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¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?

Revista Esfinge Mayo de 2011


Escrito por Judit Agustí

Podríamos hablar durante horas acerca de los beneficios de vivir con sabiduría, pero antes debemos darle una razón, una explicación a
dicha palabra.

Durante siglos hemos buscado explicaciones; hacemos preguntas desde nuestros primeros años, todo nos resulta una incógnita y nos
emociona saber, descubrir. Está en nuestra naturaleza, en cada uno de nosotros, sin distinción de razas ni elites sociales. Esto es ser
filósofo, amar la sabiduría, buscarla y hacerla vida. No alcanza solo con estudiar y buscar respuestas si no se llevan a la práctica. La
práctica de la filosofía es lo que nos ayuda a vivir plenamente, no dejando que ningún estado, circunstancia ni persona alguna nos
condicione y, menos aún, nos quite esa sed de conocimiento.

No olvidemos que la sabiduría no se posee, no es de nuestra propiedad, jamás dejamos de aprender. Si creyéramos que somos poseedores
de la sabiduría, no seríamos filósofos; seríamos ignorantes con algo más de información que otros, incapaces de superarnos, asumiendo
sin filtro todo lo que nos llega de fuera. Parte de ser filósofos es ser humildes, solidarios. La filosofía nos orienta en nuestra búsqueda,
es nuestro bastón, nuestro guía, nuestro mapa de vida. La filosofía es, o debería ser para poder gozar de su magnificencia, SABIDURÍA
+ ACCIÓN.

Sin darnos cuenta, en nuestra vida, vamos filosofando, en mayor o menor medida, pero cuando tomamos conciencia de lo mucho que
podría modificar nuestra existencia tener una filosofía de vida, comenzamos a ser felices. La felicidad nos vuelve libres de tomar lo que
el universo nos ofrece, elegir lo que nos hace bien o mal; tenemos la capacidad de hacerlo y trasladarlo a quienes nos rodean. De hecho,
la filosofía aplicada a la sociedad siempre ha buscado encontrar fórmulas para aprender a convivir. Confucio fue un buen ejemplo de
ello, tanto en su filosofía como en su tarea política. ¿Cómo puedo yo ayudar a Juan o a una ONG de la India si no me comprendo ni a
mí mismo?

Si quisiéramos darle un marco histórico, tendríamos que considerar algunos puntos de vista, tales como el de Sócrates o Laotze, quienes
querían que sus ideas fuesen de utilidad. Entendían la filosofía como una forma de vivir, como una técnica de la vida interior, no una
disciplina académica, una gimnasia mental; es decir, no solo objeto de estudio, sino también de aplicación.

Los primeros filósofos helénicos llamaron ética a esa parte de la filosofía que estudia la educación del ser humano, como base de la idea
de la superación y mejora personal, lo que actualmente llamamos “crecimiento personal”, el estudio de las famosas virtudes (las
potencias que tenemos, nuestros mejores valores). Consideraron la ética como parte fundamental de la educación para niños y jóvenes.

Educación es hacer surgir las cualidades que están dentro del individuo. La verdadera pedagogía es aquella que despierta el potencial
de aprender, educa sin deformar, informa sin mentir, despierta el alma y las fuerzas interiores que existen en todos los seres humanos.
Una educación que considere la ética filosófica parte importante de la formación actual llenaría un espacio que hoy en día nuestros
jóvenes encuentran vacío. Ortega y Gasset opinaba que al progreso intelectual le ha acompañado un retroceso sentimental; a la cultura
de la cabeza, la incultura del corazón. “Educa a los para no tener que castigar a los hombres”, decía Pitágoras.

La filosofía ha sido considerada, no solo por los antiguos, sino por muchos contemporáneos, como medicina del alma, porque quizás no
otorgue “la sabiduría”, pero favorece un estado robusto de ánimo para superar las dificultades que se amontonan frente a nosotros. Y
qué mejor aspecto de esa “medicina” que el buen humor, que nos da el juego, la risa, la alegría. La mejor manera de aprender es jugando.

