La experiencia de fe es lo que hemos llamado “encuentro con Dios” y se
comprende solo si la identidad de Dios es la que esta “perdonando” incluye el hecho de que el creyente se le regala a identidad de quien ha sido aceptado incondicionalmente en el perdón. Toda afirmación de fe siempre es eclesial porque concierne a la comunión que Dios crea en nosotros. Respecto al pecado original el contenido de todas nuestras experiencias de fe consiste en que solo Dios triuno nos ha regalado el perdón a todos, de muchas maneras diferentes, en el regalo de la cruz de Jesús y en su resurrección por el Padre, y podemos entender este acontecimiento solo a través del Espíritu Santo. El perdón del que podemos ser capaces tiene que ver con la auto-presencia y con la identidad que recibimos del encuentro. La experiencia de comunión y de encuentros logrados es una capacitación para el perdón. Lo nuevo es que el ahora el perdón no se da en retrospectiva, sino que se transforma en un perdón anticipado. Todos vivimos en sociedades que nos exponen a experiencias de desgracia o de mal. Esto sería el pecado del mundo: una realidad que impide la comunión, porque nos enreda de mane r a violenta en intereses particulares o nacionales. Cada uno de nosotros ocupa su propio lugar en la estructura social, nos apropiamos de nuestra identidad y de nuestra tarea dentro de ella, mejoramos, empeoramos o legitimamos porque nuestra identidad depende de ellas. Lo que no podemos hacer es escaparnos a nuestra sociedad porque solo en ella podremos llegara a ser auto presencia. Somos libres en el cuestionamiento de las identidades que nos regalan y también somos responsables por se cuestionamiento y también cuando no cuestionamos las identidades que se nos ofrecen. La triple nueva identidad que, en el Espíritu por Cristo, del Padre junto con la capacitación para apropiárnosla nos convierte en una nueva creatura.
La identidad creada en el encuentro con Dios es renovación y transformación de
aquella auto presencia que nos habíamos apropiado en el encuentro con otros y precisamente así es conversión es la inversión de nuestro miedo en una confianza sin reserva y en una apertura que ya no necesita protección. El encuentro con Dios es conversión sostenida. La conversión brota siempre del perdón. No se trata de identificar a los pecadores y hacerles ver las consecuencias de su pecado sino en reconocer que el pecador solo existe como alguien a quien ya se le ha perdonado. La confesión del pecado solo existe en el horizonte de la esperanza. No se trata de que seamos pecadores sin fin. Sino de que recorramos un camino de perdón y de conversión. La experiencia de fe no deja lugar a los sentimientos de culpa tan difíciles d dirimir en procesos terapéuticos, por eso el perdón es tan liberador. Una palabra clave es la esperanza y otra es la comunión entre nosotros en la comunión con Dios.