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ABBA, PADRE

AB BA , PADRE

Teología y psi col ogí a


de la oración

JOSÉ M. MAR TÍNE Z


PABLO MAR TÍNE Z VILA

Los autores ceden los beneficios que puedan ob-


tenerse de la venta de este libro en ~avor de,la o?ra ,de
, '6n de los Grupos BíblIcos Umversltanos ~
~
evange1lzaCl ~
~
~
(GBU) en España. ~
editorial clie
Índice

Prólogo 9

PRIMERA PARTE
La oración en su perspectiva bíblico-teológica
Preámbulo '" '" , 15
1. Observaciones preliminares 19
11. La oración a la luz del testimonio bíblico... 25
-Naturaleza de la oración cristiana.
III. Requisitos fundamentales de la oración 35
IV. La oración y el Espíritu Santo . 59
V. El poder de la oración ... . 71
VI. Preguntas y objeciones... . . 77
Libros CLlE -Un Dios tan grande como el revelado en la
Galvani, 113
08224 TERRASSA (Barcelona) Biblia ¿va a interesarse por mí? -¿Por qué orar
si Dios ya conoce nuestras necesidades? -La
ABBA,PADRE oración ¿no fomenta la pasividad? -La oración
carece de sentido en un mundo regido por leyes
© 1990 por lM. Martínez y Pablo Martínez Vila
naturales -¿Puede la oración cambiar la voluntad
Dep6sito Legal: B. 22.207-1990 de Dios?
ISBN 84-7645-383-3
VII. La práctica de la oración . 91
Impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb, -La oración individual -Dificultades de la oración
E.R. nQ 265 S.G. -Polígono Industrial Can Trias, individual -Ayudas para la oración -La oración
e/ Ram6n Llull, s/n- 08232 VILADECAVALLS (Barcelona)
comunitaria.
Printed in Spain

ex libris eltropical
5
SEGUNDA PARTE XI. La oración: ¿ilusión psíquica? Apologética de
La oración en su perspectiva psicológica la oración. Un enfoque psicológico . 197
Nota introductoria '" 119 El argumento de la autosugestión: «Tú te convences
VIII. Oraciones distintas para personas distintas. a ti mismo». ¿La fe, una aspirina? -El argumento
La oración según los temperamentos... ...... 121 conductista: la oración, una respuesta condicionada
-Nuestro temperamento -Introversión y extraversión -El argumentos psicoanalítico: la oración, una
-Las funciones psíquicas -Tipo pensamiento -Tipo ilusión infantil.
Sentimiento -Tipo Intuición -Tipo Sensación -Con-
XII. ¿Todas las oraciones iguales? La oración
clusiones: aplicación práctica a la vida de oración
cristiana ante las formas orientales de
-Nuestro temperamento, ¿enemigo o aliado?
meditación ................................. 219
IX. Venciendo dificultades: Los problemas emocionales Sus diferencias: propósito, medios y marco. La
y la oración '" '" 141 conciencia reflexiva, clave de la oración
El papel de la personalidad: Nuestro pasado y nuestro -Influencia actual del neoplatonismo en el
insconsciente -Problemas en el curso de la oración concepto de espiritualidad. La oración como éxtasis
-«Mi problema es empezar»: personalidades perfec- -Los cristianos ante el yoga, la Meditación
cionistas y depresivas -«No siento a Dios cerca»: Trascendental y las Psicologías Transpersonales
¿Hipocondríacos espirituales? Sentir a Dios y el ;-La unión de Psicología y orientalismo: su influencia
sentido de Dios -«No quiero ser hipócrita al orar»: en los creyentes -Distinción entre lo mágico y lo
idealismo y realidad - «No logro concentrarme»: místico.
el carácter ansioso o nervioso -«Malos pensamientos
en la oración»: personalidad obsesiva -La dificultad TERCE.RA PARTE
de orar en público -Recomendaciones prácticas El Padrenuestro
-Problemas en el contenido de la oración: Los
ingredientes de la oración equilibrada -Adoración- Prefacio '" '" '" 237
alabanza -Confesión -Petición -Intercesión
Introducción . '" ... '" 239
-Sus desequilibrios, ¿seí'ial de problema emocional?
Observaciones sobre el texto -Estructura -La grandeza
-Jeremías: clll1fscuros en la oración de un profeta.
de la oración modelo.
X. Valor terapéutico de la oración: La oración, La invocación-: «Padre nuestro que estás en los
una relación de amor... ... ... ... ... ... '" ... 169 cielos ... » ••• o ••••••••••••••••• o ••••••••••• 245
La oración como terapia existencial: la sed de Dios
y el sentido de la vida -La oración como proceso Primera petición: «Santificado sea tu nombre» . 257
terapéutico. Proporciona: Intimidad -Liberación: Segunda petición: «Venga tu reino» '" ... '" . 269
descanso, fuerzas nuevas. Valor psicológico de la Esencia del reino de Dios -La participación en el
confesión -Luz y clarividencia -Cambio. reino -El advenimiento del reino en nuestra vida.

6
7
Tercera petición: «Hágase tu v.oluntad, como en el
cielo así también en la tIerra» ... .,. .,. .,. .,. 281
Natm'aleza Y alcance de la voluntad divina
-¿Se cumple o no la voluntad de. Dios?
-Actitudes ante la voluntad de DlOs.
Prólogo
Cuarta petición: «El pan nuestro de cada día
dánoslo hoy» .. , ... ... ... ... ... ... ... ... ." 295
Significado de la petici?n -La in,'por,tancia del pan La palabra de Dios y la oración son las dos alas que,
-El alcance de la petiCión -ImphcaclOnes.
en perfecto equilibrio, permiten que el creyente vuele tan
Quinta petición: «y perdónanos nuestras deudas alto como el cielo y se mueva con soltura en el mundo
como también nosotros perdonamos a de los hombres. En la primera escuchamos la voz de
nuestros deudores» . 309
Dios; en la segunda hablamos con Dios. La vida espi-
Nuestros pecados -«Como nosotros perdonamos»
ritual en plenitud depende de una dedicación por igual
Sexta petición: «y no nos metas en tentación, a la lectura y a la oración. Mantener este equilibrio en
mas líbranos del mal» . 323
un mundo confuso, inmersos en la complejidad de nues-
La experiencia de la tentación tra propia experiencia de la vida, es nuestro deber y pri-
-La liberación del malo. vilegio. No es en absoluto fácil y quien suscribe estas
La Doxología. «Porque tuyo es el reino, el poder y breves lfneas lo sabe muy bien.
la gloria, por todos los siglos. Amén» . .. ... 337 En mis años de estudiante, en la universidad de Cam-
bridge, descubr( el poder de la oración. En casa, durante
las vacaciones, pasé todos mis ratos libres en oración.
En la Facultad, nos reuntamos constantemente para
orar: largas horas, intensas luchas, veladas inolvidables
dedicadas a la oración. Devoraba cuantos libros sobre
la oración catan en mis manos. La oración vino a ser
la fuerza motriz de toda mi vida creyente. Viv( en y para
la oración.
Acabada la carrera me trasladé a España con el fin
de ayudar en el establecimiento de una obra estudiantil
en la Complutense de Madrid. La poca experiencia de
la juventud, el agotamiento flsico y mental de una in-
tensa -excesiva- actividad minaron paulatinamente la
vida de oración. A los tres años, el cansancio y el stress
9
8
acabaron hundiéndome en una depresión que hubo de son tratadas con respeto crítico, y lo difícil y discutible
durar casi un lustro. El Dios que antaño oía mis oracio- es hecho claro y comprensible en bien de una sana
nes se había vuelto enemigo implacable de mis ilusiones espiritualidad.
y esperanzas. La oración era imposible. La presencia de En tercer lugar, el presente libro deleita instruyendo.
Dios me aterraba; la Palabra de Dios hería mi concien- A la claridad conceptual y amplitud de horizontes se
cia lacerada. Mi alma se sumió en una larga y oscura añade un elemento sumamente positivo: una prosa pul-
noche de desesperación. cra y limpia, y un estilo exento de toda afectación.
Veinte años después, tras un proceso lento de reno- El broche de oro de la primera parte del libro lo
vación y crecimiento no exento de lucha y frustración, constituye la tercera, un brillante comentario sobre la
me pongo a escribir el prólogo de un libro que ilumina oración del Padrenuestro. En él confluyen las dos co-
un tema tan vital y apasionante como complejo y difícil. rrientes que sostienen el argumento de su autor: teoría
A este privilegio acompañan tres motivos de gratitud y y praxis, teología y vida en las palabras sublimes del
al placer de la amistad se añade el beneficio de la sa- Señor.
biduría de sus autores. La segunda parte del libro aporta una ayuda inesti-
En primer lugar, el libro descansa en una sólida base mable al perplejo y a veces acomplejado practicante de
btblica. El planteamiento de José M. Martínez tiene co- la oración. Según su autor, en la oración no sólo entra-
mo trasfondo la teoría y la práctica de la oración en las mos en comunión con Dios, sino también aprendemos
Sagradas Escrituras. Enjundiosas y variadas citas, en- a descubrirnos a nosotros mismos. La oración enriquece
tre ellas no pocas de clásicos como Lutero y Calvino, y alecciona a quien la ejerce.
apoyan la teolog(a del autor; pero, ante todo, éste bebe Un apunte final antes de recomendar la lectura de un
en las fuentes b(blicas y a través de toda su exposición libro que sin duda ha de hacer un gran bien espiritual.
se respira el aire puro que emana de la misma Palabra El lazo humano que ejemplifica como ninguno la re-
de Dios. El lector encontrará aqu( una verdadera teolo- lación del orante con su Dios es el que une a un padre
g(a de la oración y, en consecuencia, volverá una y otra con su hijo. José M. Martlnez, padre, desarrolla la teolo-
vez a las fuentes de su fe. g(a de esta relación con finura y claridad. Pablo Mar-
En segundo lugar, el libro es razonable y radical. t(nez, hijo, analiza con profundidad las implicaciones
Pablo Mart(nez Vila vierte su saber profesional en unas de la relación paterno-filial para una psicología de la
páginas luminosas en las que cada lector se verá, sin oración. Ambos autores, padre e hijo, colaboran en este
duda, retratado. El enfoque del Dr. Mart(nez es equi- libro, y su entrañable amistad y mutuo respeto informan
librado y práctico y sobre la base de una exposición y revalidan el hermoso tema que juntos nos ofrecen.
amplia y completa de la Biblia, este autor construye con
claridad y sencillez el complejo cuadro de una psico- Valladolid
logra de la oración. Las doctrinas de Freud y Jung -S. MA, PHD
STUART PARK,
Presidente de los GBU de España
10 11
Primera Parte

LA ORACIÓN
EN SU PERSPECTIVA BÍBLICO-TEOLÓGICA

José M. M artínez
Preámbulo

La oración, latido del alma, hálito del creyente, movi-


miento del corazón, nuestra defensa, fuente de poder, el ejer-
cicio más distinguido de la fe ... Con estas expresiones y otras
semejantes se ha tratado de enfatizar la importancia de la
plegaria, su carácter de necesidad vital en la experiencia del
espíritu piadoso. Y debemos admitir que tal énfasis no debe
atribuirse a la apreciación subjetiva de determinados autores
cristianos. Es resultado del relieve que la oración tiene tanto
en la enseftanza bíblica como en la historia del pueblo de
Dios.
Curiosamente, y de modo inexplicable, la oración apenas
ha sido objeto de estudio teológico serio. Abundan los libros
de tipo devocional sobre el tema, algunos muy valiosos; pe-
ro escasean las obras que 10 analicen con adecuada amplitud
en su perspectiva bíblico-teológica.
Los reformadores del siglo XVI, además de ser «hombres
que oraron» (K. Barth), escribieron sobre la oración, pues ésta
vino a ser para ellos «parte esencial de la teología» (De
Quervain). Lutero, para quien orar era «la obra de la fe», se
preguntaba: «¿Qué es la fe sino pura oración?».l Aunque no
sistematizó su pensamiento sobre la plegaria, no faltan
páginas sabrosas relativas a ella en su producción literaria.
Mención especial merecen su Método sencillo de oraci6n
para un buen amigo y su comentario sobre el Padrenuestro.

1. Cit. por H. Beintker, arto «Gebet» en Die Religion in Geschichte und


Gegenwart, VI, 1230.

15
Calvino, de modo más amplio, dedic6 a la oraci6n un extenso Esta anomalía es perniciosa. La falta de una s6lida base
capítulo (el XX) de sus famosas Instituciones. bíbli.co-teoI6gica puede dar lugar a conceptos erróneos de la
Estos trabajos y algunos otros pudieron haber sido el oracI6n .y, como consecuencia, a experiencias de frustraci6n.
principio de estudios más exhaustivos; pero, deplorable- La oracI6n será estimulante y fructífera en la medida en que
mente, no fue así. En tiempos posteriores la oraci6n quedaría el orante. ~omprenda su verdadero significado y naturaleza,
relegada al campo de la liturgia y s610 tangencialmente apare- su.s reqUlsltos, su poder, sus problemas y la soluci6n a los
cería en algunos tratados de Teología. En nuestro tiempo, mlsmos.
cuando proliferan estudios sobre las más variadas cuestiones, Éste es el motivo por el que nos hemos decidido a aportar
la oraci6n sigue siendo la «cenicienta» de la familia teol6gica nuestro modesto trabajo con miras a que se ensanche el
y es limitadísimo el número de obras enjundiosas que se camino -hasta ahora asaz estrecho- del estudio sobre la
ocupen de ella. oraci6n, y con la esperanza de que ese ensanchamiento
Esta limitaci6n se observa no s610 en la literatura evan- contribuirá a una comprensi6n más clara y una práctica más
gélica en lengua espafiola, sino también en lenguas anglo- eficaz de la plegaria cristiana.
sajonas y germánicas. C.W.F. Smith, en la bibliografía que
inserta al final de su artículo sobre la oraci6n (Prayer) en The
Interpreier's Dictionary of the Bible, (vol. III), deja cons-
tancia del hecho: «Los libros sobre la oraci6n bíblica son
notoriamente escasos». Ilustraci6n de esta realidad puede ser
el libro A Handbook ofChristian Théólogy (Manual de Teo-
logía Cristiana), editado por Fontana Books. En él se estudian
ciento tres temas, pero entre ellos no aparece la oraci6n. Aná-
loga aseveraci6n puedf hacerse respecto a obras en alemán.
R. Mossinger afiadi6 a su libro Zur Lehre des christlichen Ge-
bets (Hacia la ensefianza de la oraci6n cristiana) el siguiente
subtítulo: «Pensamientos sobre un tema descuidado de la
teología evangélica»; y S. Liebschner, en una conferencia de
te610gos evangélicos alemanes celebrada en 1981, llamaba la
atenci6n respecto' al déficit en la enseñanza relativa a la
oraci6n en la literatura teol6gica. 2 S610 algunos autores de
nuestro siglo, entre ellos Forsyth, KahIer, Brunner y Guar-
dini, han incorporado la oraci6n con cierta amplitud y pro-
fundidad en sus obras. Aparte de estas excepciones, casi todo
es vado o superficialidad.

2. «Die Lehre vom Gebet als Testfall der christlichen Gotteslehre» Wer
¡sI das - Gott?», ed. por H. Burkhardt. '

16 1'1
1

observaciones preliminares
La oración es la forma más elemental de la experiencia
religiosa. El creyente siente necesidad de acercarse a Dios,
bien sea para adorarle, bien sea para presentarle sus nece-
sidades y pedir su ayuda. Como Jan Milic Lochman ha
afirmado con gran precisión: «La oración es el factor vital
de la fe. El creyente ora. El orante cree.»l
Aun en las religiones ajenas a la revelación bíblica, la
oración ha constituido siempre un elemento esencial. A ve-
ces, sobre todo en tiempos primitivos, ha aparecido combi-
nada con la magia, aunque no hasta el punto de confundirse
con ella. Mediante ésta se expresa un deseo, bueno o malo,
en forma de bendición, maldición o juramento, y se espera
que el deseo se cumpla por la fuena intrínseca de la fórmu-
la mágica, independientemente de la intervención de un ser
sobrenatural. La oración, en cambio, aun en sus formas más
rudimentarias, siempre va dirigida a un ser superior, divino,
capaz de controlar las fuenas de la naturaleza y de..fº-ntes-
tar la peti.ció]l que le ha sido hecha. Característica de esta ora:
ción es, por lo· general, su carácter marcadamente antro~­
céntri~o. El hombre se dirige a la divinidad para asegurar su
protección y ~_abar beneficios temporales. Únicamente al-
gunas minorías, en momentos de mayor sensibilidad moral,
como sucedió en Grecia por la influencia de algunos de sus

1. J.M. Lochman, Unser Vater, Gütersloher. 1988, 12

19
fil6sofos, usaron la oraci6n en demanda de auxilio espiritual naturaleza en el mismo plano. ¿Tiene algún sentido rezar a
que les librara de vicios y pasiones y les capacitara para la naturaleza? "¿Qué sentido tiene elevar las manos al cie-
practicar la virtud. . lo? .. Dios está en ti"». 2 No fue más positivo el epicureís-
También en determinados lugares y momentos hist6ricos, mo. Y tampoco los cultos mi.s1~os contribuyeron a que la
aparece la oraci6n e.nJreverada con elementos místicos. Fre- oraci6n recuperase el lugar perdido.
cuentemente éstos son tan predominantes que la oraci6n El advenimiento y la expansi6n del cristianismo cam-
apenas resulta perceptible o desaparece por completo. Ejem- biaron radicalmente la situaci6n y la oraci6n se convirti6 en
plos de ello los hallamos, tanto en las religiones orientales práctica generalizada, aunque su calidad no siempre estuviera
-hinduismo y budismo-, como en la mística griega que, a la altura de una fe genuinamente cristiana. Pero no manten-
preludiada por las ®-~triI1ªS órficas y la filosofía plat6nica, dría indefinidamente.un lugar indisc~!iQ.o. El ~º!!-ª!!~mO y
transforma la oraci6n en un ascenso escalonado del alma, el e?~i!h'i~1!19 resucitaron viejas objeciones. Partiendo de la
desde el mundo transitorio a lauiilficaCl6ncon 10Tm~~se­ negaci6n de la personalidad de Dios, se lleg6 a la l6gica de-
dero. Exponentes de este tipo de misticismo podemos encon- ducci6n de que toda oraci6n es irr~"cLQ!)al, sin otro efecto que
fiii-los en los cultos mistéricos y en la sabiduría hermética. e~ubj~J.Y0 que se produce en la mente del orante. Influy6
REllipiscencia.s de-ésta-concepci6n de IareiíiC1Óil""í1üñ1ana en el arraigo de esta convicci6n negativa el menosprecio de
con lo divino reaparecerían, aunque con las 16gicas modifi- Kant -pese a su teísmo- hacia la práctica de la plegaria, por
caciones, en la mística cristiana de siglos posteriores. considerarla antifilos6fica. No menos negativa fue la teología
Con su gran diversidad, la historia de las religiones pone de Schleiermacher, teñida de pantel~!!1.2. En su opini6n, toda
de manifiesto la conciencia que el hombre tiene de sus li- idea de que podamos influir en Dios debe ser firmemente
mitaciones y de su necesidad de Dios. De esa conciencia ha rechazada. «La única actitud ante el Altísimo que nos es per-
surgido la plegaria con dimensi6n de universalidad. No es de mitida es o gratitud o ~~~c!Qn. Puede haber gratitud por
extrañar que ante el hecho de que los seres humanos oran «en otorgamientos pasados y simple aceptaci6n de todo lo que
todos los pueblos», se atreviera Tertuliano a pronunciar su está determinado para nosotros; pero la Iglesia no debe in-
famosa, aunque discutible exclamaci6n: O testimonium ani- troducir ninguna petici6n en sus oraciones. »3
rrue naturaliter christiafllE! (jOh, testimonio del alma, cris- Lo pretendidamente superfluo de la oraci6n sería enfa-
tiana por naturaleza! ~za~o por un. ateísmo arrogante, convencido de que es ~­
Sin embargo, cuando los conceptos relativos al hombre y ~ano exclusI'yO de la verdad científica. Para Marx la oraci6n
a Dios han evolucionado hasta alcanzar posiciones ~~me era una ~n. Para Freud, una ilusi6n .~m~_~lQ.ria. En
humanistas y secularistas, la oraci6n ha perdido su raz6n de nuestros días piensan muchos que el progreso formidable en
ser y ha sido desechada, e incluso ridiculizada. Ya en el an- los campos de la Astronomía, la Física, la Biología, la An-
tiguo mundo griego menudearon parodias bufonescas, como tropología, etc., hace innecesaria la «hipótesis de Dios». Con
algunas de las comedias de Arist6fanes, en las que la oraci6n
a los dioses era objeto de ~a. Más tarde, como señala
Joachim Jeremias, «fue la filosofía la que se encarg6 de ente-
2. 1. Jeremias, Abba, el mensaje central del NF. Sígueme, 1981, 75.
rrar la oraci6n. La escuela estoica contribuy6 notablemente ~:it, por H.R. Mackintosh, Types 01 Modern Theology. Fontana, 1964,
a desarraigar la fe en Dios. Séneca pone a los dioses y a la
...-----
20 21
una concepción totalmente materialista del universo, puede Pero pese a la fuerte influencia de éstas y otras corrientes
darse a Dios por definitivamente muerto. Ante este hecho, de pensamiento teológico, millones de creyentes en el mun-
¿qué sentido puede tener la petición a un padre inexistente, do entero siguen dirigiéndose diariamente a Dios con la mis-
simple proyección psicológica de un anhelo humano? o ma convicción coOresada'por el salmista de antaño: «Tú oyes
Hoy, tras la turbulencia causada por las teologías de la vla oración»..\'-.'.-_:._
------;..-:.- (Sal 65'2) . A esa persuasl'ón h an 11 egado
----...
pon~l
«muerte de Dios» y de un «cristianismo sin religión», diver- conocimiento de la revelación divina depositada en las Sa-
sos movimientos teológicos siguen desvirtu3.!1P0 el verdadero gradas Escrituras.
sentido de la oración, que frecuentemenfé-queda reducido a
simple meditación o, por el contrario, se transmuta en acción
como efecto de unae~piril:!!ªHdad secu!ar. En algunos casos
es ambas cosas a la vez: reflexión y acción. Esto se observa,
por ejemplo, en la Teología del¡Í-Liberación. Juan Luis Se-
gundo define la oración como ~Jl~~iºll.Y.ª~J:tula respecto
a lo que pios está haciendo en la historia. Postura análoga
adopta Dorothee Solle cuando habla de «oración política»,
refiriéndose más al compromiso político-social que a la ado-
ración y la súplica. Para la teóloga alemana resulta imposible
orar «en un mundo deshechizado ante un Dios que ya no pue-
de ser concebido comoüñ-ser~bjetivamente situado frente
a mí».4 «La oración sirve a la actual COnf!enci~ristiana
como sucedáneo. Cuando el capitán de.l barco, en uri--Iñ-ó-
mento aeSUiñó peligro, dice: "Lo único que ahora podemos
hacer es orar", se le escapa al capellán la exclamación: "¡A
tal extremo hemos llegado!". El chiste muestra exactamente
la situación del mundo moderno: Dios es colocado allí donde
la inteligencia todavía no ha llegado; la oración sobrevive allí
donde nada puede logra~ con nuestro poder. En lugar de
la acción autónoma, profana, responsable de sí misma, en
detenninadas situaciones límite se coloca la oración como
ilusión, como evasión,-oomo- acción sustitutiva de una ac-
tuación eficaz para la que falta el.poder o la voluntad». 5

4. Cito por TIteo Sorg, Wenn ihr aber betet, Kreuz Verlag, 1973, 14.
5. D. Solle. «Gebet», Theologie für Nichttheologen. Stuttgart, 1966, 102.

