- lo amará más?»), se trata de un amor de gratitud; el arameo, pobre
sión de los términos: porque se le perdonó mucho, ama mucho de vocablos, se sirve del verbo «amar» para decir también «agra-
Este desplazamiento puede significar también que la reanudación decer», no sin razón, porque en realidad sólo quien ama sabe ver-
de la parábola por parte de Lucas ha cambiado de alguna manera daderamente ser agradecido (L. Algisi)4.
la perspectiva originaria. Es sorprendente además que el contraste
aflore también en las dos partes del mismo versículo final (7, 47V
Quizás un usurero, que por una vez...
en la primera, el amor precede al perdón; en la segunda, lo sigue
(«A aquel a quien se perdona poco, ama poco»). El punto de partida de la parábola es el hecho de un perdón
La incongruencia subrayada, como se ha dicho, puede ser la concedido a dos deudores que debían al mismo prestamista canti-
pista de una formación trabajosa de la parábola. Pero ahora -en la dades de diversa entidad. Es verdad que se trata de un prestamista
redacción final- hay que resolver tal discordancia refiriéndonos a extraordinario, pero el relato no nos impide imaginárnoslo como
lo que la parábola quiere expresar: la relación de Dios con el hom- un usurero, que normalmente es cruel cuando exige la restitución
bre y del hombre con Dios. Es una relación que tiene dos aspectos de sus préstamos. Sin embargo, una vez se siente generoso y per-
ambos verdaderos y presentes en la enseñanza evangélica. El pri- dona a dos de sus infelices clientes toda la deuda.
mero, que en nuestro texto tiene sin duda un relieve prioritario, es ¿Por qué?, ¿a lo mejor los dos han pedido la gracia, el perdón?
que el perdón de Dios precede a nuestro amor hacia él, siendo su No hay por qué suponer necesariamente todo esto; el perdón po-
motivo y su medida. El segundo es que nuestro amor a Dios es la dría ser también iniciativa exclusiva del prestamista. Cualquier ex-
señal de que su perdón ha sido acogido y entendido y, por tanto, plicación es superflua... (L. Algisi)5.
que realmente nos ha alcanzado. Aparentemente estos dos aspec-
tos se contradicen, pero en realidad su relación es circular. El amor
de Dios determina el nuestro, y observando el nuestro se percibe si La grande y la pequeña gratitud
el de Dios está de verdad presente en nosotros (B. Maggioni)3.
Jesús propone la parábola para justificar que se ha dejado tocar
por una prostituta. Confronta la deuda grande con la pequeña, la
La gratitud, lenguaje del amor grande y la pequeña gratitud. Porque la mujer demuestra una gra-
titud mayor, está más cerca de Dios que el fariseo, aunque haya vi-
Todo lo que hace la mujer revela coraje y determinación: des- vido en el pecado (A. Kemmer)6.
pués de haber tenido la valentía de entrar en la casa de un fariseo,
4. L. Algisi, Gesü e le sue parabole, Cásale Monferrato 1963.
3. B. Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992. 5. Ibid.
6. A. Kemmer, Le parabole di Gesü, Brescia 1990.
36 Las parábolas de Jesús Los dos deudores 37

La gran cancelación El amor no mira lo negativo

Aquí el perdón no se entiende como la rebaja de transgresiones Jesús está junto al fariseo en la mesa, pero está infinitamente
aisladas, sino como la gran cancelación de todo lo que esclaviza al lejos de él. Porque la ley de Jesús es el amor, entendido como be-
ser humano, auténtico «rescate» ofrecido a todos (A. Comba)7. nevolencia de Dios y, por consiguiente, también del hombre hacia
los que, según una definición de la ley, están en el pecado. El amor
Dios es así no mira lo negativo, no mira la contradicción de un hombre con la
ley; mira sus íntimas exigencias, el estímulo interno que, quizás, le
Está claro que Jesús habla de Dios. Así es Dios, ¡tan incom- ha llevado a estar en contraste con la ley, pero que pone su aten-
prensiblemente bueno! ¿No comprendes, Simón? El amor de esta ción en otra cosa, en una plenitud, en una experiencia vital que
mujer, ante la que tú frunces el ceño, es una expresión del agrade- colme las esperas del corazón. Sí, el corazón acoge esta espera, es-
cimiento desbordante por la incompresible bondad de Dios. ¿Có- ta necesidad profunda; se abre camino a través de la maraña de las
mo te equivocas con ella y conmigo, y cómo te falta lo mejor? (J. violaciones morales para fijarse en el germen intacto que existe
Jeremías)8. también en el corazón de la más corrompida prostituta, y su mila-
gro es suscitar ese germen, constituirlo principio consciente de un
modo nuevo de vivir. Es paso de la muerte a la vida...
El desierto interior puede florecer
Nosotros nos imaginamos a esta mujer saliendo de la casa del
El misterio del hombre pecador es un misterio abierto, puede fariseo distinta, confiando en sí misma, capaz de discernir cuál es
ser desgarrado por el amor, como sucede con la pecadora. No te- el amor que busca (E. Balducci)".
nemos ningún derecho para medir ese misterio con nuestro metro
arrogante de hombres de bien y «justos». Un desierto interior pue-
de florecer de una manera admirable e inesperada (G. Ravasi)9.

Aquel perfume ha inundado el mundo

El gesto de esta mujer no estaba motivado por el ímpetu feme-


nino hacia una figura fascinante, sino por la gratitud hacia el úni-
co Hombre que le había mirado con ojos que la liberaban; no con
los ojos de los justos que son peligrosos porque crucifican al pe-
cador en su pecado, y tampoco con los ojos de los libertinos que
utilizan a la pecadora y después la desprecian, sino con esos ojos
que invitan al reino de la libertad. El ímpetu de esta mujer era el
ímpetu de todos los oprimidos en la conciencia. El perfume de
aquella estancia ha llenado el mundo (E. Balducci)10.

7. A. Comba, Leparabole di Gesú, Torino 1978.


8. J. Jeremías, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.
9. G. Ravasi, Celebrare e vivere la Parola, anuo C, Milano 1982.
10. E. Balducci, // Vangelo dellapace, armo C, Roma 1985.
11. Id., // mandorlo e ilfuoco, armo C, Roma 1979.
El samaritano 39

«UN HOMBRE BAJABA DE JERUSALÉN A JERICÓ. ..»

Imitadores y predicadores

Ciertamente esta parábola es uno de los textos más comentados


del evangelio. La han honrado con sus comentarios intérpretes
ilustres, plumas célebres. Pero, por suerte, las interpretaciones no
«Se levantó entonces un maestro de la ley y le dijo
se han limitado a las páginas de los libros: han pasado, la mayor
para tenderle una trampa: 'Maestro, ¿qué debo ha-
parte de las veces en silencio, a la escena de la vida ordinaria. Es
cer para alcanzar la vida eterna? 'Jesús le contestó:
más, me atrevo a decir que el samaritano introducido en la historia
'¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? 'El
o también en la crónica popular redime al «buen samaritano» reci-
maestro de la ley respondió: 'Amarás al Señor tu
bido en la literatura con todos los honores.
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con to-
das tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo Y redime también al «buen samaritano» propuesto como per-
como a ti mismo'. Jesús le dijo: 'Has respondido co- sonaje banalmente «edificante» por muchos predicadores, usado
rrectamente. Haz eso y vivirás'. Pero él, queriendo como una especie de soporte no del amor verdadero, sino de la li-
justificarse, preguntó a Jesús: '¿Y quién es mi próji- mosna y de la beneficencia, o incluso de una difusa filantropía.
mo? 'Jesús le respondió: 'Un hombre bajaba de Jeru-
salén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores
que, después de desnudarlo y golpearlo sin piedad, se El experto
alejaron dejándolo medio muerto. Un sacerdote ba-
jaba casualmente por aquel camino y, al verlo, se «Se levantó entonces un maestro de la ley y le dijo para ten-
desvió y pasó de largo. Igualmente un levita que pa- derle una trampa...». Es la vieja religión la que habla por boca de
só por aquel lugar, al verlo, se desvió y pasó de lar- este superexperto. Es la vieja teología que plantea la enésima dis-
go. Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar cusión en el plano teórico.
junto a él y verlo, sintió lástima. Se acercó y le ven- Pero Jesús no se deja enredar en un debate académico. Se sien-
dó las heridas, después de habérselas curado con te muy lejos de la maraña casuística. Evita la telaraña de las pre-
aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo cisiones, de las disquisiciones doctas. No le gusta el juego de pa-
llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, sacan- labras. Introduce el problema en el cauce de la vida. No presenta
do dos denarios, se los dio al mesonero, diciendo: una tesis, sino un hecho concreto. Y obliga al interlocutor a hacer
Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi las cuentas con los hechos. Le obliga no a elegir una teoría, sino
vuelta. ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo una actitud práctica.
del que cayó en manos de los salteadores? 'El otro le Al final no le pregunta: «¿Has entendido bien?». Ni tampoco le
contestó: El que tuvo compasión de él'. Jesús le di- recomienda: «¡Preocúpate de no olvidar esta lección!». Le impone
jo: 'Vetey haz tú lo mismo'» (Le 10, 25-37). brutalmente: «Vete y haz tú lo mismo».
El escriba había venido a discutir, a disputar, a argumentar. Y
se va con una obligación precisa que tiene que llevar a la vida. La
vieja cultura religiosa pretendía hablar. Jesús le pone la mordaza.
En compensación, le obliga a mover las piernas, no la lengua. Y a
hacer funcionar el corazón. El experto, en la nueva religión, ya no
es «el que sabe», sino «el que hace».
40 Las parábolas de Jesús
El samaritano 41

El gesto preciso Bastan veintisiete kilómetros para dividir a los hombres


«¿Y quién es mi prójimo?». El escriba quiere una ficha, la lis- «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó...». Veintisiete kiló-
ta detallada de las personas a las que hay que considerar como metros de un camino que baja en picado, partiendo desde casi
«prójimo». Una especie de lista de los pobres, de las familias ne- ochocientos metros de altitud sobre el nivel del mar y, zigza-
cesitadas. La dirección «exacta» de los individuos a los que puede gueando en medio de un desierto calcáreo, llega a Jericó, la ciudad
abrir su corazón sin excesivos riesgos. de las rosas a trescientos metros bajo el nivel del mar. Un escena-
Jesús da un vuelco radical a la pregunta: «¿Quién de los tres te rio pavoroso, alucinante. Un entorno propicio para encuentros no
parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteado- precisamente agradables. Se le llamaba, siniestra y significativa-
res?». No quiere precisar quién es el prójimo en pasiva. Sino que mente, «el camino de la sangre».
quiere descubrir quién es el prójimo en activa. No el prójimo como Veintisiete kilómetros que bastan para dividir a los hombres en
objeto, sino como sujeto del amor. dos categorías: los que pasan de largo y los que se detienen; los
Cristo desplaza el centro de interés. El doctor de la ley se colo- que «recorren su camino» y los que se preocupan por los demás;
ca en el centro, sobre el pedestal, y pone a los demás a su alrede- los que exhiben el certificado sellado con un «no es cosa mía» y
dor. «¿Quién es mi prójimo?». El Maestro explica que este centro aquellos que se sienten responsables de todo y de todos; los que no
no es el yo, sino cualquiera que se encuentre en mi camino y ne- quieren complicaciones y los que hacen acto de presencia ante el
cesite mi ayuda, mi comprensión, mi amor. dolor que hay en el mundo; los que no hacen daño a nadie y los
El problema fundamental del cristiano no es el de saber quién que saben inclinarse ante cualquier necesidad; los que tienen que
es su prójimo, o sea, la categoría de personas que le permiten ejer- ocuparse de «cosas importantes», de «asuntos urgentes», y los que
citar la caridad con el menor costo posible. El problema esencial se preocupan del sufrimiento ajeno.
consiste en «hacerse prójimo», desplazando el centro de interés Veintisiete kilómetros vigilados por la mirada de Dios. En
del yo a los otros. El samaritano ha sabido colocarse en la pers- efecto, esta parábola está dentro de la misma perspectiva que la del
pectiva justa, o sea, del lado del otro. fariseo y el publicano (Le 18, 9-14). Allí, en el templo, dos hom-
Por tanto, no se trata de saber a quién debo amar, sino de caer bres rezan y Dios los observa. Aquí, a lo largo de los recovecos de
en la cuenta de que todos tienen derecho a mi amor. Debo acercar- un camino infame, nos encontramos a un hombre medio muerto, a
me, hacerme vecino, «próximo» de todos, especialmente de los algunos individuos que se acercan y a Dios observando, fotogra-
más lejanos. Solamente así, acercándome, anulando distancias, fiándolo todo.
podré escuchar sus gemidos, oír su grito silencioso, descubrir sus Puedo engañarme y pasar de largo. Nadie me ve. El pobre
sufrimientos o, al menos, intuirlos, captar sus llamadas de amor, hombre, que siente cómo se le escapa la vida por las heridas, ya ni
incluso las no expresadas. siquiera tiene fuerzas para abrir los ojos. Pero no es así. Alguien
Siempre es muy fácil crear distancias inmensas en nuestro ca- me está espiando. Dios me observa cuando estoy en la iglesia. Y
mino. Gente antipática, molesta, tonta, inoportuna, vulgar, despe- también cuando voy por el camino. Para él también el camino es
chada. Y pasamos a su lado, los rozamos, convencidos de que sus importante. Como la iglesia. Camino e iglesia son el lugar del en-
problemas y sus angustias no nos conciernen. cuentro.
Un censo del prójimo sólo serviría para aumentar las distan- Veintisiete kilómetros pueden determinar mi salvación o mi
cias, para multiplicar los excluidos de mi amor. condenación. Veintisiete kilómetros, e incluso menos. Puede ser
Sin embargo, basta acertar con el gesto exacto, precisamente el suficiente un pasillo, pocos metros, una ventanilla, un despacho.
del samaritano. Y entonces la pregunta sobre «quién es mi próji- Basta con que una persona me necesite: ese es mi camino que ba-
mo» carece de sentido. La he resuelto anulando las distancias, ha- ja de Jerusalén a Jericó. Donde, si pierdo tiempo, gano la eterni-
ciéndome próximo. dad. Mi salvación coincide con la salvación del otro.
42 Las parábolas de Jesús El samaritano 43

El «papel» Sin embargo, para un cristiano el problema consiste en saber si


«el otro lado» es el bueno. En efecto, la parte más cómoda puede
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de resultar la parte equivocada.
unos salteadores que, después de desnudarlo y golpearlo sin pie- De todas formas, el sacerdote y el levita escogieron precisa-
dad, se alejaron dejándolo medio muerto». mente la parte cómoda, dieron un rodeo por «el otro lado» y si-
Sí, de esta salimos bien parados. Para tranquilizarnos decimos: guieron tranquilamente adelante.
no es más que una parábola, un hecho imaginario, una fábula. Dan ganas de perseguirlos, de tirarles del manto y preguntar:
Pero el Señor esta vez no ha tenido que utilizar mucho la fanta- -¿Por qué no os habéis detenido? ¿Es que no habéis visto a ese
sía. Se ha limitado a echar una ojeada a la crónica de sucesos. Ha- pobre hombre?
bía material más que suficiente para construir su parábola punto Sí, lo han visto. Pero tenían razones válidas para no detenerse.
por punto con hechos verdaderos, con personajes bien definidos. Quizás la primera de todas fuera una preocupación de tipo ri-
No hay un solo hombre moribundo. Como tampoco hay sólo tual. El contacto con un cadáver (o candidato a serlo) ensucia,
una banda de salteadores. Como tampoco hay solamente un sacer- vuelve «impuros» y, por tanto, inadecuados para el servicio del
dote, un levita ni, afortunadamente, un único buen samaritano. templo. Y luego, además de «tutelar» la pureza, hay que respetar
La parábola es interpretada en la realidad por millones de sal- un horario. Hay que observar un reglamento. Cosas importantes
teadores y atracadores, de sacerdotes y acólitos y, ojalá, de sama- que no se pueden eludir. Tienen prisa, no pueden perder tiempo.
ritanos. Cada uno tiene su papel. Un papel real, en el escenario de La parada no está prevista en su orden litúrgico del día. Quizás de-
la vida. Hay quien comete infamias, quien lleva su peso, quien se cidieron acudir a las autoridades competentes para elevar una
desentiende y quien «paga» por todos. Y Cristo conoce nombre y «enérgica protesta» por la falta de seguridad en aquel camino in-
apellidos de cada uno de los actores. Está informado del compor- fectado de ladrones y salteadores...
tamiento de millones de personajes. Y mientras tanto aquel desgraciado se está muriendo.
Luego, ¿cuál es mi papel? No hay director que me lo asigne. También nosotros siempre tenemos a mano razones válidas pa-
Soy yo quien debo escogerlo. Jesús se ha limitado a contar, a refe- ra sacudirnos los compromisos del amor. La sangre ensucia. No
rir lo que ve. Pero soy yo quien «hago» la parábola. Y cuando Je- quiero líos. No tengo nada que ver en este feo asunto, con entresi-
sús dice «salteadores», «sacerdote», «levita», «samaritano», me jos inquietantes. Tengo que preocuparme de mis asuntos. Ni si-
doy cuenta de que me llama por mi nombre. quiera sé quién es ese individuo. Que se preocupen las autoridades
Mi nombre está escrito en el evangelio, mi acción está registra- competentes... Pero mil «razones válidas» ante Dios equivalen a
da en el evangelio, en el capítulo diez de Lucas... no tener razón.
Y el camino sigue siendo maldito. No por la presencia de los
bandidos, sino por la falta de amor. Por el «rodeo» del sacerdote y
Culpable de tener razón del levita y de quien se asemeja a ellos. Culpables de haber hecho
callar al corazón. Con «razones válidas».
«Un sacerdote bajaba casualmente por aquel camino y, al ver- No son los salteadores los que hacen temible el camino, sino la
lo, se cambió al otro lado del camino y pasó de largo. Igualmente indiferencia, el desentendimiento de los buenos.
un levita que pasó por aquel lugar, al verlo, tomó el otro lado del
camino y pasó de largo...».
Por suerte todos los caminos tienen dos lados. Y siempre hay Lo que no nos esperábamos
«otro lado» a disposición, cuando uno no se quiere quemar los
ojos ante una realidad demasiado incómoda y tener la conciencia «Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto a él y ver-
tranquila. lo, sintió lástima. Se acercó y le vendó las heridas, después de ha-
44 Las parábolas de Jesús El samaritano 45

bérselas curado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalga- tantum y después silencio cuando se trata de asegurar un servicio
dura, lo llevó al mesón y cuidó de él». continuado.
Al llegar aquí, en el desarrollo de la historia esperaríamos, ló- Parece que muchos prefieren coleccionar emociones en lugar
gicamente, que entrase en acción, tras el sacerdote y el levita, el de asumir un compromiso que se caracterice por la continuidad.
laico judío. Pero Jesús, con uno de sus golpes de efecto descon- Muchos pretenden percibir gratificaciones personales, más que
certantes, presenta a un tipo poco recomendable, un cismático, un desembolsar los «dos denarios» (y el resto después) como hizo el
individuo con quien un israelita piadoso no quería saber nada. samaritano.
Él, el samaritano, el renegado, el excomulgado, supo encontrar «Vete y haz tú lo mismo». Tratándose de amor, es significati-
inmediatamente el gesto adecuado. Vio al herido y no ha dudado vo que Cristo use dos verbos que indican movimiento («vete») y
en pasar por el lado correcto del camino: por donde estaba el obs- acción («haz»). «Andar» y «hacer», he ahí dos verbos que faltan
táculo, el tropiezo imprevisto. en el vocabulario del intelectual.
¿Un desconocido? No le interesa saber su identidad. Le basta- El escriba que había preguntado a Jesús sólo demuestra que
ba saber que era un hombre. Había razón más que suficiente para quiere «saber». Al final se encuentra con que hay algo que «ha-
pararse, para acercarse, para perder tiempo, para abandonar sus cer».
planes de viaje, para vaciar su cartera. Simplemente ha dejado ha- Y por si le surge alguna dificultad, se le ofrece también un
blar al corazón. Y él le ha sugerido el comportamiento adecuado. ejemplo, un modelo en que inspirarse. No un intelectual, sino uno
En el templo, el sacerdote y el levita realizan todas las ceremo- que, aun no teniendo las ideas del todo ortodoxas en asuntos de re-
nias de una manera exacta, impecable, según las rúbricas. Pero hay ligión, en el terreno de la práctica, tenía algo que enseñar también
motivo para dudar que encontrasen a Dios, o que Dios se dejase a los intelectuales con dificultades para doblar la espalda...
encontrar por ellos. Jesús se manifiesta impaciente por empujar a los «conocedo-
El samaritano, ignorante y despreciado, se encontró con Dios res» de la ley hacia la «praxis» en el terreno concreto de la caridad,
en un recodo del camino. No faltó a la cita decisiva. la única que asegura la plena comprensión de su palabra.
«Lo llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al mesonero, diciendo: 'Cuida de él, y lo que
gastes de más te lo pagaré a mi vuelta'». Por dos veces aparece el La sonrisa de Jesús
verbo «cuidar». Primero el samaritano cuida personalmente del
herido. Después lo confía al mesonero recomendándole que cuide De vez en cuando se plantea la pregunta de si Jesús reía algu-
de él. En este segundo caso, podría parecer una delegación, un na vez o, al menos, sonreía.
descargo de responsabilidad. En realidad, el samaritano se mani- El evangelio no nos informa al respecto, por lo menos de una
fiesta dispuesto a pagar personalmente («Sacó dos denarios... 'Lo manera explícita. Pero, leyendo entre líneas, la sonrisa aflora más
que gastes de más, te lo pagaré a mi vuelta'...»). de una vez. Como en este caso.
El amor jamás abandona al hombre a sí mismo. La caridad exi- El Maestro sabe que un judío no pronuncia con gusto ese nom-
ge continuidad, fidelidad. A veces existe una caridad que funcio- bre. El samaritano es, precisamente, la persona que no se puede
na a rachas, a llamaradas intermitentes, toda una serie de fulgura- nombrar. El samaritano es un renegado, por lo que mentar su nom-
ciones, con preocupantes aflojamientos y cansancios no menos bre tiene el peligro de ensuciar la boca. Peor que una blasfemia.
repentinos. Y ahora Jesús, al final de la parábola, dando la vuelta provoca-
En la práctica de la caridad de ciertas personas existe mucho doramente, incluso maliciosamente, a la pregunta inicial del escri-
entusiasmo epidérmico, demasiadas veleidades y hasta búsqueda ba (transforma «¿Quién es mi prójimo?» en: «¿Quién de los tres te
de sensacionalismo. Exaltaciones un poco sospechosas, seguidas parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteado-
de inevitables desencantos. Gestos a lo mejor espectaculares una res?») quiere obligar al escriba a que diga «el samaritano».
46 Las parábolas de Jesús
El samaritano 47
Pero éste no está dispuesto en absoluto a pronunciar el nombre
del enemigo aborrecido. Se las arregla con una perífrasis: «El que A él no le interesan los individuos que sólo comprometen su
tuvo compasión de él». brillante inteligencia, pero que no están dispuestos a dejarse im-
Casi seguro que en ese momento despuntó una sonrisa en el plicar en el plano existencial. No puede soportar una ciencia que
rostro de Jesús. Aunque no consiguió que pronunciara ese nombre, no se convierta en amor y servicio.
el Maestro se siente íntimamente satisfecho: la flecha ha dado de Él no rechaza el encuentro. Pero lo centra en lo esencial, no
todos modos en el blanco; el escriba se ha tragado una indigesta consiente divagaciones abstractas. Conduce el discurso hacia el
lección. plano de lo concreto.

TAMBIÉN EL DOCTOR DE LA LEY FORMA PARTE DE LA PARÁBOLA Cuando el saber no basta

A Jesús no le gusta discutir con los intelectuales Pero ¿de verdad el doctor de la ley deseaba «saber»?
En efecto, existe un saber que es fin en sí mismo. Un saber pa-
El samaritano no es el único protagonista de la parábola. Tam- ra acumular conocimientos. Un saber para exhibirse, impresionar
bién el doctor de la ley tiene un papel importante, si bien limitado a los demás, dar el golpe, acaparar la atención, adquirir fama y ad-
al prólogo y al epílogo. miración.
Digamos la verdad. No son estos los encuentros que Jesús El escriba pretendía discutir, abrir un debate, promover una dis-
agradece. Le gusta más bien estar con gente sencilla, gente sin ex- puta erudita, suscitar una confrontación entre expertos, desarrollar
cesivas complicaciones intelectualistas, sin segundas intenciones, -como se dice hoy- un discurso, resolver un caso, precisar, obje-
cuya búsqueda no está viciada por un problematismo exasperado y tar, hacer presente que...
complacido, por falsas cuestiones. A él le venía bien un saber que no le exigiera implicarse dema-
Por ejemplo, parece que no puede soportar a este escriba, a es- siado. Pero a Jesús no le iba en absoluto ese tipo de discusión no
te intelectual presumido y satisfecho. Es verdad que le escucha, comprometida.
que responde a sus preguntas -aunque sea de una manera expedi- Lo reafirmo: de esta página de Lucas se saca la impresión de
tiva y concisa-, facilita las aclaraciones solicitadas. Pero no ve la que el Maestro no puede aguantar a un individuo de esa especie,
hora de quitárselo de encima. «Vete...», salta al final. dispuesto a justificarse más que a dejarse someter a discusión.
Sin embargo, ahí está el doctor de la ley, con todas sus sutile- Entonces el Maestro se manifiesta impaciente por cerrar el de-
zas, pedante, sabiondo, petulante, presumido, insidioso, pretencio- bate teórico y abrir el capítulo de la acción concreta. Liquidar las
so, un tipo que sabe todo, que responde correctamente, pero que se falsas cuestiones y afrontar el meollo de la cuestión. Echar fuera al
muestra reacio a dar las pruebas inequívocas de los hechos. charlatán desenvuelto y hacer entrar al que lleva las ideas a la prác-
Él pretende discutir hasta el infinito, precisar, medirse con Je- tica. No le interesa someterlo a exámenes teóricos. Sabe que en
sús a golpe de citas doctas, poner a prueba al famoso Maestro, jus- ese campo el escriba saldrá airoso.
tificar su propio saber, definir exactamente el concepto de próji- -¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? -que es tanto
mo, determinar con precisión los límites del amor, establecer sus como decir: Date prisa, porque aquí no está el punto esencial.
confines infranqueables. Está seguro de antemano de que le responderá en la línea de la
Pero Jesús no se presta a ese juego tendente a entablar un de- más perfecta ortodoxia, de la más indiscutible doctrina tradicional.
bate extenuante. Al Maestro no le gusta participar en discusiones Jesús no ve la hora de implicarlo en los exámenes prácticos:
sobre temas abstractos, no se deja envolver en diatribas doctas, no -Haz eso y vivirás.
pone los pies en las arenas movedizas de una casuística abstrusa. E incluso después de la parábola, aquel se las arregla muy bien
para facilitar la interpretación correcta de los comportamientos
48 Las parábolas de Jesús
El samaritano 49
ajenos. Pero Jesús tiene mucho interés en que sepa interpretar
exactamente su papel activo: «Vete y haz tú lo mismo». Un estremecimiento en las entrañas

Al hombre del saber también le viene otro golpe de este otro


¡Qué difícil es conjugar el verbo «hacer»! verbo: «sentir lástima» («Al verlo, sintió lástima...»).
Jesús hace subir al samaritano a la cátedra para que imparta al
Hay que subrayar la insistencia puesta en el verbo «hacer», cu- escriba y a todos nosotros la lección fundamental. El samaritano
ya conjugación debe ser la más indigesta para el docto interlocutor tiene razón, es convincente porque «sintió lástima», o sea, literal-
de Jesús. mente, «sintió un estremecimiento en las entrañas» o «una angus-
Sabes todo. Pero hasta que no hayas aprendido a hacer, dejan- tia en el corazón». Todo eso está muy lejos de crear simplemente
do de hablar, tu saber no vale para nada, es inútil (inutilizable) co- un ligero e inocuo hormigueo en el cerebro.
mo una moneda fuera de curso legal. Más importante que los pensamientos sabios, que las argumen-
El conocimiento, en términos de vida cristiana, no es un saber, taciones sutiles elaboradas por la mente, es la sacudida que sienten
ni tampoco simplemente un ver (también el sacerdote y el levita de las entrañas. Las razones son las del corazón.
la parábola que el Maestro somete al examen del escriba han «vis- El intelectual sólo se salva si arriesga el corazón, si no tiene
to»), sino un hacer. El conocimiento es inseparable de la praxis. miedo a hablar, si no guarda las distancias, si baja de la cátedra, si
Puedes decir que sólo sabes las cosas que haces. se deja quemar los ojos por la realidad más incómoda, si se man-
Conozco al otro, al distinto -cercano o lejano, poco importa- cha las manos, si se pone de rodillas para servir, o sea, si todavía
cuando arriesgo mi vida por él, cuando me comprometo por él. consigue sentir un estremecimiento en las entrañas.
Cristo es el pastor que «conoce» las ovejas, porque da su vida A través de su parábola, Jesús advierte implícitamente al escri-
por ellas. ba que no debe seguir ni al sacerdote ni al levita. Estos, en efecto,
Sé quién es mi prójimo cuando no me quedo en mi sitio, cuan- tienen la pretensión del presentar la imagen del Dios invisible, pe-
do me acerco, supero las distancias, bajo de la cabalgadura de la ro haciéndose ellos «invisibles», cuando se trataría de pararse, de
ciencia (incluso teológica), o sea, cuando me hago próximo. modificar su programa religioso, de preocuparse en serio por un
Puedo afirmar que progreso en el conocimiento del prójimo a hombre de carne (desgarrada) y huesos (rotos).
medida que me ocupo de él, me dejo provocar por sus exigencias, Es inútil hablar de «visibilidad», como suele hacerse hoy, si an-
involucrar en sus vicisitudes, identificar con su situación concreta. tes no nos hacemos visibles, presentes a las llamadas de los he-
Jesús no dice a su docto interlocutor: «Has respondido bien, chos, a la prueba de los gestos concretos. A ser posible, fuera del
por tanto puedes estar tranquilo, estás en la más estricta ortodo- haz de luz de los focos (la visibilidad más convincente y útil es esa
xia». Sino: «invisible» a la televisión).
-Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. No, es totalmente inútil y hasta peligroso para «heredar la vida
Me atrevería a traducir: eterna», o sea, para salvarse, seguir a «aquel» sacerdote o a «aquel»
-Has respondido bien... si haces eso. levita. No tienen absolutamente nada que decirnos sobre Dios, aun-
De todos modos, ese «haz» es una orden perentoria, no un sim- que pretenden poseer una especie de exclusiva de la verdad.
ple consejo. Es mucho mejor dirigirse al hereje, al samaritano, al renegado.
El mandamiento resuena para ti aquí y ahora, y tiene carácter En efecto, el conocimiento de Dios pasa necesariamente a través
de urgencia. del conocimiento del hermano.
No tienes que buscar excesivamente lejos, en esos libros con El recorrido por ellos -tanto el carril del sacerdote y el levita,
los que estás tan familiarizado. Ni puedes esperar. Porque hay al- como el carril del frío y distante saber recorrido hasta aquí por el
guien a lo largo de un camino cualquiera que te está esperando. doctor de la ley- no es un carril preferencial que lleva directamen-
te a Dios. Esos son itinerarios que no llevan a ninguna parte.
50 Las parábolas de Jesús
El samaritano 51
Solamente la humanidad, el estremecimiento de las entrañas, el
pesar del corazón, es «síntoma» de lo divino. -y un particularismo exclusivista, selectivo, discriminatorio
Alguno siente el rumor de los ángeles. Dichoso él. Jesús, de (ama a tus correligionarios, los buenos, los justos, los de tu raza, tu
forma mucho más realista, afirma que es necesario «sentir lásti- fe, tus ideas, tu partido, tu grupo, tu comunidad...).
ma», sentir algo en el lado del corazón. Se intuye que «amar a todos» puede llevar a no amar de verdad
Dios es lejano y cercano. Para alcanzarlo... basta pararse. Jun- a nadie. Y amar a una categoría, a un grupo, excluyendo a priori a
to al prójimo. Ni el rumor de los ángeles, ni el pasar de las páginas los demás significa no amar en absoluto.
de un libro, sino el ruido de los pasos es el que lleva a encontrar lo
que se busca.
En el fondo, con su seco «vete», Jesús se quita de encima a ese Dos posiciones en las antípodas
individuo cuya boca sólo funciona unida al cerebro, con la espe-
ranza de volverlo a encontrar con un corazón que funcione. Pero fijemos las dos posturas. La del legalista y la de Jesús.
Entonces ya no tendrá que hacer preguntas petulantes al Maes- El escriba:
tro, puesto que ya él habrá dado, silenciosamente, a lo largo del ca- -Quiere una definición de «prójimo» segura, precisa, definiti-
mino accidentado y abrupto de lo cotidiano, las respuestas perti- va, para sentirse tranquilo en conciencia.
nentes, indiscutibles. -Plantea una pregunta acerca del objeto del amor (¿a quién de-
bo tratar como prójimo?).
Piensa primero en sí mismo: debo asegurarme la «vida eterna».
EL PRÓJIMO A ser posible con el mínimo esfuerzo y la máxima certeza. Por eso
me pregunto: ¿hasta dónde tengo que llegar? ¿Hasta qué punto es-
No «¿quién es Dios?», sino «¿quién es el prójimo?» toy obligado? ¿Dónde, cuándo y con quién termina mi deber?
Jesús, en cambio:
«¿Y quién es mi prójimo?». En el fondo tenemos que estar -Evita dar una definición de prójimo. Porque la definición
agradecidos al doctor de la ley, porque ha puesto sobre el tapete la siempre deja fuera algo o a alguien (mejor dicho, con frecuencia
pregunta más comprometida. Aunque la haya formulado simple- es más lo que deja fuera que lo que acoge dentro). Cuando lo que
mente para «justificarse», para no quedar mal. No pregunta, como pretende Cristo es dejar la puerta abierta de par en par. Y, sobre to-
nos podríamos imaginar: «¿Quién es Dios?». Evidentemente, en el do, más que tranquilizar la conciencia, Jesús tiende a ponerla en
mundo de lo invisible, él se siente perfectamente a sus anchas, se alerta, a clavar en ella la espina de la inquietud, de la insatisfac-
siente seguro. A Dios lo posee, lo administra (templo, actos litúr- ción, del remordimiento.
gicos, oraciones, explicación de su voluntad, pago de los diezmos,
prácticas, observancia de la ley, doctrina). Para él Dios no es pro- -Da a entender que el prójimo no es un objeto, sino el encuen-
blema. Él está en óptimas relaciones con el cielo. tro entre dos sujetos. No se trata de encontrar al prójimo ya per-
fecto y aliviarle con un poco de piedad o con una limosna, sino de
Sin embargo, el prójimo sí le crea problemas. Precisamente el «hacerse prójimo», o sea, acercarse. Porque el prójimo siempre es-
prójimo que se ve, se toca, se siente, se encuentra, huele mal, nos tá lejos. Lejano del camino de nuestros intereses, simpatías, gus-
clava los codos en el estómago, es difícil de aceptar, más que Dios
tos, ideas, programas.
que es invisible. Es más difícil «encontrar» al prójimo que se ve
El prójimo es distante: antipático, descortés, malo, prepotente,
que a Dios que no se ve.
indiscreto, indigno. El prójimo no nos sale al encuentro. No favo-
Es la gran cuestión que desde siglos compromete la teología de
rece el contacto. Con frecuencia no hace nada para hacerse ama-
Israel desgarrada entre:
ble. Es más, parece que hace todo lo posible para hacernos extre-
-un universalismo abstracto (amar un poco a todos)
madamente arduo el mandamiento del amor. El prójimo está lejos.
Es difícil de ver, de aceptar, de soportar.
52 Las parábolas de Jesús
El samaritano 53
El encuentro se da entre dos personas
cuenta de que el precepto del amor no tolera límites restringidos y
El prójimo se hace próximo, o sea, cercano, cuando nos acer- tranquilizadores.
camos nosotros y de la manera como nos acerquemos a ellos. Pró- No digas nunca: «¿Hasta dónde estoy obligado?», sino: «¿Qué
jimo es aquel a quien «hago cercano» no quedándome en mi sitio. espera de mí ese pobre hombre?». Si te colocas en tu punto de vis-
Y entonces es él quien nos siente «prójimos», cercanos. Con otras ta, crearás barreras de protección. Pero si te colocas en el punto de
palabras: no somos nosotros quienes elegimos al prójimo, sino que vista del otro, se te abrirá ante los ojos un horizonte sin límites.
es el prójimo quien nos elige, quien nos provoca. Pensándolo bien, se trata de una «revolución copernicana» en
El prójimo va más allá de nuestros libros, definiciones, clasifi- el campo de la caridad. En efecto, la lección central de la parábo-
caciones, gustos, simpatías. Hay que vencer una resistencia terri- la consiste en enseñarnos la perspectiva exacta. Una perspectiva
ble para acercarse al prójimo. En nosotros todo se resiste. Hay que que, a juzgar por la narración provocadora de Cristo, representa
superar muchas repugnancias. una auténtica inversión de posiciones.
Amar quiere decir precisamente abolir las distancias. Y son «¿Quién es mi prójimo?... ¿Quién de los tres te parece que fue
distancias interiores, más que de kilómetros. prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». No es una
Para acercarse hay que salir fuera de nosotros mismos. Romper cuestión lingüística sutil. Se trata de un vuelco radical de perspec-
el caparazón del propio egoísmo, ir contra nuestro bienestar parti- tiva. Jesús invita a mirar, a juzgar, a definir, partiendo de ese que
cular, salimos de nuestros proyectos, de nuestros esquemas, de la «cayó en manos de unos salteadores».
tibieza de una religiosidad confortable y gratificante. Solamente El doctor de la ley parte de sí mismo, de su conciencia, de sus
así es posible encontrar al otro. textos, de la propia exigencia de salvación. Hoy muchos indivi-
Y el encuentro -a través del ejemplo que ofrece el samaritano- duos que quieren practicar la caridad con el prójimo parten de sí
se da entre dos personas. Ya no hay ni samaritano ni judío, ortodo- mismos, porque consideran al otro como un medio para resolver
xo ni hereje, sino dos seres humanos a quienes el encuentro casual sus problemas, sus conflictos, porque pretenden colmar su vacío,
ha despojado de sus máscaras, de su papel, de las apariencias, del vencer su aburrimiento, remediar las propias frustraciones.
rango, de la raza. Solamente dos personas.
Jesús lo lanza brutalmente aparte. Su problema no es el princi-
El samaritano no pregunta quién es el otro, a qué religión o
pal. El problema principal es el del herido. Resuelto este, queda re-
partido pertenece. No le pide la documentación. No se asegura de
suelto también el problema del escriba.
que los papeles estén en regla. Ante él simplemente hay un pobre
El centro no es el intelectual que plantea la pregunta. El centro
hombre que se encuentra en grave necesidad. El acercamiento es-
tá determinado por esta simple seña: un hombre. Sin adjetivos, sin es ese saco ensangrentado y abandonado en medio del camino. De
títulos, indocumentado. Mejor, el único título es la necesidad. ahí hay que partir si no se quiere instrumentalizar la caridad, o sea,
transformar el amor, que es el fin de la vida cristiana, en medio (a
lo mejor el medio para sentirse buena gente...).
Revolución copernicana

Jesús hace entender al escriba: la equivocación está en tu pun- EL SAMARITANO, O SEA, EL IMPROVISADOR
to de partida. Tú partes de ti mismo. Al contrario, tienes que par-
tir del otro. No pienses en ti, en tus exigencias. Piensa en quien se Sensibilidad
encuentra en necesidad. Ponte en su lugar. Colócate en su pers-
pectiva. Pregúntate: ¿Qué me exige, qué espera de mí, que querría El samaritano «que iba de viaje» y pasaba casualmente por allí,
tener uno que se encuentra en esa situación? Entonces caerás en la lo mismo que el sacerdote y el levita, no se ha contentado con
«ver», como habían hecho los dos que le habían precedido, sino
que se ha parado y se ha involucrado en el drama de aquel deseo-
54 Las parábolas de Jesús El samaritano

nocido. Si quisiéramos descubrir las raíces de su gesto, tendríamos El samaritano ha sintonizado la frecuencia de onda del otro y
que hablar de «compasión», pero también de sensibilidad. La sen- así ha oído su voz silenciosa, haciendo callar todas las otras voces
sibilidad representa una cualidad esencial del amor. (las voces ruidosas de los compromisos improrrogables, de la co-
La caridad tiene tres escalones que corresponden a otros tantos modidad, del interés, de la preocupación de no tener molestias y de
imperativos. El primero se coloca en una dimensión negativa: «No no buscarse complicaciones...).
hacer a los otros lo que no quisieras que los otros te hicieran a ti».
O sea, no hacer mal, no hacer sufrir.
Se trata de un aspecto ciertamente no despreciable, pero no bas- Improvisación
ta. Quien se justifica diciendo: «Yo no hago mal a nadie», no pue-
de por eso considerarse en orden. Incluso puede ser una postura El samaritano se ha manifestado como un extraordinario im-
egoísta, que defiende la propia tranquilidad y justifica la indife- provisador. Y precisamente su capacidad de improvisación es lo
rencia. No hay que confundir el amor con el amor a vivir tranquilo. que le distingue de la postura «absentista» adoptada por el sacer-
Hay que subir el segundo escalón, que representa la novedad dote y por el levita. Estos eran rutinarios, repetitivos, programado-
evangélica: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a res rígidos de su vida y hasta de sus gestos religiosos. Seguían
vosotros» (Le 6, 31). unos esquemas según módulos predefinidos. Y en esos esquemas
Evidentemente, estamos en un nivel superior. En efecto, aquí no había espacio para el gesto improvisado, fuera de las normas.
se trata de hacer el bien positivamente y no sólo de evitar causar Caminaban a lo largo del camino como si fuesen sobre raíles»
mal al prójimo. siguiendo un programa de viaje establecido de antemano. Hora'
Pero todavía existe el peligro de encaminar al otro a favor nues- rios, plazos, velocidad de crucero. Todo ya calculado. En ese pro'
tro, hacia eso que tenemos en la cabeza, lo que nosotros decidi- grama no está prevista una parada, una interrupción del itineraria'
mos, y que no es necesariamente nuestro bien. Está al acecho el No se contemplaba lo imprevisto.
peligro de prestar al otro y casi trasplantar en él nuestros deseos, No entraba la cita con el inesperado.
nuestras exigencias. No había espacio para la sorpresa.
Hay que subir el tercer escalón: «Haz al otro lo que él quisiera No estaba programado lo... fuera de programa.
que le hicieses a él». Esta es la sensibilidad que exige atención, de- Han mirado al herido, pero esa visión, ese encuentro, no ha S1'
licadeza, intuición. do para ellos un impedimento que les haya obligado a descarria
Es cuestión de sintonía. Hay que descubrir lo que el otro quie- de los raíles de la regularidad.
re de mí en este momento, en esta situación particular, evitando Han esquivado el obstáculo siguiendo adelante, impertérrita'
endilgarle el producto que nosotros elegimos y que ya hemos esta- por su camino, sin sentirse interpelados, sin advertir la provoc
blecido de antemano. ción de la realidad imprevista, sin sentirse tocados interiormefl1-^
Existen negociantes habilísimos para satisfacer tus exigencias Él, el samaritano, ha sido un sorprendente improvisador. **,,
según sus programaciones y disponibilidad. Tú pides una cosa y aceptado la provocación del intruso, el reclamo del extraño, ^^
ellos terminan por convencerte para que adquieras otra. En el cam- tiendo una variante en su programa de viaje, inventando una V &
po de la caridad tal operación resulta inaceptable. da no programada. No se ha conformado con ver, para después ,$
Hay que «escuchar» de verdad al otro (incluso cuando no pue- guir manteniendo la media de velocidad establecida en el pl»1* .#
de hablar, como en este caso) y no interpretar sus peticiones a viaje y respetando la agenda de los compromisos. Se ha sentid0 ^
nuestra manera. El samaritano ha sabido meterse en la piel del terpelado por el imprevisto, por el prójimo desconocido que ®*
otro, se ha dejado interpelar por él. El sacerdote y el levita se en- recio en el camino sin anunciarse. ^
gañaron creyendo oír la voz de Dios que les pedía «pasar de largo» A diferencia de los dos, para quienes el pobre desgraciad0 pt
para no contaminarse, para no faltar a sus deberes religiosos. ponía un elemento molesto en su programa religioso, un cHe
56 Las parábolas de Jesús El samaritano 57

extraño en su organismo espiritual, ha aceptado el desvío, el cam- Hay médicos y trabajadores del ámbito social y caritativo que
bio en el itinerario establecido. Y también sus gestos de primeros exhiben una gran habilidad profesional, pero una escasa capacidad
auxilios al desventurado los realiza de forma improvisada. humana.
A. Gnocchi, agudo escritor y periodista, define así la improvi- «Capaz» se deriva de latín capax, que significa «apto para
sación: «Es la capacidad de no dudar, de no demorarse ante cual- contener», «que contiene mucho», «espacioso».
quier situación». Añadiría: no echarse atrás. Pero el mismo autor El samaritano, poco hábil, más bien desmañado, inexperto, en
advierte, en prevención de equívocos que podrían vincular la im- compensación se ha mostrado capaz. Capaz de acoger al otro, de
provisación a la facilidad o a la facilonería: «La improvisación no hacerle sitio en su corazón, en su vida, en sus planes de viaje. Ca-
es una virtud fácil de practicar. La vida de cada día capacita para la paz de gestos bajo el signo de la humanidad.
velocidad y la rapidez. Pero no así respecto a la prontitud y a la im- Ha acogido al otro, lo ha recibido, le ha dejado sitio...
provisación. La velocidad es hija de la costumbre para desarrollar
un quehacer o una acción. La prontitud, sin embargo, nace de una
constante atención en el desenvolverse de la vida. Solamente quien PROVOCACIONES
está preparado puede pararse en el momento preciso y actuar fue-
ra de los esquemas habituales y de las convenciones sociales»1. El prójimo está lejos
Lo contrario de la improvisación es la programación exaspera-
da, la planificación rígida, la burocratización que mata la esponta- El prójimo tiene la tendencia a estar en las márgenes del cami-
neidad, la organización que sofoca la vida. La fórmula, la ficha, los no que recorro. Me refiero al camino de mis intereses, de mis sim-
diagnósticos de todo tipo (incluidos los moralistas y religiosos) y patías, de mis gustos, de mis ideas, de mis afinidades electivas. En
la fijación de las competencias terminan por ocultar a la persona. este sentido, el prójimo nunca está cercano. Es más, está distante,
El samaritano no viajaba con la ficha de identificación del pró- alejado, con frecuencia antipático.
jimo en el bolsillo y el prontuario de lo que hay que hacer en casos El prójimo no me sale al encuentro. No favorece el contacto.
de emergencia, y menos aún con la lista de las oficinas competen- Con el prójimo hay casi siempre «incompatibilidad».
tes a las que dirigirse. Le bastó con descubrir a un hombre aban- El prójimo está lejos, aunque esté allí, a dos pasos.
donado para entender que precisamente ese era el prójimo al que Es difícil de aceptar, de soportar.
acercarse y dedicarse, a quien había que prestar cuidados. Es tarea ardua ver al prójimo. Incluso cuando lo tenemos ante
Ese imprevisto era «asunto suyo». nuestros ojos; es más, precisamente por eso. Inevitablemente se
termina por no caer en la cuenta de ciertas personas que son hasta
demasiado visibles.
Escasa habilidad y gran capacidad ¿Pero quién se atreve a decir que el prójimo, por ser tal, debe
estar cercano? Más bien el prójimo es alguien a quien yo hago cer-
Dicen los pedantes que sus gestos fueron desmañados. En efec- cano. Es el individuo a quien me acerco venciendo las resistencias
to, «le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y las repugnancias de cualquier tipo. Rompiendo la barrera de los
y vino». No se hace así: primero el vino (o mejor el vinagre) para gustos, de las afinidades y de los prejuicios. Quien ama no elige al
desinfectar y después el aceite para aliviar el dolor. Es verdad, el prójimo, sino que lo hace prójimo.
samaritano se ha mostrado poco hábil. En compensación, ha de- En un hospital africano, una joven religiosa, superando muchas
mostrado que era muy capaz. dificultades, había conseguido poder dedicarse a una unidad «in-
famante»: enfermedades venéreas y afines. Alguno no veía con
buenos ojos la presencia de la hermana en un ambiente como
1. A. Gnocchi, Don Cantillo e Peppone, l'invenzione del vero, Milano 1995. aquel. Durante la visita del obispo, la religiosa se da cuenta de que
58 Las parábolas de Jesús
El samaritano 59
el prelado no tiene intención alguna de entrar en aquella unidad. Y
ya a la puerta, el obispo no esconde su... sagrada repugnancia La cerrazón del «practicante»
frente a aquel «prójimo» tan lejano de sus gustos:
Hay que subrayar el significado de aquel «pasar de largo» del
-Hermana -dice entre dientes- estas verdaderamente son al-
sacerdote y del levita (los gestos del samaritano, sin embargo, no
mas negras...
necesitan especial comentario, más bien imitación, como ya lo hi-
-¡Pero yo, excelencia, sé blanquear! -replica la hermana.
zo notar Jesús: «Vete y haz tú lo mismo»). Los dos especialistas de
Era una notable lección de evangelio.
la religión pretenden llegar a Dios «pasando de largo», evitando el
obstáculo o fastidio representado por el prójimo.
El prójimo es un intruso Del sacerdote se precisa además: «Se desvió». Para realizar su
programa religioso, se coloca en la parte más segura, para no co-
rrer el riesgo de tropezarse con las necesidades del hermano. Su
Tiene la pésima costumbre de llegar en el momento menos
itinerario espiritual no tolera retrasos, desviaciones peligrosas,
oportuno. Y no se hace anunciar. Cae de improviso. Su llegada
«espectáculos» incómodos que distraen y molestan. Los deberes
siempre está bajo el signo de la sorpresa, que además no es agra-
legales y rituales son más importantes que el corazón, la humani-
dable. El prójimo irrumpe en nuestra vida cuando menos nos lo es-
dad, la ternura.
peramos, cuando no lo prevemos, cuando no tenemos tiempo,
cuando ya tenemos otros fastidios. Es la gran y persistente ilusión: llegar a Dios pasando por enci-
El prójimo, con frecuencia, no anda con cortesías. Es maledu- ma del prójimo.
cado, indiscreto, intruso, inesperado. Trastorna nuestras costum- Encontrar a Dios sin necesidad de encontrar al hermano.
bres, perturba la rutina de nuestra vida, embrolla terriblemente Conocer e interpretar la voluntad del Señor ignorando la reali-
nuestros programas, estropea nuestras razonables previsiones. dad provocadora que está ante los ojos.
Por eso, no reduzcamos el amor al prójimo a reglas detalladas Ocuparse de las «cosas de Dios» sin caer en la cuenta de que lo
y minuciosas que evitan el factor sorpresa. No lo encerremos en que Dios quiere son las «cosas de los hombres», sus hijos.
esquemas prefabricados para eliminar la inseguridad. ¡Ay del Pensar en la propia alma permaneciendo sordos al grito (o a la
amor excesivamente planificado y programado! La equivocación invocación silenciosa) de quienes sufren en las cunetas...
del sacerdote y el levita de la parábola está precisamente aquí: no Mostrarse obsesionados por la observancia de la ley y conside-
admitían a un prójimo que no estaba contemplado en sus progra- rar la misericordia (literalmente: «Conmoción de las entrañas»)
mas. En su agenda litúrgica no tenían anotada la cita con el herido. como una debilidad, olvidando que la «debilidad de Dios» siempre
¡Qué historias! Hay que pedir audiencia y no presentarse así de es grande, sorprendente.
improviso (e importa poco que a él no le hayan pedido audiencia Pretender declararse cercano a Dios estando prudencialmente
los bandidos...). Por eso se han considerado autorizados a no pa- lejos del enemigo, del extranjero, del diferente, del antipático.
rarse y a no ocuparse del pobre hombre que yacía en la cuneta de Pero él nos reprocha esa exactitud y esa puntualidad en los de-
su itinerario ya establecido de antemano. beres religiosos «pasando de largo» de la humanidad, saltando por
Sin embargo, el samaritano ha aceptado modificar el programa encima de la justicia, eludiendo la caridad.
de su viaje. Ha introducido en él tranquilamente el elemento nue- No, no existe otro lado del camino. Al menos, del camino que
vo, incómodo, extraño. conduce a Dios. El único lado transitable para llegar al destino es
«Lo mismo vosotros, estad preparados; porque a la hora que el «cortado» inexorablemente por la presencia -no siempre agra-
menos penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 44). Y, sin dable, y frecuentemente imprevisible- del prójimo.
anunciarse, llega cada día a nuestra puerta, en su acostumbrado y Sí, este Dios tan lejano y tan cercano. Tan inasible y no obstan-
siempre inédito disfraz de «prójimo». te tan empeñado en «darnos una señal». Invisible y, al mismo
tiempo, demasiado visible.
60 Las parábolas de Jesús
El samaritano 61
Y no es cuestión -como Moisés lo había visto con tanta clari-
dad (Dt 30, 10-14)- de subirse al cielo o de sumergirse en lo pro- me asusta es la siguiente: el cúmulo enorme de las ocasiones desa-
fundo del mar, para encontrarlo. El samaritano se ha limitado a ba- provechadas en mi vida. El montón ingente de mis pecados de
jar de su montura (mulo, asno, caballo, sillón, cátedra, trono...), omisión. Sí, omisión de socorro ante el prójimo que espera...
una empresa nada sensacional, y «sumergirse», embadurnándose Y también esta otra imagen, tan inquietante como la anterior:
de polvo y de sangre, en el dolor de un pobre hombre cualquiera. la confrontación entre los dos caminos. Son veintisiete kilómetros,
El sacerdote y el levita han llegado sin obstáculos hasta el final el total de mi camino que baja de Jerusalén a Jericó.
de su camino y han faltado al encuentro. El samaritano no ha dado Por una parte, el camino tal cual es: desolado, quemado por el
más que dos pasos. Pero en la dirección exacta. egoísmo, pavimentado con la indiferencia, marcado por la violen-
cia más brutal. Centenares de personas que mueren en espera de
un gesto de auténtica amistad...
Llega el momento... Y yo nunca sé adivinar el lado adecuado.
Yo sigo adelante. Siempre distraído. Siempre ocupado en «co-
Llega el momento en que hay que inventar lo antiguo, comen- sas importantes», atareado en satisfacer «compromisos urgentes».
zar a leer de verdad los libros que conocemos de memoria, apren- Protegido siempre por el maldito certificado de «a mí no me co-
der de una vez las oraciones que repetimos todos los días, com- rresponde», exhibido en cualquier situación incómoda.
prender las cosas que enseñamos y explicamos a los demás, Por otra parte, el camino que debería ser. Como hubiera podido
explorar la amplitud de nuestra habitación, descubrir la persona ser si hubiese sido menos distraído. Si hubiese sabido pararme. Si
que vive a nuestro lado desde hace tantos años, encontrar lo que no hubiese miserablemente «huido de las ocasiones».
manejamos cada día, desear lo que ya tenemos... Sí, como sería el mundo, como hubiera sido mi camino, si hu-
Llega el momento en que hay motivo para avergonzarse de ese biese sido un creador de amor como el samaritano, si hubiese res-
«saber» nuestro que no va acompañado del «hacer». petado la consigna de Cristo: «Vete y haz tú lo mismo».
Alguien ha dicho que hemos seguido adelante persiguiendo Sin embargo, cuántas sonrisas he apagado, cuántas arrugas he
con la lengua fuera el progreso técnico, y hay que pararse para per- marcado en el rostro de mis hermanos. Cuántas esperas he defrau-
mitir a nuestra alma encontrarse. Yo diría también el corazón. dado, cuántas esperanzas he sofocado, cuántas desesperaciones he
alimentado con mi indiferencia, con mi frialdad, con mi lejanía,
con mis cálculos oportunistas.
El verdadero, samaritano La confrontación con las dos imágenes del camino, cómo es y
cómo podría haber sido, constituye sin duda un espectáculo capaz
Jesús es el verdadero samaritano. Él se ha inclinado hacia el de regalarme algún millón de años de tormentos y de remordi-
hombre, le ha curado las heridas milenarias, le ha puesto en pie, le mientos. Mi purgatorio, precisamente.
ha dado un rostro humano.
Y precisamente a través del gesto visible del samaritano, se
convierte en «la imagen del Dios invisible» (Col 1, 15). Al acecho también el amor

Señor, siempre hay alguien al acecho en el camino del hombre.


Mi purgatorio Bandidos desaprensivos que le roban la dignidad, la esperanza, la
libertad, la sed de justicia, la aspiración a la paz, el deseo de ho-
«Jesús le dijo: Vete y haz tú lo mismo». Con frecuencia me sor- nestidad.
prendo pensando en cómo será mi purgatorio. La imagen que más Haz, ¡oh, Señor!, que este hombre, despojado de todo, pueda
descubrir que en su mismo camino está al acecho también el amor.
62 Las parábolas de Jesús El samaritano 63

Un amor que sabe detenerse. Que está dispuesto a perder tiempo. detalles de un individuo. Te basta saber una sola cosa, pero decisi-
Que tiene el coraje de dar todo. va: es un hombre. Todo lo demás es superfluo. Y de todas maneras
no tiene por qué influir en tu postura, en tus comportamientos.
Un hombre. Es suficiente. Debes pararte, acercarte, inclinarte
El hombre sin adjetivos y sin documentos hacia él, hacerte cargo de él. Si para intervenir quieres saber algo
más, si solicitas una investigación suplementaria, si indagas a qué
Los especialistas que han sometido la parábola a la criba del partido pertenece, si necesitas seguridades concretas sobre él, sig-
análisis estructural hacen algunas observaciones bastante intere- nifica que no has entendido la lección del samaritano.
santes. Intentaré sintetizarlas.
En la narración se facilitan datos de tipo personal o geográfico
de los personajes que permiten identificarlos. De algunos, por El sacerdote es peor que los salteadores
ejemplo, se especifica el oficio, la actividad más o menos noble
que desarrollan (salteadores, sacerdote, levita, mesonero). O se in- El sacerdote y el levita se han comportado con aquel pobre
dica la procedencia (samaritano). hombre peor que los salteadores. Estos, en efecto, le han robado,
Por otra parte, ninguno de los distintos personajes que tienen un le han despojado de sus bienes, le han arrebatado los bienes mate-
papel en la parábola permanece en la escena desde el principio has- riales con la violencia más brutal.
ta el fin de la representación. Los salteadores aparecen al principio Pero los dos funcionarios de lo sagrado le han robado su digni-
y después desaparecen. En un momento dado aparecen el sacerdo- dad, le han despojado de su valor de persona, le han quitado el te-
te y el levita, pertenecientes al servicio del templo: van simple- soro más precioso: su importancia en cuanto hombre. «Pasando de
mente de paso y marchan por su camino. Después entra en escena largo», indiferentes, es como si le hubieran dicho: «Para nosotros
el samaritano, que se para, socorre al herido, lo lleva al mesón más no cuentas en absoluto... Es como si no existieses... Hay cosas y
cercano y después desaparece. Y ya al final hace su aparición el quehaceres mucho más importantes que tú... Tu condición no me-
mesonero encargado de alojar al herido hasta que se restablezca. rece una parada, un segundo de nuestro tiempo».
Pero hay un único personaje que permanece en escena desde el Negar atención al prójimo significa borrarlo de nuestro hori-
principio hasta el fin. Y es precisamente el herido. De este indivi- zonte. Suprimirlo. La indiferencia puede ser homicida. La despreo-
duo, que es el personaje principal, no se facilitan, no digo genera- cupación, la falta de compromiso puede ser una forma de violen-
lidades, pero ni siquiera la más insignificante noticia. Su carné de cia. Es posible masacrar a un hombre incluso sólo «pasando a su
identidad no registra dato alguno: ni nombre, ni edad, ni proce- lado», sin rozarlo...
dencia, ni religión, ni ideas políticas, ni otros signos característicos
que permitan identificarlo.
¿Qué clase de tipo es? ¿Joven, viejo u hombre maduro? ¿Qué Incapaces de celebrar la liturgia de la misericordia
oficio tiene? ¿Es una persona de bien o al menos tiene algún rasgo
de bondad? ¿Cuál es su patria? ¿Y cuál su conducta moral? ¿Por Intento imaginar al sacerdote y al acólito en el templo. Puntua-
qué ha venido a parar allí? ¿Es creyente? ¿Tiene familia? ¿A qué les, exactos en el rito, almidonados, con un aire hierático, a las ór-
clase social pertenece? ¿De qué color es su piel?... Nada. denes de un maestro de ceremonias engallado.
No tenemos noticia alguna sobre él, que queda como alguien No habían sido informados de que la liturgia aquel día se cele-
anónimo, sin rostro, sin documentos, sin señales de reconocimien- braba a lo largo de aquel camino que conduce a Jericó. Y era una
to. Un único dato: «Un hombre». Pero, pensándolo bien, es funda- liturgia distinta, la liturgia de la misericordia, que permitía impro-
mental. Ahí se contiene ya una lección esencial de la parábola. O visaciones, gestos y palabras no contempladas en el ritual, sin nin-
sea, para hacerte prójimo no es necesario que conozcas muchos gún maestro de ceremonias con órdenes precisas.
64 Las parábolas de Jesús
El samaritano 65

Y aquel día ni siquiera Dios estaba en el templo. Estaba un po-


Después, cuando se encuentran frente al prójimo de carne y
co más abajo, en una curva de aquel camino maldito. Se había ade-
hueso, con sus defectos y miserias varias, sus palabras y compor-
lantado a sus funcionarios. Los esperaba allí abajo para un culto a
tamientos no reglamentarios, se quedan desconcertados al consta-
cielo abierto. Pero ellos «pasaron de largo». No caen en la cuenta
tar que no corresponde a la imagen que se habían fabricado. Y en-
del desplazamiento de las funciones sagradas. Y ha ocupado su
tonces cierran la puerta precipitadamente.
puesto uno no consagrado, es más, un excomulgado, pero que ha
Hay que liquidar la imagen ideal y aceptar al prójimo real, tal
sabido realizar correctamente los ritos de la misericordia. Los dos
cual es, no como nos gustaría que fuera.
funcionarios de lo sagrado no entendieron que, en ciertas circuns-
tancias, no hay otra forma de conservarse puros más que man-
chándose las manos.
Encuentro de rostros
Dios está en todas partes. Y nosotros corremos el riesgo, como
aquellos dos, de buscarlo... en otro lugar.
El sacerdote «lo vio». Y también el levita. Pero ¿lo han visto de
verdad? Lo dudo. En efecto, hay ver y ver.
Los verdaderos encuentros son esencialmente dos rostros que
Todo comienza cuando termina la oración
se encuentran. Y el amor no es posible sino entre rostros2.
Alguien ha afirmado que «el ser palpita a través de la mirada».
No hay duda: «Un sacerdote bajaba por aquel camino». Por
Y Malcolm de Chazal sostiene que la mirada «es el salón más be-
tanto venía de Jerusalén, donde con toda seguridad había partici-
llo de citas».
pado en el culto del templo. Terminada su tarea, pensó que todo
Con la mirada se puede matar, o herir, pero también respetar,
había acabado. Había dado a Dios lo que a Dios correspondía.
acariciar. Como propone I. Manzini: «Un rostro que hay que mirar,
Dios no podía pretender de él otra cosa.
respetar, acariciar».
Sin embargo, Dios quería percibir algo más en términos de ca-
E. Levinas defiende que «la ética es una óptica», o sea, el com-
ridad, bondad, generosidad, atención al prójimo, solidaridad. No se
portamiento con relación al otro está determinado por mi modo de
conforma con la alabanza, la adoración, el canto. Dios pide y pre-
verlo. Mirar el rostro del otro significa respetarlo.
tende también en nombre del ser humano. Por lo cual, sólo se da a
Dios lo que es de Dios cuando, al mismo tiempo, se da al hombre
todo lo que corresponde al hombre.
Lo divino se desvanece cuando no existe lo humano. Es el El samaritano, una gran persona
equívoco de muchos cristianos que se hacen la ilusión de regular
sus cuentas con Dios mediante la oración y el tiempo (más o me- Ciertamente no es reductivo definir al samaritano como «una
nos largo) que pasan metidos en la iglesia. Y no se enteran de que gran persona». Hoy se presentan muchos individuos que se propo-
la oración comienza exactamente cuando termina la oración. nen a sí mismos como «salvadores de la humanidad» y califican
desdeñosamente de «buenísimo» cualquier gesto de piedad y de
compasión.
A propósito del samaritano, defienden que en el caso de que se
Prohibido construirse una imagen ideal del prójimo
repitiesen las agresiones en aquel camino, sería mejor correr a co-
Muchas personas, incluso de buena voluntad, se construyen municárselo a la policía. Como si el gesto de solidaridad, de cari-
una imagen ideal del prójimo. Una especie de retrato robot. Y ha- dad ordinaria, excluyese la posibilidad y hasta la necesidad de in-
blan incluso de él: ancianos, toxicómanos, prostitutas, presos, ma- tervenir en las causas.
dres solteras...
2. Cf. B. Chenu, La huella de una mirada: tu rostro buscaré, Madrid 1993.
66 Las parábolas de Jesús El samaritano 67

Alguien ha dicho: «Mejor ser una gran persona que un salva- análisis correcto de la situación, la discusión, el problema «toma-
dor de la humanidad». Hay que precisar también que los llamados do en serio».
salvadores de la humanidad, normalmente, más que «echar aceite A veces oigo a personas que hablan precisamente de esta ma-
y vino» sobre las llagas de la humanidad, echan torrentes de pala- nera: «Tenemos que tomar en serio ese problema». Y los interesa-
brería. Y, en vez de desembolsar los sacrosantos «dos denarios», dos se sienten inmediatamente aliviados, pueden estar tranquilos,
pretenden ser pagados pródigamente por sus «correctos» diagnós- saben dónde ha ido a parar su problema...
ticos y sus terapias «infalibles». Durante decenios se ha tomado a chacota a ese muchacho que,
teniendo que realizar cada día una buena acción, ayudaba puntual-
mente a una viejecita a cruzar la calle.
¡Horror! El samaritano ha prestado «asistencia» Hoy las carreteras resultan más peligrosas que el camino de Je-
ricó (y los salteadores viajan en coches lanzados a una velocidad
Aunque pueda parecer banal y reductivo, el samaritano se ha li- homicida). Y las viejecitas ya no existen, han desaparecido de la
mitado a prestar «asistencia». Esta es una palabra que hoy goza de circulación. Para sustituir a los viejos ha nacido la «tercera edad».
mala fama; está desacreditada, sobre todo cuando se la aplica a Y así ni siquiera les cedemos el asiento en el autobús o en el me-
una postura pietista o a comportamientos de carácter pasivo, por lo tro, ni se nos ocurre pensar que llevar la bolsa de la compra a esa
que «asistir» querría decir ser espectadores inertes (como quien persona que camina encorvada es una buena acción.
asiste a un espectáculo, a un partido de fútbol, a un accidente). No son viejos -decir eso es ofensivo, sentencian los sabiondos
Sin embargo, «asistencia» es una palabra noble, si bien un po- expertos-, sólo son gente de la «tercera edad». Hoy se considera
co en decadencia, de la que no hay que avergonzarse, y que el sa- mal educado no a quien se niega a echar una mano al prójimo con
maritano y todos los que se le asemejan han contribuido a revalo- problemas, sino a quien le niega el nombre rutilante que sustituye
rizar. En efecto, se deriva del verbo latino adsistere, compuesto de al anticuado.
ad (junto a, ante) y sistere (estar), y tiene el significado de preo- Desde esta perspectiva, los grandes bienhechores de la huma-
cuparse, ayudar, socorrer. Se trata, pues, de «estar junto a», «estar nidad sufriente serían los psicólogos, sociólogos y afines. Con sus
ante» alguien, estar presentes. Pero estar presentes exactamente doctos tratados, su brillante terminología, sus tranquilizadores
como el samaritano, en sentido activo, comprometiéndose, involu- nombres, sus asépticas definiciones, están consiguiendo (al menos
crando a toda la persona. Asistencia significa precisamente invo- eso dicen ellos) las curaciones más prodigiosas de (casi) todos los
lucrarse. Asistencia es lo contrario a la fuga. males. Ellos son los samaritanos del mundo moderno. Ese no es
En el fondo, asistir, en este sentido preciso, significa «dejarse un pobre hombre que está a punto de morir desangrado porque na-
encontrar». Asistir quiere decir «aparecer». Asistencia, sin embar- die se para a socorrerlo (y los salvadores de la humanidad allí es-
go, significa estar presentes, no en el momento del triunfo, del es- tán para tomar notas y poder denunciar después la lentitud de las
pectáculo, de las celebraciones, sino cuando se trata de cansarse, ayudas). No es más que un «marginado», cuya situación -natural-
de comprometerse, de sacrificarse. Paradójicamente, asistencia mente «compleja», porque está determinada por una infinidad de
significa capacidad de «desaparecer». causas «inalcanzables», como el problema de la seguridad en la
carretera, de las raíces de la violencia, del peligro de una interven-
ción que sea solamente asistencial... Sí, porque la verdadera ame-
Los nuevos samaritanos naza no viene de los bandidos, sino del samaritano...- se examina
atentamente y se estudia con calma, y se resuelve «globalmente»,
Hoy la boca puede convertirse en el sustituto del gesto huma- insertándola «en el contexto de intervenciones aptas para...».
nitario concreto realizado por el samaritano. En vez de las manos Personalmente, y también estéticamente, prefiero al samarita-
que vendan al herido, he aquí que salta la palabra, la definición, el no que se inclina ante el herido, aunque no resuelva en teoría el
68 Las parábolas de Jesús El samaritano 69

problema de la criminalidad. Prefiero al muchacho que ayuda a la pretexto para la crianza de pavos reales que exhiben sin recato an-
vieja a atravesar la calle o le cede el asiento en el autobús, aunque te el pueblo sus plumas variopintas y suntuosas, y recitan una jac-
ni afronta ni resuelve «globalmente» el grave problema de la gran tanciosa e infantil «letanía del yo».
afluencia de gente a los servicios públicos. Con la excusa de que hay que dar «buenas noticias», dar a co-
nocer el bien y no sólo el mal presente en el mundo, algunos, ape-
nas deciden hacer algo, crean primero un gabinete de prensa en-
El amor es humildad cargado de transmitir la información a los medios de comunicación
del entorno. Más que de hacer, se preocupan de hacer saber.
«Se acercó...». Pero, para acercarse, ha tenido que bajarse de Sin embargo, el samaritano, un tipo más bien esquivo, se ha
su cabalgadura. El amor es siempre humildad. El amor se abaja. preocupado de hacer saber al mesonero que él pagaría la cuenta.
«Le vendó las heridas, después de habérselas curado con acei-
te y vino». Nos recuerda el gesto realizado por Jesús en la última
cena: «Se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. ¿Dónde está Dios?
Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies a
los discípulos» (Jn 13, 4-5). En la parábola Dios parece ausente. No se le nombra. Se le
El amor se expone, sin defensas. El amor anula las distancias. margina. Está en el cielo, envuelto en las nubes, que no le permi-
El amor es expoliación de sí mismo. No se puede amar si no se ten abrir un ventanuco para ver lo que sucede en el polvoriento ca-
despoja uno de su papel, de la soberbia, del prestigio, de la actitud mino de Jericó.
de superioridad. El encuentro solamente es posible si uno «se ba- ¿Es así?
ja» de la cabalgadura del orgullo, de la afirmación de sí mismo, de En realidad, Dios se hace presente, manifiesto, en el gesto del
la ambición... samaritano. Mientras que el sacerdote y el levita le habían alejado,
escondido entre las nubes del incienso y el humo de los sacrifi-
cios, el samaritano lo acerca a aquel camino infame.
Caridad y discreción ¿Lo acerca o lo descubre?

Menos mal que en aquel tiempo no había al acecho ni micrófo-


nos ni televisión. Y así el samaritano ha huido de los entrevistado- Las lecciones son tres (y quizás más...)
res (y también el herido ha tenido la suerte de no tener que res-
ponder al periodista petulante que le habría preguntado «qué había Algunos estudiosos, al comentar e interpretar la parábola, osci-
sentido» cuando los salteadores lo destrozaban a patadas...). lan entre dos perspectivas, que serían otras tantas lecciones:
La verdadera caridad siempre es discreta. Y no debe exhibirse, -se trata de amar incluso al enemigo;
ostentarse, publicarse, instrumentalizarse. -es cuestión de dejarse amar por el enemigo.
Hoy, desgraciadamente, en vez de la caridad «secreta» (Mt 6, Yo añadiría aún otra perspectiva: hay que aprender del enemi-
1-4), escondida, discreta, modesta, se presenta una caridad espec- go. Y me parece que precisamente esta es la lección impartida por
tacular, ruidosa, publicada y pregonada, ampulosa, propalada más Jesús al doctor de la ley cuando le dice: «Vete y haz tú lo mismo».
allá de los confines de la decencia o, al menos, del buen gusto. O sea, aprende del samaritano, del hereje, del distinto.
Hoy asistimos, en el campo de la caridad y de las iniciativas de De todos modos, no se excluyen las tres perspectivas. Se tienen
tipo social, a espectáculos penosos de divismo, a fenómenos indi- presentes las tres lecciones. Y quizás hay alguna más.
gestos de protagonismo excesivo, a culto de la personalidad y de la
popularidad. La caridad y las buenas obras se convierten así en
70 Las parábolas de Jesús El samaritano 71

Casualmente... gustaba viajar por los itinerarios preestablecidos. Bajábamos de


Jerusalén a Jericó siguiendo el camino antiguo. A pie, naturalmen-
«Casualmente...». Había sido una jornada decididamente desa- te. Por la otra carretera y en autocar climatizado no se descubre na-
fortunada para aquel pobre hombre tirado en la cuneta del camino. da ni se entiende nada.
Sin embargo, después de la emboscada infame de la que había si- Cubiertos de un polvo pegadizo. Las piernas entumecidas. Des-
do víctima, he aquí que un rayo de luz cruza su negro horizonte. mayados por el sol. Con la garganta reseca por la sed. Nadie nos
Solo no se las arregla para salir de aquella fea situación y el dio de beber en el célebre monasterio de San Jorge de Qoziba. La
tiempo apremia, porque ha perdido mucha sangre. La única espe- desilusión había sido más abrasadora aún que el calor.
ranza es que alguien pase por allí. Y mira por dónde, inesperada- Aparecimos de repente ante aquella alucinante serie de chabo-
mente pasa alguien, y encima ese alguien es sacerdote. las agujereadas por las bombas, y al fondo un oasis bellísimo.
«Casualmente...». Se puede suponer que el hombre «medio Frente a la primera -parece un milagro- hay un higuera. Nos sen-
muerto» pensaría: «Bueno, en el fondo me tengo que considerar tamos un momento, al reparo de la sombra de aquella planta pro-
afortunado, pues un cura pasa por estos parajes. Después de todo videncial. Allá dentro hay una mujer con ocho o nueve niños. Nos
lo que me ha pasado, después del brutal cariz que ha tomado el viene a dar la bienvenida, rodeada de sus crios sucios (uno en bra-
asunto, parece que las cosas empiezan a andar bien...». zos). El marido está trabajando quién sabe dónde. Vuelve cada dos
La mirada casi apagada del herido se aviva, se convierte en una o tres meses. Algunos rebuscamos en nuestros bolsillos o en la
especie de objetivo fotográfico que capta en la lejanía aquella fi- mochila. Pero la mujer nos precede. Ahí está trajinando alrededor
gura, después la encuadra cada vez más de cerca, pero... ¡ay!, la de un fuego minúsculo. Saca unos vasos mellados y ciertamente
ve también desaparecer. En efecto, el sacerdote no se paró. nada transparentes. Pero la escena que presenciamos tiene una be-
La misma secuencia se repite con el levita, en un dramático al- lleza única. Té con menta, el ideal para quitar la sed.
ternarse de esperanza y frustración, de confianza y desilusión. Ahora podemos contar nosotros nuestra parábola. Bajábamos
Y he aquí que en el horizonte se perfila un tercer personaje. En de Jerusalén a Jericó, estábamos seguros de que en el monasterio
el herido vuelve a encenderse, aunque ya muy tenue, la llama de la de San Jorge alguien nos sacaría agua fresquísima del pozo. Todo
esperanza. Pero cuando aquel se acerca y es posible enfocar su lo contrario, un monje gruñón ni siquiera nos permitió acercarnos
perfil preciso, en primer plano, el pobre hombre debió tener un al brocal. Aún no habíamos terminado de murmurar de la indife-
movimiento de desánimo: se trata de un enemigo. rencia arisca de aquel monje, cuando una mujer cualquiera, una
Sin embargo, su débil esperanza se apoya precisamente en la árabe pobrísima, se ha puesto a buscar vasos y un recipiente enne-
hipótesis, casi inverosímil, de que no se comporte como enemigo grecido entre las paredes agrietadas de su cabana.
y manifieste una pizca de humanidad. Probablemente era la persona más miserable de Jericó.
Y sucede precisamente lo increíble. El enemigo, el bastardo, el Y lo que os falta, dejaos que os lo den los pobres.
mestizo, ese de quien no se podía esperar nada bueno, se compor- Y si queréis aprender alguna lección de evangelio, no vayáis a
ta como prójimo. Así, la salvación llega de la parte inesperada, me leer la placa de la puerta.
atrevería a decir equivocada.

El evangelio en edición de lujo


Lo que no te esperas
El Señor debe tener en el cielo un evangelio en edición de lu-
Una pequeña experiencia mía, ocurrida precisamente en esa jo, espléndidamente ilustrada, que guarda con celo y que pone al
carretera, confirma el aspecto paradójico de las vicisitudes del he- día continuamente, a todas las horas, dirigiendo sus ojos en direc-
rido de la parábola. Éramos un grupo de amigos a quienes no nos ción de tantos caminos de Jericó que atraviesan la tierra.
72 Las parábolas de Jesús El samaritano 73

En un lado está el texto, sus palabras, sus enseñanzas. En el más profundamente, una característica de la misma revelación: las
otro, las ilustraciones. Entendámonos: no las ilustraciones de los respuestas de Jesús con frecuencia exigen que el oyente cambie
grandes artistas. Esas le interesan relativamente. No, son las ilus- sobre todo la dirección de su pregunta.
traciones que le proporcionan todos los días en todo el mundo per- Las preguntas del hombre están muy limitadas por las respues-
sonas que no saben manejar los pinceles, pero que en compensa- tas de Dios. También el análisis de esta parábola muestra que Jesús
ción saben tomar en serio su mensaje. Y, así, el evangelio ilustrado no responde directamente a las preguntas del doctor de la ley.
por millones de samaritanos desconocidos crece cada vez más. ¿Cuándo responde «sólo» a las preguntas que se le plantean? Sus
En un lado, la palabra de Jesús. En el otro, los «hechos» de los respuestas van «más allá» y son «más amplias» (B. Maggioni)3.
hombres.
En un lado, su enseñanza. En el otro, su interpretación práctica.
Es un volumen inmenso, enorme (aunque faltan las doctas ano- Invitado a la conversión
taciones de los exegetas). El Señor lo mira con franca complacen-
cia en cada momento. Ese evangelio comentado, ilustrado por las El doctor de la ley, que tenía que satisfacer una curiosidad teo-
acciones (si escondidas, mejor), le demuestra que su paso por la lógica, se ha visto invitado a convertirse (B. Maggioni)4.
tierra no ha sido inútil.
Al llegar aquí, he de tener la valentía de hacerme una pregunta:
¿cuál es mi contribución a esta edición ilustrada (y verdaderamen- La caridad como trasgresión
te ecuménica) del evangelio? Hasta ahora ¿qué «hechos» he logra-
do expedir hasta el cielo? Ya en el Antiguo Testamento se enseñaba el amor al prójimo,
Por ejemplo, junto a la parábola del buen samaritano destacan pero tradicionalmente estaba limitado a los miembros de la propia
miles de estupendas ilustraciones, todas originalísimas, auténticas nación. Por otra parte, entre israelitas y samaritanos corrían pési-
obras de arte. Ninguna es «copia» de otra, porque la caridad es mas relaciones de enemistad y con frecuencia de abierta hostili-
siempre creadora. dad. Los samaritanos, por odio a los judíos, una vez esparcieron
¿Pero acaso Cristo no está esperando algo mío? huesos de muertos en el templo de Jerusalén para profanarlo y ha-
Una edición de lujo, puesta al día. Pero seguirá siendo una edi- cer imposible la celebración de la pascua, y los judíos, por su par-
ción incompleta, mientras falten mis ilustraciones. te, además de maldecirlos, los rechazaban como testigos y no
Siempre hay un ser humano que espera en cualquier curva de aceptaban que les ayudasen.
mi camino. Y siempre hay un Dios que espera con un evangelio La acción del samaritano es, antes aún que un acto humanita-
abierto de par en par. Y al que falta una ilustración. rio, un acto de trasgresión de un modelo cultural. La «lástima» (v.
33) le lleva a transgredir aquella norma no escrita, pero social-
mente vinculante de manera absoluta, por la que «los judíos y los
PISTAS PARA LA BÚSQUEDA samaritanos no se trataban» (Jn 4,9). Por tanto, el amor de este sa-
maritano hacia el judío herido era propiamente subversivo, en
Más allá de nuestras preguntas cuanto que invierte una regla de vida aceptada por todos.
No cualquier subversión está dictada por amor al prójimo; pe-
El diálogo entre el doctor de la ley y Jesús está construido so- ro ciertamente el amor al prójimo es subversivo frente a cualquier
bre un esquema muy significativo: pregunta del doctor de la ley
(10, 25) y contrapregunta de Jesús (10, 26), segunda pregunta del
doctor de la ley y segunda contrapregunta de Jesús (10, 36). Este 3. B. Maggioni, La parábale evangeliche, Milano 1992.
esquema hace evidente una constante en los debates de Jesús y, 4. Ibid.
74 Las parábolas de Jesús El samaritano 75

ordenamiento social que permita o favorezca la injusticia, la opre- dades inútiles, pero al mismo tiempo no escatima nada de lo nece-
sión, la discriminación, la explotación (A. Comba)5. sario (L. Algisi)6.

