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El parque de diversiones Jumbo Jumbo era el más grande de todo el
planeta Plutón porque de todo tenía un poco: anfiteatros, parques,
acuarios, montañas rusas, pistas de patinaje, tiendas, salas
recreativas, centros de comida, un planetario y un circo.
Jumbo Jumbo se había convertido en uno de los centros turísticos
más fructíferos e interesantes de los pocos que poseía Plutón, e
incluso, desde el espacio, podía verse la telaraña de luces del parque
sobre la superficie del planeta.
Como nunca amanecía ni mucho menos era de día, Plutón estaba
siempre destinado a la noche, lo que le daba una suerte de aspecto
carnavalesco y muy de Noche de Brujas, pero nadie se quejaba, a
pesar de que a causa de ello, la piel de los plutonianos era blanca y
fría, y llevaban unas ojeras de ríete tú de los vampiros.
El lugar estaba abierto las 24 horas (18, a decir verdad, que es lo que
dura un día en Plutón), así lloviese, relampaguease o cayese una
lluvia de meteoritos; a cualquier hora se podía entrar, y para el
personal que operaba las atracciones eso nunca era un problema, pues
todo estaba controlado mayormente por robots y por indocumentados
ilegales de Saturno que eran capaces de trabajar hasta el borde de la
muerte por un sueldo miserabilísimo, con tal de que no los llevaran
de vuelta a las recalcitrantes y poco conocidas minas del Olimpus
Mons.La directiva de Jumbo Jumbo contaba con varios ejecutivos
filántropos, por lo que se daba el lujo de tener un departamento de
rehabilitación de criminales, a quienes les hacían trabajar girando la
enorme manilla de la Rueda de la Fortuna, o llevando entre los
brazos los palotes que arrastraban las carrozas para niños ricos,
pudiéndose estos dar el lujo de pegarles
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latigazos en la espalda cada vez que desearan ir más rápido (huelga
decir que tenían especial precaución con los niños de seis brazos).
Desde las plazas, siempre podía verse un mosaico de torres de
fantasía asomándose por encima de los árboles negros, con
escalerillas en torno a ellas, que terminaban en formas cónicas,
parecidas a la de un sombrero de bruja, típica de castillos clásicos.
Justo en el centro del parque se hallaba la cúpula del planetario,
desde donde se proyectaba un abismal telescopio dorado de varios
cientos de metros de altura, en el que se examinaba constantemente a
los gigantes gaseosos del Sistema Solar, pero que sin embargo no
ofrecía una vista muy aceptable de los misteriosos planetas sólidos
que se hallaban después del cinturón de asteroides.
El sol se veía como una bellísima y mediana estrella fugaz azulada de
cuatro brazos. Las parejas de enamorados subían en ocasiones la
colina artificial para sentarse y ver, hombro a hombro, el inacabable
espectáculo palpitante.
Otros, en cambio, preferían sentarse en los banquillos alrededor del
lago, para arrojar harpías de maíz (nombre que le dan a las palomitas,
a las que hacen crecer descontroladamente con un aceite mutante,
enarbolando el descarado clima hiperconsumista de Plutón) a una
especie de pez sin ojos que no tardaba en asomar su boca para
tragarse el bocado.
Más allá, cerca de la galería AV (Artistas Vagabundos), en la Plaza
Mayor, se hallaba un carrito que vendía algodones de azúcar. La
larga fila de chiquillos esperaba su turno para recibir el delicioso
dulce.
Y es aquí donde nuestra historia comienza...
La chica que atendía el puesto, bajita, verde y cabezona, de orejas
largas y puntiagudas, llevaba un gorrito blanco sobre el cráneo. Sus
lindos ojazos azules, maquillados con varias tonalidades violeta,
estaban fijos hacia dentro del hueco de la máquina, donde introducía
el brazo, sosteniendo la barquilla, obrando formas y figuras con el
algodón que eran todas unas obras de arte.
Un par de retumbos arruinaron uno que empezaba a obtener la forma
de la cabeza de un unicornio. Levantó la mirada, y abrió los ojos