22 23
11

La oración a la luz del


testimonio bíblico
Desde el principio aparece la oraci6n en la Escritura como
m_ll!l!festaci6n de una relaci6n personal del hombre con Dios.
Para efcreyiñie-Diosnoes- una-abstracC1Óiififosonca;noes
el «Absoluto» o el «Infinito». Es el ~ª-l1Q! y sos!..~neg~r del
universo, pero es también u.nJ2jj).s$~Jm.al que, en su sobe-
ranía, ha querido mantener un .Yfn9JJ.~.2jal de relaci6n
con el ser por él creado a su imagen y semejanza.
Este hecho muestra la incomparable dignidad del hombre,
criatura única en el mundo capacitada para vivir en comuni6n
con Dios. En esa comuni6n habría de descubrir que el
Creador es un Dios trascendente, pero no _~~~!.o niJIl_<1!-
~~Jl~ pues ~n<t~_scien.ge a un plano en el que el hombre
puede encontrarle y hablarle. Tal posibilidad subsiste aun
después de que el pecado arruinara moral y espiritualmente
a la humanidad. El Dios de la Biblia no es solamente el Dios
de la creaci6n, sino también el Dios de la redenci6ñ;de1a
reconclltaci~n y de l~~-º.!!!lJniºnreStaura.da:-Tfás la·carda-de
A"-amr,seguirá Dios hablando, en espera de resp!1~~ta huma-
na. y esta respuesta debe manifestarse no en palabras pro-
nunciadas en situaciones esporádicas. Debe ser el testimonio
de una relaci6n persisten&1?r~..sidiwLpor-Ja...confiaD~ª_y_la
gratitud. No ha de limitarse a hablar a Dios; tiene ~ hablar
conDios, coram Deo, CªJCl -ª-.C-lLI1LC-ºILé1.. -. _ - - -
. En esa relaci6n-Oios toma la iniciativa. Es ~_paJabra la
que inspira las palabras de quien le escucha. Siempre la
25
oración. en .la. ªil:>liaJiene s\j origen. en la palabra de Dios. una y otra vez que es un Dios «lento para la ira y grande en
As{sé-Püne de manifiesto en la experi"e-nCia 'delospattiarcas, misericordia». 5.!L.P!ºm~ito predominante no es condenar,
de los reyes y los sacerdotes, de los profetas y los sabios de ~_~Y-ªt Ese propósito se expresa en una -admiráblé--de-
Israel. Abraham oro, intercediendo por Sodoma, porque an- daración profética: «Deje_~U!!!pfº__S.!Lf,~i_no J el hombre
tes Dios se había manifestado a él como «el Juez de toda la ª.
i!:1i~~Q_s.!!.~J2~JIS-ªº!i~m_Q.S__LY!1~lyªse . XªhY~~b-,--eLcj¡_ªrten­
tierra» (Gn. 18:25). Jacob suplicó la protección de Dios por- d~~í .<;_º-mpasiºn.J1e_él...Lªl1u~stm __Dio~.e1_cuaLser.á_aroi>f¡0
que Dios había hablado a sus padres Abraham e Isaac y tam- e.I!~IªºnªI.~ __ (ls..55.:1).
bién a él mismo con promesas de bendición (G. 32:9-12). El conocimiento de este Dios animó a los israelitas pia-
Moisés dialogó con Dios y oró a él os.ªd~~Il!.e porque Dios dosos a dirigirse a él en oración, reverentemente, pero tam-
se le había revelado como el eterno YO SOY Y como el Dios bién con una COI11}3.@.JLyjVa. pues Dios era su «roca», su
soberano que en su gracia redime a su pueblo (Ex. 3). Samuel «amparo y fortaleza», su «luz» y su «salvación». En el
fue un hombre de oración (l S. 12:23) porque muy temprano Antiguo Testamento la oración tiene un elemento de lógica.
en su vida oyóJiLYºLde-.D.iQs y respondió: «Habla, Señor, ~LRios _€!§__ g\!i~n es. si -Sllcre..Yela.ció...n_.ate.~J:Wª .~_p<><l~r y
que tu siervo oye» (l S. 3: 10). Fue la palabra de Dios y el :ti_del,i~~~~si invl!'i a º\JSf~S.!l ~fQ~lf9»,a invocarle en el día
testimonio histórico de su fidelidad 10 que inspiro a David d.(~éW-ID!s1iik.e1camino -queda,expedita.PaIa.Jl-ue él~~y~n­
sus más bellos salmos, auténticas oraciones de alabanza y te s~~~~t:9!!.~-ª_~!YE~~~ ..~º-S_lLQf.e~.~nciªJ~..fw..&a§.que
súplica. Lo mismo puede decirse del resto de los salmistas,
de profetas como Jeremías y Habacuc, de figuras públicas
~~:~_~~¡tnati()jkd;~~~-·~~.-}f65:~-i~~a~~%~:~
como Daniel o de los autores sapienciales, quienes veían en fuerte convencimiento íntimo: «ªJ?jQ~}l1Jº._Qle_oir.~_lMi.
~..9raciQn. de] juste> -<>idor y hacedor de la Palabra de Dios- 11lNo faltaban ejemplos históricos que alentasen esta con-
algo en lo que Y@yéh se deleita (pr. 15:8).... fianza. Las experiencias de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés,
~ La palabra de Dios llegó a Israel por una doble vía de re- Josué, Ana, Samuel, David, Ezequías, Elías, Jeremías y de
velación: el oráculo directo y la historia. Lo que Dios había muchos más atestiguaban la realidad de que 'piº§__º'y~ __'y
~Q... a patriarcas, reyes y profetas y 10 que Dios había he- contesta a CJl!L~Qes le invocan de veras (Sal 145:]8, ]q).
cho (el éxodo de Egipto, la conquista de Palestina, etc.) pro- Todo ello explica que la oración se convirtiese en Israel
porcionaron al pueblo escogido un conocimiento de Dios del en práctica habitual, tanto a nível individual como colectivo.
que carecían los otros pueblos. Yahvéh no era una divinidad En el transcurso del tiempo llegó a regularse con normas bien
local, o regional entre otras, más o menos identificada con establecidas, entre ellas la de observar tres momentos diarios
las fuerzas de la naturaleza, ideada a imagen y semejanza del de p!egari~. «Tarde, J!1añ~a'y mediodía. oraré-y_..clamaré.. y
hombre en sus sentimientos y reacciones. El Dios de Israel, ª-Olrá mLY~~»_LS-ª.!~_.5~-=17). Esta costumbre, que proba-
único, es el Creador de cielos y tierra, todopoderoso, sobe- blemente tuvo su origen como complemento de la recitación
rano, perfectamente justo y misericordioso. Es un Dios tras- del shema judío (Dl. 6:4-7) dos veces al día (<<al acostarte y
cendente, pero también un Dios atento a cuanto acontece en al levantarte» -v. 7), pudo degenerar -y de hecho degeneró-
y
el mundo. Su presencia su mtervenci6nse-hace"il-- pareñres en práctica rutinaria en la experiencia de muchos judíos; pe-
en e.!3cae~[ histórico de todos los tiempos. En sus juicios ro también fue testimonio de la riqueza espiritual de no po-
retribuye a hombres y pueblos según su maldad; pero reitera cos espíritus piadosos. Recuérdese a Daniel, por ejemplo

26 27
(Dn. 6: 10). De un modo u otro la oración vino a ser el sig- es la que pudiera elevar cualquier mortal. Es la oración del
n~B1áuJj~imi~º_~_la,_reljgiQsi~ª¡:{J~,d!á.-Como -afirmara 1. Redentor, del gran Sumo Sacerdote que intercede por el
Herrmann, «escribir la historia de la oración en Israel equi- grupo apostólico y por cuantos creerán en él (Jn. 17), como
valdría a escribir la historia del pueblo israelita».l corresponde al Mediador único entre Dios y los hombres
Cuando en el avance histórico llegamos a los tiempos del (l Ti. 2:5).
Nuevo Testamento. advertimos el hondo enraizamiento que Nadie como Cristo ha comprendido el valor de la oración.
en la vida comunitaria de los judfostuvo-la'-oradóri~'frecuen­ Era natural, pues, que instruyera a sus discípulos en cuanto
temente expresada en las formas litúrgicas usadas en la si- a su naturaleza y contenido, sus requisitos, su alcance y
nagoga. Se mantienen las lJQt:.a.§,n~§.fr.i!ª§ para su práctica eficacia. Y ellos, que habían sentido la necesidad de tal ins-
(Hch. 3:1) y aun entre los QrQsélitQll de otros pueblos se trucción (Lc. 11:1), aprendieron las lecciones de su Maestro.
celebran cultos de oración (Hch. 16:13). Sin embargo, 10 que La oración vino a ser distintivo sobresaliente de la primitiva
había de ser ~pr~&ón.z~mtinadepie.óad~Jr:Qf9 en muchos comunidad cristiana.
casos en mera recitación mecánica e incluso en abominable Ascendido el Sefl.or a su gloria, los componentes del gru-
exhibiciónreIrgÍosa:-en'ñ1áscaT; de hipocresía que ocultaba po apostólico «perseveraban unánimes en oración y ruego»
las-íriáifsoididas-intenciones (Mt. 6:5; 23:14). (Hch. 1:14). Con el mismo espíritu-los hallamos reunidos el
Es en este contexto que las enseñanzas de Jesús y la prác- día de Pentecostés (Hch. 2:1). Asombrosamente multiplicada
tica de la Iglesia apostólica relativas a la oración significan aquella primera congregación con la conversión de tres mil
no sólo la recuperación de su verdadero sentido. sino un in- personas, la perseverancia «en las oraciones» fue una de las
menso enriquecimiento. cuatro características esenciales ge la iglesia (Hch. 2:42). Los
Lo ensefl.ado por Cristo es fQ.rroborads:> por su propio creyentes participaban en las horas de oración en el templo
ejemplo. ~a oración ocupQ un lugar de la mª~iIIl~i!"~r­ de Jerusalén (Hch. 3:1); pero también oraban en el aposen-
~ ~ o . No es mucho lo que los evangelios to alto (Hch. 4:23) y en lugares privados (Hch. 10:8). Re-
nos dicen acerca de este aspecto de su vida; pero es suficiente. currfan a la plegaria ante la persecución (Hch. 4:23 ss; 12:5,
El Hijo se dirige al Padre con jaculatorias, de modo espon- 12), ante importantes decisiones ec1esiales (Hch. 6:6), al
táneo, siempre que la ocasión 10 requiere (Mt. 11 :25-27; Jn. iniciar obra misionera (Hch.. 13:3), enhoras de dolor (Hch.
11 :41, 42), en cualquier momento o lugar. Pero además pasa 2:36 ss).
noches enteras orando (Mt. 14:23; Lc. 6:12; comp. Lc. 9:28). Obviamente los casos expuestos por Lucas en Los He-
No nos es dado ~net!]! en la intimidad sacrosanta de la chos de los Apóstoles no son sino ejemplos de una práctica
relación Cristo Hijo-Dios Padre. Jamás podremos sondear el hondamente arraigada en la Iglesia naciente. Los motivos en
misterio inherente a esa relación, pues Cristo noerawla- tales casos tampoco son exhaustivos. La Qración no es el me-
mente hombre, sino el Dios-hombre. Sin embargo, ahí tene- dio ~-ª preselltar a Dios S-Ókl algunas necesiºª-de~ul~!ermi­
mos el testimonio de lo,s evangelistas: Jesús oro como jamás, Pª.<.t-ª~-=-IººQ..QQdíé!J' debía ser inc1uidoen ella: las carenCias
antes o después, ha orado ser humano alguno. Su oración no teIll~ralesL~~~~SPír!~u~!~~;I~=i!1§fvidulues ylas-comu-
~~.!i. De acuerdo con lo ensefl.adopor Jesds-en--'erPadfe-
nuestro, habrían de ~!L_~~_Lnan nuestro de cada día»;
podrían solicitar auxilio en la aflicción o en la enfermedad
1. Enciclopedia 41 Mundo Btblico. Plaza y Janés, n, 298.
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28 29
tos en él confían y como Seflor digno de suprema alabanza.
(Stg. 5:13, 14); pero ~ambién habrían de ~plorªrel perd6n
~~1::>lará con él como un hijo con _~~~~, ~nnmiólJ tan
(Mt. 6:12), abundanCIa de aIJior (Fil. 1:9), de conocimiento
qe la voluntaodivipa'«en toda sabiduría e iIÍteligencia espl- ÍI!!!I!!.a_~~~~º-~ gQ~ºSª;,~9º_~~tQY,hUIllilclªcl~J~º- cOP. li-
ntual» (Col. 1:9; comp. Ef. 1:15 ss) y fortaleza interior (Col. ~~.aºf:i:!1~'!1: y con la seguridad de saberse oído aun cuando
1:11) para una más íntima comuni6n 'con Cristo (Ef: 3:14- ~.yº~_~~ª_~~!i~:sr~~ple balbuceü'·oomo·'el del que em-
'mno~
19). Así Dios cumpliría en ellos «todo propósito de bondad pezaba a soltar su lerigiJididendo en arameo: abbá (papá).
y toda obra de fe con su poder» (2 Ts. 1:11). Qentro _<t(U~.~tª-~sfe~._~~i$_toda clase de oraciones: el
Por otro lado, la plegaria no se limita a peticiones surgidas lo~r, la acción de gracias, la petici6n;Tá intercesi6n, la Jacula-
de necesidades de toda índole. Incluye la acción de gracias tona, todo ello expresi6n del sentir del hijo convencido de
(Fil. 1:6; Col. 4:2) por las bendiciones ya ~iecibidas,la ad(J- 1~~_~~º~i.ª_ª-ID_o!"t?,~ª_º~_!;!!.J>_~gre_~!~~!i.~ y de su constante
!ación (I}ch. 4:24), tan inspiradamente expresada en las C~l<!~ºº-,.Ante él, ~Iªº~ ~ljstiaI!9:no perderá de vista que
doxologías del Nuevo Testamento (Ef. 3:20, 21; Pil. 4:20; está mvocando a un Dios santo. En todo momento será cons-
1 Ti. 1:17; 6:15, 16; Jud. 25; Ap. 1:5, 6; 4:8-11; 5:13, 14; ciente de sus imperfecciones, debilidades y pecados, pero no
19:1), 1(1 confesión de pecad.o (Hch. 8:22) y la .imercesión perderá el santo atrevimiento de acercarse al Altísimo y
(Ro. 10:1; 2 Co. 1:11; 9:14; Ef. 6:18-10; Fil. 1:19; Col. 1:3; abrirle su coraz6n. ¡Es su Padre! Tenía raz6n E. Brunner al
4:3; 1 Ts. 5:25). Esta Q!Oftlsi6n de motivos multiplica los escri.bir que «2rar. e~JºJ.!1~_º~.ªº~J'_~.E!,i~o tiempo l() más
hum~Iº~_.9!!.~,el hombre puede hacer». ... ..._-, ."-
~stímul0s. para la oraci6n y la enriquece.'
.Pero ¿c6mo.es·posibfe qile-un ser humano llegue a rela-
CIOnarse con DIOS en un plano tan elevado? Obviamente a
Naturaleza de la oración cristiana nin~ con?C.edo! del Evangelio se le ocurrirá pensar que tan
glonoso. pnvl1egIO se debe a ningún ~1lum.aoo. No es
Es iluminada por una palabra, el nombre especial con que qn premIO a buenas obras. fervor o ~rsistencia en la oraci6n
se invoca a Di<?s: PADRE. Tendremos ocasi6n de considerar por parte de quien ora. Los hijos de Dios no son engendra-
el significado y las implicaciones de este término en la in- dos «por voluntad de carne ni por voluntad de varón sino
vocaci6n inicial del Padrenuestro. Aquí nos limitaremos a de Dios» (Jn. 1:13). Y la voluntad de Dios ha determinado
destacar el e~~nto nuevo que Jesús introduce en la relaci6n que sean hechos hijos suyos todos cuantos reciben mediante
e~tre ~ios y los d1sCfpuloi Los MÍ9-~..Y~Jan en Dios al Padre la fe a su ~i~o Jesucristo (J~. 1: 12). Éstos experimentan un
hlst6nco de Israel, pero no en el sentido ínqmo -y¡ir~naI: nuevo naCImIento por la acc16n del Espíritu Santo (Jn. 3:3,
Por eso, al orar, generalmente no usaban el vocativo hebreo 5, 6) y son «adoptados como hijos de Dios... conforme al
abi (padre mío). Inv-º.cabª-1!Jl Dios con las expresiones «Seflor beneplácito de su voluntad» (Ef. 1:5).
mío», «(mi) Dios» o, e!1 algunos casos, «Dios de mi padre»; Todas las bendiciones que Dios nos concede, incluida la
pero sus .m:~~s «no contienen ningún equivalente de esta pa- de nue~tra adopci6n C<?m~ hijos, d~pende de nuestra·Q2~.icil,j!1
labra de Jesús: "Yo te bendigo, Padre, Seflordel cielo y de «~~ Cns!Q..», como se mdlca ~larfslm~ en el primer ca-
la Tierra" (Mt. 11 :25; Lc. 10:21)>> (J. Jeremias). pítulo de la carta de Pablo a los Efesios. Fuera de Cristo, nadie
<:risto introduc~ c-º!!-realce am~s inusitado el aspecto más ~ede pretender el derecho a ser oído por Dips. Es cierto que
s~bhme de la orac16n. A partir de ahora, el creyente se diri- DIOS, en su infinita misericordia, ha escuchado las súplicas
guá a Dios no s610 como al todopoderoso ayudador de cuan-
30 31
hechas en momentos de angustia por personas que vivían s.imple expresión de des~s eJC~siYaIJ-l~ntehumanos, que
lejos de él. Esta acción compasiva de Dios, sin embargo, no tienen como ~mmnll~strapr:opiaexaltaci6ii YIWestro bien-
es 10 que en buena lógica cabe esperar en la experiencia de eS~!_!e.mPQral..más.queJ-ªYoIYI1tªº YJª~g~ºrta de-biC)s'- En
quienes no están unidos a Cristo. tal caso poco .0 ~a~a cabe esperar de ellas. CorÚenguaje tre-
Pero ¿qué significa estar «en Cristo»? La respuesta es har- mend~ente InCISIVO expuso Santiago esta verdad: «Pedís y
to sencilla. «E-Sla.r».en erisULes pennanecer unidos ª.éle!1 no reCIbís porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites»
(Stg. 4:3).
u_~ªrela(;iº!Lyi!~.Es la relación del discípulo con su maes-
tro, del siervo con su sefior, de la esposa con su marido, del
cuerpo con la cabeza. Jesús misro.o ilustró esa relación me-
diante la doble metáfora de la vilía y los pámpamos (In. 15:
1 ss). La unión de sus discípºlQs con éL~sde tal naturaleza,
tªºJntill1a_Y~fiCª1;~qye.lª. yirtud Y.el pQd~r:·desu ~spíri~
1}~yen. alespíriW de ellºs~apa~itándolos PélI1lllevar fruto
que glorifique al Padre (In. 15:5, 8). Así vivificados por la
«savia» de Cristo, los creyentes permanecen en él y las
palabras que él les ha dado permanecen en ellos iluminando
y modelando su vida. Y es entonces cuando se abren de par
en par las puertas a la oración con sus ilimi!.a~~.-PQ~i.Qi­
lid~~!s; «~}·Jlla.J1ecéis.enmí Y Jllis pal.ab!-a~~fIllan~ce~
en vosotros, PEDID TODO LO QUEQUERAIS y OS SERA
iI.ÉSªº~(JIl. t5:_1). .-
Por supuesto, esta promesa de Jesús no es un taliSE'l~que
el creyente pueda usar a su antojQ para lograr la r<?ali~ªfiQ.n
4e ~~~s s!!s"~~eos. No podemos ~~la segunda parte
da versrculo (<<pedid todo 10 que queráis y os será hecho»)
del factor condicionante de la primera: «si permanecéis en
mí ymis--plilabras"pe-nnanecen en vosotros». plgt:'!J:U:>.Qº~r
de la oración está subordinado a la identificación con Cristo,
de-moaotaI5J!1~."~1janª§-e(~~~te -plde-aigo-·s·~=p~~uiX>Pe
<il!.~º~a_º~!!!od~ análogo a como lo haría CristQ_g estuYieIa
eº.§!1.!~ar. A esto"eqmvaIe,COmo veremos, la frase repeti-
damente usada por Jesús: «Todo lo qt!e..r>idáis en mi nombre»
(In. 14:13, 14; 15:16; 16:24;24"j:-De eSie-mc)dO-Ia"orncióñ
no ess61oÚnQ.trvnegloy-uiia/bend~i~!!; entrafia también una
~nsabilJºª-<!. Perder de vista este aspecto esencial puede
desvirtuar la naturaleza de nuestras preces, haciendo de ellas

32 33
111

Requisitos fundamentales
de la oración

En la Biblia entera, pero sobre todo en el Nuevo Testa-


mento, aparecen claramente las características que distinguen
la plegaria agradable de Dios. Cada una de ellas exigiría un
comeñtiii1o más amplio de 10 que este espacio permite, pero
las exponemos resumidamente.

1. Conciencia de nuestra necesidad


Primordialmente se trata de 'nuestra necesidad de Dios
mismo. Como el salmista, todo creyente debiera poder decir
al Sefior: «Fuera de ti, nada d~~eo enJa_ tierra)d§ª,,:._:u.~~5).
No significa este texto que el anhelo en éTexpresado excluya
necesariamente todo cuanto no sea Dios, sino que ~~~be
ocupar lugar prioritario en nuestra vida, pues es la fuente de
todo bien. No podemos olvidar que mucho más importante
qu~1~_~!!-cE.(;io~e~ __~~_Q_~~_es ..~!!?j-ºIº~J~ .~ri.d.I~Io.ii~~.
~mos satisfechos con él ann en situaciones de privación
terrenal es evidencia de madurez espiritual y el mejor camino
para superar cualquier tipo de frustraciones.
Pero también debemos ser conscientes de los innume-
rables problem~s, c.2.-nfl~ctos y ~~.§_~º_ª~es, tanto t~mp<Jrªl~
como ~!º!.tlales, que ponen al descubierto 10 li"!i!~<!<>. ..~e

~:a~~ifiAi*~~i\~~1irt~TI~i~~!~~J~º~lÜ~~h;~:~~~
Con' sus propias fuerzas, en las luchas de liViaa,mucnas

35
veces saldrá derrotado. El creyente 10 sabe; pero es precisa-
Por supuesto, la obra salvadora de Cristo incluiría mucho
mente el conocimiento de sus limitaciones y de su necesidad
más que el perd6n de los pecados. A esta bendici6n se une
10 que, como ya hemos sefialado, le impele a buscar a Dios
la ~~tau~~i6n deLpe~<!{).~_~<!o~ la comuni6n con Dios en un
y a depender de él. En palabras de !?..:.../\JIllbbarg: <1.ª ºraci~n
es nuestra Declaraci6n de Dependenciadepjos».l Así 10 en- ~nº--º~].~L~cl.ºI)_Q~t.~}:!!2ªliai,JªjJ()_~~~s!~ñ"deuna"ñueva-na-
tendieron los salmistas del Antiguo Testamento, quienes, im-
ty"~~le~-ª_~~l'JrjtY'!1_ªºqll!!1ºa._~!!-_~a experienCia -de "urinuevo
potentes ante la adversidad, buscaban esperanzados el auxilio nacJ-;II11eD!º On,3:3>"~;.2 P~1:4)LJa~H~racI6il."JlerP9(feres­
C@Yl~aI1te delpe;cado.(Jn..&:32__ 36~.6:14 ss), clinicioj¡e
divino. «Aunquejifligid.o yQ . y Jl,e-Cesjtªdo, Yahvéh pensar~
en mí» (Sal. 40:17).
@li"vl~a<!e plel1ltud (J11' 7:37,..3.ª1_.eldºn del Espf.rituSanto
""--.. . Y así 10 entiende el cristiano. (Jn._}"~:}(j,2();16:13-15; Ef. 1:13), lavictoria sobre todos los
p()º~Jes".m'!1igº-º~jM~:J.º:1! ·_~;J};2.2~ ~O} y)ii¡(la eterna
2. En el nombre de Cristo (!.º: 3:15, 16; ~:24), incomparable tanto por su calidad~~-mo
Seis veces, en su discurso de despedida, indica Jesús a sus por su ~rennidad. _ .....~
disclpulos q~e 10 que pidieran al Padre debían hacerlo en su Todos estos-elemen~os de la salvaci6n se hallan implíci-
nombre (Jn. 14:14, 26; 15:16, 21; 16:24, 26), evidencia ine- tos en el nombre de Jesus. Y lo están de modo exclusivo, pues
quívoca de la importancia de este requisito en la oraci6n. «n..9 hay ~tro nomb~ad{) a 10-ª.Jlombreukb¡ijo.Jiel cielo.en
Ello no puede sorprendemos si tenemos en cuenta 1Q-º~(;1siYo e! cual podam~s s~r salvos» (Hch. 4:111.
que el nombre de Jesús es en el plan salvífico de Dios. t n .la expenencla de la comunidad cristiana, el nombre de
El valor insuperable que el Nuevo Testamento otorga a Jesucnsto sería no s610 el centro luminoso de su fe, sino el
la denominaci6n de Cristo está en consonancia con el con- secre~o de su poder (Hch. 3:6, 16; 4:10), la fuente de toda
ceptoque losjiidfostenf.mdel nombre de una persona. Según autondad (l Co. 5:4), el manantial de inspiraci6n para la
ese concepto, enraizado en el Antiguo Testamento, el nombre alabanza (Ef. 5 :20) y para la acci6n: «Hacedlo todo en el
propio era más que un medio para distinguir y designar a un nombre ?el Sefio~ Jesús»J_~ol.:...l:l7). y eñéí--deSCansa-"ple-
hombre o a una mujer; en muchos casos expresaba 10 esencial namente la confianza del 9rante cristiano, pues sabe que
de la personalidad o alguno de sus rasgos más acusados. Este «el ~om?re que es sobre todo nombre~i1. 2:9) implica la
hecho se hace patente en las Escrituras veterotestamentarias. plerutud ~e autoridad que- ~l Padre ha otor~do a SitHijo-y
Cuando se usa el nombre de Dios (shem Yahvéh), éste es la. eficaCia total d~ su obra en calidad de. Mediador entre
indicativo de la gloria de los atributos divinos, del ser mismo DlOS.J'Jºs h9mbres-:-Eñ palabras de Emin3-runñer, Q!§toes
de Dios en toda su magnificencia. «~!!.daI!!~!!.~º!Jªjy-~tifj.~1l_Gjº[D~JªJegitimación.denuestras
Así es también en el caso de Cristo. Jesús, en hebreo oracIOnes». 2 . "---

Yehoshuah, significa «Yahvéh .salYa~ o «Yahvéh es salva- - Sin la mediaci6n de Jesucristo, la santidad de Dios vedaría
f!Q!!.». La raz6n de que sedlera este nombre al hijo de María nues~o acceso a él. Nuestros pecados constituirían uñai)i:
es indicada por Mateo: «Por~~. él salv,!~,!_su 'p'ueblo-º-~_~s rrera mfr~!!.~~le para llegar ante su trono. Nuestra propia
pecados» (Mt. 1:21).