Viene el inseparable Entre las convicciones y la compasión, elige la compasión

Pasan, pues, el sacerdote y el levita. Al herido poco le importa El sacerdote y el levita son el prójimo según una definición va-
por qué esos no lo socorren y lo esquivan. A lo mejor tienen mie- cía, mas no en la realidad viva. Pertenecen a esa clase de personas
do a pararse en un lugar donde poco antes ha habido un acto de que constituyen el ámbito del prójimo y ahí se encuentran en una
violencia y donde puede rondar aún el peligro. Quizás piensan que posición privilegiada, pero la situación concreta del encuentro con
está muerto y tienen miedo a contaminarse con el contacto de un el infeliz en el camino demuestra la vaciedad de su denominación.
cadáver. Quizás piensan que ha sido objeto de un castigo divino, Sin embargo, según la definición, el samaritano no es prójimo.
inspirándose en esa doctrina según la cual desgracia, enfermedad Odiado por los judíos, también él los odia y cree que debe odiar-
y muerte siempre son consecuencia de culpa notoria o escondida. los: su pasado y su religión le hacen enemigo. Pero puesto frente al
O simplemente tienen prisa por volver a casa tras haber prestado infeliz, en lucha entre las convicciones y la compasión, él elige la
su servicio en el templo y temen perder el tiempo. compasión y así se convierte en un hombre nuevo, el «prójimo».
Se trate de torpeza o, como parece mejor, de escrúpulo legal, Y el oyente que juzga acerca de la posición del infeliz, aunque
estos, los representantes más cualificados de la raza y la religión es judío y enemigo del samaritano, siente que tiene que aplaudir-
judías, no se sienten obligados a ayudar al infeliz. Él los ve alejar- lo y piensa que el sacerdote ha renegado de sí mismo y ha matado
se, sorprendido dolorosamente de que dos compatriotas y correli- virtualmente (L. Algisi)7.
gionarios suyos no sean su prójimo.
Y he aquí que pasa el samaritano, del que el pobre judío herido
no puede esperar ayuda alguna. Las relaciones entre judíos y sa- Por entre las mallas de la armadurarígidano pasa la piedad
maritanos, siempre más o menos tensas (Jn 4, 9), desde hace un
tiempo se han convertido en odio implacable. Eligiendo su modelo de un pueblo que no era el judío, Jesús
Se pinta al nuevo viandante sin tintas sentimentales; no hay na- ciertamente ha querido denunciar una vez más una piedad muy or-
da en él que traduzca una particular tendencia a la compasión; pro- gullosa de sí misma y de sus tradiciones, pero privada de la liber-
bablemente es un mercader en viaje de negocios, absorto en sus tad de espíritu necesaria para reconocer la voluntad de Dios inclu-
pensamientos. so al margen de los esquemas usuales de la religión. El sacerdote y
Pero llega algo inesperado. La parábola, tan rápida a propósito el levita pasan en vano al lado del herido, y esto no puede suceder
del sacerdote y del levita, se detiene con amor para describir sus sin un sentimiento de vergüenza también por nuestra parte.
movimientos y sus gestos. Movido a compasión, se apea de la ca- La tradición, también la tradición religiosa, no debe convertir-
balgadura (probablemente se trata de un asno), venda las heridas, se en una forma de rigidez, un vestido cerrado y pomposo que
alivia el dolor con una mezcla de aceite y vino, carga al pobre confiere solemnidad a nuestro paso majestuoso, pero entre cuyas
hombre en el animal, lo lleva al mesón y pasa la noche a su lado; mallas cerradas e impermeabilizadas ya no pasa el espíritu de Dios
al día siguiente, teniendo que marchar, lo encomienda al mesone- libre y creador (L. Algisi)8.
ro, paga los primeros gastos, prometiendo el resto a su vuelta. En
su actuar es atento, preciso, parco; no derrocha nada en generosi-
6. L. Algisi, Gesú e le site parabole, Cásale Monferrato 1963.
7. Ibid.
5. A. Comba, La parabole di Gesú, parola per l'uomo d'oggi, Torino 1978. 8. Ibid.
76 Las parábolas de Jesús El samaritano 77

¿Parábola o alegoría? El amor recibido de un enemigo


Ya algunos Padres y todavía hoy muchos predicadores inter- Para la exégesis corriente, que considera esta perícopa como
pretan esta parábola en sentido alegórico y ven en ella representa- una historia ejemplar, el texto tiene el sentido de una llamada a la
da toda la historia de la salvación. solidaridad. La conducta del samaritano ofrece un caso modélico
El hombre caído en manos de los salteadores es Adán o toda la que indica la orientación que sigue una práctica de la fe compro-
humanidad, que con el pecado original cae bajo el dominio de Sa- metida con las necesidades del prójimo: «Precisamente el prójimo»
tanás. El sacerdote y el levita representan diversos estadios de la aparece aquí como «el libro de lectura de Dios» (E. Fusch). Pero
historia veterotestamentaria. El samaritano es Jesús. Él cura al ¿explica esta interpretación la relación conflictiva que se expresa
hombre medio muerto con aceite y vino, esto es, lo cura mediante en la secuencia de los tres transeúntes? ¿Tiene en cuenta que el tex-
los sacramentos; lo lleva a la posada, que es la Iglesia, y lo confía to ofrece a los oyentes judíos una trama narrativa que atribuye el
al cuidado del posadero, o sea, del pastor. Antes de marchar (esto acto de recusación de ayuda a dos «mandatarios religiosos» (H.
es, de subir al cielo) da al mesonero dos denarios, que son el An- Braun) de la propia comunidad cultual, y el gesto de compasión a
tiguo y el Nuevo Testamento, y promete volver, lo que hará en la un miembro de una sociedad menospreciada, que es el samaritano?
parusía final. Hay que preguntar, con D. Crossan, si la constelación de per-
A primera vista esta explicación puede parecer convincente; sonajes no sería diferente de haber pretendido el narrador ilustrar
pero no corresponde a la intención de la parábola. No quiere ser un la exigencia del amor al prójimo... Con esta intención bastaría
compendio de la historia de la salvación, sino mostrar con un presentar a tres personas anónimas en la serie de transeúntes ajus-
ejemplo cuál es la postura correcta y cuál la equivocada frente al tada a la ley del número ternario o, si se persigue a la vez un efec-
prójimo. Quiere ser una exhortación a imitar al samaritano (A. to anticlerical, presentar, después del sacerdote y el levita, un judío
Kemmer)9. laico. Pero si el relato debía presentar un ejemplo ilustrativo del
precepto del amor al enemigo y animar a los oyentes judíos a prac-
ticar la conducta correspondiente, el odiado samaritano no hubie-
Mala cosa si hubiera una justificación válida ra desempeñado el papel de auxiliador, sino, a la inversa, el papel
de hombre necesitado de ayuda.
Los exegetas se esfuerzan por atribuir la extraña conducta de De hecho, la versión que nos ha llegado del relato no utiliza
las dos personalidades judías a motivos conceptuales que puedan ninguna de estas posibilidades...
atenuar la impresión de escándalo. Buscan con afán razones que El acto caritativo del samaritano revela el amor, no en la di-
los disculpen. mensión de la exigencia, sino de un evento. Lo que el relato afir-
Suelen recurrir especialmente al precepto de pureza ritual, que ma y propone no es otra cosa, dicho en fórmula provisional, que la
prescribe evitar a todo el que esté en peligro de muerte. Pero un ra- sorprendente e irresistible experiencia del amor recibido de un
zonamiento de este tipo no se ajusta en absoluto a la narración. enemigo (W. Harnisch)".
En efecto, el texto trata de presentar la negación de auxilio co-
mo algo inesperado y escandaloso. Por eso la atribuye a tales per-
sonajes. La historia sería contradictoria si se permitiera mitigar o Ganar al oyente para la causa del amor
eliminar la inaudita escena mediante una explicación plausible (W.
Harnisch)10. Todo hace pensar que el relato, exponiendo algo inverosímil,
pretende despertar una experiencia que todos tienen, pero que la
9. A. Kemmer, Le parabole di Gesú, Brescia 1990.
10. W. Harnisch, Las parábolas de Jesús, Salamanca 1989. 11. Ibid.
78 Las parábolas de Jesús El samaritano 79

vida cotidiana sofoca y escamotea. El relato saca a la luz de un Basta que el hombre se halle en el templo, despliegue los rollos de
modo hiperbólico lo que nadie quiere percibir. En el caso límite de la ley, cante o rece, ofrezca los diezmos, y Dios está allí como un
una negación de auxilio, pone de manifiesto lo que la experiencia servidor celoso e impecable. A Dios, a fin de cuentas, se le posee.
cotidiana enmascara permanentemente: que no estamos en reali- Lejos de mí pensar que Dios no está presente en el templo, en
dad a la altura de las exigencias del amor. el culto y en todo lo demás. ¡Pero lo que me fastidia es esa confis-
La conducta de los jerarcas cultuales no tiene nada de extraor- cación casi mágica de él! Es creer que es fácil amarlo, y llegar a
dinario: «Su comportamiento inhumano es en realidad lo que hace defender que el prójimo que se ve y se toca es infinitamente más
todo el mundo» (E. Biser). En esta perspectiva la reacción de los difícil de alcanzar y amar que Dios, al que no se le ve. Sin negar
servidores del templo, escenificada en forma tan incisiva, lleva el evidentemente su presencia y su fidelidad en nuestros cultos y ora-
sello de lo real. Su incomprensible reacción ante la extrema nece- ciones, me pregunto si acaso no lo aprisionamos con frecuencia en
sidad de un herido viene a desenmascarar la traición cotidiana que nuestras Iglesias, en nuestros sistemas, en nuestras teologías.
se hace al amor. La indiferencia de los primeros transeúntes revela Con frecuencia no sabemos exactamente quién es y sabemos
lo que el oyente tendría que reconocer: que su vida real está mar- muy poco de quién es el prójimo. ¿Acaso hemos olvidado que en
cada por un fallo que proviene de la ausencia de un amor fuerte. Jesucristo Dios se ha acercado a nosotros? Se ha hecho tan real y
Pero el relato trata de ganar al destinatario para la causa del concreto como un prójimo, pero también ahora es tan difícil de des-
amor. Por eso especifica la deficiencia fundamental de la vida co- cubrir como lo es descubrir a tantos otros prójimos (A. Maillot)13.
tidiana en un acto de flagrante desamor que ha de provocar por
fuerza su protesta. De ese modo le da a conocer el carácter irre-
nunciable del amor. Llega el momento del riesgo
El desarrollo extravagante de la acción delata una doble estrate-
gia subversiva. Por un lado, el relato descubre, en contradicción Jesús la toma con la ley. Porque con la ley ya no existe riesgo.
con la idea del oyente, el fallo real de su tenor de vida. Por otro, le Y en ese caso, ya no hay verdadero prójimo, y menos aún posibi-
hace sentir esa carencia como intolerable, avivando su malestar con lidad de amor al prójimo...
la descripción de los hechos. Sin ahorrarle la súbita conciencia de Lo que Jesús echa en cara al sacerdote y su acólito es el no ha-
que su existencia se caracteriza por la falta de amor, le atrae secre- ber entendido que en la situación en que se encontraron deberían
tamente a la causa del amor. Dicho en otros términos, la parábola le haber hecho saltar su ley para acceder a la libertad y al amor al
recuerda al oyente que le falta el norte de su vida (W. Harnisch)12. prójimo. Les reprocha el no haber entendido que era el momento
del caso concreto, del «riesgo», en que no hay códigos que valgan
y hay que inventar el propio comportamiento (A. Maillot)14.
Dios no supone problema, pero...

¿Por qué este hombre que ha citado, y quizás creado, el resu- No es un ángel, sino uno que elige entre muchas cosas
men de la ley se plantea preguntas exclusivamente respecto al pró-
jimo? ¿Por qué no ha preguntado: «Pero quién es Dios»? ¿Es que
Por favor, no hagamos de nuestro samaritano un ángel caído del
Dios es más fácil de atrapar y amar que el prójimo?
cielo. No, es un hombre como nosotros, con un pasado, una tradi-
El hecho es que, para nuestro teólogo casuista, Dios probable-
mente no es un problema. Se sabe dónde está, dónde es posible en-
13. A. Maillot, Lesparaboles deJésus aujourd'hui, Genéve 1973. Recomien-
contrarlo y de qué manera, sin riesgo de error, adorarlo y amarlo. do el libro sobre las parábolas de A. Maillot por sus agudos, originales e incisivos
análisis, y por la cercanía a los problemas actuales de los cristianos, aunque ha si-
do habitualmente «desdeñado» por la exégesis académica.
12. Ibid.
14. Id., Les paraboles deJésus aujourd'hui.
80 Las parábolas de Jesús
El samaritano 81
ción, una familia, unas leyes... y también con unos proyectos. Sin
duda le esperaba su trabajo, quizás la familia o los amigos. El prójimo eres tú
Pero durante un tiempo todo esto queda en la penumbra. Por un La respuesta de Cristo se puede interpretar más o menos así:
tiempo el samaritano elige al herido y deja de lado todo lo demás. «Si esperas saber quién es tu prójimo, es probable que no lo en-
Y tenemos que subrayar precisamente esta realidad: amar signifi- cuentres nunca. Y entonces, en vez de plantearte tantas preguntas,
ca tener que elegir con frecuencia. Elegir lo uno... contra lo otro. ponte en el camino y hazte tú mismo prójimo. Porque la verdadera
Y no solamente contra sí mismo, sino contra los otros. Amar a un pregunta no son los otros, eres tú. La respuesta a la pregunta inicial
prójimo significa con frecuencia renunciar a amar a otros. Curar a eres tú. Paradójicamente, el prójimo eres tú, o sea, ese en quien
un nombre significa con frecuencia herir a otros, o al menos aban- puedes convertirte» (A. Maillot)17.
donar a otros heridos.
He ahí una de las razones por las que el amor al prójimo nunca
podrá justificarnos. Porque determina con frecuencia una culpabi- ¿Estás dispuesto a dejarte socorrer por el enemigo?
lidad en relación con los demás. No es posible extender una manta
para proteger a alguno sin destapar a otro en cualquier otra parte. ¿Quieres entender de verdad a quién debes considerar tu próji-
El mismo Jesús, cuando pasaba su tiempo curando a un enfer- mo? Intenta por un momento imaginarte en el lugar de aquel des-
mo, «robaba» ese tiempo a otro. No olvidemos que no ha curado graciado herido por unos bandidos y abandonado moribundo en la
a todos los enfermos de Israel. Se ha visto obligado a elegir. Y ha cuneta. Me gustaría ver si en aquel mal trance, y después que dos
elegido a los cercanos, a los que estaban allí. También el samarita- paisanos de purísima ascendencia israelita y nada sospechosos han
no elige al que está allí. Quizás en detrimento de su familia, sus pasado de largo sin pararse, estarías dispuesto a mantener tus pre-
amigos, pero eso no le importa. juicios étnico-religiosos y rechazarías dejarte tocar por aquel sa-
Aquí es donde el amor se diferencia de la filantropía que, en maritano con las manos impuras o si, por el contrario, desearías
cuanto tal, nunca quiere elegir (A. Maillot)15. desesperadamente que se parase, que no tuviera en cuenta aquella
barrera y te considerase su prójimo simplemente en cuanto hombre.
Hoy se podría ambientar la parábola donde existen discrimina-
Aprender a recibir ciones raciales. Imagínate tú, blanco, racista y hasta afiliado al Ku
Klux Klan, tú que armas un lío en un local si entra un negro y no
Con frecuencia, cuando hablamos del prójimo, lo primero que pierdes ocasión para manifestar tu desprecio y tu aversión, imagí-
tratamos de dilucidar es lo que tenemos que hacer. Empezamos nate implicado en un accidente... por una carretera poco frecuen-
arremangándonos la camisa. Aquí Cristo nos recuerda que hay que tada y estar ahí muriéndote desangrado mientras pasa algún que
comenzar a recibir y descubrir. otro coche y no se detiene; imagina que en un momento determi-
En efecto, pensemos lo que pensemos, existen muchas personas nado pasa por casualidad un médico de color...
que se acercan a nosotros, se ocupan de nosotros y nos quieren. La cosa no está en ayudar a los negros, los judíos o a otros
Nuestra vida está tejida de múltiples prójimos que llegan a no- marginados, sino más bien en verte en una situación en la que só-
sotros, y a quienes hemos olvidado. Con frecuencia hemos olvida- lo pudieras ser ayudado por un negro, un judío, un comunista o un
do amar a aquellos que se han acercado a nosotros. ¿Acaso no es fascista; en una palabra: por uno del otro bando (y podemos aña-
muchas veces más fácil amar a los que nos necesitan que no a dir: un extracomunitario, un limpiacristales marroquí, un albanés).
aquellos que nosotros necesitamos? (A. Maillot)16. Si se diera una situación de este tipo, ¿te atreverías todavía a decir:
«Sería mejor que esa gente se quedase en su país»?...
15. Ibid.
16. Ibid. 17. Ibid.
82 Las parábolas de Jesús
El samaritano 83
Entonces -parece decir Jesús no sin un matiz de sencilla iro-
nía- ¿quién es tu prójimo? ¿Quién fue prójimo para aquel hombre lo sería hoy, y hay que explicarlo tal vez porque este hombre ha si-
herido? Después de haber escuchado esta historia, ¿te atreves aún do turbado en su conciencia por la predicación de Jesús.
a dar una definición restrictiva, que excluya al extranjero, al ene- Si Jesús, de modo sorprendente, le muestra la acción como el
migo? ¿Prefieres defender que el samaritano tendría que haber de- camino de la vida, hay que comprenderlo a partir de esta situación:
jado morir a aquel herido porque pertenecía a un pueblo enemigo? todo el saber teológico no sirve para nada, si el amor a Dios y al
Pero si esto es verdad, por la fuerza del carácter recíproco de la «compañero» no determina la conducta de la vida (J. Jeremías)20.
noción de «prójimo», se sigue que tú también has de considerar
prójimo tuyo al hombre como tal. Eso es lo que se explícita en las
palabras finales: «Anda y haz tú lo mismo» (v. 37). Sólo en este El evangelio no es una ejercitación mística acerca de Dios
momento el interlocutor está invitado a identificarse no ya con el
necesitado, sino con el auxiliador; pero esto es sólo una conse- Lo que cuenta en la óptica de Cristo no es que uno se llame
cuencia, que presupone cuanto anteriormente se ha asumido me- cristiano o no cristiano, sino que uno se baje de su seguridad y se
diante la parábola; la invitación a identificarse con el auxiliador se preocupe del hombre herido. Quien lo haga está en la verdad, en-
puede percibir precisamente porque antes se ha debido identificar tra en la verdadera condición de próximo al hombre...
uno con el hombre herido (V Fusco)18. En la parábola se entrevé incluso la mediación entre ser próxi-
mo al necesitado y la realidad: la indicación del mesón, del pago
de los denarios al mesonero...
¿Dónde le habéis puesto? Es como decir: la pasión por el hombre herido nos debe llevar
a usar también las estructuras necesarias para liberarlo. La univer-
Ha ocurrido más de una vez que algunos creyentes han repeti- salidad pasa a lo concreto. El evangelio jamás es una ejercitación
do aquella lamentación de María Magdalena cerca del sepulcro: mística sobre Dios. Sobre eso existen libros orientales estupendos,
«Se han llevado a mi Señor y no sé dónde le han puesto» (Jn 20, sublimes. El evangelio tiene esta modestia de lo cotidiano, que es
11-13). El trabajo de los exegetas a veces parece destructivo: ¡lo su cualidad extraordinaria, y nos lleva, después de todos los dis-
que queda de los textos evangélicos, durante un tiempo tan vivos, cursos, a lo concretísimo que es el hombre de la calle.
es como un desierto quemado y árido! Todo el universo de los conceptos, por una especie de improvi-
Pero también nosotros tenemos la posibilidad de experimentar, sada precipitación química, se resuelve en el hombre concreto que
en cierto modo, lo que le ha ocurrido a María, cuando Jesús, des- languidece en medio de la sangre de sus heridas. Este vuelco es lo
cubierto nuevamente como «resucitado», se acerca a nosotros en que nos atormenta (E. Balducci)21.
su postura concreta. Lo reconocemos en el samaritano y también
nosotros decimos: ¡Rabbuní! (J. Lambrecht)19.
Conoce al hombre quien lo ama
Ha recibido una fuerte sacudida por la predicación de Jesús
Conocer a Cristo es lo mismo que conocer al hombre. Conocer
Que un culto teólogo pregunte a un laico por el camino de l a al hombre está dentro de nuestras posibilidades. Pero ¿de qué co-
vida eterna era entonces exactamente tan desacostumbrado como nocimiento se trata?
No del filosófico y científico, tan respetable y necesario, den-
18. V Fusco, Olíre la parábola. Introduzione alieparabole di Gesü, Roma 19$-> tro de su ámbito. Es un conocimiento que es lo mismo que el amor.
19. J. Lambrecht, Tandis qu 'II nous parlait. Introduction auxparaboles, P a r ; '
1980.
20. J. Jeremías, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.
21. E. Balducci, // Vangelo dellapace, atino C, Roma 1985.
84 Las parábolas de Jesús
El samaritano 85
Conoce al hombre quien lo ama. Y conoce al hombre quien ama al
que es distinto de él, es más, a su enemigo. puede dar las gracias y que se le puede abandonar tranquilamente
Porque en el salto con que el amor supera los abismos, esto es, a su destino, porque nunca reprochará al transeúnte su ruindad...
las diferencias de cultura, clase, economía, hay una potencia cog- El sacerdote y el levita no ven las ocasiones, conocen el amor
noscitiva que se asemeja a esa misma de la que Dios ha dado ejem- cómodo, no tienen la experiencia de la pobreza de amor que quema
plo (E. Qalducci)22. como una llaga abierta e infectada, una lenta e incesante pérdida de
sangre, que termina inevitablemente con la muerte. El amor para
ellos es una virtud, esto es, una teoría: no se hace carne en ellos y
Me recuerda a don Abundio no lo pueden ver en la carne desgarrada del herido (A. Paoli)24.

«Un sacerdote bajaba casualmente por aquel camino y, al ver-


lo, se desvió y pasó de largo». Un sacerdote pasa «casualmente» El único reconstituyente: un ideal
por allí; su paso se cuenta en un contraste fortísímo con el paso del
samaritano «que iba de viaje». «Y vino». ¿Qué podrá dar a este hombre anémico la fuerza pa-
El sacerdote da la impresión de que camina por un sendero co- ra reponerse? ¿Cuál será el reconstituyente que, como el vino, po-
nocido, como pensando en otra cosa. No sé por qué, pero me re- drá devolverle el sentido de la vida? Un ideal. Una cosa pequeña;
cuerda a don Abundio en el famoso paseo que abre la novela. Un y sin embargo, sin ella no se puede vivir; y con ella se puede vivir
paseo inocente, dado en parte para distraerse y en parte para rezar una vida de un potencial enorme.
el breviario con el mínimo esfuerzo, que le hace chocar con la pre- Se sabe que el ideal concentra todas las fuerzas espirituales de
potencia, la injusticia y la aflicción del débil y del inocente. la persona en un punto, las dilata ilimitadamente, es un peso que
La reacción de don Abundio es menos olímpica que la del sa- está en la persona y al mismo tiempo fuera de ella, de tal manera
cerdote del evangelio, pero la solución es exactamente la misma, que la hace salir de sí y la hace gravitar hacia Otro distinto de sí
una solución de miedo y, por tanto, de huida. Los dos intentan po- misma; tanto, que el egoísmo que hace al hombre cerrado se supe-
nerse a salvo. ra por una fuerza igual y contraria (A. Paoli)25.
Para don Abundio la decisión se complica por la protesta vi-
brante de hombres que reclaman la justicia y por la voluntad de
hierro de los que lo consideran cómplice de la injusticia. En la pa- No le quedará más que la señal del amor...
rábola la decisión se facilita por el silencio del herido y por la so-
ledad del camino (A. Paoli)23. Tengo una gran esperanza... Que la Iglesia, que ha renunciado
a su imagen de rival del mundo y de sociedad contra la sociedad, o
de sociedad-guía de la sociedad, para tomar la de «animadora»,
Esos que no ven la ocasión pueda hacer sentir al mundo que es amado. Cuando renuncie a los
últimos signos de poder, no le quedará más que el signo del amor.
Es estupendo que a este samaritano, que hace de modelo del Si la Iglesia, como comunidad de amor y como comunidad li-
amor, se le presente en un camino desierto, infectado de ladrones, túrgica, sabe hacerse signo de ese amor que envuelve el universo y
ante un hombre desnudo y moribundo, ante un hombre que no reúne a la comunidad humana en un solo cuerpo, el mundo descu-
brirá su verdadera energía vital: el amor de Dios (A. Paoli)26.

22. Id., // mandorlo e ilfuoco, anno C, Roma 1979. 24. Ibid.


23. A. Paoli, Un encuentro difícil: la parábola del buen samaritano, Madrid 2002. 25. Ibid.
26. Ibid.
86 Las parábolas de Jesús El samaritano 87

El ignorante y el docto frente al misterio -¿Tú conoces el evangelio?


-¿Y tú conoces el dolor? (P. Mazzolari)'
«Un maestro de la ley...». Hay más verdad en una parábola
evangélica que en no sé cuántos tratados filosóficos o teológicos.
El ignorante respeta el misterio, mientras que el docto tiene la Inhumanos en nombre del deber
tentación continua de coartarlo o de deformarlo a su semejanza.
El ignorante se reserva un pequeño espacio para ponerse de ro- La piedad puede ir unida fácilmente con la violencia de nues-
dillas; el docto lo ocupa con cifras, cálculos, conceptos, razona- tros prejuicios. Muchas personas se han vuelto inhumanas en
mientos, máquinas, instrumentos que le crean la ilusión o la pre- nombre del deber o de algo parecido. El corazón no encuentra sa-
tensión de haber entendido. tisfacción alguna en hacerse malo, si no le obliga a ello la cabeza
En la imagen del ignorante hay sitio para la verdad; en la argu- (P. Mazzolari)30.
mentación del docto, a menudo, no hay nada. Se encuentra adel-
gazada, limada, constreñida.
Los hombres suelen llamar verdad a un pensamiento al que na- Un repetidor
da se puede añadir.
El humilde guarda con amor la más pequeña de las simientes o El levita es un repetidor, la mala copia de alguien que ha pasa-
una partícula de levadura; el científico descompone incluso la se- do antes que él, el fidelísimo.
milla, deshace incluso la levadura (P. Mazzolari)27. A muchos les gusta una fidelidad de ese estilo. Son los que no
soportan ninguna iniciativa que de alguna manera se aparte no de
lo que se debe hacer, sino de lo que siempre se ha hecho y que
Basta uno ellos creen que es un bien (P. Mazzolari)31.

No importa si por uno que quiere, noventa y nueve no quieren;


si por uno que se para, noventa y nueve siguen adelante. Entre viajar y pasear
Ese uno es el Amor.
El pesimismo fue inventado por los perezosos, los desalmados, En mi palpitar de cada hora, siento y entiendo el palpitar ajeno',
los que no tienen corazón. Yo creo en el Amor (P. Mazzolari)28. en mi llanto, saboreo el amargor de cada lágrima; en mi abandono,
hace eco el desierto que cerca cada corazón. Así me encamino ha-
cia la solidaridad y el amor.
¿Conoces el dolor? Los otros dos, el sacerdote y el levita, no viajaban; simplemen-
te paseaban: eran un adorno del camino, como esas mujeres ele-
El sacerdote no puede ser un separado: entonces no compren-
gantes que se ven en el paseo marítimo a ciertas horas del día. Ae-
dería lo que acaece en el corazón del hombre y lo que cuesta vivir
róstatos parados, barcos atracados, perros encadenados. Gente
la fe en el mundo. Muchos tienen miedo de las pérdidas y de los
segura, por tanto dura. Existe una seguridad que hace implacable8
extravíos, y cierran y atrancan, olvidando que está perdido para la
(P. Mazzolari)32.
gracia y para la vida no sólo el pródigo, sino también el hermano
mayor, quien, aunque conoce la ley, no conoce el dolor:
29. Ibid.
30. Ibid.
27. P. Mazzolari, II Samaritano, Brescia 1963. 31. Ibid.
28. Ibid. 32. Ibid.
88 Las parábolas de Jesús El samaritano 89

En la religión todo consiste en inclinarse Un huevo sin color

«Se inclinó...». Inclinarse es un gesto materno. Tanto se incli- En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, no lejos del hom-
nan las madres que sus espaldas lo delatan muy pronto. Esa curva bre maltratado por los ladrones, espero a los dos primeros vian-
es el documento de su identidad, la inconfundible señal de la ma- dantes, que sé que no se pararán. Ahí viene al sacerdote, y he aquí
ternidad que desciende y condesciende. que ve a aquel hombre y sigue adelante; y poco después el levita:
En la religión todo consiste en inclinarse: mira y sigue adelante. Desde donde me encuentro miro los dos
«Se inclinan los cielos y hacen llover al Salvador». rostros: esos rostros relevantes en los que, al contrario que el sa-
«Y el Verbo se hizo carne y descendió hasta nosotros». maritano, no nace la piedad. Pero no veo la cara: bajo el turbante
«El Señor, al verla, se compadeció de ella y le dijo: '¡No llo- hay una especie de huevo liso y sin color (L. Santucci)36.
res!'. Y acercándose, se inclinó sobre el féretro» (Le 7, 13-14).
«Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en la tierra:
'Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la primera
piedra'» (Jn 8, 6-7).
«E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn 19, 30).
Así responde el Hijo de Dios a las rigideces hipócritas de los
hombres. El samaritano actúa como Jesús, por eso Jesús es el sa-
maritano; más que el samaritano, la caridad.
«Vete y haz tú lo mismo» (P. Mazzolari)33.

El hombre no entra en ciertos esquemas

Alguno no hace otra cosa que abanicar la verdad o una verdad


suya, olvidando que los mismos principios más sagrados, al apli-
carse al ser humano, se hacen comprensivos y caritativos.
El hombre real no entra fácilmente en ciertos esquemas si la
caridad no los dilata (P. Mazzolari)34.

El milagro más grande

El milagro más grande y continuo, que además es prueba se-


gura de la presencia de Dios en nosotros, es el bien que florece en
las manos del hombre: una criatura que no es buena hace cosas
buenas (P. Mazzolari)35.

33. Ibid.
34. Ibid. 36. L. Santucci, Una vita di Cristo. Válete andarvene anche voi?, Cinisello
35. Ibid. Balsamo 1995.
Los tres amigos 91

3 que duerme, y yo, con la oración, voy a despertarlo, hago que se


interese por mis problemas.
Los tres amigos Pero la experiencia me demuestra que casi siempre ocurre lo
contrario: Dios no duerme; el inoportuno que viene a despertarme
es precisamente él. El que duerme (o el que finge dormir para que
no le molesten los demás) soy yo.

«Si uno de vosotros tiene un amigo y acude a él a


media noche, diciendo: 'Amigo, préstame tres panes, La oración nos despierta
porque ha venido a mi casa un amigo que pasaba de
camino y no tengo nada que ofrecerle'. Y si el otro En realidad, a través de la oración es Dios quien me despierta.
responde desde dentro: 'No molestes, la puerta está Mi madre me recomendaba cuando era pequeño que rezase mis
cerrada, y mis hijos y yo estamos ya acostados; no oraciones «en cuanto me despertara». Después he aprendido que
puedo levantarme a dártelos'. Os digo que si no se tengo que rezar para despertarme. Si no rezo, no me despierto.
levanta a dárselos por ser su amigo, al menos para Mejor que despierto, quien reza es uno que se deja despertar.
que no siga molestando se levantará y le dará cuan- Con frecuencia vivimos en un estado de sopor, de duermevela, de
to necesite. Pues yo os digo: 'Pedidy recibiréis; bus-
sueño profundo o de sonambulismo. Nos dejamos vivir, nos con-
cad y encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo
fiamos a la mecánica obtusa de las costumbres, al automatismo de
el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que
los gestos repetitivos. Pasamos por las cosas, situaciones y perso-
llama le abren. ¿Quépadre, entre vosotros, si su hi-
nas sin profundizar, sin entrar en comunión con ellas, sin hacernos
jo le pide un pez, le va a dar en vez del pescado una
partícipes.
serpiente? ¿O si le pide un huevo, le va a dar un es-
corpión? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis Pues uno de los temas fundamentales de la Biblia y de la pri-
dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el mitiva predicación cristiana es precisamente el del despertar. Des-
Padre celestial dará el Espíritu santo a los que se lo pertar a través de la presencia imprevista de Alguien que -de no-
pidan?» (Le 11,5-13). che o de día- llama a nuestra puerta y solicita insistentemente que
le dejemos entrar.
Un antiguo himno litúrgico canta: «Despierta tú que duermes,
levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo » (Ef 5, 14).
¿Quién es el que duerme?
«Con la civilización se pasa del problema del hombre de las ca-
vernas a las cavernas del hombre. Todo lo que amenazaba al hom-
Normalmente se define esta parábola como la «parábola del
amigo inoportuno». En realidad aquí los amigos son tres, constitu- bre desde fuera, los grandes peligros, las tinieblas nocturnas, el
yen una cadena. Se podría decir: había un amigo, que tenía un hambre, la sed, los fantasmas, los genios, los demonios, todo lo
amigo, que tenía un amigo... que le mantenía en una inseguridad fundamental, todo esto se tras-
Hagamos aún una precisión. Hemos de estar atentos para no fiere al interior y nos amenaza desde dentro» (E. Morin).
forzar indebidamente el significado del texto, hasta llegar a la Ahora las noches de nuestras ciudades están iluminadas. Pero
identificación exacta de los papeles de cada uno. la oscuridad ha pasado al interior del hombre. Los fantasmas se
Sí, Cristo ha querido con esta «escena nocturna» animarnos a han situado en su corazón. Los abismos se han excavado en su es-
una oración confiada, insistente y hasta testaruda. Pero una postu- píritu.
ra simplista podría llevarnos a establecer así el reparto: Dios es el La oración me ilumina desde dentro. Ilumina mis profundida-
des. Y yo, una vez más, salgo afuera, desde mis cavernas. Salgo a
92 Las parábolas de Jesús
Los tres amigos 93
la luz. Vuelvo a ser libre. Me encuentro liberado del miedo y del
sueño (que sirve precisamente para exorcizar el miedo). toca sin duda a Dios. Al otro lado del hilo (o detrás de la ventana
«La oración cristiana es la toma de conciencia de todo el ser» cerrada) está él, que se deja encontrar regularmente, está disponi-
(J. C. Barreau). Rezar, pues, significa despertarse, prestar aten- ble siempre, no dice: «Estoy muy ocupado... No tengo tiempo...
ción, estar presentes. Tengo otras muchas cosas más importantes de que preocuparme...
«Habla, Señor, que tu siervo escucha». Tengo una infinidad de asuntos urgentes que despachar para el go-
«Señor, aquí estoy... Dime...». bierno del mundo y tú me mole.stas con tus miserables peticio-
«Señor, heme aquí, estoy a tu disposición, puedes contar con- nes. .. Me estás cansando, aburriendo... Ya he oído un montón de
migo». veces tus lamentos»... No, él escucha con paciencia, toma nota.
Con razón se ha dicho que la oración más fuerte que el Señor Por tanto, basta orar para estar seguros de que la comunicación
puede, oír es el «sí». Pero el «sí» sólo lo puede pronunciar un indi- se ha establecido. Y luego Dios interviene, no hay duda. Aunque
viduo que está en pie, dispuesto a partir. No es una casualidad que no siempre cuando y como pretendemos nosotros.
el «sí» decisivo en la historia de la humanidad lo haya dado una
muchacha de Nazaret que inmediatamente se puso en camino...
No de la manera que nosotros queremos

¿Es verdad que Dios nos escucha? Un texto de la Carta a los hebreos nos puede ayudar también a
desenredar este embrollo y a entender algo. Se trata de una frase
«Pedid y recibiréis». Dan ganas de quejarse, y los motivos de que parece contradictoria: «El mismo Cristo, que en los días de su
queja son infinitos, y todos tienen que ver con nuestra experiencia vida mortal presentó oraciones y súplicas con grandes gritos y lá-
concreta. Hemos rezado. Y hasta hemos insistido en nuestras peti- grimas a aquel que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado en
ciones, según la recomendación que cierra la parábola evangélica, atención a su actitud reverente; y aunque era Hijo, aprendió su-
pero no hemos conseguido nada. Dios ha permanecido obstinada- friendo lo que cuesta obedecer» (Heb 5, 7-8).
mente mudo. La ventana está cerrada, ni siquiera se ha abierto una Jesús no ha podido evitar ni la pasión ni la muerte, realidades
rendija. que lo perturbaban profundamente. Y, sin embargo, se afirma que
Y es difícil continuar cuando nuestras peticiones son sistemáti- fue escuchado. Por una parte, se defiende que Dios se pliega a la
camente desatendidas. Y hasta se tiene la impresión de que Dios se voluntad del Hijo («en atención a su actitud reverente»), porque
divierte no haciendo caso de nuestras legítimas expectativas. escucha su oración angustiada. Por otra parte, se declara, al con-
Entonces ¿cómo conciliar la garantía de que ciertamente nues- trario, que Cristo se somete «dolorosamente» a la voluntad del Pa-
tras oraciones van a ser escuchadas con la experiencia casi diaria dre. ¿Cómo compaginar estas dos afirmaciones?
que desmiente brutalmente esa promesa? Cada uno de nosotros A. Vanhoye -uno de los más acreditados intérpretes de este tex-
puede exhibir una larguísima lista de peticiones no «tramitadas» to-, dice que, leyéndolo bien, ha habido una transformación de la
por Dios, un voluminoso libro de reclamaciones contra él. petición en el curso de la oración, y así es como se manifiesta su
¿A lo mejor es que la burocracia celestial -sector «gracias es- dinamismo lleno de vida: «Jesús siente el deseo instintivo de esca-
peciales»- se atasca y acumula numerosos retrasos e incumpli- par (de la muerte). No rechaza este impulso, sino que lo presenta a
mientos porque llegan muchos asuntos con un ritmo cada vez más Dios en una oración» dramática, en una súplica desgarrada. «Sin
apremiante? embargo, esta oración estaba totalmente empapada de respeto pro-
No, en materia de oración no podemos pensar en términos de fundo ante Dios y se guardaba por tanto de imponerle una solución
contabilidad y eficacia. La certeza de ser escuchados se coloca en fijada de antemano. El que ora se prohibe a sí mismo decidir por sí
otro plano. O sea, existe la seguridad de que nuestra oración llega, solo y liberarse a sí mismo. Se abre a la acción de Dios y consien-
te en la relación interpersonal. Se somete por ello a una fuerza de
94 Las parábolas de Jesús Los tres amigos 95

atracción que, no sin una lucha dolorosa, realiza en él una trans- Adrienne von Speyr tiene una página bellísima comentando es-
formación. El objeto de la oración resulta entonces secundario. Lo te texto3. Me permito resumirla libremente. La expresión «en mi
que importa ante todo es la relación con Dios. nombre» tiene distintos matices. Aquí su significado podría co-
En los evangelios, después de haber implorado su liberación, rresponder a «en unión conmigo, unidos a mí, en comunión con-
Jesús añade: 'Pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú' migo». La referencia puede ser también -como en Jn 1,51- la es-
(Mt 26, 39). Y lo que parecía primero una simple cláusula sobrea- cala de Jacob. El cielo permanecerá abierto y no se interrumpirá
ñadida», una concesión extrema respecto a la petición de fondo ya la comunicación entre Dios y los hombres, y el «lugar» de tal
-«Pase de mí este cáliz»-, «se va convirtiendo poco a poco en la comunicación es Jesús.
petición principal: 'Hágase tu voluntad' (Mt 26, 42). Así es como Hay que subrayar que todos los verbos están en plural, por tan-
la oración transforma el deseo, que se va modelando sobre la vo- to se trata de la oración de la comunidad. El contenido de la ora-
luntad del Padre, sea cual sea, ya que el que ora aspira ante todo a ción son los intereses de la comunidad. Y se podría añadir: tam-
la unión de sus voluntades en el amor. Se comprende entonces por bién las exigencias de un solo individuo que toda la comunidad ha
qué el autor de la epístola... llama a la oración una ofrenda»1. hecho suyas.
Y el mismo comentarista concluye: «No por ello, sin embargo, Pero pedir «en su nombre» significa también «en su espíritu».
se rechaza la aspiración inicial, sino que más bien se mantiene en Se trata de permitir que él preste su espíritu a nuestras peticiones, las
su sentido más profundo. Jesús no renuncia a pedir la victoria so- traduzca según sus intenciones. Entonces la petición la realiza él.
bre la muerte, sino que se pone por completo en las manos de Dios Es necesario desaparecer, remitirse a él, dejar que él entienda
para que sea él quien escoja el camino a seguir»2. e interprete nuestras peticiones mejor de lo que podemos com-
La oración de Cristo ha sido respondida con la victoria sobre la prender nosotros. De esta manera, su cumplimiento nunca será el
muerte, obtenida, sin embargo, atravesando la muerte, no esqui- que nosotros hemos establecido, pretendido y esperado. A veces
vándola. Por eso es absurdo dar instrucciones a Dios en la oración. responderá a nuestras intenciones, pero con mucha frecuencia se-
Dios nos escucha ciertamente. Pero «a su manera». O sea, se- rá «totalmente distinto», irreconocible comparado con nuestras ex-
gún su generosidad infinita de Padre, no «a nuestra manera», que pectativas. Por eso, pedir en el nombre del Hijo significa ser escu-
siempre es reductiva y con frecuencia torcida respecto a los pro- chados en su nombre ¡y a su manera!
yectos divinos. Es totalmente ventajoso para nosotros que el Padre La respuesta de Dios es segura, infalible. Y es más grande que
no nos tome la palabra al pie de la letra. La oración escuchada es lo que hemos pedido, aunque aparentemente no hayamos obtenido
la oración que nos transforma, que nos hace entrar en el proyecto lo que solicitamos y nuestros deseos hayan quedado desatendidos.
de Dios, nos introduce en su acción. Personalmente prefiero un
Dios que me sorprende a un Dios que «me contenta».
Un Compañero de viaje, mejor que un descuento en el billete

Aceptar que la petición se «traduzca» Además, hemos de tener en cuenta que existen dos tipos de in-
tervención. Dios podría hacer desaparecer milagrosamente los
«Cualquier cosa que pidáis en mi nombre os la concederé, pa- obstáculos que interceptan nuestro camino, las dificultades que
ra que el Padre sea glorificado en el Hijo. Os concederé todo lo nos oprimen, las cosas desagradables que nos molestan, la cruz
que pidáis en mi nombre» (Jn 14, 13-14). que magulla nuestra espalda.
O puede dejar las cosas como están (al menos, aparentemente).
1. A. Vanhoye, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Testa-
Pero él se pone en camino con nosotros, dispuesto a afrontar con
mento, Salamanca 4 2002, 140-141; subrayado mío.
2. Ibid., 141. 3. A. von Speyr, Jean, le discours d'adieu I, París 1982.
96 Las parábolas de Jesús Los tres amigos 97

nosotros nuestra aventura, a compartir los mismos riesgos, las mis- las desgracias, las emergencias. De la salud a los estudios, pasan-
mas molestias. Dios prefiere este segundo tipo de intervención. do por los problemas económicos y familiares, del trabajo a la ca-
Con su silencio el Señor nos dice: Sigue adelante, camina y ve- sa, la lista de las «gracias» por las que hay que llamar a cualquier
rás. El camino es siempre el mismo, los obstáculos también, las di- hora a la puerta del Señor aumenta cada día más.
ficultades aún están ahí, pero tú ya no eres el mismo, eres distinto Y él no siempre (así al menos lo pensamos nosotros... en voz
si has rezado. Tienes que afrontar el camino de antes, pero tu fuer- baja) está dispuesto a oír como sería deseable, por lo que siempre
za no es ya sólo tu fuerza. La situación no se ha cambiado mila- quedan estancados muchos asuntos pendientes que nos obligan, a
grosamente, sino que tú has recibido un suplemento de fuerza y pesar nuestro, a urgir.
capacidad. Sobre todo te has asegurado la presencia de un inigua- Y Pablo nos echa en cara que «nosotros no sabemos orar como
lable e insustituible Compañero de viaje. es debido». Probablemente, cuando escribía a los cristianos de Ro-
Y no es el caso de ponerse a discutir por qué no has consegui- ma, todavía no se practicaban ciertas devociones y los creyentes
do ciertas cosas, por qué Dios no te ha concedido esas gracias de- aún no habían descubierto los lugares adecuados, las formas idó-
terminadas. En realidad, has conseguido algo inmensamente me- neas y los ministerios competentes para presentar las peticiones.
jor: no algunas cosas, sino a él mismo. No algunas gracias, pero sí Basta escuchar hoy día ciertas «oraciones comunes». Comple-
su presencia. tas, martilleantes, definitivas, terminantes, provistas de minuciosa
En la oración no se consigue un descuento del precio del bille- documentación y hasta un poco presuntuosas, no siempre discre-
te de viaje. Se consigue un Compañero de viaje. tas, excesivas en cuanto al tono, incluso me atrevería a decir des-
caradas. Todo se especifica de una manera pormenorizada. Pues-
to que las cosas están así y así..., desde el momento en que... y
Oración «inspirada» puesto que la única solución es esa de..., entonces Dios está obli-
gado a escucharnos ateniéndose escrupulosamente a nuestras in-
«El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros formaciones e instrucciones.
no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que in- En el fondo le facilitamos la tarea. Ya hemos cumplimentado
tercede por nosotros con gemidos inefables. Por su parte, Dios, nosotros el formulario escrupulosa y completamente, sin olvidar
que examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu, que nada. A él sólo le queda plasmar su firma y su sello: «Se proceda
intercede por los creyentes según su voluntad» (Rom 8, 26-27). al cobro».
Aquí se dirigen algunas de las acusaciones concretas que se ha- Lo malo es que «nosotros no sabemos orar como es debido».
cen a la oración. Y más exactamente a ese sector específico que es Sin el Espíritu que ora dentro de nosotros «con gemidos inefa-
la oración de petición, en el que un poco todos nos consideramos bles», nuestras súplicas nunca llegarían al Padre. Es más, y dicho
especialistas. más radicalmente, la oración sería imposible.
Pero ¿qué quiere decirnos Pablo? Cuando oramos, casi siempre
tenemos peticiones concretas que presentar al Señor para que las
atienda. Nos reconocemos en el protagonista de la parábola: él ne- El conoce nuestras necesidades, pero con frecuencia
cesitaba exactamente «tres panes». La súplica, en nuestro panorama no las «reconoce»
religioso, desgraciadamente resta espacio a otros tipos de oración
que también deberíamos practicar: alabanza, bendición, acción de Tres observaciones. Primera: no es que el Espíritu tenga la fun-
gracias, adoración, ofrecimiento, contemplación. ción de «tasador», que realice un filtrado o un racionamiento por-
El hecho es que tenemos muchas, demasiadas cosas que pedir. que nosotros exageramos, pedimos mucho, abusamos de la gene-
Las necesidades son innumerables. Además de las ordinarias, es- rosidad del Amigo. Puede ser precisamente lo contrario. Nuestra
tán los imprevistos, los incidentes desagradables e imprevisibles, oración con mucha frecuencia hace cálculos demasiado mezqui-
98 Las parábolas de Jesús
Los tres amigos 99

nos. Se atiene a nuestras posibilidades, más que a la capacidad del


Dios «Señor de lo imposible». En una palabra, cuando se trata de oración es necesario ir a lla-
Sobre todo: nuestra oración no siempre consigue dar cuenta de mar a aquella puerta, para después echarse a un lado y dejar la pa-
nuestras necesidades, que van mucho más allá de los «tres panes». labra al Espíritu, resistiendo a la tentación de acallarla con nues-
No caemos en la cuenta de las cosas esenciales que nos faltan, de tras peticiones petulantes o con algún reproche.
los productos indispensables que escasean en nuestra casa. De lo La única manera de no sentirnos insatisfechos por la respuesta
que el amigo que llega de improviso espera de verdad de nosotros. a nuestras oraciones es hacerlas de tal manera que, gracias a las
Por eso, el Espíritu, más que «moderador» es «instigador». Nos sugerencias del Espíritu, no sean insatisfactorias. Las oraciones
apremia, nos anima a exagerar, a pedir cada vez más. Y como no- «inconvenientes» son las que están muy por debajo de las expec-
sotros nos mostramos siempre tímidos y prudentes, se preocupa él tativas de Dios. Son esas en que el Padre no «reconoce» las nece-
de reivindicar lo que nos corresponde como a hijos. sidades de los hijos.
Sí, el Padre conoce nuestras necesidades. Desgraciadamente,
Segunda: frente a un obstáculo, una dificultad, un tropiezo
no siempre las «reconoce» cuando las exponemos en la oración.
cualquiera, habitualmente exigimos que Dios mismo provea por la
vía rápida, allanando el terreno, quitando de en medio aquellas rea-
lidades desagradables.
Provocaciones
Sin embargo, no caemos en la cuenta de que «orar como es de-
bido» supone pedir al Señor que nos dé el coraje, la inteligencia, la
1. La falsificación más evidente, y hasta irritante para quien
fantasía para afrontar esa situación; que nos haga entender que la
conserve un mínimo de sensibilidad religiosa, es la del utilitaris-
solución depende de nosotros.
mo vergonzoso y, por tanto, de la instrumentalización casi mágica
Última: la tarea del Espíritu no es «apoyar» nuestras peticio- de la religión, que lleva a creer que Dios está a mi servicio, a mi
nes, asegurar el éxito favorable y en breve tiempo de nuestra ora- disposición. Un Dios a quien incluso se le imparten órdenes.
ción. No, el Espíritu debe «inspirar» nuestra oración, nuestras pe- 2. Otra distorsión bastante frecuente es la que coloca la ora-
ticiones, no simplemente hacerlas propias, recomendarlas con su ción de petición en los momentos de emergencia de la vida, en los
autoridad. Debe dilatar nuestra oración, no simplemente hacerla casos dramáticos, en las situaciones trágicas y sin salida. En una
llegar, tal cual, a su destino. Somos nosotros quienes tenemos que palabra, algo como una señal extrema de alarma a la que uno se
entrar en la perspectiva del Espíritu, no al contrario. agarra desesperadamente cuando suena la hora del peligro.
Creo que el equívoco de muchos encomendamientos al Espíri- Se olvida que la relación con Dios se inserta en la cotidianidad,
tu, incluso en ocasiones solemnes, es precisamente este: se querría en la normalidad de la existencia, en los días luminosos como en
que el Espíritu nos contentase, que obedeciese a nuestras sugeren- los grises, cuando el tiempo está sereno y cuando en nuestro hori-
cias, que se aviniese a nuestros puntos de vista, en vez de fiarnos, zonte se agolpa la tempestad. Mucha gente, por el contrario, sólo
abandonarnos totalmente a sus «gemidos inefables» y a su juego se acuerda de él en las circunstancias en que no se puede prescin-
imprevisible. dir de su ayuda.
Invocamos al Espíritu para que nos Heve allí donde nosotros 3. Dios quiere escucharnos, no desea sino escucharnos. Pero
hemos planeado ir, para que se manifieste libremente... según las no acepta nuestras órdenes. La gran tentación del hombre siempre
decisiones que ya hemos tomado nosotros y por las que hemos es la de trastocar los papeles, usurpar el puesto de Dios. Oyendo el
bregado tanto con todos los medios (incluso los menos limpios...). contenido y el formalismo de ciertas plegarias, se saca la impre-
Al menos deberíamos alimentar la sospecha de que si Dios nos sión de que el orante cree que domina, que domestica a Dios, que
escuchase según nuestros gustos y no según los deseos del Espíri- lo tiene secuestrado en sus dependencias.
tu, según nuestros proyectos y no según sus deseos, tendríamos las Cuando el hombre tiene la pretensión de hipotecar a Dios, de
de perder más que las de ganar. confiscarlo, de «tenerlo», su mano no alcanza a Dios, sino a un
100 Las parábolas de Jesús Los tres amigos 101

ídolo. El pecado del paganismo está revestido de religiosidad. Por con proyectos ridículos. Pero, en lo profundo de nuestros corazo-
eso los primeros cristianos eran acusados de no ser «religiosos». nes, está el Espíritu. Y entonces Dios «conoce el sentir de ese Es-
Dios está cercano. Dios es alguien con el que se puede contar. píritu». Y también nosotros hemos de saber que ciertamente es lo
Pero no está a nuestra disposición. No está a nuestro alcance. más ventajoso para nosotros.
Tenemos que evitar invertir los papeles. Somos nosotros los que No es que Dios no se fíe de nosotros, no nos otorgue su con-
en la oración nos ponemos a disposición de Dios. Cuando rezamos fianza. No se fía de nuestra falta de confianza.
nos abrimos, nos hacemos disponibles para secundar su acción. El Espíritu, ya lo hemos dicho, no se nos envía como «mode-
Desgraciadamente, el estilo de ciertas oraciones revela la pre- rador», tasador, reductor prudente de las peticiones, sino como in-
tensión de asignar a Dios ciertas «tareas», fijando incluso modos y térprete valiente de las exigencias y de los sueños más audaces y
tiempos, imponiendo cantidades y vencimientos. hasta imposibles. En efecto, nosotros, habitualmente, pedimos de-
4. Lo opuesto a la confianza, a la que nos anima la parábola, masiado poco y mal. Creemos que nos basta con «tres panes» pa-
no es sólo la ansiedad, el afán, sino también la pretensión. O, si se ra aderezar la mesa de nuestra vida. Dios sueña «cosas grandes»,
quiere, la petulancia. «cosas estupendas» y hasta «cosas imposibles» para sus hijos.
El tono y los contenidos de ciertas oraciones -incluso de esas Dios se desilusiona no sólo de lo que hacemos por él, sino de
llamadas «espontáneas», «libres», que a veces oímos en las asam- lo que no le permitimos hacer por nosotros.
bleas litúrgicas- revelan la pretensión de «instruir» a Dios, expli-
carle con detalle qué debe hacer y cómo, sugerirle la solución tan-
to de los problemas personales como de los que afectan a la Iglesia Pistas para la búsqueda
o al mundo entero. Ciertas «invocaciones» parecen más bien «ór-
denes», cuando no se asemejan a «facturas». Carecen de humil- Desde el punto de vista de Dios, no del hombre
dad, de modestia. No tienen discreción.
5. Querido lector, si me lo permites, y como conclusión de es- La estructura del relato es simple, lo que no significa que su
tas provocaciones de la oración de petición, sacadas como corola- comprensión sea fácil: un hombre llama repetidamente, en el co-
rio de la parábola de los tres amigos, quisiera decirte algo en tono razón de la noche, a la puerta de un amigo, hasta que este -si bien
fraterno -espero que no te suene a «paternalista»-, que resuma un de mala gana- se levanta para abrirle. A primera vista, la breve na-
poco lo que he intentado explicar en las páginas anteriores. rración parece describir un comportamiento normal entre amigos:
No te fíes de tus impaciencias. Y tampoco de tus deseos. si tienes un amigo y estás en necesidad, puedes importunarlo in-
Dios no anhela otra cosa que escucharte cuando rezas, pero no cluso de noche, y no te extraña que te responda mal: insistes. Así
quiere oír tus minúsculos deseos, insuficientes, mezquinos, limi- pues, una invitación al coraje y a la confianza frente a Dios. La in-
tados, irrisorios, torcidos. sistencia siempre supone estas dos cosas. Ante un extraño que in-
Dios desea escucharte. Pero no puede desear lo que tú deseas. funde temor no se insiste. Ni se persevera si no se tiene confianza.
Por eso te regala su Espíritu, no sólo para remediar la debilidad ex- Ante Dios el hombre debe tener intimidad y confianza. La oración
trema de tu oración, sino para salir al encuentro de la debilidad, de bíblica es al mismo tiempo respetuosa, dócil y firme.
la fragilidad, de la inconsistencia de tus deseos. Pero la conclusión que Jesús saca (11, 8) y el contexto que si-
Tenemos que admitir que «el mismo Espíritu intercede por no- gue inmediatamente (11, 9-10) muestran que la parábola quiere
sotros». Y no lo hace blandamente, sino «con gemidos inefables». afirmar la certeza de la atención prestada. Así como es seguro que
Dios así no puede resistirse, ser indiferente ante esta súplica inten- aquel amigo, por una razón u otra, terminará levantándose de la
sa y hasta dramática. cama, también es seguro que Dios escucha a quien le reza.
El «examina» los corazones. Y con mucha frecuencia se en- Las narraciones parabólicas nunca coinciden totalmente con la
cuentra con una realidad frustrante, con aspiraciones raquíticas, realidad teológica a la que aluden. La transposición se hace en el
102 Las parábolas de Jesús
Los tres amigos 103

momento justo. Y aquí el momento justo no es cuando el amigo se


Es mejor decir: «El amigo a quien se pide ayuda en la noche»
levanta de mala gana, ni cuando el que llama lo hace con insisten-
cia, sino -¡simplemente!- cuando se da la certeza de obtener lo pe- En la intención de Jesús, el centro de la narración no es el que
dido. Por eso la certeza no debe caer sobre la obstinación del que pide ni su insistencia, sino el hombre molestado en el sueño. En-
llama, para después concluir que la enseñanza de la parábola es su- tonces aparece clara la referencia a Dios. Si el amigo molestado en
gerir la eficacia de la oración insistente, aunque es verdad e im- el corazón de la noche no duda en escuchar la petición del vecino,
portante que el hombre debe estar dispuesto a orar con insistencia, ¡cuánto más Dios oirá a los que se encuentran en necesidad! Dios
sin perder la confianza. El personaje principal de la narración es el es su amigo, como ya lo vemos en el Antiguo Testamento, en don-
amigo que se levanta, no el que llama. Poner en el centro la perse- de Abrahán es llamado «amigo de Dios» (Is 41, 8). Una vez más,
verancia en la oración significaría llevar la parábola al plano moral. pues, estamos en presencia de una conclusión «a minore ad
Sin embargo, el centro de la parábola es, una vez más, teológico: la maius», y no se trata de la perseverancia en la oración, sino de la
postura de Dios ante el hombre. La parábola observa el problema certeza de que seremos escuchados. Por eso sería mejor titular la
desde la parte de Dios, no inmediata ni primariamente desde la del parábola «El amigo a quien se pide ayuda en la noche», mejor que
hombre. En sus parábolas, incluso en las aparentemente más obvias, «El amigo que pide ayuda» (A. Kemmer)6.
Jesús habla como quien conoce a Dios, no sólo como un maestro
que señala los deberes para con él (B. Maggioni)4.
No olvidemos al tercer personaje
Una escena sacada de la vida de la aldea Los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos. Es la me-
jor síntesis de la parábola, la cual no es sino una historia de amigos,
Esta breve parábola, que sólo se encuentra en Lucas, refleja de tres amigos. La historia de un hombre que tiene dos amigos, uno
exactamente las condiciones de vida de una aldea palestina de la que ha venido a molestarle, el otro a quien él no duda en molestar.
época. No había panaderías. Las amas de casa por la mañana tem- El contexto es bastante claro: eso es la oración. El hombre que
prano cocían el pan necesario para toda la familia y para el día. ruega es un hombre «molestado», atormentado por otro y que, a su
Cada uno estaba al corriente de las cosas del vecino y sabía si por vez, se ve obligado a ir a incomodar a otro.
la tarde aún le quedaba pan. Así en nuestra parábola un hombre Hay que prestar atención a esta sucesión de los tres personajes,
puede ir a casa del vecino a media noche para pedirle tres panes (la porque con frecuencia se explica la parábola como si sólo hubiese
porción normal para una comida). Él no tiene, pero sabe que el dos. Casi siempre se olvida al tercero, que en realidad es el prime-
otro sí. Que un huésped llegue en medio de la noche no es un he- ro, o sea, el viajero que primero ha venido a molestar a su amigo.
cho irreal; en la antigüedad los viajes de noche no eran raros. La Entonces, si para Cristo la oración fuese simplemente un asun-
hospitalidad era un deber sagrado, acoger a un huésped era una to entre dos personajes, se hubiera detenido ahí. Ya había materia
cuestión de honor. Al encontrarse en apuros, pues, el hombre lla- suficiente para comunicar el mensaje ligado al atrevimiento, a la
ma a la casa del vecino y pide tres panes. perseverancia y a ser importuno.
El otro, despertado mientras dormía, responde bruscamente: La complejidad de la historia, estas amistades en cadena, de-
«No molestes». Dice que la puerta ya está cerrada, atrancada con muestra perfectamente que el tercer personaje resulta esencial. Sin
una viga o una barra de hierro que, si se corre, hará ruido, desper- embargo, este queda normalmente olvidado tanto en las explica-
tando a sus familiares que duermen en la misma habitación (A. ciones como en nuestras oraciones. Estas, de hecho, la mayoría de
Kemmer)5. las veces se reducen a historias con dos personajes, son la historia
de dos amigos: Dios y yo. Entonces la oración se convierte en una
4. B. Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992.
5. A. Kemmer, Leparabole di Gesii, Brescia 1990.
6. Ibid.
104 Las parábolas de Jesús Los tres amigos 105

intimidad hermética, un diálogo cerrado, efusiones secretas en Finalmente, esta parábola nos exhorta a controlar nuestra len-
donde ya nadie encuentra sitio. En este caso, la oración se con- gua antes de orar. En efecto, es necesario no considerar un estúpi-
vierte en lo que siempre ha sido en las religiones: el jardín miste- do a Quien nos da el pan y sabe muy bien si nos sobra. A Quien
rioso y cercado de mis relaciones con Dios. nos regala el tiempo y sabe muy bien cómo lo perdemos. Estemos
Se trata de una primera manera de olvidar al tercer amigo. Por- atentos cuando rezamos para no desentendemos de los demás, pa-
que en toda oración cristiana él debería estar presente... ra no despacharlos con un telefonazo al gran Ministro o para no
Pero ¿quién es de verdad este tercer amigo? La parábola es remitir al amigo a la oficina central de la Seguridad celeste.
bastante clara: son los que tienen necesidad de nosotros, los que Queda una segunda hipótesis: cuando de verdad no tenemos
llaman a nuestra puerta. Pero no hay que dejarse limitar por lo res- nada que dar, cuando no tenemos pan, cuando nos encontramos
tringido de esta imagen. En efecto, hay amigos que consciente- desprovistos. Por algo Jesús primero ha tomado en consideración
mente nos piden ayuda, pero hay otros que cortan nuestro camino, esta hipótesis. En efecto, hay que reconocer que, aparte de un po-
que mueren de hambre, que están a punto de caer desfallecidos, co de amistad, de pan, de tiempo, de solidaridad (todas estas cosas
pero que no se atreven a llamar a nuestra puerta más que tímida- tienen su importancia), no tenemos ninguna otra cosa que dar a los
mente. También estos son el tercer amigo. hombres. Nosotros solos nos sentimos incapaces de remediar su
Así es como empieza muchas veces una verdadera oración hambre, de responder a su búsqueda, de indicar la meta del viaje,
cristiana. Con un personaje que viene a molestarnos, con alguien de calmar de verdad su angustia. A partir de un cierto momento,
cuya presencia, hambre, pena deben turbar nuestra tranquilidad y somos pobres, tan desprovistos como ese a quien hemos acogido.
nuestras ilusiones de cristianos honestos y nuestros dulces sueños Nuestras manos están vacías como las suyas.
de ciudadanos del cielo. Pero hay que ver y escuchar. Desgracia- En estos casos, después de haber dado cuanto podíamos ofre-
damente, muchos cristianos tienen los ojos vendados y se ponen cer, sólo nos queda hacer lo que hacen los pobres: ir a buscar a su
tapones en los oídos. Y así la puerta queda cerrada. Amigo, al otro, para pedirle lo que no tenemos ni en casa ni dentro
He ahí, pues, el primer acto de la oración cristiana. Antes de de nosotros. Este el segundo acto de la oración cristiana: importu-
molestar a Dios hay que dejarse molestar por los hombres. Antes nar a Dios. Y Jesús asegura: «Aunque le moleste, abrirá la puerta».
de llamar a la puerta de Dios hay que abrir la propia. Antes de ha- Por tanto, la oración principal es la oración de intercesión, «la
blar con Dios hay que escuchar a los demás. Estupenda oración oración por un tercero». No queda por eso prohibida la alabanza.
cristiana que nos coloca en medio de los hombres y que sólo bro- Y tampoco la confesión de los pecados... Pero este texto nos
ta de nuestra amistad con ellos. muestra cuál es la oración prioritaria.
Y ahora, una de dos: o tenemos pan o no tenemos. Si lo tene- Tenemos que decirlo: no la practicamos con frecuencia. No re-
mos, compartámoslo y no vayamos a despertar a otro amigo. He zamos bastante por esos pobres frente a los cuales somos pobres;
aquí una de las razones por las que Jesús ha adoptado esta historia ni por los parroquianos y los que no son parroquianos; ni por los
de amistad en cadena. Para que estemos atentos a una incoheren- ancianos, los pastores, los jóvenes. Además, preguntaos antes de
cia frecuente, por la que, como el rico de la parábola de Natán (2 criticar las faltas de los otros si habéis dado el pan necesario y si
Sm 12, ls), despojamos al pobre para agasajar a nuestro amigo. habéis llamado lo suficiente a la puerta de Aquel que remedia to-
La oración tiene una justificación cuando no tengo nada. Pero, das las deficiencias.
¡ay!, con mucha frecuencia se convierte en coartada para conser- Pero a lo mejor me decís: No son amigos, y la parábola es una
var lo que poseo, para esquivar lo que podría hacer. Rezo por los historia de amigos. Es verdad. Sin embargo, siempre es posible leer-
enfermos... y eso me dispensa de visitarlos. Rezo por los po- la de otra manera, y entonces se ve cómo la oración es también una
bres. .. y esto me permite seguir siendo rico y seguro. Rezo por los historia de... inoportunos (A. Maillot)7.
que tienen hambre... y esto me permite tomar el aperitivo domini-
cal en perfecta buena conciencia. Etc., etc. 7. A. Maillot, Lesparaboles dejésus aujourd'hui, Genéve 1973.
El hombre rico 107

4 un puñado de dinero. Él enseña a compartir y no puede ser reque-


rido como testigo «neutral» entre gente endemoniada para hacer
El hombre rico valer sus derechos o complicar las cosas.

Un hombre conversa con sus bienes

«Uno de entre la gente le dijo: 'Maestro, di a mi her- Lo que más llama la atención en este hombre rico y ávido de la
mano que reparta conmigo la herencia'. Jesús le di- parábola verdadera y propia es su heladora soledad. Algo real-
jo: 'Amigo, ¿quién me ha hecho juez o arbitro entre mente tétrico, terrorífico.
vosotros?'. Y añadió: 'Tened mucho cuidado con to- Más que contar sus rentas, parece que habla con ellas. Lo ve-
da clase de avaricia; que aunque se nade en la mos dialogando con las cifras. Charlando amorosamente con los
abundancia, la vida no depende de las riquezas'. Les libros de cuentas. Su voz tiene el sonido de las monedas.
dijo una parábola: 'Había un hombre rico cuyos Es un individuo sin nombre, sin rostro. No tiene mujer, ni hi-
campos dieron una gran cosecha. Entonces empezó jos, ni amigos. El único vínculo estrecho son sus bienes materia-
a pensar: ¿Quépuedo hacer? Porque no tengo don- les. Se identifica con sus riquezas. Él mismo se convierte en cam-
de almacenar mi cosecha. Y se dijo: Ya sé lo que voy po, granero, trigo, almacén, saco de cereales, número, cartera. Ya
a hacer; derribaré mis graneros, construiré otros no es un hombre. Es una cosa en medio de las cosas.
más grandes, almacenaré en ellos todas mis cose- Los bienes, en vez de ser vehículos de comunicación, de rela-
chas y mis bienes, y me diré: Ahora ya tienes bienes ción con los demás, para él son cosas que hay que acumular, con-
almacenados para muchos años; descansa, come, servar, proteger, defender. En vez de ser medios (antes se decía,
bebe y pásalo bien. Pero Dios le dijo: ¡Insensato! precisamente, que uno tenía muchos «medios»), se convierten en
Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién va a ser fin al que se sacrifica todo.
todo lo que has acaparado? Así le sucede a quien Y terminan por encerrarlo en una prisión. Este hombre triste,
atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios'» sórdido, es un prisionero. Puede incluso agrandar los almacenes,
(Le 12, 13-21). pero ya no logrará salir de ellos. Es un hombre cerrado. Sin futuro.
Justamente él, que se hace la ilusión de que está asegurado para
muchos años y para hacer proyectos de futuro.
Jesús contestatario Y cuando se pronuncia la terrible sentencia: «Esta misma noche
vas a morir», en realidad ya está muerto desde hace tiempo. Él mis-
Cristo, en primer lugar, rechaza el papel de arbitro que uno mo se ha dictado la sentencia. Con razón A. Maillot subraya cómo
quería asignarle en una controversia de herencia. Su misión se co- más que de un castigo se trata del cumplimiento de una petición.
loca en un nivel distinto al de las disputas mezquinas vinculadas a
intereses económicos.
Dios -aunque con frecuencia se ha pretendido esto de él- no es ¡Insensato!
el guardián ni el superpolicía de las cajas fuertes o de los «recin-
tos» que se consideran los más sagrados del templo. Jesús también rechaza severamente los pensamientos y los pro-
Cristo ha venido para descubrirnos que Dios nos ama, para dar- yectos del rico insensato. El soliloquio absurdo de este hombre se
nos el mandamiento del amor mutuo, no para establecer quién tie- interrumpe bruscamente por un juicio inapelable: «¡Insensato!».
ne razón y quién no entre dos hermanos que se pelean y luchan por Insensato porque funda su seguridad en el tener y no en el ser.
108 Las parábolas de Jesús El hombre rico 109

Porque se afana por poseer y acumular, en vez de empeñarse en El rico es un estúpido no porque muere (eso llega a todos...),
crecer. sino porque equivoca la vida de una manera clamorosa. Y aunque
Porque se identifica con las cosas y no las transforma en sacra- la «noche» se desplazase cien años, él seguiría comportándose co-
mento de comunión con los hermanos. mo un insensato, o sea, no viviendo.
Porque cree que mucho dinero significa mucha vida. En el fondo, Jesús le acusa de no ser lo bastante previsor. No ha
Porque está convencido de que la posesión egoísta da la alegría. logrado pensar «más allá» de la noche. Agranda los silos, pero no
Porque no sospecha que, aunque salgan las cuentas, su existen- logra ampliar los horizontes, se deja aprisionar en el horizonte te-
cia es un clamoroso fracaso. rrenal, que termina por sofocarlo.
Porque adora y no ve más que a su «yo». Jamás se coloca fren- Jesús ni siquiera condena la riqueza. Simplemente censura a
te a un «tú». quien hace de ella un ídolo, ante quien se sacrifica todo y que ter-
Porque no entiende que «el yo no tiene otra protección que el mina por sustituir al único Señor; desaprueba inexorablemente a
darse, el perderse» (A. Paoli). quien «atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios». Jesús
Porque no cae en la cuenta de que no se puede llenar el vacío no enseña el desprecio de las realidades terrestres, sino que pro-
con un estorbo. pone la superación.
Porque no intuye que la seguridad sólo se deriva de un acto de Además, rechaza especialmente la mentalidad corriente según
coraje, de ruptura, de liberación. la cual la vida del hombre «depende de las riquezas». La seguridad
Porque no se percata de que la vida ha de llenarse de amistad, no se consigue por lo que uno ha acumulado, sino por los valores
de don, de relaciones, no de cosas. con los que ha orientado su existencia.
La codicia empobrece al hombre, lo hace menos hombre, me-
nos humano, hasta inhumano, y al final lo deja ciego y por tanto
La noche desprovisto de la única luz capaz de aclarar la «noche» inevitable.

El inventario que el rico hace de su fortuna, los planes de am-


pliación de los graneros, las «tranquilizadoras» consideraciones so- Provocaciones
bre el estado de salud de su hacienda, las rosadas previsiones de un
futuro sin problemas, salpicado de comilonas continuas y regaladas 1. La posesión es siempre una limitación. «Quien compra un
bebidas, va a topar contra un muro: la noche. Es más, esta noche. campo y lo cerca, se priva del resto de la naturaleza, se empobrece
Frente a la muerte no podrá presentar balances. Las cifras de de todo lo demás. Por eso la pobreza religiosa no significa tener po-
los beneficios ya no son legibles en aquella oscuridad total. En to- co, sino no tener nada, o sea, es la expropiación total para poseer-
do caso, podría despuntar otro tipo de cifras, más luminosas (las lo todo» (E. Cardenal).
del ser, de la fraternidad, del don, de la alegría que se regala, de la 2. La posesión es sobre todo limitación de libertad. «¿No ha-
gratuidad, de la amistad desinteresada, del amor fiel, de la solida- béis advertido que ser rico se traduce con frecuencia en un empo-
ridad...), que desgraciadamente parece que no figuran en los li- brecimiento en otro plano? Basta decir: '¡Este reloj es mío!', y ce-
bros de cuentas. rrar la mano, para tener un reloj y haber perdido la mano» (A.
«Esta misma noche vas a morir». Muchos están preparados pa- Bloom). Nuestro espíritu, nuestro corazón, tienden a empequeñe-
ra presentar los registros perfectos (tanto del tener como del saber, cerse, a reducirse a las dimensiones de los objetos sobre los que se
e incluso los de los éxitos conseguidos). Lo malo es cuando se nos cierran, a las dimensiones de los bienes sobre los que se repliegan.
«exige» la vida. Hay que dar cuenta de la vida, no de lo que uno ha 3. La riqueza es falsificación de las cosas, porque falsea la re-
amontonado. O sea, ¿qué has hecho de tu vida? ¿En qué la has em- lación con ellas. El rico cree que su título de propiedad le une ín-
pleado? ¿Qué orientación le has dado? timamente, con seguridad, a los bienes. Pero esto es una colosal
110 Las parábolas de Jesús El hombre rico 111

ilusión. Las cosas, como las personas, tienen un límite de «invio- tre el profanador y el contemplativo. Entre quien pide a los bienes
labilidad», un «umbral infranqueable», que no puede ser forzado seguridad y quien les exige «comunicación».
por un derecho que se derive simplemente del dinero. Una cosa no El primero, a través de las cosas, se para, se aisla, posee y re-
se deja «violar» por la cartera (las personas a veces sí...). Por eso, chaza; el otro camina, se abre, da y se dilata. El primero se apropia
aun cuando me pertenezca, aunque sea mía, permanece inviolable de algo y queda en la superficie de todo; el otro descubre la verdad
en su esencia más verdadera y me dejará siempre insatisfecho. profunda de las cosas. El primero dispone de las riquezas; el otro
La cosa siempre permanecerá ajena a mí, se me escapará de la es dueño de sí. El primero está incomunicado; el otro se comuni-
mano aun cuando la retenga, es más, precisamente porque preten- ca con todo y con todos. El primero acumula; el otro comparte.
do agarrarla, tenerla, se reirá de mí burlona, intacta, intocable, inal- Por eso, la única manera para no pararse ante las cosas consiste
canzable. en llevarlas adelante con nosotros, arrastrarlas en nuestra aventura.
Para entrar en comunión íntima con un bien creado, la posesión 5. «Estoy hambriento de todo el pan que como solo, pobre de
ligada al dinero, al derecho, puede constituir un obstáculo. La fa- todos los bienes que retengo para mí» (G. Thibon).
cultad de poseer se sitúa en el nivel más profundo de nosotros mis- 6. En la misa hay un momento en que se nos recuerda el uso
mos, allí donde un objeto externo sólo puede entrar interiorizán- correcto que debemos hacer de las manos. El ofertorio es el mo-
dose. Para poseer de verdad una cosa hay que establecer con ella mento de la consagración de mis manos. Esas manos que reen-
no una relación de posesión, de agresividad, sino de participación, cuentran su función más verdadera en el gesto de la ofrenda.
de estupor, de contemplación. Se me han dado las manos para dar. Quien las usa habitual-
4. El hombre litúrgico, y no el hombre económico, es el que mente sólo para agarrar, retener, aferrar, no ha aprendido todavía a
está en armonía con lo creado. La tierra pertenece a los mansos, usarlas, aunque esté muy avanzado en años. Sobre todo aún no ha
o sea, a esos que no reivindican nada. Sólo el que reza teniendo las gustado la alegría más grande: la alegría de dar.
manos vacías, libres, puede rezar en las cosas y con las cosas. Nos preocupamos de enseñar a caminar. Y el día en que el niño
«En la Edad Media se celebraban las nupcias de Francisco con da los primeros pasos es un acontecimiento familiar. Habría que
dama Pobreza, se intentaba ver lo invisible, o sea, el secreto que se hacer fiesta cuando el niño empieza a usar las manos de la única
había hecho en él poesía y felicidad, contemplación y seguridad... manera correcta, que es dando.
Francisco lleva en sí mismo el signo de la liberación en la alegría, Nos preocupamos de las manos sucias. En realidad, las manos
que es seguridad, y en la contemplación, que es poesía... La histo- están manchadas sólo cuando retienen algo.
ria todavía no ha olvidado a este hombre martirizado en el cuerpo Un cristiano, o sea, un buscador de Dios, sólo superará la ten-
que redescubrió las estrellas, lasflores,el agua, el fuego, el sol, los tación de pararse si es capaz de transformar las realidades terres-
pájaros, toda la creación, finalmente liberada de la angustia y he- tres en «signo» y «don». Sólo si aprende a usar las manos de la
cha verdad y poesía» (A. Paoli). única manera «justa».
Así pues, hay diferencia entre hombre económico y hombre li- Nuestras cuentas, a diferencia de las del «insensato» de la pa-
túrgico. La diferencia se establece entre quien pone el corazón en rábola, saldrán cuando salgan las cuentas de los otros.
las cosas (o deja que las cosas, según una tendencia natural, pasen 7. Permítaseme decir con absoluta sinceridad. La imagen del
de las manos al corazón y después al cerebro, y allí ocupen todos individuo rico, calificado de «insensato» por Dios, no se aplica
los centros estratégicos de mando) y quien, por el contrario, obliga únicamente a nuestra sociedad opulenta en la que los hombres ra-
a las cosas a hacerse partícipes, cómplices, expresión del propio zonan en términos de cifras, negocios, porcentajes, programas eco-
corazón. nómicos, inversiones productivas. Para todos, sin excluir a nadie,
Podemos decir que la diferencia está entre el capitalista y el li- existe el riesgo de amasar «riquezas para sí» y de olvidarse de «ser
turgo. Entre el usurpador, el conquistador y el hermano. Entre el rico ante Dios». O sea, existe el riesgo de olvidar a los otros y de
hombre económico y el hombre de la amistad y del encuentro. En- no tener presente que el supremo inspector de las cuentas es Dios.
112 Las parábolas de Jesús El hombre rico 113

Tengo miedo de que este hombre que tutea no a las personas, ¡Imbécil! Pasa precisamente algo que él no espera y todos sus cál-
sino a los números, que tiene más familiaridad con los libros de culos se desvanecen.
cuentas que con los rostros, más con el ordenador que con las con- De igual modo, sobre este mundo que continúa su vida como si
ciencias, se insinúe también en la Iglesia. nada aconteciera cae encima de un momento a otro la intervención
Quiero decir: me parece que está al acecho el peligro de «razo- de Dios. El punto central de la parábola está en este contraste en-
nar» (que en este caso concreto, desde el punto de vista de Dios, es tre la beata inconsciencia de los locos y la inminente e imprevista
algo «irracional») en términos de cifras, balances, estadísticas, venida del Reino.
cantidad, poder, fuerza, peso político, obras imponentes, progra- ¿Qué sentido tiene repartir una herencia (Le 12, 13) cuando
mas vistosos y ruidosos. Dios está a punto de actuar? ¡Y Jesús ha venido precisamente para
Ciertos «graneros», aunque futuristas en cuanto a las formas y anunciar que Dios está a punto de actuar! Están locos los hombres
al estilo de gestión, pueden contener de todo, a excepción del trigo que, frente a esta perspectiva de cambio universal, continúan ocu-
madurado por la simiente evangélica (Me 4, 8). pándose del poder, del dinero, de la carrera, en vez de prepararse
Es el momento de invocar una vez más al teólogo ítalo Manci- para el gran momento (A. Comba)1.
ni: «Cuadren los rostros». Sí, los rostros, los nombres, en lugar de
los números. La única contabilidad -que no es contabilidad- legí-
tima desde el punto de vista de Dios es la que, en vez de alinear ci- El pensamiento de la muerte
fras, pone en primer plano a las personas, a cada persona.
Las cuentas salen sólo cuando... no desaparecen los rostros. Aquí Lucas expone un pensamiento que es típico en él. Puesto
«¡Insensato! Esta misma noche vas a morir». Esta noche, hoy que la vuelta de Cristo se retrasa, el evangelista ya no piensa prin-
por la noche, tenemos que responder a Dios no en términos de ad- cipalmente en el destino de toda la humanidad, sino que hace pre-
sente a cada cristiano su destino personal, que se cumplirá defini-
ministración, éxito, eficacia o imagen, sino de vida.
tivamente el día de su muerte. El hombre debe preocuparse de
«Ser rico ante Dios» no significa hacer sitio para el trigo (o pa-
tener en el cielo, a la hora de la muerte, un tesoro eterno, o sea, el
ra otra cosa) en los almacenes, sino hacer sitio para las personas.
reino de Dios...
8. El hombre rico de la parábola, entre otras cosas, se dice a sí
Está claro, pues, que Lucas no ha entendido la parábola del ri-
mismo: «Descansa». Pero existen semejantes suyos que, en su
co insensato como un reclamo ante la catástrofe inminente, sino
afán -e incluso obsesión- por amontonar continuamente cosas y
como una exhortación dirigida a cada cristiano para que piense en
dinero, ni siquiera llegan a prever el descanso. Esclavos del dine-
lo que le espera después de la muerte (A. Kemmer)2.
ro y también del trabajo. Doblemente «insensatos».