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como platos, mientras sus pupilas se hacían cada vez más diminutas.
Una mano dejó un par de monedas sobre el mostrador.
—Un algodón, por favor.
El gorrito se deslizó por su redonda cabeza y cayó al suelo, y como si
no se hubiese dado cuenta, tomó otra barquilla, y le preparó un cono
de algodón de azúcar de color rosado a la señorita que acababa de
pedírselo, sin dejar de mirarla, al punto de parecer casi descortés.
Alargó la mano y se lo tendió.
Sosteniendo delicadamente la barquilla entre sus dedos, la señorita,
que lucía una linda falda verde de varias capas, unos zapatos de
charol, unos calcetines blancos que le llegaban hasta las rodillas y
unas trenzas
en la cabeza, pasó de largo la plaza y siguió rumbo a una neblinosa
calle de adoquines, alumbrada por farolas de luz amarilla.
Esta calle desembocaba mucho más allá, era larguísima, hasta el
punto que el otro extremo se perdía de vista y, además, estaba
solitaria.
Pronto se transformaba en un puente que surcaba el lago, y después
de casi una milla, acababa en una isla recubierta, casi en su totalidad,
por una enorme carpa.
El final del camino de adoquines estaba signado por una valla
arqueada con grotescas caras de payasos pintadas a los lados,
mostrando sonrisas de barracuda.
Había llegado al Circo de Jumbo Jumbo: el más grande de todo el
Sistema Solar.
Pero el lugar estaba desierto: en la arena se hallaban grabados
millares de huellas de zapatos y botas de todos los tipos y tamaños, y
un ligero olor a tabaco dominaba la atmósfera, mezclado con una
brisa helada que gemía y acariciaba los banderines que tenía la
colosal carpa.
Con tristeza, la señorita se dio cuenta de que había llegado tarde a la
función; el show había terminado. Caminó lentamente hasta un
expendedor de goma de mascar, la bola de cristal mostraba chicles
que tenían formitas de cabezas de zombis y calabazas de cualquier
cantidad de sabores: menta, fresa, naranja, durazno, mora y riñón de

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Zamurkiano.
A cada paso que daba, más se asombraba por la inmensidad de la
carpa: al igual que un rascacielos corporativo, había que levantar la
cabeza para ver dónde terminaba el gigantesco letrero que entre luces
de neón rezaba CIRCO JUMBO JUMBO en letras gruesas, de
colores amarillo y rojo chorreantes. Algún artista debió pensar que
eso le daba un aire atractivo, rematándolo con una gigantesca
calavera de payaso encima, que parecía estar hincándole los dientes
al letrero.
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a
una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la
novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo. En el
resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. JUMBO-JUMBO. La imagen
nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí: esa
llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar filosóficamente el
problema de la imaginación poética es preciso llegar a una
fenomenología de la imaginación; cuando la imagen surge en la
conciencia como un producto directo del corazón, del alma, del ser
del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector de poemas que
capte la realidad específica de la imagen. La imagen en su
simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una conciencia
ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es siempre origen
del lenguaje.

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El circo JUMBO-JUMBO y EL
FELINO
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la

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respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de

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admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.

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¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla

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tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la

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guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus

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soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max

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Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus

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imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
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La crisis de las bestias
Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis
mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
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imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de

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la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS

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ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede

19
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser

20
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi

21
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen
del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno casi no se
aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las

22
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con
la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde en la
noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la

23
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR PRIMERA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
4
Un amigo perturbador
24
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.

25
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.

26
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,

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tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre

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un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!

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Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha

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y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer

31
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
5
Comidas sospechosas
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
32
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,

33
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha

34
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una

35
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar

36
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se

37
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del
lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi cuarto puede
convertirse en umbral de onirismopara los demás… el alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de

38
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me

39
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”

40
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
6
Mis huevos en almibar
La imagen nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí:
esa llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar
filosóficamente el problema de la imaginación poética es preciso
llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la imagen
surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del
alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector
de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La imagen
en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
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goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como
si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.

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Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita

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con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el

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fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,

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el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No

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nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es

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mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud.
7
Final del top
El león había comido hasta saciarse. Se encontraba tumbado sobre
una pila de películas futuristas y uno de otro cómic del Chavo del
ocho. Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a
una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la
novedad de la imagen.
48
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.

49
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento del buen vivir. Un gran verso
puede tener una gran influencia sobre el alma de una lengua.
Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que

50
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los

51
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos

52
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las
tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser
humano. Antes de ser lanzado al mundo, el hombre es depositado en
la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran
cuna.La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia
en el regazo de una casa. El ser reina en una especie de paraíso
terrestre de la materia, fundido en la dulzura de una materia
adecuada. Cuando se sueña en la casa natal, en la profundidad
extrema del ensueño, se participa de este calor primero, de esta
materia bien templada del paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,

53
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario
único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No

54
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera
conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros ensueños
milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las torres leídas
en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto

55
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar
de la tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado
por las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París –
Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa

56
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR SEGUNDA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
8
Veo que sigues leyendo
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
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fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras

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tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?