El humor y la filosofía están construidos con la misma materia, juegan con la mente de una forma parecida. Esto es así porque la filosofía
y el humor proceden del mismo impulso: alterar nuestra manera de ver las cosas, darle la vuelta a nuestro mundo y desvelar verdades
escondidas, a menudo incómodas, sobre la vida.

“Educa a los niños para no tener que castigar a los hombres”

La risa produce en el cuerpo un efecto analgésico, y aporta beneficios desde el punto de vista inmunológico, lo cual se demuestra en el
buen progreso de los enfermos que son tratados con dosis constantes de buen humor. Provoca la duplicación de la capacidad pulmonar
y la estimulación del sistema muscular, que se pone en funcionamiento cada vez que nos reímos. Son muchos los beneficios, pero tiene
un único defecto: reír produce arrugas.
El humor es una afirmación de dignidad, una declaración de superioridad del ser humano sobre lo que nos pasa.
Filosofía o inteligencia sin humor es esterilidad, artificialidad, robótica pura. Humor sin inteligencia es mal gusto, zafiedad. De la unión
entre filosofía y humor nace la creatividad, la fantasía lúdica, el juego de la lógica.

El tao nos enseña que podemos llegar a conocer las cosas comparándolas con sus complementos, como ocurre con la muerte y la vida.
Todo existe por su contraposición, no existiría la luz sin la oscuridad, el bien sin el mal, la noche sin el día. El filósofo sabe que todo lo
que le rodea lo nutre, lo bueno y lo malo, busca entender el porqué de las cosas sin trasponer a su vida cada cosa que sucede. No es una
víctima del universo sino un elemento más que lo compone y que tiene la capacidad de cambiar las cosas para sí y para los demás,
llevando a la práctica la filosofía, encontrando respuestas y ofreciendo soluciones que favorezcan la construcción de sociedades
solidarias felices.

El primer paso para crear nuestra propia disposición filosófica sobre la muerte, la pérdida y el duelo es apreciar la vida. Vivir en el
momento presente es la mejor manera de hacerlo, ser consciente de lo transitorio, de que todas las cosas cambian, pasan, incluso en
cierta forma mueren.

La filosofía es la voz de una vieja amiga, que, cuando pierdes la confianza en ti mismo o no sabes cómo salir de una situación en la que
te encuentras, te recuerda: “tú puedes”, “tú tienes en ti todas las posibilidades para salir adelante”. "No nos atrevemos a muchas cosas
porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas” (Séneca)

Simbólicamente, la lucha se refiere al desarrollo y a la conquista de la conciencia. Ser conscientes significa darnos cuenta de lo que
estamos haciendo, estar presentes en ello; significa conquistar nuestro centro. La filosofía despierta a nuestro guerrero interior, que tiene
valor, fuerza de voluntad y espíritu de victoria. Decían los sabios de Oriente: “Permite que el guerrero crezca en ti”.

El objetivo de la vida de cada persona, de la vida de un hombre sabio, era seguir el camino del héroe: vivir sus duras pruebas, sus
sufrimientos, su toma de conciencia y su transformación. Eso era lo que le proporcionaba un objetivo espiritual y el mapa de su
existencia.

Caminar por la vida sin saber por qué caminamos o qué sentido tiene nuestra marcha puede hacer nuestro camino mucho más difícil,
incluso abandonarlo por aburrimiento, decepción o por un vacío profundo que no conseguimos llenar con nada, aunque lo tengamos
todo. Las palabras de Nietzsche lo reflejan: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.
Que cada uno consiga su mapa, mental y emocional, porque nuestra vida es el reflejo de lo que pensamos y sentimos.
Todos aquellos filósofos que dejaron enseñanzas profundas fueron grandes en buen humor y en humildad, sumado a una nueva mirada
al cielo de un mundo mejor, pero con los pies sólidos en la tierra, seguros, más firmes. Eso nos convertirá en viajeros más buenos, más
justos, más alegres, más felices y con el propósito claro de no dejar morir las alas de nuestros mejores sueños.

(Tomado de : https://www.revistaesfinge.com/filosofia/corrientes-de-pensamiento/item/740-39para-que-sirve-la-filosofia)

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