El rico se olvida de la fragilidad de la vida


Pistas para la búsqueda
Esta es la parábola de la inconsciencia, de la estupidez, de la
Inconsciencia impotencia. El rico muchas veces se presta fácilmente a dar esta
lección. No es ni inactivo ni ingrato ni, quizás, falto de caridad.
He aquí a un hombre que se ha comportado como si tuviese Pero está tan habituado a poner la confianza en su dinero, a contar
por delante muchos años de tranquilidad, durante los cuales nada consigo mismo, que se olvida de la fragilidad de su vida. Sabe pre-
tiene que pensar ni que temer; ni siquiera puede herirle el típico
castigo bíblico de la carestía, porque él ya no necesita de las pró-
1. A. Comba, La parabole di Gesü, parola per l 'uomo d 'oggi, Torino 1978.
ximas cosechas, son tantos los bienes que tiene almacenados. Para 2. A. Kemmer, Le parabole di Gesü, Brescia 1990.
él es como si Dios no existiera, porque no puede pasarle nada...
114 Las parábolas de Jesús El hombre rico 115

ver y preparar todo, pero no ese hecho tan cotidiano que es la que puede ser alguien, y logra precisamente convertirse en un
muerte (L. Algisi)3. cualquiera. Gana una fortuna, pero pierde su nombre y su alma.
Aun teniendo todavía relaciones, no está vinculado de verdad a
nadie. Está atado únicamente a sus bienes. Está presente exclusi-
Comprometida la vida vamente para sus bienes. Se convierte en cosa. Se convierte en tie-
rra, grano, granero, se convierte en inmueble. Pero ya no es de ver-
No se cuestiona los bienes y el goce de los mismos, sino la ilu- dad un hombre.
sión de buscar en su acumulación la sustancia de la vida, el punto Se cree que mucho dinero significa larga vida... Piensa sólo en
de apoyo, esto es, el sentido y la seguridad. Jesús somete a juicio sí mismo. El dinero lo ha encerrado en su círculo. La esposa, los
a la pleonexia, esto es, a lo superfluo acompañado de avidez, arro- hijos, los obreros, Dios: nadie tiene ya sitio en su reflexión, en su
gancia y vanagloria. Y habla de «vida» (zoe) sin adjetivos: no está vida, en su futuro. Este hombre ya no es más que un «yo». Para él
comprometida sólo la vida del mundo futuro, sino simplemente la ya no existe un «tú». Y entonces ya no hay vida (A. Maillot)6.
vida. Zoé es la vida plena, no la mera existencia (B. Maggioni)4.

Castillos en el aire
«Ante Dios»
Frente a la historia del rico insensato, los lectores, antes inclu-
Jesús no se contenta con romper el encanto de la acumulación, so de oír la voz de Dios resonando de improviso en el corazón de
tan tonto si se mira atentamente. Indica al mismo tiempo el cami- la noche, están ya en condiciones de condenar como insensatez, en
no que recorrer para huir de la vanidad en general: «Así le sucede la línea de la tradición sapiencial, este dejarse embaucar por tantos
al que atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios». Luego castillos en el aire olvidando completamente el carácter efímero de
el para sí es lo que es tontería; se sustituye por otra orientación: la prosperidad terrena y la caducidad de la misma vida humana.
ante Dios. La expresión «ante Dios» es en griego un movimiento Lo inevitable de la muerte y su imprevisibilidad no son verda-
hacia un lugar, por tanto no para ventaja de Dios, sino en dirección des reveladas, sino patrimonio común de la experiencia humana.
de Dios. Se sugiere con discreción una idea importante: no se tra- Todo hombre puede identificarse con este protagonista, tan huma-
ta de ofrecer los bienes a Dios, sino de usarlos en su dirección, se- no en este momento en que, saboreando la seguridad finalmente
gún su lógica (B. Maggioni)5. alcanzada, se abandona a la ebriedad de poder ya programar su fu-
turo; pero, al mismo tiempo, todo hombre, descubriendo en este
personaje su rostro, está en disposición de captar en él la insensa-
Se convierte en un inmueble tez, el ridículo. La intervención divina no hace otra cosa que pres-
tar la voz a esta toma de conciencia profunda que cada hombre, al
Jesús no opone el alma a los bienes materiales, sino que nos menos en ciertos momentos, puede advertir dentro de sí mismo (V
describe la historia banal de un hombre que ha perdido su «alma» Fusco)7.
y su nombre. En el Nuevo Testamento es rarísimo que hombres ri-
cos hayan logrado conservar un nombre (excepto José de Arima-
tea). El rico se convierte en vida anónima. Mediante el dinero cree

3. L. Algisi, Gesú e le sue parabole, Cásale Monferrato 1963.


4. B. Maggioni, Le parabole evangeliche, Milano 1992. 6. A. Maillot, Lesparaboles de Jésus aujourd'hui, Genéve 1973.
5. Ibid. 7. V Fusco, Oltre la parábola. Introduzione alie parabole di Gesú, Roma 1983.
La vuelta del amo 117
5
¿Dóndepones el corazón?
La vuelta del amo
Jesús continúa su pedagogía destinada a todos aquellos que
pretendan seguirle. Una pedagogía de la que hemos presentado un
capítulo fundamental al comentar la parábola anterior del rico «in-
sensato».
«'Tened ceñida la cintura y las lámparas encendi- El Maestro, en primer lugar, exhorta a la pequeña grey -que no
das. Sed como los criados que están esperando a que tiene motivos para temer, porque su debilidad en un plano humano
su amo vuelva de la boda, para abrirle en cuanto lle- está compensada por el favor y la protección del Padre celestial-
gue y llame. Dichosos los criados a los que el amo a mirar hacia delante: «No temáis, pequeño rebaño, porque vues-
encuentre vigilantes cuando llegue. Os aseguro que tro Padre ha querido daros el Reino» (Le 12, 32).
se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a Por eso es necesario no aferrarse a las riquezas (de las que, por
servirlos. Si viene a media noche o de madrugada, y el contrario, hay que aligerarse a través de la limosna, para em-
los encuentra así, dichosos ellos. Tened presente que, prender un viaje más expedito), elegir lo esencial y saber discernir
si el amo de la casa supiera a qué hora iba a venir el cuáles son los valores cuya validez no «caduca». Estos bienes «ina-
ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Pues vosotros gotables» a los que es lícito, y hasta obligatorio, apegar el corazón
estad preparados, porque a la hora que menos pen- pertenecen al ámbito del ser y no al del tener, al ámbito del amor
séis vendrá el Hijo del hombre'. Pedro dijo enton- que se da y no al de la posesión egoísta.
ces: 'Señor, esta parábola ¿se refiere a nosotros o a Por tanto:
todos?'. Pero el Señor continuó: 'Vosotros sed como -Se trata de ponerse en guardia frente a los falsos valores de
el administradorfiely prudente a quien el dueño pu- este mundo y, por consiguiente, frente a las falsas seguridades y de
so al frente de su servidumbre para distribuir a su mirar en dirección al Reino que viene.
debido tiempo la ración de trigo. ¡Dichoso ese cria- -Ser conscientes de que la elección se hace aquí y ahora. Es
do si, al llegar el amo, lo encuentra haciendo lo que aquí donde hay que apuntar hacia el ser y no hacia el tener, hacia
debe! Os aseguro que lo pondrá al frente de todos el amor y no hacia la posesión, hacia el compartir y no hacia el
sus bienes. Pero, si ese criado empieza a pensar: Mi acumular para sí mismo, para garantizarse un tesoro en el cielo.
amo tarda en venir, y se pone a golpear a los criados Jesús lo primero que hace es establecer un principio general:
y a las criadas, a comer, a beber y a emborracharse, «Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón» (Le 12, 34).
su amo llegará el día que menos lo espere y a la ho- En una colección de parábolas de hoy, el padre Loew1 refiere el
ra en que menos piense, lo castigará con todo rigor episodio del frigorífico. Una familia de gente modesta hacía mu-
y lo tratarán como merecen los que no son fieles. El cho tiempo que soñaba con uno. A precio de grandes sacrificios,
criado que conoce la voluntad de su dueño, pero no logró comprarlo. La llegada del frigorífico a casa fue un gran
está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá acontecimiento. Se saludó como el nacimiento de un niño.
un castigo muy severo. En cambio, el que sin cono- «Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón». Todos
cer esa voluntad hace cosas reprobables, recibirá un lo componentes de la familia pusieron su corazón en el frigorífi-
castigo menor. A quien se le dio mucho, se le podra co... Y el corazón de estos pobrecillos se volvió gélido, indiferen-
exigir mucho; y a quien se le confió mucho, se le po- te a los otros, evadido de los compromisos de solidaridad.
drá pedir más'» (Le 12, 35-48).

1. J. Loew-J. Faizant, Parabole e Favole, Torino 1979.


118 Las parábolas de Jesús
La vuelta del amo 119
Para una espera vigilante
tamiento del hombre que sabe adoptar la postura más adecuada a
He aquí, pues, estas tres breves parábolas, cuyo motivo domi- las distintas circunstancias: situaciones nuevas exigen creatividad
nante es la espera vigilante, dinámica (los criados que esperan en para afrontarlas de forma apropiada. El sentido de responsabilidad
la noche la vuelta del amo; la irrupción inesperada del ladrón en la no se manifiesta sólo en el custodiar, sino en el interpretar los
casa para desvalijarla; el administrador sabio y diligente, siempre cambios y en el consiguiente coraje de dar respuestas nuevas a
dispuesto a presentar las cuentas al día cuando el amo se las pida). problemas y exigencias que ya no son las de ayer).
Se subraya la incertidumbre de la hora. Puede ser antes de lo
que uno se espera, pero también más tarde de lo que uno cree. Por
eso hay que estar preparados. Lo peor que puede ocurrir es que te Condenación e invitación
pillen de improviso o que te encuentren dormido. Esto también
puede suceder de día, en el fragor de la actividad más frenética... Las tres parábolas sancionan la condena de un estilo cristiano
En estas tres parábolas Jesús emplea dos imágenes: la de la somnoliento, distraído, apagado, flojo, cansinamente repetitivo, ya
lámpara encendida en la noche y la de la cintura ceñida. La prime- sabido, desencantado. Y constituyen una invitación (de la que no
ra es bastante transparente. Sin embargo, para comprender el sim- están excluidos los responsables de la Iglesia) a un compromiso
bolismo de la segunda hay que tener en cuenta que en Oriente se inteligente, a un servicio diligente, a una apertura a lo imprevisi-
usaban vestiduras largas. Por lo que, cuando uno se disponía a via- ble. Llaman a insertar en el marco de un orden razonable también
jar o tenía que emplearse en algún trabajo particular, para facilitar el factor sorpresa, a dejar brotar de la costra rugosa de la pruden-
la libertad de movimientos tenía que arremangarse la túnica, lo cia y del miedo la flor de la esperanza.
que se hacía sujetándola a la cintura. «A quien se le dio mucho, se le podrá exigir mucho; y a quien
se le confió mucho, se le podrá pedir más». Las cuentas finales no
salen, sea porque hemos perdido el tesoro precioso que se nos con-
Vigilancia y esperanza fió, sea porque nos hemos limitado a «conservarlo». Se nos ha
«dado» en abundancia para ser osados, para tener coraje, no para
La vigilancia, especialmente cuando parece que la noche no se congelar todo en el miedo. Cuando uno sólo se preocupa de con-
acaba nunca y el amo parece que se ha perdido quién sabe dónde, servar, de mantener intacto, termina inevitablemente empobre-
se sostiene gracias a la esperanza e implica: ciéndose.
-Una mentalidad de gente en viaje, que comporta capacidad de Cuando se colma la espera que se prolonga con ejercicios for-
adaptación a situaciones imprevistas, rapidez en las decisiones, di- males o con procesiones fastuosas y costosas (acaso bajo la ame-
namismo, habilidad, sentido de la provisionalidad («Tened ceñida naza del «castigo» o chantajes de otro género), se corre el peligro
la cintura y las lámparas encendidas»). de no caer en la cuenta de que el Huésped ya ha llegado, pero ha
-La toma de conciencia de los peligros que nos amenazan. pasado de largo porque aquellas cosas no le conciernen, aunque se
Basta un momento de distracción, de decaimiento, de disipación, declare pomposamente que se han preparado en su honor...
y hay quien se aprovecha de ello para robarnos los valores más
preciosos. O también, según la lección central de la segunda pará-
bola: si uno se deja seducir, desviar, incluso ocasionalmente, por A propósito de «esperar»
otras perspectivas, peligra de faltar a la cita decisiva con el Reino,
que llega de improviso. Profundicemos también en el significado del verbo «esperar»
-Una fidelidad constante y una gran cordura (el texto griego [attendere]: literalmente quiere decir «tender hacia».
atribuye al administrador fiel la «sensatez», que indica el compor- El futuro, para un creyente, no es algo abstracto e indetermina-
do. Tiene un nombre, un rostro concreto: el Señor Jesús.
120 Las parábolas de Jesús
La vuelta del amo 121

Pero estar en tensión hacia el futuro, ser testigos de la esperan-


Con otras palabras: la lámparas encendidas no sirven sólo pa-
za, no significa considerar la vida como una sala de espera, dis-
ra alumbrar el camino hacia el cielo, sino para no perdernos por
puestos a subir al tren que nos lleve a la estación final de la eter-
los senderos intrincados de esta tierra.
nidad. No podemos concedernos la evasión en el pietismo ni en el
2. El «tender hacia» lo eterno no autoriza a pasar por encima
espiritualismo desencarnado.
del hoy. Y la apertura hacia el futuro ciertamente no se expresa con
Pero tampoco podemos permitir una congelación de nuestros
tediosa réplica del pasado.
esfuerzos y de nuestras aspiraciones en la situación presente. El
El pasado es importante, pero como estímulo, como apremio
creyente es alguien vuelto hacia el futuro y al mismo tiempo com-
hacia delante, no como retorno nostálgico hacia atrás. Conservar
prometido con el presente.
la memoria no significa necesariamente «reproducir» las mismas
Decía un amigo mío muy querido, el gran novelista y ensayista
cosas. Conservación no significa estancamiento. Un lago es lo
francés J. Sulivan: «La única manera de ser fieles a lo eterno es ser
opuesto a estanque, porque está alimentado continuamente por un
actuales». El cristiano no se puede convertir en un emboscado de la
río que le suministra agua siempre nueva.
historia, ni en un desertor de los compromisos terrenales. Tener el
3. La vigilancia excluye el miedo, la obsesión. Se trata de es-
reloj sincronizado con la hora de Dios equivale a tenerlo con el hoy.
tar atentos, dispuestos, pero no angustiados. Activos, pero al mis-
El cristiano es aquel que simplemente rechaza dejarse aprisio-
mo tiempo serenos, no inquietos. Vivos, pero no ansiosos y tam-
nar en horizontes muy limitados. Es quien mira hacia lo alto, pero
poco frenéticos.
sin desentenderse de la tierra.
Sobre todo, la espera se vive no en sentido pasivo, sino en sen-
Hay que precisarlo con claridad: ser ciudadanos del cielo no
tido dinámico. Hay que mantenerse en el propio puesto, en sentido
significa rechazar el duro oficio de hombres.
activo, o sea, trabajando. Quiero decir que, más que dedicarse a es-
Hay un espesor de la realidad de este mundo que no se puede
perar al Dueño, es necesario hacer que nos encuentre ocupados en
anular, sino que debe aceptarse, asumirse. Pero no se puede per-
el desarrollo de las tareas que nos ha confiado. El tiempo de la es-
mitir que esa densidad de las realidades terrestres se convierta en
pera es el tiempo de la responsabilidad y de la fidelidad. Esfuerzo,
un muro, un diafragma opaco que nos impide ver más allá...
no mero cumplimiento e indiferencia.
El creyente es un hombre del más allá. Más allá de las aparien-
cias, de lo visible, de las falsas grandezas, de lo contingente, de lo 4. A propósito de la recomendación que introduce las tres pa-
material. Testigo de otro mundo, de otros valores, de otros ideales rábolas: «No temáis, pequeño rebaño...». Es extraño cómo hoy
que no sean el tener, el poseer, el ganar, el hacer carrera. ciertos maestros y jueces implacables de la fe ajena se muestran
tan «envenenados» por el frenesí de parecer fuertes gracias a la
«multitud de seguidores» de que disponen.
Jesús en Getsemaní afirmó que hubiera podido disponer de
Provocaciones
más de doce legiones de ángeles (Mt 26, 53). Bastaba un gesto.
1. No se trata de elegir entre cielo y tierra. Se trata, más bien, Pero no quiso recurrir a ese medio para inclinar el juego de su par-
de permitir que el cielo proyecte su luz sobre esta tierra. Entonces te, que seguía siendo la de la debilidad.
todo se hace más claro, nuestras opciones más iluminadas, nues- Sin embargo ellos, los testigos de un cristianismo «musculoso»
tros itinerarios menos precarios. y fuerte por la fuerza dé los números, «no temen», pero sólo si
Las criaturas vigilantes en espera de «Aquel que debe venir» pueden alardear de una gran e imponente grey. Su terror es quedar
hacen la tierra más habitable. reducidos a pocos, no contar lo suficiente, no tener peso, no hacer
En el fondo, las lámparas encendidas (expresión de fe) no sir- oír su voz gruñona. Precisamente lo opuesto al «no temáis» de sig-
ven sólo para esperar al Señor. Iluminan también la casa en que no evangélico.
nos encontramos. Hace un tiempo, a quien padecía de insomnio y no podía con-
cederse el lujo de los tranquilizantes, se le recomendaba contar
122 Las parábolas de Jesús
La vuelta del amo 123
ovejas de una en una. En cierto momento, si seguía contando, el
sueño llegaría inevitablemente. Puede parecer extraño que al Señor que vuelve se le compare
Quizás la fe del pastor se mide también por el hecho de que lo- con un ladrón. Pero esta impresión no está justificada. La imagen
gra dormirse plácidamente incluso si el recuento de las ovejas le del ladrón se usa con frecuencia en el Nuevo Testamento.
ocupa un tiempo muy reducido... Hemos de admitir, pues, que originalmente el asalto nocturno
Una vez más hay que decir: los números no son los que dan se- del que habla la parábola era una metáfora de la parusía, de la vuel-
guridad, sino el amor y la fe y la esperanza invertidos (quizás en ta de Jesús para juzgar. También la Iglesia primitiva lo entendió así,
pura pérdida). pero lo ha interpretado a la luz de su situación, que estaba afecta-
da por el retraso de la parusía. Por consiguiente, la parábola ya no
es un grito de alarma dirigido a la multitud, sino una advertencia
Pistas para la búsqueda dirigida a la comunidad y a sus jefes para que perseveren en la fe
y en la vigilancia a pesar del retraso de la parusía (A. Kemmer)3.
Guías dormidos
Un amo que se hace siervo
Normalmente en estas parábolas se advierte un estímulo a la
necesidad de esperar sin cansarse la vuelta del Señor. Pero los pri- Se nos presenta la imagen del amo que se hace siervo de sus
meros oyentes de Jesús, a quienes se dijeron estas parábolas, las criados (12, 37). Es una escena sobre la que el narrador invita a pa-
han entendido de otra manera. Para ellos el «dueño» es Dios y los rarse, como lo indica la descripción detallada («Se ceñirá, los ha-
«criados» son los jefes religiosos de Israel, especialmente los es- rá sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos») y la solemne fór-
cribas, que por su conocimiento de las Escrituras deberían saber mula introductoria: «Os aseguro».
cuáles son la voluntad y las promesas del Señor. ¿Es una escena totalmente inverosímil? Para un amo, sí; pero
¿No es absurdo que el portero, que ha vigilado durante toda la para el Señor, no. Más tarde esta imagen volverá a aparecer en el
noche, se duerma precisamente cuando llega el amo? ¿No es ab- contexto de la última cena, fuera de cualquier ficción parabólica:
surdo que los guías religiosos del pueblo cesen de esperar la inter- «¿Quién es más importante, el que se sienta en la mesa o el que
vención de Dios precisamente en el momento en que -como anun- sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy entre
cia Jesús- está a punto de llegar? (A. Comba)2. vosotros como el que sirve» (22, 27).
La imagen es teológicamente más «realista» de lo que parece.
El ladrón No es una «pía exageración», sino una profunda verdad cristológi-
ca que el genio de Lucas ha sabido poner en evidencia. Sin duda es
Parece que Lucas ha entendido la parábola como una llamada una imagen paradójica, pero precisamente por eso verdadera, co-
dirigida a los guías de la comunidad cristiana. mo todo el discurso evangélico sobre Dios. Jesús ha vivido sir-
En efecto, en el v. 41, compuesto por él, pone en labios de Pe- viendo, desvelando así su identidad y el rostro de Dios. Servir no
dro la pregunta: «Señor, esta parábola ¿se refiere a nosotros o a to- es para Jesús, el Hijo de Dios, una actitud extrínseca a su naturale-
dos?». A esta pregunta Jesús responde con otra parábola, la del ad- za (como si Jesús hubiese servido únicamente para obedecer al Pa-
ministrador puesto a prueba por el amo (v. 42-48) dre o para reparar los pecados de los hombres, humillándose a pe-
Por tanto, también la parábola del ladrón podría dirigirse a los sar de su ser Hijo), sino una modalidad de existencia conforme
guias de la comunidad. con su profunda identidad de Hijo. Precisamente porque es Hijo,
Jesús es esencialmente «el que se da». Expresión de su identidad,
el servicio caracteriza todas las etapas de la existencia del Señor
i, La parábale di Gesú, parola per Vuomo d'oggi, Tormo 1
3. A. Kemmer, Le parabole di Gesü, Brescia 1990.
124 Las parábolas de Jesús
La vuelta del amo 125
Jesús: la vida terrena, la existencia del Señor resucitado presente
en la comunidad, la existencia en la gloria, el retorno en la parusía. Pero ¿qué es un buen servidor? El texto responde: un servidor
Así reencontramos en esta parábola el vuelco teológico que ya prudente, inteligente (que no significa intelectual, sino lleno de
nos han mostrado otras parábolas. Es común representar la vida buen sentido y de finura), consciente de que su tarea es alimentar
eterna como un servicio al Señor. Lucas nos invita -con gran sor- debidamente a los que se le han confiado.
presa- a invertir la perspectiva: la alegría del mundo futuro (una Es evidente que esto afecta a la predicación, que debe alimen-
alegría que no cesará de sorprendernos) está en recibir (ser servi- tar realmente a los que vienen a escucharla (¡pero hace falta que
dos) del Señor mejor que servirlo. En su segunda venida el Señor vengan!). Además, su inteligencia se manifiesta de dos maneras:
Jesús repetirá los gestos que ha realizado en la primera. En efecto, 1. Él espera de verdad a su amo tanto si vuelve inmediata-
es el mismo Señor y el rasgo que lo identifica es siempre el mis- mente, como si vuelve después de mil años. Se trata de actuar tan-
mo: «el que sirve». Cambian las maneras de la presencia (humilde to si tiene muy poco tiempo, como si tiene mucho. Es rápido, pe-
y gloriosa), pero no el rostro de la persona que se hace presente. Y ro no se agobia; vivo, pero no ansioso; activo, pero calmoso.
se repetirá una vez más la sorpresa del discípulo (Jn 13, 6): «Se- 2. A los que le han sido confiados los considera siervos como
ñor, ¿lavarme los pies tú a mí?» (B. Maggioni)4. él mismo es siervo, encargados de la misma tarea. Por eso les ex-
horta a asumir su lugar; y, aunque es consciente de tener responsa-
bilidades sobre ellos, nos los considera inferiores.
Expertos en alimentos y no en magulladuras En cuanto al mal servidor, golpea, apalea, martiriza, porque se
ha olvidado de:
Hay dos maneras de esperar a Jesucristo: la que consiste en ali-
mentar a los individuos y la que consiste en golpearlos. La que a) que se le han confiado,
consiste en sentirse responsable con los demás (retomando la pa- b) que son sus hermanos.
rábola, tiene la conciencia de ser servidor con ellos y por ellos) y Él no piensa sino en ensañarse, castigar, amenazar, expulsar.
la que lleva a uno a creerse el amo y a considerar a los otros como Estará bien recordar a este propósito ciertas predicaciones y ar-
inferiores, dispuestos únicamente a recibir nuestras lecciones... tículos en los que los pobres parroquianos se ven obligados a en-
cajar continuamente solemnes bastonazos... Con esto no quiero
Jesús intuyó que su retraso plantearía algunos problemas a los
negar que, en algunas circunstancias, una fraterna pulla, dulcifica-
responsables de la Iglesia. Su mentalidad con frecuencia corre el
da con una sonrisa, no sea útil y saludable. Creo simplemente que
riesgo de cambiar. En vez de pensar principalmente en los demás,
debemos mantenernos en guardia para no maltratar, fustigar o he-
terminan insensiblemente por pensar sobre todo en sí mismos.
rir a aquellos que, antes que nada, deberían ser alimentados.
Los ministros, que en los orígenes de la Iglesia eran «extrover-
tidos», o sea, volcados en los demás, poco a poco terminan por ha- Añadiré simplemente que hay cristianos cuya epidermis es ex-
cerse «introvertidos», o sea, vueltos hacia sí mismos, porque pien- cesivamente sensible: les salen moratones apenas se les roza con
san en la grandeza y el alcance de su ministerio más que en sus una pluma y no es posible decir nada sin que se crean que la dia-
ovejas. El obispo pensará más en su carga que en sus fieles; el pas- na son ellos. Curiosamente, son con frecuencia estos mismos cris-
tor, en sus prerrogativas más que en su grey... Se habla mucho de tianos los que, si se les confía la cátedra y la predicación, manejan
ministerios y de ministros, pero nunca suficientemente de la Igle- con violencia la vara de la represión.
sia, quiero decir de la Iglesia real, visible: parroquianos y otros. Bien entendido que hay otros muchos modos de magullarse re-
Es totalmente cierto, y lo atestigua el texto, que Jesucristo ins- cíprocamente en la Iglesia. Todos somos expertos en moratones.
tituye ministros. No hay que transigir en este punto. Pero es tam- Pero Jesucristo nos exige que nos convirtamos en expertos en ali-
bién verdad que hay buenos y malos ministros. mentación (A. Maillot)5.

4. B. Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992.


5. A. Maillot, Lesparaboles de Jésus aujourd'hui, Genéve 1973.
na higuera estéril 127

6 cia, todavía muy presente en la memoria de todos: dieciocho obre-


ros que estaban trabajando en las inmediaciones del templo habían
La higuera estéril quedado sepultados bajo los escombros de una torre derruida.
Comenta B. Maggioni: «Es probable que la gente razonase así:
como Dios es justo, si estos han sufrido esta suerte, significa que
eran pecadores. Jesús piensa de otra manera ('Os digo que no'):
esos hombres no eran peores que los demás. En todo caso, su des-
«En aquel momento llegaron unos a contarle lo de gracia es señal de que el juicio cae sobre todos. Y, efectivamente,
aquellos galileos, a quienes Pilato había hecho ma- Jesús repite dos veces a sus oyentes: 'Si no os convertís, todos pe-
tar, mezclando su sangre con la de los sacrificios receréis igualmente' (13, 3.5)». Palabras duras y hasta amenazan-
que ofrecían. Jesús les dijo: '¿Creéis que aquellos tes y, sin embargo, pronunciadas más para salvar que para castigar,
galileos murieron así por ser más pecadores que los como sugiere la parábola de la higuera estéril.
demás? Os digo que no; más aún, si no os convertís,
también vosotros pereceréis del mismo modo. Y
aquellos dieciocho que murieron al desplomarse so-
Entre desilusión y paciencia obstinada
bre ellos la torre de Siloé, ¿creéis que eran más cul-
pables que los demás habitantes de Jerusalén? Os
digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis No siempre nuestras respuestas corresponden a las legítimas
igualmente'. Jesús les propuso esta parábola: 'Un expectativas de quien nos ha confiado ciertas tareas. Con frecuen-
hombre había plantado una higuera en su viña, pero cia son decepcionantes. Los frutos no están a la altura de las pre-
cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo en- tensiones del Propietario. La parábola de la «higuera plantada en
contró. Entonces dijo al viñador: Hace ya tres años la viña» nos informa, sobre todo, acerca de esa triste realidad que
que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo en- puede ser la nuestra.
cuentro. ¡Córtala! ¿Por qué ha de ocupar terreno in- Tengamos presente que las higueras y las viñas para los israeli-
útilmente? El viñador le respondió: Señor, déjala to- tas significaban algo muy particular: eran el signo de su instalación
davía este año; yo la cavaré y le echaré abono, a ver en la tierra prometida y recordaban también el paraíso perdido.
si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la Viña de Dios es el pueblo elegido.
cortarás'» (Le 13, 1-9). «Vino a buscar fruto y no lo encontró». Justificada su desilu-
sión y su amargura. Que vienen de lejos: «Hace tres años que ven-
go a buscar fruto y no lo encuentro». Cuando Dios planta un árbol
Advertencia para todos, no castigo no ornamental es natural que espere los frutos.
Su proyecto frente a los hombres es regularmente saboteado
Hay que partir del hecho que ha dado origen a la parábola y por los mismos interesados. Ahora parece que se le acaba la pa-
que está estrechamente ligado a ella (en el fondo, la parábola qui- ciencia. Es tiempo de juicio y de condena: «¡Córtala!».
zás se ha contado para afianzar la enseñanza precedente). Pero el viñador hace de mediador e intercede. Pide que la pa-
El discurso de Jesús es interrumpido bruscamente por alguien ciencia del amo se prolongue todavía un año. Cristo es quien in-
que trae una noticia escalofriante: hace un momento que Pilato ha tercede continuamente a favor nuestro ante el Padre, consigue una
hecho matar a algunos galileos, probablemente sospechosos de dilación, «alarga» su paciencia.
pertenecer a la banda armada de los zelotas, precisamente cuando El amor vence sobre la obstinación, el rechazo, la cerrazón, la
ofrecían sacrificios. Jesús, por su parte, nos recuerda otra desgra- indiferencia, la aridez. Tiempo y amor hacen posible el logro del
proyecto de Dios.
128 Las parábolas de Jesús La higuera estéril 129

A pesar de las desilusiones que le damos en serie, Dios sigue Dios, su paciencia y generosidad, ignorando que es la bondad de
creyendo en el hombre, esperando algo bueno de nosotros. El jui- Dios la que te invita al arrepentimiento?» (Rom 2, 4).
cio queda en suspenso, todavía se concede una oportunidad. Resumiendo: la parábola atestigua la infinita paciencia de
Sin embargo el final no es del todo tranquilizador: «A ver si da Dios, pero también su confianza en el hombre.
fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortarás».

Provocaciones
Dios pudentísimo. Y también confiado
La culpa es mía
Hay bastantes textos en el Antiguo Testamento que documen-
tan la obstinada paciencia del Señor: Hoy también suceden desgracias semejantes a aquellas a las
«El Señor, el Señor: un Dios clemente y compasivo, lento a la que se refiere Jesús (la acción abominable de los galileos asesina-
ira, lleno de amor y fiel» (Ex 34, 6). Hay que precisar que «lento dos bárbaramente por Pilato y el derrumbe de la torre de Siloé). Y
a la ira» es una paráfrasis para decir «paciente». Y que sinónimo no está claro que nuestra interpretación sea siempre correcta en
de paciencia es «longanimidad». términos de valoración cristiana.
«El Señor es paciente y misericordioso» (Nm 14, 18). Me ha tocado escuchar a un predicador que, a propósito de un
«El Señor, vuestro Dios, es clemente y misericordioso y, si de devastador aluvión que había afectado a un valle para mí muy que-
verdad os convertís a él, no os abandonará» (2 Cr 30, 9). rido, no se le ha ocurrido sino apelar al justo castigo de Dios por
«El Señor es clemente y compasivo, paciente y rico en amor» los pecados de los hombres.
(Sal 145, 8). Me he limitado a hacerle caer en la cuenta de que su requisito-
En el Nuevo Testamento, Pablo, refiriéndose a su autobiogra- ria seguramente hubiera sido distinta si, como sucedió a mi amigo
fía, dice: «Precisamente por eso Dios me ha tratado con miseri- don Carlos, hubiese visto hundirse bajo el fango y las piedras su
cordia y Jesucristo ha mostrado en mí, el primero, toda su genero- iglesia y su casa.
sidad, de modo que yo sirviera de ejemplo a los que habían de Por no hablar de ciertas interpretaciones acerca del azote del si-
creer en él para obtener la vida eterna» (1 Tim 1, 16). da (interpretaciones de dudoso gusto evangélico y privadas de ese
Añadimos otros dos textos: ingrediente fundamental, aunque sea en minúscula dosis, que es la
«Dios los soportaba pacientemente...» (1 Pe 3, 20). misericordia). Y pasando por encima de un intelectual que no pier-
«Una cosa no se os ha de ocultar: que un día es para el Señor de ocasión para hacer «rechinar» su cristianismo, y que propone
como mil años y mil años como un día. Y no es que el Señor se re- soluciones drásticas y despiadadas para los responsables de ciertos
trase en cumplir su promesa, como algunos creen; simplemente crímenes, como el del lanzamiento de piedras desde los puentes de
tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que alguno se pier- las autopistas.
da, sino que todos se conviertan...» (2 Pe 3, 8-9). Bastaría recordar la lección de Jesús: «¿Creéis que aquellos ga-
Pero hay que tomar conciencia de que la paciencia divina com- lileos murieron así por ser más pecadores que los demás? Os digo
promete al hombre. Como no es un banal «dejar pasar», no intro- que no... Y aquellos dieciocho... ¿creéis que eran más culpables
duce un vacío, una espera inerte, sino que es una realidad positiva, que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no».
la bondad, que permite al hombre producir algo que justifique el Y sobre todo, esta advertencia severa: «Si no os convertís...».
retraso de la ira divina. Ese es el espacio en que debe revelarse la Y esto se refiere tanto a los lanzadores de piedras como a los que
novedad, en que debe aparecer la conversión. tienen un corazón de piedra, vacío de todo sentido de piedad.
Con otras palabras: la paciencia de Dios es algo serio, extre- La conversión es posible solamente si se busca al culpable cer-
madamente exigente: «¿Desprecias acaso la inmensa bondad de ca, no lejos.
130 Las parábolas de Jesús La higuera estéril 131

También las desgracias más terroríficas pueden ser signo, ad- Es inútil hacerse ilusiones. Esa higuera no es de nuestra pro-
vertencia, no castigo. Pero signo e invitación para todos, no para piedad exclusiva. El cristianismo no es un hecho privado ni que
los presuntos culpables («le está bien», «se lo ha buscado», «han podamos cercar con las vallas de las observancias religiosas para
ido a por él», «si se evitaran ciertas compañías, no pasaría lo que sentirnos seguros.
pasa», etc.). No se trata de cultivar nuestro jardín religioso para una satis-
Estará bien recordar que conversión significa, ante todo, cam- facción personal o para que Dios agradezca nuestros homenajes
bio de mentalidad. Y por tanto capacidad de leer los hechos, inclu- florales. Ser cristianos significa estar «expuestos». Todos tienen
so los más inquietantes de la crónica de sucesos, no a través de un derecho a meter la nariz en el lote de terreno que se nos ha asigna-
prisma de inhumanidad, sino de piedad. do para controlar si cultivamos un trozo del reino de Dios, si trans-
Capacidad de pensar de forma «distinta». Distinta de las per- formamos el desierto en tierra fértil, o si nos preocupamos de dar-
sonas con sentido común y de los moralistas que establecen una nos un certificado de personas de bien o de llenar el tiempo libre
ecuación atroz entre delito y castigo, sin ni siquiera dejarse rozar con algún trabajillo -no excesivamente comprometido ni excesi-
por la sospecha de que, desde el punto de vista de Dios, el segun- vamente costoso- que podría sernos útil para el más allá. Si «ha-
do término de la ecuación podría ser «misericordia». Y que el cul- cemos» la verdad o si nos contentamos con ronronear en torno a
pable podría encontrarse en otro sitio. A lo mejor demasiado cer- ella o de utilizarla para cualquier inocuo gargarismo.
ca. Y bastaría orientar el dedo índice hacia el propio pecho para Todos tienen derecho a alargar las manos hacia los frutos de
descubrirlo. nuestro árbol.
Leyendo bien el texto evangélico, para Jesús los culpables no Bueno, con las carreteras invadidas por el barro, las aceras sal-
son ni Pilato ni los constructores de la torre, y menos aún las víc- picadas de sangre, las plazas contaminadas con palabras atroces, la
timas. A él le interesa sentar en el banquillo de los acusados a los atmósfera envenenada por el odio y por la indiferencia, es natural,
«informadores» (y añadamos a los comentaristas de pronta -y re- lógico, justo que la gente se dirija a nosotros buscando hechos
munerada- intervención). concretos de justicia, limpieza, honestidad, perdón, lealtad, cohe-
Frente a la trágica y misteriosa realidad del mal, documentada rencia o incluso simplemente la capacidad de reconocer nuestras
también por la crónica negra cotidiana, Jesús no lanza «adverten- equivocaciones.
cias» (la advertencia pertenece al estilo mafioso). Prefiere lanzar Nuestras acciones, y solamente ellas, son las que indican que
«invitaciones». Y estas afectan a todos, incluso a esos que buscan nuestro Dios es un Dios de justicia, misericordia, verdad y amor.
refugio bajo la torre de su «sensatez», de su seguridad, de su «es- Por el contrario, desgraciadamente nuestra higuera produce
tar en regla». desilusión en todas las estaciones. Es rica exclusivamente en pro-
Esa torre resulta peligrosísima. Un desastre irreparable. Efecti- mesas no cumplidas, en esperas malogradas.
vamente, amenaza con... derrumbarse.
Un abono llamado penitencia
No es él solo el que espera los frutos...
¿Los remedios? (o, si queremos usar el lenguaje de la parábo-
Sí, la parábola es de rabiosa actualidad y muy inquietante para la, ¿el «abono»?). Diría, en primer lugar, un poco de penitencia.
nuestra conciencia. Ese que viene a buscar frutos en nuestra plan- ¡Oh! Advierto la risita de la indulgencia. Lo sé, es una palabra
ta no es Uno solo. Él, en todo caso, tiene la costumbre de delegar devaluada, fuera de curso legal. Sin embargo, sigue siendo un tér-
en los innumerables individuos que se cruzan en nuestro camino mino básico del diccionario cristiano.
para que vengan a agitarnos. Todos ellos tienen derecho a encon- Aunque algún sabiondo insinúa dudas atroces sobre la actuali-
trar, en la existencia de un cristiano, algo que llevarse a la boca, al- dad de la mortificación y del sacrificio, desgranando expresiones
go que ayude a vivir, que autorice a esperar. como «culto de la personalidad», «respeto de los valores huma-
132 Las parábolas de Jesús La higuera estéril 133

nos», «teología de las realidades terrenas», «superación de la as- Un remedio llamado paciencia
cética tradicional mediante una visión antropológica positiva», no
nos dejemos impresionar por estos juegos dialécticos, por estos «Señor, déjala todavía este año; yo la cavaré y le echaré abono,
equilibrismos «palabreros». a ver si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortarás».
La mortificación, para quien intente tomar en serio el mensaje Sí, el otro remedio es la paciencia. La planta reacia se «abona»
de Cristo, es siempre actual. Los sacrificios no son «extravagan- con la paciencia. Apelemos también a la paciencia de Dios, insté-
cias», como alguno supone. Y la penitencia no es un horrible «re- mosle para que espere todavía un poco, para que nos abra el enési-
siduo» de los tiempos oscuros de la Edad Media, como sentencian mo crédito de confianza.
otros. Y la «puerta estrecha» de la que habla el evangelio es im- Pero me parece que no tenemos derecho a apelar a la paciencia
probable que sea tan amplia como para poder pasar con la carga de de los hombres. Al contrario, tenemos necesidad de su impacien-
las fruslerías inútiles a las que no queremos renunciar de ninguna cia para con nosotros. Por otra parte, están teniendo paciencia des-
manera y de las comodidades que constituyen nuestro equipaje. de hace ya dos mil años...
Cierto que la mortificación no debe reducirse a un dolorismo Debemos tener el coraje de instarles: sed exigentes, no os re-
suplementario que sea fin en sí mismo. Está en función de la vida. signéis a ver nuestro árbol estéril; insistid, pedid mucho, no nos
Está al servicio del crecimiento del hombre, no de su aniquilación. concedáis más dilaciones, gritadnos que ya no podéis esperar más,
Mortificarse quiere decir «dar muerte» a todo aquello que en exigidnos frutos para vuestra hambre, seguid alargando la mano.
nosotros obstaculiza la vida, bloquea su plenitud, distorsiona su Sólo si podemos contar con la paciencia de Dios y la impa-
sentido. Con la mortificación, elimino todo lo que me impide ser ciencia de los hombres, nuestra higuera tiene la probabilidad de no
yo mismo. Y esta operación, obviamente, nunca es indolora. ocupar abusivamente el terreno.
Quedémonos con el hecho de que la mortificación -incluso en
su aspecto austero, incómodo- es para la vida, no para una dismi- Traducción
nución de la vida. He de cortar algo en mí, para que no sea corta-
do mi árbol. En una palabra, una persona que acepta la penitencia Así pues, intentemos leer «Un hombre había plantado una hi-
es una persona que ama la vida. Se mortifica porque tiene ganas guera en su viña» traducido así: «Dios tenía una comunidad..., una
de vivir. Solamente cuando la vida ya no esté de moda, podremos parroquia..., una familia..., una persona...». E intentemos aguan-
también arriesgarnos a quitar de la circulación la mortificación... tar su mirada y sus palabras. Al final, puede suceder que el Señor
Y después no olvidemos que las mortificaciones más gratas a se contente con que mi respuesta sea una confesión de incapacidad
Dios son aquellas de las que pueden beneficiarse los otros. Quiero para dar frutos. Y espere verme correr en dirección del único que
decir que las mortificaciones no deben reducirse a simples morti- produce los frutos (mejor, el fruto) deseados por el Padre.
ficaciones, sino orientarse hacia un elemento positivo, hacia un ac- Espera que yo descubra y abrace, finalmente, la cruz del Hijo,
to de amor, de generosidad, esto es, hacia un incremento de entre- el único árbol que no traiciona las esperas.
ga, de servicio al prójimo. Los otros son quienes deben gozar del
fruto de nuestras privaciones, de los «higos» sabrosos de nuestras Paciencia con Dios
renuncias, y desde ahí verificar su autenticidad. Nuestro ayuno va-
le ante Dios si alguien queda saciado gracias a él (cf. Is 58). Dios usa con nosotros paciencia, una paciencia interminable.
El viejo, el enfermo, el niño a quien hoy te acerques, «caerá en Pero creo que también nosotros tenemos que ser pacientes con él.
la cuenta» de tu mortificación porque recibirá de ti un suplemen- No sabemos esperar. Decididos a «cortar» con Dios, a romper
to de atención, de alegría y de comprensión. las relaciones, cuando nos parece que nos desilusiona y no corres-
Sólo si el pobre se siente más amado, el Señor podrá creer en el ponde a nuestros deseos (y hasta caprichos), o también cuando no
amor que pretendes demostrarle con tus penitencias. responde al instante a nuestros interrogantes. No sospechamos que
134 Las parábolas de Jesús
La higuera estéril 135
Dios se retrasa sólo respecto a nuestra prisa, no respecto a sus pro-
mesas. Recogí el proyectil y después, cuando el amigo marchó, me
Siempre dispuestos a denunciar sus incumplimientos, más que senté a los pies del árbol. Y me puse a rezar acariciando la nuez
a denunciar nuestra escasa fe y nuestra esperanza de bajos vuelos. que tenía en la mano: «Señor, gracias por la lección un poco ruda
que me has dado hoy a través de mi nogal.
Puede ser suficiente un fruto único, e incluso ajustado. También en este año de aridez -determinado quién sabe por
qué causas- ha cumplido con su deber. Todo lo que podía: una
Delante de mi casa no tengo una higuera. En compensación, nuez raquítica. Cansada, escasa, pero regular, exacta (hasta dema-
precisamente frente a ella se levanta un nogal imponente, al que siado...).
estoy muy apegado. Por la mañana, cuando aún es de noche, me Señor, así querría que fuese siempre mi vida. No todas las es-
pongo a trabajar con la mesa arrimada a la ventana que da al no- taciones son favorables. Haz que incluso en las jornadas menos fe-
gal. Eso es exactamente lo que estoy haciendo ahora mismo. Me lices logre, aunque sea con un esfuerzo enorme, producir al menos
gusta ver la primera luz que juega con sus ramas, el sol que se abre un fruto modesto de bien. Pobre hasta donde se quiera, pero al fin
paso entre las hojas, escuchar los pájaros dando sus conciertos. y al cabo un fruto.
El primer año, como saludando mi llegada, el nogal me regaló No debo alegar la excusa de las circunstancias adversas (hielo,
una cantidad desproporcionada de frutos. De esa abundancia par- viento contrario, clima duro en torno a mí) para evitar el compro-
ticiparon también los vecinos. miso de hacer algo bueno.
El año siguiente parece que se había arrepentido de tanta pro- Si no logro dar fruto, sí debo conseguir juntar una porción, una
digalidad. Por más que miraba con atención, no descubría ni una pizca. Si no tengo fuerza y coraje suficientes para abrir de par en
nuez. Limpiaba escrupulosamente la hierba nacida a su sombra, par la puerta, es necesario que tenga abierto por lo menos un ven-
quitando la colcha de hojas. Nada. Ni la más minúscula y rugosa tanuco. A costa de machucarme los dedos.
nuez. La planta, evidentemente, se había tomado un año sabático. Señor, convénceme de que, para ti, una cosecha suficiente, en
Jugaba con las auroras y los atardeceres; cada vez ofrecía una ciertas circunstancias difíciles, puede ser incluso una sola nuez.
hospitalidad más amplia a los pájaros, jilgueros, petirrojos, verde- Otra cosa, Señor: mi nogal sabe dos maneras de entregar sus
rones, mirlos; dejaba que las cornejas y hasta ratoneros dibujaran frutos: dejarlos caer a tierra o someterse al vareo. Y aunque pre-
amplios círculos sobre su copa; se divertía peligrosamente con el fiera el primer sistema -tengo motivos para creerlo-, no se libra de
viento, perdiendo alguna rama. Pero parecía que se había olvidado la sacudida de los largos varales.
de que era un nogal, obligado a producir nueces. Así debe ser también respecto a mi caridad.
Siempre que lo miraba, me veía obligado a comentar: Es verdad que es mucho más fácil dar fruto cuando uno quiere.
-Por qué será que este año ni siquiera una nuez... Y, sin embargo, muchas veces también hay que 'dejarse recolec-
Un día, mientras hacía que un amigo admirase el árbol (una es- tar', hacerse disponible a la sacudida despiadada.
pecie de rito obligado antes de entrar en casa), dije con mal disi- En la cruz, tú estabas expuesto a los golpes. Y tenías las manos
mulado disgusto: clavadas. Todos se aprovecharon de esta circunstancia. Y tú te has
-Hermoso, ¿verdad? Pero este año no se ha dignado ofrecer ni 'entregado' sin oponer resistencia.
una nuez... Las manos clavadas son lo opuesto a las manos cerradas. Re-
No había terminado de pronunciar la última palabra, cuando presentan el máximo de la generosidad.
recibí un golpe en plena frente de un proyectil con mira infalible; Solamente quisiera pedirte que, en el caso no ciertamente in-
ni que hubiera sido teledirigido. No se trataba de una piedra ni de frecuente de una caridad costosa, no 'hiera' en la cabeza al próji-
un pájaro desaprensivo. Era una nuez. La única. Caída precisa- mo con mi única nuez. Quisiera saber ofrecer siempre mi pobre
mente en aquel momento para desmentirme. fruto con delicadeza y respeto. Si es necesario, rompiendo con mis
manos desnudas la cascara dura».
136 Las parábolas de Jesús La higuera estéril 137

Pistas para la búsqueda La oración del agricultor no es rechazada; la parábola queda abier-
ta y así representa una invitación a la conversión.
El amor invencible Es completamente nueva en Jesús la figura del agricultor. Al
presentarla, ¿Jesús sólo quería dar viveza a la descripción o en ella
«Hace ya tres años... ¡Córtala!...». Dios, después de haber re- se da a conocer a sí mismo? Probablemente esta es su intención, y
cordado su paciencia, anuncia el juicio. Definitivo, radical. Y no también sus discípulos lo han entendido así. Sin embargo, es difí-
simplemente, ni sobre todo, porque su compañero no le ha resarci- cil que el pueblo llegase a esa interpretación: le bastaba distinguir
do toda su fatiga, sino porque este compañero, endurecido, in- el pensamiento fundamental de la parábola y caer en la cuenta de
consciente, se muestra capaz de lo imposible, o sea, de no respon- que, así como el árbol obtiene, por decirlo de alguna manera, un
der al amor del que ha sido objeto y de permanecer insensible a la periodo de gracia, así también Dios lo concede al pueblo judío (A.
paciencia que se le manifiesta. Kemmer)2.
Y he ahí la discusión, el diálogo entre Dios y el viñador. Entre
Dios y Abrahán a propósito de Sodoma. Entre Dios y Moisés, mo-
tivado por el pueblo de Israel. Entre Dios y David... Y sobre todo Todavía una posibilidad
entre Dios y su Hijo Jesucristo, que de una punta a la otra de la La esterilidad del pueblo es obstinada: tres años han pasado
historia intercede por todos los hombres: «Padre, perdónalos, por- desde que el amo viene a buscar higos sin encontrarlos. Y el juicio
que no saben lo que hacen». está ahí, en el horizonte, en toda su seriedad: dos veces aparece en
Sin embargo, en la parábola el viñador se limita a pedir una la parábola el verbo «cortar». Pero este tiempo aún es tiempo de
prórroga: un año. En efecto, no puede suponer, ni siquiera él, que misericordia.
tanto amor quede desperdiciado. El amor no puede desesperar. Por Los equívocos posibles son dos. Hay quien piensa: ya es de-
eso pide simplemente una dilación de gracia. masiado tarde, la situación es irreversible, la paciencia de Dios se
El amor sabe que necesita tiempo para hacerse comprender y ha acabado. Y hay quien piensa: Dios es paciente, siempre hay
acoger. Y sabe también que es invencible. Es consciente de que es tiempo. La parábola enseña otra postura: el cambio es todavía po-
más fuerte que la muerte, que la incredulidad y que todos los in- sible, pero no se puede programar la paciencia de Dios ni aprove-
fiernos juntos. Por eso cree que vencerá (A. Maillot)1. charse de ella. El juicio será severo y, por eso, la conversión tan
importante que Dios concede una última oportunidad. El tiempo
Jesús se hace conocer de la misericordia se alarga para hacer posible el cambio, no para
aplazarlo. El centro -o lo «no evidente»- de la parábola no está en
Es interesante recordar una antigua historia, atestiguada ya en la búsqueda de los frutos (cualquier labrador espera que un árbol
el siglo V a.C. Un padre compara a su hijo con un árbol estéril que, produzca frutos), en la voluntad de cortarlo después de haber
aunque se encuentra cercano al agua, no da frutos, de modo que el constatado durante tres años que no da frutos (cualquier agricultor
amo se ve obligado a talarlo. Entonces el hijo le pide que lo tras- lo haría), ni en la decisión irrevocable de cortarlo si no diese frutos
plante y, en el caso de que tampoco dé frutos en el nuevo lugar, después de un año de espera (¡faltaría más!). La novedad está en el
que lo corte. Pero el padre le replica: «Cuando estabas cerca del hecho de que a una higuera tan estéril se le conceda aún una posi-
agua no has dado ningún fruto; ¿cómo quieres darlo estando en bilidad (B. Maggioni)3.
otro lugar?».
Jesús podía tener noticia de esta narración popular y la ha
transformado en su parábola, pero dejando de lado la conclusión.
2. A. Kemmer, Le parabole di Gesü, Brescia 1990.
1. A. Maillot, Lesparaboles deJésus aujourd'hui, Genéve 1973. 3. B. Maggioni, Le parabole evangeliche, Milano 1992.
138 Las parábolas de Jesús

Nuestras obras nos juzgarán 7


Para nosotros hay una especie de dilación del juicio. El juicio La puerta estrecha
de condena se aplaza, pero ya está sobre nosotros. ¿Quién decidi-
rá la ejecución de la condena? El hecho es ver si damos o no frutos.
La condena de Dios no se imagina como acto trascendente de
Dios. Nosotros la desarrollamos en nuestra misma historia. No es-
«Mientras iba de camino hacia Jerusalén, Jesús en-
tá escrita en el libro secreto de Dios que de improviso abrirá de par
señaba en los pueblos y aldeas por los que pasaba.
en par ante nosotros para leer la sentencia de muerte; está dentro de
Uno le preguntó: 'Señor, ¿son pocos los que se sal-
nosotros, son nuestras obras las que nos juzgarán más que la pala-
van?'. Jesús le respondió: 'Esforzaos en entrar por
bra de Dios, como dice el evangelio de Juan: «Vuestras obras os
la puerta estrecha, porque os digo que muchos in-
juzgarán». Ellas serán la ejecución de la condena (E. Balducci)4.
tentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de ca-
sa se levante y cierre la puerta, vosotros os queda-
Como aquel agricultor... réis fuera y, aunque empecéis a aporrear la puerta
gritando: ¡Señor, ábrenos!, os responderá: ¡No sé de
Nuestro estado de ánimo es como el del agricultor que, des- dónde sois! Entonces os pondréis a decir: Hemos
pués de haber hecho todo, cae en la cuenta de que el árbol no ha comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nues-
producido nada. ¿Cuántos sufrimientos heroicos han preparado es- tras plazas. Pero él os dirá: ¡No sé de dónde sois!
te árbol del mundo de hoy? Pensad en todos aquellos que han pe- ¡Apartaos de mí, malvados! Entonces lloraréis y os
leado, que han muerto por la libertad, pensad en los que han lu-
rechinarán los dientes, cuando veáis a Abrahán, a
chado por la justicia... ¿Dónde ver un fruto, un fruto seguro que
Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de
no lleve en sí veneno? Estamos desolados, porque esos valores que
Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera. Pues
habían dado sentido y vivacidad al camino histórico de improviso
vendrán muchos de oriente y de occidente, del norte
se han esfumado ante nuestros ojos. Donde debía haber más justi-
y del sur, a sentarse a la mesa en el reino de Dios.
cia y democracia hay opresión y dictadura; donde debía haber li-
Hay últimos que serán primeros y primeros que se-
bertad, fraternidad e igualdad, las mecánicas del dominio y de desi-
rán últimos'» (Le 13, 22-30).
gualdad mandan. Vivimos como quien ya ha oído pronunciar el
juicio de condenación y goza de una suspensión de la ejecución,
como el árbol sobre el que ha puesto el ojo el amo y que debe
Imprevisibilidad
arrancarse, pero que, gracias a un exceso de misericordia y tole-
rancia, se le permite dar la última prueba de sí. Estamos en la úl- De vez en cuando, en el evangelio aflora la curiosidad típica de
tima prueba (E. Balducci)5. los hombres (de la que quizás tampoco están inmunes las muje-
res). Así hay algunos que querrían conocer «el día y la hora».
Otros quisieran recibir alguna anticipación sobre los personajes a
quienes se reservarán los primeros puestos (Mt 18, 1). A otros les
gustaría estar informados - y es el caso de la pregunta que ha pro-
vocado la breve parábola de la «puerta estrecha»- acerca del nú-
mero, aunque sólo fuera aproximado, de los candidatos a la salva-
4. E. Balducci, // Vangelo dellapace, anno C, Roma 1985. ción, insinuando la sospecha, si no la previsión, de que se trata de
5. Id., Gli ultimi tempi, anno C, Roma 1991. una cifra exigua.
140 La puerta estrecha 141
Las parábolas de Jesús

En una palabra, siempre surge algún curioso a quien le gustaría No se trata de conocer la contraseña o de tener en el bolsillo
echar una ojeada al gran registro para descubrir la fecha fatídica del cartas de recomendación, quizás firmadas por el párroco, para en-
examen final, para dar un vistazo a la lista de los aprobados e in- trar con seguridad por aquella puerta.
cluso para espiar los nombres de los primeros de la clase del cielo. El único pase autorizado es el del compromiso personal y el de
Jesús rechaza categóricamente satisfacer este tipo de curiosidad la decisión de tomar en serio las exigencias del evangelio, sin in-
chismosa. Es otra cosa lo que importa saber. En vez de la curiosi- tentar astutamente reducir el cociente de dificultad.
dad, introduce el factor sorpresa y el elemento imprevisibilidad. El verbo que nosotros traducimos por «esforzaos», en griego
En este caso concreto, al Maestro le plantean una cuestión teo- dice, literalmente, «batios», e implica la idea de una lucha encar-
lógica muy debatida: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Nor- nizada. No se trata, evidentemente, de «batirse» contra los otros
malmente quien plantea estas preguntas da por supuesto que él pretendientes o competidores que hacen cola, sino de luchar para
pertenece al número de los elegidos. Por eso se quiere saber si la eliminar de nosotros y de nuestro bagaje todo lo que nos obstacu-
compañía será numerosa, dando a entender que le gustaría que liza el paso a través de aquella entrada no muy amplia.
fueran personas selectas, una especie de número cerrado; si no,
¿qué sacaría con obrar correctamente, con hacer sacrificios?...
Es la puerta de la anti-facilidad
Los judíos excluían categóricamente a los paganos del ámbito
de la salvación. A lo más, se discutía en las escuelas rabínicas si Es peligroso embelesarse con imágenes falsamente consolado-
todos ellos se salvarían o no. Jesús, para demoler la seguridad y la ras: Dios es exigente. Espera mucho. El cristianismo no es una ex-
presunción típicas de quienes se creían «privilegiados», insinúa cursión más o menos agradable por un paisaje con fondo religioso.
una sospecha angustiosa: hay lejanos que están mucho más cerca No es una alegre romería con un santuario como meta y alguna
de lo que parece. Y hay cercanos que en realidad están irremedia- oración dejada allí para que todo tenga una pátina devocional.
blemente lejos. Hay desconocidos que tienen acceso al Reino. Y
El camino que se propone es difícil, incómodo. Ser cristianos
hay algunos que tienen derecho, pero quedan excluidos.
es «cosa seria». El costo, en términos de lucha, sacrificio, entrega,
En una palabra, Jesús una vez más no se deja atrapar en este ti- compromiso, resulta muy alto. Dios no está dispuesto a conceder
po de problemática falsa, expuesta al debate en otro plano. Y plan- descuentos para hacerlo más fácil, no oferta «acciones» baratas o
ta en medio una inquietante, pero muy concreta «puerta estrecha». «gangas» para aumentar la clientela.
Dice, en sustancia, que no se trata de conocer el número. Que la
Queda por explicar que la puerta estrecha está construida ex-
cantidad, las cifras, las estadísticas, los porcentajes no deben inte-
clusivamente con... material evangélico. Nadie tiene derecho a
resarnos. Y mucho menos es cuestión de imaginar qué hay detrás
de aquella puerta fatídica. El listado de los elegidos y la descrip- añadir otros «filtros» selectivos. Bastan las pretensiones de Cristo.
ción del paraíso son problemas falsos. Lo único que importa saber Por lo que no es el caso de que cualquier intruso o maestro de ce-
es esto: qué quiere Dios de mí, aquí, hoy. remonias excesivamente celoso, provisto de un libróte bajo el bra-
zo, cierre el paso con la presunción de someter a los candidatos
En una palabra, nos guste o no, tenemos que hacer las cuentas
(mejor, a los invitados) a un examen suplementario y abusivo.
con esa puerta estrecha.

Es la puerta de las sorpresas


La puerta estrecha
Me atrevería a decir de la ducha fría.
Es inútil hacerse ilusiones: se trata exactamente de una puerta Es verdad que además parece «escandaloso» aquel cortejo de
estrecha. Y nadie está autorizado a ensancharla, y mucho menos a inesperados, y hasta de intrusos, caídos allí «de oriente y de occi-
eliminarla. dente».
142 Las parábolas de Jesús
La puerta estrecha 143

Luego, por aquella puerta pasan sin problemas algunos que


vienen de no se sabe dónde y que han caído allí no se sabe cómo Tengo la impresión de que la «puerta estrecha» es el equiva-
(quién habría sospechado alguna vez que ciertos valores auténtica- lente al «ojo de la aguja» a través del cual es muy poco probable
mente evangélicos como la justicia, la generosidad, el desinterés, que pueda pasar el rico-camello.
la modestia, la sinceridad, la honestidad y la atención al prójimo Sólo que aquí la puerta resulta estrecha para todos, no sólo para
encontrarían tantos «portadores sanos» desconocidos, no registra- los ricos. Y si hay alguna joroba que estorba y que hace muy difí-
dos en los ficheros oficiales). Y ciertos individuos que tienen (o se cil el paso, está representada por la presunción de los así llamados
dan) el aire de ser de casa encuentran la puerta cerrada y les cae un «justos», puros, perfectos, o sea, de esos que presumen de relacio-
jarro de agua fría: «No os conozco. No sé de dónde sois». nes «convivales» con el Señor, que reivindican conocimientos en el
campo religioso a todos los niveles y que, a pesar de esto, se que-
Resultan «desconocidos», «nunca vistos», «de procedencia des-
dan helados cuando ven que les ponen la etiqueta de «malvados».
conocida», «de dudosa fiabilidad» justo los que frecuentan habi-
¿Podemos decir que la puerta estrecha impide el acceso al
tualmente la casa, esos que presumían de una gran familiaridad con
hombre mentiroso, o mejor, a ese individuo cuya vida es mentira?
el Amo («Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en
nuestras plazas»), esos que creían que lo conocían perfectamente y
hablaban de él con sorprendente desenvoltura. Su actitud podría
Una puerta que no hay que abrir a empujones
considerarse un «delito de estafa». Puede ser que estos se hayan
arrogado alguna vez la función de preparar las listas de los admiti-
dos, o la de porteros y que hayan ejercido el encargo -abusivo- de Para terminar:
controladores inflexibles, suspicaces, de las credenciales ajenas, -Hay que hacer las cuentas con esa puerta estrecha. No pode-
abiertamente inclinados a la exclusión más que a la acogida. mos eludirla, rodearla. Y más que tomar sus medidas, es obligado
medirse con las palabras rudas del evangelio.
Y ahora precisamente estos descubren que su entrada no es vá-
-Hay que convencerse de que la entrada no es cuestión de ins-
lida. Los jueces severos, inexorables, intratables, quedan excluidos.
cripciones ni de prácticas, sino de amor. Y que el estilo de llamar
Y -¡horror!- quedan admitidos los que no pertenecen a la ca-
es el de la discreción y el de la humildad. Quedan excluidos los
tegoría de los «nuestros».
empujones virtuosos y los timbrazos impacientes para llamar la
atención sobre nuestros presuntos títulos y supuestos méritos.
-Por esa puerta, naturalmente, pueden pasar los «hijos». Pero
Es la puerta de las pruebas
¿qué hijos? Ciertamente no esos presumidos, pretenciosos, seguros
de sí mismos, los «primeros de la clase». Más bien aquellos que no
Para pasar hay que exhibir pruebas sólidas, irrefutables. Lo que reivindican nada y se mantienen a la espera, confiados en la gene-
cuenta no es la pertenencia declarada al «club de los salvados», el rosidad del padre más que en sus propios derechos adquiridos.
nombre inscrito en el registro, las fórmulas cacareadas, las amista-
des alardeadas, la boca llena de palabras cristianas, las predicacio-
nes hechas o escuchadas, las prácticas religiosas en las que se ha Provocaciones
participado («hemos comido y bebido» la eucaristía quién sabe
cuántas veces), sino el compromiso concreto, el esfuerzo asiduo, Incomodidad
la coherencia de vida, el testimonio dado con las obras, la costum-
Hemos de tener el coraje de proponer de nuevo esa puerta es-
bre de consultar la conciencia.
trecha, sin recurrir a arquitecturas más modernas y funcionales.
No basta haber proclamado los valores cristianos, haber defen-
Considero que uno de los criterios fundamentales de la autenti-
dido los «sacrosantos principios». Hay que «probar» que por ellos
cidad de la vida cristiana es su coeficiente de dificultad o, si se
se ha regido la propia conducta.
quiere, de incomodidad.
144 Las parábolas de Jesús
La puerta estrecha 145
Personalmente, y en lo que pueda valer mi punto de vista, no
estoy preocupado por la actual crisis de la Iglesia, por las vocacio- Apostar por la claridad
nes que se reducen, por los claustros que se vacían, por las defec-
ciones, por la «práctica» que registra descensos pavorosos. De lo Ante los «vacíos» que tanto nos preocupan, es necesario estre-
que tengo miedo es de una vida cristiana insulsa, chata, insignifi- char aún más la «puerta estrecha».
cante. Que no tiene nada que decir. No molesta a nadie. Tímida. Hay que jugar al alza y, sobre todo, apostar por la claridad, o
Irrelevante. Tranquilizadora en vez de inquietante. Incapaz de es- sea, decir claramente lo que somos, lo que queremos, lo que pedi-
tropear la digestión y de turbar el sueño a nadie. Que renuncia al mos; sin atenuar las pretensiones, es más, subrayando honesta-
lenguaje rudo de las paradojas evangélicas para proponer fórmulas mente el precio decididamente caro que no está al alcance de todos
atrayentes, barnizadas de modernidad. los bolsillos, quiero decir, de todos los pulmones y de todos los co-
razones.
No podemos permitirnos el lujo de ser inofensivos. Nuestra vi-
da debe «contagiar» a todo el que se nos acerque. Nuestra fe o es Una vida cristiana edulcorada, aburguesada, facilona, «cacarea-
un virus o es una vacuna. La vacuna que inmuniza, que vuelve a da», peligra de hacerse irrelevante, inocua. Ya no tiene nada que
los otros indiferentes, de tal manera que ni siquiera advierten nues- decir a nadie, aunque haga propaganda en todos los medios de co-
tra presencia... municación que se encuentran en el mercado. Es una bandera que
Debemos ser capaces de mover, con nuestro ímpetu, incluso se ha convertido en un pañuelo, en colgajo colorado que, como
los macizos más sólidamente asentados y apuntalados (¿acaso no mucho, puede servir como elemento folclórico.
serán estas las montañas que la fe puede desplazar? Una fe «peli- El hombre de hoy día es un ser distraído, desencantado, indife-
grosa», se entiende). rente, acostumbrado a todo. Precisamente por estas características
suyas ha de ser sacudido vigorosamente por un testimonio y una
predicación que sean particularmente escandalosos para sus cos-
La propuesta de lo «más difícil» tumbres.
La vida cristiana, especialmente en la situación actual, sólo po- Si nosotros nos camuflamos, si nos dejamos absorber por la
drá salir de la crisis si sabe realizar una opción decisiva: la opción masa, si perdemos por el camino nuestra especificidad, si enmas-
(que se convierte también en una propuesta para todos) de lo más caramos con nuestros disfraces más engañosos nuestra originali-
difícil. Entonces, y sólo así, la Iglesia saldrá de esta preocupante dad, si no nos abrimos paso a golpe de provocaciones evangélicas
crisis verdaderamente transformada y capaz de transformar. y de paradojas, si no tenemos el coraje de ser distintos, ¿cómo po-
No creo en las soluciones de facilidad, en los compromisos, en demos pretender que se inquiete? ¿A lo mejor pidiéndole tímida-
las concesiones benévolas, en las componendas equívocas ni en mente permiso para... existir, asegurándole por nuestra parte que
los juegos de equilibrios para remediar los vacíos. No creo en unas seremos «razonables», que estaremos quietos en un rincón, que re-
generosas rebajas concedidas con sospechosa generosidad sobre duciremos el evangelio a libro de sacristía o de cultura, que elimi-
el precio original, para atraer al cliente e impedir que se vaya a la naremos de nuestra existencia todo lo que puede molestar, que
competencia. Tampoco creo en el truco del barniz exterior, a lo nunca importunaremos a nadie salvo para pedirle alguna limosna?
mejor ruidoso y espectacular, para suscitar la curiosidad y reafir- ¡Precisamente lo que hace falta es todo lo contrario!
mar la superficialidad de los que pasan. La entrada en el mundo de hoy y de mañana no lo compramos
En una palabra, no creo en un ideal cristiano que reduce las con juegos de equilibrio o con maniobras de pasillo.
propias pretensiones, suaviza las rudas exigencias propias, llega a No pretendemos reducciones doblegándonos a cualquier tipo
amigables componendas y a generosas transacciones, concede fa- de compromiso o prometiendo «dejar vivir», con tal de asegurar-
cilidades y se aviene a pactos «razonables» para, si es posible, in- nos un puesto en el palco mundano o en la tribuna política.
crementar la cantidad y engrosar las filas.
146 Las parábolas de Jesús La puerta estrecha 147

El oficio de aguafiestas Es difícil que un pavo real pase a través de la puerta estrecha
Exigimos entrar con pleno derecho, pagando como correspon- Desde el momento que se habla mucho de «signos», es lícito
de la entrada y tirando la puerta si es necesario (aquí es lícito y ne- preguntarse cuál podría ser el signo que la Iglesia es capaz de mos-
cesario...), precisamente en calidad de aguafiestas. Todos deben trar para indicar la puerta estrecha del evangelio. O, ya que el
saber que nuestro oficio es el de incordiar. Con nosotros las cosas asunto resulta bastante difícil, qué es lo que no es signo de esa fa-
nunca son fáciles. Y es natural que sea así. tídica puerta estrecha.
Cristo nos ha dicho que tenemos que ser sal de la tierra. Y has- Por mi cuenta, me pregunto si ciertos palcos colosales y fas-
ta ahora ningún exegeta ha logrado demostrar que «sal» se puede tuosos, si ciertas manifestaciones bajo el signo de un triunfalismo
traducir por «miel». espectacular pueden dar idea de la «puerta estrecha»...
Cristo nos ha propuesto la imagen de la levadura. Y no parece Y me sigo preguntando: si cierta vanidad y ambición eclesiás-
que la función de la levadura sea la de «dejar estar». tica, ciertas carreras fulgurantes, ciertos títulos y honores ambi-
Por tanto, no nos queda otra salida que recuperar el coraje ele- cionados y exhibidos pueden constituir una invitación para el pue-
mental de no tener miedo... Comenzando por no tenérselo a esa blo cristiano a pasar a través de la «puerta estrecha».
puerta estrecha. Quién sabe si ciertos personajes graves, devotamente pagados
de sí mismos, picados por la popularidad y la manía de aparecer,
«Para mí» leyendo esta parábola (o «pseudo-parábola», según J. Jeremías),
no les entrará al menos alguna vez la sospecha de que en aquella
He de convencerme. Esa puerta es estrecha. Sobre todo para puerta no se les «reconocerá» por el color de su vestimenta, ni por
mí. Por eso, no puedo recurrir al conocido truco de estrecharla pa- los títulos tan apreciados y exhibidos aquí abajo. Y podrán llevar-
ra los otros (o incluso de darle con ella en las narices) y ensan- se la desagradable sorpresa de oír que les dicen: «No os conozco»
charla a la medida de mis comodidades. (precisamente esos que presumen de ser conocidos por todos).
La salvación no es fácil. Para mí. Posiblemente no son «malvados», pero sí «vanidosos».
La entrada no es segura. Para mí. De todos modos, la puerta de entrada para ellos queda cerrada.
Por una vez deberán resignarse a quedar «fuera». Todo el tiempo
necesario para arrepentirse de haber perseguido esas cosas fútiles.
No se puede confundir incomodidad con cierre Y ver pasar ese cortejo interminable de los innumerables «no titu-
lados» llegados de «oriente y occidente».
Todo está puesto a la luz del amor: tanto el horizonte inmenso
como la puerta estrecha, tanto el banquete universal como la dura
exclusión (quedan excluidos los que, rechazando entrar en la lógi-
Pistas para la búsqueda
ca del amor, querrían forzar su entrada mediante pretensiones fari-
saicas de una fidelidad puramente exterior), el fruto amargo de la ¿Nosotros fuera?
prueba y el consolador de la paz.
Quiero decir que existe la posibilidad de pasar a través de la En esa multitud de familiares de Dios que han sido retenidos
puerta estrecha solamente ensanchando los horizontes (mucho fuera y gritan apelando a sus conocimientos, incluso a sus relacio-
más allá de nuestros cálculos y de nuestras prudencias). nes convivales con el Señor, y que sin embargo oyen que les dicen:
El problema no es el de estrechar; se trata de no cerrar. «No os conozco», estamos también nosotros. Si liberamos este
Puerta estrecha no significa «cierre», sino incomodidad. mensaje del ambiente cultural y social del tiempo y lo proyecta-
mos, como es lo correcto hacer con cualquier mensaje profético,
en un ambiente actual, no es difícil entender que sean esos los que
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148 Las parábolas de Jesús La puerta estrecha

pueden decir a Jesucristo: «¿Nosotros fuera? Pero si nosotros te Esta es la puerta estrecha que, sin embargo, no tiene para la
hemos conocido, hemos asistido frecuentemente a las misas domi- conciencia del hombre un carácter represor, sofocante; más bien es
nicales, hemos comido contigo, hemos escuchado siempre tu evan- una puerta estrecha que deja entrar, con un paso de danza y de ale-
gelio». Él nos dirá: «¡Malvados, apartaos de mí! No os conozco». gría, las exigencias más profundas que llevamos dentro de noso-
¿Por qué? Porque no hemos querido entrar por la puerta estre- tros, esas que hemos transformado, caminando por el camino an-
cha. Si pudiéramos imaginarnos qué es la historia de la humanidad cho, en aspiraciones espirituales para que no se perdiese su
a los ojos de Dios, nos avergonzaríamos de nuestra manera de con- fascinación, pero que a la vez no impidiesen el tráfico. Todos he-
cebirla. De todos modos, refiriéndonos a nuestras reconstruccio- mos hablado de la paz, de la fraternidad, del perdón, pero hemos
nes, una cosa es cierta: los cristianos han preferido la puerta ancha. hecho de estas cualidades ejercicios privados para que no molesten
La fidelidad a la palabra del Señor que parece que animó a las co- la andadura colectiva, por lo que ¡generosos en privado, belicosos
munidades primitivas implicaba la renuncia al poder, a la riqueza, en público! Hemos exaltado el gesto a favor del pobre y hemos
a la cultura dominante, implicaba un estado de marginación fren- exaltado la conquista del tercer mundo. Esta es la degeneración,
te a la sociedad. aparentemente irremediable, a que alude la parábola de Lucas en
Pero bien pronto las comunidades cristianas han elegido la este texto. Cuando Jesús dice: «No os conozco», alude a esto. Co-
puerta ancha. Eran muchos para abrir la puerta. Estaban los empe- mo puede él, si no tuviésemos dentro una referencia a la miseri-
radores, las clases ricas y finalmente los ambientes de la cultura. Y cordia de Dios, con el criterio que nos ha dado, reconocer como
así los cristianos han entrado por el camino amplio, un camino al suyos a los artífices de guerras, a los asesinos, a los explotadores
que llamamos, en nuestras reconstrucciones históricas, la civiliza- cristianos. Esta es una palabra terrible... (E. Balducci)2.
ción cristiana. Un camino ancho en donde caben todos, de tal ma-
nera que todos puedan llamarse cristianos.
Podría nombrar a los más grandes asesinos del siglo; todos per-
tenecen a esta cristiandad, al camino amplio en el que hay sitio pa-
ra todos. Nos gusta este cristianismo porque nos permite ser imita-
dores de Dios, que es misericordioso. Las exigencias del evangelio
quedan como motivos para reflexiones festivas, tomados con cau-
tela, aplicados al mundo interior, al más allá, con tal de que no sea
molestada la gran marcha que ha escogido el camino amplio lle-
vando a la cabeza todos los representantes del poder (E. Balducci)1.

¿Cuál es la puerta estrecha?


Esa que llamamos la puerta estrecha no es estrecha porque mu-
chos estén predestinados a quedar excluidos; es estrecha por su ri-
gor, por las exigencias que lleva consigo y que son la de la paz, la
del amor al enemigo, la de responder con el perdón al sentirnos
ofendidos, la de la predilección por los excluidos, etc. Conocemos
los modelos evangélicos.

1. E. Balducci, // Vangelo dellapace, auno C, Roma 1985. 2. E. Balducci, Gli ultimi tempi, armo C, Roma 1991.
Los puestos en la mesa 151

Ambientación

puestos en la mesa Insisto una vez más: para entender una parábola hay que colo-
carla en su contexto. Reconstruir la escena que la ha provocado.
Aquí realmente las parábolas serían tres. Pero la tercera, esa de
los llamados al banquete y que declinan la invitación por los mo-
«Un sábado entró Jesús a comer en casa de uno de tivos más fútiles, ya la hemos comentado en la versión de Mateo,
los jefes de los fariseos. Ellos estaban al acecho. Ha- por eso remitimos a ese texto1. Aquí queremos subrayar, ante todo,
bía allí, frente a él, un hombre enfermo de hidrope- el riesgo que se corre cuando uno invita a Jesús a su casa.
sía. Jesús preguntó a los maestros de la ley y a los Tenemos tres intervenciones y las tres provocadoras. En el
fariseos: '¿Sepuede curar en sábado o no?'. Ellos marco de una comida, el Maestro señala con un gesto y algunas
se quedaron callados. Entonces Jesús tomó de la palabras tres momentos:
mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Después les -la entrada
diJ0: '¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cae en -la elección de los puestos
un pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea en -la elección de los invitados.
sábado? '.Ya esto no pudieron replicar. Al observar
cómo los invitados escogían los mejores puestos, les
hizo esta recomendación: 'Cuando alguien te invite Primer momento
a una boda, no te pongas en el lugar de preferencia,
no sea que haya otro invitado más importante que tú, Apenas entra Jesús, cura a un hidrópico. Puede ser un regalo,
y venga el que te invitó a ti y al otro, y te diga: Cé- una especie de ramo de flores preciosísimo llevado al dueño de la
dele a este tu sitio, y entonces tengas que ir todo casa. Y, sin embargo, se interpreta como un gesto escandaloso,
avergonzado a ocupar el último lugar. Más bien, provocador, porque se quebranta la ley del descanso sabático, con-
cuando te inviten, ponte en el lugar menos importan- siderada intocable.
te; así, cuando venga quien te invitó, te dirá: Amigo, Y esto sin ni siquiera pedir permiso al dueño de la casa, que
sube más arriba, lo cual será un honor para ti ante debe ser un personaje importante (a lo mejor incluso un miembro
todos los demás invitados. Porque el que se ensalza del sanedrín).
será humillado y el que se humilla será ensalzado'. Y Cristo reivindica su libertad, no tanto respecto a la ley, sino más
al que le había invitado le dijo: 'Cuando des una co- bien respecto a una interpretación mezquina, obtusa y ciega de la
mida o una cena, no invites a tus amigos, hermanos, ley, que termina por fosilizar la voluntad de Dios en esquematis-
parientes o vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te
mos abstractos y crueles en su puntillosidad. Libertad para inter-
inviten a ti, y con ello quedes ya pagado. Más bien,
venir a favor del hombre.
cuando des un banquete, invita a los pobres, a los li-
«También en este caso Jesús rechaza la tradición, porque el sá-
siados y a los ciegos. ¡Dichoso tú si no pueden pa-
bado es el día del Señor y en cuanto tal lleva la impronta de su
garte! Recibirás tu recompensa cuando los justos re-
bondad. Él, por tanto, cura, porque su vocación es testimoniar que
suciten» (Le 14, 1-14).
Dios es el Dios de la gracia» (K. H. Rengstorf).