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¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de

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fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del

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paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado

62
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de
la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran la
tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no

63
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es

64
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.

65
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.

66
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer

67
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.

68
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!

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¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.

70
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,

71
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
3
La crisis de las bestias
Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis
mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
72
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.

73
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra

74
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han

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albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es

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cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en

77
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen
del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno casi no se
aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.

78
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con
la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde en la
noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es

79
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR PRIMERA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
4
80
Un amigo perturbador
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
81
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que

82
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los

83
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos

84
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,

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el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No

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nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es

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mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
5
Comidas sospechosas
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
88
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas

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goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.

90
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita

91
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva

92
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con

93
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del
lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi cuarto puede
convertirse en umbral de onirismopara los demás… el alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el

94
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde

95
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)

96
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
6
Mis huevos en almibar
La imagen nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí:
esa llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar
filosóficamente el problema de la imaginación poética es preciso
llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la imagen
surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del
alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector
de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La imagen
en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
97
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como
si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la

98
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?

99
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el

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mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la

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alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.

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Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto

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esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud.
7
Final del top
El león había comido hasta saciarse. Se encontraba tumbado sobre
una pila de películas futuristas y uno de otro cómic del Chavo del
ocho. Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a
una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la
104
novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.

105
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento del buen vivir. Un gran verso
puede tener una gran influencia sobre el alma de una lengua.
Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.

106
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.

107
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las

108
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las
tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser
humano. Antes de ser lanzado al mundo, el hombre es depositado en
la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran
cuna.La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia
en el regazo de una casa. El ser reina en una especie de paraíso
terrestre de la materia, fundido en la dulzura de una materia
adecuada. Cuando se sueña en la casa natal, en la profundidad
extrema del ensueño, se participa de este calor primero, de esta
materia bien templada del paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la

109
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario
único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.

110
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera
conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros ensueños
milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las torres leídas
en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el

111
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar
de la tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado
por las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París –
Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de

112
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR SEGUNDA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
8
Veo que sigues leyendo
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
113
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,

114
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la

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casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser

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dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un

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elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios

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de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…

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los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?

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Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro

121
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el

122
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece

123
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
3
La crisis de las bestias
Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis
mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
124
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño

125
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del

126
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes

127
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo

128
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se

129
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen
del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno casi no se
aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas

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superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con
la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde en la
noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la

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ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR PRIMERA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
4
Un amigo perturbador
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
132
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.

133
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su

134
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.

135
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,

136
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR

137
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que

138
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una

139
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
5
Comidas sospechosas
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
140
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.

141
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.

142
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.

143
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los

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tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en

145
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del
lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi cuarto puede
convertirse en umbral de onirismopara los demás… el alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran

146
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el

147
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa

148
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
6
Mis huevos en almibar
La imagen nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí:
esa llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar
filosóficamente el problema de la imaginación poética es preciso
llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la imagen
surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del
alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector
de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La imagen
en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
149
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como
si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere

150
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han

151
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los

152
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se

153
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa

154
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del

155
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud.
7
Final del top
El león había comido hasta saciarse. Se encontraba tumbado sobre
una pila de películas futuristas y uno de otro cómic del Chavo del
ocho. Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a
una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la
novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
156
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un

157
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento del buen vivir. Un gran verso
puede tener una gran influencia sobre el alma de una lengua.
Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región

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pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona

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durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad

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insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las
tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser
humano. Antes de ser lanzado al mundo, el hombre es depositado en
la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran
cuna.La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia
en el regazo de una casa. El ser reina en una especie de paraíso
terrestre de la materia, fundido en la dulzura de una materia
adecuada. Cuando se sueña en la casa natal, en la profundidad
extrema del ensueño, se participa de este calor primero, de esta
materia bien templada del paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario

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único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa

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evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera
conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros ensueños
milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las torres leídas
en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches

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se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar
de la tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado
por las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París –
Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas

164
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR SEGUNDA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
8
Veo que sigues leyendo
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
165
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le

166
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el

167
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.

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La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple

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impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.

170
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de

171
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en

172
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno

173
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los

174
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las

175
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
3
La crisis de las bestias
Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis
mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
176
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco

177
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?