2. E. Bru~er, The Christian DOCtrine o[ the Church. Faith and the


1. David ABan Hubbard, Teach us to pray, IVP, 1983, 13. ConsummatlOn. Dogmatics, m, Lutterworth Press, 1962, 329.
36
37
conciencia<ie indignidad paralizaría todo intento de aproxi- impregnada de reminiscencias mágicas. Pedir algo en el nom-
miciÓñ a Aquel ante quien los serafines cubren sus rost.ros bre de Cristo no significa af'i.adir rutinariamente al final de la
y dicen a voces: «Santo, santo, santo es ~ahvéh de los eJér- <2@E!º-I!J-ª-L~~_~<..T~Jº_.~@!icoiº~ºQ!ic-ª-rnº~ en el nombre
citos; toda la tierra está llena de su glona» (Is. 6:3). y no de..JesÚ~, como si' estas palabras aseguraseñ~ereCtibl!­
cabría por nuestra parte otro pensamiento que el ~xpresado mente la obtención de lo demandado. Esta creencia tendría
_._------_._---:--_._------~

por Isaías en la exclamación que la contemplacIó.n de tal más de paganismo que de cristianIsmo. Como hizo notar
gloria arrancó de sus labios: «¡Ay de mí! ... hombre mmundo Hans Bietenhard, «1os papiros mágicos están llenos de ex-
de labios» (Is. 6:5). De labios y de corazón (Mt. 15:18, 19). presiones que muestran confianza en el poder y eficacia de
Pero «~~_~º_M~iÍj_ªººt~ntre ºio~.y 10$ ~9~b~s: Jesucristº los nombres ... Si un hombre pronuncia el nombre de un dios
hombre» (1 Tim. 2:5). Por su obra propIcIatona en la cruz y luego pide algo, lo pedido se cumplirá por haber pro-
somos perfectamente justificados y santificados (Ro. 3:24- nunciado dicho nombre».·
26; 1 Co. 6:11), y, además, él actúa como nuestro abogado Ninguna ensef'ianza del Nuevo Testamento da pie para tan
(1 Jn. 2:1) e intercesor (Ro. 8:34; He. 7:25; 9:24), co?10 vana esperanza. Orar en.e1nomb~_(l~ Jesús sólo tiene sentido
corresponde a su ministerio de sumo sacerdote estableCIdo verdaº~Iº-..u!l~acia ~~ando, comº ya-~~os-iI!dicado~!ios
por Dios mismo a nuestro favor (He. 8-10). Es sobre la base identificamo~_con Cristo de modo tal que su voluntad viene
de estos hechos que el autor de la carta a los Hebreos hace a¿er nuestra voluntad; cuando nuestros supremos iñtereses
a sus lectores la más alentadora de sus exhortaciones: «Así son los intere.ses..de..su..ReinQ; cuando vemQ.s toJJº_cuaiiiO~on­
que, hermanos, tl?~do enterª-~!!>ertª<i..Q.3.!-ª_~!!!I:~.e_I!~~.Lu­ ciern~ a_I!uestra vigª'-ªJlºest~ ..Q~uns1l1!!f.i~.!.!1!1~~trl!S
g~-~~-!o. por .1ª_~~g!!..<i~~~~.\l_c!L~to, por el cammo nuevo n~~!.º-ªª~~I).lª~~ctiva de los propósitos del Padre a
y vivo qüe él abnó para nosotros a través del velo, esto es, la luz de_ su f.al.!lbra. Salimos (leiSte marco-es-exPOnemos
de su carne, y teniendo un gran sac~rdote sobre la casa d.e a profanar el santuario de la oración. Dicho de otro modo,
Dios, acerquémonos col!.5QIazó!L_~!nceroL en pl~Ilª_C~I!!­ y para resumir: no podemos~ el nombre de Jesús
dumbre de fe-:-:-~~e. 10:19-22). ~iciones que él jamás habría hech9. Estampar ese sello-ro
-Con esta
libe~dycon esa~rtidumQre, el creyente eleva nuestras oraciones implica el sello de su sef'iorío en nuestra
a Dios sus plegarias en el nombre de su Salvad~r, cuy~s mente, en nuestros sentimientos, en nuestras decisiones, en
méritos infmitos las respaldan. Como decía AmbroSIO ~~ MI- la totalidad de nuestra vida.
lán, Cristo «es núestra boca, por la cual. nos dirigimos al
pádre; nuestro ojo, por el cual vemos al Padre; nuestra mano 3. Fe
derecha, por la cual nos presentamos al Padre. Sin ~u me- Desde el punto de vista bíblico, la fe es primordial en la
diación, ni nosotros ni ninguno de todos los santos tiene la oración. El autor de la epístola a los Hebreos afirma enfá-
menor comunión con Dios».3 Orar en el nombre de Jesús..es ticamente: «~~~j!!1.PQ~i!?!~r~ a Dl9.§!..n:!~_..JJ~~
hacer uso de una sacrosanta iñffiiencíii-~rca(ferAI!íiímo. y no son menos expresivos otros textos del Nuevo Testa-
Pero esfc)no'puede
_._---
hacerse
,_.~._-_ ....
a la ligera,
.. ._ _.•..-_-._.. .. _- .. _.
-_.--"'- .__ .,_ ~ ..• ...
-
con una mentalidad
_._---~