1. Cf. A. Pronzato, Las parábolas de Jesús en los evangelios de Marcos y


Mateo, Salamanca 2 2003.
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Los puestos en la mesa 153
Segundo momento
Tercer momento
Jesús, que se siente espiado por aquellos inexorables guardia-
nes de la ortodoxia y de la moral, se pone a su vez a observar el Jesús tiene algo que decir también acerca de la elección de los
comportamiento de sus propios jueces. Ve una carrera precipitada invitados. Todos personajes de relieve, gente importante (hoy se
hacia los primeros puestos en la mesa y no deja pasar por alto la diría «gente /«»). Lamentablemente faltan los pobres, los débiles,
descortesía de aquella competición. Tengamos presente que sobre los desgraciados, los últimos, los excluidos, los que no tienen de-
todo los escribas y fariseos, y en general todas las autoridades re- recho. Un olvido imperdonable. Una grave descortesía frente al
ligiosas judías, reivindicaban descaradamente honores, privilegios Huésped.
y jerarquías. Hay que tener presente que en el ambiente judío la exclusión
Ahora Jesús denuncia duramente que una autoridad religiosa social acarreaba casi automáticamente la exclusión religiosa (en
adopte actitudes, al fin y al cabo ridiculas, de arribismo, vanidad e efecto, los lisiados, los cojos, los ciegos no podían participar en las
incluso discusiones para arrebatar puestos, jerarquías y tareas. ceremonias del templo).
«Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el lugar Por tanto, la sugerencia de Jesús resulta decididamente revolu-
de preferencia... Al contrario, cuando te inviten, colócate en el lu- cionaria. Se trata de abrir las puertas, de dejar sitio de manera es-
gar menos importante...». Es el vuelco de toda una lógica basada pecial a esas personas que normalmente están marginadas. Privi-
en las jerarquías mundanas, que termina con una afirmación in- legiar a los pequeños. Dar preferencia a los últimos. Garantizar la
quietante: «El que se ensalza será humillado y el que se humilla presencia de los que no tienen derecho. Una caridad verdadera ex-
será ensalzado». cluye todo cálculo oportunista. Es dar, acoger en pura pérdida.
Sin embargo, Jesús no pretende establecer una regla de com- Parece que Jesús se encuentra a disgusto en casa de esa perso-
portamiento en la mesa (si bien presenta criterios siempre válidos na notable que pertenece a la casta de los fariseos. Le falta la com-
para la comunidad cristiana, donde las tareas son redimensionadas, pañía de sus amigos habituales. En medio de esa gente que exhibe
operando un cambio radical en las jerarquías según criterios no certificados de importancia, parece que el Maestro se encuentra
mundanos). Su urbanidad insólita se refiere sobre todo a los com- extraño, ajeno, solo.
portamientos frente a Dios. En este caso, el Maestro quiere denun- Como diciéndonos: si queremos acogerle como huésped en
ciar una cierta práctica religiosa que lleva a una especie de auto- nuestra casa, no somos nosotros quienes tenemos que elaborar la
justificación, de seguridad, como alegando derechos frente a Dios. lista de los invitados importantes, según los criterios de las conve-
El hombre debe ponerse ante Dios con actitud de humildad, o niencias mundanas. Hay que lograr que se encuentre en «buena
sea, de verdad. compañía». Que, a los ojos del mundo, es una «mala compañía».
No hay nada que reivindicar, colocándose sobre el pedestal de Abriendo de par en par la puerta a los despreciados, a los que
las propias virtudes, de los propios méritos religiosos. Hay que li- no nos van a servir para dar buena imagen o para obtener determi-
mitarse a recibir. Todo es don. Todo es gracia. Todo es acogido con nadas ventajas, estamos seguros de que Jesús se sienta a nuestra
gratitud de la bondad de Dios. mesa. Si no es así, él está en otra parte y su sitio queda vacío, aun-
El hombre hace el ridículo cuando intenta ensalzarse ante sus que estén colgados cuadros suyos en la pared y su nombre esté en
propios semejantes, pero especialmente ante su Dios. La ley del boca de todos.
cristiano es la del abajamiento. O, si queremos, de la pobreza. Entendámonos. No se trata de organizar, alguna vez, una fies-
¡Ay, si jugamos a ricos con Dios! Se corre el riesgo de ser des- ta de beneficencia, una comida para los pobres o los viejos del asi-
pedidos con las manos vacías. El pobre no va a exigir, a pedir con lo (lo que puede reportarnos incluso un certificado de la generosi-
la arrogancia de ciertos fariseos. El cristiano es consciente de que dad que se nos atribuye, o sea, a fin de cuentas, se trata de un
nada se le debe. cálculo utilitarista). Más bien es cuestión de mentalidad, de orien-
taciones radicales en nuestras relaciones con el prójimo.
Los puestos en la mesa 155
154 Las parábolas de Jesús

El evangelio -dice agudamente un comentarista- «quiere que Esos que están acostumbrados a «abrirse camino» caiga quien
nuestras preferencias sean motivadas no ya por el criterio de las caiga y tienen la obsesión de «hacerse notar» (posiblemente estan-
castas, de la mafia o del clan socioeconómico o cultural, sino por do detrás, o mejor, al lado, del Personaje distinguido), se verán
un criterio de cambio de sentido real. La elección de los pobres no obligados a «ceder el puesto» a esos que no han considerado dig-
puede hacerse sobre la base de una táctica astuta o de una hábil de- nos de atención (los únicos que son dignos de consideración...).
magogia. Optar por los pobres, por los que no cuentan, significa
desposarse plenamente con su causa. ¿Con qué perspectivas? Pa-
ra el evangelio no hay ni puede haber segundas intenciones. La Categorías invertidas
bienaventuranza y la perspectiva de la 'resurrección de los justos',
esto es, el futuro prometido por Dios, es la única perspectiva que Después parece que Jesús sugiere: si de verdad quieres tener
hace completamente libre al discípulo para comprometerse con los una idea original y hacer la prueba para esa fiesta cuyo protocolo
pobres sin ceder al riesgo de instrumentalizarlos» (R. Fabris). contempla las... categorías invertidas, organiza alguna comida o
cena preocupándote de invitar sólo a aquellos de quienes no pue-
des esperar nada a cambio, a la gente que no cuenta, a los pobres
Un extraordinario observador de las costumbres (pero no sólo) hombres que no te garantizan promoción social alguna, a los que
no te recompensarán. O sea, acostúmbrate a ofrecer sin esperar na-
da, sin conceder nada al interés, al cálculo y a la vanidad.
Jesús, al plantear la parábola de los invitados que corren deses-
peradamente hacia los primeros puestos (pisoteando no sólo las re- No se trata de descender -por una vez- al nivel de «pobres, co-
glas de la buena educación, sino, más prosaicamente, los pies aje- jos y ciegos» (hoy podríamos decir los sin-techo, discapacitados,
nos, con el resultado de perder además del puesto la honra), se ancianos, desechos de la sociedad) -que puede ser un modo de
manifiesta observador atento y «cronista» mordaz de las debilida- «honrarse» y llamar la atención, especialmente si está el ojo de la
des de la sociedad de su tiempo, incluida la religiosa, en cuyo ám- televisión- sino de vivir con ellos, preferir su compañía, aceptar su
bito se daban aquellos espectáculos tan poco edificantes y se desa- presencia habitual en nuestros ambientes.
rrollaban aquellas representaciones no precisamente sagradas. La hospitalidad ofrecida a los marginados, no la visita episódi-
El Maestro, con sus observaciones, no pretende enseñar un mí- ca a sus leproserías o la admisión excepcional en nuestros salones,
nimo de decencia ni dictar alguna regla de corrección y buenas además de representar la abolición práctica de la exclusión, cons-
maneras -y de picardía- cuando se trata de sentarse a la mesa. Su tituye una especie de garantía para no ser excluidos del Reino.
discurso, partiendo de las costumbres de aquí abajo, se hace reli- Sí, esto también es poner del revés. No somos nosotros los que
gioso y se trasfiere a un plano distinto: al del Reino (que también repartimos las invitaciones. Son ellos, los últimos, los que nos in-
con frecuencia se presenta en el evangelio como un banquete). vitan a... entrenarnos para subir. Los pequeños son quienes nos
Como si dijese: practicad el arribismo más desenfrenado, la va- pueden revelar el secreto de la grandeza. Los excluidos son quie-
nidad más descarada, la ostentación más vergonzosa. Haceos sitio nes nos dan el permiso para entrar. Los aislados son quienes nos
a codazos y patadas para aseguraros posiciones de privilegio. In- aseguran la comunión.
cluso exhibios con vuestras ridiculas autopromociones. Es cosa Ellos no tienen con qué «pagarte». Por el simple hecho de que
vuestra (no precisamente digna de verse; de todos modos, cada tú en realidad no les has dado nada. Simplemente has aprendido a
uno tiene los espectáculos que se merece). Pero tened en cuenta recibir.
que en el otro Banquete todo será totalmente distinto. Entonces se «¡Dichoso tú si no pueden pagarte!». Si se diese la reciproci-
tomará en consideración la pequenez, se apreciará el ocultamien- dad, perderías la bienaventuranza. Un mal negocio.
to, la humildad representará el título más acreditado y se verán
abundantemente satisfechos los que se acerquen sin pretensiones.
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Los puestos en la mesa 157
Provocaciones
ralizar la relación con Dios y, al mismo tiempo, la relación con los
1. Respecto a la primera parábola, la de la carrera desenfrena- hombres. Es la pretensión de siempre, o sea, la de considerarse
da hacía los primeros puestos del banquete, hay que decir que hoy, justos, más merecedores que los otros: esta es una postura que ine-
salvo algún despistado, nadie se expone al ridículo de tener que vitablemente genera arrogancia y diferencias. Quizás Jesús tiene
ceder el primer puesto arrebatado abusivamente. en el punto de mira las preocupaciones jerárquicas (¡las minucio-
En efecto, la competición por los primeros puestos no se re- sas reglas que establecen las categorías!) de algunos sectores de su
suelve en la carrera, sino que se desarrolla mucho antes de entrar mundo religioso (¿sólo de su mundo?).
en la sala. El arribismo más desaprensivo juega sus cartas -casi Pero si la parábola sólo dijese eso, se colocaría enteramente en
siempre trucadas- mucho antes de la... comida. la vertiente del hombre, ilustrando cómo este tiene que colocarse
No se ahorra ningún medio para alcanzar el objetivo: ni zanca- frente a Dios y frente a los otros: una enseñanza importante, sí, pe-
dillas, ni codazos, ni apoyos influyentes, ni maniobras oscuras, ni ro que aún no alcanza el fundamento. No es así, sin embargo. Si
tampoco inclinaciones, adulaciones, doblamientos de espalda (y Jesús golpea con tanta fuerza la vanidad de quien quiere privile-
más cosas). E importa poco si, detrás, en la competición encarni- gios, es porque sabe que Dios no se comporta de esa manera. Un
zada, se dejan jirones de dignidad y libertad. punto firme del evangelio es que Dios se manifiesta a través del
2. Viene después la parábola-recomendación, dirigida al hués- «hacerse siervo», del no «considerarse el primero».
ped, de no invitar a gente de su estatus, porque estos pueden de- Aquí hay que buscar el fundamento que sostiene la parábola y
volver la invitación, sino a los «pobres, a los lisiados y a los cie- la aclara, transformándola de norma sapiencial en «alegre noticia».
gos. ¡Dichoso tú si no pueden pagarte!». Como si dijese: elige la La relación que Dios establece con el hombre es el contexto natu-
gratuidad en vez del cálculo oportunista. Busca la compañía con- ral, explícito o supuesto, de cada parábola, y constituye un irrenun-
vival de la gente sencilla y que no cuenta, sin dejarte influir en tus ciable criterio hermenéutico. Ninguna parábola desvela plenamen-
elecciones por la lógica del poder y de la promoción social. te su sentido si se la saca del centro del evangelio (B. Maggioni)2.
Hay que precisar además que, con toda evidencia, Jesús no ha-
bla por hablar... Y no dice por decir: «El que se ensalza será hu-
millado y el que se humilla será ensalzado». Sus palabras hay que Perspectiva escatológica
tomarlas al pie de la letra.
3. ¿Podemos sintetizar todo con una fórmula? Esta: desde un La primera de las dos parábolas construidas paralelamente
punto de vista evangélico, es importante no ser importantes. ofrece a los comensales una regla de comportamiento que no pa-
4. Podemos también aventurar la sospecha de que Jesús (antes rece superar el ámbito pre-moral del bon ton profano-burgués. En
que Lucas) sueña con una comunidad de «suyos» que no distribu- la literatura hebrea existe una serie de ejemplos que establecen
ya invitaciones selectivas. Sueña con una comunidad que de ver- máximas similares para la vida cotidiana: «No te pavonees en pre-
dad sea lugar de acogida para todos los excluidos. sencia del rey, ni te coloques entre los grandes; porque es mejor
que te digan: 'Sube acá', que verte humillado ante los nobles»
(Prov 25, 6-7).
Pistas para la búsqueda Pero desde el punto de vista del versículo final, el 11 («El que
se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado»), la
Dios no se porta así regla profana de buena conducta adquiere una cualidad nueva, de-
terminada por la acción escatológica de Dios. De esta manera -co-
La parábola intenta golpear no una vanidad superficial, que só- mo dice J. Jeremias- la regla de la mesa se convierte en premisa
lo haría sonreír, sino una presunción profunda, capaz de desnatu-
2. B. Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992.
158 Las parábolas de Jesús Los puestos en la mesa 159

para una «advertencia escatológica» que invita a la renuncia de Dios viene después...
cualquier pretensión de reconocimiento ante Dios y a la humilde
valoración de sí mismo (J. Ernst)3. Nosotros estamos a salvo... en la medida en que aceptamos co-
mo estilo de vida la preparación y anticipación, en lo posible, del
banquete en que no se invita a la gente para que nos inviten a su
Los pobres serán quienes nos devuelvan la esperanza vez, sino que se invita a aquellos que no tienen nada que darnos,
esto es, los pobres, los lisiados... -categorías simbólicas de todos
Nos encontramos viviendo en una sociedad donde todo funcio- los marginados-. Esta es la sociedad que queremos, el banquete
na con mecanismos horriblemente discriminatorios. Las desigual- que queremos preparar.
dades económicas han vuelto furiosamente a arreciar, por lo que He ahí dónde está la verdadera alternativa entre el cristiano y el
las crisis caen pesadamente sobre los débiles y como pajitas sobre no cristiano. No es cristiano quien dice: «Viva Dios», «amo a
los potentados. Y luego la discriminación se ha hecho tan connatu- Dios», «¡ay del que ofende a Dios!». He vivido en una aldea en
ral a nuestras costumbres que se ha extendido a todas las esferas de donde la blasfemia era una costumbre. Algunos señores habían
nuestra vida, por lo que también los pobres -los que podemos lla- creado la «liga antiblasfemia»: hacían blasfemar a los pobres, pe-
mar los más débiles, los últimos de nuestra sociedad- han asimila- ro después combatían esta costumbre. Aún continúa esto. Ser cris-
do en gran parte la doctrina de los ricos y ambicionan hacer lo que tianos quiere decir querer un banquete en donde haya pobres, co-
los ricos están haciendo. Pero en la historia son tantas las reservas jos..., o sea, donde todos al fin fraternicen festivamente. Esto es
de la ironía divina... La mayoría de los habitantes del planeta son ser cristianos. El nombre de Dios viene después. Es mejor que por
pobres. Nuestro bienestar no es sino la distribución de un inmenso ahora no se pronuncie, porque nos embrolla, porque introduce una
hurto planetario. Pero los robados existen y lo saben. Este poder idea creada por las clases poderosas. Solamente si amo al pobre
discriminador es tan fuerte que ha invadido todos los sectores de puedo pensar en Dios sin equivocarme. Si no pienso en el hombre,
nuestra experiencia: hasta en las familias se desentienden del débil. pienso en Dios equivocándome. Esta es la verdad que nos viene
La competición es tan feroz que llega incluso a implicar luga- del evangelio (E. Balducci)5.
res tradicionales de la sanidad natural. Incluso en los pueblecitos
en donde vivía el espíritu comunitario de los tiempos antiguos, se
repiten las mismas terribles ambiciones, presunciones, explotacio- Enséñanos a ser verdaderos
nes, violencias morales que antes eran privilegio de la élite social
metida en la carrera competitiva con los títulos en regla. La abso- ¡Los ascensos tramados en secreto!
luta difusión de este criterio asusta, porque casi da la impresión de No invitéis al Señor a comer: tendríamos que cambiar de pues-
que la idea de un banquete en que los pobres finalmente sean res- to y bajar mucho de graduación, amigos.
catados de su marginación es un sueño imposible. ¿Quién no sueña alguna vez con una invitación para subir?
Creo que la condenación más grande de un pueblo o de un Y si uno dice que es indigno,
mundo satisfecho es perder la esperanza. Y le está bien, porque ha ¿cuándo y cómo conseguiré creerle?
consumido sus alimentos secretos, ha malgastado su aceite invisi- Cristo, enséñanos a ser verdaderos (D. M. Turoldo)6.
ble, a falta del cual la llama se apaga. Los pobres serán quienes
nos darán en el futuro la esperanza como es ley de la historia. No-
sotros decimos: ley de la salvación (E. Balducci)4.

3. J. Ernst, // Vangelo secondo Luca II, Brescia 1985. 5. Ibid.


4. E. Balducci, // Vangelo dellapace, anno C, Roma 1985. 6. D. M. Turoldo-G. Ravasi, Opere e giorni del Signore, Milano 1989.
La construcción de una torre y un rey que va a la guerra 161

9 inteligencia, capacidad de adoptar un programa comprometido a


La construcción de una torre largo plazo, disponibilidad para el esfuerzo, aceptación de la cruz,
determinación para llegar hasta el fondo.
y un rey que va a la guerra Sobre todo, de entrada la elección debe expresar una preferen-
cia absoluta y concorde con Cristo y las exigencias de Reino.
Aunque se precise que, en el lenguaje de Lucas, «odiar» signi-
fica simplemente «amar menos», queda el hecho de que el discur-
«Como lo seguía mucha gente, Jesús se volvió a so de Cristo resulta más bien duro y su lógica no es apta cierta-
ellos y les dijo: 'Si alguno quiere venir conmigo y no mente para legitimar perspectivas de comodidad.
está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, Especialmente hay que subrayar la frase programática final,
a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e in- que sostiene todo el discurso: «Aquel de vosotros que no renuncia
cluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío». Se trata de una
no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede revisión total de la escala de valores. La prioridad del ser sobre el
ser discípulo mío. Si uno de vosotros piensa cons- tener está fuera de discusión. Como también, inmediatamente des-
truir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los pués, la disponibilidad a entrar en la lógica loca del amor y de la
gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, si entrega, abandonando los cálculos egoístas y las reservas dictadas
pone los cimientos y no puede acabar, todos los que por el deseo de «administrar» prudentemente la propia vida. La
lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este decisión fundamental de seguir a Cristo excluye las medias tintas,
comenzó a edificar y no pudo terminar. O si un rey los compromisos, las excusas cómodas, las veleidades, las tácticas.
está en guerra contra otro, ¿no se sienta antes a con- Las dos parábolas, pues, resultan bastante sencillas y transpa-
siderar si puede enfrentarse con diez mil hombres al rentes una vez descubierto el tema central. Y no tienen necesidad
que le va a atacar con veinte mil? Y si no puede, de explicaciones. Intentemos más bien sacar tres lecciones prácti-
cuando el enemigo aún está lejos, enviará una em- cas respecto al seguimiento y para cualquier aventura espiritual:
bajada para negociar la paz. Del mismo modo, aquel constancia, realismo y audacia. En términos negativos, podemos
de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no expresarnos así: en nuestro camino están al acecho tres tipos de
puede ser discípulo mío'» (Le 14, 25-33). peligros: la veleidad, la presunción y la timidez.

Constancia
Para seguirlo...
Hay que convencerse de que una aventura espiritual es digna de
Estas dos pequeñas parábolas están engarzadas en medio de
este nombre siempre que vaya sostenida por la voluntad de llevar-
dos sentencias que se refieren al seguimiento de Jesús (v. 25-
la hasta el fondo. Estamos en un terreno en el que no se permiten
27.33). Se precisan las condiciones para ser discípulos.
las cosas hechas a medias. Una obra interrumpida no es la mitad
Todo se coloca en la perspectiva de la elección que el discípu-
de la obra. Es un desastre. Una torre cuya construcción no llega a
lo está llamado a hacer. Exige ponderación, clara conciencia de los
terminarse no es una torre incompleta. Es, simplemente, una cons-
riesgos y de las dificultades de la aventura (por eso ahí están las
trucción ridicula en su pretenciosidad. Una empresa que no se lle-
dos parábolas: la construcción de una torre y la empresa militar).
va a término no es una empresa parcial. Es una impresa clamoro-
No estamos ante una decisión que se pueda tomar a la ligera,
samente fracasada. Las cosas hechas a medias no son algo que se
superficialmente, en un momento de euforia. Hace falta seriedad,
ha quedado a medio hacer. Son nada.
162 Las parábolas de Jesús La construcción de una torre y un rey que va a la guerra 163

A este respecto, la enfermedad típica es la veleidad. Personas Audacia


que no saben lo que quieren, dónde pretenden llegar y por qué. ¡In-
decisas para todo! Siempre en busca de emociones más que de un Con frecuencia el inventario que hacemos de nuestra realidad
compromiso serio. Con mucha frecuencia su entusiasmo es pasa- más profunda nos conduce a resultados nada estimulantes. Es más,
jero, acompañado a veces de un ímpetu exhibicionista, que se apa- decididamente amargos y decepcionantes.
ga indefectiblemente apenas se perfila en el horizonte la... carreta Pero aquí, si queremos evitar el riesgo de una presunción que
de la realidad cotidiana, de la que hay que seguir tirando cuando se puede llevarnos a las más desastrosas consecuencias, debemos evi-
apagan los focos de la fiesta. Su característica es la inestabilidad. tar también el riesgo opuesto: el de la timidez excesiva, que nos
La vida cristiana debe expresar la voluntad de implicarse has- puede encerrar en una escuálida prisión de renuncias, sin atrever-
ta el fondo. Dice muy agudamente el protagonista de una novela: nos nunca a derribar aquellos muros e intentar, probar, buscar...
«Todo procede de que las cosas se hacen a medias y se dicen a me- Un muchacho escribió: «Para aquellos que están emparedados
dias y se es bueno a medias. Por eso el mundo está tan embarulla- todo es pared, incluso una puerta abierta de par en par».
do. ¡Haced las cosas bien, por favor! ¡Un buen martillazo en cada Muchas veces cometemos la equivocación de perder algunas
clavo y habréis vencido! ¡Dios odia diez veces más a un medio batallas porque ni siquiera nos roza el deseo de combatirlas. Nos
diablo que a un archidiablo!» (N. Kazantzakis). consideramos ya derrotados de antemano.
Muchas veces adaptamos los ideales a nuestras fuerzas, los li-
mitamos a nuestra debilidad: «Dado que soy así, debo contentarme
Realismo con...». ¡Esta es la tentación sutil, diabólica, de la «reducción»!
Cuando debería ser al revés: adaptar nuestras fuerzas a la altura y
Significa que hay que sentarse a la mesa y considerar atenta- a la grandeza de nuestros ideales: «Puesto que deseo llegar hasta
mente las cosas, calcular los riesgos, preparar los medios necesa- allá, no me puedo conformar con... Y por eso tengo que rezar más,
rios. En una palabra: estudiar la situación. necesito mayor reflexión, más confrontación con la palabra de
Antes he hablado de «aventura espiritual». No quisiera que es- Dios, más ánimo, más sacrificio, más decisión...». Según la ex-
te término generara algún equívoco. «Aventura» no significa in- presión de H. Cox, tenemos que conseguir que los fines creen los
consciencia ni tampoco presunción y temeridad, sino realismo, medios, no al contrario.
que de ninguna manera está en contradicción con el espíritu de fe. La paradoja cristiana se puede expresar así: ¡la lejanía de la
El realismo cristiano sólo excluye la facilonería. meta, la dureza del camino y la fascinación del objetivo que se
He ahí, pues, por qué es necesario, después de haber descrito la quiere alcanzar producen la velocidad y la potencia del coche!
situación, hacer un inventario exacto de la propia realidad interior. «Cuando se trata de Dios, la sola atracción de la meta es suficien-
La realidad humana y la realidad sobrenatural. te para crear el camino» (G. Thibon).
Con este corazón que tengo, con este ánimo, con estas piernas, Y aquí habría que denunciar el equívoco de ciertas formacio-
¿puedo esperar seriamente llegar hasta allá? Con mi actual carga nes, de ciertos procesos educativos miopes que, con el pretexto de
espiritual, con este tiempo de oración, con esta dosis de reflexión, cortar las uñas -operación necesaria- terminan por cortar también
con este peso de adoración, ¿estoy autorizado a creer que podré las alas y acortar terriblemente los ideales.
sobreponerme a las dificultades? La audacia de que hablamos no se contradice con lo dicho a
He ahí, concretamente, lo que significa «sentarse a conside- propósito del realismo y de la concreción, y añadamos también de
rar». Significa conocer los objetivos que se pretenden alcanzar y la prudencia. En efecto, aun después de inventarios en quiebra,
significa conocerse, o sea, examinar con realismo el propio equi- siempre podemos salvarnos yendo a llamar a la puerta de Aquel
pamiento interior. que desea invertir su capital infinito y sus dones en acciones que
merezcan -se sobreentiende- su aval.
164 Las parábolas de Jesús La construcción de una torre y un rey que va a la guerra 165

Pero tengamos presente que Dios, antes de financiar nuestras el de la financiación, sino el de los fines, y sobre todo el de la ve-
empresas, es tan... minucioso que quiere examinar atentamente el rificación de si los medios empleados son los que señala el evan-
proyecto que le proponemos. Él nos financia solamente según el gelio, sin posibilidad de equívocos.
alcance y la amplitud de nuestros proyectos. Si nos presentamos La sabiduría cristiana no tiene nada que ver con la habilidad, la
con un proyecto pequeño, infantil, Dios puede hasta irritarse: picardía y la despreocupación de impronta mundana. Ni la causa
«¿Me has molestado para tan poca cosa?... ¿Te diriges a mí para de la fe tiene nada que ver con la ambición humana. Y la perspec-
construir ese miserable gallinero?... ¡Yo esperaba que me propu- tiva del Reino es completamente distinta de la de los negocios.
sieras la construcción de un rascacielos! En ese caso te habría ayu- A veces las construcciones «terminadas» pueden ser las que ni
dado con mucho gusto sin reparar en los gastos...». siquiera se han comenzado. A veces las empresas llevadas a cabo
Pero si le proponemos una empresa dificilísima, valiente, «fu- pueden ser las que ni siquiera se han emprendido.
turista», Dios quedará gratamente sorprendido. Y aceptará hacerse Es verdad que Dios goza con tener gente dispuesta a luchar. Pe-
nuestro «cómplice», nuestro socio en los negocios (grandes). En- ro las armas deben ser las adecuadas. Y las guerras las correctas.
tonces, con tan decisiva cobertura, el éxito estará asegurado (aun- Desde el punto de vista de Dios, se puede incluso ser vencedo-
que no necesariamente en un plano humano). res en la derrota. Con tal de que el riesgo de una batalla tenga al-
Metámonos en la cabeza esta idea: sólo los grandes ideales y las go que ver con él...
empresas «descabelladas» reciben con seguridad la firma de Dios Habrá que rezar: «Danos, Señor, la sabiduría del corazón». Y
como garantía. Las obras mezquinas y el pequeño cabotaje de la haz que ni el orgullo, ni la manía de grandeza, nos nuble la vista.
mediocridad obtienen exclusivamente el aval de nuestro miedo. Y
Dios no quiere tener absolutamente nada que ver con eso, aun
Expoliación
cuando nos pongamos bajo la enseña de su nombre y balbuceemos
su gloria. Dios no paga los gastos de las zapatillas y de la poltrona. Salta inmediatamente a la vista una contradicción entre la ad-
vertencia final («Aquel de vosotros que no renuncie a todo lo que
tiene no puede ser discípulo mío») y la perspectiva de las dos pa-
Provocaciones rábolas, especialmente de la primera. Aquí, en efecto, se trata de
calcular los gastos, de contar el dinero, los ladrillos y las piedras.
Parece que las dos parábolas están inutilizadas Mientras que, al sacar las conclusiones, Jesús declara que hay que
«renunciar». ¿Cómo conciliar estas cosas?
Observando cierto estilo muy difundido que caracteriza un sec- Quizás los gastos y los medios de que habla son precisamente
tor que se va ampliando cada vez más en el mundo eclesial, pare- los de la renuncia. No se trata de acumular, sino de perder. La exi-
ce que la lección de las dos parábolas ha sido ya muy bien recibi- gencia fundamental para seguir al Maestro siempre es la de la ex-
da. Quizás más de lo debido. poliación, la reducción a lo esencial. El fundamento es sólido
Hay gente muy hábil para hacer las cuentas, para calcular exac- cuando es el de la fe y no el del cálculo.
tamente los gastos y para adquirir los medios con los que «llevar
a cabo» ciertas construcciones. También los patrocinadores tienen
que ganarse el paraíso... Pistas para la búsqueda
Hay caudillos muy dispuestos a declarar guerras en todas las
direcciones y desaprensivos que reclutan tropas y las meten en la Conjugar el verbo reflexionar
boca del lobo.
Pero no estoy tan seguro de que esta sea la interpretación co- El seguimiento de Jesús no es cosa fácil. Antes de decidirse por
rrecta de las dos pequeñas parábolas. El problema verdadero no es él, es necesario reflexionar con cuidado y evaluar si se está dis-
166 Las parábolas de Jesús La construcción de una torre y un rey que va a la guerra 167

puesto a resistir. Una relajación significa pérdida de la salvación. ciones difíciles, perseverar en la fe. Sólo en el desprendimiento es
Jesús aclara este concepto a la luz de dos ejemplos que provienen posible la perseverancia. Es probable que Lucas tenga presente
del ámbito de la experiencia cotidiana. El hombre simple, que qui- una situación de persecución en la que la perseverancia y la cohe-
zás proyecta una torre de vigilancia o una construcción para su vi- rencia sean posibles únicamente si se está dispuesto a renunciar a
ña, primero calculará con cuidado si sus posibilidades financieras todo. De otra manera se encontrarán infinitas razones para justifi-
son suficientes para una empresa tan costosa. car el silencio o el compromiso. Lucas invita a sus cristianos a ser
Quien construye sin un plan corre el peligro de quedarse en los como los describe la Carta a los hebreos (10, 34): «Tuvisteis, en
cimientos. Y se convierte en blanco del público ludibrio... efecto, compasión de los encarcelados, soportasteis con alegría
No es sólo el valor de los soldados lo que es decisivo para la que os despojaran de vuestros bienes, sabiendo que teníais rique-
suerte de una guerra, sino también, y en primer lugar, una estrate- zas mejores y más duraderas» (B. Maggioni)3.
gia política razonable. Si el ejército contrario es mucho más fuer-
te, una acción irreflexiva podría tener un éxito fatal. El rey sabio
negociará las condiciones de paz con su adversario antes de que
sea demasiado tarde.
El motivo central de las dos parábolas está en la valoración de
sí mismo antes de iniciar una tarea difícil (J. Ernst)1.

Conjugar el verbo renunciar


El v. 33 («Aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tie-
ne no puede ser discípulo mío»), obra del evangelista, enuncia cla-
ramente el sentido de la doble parábola: solamente el que renuncia
a todo lo que tiene puede ser discípulo de Jesús. Esto es precisa-
mente lo contrario del caso de aquel que construye la torre. Este
debe tener un patrimonio que le permita realizar su proyecto; al
discípulo de Jesús se le exige dar todo lo que tiene. Es difícil en-
contrar en otra parte de los evangelios una presentación tan incisi-
va de la seriedad y de la radicalidad necesarias para seguir a Jesús.
El término «renunciar» (apotassein), que emplea Lucas aquí, des-
pués se ha convertido en una consigna del monaquismo cristiano
(apotaxis = hacerse monje) (A. Kemmer)2.

Conjugar el verbo perseverar


Lucas no se dirige a quien debe decidir si hacerse o no cristia-
no (tal era, quizás, el tenor originario de las parábolas y de la invi-
tación a la reflexión), sino a quien ya es cristiano y debe, en situa-

1. J. Ernst, // Vangelo secondo Lúea II, Brescia 1985.


2. A. Kemmer, Leparabole di Gesú, Brescia 1990.
'<• Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992,
Las parábolas de la misericordia 169

10 Sin el hombre, Dios es pobre

Las parábolas de la misericordia (Le 15) Dios es pobre, se dice (M. Zundel llega a decir que la Trinidad
está formada por tres Pobres). Pero es cierto que Dios no se resig-
na a quedar «empobrecido» ni por una sola de sus criaturas. En sus
inventarios, un hijo perdido representa un daño irreparable, que no
se puede compensar de ninguna manera.
«Mis contabilidades no son vuestras contabilidades», o sea, Dios
Dios es pobre, pero tiene un patrimonio inmenso. Y lo que pa-
sólo sabe contar hasta uno...
ra nosotros podía parecer como una pérdida «irrelevante», casi
ventajosa para la tranquilidad de la casa («Nos hemos librado de
Retengamos inmediatamente un dato fundamental recogido de
las ramas secas», comentaría triunfante una persona que desgra-
las tres parábolas que Lucas agrupa en el capítulo 15, y que signi-
ciadamente conozco bien), una cifra irrisoria, en su corazón pro-
ficativamente se las coloca bajo el común denominador de la mi-
voca una laceración dolorosísima que sólo puede recompensarse
sericordia.
con la recuperación de aquel minúsculo e incalculable tesoro.
El pastor no se considera rico, satisfecho porque tenga siempre
El hombre se puede cansar y dejar de ser hijo. Puede prescindir
noventa y nueve ovejas en el redil. Se pone a buscar afanosamen-
del Padre. Puede estar sin Dios. Puede huir. Pero Dios no se resig-
te a la extraviada. Las noventa y nueve que quedan no le resarcen
na a estar sin el hombre. El Padre no se contenta con merodear por
de la pérdida de esa única vagabunda. ¡El pastor se siente pobre
la casa repleta de todo, comprendidas las obras buenas y las pres-
porque se ve privado de una oveja, empobrecido por una oveja!
taciones virtuosas del hijo mayor. La casa le parece que está vacía,
La mujer no se consuela contando las nueve monedas que porque falta un hijo. El Padre no lanza un suspiro de alivio porque
aprieta en su puño. Es pobre (la cantidad en total suma unos 15 eu- se ha liberado de un mangante engreído. Se vuelve loco de alegría
ros). Pero no se resigna a verse empobrecida por la falta de aque- cuando se perfila en lontananza la silueta del díscolo.
lla moneda que ha ido a parar quién sabe dónde. Y revuelve la ca-
sa de arriba abajo, busca afanosamente y molesta a todo el mundo
porque la ha encontrado, y es un encuentro precioso.
Alejamiento
El padre tiene dos hijos. Uno se va con una actitud muy discu-
tible y por motivaciones un poco misteriosas. Pero el que queda
Un elemento común a las tres parábolas es el alejamiento. La
-aunque sea «ejemplar», al menos aparentemente- no le consuela
oveja se extravía después de haberse alejado del rebaño. Y luego
del calavera que marchó dando un portazo.
está la mujer que pierde una de las diez monedas (quién sabe dón-
La conclusión es evidente: la contabilidad de Dios es distinta de
de ha ido a parar...). Finalmente, ahí está el hijo pródigo que se ha
la nuestra, no respeta nuestros parámetros. Basta un signo menos,
alejado de la casa paterna.
una resta, aunque pequeña, y los números para él están en rojo.
Pero no basta: tenemos también al hijo mayor que está «lejos»,
Una sola persona tiene un valor «único» a los ojos de Dios. Un
aunque nunca haya abandonado ni la casa ni el trabajo. Pero su fi-
valor irrepetible. Insustituible. Dice A. Frossard que «Dios sólo sa-
delidad es puramente formal; su obediencia está privada de alegría
be contar hasta uno». O sea, llega a la persona.
y de amor; su corazón se muestra mezquino, incapaz de perdonar,
«Cada uno de nosotros es precioso, importante: importante de
de aceptar al hermano que se ha equivocado. Por tanto, él también
amor» (P. Talec). Y, por tanto, «importante» de búsquedas obstina-
se ha alejado, es más, permanece obstinadamente lejano, porque
das, afanes, preocupaciones, solicitudes infinitas, esperas exte-
se siente extraño a la misericordia del padre.
nuantes, paciencia interminable por parte de Dios.
Quizás los lejanos más irrecuperables son los que, irreprensi-
bles, frecuentan y se instalan en casa, pero rechazan desdeñosa-
170 Las parábolas de Jesús Las parábolas de la misericordia 171

mente abandonar los rígidos esquemas de un código de comporta- La conversión y el perdón desembocan no en una penitencia
miento formalista y se niegan a «entrar» en la loca lógica de la mi- punitiva, en una tétrica sala en la que están puestos en fila rostros
sericordia («se enfadó y no quería entrar...»). sombríos y acusadores, frías máscaras, sino en un clima festivo.
La verdadera traición es la de quien permanece sin dar el paso Aún más, la alegría es una alegría «compartida». En efecto, es
decisivo: superar el umbral de la observancia exterior y entrar al importante que todos se sientan invitados a esa fiesta: «Alegraos
centro de la casa: allí donde late el corazón de un padre y se vive la conmigo...». La búsqueda puede emprenderla uno solo, pero la
experiencia sublime del perdón. Un perdón que se recibe y se da. alegría del reencuentro hay que compartirla sin reservas con todos.
En efecto, quien no admite que necesita el perdón, además de La única fiesta que queda en suspenso es la última. Frente a los
no experimentar la alegría de recibirlo, nunca será capaz de darlo. refunfuños del hijo, hombre volcado en la casa, el trabajo y el
cumplimiento de los reglamentos, los preparativos del padre se in-
terrumpen bruscamente, se suspenden los bailes, cesa la música,
Búsqueda callan los cantos. Un corazón árido logra apagar todo.
Él ha sido un diligente ejecutor de órdenes. Pero ahora que en
Entre el alejamiento y la vuelta-conversión está una búsqueda la partitura paterna está la música del perdón y de la misericordia,
apasionada. Advertimos un extraordinario movimiento, además él logra emitir sólo la nota desentonada, la del escándalo (está es-
del movimiento de la fuga. candalizado por las malas compañías de las prostitutas con quie-
El pastor se va a la búsqueda ansiosa de la oveja perdida. nes ha andado su hermano libertino, pero sobre todo por la debili-
La mujer revuelve todo («Enciende una lámpara, barre la casa dad del padre), la nota que tiene el poder de estropear la armonía y
y busca con todo cuidado...») hasta encontrar la moneda perdida. suspender la interpretación.
Solamente el padre de la última parábola parece que se limita a La música volverá a sonar si él, el lejano que nunca se ha mo-
esperar. Pero es una impresión superficial. En realidad no es así. vido, logra superar ese umbral, o sea, cuando «entre» en la fiesta.
Él también se ha movido, aunque aparentemente se quede en casa. El hijo mayor debe convencerse de que una virtud que separa
Ha recuperado al hijo a través de la nostalgia, el deseo, la espera de la fiesta es una virtud que separa del Padre.
vigilante y preocupada («Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio
y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro...»).
La conversión es cuestión de pasos. No solamente los pasos del Del mundo real al mundo de la fantasía (también real)
que vuelve. Anteriores son aquellos, incansables, de quien ama y,
por consiguiente, asume la iniciativa, busca pacientemente, fre- «Todos los publícanos y pecadores se acercaban a Jesús para
cuenta los lugares de la perdición (a costa de escandalizar, como oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: 'Este an-
hace Cristo, a los bienpensantes, que luego resulta que son, ironía da con pecadores y come con ellos'. Entonces Jesús les dijo esta
de las palabras, los que siempre piensan mal...), patea todos los parábola...». Para interpretar correctamente y entender las tres pa-
caminos, no se resigna a la lejanía de ninguno. Esos pasos obede- rábolas hay que partir de aquí, de esta situación particular que las
cen al ritmo impuesto por el corazón. ha provocado.
El comportamiento de Jesús es escandaloso, porque deja que se
le acerque gente alejada e incluso porque comparte la mesa con
Fiesta ellos. Y entonces él se justifica dejando intuir que ese comporta-
miento que levanta sorpresas y desaprobación no es otro que el
Las tres parábolas del «reencuentro» terminan con una explo- comportamiento de Dios frente a los pecadores.
sión de alegría incontenible. La fiesta es la conclusión de las tres Pero intentemos enfocar la identidad de los personajes que en-
aventuras. tran en escena. Con el término «publícanos» se designa a los adua-
172 Las parábolas de Jesús Las parábolas de la misericordia 173

ñeros y los consumeros (tanto los simples empleados como su je- El término «fariseos» significa literalmente «separados». En
fes). Estos cobraban las tasas en los territorios «ocupados» de Pa- efecto, estos tendían a separarse de todo lo que se consideraba im-
lestina a cuenta de los romanos. Así la potencia dominante, al puro, hasta formar una secta de sello tradicionalista y alérgica a
arrendarles ese encargo ingrato, no se manchaba las manos, y ellos cualquier novedad, apertura e influjos extranjeros. Observaban es-
exprimían sin escrúpulos a la población, sacando de ahí sustancio- crupulosamente la ley y también las normas de la tradición oral.
sas ventajas personales. Se trataba de una categoría de individuos Eran, por decirlo de alguna manera, unos «perfeccionistas» hasta
particularmente odiados y despreciados, tanto por el oficio que les el exceso. Gozaban de un notable prestigio popular.
hacía «impuros» religiosamente, como por el hecho de que eran Somos injustos con ellos cuando consideramos su religiosidad
«colaboracionistas» con el extranjero. Tenían la misma considera- simplemente como expresión de «hipocresía». Muchos estaban
ción que los ladrones y asesinos. El título con el que se les «des- animados por convicciones sinceras, celo auténtico, compromiso
calificaba» era el de «rapaces» («lobos rapaces», lo mismo que los serio. Sin embargo, siempre estaba al acecho el riesgo del forma-
falsos profetas). lismo, de la observancia exterior, de la moral reducida a casuística
Al verse marginados por la autoridad religiosa y por la gente puntillosa, de cierto narcisismo virtuoso y, sobre todo, de una ac-
común, tendían a formar un grupo cerrado y a sentirse emparenta- titud de superioridad que a veces llegaba al desprecio de los demás.
dos con los que no observaban la ley: los «pecadores», precisa- Estrechamente unidos a los fariseos estaban los escribas. Nor-
mente. Dice J. Jeremías: «El término 'pecadores' tenía en el am- malmente pertenecían a la misma secta y constituían el sector cul-
biente de Jesús un significado bien preciso. No designaba sólo a to, la élite intelectual. Dedicaban gran parte de su tiempo al estu-
los que trasgredían abiertamente los mandamientos de Dios y que dio de la Tora, de la que eran intérpretes autorizados. En una
por eso todos les señalaban con el dedo, sino sobre todo a aquellos palabra, se les puede considerar como los teólogos de su tiempo. Y
que ejercitaban una profesión considerada despreciable. Existían manifestaban una cierta altivez, conscientes de ser los guías segu-
tablillas que catalogaban los oficios proscritos». Entre estos pode- ros de Israel.
mos señalar: barberos, soldados, mercaderes y comerciantes, ma- Así pues, escribas y fariseos «murmuraban» contra Jesús por
rineros, prostitutas, jugadores de dados, usureros. Se hace una su postura de familiaridad con los pecadores. En este caso, la mur-
mención especial a los pastores. Estos eran objeto de desprecio muración indica desaprobación, escándalo, toma de distancias, jui-
porque no dudaban en invadir con sus rebaños los campos ajenos y cio negativo de una praxis que se opone abiertamente a los usos
se creía, además, que se quedaban con la mejor tajada de los pro- codificados.
ductos derivados de la explotación de las ovejas, y sobre todo por- Comenta B. Maggioni: «A Jesús se le acusó de ser amigo (phi-
que, por su vida nómada, no estaban en disposición de observar los) de publícanos y pecadores, por tanto su proximidad expresaba
los dictámenes de la Tora. amistad y afecto. También los escribas y fariseos daban acogida a
Así pues, a recaudadores de impuestos (publícanos) y a peca- quien demostrase su arrepentimiento. Pero Jesús ama a los peca-
dores se les metía en el mismo saco de la exclusión, marcados co- dores ya antes de su arrepentimiento y de su penitencia. Frente al
mo «malditos» y considerados irrecuperables. pecador el primer sentimiento de Jesús no es el juicio, sino la cor-
Precisamente estos individuos «se acercaban» a Jesús, le mani- dialidad. Suspende el juicio y se preocupa sobre todo de la suerte
festaban simpatía y se mostraban deseosos de «escucharlo» (por del pecador».
tanto, eran atraídos más por su palabra que por los milagros). Evi- Sentenciaban los rabinos: «Que el hombre no se una con los
dentemente, la postura de Jesús hacia los marginados y rechazados impíos»1. Por tanto, la actitud de Jesús hacia los «malditos» supo-
era tal que invitaba al acercamiento. Pero debió haber también un ne un gesto de clara ruptura, más clamorosa aún porque se hace
movimiento del Maestro hacia ellos. Por lo que se puede decir que patente cuando se sienta a la mesa con publícanos y pecadores.
el Maestro busca a los pecadores y los pecadores le buscan a él. Es-
to es lo que provoca la «murmuración» de los fariseos y escribas. 1. MekhiltaalEx 18, 1.
174 Las parábolas de Jesús nas parábolas de la misericordia 175

Sin embargo, la trasgresión no se coloca sólo a nivel disciplinar nado por convertirse, para nuestro paladar, en una mezcla de azú-
y moral, sino a nivel doctrinal. Aquí -como lo demostrarán todavía car y miel?
más claramente las tres parábolas- anda por medio una concep- Es indiscutible que se ha producido un cambio radical de pers-
ción distinta de Dios. Por lo que el encontronazo se desplaza del pectiva. Escribas y fariseos intuían que las parábolas iban dirigidas
plano ético-disciplinar al teológico. a las noventa y nueve ovejas que no se habían perdido, a las nueve
Por tanto, las tres parábolas están motivadas por una situación monedas que habían permanecido seguras en el cajón, al hijo ma-
real que está a la vista de todos. Y así el v. 3 es una especie de en- yor que nunca había abandonado el refugio de la casa paterna. O
lace entre el mundo real y el de la fantasía (que en este caso es sea, a ellos.
también real). Para nosotros, sin embargo, se refieren esencialmente a la cen-
tésima oveja, a la décima moneda, al hijo pródigo.
De todos modos, el blanco principal eran los fariseos y los es-
¿Reprensión o caricia? cribas, y también los bienpensantes de la época. Naturalmente,
tampoco es posible excluir la otra categoría de oyentes (los publí-
«Entonces Jesús les dijo esta parábola...» (15, 3). «Les» se re- canos y pecadores). En efecto, también ellos, dada la situación, se
fiere evidentemente a los escribas y fariseos «murmuradores». Por quedaron a escuchar aquellas parábolas insólitas.
tanto, los primeros destinatarios de la parábola son ellos. Y en es- Por tanto, se ha producido una doble reacción: cólera, irritación
te momento nos podemos preguntar por la reacción suscitada en y escándalo por una parte, consuelo por otra. Unos se han sentido
los oyentes-destinatarios de las parábolas. El tema, por lo que sé, inquietados, cuestionados en sus principios intocables por una
sólo lo ha afrontado con suficiente amplitud A. Maillot, cuyas ob- imagen de Dios que para ellos resultaba inaceptable. Los otros se
servaciones trataré de resumir. han sentido animados, porque descubrían que Dios no los excluía
Así pues, el efecto sobre los bienpensantes de entonces segura- (como pretendían esos maestros con el ceño fruncido), se ocupaba
mente ha sido de estupor e irritación. Ya la postura adoptada por de ellos, los acogía con ternura.
Jesús frente a los pecadores suscitaba su reacción indignada y las En conclusión, parábolas duras e indigestas para unos. Y dul-
consiguientes murmuraciones. Pero su mal humor debe haber al- ces, acariciadoras para otros.
canzado niveles inimaginables cuando han oído al Maestro justifi- De todas maneras, no se trata de elegir entre vitriolo y miel, re-
car su comportamiento con estas parábolas que querían demostrar prensión o caricia. El evangelio no atrae a la gente con caparrosa,
que este era precisamente el comportamiento de Dios frente a los pero tampoco con miel. El evangelio no necesita ni máscaras, ni
«perdidos». trucos, ni artificios, y tampoco de elocuencia cautivadora. Es ne-
Nosotros, bienpensantes de hoy, encontramos estas parábolas cesario simplemente permitir al evangelio ser lo que es. Hay que
delicadas, llenas de ternura y hasta deliciosas. Sin embargo, en evitar descomponer los ingredientes.
aquel tiempo fueron consideradas sobre todo como reprensiones.
Pero para nosotros se trata de nata montada, de alfeñique.
Jesús, como Job (según la acusación de Elifaz), «destruye la re- Descentramiento abusivo
ligión» (Job 15, 4), porque socava sus cimientos, cambia radical-
mente la imagen de Dios, parece que se las toma con los buenos, Y se ha verificado también un descentramiento de las parábo-
los fieles, los observantes y usa un tratamiento de favor con la las. Descentramiento de que son testigos los títulos que les hemos
gente sin moral ni religión. Por tanto, la reacción inmediata sin du- atribuido, por lo que se han convertido, respectivamente, en la pa-
da ha sido de irritación y hasta de cólera. rábola de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródi-
Entonces, ¿cómo estas parábolas, que contenían una punta de go. Mientras que, en la intención original de Jesús, el protagonis-
veneno y tenían el sabor amargo e irritante del vinagre, han termi- ta era el pastor que busca la oveja que se ha extraviado, la mujer
176 Las parábolas de Jesús

que se afana para recuperar la moneda que le falta y el padre c


acoge al hijo derrochador. 11
O sea, lo predominante era la imagen de Dios, su iniciativa,
solicitud por quien estaba perdido, su alegría por el encuentro.' El pastor que va a la búsqueda
de la oveja perdida
Pistas para la búsqueda

Descubrir el centro del cuadro


«¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pier-
En el centro del cuadro no hay una oveja, una moneda o un pe- de una de ellas, no deja las noventa y nueve en el
cador; hay un corazón que busca. Lo que las parábolas quieren desierto y va a buscar a la descarriada hasta que la
mostrarnos es la acogida de este corazón, un corazón que no se li- encuentra? Y cuando da con ella, se la echa a los
mita a la paciente espera, sino que busca apasionadamente (S. Vi- hombros lleno de alegría, y al llegar a casa, reúne a
talini)2. los amigos y vecinos y les dice: '¡Alegraos conmigo,
porque he encontrado a la oveja que se me había
perdido!'. Pues os aseguro que también en el cielo
habrá más alegría por un pecador que se convierta
que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse» (Le 15, 4-7).

Arrancados de la neutralidad

«¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas...?». Fariseos y escri-


bas se habían afirmado en una posición de jueces «murmurado-
res». Jesús les interpela directamente empleando eso que se llama
«argumento ad hominem». Les impide ser meros espectadores de
la escena que va a describir. Les levanta de su sillón de jueces, les
involucra en el asunto, les mete en la historia de la misericordia de
Dios, demostrándoles que esta historia puede ser su historia.
No está por una parte mi salvación personal y por otra la salva-
ción o perdición de los otros. Todos estamos implicados.

Ambientación

En Palestina normalmente un propietario confiaba su porción


2. S. Vitalini, La nozione d'accoglienza nel Nuovo Testamento, Friborgo de rebaño a unos pastores pagados para que cuidasen de las ovejas,
1963. que pertenecían a distintos amos. Aquí, por el contrario, es el mis-
mo amo quien asume la función de pastor y se ocupa personal-
178 Las parábolas de Jesús El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida ¡yg

mente de su rebaño, invirtiendo en él todas sus atenciones. Así perdido» (Le 19, 10). Lo que nosotros hemos perdido o dado por
aflora el trasfondo de la parábola. Los oyentes, aferrados a la Es- perdido definitivamente. Zaqueo, como todos los pecadores «muer-
critura, no pueden por menos que hacer referencia al capítulo 34 tos», se lleva la sorpresa de descubrir que aún es amado y buscado.
del profeta Ezequiel: «Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apa- «Hasta que la encuentra...». Este detalle falta en la parábola
centaré. .. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a la ma- paralela de Mateo, que tiene una expresión distinta: «Y si llega a
jada. .. Buscaré la oveja perdida y traeré a la descarriada; vendaré encontrarla...» (18, 13). Lucas, por el contrario, pone ese «hasta
a la herida, robusteceré a la flaca...» (Ez 34, 11-16). que» para indicar que las búsquedas no tienen límite prefijado.
Pero puede suceder que, a pesar de que el pastor se ocupe per- Las búsquedas continúan, se prolongan incluso aunque sobreven-
sonalmente del rebaño, alguna oveja se pierda. A pesar de su vigi- ga la noche y el pastor esté extenuado. Las búsquedas sólo termi-
lancia amorosa, siempre se puede alejar alguna oveja. nan con el encuentro. El amor de Dios es obstinado, tenaz, perse-
Tratándose de hombres, Dios acepta el riesgo de su libertad. verante. Nunca cesa de perseguir su «presa»
Incluso de la libertad de «perderse». «Y cuando da con ella...». La parábola no se para a describir
La peculiar configuración del terreno de Palestina, especial- las búsquedas, la angustia, el cansancio, las dudas. Tampoco nos
mente en ciertas zonas esteparias, hace muy verosímil la posibilidad cuenta los pensamientos secretos del pastor. Sólo aparece la parti-
de perderse. «Los brezos, las quebradas, las zarzas y los montones da y el encuentro. La alegría del encuentro absorbe y borra todo lo
de piedras pueden constituir una 'trampa' potencial» (M. Castelli)'. que ha pasado antes. «Cuando una mujer va a dar a luz, siente tris-
Lo que se subraya en la parábola es el afecto del pastor por sus teza, porque le ha llegado la hora; pero cuando el niño ha nacido,
ovejas. La relación no es genérica, «global» (en el sentido de que su alegría le hace olvidar el sufrimiento pasado y está contenta por
«Dios ama a su pueblo», «Dios ama a la humanidad»), sino que se haber traído un niño al mundo» (Jn 16, 21).
manifiesta para cada una en particular, como lo demuestra la afa- Para el pastor lo que cuenta es haber recuperado a la oveja. En
nosa búsqueda de la perdida. Es evidente que se hubiera compor- términos de sufrimientos y molestias, no importa el precio paga-
tado de la misma manera con cada una de ellas. do por ese reencuentro. Su esperanza «imposible», su gesto «ab-
El pastor (figura transparente de Dios) no se para a hacer cál- surdo», han sido premiados. Muchos otros, en su lugar, ni siquiera
culos de números: una o noventa y nueve. Desde el momento en se habrían movido. Y habrían aducido distintos motivos «razona-
que una se ha descarriado, esa absorbe toda su preocupación. Por bles». Pero el amor no razona y la esperanza no hace el cálculo de
otra parte, las otras tienen la ventaja de estar juntas, de formar «una probabilidades.
pina», aunque sea «en el desierto». La perdida, ella sola, difícil- «Y cuando da con ella...». No es la oveja la que encuentra al
mente logrará encontrar al amo. Por eso hay que ir a recuperarla. pastor. Ella es encontrada. Ella es capaz de alejarse, de huir. Pero
«Va a buscar a la descarriada...». La oveja, pues, más que per- el encuentro no es cosa suya.
dida está «descarriada». Por eso es prácticamente «irrecuperable». «Se la echa a los hombros lleno de alegría...». Un pastor «nor-
Los escribas y fariseos de todos los tiempos y de todas las lati- mal» no lo hubiera hecho así. Rescatada la oveja de una zarza, la
tudes tienden a considerarla «muerta» y, por tanto, a abandonarla hubiera hecho caminar delante de él, a lo mejor empujándola con
a su propia suerte. Por otra parte, ella se lo ha buscado con su irre- suaves toques de cayada. Pero este extraño pastor ahorra a la oveja
flexión. Sin embargo, para Dios no existen personas «muertas». el cansancio del viaje de vuelta. O a lo mejor se quiere insinuar la
«El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba idea de que la oveja está herida. Ciertas experiencias dejan marca. • •
«Lleno de alegría» no expresa un sentimiento momentáneo de
1. M. Castelli, Leparabole della misericordia nel Vangelo di Luca, Fribrourg euforia, sino un estado permanente de alegría (como expresa el
1991, tesina de licenciatura redactada bajo la dirección del profesor Sandro Vita-
lini. Para la explicación de las dos parábolas siguientes me he servido también de participio griego). Es lícito imaginar al pastor que recorre el cami-
bastantes ideas de este trabajo, «ejemplar» por muchos conceptos, por la seriedad no de vuelta canturreando y silbando, y así comunica su alegría a
de la investigación y la agudeza de la interpretación. la oveja todavía aturdida después de aquella fea aventura.
180 Las parábolas de Jesús
El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 181

«Y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos, y les dice:


'¡Alegraos conmigo...!'». El pastor no puede guardar para sí la No se trata de una novela psicológica
alegría del encuentro. Siente la necesidad de comunicarla, de com-
partirla con los vecinos, que seguramente estaban enterados del Uno de los análisis más originales de la parábola es el de A.
extravío de la oveja. Tenemos así una «convocación» para hacer Maillot, en la obra ya citada muchas veces y que me permito se-
fiesta. Se celebra un amor que ha vencido a todas las previsiones guir casi a la letra.
pesimistas, a todas las peripecias; un amor que no se ha rendido. Resulta totalmente erróneo y desviado el título habitual: «La
La escena se desarrolla en un ámbito de vida en donde cada oveja perdida». Efectivamente, en ningún momento la oveja se ha-
uno comparte las penas y las alegrías de todos, sean pequeñas o ce sujeto o protagonista de esta historia. Sujeto y protagonista es el
grandes. propietario. Por tanto, olvidemos de una vez ese condenado título.
Pero la alegría de la tierra pasa también al cielo: «Pues os ase- De un texto que nos habla nada menos que de Dios y de su mi-
guro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que sericordia, toda ella penetrada de extraordinaria humanidad, he-
se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan con- mos hecho una novela psicológica con agua de rosas, cuya trama
vertirse». El versículo, iniciado con un «pues», afirma claramente podría ser esta: «Había una vez una pobre oveja, decididamente re-
que la aventura del pastor no pretende otra cosa sino ilustrar el belde, que abandonó el rebaño y se perdió (y aquí los sentimenta-
comportamiento de Dios en relación con los pecadores. les derraman lágrimas cálidas). Pero su amo, que era bueno, la
buscó, la encontró y la devolvió al redil».
Hay que subrayar «un pecador». Se pone el acento en uno. Un
pecador solo. Cada persona, a los ojos de Dios, equivale a un «to- Si queremos hacer de ella un historia edificante, esta historia
do», o sea, adquiere un valor único, absoluto, insustituible. Se po- contiene todos los ingredientes necesarios. Está la desobediencia,
ne en evidencia, no el valor de la grey, sino el de una sola oveja. que siempre es castigada; la miseria en la que desemboca necesa-
riamente y después los remordimientos que se sienten. Pero al fi-
Aquí evidentemente el uno se opone al noventa y nueve. Este
nal todo se arregla, porque el amo es bueno.
uno es un pecador y los noventa y nueve son «justos». Pero es lí-
cito preguntarse de qué justos se trata. ¿Se trata de justos que lo Aunque los sentimentales se conmueven frente a una historia
son de verdad, o de justos que se consideran tales y lo son sola- de este tipo, sin embargo el asunto no tiene mucho porvenir. Por
mente en apariencia? Y estos justos ¿«no necesitan convertirse», o suerte, la parábola, la verdadera, no es la de la oveja perdida, sino
se hacen la ilusión de no tener necesidad de conversión? La figu- la parábola de un hombre con cien ovejas.
ra del hijo mayor, que se presentará después, ayuda a disipar mu- Entonces Jesús dice: cuando uno de vosotros tiene cien ovejas,
chos equívocos a este respecto. Para ciertos individuos, se trata de no se conforma con ser un hombre de noventa y nueve ovejas. Se
apariencia más que de realidad. multiplica para encontrar a aquella que falta a la llamada. Y si uno
no se comportase así, le consideraríais indigno de tener cien ove-
Pero la comparación no hay que interpretarla en sentido literal. jas, o diez, o incluso una sola. Porque lo que os pertenece os per-
Aquí se pretende subrayar un nuevo tipo de alegría (que debe lle- tenece. Existe entre vosotros y la oveja una ligazón, que es una li-
gar también a la comunidad que quedó «en el redil»): es la alegría gazón de propiedad. Y quien tomase a la ligera esta relación no
que suscita en Dios y en su corte celestial la vuelta del pecador. merecería conservar lo que tiene.
Es lícito suponer que tal alegría, si es posible, resultaría todavía
Pues bien, lo mismo vale para Dios, y con más razón. Desde el
mayor en el caso de la vuelta de uno de los noventa y nueve «pre-
momento en que el vínculo que le ata a su criatura es mil veces
suntos justos» que nunca se han alejado...
más fuerte que el sentido de propiedad, él, con más razón que na-
La parábola, de todos modos, más que describir la psicología die, no aceptaría convertirse en el hombre de las noventa y nueve
de la conversión, es una llamada a la conversión (o mejor, a dejar- ovejas. No se resignará jamás a que esta relación se rompa. Aun-
se convertir, a dejarse encontrar) dirigida a todos. que sólo faltase una oveja, aunque esta relación se rompiera una
sola vez, la felicidad de Dios cesaría, la gloria de Dios se apagaría.
182 Las parábolas de Jesús
El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 183
Él sólo vería a la oveja que falta. Y en aquel sitio vacío no percibi-
ría sino su propio fracaso, el fracaso de su amor. Esto significa no haber entendido la parábola. Se crean contra-
Por eso, un Dios que permitiese que esa relación se rompiese, posiciones falsas y todo se reduce a una cuestión de cantidad, de
esa relación que se llama Amor y que es Dios mismo, ya no sería número, de derechos de la mayoría (que luego, en ciertos casos, al
Dios. Ahí está la razón de por qué asume una tarea, sale de su cie- menos hoy, es una minoría...). En realidad, todo son ventajas para
lo, corre hacia la tierra. Y también de por qué come con todos los esas noventa y nueve que el pastor deja plantadas. Ellas debían ser
perdidos. Y se empeña en buscarlos hasta que los encuentra. Por- las que desearan que el pastor se preocupase y que se marchara sin
que se encuentra a sí mismo. Abandonando la oveja perdida, Dios dudarlo. Deberían ser como espías para ver la decisión que toma.
mismo estaría perdido. Y dar un suspiro de alivio y manifestar una viva complacencia
Si el amo dijese: «¡Bah!, es verdad que me falta una oveja, pe- cuando abandona el redil para afrontar el riesgo de la búsqueda.
ro aún me quedan noventa y nueve. ¡Peor para esa que se ha perdi- Sólo cuando el pastor las deja pueden sentirse tranquilas. Todas es-
do!». Si razonase así, delataría que, en el fondo, no tiene mucho in- tán seguras sólo si el pastor busca las huellas de la perdida.
terés por ninguna. Se encontrará mañana con noventa y ocho, El motivo es evidente. Si al pastor no le preocupa la suerte de
después con noventa y siete, hasta que un día el redil quede vacío. la oveja descarriada, significa que no le importa ninguna. Si el
Si el hombre de las cien ovejas acepta convertirse en el hombre pastor se queda indiferente ante la suerte de la oveja extraviada, to-
de las noventa y nueve, mañana o pasado mañana se encontrará das las demás deberán sentirse en peligro, aunque el pastor se que-
con que es el hombre-sin-ovejas. Y Dios sería un Dios con el cie- de en el redil para tenerlas bien cerca. Las ovejas tienen que llegar
lo vacío. Si Dios abandona aunque no sea más que a un solo hom- a comprender que lo que el pastor hace por su compañera perdida,
bre (aunque fuera Judas), mañana su Reino quedará desierto y su está dispuesto a hacerlo por cada una de ellas.
corazón vacío. Lo que significa que también los fariseos y escribas
se encontrarán fuera si Dios dejase fuera a un solo publicano.
Un solo hombre abandonado y la red de la misericordia de Educar para el riesgo
Dios se rompe para siempre. Un solo hombre rechazado o aban-
donado y en el dique del amor se abre una grieta que deja irrumpir Si la tentación de la grey fiel puede ser la de murmurar porque
los embates furiosos de la cólera y de la perdición. Una sola cria- se siente abandonada, la tentación del pastor puede ser la de limi-
tura olvidada de Dios y la cruz misma (en la que agoniza el único tarse a guardar, catequizar, amonestar a las asustadas ovejas que se
abandonado) será negada y renegada. han mantenido fieles (a menudo más por miedo o comodidad que
Una vez más hay que decir: la salvación de los «perdidos» es por convicción), presentándoles como ejemplo negativo y severa
la única certeza de salvación para los «salvados». advertencia la aventura despreocupada de esa que se ha escapado.
No se trata de reforzar las defensas, de atrancar las puertas, de
potenciar la disciplina, de amenazar con castigos, de hacer más rí-
Provocaciones gidos los horarios y los reglamentos del redil, sino de «salir».
La salvación no está en cuidar, en mantener, sino en arriesgar.
Ventaja de las noventa y nueve dejadas en el desierto
Siempre hay quien se pone de parte de las noventa y nueve que Participar
permanecieron en el redil. ¿Por qué se las descuida y se las deja
plantadas «en el desierto»? ¿Por qué el pastor abandona a los fie- Y además no sólo el pastor es el que ha de moverse. También
les, a los cercanos, para buscar a aquellos que se han alejado y que las noventa y nueve deberían participar en la búsqueda, al menos
parece que no tienen intención alguna de volver al redil? con el pensamiento, con el deseo, el ansia, el sufrimiento. Mien-
tras existe ese vacío, todas deberían estar en alerta.
184 Las parábolas de Jesús El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 18S

Ciertos convertidos... Sostienen que la conversión es irreconciliable con el diálogo.


No logran entender que el haber encontrado implica seguir bus-
Es difícil entender a ciertos convertidos. Vuelven al redil, pero cando y sobre todo dejarse cuestionar.
no llevados sobre los hombros del Pastor, sino llevando encima va- ¿Por qué estas distorsiones? Por un motivo simplicísimo: se
rios complejos. En particular, el complejo de convertido. han convertido, pero no han sido convertidos. Han vuelto al redil,
Y ahí están refunfuñando, polémicos, amargados, tristes, hasta pero por su camino particular (que pretenden imponer a todos), sin
airados, agresivos, rebeldes, intolerantes, enojados, francotirado- ser «llevados» por Él.
res implacables de la ortodoxia más intransigente. Y al no haber sido «llevados sobre los hombros» del Pastor, no
Provistos de certezas, las disparan tanto contra los compañeros han podido advertir la ternura de su amor ni captar las palpitacio-
de fe -siempre sospechosos de traiciones y cesiones- como contra nes de su corazón desasosegado. ¡No le han oído canturrear y sil-
los «lejanos» -siempre sospechando complots contra la Iglesia. bar! ... Y por tanto no han descubierto la alegría del reencuentro.
Incapaces de un diálogo verdadero, tanto dentro como fuera. Y ahí están, ceñudos, duros, despiadados (ajenos a la pietas
No saben comprender a los que todavía están buscando. Tampoco cristiana), implacables, lívidos, sombríos, «apocalípticos», amena-
pueden tolerar a quien vive la fe de un modo problemático, sufri- zadores. Dan a entender que han encontrado todo, pero no han
do, planteándose preguntas, nutriendo inquietudes. descubierto la realidad más importante: la misericordia.
Enfermos de triunfalismo y de milagrería, confunden la defen- No se han convertido y, por tanto, no se han liberado (ante todo
sa de la verdad con la defensa acrítica incluso de los errores que de sí mismos).
salpican la historia de la Iglesia. Quizás han vislumbrado el «esplendor de la verdad», pero no
Piensan garantizar la seguridad del redil denunciando (y a ve- han experimentado el «calor de la verdad».
ces inventándose) toda clase de enemigos dentro y fuera de la Igle-
sia. No logran vivir serenamente su fe: necesitan estar siempre
«contra» alguien. En su estilo cristiano falta un elemento funda- El pastor «tentado» a quedarse
mental: la humildad. En su voz falta el tono sumiso. En su voca-
bulario falta el adverbio «quizás». Son partidarios de los escribas La parábola, traducida en clave de actualidad, toca de cerca
y fariseos, y no pueden soportar a los profetas. además la figura y el estilo del pastor.
Más que tender puentes hacia las orillas más lejanas, se mues- También el pastor, en efecto, podría ponerse en peligro. Sobre
tran especialistas en enrocarse en posiciones de cerrazón total e in- todo cuando hace del redil (o de un parte del redil) una «guarida»
transigente, poniendo como centinelas sus prejuicios e integris- confortable. Y queda allí, al calorcillo, mimado, regalado, reveren-
mos, y además sus complejos incurables. ciado, aclamado, exaltado, protegido.
Cualquier intento de diálogo con los no creyentes se considera El pastor está ciertamente en peligro cuando «permanece» en-
claudicación de los principios, miedo a testimoniar la propia fe, tre los de su «grupo», con su jerga particular, sus consignas repe-
saqueo o rebaja del «depósito» de la fe. tidas de manera obsesiva, sus fórmulas rutilantes exhibidas conti-
Más que apasionados constructores de fraternidad, explorado- nuamente. Los mismos gustos y disgustos, las mismas simpatías y
res animosos de caminos nuevos, capaces de rescatar fragmentos antipatías, los mismos libros y periódicos, los mismos cantos, 1#
de verdad en cualquier parte, respetuosos con la diversidad, adop- misma palabrería, los mismos ritos sofisticados y exclusivos, lo$
tan la actitud de policías siempre dispuestos a apalear a los des- mismos complejos de superioridad, el mismo instinto de condena
viados tanto hacia la derecha como hacia la izquierda. o de sospecha frente a quien no es de los «suyos».
No son hombres de encuentro, sino de encontronazo. Asumen Y así el pastor que se ha especializado en guardar a los «su'
posturas desdeñosas y presuntuosas. Dispuestos a juzgar y a con- yos», y que a su vez es guardado, tutelado por ellos, ya no tien^
denar, más que a comprender, perdonar, acoger. ninguna gana ni capacidad de afrontar el desierto de la indiferen'
186 Las parábolas de Jesús El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 187

cia, de vivir en medio de la gente común, en contacto con sus pro- Pistas para la búsqueda
blemas concretos y sus contradicciones, de inventar un lenguaje
apto para hacerse entender por todos, de explorar nuevos caminos. No hay duda: se habla de Dios
Los balidos acariciadores de las ovejas fieles terminan por
adormecer al pastor y le hacen insensible al reclamo de la oveja Nadie se equivoque: el hombre de esta parábola es Dios mismo
descarriada, que ha ido a parar quién sabe dónde. en la misión del Cristo. Jesús pretende, por tanto, informarnos de
El bullicio de las fiestas «de familia» le impiden el contacto Dios, presentarnos una teología. Ya deberíamos saberlo: siempre
con la vida de cada día. La piel, que se le ha vuelto delicada gra- que Jesús ha querido hacernos partícipes de su teología, se ha sen-
cias a un clima artificial, no se arriesga a «salir afuera», a dejarse tido obligado a regalarnos una parábola y, finalmente, a comparar
embestir por las ráfagas del viento helado, a desollarse los pies an- a Dios con un ser humano. Un sembrador, un propietario, una po-
dando por senderos pedregosos, a herirse las manos con las espi- bre mujer, un padre con dos hijos, un amigo que tiene sueño y has-
nas de la realidad más desagradable. ta un juez que no cree en Dios ni en el diablo. Cierto que hay que
En este caso, quien está «perdido» es el pastor. evitar hacer de él una fotocopia de una manera servil. Por eso aña-
Para él la única esperanza consiste en «dejarse sacar» fuera del de explícita o implícitamente un «con mayor razón» (A. Maillot)2.
redil (o mejor, de la guarida, del nido) por una oveja «descarriada»
que lo meta de nuevo en los caminos de la vida real. Conversión, pero desde el punto de vista de Dios
¿La parábola desarrolla el tema de la conversión? Sí en cierto
El pastor «tentado» de protagonismo sentido, pero desde un punto de vista totalmente insólito. La con-
versión nunca se ve desde la parte del pecador, sino desde la parte
Pero no sólo está en peligro el pastor que permanece en ese re- de Dios. En efecto, toda la atención está centrada en Dios -en lo
dil transformado en guarida o nido, rehén de los «suyos», secues- que él hace para buscar al pecador perdido y lo que siente cuando
trado por el pequeño y selecto rebaño ejemplar. También puede es- lo encuentra-, y no en lo que tiene que hacer el pecador para ser
tar en peligro el pastor que «sale» jactanciosamente, él dice que a acogido por Dios. Incluso tratando un tema exquisitamente moral,
la búsqueda de la oveja perdida, pero en realidad a la búsqueda de como es precisamente la conversión, Jesús trasciende los esquemas
una fácil, gratificante (y bien remunerada) popularidad. puramente morales. También en este caso la pregunta sobre Dios
Y cuando vuelve con la oveja sobre los hombros (que más que (¿quién es?, ¿cómo razona?) precede a la pregunta moral (¿qué
una oveja parece una pieza de caza), en vez de convocar a los tengo que hacer para que me perdone?). ¡Es un modo extraño de
«amigos y vecinos» para hacer fiesta por el reencuentro, convoca hablar de la conversión! Pero Jesús puede hacerlo, porque conoce a
a la televisión, los micrófonos y los periodistas para hacer saber Dios y, por tanto, es capaz de desvelarnos el rostro escondido de la
que él es valiente y animoso, no como los otros; a él le gusta la realidad: como Dios la ve, no como la vemos nosotros. El evange-
aventura, él es trasgresor, le gusta el riesgo, cultiva la provocación. lio no es un discurso que repite lo ya conocido (B. Maggioni)3.
En una palabra, enfermo de protagonismo y de deseo de figurar.
En ese caso, también el pastor está en peligro. Perdido. Sólo Sin reflexionar...
aparentemente está preocupado por la oveja perdida. Lo que le in-
teresa de verdad es el éxito espectacular, la fama. Sólo se busca a La pregunta retórica del principio («¿Quién de vosotros...?»)
sí mismo. es un típico modo estilístico que invita al oyente a tomar posicio-
Y la búsqueda no la hace en el desierto, sino en un lugar equi-
vocado: en el escenario. Y lleva a casa, más que una oveja desca- 2. A. Maillot, Les paraboles de Jésus aujourd 'hui, Gehéve 1973.
rriada, un plus por los servicios prestados. 3. B. Maggioni, Leparabole evangeliche, Milano 1992.
188 Las parábolas de Jesús El pastor que va a la búsqueda de la oveja perdida 189

nes. Por tanto, el cuadro se pinta con pocos trazos; el interpelado Es necesario llevarla
debe identificarse con el pastor desconocido, aunque queda muy
en segundo plano. En el momento en que un solo animal del reba- Cuando se dice que el pastor «coloca sobre sus hombros» a la
ño está en peligro, él concentrará toda su atención en él. La pará- oveja encontrada... es un rasgo de la vida cotidiana de Oriente. Una
bola no sopesa riesgo y posibilidad de éxito, sino que deja que el oveja perdida del rebaño, que ha errado de acá para allá, se echa
corazón hable y decida sin reflexionar. El oyente debe reconocer lo agotada en tierra y es imposible hacer que... se levante y camine.
que exige el momento y actuar como aquel hombre. La indicación No le queda al pastor otra solución que llevarla encima, lo que, pa-
es todo lo contrario de una regla de salvación (J. Ernst)4. ra grandes trayectos, sólo es posible si la coloca sobre los hom-
bros. ..; la agarra por las patas delanteras con una mano y las trase-
La primera reacción de Dios es la comprensión ras con otra o, si quiere tener una mano libre para el cayado, sujeta
las cuatro patas con una mano delante de su pecho (J. Jeremias)8.
Ante los errores del hombre la primera reacción de Dios es la
comprensión, el perdón, no la ira. Él no persigue con el arco ten-
Hechos el uno para el otro
sado al hombre que huye, sino con solicitud y pesar y con el pro-
pósito de reconducirlo hacia sí. Y cuando esto se da, su alegría su- Dios busca al hombre; este es el fundamento de la misma in-
pera a la que le proviene de la fidelidad de los buenos (O. da quietud del hombre hacia Dios. Ni Dios puede estar solo para sí
Spinetoli)5. mismo, ni el hombre puede estar sin Dios. Y así como el amor de
Dios hacia el hombre es la garantía de su vida, la búsqueda de Dios
Dios mismo es quien provoca la conversión por parte del hombre es el continuo reconocimiento de la felicidad
de Dios: el hombre está hecho-para-Dios y Dios es el ser-para-el-
Si Jesús se comporta así con los pecadores, no significa que hombre... Uno hecho para el otro (D. M. Turoldo)9.
apruebe sus pecados. Esta alegría divina sólo es posible cuando el
pecador se convierte. Pero hay una novedad. La conversión no es
Siempre horadando la cerca
la condición para ser acogidos por la bondad de Dios. Más bien es
Dios mismo quien provoca la conversión. En efecto, el pastor no ¿Pero cómo se las ha arreglado tan afortunada oveja para per-
espera a que la oveja descarriada vuelva por su cuenta; va tras ella derse tras tal pastor? Preguntas a las que siempre ha sido difícil
y la trae al redil (A. Kammer)6. responder. ¡La tierra es extensa, la misma creación es seductora!
Por eso debe haberse perdido la glotona. Y ha terminado en la no-
«Te quiero más que a las otras noventa y nueve» che. Pero él, una vez encontrada...
Oh, las veces, pastor bueno, que me veo oveja reencontrada de-
Jesús dijo: «El Reino es semejante a un pastor que tenía cien trás del cercado del que hui, creyéndome libre, buscando saciarme
ovejas. Una, la más grande, se perdió. Él entonces dejó las noven- de apetitosa hierba; y sin embargo, heme aquí recogida y llevada
ta y nueve y buscó a la otra hasta que la encontró. Tras el esfuerzo, por ti en brazos; y ya tu rostro anuncia la gran fiesta. Después es-
le dijo: 'Te quiero más que a las noventa y nueve'» 7 . toy de nuevo dispuesta a horadar la cerca para ir a otros pastos que
siempre consideré más apetitosos; y tú de nuevo a buscarme, a lla-
4. J. Ernst, // Vangelo secondo Luca II, Brescia 1985. marme por mi nombre, ¡oh divino enamorado! (D. M. Turoldo)10.
5. O. da Spinetoli, Luca, Assisi 1982.
6. A. Kemmer, Le parábale di Gesú, Brescia 1990.
7 M. Alcalá (ed.), El evangelio copto de Tomás: Palabras ocultas de Jesús, 8. J. Jeremias, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.
Salamanca 1989, 107. 9. D. M. Turoldo, Anche Dio é infelice, Cásale Monferrato 1991.
10. Ibid.
190 Las parábolas de Jesús

El drama del hombre 12


Me parece ver a la incauta antes de separarse de la grey: la grey La mujer que perdió una moneda
fastidia; y todavía fastidia más ser del montón. Y empieza a que-
darse atrás; y a lo mejor se aparta hacia las orillas del camino im-
pelida por sentimientos de insatisfacción y de curiosidad. Desde
hace tiempo advierte extraños apetitos que no logra aplacar con «O ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde
los pastos de siempre; apetitos que no sabe decir si son signos de una, no enciende una lámpara, barre la casa y la
un oscuro malestar que lleva en sí desde hace tiempo; y cuanto busca con todo cuidado hasta encontrarla? Y cuando
más adulta se hace más crece aquel malestar hasta hacerse cos- la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les di-
tumbre. Quizás no era hambre; el hambre es seria, el hambre es ce: '¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la
signo de salud: está bien el hambre. Cuando uno tiene hambre nor-
moneda que se me había extraviado!'. Os aseguro
malmente sabe adonde tiene que ir.
que del mismo modo se llenarán de alegría los án-
En efecto, nada es tan lastimero como el balido de una oveja geles de Dios por un pecador que se convierta» (Le
hambrienta (¡oh, la providencial hambre de Dios!); pero precisa- 15,8-10).
mente entonces esta se pega más a su pastor, hasta afligirlo con su
gemir implacable. Pero que se vaya así, a la deriva, y a lo mejor a
escondidas, sin darse cuenta de las razones de su extravío... Dios es pobre
Al principio, normalmente, son cosas imprecisas: estados in-
definibles, simples descontentos quizás debidos a costumbres que La nueva parábola recalca prácticamente el esquema de la an-
poco a poco te van frustrando y después se hacen corrosivas. Qui- terior. Con algunas variantes. Por ejemplo, allí la relación era de
zás es la terrible rutina, eso que en italiano suele decirse normal- uno a cien, aquí de uno a diez. Por otra parte, el hombre con cien
mente y que cuadra bien con nuestra alegoría: ¡el heno de siem- ovejas podía considerarse bastante rico. Aquí la mujer, que dispo-
pre!... Pero puede tratarse también de glotonería o de la ilusión de ne de una cantidad miserable de dinero: diez monedas de entonces
encontrar en otra parte otros pastos más atrayentes: entonces es ca- (unos pocos euros), es decididamente pobre.
paz incluso de marcharse con petulancia y sin necesidad de esca- Se podría decir: en la primera parábola Dios, gracias a los
parse a través de algún agujero casual en la cerca. hombres, es rico. En la segunda, Dios, con todos los hombres, es
Fuera de la metáfora, aquí está el drama del hombre, siempre pobre. O sea, grandeza y miseria del hombre.
insatisfecho de sí mismo y de Dios; ya desilusionado de su estado, A pesar de este cambio de condición, el comportamiento de
ya engañado de sus capacidades; comienza inadvertidamente a Dios no sufre variaciones. Siendo rico, no acepta hacerse menos
preguntarse si no será el momento de arreglárselas por su cuenta, rico (por la pérdida de una oveja). Pobre, no elige hacerse más po-
de empezar a considerarse autónomo; y es entonces cuando asu- bre aún (porque se haya perdido una moneda). En efecto, la mujer
me, inconscientemente, actitudes incluso desdeñosas; y llega a de- de las diez monedas no se resigna de ninguna manera a ser la mu-
cirse que no necesita ni guías ni guardianes y que puede caminar jer de las nueve monedas.
solo, porque sabe dónde tiene que buscar... (D. M. Turoldo)11. Se puede confrontar con una tercera variante, igualmente sig-
nificativa, no sólo respecto a la primera parábola, sino también a la
que se cuenta justo después. En efecto, la oveja se aleja del redil.
El hijo pródigo abandona la casa paterna. Aquí, por el contrario, la
moneda se pierde en casa. Como advirtiendo: no hay que permitir
11. Ibid. qu& alguien quede marginado, se sienta excluido, ignorado, aisla-
192 Las parábolas de Jesús La mujer que perdió una moneda 193

do dentro de la comunidad. Dios no acepta que ni siquiera a una 14), «eran amigos del dinero». Y entonces Jesús les tocó donde
persona se le considere perdida, abandonada «en casa». más les duele: encontráis normal que una mujer se preocupe por
Aún podemos añadir otra novedad de esta parábola: se introdu- una moneda, se desviva para encontrar poco más de un euro y
ce un personaje femenino. Dios es presentado así bajo los rasgos unos céntimos. Y ¿por qué no os decidís a admitir que Dios se
de una mujer. comporte de la misma manera cuando se trata de los hombres?
Así pues, hay que grabar esta lección importante: aunque un
hombre no valga más que tres gramos y medio de plata, Dios lo
Ambientación buscará, removerá todo para encontrarlo.
En efecto, el valor verdadero de la moneda no es el que se es-
Téngase en cuenta que en Palestina las casas de la gente de tablece en la lista de los cambios, no es su (escasa) convertibilidad
condición modesta eran más bien pequeñas, oscuras, construidas en plata. Su valor es el que tiene a los ojos de la pobre mujer. El
con una estructura muy rudimentaria. El suelo era de tierra y pie- único valor del hombre es que a Dios «le interesa». La cifra no es
dras, por lo que una moneda podía muy bien ir a perderse entre las lo que cuenta, no es su valor a peso de oro y de plata lo que hace el
rendijas, haciendo difícil su localización. Además, no tenían ven- valor del hombre, es el amor que Dios le da.
tanas (en parte por el clima: había que asegurar el frescor), y por Y el amor de Dios, una vez más, no es un amor genérico, anó-
eso se hacía necesaria la ayuda de una lámpara. nimo. Dios nos ama a cada uno en particular, a cada uno en su uni-
Alguno ha hecho cálculos minuciosos: aquella moneda equiva- cidad. Nuestro nombre de pila nos distingue de los demás. Por tan-
lía al valor de tres gramos y medio de plata. Aparentemente hay un to, Dios conoce y ama a cada uno de una manera única, exclusiva.
valor decreciente respecto a la pérdida de una oveja. Pero esas diez
monedas son todo el capital de la mujer. Por eso, el valor de aque-
lla única moneda no era en absoluto pequeño. Y dadas las condi- Nuestro precio
ciones de la mujer, el valor de la moneda perdida es ciertamente
superior al valor de una oveja para el pastor rico. Por eso la bús- Hemos aludido antes al riesgo de construir una novela de la
queda es mucho más intensa y se describe detalladamente (lo que oveja perdida en clave psicológica. En el fondo, la oveja es un ser
no se hace en la parábola anterior). vivo, aunque no destaque especialmente entre los otros animales
La mujer no se resigna: revuelve la casa, la barre cuidadosa- por su inteligencia. Pero siempre se pueden proyectar hacia ella
mente, levanta todo, hurga por todas partes, rebusca por todos los sentimientos humanos.
rincones y persiste en la afanosa búsqueda hasta que (como en la Esto, evidentemente, no es posible tratándose de una moneda.
parábola del pastor) encuentra la moneda. A nadie se le ocurrirá preguntarse qué habrá pensado, qué habrá
La conclusión de la parábola, con la llamada a las amigas y ve- sentido la moneda cuando se ha visto perdida. Una moneda no se
cinas, recalca la anterior. Pero falta, respecto a la alegría del cielo, pierde, sino que alguien la pierde.
la referencia a los justos y por tanto la comparación entre el peca- Por tanto, en este caso todavía más que en el precedente es inútil
dor convertido y los numerosos justos. Aquí se habla únicamente interesarse por el hombre, por su perdición y su salvación. Aquí,
de la alegría de los ángeles por un solo pecador arrepentido. una vez más, es necesario centrar la atención en el comportamien-
to divino, expresado en la búsqueda afanosa de la pobre mujer.
Y entonces también podemos aclarar, guiados por la parábola,
La lección qué es el arrepentimiento, qué es la conversión. Conversión signi-
fica cambio de mentalidad, cambio de óptica, cambio de conducta.
Jesús introduce la parábola con el acostumbrado «argumento En ese caso, más que considerar los tormentos y la angustia del
ad hominem». Los fariseos, según una información de Lucas (16, pecador, hay que cambiar profundamente de comprensión y de
194 Las parábolas de Jesús La mujer que perdió una moneda 195

postura ante Dios. Uno se convierte en cuanto descubre que Dios Pistas para la búsqueda
no es un enemigo (ni suyo ni de los demás). Dios es alguien que
me busca y no se resigna al hecho de que me pierda. No se busca tirando afuera la basura
Tanto los demás como yo podemos valer alrededor de tres gra-
mos y medio de plata, una miseria. Y sin embargo, para Dios tene- Las monedas que quedaron seguras en el cajón no han preocu-
mos un precio infinito: el de su Hijo. pado en absoluto a la mujer, pero la perdida ha puesto en movi-
miento todas sus capacidades y recursos; ha estado tensa hasta que
la ha encontrado. La pastoral comunitaria hacia los pecadores es-
Provocaciones tá invitada a encontrar vías más pacíficas o cautas sin recurrir a
amenazas o anatemas; al contrario, intentando hacer suya la con-
1. Parece que los fariseos tenían una simpatía notable por el fianza de la mujer que ha perdido la moneda, que refleja la misma
dinero. Y no sólo ellos. confianza de Dios, quien no desiste jamás de esperar el momento
Jesús ha establecido una incompatibilidad radical entre la fe en de la conversión del pecador.
Dios y el culto al dinero (Mt 6, 24). Y sin embargo, ciertas perso- La contrariedad de los fariseos y de los doctores de la ley (v. 2)
nas religiosas creen que pueden conciliar las dos cosas, han en- es fruto de arrogancia, orgullo, presunción y no de celo. El verda-
contrado un compromiso satisfactorio (para ellos). Y así pasa que dero cuidado pastoral está hecho de paciencia y también de tole-
«en casa» se buscan las monedas y se olvida a las personas. Es rancia, capaz de obtener al final el éxito deseado y quizás inespe-
más, con frecuencia por el dinero se sacrifica a las personas. O son rado. Si la mujer, en vez de buscar, hubiese «barrido» y tirado la
instrumentalizadas por motivos de interés económico. basura fuera de casa, nunca habría encontrado la moneda; si la co-
Malo cuando en la Iglesia se buscan más las monedas que las munidad no tiene la paciencia para verificar y esperar el creci-
personas. O cuando se busca a las personas (perdidas o no) para... miento y la plena maduración (conversión) de sus miembros, sino
encontrar el dinero. Es una parodia blasfema de la parábola. que los rechaza por indignidad e impenitencia, nunca llegará el
2. «En casa» puede estar el que todavía no se ha perdido, pe- momento de festejar su conversión, su vuelta o ingreso en el Rei-
ro corre el peligro de perderse. no (O. da Spinetoli)1.
Hay alguien que se encuentra en dificultades, alguien que está
atravesando un momento de crisis, de extravío. En ese caso, en vez Adorno en la frente
de encontrar hermanos cercanos, que se desvivan por prestarle
atención, calor, delicadeza y comprensión (además de respeto y La parábola... recuerda a los conocedores de la Palestina ára-
discreción), se da cuenta de que se le está haciendo el vacío, que se be el tocado femenino, guarnecido de monedas; este adorno perte-
abren distancias, se crea un clima frío hecho de chismes, insinua- nece a la dote, representa su propiedad más preciosa y no se lo qui-
ciones, alusiones malignas, sospechas, desconfianza y hasta hosti- tan ni durante el sueño; de hecho, la Tosefta menciona que los
lidad. Y entonces no hay por qué extrañarse de que ese se pierda. denarios de oro se empleaban como adorno. La mujer era muy po-
Mejor: sea perdido. bre, pues diez dracmas eran un adorno extremadamente modesto
Con el agravante de que, como antes nadie se ha preocupado en comparación con los cientos de monedas de oro y plata que hoy
de apoyarlo, más bien ha empeorado su situación, y después nadie día muchas mujeres de Oriente llevan como adorno en la cabeza.
se siente en el deber de recuperarlo. Es culpa suya. La mujer «enciende una luz» no porque fuera de noche, sino
3. «En casa», para encontrar la moneda perdida, no es sufi- porque en su pobre casa, sin ventanas, entra poca luz a través de la
ciente la luz de la linterna. Hace falta calor. El corazón es el que puerta baja, y «barre la casa» con una palma, porque el suelo es
guía la búsqueda.
1. O. da Spinetoli, Luca, Assisi 1982.
196 Las parábolas de Jesús La mujer que perdió una moneda 197

rocoso y, al barrer, se puede oír sonar la moneda en la oscuridad (J. Este es el evangelio
Jeremias)2.
La búsqueda por parte de Dios de quien estaba perdido se ha
Desproporción convertido en acontecimiento en la vida de Jesús. La cercanía de la
basileia se realiza en la cercanía de Jesús a los hombres.
El acento se pone sobre todo en el acto de buscar. Sin embargo, En la parábola Jesús interpreta su búsqueda del hombre como
en el centro queda el sentimiento de alegría. También aquí hay una búsqueda por parte de Dios. Y enseña al hombre a considerar el
gran desproporción entre la vida cotidiana y la publicidad dada a alejamiento de Dios como extravío que sólo Dios puede superar;
lo sucedido por la mujer que reúne a las amigas y vecinas... es más -si la parábola alcanza el objetivo- lo ha superado ya. Es-
También aquí la incomprensible misericordia de Dios, que en- to es el evangelio.
cuentra su mayor alegría en conceder el perdón, se entiende como La comunidad prelucana interpreta el hallazgo como metanoia;
la mejor justificación de la misión salvífica de Jesús y del evange- pero poniendo así fuertemente el acento en la alegría de Dios pa-
lio (A. Kemmer)3. ra evitar el peligro de hacer de la conversión la premisa para la sal-
vación (H. Weder)5.
Dejarse buscar
Es importante que la mujer figure desde el principio hasta el fi-
nal como sujeto activo, mientras el objeto perdido figura como
elemento pasivo: este determina la acción de la mujer sólo en la
medida en que es el objeto de su búsqueda y -apenas encontrado-
el motivo de su alegría. La parábola prepara al oyente para enten-
der la intensa búsqueda de la mujer y para identificarse con su ale-
gría por el encuentro.
En esta parábola Dios se revela como quien busca al hombre y
goza de una manera incontenible si lo encuentra. Desde este pun-
to de vista puede entenderse la parábola como parábola del reino
de Dios, porque la cercanía de la basileia (realeza, señorío de
Dios) encuentra su expresión en la búsqueda y en la alegría. En la
parábola, la basileia se acerca de tal manera al hombre que este to-
ma conciencia de su condición de perdido y al mismo tiempo es li-
berado del peso de tener que superar con sus propias fuerzas su
descarrío. Él más bien debe dejarse buscar e identificarse con la
alegría de Dios cuando le encuentra. El que a través de la parábo-
la toma conciencia de su condición de perdido, toma también con-
ciencia de su pertenencia a Dios (H. Weder)4.