178
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de

179
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del

180
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado

181
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen
del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno casi no se
aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no

182
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con
la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde en la
noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,

183
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR PRIMERA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
4
Un amigo perturbador
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
184
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.

185
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra

186
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han

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albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser

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lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi

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cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las

190
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por

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las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
5
Comidas sospechosas
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
192
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un

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cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región

194
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona

195
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía

196
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el

197
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del
lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi cuarto puede
convertirse en umbral de onirismopara los demás… el alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese

198
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches

199
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.

200
6
Mis huevos en almibar
La imagen nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí:
esa llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar
filosóficamente el problema de la imaginación poética es preciso
llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la imagen
surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del
alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector
de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La imagen
en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
201
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como
si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del

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poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este

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libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía

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perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en

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que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.

206
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la

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tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud.
7
Final del top
El león había comido hasta saciarse. Se encontraba tumbado sobre
una pila de películas futuristas y uno de otro cómic del Chavo del
ocho. Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a
una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la
novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
208
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos

209
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento del buen vivir. Un gran verso
puede tener una gran influencia sobre el alma de una lengua.
Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano

210
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.

211
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las

212
tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser
humano. Antes de ser lanzado al mundo, el hombre es depositado en
la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran
cuna.La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia
en el regazo de una casa. El ser reina en una especie de paraíso
terrestre de la materia, fundido en la dulzura de una materia
adecuada. Cuando se sueña en la casa natal, en la profundidad
extrema del ensueño, se participa de este calor primero, de esta
materia bien templada del paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario
único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con

213
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera
conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros ensueños
milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las torres leídas

214
en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es

215
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar
de la tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado
por las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París –
Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR SEGUNDA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
8
216
Veo que sigues leyendo
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
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Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran

218
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado Un filósofo que ha formado todo su pensamiento
adhiriéndose a los temas fundamentales de la filosofía de las ciencias,
que ha seguido el eje del racionalismo creciente de la ciencia
contemporánea, debe olvidar su saber, romper con todos sus hábitos
de investigación filosófica, si quiere estudiar los problemas
planteados por la imaginación poética… Hay que estar en el presente,
en el presente de la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una
filosofía de la poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el
motivo de un verso dominante, en la adhesión total a una imagen
aislada, y precisamente en el éxtasis mismo de la novedad de la
imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y

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extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un

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cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región

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pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona

222
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía

223
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el

224
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa

225
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches

226
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.

227
3
La crisis de las bestias
Hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el
minuto de la imagen: si hay una filosofía de la poesía, esta filosofía
debe nacer y renacer con el motivo de un verso dominante, en la
adhesión total a una imagen aislada, y precisamente en el éxtasis
mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
228
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que
relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le conciernen.
Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño impulso de
admiración para recibir el provecho fenomenológico de una imagen
poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de escribir,
como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un
elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple

229
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.

230
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan
relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa…
los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al yo…
Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de
casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de

231
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en

232
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la
energía de un origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se
lee” una casa. Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser…
empujaríamos con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos
sin luz hasta la guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó
en nuestras manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado
de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen

233
del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno casi no se
aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…

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Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con
la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde en la
noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me induce a
maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las metáforas
del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha dicho
muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería

235
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR PRIMERA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.
4
Un amigo perturbador
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
236
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso

237
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como si el lector fuera el fantasma del
escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.

238
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la
felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer

239
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos
están tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de
la casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o
tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y habitación tiene valores
oníricos. Los verdaderos bienestares tienen un pasado. Todo el
mundo viene a vivir por el sueño en una nueva casa. La casa, como el
fuego y como el agua, nos permitirá evocar fulgores de ensoñación
que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se
sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la

240
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi
cuarto puede convertirse en umbral de onirismopara los demás… el
alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos
con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!

241
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero
convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.