4. TheologicaJ Dictionary 01 the NT (Kittel). Eerdmans, V. arto «6noma»,


3. Cito por Calvino. Inst., XX, 21. 250 S.

38 39
mento. Mateo nos transmite una declaración Jnequíyocª- de . ~st~ importante cuestión puede aclararse mediante una
Jesús: «De cierto os digo, que si tenéis fe y no dudáis, no dIstmcI~n fun~amental. fu!~tell <los clas~s d.eduda.. Una que
sólo haréis esto de la higuera [secada por la palabra de 1l()~~~~d~.!?I()~.yotra .que,!()s!l~ya aél. La primera acaba
Cristo], sino que si decís a este monte: "Quítate de ahí y hundIén~onos en la incredulida~, en Ülrenuncia a la espe-
échate en el mar" os será hecho. Y todo 10 que pidáis en ora- ~~ e mclu~o en. la rebeldía. este fue el tipo de duda que
ción, creyendo, 10 recibiréis» (Mt. 21 :21, 22). Estas palabras mduJo a los IsraelItas salidos de Egipto a la desobediencia.
venían a ser una ratificación de las dirigidas al centurión de Empezaron preguntándose: «¿Está Dios entre nosotros o
Capemaúm: «Como creíste te sea hecho» (Mt. 8: 13). San- n??» (Ex.. 17:7). Al aumentar las dificultades, la duda se acre-
tiago, refiriéndose al hombre carente de sabiduría, escribe: CIenta y sIembra en ellos una idea fatal: «¿No nos sería mejor
«Que la pida a Dios... , pero pida con fe» (Stg. 1:5, 6). Es volvemos a Egipto?» (Nm. 14:3). Y, en efecto, aunque lite-
que los logros de la fe, comose-atestiiua en Hebreos 11, ralment~ no regresaron a la tierra de su anterior esclavitud,
pueden ser ilimitados. en espíntu fueron des~rtores rebeldes a Dios. Resultado final:
Este requisito -la fe-, a la luz de los textos apuntados, la duda los destruyó. Esta es la duda condenada por Santiago.
puede parecer difícil. No todos los creyentes somos capaces En el segundo caso, l~~~aesun acicate.que~l!eveal
de confiar, a semejanza de Abraham «en esperanza contra C~~!1~.ª..~\l.s~~.cººmªy-ºL~dorJ.ª.ªYl!ºª _.<!el Sefíor. Éstá
esperanza» (Ro. 4:18-21) cuando las circu!lst~cia~~n ad- fue la expenencIa de Juan el Bautista. En la amarga soledad
versas y no se ven c~i!l-º~ de s.~i<!; A menudo, el creyente de ~u enc~elamiento, desconcertado por la actuación de
experimenta que 10 predominante en él no es la confianza, Jesus, empIeza a dudar de su mesianidad. ¿Era realmente «el
sino el temor y la duda. Calvino, buen conocedor <re1a-nafil- que había de venif», el Cristo, o habían de esperar a otro?
raleza humana, fue bien consciente de esta realidad, «Innu- ¡Pregunta tot:turadora! La reacción pudo haber sido total-
merables ejemplos» -escribía- «se dan en las Escrituras, de mente negativa. Juan pudo haber llegado a la conclusión de
los cuales se deduce que la fe de los santº.LestáJ~..f!!~n­ que un Mesías J>?deroso: capaz de obrar los más grandes mi-
t~~~!!lezclada co,!}as d~-y-~itada J?O~~llas, de modo lagros, que penmtía el tríunf~ de la injusticia y no le liberaba,
que en el ~cicio..de la fe y la esperanza muestran, sin em- no podía ser ~l Mesías auténtIco. Pero el Bautista no pennitió
bargo, fi~º-~de jncred.uli<!ad.»5 Y es precisamente esto 10 que la perplejIdad le arrastrara por este camino. Y 10 que hizo
queSantiago, a continuación del texto antes citado, condena fue lle.var su duda a Jesús mismo mediante dos de sus dis-
tajantemente: «... no dudando nada, porque el que duda es cí~ulos (Mt. 11:2 ss). Con toda seguridad, la respuesta de
semejante a la ola del mar, que es arrastrada por el viento y Cnsto desvaneció la incertidumbre del precursor. El resul-
echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre que tado final de la duda fue el fortalecimiento de la fe.
recibirá cosa alguna del Sefíor» (Stg. 1:6, 7). Esta aseveración . H~amos en los evang~lios .otro ejemplo nOIll~ºospa­
¿no cierra las puertas a la esperanza de que Dios escuche las tétIco:, el del padre de un epIléptIco endemoniado. El hombre
oraciones de la mayoría de sus hijos? Porque son -somos- había oído hablar de Jesús y sus prodigios de curación.
mayoría las víctimas de la duda. ¿P?dría sanar tam~ién a su hijo? Pero su caso... ¡era tan di-
fíCIl! E~ c0Il!prensIble que dudara; sin embargo, la duda no
1~ ~a~I~a. El acude con su hijo al encuentro de JeslÍs.. Va-
5. Calvino, Inst. XX, 16. _~~I~l.do. Su alma es un campo de batalla entre la fe yIa
40 41
incredulidad. Pero va, y con lenguaje desgarrador expone reconocer su incapacidad e ir a Jesús ... La duda, por otro la-
tanto la necesidad del muchacho como su propio conflicto do, es una angustia, un dolor, una debilidad que a veces afec-
interior. Con acento angustioso clama: «Si puedes hacer algo, ta a nuestra fe. Podríamos, pues, llamarla fe dolorida fe
ten compasión de nosotros y aYÚdanos». Jesús le dice: ~.~~ angustiada, fe sufriente, fe atribulada. Esta enfermedad d~ la
puede~c~l', tºdoespºs!ºl~paJ.Cl __~Lgl.!~_~r~. ~ .Al ins~nte, fe puede ser ?1ás o menos ~nosa, más o menos prolongada,
efpadre del muchacho grita: «~Q....Y.eD eI1-ªº2tl11º<1_~ __ rnlPO- como cualqUier otra dolencIa. Pero si podemos verla como
ca fe.» Y Jesús sanó a su hijo (Mc. 9:14-27). hª--º:t!<1_,!,la un sufrimiento que gravita sobre nosotros, perderá su aguijón
gran"dosis <le jI1.c~edulidacl m~Z91-ª<l_ª_~º1l1(lJ:~,}!ºhªº!a.I1_§.i:. de angustia y confusión.»?
qºi-~pedimentopara que la oración de aquel hombre tuvles_e .y cuando la fe, pese a todas sus dolencias, nos lleva a
l!resm!~!ilª_al}slªQ.a. . Cnst~, se r~bustece. ~!.J?..ri_ncjp_aLsecretode.su_ vigori~ª_cjón
Gracias a DjQs. laefic~cia <1~I1!1es.tr~ or.aclon~s I1.0 _c!.e- e.s._~!.':~fQ-;-rnl~rnº--~IL<;.UYº-JlºJJ1bre-ºr.amos::-+..sucomp.a~6n
pende-deía intensidad o de la .pureza de nuestra fe, sino de y~lU!l!!llSteJjQ_ de.-intercesjºILª_[ªYºr<1~Jº§~uJ'os(He .. 2:
que, pese a lo débil de nuestra confianza, acud!lIl()s apios, 17; j:_~1-:J.º;_Jº~ ~7). Fue esta intervención intercesora 3e
«iLtrono Mlagracia,paf!l_~~~armisericordia y h~ar Jesús lo que salvó la frágil fe de Pedro del naufragiO (Lc.
~~~~i~~¡~~iin~~%rii()Jfiia-~~;~~~6~~~~s~:r:d 2~:31, 32). Yes su mediación lo. que garantiza~__~~E!i­
~nto d~Jod~ sus.p~mes~s ~lativa~~-¡~~o~ón. Asegura
bíblica y que sepamos discernir adecuadamente tanto el sig- la .favorable dlsposlclOñae Dios. «PediréiS en mi nombre
nificado como los efectos de la fe, de la incredulidad y de ~lce el Sefl.or-, y no OS digo que yo rogaré al Padre por vo-
la duda. Cualquier idea errónea al respecto puede fácilmen- sotros, pues ~l Padre 1l!Jsmo O~---E..Qn. 16:26,27). Siendo
te conducimos a la confusión.. y al de~l!1:!eI1.!O---:. esto ~í, resulta mucho más fácil confiaren lo-<lidio-por Jesús:
Lo que llevamos expuesto podría resumirse con una frase «Eedld y se os dé!~,á, !.?-l!~~ªºY.h-ªUilréis, ~ªº)'_s~ºsªbrirá;
del profesor O. Hallesby: «L~ ese~~a d~e es ir a C~sto,., PQ.f9lle jQdº--ªq~~J.~:t!~-P!ºeJJ~-cj~; ~Lqu_eJ)usca,. ba.Üa~i.aj.
frase que él mismo completa al aftadir: «Esta es la pnmera, ~lle_ll~a. se l~ab1"!!á. ¿Quéhombre.1layentrevosotms -QUe.
la última y la más segura indicación de que la fe está aún Sl_ S!1Jilio lePlde.pan.J~darál1napiedra? ¿Qsi .le pide un
viva.» «Tenemos fe suficiente cuando en nuestra impotencia pe~~ª<1ºJ~djlr~ !llla.~erpjente? Py~s_-si vosotro~-, ami sleñdo
nos volvemos a Jesús... La impotencia-se-oonvférte -en-ora-= n:t'!1()s.s(lbéi~délt: buenas _d~~iv~ a vuesiros hijos:-¿cuáiíto
ción ~\.landº J1º~J~j!igimos-)~Jes\iS-_Lh-ªºI311]~Jran.fi"y. "!ás vuestro Padre que está enJos cielos dará cosas buenas
confradamente
creer~;6
con él -----------------------------------
...- --------- acerca de nuestras necesidades. Eso es aJº~Jl!l_~~_~U~J'!º~~1! __{Mt.7:1--1l).... - --.. _.-
íd ~_~L~<!i-<::.!l'!_~.~!!i~.!1.1l!º~deque-..nues.tra._oraci6n serL
- No menos iluminador es lo que el teólogo noruego escri- o--a;_IlQJ~n_un~ ca.j)acidadde fe extraordinaria.sino.en Jas~
be acerca de la incredulidad y la duda: «La incredulidad es p~e~~º~_!?!~~s~g~~bra_y.!va Ly.!'-'!.ficac,tQta. la cual
un atributo de la voluntad y consiste en la negativa del nos asegura Vida y vlctona frente a todos los temores con-
hombre a creer, es decir, el negarse a ver su propia necesidad, gojas y tribulaciones; incluso frente a la misma mue~. Así

6. O. Hallesby, Prayer. IVF, 1951, 23. 7. Hallesby, op. cit., 24.

42
43
lo entendía Lutero y así lo confesaba: «Esto debemos con- rebeldes (Am 4:4-6; 5:21-25). El culto se convertía en abo-
siderar en la muerte, en los abismos, en las dudas. Tengo la minación (Is. 1:10-14). Esta falsa religiosidad era un insulto
palabra de que he de vivir, por más que me pueda estar a ~ios. Con ella se pretendía ganar el favor divino sin ne-
amenazando la muerte ... Muerte o no muerte, el Sefior me cesIdad de renunciar a la iniQl1idíld. Esta inconsecuencia ab-
ha prometido que viviré y en eso creo». Este vibrante tes- surda forzosamente había de provocar la indignación y el
timonio puede ser asumido por todo c~yen~ no sólo an!e ~pudi? por parte de Dios. Y para las plegarias de esta
gente
las sombras de la muerte sino en toda SItuaCIón de angustIa hipócnta sólo habría una respuesta: el silencio divino. «Cuan-
o de oscuridad. A Helmut Thielicke, la última frase citada do extendáis vuestras manos. yo esconderé de yosotroSlñis
de Lutero, «yen eso creo», le sonaba como una d~cisión: ojOs; asimismo cuando multipliquéis la oración. yo no oiré»
«¡Ahora basta! Dios sale responsable de lo que ha dIcho ~, (~s. 1: 15). La piedad genuina del pueblo de Dios tenía
que
por consiguiente, también de mi fe. Pue~ a mí se, ~e obnubI- ajustarse a las pautas dadas por Dios. Miqueas las resume
la todo y en especial mis buenos proPÓSItoS. Lo UOICO se~ro admirablemente en lé! descripción que hace del pleito de
es su palabra: "Vivirás". Yo me juego todo a esa carta. DIOS Yahvéh con Israel: «Oh hombre: te ha sido declarado lo Q\le
afirma que la tiene en la mano. Por tanto él es el responsable. es bueno y qué pide Yahvéh de ti: solamente hacer justicia.
En su nombre me lanzo a la noche esperando caer en las amar misericordia y Caminar humildemente ante tu Dios»
manos de Dios».8 (Mi. 6:~). La desobediencia deliberada y persistente rompe
Este salto puede darlo, incluso, el creyente más débil. y todo vínculo de relación con Dios y reduce la oración a una
una vez lo ha dado, ¿quién lo arrebatará de las manos del farsa abominable. .
Padre? El mensaje del Nuevo Testamento confirma esa verdad.
El valor de una súplica a Dios no depende de que se invo-
4. Obediencia
que el nombre de Cristo diciendo con vehemencia: «¡Sefior.
Sefior!», sino del cumplimiento de su voluntad (Mt. 7:21).
Ya hemos hecho notar que el Dios de la Biblia es un
Este requisito de la oración es explícitamente confirmado por
Dios justo. La rectitud moral preside todas sus. obra~ '! se
el apóstol Juan: «~ntimos confianza para dirigimos a Dios
impone en todas sus relaciones. Si e~ ~om.bre g~Iere VIVIr en
comunión con Dios y gozar del pnvIlegIO de myocarle en y, además, obtenemos cualquier cosa que le pidamos, por(lue
oración, ha de hacerlo en un plano de comportamiento moral cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agra_a»
(!-Jn. 3:21, 22). ¿Por qué Jesús pudo, dirigiéndose al Padre,
acorde con las santas leyes de Dios. . declar¡u,-: «Yo sé que siempre me oyes» (Jn. 11:42)? Sin duda,
- Ya en el antiguo Testamento observamos que la oraCIón
p?rque también podía decir: «Yo lo que a él le agrada hago
debía ser más que una mera práctica litúrgica. De nada servía
honrar a Dios con los labios si el corazón estaba lejos de él SIempre» (Jn. 8:29).
(Is. 29:13). Los sacrificios y las ofrendas carecían de valor La ensefianza y el ejemplo de Cristo nos presentan la
obediencia a Dios como una ~xigencia absoluta, determinante
cuando eran presentados por personas alejadas de Dios y
de toda nuestra conducta. No sólo nos impone el deber de
cumplir los grandes mandamientos del decálolgo en su as-
pecto literal o externo. Debemos llevar sus exigencias a lo
8.. H. Thielicke, El sentido de ser cristiano. Sal Terrz. 56 s. más recóndito de nuestro interior: a nuestros pensamientos,

44 45
a nuestros sentimientos, a nuestras actitudes íntim~s, invi- ahí ~ue, antes de orar, debamos hacer nuestra súplica del
sibles a los ojos humanos, pero visibles a los de DIos (J:v1t. Salmista: «~xamín~e, oh ~ios, y conoce mi corazón; prué-
5:21 ss). No es suficiente limpiar el vaso por fuera; también bame y c~noce mis pensamientos; ve si hay en mí camino
por dentro debe estar limpio (Mt. 23:25 s). S?lo ~e este mo.do de perversidad y guíame en el camino eterno» (Sal. 139:23,
~. La sincera asunción de este ruego facilitará que,
podremos acercamos a Dios con Rura conclen.c.¡a, fac~or m- pos-
dispensable para asegurar la eficacia en nuestra vida de tenormente, podamos decir: «Si en mi corazón hubiese yo
a~ariciado la inquidad, el Señor no me habría escuchado.
oración (He. iO:22). Mas
. c~rtamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi
El carácter absoluto de la ética cristian~ ~o ~ pierde en
súplica»
(~al. 68:18, 19).
generalidades. Ha de aplicarse en todas las situacIOnes ~rác­
ticas imaginables. El Nuevo Testamento nos ofrece d~s eJem-
plos significativos. El primero. n?s enseña la necesidad de 5. Sumisión a la soberanla de Dios
desterrar todo rencor resentimiento, toda forma de ene- Vivir en actitud constante de obediencia al Padre celestial
mistad. alquier problema de relación a nivel humano debe contribui~á ~n gran manera a que nuestros deseos y
su vO..:-
resolverse cristianamente antes de presentamos delante de luntad comcl~an, lo que asegurará una respuesta positiyít a
Dios (Mt. 5:23, 24). Las palabras ~e Jesús, recogidas .por nuestras oracIOnes.
Marcos, no pueden ser más explícitas: «~uando .estéis. .. . En algunos casos, creyentes dotados de especial J!t'rcep-
orando Perdonad lo que tengáis contra otros, para que ~­ clón y sensibilidad espiritual llegan a tener una certeza casi
bién ~eSiro Padre celestial os rdone vuestras cul as» absoluta de que 10 que piensan y hacen corresponde plena-
(Mc. 11 :25). y aún son más enfáticas las frases que en e~ mente a la intención divina. Hallesby recuerda al respecto
mismo sentido hallamos en el sermón del monte: «Porqu~ SI una anécdota de Lutero. Un amigo de éste, Federico Miconio,
perdonáis a los hombres sus o~ensas, os. perdonará t~blén se encontraba g~vemente enfermo. Todos -y él mismo - pen-
a vosotros vuestro Padre celestial; pero SI no perdonáis a los saban que monría en breve. Miconio .escribió una carta de
hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará desP:edida al gran reformador alemán. Y Lutero respondió in-
las vuestras» (Mt. 6:14, 15). mediatamente en los siguientes términos: «Te mando en el
El segundo ejemplo se refiere a la ll!!,Ilonía conyu~ .(1 nombre de Dios que vivas, porque todavía te necesito en la
P. 3:7). El apóstol Pedro ha esbozado algunos rasgos dlstm- obra de ~formar la Iglesia... El Sefl.or no permitirá, mien-
tivos del matrimonio cristiano y concluye exhortando a los tras yo Viva, que lle~e a mí la noticia de tu muerte, sino que
maridos a comportarse con CQ!Ilprensión y delic ade1a en la hará. que me sobreVivas. Esto es 10 que estoy pidiendo en
relación con sus esposas. El cumplimiento de esta ex~or­ oración; esto es mi vo~untad, y mi voluntad sea hecha, porque
tación no se deja al libre arbitrio de ellos. Es un deber me- busco solamente glonficar el nombre de Dios.» Miconio ya
ludible para el mantenimiento de la vida.espiritual de ~bos había perdido el habla cuando le llegó la carta. Pero pronto
cónyuges parti~ularmente para la eficacia de sus oracIOnes: se recuperó y, en efecto, ¡sobrevivió a Lutero tres meses!'
«Así podréis orar sin obstáculos». Por supuesto, una pretensión de certidumbre absoluta
Los ejemplos citados son suficientes para mostramos el
imperativo de una obediencia integr~ si quere~o~ tener la
seguridad de que Dios oye y acepta nuestras peticiones. De 9. O. HaIlesby, op. ciJ., 103.

46 47
respecto al conocimiento de la voluntad de Dios tiene sus carne. Ésta les fue dada en abundancia, pero la satisfacción
riesgos, sobre todo para quienes no poseemos la talla espi- de .su apete!1cia se convirtió en heridora plaga (Nm. 11).
ritual del padre de la Reforma. Es muy posible que aun en <<Q.IOS les dIO 10 que pidieron, más envió mortandad entre
losmomentos de mayor discernimiento y de más íntima co- ellos» (sat. 106: 15).
munión con Dios tengamos ideas eguivocad~ acerca de su Aun peticiones aparentemente piadosas pueden ser eITÓ-
voluntad y que, como consecuencia, hagamos peticiones con- ~ y, por tanto, Lnconvenientes. Con toda seguridá<[eñ
trarias a ella. En tal caso no debemos ~r esperando que muchas ocasiones el Señor podría responder a nuestras
el Señor nos conceda 10 que le solicitamos. ~i él nos niega demand~ con las mi,smas palabras que dirigió a Jacobo y
10 que le pedimos no 10 hace arbitrariamente, sino porgue Juan, qUIenes, por labIOS de su madre, solicitaron los puestos
tiene para nosotros propósitos superiores a nuestros deseos. más weminente§ en el reino celestial: «No sabéis 10 que
é.Qmo Padre amante. jamás nos dará al~ que pueda petiu- pedís» (Mt. 20:22).
dicarnos; ni siguiera nos dará 10 bueno si nos tiene reservado Si Dios otorgara todo cuanto los hombres le piden. el
10 mejor.
Esta deducción es lógica. Incluso algunos pensadores
~ultado ine~table sería el caos total. Entre los antiguos
b~~os era conocida la anécdota de una madre que tenía dos
rn-
paganos la expusieron con gran lucidez. Según Calvino, hiJOS; uno de ellos era jardinero; el otro, alfarero. El primero
«Platón, observando la ignorancia de los hombres al presen- JX:día a su madre: «Ora a Dios para qu0-llueva y así se rieguen
tar sus súplicas a Dios, las cuales, en caso de ser concedidas, mIS plantas». El segundo le. decía: «Madre, pide a Dios que
les resultaban con frecuencia sumamente perjudiciales y luzca el sol para que se sequen mis vasijas». ¿Era posible
señala como el mejor método de oración la siguiente plegaria complacer a ambos? No es menos conocido el hecho de que
tomada de un antiguo poeta: "Rey Júpiter, danos aquellas en muchas guerras los dos ejércitos contendientes han ele-
cosas que son óptimas, tanto si te las pedimos como si no; vado sus preces al Altísimo pidiéndole la victoria. Si Dios
pero ordena que las malas se mantengan lejos de nosotros, hubiera. obrado de acuerdo con estas oraciones, las fuerzas
aun a pesar de que te las imploremos." Y ciertamente la sa- combanentes de ambos bandos habrían sido aniquiladas. No
biduría de aquel pagano se hace patente en este caso, ya que le faltaba razón al poeta americano H.W. Longfellow cuando,
considera muy peligroso suplicar al Señor que satisfaga todos en una. ~nversac~ón de sobremesa, exclamaba: «¡Qué di-
los dictados de nuestros apetitos».lO í. .'\ sonanCIa IntrodUCIríamos en el universo si todas nuestras
No; Dios no puede -no debe- acceder ~ nuestras plegarias fuesen contestadas! Entonces seríamos nosotros
súplicas de acuerdo con nuestros deseos. : quienes gobernaríamos el mundo y no Dios. ¿Y pensáis que
No faltan en la Escritura ilustraciones de 10 desastrosa 10 gobernaríamos mejor? Siento dolor cuando oigo oraciones
que puede ser la concesión de peticiones inspiradas en..!!!!: largas, pesadas, de personas que piden no se sabe qué. Como
biciones malsanas. Lot pidió a Abraham las fértiles planicies las mUjeres asustadas se asen a las riendas ante el peligro,
de Sodoma. y las obtuvo... para desgracia suya y de su así n?s aferramos al gobierno de Dios con nuestras súplicas.
familia. Los israelitas, hartos de maná, irritados. pidieron ¡~CCI?n de g~c~as con un corazón henchido... y el resto
~o y ~ón a la voluntad divina!».ll
1O. Calvino, Inst. XX, 34. 11. Cit. por H.E. Fosdick, The meaning o[ prayer. Fontana, 136.

48 49
Muchas veces hemos alabado a Dios porque nos ha con- humanos! Por eso no le fue apartada la copa Y Jesús sufri6
cedido lo que le habíamos demandado. Algún día le bende- y muri6. Así estaba determinado por la soberanía de Dios.
ciremos por no haber aceptado algunos de nuestros ruegos, Pero en la manifestaci6n de esa soberanía estaban incluidos
pues su negativa encerraba una mayor bendici6n. Elocuentes no sólo «los sufrimientos de Cristo» sino también «las glorias
ejemplos bíblicos confirman esta verdad. que vendrían tras ellos» (l P. 1: 11). Al atardecer infausto del
Elías, en un momento crítico de su ministerio, pidi6 la «viernes santo» sigui6 el radiante amanecer del domingo de
muerte. Dios no s610 prolong6 su vida hasta la consumaci6n I?!s9!a. A la cruz y el sepulcro sucedi6 la resurrecci6n. Jesús
de su obra, sino que lo arrebat6 sin que la muerte hiciera presa era, sin duda, consciente de la enorme trascendencia de su
en él. La negativa divina a la petici6n del profeta dio lugar hora en Getsemaní y entendía que lo importante, lo decisivo,
a una manifestaci6n gloriosísima del poder y la gracia de Dios n.o era la sati.sf~cci6n de un deseo humanamente legítimo,
(l R. 19:4; 2 R. 2:11). smo el cumplImIento de la voluntad soberana, siempre sabia
Marta y María rogaron a Jesús que fuese sin demora a Y.. ~~éfica, del Padre celestial. Por tal motivo, a su primera
Betania para sanar a su hermano Lázaro, gravemente en- petlcl6n (<<aparta de mí esta copa») aftadi6 una segunda:
fermo. Pero el maestro, «cuando oy6 que Lázaro estaba «pero no s~ !taga lo que yo quiero, sino lo que tú quieras».
enfermo, se qued6 dos días más en el lugar donde estaba» La sU~ISI6n a la soberanía de Dios libra al creyente de
(Jn. 11 :6). Y el paciente muri6. La petici6n de las dos her- la frustracl6n y resuelve el problema de «la oraci6n no con-
manas había sido denegada; pero no porque Jesús fuese indi- testada». Quizá no podrá evitar la perplejidad ante las apa-
ferente al drama ciüe vivía la familia de Betania, sino porque ~ntes faltas. d~ respuesta; pero no caerá en la qecepci6n ni
había de manifestarse de modo mucho más impresionante la luzgará precIpItadamente el gobierno de Dios. No dirá: «He
gloria de Dios: Lázaro, a quien Jesús rehus6 sanar, difunto pedido a mi Padre pan y me ha dado una piedra». No se hun-
ya, fue resucitado. Vali6 la pena que la súplica inicial de dirá en el desaliento pensando que su oraci6n ha sido en va-
María y Marta no fuese contestada conforme a lo que ellas no. Mas bien, a semejanza de María, madre de Jesús, en las
esperaban. bodas de Caná, ante la negativa inmediata del Sei\or (como
Pablo había orado repetidamente pidiendo a Dios que le en aquel caso, puede ser incluso hiriente -Jn. 2:4), esperará
librara del «aguij6n en la carne» que le afligía y humillaba. su úl~ma palabra. y su decisi6n final seguro de que en éstas
No hubo tal liberaci6n; pero Dios le concedi6 la gracia su- no dejará de mamfestarse su gloria (Jn. 2:11). Su fe no sólo
ficiente para convertir su espina en manifestaci6n del poder se mantendrá; saldrá acrisolada. Será, como indicara P:r.
de Dios y en bendici6n, para él mismo, primeramente, y para Forsyth, una fe «segura de que Dios dice "No" con el espíritu
millones de creyentes, después (2 Co. 12:7-10). del "sr' que da o niega siem re en CristO»12 lo al aran-
El ejemplo supremo lo hallamos en el Sei\or mismo. tiza respue~tas regt as por un amor insuperable.
Cuando en Getsemaní se inicia la primera fase de su pasi6n, Así debl6 de entenderlo Pascal cuando escribía una de
a s610 unas horas de la cruz, con todo lo que ésta representa- sus oraciones más profundamemecristianas: «S610 Tú sabes
ba, Jesús ora: «Abbá, Padre; todo es posible para ti; aparta lo que es bueno para mí. Haz, pues, lo que te parezca mejor.
de mí esta copa» (Mc. 14:36). ¿Podemos imaginamos lo que
habría sucedido si Dios, en respuesta al clamor de su Hijo,
lo hubiese librado de la muerte? ¡Adi6s salvaci6n de los seres 12. Cito por O. Wyon, Prayer, 86.

50 51
propia vida. Dios, que en su providencia no se desentiende
Dame o quítame; conforma mi voluntad a . - de las necesidades individuales de cada uno de sus hijos
@me que, con humilde y perfecta sUlI~.isi6n. y en santa QQn- (Mt. 6:25 ss; 10:29, 30), aLctúa dentro del marco amplísimo
fianza reciba las 6rdenes de tu rovIdencIa eterna' ue de su providencia general, conforme a los propósitos que tie-
p!e a' adorar por igual todo lo que me venga de ti. Por ñe respecto a su pueblo y al mundo entero y al desarrollo de
Jesucristo nuestro Señor. Amén.»l3 los mismos en el curso de la historia. No podemos hacernos
~ creyente debiera hacer suya esa plegaria. una t~a centrada en nuestros intereses o anhelos par-
ticulares. El gobierno divino del universo obedece a razones
6. Perseverancia infinitamente más amplias, más sabias y, en último término,
Es frecuente la experiencia de la persona que ora durante más benéficas para todos.
un tiempo con una petici6n concreta. Lo ~ace persuadida ~e Somos Immensos a la impaciencia. Lo que deseamos qui-
que el objeto de su oraci6n es razonable~ Justo, no contrano siéramos obtenerlo de modo inmediato. Razón tenía el Se-
a la Palabra de Dios. Surge de una neceSIdad o de un anhelo ñor cuando dijo a sus discípuÍOs: «Vuestro tiempo siempre
tan legítimo como intenso. Una respuesta positiva a esa ora- está presto» (Jn. 7:6). Siempre el «ahora» nos parece la hora
ci6n puede significar el robustecimien~o de la ~e del or~nte oportuna. Pero muchas veces, como en la ocasi6n en que
y un enriquecimiento espiritual de s~ VIda. InspIrará gr~tltud pronunCló esas palabras, el Señor tiene que añadir: «Mi
y un propósito firme de servir a J?IOS con mayor. fide~Idad. tiempo aún no ha llegado» (Jn. 7:6a). Su hora era la hora de
Pero transcurren días, meses, años mcluso, y todo SIgue IgUal. Dios.
Dios no responde. Habacuc fue uno de los espíritus torturados por el silen-