2. J. Jeremias, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.


3. A. Kemmer, Le parábale di Gesü, Brescia 1990.
4. H. Weder, Metafore del Regno, Brescia 1991. 5. Ibid.
El hijo pródigo 199

preguntó qué era lo que pasaba. El criado le dijo:


'Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ter-
pródigo nero cebado, porque lo ha recobrado sano'. Él se en-
fadó y no quería entrar. Su padre salió a persuadirlo,
pero el hijo le contestó: 'Hace ya muchos años que te
sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me
diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis
«También les dijo: Un hombre tenía dos hijos. El me- amigos. Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tu
nor dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la he- patrimonio con prostitutas, y le matas el ternero ce-
rencia que me corresponde'. Y el padre les repartió bado '. Pero el padre le respondió: 'Hijo, tú estás
el patrimonio. A los pocos días, el hijo menor recogió siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero tenía-
sus cosas, se marchó a un país lejano y allí despilfa- mos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este her-
rró toda su fortuna viviendo como un libertino. mano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, esta-
Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran ba perdido y ha sido encontrado'» (Le 15, 11-32).
carestía en aquella comarca, y el muchacho comen-
zó a padecer necesidad. Entonces fue a servir a casa
de un hombre de aquel país, quien le mandó a sus «UN HOMBRE TENÍA DOS HIJOS»
campos a cuidar cerdos. Habría deseado llenar su
estómago con las algarrobas que comían los cerdos, Misterio de Dios y misterio del hombre
pero nadie se las daba. Entonces entró en sí mismo y
se dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan Hemos adoptado, sobre todo por comodidad, el título común:
de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Me «Parábola del hijo pródigo». Pero habría que tener en cuenta otros
pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le di- títulos, más conformes con el mensaje de la parábola y su estruc-
ré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no tura teológica. Así: «El padre y los dos hijos», «El padre acoge al
merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de hijo perdido», «La parábola del amor del padre», o también: «El
tus jornaleros'. Se puso en camino y se fue a casa de padre pródigo» («pródigo» en el sentido de exagerado, excesivo en
su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, el dar perdón y amor).
profundamente conmovido, salió corriendo a su en- Con todo queda patente que la figura central de la parábola es
cuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos. El hijo em- la del padre. Pero no se puede tampoco minimizar el papel del hi-
pezó a decirle: 'Padre, he pecado contra el cielo y jo pródigo. También él es protagonista. En efecto, sus acciones,
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'. Pero el sus comportamientos son los que permiten poner en evidencia el
padre dijo a sus criados: 'Traed en seguida el mejor amor del padre.
vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en la A. Maillot defiende que en ninguna otra parábola Jesús ha que-
mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero ceba- rido hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y
do, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, por- en el misterio de la condición humana. Esta parábola, en el fondo,
que este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, es su «última» palabra sobre Dios y también la palabra «última»
se había perdido y lo hemos encontrado'. Y se pusie- sobre el hombre.
ron a celebrar la fiesta. Su hijo mayor estaba en el Se trata de una auténtica joya, tanto desde el punto de vista lite-
campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la rario como teológico. Desgraciadamente, nosotros creemos que la
música y los cantos, llamó a uno de los criados y le conocemos y que la entendemos muy bien. Pero nuestro conoci-
200 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 201

miento tiene el peligro de convertirse en desconocimiento por la Para la praxis hebrea era una petición casi indecente. La divi-
excesiva superficialidad y ligereza al interpretarla. Por eso, se hace sión de la herencia estando aún vivo el padre sólo se admitía en ca-
necesario releerla palabra por palabra, sin prisa, detenerse en cada sos extremos.
detalle, siguiendo un método lento y analítico, evitando las aproxi- Él tiene prisa, no está dispuesto a esperar, quiere gozar de la vi-
maciones y simplificaciones abusivas, así como la banalidad. da inmediatamente. Su actitud y su «insolencia» pueden represen-
tar la metáfora del pecador que pretende aprovecharse egoísta-
mente de los bienes creados, «consumirlos» separándolos de la
Padre con muchos hijos «únicos» relación que los liga a Dios.
Aquí es el hijo quien habla. Más que hablar, pide. Más que pe-
«Un hombre tenía dos hijos...». Y no se parecen nada. Siempre dir, reclama, exige. Su tono es áspero, arrogante, descarado. El hi-
que la Biblia pone en escena a dos hermanos los presenta muy dis- jo es quien, trastocando el orden, manda al padre. Es incapaz de
tintos entre sí: por carácter, por temperamento, mentalidad, actitu- meterse en la lógica del don, de la dependencia en el amor, hace
des. Comenzando por Abel y Caín. Y después Jacob y Esaú. Lue- valer sus propios derechos. Exige percibir inmediatamente la par-
go, en el evangelio, aquel que tenía el «sí» fácil, pero cuya espalda te que le toca. El todo del amor no le basta, no le satisface, no sa-
se resistía a doblarse, y el otro que dice inmediatamente «no», pe- be qué hacer con él. Quiere los bienes. El amor no le interesa. Es-
ro después termina por coger la pala (Mt 21, 28-32). Por no hablar tá ávido por tener, poseer, consumir, gozar, por aprovecharse de las
de esas dos hermanas, tan distintas, Marta y María (Le 10, 38-42). cosas al máximo. Rechaza la comunión y elige la huida.
Y ahora intentemos conocer a estos dos de la parábola: uno, in- El pecado es un «no» lanzado contra el amor. Pecado es no
quieto, calavera, disoluto, un poco pillo; el otro, volcado en la ca- amar. Mejor, es no dejarse amar. Pecado es la elección de la nada,
sa y trabajo, gran trabajador, fiel, obediente (al menos en aparien- del vacío, de la inconsistencia, del sinsentido, del fragmento mise-
cia) y también un poco frustrado. rable. No nos dejemos engañar por las cosas, por el dinero. El pe-
Este Padre no logra «hacer» dos hijos perfectamente iguales. cado, a pesar de las apariencias de bienestar, es empobrecimiento.
No trabaja en serie. Y no es broma, porque estamos hablando de El hijo es pobre no en el momento de la necesidad y del re-
más de seis mil millones de hijos. Y cada uno es un ejemplar úni- mordimiento, sino sobre todo aquí, cuando pone las manos en su
co, irrepetible, exclusivo, nunca visto antes. Ninguno debe ser una «parte».
copia del otro.
Cada uno de nosotros existe ante el Padre con su propio rostro,
su nombre, con sus rasgos, sus diferencias. Cada uno de nosotros Muchas palabras, ninguna explicación
es amado por el Padre con un amor único, total. Cada uno de no-
sotros puede considerarse «hijo único» de este Padre que tiene Y a nosotros nos gustaría saber por qué.
más de seis mil millones de hijos. Cada uno de nosotros tiene un Él habla, habla, levanta la voz, protesta, exige. Pero no da ex-
valor único a los ojos del Padre. Y el Padre tiene debilidad por ca- plicación alguna a sus pretensiones. Aunque quisiera, no sería ca-
da uno de nosotros. Dios nos dice a cada uno: «¡Tú eres mi prefe- paz. Es difícil explicar la estupidez, lo absurdo de ciertas opciones.
rido!». Y esta es una verdad profunda. Es imposible justificar que, con el pecado, elegimos la parte peor
de nuestra libertad, esa que nos da la posibilidad de hacernos es-
clavos, de hacernos daño.
La parte en vez del todo Cuando se abandona la libertad de la casa paterna («Ama y haz
lo que quieras...»), que nosotros cambiamos por un cuartel o una
«El menor dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia prisión sofocante, nos ponemos necesariamente «al servicio» de
que me corresponde'...». los placeres más excesivos, de nuestros instintos más burdos, de
202 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 203

todas las alienaciones, que se convierten así en nuestros tiranos El silencio del padre
más despiadados.
Y queda sin respuesta aquella pregunta inquietante: «¿Por qué «Y el padre les repartió el patrimonio...». Sin decir ni una pa-
se fue?». labra. En contraste con las palabras del joven, está el silencio del
Resultará más fácil explicar por qué ha vuelto. padre. Su silencio es un silencio de amor, respetuoso con la liber-
Me hubiera dirigido a él para preguntarle las razones de su des- tad del hijo. Acepta el riesgo de esa libertad. Sin libertad no hay
contento, de su impaciencia, y le hubiera lanzado esta pregunta: amor. Precisamente un doctor de la Iglesia habla del hombre, en el
«¿Qué hay?». Y probablemente me hubiera respondido como el momento de la creación, como «riesgo de Dios».
soldado de una novela de Bruce Marshall que va a confesarse con Sí, se pone triste, pero no se enfada por la petición. Él no pue-
el padre Campbell: de reemplazar la opción del hijo. Nosotros instintivamente nos
-¿Qué no hay? preguntamos: ¿por qué no le obliga a quedarse?, ¿por qué no cie-
Ya. Qué no hay en la casa, en la comunidad, en la Iglesia. Qué rra la puerta con un cerrojo resistente?, ¿por qué no le da una bue-
es lo que falta por mi culpa. na ración de leña en la espalda, en vez de la parte de la herencia
Quizás se podrían poner en boca del pródigo estas palabras que que le «corresponde»?, ¿por qué no lo encierra en una habitación
resumen su rebeldía: para que reflexione acerca de las consecuencias de su decisión?
-Aquí me ahogo. La verdadera paternidad es discreción. Y aceptar el riesgo de la
Tiene la impresión de que ya no es él, de que ha perdido su au- libertad. No hay que confundir paternidad con paternalismo. Este
tonomía, no logra realizarse, se ve obligado a moverse en espacios último representa la deformación de la paternidad, su caricatura.
cada vez más restringidos. Pretendiendo proteger, sofoca el crecimiento de la persona, impi-
Se va, además, por su tontería, también porque alguien le ha de su maduración y la bloquea en un estadio infantil.
envenenado, o por lo menos porque se le ha hecho insoportable el Dice Arturo Paoli: «En el contexto del evangelio, Dios no apa-
aire de casa. Y tiene la impresión de que se va a ahogar. rece como el padre que cierra la puerta para que los hijos no sal-
Los campos no le bastan. Tampoco los bueyes. Y, mucho me- gan de noche, sino como la luz iluminadora, la misteriosa brújula
nos, los ladrillos de la casa. Aunque es hermosa y funcional, y do- que orienta al hombre en sus opciones, que no lo abandona en el
tada de todas las comodidades, y a lo mejor está recién restaurada, ejercicio arriesgado de la libertad y que crea nuevas perspectivas
en esa casa no se encuentra ya a gusto. Se siente aplastado por la de liberación, desquitándose de los epílogos que parecían desas-
mezquindad, por la estrechez, por la rigidez de los que viven allí, trosos. El padre sólo puede ayudar siendo un modelo...». O tam-
por mis ruindades, por mis incoherencias. bién una nostalgia, un remordimiento.
Un estilo cristiano sin empuje; un moralismo sin alegría; un es- El padre no necesita partir visiblemente con el hijo. Va con él
tar juntos sin amor; una oración sin belleza; una fe sin coraje; una de una manera escondida, interior, que más tarde desembocará en
obediencia sin creatividad; una virtud rancia, enmohecida, que la nostalgia.
traspira tristeza, hosquedad, rigor, inhumanidad; costumbres reli- De todos modos, aquel silencio resulta más elocuente que cual-
giosas en las que está ausente la vida; relaciones formales; hipo- quier lección impartida con palabras, sermones o amenazas...
cresías varias. No hay que extrañarse de que alguno, de que mu-
chos se sientan empujados a aventurarse por los caminos más
equivocados. Despilfarrador
Antes de condenar al pródigo, tengo que hacer examen de con-
ciencia. Cuando alguien marcha lejos, la culpa es también de «A los pocos días, el hijo menor recogió sus cosas, se marchó
quien ha hecho irrespirable el aire de casa... a un país lejano y allí despilfarró toda su fortuna viviendo como
un libertino...».
204 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 205

La ruptura ya está consumada. Los roces de una convivencia En nuestras manos los dones más hermosos se degradan, se co-
que se ha hecho insoportable habrán durado mucho tiempo. Aho- rrompen, el jardín se convierte en un árido y sucio desierto. No sa-
ra todo se desarrolla en pocos días. Justo el tiempo para liquidar bemos respetar nada, profanamos todo, comenzando por nuestro
las tierras y el resto del patrimonio. A él le interesa poder disponer cuerpo, que debería ser santuario del Dios viviente.
inmediatamente del dinero, para poderlo emplear sin dificultades Por no hablar de los otros bienes... Sí, porque Dios nos ha da-
en sus caprichos. Aquí está toda la ligereza y el atolondramiento do una interioridad que hay que atender. Y preferimos vivir hacia
del hijo menor. fuera, divagar, vagabundear, ir lejos, viajar a la búsqueda de emo-
La parábola no especifica cuál es ese «país lejano». Queda in- ciones siempre nuevas.
determinado. Para el joven, debe haber sido el mundo de sus sue-
ños, de sus fantasías. De todos modos, se convierte en el lugar de
las orgías, el libertinaje y el consiguiente derroche de la herencia. Un éxodo al revés
Hay una inconsciencia primero en juntar y después en disipar.
Una misma prisa irreflexiva. Pronto se encuentra sin blanca, com- «Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran carestía en
pletamente arruinado. Como dice F. Bovon, la ruina económica es aquella comarca, y el muchacho comenzó a padecer necesidad.
preludio de una total decadencia de la persona misma. En este ca- Entonces fue a servir a casa de un hombre de aquel país, quien le
so se puede decir que la pérdida del tener determina la pérdida del mandó a sus campos a cuidar cerdos».
ser. Así le sucede a quien todo lo orienta exclusivamente hacia el Las carestías, tanto a gran escala como limitadas a territorios
tener. Lo que se había acariciado como una aventura fascinante es- reducidos, eran fenómenos frecuentes en Oriente a causa sobre to-
tá desembocando en una serie de desventuras dramáticas. do de la sequía o también de las invasiones de los ejércitos.
Pero intentemos captar el sentido profundo de todo esto. El pe- Los alegres amigotes de juergas, no pudiendo ya desplumarlo
cado es fuga, alejamiento. Se abre una distancia: con relación a más, se esfuman, y él se encuentra «extraño», experimentando la
Dios, con relación a los otros (los compañeros de francachelas no triste y humillante condición de extranjero. El único empleo que
hacen sino acentuar la soledad, el aislamiento, el extrañamiento de encuentra, para al menos poder sobrevivir, es el de porquero.
un individuo), en relación a sí mismos. De repente se encuentra precipitado al grado más bajo de la es-
Pecar significa alejarse del ser propio más verdadero. Pecar cala social e incluso de la jerarquía de los criados, porque es sim-
significa fallar, no dar en el blanco de la propia vida. Pecar signi- plemente un trabajador a jornal, sin ocupación estable1. Además,
fica elegir la caricatura, la parodia de sí mismo. El pecado no es llega a aceptar el oficio más despreciado por los judíos, dada esa
tanto infringir una norma, sino hacerse mal, dañarse, odiarse. relación con animales considerados «impuros». «Maldito quien
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti...», confesará el cría cerdos» (Baba qamma, 82 b). En la práctica, se ve incluso obli-
pródigo en el camino de vuelta. Tendría que haber añadido: «He gado a renegar de su religión. Por tanto, lo máximo de la abyección.
pecado contra mí mismo, me he arruinado, me he odiado...». Y así, lo que es fruto de un largo amor, es derrochado en poco
Pecar es también malgastar, derrochar los dones de Dios. El tiempo. Desaparecen de golpe los espejismos. Se desvanecen los
pródigo, que no había apreciado el «bien» de estar con el padre, sueños cuando aparece bruscamente la realidad más desagradable.
ahora malgasta locamente los «bienes» que se le han entregado. El gruñido de los cerdos ha sustituido a la música y a los bailes. La
Y la historia se repite a todos los niveles. Dios ha sido un Padre
«pródigo» en sus dones. Nos ha dado una tierra que cuidar, que 1. En una casa con criados, el grado más alto era el de «camarero» que, en
cultivar, que transformar en un jardín. Y nosotros la hemos con- cierto sentido, participaba en la vida de familia. Un poco más abajo estaban los
sirvientes o ayudantes. Y más abajo aún encontramos a los jornaleros, empleados
vertido en un muladar. Nos ha dado el cielo azul, el mar, las mon- a jornal, trabajadores temporales y que, por tanto, podían encontrarse sin trabajo
tañas. Y nosotros nos empeñamos en envenenar, estropear, conta- de un momento a otro (cf. la parábola de los trabajadores de la viña llamados a
minar, saquear todo, hacer irrespirable el aire de todos. distintas horas, Mt 20).
El hijo pródigo 207
206 Las parábolas de Jesús

ilusión cede el puesto a la más amarga y quemante desilusión. El la gracia de descubrir, de ver el pecado, de medir las distancias, de
placer inmediato, perseguido casi con fiereza, ha dejado un sabor caer en la cuenta de las estupideces. Porque, antes del don del
de ceniza en la boca. abrazo en el momento del encuentro, me has dado la gracia de no
Y las manos se encuentran desoladamente vacías. Y dentro se poder prescindir de ti.
abre un abismo de desolación. Los compañeros de jaranas te han Sí, Señor, quiero alabarte por mis limitaciones, por lo que me
dado la espalda. Encuentras un montón de puertas cerradas cuan- falta, por lo inacabado, por la miseria gracias a la cual mi existen-
do en el bolsillo no te queda ni la calderilla. cia se estimula para tocar la plenitud de la gracia y de la verdad.
Lo que parecía un camino triunfal de liberación ha terminado Te bendigo porque has imprimido en mi carne, con la marca
en un éxodo al revés. El «país lejano», la tierra prometida de todas del fuego, el sello que grita mi pertenencia a ti y delata que mi ca-
las delicias, se ha convertido en tierra de esclavitud. Pretendías rea- sa está junto a ti. Solamente ese sello incandescente que llevo den-
lizarte a ti mismo independientemente del Padre, es más, contra él. tro puede empujarme hacia ti.
Querías afirmarte a toda costa. Reivindicar tu autonomía absoluta. Y así descubro que precisamente la libertad me obliga a volver.
Hacer tu camino, en vez de permanecer aprisionado en el patio de La libertad suprema del amor, la libertad de quien no quiere morir
tu casa. Y has sufrido el más clamoroso fracaso. de hambre y sed, la libertad de quien no puede prescindir del Otro,
la libertad que me obliga a buscarte con desesperada esperanza.
Señor, te doy gracias por el vacío abisal excavado dentro de mí.
Empachado de bellotas Ese vacío lo has creado tú. Sólo tú puedes ser capaz de esto. Y
consiguientemente, después de esta primera gracia estás obligado
«Habría deseado llenar su estómago con las bellotas que co- a dar a manos llenas para colmarlo»...
mían los cerdos, pero nadie se las daba». Se trate de bellotas o de
algarrobas, poco importa. El muchacho ha tocado de verdad el
fondo del abismo. Llega hasta a disputarles a los cerdos la comida. El viaje más largo
Literalmente el texto suena así: «Ansiaba llenar su vientre de las
algarrobas que comían los cerdos». «Entonces recapacitó y se dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi pa-
Todavía hoy es posible encontrar algarrobas en los coloridos y dre tienen pan de sobra, mientras que yo aquí me muero de ham-
olorosos mercados de Oriente medio. No son especialmente sa- bre! Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré:
brosas, y se utilizan sobre todo como forraje para los animales. Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamar-
Hay que subrayar ese dramático «nadie se las daba». Es la ex- me hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros'».
periencia, primero, de la soledad más desconsoladora, y segundo, El primer pensamiento no se dirige al padre, sino a los criados
de la total falta de solidaridad. de la casa de su padre. Él se compara con los «jornaleros». Ya no
Así pues, el hambre, pero también y sobre todo el vacío que co- se reconoce como hijo, es más, ni siquiera logra imaginarse como
rroe por dentro, cuyos mordiscos se sienten todavía más atroz- tal. Cree que ha perdido definitivamente el estatus de hijo. Se sien-
mente que los del hambre. Los ídolos te sonríen cuando todo va te inexorablemente desclasado. Ya el punto de referencia son los
bien, cuando vives en la irreflexión. Pero no puedes contar con criados. Su relación con el padre ya sólo puede ser la que se esta-
ellos cuando pides algo para saciar tu verdadera hambre. Te guiñan blece entre un criado y el amo.
el ojo seductores cuando quieren pedirte algo. Pero gruñen hosti- «Recapacitó». Había estado como «fuera de sí», atolondrado,
les cuando les pides algo, movido por un estado de necesidad. enajenado por la búsqueda del goce, por el placer desenfrenado.
Dan ganas de rezar así: «Te doy gracias, Señor, por las bellotas Ahora el hambre y el sufrimiento lo llevan a «recapacitar», a en-
que devoro en el 'país lejano', porque dentro se desencadena en mí trar dentro de sí. Literalmente habría que traducir: «Yendo hacia sí
la nostalgia de la casa paterna. Te estoy agradecido porque me das mismo...».
208 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 209

El viaje más largo no es el que el pródigo ha hecho para volver «Estaba muerto»: este es el diagnóstico del padre frente a esa
a casa, sino el que le ha obligado a entrar en sí mismo, a reflexio- experiencia. Uno muere cuando se siente incapaz de entender lo
nar, a reconocer los propios errores. Después del aturdimiento, la que hace vivir. Aunque se empeñe en hincarles el diente, uno tras
ofuscación (el pecado es oscuridad, obnubilación), llega finalmen- otro, a los frutos envenenados de siempre.
te el momento de la claridad. Después de tantas mentiras, engaños Y entonces hay que realizar un cambio de sentido (no prohibi-
e ilusiones, llega el momento de la sinceridad. do, es más, obligatorio según el código cristiano, que llama a tal
El pródigo emprende el camino de vuelta después de «recapa- maniobra conversión). No, no se trata de «volver hacia atrás» ton-
citar». Cae en la cuenta de que entre las manos aprieta miserables tamente. El Padre espera a los que «vuelven hacia delante».
algarrobas y que para conseguirlas, entre otras cosas, tiene que Es verdad que al pródigo, al menos en el primer momento del
competir con los cerdos. cambio de conducta, no se le puede considerar como un modelo
Advierte el riesgo que corre: «Yo aquí me muero de hambre». perfecto de arrepentimiento. Lo que hace es comparar su condi-
Y uno se puede morir de hambre incluso con el estómago lleno, ción miserable con la de los criados de la casa de su padre. Pero, al
cuando el alimento no es el adecuado, cuando lo que está desnu- menos, se reconoce culpable, confiesa que ha pecado contra el cie-
trido es el espíritu, cuando se ha perdido el sentido de la vida. lo (paráfrasis para indicar a Dios). Admite, después de lo que ha
Se hace consciente de que ese camino no lleva a ninguna parte; hecho, que ya no tiene derecho al título de hijo. Y ya no va a rei-
que cuanto más se aleja, más se siente esclavo; que la desilusión vindicar de nuevo otra parte de la herencia, sino que está dispues-
aumenta hasta alcanzar la desesperación cuando se empeña en per- to a ganarse la vida trabajando como un criado. Y mucho menos
seguir espejismos y cosas efímeras; que el agua apta para satisfa- alega justificaciones facilonas, ni invoca circunstancias atenuan-
cer su sed más profunda ciertamente no la puede encontrar en tes: su juventud, su inexperiencia, las malas compañías, los even-
aquel «país lejano». Allí no encuentra sino «aljibes agrietados que tuales agravios sufridos por parte del hermano mayor.
no retienen el agua» (Jr 2, 13). Hay que reconocer también que aquí se inserta un elemento
Se hace necesario un acto de descarnada sinceridad: «He peca- nuevo respecto a las dos parábolas anteriores. La oveja que se ha-
do». O sea, me he engañado, me he equivocado de camino. No só- bía alejado del recinto y la moneda perdida aparecían exclusiva-
lo he derrochado los bienes recibidos, sino que estoy destrozando mente como objeto de búsqueda, desempeñaban un papel pasivo,
la vida misma. He tirado la vida... se han limitado a «dejarse encontrar». Sin embargo, aquí el mu-
chacho calavera asume la iniciativa, se convierte en sujeto, si bien
no es el protagonista principal de la peripecia. Pero hay que tener
El grito liberador presente que también el padre actúa: al menos, en el nivel del re-
cuerdo. Y, por tanto, también el padre asume un papel esencial en
Volvamos al grito liberador salido de la boca del pródigo antes la recuperación del hijo.
de tomar el camino de vuelta: «Yo aquí me muero de hambre». Todo esto lo resume así un conocido biblista: «En las parábolas
Convertirse significa, ante todo, reconocer la propia hambre de la oveja y de la moneda, el hombre perdido es el objeto de la
verdadera. Advertirla, admitirla, sobre todo cuando uno se deba- búsqueda emprendida por Dios y por el Salvador. Sin embargo, en
te... en la abundancia. La peor de las carestías. nuestra parábola, la salvación perdida viene a ser el objeto de la
Me arrepiento si encuentro el coraje de confesar, entrando en búsqueda por parte de los hombres. Esta inversión de los objetos y
mí mismo (porque el «país lejano» es el que me hace vivir lejos de los sujetos hay que comprenderla en una perspectiva añadida y no
mí), que me falta algo. Especialmente cuando -a diferencia del exclusiva. La misma parábola invita a realizar la siguiente aproxi-
pródigo- tengo todo. En efecto, el tener todo, el permitirse todo, es mación: el hombre encuentra la salvación cuando es Dios quien se
lo que esconde con frecuencia lo que me falta, lo que me haría vi-
convierte en autor de la búsqueda, o sea, cuando el padre encuen-
vir como hombre, como cristiano, como persona libre.
tra y rehabilita a su hijo» (F. Bovon).
210 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 211

En camino hacia el padre Es el mismo sentimiento que tiene Jesús al considerar a las
multitudes como ovejas sin pastor (Mt 9, 36), al ver a la gente que
«Se puso en camino y se fue a casa de su padre». No importa la lo sigue (Mt 14, 14), al encontrarse una vez más a la multitud que,
distancia recorrida. Ha tocado fondo. Para él la conversión, antes ansiosa de escuchar su palabra, se olvida del alimento (Mt 15, 32).
que cambio de ruta, es deseo de remontar, deseo de salir de aquel Es algo más que la simple compasión o piedad, tal como la enten-
abismo, de alejarse de aquel cenagal en el que se está hundiendo. demos nosotros: una especie de apretón en el corazón, tan intenso
Y el evangelio no dice que haya emprendido el camino hacia y hasta violento como grande es su sensibilidad. Perturbación,
casa, sino hacia «alguien» que está en el centro de la casa: «...se emoción fuerte.
fue a casa de su padre». Esta postura recuerda a Pedro, «tentado» Es el sentimiento que «agarra» a Jesús, es su encontrarse mal
de irse, provocado en este sentido por el mismo Jesús: «Señor, ¿a ante la viuda de Naím (Le 7, 13).
quién iremos?» (Jn 6, 68). No «¿adonde?», sino «¿a quién?». Es el sentimiento que Jesús mismo atribuye al samaritano y que
Antes, seguramente había considerado a su padre como enemi- se convierte en móvil de su intervención con el herido (Le 10, 33).
go de su autonomía, como quien le impedía realizarse, ser libre. Es el sentimiento que determina el increíble acto de gracia del
Ahora, después de la experiencia de las bellotas (y de las pros- rey ante el siervo deudor insolvente (Mt 18, 27).
titutas), intuye que el padre es el garante de su libertad, autor de su Y volvemos a encontrar la misma expresión para describir lo
maduración. Que sólo puede ser él mismo en la medida en que es- que siente Jesús cuando se encuentra ante los dos ciegos de Jericó
tá en comunión con él. (Mt 20, 34) o ante el leproso (Me 1, 41).
Es el mismo amor que Dios manifiesta por el mundo, envián-
dole al Salvador (Le 1,78).
La vista y las entrañas Pablo mismo dirá: «Dios es testigo de lo entrañablemente que
os quiero a todos vosotros en Cristo Jesús» (Flp 1, 8).
«Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, profundamente Y, naturalmente, este tipo de amor es el que los cristianos de-
conmovido, salió corriendo a su encuentro». Nos encontramos en ben hacer suyo para ser discípulos del Maestro (Col 3, 12).
el corazón de la parábola. La escena presenta, en el fondo, a un En el evangelio de Lucas, el verbo «conmoverse», «ser tocado
personaje todavía indeterminado, difuminado («cuando aún estaba en las entrañas» está siempre relacionado con «ver». Como para
lejos...»). Aquel que se divisa en el horizonte puede ser un mendi- indicar que no puede darse un ver desentendido, indiferente. Si
go andrajoso. Y en realidad es alguien que viene a mendigar algo, uno ve «bien», necesariamente siente un apretón en el corazón, o
un puesto en el servicio. Pero la figura del padre, casi de improvi- mejor, en las entrañas.
so, se sitúa en primer plano, muy nítida. En seguida el hijo, que se «Lo vio...». ¿A quién ve? No a un pecador, a un canalla, a un
ha puesto en camino para venir a buscar el pan, se encuentra cara derrochador, a un ingrato, a uno que le ha ofendido. «Ve» exclusi-
a cara con el padre. Ese amor que antes ha dejado de lado, que no vamente a un hijo.
le ha parecido importante, ahora se convierte en lo principal. «Salió corriendo a su encuentro». Es, sin duda -como dice D.
«Lo vio...». No es aventurado afirmar que lo vio, antes que Buzy- el rasgo más humano de la parábola. Este padre que se pre-
con los ojos, con el corazón. cipita. .. Se podría haber limitado a «ver», a estar seguro de su
«Conmovido...». Se podría traducir, más literalmente: «Toca- vuelta. Y después retirarse y esperar a que el pródigo se presente
do en las entrañas». Se trata de un sentimiento materno. Sufri- ante él, posiblemente para soltarle una solemne reprimenda. No,
miento y amor al mismo tiempo. Tampoco sería aventurado pensar este padre no logra de ninguna manera disimular y ni siquiera de-
en los dolores de parto. Aquí el padre da de nuevo a luz, a través de tener los propios sentimientos. Corre, se lanza hacia el hijo...
la acogida y del perdón, al hijo, lo restituye a la vida («Estaba No, esta carrera del padre no nos la habríamos esperado de nin-
muerto...»). guna manera. Va más allá de cualquier previsión «razonable».
212 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 213

«Imaginarse la escena es difícil: su 'carga', incluso patética, es


aprieta fuerte en un abrazo para no caerse. No dice ni una palabra,
notable. En esta 'carrera' hay toda la impaciencia de un corazón
se confía al lenguaje de los besos. Besos repetidos. En efecto, el
que quiere apresurar el momento del encuentro. ¡Un hacendado ri-
verbo significa «besar con ternura», «acariciar». Esos besos, más
co, lleno de autoridad, envuelto además en aquel halo de majestad
que expresar perdón, expresan amor. Es más, gratitud. Parece que
que compete a cualquier personaje oriental, que se pone a correr
el padre, en vez de decir al hijo: «Te perdono», le dice: «¡Gra-
por el camino! '¡Está loco!', habrán exclamado sus criados. Y algo
cias!». Y así el muchacho tunante, antes de probar la carne del ter-
parecido habrá sido el primer pensamiento del hijo viendo cómo su
nero cebado, gusta algunas exquisiteces que no tienen nada que ver
padre se le echaba encima, con tanta vehemencia» (M. Castelli).
con la boca: el abrazo del padre, sus besos, su acogida, su ternura.
Después que se ha dejado llevar de estos gestos, el padre ya no
podrá transformarse en juez. Se ha descubierto en su debilidad. Ya
Tampoco el padre se ha quedado en casa no logrará ser duro, neutral, inexorable, desapegado.
Por otra parte, el abrazo y los besos, unidos al arrepentimiento
Parece que el padre se ha quedado simplemente en casa limi- del hijo, resultan más eficaces que cualquier lectura de un artícu-
tándose a esperar al hijo escapado, a escrutar de vez en cuando el lo de la ley. El abrazo y los besos encadenarán al hijo de ahora en
horizonte. En realidad, la casa paterna deja de existir desde el mo- adelante a sus responsabilidades: la responsabilidad de quien se
mento en que el hijo, ese mal sujeto, se ha marchado. La casa pa- siente amado, a pesar de las tonterías cometidas.
terna está donde está el corazón del padre. Ahora, el corazón del Luego, el banquete y la fiesta borrarán el recuerdo del «país le-
padre se ha ido lejos. jano» y de las alegrías frivolas a las que el pródigo se había con-
Pensándolo bien, ha caminado más el padre que el hijo. El amor denado (los «placeres forzados» son lo equivalente a los «trabajos
no se resigna a las distancias, a la separación. El amor es una reali- forzados» impuestos a los judíos durante el periodo de esclavitud
dad dinámica, no estática. El amor no se identifica con las paredes. en Egipto). No basta con predicar la conversión. Es necesario pre-
Ni se limita a guardar las piedras, las cosas, ni tampoco a hacer fun- parar la vuelta, asegurarse de que la casa resulte acogedora y de
cionar la hacienda. El amor está siempre en movimiento, siempre que sobre la mesa estén los frutos del amor, la confianza y el res-
se anticipa, asume constantemente la iniciativa, no se cierra en una peto, mejores que las bellotas.
espera entristecida, enojada y desdeñosa. Los pasos del perdón lle- Sí, no basta con condenar a las bellotas arrancadas al gruñido
gan mucho más lejos que la distancia interpuesta por la ruptura. de los cerdos. Una casa digna de este nombre tiene que ser una
Dios no se resigna a la pérdida del pecador. Lo espía, lo sigue, lo «casa de promisión», de modo que pueda ofrecer productos, sig-
busca tenazmente, lo atormenta, no le da tregua. Pascal hace decir a nos, que sacien el hambre de quien por poco se muere a causa de
Dios: «No me buscarías si no me hubieses encontrado». Quizás fue- un alimento equivocado.
ra mejor decir: «No me buscarías si yo no te hubiese encontrado».
Y G. K. Chesterton sostiene que Dios es el que ha capturado al
hijo pródigo «con un anzuelo invisible y con un sedal invisible, que La confesión
es lo suficientemente largo para dejarlo vagar hasta los confines
del mundo, pero para, al final, atraerlo con un solo tirón del hilo». Y en ese momento el hijo suelta su discurso: «Padre, he peca-
do contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tu-
yo. ..». Son las palabras que había preparado antes, pero el padre
Encadenado por un abrazo trunca la frase. Y, sin embargo, esas palabras adquieren aquí una
tonalidad totalmente distinta. Se tiene la impresión de que sola-
«Lo abrazó y lo cubrió de besos». Casi se tiene la impresión de mente ahora son de verdad sentidas, sinceras. Porque sólo ahora el
que el padre, en el impulso de la carrera, cae encima del hijo y lo hijo se ha convertido. Convertido por aquel abrazo y por aquellos
214 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 215

besos. Antes lo que le hacía hablar era la experiencia del hambre. Tenía motivos para pensar que el padre ya no querría saber na-
Ahora es la experiencia de la ternura de la que ha sido objeto. da de él, después de aquella estúpida y loca aventura, que no so-
Y entonces la confesión se hace creíble, porque nace del cora- portaría aquellas calaveradas. Sin embargo, cae en la cuenta de
zón y está motivada por el amor. No viene determinada simple- que el padre no soporta su ausencia, ya no puede aguantar más su
mente por la conciencia de haber infringido una ley. lejanía («En seguida...»).
Sólo descubro mi pecado cuando me pongo no delante de un Obviamente, se siente bien con el hijo que regresa después de
código, sino frente al amor de Dios. El verdadero arrepentimiento la jornada de trabajo en los campos («Tú estás siempre conmi-
no es el que nos hace consumirnos en el remordimiento, sino el go...»). Pero él necesita también y sobre todo a ese que ha derro-
que nos hace redescubrir al Padre. En el momento de su arrepenti- chado todo. Ese padre se siente padre no cuando puede elaborar
miento, el pródigo, en el fondo, lloraba por sus desgracias, deplo- informes de buena conducta, otorgar premios de obediencia y de
raba sus desventuras. Ahora llora porque descubre que ha pisotea- rendimiento en el trabajo, extender certificados de eficacia, sino
do un amor enorme. Podemos también afirmar que esa confesión cuando logra encontrar al que «estaba perdido».
se ha transformado: de servil se ha vuelto filial. Ningún juicio, ni siquiera para absolver o para conceder quizás
Comenta D. M. Turoldo: «Sabe que ha marchado cargado con la «libertad vigilada», los «arrestos domiciliarios» o un periodo de
todo el esplendor de su origen, ahora vuelve con las señales del prueba bajo la vigilancia de un asistente social, para exigir una
más grande envilecimiento: con los harapos de un porquero que adecuada indemnización, para reclamar una reparación.
vuelve. Y sin embargo, es más grande; de nuevo comienza a res- Este padre no tiene en reserva el castigo y tampoco el reproche,
plandecer y a levantarse en toda su estatura. Ya no le detiene ni sino el abrazo, el beso, la fiesta.
sombra de orgullo ni sentimiento de miedo, incluso está dispuesto
a confesar públicamente su pecado. Pero una confesión que el mis-
mo padre impedirá, para no añadir humillación a humillación». Las señales de la dignidad reencontrada

«Traed en seguida el mejor vestido y ponédselo; ponedle tam-


La alegría de ser esperado bién un anillo en la mano y sandalias en los pies». No se dirige di-
rectamente al hijo. Habla a los otros. La única preocupación del
«Pero el padre dijo a sus criados: 'Traed en seguida el mejor padre es la de restituir al pródigo la dignidad de su condición de
vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en la mano y san- hijo. Incluso parece que le deba algo por la alegría que la ha pro-
dalias en los pies'». El padre trunca la confesión del hijo. No le in- ducido su vuelta.
teresan sus palabras, sino su presencia. Ahora está totalmente em- Hay un evidente contraste entre el mejor vestido y los trapos
bargado por aquella presencia reencontrada. El muchacho pensaba que trae encima el muchacho. Seguro que ese vestido ni siquiera se
que tenía que conmover al padre. Para eso había preparado su dis- lo había puesto antes de abandonar la casa paterna. Es el vestido
cursillo. «Pero» lo interrumpió inmediatamente. reservado para el huésped ilustre, para el personaje excepcional.
La casa no cuenta con una celda de castigo, sino con una sala Los estudiosos tienen distintas explicaciones: puede ser el ves-
de música y de baile. Y el hijo, que se hubiera contentado con ser tido más elegante (el «primero»), para indicar que el hijo no es
acogido y «reparar» las tonterías y los desastres producidos con un acogido como un sirviente, sino como un huésped importante. O
trabajo de criado, descubre que el padre, más que esperar al her- también puede ser el vestido que el padre ha repuesto y guardado
mano que va a volver del campo, le esperaba precisamente a él, después de la marcha del hijo. De cualquier manera, el simbolismo
que volvía de su vida licenciosa. Es la sorpresa más grande e im- del vestido en la Biblia es muy variado2.
previsible. La alegría de ser esperado. El descubrimiento de que el
padre nunca ha dejado de amarlo. 2. Cf. E. Haulotte, Symbolique du vétement selon la Bible, París 1966.
216 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 217

El anillo, más que adorno, es señal de nobleza. Símbolo de po- ven, su ruptura con el padre, significa muerte. Esta es la razón de
der y autoridad. Con frecuencia sirve de sello para autentificar do- por qué la fiesta que se prepara parece celebrar, más que la vuel-
cumentos. ta, la resurrección del hijo.
Las sandalias en los pies también son señales de distinción. En Los fariseos y escribas que estaban escuchando no veían más
Oriente sólo las calzaban los ricos. La mayor parte de la gente, por que la indignidad del hijo. Y Jesús no discute con ellos la conduc-
pobreza o por el clima o por mayor libertad de movimiento en los ta del hijo. Simplemente quiere ilustrar el amor infinito del Padre.
trabajos agrícolas, iban descalzos. Un lujo, en una palabra. «Y se pusieron a celebrar la fiesta». Dios es pobre, pero tiene
Al contrario de los huéspedes, que al entrar en casa se quitaban un patrimonio precioso: el ser humano. Por eso no quiere que se
el calzado, al pródigo se lo ponen. Parece que caminar con lo pies pierda. Lo que para nosotros pudiera parecer una pérdida irrele-
calzados en un terreno o en una casa significaba toma de posesión. vante, casi ventajosa para la tranquilidad de la casa, en su corazón
De todos modos, la triple entrega (vestido, anillo y sandalias) provoca una laceración dolorosísima que sólo puede recomponer-
indica que el hijo no es acogido como un jornalero, sino como un se con la recuperación de aquel... miserable tesoro.
hijo, con todos los honores. Es un huésped importante. Entre otras El hombre puede cansarse de ser hijo y de comportarse como
cosas, esos son signos que distinguen al hombre libre. Así el hijo tal. Pero Dios no se cansa de ser Padre, a pesar de todas las desilu-
es reintegrado, sin sombra de duda, en el ámbito familiar. siones que le infligen los hijos.
En este caso, ya no hay razón para buscar ulteriores y discu- El Padre no se contenta con estar en la casa atiborrada de todo
tibles -aunque piadosos- significados alegóricos. Los signos re- -incluidas las virtuosas prestaciones del hijo mayor- hojeando el
sultan muy transparentes. De todas maneras, el vestido magnífico álbum de familia. La casa le parece vacía, porque falta un hijo.
está relacionado en Oriente con un banquete suntuoso, que se pre- El Padre no suspira satisfecho porque se ha librado de un inso-
paraba habitualmente cuando se pretendía honrar a un huésped, re- portable holgazán. Se vuelve loco de alegría y obliga a todos a ha-
conociéndole un carácter sagrado o incluso divino (cf. Gn 8). cer fiesta cuando se dibuja en el horizonte el perfil del calavera.
El «ternero cebado» es el que se mata después que se le ha re-
servado para las grandes ocasiones (sería el equivalente a nuestras
botellas de vino añejo conservadas en la bodega...). Restitución
Hay que suponer que los invitados van a ser numerosos. Y así
el padre, lejos de esconder al hijo, que podría ser objeto de ver- Cuando vamos a confesarnos, tenemos que recordar que reci-
güenza, una mancha en la honorabilidad de la familia, no duda en bimos un don desmesurado de parte de Dios (el hijo que vuelve ya
exhibirlo ante los amigos. Así pues, el pródigo ha recuperado el no consigue cosas. Ya las ha tenido y las ha dilapidado. Recibe,
estatus de hijo y tienen que saberlo todos. además de los signos de la dignidad recuperada, una invitación pa-
ra la fiesta. Todas estas cosas son mucho más importantes que el
lío que armó en el momento de irse).
Dios no acepta ser empobrecido Pero debemos también convencernos de que restituimos a Dios
algo que le habíamos quitado, algo que él espera: nuestra comu-
«Celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había nión con él. En el fondo, también Dios recibe de nosotros algo pre-
muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y lo hemos encon- cioso, nuestra vuelta, nuestra conversión.
trado. Y se pusieron a celebrar la fiesta». Confesarse significa recibir y dar. Acoger y restituir. La alegría
La antítesis, respecto de la oveja y de la moneda, era: pérdida- es también la de Dios, es más, sobre todo la suya. Sin embargo,
reencontrada. Aquí, tratándose de un individuo, es así: muerto- muchos cristianos, sin excluir a las personas religiosas, salen como
vuelto a la vida. Después añadirá: perdido-encontrado. Pecado enfadados del confesionario, olvidando que han recibido una «sen-
equivale a muerte. Conversión equivale a vida. La partida del jo- tencia de fiesta».
218 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 219

No es exacto decir que llevamos a Dios nuestros pecados. No.


Le devolvemos nuestra presencia, la posibilidad de la fiesta, la po- zón...). Ah, ciertos «justos» que pretenden ser los consejeros pru-
sibilidad de ser un Padre «enriquecido» (o al menos ya no empo- dentes de Dios, para impedirle ciertas debilidades peligrosas...
brecido) por un hijo. Pero hay que tener en cuenta que el mayor solamente piensa en
Cuando el pródigo, al volver, intenta detallar sus villanías, el sí mismo (nuevos problemas de herencia, y también de convenien-
padre ni siquiera lo escucha. No le interesa. Lo que le urge es que cia; injusticia padecida; frustración por una fidelidad que no ha si-
el hijo desdichado entre «como hijo» en casa. No le pide cuentas do debidamente compensada...). No consigue ponerse de parte del
de adonde han ido a parar los dineros. El derrochador ha traído padre, comprender sus sentimientos.
consigo el tesoro más precioso: la capacidad, el deseo de «ser».
Un padre que suplica
La fiesta interrumpida
«Su padre salió a persuadirlo...». Podía haber hecho valer su
«Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a autoridad, o quizás ponerse a discutir con él. Sin embargo, prefie-
la casa, al oír la música y los cantos, llamó a uno de los criados y re «jugarse» su prestigio y no duda en «rogarle», suplicarle. En
le preguntó qué era lo que pasaba. El criado le dijo: 'Ha vuelto tu vez de apelar a la razón, prefiere hacer una llamada al corazón.
hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha re- No le pide que obedezca, que acepte sus órdenes, que se ponga
cobrado sano'». a su nivel. Le suplica que «entre», o sea, que participe en la fiesta,
También entra en escena, en la parábola, el hermano mayor. que comparta su alegría. Con otras palabras: le suplica que «entre»
Desde el principio sabíamos de su existencia («Un hombre tenía en la lógica del amor y del perdón. En el fondo, no es sólo ahora
dos hijos...»), pero hasta ahora su figura había quedado en la som- cuando este queda clavado en el umbral de la casa. Su postura ac-
bra. No se dice nada de su reacción en el momento de la marcha de tual demuestra que desde siempre ha estado «en el umbral»...
su hermano. Ahora, cuando «se acerca a la casa» y oye la música, ¡Qué lección para escribas y fariseos! Y también para nosotros.
se destaca su reacción rabiosa por la vuelta de aquel malvado. «Pero el hijo le contestó: 'Hace ya muchos años que te sirvo
Pregunta a un criado y este le informa sobre lo sucedido con sin desobedecer jamás tus órdenes...'». Es un confíteor al revés.
una narración concisa, totalmente centrada en el comportamiento El hijo mayor ensarta el confíteor de sus méritos, la letanía de sus
del padre. El criado no opina, se limita a referir. Quizás vislumbra virtudes. J. Dupont subraya que la presentación de la fidelidad del
la cólera del hermano mayor y no quiere ser él el primer blanco. hijo mayor corresponde perfectamente al ideal religioso de escri-
«Él se enfadó y no quería entrar». Literalmente: «Montó en có- bas y fariseos, basado en una obediencia ciega a la Tora, una aten-
lera». O sea, está furioso. Rabia, celos, indignación componen una ción escrupulosa (yo diría «desatinada») para no trasgredir ni si-
mezcla explosiva que dentro de unos momentos explotará en la ca- quiera uno de sus muchos preceptos.
ra del padre. Hasta ahora se sentía como el amo incontrovertible, Además, el verbo «servir» en la Biblia se utiliza también para
el único heredero legítimo. Y mira por cuánto se topa con aquel indicar el servicio prestado a Dios. Sin embargo, aquí evidente-
sinvergüenza que ha echado puñados de fango en el blasón de la mente se trata de un trabajo cargante, desempeñado sin amor, del
familia. El ya lo había dado definitivamente por «muerto». Su que está ausente toda idea de gratuidad.
suerte no le interesa en absoluto. «Y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis
Y la contrariedad estaría también determinada por el orgullo amigos». Después del confíteor de los méritos, viene el capítulo de
herido: el padre, antes de preparar aquella fiesta «inoportuna», al las reivindicaciones, el desahogo de las frustraciones y de los de-
menos debería haberle preguntado, haberle pedido su parecer. Por seos reprimidos. Aquí explota todo lo que se ha llevado dentro du-
el contrario, ha hecho lo que le ha salido de las narices (del cora- rante demasiado tiempo: un cabrito... (además, ¡quién sabe si lo
pidió alguna vez!).
220 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 221
Hay circunstancias en que ciertos monumentos de irreprocha-
bilidad y de servicio irreprensible se resquebrajan, y bajo la fa- El padre, además de no transigir en lo referente a la necesidad
chada de «honorabilidad» aparecen mezquindades inimaginables. de la fiesta, vuelve a poner a cada miembro de la familia en su si-
«Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con tio. No quiere ser el padre de un hijo por un lado y de otro hijo por
prostitutas, y le matas el ternero cebado». Aquí el mayor mani- otro lado. Es padre de dos hijos, igual y tiernamente amados. Y
fiesta todo su desprecio hacia el hermano, con quien ha roto toda por tanto estos dos hijos se han de considerar hermanos. A «este
relación («ese hijo tuyo...»), y también su desaprobación por la hijo tuyo» replica con «este hermano tuyo». No hace preferencias.
conducta del padre, acusado veladamente de premiar el vicio e ig- Y así como ha encadenado al pródigo con un abrazo, querría que,
norar la virtud. a su vez, el mayor se decidiese a abrazar al hermano «resucitado».
El ternero cebado y un cabrito negado: he ahí el campo mise- Sólo hay un amor del padre. Y este amor debería envolver tam-
rable en que se mueve la lógica, se devanan los pensamientos y los bién a los dos hermanos. Si uno de los dos se sustrae al amor del
resentimientos del hijo mayor. No logra situarse en otro plano. otro, quiere decir que se sustrae al amor paterno, lo rechaza.
«Pero el padre le respondió: 'Hijo, tú estás siempre conmigo, y
todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, es- No basta organizar la fiesta: se exige un corazón enfiesta
taba perdido y ha sido encontrado'». El padre no adopta un tono
severo. Prefiere el del amor, e incluso el de la ternura (la palabra Como ya hemos dicho, las tres parábolas del «hallazgo» que
«hijo» expresa toda la ternura del padre hacia quien ha engendra- componen el capítulo 15 de Lucas terminan con una explosión de
do). La respuesta, pues, está toda llena de dulzura y de afecto. alegría incontenible. La fiesta es la conclusión de las tres aventuras.
«Tú estás siempre conmigo...». «Estar con», en una perspecti- Es importante que todos se sientan implicados en esta fiesta:
va bíblica, no indica sólo la cercanía física, sino una comunión de «Alegraos conmigo...». La alegría del encuentro es compartida
amor, una consonancia de sentimientos. por todos sin reservas.
«Todo lo mío es tuyo...». El padre, desde un punto de vista ju- La única fiesta que queda suspendida es precisamente esta úl-
rídico, ha conservado la propiedad de los bienes, que el mayor só- tima. Frente a las quejas resentidas del hijo -totalmente entregado
lo heredará a la muerte del padre. Pero, como vive con él, prácti- a la casa, al trabajo y al respeto a los reglamentos- los preparativos
camente ya dispone de ellos. Sin embargo, quizás no hay que del padre se interrumpen, se suspenden los bailes, cesa la música,
quedarse exclusivamente en el plano jurídico, sino elevarse a una se callan los coros.
dimensión humana. El amor que media entre padre e hijo implica El padre ha podido prever el ternero cebado, el anillo, la túni-
que tengan todo en común (y no sólo los bienes). Es como si el pa- ca de lujo, las sandalias... Pero no ha podido prever la acogida del
dre dijese: «Desde el momento que tú tienes todo en común con- hermano mayor. Esto no estaba a su alcance.
migo, ¿por qué no aceptas tener en común también mi alegría, mis El padre respeta la libertad de todos. Como respetó la decisión
sentimientos, mi acogida, mi perdón, mi generosidad?». del menor que abandonaba la casa, así no pretende forzar la liber-
«Pero era necesario alegrarnos y hacer fiesta, porque este her- tad del mayor «plantado» en el umbral.
mano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha Sin embargo, qué hermoso hubiera sido poder ofrecer, como el
sido encontrado». «Era necesario»: el padre usa la forma imperso- regalo más preciado de los festejos, también el corazón lleno de
nal. No quiere culpabilizar al hijo, sino hacerle comprender que la alegría del hermano mayor. Un corazón dilatado por la bondad,
fiesta es un imperativo absoluto. por la magnanimidad, por el perdón, y no entumecido por la mez-
«Hacer fiesta» indica la alegría bullanguera, la alegría exterior, quindad, por las quejas, por las recriminaciones. Desgraciadamen-
incluso el jaleo propio del banquete. «Alegrarse», por el contrario, te, de esto no podía disponer.
indica el gozo del corazón, la alegría interior. ¿Y tú, escriba y fariseo? ¿Te animas a poner a disposición un
«corazón de fiesta» para que la casa resulte acogedora?
222 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 223

¿Cuándo llegará la conclusión? Entonces ¿nos decidimos a escribir el final feliz de la parábo-
la para que la fiesta interrumpida bruscamente pueda reanudarse?
En la parábola falta la conclusión, el «final feliz». Solamente
llegará cuando suceda el acontecimiento sensacional de la conver-
sión del hijo mayor. Sí, de ese que quedó fuera. Ese que se consi- RETRATO (NO EXCESIVAMENTE INVEROSÍMIL) DEL HIJO MAYOR
dera en su sitio.
El mayor es un frío calculador, un triste burócrata de la virtud, El camino del padre
sin un brillo de vida, de alegría, de espontaneidad. Su perfección
es funcional, sin alma, sin creatividad. Excesivamente complacida Después de haber comentado versículo por versículo la pará-
y exhibida para ser estimable. Su virtud está enmohecida, una vir- bola, parémonos para delinear la figura de algunos protagonistas.
tud que huele, una virtud con mal aliento. La virtud, por el contra- Con una breve alusión al padre.
rio, debería ser como una planta lozana, rica de brotes, de hojas, de Normalmente se subraya el largo camino (partida y retorno) re-
perfumes, que te proporciona alegría de vivir, de experimentar... corrido por el hijo pródigo, un camino que le ha llevado hasta un
Una virtud no tiene nada que ver con el tedio, con la cansina «país lejano», donde, una vez pasado el aturdimiento de los place-
repetitividad, con ahogar la naturalidad, con la momificación de la res, atenazado por la nostalgia de la casa paterna, ha dado el primer
persona, con la esterilización de los sentimientos. La virtud debe paso importante: «Recapacitó». Después de esto, ha madurado su
relacionarse con la vida, la fraternidad, la amistad, la sonrisa, la decisión: «Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre».
acogida del más débil, la alegría e incluso el orgullo de aparecer Pero se deja de lado el hecho de que esencialmente es el padre
junto al más andrajoso. La virtud que se separa de la fiesta, se se- quien ha caminado mucho. En efecto, él es quien sale «corriendo
para también del Padre. al encuentro» del hijo que ve a lo lejos. Y después se dirige a los
No sólo hay un abismo entre el hijo mayor y su hermano cala- criados para ordenar la fiesta.
vera (mejor, el hijo de su padre...), sino, sobre todo, entre su men- Pero junto a un hijo tunante que vuelve de lejos, está el otro,
talidad y la del padre. No olvidemos que los dos se expresan con que siempre ha estado en casa, «ejemplar» en su conducta, que no
un lenguaje completamente opuesto. Aquel habla de terneros, ca- quiere entrar, no le gusta la fiesta, no soporta la alegría del padre,
bras, bienes, lo justo y lo injusto. El otro habla de persona reen- no reconoce como hermano al que llega sin un expediente de mé-
contrada, resucitada. El mayor habla el lenguaje de la ley, del cas- ritos, es más, provisto sólo de un expediente de deméritos; habla
tigo, de la dureza. El padre habla el lenguaje del amor, del perdón, de él con acritud. Y entonces el padre se ve obligado a salir afuera
de la misericordia, de la ternura. otra vez para «rogar» al hijo obediente. Le suplica para que cam-
Sí, también -y sobre todo- el hijo considerado virtuoso tiene bie de corazón, para que se ponga de acuerdo con su alegría.
que convertirse. Convertirse al evangelio y abandonar la ley. Sola- Uno vuelve con una mentalidad de criado («No merezco lla-
mente así la parábola tendrá un final feliz. marme hijo tuyo; trátame como a uno de los jornaleros»). El otro
Tanto si nos reconocemos en el hijo que se fue, como en el que permanece puntillosamente fuera porque tiene mentalidad de con-
se quedó para trabajar duro (pero sin alegría y sin amor), la pará- table y no se encuentra en sintonía con el corazón del padre.
bola nos presenta la exigencia de la conversión. Conversión como Sin embargo, el padre está convencido de que hay que «ale-
capacidad de ajustar nuestros pasos a los del Padre, mejor, al ritmo grarse y hacer fiesta». Por eso no duda en «salir afuera». A buscar
del corazón del Padre. Y de compartir sus «ganas de fiesta», más al que se ha quedado, a recuperar al que no se ha perdido y a hacer
aún, la necesidad de la fiesta. entrar en casa al que nunca se había alejado.
Y no sólo es el mayor el que se ha quedado en el umbral. Son Cuánto debe caminar este padre incansable para convencer al
también los escribas y fariseos, primeros destinatarios de la pará- alejado que regresa, para que entre en la casa con la cabeza alta en
bola. Y también nosotros, los oyentes. calidad de «agraciado» y no como un condenado, y para que sepa
224 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 225

que es acogido en calidad de hijo y no de criado. Y la única peni- imprevisibles iniciativas del padre. No basta con no abandonar la
tencia que recibe es la de una fiesta increíble con música y bailes. casa. Hay que tener presente al «viejo» que corre al encuentro del
En casa no se pierde la libertad, sino que se la reencuentra. Hay hijo que escapó y ahora regresa.
música, canto, fiesta, no lamento fúnebre. El hijo mayor se ha quedado con sus ganas de cabrito insatisfe-
Y cuánto tiene que caminar el padre sobre todo para intentar chas. Él, más que aferrarse a las promesas, se agarra a las reivin-
convertir al hijo «fiel» que rechaza entrar porque está convencido dicaciones. Precisamente él, que no se ha alejado, rechaza entrar
de que está dentro... en casa (no alejarse no es lo mismo que «estar dentro» de la mane-
ra correcta, así como no transgredir las órdenes no significa reali-
zar el proyecto paterno). Porque en aquella casa, según las infor-
El hermano mayor maciones recogidas por un criado, encontrará no solamente a un
hijo pródigo, sino sobre todo a un «padre pródigo». Sí, un padre
Se presenta, en oposición al hermano vagabundo, como una fi- que «derrocha» misericordia, perdón, abrazos de acogida, besos.
gura estática, monumento de irreprensibilidad y, por tanto, consti- ¿Cómo se puede vivir en una casa en donde el corazón es más
tucionalmente incapaz de conversión. importante que el reglamento, donde la misericordia supera la jus-
Si el más joven es un «abusón», el mayor se presenta como un ticia, donde la disciplina deja el puesto a un banquete con cantos y
insoportable «poseedor de derechos». Él no se mueve porque se música?
considera ya en su sitio. Enjaulado en la ley, en la observancia. No cae en la cuenta de que también él tiene finalmente que
«Quizás está en estado de gracia, pero no ciertamente en acción de volver, porque tiene muchas cosas que necesitan perdón. Sí, dejar-
gracias. No ha cometido culpas graves, pero no tiene amor. Su jus- se perdonar su obtusa regularidad sin alma, su «buen hacer» des-
ticia le ha agriado» (L. Evely). pechado, el moralismo mezquino, la pretensión de ser un hijo
Necesita seguridad. Y se siente «seguro» en el hacer, en las ejemplar sin aceptar... al hijo de su padre. Su incapacidad para co-
prestaciones impecables, en el respeto a los horarios, sin cometer locarse en una perspectiva de gratuidad. Hacerse perdonar la obe-
jamás un error. Mientras que la profecía es buscar seguridad en el diencia sin alegría, el trabajo interesado (interesado por un mise-
impulso hacia delante, en el día a día, en el arriesgado camino de rable cabrito), la atmósfera gélida que crea con su presencia en la
la fe, él busca la seguridad en el inmovilismo, en la referencia a un casa. Hacerse perdonar la alergia a la fiesta y al perdón.
reglamento externo, en la obediencia sentida como imposición «No quería entrar». Hasta ahora se ha limitado a no marcharse.
onerosa y limitante. Pero nunca se ha decidido -ni siquiera antes- a entrar de verdad.
El mayor, en una palabra, es un calculador, un mezquino buró- «Hijo..., todo lo mío es tuyo...». Precisamente esto es lo que
crata de la virtud, sin un brillo de vida, de alegría, de espontanei- le da miedo. Le da miedo la posibilidad de «hacer suyo» el cora-
dad. Su perfección es funcional, sin alma ni creatividad. zón del padre, su amor loco, sin medida. Si se tratase de adminis-
trar justicia y castigos, de asegurar la disciplina de la casa, no ha-
bría dificultad. Pero aquí no es cuestión de administrar, y tampoco
Es difícil que se convierta de vigilar, sino de «prodigar», o sea, de amar sin límites.
Y se queda allí plantado en el umbral de casa. Condenado a en-
Su conversión resulta sin duda más ardua que la del primero. vejecer nutriéndose de refunfuños. Él jamás ha desatendido un
Es difícil convencerse de que el puesto en la casa no se puede mandato paterno. Pero cuando el padre le «ruega» que entre, esto
«conservar», solamente se puede «reencontrar» día a día, con infi- es, que cambie de corazón y cerebro, él se pone a discutir. Prefie-
nita sorpresa. Y que la fidelidad no consiste simplemente en «per- re ser irreprensible, justo, satisfecho de sí mismo, antes que con-
manecer», en secundar las órdenes, sino en admitir cotidianamen- tento y cómplice de un padre pródigo. Quién sabe si al final logra-
te las novedades, la lógica paradójica y las desconcertantes e rá confesar: «Padre, hace muchos años que te sirvo. Pero sólo hoy
226 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 227

he empezado a entender algo. De ti. De mí. Del otro. De la casa». inconveniente de ser honrado. Demasiado honrado. Y seguramen-
Quién sabe si llegará a decirle: «Padre, perdóname por haber sido te ha sido su fría honestidad legalista la que empujó al hermano
fiel sin amor». menor a saltar la tapia. El pródigo se fue de la casa paterna porque
su hermano se comportaba como un separado.
Las virtudes del mayor, mejor dicho, su manera de ser virtuo-
Dilapidador de sueños so, habían levantado la barrera. Y frente a una barrera como esa,
dan unas ganas instintivas de saltar al otro lado.
Como hemos visto, el hermano mayor recita el confíteor al re- A veces es precisamente la manera de ser buenos que tienen
vés: «Hace muchos años que te sirvo sin desobedecer...». Eviden- ciertos «justos» lo que atrae irresistiblemente hacia el mal.
temente, pertenece a la misma raza del fariseo: «Dios mío, te doy
gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, in-
justos, adúlteros... Ayuno dos veces por semana y pago los diez- Dispensador de moralina en grandes dosis
mos de todo lo que poseo...» (Le 18, 11-12).
Pero como él no lo ha hecho, tendré que recitar yo el confíteor Es lícito suponer que el mayor no ha ahorrado prédicas ni con-
en su lugar. Iré desgranando sus culpas. No por el gusto de acusar, sejos al inquieto y licencioso hermano pequeño. Incluso le habrá
sino porque me reconozco a mí mismo sin mucho esfuerzo en la pintado con tintas oscuras la fealdad del pecado y sus consecuen-
figura del hermano mayor. Por tanto, podría ser mi confíteor. cias nefastas. Y el pródigo debe haber comenzado a sospechar que
«Ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitu- el pecado no debería ser tan feo como lo pintaba aquel conservador.
tas...». No se da cuenta de que el primer dilapidador ha sido él. Ha Y de no haber intervenido intempestivamente el padre, el ma-
devorado sueños, ideales atrevidos, el gusto de la aventura. Ha ma- yor hubiera reñido al hermano que volvía de su descabellada aven-
tado bien pronto los entusiasmos. Ha recortado cuidadosamente tura, le habría encerrado en la celda de seguridad, sometiéndolo a
los horizontes demasiado elevados. Su bandera se ha convertido en una especie de lavado de cerebro e iniciando una labor de «reedu-
un pañuelo. Se ha creado un mundo y una escala de valores a me- cación» y de recuperación, tras la que el pródigo hubiera sentido
dida de su mediocridad y mezquindad. Se ha puesto las pantuflas nostalgia por el «país lejano», con puercos y algarrobas.
y se ha convertido en un hombre de orden, ha envejecido precoz- «Gracia es experimentar mayor placer en no pecar que en pe-
mente. Es más, nunca ha sido joven. Ha dilapidado la esperanza, la car» (L. Santucci). El hijo mayor cometió la equivocación de no
frescura de la juventud, con sus ímpetus e inquietudes, con sus me- haber sabido demostrar en concreto, en su propia ficha personal,
tas «imposibles». Ha dejado marchitar los sueños más audaces. todo esto. Tenía el aire de un enterrador de la alegría. Por eso logró
«El ha desperdiciado la riqueza más sagrada, la del misterio. hacer el vacío a su alrededor. Y el otro se fue a buscar la alegría a
Ha alcanzado ya desde sus primeros años la sabiduría de los vie- un «país lejano». Si ese era el sabor y el perfume de la virtud, re-
jos, la incredulidad. De sus cálculos ha eliminado inmediatamen- sultaban más sabrosas las algarrobas.
te la incógnita, la parte de lo incierto; se ha acogido a los números En una palabra, según una expresión de E. Mounier, sometió al
explícitos, a la realidad segura, a los bueyes, a las cosas y a la con- hermano a fuertes inyecciones de moralina. Redujo la pertenencia
fianza del padre» (A. Romanó). a la casa del padre a una cuestión de reglamento, de leyes, de ho-
rarios, de deberes y prohibiciones.
Le llenó la cabeza de lo que tenía que hacer, y sobre todo de lo
Demasiado honesto que no debía hacer -porque está prohibido y basta- sin hablarle
nunca de lo que era. Y el pródigo se encontró con un camino eri-
No conoce la libertad suprema, que consiste en admitir: «Me zado de señales de prohibición, con un camino de dirección única.
he equivocado..., hasta ahora no he entendido nada...». Tiene el Por eso quiso hacer su camino, a la búsqueda de sí mismo.
228 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 229

«En verdad, se encuentra en el mundo con más frecuencia de la Hasta ahora, con excepción del cabrito, las cuentas salían bien.
debida, bajo el nombre de cristianismo, un código de conducta mo- Ahora ya no, el mayor entra en crisis. Jamás ha tenido el coraje de
ral y religiosa cuya preocupación principal parece ser la de desa- plantearse esta pregunta: ¿quién está lejos de la casa, ese vividor
nimar a los entusiastas, la de colmar los abismos, la de esquivar la que la ha abandonado pataleando o él, que se ha quedado en ella
audacia, la de eludir el sufrimiento, la de reducir a una conversa- sin amor? Su airada presunción le impide sospechar que quizás sea
ción doméstica las exigencias del Infinito y la de domesticar las él, y no el pródigo, quien se encuentra en un «país lejano», y de to-
angustias de nuestro estado» (E. Mounier). dos modos como extranjero en casa.
El pródigo no ha encontrado en el hermano la respuesta a sus Reaparece en el horizonte, salido de quién sabe dónde, el sin-
verdaderos problemas. Le ha tocado escuchar la solfa de siempre, vergüenza de su hermano: «Traed en seguida el mejor vestido y
sabidísima, insoportable. Y entonces ha decido actuar por su cuen- ponédselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en
ta, y se marchó sin ni siquiera volver la vista atrás. ¿Por qué? Se los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un ban-
habría encontrado con aquel severo rostro, con aquella caricatura quete de fiesta». El padre, que debe haberse vuelto loco, ha borra-
antipática del rostro paterno. do de repente la memoria del ordenador familiar. Ha echado sobre
Los peores enemigos de la religión no son los que la combaten el libro de cuentas el peso de su corazón. Es el fin del mundo. Las
abiertamente. Son las filas compactas de los hijos mayores (en- cifras saltan. Se invierten el haber y el debe. Las operaciones no
grosadas también por seudoconvertidos) que la empobrecen, la de- cuadran. No se entiende nada. El corazón es el que ha desbarata-
forman, la reducen a un amargo y estrecho moralismo, la enjaulan do todo. Hay incompatibilidad entre corazón y cifras.
en una árida ortodoxia. El mayor se escandaliza del evangelio, porque hace añicos su
contabilidad. Murmura: No es justo, es demasiado; a este paso
¿adonde vamos a parar? La rebelión está ahí... Descubre con es-
Experto en minuciosidad contable tupor y despecho que el centro de la casa no es el reglamento, si-
no el corazón del padre. Y no se pliega a los comportamientos im-
El mayor consideraba sus relaciones con el padre como una previsibles de aquel corazón, a los caprichos de ese amor.
partida de méritos que había que registrar con minuciosidad con- Una formación religiosa inspirada en la ley, en el reglamento,
table. En su aritmética pedante las cuentas cuadraban exactamen- hace «practicantes», pero no hijos, no enamorados, no cristianos.
te. Todo estaba registrado en la memoria del ordenador familiar. El que permanece en casa sin amor es un desertor.
La verdad es que había un pequeño superávit en el «haber»: un
cabrito para una cena con los amigos. El padre le debía un cabri-
to. Solamente así cuadraba el balance. Que no se olvidase el viejo. Culpable por haberse quedado
Si no, ya se encargaría de recordárselo, de echárselo en cara ape-
nas se presentase la ocasión (y la ocasión propicia se presentó en ¿Qué ha hecho el mayor para impedir la fuga del pródigo?
el momento de la fiesta organizada para aquel vividor). ¿Qué ha hecho para favorecer su vuelta? Nada. Es más, en secre-
El hijo mayor, trabajador infatigable, hombre de orden, buen to lanzaría un suspiro de alivio. Con la marcha de aquel cabeza lo-
cristiano, ha cometido la equivocación de convertir al padre en una ca, finalmente volvía el orden y la disciplina a la casa. Todo en su
especie de revisor de cuentas, dándole el encargo de llevar con- sitio. Ninguna preocupación. Ninguna crisis. Ninguna angustia. Y
cienzudamente la contabilidad de sus buenas obras, de sus méri- además, las ramas secas más vale cortarlas sin piedad.
tos. Se empeña en que las cuentas salgan siempre bien, en cada Tiene el inconveniente de haberse quedado en casa mientras el
momento. Y se escandaliza por la vuelta del pródigo, creyendo que hermano estaba lejos, mientras el corazón del padre le seguía has-
su aritmética ha fracasado. El padre ha creado una gran confusión ta aquella región remota. La casa estaba desoladamente vacía, por-
en los libros contables, ni siquiera ha encendido el ordenador. que el corazón del viejo estaba más allá de sus paredes.
230 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 231

Debería haberse marchado también él e ir en busca de su her- ridad ante el pecado. En el fondo del corazón está convencido de
mano. Se le ofrecía la estupenda posibilidad de ser él quien podía que su hermano se lo ha pasado en grande. Que ha gozado de fe-
devolverlo a la casa paterna. «Nos salvamos o nos perdemos jun- licidad. Mientras que él, por exigencias del reglamento, para no
tos». Y ha dejado escapar la ocasión. «¿Soy yo acaso el guardián atraerse los castigos paternos, se veía obligado a andar derecho.
de mi hermano?» (Gn 4, 9). Él tenía que haber sido quien se hubiese encargado de preparar
Una piadosa señora se ha desahogado en las páginas de un pe- la fiesta para el pródigo. Sí, la fiesta como resarcimiento por toda
riódico: «Comprendo a los curas que abandonan a la oveja fiel pa- la amargura y las desilusiones mascadas en los antros de placer,
ra ir en busca de las noventa y nueve perdidas. Pero, a la vuelta, por todo aquel periodo de lejanía de la casa paterna. En el fondo,
¿no podría el pastor regalar al menos una sonrisa a aquella que él estaba de fiesta todos los días. Era la fiesta de poder hacer la vo-
quedó en el redil?, sonrisa que sería lo mismo que decirle: 'Tú es- luntad del padre, de permanecer con él. Era la recompensa impa-
tás aquí: te quiero mucho y no te olvido'; una sonrisa que la con- gable de poder obedecerle (¡mucho más que un cabrito!).
fortaría y le ayudaría a soportar sus penas. Ciertamente, a pesar de Qué equivocación la que lleva a confundir la diversión, la disi-
las apariencias, también esta oveja que puede parecer satisfecha pación, con la felicidad. El mayor no ha entendido la trágica ver-
tiene necesidad del pastor. Sufre por sentirse abandonada. Aquella dad de la confesión salida de la boca del hermano: «¡Yo aquí me
sonrisa parecería poca cosa, pero para ella sería todo». muero de hambre!». No ha caído en la cuenta de la imposibilidad
Quisiera responder a esa señora apesadumbrada. Intente leer de obtener la felicidad de las criaturas. No ha entendido que el co-
atentamente la parábola del pródigo, y caerá en la cuenta de que el razón del hombre no se puede llenar con las cosas. Necesita de al-
padre ha regalado mucho más que una sonrisa al hijo que quedó en go más. Los alimentos terrenos no le bastan, no le sacian. Es más,
casa. Pero no es esto lo que importa. Le pregunto: ¿y eso, según le hacen morir de hambre. El mayor no está convencido de que ha-
usted, sería fidelidad? ¿Se atrevería a llamar fidelidad a quedarse cer el bien proporciona mayor alegría que hacer el mal. No está
en esas condiciones, mientras las noventa y nueve están fuera (in- muy convencido del gozo que es hacer la voluntad del padre.
cluso un poco por culpa nuestra), mientras el pastor recorre cerca- Qué mal asunto (eufemismo) si no existiese el paraíso... Pen-
dos, senderos y vallados en su búsqueda? sándolo bien, si no existiera esa fea perspectiva de terminar abrasa-
El pastor, no lo dude, le regalará una sonrisa, y mucho más que dos en el infierno... Muchos cristianos sufren del mismo complejo
una sonrisa, pero no cuando la vea al volver, en el calórenlo pro- de inferioridad frente al pecado. No están convencidos de que, si
tegido del redil, sino cuando la encuentre a su lado, comprometida por una hipótesis absurda, no existiera el paraíso, nada tendríamos
en la misma aventura de búsqueda, empeñada en el mismo riesgo que lamentar por ello, y nada que cambiar en nuestra conducta.
de la recuperación de las perdidas. También el mayor estaría dispuesto a hacer alguna travesura, si
Pero dejemos al hermano mayor mascullando sus refunfuños. no temiese dilapidar sus bienes, si no estuviese atenazado por el
No se lo digamos a los fariseos, porque no lo han previsto en sus miedo, si no estuviese condicionado por el juicio de los demás.
códigos sin alma y tampoco en los de sus intelectuales de confian- El mayor evita el pecado, no porque tema traicionar al amor, o
za, los escribas. Ser cristianos significa comprometerse para po- ensuciar en sí mismo la imagen del Padre, sino únicamente porque
tenciar y hacer más hermosa la inenarrable fiesta de Dios. El que- teme manchar su currículo espiritual. No le interesa tanto la rela-
darse al abrigo, en ciertos casos, puede constituir una culpa. ción personal con Dios, cuanto su buena conciencia.