242
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda,
a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente, naturalmente. Todas
las imágenes son buenas con tal de saber utilizarlas. Dice Baudelaire:
"en el palacio ya no hay rincones para la intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus

243
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
5
Comidas sospechosas
Un filósofo que ha formado todo su pensamiento adhiriéndose a los
temas fundamentales de la filosofía de las ciencias, que ha seguido el
eje del racionalismo creciente de la ciencia contemporánea, debe
olvidar su saber, romper con todos sus hábitos de investigación
filosófica, si quiere estudiar los problemas planteados por la
imaginación poética… Hay que estar en el presente, en el presente de
la imagen, en el minuto de la imagen: si hay una filosofía de la
poesía, esta filosofía debe nacer y renacer con el motivo de un verso
dominante, en la adhesión total a una imagen aislada, y precisamente
en el éxtasis mismo de la novedad de la imagen.
La imagen poética es un resaltar súbito del psiquismo.
En el resplandor de una imagen poética, resuenan los ecos del pasado
lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y
extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene
un ser propio, un dinamismo propio. EL POETA HABLA EN EL
UMBRAL DEL SER. La imagen nueva que el poeta me ofrenda,
arraiga en seguida en mí: esa llamarada del ser en la imaginación.
Para iluminar filosóficamente el problema de la imaginación poética
es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la
imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón,
del alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al
lector de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La
imagen en su simplicidad no
necesita un saber. Es propiedad de una conciencia ingenua. El poeta,
244
en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de
orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre

245
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras
tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco apasionado por la
lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser escritor. Todo
lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas, le
conciernen. Siempre es necesario un impulso sincero, un pequeño
impulso de admiración para recibir el provecho fenomenológico de
una imagen poética. Parece que el goce de leer sea reflejo del goce de
escribir, como si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir
es un elemento del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran
influencia sobre el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites
que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.

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Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay imágenes que exigen para que las vivamos, que como en los
nidos y en las conchas, nos hagamos muy pequeños.
¡No encontramos en nuestras mismas casas reductos y rincones
donde nos gusta agazaparnos?
Agazapar pertenece a la fenomenología del verbo habitar. Sólo habita
con intensidad quien ha sabido agazaparse. Todos tenemos una
reserva de imágenes de agazapamiento. Hemos escrito un breve
capítulo sobre los rincones… hay grandes escritores que les han
cedido una gran dignidad literaria.
Hemos dispuesto la dialéctica de lo pequeño y de lo grande bajo los
signos de la Miniatura y de la Inmensidad. En JUMBO-JUMBO,
tuvimos que partir de una especie de intimidad de la redondez. Este
libro condensa todos los cursos que hemos dado en la Sorbona
durante los tres últimos años de nuestra actividad docente.
Para un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del
espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado.
Imaginar la casa me aumenta los valores de la realidad.
A través de todos los recuerdos de todas las casas que nos han
albergado y allende todas las casas que soñamos habitar ¿puede
desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación
del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida?
Más allá de la descripción… hay que viajar hasta llegar a las virtudes
primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo
innata, a la función primera de habitar… captar el germen de la

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felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el
castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible de
fenomenólogo. Hay que decir cómo habitamos nuestro espacio vital,
como nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo.
Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer
universo, es realmente un cosmos. Pero nuestra vida adulta se halla
tan
despojada de los bienes primeros, los lazos antropocósmicos están
tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la
casa… los valores del espacio habitado…ese no-yo que protege al
yo… Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción
de casa… el mimo hace su casa en el aire… la imaginación construye
muros con sombras impalpables… o se conforta con ilusiones de
protección… o tiembla tras gruesos muros. Todo albergue y
habitación tiene valores oníricos. Los verdaderos bienestares tienen
un pasado. Todo el mundo viene a vivir por el sueño en una nueva
casa. La casa, como el fuego y como el agua, nos permitirá evocar
fulgores de ensoñación que ilumina la síntesis de lo inmemorial y del
recuerdo.
Las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los
tesoros de los días antiguos. Cuando vuelven los recuerdos de las
antiguas moradas, vamos al país de La Infancia Inmóvil...nos
reconfortamos reviviendo recuerdos de protección…somos siempre
un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía
perdida.... una imagen nos conmueve con una profundidad
insospechada.En los poemas, tal vez más, que en los recuerdos,
llegamos al fondo poético del espacio de la casa…ahí gozamos de
SER.Sin la casa, el hombre sería un ser disperso… Lo sostiene a
través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es
cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser
lanzado al mundo, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y
siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna.La vida
empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo
de una casa. El ser reina en una especie de paraíso terrestre de la
materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Cuando se