En algUIlas situaciones este silencio de Dios puede hacer- cio y la aparente inacci6n de Dios (recuérdese el texto citado:
se amargamente angustioso. Y la petici6n se convierte en.!Yr- Hab. 1:2). No podía comprender este f"n6meno. Los hechos
baci6n y queja: «Dios mío, clamo de día y no respondes; y parecían P!!&!!!f con la justicia, la soberanía y la fidelidad de
de noche, y no hay para mí reposo» (Sal. 22:2). «¿Hasta Dios (Hab. 1:3-17). Pero el problema de su fe se debía a la
cuándo, oh Señor, clamaré y no oirás?» (Hab. 1:2). La espera inmediatez de su visi6n hist6rica. Si hubiese contemplado
prolongada puede producir ~mo, ~cio, decepc i9n . los acontecimientos con los ojos de Dios, en el contexto dila-
Finalmente, en muchos casos, el creyente acaba callando tado de la historia de la salvaci6n ensamblada en la historia
también, dejando de orar. , del mundo, su problema se habrla resuelto. Afortunadamen-
Esta decisi6n puede parecer natural y casi justificada, pe- te, Habacuc lleg6 a comprender que necesitaba una visi6n
ro no es correcta. Revela miopía espiritual. incapacidad para diferente: la visi6n de Dios. «Estaré en mi puesto de ardia
entender el concepto divino del· tiempo. Nosotros tenemos y sobre 1 ti rtaleza afirmaré el ie, vel ar ver, o ue
nuestro sistema cronol6gico y nuestra propia valoraci6n de Dios me diJ! y .Qué responderá a mi queja» (Hab. 2: 1). Y la
los días y los años. Para Dios «mil aftos son como un día y respuesta lleg6: «Aunque la visi6n esIá aún I?Qr cumpl.irse a
un día como mil años» (2 P. 3:8). Por otro lado, juzgamos ~ tiempo, se apresura hacia el fin y no defraudará; aunque
nuestras situaciones según la limitada perspectiva de nuestra taroe. espéwo, POfQJ1e. sin duda. vendrá y no se retrasará»
(Hab. 2:3}. ~
Ciertamente Dios jam~efraia a quienes confían en él
13. Cit por H.E. Fosdick, op. cit., 74.
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52
(Sal. 25:3). ,Pero no siempre obra con la celeridª<! con que Además, la per:severancia en la Qraci6n suplicatoria, cuan-
sus hijos desearían. Ni del modo que ellos esperan. Agustín d~ la fe se m~tlene esperanzada, aviva la comuni6n con
cuenta en sus Confesiones la patética experiencia de su madre DIOS. Es.a oracl~n no es una petici6n que se lanza al espacio
M6nica, empefi.ada en disuadirle de su decisi6n de abandonar con desttno al Cielo. Es la Qresentaci6n personal del creyente,
Cartago para ir a Roma. La santa mujer pedía a Dios «con con su anhelo o su necesidad, delante del Padre. Es una com-
copiosas lágrimas» que impidiese la navegaci6n de su hijo. ~recencia ante el trono de la gracia, impregnado en san'tidad
Pero todo fue en vano. Agustín parti6 de noche furtiyarneute,
arrebatado por sus «mundanas codicias y deseos». El senti-
:1
y amo.r. Llegada ~ma.a esta estera, aquello que fue objeto
y ~OtIVO de l.a supltca pierde gran parte de su peso original.
miento de frustraci6n de M6nica al descubrir la huida era Su Impo~ancla ~e. ucho más trascendental que lo que
irreprimible. Y sigui6 orando, pero con la amargura de la de- se ha .pedldo a DIOS es Ojos mjsmo. Llegar a esta conclusi n
cepci6n. El contenido de su oraci6n en este trance lo expresa constttuy~ lo más PTQWPdo y. ~riquecedor de la oraci6n. Así
Agustín con estremecedor realismo: «Mi madre, a la mafi.ana lo entendl6 Oswald eKa~ «El significado de la oraci6n
siguiente, hacía extremos de dolor y clamaba a Vos con que- es que nos asirnOS de Dios, no de su respuesta». Y el poeta
jas y gemidos de que Vos al parecer no hacíais caso».14 Pero y pastor escocés George Macdonald ilustró esta verdad con
Dios no era indiferente al clamor y el llanto de su sierva. A su ~~bitual ingenio: «El hambre puede obligar al muchacho
su debido tiempo, según los pensamientos y por los cami- fuglttv~ a qu~ regrese a su hogar, y puede que encuentre o
nos de Dios, siempre más altos que los nuestros (Is. 55:9), no comida.; pero lo que más necesita es su madre, no la cena,
Agustín llegaría a convertirse de modo maravilloso y a ser L,!i comum6n con Dios es la necesidad del alma que excede
una de las figuras más prominentes en la historia del a toda otra neces~ad ... Cuando en todos los dones le en-
cristianismo'. contramos a él, en él hallaremos todas las cosas»,lS
La respuesta de Dios, si lá tici6n es conforme a su vo- Realmente vale la pen~ «orar y no desmayar».
.
lunta ,llegará en e momento oportullo. Es, pues, «necesario
orar Siempre y no desmayaT», como ensefi.6 el Sefi.or al referir 7. DIsposición para el compromiso
la paráboladci juez injusto a.c. J8') ss).
Por otro lado, la larga espera tiene efectos saludables pa- L~ oración no ~lo nos introduce· en la presencia de Dios;
ra el alma piado~a. Robustece,la fe y la paciencia, esenciales tambIén nos .asocla a JI. Y nos obli~a. Frecuentemente es
para la maduraci6n espiritual. Por prolongada que !Csulte, nuestra n~cesldad lo que nos mueve a dirigirnos a Dios; pero,
siempre será, en palabras de Pedro, «por un poco de ttempo» en comumón con él. pronto nos son reveladas sus necesidades
y con efectos sumamente beneficiosos: «Para que la prueba y somos reaueridos a sUE.lirla~ para lo cual la oración ocupa
lugar primOñnat., .
de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual pere-
c-e.au~se prueba con fue ID}, se halle qUy resulta en ~n este caso !a oración P,q...e~~ tenet;. i~.~li~lcaciones que
~za, gloria y ~ en la revelaci6n de Jesucristo» (1 P.
po~lblemente no habíamos ,ptenito. Es ,~igroso» orar
1:6, 7). senamente. La respuesta a nuestras peticionesi>uede pasar a

15. C. S Lewis, .George Macdonald: An Anlhology, nos. 91, 92, Cit. por
14. Agustín, Con! Libro Y, cap. 8. O. Wyon. op. cit. 93.

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través de nosotros mismos; puede exigimos una p'articipación que cad~ cristiano y la Iglesia toda se comprometan en la
activa.
--.-. Negamos a ella convierte la oración en una farsa. parte actIva que les corresponde para que el propósito de Dios
Grandes figuras de la Biblia fueron personas de oración, pe- se cumpla: 1\ la plegaria debe unirse la entrega. Después de
ro también de ¡icción. Mencionemos, a modo de ejemplo, a habe~ pedIdo: «Sefior, envía obreros a tu mies», hemos de
Nehemías. La reconstrucción de los muros derruidos de Je- afiadlr: «Sefior, envíame a mí» (Is. 6:8)
rusalén y la reorganización de la vida política el). la ciudad ~a tarea es tan amplia como ardua. Incluye la Qroc~a­
fueron el objeto especial de oraciones conmovedoras. Una maclón del mensaje evangélico, el kirvgma, instando a os
muestra de ellas la hallamos en el primer capítulo de su libro hombres a la reconciliación con Dios, a la fe en Jesucristo
(1:5 ss). Pero Nehemías fue también un hombre ~mpren­ y el seg~imiento en pos de él. Pero el kerygma es inseparable
dedor, a!!ies~ado, intensamente comprometido en la obra por de la. dzako!!!;.a, del ~rvicio abnegado en favor de nuestros
la cual oraba. semeJa~tes, Una vez más el ejemplo del Maestro es ilumi-
La mejor ilustración la ha11amos en un texto de Mateo nador. El «rec?rrfa toda ~a Galilea enseñando ... y predican-
sumamente sugestivo. Ante el ~uadro patético de las mul- do el EvangelIo del Remo», pero también «sanando toda
titudes «extenuadas y abatidas, como ovejas que no tienen enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt. 4:23). Las pa-
pastoT», Jesús siente compasión de ellas. Ve la urgente nece- rábolas d~l buen samaritano (Lc. 10:30 ss) y la de las ovejas
sidad de que sean socorridas. La tarea es ingent~, comparable y los cabntos (Mt. 25:31 ss) confirman la ensefian~á relativa
a la de la siega de vastísimos campos de mies, y los obreros a la responsabilidad social del cristiano en el cumplimiento
para realizarla son pocos. ¿Solución? La apuntada por el de los propósitos salvífic de Dios.
Sefior parece fácil: «Rogad al Sefior de la mies que envíe La provisión ara liT as más grandes necesidades hu-
obreros a su mies» (Mt. 9:36-38). Pero a renglón seguido nos manas es obra de la gracia divina, pero en muchos casos s o
refiere Mateo el llamamiento de l.os doce apóstoles para que llega a manos del necesitado a tavés de las manos mediado-
fuesen a predicar el Evangelio y sanar las dolencias del ras del pueblo de Dio.s. La multiplicación de los panes y los
pueblo (Mt. 10). A la oración debía seguir la misión-:' Del pece.s fue obr~ de Cnsto, pero una vez hubo sido realizado
mismo modo que el activismo no debe excluir la oración, e~ mIlagro a ~Jos de la multitud, Jesús entregó la gran provi-
tampoco ésta debe ser sucedáneo de la acción. sIón a sus dIscípulos para su distribución.
El ejemplo citado tiene un valor'permanente. Seguimos La conclusión de todo lo expuesto es obvia. No podemos
viviendo en un mundo extenuado por los más variados sufri- orar. frfyolam~~e: Lo que pedimos nos compromete. Rogar
mientos: por el ermr,la injusticia, la opresióp,la enfermedad, a ~IOS su bendICIón para que el Evangelio se extienda nos
la frustración, la soledap, la ~e, todo ello consecuencia oblIga a consider~r s~riamen~ nuestra participación en la
del pecado. Y sigue siendo intenso el sentimiento divino<Ie tare~ de la evange.lI~aclón. PedIr que Dios edifique su Iglesia
compasión, pues el amor constituye la esencia misma de la nos Impone la revIsIón de nuestra posición y de nuestro modo
naturaleza de Dios (1 Jn. 4:8): Él quiere que el Evangelio lle- de actuar en la iglesia local.lnterced~en favor de otros para
gue hasta el último rincón de la tierra a fin de poner a dis- que el Sefior l~s ~a, ~le o esfuerce, exige que nos
posición de todos los seres humanos la salvación de todas sus pregu~t~mos SI n? somos nosotros los instrumento~que
miserias, físicas, morales y espiritu~es. Para ello es necesario lo solICItado a DIOS se cumpla mediante nuestra Impat y
ayuda.

56 57
Sin disposición para el compromiso serio, l~ oración no
pasa de ser un simple ejercicio piadoso que fá.cl1mente pue-
de rayar en la hipocresía. Ora et labora (oracIón.y aCCIón). IV
Este binomio es otra de las características esencIales de la
oración cristiana.
La oración y el
.Espíritu Santo

El cumplimiento de los requisitos de la oración que aca-


bamos de considerar no tiene nada de fácil. Y ello plantea
un problema. Nuestra UUIorancia natural, nuestro egocen-
.!!:.ismQ y nuestras debilidades de toda índole .¿no pueóen dejar
sin efecto nuestros mejores deseos de orar «como conviene»
(Ro. 8:26)? ¿Debe esta dificultad llevamos a renunciar a la
oración? La incertidumbre en cuanto a su calidad ¿no anula
toda posibilidad de confianza plena en su eficacia? Este pen-
samiento ya había llevado a algunos filósofos de la anti-
güedad a declarar inútil cualquier forma de petición a la di-
vinidad. Pero la enseñanza bíblica relativa al Espíritu Santo
desvanece la inquietud que pudiéramos sentir al respecto.
En el Nuevo Testamento se observa una estrecha relación
entre la oración y el Espíritu Santo. Fue mientras Jesús oraba
que el Espíritu descendió sobre él (Lc. 3:21,22). El Espíritu
fue prometido a quienes lo pidieran (Lc. 11: 13). El gran acon-
tecimiento de Pe}1t~costés tuvo lugar cuando los discípulos
esperaban ~rseverando unáni'!!.,es «en oración y ruego»
(Hch. 1:14). Los creyentes de la naciente iglesia de Jerusalén
fueron llenos del Espíritu Santo después de haber orado fer-
vQ[Osame¡lte, a raíz de la primera persecución, en demanda
de valor y poder (Hch. 4 :J 1). Al Saulo convertido que estaba
orando fue enviado Anamas para que recobrase la vista y
recibiese la plenitud del Espíritu Santo (Hch. 9: 11, 17). Es
obvia, asimismo, la relación entre las oraciones de Comelio

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y de Pedro y el descenso del Espíritu Santo sobre los primeros espiritual de éste. El Espíritu Santo no es sólo «arras» y
gentiles (Hch. 10). Y es el Es íritu el que mueve al ere ente «sello» de nuestra redención (2 Co. 1:22; 5:5; Ef. 1:13, 14).
a invocar a Dios con el nombre de « P » . , Gá. ~s el Santificad.o~que hace posible lo que de otro modo sería
~, expresión inigualable del testimonio que da a nuestro malcanzable: vIvir confonDe a las exigencias morales de la
espíritu de que somos hijos de Dios (Ro. 8:16) y punto de ~e~ ~e Dios. El conocimiento de la ley divina había llegado
paItiA.a de la plegaria cristiana. - ' ~clalmente a través de la detra» de las prescripciones mo-
Tres textos adicionales merecen especial consideración: saicas; pero todo intento de cumplirla satisfactoriamente se
dos de ellos (Ef. 6:18 y Jud. 20) contienen sendas exhorta- estrellaba contra «la ley del pecado y de la muerte» inheren-
ciones a orar «en el Espíritu». El tercero nos revela la acción te a t~~ ~r humano (Ro. 8:2). Pero en Cristo y por Cristo
auxiliadora e intercesora del Espíritu (Ro. 8:26, 27fen nues- se h~ Imclado un nuevo régimen: el de «la ley del Espíritu
tra vida de oración. :>
de vld~» (Ro. 8:2a) con toda su fuerza liberadora de la vieja
¿Cómo debe interpretarse la expresión «orar en el Es- esclavitud moral, «para que la justicia de la ley se cumpliese
píritu»? ¿Se trata de un tipo especial de oración? Así parecen en nosotros, los que no andamos conforme a la carne sino
haberlo entendido algunos exegetas y teólogos. En opinión conforme al Espíritu» (Ro. 8:4). Nuestra relación con' ia ley
de Michael Green, puede indicar «un tiempo de oración es la que corresponde a nuestra nueva relacióp con Dios: no
p'rofundo, libre e intenso, c~do el Espíritu t0!!la posesiQ!1' y~ la de esclavos, sino la ~~ hijos ~o. ,8:14, 15). Pero pre-
controla y guía las oraciones~ uno puede seguir orando.-Sin clsame~te P.Q!'9~e somos hiJOS de Dios somos «guiados.QOr
¡ircatarse del paso dcl tiero ».1 el Espíntu.de Dio~» (Ro. 8:14) a fin de poder vivir «no se~
Una segunda forma de oración -también según Green- !Lcarne, SI~O segun el Espíritu» (Ro. 8.;9). El Espíritu Santo
es la inspirada por el Espíritu Santo mediante el don de len- es el «Espíntu de Cristo» (Ro. ~:9) y su obra de santificación
guas (op. cit. p. 96). Pero ¿tiene tal interpretación suficiente en el creyente es la de reproducir en éste la imagen de Cris-
base bíblica? to, conforme al propósito de Dios (Ro. 8:29).
En nuestra opinión la acción del Espíritu en ~a vida de Cu~do, .s~gún la exposición de Pablo que acabamos de
oración. del creyente dcQ.e examinarse a la luz de cuanto la bosquejar, VIVimos «en el Espíritu», pensando y ocupándonos
pneumatología cristiana nos ensena· respecto a la obra del «en las cosas del Espíri!!!» (Ro. 8:5b), !!uestra mente es ilumi-
Espíritu Santo en cada uno de los hijos de Dios. Se inicia nada por él. Como consecuencia, nuestros pensamientos, al
su obra iluminando la mente ara hacer sible la c n- Igual que nues~s deseos, ~starán en <:<[""nsonancJi con la
s.!... n de la revelación divina (l en. 2:10 ss): De este modo mente del Espíntu Santo y entonces, lógicamente, cuando
se produce la convicción de pecado (Jn. 16:8), conducente o~e~os, lo haremos «en el Espíritu,., conforme a la voluntad
a(arrepentimiento y a la fe en Cristo. Por obra del Espíritu divma y no según nuestras propias apetencias con frecuen-
de Dios se produce el nuevo nacimiento (Jn. 3:3, 5, 6; Tit. cia ~emasiado carnales. De este modo, en su 'práctica de la
3:5), momento a part!r del cual la presencia y la acción del oración el ~reyente viene a ser, como dijera Gregorio Nacian-
Espíritu en el cristiano son 4.eterminan~s del crecimiento ceno, .«un Instrumento tocado por el Espíritu Santo». Pero no
es un Ins~~nto 1?talmente pasivo. Orar en el Espíritu exige
nuestra .Identtfi~aclón con él, nuestra participación en sus
1. M. Oreen, 1 believe in tlle Holy Spirit. Hodder & Stoughton, 1976,96.
pensamientos e mtenciones. Esta participación está implícita

60 61
cuestión es vital, tanto más cuanto más intesamente vive el
en la ~comunión del Espíritu Santo» a la que se refiere.Pablo creyente su fe. ¿Podemos afrontarla con esperanza de hallar
en su doxología trinitaria (2 Co. 13:13). Así entendida, la alguna luz alentadora? La respuesta la hallamos en la breve
oración en el Espíritu debería ser normal en ~odo c~yen~e y pero profunda exposición que sobre la oración del Esp(ritu
en todo momento, sin necesidad de experiencias cansrnátIcas Santo hace Pablo en Ro. 8:26, 27.
especiales. Y, por supuesto, tendría garantizada la respuesta El texto no es fácil de interpretar, como lo demuestra la
divina. diversidad de opiniones de los exegetas y la superficialidad
Sin embargo, la bendita posibilidad de orar «en el Es- con que muchos comentaristas lo han tratado. Pero en el
píritu» no siempre ~ traduce en realidad. Unas veces porque presente estudio no nos parece lícito soslayarlo o presentarlo
nuestra espiritualidad es raquítica, superada por ,las fuerz~s difusamente, lo que nos privaría de la enorme riqueza que
pecaminosasae nuestra humarndad caída. A semejanza de SI- contiene. Procuraremos, pues, analizarlo con el máximo rigor
món Pedro, no entendemos los pensamientos ~e Dios (Mi. hermenéutico, de modo que la interpretación resulte no sólo
16.:23). Nuestras aspiraciones suelen estar dommadas por lo plausible sino coherente con el conjunto de la ensefl.anza bí-
secular. En la lucha entre el Espíritu y la carne, es ésta la que blica y que, conforme al propósito del apóstol, sea fuente de
arn:enudo vence. Nuestros instintos más rimarios se im - estímulo y consolación.
nen a los dictados e una conciencia iluminada por la Palabra Una exégesis que sólo tome en consideración el texto,
de Dios. Nuestras ansias de placer o <le gloria persO?~"pre.: aislado de su contexto, puede originar más problemas que
varecensobre la acción del E~lrijU Santo, cuy~ ml~lón es respuestas. A primera vista la aseveración «qué hemos de pe-
glorificar a Crist() _Q~J6:ill .. dir como conviene no lo sabemos» puede parecer perfec-
-- btras veces nuestra oración, por elevada que sea nuestra tamente comprensible y de aplicación general. Pero tal idea
posición espiritual, 1}9 sintoniza con el ~spúitu, pues nues~a ¿no está en abierta contradicción con numerosos textos
más profunda necesidad y el pl~ de DI~s ~s~cto a la mis- bíblicos que no sólo nos indican aquello que puede y debe
ma escapan a nuestra comprensión. Las lImitaCIOnes de nu~s­ ser objeto de oración, por ser acorde con la voluntad de Dios,
tra mente subsisten pese a la acción esclarecedora del Espíntu sino que inspiran gozosa confianza en el orante? Al «no
Santo. No son pocos los momentos en los que, como vere- sabemos» de Pablo en este pasaje podríamos oponer el
mos, aun deseando sinceramente orar conforme a la vol?Otad «sabemos» de Juan: «y ésta es la confianza que tenemos ante
@ Dios realmente no sabemos hacerlo «como conviene» él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él
(katho del) (RO: 8:26). Lo desconcertant~ de. las ci~uns­ nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que
tancias, la complejidad de nuestro mundo mtenor, lo Ignoto le pedimos, sabemos que tenemos las peticiones que le ha-
de los desigIrlos divinos respecto a aspectos. puntu~es de yamos hecho» (1 In. 5:14, 15).
nuestra vida o .en un plano mucho más amplIo- los pensa- ¿Acaso se refiere Pablo a alguna oración de carácter muy
mientos divinos que rigen la providencia y la historia de la singular? Consciente del problema que la frase paulina en-
salvación (Ro. 11:33) nos dejan sumidos en la perplejidad. cierra, KUsemann opina que sólo es explicable asumiendo
En tales situaciones podemos orar, y oramos, pero lo hacemos que el apóstol tenía en mente el fenómeno de la glosolalia
con incertidumbre. en la iglesia, fenómeno que, según el teólogo alemán, evi-
Si esto es así, como algunos se han preguntado, ¿vale la
pena orar? Nuestras súplicas ¿no son palos de ciego? La
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denciaba profunda debilidad e ignorancia. 2 Pero la interpre- tros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro
tación de Klisemann carece de base novotestamentaria sólida. cuerpo» (Ro. 8:23). Nos duelen los sufrimientos físicos; nos
Más aceptable es, a nuestro juicio, la sugerencia de C.E.B. atonnentan nuestras debilidades morales y espirituales; nos
Cranfield, quien ve en el problema expuesto una de las fre- acongoja el cúmulo de males que afligen a la humanidad, las
cuentes paradojas que hallamos en los escritos de Pablo. 3 calamidades naturales, las guerras, la opresión de innume-
Éste, al igual que Juan, tenía ideas claras respecto a lo que rables seres humanos, el sinfín de injusticias e inmoralidades
se debe pedir, como lo demuestran sus propias oraciones re- que hacen de este mundo antesala del infierno.
gistradas en sus cartas. En ninguna de ellas hay sombras de Sí; también nosotros gemimos con el resto de la creación.
ignorancia o inseguridad. Es, pues, realmente paradójico que Pero con una diferencia: gemimos con esperanza (Ro. 8:24),
en el texto que nos ocupa confiese desconocimiento en cuan- mientras que el mundo se ve abocado a una frustración
to a aquello que debe ser objeto de petición. (mataiótls, vanidad) desesperanzada e irremediable, pues ig-
La paradoja solamente se explica si examinamos el con- nora -y se empefia en ignorar- que «también la creación
texto. Pablo ha hecho un exposición magistral de la obra del misma será liberada de la servidumbre de la corrupción a la
Espíritu Santo en el creyente (Ro. 8:1-16). Ya nos hemos re- gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Ro. 8:21). El gemido
ferido a su acción santificadora en un proceso que tiene por del cristiano es aliviado por la escatología del Evangelio. El
objeto la reproducción de la imagen de Cristo en el cristiano. ~reyente sufre, pero espera convencido de que lo que en este
Hacia esa meta guía el Espíritu a cuantos han sido adoptados tIempo se padece «no es comparable con la gloria venidera
como hijos de Dios, como se desprende de los versículos 14 que en nosotros ha de ser manifestada» (8:18).
y siguientes. De la realidad de nuestra fIliación divina el mis- Sin embargo, el mantenimiento de esta esperanza no es
mo Espíritu da testimonio. Y de ella se deduce una conclu- f~cil. .Exige paciencia (Ro. 8:25). Podríamos decir que la pa-
sión gloriosa: «Si hijos, también herederos; herederos de Dios cIencIa es el soporte de la esperanza, la ayuda que la sostiene.
y coherederos con Cristo», por lo que un día podremos P~ro ¿qu.é o quién viene en ayuda de la paciencia para que
compartir su propia gloria (Ro. 8: 17). m ésta m la esperanza tengan fm y la salvación del creyen-
Pero este destino es contemplado por el creyente en un te no se malogre? En este capítulo 8 de la epístola a lós
mundo que sufre las consecuencias dolorosas del pecado. Su Romanos, la salvación se presenta en su perspectiva eterna,
condición de hijo de Dios no le libra de «las aflicciones del co~o. o;na cadena que, confonne a anterior propósito de Dios,
tiempo presente» (Ro. 8:18). El marco de su vida es el de una se Imcla en el tiempo con el llamamiento, al que siguen
«creación sometida a vanidad» que «gime y está con dolo- sucesivamente la justificación y la glorificación (8:30).
res de parto» (8:22). Ante esta penosa situación de la ktisis Obviamente la solidez de esa cadena no puede depender ni
(creación) el cristiano no es mero espectador. También par- de nuestra esperanza ni de la paciencia que la sustenta. Sin
ticipa en ella. «Nosotros también gemimos dentro de noso- duda, ha de depender de Dios mismo, de su poder y fidelidad.
Pe~o en la perspectiva humana la situación no deja de ser in-
qUIetante a causa de nuestras debilidades. Necesitamos recur-
2. C.E.B. Cranfield TM InternatioNJl Critical Commentary. T. &T. Clark. sos podersoso. Y pensamos en la oración. Pero es en este
1982, (Romans. 1, pp. 421 s). momento precisamente cuando se revela nuestra inseguridad
3. Id., 422. respecto a lo que hemos de pedir.

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Veamos un ejemplo. Por un lado deseamos el fmal del «Así aliviarás la carga de sobre ti y la llevarán ellos contigo
eón presente con sus sufrimientos y tentaciones y el comienzo (synantillmpsontai soi)>>. En Núm. 11: 17, aunque en un con-
del nuevo, por 10 que nos sentirnos inclinados a orar: «Ven, tt:xto histórico distinto, el verbo se repite con el mismo sig-
Sef'ior Jesús, ven, "ya"». Por otro lado comprendernos que ruficado: «... tornare del espíritu que está en ti, y pondré en
entretanto no llega el día de la parusía subsiste la posibilidad ello, y llevarán contigo la carga del pueblo (kai synan-
de que el número de los redimidos aumente. ¿Diremos, por tillmpsontai meta sou ten hormen tou laou). Por tercera vez
consiguiente, «No vengas aún, Sef'ior, no vengas»? Una ilus- aparece el verbo en un precioso texto de los Salmos: «Mi
tración paralela la hallamos en la confesión de Pablo a los mano 10 sostendrá (synantilempsetai autó) y mi brazo 10 for-
filipenses: «Para mí el vivir es Cristo, y el morir, ganancia; talecerá» (Sal. 89:21 - en la Sept., 88:22). En el Nuevo Tes-
mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la tamento no son menos significativos los pasajes en que es
obra, no sé entonces qué escoger» (Fil. 1:21,22). En ambos usado (Lc. 10:40 y Hch. 20:35).
casos cualquiera de las peticiones surge de anhelos piadosos Ver en el Espíritu Santo el gran ayudador del creyente
con motivaciones santas. ¿Cuál sería la más atinada? «No es reconocer la misión específica que, según la ensef'ianza de
sabernos». Jesús, le corresponde corno paráklltos (Jn. 14:16), alguien
Algo análogo puede suceder en otros casos en los que, pe- que está alIado para impartir paráklesis, es decir, estímulo,