Complejo de inferioridad ante el pecado «¡Ya no hay religión!»

«Ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitu- Ahora que el hermano mayor ha recitado por mi boca (copia
tas.. .». Los exabruptos del mayor delatan un complejo de inferio- fiel de la caricatura original) el confíteor, le llega puntualmente la
232 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 233

penitencia: «Teníamos que hacer fiesta». Precisamente la peniten- Quien ha tocado el fondo del abismo de la degradación, tanto
cia consiste en participar en la fiesta que alegra a toda la casa. humana como espiritual, puede levantarse hacia lo alto, hacia el ai-
Consiste en verse «precedido» por el pródigo. re abierto, hacia la santidad. Solamente el mediocre carece de esa
Y no sólo por él. «Las prostitutas os precederán en el reino de posibilidad. El pecador (y la observación es de G. Bernanos en
los cielos» (Mt 21, 31). Es el colmo. No sólo precedido por ese di- Diálogos de carmelitas) puede nacer de nuevo porque todavía no
soluto, sino incluso por esas «prójimas» con las que el pródigo ha ha nacido a la vida de la gracia. El mediocre, no. El mediocre ya
dilapidado todos sus bienes. ¡Ya no hay religión!, le entran ganas ha nacido, y ha nacido mal, ha nacido «equivocado», es un aborto.
de decir, como a ciertas personas que conozco. Al pecador se le abre el camino de la santidad. El mediocre, el
Exacto. Ya no hay religión. Ya no hay religión sin amor. tibio, queda atrapado con plena satisfacción por su parte en el fan-
go de su mezquindad, suficiencia y presunción. Del pecador pue-
de brotar el santo. Tiene madera para ello. Pero el mediocre per-
Provocaciones manecerá siempre como un garabato, una caricatura antipática,
gastando su vida en admirarse y creer que, después de todo (des-
Las suertes del pródigo pués ¿de qué?), no está mal. Es más, en comparación con otros...
El pródigo, en el camino de regreso, tiene que guardarse de las
Podemos preguntarnos: ¿el pródigo ha tenido suerte? Sin duda. «malas compañías». No, no de esas en que pensamos. La «mala»
Pero su mayor suerte no ha sido sólo la de haber terminado su compañía es sobre todo la del mayor, la del mediocre y la de los
aventura en los brazos del padre y ser acogido en casa con todos que pertenecen a su club. Porque es la única que puede quitarle la
los honores. Ha tenido otra suerte colosal: la de no haberse encon- nostalgia de la casa paterna.
trado en el camino de vuelta con el hermano mayor. Si se hubiese El pródigo, para llegar a buen puerto, «no debe arrimarse a ma-
tropezado con él, probablemente su itinerario atormentado habría las compañías, quedarse en el rincón estrecho de un gueto cristia-
concluido de una manera muy distinta. no. Existe una buena compañía cristiana y todos pueden juntarse
Afortunadamente, el mayor entra en escena cuando está todo con ella como verdaderos y sinceros amigos de Dios y del hombre:
hecho, cuando ya ha empezado la fiesta, cuando el ternero cebado es la compañía de los santos» (E Heer).
ya estaba sacrificado. La estrategia de la misericordia del padre ha
tenido un éxito completo, sin que pueda ser ya discutida por ese Si le hubiese encontrado...
personaje quejumbroso y amargado («Teníamos...», o sea, no que-
da ya sino levantar acta del hecho consumado). Pero ¿qué habría ocurrido si, en el horizonte del hermano ma-
El libertinaje, los compañeros de francachelas, la carestía, los yor, se hubiese vislumbrado la sombra del pródigo? ¿Qué habría
cerdos. El camino del pródigo está plagado de todos estos peli- sucedido si el trabajador quejumbroso hubiese visto pasar a aquel
gros. Pero son peligros que determinan también su salvación. Son vago mientras él araba los campos?
espinas que, al caminar mucho, penetran profundamente en su car- ¿Qué hubiera hecho yo si me hubiera encontrado con él?
ne y le hacen sentir nostalgia ansiosa de la casa paterna, le abren 1. Probablemente hubiera pasado de largo. Habría encontrado
de par en par su incapacidad radical para apagar su búsqueda y le en seguida una etiqueta para aplicársela a aquel vagabundo: irre-
hacen exclamar esta confesión liberadora: «¡Yo aquí me muero de cuperable, contagioso, corrupto, la oveja negra, la ruina de la fa-
hambre!». milia. Y me habría guardado bien de acercarme a él.
En el camino, el peligro más grave era la posibilidad de encon- El hombre se convierte en una abstracción cuando le pongo en-
trarse con el hermano mayor, el trabajador infatigable, el cristiano cima una etiqueta, cuando lo clasifico. Y cuántas etiquetas tene-
de una pieza. El padre temblará probablemente pensando en esa mos preparadas... La etiqueta impide ver al hombre en su realidad
eventualidad. más auténtica: un hermano.
234 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 235

2. O también me habría encarado con él duramente. Le hubie- El empujón se lo he dado yo


ra apabullado con invectivas, con las previsiones más catastrófi-
cas, con el castigo inminente (en efecto: «Traed en seguida el me- Se nos queda sin respuesta esta pregunta: ¿por qué se fue? No
jor vestido y ponédselo... Celebremos un banquete de fiesta...». dio explicaciones en el momento de la partida, ni alegó excusas en
¡Esto es el apocalipsis del padre!). el momento de la vuelta. Pero alguno ha intentado entenderlo. He
3. O habría pretendido convertirlo. aquí el análisis de E. Mounier: «Esos seres encorvados que cami-
¿Cuándo entenderemos que nosotros no convertimos a nadie, y nan por la vida con los ojos bajos, esas almas desquiciadas, esos
que solamente podemos favorecer la conversión de los demás con calculadores de la virtud, esas víctimas dominicales, esos tímidos
el diálogo respetuoso, la comprensión, la escucha? ¿Cuándo acep- devotos, esos héroes linfáticos, esos tiernos bebés, esas vírgenes
taremos humildemente buscar juntos, caminar juntos? marchitas, esos vasos de aburrimiento, esos sacos de silogismos,
¿Cuándo dejaremos de hacer que entre Dios a la fuerza en cier- esas sombras de sombras...». Podría ser un muestrario incompleto
tas almas? ¿Y si él ya hubiera entrado silenciosamente, respetuo- de las «piedras vivas» que componen la casa.
samente, a lo mejor por la puerta de servicio, sin decirnos nada, Y podríamos añadir a la lista: las fórmulas brillantes, el hablar
sin pedirnos permiso, sin dejarse prestar por nosotros la llave «se- con lenguaje «eclesiástico», la jerga del grupo, los primeros de la
gura», sin dejar ninguna huella visible «fuera»? clase, los maestros que proliferan -con sus diagnósticos y recetas-
Ciertas formas de hacer el bien de forma asfixiante, sin respe- en todos los canales de televisión, los intelectuales plomizos, los
tar el camino del otro, sin discreción ni pudor, con mucha soberbia apologetas serviles, los aduladores en servicio permanente (y bien
y un inconfundible aire de superioridad, son lo opuesto a «ganar» recompensado), los inexorables guardianes de la ortodoxia...
al hermano como nos enseñó Jesús. Cada uno es guardián de su En ese caso, cuando el ideal se encarna en una realidad tan desi-
hermano. De acuerdo. Pero no debe ser su policía o su espía. Y lusionante, no hay por qué extrañarse de que alguno sienta necesi-
tampoco el guía obligatorio en todas las etapas de su itinerario. dad de aire libre, salte la tapia y se vaya a recorrer el mundo. O
El pródigo camina hacia casa. Cualquier intento equivocado de también, si ya está lejos, que no sienta gana alguna de volver.
conversión puede resultar una barrera, un obstáculo. Ya se encar- Pero el empujón decisivo se lo he dado yo.
gará el padre de que entre. Quizás, más que una pastoral sobre «cómo atraer a los aleja-
4. O también le habría obligado a hacer un examen preliminar. dos», urge una pastoral para no «fabricar alejados».
Le habría preparado. Me hubiera asegurado de que suscribiese de-
terminadas condiciones. Lo que supone retrasar el abrazo paterno. Por qué ha vuelto
Por qué preocuparse del vestido andrajoso y de los zapatos ro-
tos, cuando en casa están preparados «el mejor vestido» y las san- El Maligno ataca al hombre, creado a imagen y semejanza de
dalias nuevas. Dios, y vive como parásito sobre él, formando, como dice P Ev-
Hay que seguir el procedimiento inverso: «Primero echarse en dokimov, «una excrecencia monstruosa, una tumefacción demonía-
los brazos del Padre, creer en su amor y en su perdón sin condi- ca». El mal se pega, arraiga y se adhiere al ser como un parásito y
ciones. La limpieza moral se hará en un segundo tiempo, espontá- lo devora. Le chupa la sangre. Lo vacía.
neamente, en la casa paterna. Lo único que puede liberar al hom- Así, de pronto, el pródigo se ve devorado por un Parásito im-
bre de su pecado es que tome conciencia de que Dios le considera placable que le ha chupado algo más que el patrimonio. Se ve co-
de verdad siempre como hijo suyo, aun en medio de la más grande mo vaciado de sí mismo. Y se descubre miserable, pobre en el sig-
miseria. Si el hombre tiene esa fe filial, el mal quedará realmente nificado más radical de la palabra.
saneado en la fuente» (J. Tiger). «¡Yo aquí me muero de hambre!». Pero precisamente gracias a
Cuando el pródigo encuentre en el umbral los brazos del padre esa dramática constatación de un hambre atroz, de una pobreza to-
abiertos de par en par para acogerlo, entonces quedará curado. tal (pobreza del ser) es donde empieza la trayectoria de la vuelta.
236 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 237

Hay una frase iluminadora de Primo Mazzolari que puede ser- A pesar de las apariencias, es más fácil dejarse reprender, cas-
virnos para encontrar la solución de la aventura del pródigo: «Bas- tigar. Sin embargo, Dios nos pide, a través del ministerio de la mi-
ta ser un hombre para ser un pobre hombre». Probablemente la fu- sericordia confiado a la Iglesia, que le permitamos perdonarnos.
tura antropología cristiana deberá partir de esta definición sencilla El pródigo ha sido recuperado en el momento en que «se ha de-
y esencial (sin excluir, naturalmente, la que pone de relieve la jado abrazar» y besar por el padre. La única «indemnización por
grandeza del hombre, al menos a nivel de proyecto). daños y perjuicios» exigida por haber derrochado el patrimonio de
El pródigo palpa que es un pobre hombre. Que ha ocultado las aquella manera es no rechazar los signos de un amor que ya no po-
señales de su grandeza original. Tiene el coraje de confesar su po- día esperar más.
breza constitutiva. Descubre y declara la desproporción que lleva Poder de un abrazo. Y también Pablo dice: «El amor de Cristo
dentro. Desproporción entre lo que es y lo que debería ser, entre su nos abraza...»(2 Cor 5, 14). No «nos apremia», como se suele tra-
hambre y las bellotas, entre su condición de porquero y la de hijo, ducir, sino «nos abraza», «nos apresa», «nos tiene en su poder».
entre su insaciable deseo de felicidad y los alimentos terrenos a los Hay que precisar, finalmente, que el pródigo no se ha converti-
que se entrega ávidamente. En el momento que descubre que ha do en «criatura nueva» (2 Cor 5,17) porque se haya puesto el me-
sido hecho para otra cosa y se da cuenta de que las cosas le han jor vestido. No es cuestión de vestidos, ni basta con cambiar de
traicionado, es cuando desempolva su dignidad y el sello divino imagen. Lo que cuenta no es la piel, ni lo que está sobre la piel, si-
impreso en su carne mortificada y humillada. no lo que está debajo. La transformación tiene que darse «dentro».
El pródigo descubre que es pródigo de Padre, de libertad, de «La palabra de la reconciliación» no se refiere simplemente a las
verdad, de dignidad, de amor. E intenta colmar el vacío que lleva posturas exteriores. O cambia el corazón, o todo queda como antes.
dentro como una herida abierta. Se le presenta la imagen de la ca- El padre no mete nada en los bolsillos vacíos del hijo. Le ofre-
sa paterna. En el «país lejano», en el «lugar de la desemejanza», le ce una posibilidad sorprendente: inaugurar una existencia nueva.
falta la casa. Le falta el rostro, el corazón del padre. Y Mazzolari
explica también: «El hombre vale por lo que le falta». Qué significa convertirse
Esta vez, a lo largo del camino de vuelta, el pródigo puede en-
tonar, aunque no sea más que tímidamente, el himno de la libertad. -Mira, ese se ha convertido...
Con el tono exacto. Y yo me apresuro a preguntar:
El Maligno, el Parásito, lo ha devorado y vaciado. Ahora el Pa- -¿Cuántas veces?
dre, echándole los brazos al cuello (un gesto que es el opuesto al Ante la pregunta, el informador se queda perplejo.
del Parásito que se pega a la piel para chupar), lo reconstruye, lo Conozco individuos -también famosos- que se han limitado a
rehace y lo reviste de esplendor. convertirse solamente el día de su conversión. Después no han
Pero no olvidemos que el punto de partida es siempre el mis- vuelto a pensar en ello. No creen que lo necesiten.
mo: la pobreza. «Solamente aceptándonos como pobres nos con- Para muchos cristianos, la conversión representa un fenómeno
vertimos en hombres» (U. Vivarelli). excepcional, llamativo, del que son protagonistas individuos que
pasan de las tinieblas del error a la luz de la verdad, de una con-
«Dejarse reconciliar» ducta perversa a una vida ejemplar (cuando es tal...). No sospe-
chan que la conversión representa un deber fundamental y habitual
Pablo tiene una expresión estupenda: «Os suplicamos en nom- del cristiano, que se inscribe en el registro de la cotidianidad.
bre de Cristo: dejaos reconciliar con Dios» (2 Cor 5, 20). No es Son víctimas de un equívoco según el cual se es cristiano (re-
cuestión de esfuerzo por parte del hombre. Mejor, el esfuerzo ligiosa, religioso, convertido) de una manera definitiva. Como
esencial por parte del hombre consiste en «dejarse reconciliar con quien ha conseguido un doctorado y es, y sigue siendo siempre,
Dios». doctor o ingeniero o teólogo.
238 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 239

No, uno no es cristiano, o fraile o monja, sino que simplemente La Iglesia de la misericordia, sacramento del Dios «rico en mi-
lo intenta. Nadie puede afirmar que ha alcanzado de una manera sericordia» (Ef 2,4), no es la Iglesia de los perfectos, sino la de los
estable esa meta. Tendemos a ella, pero nunca llegamos totalmente. pecadores perdonados. Y que saben que lo son. Y lo admiten sin
Y para «llegar a ser» hace falta convertirse. La conversión hipócritas reservas ni cavilaciones sutiles.
constituye un empeño de cada día. Costoso, doloroso. Instintiva-
mente tendemos a escabullimos, a extraviarnos. Por eso nunca es- No basta quedarse
tamos allí donde deberíamos estar. Nunca estamos donde él está
(aunque nos gusta creer que él está de nuestra parte). Él está siem- ¿Quién se ha ido más lejos, el pródigo o el hermano que siem-
pre en otra parte. Siempre está más adelante. Él piensa «distinto» pre estaba en casa y en el trabajo, y que nunca veía satisfechas sus
que nosotros. Él ama de forma «distinta» que nosotros. ganas de cabrito? Existe un permanecer sin amor y sin alegría que
Entonces, convertirse significa precisamente caer en la cuenta constituye una traición bajo apariencia (me atrevería a decir dis-
de que no estamos en regla. Que no estamos donde él está. Que fraz) de fidelidad y constancia. El hijo mayor que se queda, pero
nuestra lógica difiere de la suya. Que nuestros sentimientos no es- sin lograr sintonizar con el corazón del padre, sin entender su ale-
tán acordes con los suyos. Que nuestros pasos no van acompasa- gría, sin aprender sus puntos de vista, no se ha alejado. Ha hecho
dos con los suyos. Que nuestros cantos desentonan de su melodía. algo peor: ha permanecido siempre «distante».
Y entonces cambiamos de ruta. Cambiamos de cabeza, de co- Se puede obedecer puntualmente y no tener nada que ver con
razón, de ojos, de todo. Esto es la conversión. Que no se reduce a el padre. Precisamente como el hermano mayor de la parábola. Su
un pequeño ajuste, un retoque de fachada, un minúsculo cambio misma obediencia no le ha contentado, no le ha llenado de alegría
que no incomode demasiado, un ligero e imperceptible desplaza- y de gratitud, desde el momento en que reprocha al padre no ha-
miento, una modificación insignificante, sino que comporta una berle dado jamás un cabrito para invitar a sus amigos. Necesita el
transformación radical, un vuelco total, una inversión completa. premio. Evidentemente, no considera premio ni alegría la posibili-
Convertirse significa poner todo patas arriba en la propia vida. dad de observar los mandatos del padre. Y en el fondo piensa que
el hermano pródigo al menos se ha divertido, mientras él ha tenido
Los verdaderos irrecuperables que apencar. No entiende que la separación es un castigo y que la
cercanía es un premio, una satisfacción.
Quizás los alejados más irrecuperables son aquellos impeca- La cuestión no es irse o quedarse, sino quedarse «de una deter-
bles que frecuentan la casa y se instalan en ella, pero rechazan des- minada manera». Ciertos superiores manifiestan predilección por
deñosamente abandonar los rígidos esquemas de un código de los que no arman líos, no hacen preguntas embarazosas ni dan pro-
comportamiento formal, y se niegan a «entrar» en la lógica loca de blemas. Y no se dan cuenta de que el problema real para el padre
la misericordia («Él se enfadó y no quería entrar...»). no es el pródigo, sino el hermano que no da problemas, aparente-
La verdadera traición es la de quien permanece sin dar el paso mente tranquilizador. Él es el verdadero problema no resuelto. Una
decisivo: superar el umbral de la observancia exterior y penetrar determinada forma de estar en casa, desafecto, oportunista, agaza-
en el centro de la casa, allí donde late el corazón de un padre y pado en la uniformidad, concediéndose la única libertad de mur-
donde se da la experiencia sublime de gustar el perdón. Un perdón murar, sin desviaciones, pero también sin entusiasmo, ese debería
que hay que recibir y que hay que dar, compartir. ser el verdadero y atormentador problema para un responsable.
Cómo suena de estridente la arrogante confesión del hijo ma- No hay que preocuparse tanto por quien «da tantos quebrade-
yor: «Sin desobedecer jamás tus órdenes...». Quien no admite que ros de cabeza». Hay que ponerse en estado de alarma por los que
necesita perdón, además de no experimentar la alegría del perdón, no los dan, porque han renunciado a la capacidad de pensar, o al
jamás será capaz de perdonar. Quien no se reconoce pecador, nun- menos de expresar sus pensamientos.
ca será capaz de tener misericordia.
240 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 241

El transgresor Pasa también en la Iglesia, en la vida religiosa. Frente a ciertas


defecciones, uno inmediatamente precisa: «Ya no es de los nues-
«No he desobedecido jamás tus órdenes». Y se podría apostar tros». O incluso: «Nunca ha sido de los nuestros».
que está dispuesto a observar quién sabe cuántas más... Y ocurre hasta en la familia. Cuando el hijo supera brillante-
Capaz de obedecer todas sus órdenes, menos una, que parecería mente un examen, el padre complacido dice a la mujer: «Mi hijo».
la más fácil: la de la fiesta. Pero no es el mandato más fácil, porque Pero cuando el muchacho hace una fechoría, el padre, irritado,
esa fiesta significa amor, significa perdón, significa misericordia, echa en cara a la madre: «Tu hijo la ha hecho gorda...». Y las par-
significa «corazón de carne» y no de piedra, significa humanidad. tes, naturalmente, se pueden invertir.
Quién sabe si ciertos cristianos caen en la cuenta de que no basta Dios mismo repite una y otra vez en el Éxodo: «Este pueblo
cumplir todos los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia. mío, que he sacado de Egipto...». Pero cuando las cosas van mal,
Hay que llegar a considerar la alegría como un mandato del Señor. y el pueblo se hace idólatra adorando al becerro de oro, Yahvé
«Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros» echa en cara a Moisés: «Este pueblo tuyo...».
(Jn 13, 34). O sea, alegraos, haced fiesta con Dios. ¿Y nosotros? Estamos dispuestos a dar nuestro amor, pero ex-
Qué contradicción: el padre habla del hijo «resucitado». Y el clusivamente a los que lo merecen.
mayor exhibe una cara fúnebre (se diría que el color del luto le Cuando hacemos un uso desaprensivo de adjetivos posesivos
dé...). Y como él, tantos descendientes suyos... («mío» y «tuyo» según nos convenga) significa que aún no hemos
aprendido a conjugar el verbo fundamental: amar.
Ese adjetivo posesivo
No la degradación, sino la reintegración
Volvamos al diálogo tan significativo que se establece entre el
hijo mayor y el padre: «Ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patri- En lo que se refiere a la aventura del pródigo, alguien descom-
monio con prostitutas...». pone la narración en tres escenas distintas:
El padre replica: «Este hermano tuyo estaba muerto y ha vuel- -crisis y fracaso (v. 1 Ib-16),
to a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado». -reflexión (v. 17-20a),
O sea, el hijo impecable no acepta, no reconoce al hermano -solución (v. 20b-24).
que se ha equivocado. Lo rechaza, se lo echa en cara al padre Queda por decir que, si desentrañamos la reflexión, se revela
(«Ese hijo tuyo...»). Y el padre se lo pone delante no como hijo una postura todavía más inmadura o, si queremos, imperfecta. En
suyo (no dice: «Hazlo por mí»), sino como hermano que hay que el fondo, sólo existe la toma de conciencia de la propia situación
acoger con alegría y hay que perdonar («Este hermano tuyo...»). desesperada. En el estómago del hijo pesan no tanto los pecados
Como si dijese: Si este no es tu hermano, yo no puedo ser tu padre. cometidos, sino el hambre. Y es esencialmente el hambre lo que le
Si el hijo se separa del hermano, deja automáticamente de ser lleva de vuelta a casa.
hijo, y se queda sin padre. Los pensamientos del pródigo revelan que no se hace ilusiones
Si no cruzas ese umbral, si no entras en el espacio ilimitado de de cara al futuro. Aunque le vaya bien, tendrá que contentarse con
la comunión fraterna, sin discriminación alguna, no encontrarás al ser un «jornalero» y tener así el pan más o menos asegurado. El
Padre. Es más, estarás irremediablemente «fuera» de la casa. piensa en el pan, ni siquiera se le ocurre pensar en el amor.
¡Ah!, esta batalla de adjetivos posesivos. El hermano es «mío» Pero lo que resulta sorprendente es la tercera escena. El epílo-
sólo cuando hay algo relacionado con él de qué gloriarse, de qué go se presenta distinto de lo que lógicamente se podía esperar y de
jactarse, de qué sentirse orgulloso. Se convierte en «hijo tuyo» lo que el mismo pródigo imaginaba.
cuando se mancha con alguna culpa. Entonces se guardan inme- Ni se le ocurre pensar en recuperar su estado original. Da por
diatamente las distancias. descontada una degradación, un descasamiento. Se contentará con
242 Las parábolas de Jesús

El hijo pródigo 243


la supervivencia (y la supervivencia es el gozne en torno al que gi-
ran sus reflexiones en el «país lejano»). El pródigo tiene en mente
un esquema: pecado-castigo. Confesión-condena. Ha renegado de quema fijado y tenga un desenlace distinto del establecido, un fi-
su condición de hijo y el padre deberá tratarlo como un esclavo. nal opuesto al que todos esperan (y sobre todo él).
Sin embargo, cuando el padre toma la iniciativa, entonces sal- Su visión de los hechos es «normal». Falta el elemento sorpre-
tan todos los esquemas y el drama tiene un éxito impensado. Y así, sa. La indignación («se enfadó») impide el asombro. En el fondo,
el hijo resignado a aceptar un rango inferior (ni siquiera esclavo su postura de disgusto es la misma que tuvo Jonás cuando cayó en
«doméstico», sino asalariado, o sea, «jornalero») descubre que el la cuenta de que en la mesa Dios ha cambiado las cartas, ha ope-
padre comienza a dar órdenes, efectivamente. Pero no van dirigi- rado un cambio, es más, un vuelco de la escena final, que según él
das a él, sino a los criados. Esas órdenes le incumben, pero sólo tenía que haber sido «catastrófica», contundente.
como invitado de honor a una fiesta, invitado a integrarse en una Sí, este Dios que nos obliga continuamente a cambiar nuestros
comunidad nueva, invitado a entrar en un nuevo tipo de relación, escenarios. Nos obliga a abandonar la cantinela que hemos apren-
invitado a corregir la imagen del padre. No es degradado, no es re- dido de memoria en los tiempos del catecismo y que intentamos
legado al último puesto, sino solemnemente reintegrado. aplicar tal cual en cualquier circunstancia. Y quiere que aprenda-
Cuando Dios interviene, el final de nuestras aventuras, incluso mos una lección nueva...
las más descalabradas, no puede estar escrito en ningún guión pre-
fabricado. Prospera una cría de cabritos...
Parece que en la Iglesia, más que el engorde de los terneros, se
El padre no respeta el guión favorece mucho más la cría de cabritos (sobre todo, porque son
El pródigo había escrito en su cabeza el guión al que su padre menos costosos).
presumiblemente habría de atenerse, con una conclusión en apa- Los hijos «fieles» parece que no pueden remediarlo. Se con-
riencia lógica. Sin embargo, como hemos dicho, el padre no res- tentan con un cabrito. Es verdad que no lo piden expresamente,
peta tal guión e «improvisa» un final sorprendente. pero lo desean con ardor, y con frecuencia se afanan por obtener-
Pero el padre tampoco respeta el guión que tiene en la cabeza lo. Y cuando lo logran, para saciar, más que el hambre, la propia
el otro hijo. La cosa es evidente si descomponemos en tres mo- vanidad, lo consideran un premio merecido por su regular e ininte-
mentos la escena que se refiere al mayor: rrumpido servicio.
-crisis (v. 25-28), Y así el cabrito precede indefectiblemente al nombre. Los ca-
-diálogo-desahogo (v. 29-30), britos se producen a escala industrial. Y las variedades son nume-
-solución con final «abierto» (v. 31-32). rosas: títulos, honores, cargos, promociones, botones y fajines ro-
En lugar de la reflexión que caracteriza la segunda fase de la jos, borlas, capelos y más cosas...
aventura del pródigo, aquí nos encontramos un diálogo cerrado, Ahora en las fiestas ya no se lleva el ternero cebado, sino el ca-
áspero con el padre. Un diálogo que es un desahogo, una protesta brito. Y el armario de la casa no guarda «el mejor vestido» para el
y una acusación. pródigo, sino varios hábitos teñidos de rojo (el color preferido por
El mayor se muestra incapaz de reflexionar, de ponerse a dis- el hijo mayor que vuelve de los campos, o mejor de la oficina).
cutir confrontándose con los comportamientos paternos. Él lleva Personalmente, me empeño en creer que los hijos realmente
en el bolsillo el guión de esta historia y pretende que el desenlace fieles son los que no sienten necesidad alguna de cabrito. Conside-
sea el que él ha establecido. No acepta variantes. Exige que los ran la fidelidad y el cansancio como premios más que suficientes y
comportamientos de su padre correspondan a la imagen que se ha gratificantes, por lo que no necesitan otras recompensas, que re-
fabricado de él. No acepta que la representación se aparte del es- sultarían irrisorias frente a la alegría de sentirse «siervos inútiles».
La única recompensa que ambicionan es la alegría de servir y...
desaparecer.
244 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 245
Los verdaderos hijos fieles, cuando oyen el sonido de la fiesta,
no se plantan en el umbral de la casa a murmurar como el hijo ma- ciencia cuando obtiene lo que espera ansiosamente. El tiempo ya
yor. Ellos están en otra parte, comprometidos en la búsqueda... no se calcula. En la casa se ha parado el péndulo.
Sueño con una Iglesia que no tenga cabritos que ofrecer, sino Sin embargo, la ventana queda abierta de par en par «hasta
que, parafraseando las palabras de Pedro (Hch 3, 6), diga clara- que» en el horizonte se divise el perfil del hijo andrajoso.
mente a quien va mendigando ese fatídico premio: «No tengo títu- En el fondo, la parábola, nos ayuda también a entender la di-
los ni distinciones, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesu- mensión y el alcance de la paciencia. Descubrimos que la verda-
cristo, ponte a servir. Aquí tienes una jofaina, un delantal y una dera paciencia se reduce... a la paciencia. Después de la paciencia
toalla; te los dejaron como herencia tras aquella lejana Cena...». sólo viene otra paciencia.

Bendita inquietud Atentos a los modelos


Sin duda, ha sido la inquietud (o la insatisfacción) lo que ha La desgracia más grande que puede sucederle al pródigo es la
empujado al pródigo fuera de casa. Pero ha sido también la in- de hacerse poco a poco semejante al hermano mayor «ejemplar».
quietud (o la insatisfacción) el resorte que lo ha puesto en el cami- Cierto, tendrá que amarlo, pero deberá también guardarse bien de
no de vuelta a casa. Así, tanto al principio como al final de la aven- imitarlo. Aspectos separados de su comportamiento no son en ab-
tura (de cualquier aventura) está la inquietud. soluto despreciables. Pero la postura de fondo es la que resulta
Tiene razón J. Green: «Mientras estemos inquietos, podemos equivocada y compromete todo lo demás.
estar tranquilos». Pero quiero hacérselo entender al mayor, que No, el hijo mayor no representa un modelo. En todo caso, el
pretende estar tranquilo sin tener inquietudes. padre es modelo.
El pródigo tiene que inventarse una manera nueva de perma-
La paciencia de Dios nencia en la casa, un estilo nuevo de obediencia, favorecido por la
experiencia que ha vivido y que le ha quedado impresa en su car-
Hay que estar atentos para no comparar la paciencia intermina- ne, como una herencia preciosa (mucho más hermosa que la que
ble de Dios con la nuestra, de corto alcance. ha dilapidado). Los caminos lejanos formarán parte, de ahora en
Normalmente, cuando se dice que uno tiene paciencia se da a adelante, de su geografía interior y le ayudarán a reencontrar el
entender que esa paciencia está a punto de agotarse y que explota- centro de la casa, constituido por el corazón del padre. Mientras
rá en cólera. O sea, en el tiempo de la paciencia se acumulan los que el otro, que sólo conoce el camino que une la casa con los
nubarrones negros de una tempestad inminente. La paciencia, por campos y viceversa, corre el riesgo de no encontrar nunca ese cen-
eso, no sería sino el preludio de la ira, de la indignación o del cas- tro y de permanecer «en el umbral».
tigo. Somos pacientes justo el tiempo necesario para... no serlo
más. Justo el tiempo necesario para sentirnos dispensados de se-
En el umbral
guir siéndolo.
Sin embargo, la paciencia de Dios es preludio de otra pacien- «No quería entrar». Cuántos cristianos, que dan la impresión
cia. Si su paciencia explota, la explosión produce otra paciencia. de moverse con desenvoltura en la casa, de ser de casa... en reali-
Parece incluso que, para él, el tiempo queda en suspenso y se con- dad están en el umbral, quizás charlando con los criados (o mur-
vierte sólo en espera. Todo se bloquea. Todo se mueve en torno a murando «entre criados»), sin haber «entrado» nunca de verdad.
la esperanza. Discusiones, polémicas, prácticas, precedencias, atención des-
Para el padre de la parábola la paciencia no es algo momentá- mesurada a cada uno de los puntos de la doctrina y de la moral
neo. Para él la paciencia no tiene un límite. Sólo termina su pa- -dejando de lado la ley fundamental del amor-, preocupación ob-
sesiva por cosas marginales, exterioridad, celebraciones triunfalis-
246 Las parábolas de Jesús is/ hijo pródigo 247

tas, caza de presuntos herejes, extenuantes batallas contra presun- fenderlo de la curiosidad o del juicio despectivo de los demás, en
tos enemigos, localización de presuntos complots, proceso a los particular del hijo mayor que destaca, lívido, al fondo). Parece que
hermanos que tienen el grave inconveniente de no ser como ellos, llueve una luz misteriosa, venida quién sabe de dónde, sobre las
búsqueda ávida de la milagrería a toda costa, envidias, celotipias y dos figuras principales.
mezquindades, denuncias de peligros imaginarios, devocionalis- Entiendo que un cuadro como este pueda cambiar la vida de
mos (en perjuicio de la lectura de la palabra de Dios), intelectua- una persona. Como de hecho sucedió, por ejemplo, en el caso de
lismos complacidos y ostentosos... Se permanece en el umbral, en Henry Nouwen, el cual ha contado su sobrecogedora experiencia
la periferia de la casa. No se penetra en el centro del cristianismo, en un sugerente libro3.
no se camina hacia el corazón del mensaje. También porque jamás
se ha descubierto este centro y este corazón. Una narración
Estar en el umbral equivale a vivir en la artificiosidad, en la
apariencia. Estar en el umbral significa hacer apología de uno mis- De la pintura a la literatura. Anouilh, en una de sus páginas, ex-
mo más que celebrar las maravillas del Padre. pone la idea que él se hace del juicio universal: los justos están a la
En lugar de vivir el cristianismo, se recita (el mayor es un in- puerta del paraíso, una masa compacta de gente que tiene prisa por
igualable «recitador» y replicador), ateniéndose a un guión fijo, entrar, convencida de que tiene un puesto reservado, ansiosa, res-
repetitivo. pirando impaciencia. Y de pronto, se difunde un rumor entre ellos:
Paradójicamente, ese infatigable trabajador, volcado en la casa «¡Parece que va a perdonar también a los otros!».
y el trabajo, es un hombre que juega a ser cristiano. Sin naturali- Por unos momentos quedan como paralizados por la sorpresa,
dad, espontaneidad ni alegría. Con una seriedad que llega al ridí- mudos. Después, miradas airadas, bufidos. Rasgan el aire comen-
culo. Con el agravante de que, estando en el umbral, no sólo no en- tarios ácidos, protestas indignadas. «No valió la pena...». «Si lo
tra, sino que se convierte en estorbo e impide a otros entrar. «¡Ay hubiese sabido...». La bilis se desborda. Explotan en maldiciones
de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis a contra Dios. Y son condenados inmediatamente.
los demás la puerta del reino de los cielos! Vosotros no entráis, y El juicio se ha llevado a cabo: se han condenado, se han exco-
a los que quieren entrar no los dejáis» (Mt 23, 13). mulgado. El Amor se ha manifestado en toda su fuerza provoca-
dora y se han negado a reconocerlo y aceptarlo.
Un cuadro
El tiempo más largo
Creo que el comentario más espléndido a la parábola lo ha ex-
puesto un pintor, Rembrandt. El cuadro se encuentra en la ermita «A los pocos días...».
de San Petesburgo; es algo turbador en su dulzura y dramatismo. Pero aquellos pocos días deben haber sido un tiempo intermi-
La escena está dominada por la figura majestuosa del padre. En- nable. Tiempo de sufrimiento cada día más intolerable para el pa-
vuelto en una capa roja, parece esconder y dar cobijo al hijo des- dre. Tiempo de malestar, de fastidio para todos en la casa. Espe-
moronado, de rodillas delante de él. Lo vemos sólo de espaldas, cialmente para los dos hermanos.
tiene la cabeza sepultada en el seno del padre. Impresiona su ves- Habrán intentado evitarse, inventando mil argucias para que
tido amarillento, desteñido, desgarrado, las chanclas rotas. sus itinerarios no se encontrasen. Era difícil, en aquella situación,
El rostro del padre irradia felicidad, a pesar de que tiene los afrontar un cara a cara. Imaginémoslos en la mesa. Un silencio pe-
ojos casi apagados por el llanto.
Son impresionantes sobre todo las manos del viejo apoyadas
sobre la espalda del hijo, en un gesto de gran ternura, pero también 3. H. J. M. Nouwen, El regreso del hijo pródigo: meditaciones ante un cua-
de fuerza (para impedirle que se vaya de nuevo, o quizás para de- dro de Rembrandt, Madrid 2002.
248 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 249
sado, un mirarse a hurtadillas (o incluso de reojo), un ignorarse de
una manera ostentosa. Quién sabe si en la Iglesia, entre todos aquellos que se han ido
Y el mayor, que siempre que le ve piensa bufando: «¡Este no también «por culpa» de los hermanos, habrá al menos alguno que
me deja en paz!... ¿Por qué no se decide a marchar de una vez, pu- vuelva atraído por el deseo de vivir entre hermanos, animado por
rificando el aire y cerrando definitivamente este feo asunto?...». el «corazón en fiesta» de los hermanos que esperan, atormentado
Y el padre que suplica silenciosamente: «Lo que vas a hacer, por unas incontenibles «ganas de fraternidad».
hazlo cuanto antes...» (Jn 13, 27). Como sintiendo el ansia de que
el pecado no dure demasiado, que ía ruptura se consume pronto. Palabras lanzadas a la cara como piedras
Para que no se prologue más este desgarrón. Para que pueda final-
mente comenzar el tiempo de la espera, la estación de la esperanza. La narración de la vida del pródigo en el «país lejano» la hace,
con palabras desdeñosas y hasta vulgares, el mayor, que lanza so-
¿Dónde está la madre? bre el rostro del padre, sin ningún miramiento, casi con compla-
cencia, esa narración.
Se ha hecho notar que en la parábola falta la figura de la ma- Dice con razón Turoldo: «Mejor no hablar nunca de las polé-
dre. Probablemente tiene razón D. M. Turoldo cuando afirma que micas entre cristianos: ¡qué no son capaces de echarse en ca-
la presencia de la madre habría sido «contraproducente». En el ra! ...». Con frecuencia entre nosotros más que las acciones son las
sentido de que el mensaje de la parábola habría terminado por re- palabras las que «hablan» de la ausencia de fraternidad. Palabras
sultar falseado por el sentimentalismo y por el romanticismo del malas, duras, que hacen daño y que se echan en cara sin piedad. Y
que están fatalmente enfermos muchos devotos. Con la madre de rebotan inevitablemente en el rostro del padre.
por medio, el éxito hubiera sido seguro, el eje de la parábola se ha-
bría desplazado y toda la aventura habría quedado envuelta en una «Ama al hermano insoportable»
atmósfera dulzona.
En realidad, toda la parábola está centrada en el amor del pa- No podemos decir al pródigo: «Conténtate. En el fondo, el
dre, es revelación de este amor «único». «¡Ay, si hubiese estado la amor que has recibido del padre y que recibes continuamente de
madre!...», suspiran algunos. Pero no era necesario. La madre, en él, te resarce abundantemente de la frialdad y hostilidad de tu her-
cierto modo, estaba presente. En efecto, Dios es padre, pero tam- mano. Por tanto, intenta soportarlo...».
bién madre. Si hubiera estado la figura materna junto a la paterna El pródigo no puede contentarse con el amor que su padre le
habríamos sido inducidos a pensar que Dios es solamente padre. muestra e ignorar al otro, hacer como si no existiese. Tiene que lle-
Entendámonos. El amor del padre no cubre simplemente el va- gar (también él tiene que cruzar un umbral) a amar a aquel herma-
cío dejado por la ausencia de la madre. Al contrario: revela la pre- no «insoportable» y que hace todo lo posible para no dejarse amar.
sencia de la madre. Es presencia de la madre.
Trueque
Deseo de fraternidad
Uno de ellos puesto en el mal camino por espíritu de aventura.
Es muy significativo que el pródigo, en el «país lejano», se El otro quemado por carecer de fantasía. A los dos les falta algo.
sienta aferrado al recuerdo nostálgico del padre y hasta de los cria- Uno necesita no renunciar al gusto de la aventura, sino encau-
dos. Pero no hace la más mínima alusión al hermano. No se acuer- zarlo en la dirección justa. El mayor ha de unir a la obediencia un
da de él. Su pensamiento no ejerce sobre él atractivo alguno, ni si- poco de creatividad.
quiera un sentimiento de celos. El hermano -justo, fiel, exacto, Hay que impedir que se vuelva a la normalidad. Después de
mezquino, presumido- no era para él más que una pesadilla. esa aventura, los dos hijos tienen que caer en la cuenta de la nece-
sidad de crecer.
250 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 251
Hay que superar la oposición entre aventura y seguridad. La ca-
sa no puede ponerse patas arriba por la anarquía desenfrenada. Pe- Laguna psicológica de la narración
ro tampoco puede quedar aplastada por la «regularidad» (también
el padre, en el fondo, es un «irregular»...). A pesar de la indulgencia con se trata al hijo menor, el padre no
parece que sea débil o viejo. La dirección de la propiedad está aún
en sus manos y el mismo primogénito siempre tiene que entendér-
Conversión y búsqueda selas con él si le entran ganas de organizar una fiesta con sus ami-
Al llegar aquí, podemos puntualizar el mensaje fundamental de gos (v. 29). Entonces ¿cómo es tan flexible a las exigencias del
la parábola de Lucas en referencia a la conversión y a la búsqueda más joven de sus hijos? La parábola es parca en este punto, sólo
de Dios. Dejo la palabra a dos agudos especialistas. nos permite imaginar. Pero no viene al caso pensar que en la peti-
«El pródigo obtiene la salvación dejándose encontrar por Dios; ción de su hijo él vea sólo un justo deseo de conquistarse una po-
el hombre encuentra la salvación cuando Dios se convierte en su- sición autónoma y que, por tanto, siga su salida de casa con el áni-
jeto de la búsqueda» (F. Bovon). «Los hombres encuentran a Dios mo complacido de quien sabe que es un hijo activo y animoso.
sólo porque Dios los ha encontrado. O, más exactamente, porque El hijo no se ha mostrado necesariamente avaro con él; quizás
Dios jamás los ha perdido» (A. Maillot). sólo le ha pedido ese tercio de la herencia que por ley le tocaba y
que el padre puede adelantar mientras aún vive. Es verdad, sin em-
bargo, que la narración gana mucho en eficacia si interpretamos el
Pistas para la búsqueda gesto del hijo como síntoma de un ánimo turbado, poco sensible al
amor, deseoso de aventuras. Primeros indicios del extravío cuya
Gente que se asemeja al hijo mayor gravedad quizás el padre adivina ya y al que cree que no puede
oponerse eficazmente. Pero tal vez haya otras explicaciones. La la-
La parábola fue dirigida a hombres semejantes al hermano ma- guna psicológica de la narración sobre este punto se debe al hecho
yor, es decir, a esos que se escandalizan del evangelio. Para llegar- de que el relato describe sobre todo la vuelta, la conversión. La
les a la conciencia, les dice Jesús: «Así de grande es el amor de marcha, el extravío es el dato que hay que asumir: no importa mu-
Dios para con sus hijos perdidos, y vosotros sois tristes, duros, in- cho por qué el padre no ha podido impedirlo (L. Algisi)6.
gratos y justos a vuestros ojos. ¡Sed también misericordiosos! ¡No
seáis insensibles! Los muertos de espíritu resucitan; los que anda-
ban perdidos encuentran el hogar; ¡alegraos conmigo!». Reunir a ambos perdidos en la fiesta del amor
La parábola del hijo pródigo no es, en primer lugar, una pro-
clamación de la «buena nueva» a los pobres, sino una justificación La figura central del relato (aunque no sea siempre el protago-
de la «buena nueva» frente a los que la critican. La justificación de nista) es el padre. Él da unidad a las historias de ambos hijos; su
Jesús es que el amor de Dios es ilimitado (J. Jeremías)4. amor incontenible le empuja a correr al encuentro del menor y a
invitar al mayor a deponer su justicia y a celebrar la fiesta juntos.
El padre de esta parábola remite a Dios. Con más precisión: el
Dios es así amor que narra es el amor de Dios, y en este sentido en ella «el rei-
La parábola describe en magnífica sencillez: así es Dios, tan no de Dios» se hace lenguaje «en cuanto amor que se realiza»
bueno, tan indulgente, tan lleno de misericordia, tan rebosante de (Jüngel). Desde el punto de vista del amor es obvio que el padre
amor (J. Jeremias)5. colme de gestos de afecto al hijo reencontrado. El amor de Dios
como perdón triunfa sobre el pasado del hombre, y como invita-
4. I Jeremias, Las parábolas de Jesús, Estella 1997. ción a la fiesta común triunfa también sobre la justicia del hombre.
5. Ibid.
6. L. Algisi, Gesú.e le sueparábale, Cásale Monferrato 1963.
252 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 253

La parábola, enseñando a aquel que estaba perdido a hacer lo jo menor le tocaba un tercio de los bienes, al hijo mayor el doble.
más obvio, volver al padre, se convierte, si alcanza su objetivo, en Muchos jóvenes dejaban Palestina y emigraban. En tiempos de Je-
un evento del amor divino. Y si logra disuadir al airado de su jus- sús gran parte de los hebreos vivía en la diáspora. Muchos oyentes
ticia, también para él se hace evangelio. El amor de Dios quiere seguramente habían experimentado el drama de aquel padre que
reunir a ambos «perdidos» en la fiesta del amor. veía partir al hijo. Pero en la parábola se cuenta algo todavía más
Así pues, en esta parábola el amor de Dios se hace tan cercano doloroso: el hijo joven parte no porque necesite trabajo (el padre
al hombre que hace a este, por una parte, más cercano a sí mismo es rico, tiene campos y trabajadores), sino porque quiere una vida
(redescubriéndose hijo) y por otra, a la vez, más cercano al otro independiente: estar en casa es para él como una esclavitud (B.
hombre (redescubriéndole hermano). El evento de este amor irrita Maggioni)10.
al mundo porque el mundo no prevé el perdón7. Pero precisamen-
te como amor provocador renueva el mundo (H. Weder)8. ¡Qué difícil es convertir a un justo!

Nadie es excluido de la fiesta Si al pecador se le trata de esa manera, ¿para qué sirve ser jus-
to? Aquí es donde se ve lo distinta que es la postura del padre de la
Los fariseos, personificados en el hijo mayor, siempre están del hijo mayor. Este se resiente ante el padre y no quiere entrar en
cercanos a Dios, se saben de memoria la ley, le rezan, pero en rea- casa; sin embargo, el padre no se enfada con él, sale, va a su en-
lidad no lo conocen y no entienden absolutamente nada. Lo que cuentro, le ruega y lo llama «hijo mío». El padre quiere a los dos
está por suceder es la gran fiesta de los pobres, en la que quien ha hijos. Escucha las razones del hijo mayor y las refuta: es un diálo-
tenido hambre ahora puede comer hasta hartarse y quien se ha vis- go en el que el parabolista se detiene, quizás para recordarnos que
to obligado a vivir en una pocilga recibe el vestido de fiesta y el a veces la conversión del justo es más difícil que la del pecador.
anillo en el dedo. Pero el hijo mayor es un envidioso, porque que- El padre intenta hacer comprender a este su hijo fiel -desde
rría que fuesen recompensados sus servicios (su obediencia) y no siempre en casa y sin embargo tan lejos de él- tres cosas: que no
admite que sea gratificada la persona en cuanto tal. se le ha quitado nada de lo que le corresponde («todo lo mío es tu-
Pero la fiesta no excluye al hijo mayor (o sea, a los fariseos y yo»); que ha podido gozar siempre de la tranquila seguridad de es-
clases acomodadas), porque también él está invitado a participar tar con el padre («tú estás siempre conmigo»); y que el hijo que ha
con todos. Sin embargo, quien conoce la arraigada mentalidad cla- vuelto no es un extraño, sino un hermano («tu hermano») (B.
sista y jerárquica de los bienpensantes sabe que es más fácil para Maggioni)11.
un camello pasar por el ojo de una aguja que para un privilegiado
alegrarse por la abolición de todo privilegio. Pero el padre invita a
los dos hijos al banquete, y también Jesús invita a sus adversarios Los dos tienen un concepto equivocado del padre
a la fiesta de la salvación, la liberación y la igualdad (A. Comba)9. El mismo amor que ha empujado al padre a correr al encuentro
del hijo menor, lo ha empujado después a salir y a rogar al hijo
No tiene necesidad de trabajo, sino de libertad mayor para que no insista en sus quejas y celebre la fiesta con to-
dos. El padre desearía reunir a los dos hermanos, uniéndoles a él
Los oyentes de la parábola sabían bien que un hijo podía pedir, y entre ellos. Es más, quisiera que ambos descubriesen su paterni-
incluso antes de la muerte del padre, su parte de la herencia: al hi- dad y su fraternidad.
7. Los dos hijos lo subrayan de una manera diferente: uno ya no es capaz de
verse como hijo; el otro no sabe lo que es perdonar a su hermano.
8. H. Weder, Metafore del Regno, Brescia 1991. 10. B. Maggioni, Le parabole evangeliche, Milano 1992.
9. A. Comba, Le parabole di Gesü, parola per l'uomo d'oggi, Torino 1978. 11. Ibid.
254 Las parábolas de Jesús

La situación de los dos hijos es muy diferente. El menor ha sa- El hijo pródigo 255
lido de casa, mientras el segundo siempre ha permanecido en ella.
Sin embargo, los dos se equivocan al relacionarse con el padre co- Rechazados por la sociedad de los «puros»
mo si fuese un amo. «Trátame como a uno de tas jornaleros», dice
¿De qué vale ser absueltos en la confesión, ser liberados de la
el menor. «Hace ya muchos años que te sirvo», recrimina el mayor.
prisión o salir del mundo de la droga y de la prostitución, si des-
Al margen de la metáfora: el comportamiento en relación a Dios es
pués no se sienten acogidos por la sociedad de los «puros»? (M.
distinto, pero es igual el concepto que tienen de él (B. Maggioni)12.
Castelli)16.

Un padre que te espera siempre Abuso en relación a los bienes


El elemento fundamental es que existe un padre que te espera El pecado verdadero y propio se narra de una manera sorpren-
siempre, de otra forma no tendría sentido ni permanecer fiel ni pe- dentemente discreta: se habla sólo de una vida disoluta y del de-
car, porque tú no te alejarías de nada si no dejaras nada atrás. rroche de los bienes...
El Antiguo Testamento usa siempre para el pecado una termi- W. Grundmann ve el fallo no en el campo de la moral, sino en
nología que se construye con dativo (la preposición le-: «contra, el de la religión: «Su pecado consiste en la infidelidad respecto a
hacia, respecto a»): los verbos del pecado siempre son «con res- los bienes que el padre le había confiado para la vida; pero esto
pecto a» Dios, nunca se trata de un pecado neutro. Es una ofensa corresponde a la visión que Jesús tenía del pecado, definido por él
a una persona, es golpear siempre a un padre: Dios (G. Ravasi)13. como abuso e infidelidad en relación a cuanto se le ha confiado»
(J. Ernst)17.
La conversión viene después
Mensaje para los rigoristas
Normalmente se dice que Dios perdona a quien se arrepiente.
En realidad Dios es el Perdón que envuelve incluso a aquel que to- El modelo incomparable que el parabolista propone a sus oyen-
davía permanece cerrado a su misericordia. El padre, para abra- tes y Lucas a sus lectores, es el padre del hijo pródigo, después del
zarlo, no espera las palabras del hijo que vuelve a casa más por el buen pastor y la mujer de la moneda. El verdadero creyente es el
hambre que por amor. Este abrazo será el que suscitará la progre- que pretende acercarse desde su grado de entrega y de amor a
siva conversión (M. Castelli)14. cuantos vuelven al puerto después de un largo naufragio habiendo
sorteado peligros análogos. No hay que mirar a los méritos o de-
méritos, sino a sus necesidades reales.
No es un tribunal Es posible que la comunidad de Lucas encuentre en sus filas
ovejas descarriadas y algún hijo pródigo; en vez de turbarse, hay
Desgraciadamente, el sacramento de la penitencia ha sido com- que ponerse a buscarlos o a esperar confiados su vuelta. Tampoco,
parado a veces con un «tribunal». En realidad, quien se acerca al desgraciadamente, faltan los rigoristas, los puritanos dispuestos a
sacramento del perdón tendría que darse cuenta inmediatamente condenar al ostracismo a cuantos provienen de un pasado poco
de que el Padre ya le ha perdonado (M. Castelli)15. limpio, pero ellos han de saber cuánto se han alejado de la línea de
Cristo (O. da Spinetolli)18.
12. Ibid.
13. G. Ravasi, II Vangelo di Luca, Bologna 1988.
1 QQi ^ ' ^ a s t e " ' > Leparabole della misericordia nel Vangelo di Luca, Fribourg
1991 tesina de licenciatura dirigida por el profesor Sandro Vitalini. 16. Ibid.
15. Ibid. 17. J. Ernst, // Vangelo secondo Luca, Brescia 1985.
18. O. da Spinetoli, Luca, Assisi 1982.
256 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 257
Dios ha fracasado en la educación de sus hijos
He ahí por qué la nostalgia puede ser beneficiosa. Si ponerse
Dios ha fracasado en su educación. No ha conseguido hacer en camino es cristiano, la fuga es satánica. La lucha es cristiana, el
comprender a sus hijos (porque el mayor también forma parte del sueño demoníaco. Encontrarse con la Iglesia, con la propia parro-
mismo grupo) que los quería. No ha logrado comunicarles su amor. quia, es un don que Dios nos hace. Abstenerse, refugiarse en la re-
A pesar del mutismo de Cristo al respecto, aquí se plantea una gión ideal es un acto de cobardía y una esclavitud (A. Maillot)20.
terrible cuestión. Hemos de preguntarnos si un amor verdadero no
está condenado, en un primer momento, al fracaso (A. Maillot)19.
«Filiación» insatisfecha

En otro lugar y mañana: las dos grandes palabras de la nos- He ahí el momento en que para el pródigo se disuelve la gran
talgia humana ilusión de la gran región. Es la hora de la «falta», y en la que aquel
país lejano que parecía prometerle una ayuda para convertirse ple-
El pródigo quiere irse... a otro lugar, a una región lejana. ¡Otro namente en sí mismo, le revela que allí, en ese «otro lugar», será
lugar!... «Otro lugar» es siempre el reino de la libertad. «Otro lu- para siempre sólo un hombre a medias, un hombre frustrado.
gar» y «mañana» son las grandes palabras de la nostalgia humana. Ciertamente no todos los hombres se dan cuenta de esto, pero
La felicidad está siempre en la magia de lo lejano y de lo futuro. su búsqueda de todas las felicidades posibles (incluso la del con-
Pero esta nostalgia resulta ambigua. fort), sus deseos de un mañana mejor y hasta sus evasiones de baja
Negativa, porque representa el rechazo de lo que se tiene y de ley (alcohol, drogas) demuestran cómo sienten la «falta», y cómo
lo que existe. Positiva, porque expresa la convicción, bien radica- su filiación inalienable queda insatisfecha aquí abajo (A. Maillot)21.
da, de que el hombre es siempre algo más que hombre.
Demoníaca, porque viene de la serpiente y de sus promesas.
La prueba
Divina, porque brota del hecho de que llevamos en nuestro ser pro-
fundo la imagen de Dios. Es necesario preguntarse por el papel pedagógico de la prue-
El texto revelará ciertamente que el verdadero «otro lugar», el ba... Cierto que en los momentos fáciles la memoria se atenúa y
único «otro lugar» donde por fin nos encontraremos a nuestras an- nada nos para. Nos consideramos casi dioses. Nos tenemos por pro-
chas, es precisamente la casa del padre. Pero no por esto hay que pietarios, creadores. Y si aún concedemos a Dios el derecho a un
maltratar a nuestra nostalgia. pequeño culto, a una breve oración, es más por ritualismo rutinario
Es nociva en tanto en cuanto lleva a los hombres a no aceptar que por convicción. En el fondo, lo relegamos a los márgenes. Dios
nada, a rechazar todo aquello que les rodea, a no contentarse nunca se convierte simplemente en un asalariado a quien escatimamos ca-
con nada ni nadie, pero también puede resultar beneficiosa cuando da día más la paga. Se reduce un poco a ser el abuelo que es rele-
les permite dar en la propia búsqueda un paso hacia delante. gado primero a la habitación más estrecha, más tarde al ático, des-
Es nefasta en tanto en cuanto les proyecta solamente hacia el pués a la buhardilla, para mandarlo finalmente al asilo.
futuro haciéndoles renegar del presente, pero es beneficiosa cuan- Es precisamente en el punto culminante de esta euforia cuan-
do les permite tener una noción dinámica de este presente... do despunta la prueba. Y esta prueba, de una manera muy concre-
Esta nostalgia es rechazo del padre, pero también, quizá, espe- ta, nos hace tocar con la mano nuestra verdad, nuestros límites,
ra del padre... nuestro estatus de criatura. Y entonces hace que el hombre suspi-
Hay que aceptar lo que existe para ponerse en camino. Amar lo re por la casa del Padre (A. Maillot)22.
real nunca significa idolatrarlo.
20. Ibid.
19. A. Maillot, Lesparaboles deJésus aujourd'hui, Genéve 1973. 21. Ibid.
22. Ibid.
258 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 259

Menos y más te este cisma más que cuando se ha terminado. Solamente delante
del Cristo que nos reconcilia con nosotros mismos, podemos cap-
¿Qué significa «entonces entró en sí mismo»? (v. 17). Sin duda tar de verdad nuestra animosidad y nuestra agresividad hacia no-
significa reencontrar lo que Pascal intentaba decir cuando afirmó sotros mismos. ¡Sí! Es ante nuestra salvación cuando podemos
que «lo que más falta al hombre es entrar en la propia cámara». captar la profundidad de nuestra perdición. Cuando nos reencon-
Significa huir de todas las distracciones, las ideologías, los catecis- tramos es cuando descubrimos de verdad que estábamos perdidos.
mos estereotipados, los eslóganes, para plantearse de verdad la pre- Únicamente ante Cristo crucificado, que asume en sí toda per-
gunta del salmo 8: «¿Qué es el hombre?». O sea: «¿Quién soy?». Y dición, puedo aceptar con lucidez mi pecado, mi fuga, sin verme
así reencontramos fatalmente la sentencia pascaliana: «Soy menos aplastado por ellos. Solamente ante la cruz puedo verme sin tram-
que yo, y sin embargo soy más que yo». pear y sin intentar huir de mí mismo.
Entrar hasta el fondo de sí mismo significa descubrir una sor- Esta es la razón de por qué no hay que basarse en este texto pa-
prendente grandeza prometida, disfrazada de una extraña peque- ra transformar la predicación cristiana en dos tiempos o en dos
nez; un terrible esplendor y una irrisoria bajeza. Significa descu- episodios: el primero, el que ayudaría a los hombres a explorar su
brir que somos muy pequeños, pero llamados por algo (o alguien) memoria y su perdición, para administrarles después, en un se-
infinitamente grande. He ahí el descubrimiento del menor. Ve que gundo tiempo, el remedio o la medicina: Jesucristo.
es menos que un asalariado o un mercenario, pero sabe que es un ¡No! Hay un único tiempo en la predicación cristiana: Jesu-
hijo (A. Maillot)23. cristo. Sólo existe para los hombres un medio de conocer su salva-
ción y, a la vez, su miseria: Jesucristo.
Solamente ante la cruz... En efecto, Jesucristo es, al mismo tiempo, el descubrimiento de
nuestro pecado y de nuestra liberación, de nuestra filiación perdi-
Podemos incluso admitir que exista una memoria oscura, un da y de nuestra filiación encontrada, de nuestra hambre y de nues-
suspiro desesperado. Pero no son suficientes para encontrar la ca- tra saciedad, de nuestra angustia y de nuestra paz. Esto nos permi-
sa del Padre. Es verdad que, como este hijo, el hombre conserva te encontrar la luz acerca de ese famoso arrepentimiento del que
una memoria de lo que era, una intuición de aquello en que debe tanto (quizás demasiado) se habla a propósito de esta parábola.
convertirse, pero no sabe de verdad quién era ni quién debe ser. El arrepentimiento no es la puerta por la que se entra a la fe, si-
Únicamente la fe podrá enseñárselo. De manera que no pode- no que ya es fe. No es ese anonadamiento infernal y vacío, ni tam-
mos basarnos en esta memoria para reconducir a los individuos a la poco esa caída infinita en los abismos sin fondo de la desespera-
casa del Padre. Tenemos que predicar la casa del Padre, y nada más ción; sino un reconocer a posteriori que nos encontrábamos lejos
que eso: solamente entonces el hombre recuperará su memoria. de Jesucristo.
Sin duda, el hombre se acuerda de algo y de alguien, pero no Por otra parte, en esta parábola no se utiliza el verbo «arrepen-
sabe precisar exactamente de qué y de quién; ni siquiera es cons- tirse». Se emplea más bien el verbo «levantarse, alzarse». Cuando
ciente de acordarse. Cierto, cada hombre se muestra sensible a es- al final leemos: «estaba muerto y ha vuelto a la vida», no podemos
ta laceración a causa de la cual no logra reconciliar al hombre ma- menos de vislumbrar una alusión a la resurrección.
ravilloso y al individuo sórdido que descubre en sí cuando penetra Reencontrar la casa del Padre es ya una resurrección. ¡Pero
en el fondo de sí mismo. Pero esto no lo reconduce necesariamen- ninguno jamás ha resucitado con la propia fuerza y tampoco con el
te a la casa del Padre. vigor del propio arrepentimiento o de la confesión de los propios
En efecto, al final (como Pablo en Rom 7, que reinterpreta to- pecados! (A. Maillot)24.
da su experiencia anterior) no se descubre de verdad y plenamen-

23. Ibid. 24. Ibid.


260 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 261

Basta un paso Para el fariseo, a quien Cristo tiene presente aquí, Dios es el
amo, el gran rey, mientras el hombre queda como esclavo o como
Es suficiente «mojar el dedo en agua bendita». O sea, basta dar sujeto cuyo único derecho es el de dejarse matar. El fariseo no sa-
un paso, sólo uno, pero verdadero, hacia la casa del Padre; es su- be que Dios hace de él un ser responsable, verdaderamente libre en
ficiente balbucear la primera sílaba de la palabra Papá. Y entonces la casa de su padre. Quedándose en casa, ha quedado bajo la ley
Dios es tocado en sus entrañas, y termina su silencio. Dando un (A. Maillot)26.
solo paso en la dirección hacia el que ha hecho todo por nosotros,
le restituimos las piernas. Diciendo una sola palabra, le restituimos
la palabra. Tú nos salvas dejando que nos perdamos
Para restituir a Dios su poder, antes tenemos que reencontrar su
«El hijo pródigo» es una gran parábola, ante la cual las «come-
amor (A. Maillot)25.
dias» del genio son como la casa del melonero. ¡Y qué esfuerzo
para decir lo que Jesús cuenta como la más común de las.aventu-
Consolemos al hijo mayor ras! El hombre necesita muchas cosas y muchas palabras para de-
cir poco o nada: Dios con nada dice todo. En la página del «Hijo
No debemos criticar al hijo mayor, sino más bien compadecer- pródigo» hay bastante más que en las cuatro o cinco obras maes-
lo, consolarlo más que rechazarlo. En efecto, él no sabe lo que sig- tras que saben de la agonía más alta del entendimiento humano, y
nifica amar. de una manera que aquellos no supieron ni podían saber, y con una
Escuchémosle: «Hace ya muchos años...». He ahí lo que es conclusión que apenas estos podían sospechar: la salvación...
para él la única relación padre-hijo. Una cifra. No un corazón, si- Leyendo la parábola escucho y me escucho: le pido a él y me
no una agenda y una calculadora. No vive con su padre, y menos pido a mí, siempre en mi nombre; me pongo de rodillas y me doy
para su padre. Cuenta. Cuenta sus buenas obras, sus servicios, los golpes de pecho; me alejo y vuelvo sin repetir el mismo camino;
años de trabajo. Sus relaciones con el padre no son otra cosa que me visto de púrpura y me envuelvo en el fango; banqueteo como
órdenes y esclavitud, mandato y obediencia. Se ha quedado en ca- el «epulón» y envidio el comedero del cerdo; me avergüenzo de
sa, sí, pero como un esclavo. El padre está hecho para mandar, el estar como un hijo en la «casa» y me felicito por ser acogido como
hijo para obedecer. ¡Es la... ley! Dios existe para hacerse obedecer el último de los criados... Doy el portazo como quien tiene abier-
y el hombre para inclinarse. ¡Es la... ley! tas ante sí moradas lujosas; me acerco furtivo y tembloroso a la
Entonces, no nos sorprenderá la frase de reivindicación: «Nun- vieja puerta de casa con el recuerdo vivido del fuego del hogar,
ca me diste un cabrito...». No sólo este hijo tiene un lenguaje de vislumbrado a través de una rendija.
intercambio, de mercader, sino que ni siquiera ha entendido su si-
Cada uno se siente de vez en cuando, y en el mismo momento,
tuación real. Ni siquiera sabe que es propietario de todo lo que
pródigo y mayor: en el camino que va o en el de vuelta; ante la
queda, también del ternero cebado... El padre se encargará de re-
agonía o la alegría difusa del Padre; con el infierno en el corazón
cordárselo: «Todo lo que era mío es (ya) tuyo».
y las primeras notas de la fiesta que incluso se canta en el cielo,
Pues bien, el mayor nunca se ha dado cuenta de esto, nunca se por ese que antes estaba muerto y ahora ha resucitado.
lo ha creído. Nunca ha tenido el coraje de tomar lo que le pertene-
-Padre, no soy digno... pero acepto tu abrazo, tu vestido nue-
cía, ni siquiera el cabrito. No se ha creído que de verdad el padre
vo, tu anillo, tus sandalias. Soy el eterno mendigo de tu amor; el
se había despojado a favor de los hijos, y que él, el primogénito,
eterno despreciador de tu amor. Soy tu agonía; soy tu alegría. Soy
era rico, rico de una manera fabulosa, increíblemente libre. La li-
tu hijo... Los hijos son así... Tu don, ¡oh Padre!, es demasiado
bertad -y es inevitable- le resulta tan extraña como el amor.
grande para el corazón de la criatura... Y rebosándolo parece per-
25. Ibid. 26. Ibid.
262 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 263

derse, mientras hace como el agua que las hojas no logran detener cuencia incauta e inexperta de muchas buenas personas, la cual
porque las raíces la necesitan. termina embrollando más las cosas, porque el desconocido deni-
Tú nos salvas no haciéndonos caso; tú nos reencuentras a lo grado tiene una fascinación irresistible. ¿Qué hizo para buscarlo
largo de cualquier descarrío, porque en todos los caminos está el por los caminos del mundo? Nada. Para él estaba ya muerto, y me-
signo indefectible de tu sangre; en cualquier desvío la huella in- jor así, porque en caso contrario hubiera puesto en peligro la tran-
confundible de tu cruz. quilidad de la casa. El orden es el bien supremo. Fuera, pues, las
Por ahí pasa el amor. Sólo los hombres que no creen en el amor ramas secas, fuera los confiictivos. Candad las puertas; atención a
no pueden creer en los caminos de tu salvación. «Et nos credidi- las ventanas; levantad los puentes. Si escribe, no le contestéis; si se
mus charitati» (P. Mazzolari)27. ha arrepentido, que se quede donde está. Pensemos en estar noso-
tros sanos. Apretémonos en torno al hogar; ahora tenemos más es-
Nuestra historia pacio. .. Peor para él... Los alocados están mejor fuera y lejos.
Y se hace apostolado «en familia»: elogiarse mutuamente; re-
Quiero al pródigo. A pesar de su inconfundible personalidad, el petirse continuamente «¡Qué bien se está!», para ver si logran per-
pródigo es legión e historia: una historia que es humanidad san- suadirse de ello; despedir a quien no pone cara alegre con la con-
grante y radiante de gozo, en la que el cielo una vez más se corona soladora excusa de «pocos, pero buenos»... Con tal de que no se
a través del rostro dulcísimo del Padre. Es nuestra historia, la de llegue al inadvertido «mejor pocos que buenos», con funesta e in-
cualquier alejamiento, la de cualquier exilio, la de cualquier retor- voluntaria sinceridad, a un personaje que conozco (P. Mazzolari)30.
no (P. Mazzolari)28.
Esos que siempre llegan porque no se mueven
Cosas que sólo se pueden decir de rodillas
El mayor quiere hablar. Escuchémosle. «¿Qué necesidad hay
La crítica interna no se puede conducir con los criterios de la de correr tras de estos? ¿No veis adonde llegan? Van. Hacen... y
externa: sobre todo el ánimo. Es una cosa totalmente distinta. después, se ven obligados a dar marcha atrás». «Nosotros siempre
Hay cosas que sólo se pueden decir de rodillas y llorando, y a tenemos razón. Nosotros, que no nos movemos, siempre hemos
quien consigue decirlas así no se le debe juzgar como hijo menos llegado; nosotros que no cambiamos, estamos siempre de moda.
devoto que ese otro que sólo aplaude. Para cubrir el vacío de la fe, ¡Que el mundo se rompa la cabeza! Las cabezas o se asientan por
no hay otro camino que hacer ruido. sí mismas o nadie las ajusta» (P. Mazzolari)31.
Alguno hace con excesiva facilidad el paso de Cristo-persona a
Cristo-Iglesia, de una humanidad salida del vientre purísimo de El cabrito, osea, el privilegio
María Virgen a una humanidad donde estamos todos nosotros, con
nuestras tristezas (P. Mazzolari)29. ¡Es una gran tontería negar a los cristianos de hoy una migaja
que es suficiente para contentarles!...
¿Mejorpocos que buenos?... Un puesto distinguido en el cortejo; un poco de consideración;
la invitación a una ceremonia; una hermosa función con Te
¿Qué hace el mayor para acortar el camino al hermano inquie- Deum...; un elogio; un número en el protocolo; ¡un presentar ar-
to y aventurero? Nada: todo lo más habrá hablado con esa elo- mas!; un intercambio de visitas; un seto alrededor para que estén a
la sombra y descansando...
27. P. Mazzolari, Lapiü bella avventura, Brescia 1934, Bologna 1979.
28. Ibid. 30. Ibid.
29. Ibid. 31. Ibid.
264 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 265
«Nunca me diste un cabrito». El privilegio no es más que un
plato de lentejas a cambio de la primogenitura del amor y de la coge, porque junto a la confesión el santo nos pone el reconoci-
cruz. El privilegio significa insuficiencia o incapacidad de hacer- miento de su culpabilidad y asume el pecado como obra de sus
se amar por sí mismo (P. Mazzolari)32. manos esforzándose por echarlo fuera, afirmando de esta manera
su nobleza, la cima de su nobleza.
Una caridad... caritativa En efecto, el hombre nunca está tan alto como cuando recita,
con corazón alegre y humillado, su confíteor (P. Mazzolari)34.
«Él se enfadó y no quería entrar... 'Ese hijo tuyo, que se ha
gastado tu patrimonio con prostitutas...'». El mayor tiene razón; La presa de Dios
tiene incluso demasiada razón; ve claro, incluso demasiado claro.
Lo que dice es verdad. Él conoce la ley tan bien que nunca ha fal- Ahora la insatisfacción le hace abandonar la casa; más tarde
tado a mandamiento alguno. Sabe que fuera de casa están las pros- vuelve a traerle, y de tal manera que la vuelta se convierte en un
titutas que devoran juventud y riqueza; sabe que en la casa está la progreso inestimable en comparación con un permanecer de cual-
verdad. Pero no sabe que está el amor que es... todo. quier manera. Muchas veces el gesto de volver no es más que el
¡Cuántas predicaciones, acompañadas de previsiones amenaza- preludio de una declaración de amor. Aquel que, contra la continua
doras, debe haber hecho al hermano menor antes de su partida! El tentación de escapar, conquista día a día el derecho a permanecer,
mayor es un razonador de gran lógica, uno de esos que ven co- permanece de verdad al modo de los hijos.
rrectamente, que llevan en el bolsillo la «verdad» con todas las ga- Estos corazones eternamente desilusionados en la tierra son
rantías de marca. Sin embargo, no ha logrado «transmitir la ver- una presa de Dios (P. Mazzolari)35.
dad», mostrarla al hermano para que la conozca.
¿Fue un apóstol desafortunado o siguió un camino falso? «Mal-
heur á la connaissance sterile, qui ne se tourne pas a aimer» (Bos- Atentos para no confundir al padre con el hijo mayor
suet). Aquí está la equivocación... Otra equivocación del pródigo: confundir al padre con el her-
¡Comunicar la verdad! No existe caridad más grande, porque la mano mayor, a Dios con el hombre.
caridad es el sumo de los bienes. Somos viandantes: ¿quién nos in- Equivocación que se perpetúa en la manera de mirar a la Igle-
dicará el camino?... Por tanto, verdad y caridad se confunden una sia, la familia que continúa a la familia de la parábola. Ante todo
vez más formando una misma cosa. alejamiento de ella, ante cualquier deserción, aun cuando no lo re-
Pero también la caridad de lo verdadero, como cualquier otra conozcan, muchos se escandalizan...
caridad, debe ser caritativa. Esta supone no sólo lo verdadero, si- Algunos exageran, muchos lo entienden mal, muchos no quie-
no también la caridad que lo dispensa... «Una verdad que no es ren ver, cuando podrían verlo perfectamente, que el corazón del
caritativa, nace de una caridad que no es verdadera» (Francisco de mayor no agota el corazón del Padre; que aquella angustia suya es
Sales) (P. Mazzolari)33. un insulto y un sufrimiento de la divina liberalidad; que en toda
encarnación de la realidad infinita en el límite del hombre, la os-
El hombre que recita el confíteor curidad, el contraste, la insuficiencia son signos seguros de una
Presencia que sobrepasa al hombre más allá de lo que es capaz de
Cuando Rousseau y otros me cuentan su pecado, me quedo in- traducir convenientemente lo divino (P. Mazzolari)36.
diferente y aburrido; cuando me lo cuenta san Agustín, me sobre-

32. lbid.
33. P. Mazzolari, Lapiü bella avventura, Bologna 1979. 34. Ibid.
35. Ibid.
36. Ibid.
266 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 267

Ha caído la barrera
Pero el pródigo de la parábola «entra, sale y encuentra susten-
En la religión, si se está y se resiste, es a condición de sentirse to» (Jn 10, 9), porque él no puede entender el corazón de Cristo
libres. En otros tiempos la opinión pública hacía de barrera en tor- como esos que le hacen decir: «¿Ves cuánto te quiero? ¡Quédate
no a la Iglesia. Entonces hacía falta coraje para salirse. La barrera aquí!»; su hablar es otra cosa: «¡Mira cuánto quiero a todos! ¿Y tú
que impedía el éxodo se ha caído; el atractivo de salirse se ha en- no vas a decírselo?» (P. Mazzolari)39.
sanchado desmesuradamente, de modo que permanecer exige, co-
mo debe ser, una determinación personal continua, un acto de vo- Simpatía hacia los que son capaces deponerse en marcha
luntad consciente que la gracia prepara y conforta (P. Mazzolari)37.
En esta narración son evidentes las líneas conductoras del
Se lleva a sí mismo mensaje: la conversión como descubrimiento de la posibilidad de
perderse y de la obstinada voluntad de salvación; el antifariseísmo,
Al volver a la casa del padre, el pródigo se llevará a sí mismo. como oposición a un «derecho adquirido», a una herencia carnal;
Y cuando el mayor, cediendo de mala gana a los ruegos del padre, la simpatía hacia los que se ponen en marcha, esos que «echan
entra y ve al hermano pomposamente en el banquete, se le encien- abajo el techo», que «alcanzan a tocar la orla del manto», que «se
de de nuevo la cólera: «Todo tu mérito consiste en haberte ido lejos suben a un árbol», en contraste con el orgullo estático de los que
y en haber derrochado lo tuyo, y para ti se ha matado el ternero ce- no toman iniciativas porque se creen en su derecho (A. Paoli)40.
bado; y para mí, que nunca me he separado del padre y jamás he
transgredido una orden, ni siquiera me han dado un cabrito para La vida de los pollos
convidar a mis amigos. Y entonces, ¿qué has hecho para que se so-
lemnice así tu vuelta? ¿Qué has hecho? ¿Qué has traído? Los fariseos pretendían enjaular al hombre y su vida en la ley.
El hermano, sin perder la compostura, levantó la mirada serena El fariseo hoy no se resiste a la tentación de manipular la vida con
hacia su hermano. todos los cálculos de previsión y con las correcciones de lo que no
-¿Qué has traído? corresponde a la previsión, pero esta ya no es la vida humana, es la
Entonces el otro, con voz tranquila, respondió: vida de los pollos.
-A mí mismo (P. Mazzolari)38. Nos parece más «destruida» una vida que, por su armonía, por
la ausencia de tensión dialéctica, mantiene a la persona en un bea-
¿ Y tú no vas a decírselo? to infantilismo satisfecho de sí, capaz de transmitir a los descen-
dientes, con el capital ahorrado, el aburrimiento acumulado, que
Volver es... comprender que hay que salir de nuevo. La aven- una vida ardiente, quemada, que expresa todo el amor del que es
tura del pródigo tiene otra página; me atrevería a decir que la be- capaz una persona, a pesar de la irregularidad del juego y de la in-
lleza del drama cristiano comienza donde termina la parábola, mensa ambigüedad de las opciones (A. Paoli)41.
cuando el pródigo se siente investido de una tarea de corredención.
Un pródigo que se contentase con escapar al naufragio y se sen- Conversión significa abrir los ojos
tase en el hogar entreteniéndose con pequeñas cosas, jugando al
apostolado como hace mucha buena gente, sería la copia empeo- También el concepto de conversión está bastante deformado en
rada del perezoso. nuestra cultura cristiana. Conversión significa cambiar de postura,

37. Ibid. 39. Ibid.


38. Ibid. 40. A. Paoli, La radice del!'nomo. Meditazioni sul Vangelo di Luca, Brescia 1972.
41. Ibid.
268 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 269

cambiar de punto de vista. Pero muchas veces es pasar de un «yo» Padre). El Hijo re-crea, esto es, asume desde dentro la creación
que se siente «sucio», comprometido con el pecado, a un «súper- (movimiento desde el Hijo al Padre que pasa a través de la renun-
yo», esto es, de un «yo descarriado», confuso en la realización de cia del tener, del poder y del valer del Padre) (A. Paoli)44.
sí como proyecto, a un «yo falso». La ganancia no es grande. Por
eso la «persona convertida» oscila entre autoexaltaciones y desa- Parábola de la relación
lientos, entre infantilismos y declamaciones, porque su seudocon-
versión consiste en dejar la piel de lobo para ponerse la de corde- El hombre nuevo es el que ha recibido «la capacidad del otro»,
ro. Algo impropio de todas maneras. o sea, la verdadera capacidad de amar. Hay que insistir en que es-
La verdadera conversión es la que nos devuelve a la realidad, es ta capacidad de amar es y no es humana, en el sentido de que no la
descubrir lo que somos, aceptar cordialmente lo que somos, y por recibimos en una normalidad acrítica como las orejas, los ojos, los
eso en el evangelio la conversión se representa con frecuencia co- sentidos. Nos llega después de la muerte, es la capacidad de los re-
mo un abrir los ojos, un ver. De repente parece que esta pequeña sucitados. El hombre nuevo no es el viejo remendado, sometido a
cosa desordenada e incoherente que es nuestra vida está como pe- una cura de hormonas. Es el muerto que ha resucitado, el perdido
netrada por un gran amor misterioso, por un «interés» que no está que ha sido encontrado.
en nosotros, sino en Otro (A. Paoli)42. El padre y el hijo mayor ya no se entienden, porque hablan un
lenguaje distinto. Uno habla de terneros, de cabritos, de bienes, de
Impotencia justicia y de injusticia. El padre ha descubierto a la persona que se
le acerca. La conversación entre el padre y el hijo mayor es rápida
Se verifica el fin del tener porque se gasta todo el patrimonio, y un poco irónica: «Tranquilo, no te alteres, quédate en tu mundo
del valer porque de hijo de rico se convierte en porquero, del po- que nadie te quitará. Déjame gozar de esta alegría nueva, inédita:
der porque nadie lo acoge y se descubre en una soledad desconso- el milagro del diálogo, la novedad del encuentro».
lada. El pasar por esta impotencia es la única condición por la que Un encuentro que es un final y un comienzo, porque ya no se
las tres líneas estructurales constitutivas de la persona, el valer, el funda en los bienes que hay que compartir, sino que es un viaje de
poder y el tener, se interiorizan, se hacen elementos de la concien- dos pobres. En el derroche del hijo han volado los bienes del padre
cia en vez de ser instrumentos de la persona (A. Paoli)43. y se renueva una relación.
Los dos, al empobrecerse, descubren un nuevo valor, el de «to-
En Cristo, destrucción por amor carse como personas». ¿Qué me importan los bienes? «El muerto
ha resucitado, el perdido ha sido encontrado».
Hacer una comparación entre el hijo pródigo y Cristo parece No acepto que esta sea «la parábola del perdón», del cabeza lo-
blasfemo, pero san Pablo dice que en este anonadamiento, en esta ca que las hace detodoslos colores y del padre que al final lo per-
«destrucción» se hizo semejante a nosotros. Nosotros llegamos al dona. Para mí es en todos los sentidos la parábola del amor, de la
vaciamiento a través del pecado, mientras que Cristo lo alcanza a relación. El hijo que marchó de casa no es un «perdonado», es un
través del amor. En nuestra aventura, es la experiencia, son las co- «resucitado». No es un problema de palabras, sino de visión de
sas las que nos vacían, mientras que en la historia de la encarna- sustancia. La «salida del pecado» para un cristiano no es la seguri-
ción es el amor el que mueve a Jesús a vaciarse para «asumir». dad de estar lavado, blanqueado, es una resurrección, en la que tie-
El Padre crea (movimiento desde el Padre a la creación; movi- ne que hacerse evidente en un cambio radical en la línea del amor,
miento que es la manifestación del poder, del valer y del tener del de la relación. Es recibir «la capacidad del otro» (A. Paoli)45.