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sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño, se
participa de este calor primero, de esta materia bien templada del
paraíso material.
En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido.El
espacio sirve para eso.
… ¿era grande la habitación…? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la
guardilla...? ¿Era caliente el rincón...? ¿De dónde venía la
luz…?¿Cómo se saboreaban los silencios tan especiales... del
albergue en el ensueño solitario...?
Es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración
concretados por largas estancias... el conocimiento de la intimidad…
incluso cuando ya no se tiene granero ni desván… quedará siempre
el cariño que les tuvimos… la vida que vivimos en la buhardilla...en
el valor de la concha… en el espacio de la dicha.
Y el camino… ”¿hay algo más bello que un camino...?” pregunta
George Sand(Aurora Dupin). Cubrimos así el universo con
nuestrosdiseños vividos -Borges habla de la figura global que se
formaría con todos nuestros pasos-. Sólo debo decir de la casa de mi
infancia, lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica,
para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en
mi pasado… yo solo… en mis recuerdos de otro siglo, puedo abrir la
alacena profunda que conserva todavía, para mí solo, el aroma único,
el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo. Abrir el
armario único, el armario de olor único, que señala una intimidad. Se
recomienda esa lectura suspensa de Marcel Proust, en su obra POR
EL CAMINO DE SWANN, uno de los más bellos ejemplos de la
literatura que regresa a la infancia; uno regresa, literalmente, con
Proust, a su infancia que es también la de uno...es en el momento en
que los ojos del
lector abandonan el libro, cuando la evocación de mi cuarto puede
convertirse en umbral de onirismopara los demás… el alma del lector
resuena,conoce esa resonancia, que devuelve al ser la energía de un
origen. Se “escribe” un cuarto “se lee”un cuarto, “se lee” una casa.
Todo el ser de la casa se despliega, fiel a nuestro ser… empujaríamos

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con el mismo gusto la puerta que rechina… iríamos sin luz hasta la
guardilla lejana… el menor de los picaportes quedó en nuestras
manos. En el hábito, expresamos ese enlace apasionado de nuestro
cuerpo que no olvida la casa inolvidable.
La infancia es ciertamente más grande que la realidad.
¡Qué privilegios de profundidad hay en los ensueños del niño!
¡Dichoso el niño que ha poseído, verdaderamente poseído, sus
soledades!
El techo protege de la lluvia y del sol, nos acerca la nube, hacia el
tejado todos los pensamientos son claros. El sótano es el ser oscuro
de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos, soñado
con él, nos acercamos a la irracionalidad de lo profundo. Del lado de
la tierra cavada, los sueños no tienen límite. Para Cari Gustav Jung,
en la imagen del sótano están los miedos que habitan la casa. Uno
casi no se aventura en el sótano.
Viajemos ahí en el sueño… más allá del miedo humano, hasta el
miedo cósmico, que hace eco del hombre que vuelve a su leyenda de
situación primitiva. La casa, el sótano, la tierra profunda, encuentran
una totalidad por la profundidad. La casa se ha convertido en un ser
de la naturaleza. Es solidaria de la montaña y de las aguas que labran
la tierra.
Y la torre, la que encanta a todo soñador de una antigua morada.No
nos sorprenderá que la torre tenga la estancia de una dulce muchacha
y que esté habitada por los recuerdos de una apasionada abuela. Ese
cuarto está aislado en la altura y domina el espacio.Así la casa
evocada va de la tierra al cielo. Hace la caridad de una torre a los que
ni siquiera conocieron un palomar. Los libros le dan a nuestros
ensueños milmoradas. Cuántas veces habitamos en los sueños las
torres leídas en los libros.
Y el ensueño de las escaleras… y los peldaños para subir a las
puertas… tres peldaños, todo lo que sube y baja vuelve a vivir
dinámicamente.
En París no hay casas.Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas
superpuestas. "Nuestro cuarto parisiense - dice Paul Claudel- entre
sus cuatro paredes, es una especie de lugar geométrico, un agujero