se a la legitimidad espiritüal de la súplica, pueden coexistir consuelo, auxilio. Y si tenernos en cuenta que parákllsis
motivos que sugieran una petición diferente. Y, en cualquier también significa súplica o ruego, comprenderemos que el
caso, a la «debilidad» de nuestro conocimiento se une la pro- parákletos asuma también las funciones de intercesor. Juan,
pia de nuestra actual naturaleza, tanto en el orden físico corno en su primera carta, aplica el término a Cristo (l Jn. 2:1),
en el moral. Por tal razón, aun los anhelos más santos pueden nuestro gran abogado (Ro. 8:34). Pablo atribuye esta función
entremezclarse con otros no tan santos. Corno consecuencia, también al Espíritu Santo, de quien dice: «intercede por
difícilmente nuestras peticiones, expresión de nuestros de- nosotros».
seos, serán perfectas, plenamente aceptables por parte de Esta intercesión del Espíritu tiene especial intensidad. El
Dios. Siempre arrastrarán la ganga de nuestra incomprensión verbo usado por Pablo (hyperentynjanei) no aparece en nin-
y endeblez. Pero esta realidad, que no hemos de perder de gún otro texto del Nuevo Testamento o de autores griegos
vista, en modo algüno debe desanimarnos en nuestra práctica anteriores a la era cristiana. El verbo generalmente usado es
de la oración. Lo que Pablo afirma en este pasaje es tónico entynjanei. Posiblemente la adición del prefijo hyper fue una
poderoso que revigoriza nuestra confianza en las palabras licencia literaria que Pablo se permitió para enfatizar el ca-
divinas que nos instan a orar. rácter extraordinario de la intercesión del Espíritu. Una
«El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad». El verbo, versión portuguesaha traducido así la frase: «intercede por
en el original griego (synantilambánetai) significa literal- nosotros sobremanera» (Vers. Joao Ferreira de Alrneida). Y
mente asir algo juntamente con otra pe1'SOna. El segundo 10 hace «con gemidos indecibles», inexpresables e inex-
prefijo (amI) af'iade intensidad, 10 que sugiere una parti- presados (stenagmois alaletois).
cipación poderosa. El uso del término en la Septuaginta es El pensamiento de Pablo alcanza profundidades cada
sumamente ilustrativo. Lo hallamos en Éx. 18:22, donde Jetro vez mayores. Ha declarado que la creación toda gime, 10
aconseja a Moisés el establecimiento de jueces auxiliadores: que, pese a 10 original de la afirmación, es en cierto modo

66 67
comprensible. Gime también el creyente, hecho igualmente excepcionalmente abiertos a su influencia? No parece que
inteligible, aunque tal gemido se amalgame con el gozo de tal limitación esté en consonancia con la afirmación final del
la esperanza cristiana. Pero a ese doble gemido se suma un v. 27: «intercede por los santos», frase que, en sana exégesis,
tercero, el del Espíritu Santo. ¿Quién podría agotar la pleni- sólo puede interpretarse en su sentido más amplio: el Espíritu
tud de significado de las palabras del apóstol? Dos realidades intercede por todos los santos.
igualmente preciosas aparecen con suficiente claridad. P<?r Pero si el punto de vista que acabamos de presentar es de
un lado, la solidaridad del Espíritu con los hijos de Dios. El dificil aceptación, no lo es menos el relativo a un ministerio
no sólo mora en el creyente para guiarlo y darle fuerzas; tam- intercesor del Espíritu Santo independiente de nuestras ora-
bién comparte sus experiencias dolorosas y sus clamores. ciones. No podemos perder de vista que lo que Pablo afirma
Gime con él, a la par que intercede a su favor. Por otro lado, sobre el Espíritu se halla en el contexto de nuestra práctica
es evidente lo profundo de esa solidaridad y la pasión inhe- de la oración. «Qué hemos de pedir como conviene no lo
rente a la misma, expresada inefablemente, con gemidos sin sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros».
palabras. La misma compasión con que Cristo intercede en Existe una relación estrecha entre la plegaria del creyente,
el cielo a favor de sus redimidos distingue a la intercesión siempre caracterizada por una mayor o menor ignorancia, y
del Espíritu Santo en el interior de ellos. la intercesión del Espíritu, siempre perfecta porque se efec-
Parece incuestionable cuanto acabamos de exponer. Que- túa «según Dios» (kata theou). La naturaleza de esa relación
da, sin embargo, una pregunta importante por contestar. La no se nos indica en el texto, por lo que cualquier explicación
oración del Espíritu ¿tiene lugar independientemente de no- debe rehuir el dogmatismo. Creemos, sin embargo, que una
sotros o inspirándonos y poniendo en nuestros labios ora- equilibrada reflexión teológica puede ayudamos a entender
ciones correctas hasta el punto de que nuestras súplicas son el pensamiento de Pablo en la cuestión que estamos
sus súplicas y nuestros gemidos sus gemidos? Las opiniones considerando.
en tomo a la respuesta están divididas. El cristiano tiene el privilegio de orar a Dios. Instruido por
A nuestro modo de ver, ninguna de las dos proposiciones su Palabra y guiado por su Espíritu, procurará orar conforme
es correcta en un sentido absoluto. Afirmar que la intercesión a l~ voluntad divina. Y lo hará con humildad, felVor y sin-
del Espíritu se reduce a oraciones inspiradas por él y expre- cendad. Pese a ello, como vimos, su oración siempre será
sadas a través de nuestras plegarias4 , ¿no equivaldría a una imperfecta; sus peticiones adolecerán de un cierto desco-
gran limitación? Como hemos comentado anteriormente, nocimiento de los propósitos de Dios. ¿Será todo ello impe-
existe la oración «en el Espíritu,... fruto de nuestra comunión dimento para que la oración sea oída y contestada? En modo
con él; pero no parece acertado identificarla con la oración alguno. El Espíritu Santo recoge, por así decirlo, esa oración
del Espíritu. Si ésta únicamente tiene lugar cuando se ma- y la corrige ajustándola perfectamente a la voluntad de Dios.
nifiesta en oraciones perfectas que él mismo hace brotar De este modo, corregida, purificada de error, divinamente re-
del corazón creyente, ¿no quedaría su intercesión restringi- formada, es elevada por él mismo al Padre.
da a sólo algunos casos en la experiencia de cristianos ¿Puede haber incentivo más poderoso para la oración? No
importa que nuestras súplicas sean defectuosas en muchos
sentidos. Ello, como sugiere Hendrikus Berldlof, no debe
4. J. Calvino, Inst. XX, 5. llevamos «a la resignación ni a privamos de la palabra.

68 69
Podemos ir con nuestros deseos, confiando que el Espíritu los
transformará en conformidad con la voluntad de Dios, y que
serán atendidos de manera que produzcan un bien para
nosotros». s
Para concluir nuestras consideraciones sobre Ro. 8:26, 27,
v
ya modo de resumen, citamos un texto de O.C. Berkouwer:
«Este pasaje trata del secreto más pro~do de la o~ra que
el Espíritu realiza en el creyente. La oraCIón ~el Espíntu ~stá El poder de la oración
en relación con nuestras debilidades. El Espíntu no está SIm-
plemente presente en nosotros, sino e~ .relación con ~l fiel
que prosigue la lucha a pesar de su debIh~ad. Esta ~ccIón no «Nada hay más poderoso que la oración; nada puede
elimina -al menos totalmente- nuestras ImperfeccIOnes. De compararse con ella». Con esta cita de Juan Crisóstomo da
otro modo su auxilio habría sido superfluo. Es debido a que comienzo Olive Wyon a su libro Prayer (Oración). Y no cabe
no sabemos orar como conviene que el Espíritu viene en la menor duda de que todo cristiano reconoce la verdad ex-
nuestra ayuda... El cristiano no está solo en su oración. El presada por el distinguido obispo de Constantinopla.
Espíritu viene en su auxilio y eleva esta oración a Dios "con Sin embargo, no hay unanimidad en cuanto al modo de
gemidos indecibles". Esto es un misterio insondable, pero de- interpretar la naturaleza y el alcance del poder de la plegaria.
bemos fiarnos del texto bíblico».6 Si lo hacemos, estaremos ¿Se trata simplemente de un ejercicio de autosugestión o tiene
en condiciones de contemplar gozosamente la dilatada pers- efectividad exterior? ¿Actúa sólo subjetivamente en la per-
pectiva que nos ofrece el pasaje siguiente (Ro. 8:28-30). Ante sona que ora, a modo de saludable gimnasia espiritual, o in-
ella, el gemido del creyente apenas es perceptIble entre las fluye de algún modo en Dios y en sus actos? ¿Cambia única-
vibrantes notas de un cántico triunfal (Ro. 8:31-39). mente nuestro interior o -usando conocida frase- también
«cambia las cosas»?
Es obvio que la oración ejerce una acción poderosa en el
espíritu de quién la practica. Descargar ante el trono de Dios
nuestras congojas, temores e inquietudes nos reporta «la
paz de Dios que excede a todo conocimiento» (pil. 4:6, 7).
La confesión de nuestros pecados libera nuestra conciencia
del sentimiento de culpa y, sobre la base de las promesas de
Dios, n03 infunde el gow del perdón (Sal. 32:5; 1 Jn. 1:9).
La acción de gracias nos hace más conscientes de la bondad
de Dios manifestada en las experiencias de nuestra vida
(Sal. 103: 1 ss). La adoración hace más nítida nuestra visión
espiritual de la gloria de Dios, de sus atributos y de sus obras
5. H. Berkhof, Christian Failh, p. 490.
6. Cil por A.R. Kayayan, «La Priere en Esprit», Perspectives Reformées, (Sal. 95-100). La intercesión ensancha los horiwntes de
1980, Ns. 3 y 4, p. 11. nuestros intereses y nos hace más solidarios en relación con

70 71
las personas por las cuales oramos.; n?s hace ~~s «huma~os». También la historia de la Iglesia abunda en hechos que
Todo esto equivale a un enriquecimiento espmtual precladí- confirman la eficacia objetiva de la oraci6n peticionaria, tan-
sima. Pero ¿es eso todo 10 que de la oraci6n podemos es~rar? to en el orden físico como en el espiritual e incluso en el
Según algunos te610gos liberales, sí. Pero tanto la E~cntura político. Serfan incontables los casos de curaci6n de graves
como la experiencia nos muestran 9u~ la expectativa del enfermedades o de liberaci6n asombrosa de otros peligros
creyente puede incluir resultados obJetiVOs, ade~ás d.e los no menos graves, hechos que habían sido objeto de oraci6n
previa.
meramente subjetivos, pues «en respuesta a la oracl6~ tienen
lugar hechos en el mundo exterior que no se produclrfa~ de Lutero, orante de gran fe, visit6 a Melanchton en una
no haber sido precedidos por la oraci6n».! Abundantes eJem- ocasi6n en que éste se encontraba en estado agonizante. Su
plos bíblicos corroboran la asevera~i6n precedente: !,or la muerte parecía tan pr6xima como inevitable. Entre sollozos,
oraci6n intercesora de Abraham, Ablmelec y su famlha fue- oró Lutero pidiendo a Dios la recuperaci6n física de su más
ron sanados (Gn. 20: 17). Las fervorosas súplica~ .de .A~a ob- íntimo colaborador. Una exclamaci6n vehemente al final de
tuvieron como respuesta el nacimiento del hiJO mSlsten- la oraci6n hizo salir a Melanchton de su estupor. S610 pro-
temente pedido (l S. 1:10 ss). En conte~taci?n al clamor de nunci6 unas palabras: «Martín, ¿por qué no me dejas partir
Elías Dios le concedi6 una resonante vlctona sobre el baa- en paz?» «No podemos prescindir de ti, Felipe», fue la res-
lism~ (1 R. 18:36 ss), y fueron las oraciones del mismo pro- puesta. Lutero, de rodillas junto al lecho del moribundo, con-
feta las que influyeron decisivamente en la sequía y ~n la tinu6 orando por espacio de una hora. Después persuadi6 a
lluvia (Stg. 5:17, 18). Parla oraci6n de E,lis~o fue resucitado su amigo para que comiera una sopa. Melanchton empez6 a
elltijo de la sunamita (2 R. 4:33). Las suphc~ del rey Eze- mejorar y pronto se restableci6 totalmente. La explicaci6n la
quías le libraron de la invasi6n de Sennaquen~ (2 R. 19:15 daba Lutero con estas palabras: «Dios me ha devuelto a mi
ss) y de la enfermedad (2 R. 20:2 ,ss).· El. arrepentI~o Manasés, hermano Melanchton en respuesta directa a mis oraciones». 2
exiliado y cautivo en Babilonia, oro a DlOs.«y habiendo orado Por supuesto, no todas las peticiones en favor de enfermos
a él, fue atendido, pues Dios oy6 su oracl6n y 10 restaur? a han sido contestadas del mismo modo. En muchos casos la
Jerusalén, a su reino» (2 Cr. 33:12, 13). Daniel or6 y DIOS curaci6n no se ha producido. Como vimos al considerar los
le revel6 el sueñQ de Nabucodonosor (Dn. 2:17-19). Aten- requisitos de la oraci6n, debemos sometemos a la soberanía
diendo a las oraciones de Nehemías, Dios inclin6 el coraz6n de nuestro Padre, tan sabio como misericordioso. La diver-
del rey persa ArtajeIjes para autorizar y favorecer la re- sidad de respuestas, positivas o negativas (a nuestro juicio),
construcci6n de Jerusalén (Neh. 1:4 ss; 2:4). Y no son menos no invalida el poder de la oraci6n. La fe que nos mueve a
impresionantes algunas de las respuestas a la oraci6n mencio- ella tiene en sus resultados una doble vertiente: la de los
nadas en el Nuevo Testamento. Recuérdese la liberaci6n prodigios, a veces milagrosos, y la del poder espiritual para
milagrosa de Pedro, encarcelado y cond.e~ado a ~uerte (Hch. resistir las mayores adversidades. Éste es el gran mensaje de
12), o 10 acontecido en la cárcel de FIhpos mientras Pablo Hebreos 11 :32 ss.
y Sitas «oraban y cantaban himnos a Dios» (Hch. 16:25 ss).

2. Dictionary of illustrations for pulpit and platform. Moody Press, 1949,


1. A.H. Strong. Systematic Theology, The Judson Press, 1949, 433. p. 442 (4253).

72 73
Obras filantrópicas admirables, como la de Jorge Müller l~ oración no es un simple ejercicio de gimnasia espiritual,
~no una causa de efectos dentro y fuera de nosotros mismos.
en Bristol, en el siglo XIX, han puesto de relieve la efec-
tividad de las peticiones hechas a Dios en demanda de la Esta era la convicción de r.S. Lewis cuando en una de-sus
ayuda necesaria. La experiencia de Müller es especialmente famosas «Cartas a Malcolm» escribía: «Si lo que en tu última
significativa. Al emprender su obra, aquel hombre de gran carta querías decir es que debemos desechar la oración pe-
fe se propuso firmemente no pedir nada a nadie sino sólo a ticionaria -oración que, como tú seflalas, pide a Dios que
Dios. Pese a los muchos momentos de prueba extrema que actúe a modo de "ingeniero" disponiendo acontecimientos
hubo de pasar, se mantuvo en su propósito y siempre en el particulares en el mundo objetivo- y limitamos a actos de
momento oportuno llegó providencialmente la provisión so- penitencia y adoración, discrepo de ti. Puede ser cierto que
licitada al Seflor. el cristianismo sería, intelectualment~, una religión mucho
La expansión misionera y los grandes avivamientos siem- más fácil si nos dijera que es eso lo que debemos hacer. Y
pre han estado asimismo estrechamente relacionados con la puedo entender a quienes piensan que esa religión sería más
oración. Muchos combates contra fuerzas políticas adversas noble. Pero recuerda el salmo: "Señor, no soy persona de no-
han sido ganados orando. Así se puso de manifiesto en los bles pensamientos". 0, mejor aún, recuerda el Nuevo Testa-
días de la Reforma. Bien conocido es el hecho de que la reina mento. En él las oraciones peticionarias más osadas nos son
María de Escocia temía más las oraciones de Juan Knox que recomendadas tanto por vía de precepto como por medio del
ejércitos de millares de soldados. Igualmente muestra la his- ejemplo». 3
toria la efectividad de la oración en favor de las autoridades Con razón escribió Santiago: «La oración eficaz del jus-
temporales (l Ti. 2:2, 3) con miras a una convivencia civil to puede mucho» (Stg. 5:16). .
pacífica y al triunfo de la justicia. Sólo Dios sabe hasta qué
punto las plegarias de sus hijos han influido en el curso de
importantes acontecimientos históricos. Los capítulos 9 y 10
del libro de Daniel merecen reflexión profunda. El autor se
sintió hondamente impresionado en la Asamblea de la Alian-
za Evangélica Mundial, celebrada en Singapur en junio de
1986, al escuchar el testimonio del delegado filipino. Su in-
forme sobre la experiencia vivida por su país a principios del
mismo afto, cuando todo hacía temer una revolución san-
grienta, destacaba el hecho de que millares de creyentes es-
taban orando en las iglesias rogando al Todopoderoso una
solución pacífica mientras otros se manifestaban en las calles
con el mismo fin. A esas oraciones atribuían él y muchos más
la decisión de Fernando Marcos de abandonar el país, con lo
que se evitó el temido bafto de sangre.
A estos ejemplos, citados a modo de botones de muestra,
3. C.S. Lewis. Letters to Malcolm, chiefly on Prayer. Fontana, 1966, p. 38.
podríamos aftadir muchos más, todos demostrativos de que

74 75
VI

Preguntas y objeciones

La ensefianza bíblica sobre la oración es clara y la eficacia


de ésta, como hemos visto, se ve corroboradil por innume-
rables experiencias. Ello, sin embargó, no excluye las dificul-
tades que esa ensefianza entrafia para la mente racionalista.
Hemos de reconocer que la oración, por su naturaleza misma,
trasciende el orden natura¡. y nOSSftúa en un plano en el que
no son plenamente aplicables los parámetros de la lógica hu-
mana. Pero no sería prudente soslayar las cuestiones que
surgen en tomo al tema, haciendo deCmismo un objeto ex-
clusivo de la fe, como si no hubiese explicaciones plausibles
desde el punto de vista filosófico o teológico. Considerare-
mos, pues, las objeciones que más frecuentemente se han
formulado respéCto a la oración.

1. Un Dios tan grande como el revelado en la Biblia ¿va a


interesarse por mi?
La pregunta, a primera vista, puede parecer un tanto pue-
ril; pero es muy común. Ya en tiempos antiguos se preguntó
el salmista: «Cuando contemplo los cielos, obra de tus dedos,
lª luna y las estrellas que tú formaste. pienso: ¿Qué es el hom-
b.[e, para que de él te acuerdes, y el hijo de Adán, para que
cuides de él?» (Sal. 8:4).
En efecto, el Dios de la revelación bíblica es el Creador
de todos los astros, de todas las constelaciones y galaxias
que existen en los espacios inmensos del universo. Es el To-
dopoderoso, el Santo que «habita en luz inaccesible» (l Ti.

77
6: 16), el Rey de reyes y Sefíor de sefíores. ¿C6mo puede una 2. ¿Por qué orar si Dios ya conoce nuestras necesidades?
criatura humana esperar que ese Dios, que rige la existencia El mismo Sefíor Jesucristo había afinnado: «Vuestro
de miles de millones de seres se fije en ella, se preocupe de Padre s~be. de qué cosas tenéis necesidad antes que YOSQtrQs
sus necesidades y atienda a la voz de sus súplicas? se las pIdáIS». (Mí. 6:8, 32). De estas palabras muchos han
El interrogante revela un concepto excesivamente huma- deducido que el Padre, sabio y amante, nos dará siempre lo
no de Dios. Le atribuye limitaciones o modos de actuar se- más beneficioso, se lo QL4~~s_0~. Nosotros podemos equi-
mejantes a los de hombres encumbrados a las más elevadas vocamos. Recordemos el texto de Ro. 8:26: «qué hemos de
alturas del poder en el gobierno de un estado. Pierde de vista pe?ir como conviene, no 10 sabemos». ¿No es, pues, mejor,
que dDios del macrocosmos es también el Ojos del micrQ- dejarlo todo en las manos de Diso y esperar confiadamente
~s; que el creador de cielos y lierra lo es también de los en 10 que nos depare su providencia?
átomos, de los cromosomas y los genes; que el Dios capaz .A primera vista pueden parecer atinadas las palabras de
de una ºrovidencia general lo es también de una Qroviden- Ro~sseau: «Bend~go a Dios, pero no oro. ¿Por qué habría de
cia es¡:>ecial ~alcanza e incluye hasta a los seres más ill- pedIrle que cambIe a mi favor el curso de las cosas? Yo, que
significantes. Aun los pajarillos del campo gozan de ella de~ría amar por e~cima de todo el orden establecid9 por su
(Mí. 10:29). sabIduría y manterudo por su providencia, ¿desearé que ese
El Dios de la revelaci6n bíblica no es solamente Dios del orden sea disuelto por mi causa?».l
universo, de la humanidad o de un pueblo. Es también Dios Aun cristia~os sinceros, en algún momento, han pensado
de individuos. El Dios de Israel era el «Dios de Abraham, de modo semejante. ¿Y no demuestra esta reflexi6n un con-
de Isaac y de Jacob)). cepto más elevado de Dios y un superior grado de fe? Nues-
El interés divino por el individuo es bellamente ilustrado tras oraciones, más o menos afectadas siempre por la igno-
en la parábola del pastor que deja en el redil a las noventa r~cia, la debilida~ y el egoísmo, ¿qué pueden aportar de va-
y nueve ovejas de su rebafío y sale.en busca de la extraviada lioso a los propóSItos perfectos y a la acción de Dios? 2
(Lc. 15:4-7). Como toda ilustraci6n, s610 muestra un aspecto Estas consideraciones fácilmente podrían llevar a la deci-
de la acci6n divina y no todos sus detalles son aplicables al si6n de renunciar a toda fonna de oraci6n peticionaria. Como
hecho que se ilustra. Dios, cuando atiende a una de sus cria- indicaba Fosdick, «el hombre abandona la oraci6n Porque le
turas, no tiene necesidad de «dejar» a las demás. Por algo es parece absurdo y pres,untuoso que la ignorancia trate de ins-
o..mnipresente. y él pueqe oír simultáneamente todas las ora- truir a la perfecta sabiduría, que el mal humano intente per-
ciones que se elevan a él en virtud de su 9mnipotenci! y su suadir al Amor perfecto para que haga 10 bueno».3
omnisciencia. A la luz de la Escritura, es absurda la afinna- . Pero este enfoqu~ de la cuesti~~ es incorrecto. El proW-
ci6n de 10Santiguos romanos: Magna dii curant, parva ne- SIto de nuestras oraCIones no es ru mformar a Dios acerca de
U- unt (los <:boses cuidan de lo rande descui 1
<ntefío). Cuan o a oraci6n reúne los requisitos necesarios,
jamás se pierde en un vacío del que Dios esté ausente. No 1. Cit.. por H.E. Fosdick, The meaning of prayer, 77.
importa la individualidad, la peguefíez e incluso la indigJ!i- 2. Emil B~er, The Christian doctrine 01 the Church. laith and the
dad del orante. El Dios que le ama en sus limitaciones ñO ConsummatlOn, 331.
dejará de escucharle. 3. H.E. Fosdick, 01', cit., 77.

78 79
nuestras necesidades, ni persuadirle para que intetven a ni a otros les habían sido concecidos, con tanto mayor ardor se
instr'r n m o e con es ar a n sentían imp~sados a orar. El simple ejemplo de Elfas será
Obviamente él no necesita nuestra infonnación para conocer suficiente. El, aunque seguro del designio de Dios, y ha-
nuestras carencias. Tampoco es un Dios que sólo actúa a biendo ya prometido con gran autoridad lluvia al rey Ajab,
fuerza de repetidas e insistentes peticiones de sus hijos; és- con todo, ora inquietante con su cabeza entre sus rodillas y
te era el concepto que los paganos tenían de sus divinida- envía a su criado siete veces para ver si aparecían nubes; no
des. Y mucho menos podemos indicarle cómo, una vez con la intención de desacreditar el oráculo divino, sino bajo
«persuadido», ha de realizar lo que le pedimos. Dios no la convicción de que era su deber derramar sus oraciones ante
necesita en absoluto nuestras plegarias. Él podría desarrollar Dios a fin de evitar que su fe languideciera y se aletargase».5
su providencia benéfica independientemente de toda deman- Por otro lado, I.! oración convierte al creyente en co.ht-
da humana. Pero ,!osotros sí necesitamos la oración, pues no ~ador de Dios. El hecho de que Dios tenga unos propósitos
~ólo constituye lo esencial de nuestra comunión con Dios, 00 significa que éstos hayan de cumplirse siempre por la
sino que en la experiencia de pedir y recibir adquirimos ple- simple intetvención directa de la mano divina. El deus ex
na conciencia de la realidad de nuestra filiación divina. En- machina no es la explicación cristiana del modo de obrar de
tendemos que «Dios, quien en Jesucristo se declara como Dios. Él, en su gobierno del universo, ha decidido llevar a
nuestro padre, declara de ese modo que somos sus hijos, a cabo muchos de sus designios vaHéndose de medios hum~:
quienes otorga el derecho filial de la súplica»,4 Por más ]los. En no pocas esferas del humano acontecer es verdadero
convencido que un hijo esté de la bondad de su padre y de hasta cierto punto, el hiperbólico aforismo del teólogo me-
la fidelidad de éste en proveer cuanto necesita, son muchas dieval J.M. Eckhart: «Qjos puede hacer tan poco sin nosotros
las ocasiones en que pide algo a su progenitor. Y la concesión ~mo nosotros sin é1». Y podemos asegurar que entre Tos
de su petición aumenta la gratitud a la par que r-efuerza los J!ledios que Dios usa se incluyen las oraciones de sus hijos.
lazos de unióllPaternofilial. Podemos, además, aftadir que la ~llas ha conocido anticipadamente (Is. 65:24); ha contado
peticIón del creyente (hijo de Dios) tiene su fundamento en con ellas y, atendiéndolas según su suprema sabiduría y
la invitación paterna (Sal. 50:15;.Is. 58:9; zac. 13:9). voluntad, las ha incorporado al complejo entramado de su
Ni g>nceptos equivocados de la soberanía y la providen- providencia. Dicho de otro modo y en certeras palabras de
cia divinas ni una interpretación erróne-ª de las promesas de ~, «Dios instituyó la oración para concedemos a 00-
Dios debieran jamás inducimos a renunciar a la oración pe- sptros, sus criaturas, la dignidad de ser e4YJas.»6 Lo miste-
ticionaria. Nuestra confianza en que Dios cumplirá lo que su rioso de este hecho no anula su realidad.
palabra ha declarado no es incompatible con nuestra petición
de que esa palabra se cumpla. Calvino entendió perfecta- 3. La oración ¿ no fomenta la pasividad?
mente esta verdad y la ilustró con gran acierto: «Cuanto ma- No faltan quienes piensan que la oración hace innecesa-
yor era la confianza con que los santos de la antigüedad se ria toda acción del orante. Si es Dios mismo quien obra en
gloriaban en los beneficios divinos que tanto a ellos como

5. 1. Calvino, Inst., XX, 3.