42. Ibid. 44. Ibid.


43. Ibid. 45. A. Paoli, La radice dell 'uomo. Meditazioni sul Vangelo di Luca, Brescia 1972-
270 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 271

Hacerse padre compasivo Cuando me paro a pensar en la desobediencia de los hijos de


Dios, en nuestra lujuria, nuestra codicia, nuestra violencia, nuestra
La última etapa en la vida espiritual consiste en desembarar- ira, nuestro rencor, y cuando los miro a través de los ojos del co-
zarnos del miedo al Padre, de modo que podamos asemejarnos a razón de Dios, no puedo más que llorar y gritar con dolor: «Mira,
él. Mientras el Padre inspire miedo continuará siendo un intruso y alma mía, cómo un ser humano intenta hacer daño a otro; mira có-
será imposible que ponga su morada en mi interior. Pero Rem- mo esos tratan de perjudicar a sus compañeros; mira a aquellos pa-
brandt, que me mostró al Padre en su dimensión vulnerable, me hi- dres maltratando a sus hijos; mira cómo el amo explota a sus tra-
zo caer en la cuenta de que mi vocación última es la de ser como el bajadores; mira a la mujer violada, al hombre torturado, a los
Padre y vivir su divina compasión en mi vida cotidiana. Aunque niños abandonados. Mira, alma mía, el mundo; los campos de con-
sea el hijo menor y el mayor, no estoy llamado a seguir siéndolo, centración, las cárceles, los reformatorios, las clínicas, los hospi-
sino a convertirme en el Padre... Es un paso esencial para com- tales y escucha los gritos de los pobres». Este dolor es oración...
pletar el viaje espiritual... El segundo camino que conduce a la paternidad espiritual es el
Habiendo vivido mi condición de hijo en plenitud, ha llegado la perdón. A través del perdón constante llegamos a ser como el Pa-
hora de derribar todas las barreras y descubrir que lo que realmen- dre. Perdonar de corazón es muy difícil... Muchas veces digo «te
te deseo es convertirme en el anciano que veo en mí. No puedo ser perdono», pero mi corazón sigue enfadado o resentido. Quiero se-
siempre un niño. No puedo seguir poniendo a mi padre como ex- guir escuchando la historia que me demuestra que al final tengo
cusa en mi vida. Tengo que atreverme a extender las manos en un razón; quiero seguir oyendo disculpas y excusas; quiero tener la
gesto de alabanza y recibir a mis hijos con compasión, sin tener en satisfacción de recibir alguna alabanza a cambio, ¡aunque sólo sea
cuenta los pensamientos o sentimientos que tengan hacia mí. Aho- por haber perdonado!
ra necesito descubrir lo que realmente significa ser un Padre mise- Y, sin embargo, el perdón de Dios es incondicional; surge de
ricordioso, porque este es el fin último de mi vida espiritual... un corazón que no reclama nada para sí, de un corazón que está
La paternidad espiritual no tiene nada que ver con el poder o el completamente vacío de egoísmo.
control. Es una paternidad de misericordia... La tercera vía para llegar a ser como el Padre es la generosi-
Si realmente Jesús me llama a ser misericordioso como lo es su dad. .. En la parábola, el Padre... ofrece más de lo que se supone
Padre celestial, y si se ofrece a sí mismo como el camino para lle- que un hombre al que se le ha ofendido puede dar; se da a sí mis-
var una vida misericordiosa, entonces yo no puedo seguir actuan- mo sin reservas... (H. J. M. Nouwen)47.
do como si la competitividad fuera la última palabra. Tengo que
confiar en que soy capaz de convertirme en el Padre que estoy lla-
mado a ser (H. J. M. Nouwen)46. Las manos, en un gesto de bendición, extendidas sobre los hi-
jos que vuelven a casa
Hacia una paternidad de compasión Para descubrir por mí mismo la paternidad espiritual y la auto-
ridad misericordiosa que le es propia, tengo que dejar que el hijo
Mirando el cuadro de Rembrandt, descubro tres aspectos de la menor rebelde y el mayor resentido salgan a la luz para recibir el
paternidad misericordiosa: el dolor, el perdón y la generosidad... amor incondicional y misericordioso que me ofrece el Padre y des-
El dolor me hace reconocer los pecados del mundo -incluidos cubrir así la llamada a «ser acogida» como mi Padre «es acogida».
los míos-, me estremece el corazón y me hace derramar muchas Entonces los dos hijos que están dentro de mí pueden transfor-
lágrimas por ellos. No hay misericordia sin lágrimas... marse poco a poco en el Padre misericordioso. Esta transformación
me lleva a que se cumpla el deseo más profundo de mi corazón in-
46. H. J. M. Nouwen, El regreso del hijo pródigo: meditaciones ante un cua-
dro de Rembrandt, Madrid 2002. 47. íbid.
272 Las parábolas de Jesús El hijo pródigo 273

tranquilo. Porque ¿puede haber alegría mayor que tender mis bra- que vuelva el hijo desdichado, a quien, en un acto de desconside-
zos y dejar que mis manos se posen sobre los hombros de mis hijos ración paterna, le ha dado las riquezas sabiendo que haría de ellas
recién llegados, en un gesto de bendición? (H. J. M. Nouwen)48. el uso que efectivamente ha hecho. Este padre que espera es un
símbolo que está en nuestro horizonte, para nuestro consuelo. No
Dos vías importa saber lo pecadores que somos: la distinción, a este nivel,
ya no tiene mucha importancia. Si vivimos sabiendo que se nos es-
Hay dos vías por las que se puede encontrar a Dios. Una va de pera, es otra cosa. Esta idea de un amor que espera, que entra en
abajo arriba; parte del hombre, de sus exigencias, de sus capacida- nuestras experiencias humanas, hace que nuestro viaje tenga otro
des racionales, de sus categorías morales. Por esta vía el hombre sentido: existimos y alguien nos espera (E. Balducci)51.
llega a imaginar a un Dios infinito, perfectísimo, pero en último
término hecho a su imagen y semejanza. Surge la sospecha de que
tal Dios no es sino la proyección del hombre hacia el infinito. Reconciliar
Pero existe otra vía, que es la novedad del evangelio si la recu- La tarea de mi existencia es reconciliar, llevar las cosas desde
peramos de verdad, y es la vía hacia abajo: es él quien viene hacia su actual estado de irreconciliación al de reconciliación. Todo es-
nosotros y se nos manifiesta de una manera que sobrepasa y trans- tá dentro de esta palabra simbólica. Es verdad, nuestro modo nor-
forma nuestras capacidades y paradigmas de comprensión, por lo mal de vivir es la competitividad, la competición, la sospecha ha-
que él es, por una parte, santo, inaccesible, totalmente otro, distin- cia el vecino. La desconfianza nos ha devorado el alma, y cuando
to de nosotros, pero misteriosamente se hace uno de nosotros, des- sonreímos, como exige la urbanidad, tras la cara amable se escon-
ciende (y esta es la página en la que el misterio es descifrable) a de una actitud de sospecha, la desconfianza que hace de nosotros
nuestras profundidades, a esas que la mayor parte de las veces son personas maduras, por lo que el mundo es así poco fraterno y las
extrañas a nuestra conciencia cotidiana, teniendo en cuenta que so- cosas que tenemos alrededor han contraído nuestra lepra; tampoco
mos un misterio para nosotros mismos (E. Balducci)49. estas han sido reconciliadas, es más, siempre son menos concilia-
bles con nosotros. ¡Estamos dentro de esta red y qué terrible lec-
Cuando dejamos de hablar... ción nos viene de las cosas si las leemos a esta luz! (E. Balducci)52.

Es una página peligrosa. Nos obliga a reflexionar sobre el mis-


terio de un Dios loco, de un Dios sin razón, de un Dios que hace Virtudes que respiran tristeza
fiesta cuando no hay motivo alguno, de un Dios cuya ficha secre- Solamente si nosotros -supongámoslo por un momento- so-
ta sólo se revela cuando dejamos de hablar, si el corazón nos alien- mos virtuosos, pero en cierto momento sentimos el fastidio por
ta, y nos abrimos en una intuición total a eso que está más allá de nuestras virtudes, si sentimos que no valen nada, que destilan y
nosotros. Esta es la pedagogía del evangelio (E. Balducci)50. respiran tristezas, sólo entonces es justo considerarnos virtuosos.
El peligro terrible de la virtud es que nos aprisione, que se con-
Alguien nos espera vierta en un absoluto porque carece de aquel elemento, de ese
principio vital que llamamos amor, el cual, entrando en la estruc-
Mientras el hijo bueno trabaja -nos da hasta pena, ¡y hasta tie- tura laboriosa de nuestras virtudes, las hace primaverales, las ha-
ne razón desde su punto de vista!- este padre loco está esperando ce germinar...
48. Ibid.
49. E. Balducci, Gli ultimi tempi, anno C, Borla, Roma 1991.
50. Ibid. 51. Ibid.
52. Ibid.
274 Las parábolas de Jesús
El hijo pródigo 275

Entonces viene a la memoria la educación, especialmente la de


Cómo no ser hijos
quien, como yo, ha sido sometido al largo itinerario formativo de
los seminarios de antaño, todo el camino junto a hombres virtuosos Juzgando desde el exterior (nosotros sólo podemos juzgar des-
pero irascibles, inhumanamente virtuosos, cuyas virtudes translu- de fuera, esto es, desde los comportamientos: el fuero interno, el
cían una especie de ahogo de la vida, de sutil amor a la muerte, y alma, se nos escapa siempre; sólo se hace manifiesta a los ojos de
todo eso en nombre del evangelio. Entonces siento la irritación, Dios...), los dos hijos son una muestra espléndida de cómo no se
quiero decir, el enojo de Cristo contra los fariseos (E. Balducci)53. debe ser hijo; los dos son ejemplos emblemáticos de lo negativo.
Es difícil decir quién se ha equivocado más (D. M. Turoldo)56.
Esa locura que es amor
La lección de la tolerancia
Pienso ahora en un hombre festivo como era el papa Juan
XXIII, que inauguró una fiesta. Y vosotros sabéis que las verdade- En la parábola la enseñanza más elocuente es la del padre, o
ras iniciativas las tuvo de los hermanos buenos, que estaban allí sea, la de Dios. Y precisamente su enseñanza es el summum de la
con él en el mismo palacio, porque veían la confusión, la locura. Y tolerancia. ¡Oh Dios!, ¿cuándo aprenderemos a soportarnos, com-
él dijo la gran palabra: «Sin un poco de locura no se ensanchan las prendernos y tolerarnos como tú nos toleras? Porque la verdadera
tiendas del pueblo de Dios». tolerancia no es indiferencia, no es juicio procedente de mi magna-
Cierto, no cualquier locura, sino la que es amor y no permisi- nimidad hacia mi hermano; como si le dijese: yo estoy en la verdad,
vismo; no complicidad con el desorden, sino intuición de lo que y soy tan generoso que te tolero, aunque tú vivas en el error. La ver-
está bajo los desórdenes, de ese brotar de la existencia en un grito dadera tolerancia consiste en ver a todos por igual y saber que la
que quiere la vida (E. Balducci)54. verdad siempre es más grande que nosotros, que no somos sus due-
ños; tolerancia es admitir que también el hermano tiene su verdad,
sin caer por ello en ningún relativismo, admitir que los dos estamos
Peregrino de caminos interminables en movimiento, en camino hacia la verdad (D. M. Turoldo)57.
Y entonces soñé otras vidas, millares de vidas,
peregrino de caminos interminables. El corazón de Dios que explota
Entonces me adorné de flores y cánticos
e hice de mí una ribera, Esta es una de las más grandes páginas de la misericordia; co-
donde las más dulces criaturas se daban cita. mo decir: el corazón de Dios explota. Aunque no lo parezca, por-
Y llamé a bailar a todos los deseos; que es de Dios amar en silencio, amar infinitamente; amar inclu-
y las estaciones jóvenes y las noches candidas so cuando le escupes en la cara: amarnos, a pesar de todo. Amar y
acogieron mis confidencias. basta (D. M. Turoldo)58.
Y, novel pródigo, he desfondado mi heredad.
Y vosotros y Dios erais mi ininterrumpido remordimiento. Levantarse del cenagal
Ni un día él ha dejado de perseguirme.
Y la tarde eran llantos que lavaban los cielos (D. M. Turoldo)55. «Me pondré en camino, volveré a la casa de mi padre y le diré:
'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti'...». Así, en un cierto
53. E. Balducci, II Vangelo dellapace, anno C, Roma 1985.
54. Id., // mandorlo e ilfuoco, anno C, Roma 1979. 56. Id., Anche Dio é infelice, Cásale Monferrato 1991.
55. D. M. Turolodo, Udii una voce. Salmi in morte di mió padre e di mía ma- 57. Ibid.
dre, Mondadori 1952. 58. Ibid.
276 Las parábolas de Jesús

momento irrumpe la gran aventura. Una historia que no termina


14
jamás. Ojalá existiesen estos momentos también para nosotros, pa- El administrador deshonesto y sagaz
ra los tiempos que vivimos. Ojalá existiesen esos signos de gran-
deza para marcar y animar la grisura de nuestros días, para romper
la monotonía de nuestras crónicas negras, y el desaliento de los es-
píritus. Ojalá aparezca ese hombre que se pone en pie; que se le-
vanta y sale, solo y grande, del cenagal; que vuelve a levantar la «Decía también a sus discípulos: Había un hombre
cabeza, bien destacado en la vasta y desolada llanura. Pero para rico que tenía un administrador a quien acusaron
llegar a tanto, además de una gracia grande, hace falta mucho áni- ante su amo de malversar sus bienes. El amo lo lla-
mo, humildad, sensibilidad y fuerza de espíritu (D. M. Turoldo)59. mó y le dijo: '¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame
cuenta de tu administración, porque no vas a poder
El amor del padre ha abrasado todo juicio seguir desempeñando ese cargo'. El administrador
se puso a pensar: '¿Qué voy hacer ahora que mi
Fíjate que, apenas aparece este hombre, este hijo, como un amo me quita la administración? Cavar ya no pue-
punto en el horizonte, él, el padre, se precipita y sale a su encuen- do; pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy
tro, y le echa los brazos al cuello. Sin pedir nada; sin dudar; sin ni a hacer para que alguien me reciba en su casa cuan-
siquiera mirarle fijamente a la cara, para no humillarlo, y espe- do me quiten la administración'. Entonces llamó a
cialmente para no hacerle ver el sufrimiento que ha provocado: el todos los deudores de su amo y dijo al primero:
largo sufrimiento de Dios por el hombre lejano, por la criatura de '¿Cuánto debes a mi amo?'. Le contestó: 'Cien ba-
sus entrañas; por esta maravilla de la creación. rriles de aceite'. Y él le dijo: 'Toma tu recibo, siénta-
He ahí que ahora este vuelve humillado y arrastrado, y el padre te y escribe en seguida cincuenta'. A otro le dijo: 'Y
no quiere de ninguna manera que alguien lo vea en ese estado; es tú, ¿cuánto debes?'. Le contestó: 'Cien sacos de tri-
más, inmediatamente lo cubre con su abrazo; y que nadie lo juz- go '. Él le dijo: 'Toma tu recibo y escribe ochenta'. Y
gue. El amor del padre ya ha quemado cualquier juicio (D. M. Tu- el amo alabó a aquel administrador inicuo, porque
roldo)60. había obrado sagazmente. Y es que los que pertene-
cen a este mundo son más sagaces con su propia
gente que los que pertenecen a la luz. Así que os di-
La seducción de la nada o del todo go: 'Haceos amigos con la injusta riqueza. Así, cuan-
do tengáis que dejarla, os recibirán en las moradas
Siempre al borde de dos abismos
eternas. El que es de fiar en lo poco, lo es también
debes caminar y no saber
en lo mucho. Pues si no fuisteis de fiar en la injusta
qué seducción, si de la nada o del todo,
riqueza, ¿quién os confiará la verdadera? Y si no
te derribará (D. M. Turoldo)61.
fuisteis de fiar administrando bienes ajenos, ¿quién
os confiará lo que es vuestro? Ningún criado puede
servir a dos amos, pues odiará a uno y amará a otro,
o será fiel a uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y al dinero'. Estaban oyendo todo esto
lo fariseos, que eran amigos del dinero, y se burla-
59. Ibid. ban de Jesús» (Le 16, 1-14).
60. Ibid.
61. D. M. Turoldo, Osensi miel... Poesie 1948-1988, Rizzoli 1990.
278 El administrador deshonesto y sagaz 279
Las parábolas de Jesús

¿Dios sostiene el saco a un ladrón? prueba. Jesús no pronuncia un juicio moral sobre la conducta frau-
dulenta. Valora la inteligencia y la intrepidez del picaro.
Se trata, sin duda, de una parábola bastante embarazosa y has- Por tanto, en la interpretación de la parábola, es necesario evi-
ta escandalosa. Intentemos reconstruir la historia y colocarla en tar el error de buscar a toda costa un significado, una aplicación
sus contornos más verosímiles. Un latifundista oye algunos rumo- práctica -o incluso un motivo edificante- en cada detalle. Hay que
res acerca de las irregularidades administrativas hechas por un ad- captar el punto central, el motivo dominante, la lección de fondo,
ministrador suyo y lo manda llamar. El interesado, una vez que se sin detenerse en los elementos accidentales.
encuentra ante el amo con los libros contables desajustados, ni si- Así, en nuestro caso, la lección fundamental no es ciertamente
quiera piensa en disculparse. Las cifras cantan en su contra, y él lo la de la injusticia, la de la corrupción, sino la de la capacidad de
sabe mejor que nadie. El despido resulta inevitable. salir airoso de una situación crítica.
Lo que le preocupa es su futuro. La única manera de arreglár- El Señor ama a las personas que trabajan, que no se olvidan de
selas -ya que no sabe hacer otros oficios, o aun sabiéndolos ha- que tienen un cerebro, que recurren a los resortes de la fantasía.
cer- consiste en granjearse amigos. Se siente degradado. Y se po- Aquí el administrador infiel encuentra una salida a su situación
ne inmediatamente en acción. Convoca a los deudores de su amo dramática a través de un descubrimiento decisivo: el descubri-
-probablemente comerciantes mayoristas- y reduce notablemente miento de los otros. Hasta ahora prácticamente no había caído en
el importe de su deuda: el veinte por ciento al mayorista del grano la cuenta de su existencia, sólo había pensado en sí mismo, en sus
y el cincuenta por ciento al del aceite. En ambos casos, el des- intereses. Ahora descubre la realidad de la amistad (aunque sea en
cuento, en moneda actual, es de muchos euros. clave utilitarista, pero no es esto lo que importa). Aún dispone, in-
¡Bonita manera de arreglar un escándalo administrativo! Un justamente, de la propiedad que debe administrar, pero ya no para
agujero colosal, se le arregla ensanchándolo desmesuradamente él (al menos directamente), sino para ventaja de los demás. Y la
(es el caso de decir, adoptando el lenguaje popular: ¡el remiendo propia salvación pasa a través de esta apertura a los otros.
resulta peor que el roto!). Una serie de irregularidades se remedia
con otras irregularidades. Descubierta una estafa, se evitan las
consecuencias desagradables con otras operaciones fraudulentas. La gestión, no la autodigestión
Y todo con la bendición del amo, que «alabó a aquel adminis-
trador inicuo, porque había obrado sagazmente». Es más, según la Se trata de una lección esencial para la Iglesia, que no es due-
opinión de ciertos estudiosos ¡la aprobación y la admiración no se- ña, sino simple administradora y dispensadora de los tesoros del
rían del amo, sino del Señor! O sea, Jesús alaba la conducta del ad- Señor. Ella no puede vivir en un mundo cerrado, pensando en si
ministrador infiel y sagaz. Por eso muchos hablan de escándalo. misma, en su seguridad, en sus derechos, en su prestigio, en su p°"
Alguno la define como «la más escalofriante de las parábolas». der. Tiene que poner en circulación los bienes de su Amo. Debe
Una vergüenza. Ya no hay religión, desde el momento que Dios descubrir su identidad en su «ser para» los hombres.
sostiene el saco del ladrón. La Iglesia no puede transformar su vocación en autogestión, °
peor -como dice irónicamente A. Maillot-, en autodigestión. Elec-
ción no significa privilegio, sino servicio.
Se alaba la astucia, pero no la deshonestidad Los bienes del Señor son malgastados cuando se guardan pa ra
sí, cerrados, protegidos, defendidos. La culpa no está en dilapida
Intentemos mantener la calma y no nos rasguemos las vestidu- sino en apropiarse, en no dilapidar en beneficio de la humanidad-
ras antes de haber entendido el significado exacto de la parábola. ¿Quién puede hacerse ilusiones de que sabe administrar
Es verdad que el Señor aprueba al administrador deshonesto.
fiel-
Pero no alaba su deshonestidad, sino la astucia de que ha dado
mente? Y, sin embargo, la verdadera, la gran infidelidad consiste
en no ser generoso, en no distribuir a manos llenas.
280 Las parábolas de Jesús El administrador deshonesto y sagaz 281

Y es hermoso, es justo, que la Iglesia -como el administrador ner el apoyo de estos cuando sea despedido de su cargo, no pre-
que se confiesa incapaz de manejar la azada- no sepa, no pueda, tende animarnos a imitarle en su evidente deslealtad, en sus opera-
no deba hacer otros oficios. En efecto, su único quehacer, su úni- ciones desaprensivas e incorrectas.
ca especialidad es perdonar, usar misericordia, compartir, com- Hoy, por otra parte, numerosos personajes de todas las condi-
prender, abrir, liberar. ciones, sin excesiva familiaridad con las parábolas evangélicas (ni
con los libros en general), cada día demuestran que ese, en com-
paración con ellos, era muy poco previsor... Sus trucos, compara-
Nadie tiene las cuentas en orden dos con sus maniobras para gozar de favores importantes, son in-
fantiles y casi inocentes...
La lección nos afecta también a cada uno de nosotros. Nadie, El planteamiento es otro. Jesús advierte con sentimiento que,
en efecto, tiene los libros de cuentas en orden. Por poco que Dios cuando anda de por medio la salvación, la orientación de la vida,
les eche una ojeada, hay para temblar. Las cuentas con él no cua- la adhesión convencida al evangelio, las decisiones para dar un vi-
dran nunca. raje a una existencia insulsa, los llamados «hijos de la luz» se
Pues bien, la parábola nos enseña a hacer «irregularidades». muestran indolentes, distraídos, incapaces de reaccionar, perezo-
De otra manera. Dios quiere las irregularidades que van en bene- sos, resignados. Sin empuje. Sin arrojo. Sin un rayo de fantasía.
ficio del prójimo. Se trata de minimizar las culpas de los otros (y Sin una chispa de creatividad. Corazón y mente entumecidos. El
no de agrandarlas, como solemos hacer), de reducir sus defectos, tiempo apremia y ellos no se mueven.
de cancelar las ofensas, de tachar las equivocaciones, de no razo-
nar en términos de derechos o razón, sino en términos de amor. El hombre de la parábola ha tenido un sobresalto, un golpe de
genio: «¡Ya sé lo que voy a hacer!». Sin embargo estos, no sabien-
Nuestras manos quedan «limpias» cuando las abrimos de par
do qué hacer, sufren, pasivos y abúlicos, los acontecimientos, las
en par en gesto de don, cuando «derrochamos» para regalar ale-
situaciones más penosas. Optan por no hacer nada. Es más, ni si-
gría, luz, esperanza. Con el prójimo no se permiten las medidas
quiera optan. Continúan sin vivir, ausentes, flojos, dimisionarios.
«justas». La única medida consentida es la «desmesura» del amor,
el exceso. Entonces el Señor volverá a fiarse de nosotros. Las cosas se echan a perder (y pueden estar revueltas incluso
cuando salen las cuentas económicas) y ellos ni se enteran. Es de-
Es verdad que siempre faltará algo en nuestras cuentas. Hacer-
las cuadrar será prácticamente imposible. Pero él se siente satisfe- masiado costoso pensar. Demasiado arriesgado imaginar un modo
cho igualmente de nuestra «mala administración» con tal de que in- distinto de ser cristianos. Es demasiado incómodo salir por la
tervenga la generosidad (aunque sea con sus bienes), con tal de que puerta (entornada) de la prisión. Es demasiado comprometido
lo que falta pueda buscarlo en otra parte y no en nuestra cartera. romper el cerco sofocante de las costumbres.
En efecto, sus bienes están seguros en los bolsillos de los otros, Jesús no se sorprende de que nos metamos en algún lío, de que
que son además los legítimos destinatarios. Y nosotros nos habre- hagamos alguna tontería colosal, de que tengamos los registros
mos granjeado amigos que hablarán bien de nosotros al Amigo. embrollados (o incluso en peores condiciones). Se sorprende y se
irrita porque, teniendo el agua al cuello, sacamos las manos para
mirarnos la uñas, y ni siquiera nos preocupamos de echar una ojea-
Cuando llega el agua al cuello da por los alrededores para buscar a un amigo.
La culpa imperdonable no es la de encontrarnos, por nuestra
Nunca se subrayará bastante que Jesús, proponiendo la figura culpa, en una situación crítica. El delito imperdonable consiste en
del administrador deshonesto y astuto que, al encontrarse con el considerar la cosa como normal, inevitable.
agua al cuello, tiene la idea brillante de falsificar los balances fa- En una palabra, Jesús no puede soportar un estilo cristiano di-
voreciendo descaradamente a los deudores de su amo, para obte- misionario, fofo, cuando está enjuego el asunto más importante:
la salvación.
282 Las parábolas de Jesús
El administrador deshonesto y sagaz 283

La riqueza es injusta
sino que se sirve de él). Hay que convencerse de que no se puede
«Haceos amigos con la injusta riqueza». En el primero de los servir a Dios y al dinero.
tres «dichos» puestos en boca de Jesús al terminar la parábola se Dios quiere ser servido en el amor, la gratuidad, la donación de
define la riqueza, sin medias tintas, como «injusta». ¿Por qué? Lo sí, la fraternidad, el desinterés. Todos esos medios de que no dis-
explica B. Maggioni: «Porque a menudo la riqueza es fruto de la pone Manmón, el cual, sin embargo, es experto en buscar el pro-
injusticia y también, con más frecuencia aún, porque se convierte vecho propio, el cálculo egoísta, la injusticia, la avidez insaciable.
fácilmente en instrumento de injusticia. Además, la riqueza hace Actitudes que, aunque se vistan de monaguillo o con traje de re-
ciegos, como enseña más adelante la parábola del pobre y el rico. presentante clerical, no pueden pretender servir a la causa de Dios.
Ya en la explicación de la parábola del sembrador se ha visto que la Los únicos «medios» de los que Dios tiene necesidad son las
seducción de la riqueza sofoca la Palabra». personas y su corazón (totalmente libre).
El mismo autor dice que esta desconfianza frente a la riqueza
no es nueva. En efecto, leemos en el Eclesiástico: «Entre venta y
compra se mete el pecado» (27, 2). Y en otro pasaje de este mismo Algunas claves de lectura
libro se advierte: «No te fíes de riquezas mal ganadas, de nada te
servirán en el día de la desgracia» (5, 8). Para terminar, quiero presentar algunas claves de lectura.
La riqueza, según la enseñanza sapiencial, es ilusoria, engaño- -La parábola, que tiene como protagonista al administrador
sa, traidora. Promete y no mantiene las promesas. Seduce, atrae la deshonesto (o sagaz), no hay que leerla como un relato ejemplar.
confianza incondicional del hombre y después desilusiona. No hay que obsesionarse por «salvar la moral» (comprendida la
laica). Se trata más bien, de captar la lección principal.
Jesús, invitado probablemente a expresar un juicio ético acer-
Manmón, incluso vestido de monaguillo, no puede servir a Dios ca de un episodio de corrupción que circulaba de boca en boca
desencadenando los comentarios más indignados (en aquel tiempo
«No podéis servir a Dios y al dinero (literalmente, Manmón)». aún eran capaces de indignarse), provocadoramente alaba al tru-
La incompatibilidad más radical, afirmada categóricamente por hán, no por sus operaciones ilegales -después de todo, más bien
Cristo, no se da entre Dios y el placer o el sexo, sino entre Dios y rudimentarias y propias de un aficionado, si se miden con el metro
Manmón. Al hijo pródigo, tras haber vivido como un «disoluto», le del progreso de hoy-, sino por su rapidez para captar el dramatis-
dan náuseas las bellotas con las que intentaba saciar el hambre, y mo de la situación y para buscar una salida airosa.
emprende el camino de vuelta a casa. Siente nostalgia del padre, Se trata de uno que tiene el agua al cuello, que se encuentra en
tiene necesidad del pan de su casa. Sin embargo, quien se hace es- un mar de líos y se agarra, con sorprendente rapidez de reflejos, a
clavo del dinero, quien lo convierte en un ídolo, ya no necesita a una tabla de salvación.
Dios. Ha encontrado el sustituto, el sucedáneo que le satisface. -Una vez más Jesús invita a los «hijos de la luz», más bien
Y la operación más engañosa puede ser la de vestir a Manmón aturdidos e indolentes, a captar la urgencia de la hora y a tomar la
con el traje de monaguillo (o el vestido almidonado, con alzacue- decisión de la que depende el futuro. Les pide que tengan al menos
llos, del representante clerical) y admitirlo a servir en el altar. la misma presencia de ánimo, el ingenio y la fantasía que los sa-
No se trata sólo, por tanto, de afirmar que existe incompatibili- gaces de este mundo (algún bribón de alto copete los definiría hoy
dad entre el servicio a Dios y el culto dado a las riquezas (decla- como «picaros») demuestran al perseguir sus intereses.
ración que ha sido hecha quién sabe cuántas veces incluso por -El dinero no tiene curso legal en el más allá. Hay que gastar-
quien mantiene relaciones muy confidenciales con Manmón: por lo antes. Ciertamente no para pagar el precio de la entrada o reser-
otra parte, ningún «devoto» confesará jamás que sirve a Manmón, var un puesto «en las moradas eternas». Sino para sembrar un po-
co de amistad (se trata de «hacer amistad» más que de «hacer
284 Las parábolas de Jesús
El administrador deshonesto y sagaz 285
caridad»), para distribuir un poco de amor en este mundo que co-
rre el peligro de convertirse en una jungla, con gente preparada pa- Para la lección sobre el «deber de ser inteligentes», como sub-
ra adentellar y desgarrar la propia presa. rayando su enorme importancia, Jesús nos desconcierta poniendo
Así, cuando empiece a faltar el dinero (¡y llegará a faltar a to- como maestro a un bribón, a un ladrón matriculado, todo lo sim-
dos!), no faltarán los pobres, o sea, los amigos que os echarán una pático que queráis, pero un ladrón al fin y al cabo. Y nos dice que
mano para entrar, a pesar de alguna dificultad debida a que las fac- hay que imitarle.
turas no están perfectamente en orden.
-Jesús establece una incompatibilidad absoluta entre el servi- La picardía como deber
cio a Dios y a Manmón. Lo precisa también B. Maggioni: «Man-
món es más que la simple riqueza: es esa acumulación exagerada, No hay duda. Para el Señor toda la simpatía la tiene el admi-
nunca saciada, que se convierte en amo, llenando todo el horizon- nistrador sagaz. Y su lamento desconsolado se dirige a los que se
te de la vida». muestran incapaces de imitarlo. Hay una frase, en efecto, que tie-
De todos modos, queda bien claro que no es posible adorar a ne el chasquido de un latigazo para nosotros: «Los que pertenecen
Dios y adorar al dinero. No se puede fundar la vida sobre él y so- a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que per-
bre lo que se le opone radicalmente. O uno se fía de Dios o se fía tenecen a la luz».
de las riquezas. Los que disfrutan con las divisiones, las clasificaciones, las
discriminaciones, están servidos. Nosotros de esta parte, los otros
de la otra. Aquí el bien, a la otra parte de la barricada el mal. Aho-
Provocaciones ra nos vemos obligados a reconocer: la astucia no habita en nues-
tra casa, sino en la otra.
Un ladrón en la cátedra Y cuando nosotros sacamos la picardía, lo hacemos por nues-
tras miserables causas personales y nuestros raquíticos intereses,
No liquidemos como una divertida caricatura a este adminis- ciertamente no por la causa del Reino. «Resulta extraño ver cómo
trador en apuros con unas cuentas que no salen y con unos libros las causas pequeñas levantan ardientes pasiones, mientras que las
de contabilidad llenos de trampas. Jesús nos los pone delante no grandes causas despiertan tan poco entusiasmo y participación»
para divertirnos, sino para echarnos una buena reprimenda. (U. Vivarelli). Nosotros, que deberíamos trabajar por una causa
Veamos, pues, subir a la cátedra -la cátedra que nos enseña el grande, ¿por qué mostramos menos ingenio, inteligencia, iniciati-
difícil oficio de cristiano- a este notorio ladrón, a este administra- va y empuje que esos que se dedican a causas pequeñas?
dor sagaz, para impartirnos una lección importantísima: la lección «¿Amáis las ideas con pasión, con sangre? ¿Una idea os quita
de la inteligencia y de la astucia, y también de la osadía. el sueño? ¿Sentís que en ella se está jugando vuestra vida?» (A.
De la siguiente observación deduzco que se trata de una lec- Camus). He ahí la pregunta inquietante que hemos de plantearnos,
ción importante. Jesús, cuando pretende algo decisivo, busca pro- no a propósito de nuestras ideas, sino de nuestros ideales, de nues-
fesores «sin papeles», incluso sin ningún doctorado ni diploma; tro cristianismo, que siempre es algo más y distinto que una idea.
gente, en una palabra, que no pertenece a nuestro campo. Y lo ha- Trabajamos por el reino de los cielos -al menos eso decimos-,
ce para escandalizarnos, para provocar un shock saludable. una gran causa. Pero las connotaciones de nuestro trabajo, con fre-
Así, la lección del mandamiento nuevo, sobre la necesidad de cuencia, son el cansancio, la chapucería, la desgana, la lentitud,
«hacernos prójimos», se ilustra no por unos representantes paten- una falta total de inteligencia y de fantasía. ¿Por qué?
tados, el sacerdote y el levita (¡es más, estos son el mal ejemplo Así la gran causa se ahoga en un mar de inapetencia. En verdad
que no hay que imitar!), sino por un hereje, un excomulgado, el sa- Dios ha hecho un buen negocio al confiarnos la administración de
maritano precisamente. sus bienes...
286 Las parábolas de Jesús El administrador deshonesto y sagaz 287

El bien hay que hacerlo bien «¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu adminis-
tración, porque no vas a poder seguir desempeñando ese cargo».
¿Por qué consideramos la fantasía como una propiedad reser-
Necesitamos que el Señor nos sacuda de la misma manera. Nos di-
vada a los poetas y a los novelistas, y la tomamos por algo incon-
ga bruscamente: ¿Acaso crees que no me entero de los líos que es-
veniente para nuestro oficio de cristianos? ¿Por qué no la utiliza-
tás armando? ¡Qué desilusión la mía! Vete de aquí, no sé qué hacer
mos para presentar la palabra de Dios? ¿Por qué nos limitamos a
con un inepto como tú...
ser unos repetidores cansinos y pedantes de verdades polvorientas,
apergaminadas y descoloridas, que huelen a rancio? Quizás necesitamos que nos pongan en la puerta sin demasia-
das contemplaciones, para que caigamos en la cuenta de que el ce-
Decimos que estamos de parte de la verdad. Y está bien, aun-
rebro se nos ha dado precisamente para usarlo, que un poco de
que habría que tener cuidado con ciertas declaraciones. Pero esto
fantasía no viene mal y que la sagacidad no debe ser una prerro-
no quiere decir que tengamos que ponernos el uniforme de un
gativa exclusiva de los «hijos de este mundo». Y que el amor al
guardián de museo.
riesgo se concilia con el amor a Dios.
Decimos que hacemos el bien. ¿Pero no se nos ocurre sospe-
«Los violentos arrebatan el reino de Dios». Lo ha dicho el Se-
char que no basta hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien, con
ñor. Después de la lección impartida por este bribón, es lícito aña-
inteligencia, con una discreta dosis de intuición, realismo, lucidez,
dir: también los inteligentes y sagaces arrebatan el reino de Dios.
cordura, empuje, inventiva?
Solamente para los tontos no hay sitio.
Decimos que pertenecemos a la economía de la gracia. Y está
bien. Pero no es lícito pensar que la gracia sirva para cubrir nues-
tras deficiencias humanas, que la eternidad constituya una coarta- Inteligencia bien empleada
da a nuestras perezas y a nuestras evasiones de los compromisos
temporales. ¿Por qué no nos damos cuenta de que la única mane- «El administrador se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer ahora
ra de manifestar nuestra fidelidad a lo eterno es ser actuales? que mi amo me quita la administración?...'». Respecto a esto, un
anciano párroco inolvidable se permitía una pintoresca interpreta-
ción: «El administrador se rascó la cabeza y dijo para sus aden-
No hay sitio en el Reino para los tontos tros.. .». La recreación es graciosa, pero muy real, pues subraya la
idea con extraordinaria eficacia.
La admiración del Señor por la astucia del administrador sagaz El administrador se da cuenta de que se halla en una situación
se traduce en abierta desaprobación hacia nosotros, siervos des- bastante embarazosa. Sabe que lo ha perdido todo. Todo menos el
prevenidos y torpes. Jesús nos ha enseñado que tenemos que ser cerebro. Y sabe utilizarlo para salir del apuro. Es un típico ejemplo
buenos, pero no tontos. Y para quitarnos toda ilusión al respecto, de inteligencia bien empleada. No sé si nosotros, «hijos de la luz»,
hace subir a la cátedra (¿y por qué no al pulpito?) a este individuo estamos en disposición de contraponerle ejemplos de una inteli-
desprovisto de certificado de buena conducta, cuya actividad no es gencia así. Según las palabras del Señor, tiene que ser una empre-
muy ortodoxa, pero que ciertamente no deja que se le oxide el ce- sa bastante ardua.
rebro. ¿Aceptaremos su lección insolente? La inteligencia no es un lujo, sino un deber preciso y una nece-
Quizás la diferencia entre nosotros y el administrador desho- sidad urgente. Entonces ¿por qué hacemos tan poco uso de la in-
nesto está aquí: él se halla en apuros porque no le salen las cuentas, teligencia en nuestro testimonio cristiano? Si quisiéramos hacer un
y es perfectamente consciente de ello. Mientras que nosotros vivi- proceso a los cristianos sobre este punto concreto, los testigos de
mos en la plácida seguridad de que nuestras cuentas con Dios cua- cargo serían numerosos.
dran siempre, con sorprendente facilidad. Nos hacemos la ilusión Bruce Marshall decía que el hecho de poseer la verdad no es un
de que tenemos los registros en orden (puestos en su lugar con al- buen pretexto para escribir en un mal inglés. Ni tampoco un libro
guna oración y alguna práctica tranquilizadora) y nos dormimos. «edificante» en cualquier otra lengua.
288 Las parábolas de Jesús El administrador deshonesto y sagaz 289

¡Santo cielo!, la etiqueta «católico» cubre un cúmulo no pe- prendió, escandalizó a sus oyentes con un mensaje inaudito, a gol-
queño de impericia, diletantismo, puerilidad, idioteces, untuosida- pes de «Pero yo os digo...». Luego los santos han sido los intér-
des e incapacidad de afrontar los problemas reales. Baste leer cier- pretes más sorprendentes de esta novedad. Han asombrado al mun-
tas publicaciones que pululan en tantos «jardines devocionales». do gracias precisamente a sus locuras, rarezas, audacias, itinerarios
También en muchos pulpitos se escuchan vulgaridades, ensa- inéditos, me atrevería a decir gracias a su fantasía desbordada.
yos de aprendiz, y todo dicho en un lenguaje inadecuado, en un to- Sin embargo, nosotros hemos relegado al desván, entre los tras-
no desabrido: el predicador no se da cuenta de que el auditorio sin- tos viejos, la fantasía, la inventiva, ¡y a lo mejor lo hemos hecho en
toniza en una longitud de honda distinta de la suya. Facilonería, nombre de la ortodoxia! Así nos hemos convertido en cansinos re-
argumentos exóticos, incapacidad de leer los acontecimientos de petidores de una verdad que tenemos guardada en la caja fuerte de
la crónica diaria y las realidades auténticas a la luz del evangelio. nuestra estrechez mental. Y seguimos repitiendo gestos siempre
¡Qué vestidos más harapientos y ridículos se ponen sobre las es- iguales. Nos hemos quedado bloqueados en clichés descoloridos.
paldas de la verdad! Nuestras respuestas se dan por requetesabidas. Ya las tenemos
Y no vengáis hablándome de la «locura de la cruz». Eso es ton- bien preparadas, elaboradas de antemano en los cajones habitua-
tería humana genuina, posiblemente envuelta en los paños de la les. Tenemos una para cada pregunta. Las hemos sacado de los ma-
presunción. Esa no es una «verdad crucificada», sino una verdad nuales. Se las echamos encima a nuestros interlocutores, con fría
mezquina, escarnecida, una verdad con los andrajos de la chapuza precisión, sin saltarnos ni una coma. Incluso tenemos alguna de re-
y de la pereza humana. serva, para cuestiones que hasta ahora nadie se ha planteado y que
Saber rezar, estar en buenas relaciones con Dios, no autoriza a quizás nunca se plantearán.
tener relaciones borrascosas con la gramática y los verbos, con la Así ya no sorprendemos a nadie. Nos hemos convertido en no-
lógica y el sentido común. Muchas personas «piadosas» alimentan tarios, burócratas de la novedad cristiana. Vivimos plácidamente
con frecuencia y de buen grado este peligroso equívoco. de rentas a costa de las empresas ajenas. De lo nuestro, personal,
Reconozcámoslo: a la astucia del administrador sagaz con fre- original, no ponemos absolutamente nada. Es lógico que desilu-
cuencia contraponemos buenas dosis de estupidez. «La verdadera sionemos a cuantos nos rodean. F. Nietzsche nos ha pintado cru-
ignominia es la estupidez, porque pertenece al espíritu. La ignomi- damente: «Todos muy iguales, tan pequeños, tan embotados, tan
nia de la carne no es tan dañina. Un clero incontinente puede anun- complacientes, tan aburridos».
ciar la verdad con fuerza y grandiosidad; un clero estúpido lucha
Nos falta fantasía. Y no sólo en el anuncio de la verdad, sino
con la verdad que lo posee y la revela confusamente; a este último
también (y quizás infravaloramos mucho este aspecto) en el campo
se le confiere el poder de hacerla estúpida» (J. Green). La denuncia
de la caridad, que siendo el ámbito propio de los cristianos, reque-
es válida no sólo para el clero, sino para todo el pueblo de Dios.
riría genialidad y esfuerzo creativo (¡qué grandes y llenos de fanta-
A la inteligencia no se la puede considerar una intrusa en el rei- sía «creadores de amor» han sido los santos!). Así hemos conse-
no de Dios. Todo lo contrario. No se ha dicho que en el cielo sólo guido encorsetar la caridad en esquemas angostos y polvorientos.
se admite a quien, según el mordaz sarcasmo de H. Tames, puede
Tengo la impresión de que la falta de fantasía está relacionada
declarar: «Mi mente pura jamás se ha ensuciado con una idea».
con una carencia en cuestión de corazón. O sea, somos áridos re-
petidores, ya no inventamos nada porque no amamos bastante. En
Fantasía caso contrario, ¿cómo explicamos el estilo original de los santos?
«Ya sé lo que voy a hacer...». El sagaz arbitra una jugada de
maestro, un golpe imprevisible. Riesgo
El cristianismo apareció en el mundo como perturbadora nove-
«Entonces llamó a todos los deudores de su amo...». El admi-
dad. Una novedad explosionada en aquel monte donde Cristo sor-
nistrador caído en desgracia, para asegurarse el futuro, apuesta
290 Las parábolas de Jesús El administrador deshonesto y sagaz 291

fuerte. Se aventura por un camino sumamente peligroso. Además A cada uno de nosotros se dirige esta invitación: «Pon la vela
de cerebro y fantasía, demuestra que también tiene... valentía. grande en el palo de mesana y, saliendo de los puertos en que ve-
Nosotros, por el contrario, hemos envuelto nuestro cristianis- getas, boga hacia la estrella más lejana, sin reparar en la noche que
mo en un embalaje de seguridad y suficiencia. Hemos perdido el te envuelve» (E. Mounier).
gusto por la aventura. Preferimos la seguridad. Hemos colocado la
prudencia en la cima de todas las virtudes. Nos hemos situado en Fieles que fornican con Manmón
la retaguardia, así se cansa uno menos y se está al abrigo de los
golpes. Aunque nos ponemos en primera fila cuando se trata de Se subraya también la reacción final de cierto público: «Esta-
celebrar triunfos... «Hombres que tienen miedo a saltar: en eso ban oyendo esto los fariseos, que eran amigos del dinero, y se bur-
nos hemos convertido; hombres educados para desconfiar del sal- laban de Jesús».
to. Todos pasan y nosotros nos quedamos en la orilla de los abis- Hay que tener en cuenta que lo fariseos eran los «fieles» ejem-
mos del porvenir» (E. Mounier). Y decir que somos los descen- plares, la personas religiosas modélicas de aquel tiempo. Sin em-
dientes de los que, en su primeros pasos, fueron perseguidos bargo... su aprecio por las prácticas religiosas y la disciplina es-
porque «han perturbado el mundo entero» (Hch 17, 6)... condía desmañadamente el apego al dinero.
Alguno podrá decir que la acusación de haber perdido el gusto Siempre existe el riesgo de que personas piadosas tengan un
por la aventura resulta hoy un poco anacrónica, después del Con- corazón que late fuera de su sede natural, o sea, en las inmediatas
cilio, cuando hay tanta gente amiga de aventuras, con despreocu- cercanías de la cartera y del cepillo de las ofrendas. Entonces ese
pación y petulancia. Pero esos son vulgares aventureros, ávidos de incesante hablar de Dios se convierte en un «burlarse» de él.
protagonismo e incapaces de comprometerse en serio. Y por otra
parte los que, apelando a tales excesos, pretenden volver al inmo-
vilismo, se hacen ridículos en su pretensión absurda y merecen el Pistas para la búsqueda
hiriente reproche de Veuillot: «Porque un gallo ha cantado muy
fuerte, quieren convertir a todos en capones». Una tabla lanzada al mar para la gente que está a punto de
En realidad muchos de nosotros nos hemos convertido en es- ahogarse
pectadores. Pasamos la vida mirando a los demás, incapaces ya de
una verdadera angustia, de una inquietud sufrida y de una auténti- Los deudores de su amo probablemente son unos arrendatarios
ca pasión. de fondos rústicos, que en periodos de una buena añada retenían
Mientras tanto, los «otros» buscan caminos nuevos. Arriesgan- también la parte correspondiente al propietario...
do y pagando el precio correspondiente. Exploran territorios des- En realidad no se trata de cantidades pequeñas. Cien barriles
conocidos, se lanzan a peligrosas y excitantes aventuras. Y noso- de aceite, de los que cada uno contenía alrededor de cuarenta li-
tros, los «hijos de la luz», nos dedicamos a mirar. Dispuestos, tros, y cien medidas de trigo, de las que cada una contenía cuatro-
naturalmente, cuando ya no haya la más mínima sombra de riesgo, cientos litros, representaban la cosecha de unos cuantos buenos
a precipitarnos con el hatillo hacia los caminos abiertos por esos años. Por poco se convierten en deudores insolventes, para los que
otros, que a lo mejor son «enemigos» nuestros, con la pretensión la ley preveía penas severísimas e incluso la esclavitud. Por eso el
de tomar posesión de ellos y de atribuirnos ese mérito, colocando gesto del administrador de la parábola representaba una verdade-
allí nuestra enseña sagrada. Somos muy hábiles para apropiarnos ra tabla de salvación echada al mar a gente que estaba a punto de
las conquistas ajenas. ahogarse.
Hace falta que descubramos el riesgo de la aventura cristiana. Por la parábola no se ve si se ha alterado la factura anterior o si
Que abandonemos los tibios escondrijos para salir al aire libre. Que se ha preparado otra. Pero a los arrendatarios endeudados les que-
volvamos a tener el gesto amplio y el paso animoso. dó claro que el fuerte descuento se debía a la generosidad y a la
292 Las parábolas de Jesús
El administrador deshonesto y sagaz 293
amistad del administrador. El único fin del fiduciario fraudulento
era precisamente este (L. Algisi)1. A la certeza de ese futuro corresponde la radicalidad de sus reac-
ciones, que no se echa atrás ni siquiera ante decisiones deshones-
tas. El futuro malo se presenta en la narración como un futuro que
La hora de la salvación puede evitarse dependiendo de cómo se actúe en el presente...
La acción del administrador no puede ni debe copiarse. Quien Ahora se toman las decisiones necesarias para hacer frente al
escucha el relato no puede imitar su procedimiento ni, de ninguna futuro inevitable. La cercanía del reino de Dios, establecida a tra-
manera, debe ponerse en semejante situación. Pero la predicación vés de la parábola misma, consiste en que el oyente comprenda el
de Jesús pone a sus oyentes en semejante estado de urgencia y de presente como momento decisivo (cualificado en sentido escato-
aguda tensión. La hora de Jesús es la hora de la salvación, es la úl- lógico) y le permita al mismo tiempo entender su mal futuro como
tima hora, después ya no hay escapatoria. Luego hay que com- algo que puede evitarse actuando ahora (H. Weder)3.
prenderla, actuar siguiendo su llamada dramática: «¿Cómo es que
no sabéis discernir el tiempo presente?», grita Jesús (Le 12, 56). Un gran embrollo como única posibilidad de salvación
¿Por qué sois inactivos y quejumbrosos como los muchachos que
no se ponen de acuerdo para el juego? Esta no es la hora de las pa- El administrador ni siquiera piensa en disculparse, sólo piensa
labras, sino de la acción. El remedio rápido y drástico con que el en asegurar su futuro material. No piensa de ninguna manera tra-
administrador se ha preocupado de su vida es una lección para los bajar en el campo. La única posibilidad de salvarse se lo ofrece un
hombres que se encuentran en la hora de la decisión escatológica. gran embrollo. Piensa en atraerse a los deudores de su amo, para
No comprender la necesidad del momento significa exponerse a que le ayuden una vez que le hayan privado de su cargo.
los peligros más graves. Dejar resonar en vano el último reclamo Podemos figurarnos a estos deudores como mayoristas que han
de Dios significa perderse (L. Algisi)2. obtenido del administrador suministros de mercancías a cambio de
títulos de deudas. Uno le debe, o mejor debe a su amo, 100 bath de
aceite (1 bath equivale a unos 40 litros) por un valor total de unos
Elfuturo se decide ahora 100 denarios (un denario tiene un valor aproximado de un franco
La narración concentra toda la atención en la persona del ad- de oro, equivalente al salario diario de un jornalero agrícola). A es-
ministrador; en primer plano está solamente su comportamiento. te le perdona la mitad de la deuda, por tanto le regala, a cuenta del
El propietario (amo) que aparece con anterioridad es la figura que propietario, 500 denarios. Otro le debe 100 kor de trigo (1 kor =
fundamentalmente determina el comportamiento del administra- 364 litros), en total 2.500 denarios. A este le perdona una quinta
dor. La acción comienza con la noticia de que el administrador parte de la deuda, por tanto 500 denarios (A. Kemmer)4.
perderá su puesto. El administrador, por su parte, se ve obligado a
hacer frente al despido ya decidido. Con todos los medios a su al- Asegurar el propio futuro
cance hace frente a su futuro ya inevitable. Ha comprendido que
su futuro se decide ahora. Es digno de notar que la narración no El parabolista quiere que nos dejemos impresionar por la pron-
mienta para nada la suerte futura del administrador, sólo se preo- titud y la sagacidad con que el administrador busca -sin dudarlo
cupa de cómo el protagonista (en este momento) hace frente a la un momento- asegurar su porvenir. Apenas se da cuenta de que su
situación. Hacer frente a ese futuro, desde el punto de vista del ad- futuro está en peligro, el administrador se muestra astuto, aprove-
ministrador, se presenta como un imperativo dictado por la razón. chando la ventaja de la difícil situación en que ha venido a encon-

1. L. Algisi, Gesü e le sue parabole, Cásale Monferrato 1963.


2. Ibid. 3. H. Weder, Metafore del Regno, Brescia 1991.
4. A. Kemmer, La parabole di Gesü, Brescia 1990.
294 Las parábolas de Jesús El administrador deshonesto y sagaz 295

trarse. Y bien, ¿el cristiano no debería ser tan espabilado, sagaz y El único milagro que logramos hacer
decidido para asegurarse en el tiempo presente el reino de Dios?
El adjetivo phronimos -que define al administrador y que ordi- Pero ese criado a quien tú has alabado
nariamente se traduce por «prudente»- alude a diversas caracterís- con divina ironía, Señor,
ticas: lucidez para advertir la gravedad de la situación, rapidez pa- es el más seguido y creído entre los criados,
ra buscar una solución porque ya no habrá otras oportunidades, y envidiado, aunque sea en secreto.
coraje para tomar decisiones (B. Maggioni)5. Así muchos hemos pensado
en un prodigioso equilibrio a través de cuanto
tú nos decías que era imposible:
Estamos mercantilizados
¡un solo milagro hecho por nosotros! (D. M. Turoldo)8.
Estamos tan mercantilizados mentalmente que ya no sabemos
ver las cosas sino a través del prisma de la mercancía. La relación
con la naturaleza, con las cosas, está interceptada; estamos tan
mercantilizados que este ojo no es sólo el que mira el escaparate
de un supermercado, sino también el que contempla una campiña,
un horizonte, el que se posa sobre un árbol florido, el que se posa
sobre Dios. También Dios es mercantilizado como garantía del or-
den económico existente. El ojo mercantilizado es el ojo que do-
mina, por lo que se nos niega la pureza de las cosas, un contacto
verdadero con la realidad, y hasta el goce de las cosas se desvía
porque a la cosa natural sustituye la cosa artificial. También el fru-
to en la mesa es el producto artificial que parte de un soporte de
naturaleza, manipulado y traducido en negocio. Así nuestra vida
consumista nos hace deteriorarnos como sujetos humanos. Y has-
ta en nuestras relaciones intersubjetivas lo que cuenta no es el ser,
sino el tener. Nos sentimos a gusto con gente que tiene, no con
gente que es. Uno que es pero no tiene, ya no cuenta nada para no-
sotros (E. Balducci)6.

Desmontar la máquina
El administrador de la parábola, proyectado en los parámetros
contemporáneos, es un dirigente de una multinacional. Tenemos
que usar la astucia o, mejor, la diligencia, la prontitud, el celo de
los poseedores de la máquina productiva para desmontarla y po-
nerla de verdad al servicio de los pobres (E. Balducci)7.

5. B. Maggioni, Laparabole evangeliche, Milano 1992.


6. E. Balducci, Gli ultimi tempi, anno C, Roma 1991.
7. Id., // mandarlo e ilfuoco, anno C, Roma 1979.
. Turoldo-G. Ravasi, Opere e giorni del Signore, Milano
El rico anónimo y Lázaro el mendigo 297

Interpretaciones simplistas

rico anónimo y Lázaro el mendigo Una parábola peligrosa por las simplificaciones abusivas a que
puede dar lugar. Por ejemplo: todo es remitido al más allá. Enton-
ces se dará la vuelta a las situaciones actuales. Los ricos al infier-
no y los pobres al paraíso. Así se hará justicia. Por fin. Por tanto,
los pobres sólo deberán tener un poco de paciencia. El tiempo jus-
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y li-
to para que los ricos terminen tranquilamente su banquete y se ca-
no, y todos los días celebraba espléndidos banque-
ven una hermosa sepultura. Después, en el paraíso, los que per-
tes. Y había también un pobre, llamado Lázaro, ten-
tenecen a la clase de Lázaro se tomarán su estrepitosa revancha.
dido en el portal y cubierto de úlceras, que deseaba
No hay concepción más opuesta al espíritu de la Biblia que es-
saciar su hambre con lo que tiraban de la mesa del
ta «resignación», que ese dejar para el más allá la solución de las
rico. Hasta los perros venían a lamer sus úlceras.
injusticias presentes. La fe, no lo olvidemos, es también principio
Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles
de indignación, de lucha, no sólo de resignación. El juicio de Dios
al seno de Abrahán. También murió el rico y fue se-
se lee y se proclama también en la historia presente, no se remite
pultado. Y en el abismo, cuando se hallaba entre tor-
sólo al último día.
turas, levantó los ojos el rico y vio a lo lejos a Abra-
Intentemos, pues, comprender la parábola en su significado
hán y a Lázaro en su seno. Y gritó: '¡Padre Abrahán,
más genuino.
ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en
agua la yema de su dedo y refresque mi lengua, por-
que no soporto estas llamas!'. Abrahán respondió:
'Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante El nombre inútil
la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está
aquí consolado mientras tú estás atormentado. Pero La caracterización del hombre rico, cuyo único pensamiento
además, entre nosotros y vosotros se abre un gran era el de «banquetear», sin pensar en los demás, especialmente en
abismo, de suerte que los que quieran pasar de aquí los pobres, aun dentro de su concisión, es sumamente eficaz. Este
a vosotros no puedan; ni tampoco puedan venir de rico no tiene nombre. Según la concepción semita, el nombre ex-
ahí a nosotros'. Replicó el rico: 'Entonces te ruego, presa la realidad profunda de la persona, resume su historia. En-
padre, que lo envíes a mi casa paterna, para que di- tonces, el rico no tiene nombre porque no tiene historia. El nombre
ga a mis cinco hermanos la verdad y no vengan tam- es inútil, y de todos modos sería abusivo, desde el momento en que
bién ellos a este lugar de tormento'. Pero Abrahán le la vida resulta vacía, inútil, porque la ha gastado únicamente para
respondió: 'Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que sí. Ha construido su existencia en el vacío. Ha perdido el nombre,
los escuchen!'. Él insistió: 'No, padre Abrahán; si se porque ha perdido las verdaderas razones de vivir (no se puede vi-
les presenta un muerto, se convertirán'. Entonces vir para banquetear, para organizar comilonas todos los días).
Abrahán dijo: 'Si no escuchan a Moisés y los profe- No son pocos los individuos que han perdido su nombre, por-
tas, tampoco harán caso aunque resucite un muer- que lo han sustituido por otros: «dinero», «carrera», «éxito», «tra-
to'»^ 16, 19-31). bajo», «placer», «negocio»...
El pordiosero no tiene nada y consigue solamente la compa-
sión de los perros (no se dice que sean los del rico...). Pero tiene
un nombre importante, Lázaro, que significa «Dios ha socorrido a
los hombres», «Yahvé ha ofrecido su ayuda».
298 Las parábolas de Jesús
El rico anónimo y Lázaro el mendigo 299
Un abismo infranqueable
aquí es cuando uno puede ser liberado de su pasado y garantizar-
El grandioso fresco esbozado por Jesús se compone de dos es- se consiguientemente el futuro. Por tanto, no se trata de curiosear
cenas: en el más allá, sino de permitir que la parábola nos abra los ojos a
-En la primera (v. 19-26) se describen las situaciones en el pre- los valores que deben orientar nuestra vida aquí abajo.
sente y su inversión en el momento de la muerte. -También es significativa la frase: «Si no escuchan a Moisés y
-La segunda (v. 27-31) nos transporta al más allá y todo se de- a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto». Es
sarrolla a través de diálogos cerrados, que tienen como tema cen- como decir: la palabra de Dios basta y sobra. No existen signos ex-
tral la preocupación del rico por los cinco hermanos que permane- traordinarios que resulten más convincentes y decisivos. Hay que
cen aquí abajo... banqueteando. intentar que los despreocupados y distraídos escuchen esta palabra,
Abrahán se convierte en el personaje clave, invocado inútil- y no hacerles entrar en razón mediante eventos extraordinarios.
mente por el ex rico para que envíe a Lázaro a llevarle una gota de Si la palabra de Dios no te dice nada, o intentas sofocarla, ni si-
agua que refresque su lengua abrasada, y luego para que mande al quiera las visiones lograrán abrirte los ojos. ¡Paradójicamente, pa-
ex mendigo, mantenidorigurosamenteafuera, a la puerta de casa, ra abrir los ojos bastan las orejas!
a «predicar» a los cinco hermanos despreocupados. -Última precisión: se refiere al detalle según el cual Lázaro
Las dos cosas resultan imposibles. Está de por medio un abis- «deseaba saciar su hambre con lo que tiraban de la mesa del rico».
mo infranqueable. Hay que pensarlo antes. La aparición de Lázaro Obviamente, no se trata de migajas, como alguno pretende hacer
en carne y hueso, y con hambre, en los fastuosos y exclusivistas creer. J. Jeremías habla de «trozos de hogaza que, usados para mo-
salones de la casa, habría sido definitiva antes. Antes era cuando jar en los tazones y para secarse las manos, se tiraban después de-
había que haber escuchado la lección del pobre. bajo de la mesa». Otros estudiosos prefieren hablar de «migas de
pan» usadas para limpiarse las manos untadas de grasa.
Hay que señalar que los restos caídos al suelo debían recoger-
Precisiones se al terminar la comida. Quien no se preocupaba de esto demos-
traba que despreciaba el pan, una culpa que le hacía caer en manos
-La parábola no pretende describir el más allá, y menos aún in- del «príncipe de la pobreza». Es significativo este proverbio: «Res-
formar acerca de la decoración y temperatura del infierno. Sólo in- tos de pan en casa os introducen en la pobreza». Existía la obliga-
tenta hacernos entender el cambio radical de las perspectivas en el ción, especialmente para los escribas, de recoger los trozos que al
momento de la muerte, o sea, cuando termina el teatro. menos fueran tan grandes como una aceituna. Lázaro quería preci-
Más que describirnos la geografía del más allá, más que infor- samente saciar su hambre con esas sobras que nadie osaría llevar-
marnos de lo que pasa en la otra vida, la narración nos amonesta se a la boca por evidentes motivos higiénicos. Según algunos in-
severamente y nos recuerda que la suerte del hombre se juega hoy, térpretes, el verbo usado por Lucas, en infinitivo, indica un deseo
aquí abajo, en este momento. El presente queda «fijado» en la insatisfecho. Por tanto, ni siquiera las sobras caídas bajo la mesa
eternidad. Esto, el más acá, es el que se transforma en el más allá. llegaban al mendigo, sino que se tiraban.
El rico parece que cae en la cuenta de que necesita de los otros
-de Abrahán o de Lázaro, de quien antes había fingido que igno-
raba su existencia- cuando ya ha «cruzado el abismo», cuando ya Provocaciones
no tiene tiempo. Y parece ocuparse de los otros, o sea, de sus cin-
co hermanos, con retraso. En realidad, ha faltado el presente. Un infierno dotado de todas las comodidades
Los encuentros se dan aquí abajo, las relaciones se estrechan
en esta tierra, las citas decisivas son para hoy. Solamente hoy y Preguntémonos: ¿es verdad que la eternidad constituye la in-
versión radical de la situación presente? Por lo menos en el caso
300 Las parábolas de Jesús
is/ rico anónimo y Lázaro el mendigo 301
del rico, parece que no. En efecto, su suerte en el más allá no es
otra cosa que la fijación definitiva de lo que vive (o no vive) hoy, chos, también en el terreno cristiano, parezcan estar convencidos
la prolongación de lo que es (o no es) en la tierra. de esto. No es un muerto resucitado, sino la palabra de Dios que
Él es un hombre aislado, un separado. La riqueza lo encierra en resuena en nuestro corazón lo que puede hacernos abrir los ojos.
el egoísmo, lo separa de los otros. Empeñado en mirar exclusiva- El verdadero milagro es la Palabra, que puede provocar una resu-
mente en el plato lleno. Entonces, el infierno no es otra cosa que la rrección. No se puede fundar conversión alguna en un milagro es-
«consagración» de este estado de separación, de lejanía. Separa- pectacular.
ción de Dios y de sus amigos (Abrahán, Lázaro), porque él aquí Cierto, la resurrección de Cristo es un milagro, el milagro por
abajo ha vivido lejos de los otros, separado de los verdaderos va- excelencia. Sin embargo también este milagro se transforma, para
lores, enganchado solamente al tener, apegado al placer egoísta, nosotros, en palabra eficaz, en predicación, en anuncio. Y somos
separado del sí mismo más auténtico. dichosos porque, aunque no hayamos visto salir a Jesús del sepul-
Condenación quiere decir «privación». Pero el rico en cuestión cro, escuchando la palabra de Dios salimos de nuestro sepulcro y
ya era un «condenado» durante su existencia terrena, salpicada por salimos a descubrir a los hermanos.
frecuentes comilonas, porque era prisionero de su «privacidad». «Jesús no pretende principalmente asustarnos con un infierno
Porque estaba privado del sentido de la vida. o consolarnos con un paraíso futuro. Más bien pretende mostrar-
Se objetará: pero también existen los tormentos. Mientras, en nos cómo el cielo comienza allá donde resuena la palabra de Dios
la tierra, el individuo ha gozado, se ha divertido, se lo ha pasado que permite a un hombre encontrar a su hermano» (A. Maillot).
bien. Parecería que, al menos en esto, la situación en el más allá
constituye una inversión. Irreflexión
No estoy de acuerdo. ¿Seguro que el «banquetear» despreocu-
padamente, el vestir trajes lujosos y el acumular dinero es fuente El gran pecado es la irreflexión.
de felicidad? Al hombre rico esbozado despiadadamente por Jesús, algún
Sostengo que no existe tormento mayor que el de una vida va- pensamiento lo sostenía: el lujo desenfrenado, el bienestar, los pla-
cía, llena de cosas inútiles, que es lo mismo. Que no existe tortura ceres exhibidos en todo ese pasado, las comilonas, la música...
más lacerante que el aislamiento, la cerrazón en los demás, no ver Pero no son los pensamientos adecuados. Puede preocuparse
más allá de la nariz, no saber usar las manos con el gesto del don, de la casa, de la mesa y de todas las comodidades relativas, y no
sofocar las exigencias del espíritu. Aunque este tormento laceran- pensar en «equipar» a quien está dentro, en esos muebles esencia-
te, esta angustia, se intenten sofocar con la alegría y la despreocu- les -aunque invisibles- que le hacen hombre.
pación, con el ruido ensordecedor, con la disipación. Si cayeran las Se puede pensar en gozar de la vida y olvidarse de vivir. Se
máscaras, veríamos abrirse de par en par heridas profundas, llagas pueden amasar fortunas tranquilizadoras, acumular aventuras, de-
horrendas, remordimientos atormentadores, abismos de desespe- jarse acunar por el bienestar, estar aturdido por el éxito... y fraca-
ración. Un infierno, precisamente. Ya en esta tierra. Un infierno sar clamorosamente en la empresa de llegar a ser uno mismo. Pue-
dotado de todas las comodidades. den estar devorados por la obsesión de hacerse un nombre y no
saber el propio nombre.
La fe no nace de los milagros Los «disolutos», contra los que arremetía ya, con fuerte sar-
casmo, el profeta Amos (6, 7), matan el tiempo, lo engañan, lo
También nosotros tenemos a «Moisés y los profetas», o sea, la pierden, lo vacían de contenido, pero no se aprovechan de él, no
palabra de Dios. No necesitamos milagros sensacionales como el saben sacar de él nada importante. En el fondo no saben qué hacer
de un muerto que venga a amonestarnos -como pretendía el rico con él, no les interesa, y lo dejan pasar sin arrancarle las propues-
para sus hermanos-. La fe no nace de los milagros, aunque mu- tas más ventajosas. «Pasárselo bien», en el fondo, significa dejar
pasar todas las ocasiones favorables.
302 Las parábolas de Jesús El rico anónimo y Lázaro el mendigo 303

Se pueden organizar fiestas y banquetes, y correr el riesgo de No se habría interrumpido de aquella manera trágica, no habría
morir de saciedad. En ciertas comilonas, el Lázaro que se deja en tenido aquel brusco despertar, si él hubiese hecho partícipe de ella
la puerta es el dueño de la casa en persona. al excluido, al marginado. Sus bienes no se habrían transformado
En el caso del anónimo «epulón», por ejemplo, el verdadero en ceniza si hubiese «pensado» en compartirlos.
mendigo es su espíritu, su alma, su corazón, su dignidad, su autén- Además de pensar con retraso, el «epulón» piensa también de
tico yo, su mejor parte. manera equivocada cuando, arrojado a aquel «lugar de tormento»,
De esta manera, a pesar de las apariencias, los irreflexivos se acuerda de sus cinco hermanos que permanecen en la tierra
piensan (superficialmente) en todo menos en sí mismos. Se preo- continuando el banquete (un recuerdo inútil, fuera de tiempo: tam-
cupan de muchas cosas, menos de su vida. bién aquí tenía que haberlo pensado antes, dejando más que bienes
Los «disolutos» no tienen tiempo para sí. Se descuidan, se ig- que derrochar, algún buen ejemplo que imitar).
noran, se autoexcluyen de la fiesta. Sofocan (a lo mejor bajo mon- Considera indispensable para salvarlos mandar a Lázaro -a lo
tones de comida o de comodidad o de distracciones varias) sus exi- mejor disfrazado de fantasma-para advertirles. Según él, la apari-
gencias más auténticas. ción de un muerto remediaría todo, los pondría en el buen camino.
Los «disolutos» engañando al tiempo, se engañan clamorosa- La respuesta es heladora (a pesar del fuego).
mente a sí mismos. Cometen una estafa colosal frente a su vida. Para decidirse a pensar, no hay necesidad ni de milagro ni de
Porque la depredan, la dejan sin valor (¡sin valores!). milagrismo. Sólo se necesita usar la cabeza cuando hay tiempo.
Así pues, el verdadero error de los irreflexivos es el no pensar
en sí mismos, en su verdadero ser.
La vida eterna no se nos viene encima
Cuando es demasiado tarde para pensar Así pues, se trata de pensar seriamente en la propia vida, pen-
sar responsablemente (y en el momento oportuno) en los demás.
La parábola del hombre rico subraya otra trágica carencia, en Pero hay que añadir un tercer elemento: pensar en la vida eterna.
lo que se refiere a pensamiento, de consecuencias irreparables.
No es un pensamiento más (esos que dicen que ya tienen mu-
Aquel fulano que «todos los días celebraba espléndidos ban-
chos pensamientos en la cabeza y para dejar sitio a esos otros de-
quetes» no piensa en quien está excluido de la fiesta. No repara en
ciden eliminar precisamente este...). Constituye más bien el fondo
el pobre. No se interesa por el prójimo. El prójimo está lejos de sus
necesario sobre el que debemos pensar y repensar nuestra propia
preocupaciones. Está perdido porque excluye al otro del horizon-
existencia.
te de sus preocupaciones.
Es el pensamiento del significado, del porqué. Es el pensa-
Al prójimo se le considera una molestia, un fastidio, un estor-
miento de la meta. Pablo advierte a Timoteo: «Conquista la vida
bo. Al pobre, al que es víctima de la injusticia, al débil se le apar-
eterna para la cual has sido llamado» (1 Tim 6, 12).
ta de los ojos, del corazón, como si fuese un elemento discordan-
La vida eterna no es algo que se nos viene encima en cualquier
te en el panorama. Su voz se neutraliza gracias a la barrera de un
momento. Es algo hacia lo que debemos orientar nuestra mirada,
oído indiferente, porque representa la nota desafinada en el cuida-
además de nuestros pensamientos. Más que alcanzarnos, somos
do programa de música tranquilizadora además de ensordecedora.
nosotros los que la alcanzamos.
Ni siquiera las migajas de la atención están reservadas a quien
Respondamos, pues, día a día a su llamada. Obedezcamos a sus
está al otro lado de la puerta del bienestar privado y desenfrenado.
apremios.Y no olvidemos que el otro mundo se construye en este
Cuando el rico se decide a pensar es demasiado tarde. Ya su vi-
mundo.
da ha discurrido en la inutilidad. Lázaro hubiera podido ser su sal-
vación, si se hubiese fijado antes en él. La fiesta, aunque parezca
interminable, en un momento dado se acaba.
304 Las parábolas de Jesús
El rico anónimo y Lázaro el mendigo 305
Pistas para la búsqueda
atravesamos desiertos sin senderos,
«Coronémonos con capullos de rosas y no quisimos seguir el camino del Señor.
antes de que se marchiten...» ¿De qué nos ha servido nuestro orgullo?
¿Qué hemos sacado de las riquezas de que alardeábamos?
Nuestra vida es como una sombra que pasa Todo eso pasó como una sombra, como un rumor fugaz;
y nuestro fin no se puede retrasar, como nave que surca las aguas agitadas,
pues está sellado y nadie puede volver. cuyo paso no deja estela perceptible,
Así pues, disfrutemos de los bienes presentes, ni vestigio su quilla en las olas.
gocemos de las criaturas con pasión de juventud. O como ave que con su vuelo rasga el aire,
Embriaguémonos de vinos exquisitos y perfumes, sin dejar huella alguna de su paso...
que ni una flor primaveral se nos escape. O como una flecha lanzada hacia el blanco,
Coronémonos con capullos de rosas antes de que se marchiten; cuyo surco en el aire vuelve al punto a juntarse,
que nadie de nosotros falte a nuestras orgías, haciendo imperceptible su camino.
dejemos por todas partes señales de nuestro regocijo, Así nosotros: apenas nacidos, desaparecemos,
porque esta es nuestra suerte y nuestra herencia. no habiendo tenido ningún signo de virtud para poder mostrar;
Aplastemos al justo desvalido, nos consumimos por nuestra maldad».
no tengamos compasión de la viuda Sí, la esperanza del impío es como brizna llevada por el viento,
ni respetemos las canas del anciano. como espuma ligera a merced del huracán,
Sea nuestra fuerza la norma de la justicia, como humo que disipa el viento,
porque lo débil se demuestra inútil (Sab 2, 5-11). como el recuerdo fugaz del huésped de una noche (Sab 5,1-14).

«Este es el que antes poníamos en ridículo» Siempre hay alguien mirando

Entonces el justo estará en pie con gran seguridad Al ejemplo del administrador infiel, pero sagaz, el evangelista
frente a los que le oprimieron contrapone el relato del rico que no se preocupaba de su futuro...
y menospreciaron sus sufrimientos. Dado que según la doctrina hebrea del trueque la desgracia tie-
Al verlo temblarán con terrible espanto, ne su origen en la culpa, el contraste estridente entre el rico y el
y quedarán estupefactos ante su inesperada salvación. pobre se percibía en aquel tiempo como algo totalmente natural...
Con el espíritu lleno de angustia y arrepentidos se dirán: En la parábola Jesús contradice esta concepción. Después de la
«Este es el que antes poníamos en ridículo muerte las situaciones se invierten...
y hacíamos objeto de nuestra burla. Después de la muerte el rico va al «hades» (designación grie-
Necios nosotros, que tuvimos su vida por locura ga del reino de los muertos). En la representación veterotestamen-
y consideramos su final una ignominia. taria este era el reino de las sombras, en el que los muertos, buenos
Ahora se cuenta entre los hijos de Dios, o malos, llevaban una existencia gris. El Nuevo Testamento distin-
y comparte la suerte de los santos. gue netamente entre el «hades», la morada intermedia de los di-
Nosotros nos extraviamos de la senda de la verdad, funtos, y la «gehenna», que es el infierno final. Así pues, en la pa-
la luz de la justicia no nos alumbró rábola no se trata de la condición definitiva. Sin embargo, para el
y el sol no se levantó para nosotros. rico también este estadio intermedio es lugar de penosos tormen-
Anduvimos por sendas de maldad y perdición, tos. En este estadio intermedio, según una idea corriente del tardo-
judaismo, los justos ven a los pecadores y viceversa. Así, el rico
306 Las parábolas de Jesús
El rico anónimo y Lázaro el mendigo 307
puede divisar directamente la felicidad de Lázaro. Los papeles se
han invertido: en la tierra Lázaro se limitaba a contemplar los ban- de, sobre el «epílogo». Como en todas las demás parábolas con
quetes del rico; ahora, por el contrario, es huésped, y el rico debe dos momentos cumbre, también en esta destaca la «parte poste-
limitarse a ver (A. Kemmer)1. rior». Es decir: Jesús no quiere tomar posición frente al problema
de ricos y pobres, ni dar una enseñanza sobre la vida después de la
Una vieja historia muerte, sino que narra la parábola para advertir de la catástrofe in-
minente a hombres que se parecen al rico y a sus hermanos. El po-
Para la comprensión de esta parábola, tanto en sus detalles co- bre Lázaro es, por consiguiente, sólo una figura secundaria, una fi-
mo en su conjunto, es esencial ver que en su primera parte se re- gura de contraste. Se trata de los seis hermanos y no se debería
fiere a una historia conocida, que tenía como tema el cambio de llamar la parábola «del hombre rico y del pobre Lázaro», sino la
suerte en el más allá. Se trata del cuento egipcio del viaje de Si- parábola «de los seis hermanos». Los hermanos supervivientes,
Osiris y de su padre Seton Chaemwese al imperio de los muertos que se corresponden con los hombres de la generación del diluvio,
que concluye con las palabras: «Quien es bueno en la tierra, en- que gozaban de la vida despreocupados sin oír el estruendo del di-
cuentra también bondad en el reino de lo muertos; pero quien es luvio que se acercaba (Mt 24, 37-39 par), son hombres de este
malo en la tierra, también encuentra (allí) maldad». mundo como su difunto hermano. Como este, viven en un egoís-
Judíos de Alejandría habían traído esta narración a Palestina y mo sin corazón, sordos a la palabra de Dios, porque piensan que
allí fue apreciada como la historia del pobre escriba y del rico pu- con la muerte todo se acaba (v. 28). Irónicamente Jesús ha sido in-
blicano Bar Ma'jan. Que Jesús se sirve de esta narración se confir- terpelado por tales hombres escépticos y mundanos, a los que tie-
ma porque la ha empleado igualmente en la parábola de la gran ce- ne que presentar pruebas tangibles de una vida tras la muerte, si
na. Allí hemos referido el comienzo de la historia: cómo el escriba han de tomar en serio su amenaza. Jesús quisiera abrirles los ojos,
fue enterrado sin cortejo, mientras el publicano lo fue con gran pero cumplir su petición no sería el camino acertado. Un milagro
pompa. Ahora se trata de la conclusión. Un colega del pobre escri- no tendría sentido; aun el mayor milagro, una resurrección de en-
ba pudo ver en sueños cómo era el destino de ambos hombres en el tre los muertos, sería en vano, pues quien no se inclina ante la pa-
más allá: «Unos días más tarde vio aquel escriba a su colega en labra de Dios, tampoco será llamado a la conversión por un mila-
unos jardines de belleza paradisíaca, atravesados por aguas vivas. gro. «Auditu salvamur, non apparitionibus» (Bengel). La petición
Y vio también a Bar Ma'jan, el publicano, que estaba a la orilla de de señales es una escapatoria y una expresión de impenitencia. Es-
un río y quería alcanzar el agua, pero no podía» (J. Jeremías)2. to se afirma al decir: «A esta generación no se le dará señal algu-
na» (Me 8, 12) (J. Jeremías)3.
«La parte posterior»
Se debe restablecer el equilibrio
La parábola es una de las cuatro con dos momentos cumbre
(Mt20, 1-16; Mt 22, 1-14; Le 15, 11-32; Le 16, 19-31). En el retrato del rico y de Lázaro, antes de su muerte, es im-
El primero (v. 19-23) tiene como objeto el cambio de destino portante notar la ausencia de características morales verdaderas y
en el más allá; el segundo (v. 24-31), el rechazo de las dos peticio- propias. Ni al primero se le describe como a un impío, ni el se-
nes del rico de que mandasen a Lázaro a refrescarle y a prevenir a gundo es considerado como particularmente piadoso. Se podría
sus cinco hermanos. Puesto que la primera parte empalma con una pensar que el contraste entre el lujo del rico y la miseria del pobre
narración conocida, recae el acento sobre lo nuevo que Jesús aña- quiere insinuar una injusticia, una crueldad por parte del rico.
Pero hay que preguntarse si los dos personajes están de verdad
1. A. Kemmer, Leparabole di Gesú, Brescia 1990. puestos en relación el uno con el otro con este fin. Es verdad que
2. J. Jeremías, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.
3. Ibid.
308 Las parábolas de Jesús El rico anónimo y Lázaro el mendigo 309

el rico no tiene madera de santo si luego termina en el infierno, ni No cuenta ser hijo de Abrahán
Lázaro de bandido si luego es acogido en el cielo. Sin embargo, es
sintomático que falte todo tipo de alusión a la presunta maldad o Describiendo el reino de los muertos, Jesús se adapta a la men-
santidad del uno y del otro. La razón de su destino en el más allá talidad y a las imágenes de su tiempo. Obviamente, no está aquí la
no la coloca Jesús en algún vicio específico o en alguna virtud fuerza de la parábola.
particular, sino sólo en el hecho de que uno es «rico» y el otro es En polémica con una difusa teología rabínica, Jesús quiere más
«pobre». Es justo que después de la muerte las situaciones se in- bien afirmar que Abrahán no reconoce a todos los hebreos como
viertan, es justo que quien ha tenido en la tierra la riqueza y los hijos suyos. Algunos maestros pensaban que los grandes méritos
placeres tenga después su parte de sufrimiento... Hay que resta- de Abrahán serían para beneficio de todos sus descendientes;
blecer el equilibrio (L. Algisi)4. Abrahán puede incluso salvar a sus hijos de la gehenna; todos los
israelitas, exceptuando ciertas categorías de delincuentes, un día
serían liberados de la gehenna. Jesús no piensa así. No basta la
La propia inconsciencia bajo acusación pertenencia a un pueblo para ser salvados. Es decisivo el modo co-
mo se ha vivido (B. Maggioni)6.
El primer cuadro es solamente la premisa de la historia verda-
dera, premisa bastante convencional para los contemporáneos de
Jesús que oían repetir tal enseñanza a los rabinos y la conocían ya La culpa de ignorar al pobre
formulada en relatos de amplia difusión.
La sátira de Jesús va más allá del sentido tradicional y en cier- Al rico no se le condena porque sea violento u opresor, sino
to momento abandona la antítesis entre las dos figuras para cen- simplemente porque ha vivido como un rico, ignorando al pobre
trarse en el personaje del rico, que ahora ha entendido su pasada (B. Maggioni)7.
locura y la estupidez de su opción. Él es un perdido. Nada tiene
que reprocharse respecto a su comportamiento con Lázaro; tan es El hombre es el fin del hombre
así, que incluso piensa recurrir a él para que le ayude (v. 24.27s);
sin embargo, tiene mucho que reprocharle a su inconsciencia. No Aquí la culpa es del hombre, el cual ya no sabe que el hombre
pensaba, no creía que terminaría así; conocía las enseñanzas de la es el fin del hombre (A. Maillot)8.
ley y de los profetas que le pronosticaban la posibilidad de verse
abocado a semejante y lamentable destino. Pero la ligereza y la su- Lo tenía a dos pasos, pero no lo veía...
perficialidad humanas se sustraen con facilidad a la reflexión pro-
funda. La parábola no dice lo que hubiera tenido que hacer para Lázaro yace a la puerta del epulón. Jesús no ha tomado a dos
salvarse, no pretende ser una enseñanza sobre la pobreza y la ri- personajes-tipo abstractos: el rico y el pobre. No ha puesto en es-
queza. La limosna, la distribución de los bienes, quizás se puede cena a los pequeños asalariados y a los terratenientes de su tiempo,
considerar el medio que le hubiese evitado la ruina. Pero la pará- sino a dos hombres unidos por la historia y la geografía. Y de estos
bola sólo sabe que él no ha tenido conciencia o coraje para las de- dos hombres, hay uno que está tendido en el camino del otro. Atra-
cisiones extremas y ahora todo es inútil. Por otra parte, él lo sabe y vesado en su vida.
no pretende nada para sí mismo. Ya no puede pensar más que en Pero el rico nunca se ha dado cuenta de esto. Nunca ha sabido
sus hermanos (L. Algisi)5. ver que Lázaro era la ocasión de su vida, la posibilidad de recupe-

6. B. Maggioni, Le parabole evangeliche, Milano 1992.


4. L. Algisi, Gesú e le sue parabole, Cásale Monferrato 1963. 7. Ibid.
5. Ibid. 8. A. Maillot, Les paraboles de Jésus aujourd 'hui, Genéve 1973.
310 Las parábolas de Jesús El rico anónimo y Lázaro el mendigo 311

rar un nombre y de tener una historia. Nunca ha sabido encontrar cortejo, los pésames a los cinco hermanos, los epitafios y las flo-
a Lázaro. res... muchas flores. Sin duda ha sido un funeral bellísimo. Un fu-
Jesús no le reprocha el que sea rico, sino el haber pasado junto neral grandioso. De los verdaderos. De los que cuentan en la vida
a aquel que podía dar un sentido a su vida, esa vida que sólo se nos del hombre. ¡Por lo que dan ganas de pensar que algunos viven
da una vez, y se da para encontrar a Lázaro. Mas él no lo ha en- precisamente para ser sepultados!
contrado. Lo tenía a dos pasos, le pasaba por encima, pero no lo Sin embargo, ¡Lázaro ha tenido que contentarse con los ánge-
veía. Por eso ha fracasado totalmente (A. Maillot)9. les!... (A. Maillot)11.