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convencional que amueblamos con estampas, cachivaches y armarios
dentro de un armario"- Oiseaunoirdans le soleillevant— La casa no
tiene raíces. Los rascacielos no tienen sótano. Desde la acera hasta el
techo, los cuartos se amontonan y el toldo de un cielo sin horizonte
ciñe la ciudad entera. Los ascensores destruyen el heroísmo de la
escalera.
"Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres”(Max
Picard).
Y la casa ya no conoce los dramas del universo. El rayo enciende un
instante los vidrios de la ventana; pero la casa no tiembla bajo el
trueno, no tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas,
apretadas unas contra otras, tenemos menos miedo.
Cómo ayudar a la cosmización del espacio exterior en la ciudad…
Damos el ejemplo de un soñador que soluciona el problema de los
ruidos de París. Cuando el insomnio, mal de los filósofos, aumenta
con la nerviosidad debida a los ruidos de la ciudad, cuando, ya tarde
en la noche, los automóviles roncan y el paso de los camiones me
induce a maldecir mi destino citadino, encuentro paz viviendo las
metáforas del océano. Se sabe que la ciudad es un mar ruidoso, se ha
dicho muchas veces que París deja oír, en el centro de la noche, el
murmullo incesante de la ola y de las mareas. Entonces convierto
esas imágenes manidas en una imagen sincera, una imagen que es
mía, como si la inventara yo mismo, según mi dulce manía de creer
que soy siempre el sujeto de lo que pienso.Si el rodar de los coches
se hace más doloroso, me ingenio para encontrar en él, la voz del
trueno, de un trueno que me habla y me regaña. Mi diván es una
barca perdida sobre las ondas; ese silbidosúbito, es el viento entre las
velas. Y me digo a mí mismo para animarme: mira, tu esquife es
sólido, estás seguro en tu barca de piedra. Duerme a pesar de la
tempestad. Duerme en tu valor, feliz de ser un hombre asaltado por
las olas. Y me duermo arrullado por los ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta

251
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería
vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
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Mis huevos en almibar
La imagen nueva que el poeta me ofrenda, arraiga en seguida en mí:
esa llamarada del ser en la imaginación. Para iluminar
filosóficamente el problema de la imaginación poética es preciso
llegar a una fenomenología de la imaginación; cuando la imagen
surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del
alma, del ser del hombre captado en su actualidad. Se pide al lector
de poemas que capte la realidad específica de la imagen. La imagen
en su simplicidad no necesita un saber. Es propiedad de una
252
conciencia ingenua. El poeta, en la novedad de sus imágenes es
siempre origen del lenguaje.
La poesía es, más que una fenomenología del espíritu, una
fenomenología del alma. Una filosofía de la poesía debe recibir todos
los poderes del vocabulario, no debe simplificar nada ni endurecer
nada. La palabra alma es una palabra inmortal. En ciertos poemas es
imborrable. Es una palabra del aliento. Una onomatopeya de la
respiración.
La importancia vocal de una palabra debe retener por sí sola la
atención de un fenomenólogo de la poesía. La palabra alma puede ser
dicha con tal convicción que comprometa todo un poema.
Para comprender, para sentir y amar la obra de un artista, hay que
lanzarse al centro, al corazón, a la encrucijada donde todo toma
JUMBO-JUMBO Hay que participar en una luz interior.
La poesía es un compromiso del alma. En los poemas se manifiestan
fuerzas que no pasan por los circuitos de un saber. El ensueño
poético goza, no sólo de sí mismo, sino que prepara para otras almas
goces poéticos. En el ensueño poético, el alma vela, sin tensión,
descansada y activa. Para una maravillosa imagen poética, no hace
falta más que un movimiento del alma. En una imagen poética el
alma dice su presencia.
La poesía es un alma inaugurando una forma, dice Pierre-Jean Jouve.
El alma inaugura. Es dignidad humana.
Profundizamos el poema, así profundizamos nuestra existencia.
Oímos y hablamos el poema, es nuestro; la repercusión opera un
cambio en el ser.
Parece que por su exuberancia el poeta reanima en nosotros unas
profundidades. Por su novedad, una imagen poética pone en
movimiento toda la actividad lingüística. Al decirla y repetirla nos
comunicamos el entusiasmo.
El orgullo simple de la simple lectura que se nutre con la soledad de
la lectura, lleva en sí un signo fenomenológico innegable, si se
conserva su simplicidad. Nosotros, los aficionados a la lectura feliz,
no leemos y releemos más que lo que nos gusta, con un pequeño
orgullo de lector mezclado con mucho entusiasmo. La punta de