4. E. Bnmner, op. cit., 332. 6. Cit, por David Evans en Diálogo con Dios, 20.

80 81
respuesta a nuestras oraciones, ¿qué necesidad tenemos de paradigma de oración y acción. También 10 fueron los pro-
actuar nosotros? ¿No es mejor, después de haber orado, ate- fetas y los apóstoles, los misioneros y los reformadores. Ni
nerse a la exhortación del salmista: «Espera en él y él hará» la Escritura ni los anales del cristianismo dan pie a la idea
(Sal. 37:5)? ¿No dijo Dios a su pueblo: «Paraos, estad quietos errónea de que la oración, por su poder y eficacia, hace in-
y ved la salvación del Señor con vosotros» (2 Cr. 20: 17)? necesaria -¿carnal incluso?- la acción humana. Debe reco-
La respuesta parcial a estas preguntas ya la ha encontrado nocerse cierta lucidez teológica al popular «A Dios rogando
el lector en el punto anterior y en la exposición de uno de y con el mazo dando».
los requisitos de la oración: la disposición para el compro- Esta interdependencia de oración-acción tiene su funda-
miso. Sólo nos resta añadir algunas consideraciones comple- mento en la naturaleza misma de la plegaria, particularmente
mentarias. ,en la de petición. Ésta es un don, un privilegio, un recurso
En primer lugar, los textos que pudieran, a primera vista, admirable que Dios concede a sus hijos. Pero no es el único
apoyar la pasividad en ningún caso pueden usarse con tal que les otorga. También los ha dotado de inteligencia, ca-
propósito. Veamos como ejemplos los ya mencionados. Las pacidad manual, voluntad y libertad. Él no quiere que estos
palabras del Sal. 37:5 nada tienen que ver con un llamamien- dones se atrofien, sino que sean ejercitados. Y que lo sean
to a la inacción escudada en la plegaria. El salmista está especialmente en la realización de sus propósitos. Dios podría
aconsejando al hombre que, asediado por los impíos, está ex- hacerlo todo directamente, sin la instrumentalidad de ningún
puesto a dejarse arrastrar por la ira y tomarse la justicia por colaborador humano. Recordemos la narración de 2 er. 20.
su mano, con el consiguiente riesgo de actuar injustamente. Pero no es ése su método. Él, que hizo al hombre a su imagen
Es a este hQmbre a quien se dice: «Encomienda al Señor tu y semejanza, 10 colocó en una situación de activo señorío
camino y espera en él y él actuará». En 2 Cr. 20:17 se nos sobre el resto de lo creado en la tierra. y, en términos ge-
presenta otra situación especial. Lo que se dice se refiere con- nerales, no hará lo que el hombre puede y debe hacer. Fue
cretamente a este caso. El pueblo de Judá., con su rey Josafat, voluntad de Dios que en Israel se construyera un tabernáculo,
está más que amedrentado ante la doble amenaza de Moab pero la obra debió efectuarse mediante el trabajo de expertos
y Amón. Se hallan paralizados por el pánico (<<en nosotros artífices.
no hay fuerza contra tan gran multitud» -v. 12): Y oran a Es la oración combinada con el resto de dones y faculta-
Dios, pero con una fe que no logra superar el miedo. El des puestos en acción 10 que hace de ella un medio efectivo
sentimiento de impotencia les domina. No entendían que el para lograr resultados que de otro modo no se llegarían a
secreto de la fuerza no radicaba en ellos, sino en Dios. Por producir.
eso necesitaron una palabra iluminadora (vv. 15-17) y una
experiencia singular (18-29). En efecto su oración había sido 4. La oración carece de sentido en un mundo regido por leyes
contestada sin que el pueblo hubiese tenido que luchar. Pero naturales
este caso fue excepcional. Normalmente, la oración era con- Esta objeción nos introduce en lo que podríamos deno-
testada mediante la intervención divina con el concurso de minar «metafísica de la oración». Aparentemente es de gran
la acción esforzada del pueblo. peso, sobre' todo si se aceptan las premisas de un raciona-
Así ha sido a lo largo de la historia, tanto en los tiempos lismo radicalmente materialista, padre del más absoluto
bfblicos como en los siglos de la Iglesia cristiana. Moisés fue determinismo. Siguiendo una interpretación mecanicista de

82 83
la relaci6n causa-efecto, todo acontece inexorablemente de de ~o~ méto~os de acci6n de Dios, el más frecuente, pero no
acuerdo con determinadas leyes, tanto en el orden físico co- el UOICO. DIOS, en su soberanía, puede intervenir sobrena-
mo en el mundo del espíritu. Invariablemente, dada una cau- turalmente y modificar el curso normal de los aconteci-
sa, se da necesariamente su efecto. Esta conexi6n es inalte- mientos. ~n este caso nos hallamos ante el milagro, hecho
rable y universal; nada puede anularla. Por consiguiente, que s610 tIene lugar ocasionalmente.
pretender que este orden sea modificado por fuerzas sobre- Por otro lado, Dios puede disponer o combinar fuerzas y
naturales como resultado de la oraci6n, es, desde el punto de hechos naturales muy diversamente, de modo que los efec-
vista de la filosofía positivista, un absurdo. tos sean los determinados por su voluntad en beneficio de
Pero esta conclusi6n dista mucho de ser incuestionable. quienes le invocan. Esto sucede en el mundo físico. El vien-
Parte del supuesto de la uniformidad de las leyes naturales to, por ej~mplo, es un fen6meno natural, y Dios lo us6 para
y de los fen6menos consecuentes. Pero esa presuposici6n ha h~cer poSible el paso de los israelitas a través del Mar Rojo
quedado en entredicho y más bien está desacreditada como (Ex. 14:21). El derrumbamiento de los muros de Jeric6 pudo
consecuencia de las revelaciones de la Física cuántica. «La ~ner como. causa una fuerte sacudida sísmica, pero en las
nueva física está en guerra con las interpretaciones meca- CIrcunstancias en que el hecho se produjo se hada evidente
nicistas de la naturaleza... ».? Y por más que algunos cien- la mano de Dios (Jos. 6). Algo análogo podría decirse del te-
tíficos atribuyan a la falta de métodos de investigación ~mQtQ en Filipos durante el encarcelameinto de Pablo "j
adecuados la indeterminabilidad de los fen6menos que se Sllas (Hch. 16:25 ss). No es ningún milagro que un pez se
producen en el mundo, lo cierto es que hoy ya no se puede trague una moneda y que sea pescado con ella en su vientre,
sostener el determinismo como dogma irrefutable. Las men- pero resulta difícil reducir a mera casualidad -sin ver un
tes más preclaras en el campo de la Ciencia reconocen que hecho providencial-, la experiencia de Pedro relatada en
más allá de los fen6menos de experiencia hay mucho de Mt. 17:27.
incognoscible ante 10 cual han de confesar: Ignoramus et También se observa la intervenci6n divina en la acci6n
ignorabimus (ignoramos e ignoraremos). humana. Respetando plenamente el libre albedrío del hom-
En contraposici6n con las concepciones del positivismo bre y sin coartar las iniciativas de éste, Dios ordena el curso
determinista, la revelaci6n bíblica nos presenta un univer- de su providencia de tal manera que las acciones de los seres
so creado y regido por un Dios libre y soberano, que puede humanos -justas ~ i~justas- vienen a ser elementos que él
actuar sin las limitaciones rígidas de unas leyes que Él mis- usa para el cumplImIento de sus propósitos. Dios se ha vali-
mo ha establecido. Por supuesto, Dios no altera esas leyes do de hombres piadosos y probos para bendici6n del mundo.
caprichosamente como si jugase con el orden previamente Pero también ha usado a personas que le sirvieron incons-
determinado por su sabiduría. Normalmente todo sucederá cientemente. Ciro, con su política generosa, llev6 a efecto
dentro del marco natural. Pero Dios dejaría de ser Dios si el plan de Dios relativo a la liberaci6n y regreso a su tierra
quedase encerrado en ese marco y no pudiera hacer nada del pueblo judío cautivo en Babilonia (Is. 44:25-45:4). Lo
fuera de él. El cumplimiento de las leyes naturales es uno más sorprendente es que Dios convierte en bien aun el mal
~e personas que actúan perversamente. La cruel Asiria fue
lOstrumento de juicio divino sobre Israel (Is. 10:5 ss). La
7. M.F. Sciacca, La Filosofla. hoy. L. Miracle, 1947, p. 389.
malevolencia de los hermanos de José fue tomada provi-

84 85
dencialmente en causa de socorro y reconciliación familiar respecto a la naturaleza de Dios y a su modo de obrar. Aún
(Gn. 50:20). Supremo prodigio de la providencia divina fue más: parece apuntar la posibilidad de que el Creador del uni-
que la ira homicida del sanedrín judío se convirtiese en el verso se convierta en esclavo de su creación.
medio para que, con la muerte de Jesús, se cumpliese lo que Hemos de admitir que siempre que nos adentramos en la
Dios en su presciencia y designio había determinado para esfera de los atributos y los propósitos de Dios aparecen an-
salvación de la humanidad (Hch. 2:23). te nosotros misterios insondables (Ro. 11 :33). Sin embargo,
La doctrina bíblica de la providencia sigue lógicamente la Escritura nos da luz suficiente para comprender, aunque
a la de la creación. Dios no creó el mundo para dejarlo des- limitadamente, la relación entre la oración y el ejercicio de
pués, como sostieneI! lo~ deístas, abandonado a la acción de la voluntad divina.
las leyes naturales. El SIgue presente en el mundo, contro- Si consideramos la voluntad de Dios en su aspecto esen-
lando, permitiendo o realizando todo lo que sucede, incluso cial, resultante de sus atributos morales, hemos de decir que
lo que pudiera parecer tan insignificante como la muerte de tal voluntad es inmutable. Ninguna oración podría modi-
un gorrión o la caída de un cabello (Mt. 10:29, 30). Cuanto ficarla. Si, por ejemplo, es voluntad de Dios que el pecado
acontece no es atribuible a un destino ciego, elfatum pagano, tenga justa retribución, nadie puede moverle a tolerarlo im-
ni a la acción de fuerzas naturales igualmente ciegas y de punemente. Si su voluntad es nuestra santificación, ningún
resultados irreversibles. Todo acaece de acuerdo con la vo- creyente puede esperar que, en respuesta a sus plegarias, Dios
luntad de Dios, que libremente actúa como mejor convenga, le autorice para vivir una vida licenciosa. Si Dios quiere
a fin de que sus propósitos se hagan realidad. «que todos los hombres sean salvos ven an imiento
Y, en su libertad, ha querido Dios que algunos aconte- la verdad» Tim. 2:4), ninguna súplica podrá hacer de
cimientos tuvieran lugar por su intervención en respuesta a él una divinidad tn o nacional que de modo discrimina-
las oraciones de sus hijos. Podríamos decir que la oración es torio excluya a una parte de la humanidad de las posibilida-
un elemento causal entre los muchos de los que Dios hace des de salvación. Ninguna petición que responda a criterios
uso en su gobierno del universo. Como ha escrito el profesor meist~ o de algún modo haga acepción de oersopas podrá
Paul Helm, «Dios ha ordenado la matriz total de tal modo inclinar el arbitrio divino a una respuesta favorable. La vo-
que él hace algunas cosas porque alguien se las ha pedido, luntad esencial de Dios no puede ser modificada: cualqúier
y sin la petición las condiciones suficientes para producir 10 cambio en ella, ajustado a deseos humanos, sería una corrup-
pedido no se habrían dado... » En palabras de Agustín: «Las ción de la deidad.
oraciones son poderosas para alcanzar aquello que Dios prevé Pero la Biblia también nos muestra que, pese a la inva-
que dará a quienes se 10 piden». riabilidad de la voluntad esencial de Dios, las intendones de
Es comprensible, si Dios, todopoderoso, soberano y libre, ~os sí pueden sufrir cambio sin que ello dé lugar a la con-
es nuestro Padre. t;radiccióp. Si, descendiendo de las alturas inescrutables de
la eternidad, en las que se ordeno la provid~ncia, situamos
5. ¿Puede la oración cambiar la voluntad de Dios? las acciones divinas en el plano temporal de la historia, ob-
¿Es posible que el hombre, mediante sus peticiones, mue- servamos un elemento de contingencia. Dios no Cambia ~n
va a Dios a actuar de modo diferente al que tenía previsto? ~ carácter, pero actúa según el desarrollo de' los aconte-
La pregunta en sí revela cierto grado de incomprensión cimientos humanos y, en determinadas circunstancias, varía

86 87
su decisión inicial. Una ilustración de este hecho la hallamos tlllil influencia sobre la acción. sobre la existcncia de Dios.
en el libro de Jonás. Dios había decidido destruir la ciudad E~ es lo que la palabra "respuesta" significa».8 .
de Nínive a causa de la maldad de sus habitantes; pero el Podría alegarse que tal conclusión conduce al indeter-
arrepentimiento de los ninivitas hizo que el juicio divino se minismo; pero todo cuanto de contingente pucda tencr la his-
trocara en perdón misericordioso. La decisión divina fue toria debe ser contemplado sub specie fEternitatis. Del plano
modificada, pero de acuerdo con los principios establecidos temporal hemos de volver nuevamente al de la eternidad de
por los atributos inmutables de Dios y su plan fundamental un Dios omnisciente que todo 10 prevé y para todo hace la
provisi~ adecuada. Somos conscientes de que el problema
de salvación.
Este tipo de cambios es el que puede producir la oración. metafíSICO que esta realidad plantea difícilmente ~rá ser
La intercesión de Abraham en favor de Sodoma y Gomorra resuelto satisfactoriamente por vía racional. Siempre resulta-
habría tenido éxito si entre sus habitantes se hubiesen halla- rá un misterio la idea de una previsión o conocimiento prcvio
do solamente diez justos. Por amor a ellos, Dios habría va- de Dios que no parezca anular la libertad humana. Pero las
riado su plan de destrucción en respuesta a la petición del d,Q,s verdad~s coexisten: a) Para Dios todo futuro es presente;'
patriarca. En un momento dado Dios había decidido destruir todo cuanto ha de acontecer le es conocido. b) La presciencia
al pueblo de Israel a causa de su persistencia en actitudes de de Dios no anula la libertad del hombre. Y Dios, en su om-
incredulidad y rebeldía; pero la mediación de Moisés y la apa- nisciencia y previsión coordina 19s actos Ijbres de los seres
sionada oración de éste hicieron que Dios se retrajese de su humanQs de modo que todo concurra a la realización de sus
intento (Éx. 32:9-14). designios supremos. Entre esos actos, como vimos, se inclu-
Aun los ejemplos bíblicos de carácter negativo corrobo- ye la oración.
ran la efectividad de la oración en relación con las decisio- Por otro lado, es del todo razonable que la oración sea
nes divinas. Cuando Dios dice a Jeremías: «No ores por este tenida en cuenta por Dios y que, en cierto sentido, «~upedite))
pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, porque no te sus decisiones a las peticiones de sus hijos. Sólo así tieñe
oiré» (Jer. 7:16; 11:14 y 14:11), claramente da a entender sentido pleno el concepto de comunión, que, ineludiblemen-
que. si no hubieran mediado unas circunstancias de endu- te. ha de incluir el de comunicación y en cierta medida el de
recimiento tan intolerable como irreversible, él habría aten- p"articipaciófl. No olvidcmos lo que ya dijimos. que el cre-
dido a la súplica del profeta y habría anulado o aplazado su yente eS'«C01aborador de Dios» '9). Por inco~-
decisión de juicio. Algo análogo puede decirse respecto al sible que parezca, Dios ha des . o a un nivel en el ue
mensaje divino a Ezequiel (Ez. 14:14, 16,20). De no haber- n.o sólo habla sino que escucha. Y l(,scucha seriam..wte. de tal
se llegado a una situación límite, la intercesión de «Noé, modo que dentro de las limitaciones impuestas por sabias
Daniel y Job», habría tenido efectos positivos en la acción razones que él conoce, actuará teniendo en cuenta lo que sus
de Dios. hijos le han solicitado.
La conclusión que se desprende de los datos bíblicos es ¿Signiftea esto una autolimitaci60 de Dios? Tal vez; pero
clara. Karl Bartb la expresó con notable precisión: «Dios es-
cucha y responde. Dios no es sordo, escucha; más aUn, obra.
No obra de la misma manera, oremos o no. La oración tiene
-
esta a.!!tolimitaciÓD no desdora ni -su grandeza ni su soberanía;

8. K. Barth, La oraci6n. La Aurora. 1986, p. 20 s.

88 89
simplemente Q<me de relieve la magnificencia de su gracia,
que del hombre, creado a su imagen y redimido por su Hijo,
hace su imerlocu1Pr y copartíc,ipe en las divinas decisiones.
Así lo entendi6 Barth: «El hecho de que Dios ceda a las de- VII
mandas del hombre, que mude su intenci6n y siga la oraci6n
del hombre, no significa una debilidad. Él es quien, en su
majestad, e~ el esplendor de su poder, lo ha querido y lo
quiere así. El quiere ser el Dios que se ha hecho hombre en
La práctica de la oración
Jesucristo. He ahí su gloria, su omnipotencia. No se dismi-
nuye cediendo a nuestras oraciones; por el contrario, muestra
de ese modo su grandeza».9 Y Emil Brunner ahond6 en este Todo el conocimiento teol6gico relativo a la oraci6n es
pensamiento con gran clarividencia: «... en uilllrearcorres- ~ si no nos mueve a orar. No es suficiente tener ideas
pondencia en el plano personal, la comunicaci6n que Dios correctas sobre la Qlegaria si éstas se mantienen en la esfera
hace de sí mismo se convierte en comunicaci6n en sentido de lo puramente te6rico,'pues, usando la famosa frase de
literal. Dios nos permite que le digamos~go sobre la base Goethe, «todas las teorías son grises». Lo que el cristiano in-
de su comunicaci6n a nosotros. Por la limitaci6n de sí mismo dividualmente y la Iglesia necesitan es la praxis de la ora-
Dios deja espacio para la libertad de la criatura. A través de ~. Ello nos obliga a dejar el plano de la teología sistemáti-
su comunicaci6n crea una relaci6n real· de confrontaci6n, ~ para llevar el tema al terreno de la teología práctica.
que es la identidad con él postulada por el Espíritu Santo en L~ experien~ia cristiana debe estar impregnada de' uI].
la fe y al mismo tiempo la no-entidad, que recibe su mayor e@ín~ de oracI6~. La alabanza y las acciones de gracias, la
énfasis en la fe en él como Sefior y Creador. Dios, por así confesI6n de pecados, la presentaci6n de preocupaciones o
decirlo, rescinde su omnipotencia a fin de dejar lugar para necesidades propias ante Dios, los 'clamores en demanda de
nuestra libertad, y en análoga medida renuncia aquí a su in- auxilio, las Peticiones y laintercesi6n no debieran tener ca-
dependencia de la criatura. Por su propia elecci6n se hace a rácter .e~rádico o circunstancia!; no habrían de asemejarse
sí mismo dependiente de lo Q,Ye un hijo suyo le dice. Él ño a los géyseres que lanzan su líquido termal intermitentemente
s610 oye, sino que responde ... Como Dios se ha limita'dO"'a de mOdo más o menos irregular. MáS bien deberían tener su
sí mismo en la encamaci6n de su Hijo, sin dejar de ser el il.ustra9i6n en el manantial cuyas aguas fluyen sin interrup-
Infinito,·así se autolimita cuando en su gracia condesciende ~. Este es el sentido de las palabras de Pablo: «Orad sin
a oír y contestar las oraciones».lo cesar» (l Ts. 5:17), lo que equivale a decir: «Vivid en la ac-
Esta maravilla es, sin duda, el exponente más impresio- ti_tud de quien en todo momento se siente en la presencia 3e
nante de la dignidad que Dios ha querido otorgar a sus hijos ~». La oraci6n romo acto mental o vocal no puede ser
y el más poderoso estímulo en nuestra relaci6n~ con él. constante, pero el espíritu de oraci6n· sí 10 puede ser.
Debemos, sin embargo, guardamos del error en que pa-
recen caer algunos ~ristianos: que no importa demasiado el
tiempo o la regularidad con que practiquemos la oraci6n
9. K. Barth, op. cit., p. 23. formal si vivimos en el espíritu de la oraci6n. Esta idea es
10. E. Brunner, op. cit., 332 s.
91
90
absurda, tanto como lo sería imaginar la relación de una pa- Sin embargo, a fuer de honestos, hemos de confesar que
reja que pretende vivir en un espíritu de amor, pero que sólo no suele ser la oración el punto fuerte de nuestra vida cris-
ocasionalmente dialoga. Si nuestra comunión con Dios es tiana. En su ejercicio re~lar no parece ser, como afirmaba
unare3.1ida(("nabremos de regular nuestra práctica de la ple- Carlyle, «el impulso más profundo del alma humana». Más
garia, máxime si tenemos en cuenta las múltiples dificultades bien solemos sentir la tendencia a reducirla a mínimos que
~on que frecuentemeiÍte tropezamos para un recogimteñlo nos avergüenzan. ¿A qué se debe la ipcongruencia resultante
interior gue la haga fructífera. - de ensalzar las excelencias de la oración por un lado, y tener
- Ya en tiempos del Antiguo Testamento la oración no se que admitir nuestra debilidad en su práctica por otro? ¿Hay
limitaba a instantes de extraordinaria intensidad espiritual o métodos eficaces para su ejercicio? Las respuestas son vi-
a situaciones de gran apuro. Como vimos, los judíos tenían tales, aunque no fáciles. Teresa de Ávila así 10 reconoció al
sus horas fija.§ en las que diariamente elevaban sus preces a escribir la primera frase de su obra Las Moradas: «Pocas
Dios (Sal. 55: 17; Dn. 6: 10). Esta costumbre proseguía en días cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan
apostólicos (Hch. 3:1). Y, con variaciones en cuanto a los de- dificultosas como escribir ahora cosas de oración». Compren-
talles, ha caracterizado a los espírims piadosos de todos los demos y compartimos su problema; pero es indispensable
tiempos. El hábito no ha sido impuesto por el peso de una que nos ~es~emos a explorar el terreno y dejar algunas
ipdicacion~s que sirvan de orientación al orante.
tradición, a la queen cualquier momento pudiera renunciarse.
Tampoco se debe a una decisión nacida del placer espiritual Como el ejercicio de la oración posee características dis-
que la oración puede proporcionar. Como aseveró Karl Barth, tintas, según tenga lugar individualmente o comunitariamen-
«no es posible decir: oraré o no oraré, como si se tratase de te, la consideraremos por separado en cada uno de los dos
una cuestión de gustoS».l Es un imperativo, una cuestión de casos.
s!:lpervivencia espiritual sana. Así 10 entendía Romano Guar-
dini cuando en una de sus «oraciones teológicas» pedía a
Dios: «Enséfíame a ver que sin orar mi interior se atrofia y LA ORACIÓN INDIVIDUAL
mi vida pierde consistencia y fuerza». 2 , -
. Los apóstoles entendieron bien la importancia de ese im- En todos los tiempos el creyente ha podido dirigirse
perativo cuando, expuestos a tensiones en la creciente iglesia directamente a Dios, tanto en adoraci9n como en súplica. Así
de Jerusalén, se descargaron de responsabilidades adminis- se pone de manifiesto ya en la vida de los patriarcas, quienes
trativas para dedicarse «asiduamente a la oración y al minis- vivieron algunos de los momentos más trascendentales de su
terio de la palabra» (Hch. 6:4). No menos significativas son vida a solas con Dios. En tiempos posteriores predomina el
sus reiteradas exhortaciones a que los creyentes oren (Ro. espíritu comunitario. Yahvéh es el Dios de Israel y el israeli-
12:12; 15:30; 1 C. 7:5; Ef. 6:18; Fil. 4:6; Col. 4:2; 1 Ts. 5:17; ta se relaciona con Dios en virtud de su pertenencia al pue-
1 Ti. 2:1; 1 P. 4:7). blo escogido. Pero aun en este período histórico abúndan los
testimonios de oraciones individuales; pueden hallarse fácil-
mente tanto en los Salmos como en los Profetas.
En el período intertestamentario, tras las experiencias
1. K. Barth La oración, 24. humillantes vividas por los judíos, el anterior concepto de
2. R. Guardini, Oraciones Teol6gicas, 99.

92 93
Con el estilo entre humorístico e incisivo que le carac-
pueblo se debilita y de nuevo la piedad israelita halla su más terizaba, C.S. Lewis escribía: «La oración es pesada. Una
viva manifestación en experiencias individuales. Así puede excusa para prescindir de ella siempre es bienvenida. Cuan-
verse en las primeras páginas de los evangelios. Las figuras do ha concluido, deja un sentimiento de alivio y descanso
de zacarías y Elisabet, de José y María, de Simeón y Ana sobre el resto del día. ~os resistimos a empezar. Nos ale-
son paradigmáticas al respecto. gr~os al conc!!!ir. Mientras oramos -cosa que no sucede
El Señor Jesucristo corroboraría con nuevo énfasis la im- mlent~s leemos una novela o resolvemos un ctucigrama-
portancia que a ojos de Dios tiene la oración individual en cualqUIer ~a es suficiente para distraernos».4 Con
.Qriv~do. En contraste con las exhibiciones teatrales de mu: idéntica sinceridad, el gran teólogo inglés Benjamín Jowett
C~lOS fariseos que gustaban de orar públicamente para ser
confesaba en su diario: «Nada hace a uno más consciente de
VIstos y alabados, Jesús dice: «Pero tú, cuando ores, entra en pobreza y sUIJ.C~cialidad d~ carácter que la dificultad para
tu aposento y, a puerta cerrada, ora a tu Padre que está en orar o para asIstir a la oraCIón. Cualquier pensamiento cen-
10 secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en trado en uno mismo, pensamientos malignos, sueños diurnos,
público» (Mt. 6:6). La propia experiencia del Señor en esta fantasías amorosas, fácilmente encuentran cobijo en la men-
práctica, así como la de los ap6stoles.- refuerzan ese man- te. Pero .el pensamiento de Dios, de la justicia y la verdad no
damiento. Su cumplimiento es la evidencia más genuina de se mantIenen en ella, con la excepción de muy pocas per-
una auténtica piedad. Como ha afirmado Theo Sorg, «es in~ sonas. No llego.a entender mi propia naturaleza en 10 que
discutible que en el diálogo sosegado y solitario del hombre atañe a este partIcular. NoJ1ay nada que, a distancia, parez-
con su Dios palpita el corazón de la oración. Aquí se halla ca desear más que el conocimiento de Dios... y, sin embargo,
~. "punto de Arguímede!' fuera del mundo·, del que Soren no puedo conseguir que mi mente se mantenga pensando en