Los muertos no cambian Atentos al presente

Llega un día en que todo resulta irreversible. Es el día después El relato no está destinado a hacernos mirar en dirección al fu-
del cual ya no hay más día, ya no hay ocasiones posibles. Es el día turo, sino a mantenernos extremadamente atentos al presente. Por-
en que ya no se pueden encontrar otras personas fuera de las que que sólo ahora y aquí abajo se puede obtener el perdón de los pe-
se han encontrado hasta ese momento. cados, puede darse la conversión, o sea, la transformación de la
Ya todo está fijado, grabado en el granito de la historia pasada. existencia. Solamente aquí abajo el foso que nos separa de nuestro
Y sin retoques posibles. Es el día en que el único futuro es el de pasado puede ser colmado y tenemos la posibilidad de ser libera-
ser exclusivamente lo que se ha sido, el día a partir del cual es po- dos de nuestro personaje de ayer, de nuestras culpas de ayer, de
sible estar únicamente en el pasado. No existe otro futuro que ayer; nuestra soledad de ayer.
;
se está condenado a ser para siempre ese que se ha querido ser En efecto, aquí abajo existe un puente, que es la cruz de Cristo,
ayer. La muerte no es otra cosa que esto. y nosotros no sólo tenemos la posibilidad de convertirnos en otro,
Por otra parte, hay que constatar que muchos vivientes son sino también la de haber sido otro, la posibilidad de reescribir la
simplemente unos muertos vivientes, fijados en un personaje soli- historia. Solamente aquí abajo. Después, el pasado nos aprisiona
tario que no han querido abandonar, petrificados en un comporta- para la eternidad, y la eternidad nos aprisiona en el pasado.
miento definitivo. ¡Hermano, no esperes mientras aún hay tiempo! (A. Maillot)12.
La sabiduría popular dice que solamente los imbéciles nunca
cambian. Precisaría diciendo que sólo los muertos son los queja- ¡Mira! ¡También él ha muerto!
más cambian, no se convierten y siempre permanecen igual. Por lo
que la eternidad no hace otra cosa que cambiarlos... en lo que son, «También murió el rico...». ¡Qué extraño: también él ha muer-
transformarlos en sí mismos (A. Maillot)10. to! Tenía el mar y los montes, y médicos y medicinas, lo mejor de
la ciencia a su disposición... También él ha muerto. Y la muerte,
¡Lo que cuenta es un hermoso funeral! en la vida del rico, siempre es una desgracia (D. M. Turoldo)13.

Se indica que el rico fue sepultado. Sin embargo, respecto del Cuestionar nuestro presente
pobre no sabemos nada. Probablemente ha tenido derecho a la fo-
sa común de la época. ¿Cómo hemos de acoger la enseñanza de esta extraordinaria
¡Qué grandioso funeral el del rico! Muchos amigos, discursos parábola? ¿Cómo hemos de acoger un mensaje de consuelo para
oficiales, el sermón conmovedor del rabino, el lento y solemne
11. Ibid.
9. Ibid. 12. Ibid.
10. Ibid. 13. D. M. Turoldo, Anche Dio é infelice, Cásale Monferrato 1991.
312 Las parábolas de Jesús
El rico anónimo y Lázaro el mendigo 313
todos los Lázaros de este mundo que deben estar seguros de que
Dios está de su parte y que una vez cerrado el juego de esta vida ascética, la necesidad de la modificación de la escala de valores en
serán consolados por los males que han soportado? ¿Es un mensa- los que se ha inspirado nuestra vida hasta hoy. Y este cambio de la
je de consuelo para los pobres? Ciertamente tenemos que decir: escala de valores, extrañamente, revoca el mensaje del evangelio,
también es esto. donde los bienes no son despreciados con un ascetismo de tipo pa-
Pero según los modos y la expresión del lenguaje profético es- gano, sino que se indican como medios de comunión entre los
ta representación de la salida última de la vida del rico y del pobre hombres, como instrumentos de intercambio entre los hombres,
se toma como un juicio acerca de nuestro tiempo, del presente. De como común posesión de la familia humana (E. Balducci)16.
otra manera que las representaciones religiosas, en las que el em-
puje consolador es el único empuje -por lo que estas sirven mucho ¡Ay! Lázaro sueña con convertirse en un «epulón»
para el mantenimiento del orden, para hacer que los Lázaros estén
tranquilos a las puertas y no armen jaleo, para conseguir que los Hay que liberar a los «Lázaros» de la voluntad de tomar en el
epulones tengan benevolencia con los Lázaros, pero sin inquietar- banquete el lugar dejado libre eventualmente por los viejos co-
se por su situación- el lenguaje profético, por el contrario, ataca en mensales o de la simple voluntad de ensanchar la sala del banque-
la raíz esta desigualdad, la condena y, por tanto, cuestiona nuestro te. Porque una consecuencia dramática, y lo tenemos a la vista, de
presente (E. Balducci)'4. la repartición de las riquezas es que los oprimidos han adoptado el
modelo de vida de los opresores. Lázaro sueña con convertirse en
un «epulón». Y esta es la última inicua victoria de los poderosos,
Dios ve el mundo con los ojos de Lázaro
de los privilegiados: es el aniquilamiento de la conciencia de los
Dios tiene predilección por los Lázaros. Es una certeza que no oprimidos.
hay que repetir a la ligera... ¿Pero qué significa esto? No se limi- Una tarea de las comunidades cristianas debería ser el mostrar
ta a preferirlos con su benevolencia, está de su parte. Dios en este la posibilidad de formas de existencia que descarten radicalmente
mundo es Lázaro. No está ni en los palacios, ni en las universida- el modelo propagado por los «epulones», y que la relación con la
des teológicas. Dios mira el mundo con los ojos de Lázaro. ¡Ima- naturaleza y la relación con los hombres y el uso de los bienes se
ginaos qué mundo ve! Ciertamente no con los ojos de Lázaro in- conviertan en expresiones y garantías de auténtica humanidad.
yectados de sangre, sino con los ojos de Lázaro iluminados por la Aquí es donde la fe, si tiene fantasía creativa, debería manifestar-
sabiduría (E. Balducci)15. se (E. Balducci)17.

Modificar el proyecto de vida Abolir el infierno de aquí

Se suele decir que hay que modificar la calidad de vida. Y está Hemos visto a hombres con propósitos revolucionarios conver-
bien, pero digamos que, antes aún que la calidad, el proyecto de vi- tirse en poco tiempo en tranquilos gestores del club de los «epulo-
da, un proyecto de vida centrado no en el consumo de los bienes nes»: es la mecánica del materialismo bíblico18. Hemos de cons-
de la tierra, sino en el intercambio entre los hombres, en la partici-
pación común en los bienes de la tierra y en los productos consi- 16. E. Balducci, // mandorlo e ilfuoco, anno C, Roma 1979.
guientes de la técnica humana. Es necesaria, pues, una política de 17. Ibid.
participación en el banquete, que lleva consigo la necesidad de una 18. El mismo Balducci lo explica así: «Los pensamientos del hombre no nacen
de una esfera espiritual inmune a la condición carnal, los pensamientos nacen del
corazón. Existe una mens cordis, una 'mente del corazón'. Y el corazón, a su vez,
14. E. Balducci, Gli ultimi tempi, anno C, Roma 1991. es este principio profundo del ser en el que se establecen las orientaciones decisi-
15. Ibid. vas de la vida, y no sólo los movimientos afectivos; no vive en una esfera indem-
ne de cualquier influencia, sino que está radicado en los instintos. Se puede decir,
314 Las parábolas de Jesús

truirnos un corazón inmune a los elementos del mundo, desbor-


dante de solidaridad con los «Lázaros», y tratar de abolir los abis- 16
mos. Es la solución que Dios espera de nosotros. Entonces termi-
nará el infierno. Los siervos inútiles
Yo no sé lo que hay después de la muerte; pienso en una infi-
nita misericordia de Dios y no me gusta pensar en el infierno. Pe-
ro sé que el infierno existe y está aquí, y sé que lo que Dios nos pi-
«¿Quién de vosotros que tenga un criado arando o
de no es difundir el miedo al infierno del más allá, sino la voluntad
pastoreando le dice cuando llega del campo: Ven,
de abolir el infierno de aquí (E. Balducci)19.
siéntate a la mesa? ¿No le dirá más bien: Prepárame
la cena y sírveme mientras como y bebo; y luego co-
merás y beberás tú? ¿Tendrá quizás que agradecer
al siervo que haya hecho lo que se le había manda-
do? Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo
que se os mande, decid: Somos siervos inútiles; he-
mos hecho lo que teníamos que hacer» (Le 17, 7-10).

Mirando al siervo

Hay que leer la parábola mirando al siervo, no al amo. Obvia-


mente, el Señor no se identifica con este arrogante señorón de pue-
blo, insoportable, arrogante, pretencioso y hasta un poco zafio con
la servidumbre. En todo caso el modelo podría ser el representado
por el amo que sirve en la mesa a sus colaboradores (Le 12, 37).
Somos nosotros, los «siervos», los que debemos identificarnos
con la conducta del siervo que trabaja con empeño, pasión, amor y
humildad. Y después que ha obedecido con seriedad, reconoce que
no ha hecho más que cumplir con su deber. «Así también vosotros,
cuando hayáis hecho lo que se os mande, decid: hemos hecho lo
que teníamos que hacer».
La relación con Dios está bajo el signo de la gratuidad, y no ba-
jo el signo de un contrato. A la gratuidad del don, debe correspon-
der una actitud por parte del hombre de dedicación apasionada y
humilde, diligente y modesta. Sin reivindicaciones farisaicas, sin
pretensiones y sin instrumentalizaciones propagandísticas.

pues, que de la manera en que se vive, de la manera en que se accede al tener, a ¿«Siervos inútiles» o «pobres siervos»?
gozar de los bienes de este mundo, deriva todo. El corazón se modela en relación
a estas opciones, y la mente se modela con el corazón: existe una concatenación». Algunos estudiosos dicen que «inútiles» es una mala traduc-
19. E. Balducci, // Vangelo dellapace, anno C, Roma 1985.
ción de la palabra griega achreios, que significa mísero, pobre,
318 Las parábolas de Jesús
Los siervos inútiles 319
Necesitan siervos «utilizables». Y ellos se prestan: pelotilleros,
serviciales, aduladores. Buenos para nada, pero capaces de todo. tes debe preparar la cena y servir al amo. Solamente después pue-
Siempre del lado del poderoso, listos para darle la razón, dispues- de saciar su hambre. Y después de haber cumplido dócilmente sus
tos a defenderlo también en las causas equivocadas. órdenes no puede contar con un agradecimiento especial por par-
Y, naturalmente, obtienen generosos «premios de utilidad». te del amo. Según la mentalidad del tiempo, el esclavo es propie-
dad del amo, que puede hacer con él lo que quiera...
No se trata de la aprobación de la esclavitud, ni del rechazo to-
Alegría y libertad de los siervos inútiles tal de la idea de recompensa. Jesús sólo rechaza la convicción de
Francisco de Asís, al final de su testamento, exhibe este título: algunos, que creen tener derechos a la recompensa celeste por ha-
«Y yo, hermano Francisco, pequeñito, vuestro siervo...». La pe- ber observado escrupulosamente los mandamientos divinos. Servir
quenez es una de las connotaciones esenciales del servicio. De to- a Dios, cumplir su voluntad, no es para una criatura más que un
dos modos es indudable que Francisco se precia de pertenecer a la hecho natural; por esto no se puede pretender una recompensa.
categoría de los siervos inútiles. Y encuentra su alegría en serlo. Dirigida a los discípulos de Jesús, la parábola tiene el valor de
Siervo inútil, y por eso no utilizable, no disponible para otra todas sus instrucciones. Él les invita a la humildad y a la caridad.
cosa que no sea el servicio al evangelio. Y Francisco coloca en es- Pero la caridad no se contenta con hacer lo que es obligación, sino
ta gloria de los siervos inútiles el sentido destacado de la libertad. que está dispuesta a ir espontáneamente más allá de lo que se le pi-
Siervo que se inclina ante el único Señor y ante sus hermanos, de (A. Kemmer)1.
pero reacio a arrodillarse ante los grandes de la tierra.
Siervo, y por tanto no servil. Ninguna partida doble con Dios
Siervo, y por eso inasible, incontrolable, inmanipulable.
Siervo de quien ningún rico, ningún poderoso jamás podrá dis- Surge la concepción economicista de la religión; la relación
poner para poner en marcha proyectos humanos. Dios-hombre no es la de un empresario y de un asalariado. El
hombre debe entregarse a él con amor: la relación es más bien la
del amor nupcial, relación de donación libre de cálculos.
Pistas para la búsqueda De igual modo, en la comunidad cristiana nadie debe exigir ma-
yor prestigio o dignidad porque haya ofrecido prestaciones mayo-
No alardees res. Todos deben reconocer que son «siervos inútiles», serenos y
felices de poder dar, amar y sacrificarse por Dios y por los demás
Dice rabí Jochanan ben Zakkaj: «Si has practicado mucho la sin la lógica férrea del capitalismo productivo.
Tora, no alardees por ello, porque para eso has sido creado». Se cancelan todas las partidas dobles del «dar» y del «tener», y
se celebra la alegría de la salvación que Dios sólo ofrece pasando
El amo no está obligado a dar las gracias a través del obrar de nuestras manos y del anuncio de nuestras pa-
labras (G. Ravasi)2.
La metáfora se presenta en forma de pregunta (v. 7-9); la apli-
cación a los oyentes es una declaración. Esta presupone las condi- Inútiles después de haber trabajado, ¡no antes!
ciones económicas de un pequeño propietario agrícola. Un labra-
dor que no podría permitirse tener más de un esclavo, que tendría El estilo de vida de la fe se caracteriza por el supremo desinte-
que atender tanto a los trabajos del campo como al servicio do- rés, incluso el desinterés por el éxito, por lo que se persigue, pero
méstico. Cuando este esclavo, por la tarde, vuelve de los campos
a casa cansado, no puede sentarse a comer a la mesa, sino que an- 1. A. Kemmer, Leparabole di Gesü, Brescia 1990.
2. G. Ravasi, Celebrare e vivere la Parola, armo C, Milano 1982.
Los siervos inútiles 321
320 Las parábolas de Jesús

de lo que no hacemos depender nuestra fidelidad, la cual tiene sig- que nos engañemos respecto a este amor. No se nos debe, se nos
da, se nos da totalmente (A. Maillot)4.
nificado en sí misma. Hemos de caminar hacia estos objetivos
aunque no se realicen.
«Cuando hayáis hecho lo que se os mande, decid: Somos sier- Si Dios quiere utilizarnos...
vos inútiles». ¡Ay de aquel que lo diga antes! Muchos alimentan la
humildad exhortando también en nombre de Dios a ser humildes, Se comienza por no preocuparnos por nosotros mismos, por
a no pretender cambiar el mundo, pero si decimos que somos inú- nuestras manos, y se pone uno en camino. No se pretende saber ya
tiles antes de haber actuado, estamos en pecado. Después de haber si somos útiles, pero damos gracias porque Dios quiere utilizarnos.
hecho todo lo que teníamos que hacer, decimos: «Somos siervos Y nosotros, que tenemos poco de buenos, o de buenos para nada
inútiles», pero estamos también convencidos de que lo que hemos (¡pero esto tiene poca importancia!), estamos convencidos de que
hecho entra, por una subterránea corriente benéfica, en el curso de trabajamos con quien lo puede todo. Incluso puede hacernos...
las vivencias y posiblemente florecerá mañana. útiles (A. Maillot)5.
Nosotros que estamos en el mañana de ayer, nosotros que he-
mos vivido el mañana de tantos profetas del pasado sabemos que Despertarse con la sonrisa
ciertas floraciones que ahora se dan se deben a su fidelidad: estos
han tenido paciencia incluso cuando les sobraban motivos para no «Padre celeste, cuando el pensamiento tuyo se despierte en
tenerla, y así ha florecido algo que para ellos era un sueño y para nuestra alma, haz que no se despierte como un pájaro asustado y
nosotros una realidad. desorientado que revolotea por aquí y por allá, sino como un niño
No digo que el panorama que tenemos ante los ojos sea sólo que se despierta con su sonrisa celestial» (S. Kierkegaard).
desolación y opresión, hay cosas estupendas que florecen, incluso
de forma efímera, y que hay que proteger con cuidado, ya que es-
tán expuestas a las intemperies diarias. Pero nace algo primaveral
y, si vais a buscar la raíz, encontraréis que termina en el corazón
de algún profeta del pasado, muerto sin haber visto nada.
Debemos vivir esta fidelidad como si todo dependiese de no-
sotros, pero resignados a nuestra inutilidad. Esta combinación de
los opuestos, la aceptación de ser inútiles y la perseverancia en
permanecer fieles a los cambios del mundo, es una conciliación
fundamental para nuestra vida moral (E. Balducci)3.

El infinito necesita la nada


Su amor por nosotros supera nuestra incapacidad. No es que él
se haga ilusiones de nosotros, que cierre los ojos diciendo: «Siem-
pre valen para algo». El hecho es que su infinito sobrepasa nuestra
nada. Su gracia supera nuestro pecado. Por eso Dios necesita de
nosotros, de nuestros toscos pies, de nuestras alpargatas, de nues-
tros gestos torpes e imprudentes. Porque nos ama. Pero no quiere
4. A. Maillot, Lesparaboles deJésus anjourd'hui, Genéve 1973.
5. Ibid.
3. E. Balducci, Gli ultimi tempi, armo C, Roma 1991.
El juez y la viuda 323

17 viduo cerrado en su egoísmo, sumergido en sus comodidades, que


se preocupaba solamente de sí mismo. Impasible ante cualquier pe-
El juez y la viuda tición, incluso la más sacrosanta. Insensible.
La imagen de un hombre de quien no se puede esperar nada. Es
imposible abrir una brecha en aquel gélido blindaje. Inexpugnable,
invulnerable, inaccesible, impasible, insociable.
Las palabras, las súplicas más angustiosas rebotan contra aque-
«Para mostrarles la necesidad de orar siempre sin lla coraza de dureza sin ni siquiera arañarla, sin provocar una sos-
desanimarse, Jesús les contó esta parábola: Habla pecha de remordimiento, una vaga intención de piedad, algo que
en una ciudad un juez que no temía a Dios ni tenía se asemeje, aunque sea vagamente, a un sentimiento.
miramientos con nadie. Había también en aquella
ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: Haz-
me justicia frente a mi enemigo'. El juez se negó du- Segundo protagonista: una pobre viuda
rante algún tiempo, pero después se dijo: 'Aunque no
temo a Dios ni respeto a nadie, es tanto lo que esta Por otra parte, una viuda. La imagen por excelencia de la debi-
viuda me importuna, que le haré justicia para que de- lidad desarmada. Privada de apoyos, desprovista de recomenda-
je de molestarme de una vez'. Y el Señor añadió: Fi- ciones, sin tutela legal alguna. No puede, por supuesto, pagarse un
jaos en lo que dice eljuez inicuo. ¿No hará, entonces, abogado que defienda su causa. Pensándolo bien, se ve obligada a
Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y no- luchar en dos frentes, contra dos adversarios: el contendiente y el
/• che? ¿Les hará esperar? Yo os digo que les hará jus- magistrado. Es víctima predestinada a dos atropellos: prepotencia
ticia inmediatamente. Pero cuando venga el Hijo del por una parte, descarada desidia por otra.
hombre ¿encontrará fe en la tierra?» (Le 18, 1-8). La batalla, de entrada, parece perdida. La debilidad indefensa
no tiene posibilidad alguna contra la fuerza arrogante y la indife-
rencia impenetrable. Pero la pobre mujer no se rinde. Acude al
Primer protagonista: el juez insensible juez una, diez, veinte veces. Lo aborda apenas se pone a tiro. Y no
se cansa ante los desplantes. Lo persigue, lo acosa, le aturde los oí-
De nuevo una parábola desconcertante, en la que el modelo de dos. Al final, el juez tiene que capitular. No aguanta más aquellas
oración confiada y perseverante es ofrecido por una pobre viuda interminables quejas. Y decide hacer justicia a la mujer para qui-
(¡y hasta aquí, todo bien!). Pero en la que la intervención de Dios társela de encima.
parece asemejarse a la de un magistrado deshonesto (y aquí el En realidad, la mujer había intuido que el magistrado invenci-
asunto se complica no poco). Intentemos no dejarnos impresionar ble tenía un punto débil: precisamente su egoísmo, su deseo de que
y examinemos a los protagonistas de la parábola. nadie le molestara. Una vez descubierto ese talón de Aquiles, la
Primero, el juez. Un tipejo con el que nadie querría toparse. mujer, con su obstinación, abre una brecha justo en ese flanco. De-
Sin religión y sin una pizca de humanidad. Descreído y alérgico a rrota al juez no en el terreno de la piedad, sino en el de la insensi-
cumplir con su deber. No recibe órdenes de Dios y no está acos- bilidad. De hecho, si ese le hace caso es porque está harto de que
tumbrado a oír la voz de su conciencia. le importune.
No perdamos detalle: «No tenía miramientos con nadie». No La insistencia de la demandante termina por aburrir al repre-
significa que no mirara a nadie a la cara (cosa deseable en un sentante de la ley. Se ha hecho justicia, no porque haya sido escu-
juez). Sino que no tenía respeto a nadie, no le importaba nadie. chada la voz imperiosa del derecho, sino porque ya no se quiere
Vulgarmente: se reía de todo y de todos. En una palabra, un indi- oír más una voz molesta.
324 Las parábolas de Jesús El juez y la viuda 325

La lección Hoy depende de nosotros asegurarle la perseverancia de nues-


tra fe. Uno de los signos decisivos es ciertamente la oración en la
Así pues, la debilidad ha prevalecido sobre la fuerza. A la per- interminable noche de la espera. Alguno ha resistido, no ha cedido
sona indefensa le ha dado la razón el poder arrogante. Esta es la al cansancio, ha permanecido firme, se ha empeñado en tener la
primera lección de la parábola. lámpara encendida, aunque todas las otras ventanas, una después
No tengamos miedo de nuestra debilidad. Al contrario, alegré- de otra, se hayan quedado sin luz. La lámpara encendida, que se
monos. No nos desanimemos, pues, por nuestra impotencia. No opone ya a las tinieblas, ya al viento contrario, no tiene como tarea
nos dejemos impresionar por las dificultades «insuperables». calentar, sino señalar una fidelidad sufrida.
Es inútil ir a buscar apoyos en otra parte. El arma decisiva la te- Después hay que caer en la cuenta de que los tiempos de Dios
nemos dentro de nosotros. Y es nuestra debilidad, nuestra pobreza. no son los nuestros. Incluso cuando Dios tiene prisa por oírnos,
Con ella, y únicamente con ella, tenemos, no digo la posibilidad, puede suceder que nuestra fe esté ya apagada. Nuestro cansancio
sino la certeza de salir adelante. llega antes que la concesión amorosa del Padre. Así, interrumpido
Sólo que no tenemos que cansarnos si la respuesta se hace es- el canal de la fe, muchas respuestas no llegan a destino. Y tenemos
perar. No decaigamos en el ánimo si nuestra voz se vuelve ronca a incluso el coraje de lamentarnos de que Dios está sordo, de que no
fuerza de gritar inútilmente. Los retrasos, en vez de debilitar la es- nos escucha... ¿Qué diríamos si el día en que el juez decide com-
peranza, son una razón para alimentarla. placer a la viuda, esta no se dejase ver?
Además, en la otra parte -¡démonos cuenta de que el segundo
protagonista no es una copia, sino más bien la imagen en negativo
de Dios!- no está un juez insensible, sino un Padre que se deja he- Orar significa «hacer justicia»
rir por el grito de sus hijos y está impaciente por escucharlos.
No, no es la debilidad contra la fuerza. Es una debilidad (la Alguno defiende que esta parábola es semejante a la del ami-
nuestra) contra otra debilidad (la de Dios, porque nadie es más go inoportuno (Le 11, 5-8), incluso sería como un duplicado. Evi-
vulnerable, más débil que un Dios que ama). dentemente existen semejanzas. Pero las diferencias resultan bas-
No hace falta precisar que, a diferencia del magistrado perezo- tante más marcadas. Allí es cuestión de amigos: había un amigo,
so, Dios no nos escucha para que no se le moleste más. A él, al que tenía un amigo, que a su vez tenía un amigo... Aquí, por el
contrario, le gusta nuestra insistencia fastidiosa. Agradece nuestras contrario, es cuestión de enemigos. La viuda tiene a todos en con-
peticiones insistentes, machaconas. Desea que se le importune. tra: tanto al contendiente como al juez.
Espera ansiosamente que alguien vaya a molestarlo. Con tal de Pero sobre todo el objeto de la petición es distinto. Allá se tra-
que todo le llegue a través del canal de la fe. ta de una petición muy limitada: tres panes. Aquí, por el contrario,
la mujer pide justicia, pretende que se le haga justicia. La oración,
entonces, es «pedir justicia». O incluso, según la expresión de Tu-
Pregunta inquietante roldo, «orar es hacer justicia».
«Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la
tierra?». La parábola se cierra con esta pregunta inquietante. Jesús Provocaciones
la lanza aquí en un tono apenado. Va camino de Jerusalén y, por
tanto, de su pasión y muerte, de su noche interminable. Y parece
que le roza la sospecha de que su misión terminará en fracaso. In- La oración del pobre
cluso parece que siente angustia. Es un rasgo muy humano en su La oración de la viuda es la oración del pobre. Para nosotros,
desconcertante dramaticidad. pobreza en la oración significa saber orar también en la aridez, en
326 Las parábolas de Jesús El juez y la viuda 327

el vacío, en la desolación, en la oscuridad más espesa, en el frío oración obstinada, tenaz como la de aquella mujer, se afina hasta
paralizante. También cuando no se experimenta nada ni se siente percibir la petición de ayuda del prójimo que padece injusticia o
nada, cuando se está atrapado por la sensación de inutilidad. exclusión, o que de una manera u otra se encuentra en necesidad.
Orar también cuando la oración parece imposible. También Naturalmente es necesario no pararse ante los altares de nues-
cuando experimentamos la ausencia. Me atrevería a decir que el tras devociones privadas y colocarse ante el campo inmenso de la
pobre busca a Dios incluso cuando este le defrauda, se esconde, necesidad del prójimo, hasta dejarse herir por el grito que se le-
desaparece en la noche sin dejar el más mínimo rastro de luz. Él vanta en cualquier parte.
está allí, sin desanimarse, sin ceder al cansancio, aferrado a la vo- Yo, pues, si rezo de verdad, me encuentro obligado a satisfacer
luntad más que al sentimiento, en la fidelidad de un amor dispues- las exigencias de justicia que llegan al corazón de Dios y que él
to a aceptar cualquier prueba. me transmite.
Sabe que el encuentro a veces se realiza en la fiesta. Pero con Hay gente, como la viuda de la parábola, que quizás ha espera-
más frecuencia se consuma en una vigilia interminable, en una do durante mucho tiempo. No puedo permitir que se prologue más
agonía insoportable. La «noche oscura», el frío, la angustia, la fal- esta espera.
ta de respuesta, la lejanía, el abandono, el no entender nada, el dis- Y si hay que tomar distancias, hemos de distanciarnos de nues-
gusto, son el «sí» más costoso que el pobre logra decir en la ora- tros problemas, de nuestras preocupaciones, de nuestros fracasos,
ción. El pobre se obstina en mantener la puerta abierta a este Dios de nuestros asuntos personales.
que se niega a mostrarse. ¿Y si orar fuese precisamente «olvidarse»?
¿Y si la oración fuese la victoria, primero sobre la resignación,
Cuestión de resistencia y luego sobre los horizontes muy «privados», sobre las perspecti-
vas intimistas?
Eri el fondo, ese forcejeo entre los dos es una lucha de resisten-
cia, de desgaste recíproco. El más fuerte está convencido de que lo- De improviso
grará desanimar a la más débil. Pero ha calculado mal. En realidad,
es precisamente él quien, llegado a un punto, no resistirá más. Según nuestra traducción, Dios hace justicia «inmediatamen-
Mientras, la mujer está dispuesta a resistir quién sabe cuánto te». Pero me parece que el adverbio va contra el sentido de la pa-
tiempo, «hasta que...». La debilidad prevalece sobre la fuerza rábola, en la que se insiste en el retraso. Por tanto parecen también
(aparente) porque está sostenida por la resistencia. Paradójica- discutibles las traducciones «lo antes posible» o «muy pronto».
mente, la de la mujer es una debilidad «resistente». Me parece que el significado es más bien «inesperadamente»,
«de improviso». Dios se retrasa, pero su intervención es siempre
Orar hasta vencer mi sordera... insospechada, imprevisible, no programable.

¿Y si resulta que el juez indiferente, corrupto, hostil, insensible La oración no tiene otra cosa que ofrecer que... la oración
a la situación de la viuda desprovista de protecciones, fuese preci-
samente yo? Quiero decir: insistir sin desanimarse en la oración Me parece muy aguda la observación de H. Weder, quien dice
significa experimentar, primero la certeza de que Dios nos escu- cómo la parábola pone en evidencia el hecho de que se nos resti-
cha, y además la capacidad de escuchar finalmente la voz de los tuye, a través del ejemplo de esta viuda, la libertad en la oración.
pobres, el grito de los oprimidos, la invocación de quien está solo, Debemos liberarnos de la preocupación de tener que llevar co-
la imploración del sufriente, la protesta del hermano discriminado. sas a la oración. El orante, como la mujer, no tiene nada que pre-
Es necesario orar sin desfallecer para superar la sordera. No la sentar (méritos, obras, merecimientos varios). La oración no tiene
de Dios, evidentemente, sino la nuestra. Nuestro oído, gracias a la otra cosa que ofrecer que... la oración.
328 Las parábolas de Jesús
El juez y la viuda 329

Una debilidad invencible


cuánto más Dios hará justicia a los oprimidos contra sus persegui-
La figura de la viuda puede ser la imagen de la Iglesia, de có- dores, y lo hará rápidamente, sin largos retrasos. La diferencia en-
mo esta debe presentarse en su debilidad desarmada y desarmante. tre la situación de la viuda en la parábola y la de los elegidos se
El hecho es que con frecuencia la Iglesia se consume a causa manifiesta en tres antítesis: el juez inicuo - el Dios justo; la viuda
de su viudedad, no se fía -es más, se muestra angustiada- de su no cuenta nada para el juez - Dios tiene vivo interés por los suyos;
propia debilidad, y entonces busca el apoyo de los poderosos o en un primer momento el juez no escucha en absoluto - Dios está
pretende parecer poderosa. Pero debe convencerse más bien de siempre dispuesto a escuchar a los elegidos (A. Kemmer)2.
que precisamente su debilidad constituye su invencibilidad.
Una única posibilidad

Pistas para la búsqueda Impresiona enseguida el hecho de que la narración muestre la


contraposición de dos figuras: por un lado, el juez «sans foi ni loi»
Su arma es la perseverancia es un hombre que conoce una sola medida de comportamiento: él
mismo. El narrador, rozando lo inaceptable, utiliza este autorita-
No hay que imaginarse a la viuda necesariamente como una rismo del juez como metáfora de la soberana libertad de Dios.
anciana. La temprana edad de casamiento (para las muchachas era Por otro lado está la viuda, esto es, una pobre mujer en la esca-
normalmente entre los 13 y 14 años) tenía como consecuencia el la más baja de la jerarquía social. Ella no dispone ni de poder ni de
que también hubiese viudas muy jóvenes. instrumentos de presión; ni siquiera puede esperar que aquel juez
•; El tema a tratar es una cuestión de dinero, puesto que la viuda le ayude por temor a Dios o por miedo a perder su buena fama. Só-
presenta su demanda ante un solo juez (no ante un tribunal): una lo le queda una posibilidad: recurrir a la oración. No puede hacer
deuda, una hipoteca, una parte de la herencia le es retenida. Es po- otra cosa que repetir continuamente: «Hazme justicia...». Con es-
bre, no puede hacer ningún regalo al juez (ya en el Antiguo Testa- te comportamiento ella reacciona perfectamente frente al autorita-
mento las viudas y los huérfanos sufren el desamparo y la falta de rismo del juez. Y lo que sigue en la narración revela que el único
defensa); se puede pensar que su adversario en el proceso es un motivo que empuja al juez autoritario a satisfacer la petición es
hombre rico, considerado... precisamente esta oración repetida. El temor del juez, a quien ella
Su única arma es su perseverancia... Finalmente el juez cede al final podría romperle la cara, vale para expresar el sarcasmo de
«porque esta viuda le ataca los nervios»... No es el miedo a una este hombre. El motivo de su acción, en realidad, es que la viuda le
explosión de enojo por parte de la mujer, sino su constancia la que fastidia con sus repetidas demandas (H. Weder)3.
le hace ceder. Sus eternas quejas le molestan y quiere tener paz (J.
Jeremias)1.
asunto pasase en primer lugar. Los más sagaces cuchicheaban con los secretarios,
les daban a escondidas 'derechos' y eran despachados rápidamente. Entre tanto,
Antítesis una pobre mujer, a su lado, interrumpía constantemente el proceso con grandes
gritos pidiendo justicia. Fue reprendida y llamada al orden duramente y con re-
Una vez más se trata de una conclusión «a minore ad maius». proches, y se contaba que venía cada día: '¡Lo haré -gritó en voz alta-, hasta que
el cadí me escuche!'. Finalmente, al terminar la sesión, preguntó el cadí impa-
Si hasta el juez sin escrúpulos al final está dispuesto a ayudar, ciente: '¿Qué quiere esa mujer?'. Pronto se le contó su historia. El recaudador de
impuestos la forzaba a pagar el impuesto, aunque su único hijo había sido llama-
do al servicio militar. El caso fue decidido rápidamente. Así fue premiada su per-
1. J. Jeremías se refiere en una nota a una historia análoga: «H. B. Tristram severancia. Si hubiera tenido dinero para pagar a un secretario, se le habría dado
describe muy intuitivamente el tribunal de Nisibis (Mesopotamia). Frente a la en- la razón mucho antes. ¡Una analogía moderna y exacta de Le 18, 2s!».
trada se sentaba el cadí, medio hundido en cojines; alrededor de él los secretarios.
En la parte anterior de la sala se agolpaba la población: cada uno pedía que su 2. A. Kemmer, Leparabole di Gesü, Brescia 1990.
3. H. Weder, Metafore del Regno, Brescia 1991.
330 Las parábolas de Jesús

Dios no necesita ser «importunado»... 18


Muchos piensan que en la parábola del juez sin conciencia se El fariseo y el publicano
compara al juez con Dios; deducen de ahí que, así como este se ha
dejado inducir a actuar por la insistencia molesta de la viuda, a
Dios se le debería «importunar» a fuerza de oraciones para indu-
cirle a conceder lo que se le pide. De aquí se deriva un concepto
pagano, cuantitativo, de la oración, en abierto contraste con lo que «También a unos, que presumían de ser hombres de
Jesús dice en el sermón de la montaña (Mt 6, 7-8) y fundado en bien y despreciaban a los demás, les dijo esta pará-
una errónea interpretación de la parábola. En ella no se presenta a bola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno
Dios como alguien parecido al juez inicuo, sino como alguien que era fariseo y el otro publicano. El fariseo, erguido,
es exactamente lo contrario. Toda la parábola está basada en el lla- hacía interiormente esta oración: 'Dios mío, te doy
mado razonamiento afortiori («con mayor razón»): si hasta un juez gracias porque no soy como el resto de los hombres:
perverso escucha a quien le suplica, con mayor razón Dios, que no ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.
es perverso, sino bueno, escuchará a sus fieles (A. Comba)4. Ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de
todo lo que poseo'. Por su parte, el publicano, man-
«Hazme justicia», o sea, «venga tu Reino» teniéndose a distancia, no se atrevía ni siquiera a le-
vantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pe-
r La oración no es la petición privada de algún favor particular, cho diciendo: 'Dios mío, ten compasión de mí, que
sino la invocación que brota del corazón de todos los oprimidos, soy un pecador'. Os digo que este bajó a su casa re-
los marginados, los pobres: «¡Hazme justicia!», que es como de- conciliado con Dios, y el otro no. Porque el que se
cir: «¡Venga tu Reino!» (A. Comba)5. ensalza será humillado, y el que se humilla será en-
salzado» (Le 18, 9-14).
El agresor es una mujer

En esta escena, se trata a la mujer como si fuera un agresor, lo Una historia ejemplar
cual paradójicamente es verdad. Ella ha manejado su pobre arma,
que es el arma absoluta: la obstinación. Y ha vencido (A. Maillot)6. Después de haber recomendado una oración confiada e insis-
tente, Jesús precisa cuál es la postura justa - o sea, agradable a
Dios- del orante.
Las promesas de Dios
Más que una parábola, esta es una lección, una «historia ejem-
¿Podemos decir que Dios ha hecho o no ha hecho justicia, que plar». Pone en escena, en el marco solemne del templo, a dos per-
ha oído o no ha oído las milenarias peticiones de esos que, con- sonajes. La técnica es la del contraste.
fiando en su palabra, le han gritado día y noche, si no sabemos lo El fariseo, o sea, el observante escrupuloso de la ley, el practi-
que Dios ha prometido darnos? (S. Quinzio)7. cante fiel de la religión, la persona piadosa por excelencia. Reza
asumiendo la postura precisa, según la costumbre judía: de pie,
con la cabeza levantada, los brazos elevados hacia el cielo. Y bal-
4. A. Comba, La parabole di Gesü, parola per l'uomo d'oggi, Torino 1978. bucea la oración más hermosa: la acción de gracias, la alabanza.
5. Ibid.
6. A. Maillot, Les parábales de Jésus aujourd'hui, Genéve 1973. Sólo que el fariseo no da gracias a Yahvé por su grandeza y mi-
7. S. Quinzio, La sconjltta di Dio, Milano 1992. sericordia, sino por lo que él es con respecto a los demás.
El fariseo y el publicano 333
332 Las parábolas de Jesús

Sí, este hombre, para hacer notar lo que es (o presume ser), Conclusión desconcertante
siente la necesidad de denunciar a los demás (ladrones, injustos,
adúlteros). Necesita el fondo oscuro de las maldades ajenas para Allí, junto a él, un publicano, o sea, un recaudador de impues-
hacer resaltar mejor sus propios méritos. Mira hacia arriba, pero tos. Relegado por los devotos, porque su oficio es infame, al rango
también hacia atrás. Y el publicano le sirve para recordarle a Dios de los pecadores. Explotador, usurero, ladrón y además colabora-
que él, por suerte, no es como ese. Que quede claro. cionista con el ocupante romano. Un ser abominable, odiado y
Seguidamente pasa a desgranar sus méritos, a ilustrar su con- despreciado. Ni siquiera se atreve a levantar los ojos ni las manos
ducta irreprensible. Es un hombre que no se contenta con lo nor- (vacías de obras buenas y llenas de bellaquerías) al cielo. Sólo las
mal, hace más de lo estrictamente necesario. Está obligado a ob- usa para darse golpes de pecho.
servar el ayuno una vez al año, el día de la Expiación, pero él Ahora, la conclusión es desconcertante. El juicio de Dios sepa-
ayuna dos veces por semana (lunes y jueves), reparando así los pe- ra las dos posturas. No en el sentido querido por el fariseo (que,
cados de tantos incrédulos. Debe pagar los diezmos (destinados a por definición, es precisamente un «separado» de los demás)-
los gastos del templo, a los pobres y al sostenimiento de las escue- Exactamente lo contrario.
las rabínicas) sólo del trigo, el mosto y el aceite, pero él se impo-
ne una tasa voluntaria del diez por ciento de todo lo que tiene, sin
excepción, porque sabe que los agricultores y los comerciantes es- Qué es lo que no cuadra
camotean con frecuencia y con gusto, por tacañería y avidez, este
deber. Y él no quiere hacerse cómplice de ningún modo de una vio- ¿Por qué este cambio radical de posiciones tan frecuente en el
/ lación de la ley. Y remedia con su bolsillo incluso a los evasores. evangelio? Hagamos un esfuerzo para entenderlo.
Por tanto, un hombre de bien. Seguro de sí y de su propia jus- Dios ciertamente no condena las obras buenas de los fariseos,
ticia. Uno que se siente perfectamente en regla con Dios y mejor faltaría más. Y tampoco aprueba la deshonestidad del recaudador.
que los demás. Uno a quien Dios debe algo. Si no estuviera él pa- Simplemente la conducta buena del uno se traduce en una postura
ra sostener la casa... equivocada frente a Dios y frente al prójimo. Mientras la conducta
«La oración del fariseo, tras una aparente devoción y piedad, es pecaminosa del otro desemboca en la postura «justa» en la oración.
una oración atea. Dios es la cobertura de un yo rico que instru- El fariseo se equivoca no porque se comporte honestamente,
mentaliza la relación religiosa para su exaltación. El hombre que sino por otros motivos:
se esconde detrás de esta oración no espera nada de Dios, no tiene -Se pone ante Dios como un puntilloso calculador de sus mé-
nada que pedir, él sólo se exhibe, y exhibe sus derechos y sus cré- ritos. Se engaña pensando que él tiene el metro que determina
ditos ante Dios» (R. Fabris). exactamente la cercanía respecto a Dios.
Hemos de advertir que la oración del fariseo no resulta en ab- -No sabe o finge ignorar que sólo Dios -y no el hombre- pue-
soluto novedosa. En efecto, refleja un modelo talmúdico que dice de decir quién le está cercano de verdad, quién le es querido y
así: «Te doy gracias, Señor Dios mío, por haberme hecho partici- quién no.
par de la compañía de los que se sientan en la casa de enseñanza, -En el fondo, no sabe colocarse en una perspectiva alegre de
y no de la de aquellos que se sientan en el recodo de la carretera; gratuidad. Es un contable de la religión y de la moral. Su virtud es
en efecto, como ellos me pongo en camino; pero me voy hacia la triste, puntillosa, aburrida, opresora, interesada, no liberadora.
palabra de la ley, y estos, por el contrario, van rápidamente hacia -Además de sentirse indebidamente seguro de su justicia, juz-
cosas fútiles. Trabajo y ellos también trabajan, me empeño y reci- ga, condena y denigra a los demás.
bo mi recompensa; y esos se empeñan, pero no reciben recompen- -Así, sus virtudes se convierten en pedestal para una estúpida
sa alguna. Corro y ellos también corren; corro hacia la vida del autocomplacencia y para una actitud de superioridad frente a los
mundo futuro y ellos corren hacia la fosa de la perdición». demás.
334 Las parábolas de Jesús El fariseo y el publicano 335

El publicano, por el contrario, queda justificado porque reco- Se siente un chirrido


noce que es un pecador. No se excusa. No mira en dirección al fa-
riseo (no dice: «Ese va mucho a la iglesia, tiene una fachada irre- Sigamos recorriendo la parábola para captar otros elementos
prensible, pero es peor que los demás», ni tampoco «Prefiero ser que nos ayuden a comprenderla, deteniéndonos especialmente en
quien soy», ni «En el fondo soy más honesto que él, aunque se dé los dos protagonistas.
aires de persona devota»). Sabe que es un canalla y lo reconoce. Y Quizás no tenemos que pensar necesariamente en la discreta
para no seguir siéndolo, necesita de la misericordia del Señor. No penumbra de un templo vacío. Es probable que estos dos persona-
tiene nada bueno que ofrecer, pero sí mucho que recibir de Dios. jes estén mezclados con la gente y se vean obligados a estar codo
El publicano, haciendo inventario de su intimidad, no encuen- con codo. Es Jesús quien los separa, los confronta, los pone como
tra nada de que vanagloriarse. Pero no cae en el error de creerse representantes de dos posturas religiosas contrapuestas, irreconci-
bueno (o menos malo) comparándose con los otros, o sea, a costa liables. Para ello los presenta, simplificándolos, en el momento de
del prójimo, a cargo de los defectos ajenos. En ese caso, se con- la oración.
vertiría automáticamente en un fariseo (se hace uno fariseo en el Normalmente la vida constituye la verificación más exacta de
momento mismo en que está seguro de no serlo). la autenticidad de la oración. Aquí, por el contrario, la manera de
«Él no habla de los otros, no los critica. No cree necesario de- rezar es la que se convierte en indicador que revela la personalidad.
molerlos para obtener un eventual favor de parte de Dios. Su mi- Nada que decir de la figura del fariseo. Una imagen de obser-
seria le basta. Y sólo cuenta con la gracia de Dios» (A. Maillot). vancia escrupulosa (mucho más allá de las obligaciones fijadas
por la ley), de compromiso religioso, de extremo rigor.
(
Í Y sin embargo, en ese personaje modelo hay algo que no con-
La lección vence, una nota desafinada, un borrón que salpica todo, un engra-
naje que chirría. Todo en orden, un tipo irreprensible, irreprocha-
«También a unos que presumían de ser hombres de bien y des- ble, y sin embargo se percibe algo que no encaja.
preciaban a los demás...». ¿Entendida la lección? A veces basta un detalle para comprometer el conjunto. Una
El fariseo está lleno de sí y de sus buenas obras. No hay espa- pequeña grieta para denunciar la inconsistencia de una construc-
cio en él donde colocar los dones de Dios. Se siente con el deber ción imponente y... amenazante.
de presentar unas credenciales de irreprensibilidad que no tienen A veces la admiración hacia una persona de rasgos perfectos se
valor alguno a los ojos de Dios. Los títulos de méritos o el certifi- traduce en malestar y hasta en repugnancia cuando advertimos su
cado de buena conducta no sirven en la oración. mal aliento.
Ante el Señor tenemos que aprender, de una vez, la actitud del Sí, el fariseo tiene un aliento maloliente. Lo notamos cuando
pobre, de quien nada tiene, de quien no reivindica nada. Para él, abre la boca para rezar. Estropea su acción de gracias por su acti-
las únicas credenciales válidas, los únicos títulos de méritos son tud de superioridad y desprecio frente a los otros («Dios mío, te
nuestras miserias, nuestro vacío, el reconocimiento de nuestra con- doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones,
dición de pecadores. Sólo cuando estamos sinceramente convenci- injustos, adúlteros; ni como ese publicano...»). Hasta sus virtudes
dos de no tener nada presentable podemos presentarnos ante Dios. desprenden un hedor insoportable, porque se exhiben como méri-
El fariseo necesita de Dios para ser admirado, para que sus tos, casi como reivindicación frente a Dios, y van acompañadas de
cuentas se registren en el banco del cielo. El publicano necesita de acusaciones contra el prójimo.
Dios para partir desde cero. Una minúscula seta envenenada echa a perder el plato entero.
Y se diría que él tiene una fuerte simpatía no por los «que ya Ciertas personas, consideradas «ejemplares», lo tienen todo y has-
han llegado», sino por esos que, dándose golpes de pecho, le ma- ta algo más. Sin embargo, basta un pequeño gesto, el tono de voz,
nifiestan que tienen ganas de comenzar de nuevo... el modo de sonreír, una mirada, un pliegue en la comisura de los
336 Las parábolas de Jesús
El fariseo y el publicano 337

labios o una palabra para revelar que el enfoque de su existencia


Amar en la gratuidad
está totalmente equivocado, que su testimonio resulta poco fiable,
que la verdad que proclaman nada tiene que ver con el mensaje de
La parábola no se limita a enseñar qué es la oración humilde.
Cristo.
Esta exige una determinada idea de Dios y consiguientemente un
Sí, existen virtudes que, en vez de emanar perfume, despren-
determinado tipo de relación con él.
den un olor infecto. Al fariseo -que no es un producto exclusivo
El fariseo ora así porque está bajo el signo de la ley antigua,
del judaismo- le traiciona su mal aliento, síntoma de una mala di-
considerada como un conjunto de normas rígidas que hay que ob-
gestión religiosa.
servar y de prácticas legalistas que hay cumplir, de manera que
Él presume de ser familiar de Dios, pero Dios lo mantiene a
Yahvé no tenga nada que recriminar. Jesús nos pasa de la antigua a
distancia. Es más, lo rechaza. Tampoco Dios puede soportar el mal
la nueva alianza cuando nos hace caer en la cuenta de que no bas-
aliento, las virtudes que huelen a presunción, autocomplacencia,
ta obedecer, observar, estar en regla (quizás con algún suplemento,
petulancia, ostentación, desprecio de los demás.
por lo menos para estar seguros), sino amar en la gratuidad.

Un pequeño detalle
Provocaciones
Ciertamente al publicano no se le presenta como modelo de vi-
da. No es que se prefiera su conducta a las prestaciones virtuosas Un escollo contra el que va a estrellarse nuestra seguridad
del fariseo. En efecto, se trata de un individuo cuya ética en el ofi- Nos gustaría pasar de largo junto a esta parábola. La vemos
cio de recaudar los impuestos resulta bastante discutible. Clara- perfilarse en el horizonte de nuestra plácida y distendida navega-
mente no se le presenta como un campeón de honradez. ción como un escollo contra el que corre el peligro de estrellarse la
Al compararlo con el fariseo, un detalle que no es fácil de pre- navecilla de nuestra seguridad. Mejor no buscarse complicaciones.
cisar consigue que salga ganando, a pesar de la miseria que lleva Por eso preferiríamos largarnos prudentemente, si no fuera por-
encima y que él no trata de ocultar. que Lucas nos entrega esa carta certificada y con acuse de recibo,
Este es un detalle que descalifica al fariseo y hace trizas su y con nuestra dirección exacta en el sobre: «Para algunos que pre-
imagen. Y precisamente es un detalle lo que salva al publicano. sumen de ser justos y desprecian a los demás».
Quizás las pocas palabras entrecortadas («Dios mío, ten compa- Acudamos a los especialistas para asegurarnos de que la misi-
sión de mí, que soy un pecador...»). Ese gesto simplicísimo («Se va nada tiene que ver con nosotros, sino con los fariseos, y por eso
golpeaba el pecho...»). O la mirada («No se atrevía ni siquiera a ellos deben abrirla. Un desagradable error en la dirección.
levantar los ojos al cielo...»). O a lo mejor las tres cosas juntas. Hace falta mucha cara dura para defender semejante barbari-
De todos modos, en una construcción nada perfecta, se abre dad. Y luego ¿quién puede estar seguro de no poseer alguna gota
una grieta, poco más que una fisura, hacia la salvación («Bajó a su de sangre farisea en las venas?
casa reconciliado con Dios»). Así pues, dirijámonos con decisión contra ese escollo, sin te-
Aparentemente, sólo se trata de detalles. Pero resultan decisi- mor a que se hunda nuestra falsa seguridad. Ánimo, abramos el so-
vos. Un detalle insignificante denuncia que el personaje represen- bre y leamos este mensaje personal, aunque nos quite el aliento.
tado por el fariseo es falso, artificial. Un detalle irrelevante deja
intuir que el publicano, aun con el peso de sus pecados, se pone en
el camino de la verdad. Dos en escena y el personaje principal entre bastidores
En una palabra, basta un detalle para indicar si somos «verda-
«Dos hombres subieron al templo a orar...». Aparentemente,
deros» ante Dios.
son dos los protagonistas de la parábola. En realidad hay un tercer
338 Las parábolas de Jesús
El fariseo y el publicano 339
personaje que observa la escena entre bastidores o detrás de una
columna del templo. Por tanto, dos hombres captados en el mo- sus pecados. A él le basta sintetizar («pecador») y sacar las conclu-
mento de la oración. Y el Señor que los observa. siones («Dios mío, ten compasión de mí»). El fariseo ha puesto la
Quién sabe cómo «ve» Dios mi oración, cómo juzga su «ento- enumeración de las culpas. Y él el arrepentimiento.
nación»...
Las sorpresas de la oración
El hombre del cuello torcido
Para el publicano es la salvación. Para el otro, el Señor no pro-
Alguno lo definiría como un «beatorro». El fariseo es un fiel nuncia ni siquiera una condenación explícita. Probablemente ha
ejecutor de las mínimas prescripciones legales y religiosas. Más observado con mirada cargada de ironía la bufonada puesta en es-
que rezar, se contempla a sí mismo. O, si queremos, se cuenta su cena por aquel pavo real insoportable. Si su oración hubiese mere-
historia. Hace preceder al abanico de sus méritos el elenco deta- cido una respuesta, esta habría tenido un tono sarcástico: «Tú te
llado de errores ajenos. vanaglorias de ayunar dos veces por semana... ¿Pero tienes pre-
Este pavo real sagrado llega a ser así también «el hombre del sente que hay gente que ayuna mucho más por el simple motivo de
cuello torcido». Ve al otro, necesita confrontarse con él para sen- que no tiene nada que llevarse a la boca... Nunca has oído hablar
tirse en orden, mejor, superior. Cuántos cristianos, cuando oran, de hambre en el mundo?... Tú pagas los diezmos de todos los pro-
cuando escuchan la palabra de Dios, son «hombres de cuello tor- ductos que adquieres... Pero ten en cuenta que hay algunos que no
cido».,.. los pagan por el simple motivo de que no pueden comprar nada, ni
¿Qué puesto ocupa Dios en la religiosidad de este saco de va- siquiera los zapatos, no disponiendo del dinero que tú tienes (y se-
nidad y suficiencia? El fariseo necesita que Dios exista, de otra rá mejor que no indaguemos mucho sobre su proveniencia...)».
manera ¿ante quién podría exhibir su mercancía? «El reconoci- Pero, pensándolo bien, el fariseo ni siquiera se merece una res-
miento de la existencia de Dios crece allí por necesidad de merca- puesta irónica.
do. Secretamente el fariseo dice: 'Tú, oh Dios, existes, porque de Dos hombres han ido a la iglesia a rezar. Pero sólo uno ha re-
otra manera ¿para qué servirían mis virtudes y quién pensaría en zado. El otro ha recitado la parte de una persona de bien...
dar a los otros lo que se merecen?'» (E. Balducci). Esperémoslos a la salida. Observémoslos. El fariseo sale em-
pequeñecido, el publicano no digo agigantado, pero sí «ensalzado»
Ovillo de miseria («Ensalzó a los humildes...», Le 1, 52). Son las sorpresas de la
oración.
El fariseo no acierta con la posición justa en la oración. Hablo
de la posición interior, que es la que más cuenta. Está lleno de sí Cuando se juega a ricos
mismo como un huevo. Y Dios no sabría de ninguna manera en-
contrar una fisura en aquel mundo compacto de presunción por Aunque el fariseo nos resulte decididamente antipático, casi
donde pudiera pasar su gracia. sin darnos cuenta nos ponemos junto a él en el templo e imitamos
Sin embargo, el publicano, el pecador, encuentra inmediata- su postura de suficiencia y presunción. Jugamos a ricos con el Se-
mente la postura correcta. Se sumerge en su indignidad, lo mismo ñor. Desgranamos nuestras buenas obras, incluso la de estar allí en
que el fariseo trepa hacia el pedestal de sus virtudes. Se hace un la iglesia, y le invitamos a que nos admire y que nos diga: «¡Eres
ovillo de miseria. un valiente!».
Ni siquiera tiene necesidad de confesar detalladamente sus cul- Vamos a la iglesia no para escuchar a Dios y sus exigencias so-
pas. La confesión ya la ha hecho el fariseo. Se ha encargado el fa- bre nosotros. Le impedimos incluso que hable, aturdiendo sus oí-
riseo de ahorrarle la molestia de desgranar ante Dios el rosario de dos con nuestras charlas. Vamos a la casa del Señor, no para reci-
bir, sino para dar.
340 Las parábolas de Jesús El fariseo y el publicano 341

El fariseo finge ignorar que los dos polos de la oración son la da la fragilidad y el peligro del pedestal de las buenas obras en que
grandeza de Dios y nuestra nada. Y los sustituye con otros dos po- nos hemos alzado con un equilibrio precario además de ridículo?
los: sus propias virtudes y el desprecio a los demás. Es lo mismo ¿Caemos en la cuenta de que sólo cuando estemos sinceramen-
que nosotros hacemos. te convencidos de no tener nada presentable podremos presentar-
«El fariseo se construye un pedestal con sus buenas obras y nos delante de Dios? ¿Que cuando somos «impresentables» se nos
con la condena de los demás. Enumerar los pecados ajenos es una abre la puerta?
de las industrias más trágicas e imbéciles de la soberbia humana» ¿Tenemos intención de dejar de una vez la manía de dar palos
(N. Fabretti). al aire con nuestras oraciones ampulosas y comenzar a darnos gol-
Se cree grande porque empequeñece a Dios. Se cree virtuoso pes de pecho? No existe otra alternativa: o dar golpes al aire o dar-
porque desprecia a los demás. El fariseo es un separado porque nos golpes de pecho.
subraya su diferencia respecto a los demás. Diferencia que se tra- ¿Queremos convencernos de que el mundo irá mejor cuando
duce en una postura de superioridad. Todos nos sentimos buenos. nos sintamos no ya «distintos» de los demás ni «iguales» a los de-
Por eso hay en el mundo tantos bribones. más, sino «peores» que ellos?
La parábola exige una respuesta. Hemos dicho que es como
Ponerse departe del publicarlo una carta certificada con acuse de recibo. Por eso hemos de poner
nuestro remite, hemos de dar nuestro nombre. Haciendo una op-
Otro pecado, otra ceguera colosal de nosotros como fariseos ción: o del lado de los «justos», o del lado de los «pecadores».
consiste en medir nuestras relaciones con Dios en clave cuantita- «Los descendientes del fariseo son innumerables, pero por suer-
tiva. En semejante visión, Dios es considerado como un amo a te también son innumerables los del publicano. Gracias a estos úl-
'quien se deben ciertas prestaciones. Prácticas de devoción, misas, timos la Iglesia de los pecadores se va convirtiendo todos los días
comuniones, peregrinaciones, procesiones. Y así vamos cancelan- en la Iglesia de los santos» (N. Fabbretti).
do nuestras deudas. Hemos pagado las tasas religiosas.
Todo lo más, admitimos que Dios puede aumentar las cuotas Uno que se ha hecho a sí mismo
(con los tiempos que corren, con la carestía de la vida, con la in-
flación. ..). Pero nos vemos siempre en el terreno cuantitativo. No El fariseo -¡ese fariseo!- encarna un tipo de oración que no al-
llegamos a concebir la idea de que Dios disipa de una vez esa canza el cielo, y ni siquiera el techo del templo, pues va cargada
mentalidad de toma y daca, confundiendo nuestras ideas y pro- con el peso de un personaje jactancioso, complacido de sí mismo,
nunciando un discurso que desbarata nuestra lógica. vanidoso, dado a la autoglorificación.
Es preciso que demos de lado al fariseo y nos coloquemos jun- Su oración -en contradicción con el inicio correcto desde un
to al publicano, clavado en su propia miseria. Él sabe que las cre- punto de vista formal- no expresa acción de gracias, sino satisfac-
denciales válidas para presentarse ante de Dios no consisten en lo ción de sí mismo. Y para admirar mejor su rostro de perfección,
que tiene de irreprensible, por su honradez o justicia, por el certi- necesita el espejo deformante que denuncia y expone al desprecio
ficado de buena conducta, sino por la miseria, por el reconoci- los defectos ajenos.
miento de la propia condición de pecadores. El publicano se sien- El fariseo -según la aguda observación de J. Perron- no ora, si-
te pequeño. Por eso sale de templo «ensalzado». no que «se mira, se contempla, se oye rezar».
El texto evangélico dice: «Oraba así en su interior...». Pero
Cuando somos «impresentables», se nos abre la puerta... creo que la observación no se refiere a una oración a media voz, si-
no a una oración que aquel devoto hacía «vuelto hacia sí mismo».
¿Tenemos la humildad suficiente para aceptar la lección del pu- Su satisfacción es la típica de quien se ha hecho a sí mismo. In-
blicano? ¿Queremos dejar de jugar a ricos con Dios? ¿Sentimos to- cluso en el campo religioso.
342 Las parábolas de Jesús
El fariseo y el publicano 343
Él «se ha hecho a sí mismo» con lo que ha puesto de extraor-
dinario en las prácticas religiosas. No ha ahorrado sacrificios ni Adquirir ligereza
penitencias. Se ha lanzado mucho más allá de los límites de lo Advierte Ben Sira: «La oración del humilde atraviesa las nu-
«debido», de lo preceptuado por la ley (tanto en el pago de los bes. ..». Llega muy alto porque parte de abajo.
diezmos como en los ayunos; quién sabe si, además de las tasas La equivocación del fariseo está precisamente en la ilusión de
del culto, pagaba regularmente esas otras... Quizás el recaudador, llegar a Dios subiéndose a las alturas de sus méritos, como una
allí presente, podría informarnos del caso. Pero el publicano tiene plataforma de lanzamiento orbital, partiendo... de la altanería.
el buen gusto de ir a la iglesia para acusarse a sí mismo, no para El humilde, al no encontrar nada bueno en sí, renuncia a contar
juzgar a los demás. A él no le gusta el cuello torcido...). consigo mismo y se siente totalmente dependiente de Dios, dirige
El fariseo construye toda su justicia con los propios recursos. todo hacia él.
Presume de ella ante Dios, en vez de recibirla de él. Se exhibe tor- El soberbio resulta aplastado por su personaje virtuoso. Por eso
pemente en la oración ante Dios, en actitud de autosuficiencia e no consigue elevarse y su oración no adquiere ligereza. Su oración
implícitamente de reivindicación, en vez de aceptar «recibir» de es una recitación, una representación más que una verdadera rela-
él. En lugar de hacer el examen de conciencia, que lo convertiría ción con Dios. Porque no lo necesita. Al contrario, casi parece que
en un pobre grato a Dios, hace el examen de complacencia. Dios tiene necesidad de él.
¡ Ay si no estuviese él para hacer funcionar el mundo, para regir
Lo contrario del pecado no es la virtud la Iglesia!... Se admira, se exhibe. Incluso cuando está de pie pa-
rece estar de rodillas adorándose a sí mismo. Parece decir: menos
t El publicano, por el contrario, no multiplica las palabras. Su mal que estoy yo...
oración es sobria, humilde, penetrada de la conciencia de su in- Humildad y pobreza son dos componentes esenciales de la ora-
dignidad y de sus miserias (qué no tiene necesidad de exhibir, pues ción auténtica. Pero, naturalmente, no se improvisan al entrar en la
también puede darse una sutil complacencia al enumerar las pro- iglesia. Representan más bien dos actitudes que penetran toda la
pias culpas). existencia.
Entendámonos. No es que se presente ante Dios como un indi- Y la pobreza no es cuestión solamente de dinero. En efecto, el
viduo mal juzgado por los demás y que, por tanto, espere una fariseo no pertenece a la clase social de los ricos. Y sin embargo,
aprobación de lo alto que lo compense de los agravios y el desco- se pone ante Dios con la mentalidad y seguridad del rico. El publi-
nocimiento. No. Él es precisamente quien se reconoce pecador. Y cano ciertamente no pertenece a la clase social de los pobres. Y sin
no pretende en absoluto llamar la atención de Dios sobre ese per- embargo, en su oración tiene un corazón de pobre.
sonaje virtuoso que no es.
Tiene razón S. Kierkegaard: «Lo contrario del pecado no es la
virtud, sino la fe». Una fe que te hace abrir los ojos sobre tu nada Indefenso ante Dios
y sobre el todo de Dios, sobre tu miseria y sobre su misericordia.
Saquemos las conclusiones: si te subes arriba, si te pones en
Cristo en esta parábola nos revela a un Dios que no sabe «con-
evidencia, Dios no alcanza a verte. Es más, «no puede» verte.
tar» los méritos, pero que da, sin contar, su misericordia, su per-
dón, a quien reconoce que tiene necesidad de él. Si te consideras mejor que los demás, si les juzgas sin piedad,
si les condenas, él se pone de parte de los otros.
Al juez, imparcial en su parcialidad, no le interesa nuestra pun-
Él concede audiencia en la oración únicamente a quien es in-
tillosa «lista de méritos», sino nuestros precedentes no demasiado
significante, no «recomendado» (el fariseo se recomienda a sí
gloriosos; es más, decididamente desfavorables. Nuestra ficha,
mismo...), a quien no tiene la pretensión de hacerse notar.
que certifica que no estamos «sin tacha», es destruida y se nos
concede la «libertad vigilada» únicamente gracias a su amor. Quizás aquí está el secreto de la oración del publicano. Ha sa-
bido presentarse indefenso, despreciable ante Dios.
344 Las parábolas de Jesús El fariseo y el publicano 345

Darse golpes de corazón el Dios de los desesperados, y su misericordia con aquellos cuyo
corazón está quebrantado es ilimitada. Así es Dios (J. Jeremías)3.
Me gusta que ciertos textos hebreos traduzcan «darse golpes de
pecho» por «darse golpes de corazón» (sede del pecado). Por eso, No se corrige la oración
el publicano de la parábola resulta grato a Dios porque no se limi-
ta a darse golpes de pecho, sino de corazón. La oración revela algo que va más allá de sí misma. Por consi-
guiente, lo que se rectifica no es la oración (esta es fruto de algo
que la precede), sino el modo de concebir a Dios y la salvación, a
Pistas para la búsqueda sí mismos y al prójimo...
El error (del fariseo) consiste en mirar a Dios a la luz de las
Ciertos cristianos que oran como los fariseos... propias obras. Sin embargo, para Jesús la mirada siempre tiene
que ir de arriba abajo, no de abajo arriba: de Dios a nosotros, no de
Se piensa inmediatamente en los fariseos; y de hecho el prota- nosotros a Dios (B. Maggioni)4.
gonista de la parábola es uno de ellos. Pero posiblemente el evan-
gelista piensa también en ciertos cristianos que rezan como los fa-
riseos (A. Kemmer)1. El fariseo de los fariseos
Es evidente que Lucas tiene una comprensión más amplia que
El corazón roto nosotros respecto de lo que es la parábola. Para él esta no es una
,f historia con doble sentido, por lo que habría que rascar la historia
' Los, oyentes de Jesús debieron quedar indignados ante la con- aparente para descubrir debajo la historia real.
clusión de la parábola... ¿Cómo puede ser tan eficaz la oración del Para Lucas, con frecuencia, una parábola es simplemente una
publicano? Según la mentalidad del tiempo, la situación no facili- historia vivida, que no esconde nada distinto de sí misma: aquí dos
taba el paso a la esperanza. Para obtener el perdón debería renun- hombres que rezan en el templo (en otras partes: el Samaritano, el
ciar a su profesión y además restituir todo el dinero ganado con la rico que muere...).
usura; pero él ni siquiera sabe a quiénes ha perjudicado. Entonces Esta vez Lucas ataca a los fariseos, pero transforma esta histo-
¿cómo podrá obtener la gracia divina? ria en una historia ejemplar, en una historia para nosotros (por eso
Jesús no responde a la pregunta, proclama simplemente lo gran- se convierte en parábola). En efecto, desde la introducción no nos
de que es la bondad de Dios. Él actúa de verdad como está escrito deja posibilidad de hacernos ninguna ilusión. Hay que superar es-
en el salmo 51, que el publicano cita al principio: «El sacrificio que te fenómeno histórico de una época, o sea, el fariseo judío, para
Dios quiere es un espíritu contrito; un corazón contrito y humilla- trasladarlo a nuestra época.
do tú, oh Dios, no lo desprecias» (v. 19). Dios acepta al pecador sin Por desgracia, la Iglesia siempre ha tenido mucha dificultad
esperanza y rechaza al fariseo tan seguro de sí mismo. Y así actúa para realizar esta transferencia, por lo que ha terminado por con-
también mediante Jesús, que es su representante (A. Kemmer)2. vertirse en el fariseo de los fariseos, precisamente cuando dice:
«Señor, te doy gracias, porque no soy como los demás hom-
El Dios de los desesperados bres. ..». Se convierte uno en fariseo en el mismo momento en que
piensa que no lo es (A. Maillot)5.
Así es Dios, dice Jesús, como está escrito en el salmo 51. Dice
«sí» al pecador desesperado y «no» al que se considera justo. Él es
3. J. Jeremías, Las parábolas de Jesús, Estella 1997.
4. B. Maggioni, Le parabole evangeliche, Milano 1992.
1. A. Kemmer, Le parabole di Gesü, Brescia 1990.
5. A. Maillot, Lesparaboles deJésus aujourd'hui, Genéve 1973.
2. Ibid.
346 Las parábolas de Jesús El fariseo y el publicano 347

No cuentan las prestaciones Dios me pide cuentas de los que están fuera
El relato simbólico del fariseo y el publicano constituye otro Cuando pienso en Dios según Jesús siento en mí la precarie-
aspecto del tema «oración»: perseverancia y confianza deben ir dad, la insuficiencia, la condición de hombre malvado y cómplice
acompañadas de una actitud de humildad. Ante Dios las prestacio- del mal. La referencia auténtica a Dios, en vez de dar a la con-
nes no cuentan, sino la disposición del corazón (J. Ernst)6. ciencia un soporte para sus seguridades presuntuosas, la proyecta
hacia la inseguridad, la incertidumbre, la precariedad. Dios me pe-
La balanza desequilibrada dirá cuentas de la sangre del Abel, Dios me pedirá cuentas de los
que fuera del templo tienen algo que pedirme (E. Balducci)10.
La oración en esta célebre parábola es el indicador que revela
la auténtica postura del hombre. La primera oración, la del fariseo, Para que Dios no nos haga daño
es irreprensible formalmente; es más, contiene la lista de los méri-
tos de una existencia correcta y respetable. La raíz de la oración es En cuanto nos acercamos a la punta de diamante del evangelio
la justicia del hombre. Un hombre firmemente convencido de que nos sentimos heridos en nuestras fibras más profundas. No en va-
la balanza de los pagos a Dios se inclina sin duda a su favor... no hemos rodeado el evangelio con el terciopelo de las explicacio-
Antitética es la oración de súplica del odiado recaudador de nes, para que no nos haga daño (E. Balducci)".
impuestos para el Imperio romano... La raíz de su oración no es
su justicia (él ve que le falta), sino la justicia salvífica de Dios. Un
Dios que, en su amor, puede desequilibrar la balanza de los pagos ¡Échalo afuera!
f porque no es un tirano o un acreedor avaro, sino un Padre: lo que Prakash12 era un hombre santo y estaba orgulloso de serlo. Co-
pide al hombre es únicamente la conversión (G. Ravasi)7. mo deseaba ver a Dios, se sintió muy feliz cuando el Señor le dijo
en sueños: «Prakash, ¿de verdad quieres verme?».
Las oraciones que hacen fuerza en el cielo «Sí, lo quiero -respondió Prakash con fervor-. Es el momento
que tanto he esperado. Me bastaría verte aunque no fuera más que
Las oraciones de los humildes no se apuntan, las oraciones de un momento».
los oprimidos no son espectaculares, las oraciones que hacen fuer- «Así será, Prakash. En la montaña, lejos de todo y de todos, te
za en el cielo no son las que hacen fuerza ante las puertas de los abrazaré».
palacios (E. Balducci)8. Al día siguiente Prakash, el hombre santo, se despertó nervio-
/ so tras una noche agitada. La vista de la montaña y el pensamien-
Qué hay detrás de aquellas manos levantadas to de ver a Dios cara a cara casi le hacían caminar a un palmo de la
tierra. Después comenzó a pensar con ansia qué regalo podría lle-
¡Cuántas conciencias se conmueven al ver rezar a los prelados! varle a Dios, seguro de que el Señor esperaba un regalo, ¿pero qué
Habría que saber lo que hay detrás de esas manos levantadas, qué podría llevarle que fuera digno de él? «¡Ya sé! -pensó Prakash-.
responsabilidades efectivas tienen en el juego de las fuerzas que Le llevaré mi hermoso vaso nuevo. No tiene precio, le gustará...
regulan nuestra trágica historia (E. Balducci)9. Pero no puedo llevárselo vacío. Tengo que meter algo dentro».

6. J. Ernst, // Vangelo secondo Luca, Brescia 1985. 10. E. Balducci, // Vangelo dellapace, anno C, Roma 1985.
7. G. Ravasi-D. M. Turoldo, Opere e giorni del Signore, Milano 1989. 11. Id., // mandorlo e ilfuoco, anno C, Roma 1979.
8. E. Balducci, Gli ultimi tempi, anno C, Roma 1991. 12. P. Ribes, Ascolta questa... Parabole efavoleper l'uomo di oggi, Milano
9. Ibid. 1997.
348 Las parábolas de Jesús

Pensó despacio e intensamente qué podría meter en su hermo- BIBLIOGRAFÍA


so vaso. ¿Oro? ¿Plata? ¿Diamantes u otras piedras preciosas? Des-
pués de todo, Dios había creado todas estas cosas y, por tanto, era
digno del regalo más precioso. «¡Ya sé -pensó al final-, le regala-
ré mis oraciones! De un santo como yo no podría esperar otra co-
sa. Mis oraciones, mi ayuda y mis servicios a los demás, mis li-
mosnas, mis penitencias, mis sacrificios y mis buenas obras...».
Prakash ahora se sentía plenamente alegre por haber descu-
bierto exactamente lo que Dios esperaría de él y decidió aumentar
las oraciones y las obras buenas, y tenerlo muy en cuenta. Duran- Alcalá, M. (ed.), El evangelio copio de Tomás: Palabras ocultas de
te las semanas siguientes, por cada oración y por cada obra buena Jesús, Sigúeme, Salamanca 1989.
puso en el vaso una piedra brillante. Cuando el vaso se llenase has- Algisi, L., Gesü e le sue parabole, Marietti, Cásale Monferrato
ta los bordes, lo llevaría a la montaña para ofrecerlo a Dios. 1963.
Finalmente, con el vaso precioso lleno de piedras relucientes
Cerfaux, L., El mensaje de las parábolas, Fax, Madrid 1972.
hasta rebosar, Prakash se dirigió a la montaña. A cada paso repe-
tía lo que iba a decir a Dios: «Mira, Dios: ¿te gusta mi vaso pre- Comba, A., Le parabole di Gesü, Claudiana, Torino 1978.
cioso? Espero que sí. Estoy seguro de que te sentirás feliz de todas Dodd, C. H., Las parábolas del Reino, Cristiandad, Madrid 2001.
las oraciones y las obras buenas que he acumulado durante tanto
tiempo para ofrecértelas. Ahora te ruego que me abraces». Fusco, V, Oltre la parábola. Introduzione alie parabole di Gesü,
/ Prakash caminó de prisa subiendo la montaña, donde tenía ci- Borla, Roma 1983.
ta con Dios. Repasando una vez más su discurso y temblando en la Harnisch, W., Las parábolas de Jesús, Sigúeme, Salamanca 1989.
espera, llegó jadeante a la cima de la montaña. Pero ¿dónde esta-
ba Dios? No se veía a nadie. «¡Dios! ¿Dónde estás, Dios? Me has Jeremías, J., Las parábolas de Jesús, Verbo Divino, Estella 1997.
invitado aquí y yo he mantenido mi palabra. Aquí estoy, ¿y tú? No Kahlefeld, H., Parábolas y ejemplos del evangelio, Verbo Divino,
me abandones. Te lo pido por favor, ¡manifiéstate!». Estella 1967.
Desesperado, el santo hombre se echó por tierra y prorrumpió
en lágrimas. Después, de improviso, oyó una voz que salía de las Kemmer, H., Les hablaba en parábolas, Sal Terrae, Santander
nubes: «¿Quién está allá abajo? ¿Por qué te escondes de mi vista? 1982.
Tú eres Prakash, ¿verdad? No consigo verte. ¿Por qué te escon- Lambrecht, J., Tandis qu 'II nous parlait. Introduction auxparabo-
des? ¿Qué has puesto entre nosotros?». les, Lethielleux, Paris 1980.
«Sí, Dios. Soy yo, Prakash. Tu hombre santo. Te he traído este Maggioni, B., Le parabole evangeliche, Vita e Pensiero, Milano
hermoso vaso. Dentro está toda mi vida. ¡Lo he traído para ti!».
1992.
«Pero no te veo. ¿Por qué te escondes detrás de ese enorme va-
so? ¡Así nunca podremos vernos! Ardo en deseos de abrazarte, por Maillot, A., Les parábales de Jésus aujourd'hui, Labor et Fides,
eso ¡quítalo de delante, tíralo! ¡Que ruede montaña abajo!». Genéve 1973.
Prakash no creía lo que escuchaba. ¿Romper el vaso precioso y Rinaldi, B., Le parabole del Vangelo, Gribaudi, Torino 1982.
tirar todas las piedras brillantes? «No, Dios, no; he traído mi her-
moso vaso expresamente para ti. Lo he llenado con toda mi...». Tielicke, H., Le parabole del Signore, Elle Di Ci, Leumann 1968.
«Tíralo, Prakash. ¡Si quieres, dáselo a otro, pero desentiéndete Weder, H., Metafore del Regno, Paideia, Brescia 1991.
de él! Quiero abrazarte a ti, Prakash. ¡Te amo a ti!».

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