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orgullo que nace de la adhesión a una dicha de imagen, es siempre
discreta, secreta. Es un orgullo de cámara. Nadie sabe que revivimos,
leyendo, nuestras tentaciones de ser poetas. Todo lector un poco
apasionado por la lectura, alienta y reprime, leyendo, un deseo de ser
escritor. Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las
páginas amadas, le conciernen. Siempre es necesario un impulso
sincero, un pequeño impulso de admiración para recibir el provecho
fenomenológico de una imagen poética. Parece que el goce de leer
sea reflejo del goce de escribir, como
si el lector fuera el fantasma del escritor. El bien decir es un elemento
del buen vivir. Un gran verso puede tener una gran influencia sobre
el alma de una lengua. Despierta imágenes borradas.
El verso o la estrofa donde la imagen poética irradia forman espacios
de lenguaje, UN ESPACIO SENSIBLE recorrido por el simple
impulso de las palabras vividas. El verso tiene siempre un
movimiento, la imagen se vierte en la línea el verso, arrastra la
imaginación como si ésta creara una fibra nerviosa.
Para el fenomenólogo, la imagen está allí, la palabra habla, la dicha
hablada se ofrece – no es necesario haber vivido los sufrimientos del
poeta - . La poesía tiene una felicidad que le es propia, sea cual fuere
el drama que descubre.
El poeta es el que conoce, es decir, el que trasciende y nombra lo que
conoce. No hay poesía si no hay creación absoluta.
El psicoanalista puede muy bien estudiar la naturaleza humana del
poeta, pero no está preparado, a causa de su permanencia en la región
pasional, para estudiar las imágenes poéticas en la realidad de su
cima.
En este texto vamos a examinar imágenes muy sencillas, las
imágenes del espacio feliz. Aspiramos a determinar el valor humano
de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra
fuerzas adversas, de los espacios amados. ESPACIOS
ENSALZADOS.
El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el
espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del
geómetra. ES VIVIDO. Concentra SER en el interior de los límites

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que protegen. Nos situaremos ante imágenes que atraen.
Para la poética de la casa surgen abundantes preguntas. ¿Se parece la
casa a mi alma…? ¿Nos lleva al consuelo de la gruta primitiva…?
¿JUMBO-JUMBO? ¿Nuestro inconsciente se aloja ahí?
Nuestra alma es una morada. Por la casa y el cuarto aprendemos a
morar en nosotros mismos.
La casa mora en nosotros y nosotros en ella.
¡Y los cajones, los cofres, los armarios! ¡Cuánta psicología bajo su
cerradura! Hay en ellos una especie de estética de lo oculto. Un cajón
vacío es inimaginable. Y los nidos y las conchas ¡esos dos refugios
de lo vertebrado y de lo invertebrado! … ¡esa gruta del animal que es
la concha! Entremos a soñar el elemento.
Hay im
una imagen sincera, una imagen que es mía, como si la inventara yo
mismo, según mi dulce manía de creer que soy siempre el sujeto de lo
que pienso.Si el rodar de los coches se hace más doloroso, me
ingenio para encontrar en él, la voz del trueno, de un trueno que me
habla y me regaña. Mi diván es una barca perdida sobre las ondas;
ese silbidosúbito, es el viento entre las velas. Y me digo a mí mismo
para animarme: mira, tu esquife es sólido, estás seguro en tu barca de
piedra. Duerme a pesar de la tempestad. Duerme en tu valor, feliz de
ser un hombre asaltado por las olas. Y me duermo arrullado por los
ruidos de París – Bachelard.
Además, todo comprueba que la imagen de los ruidos oceánicos de la
ciudad pertenecen a la "naturaleza de las cosas", JUMBO-JUMBO,
está es una imagen bienhechora. Ivonne Carouth oye el alba
ciudadana cuando la ciudad tiene "rumores de concha vacía". Esta
imagen ayuda, a mi ser madrugador, a despertarme dulcemente,
naturalmente. Todas las imágenes son buenas con tal de saber
utilizarlas. Dice Baudelaire: "en el palacio ya no hay rincones para la
intimidad".
Imaginar una cabaña de ermitaño. Hay que perder el paraíso terrenal,
para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad de sus
imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión. La
poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, lo cual sería

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vulgar, sino la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece
imágenes como las que deberíamos haber imaginado en el "impulso
inicial" de la juventud. La estancia del ser, la casa del ser, nos
devuelve a la certidumbre de ser; ahí comenzaría una vida que sería
nuestra, comenzaríamos una vida que nos pertenecería en las
profundidades del ser.
"Un lámpara encendida tras la ventana vela en el corazón secreto de
la noche"(Arthur Rimbaud)
"Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”
(HéléneMorange). Asphodélesetpervenches.
Otro poeta llama a las casas que brillan sobre la tierra “estrellas de
hierba". ChristianeBarucoa dice también de la lámpara en la casa
humana: “Etoileprisionniérepriseau gel de l'instant” (Estrella
prisionera prendida en el hielo del instante).Parece que en estas
imágenes las estrellas del cielo vienen a habitar la tierra… Las casas
de los hombres forman constelaciones sobre la Tierra.
A veces, muy escasas y mágicas, se ve el mundo como si se viera
POR ÚLTIMA VEZ. Una noche estrellada, por ejemplo.

¿FIN?

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