Klerkegaard decía que sirve para moveiTa tierra».3 él ~r espacio de dos minutos. Pero leo una gran obra de
Sin embargo, y pese a la enorme importancia de la oración fiCCIón y apenas puedo apartar mi mente de ella». 5
individual, ésta no es practicada con el empeño y la asiduidad Admitiendo 10 generalizado de esta experiencia, quizás
que fueran de esperar. .. ~bríamos de confesar que 1,oración, gran privilegio, se con-
VIerte a menudo en gran problema.
¿Se debe ello simplemente a ~stados de ánimo poco fa-
Dificultades de la oración individual vorables para la Qlegaria en un momendo dado u obedece a
Es innegble que en la experiencia del orante cristiano hay otras causas? Es obvio que el es.tado anímico, sea de eleva-
momentos en los que la presencia de Dios se hace extraor- ción espiritual, sea de depresión, influye en nuestra comunión
dinariamente real y se convierte en fuente de ~ de aliento con Dios; en el primer caso para hacerla más viva; en el se-
de jOZO indesc~ptible. Pero también es cierto que frecueñ~ gun~o, para ensombrecerla y debilitarl¡l. Pero esta circuns-

temente la práctIca de la oración resulta rutinaria mecánica tanCIa, generalmente pasajera, no es la única que influye en
fría. '- '

4. Letters to Malcolm, 113 s.


5. Cit. por H.E. Fosdick, op. cit., 91.
3. T. Sorg, WeM ihr aber betet. Kreuz Verlag, 1973, 26.
95
94
la calidad de la oración, ni quizá la más preocupante. Hay Dios. Ya en su día confesaba Juan Bunyan: «¡Oh, cuán sor-
otras que debemos tomar en consideración. prendentes son los agujeros que el corazón tiene en el tiempo
Motivos frecuentes de pobreza en la oración son la frial- de la oración! Nadie sabe cuántos caminos escondidos y
~ espiritual, el debilitamiento en la fe, la tibieza en el com~ cuántas $redas traseras tiene el corazón para deslizarse fuera
promiso cristiano. En tales situaciones el creyente apenas de la presencia de Dios».7 Pero esta realidad no debe fomentar
siente la necesidad de orar. En estos casos~ un autoexa- en nosotros un confonnismQ perniciQso. Hemos de hallar el
meº- profundo que conduzca por la vía del arrepentimiento modo de bloquear esos camiOQs y esas veredas en la medi-
y la confesión a un diálogo renovado, gozoso, con el Señor. da de 10 posible. Intentaremos en breve indicar el modo de
Otra dificultad para orar adecuadamente es la facilidad lograrlo. .
con que nos distraemos. Mil y un pensamientos ajenos a iOs Causa no menos frecuente de dificultad en la práctica de
motivos de nuestra oración pueden cruzar nuestra mente la oración es el activismQ, la tiranía de la acción que acapara
entretanto nos ocupamos en hablar a Dios, sobre todo cuando todo el tiempo y apenas deja un Il}()mento, de sosiego para
nuestra oración es sólo mental. Si pudiéramos reproducirlos estar en comunión <l..o1!l?ios. No parece muy convincente el
después de concluida la plegaria, probablemente nos son- dicho atribuido a Jerónimo: «Toda obra de los creyentes es
rojaríamos. Lutero describió con cierta crudeza, pero con oración», ni el proverbio que reza: «Quien trabaja fielmente
realismo, este tipo de experiencia: «... con los pensamientos ora dos veces». Si estas aseveraciones las intetpretamos be-
de su corazón se conducen de esta manera: pasan del cen- névolamente, como hiciera Lutero, opinaremos como él, que
tésimo al milésimo, y cuando todo se ha acabado, no saben «en su sentido más hondo, esto quiere decir que un fiel, mien-
a punto fijo qué es lo que han hecho ni 10 que ha pasado hasta tras trabaja, está temiendo y honrando a Dios, pensando en
entonces. Comienzan con el "Laudate" y ya están pensando su.s preceptos para no perjudicar a nadie... Tales pensa-
en las musarañ!s, hasta tales extremos, que me parece que mIentos, tal fe, mdudablemente constituyen también una ora-
no se podría ofrecer un espectáculo más ridículo que el de ción y ~abanza».8 Y es verdad que un creyente puede vivir
representar ante alguien los pensamientos que, durante la muy act~vamente con un espíritu de oración. Pero es igual-
oración, agitan el interior de un' corazón sin fervor y poco mente CIerto que l!... menudo ese espíritu se debilita a causa
piadoso».6 d,t un obrar incesante, aunque sea en la obra del Señor. Eso
Este problema se agudiza en nuestro tiempo. Vivim..Qs suce.d~ porque generaIíriente pensamos más en nuestro
con rltmo acelerado un estilo de vida marcado por la multi- servICIO que en el Dios a quien servimos. ~obia.Q()~ con
plicación de ocupaciones -y preocupaciones-, por la prisa, <~muchos quehaceres», como Marta, descuidamos la «cosa
la ansiedad y el efecto de tensiones agotado~as. Pero hemos ecesarla»: estar sentados a los pies de' Jes6Si~·--4).
de señalar que este problema no es exclusivo de creyentes Cuan o somos conscientes de esta negligencia resulta difícil
mediocres, como pensaba Lutero. Lb conocen igualmente, y no pensar que vivimos en una inconsecueñcia humillante.
muy bien, personas piadosas que aman y sirven fielmente a Según A. Guerra, «Teresa de Jesús pasó una vida trabajo-

6. «Método sencillo de oración para un buen amigo», Lutero, Obras. 7. Cit. por H.E. Fosdick, op. cit., 99.
8. Op. cit., 320.
Sígueme, 1977, 324.

96 97
sísima y creyendo ser honesta abandon6 la oraci6n porque calidad, sino simplemente que su fe tiene fonnas distintas
su existencia no era coherente».9 A una decisi6n semejante de expresi6n. Probablemente jamás llegará a «sentirla» como
puede llegar más de un creyente inmerso en una vida de los místicos, pero su comuni6n con Dios puede ser igual-
constante acci6n. mente real y edificante, pese a que le exija un mayor esfuerzo.
La historia de la Iglesia deja constancia de dos errores Este punto será tratado más extensamente en la segunda par-
igualmente malsanos: el de situar la vida contemplativa en te de esta obra al estudiar la psicología de la oraci6n.
la cumbre de1apeifecci6n cristiana, en detrimento de la obra Expuestas algunas de las trabas que pueden dificultar la
que somos llamados a realizarJ y el de otorgar a la actividad práctica de la plegaria, conviene pensar en modos y medios
una prioridad tan absoluta que casi menosprecia todo intento que hagan de ella una experiencia tan saludable como gozosa
serio de «dedicarse» a la oraci6n. Hubo un tiempo en que,
como hizo notar Hugo U. voñBalthasar, «la contemplaci6n
era el placer puro y la acci6n la fatiga pura». 10 En este criterio Ayudas para la oración
se hallan las raíces de ciertas fonnas de monasticisI.!!0' Hoy
prevalece la idea opuesta; lo fatigoso es el recogimiento in- No es posible ofrecer f6nnulas mágicas para que en todos
terior y la oraci6n; el placer lo proporciona la acci6n. Entre !os casos la oraci6n se convierta en una experiencia gloriosa,
esos dos extremos el cristiano debe encontrar una sici6n mefable. No existe ningún método que asegure ese resulta-
de equilibrio. o se trata de una d~ntiva: oraci6!Lo acci6n, do. ~da creye~te deberá buscar el que mejor se ajuste a S!l
e una conjunci6n co ulativa: oraci6n acci6n:- - PArtIcular @ceS1~_y -ª su_tem~l'@le!1to, sin pretender al-
en cu quiera e estas os actividades podríamos aplicar terar~~~onal!9ad. Como decía Helmut Thielicke, «con la
las palabras de Jesús en un contexto diferente: «Esto era ne- oraci6n sucede como con la fe: !lo !~ngo por qué ser otro del
cesario hacer sin dejar de hacer lo otro» (Mi. 23:23). que soy».ll Renunciando, pues, de antemmo, a presentar un
También pueden influir en el ejercicio de la oraci6n métod~, nos limitamos a ofrecer simplemente algunas su-
factores temperamentales. Algunas personas poseen.!lna pre- gerenCIas que estimamos positivas y eficaces de modo
disposici6n innata a lo espiritual. §Cnsibles, introvertidé!,s, general.
fácilmente· pueden sumirse en prolongadas reflexiones. Si
son creyentes, no les resulta excesivamente dificil concen- Decisión
trarse en la oraci6n. Por el- contrario, ~a persona temperal- Si la oraci6n no ha de quedar reducida s610 a expresiones
mente ~~_travertida, dinámica, más dada a la acci6n que la ª esporádicas de acci6n de gracias por detenninadas bendi-
c~ones o de súplica en momentos de angustia y necesidad,
meditaci6n, tropezará con mayores obstáculos cuando quie-
ra orar. Esto no .significa que su cristianismo sea de inferior SI ha de mantenerse la regularidad de nuestra comuni6n con
Dios y nuestro ministerio de intercesi6n, es imprescindible
re~ervar un tiempo para su ejércicio. No es algo que podamos
~ar al albur de ratos disponibles. Hay que buscar esos i~os;
9. A. Guerra, Conceptos fundamentales de pastoral, Cristiandad, 1983,
671. ¡
10. H.U. von Ba1thasar, Ensayós teológicos. Verbum Caro, Madrid, 1964,
294. 11. H. Thielicke, El sentido de ser cristiano. Sal Teme, 1978,47.

98 99
mejor dicho, ha ue fi'arIos de antemano entre los me'ores de este voto importa destacar no es la duración de la oración,
del día (o de la noche). Los apóstoles vieron esta necesi a cuestión de la que nos ocuparemos oportunamente, sino de
con claridad ejemplar. Cuando dijeron: «nosotros nos dedi- laserieda9 con que el fundador del Metodismo pensaba y
caremos asiduamente a la oración y al ministerio de la pa- actuaba respecto a la misma.
labra» daban a entender que para ellos tan importante era 10
uno como 10 otro. Y si alguna prioridad hubiera de estable- Relajaci6n y concentrací6n
cerse entre ambas actividades, el orden del texto bíblico su- ES-iumamente dificultoso orar cuando la mente está
giere que l-ª oración debiera ocupar el primer lugar. ~ de los más diversos pensamient9s y el espíritu es
La oración no debe estar sujeta a la irregularidad, la es- presa de la inquietJJd. Una de las circunstancias más favo-
P2ntaneidad o la improvisación. E-xige dedicación; incluso rables para la oración es ~ sosiego interior que permita la
-usando un término de nuestro tiempo- .12lMificjlQión. Puede concentración en los motivos de la plegaria. Los eremitas de
haber algo de hiperbólico en la frase de Lutero: «El oficio antaño se exhortaban mutuamente a la huida del mundo' y al
del cristjano es orar»; pero enfatiza atinadamente la neée- silencio. Era una forma de expresar l-ª necesidad que senÚan
sidad de que el creyente no vea en la oración una práctica de soledad con objeto de alcanzar la paz de espíritu. El mismo
piadosa al margen de sus actividades. La plegaria es otra ac- sentimiento ha regido la vida monacal a lo largo de siglos.
tividad, y una actividad de primer orden. Es, pues, de todo En nuestros días se han divulgado laÚécnicas del yoga y la
p~nto indispensable que le asignemos diariamente el tiem- meditación trascendental, encaminadas a lograr la relajación
122 necesario. De 10 contrario, la comunión con Dios irá y el ~ntrol del pensamiento. Ni el monasticismo ni las téc-
enfriándose, por 10 que las oraciones cada vez serán más nicas orientales son plenamente compatibles con la doctrina
distanciadas y más breves. Aun si se mantiene su frecuencia evangélica; pero son exponentes de una precisión in-
su intensidad habrá disminuido. Serán como flechas dis- soslayable: la de lograr un estado mental y anímico -10 gue
paradas con un arco débilmente tensado. Una vida de oración s~ ~a venido ,a llam~ «unidad interior»- que permita la esta-
normal exige la decisión depraCticarIa con la regularidad y> bIlIdad del pensamIento en tomo a un solo objeto. ,
e.ntrega que su jmportancia demanda. Juan Wesley fue muy Eminentes teólogos cristianos así lo han entendido. Cal-
consciente de esta exigencia y aunque no nos atreveríamos vino escrib~a: «Para orar de manera correcta y adecuada,
a afirmar que su «método» ha de ser seguido con la misma la primera regla es que nuestro corazón y nuestra mente se
extensión por todos los cristianos en toda época y circuns- hallen en un estado conveniente, como corresponde a quie-
tancia, consideramos muy digno de meditación el voto con nes entablan conversación con Dios. Alcanzaremos tal es-
que encabezaba cada uno de sus muchos diarios: «Decido, tado mental si, despojados de todo pensamiento y preo-
Deo juvante, 1) dedicar una hora por la manana y otra por cupación ~a~a!... la mente es entregada enteramente al
la noche a la oración en rivado, sin excusa ni retexto al- solemne eJercIcIo Y se eleva, d((ntro de 10 posible por enci-.
~; y conversar /cata theo (cara a cara conDios)~in ma de sí misma... Sostengo la necesidad de apartar todas
frivolidad, sin eutrapella (vulgaridad, bufonería)>>.12 ~o que las inquietudes exteripres, por las que la mente distraída
sea apresurada a ir de acá para allá y arrastrada del cielo a

12. CiL por H.E. Fosdick, op. cit., 45.

100 101
la tierra».13 Guardini dedica buena parte del primer cap~tulo la presencia de un gran hombre; y nosotros, en nuestras pe_
de su libro Introducción a la vida de oración a la necesIdad ticiones al gran Dios, ¿tomaremos por religión 10 que la razón
del recogimiento como parte preparatoria ~se~cial enla humana normal consideraría falta de buenos modales?"»15
práctica de la ple~ari.a. Desta~a que ese recoglI~l1en~O, en s~ Pero ¿cómo conseguir la concentración espiritual adecua-
sentido original, slgmfica «ymfic~e». Y at'iade.,,«~s m.aes" da? Debemos insistir en que ftohay normas fijas para tal fin;
tros de la vida espiritual hablan sIempre de la dls~rslón pero si tomamos en consideración la experiencia atestigua-
como de un estado en que el hombre carece de la um~adlle da por cristianos que han sido ejemplos de orantes, habremos
un centro espiri~al, un estado e~ e~ que sus ~nsam~entos de recomendar la lechlra de las Escrituras y la meditación
van de un objeto a otro, sus sentImientos son Imprecl~s y como medios insuperables para lograr no sólo la preparaci6n
su voluntad no es capaz de llevar a término las más auténticas previa "a la oración, sino también la práctica satisfactoria de
posibilidades. En este estado no hay un "yo" -una persona- la oración misma.
~ habla y a qUIen se puede hablar, sino un emb!Ollo d~ I!.n- Que los textos bíblicos son fuente de inspiración para el
sarnientos, un flujo de sensaciones, unas m~ras ImpresIOnes. orante se hace patente en las mismas Escrituras. Las plea,a-
Así, pues, recogimiento quiere decir que qUIen desea orar ha rias más impresionantes del Antiguo Testamento, tanto en su
"recogido" sus pens~ientos .y así h~ preparado para l~ .ora- contenido como en su forma, evidencian que quienes oraban
ción un estado de espíritu "umficado . Es un estado espmtual estaban ijñpregnados en la palabra de DjQ~ que les era co-
en el que el hombre dice -como Samuel cuando fue ll~ado-: nocida. Recordemos, sólo a modo de ejemplo, la magistral
"Heme aquí, Seftor".»14 y Fosdick a~rma~ue «el éXito e~ plegaria de Esdras (Neh. 9). La mayoría de los s3Imistas be-
la oración incluye no sólo la preparacIón general de una VI- bieron de las fuentes de la revelación y tanto sus súplicas
da noble y un pensamiento justo; a menudo demanda una como sus alabanzas expresan sentimientos nacidos del cono-
preparación especial. Pue~e .suc~er que se. esté .de mal !!p- cimiento de las páginas sagradas. En el Nuevo Testamento
mor¡ que se interpongan la ImtacJ,ón o 11\ ~sledad, la preoc'!- los cánticos de María y Zacarías presentan la misma carac-
~c-mn por las obligaciones puede agobltu' nuestras mentes terística. Nada como las Escrituras puede caldear el alma.
de tal manera que, si oramos, sólo una pequefta: p~ de no- Así 10 experimentaron los discípulos de Emaús (Le. 24:32).
sotros se ocupe en ello. Una docen~ de exigencI~ diferentes y los santos de todos los tiempos. Lutero comparaba la Es-
pueden hacer la preparación especial una necesIdad a~solu­ critura al pedernal que enciende fuego en el Coraz.6n~
ta para la oración real. Considerar con qué IPresuramlent0, Es obvio, sin embargo, que el fruto de la lectura bíblica
con qué pensamientos improvisa~o~, mentes deSasosegadas sólo se obtiene cuando ésta va acompat'iada d~ Uleditación en
y vidas no examinadas nos precIpitamos para entrar en la una actitud de diálogo con Dios. En la lectura, más de una
presencia de Dios y salir de ella. El Dr. South. expon~ esta frase dará seguramente lugar a reflexiones que muevan a orar,
cuestión con brusca frangu~za: "Solamente el IrrefleXIVO y bien....sea con acciones de gracias, bien sea con la confesión
el seguro de sí mismo entraría precipitada y toscamente en

15. R.E. Fosdick, op. cit., 89 s.


13. J. Calvino, Inst. XX, 4. 16. M. Lutero, «Método sencillo de oración para un buen amigo», Lutero.
Obras, 331.
14. R. Guardini, Inlroducció a la vida d'oració. Nova Terra, 1966, 25.

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de algún pecado o con una petición concreta. Después se con- Sugerencias complementarias
tinúa leyendo y meditando, volviendo a orar cada vez que el En la oración peticionaria puede ser de ayuda una lista
espíritu encuentra nuevos motivos para dirigirse a Dios. De escrita de motivos que realmente pesan sobre nuestro espíritu.
este modo el tiempo de oración puede prolongarse sin dema- Con perseverancia y esperanzadamente, presentaremos esos
siado esfuerzo mucho más de lo que por lo general se lograría motivos ante Dios.
en un intento de larga plegaria ininterrumpida. Apartado especial en nuestras peticiones debe constituirla
Esta forma de practicar la oración no sólo es deleitosa; la intercesión a favor de otras personas. El Nuevo Testamento
suele deparar experiencias de especial enriquecimiento espi- enfatiza este aspecto de la oración, comparable a un campo
ritual. Por un lado, hablamos a Dios con mayor inteligencia inmenso. Se debe orar por todos los hombres; por los reyes
y, probablemente, con mayor fervor. Por otro lado, se da la y gobernantes (1 Ti. 2:1-3), por los hermanos en la fe (Col.
oportunidad para que el Espíritu de Dios hable a nuestro es- 1:9; 2 Ts. 1:11), por los predicadores del Evangelio (Ro.
píritu. Citamos una vez más a Lutero, cuya experiencia rati- 15:30; Col. 4:3; 2 Ts. 3:1) y aun por los enemigos (Mt. 5:44).
fica la práctica propuesta: «Lo que me acaece con frecuencia Nada como la intercesión muestra la calidad de nuestro
es que una frase o una petición me suscitan tantas reflexio- cristianismo. Nos atrevemos a decir más: es exponente de
nes que prescindo de todas las demás. Y cuando fluyen todos una auténtica humanidad. Como alguien ha sugerido con
estos pensamientos abundosos y buenos, es preciso dejar a profunda agudeza, «ningún hombre es la totalidad de sí mis-
un lado las restantes peticiones [se refiere a las del Padre- mo; sus amigos son el resto de él». El cristiano, llamado a
nuestro], detenerse en aquéllos, escucharlos en silencio, no ser el más humano de los hombres, no puede recluirse en
ponerles obstáculos por nada del mundo. Entonces es cuan- el caparazón de su egoísmo. Ha de sentirse solidario de sus
do está predicando el Espíritu Santo, y una palabra de su semejantes, particularmente de quienes, como él, forman
predicación es mucho más valiosa que mil de nuestras parte del pueblo de Dios. Los problemas, los sufrimientos y
oraciones».17 las necesidades de ellos, debe asumirlos como propios y
Pero este «círculo» espiritual debe ser completo. Nin- presentarlos en oración ante el Padre de misericordia. La
guna de sus partes ha de excluir a las restantes. Cuando al- intercesión, en frase de Fosdick, «es el amor sobre las
guien preguntó a Paul Tillich: «¿Oras?», la respuesta fue: rodillas».18
«Medito». Pero la meditación, pese a su gran valor, no es el En cuanto a la forma, la oración puede ser mental o vocal.
punto final en el camino de la comunión con Dios. No es su- La mental está más expuesta a la divagación del pensamiento,
ficiente que :nos hablemos a nosotros mismos a través de por lo que algunos creyentes prefieren elevar sus preces con
nuestras reflexiones. Es men~ster que hablemos a Dios, tan- palabras audibles.
to en expresiones de adoración como en peticiones concretas Más importante que la forma es el espfritu con que ora-
de toda índole. mos. A la reverencia debe unirse la seriedad. Lo que presen-
tarnos a Dios en nuestras plegarias debe ser algo en lo que
estamos verdaderamente interesados. «Nuestras oraciones

17. M. Lutero, op. cit., 323 s. 18. R.E. Fosdick, op. cit., 221.

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deben significar algo para nosotros si han de significar algo complacernos en lo que consitleramos espiritualidad superior.
para Dios».19 Pero esta práctica ¿no está emparentada con la que el Señor
En algunos casos, la seriedad irá acompañada de pasión. desaprobó tajantemente como propia de paganos? (Mt. 6:7;
«¡Dame Escocia, o me muero!», clamaba Juan Knox. Cuando comp. 1 R. 18:26,29). Debemos recordar que también en este
presentamos a Dios cuestiones de gran trascendencia no terreno hemos sido llamados a la libertad (Gá. 5: 13), la liber-
podemos orar como si se tratara de bagatelas. Y si oramos tad del hijo en contraste con la servidumbre del esclavo. Y
con seriedad, el peso de nuestra oración, en cierto sentido, será inútil todo intento de «forzaD, en nosotros mismos o en
subsistirá. No parece lógico que el orante se olvide de sus otros, la práctica de oraciones de larga duración. Spurgeon
peticiones tan pronto como ha dejado de orar. Los motivos confesaba que no podría seguirla aun si de ella dependiese
seguirán más o menos en su mente y en días sucesivos le in- su destino eterno.
ducirán a reiterar sus súplicas hasta que obtenga contestación Pero por otro lado no debe olvidarse 10 que ya hemos
por parte de Dios. señalado: la necesidad de que el creyente se tome en serio
Otro punto al que hemos de referirnos es el relativo a la la .oraci~~ y l~ dedique el tiempo indispensable para que, sin
duración de la plegaria. Ningún texto de la Escritura nos in- pnsa ru mqUIetud, con la debida concentración realmente
dica el tiempo que normalmente debemos dedicarle. El Señor viva una experiencia de comunión con Dios. '
Jesucristo pasó noches enteras orando (Lc. 6:12). Algunos No ~~traremos en minuciosas consideraciones respecto a
siervos de Dios han dedicado horas al mismo fin. J;:s archi- la posIcIón corporal del orante. En la. Escritura tenemos
conocida la declaración que un día hizo Lutero: «Tengo hoy ejemplos para adoptar cualquier postura: de pie (1 Ro. 8:55);
tantas cosas que hacer que habré de pasar tres horas prando». 2 R. 5:11; Neh. 9:2) -a veces con las manos alzadas- (1 Ti.
Whitefield a veces empleaba un día completo en esta acti- 2:8), sentados (Neh. 1:4) o de rodillas (1 R 8:54; Esd. 9:5;
vidad. Como hemos visto, el tiempo de comunión con Dios 20:36; .21:?; Ef. 3:14). A~n ~aciendo sobre el lecho, propicio
puede dilatarse sin demasiada dificultad cuando la plegaria ~ n:laJamIento y la medItaCIón, aunque también al adorme-
se combina con la lectura de la Biblia y la meditación. Sin CImIento, se puede orar con reverencia y fervor (Sal. 63:6).
embargo, sería absurdo pensar que la calidad, la intensidad Muc~s cristianos, si su condición física se 10 permite, oran
y la eficacia de la vida de oración de un creyente depende arrodIllados po~ considerar que esta postura es la que mejor
de la cantidad medida en unidades de tiempo. La oración no expresa la humIldad, la reverencia y la sumisión con que de-
debe ser medida con un cronómetro, sino más bien con un bemo~ acercamos al Dios santo y soberano. Fue la posición
barómetro que marque la «presión» espiritual del orante. prefenda por Jesús en momentos de gran intensidad espiri-
La imposición rigurosa de un determinado espacio de tual (Lc. 22:41) y, al parecer, la habitual de Pablo (Hch.
tiempo, más bien prolongado, puede conducirnos a la escla- 20:36; 21:5; Ef. 3:14).
vitud dellegalismo. En esta caso, la oración, lejos de ser una En cuanto a la hora más adecuada para la oración tam-
experiencia vivificante, se convierte en agobiante carga que poco es posible extenderse en normas precisas. Para m'uchas
soportamos, ora para evitar problemas de conciencia, ora para personas, la primera hora del día es la ideal. Lo era también
para el salmista (Sal. 5:3). Lo fue para Jesús (Me. 1:35).
Agustín decía que «la hora matutina es el timón del día».
19. Maltbie Babcock. ciL por H.E. Fosdick, op. cit., 222. Algunos creyentes prefieren otros momentos en los que

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pueden disfrutar de mayor tranquilidad que la que permite la Los profundos cambios políticos operados en el período
prisa impuesta por el inicio del trabajo del día. Y no faltan posexílico modificaron la conciencia nacional de los judíos
quienes hallan en las horas noctu~as el espac~o de tiempo y la piedad ahondó sus raíces en la fe individual de quienes
en que, libres ya de las preocupacIOnes de la Jornada: pu~­ componían el «resto fiel». Con todo, la oración comunitaria
den concentrarse para orar. Jesús mismo tuvo esa expenencla siguió ocupando un lugar relevante en el judaísmo de esa
en alguna ocasión (Mc. 6:46,48). También en los salmos.en- época (Neh. 8:6; 9) y de tiempos posteriores. Así lo eviden-
contramos antecedentes de inspiradas oraciones vespertmas cia el amplio uso en las sinagogas de la liturgia rabínica, en
(Sal. 4). Y no faltan ejemplos de espíritus piadosos que, a se- la que la tefillah, oración esencialmente suplicatoria, llegó a
mejanza de los antiguos judíos, oran tres veces al día. ocupar el lugar central del culto.
También en este punto cada persona deberá optar por 10 En el Nuevo Testamento el aspecto congregacional de la
que estime más conveniente. Los aspectos secundarios de la or~ción se mantiene. Es confirmado por el Señor Jesucri
plegaria han de ser decididos con libertad responsable. Lo sto,
qUIen no sólo enseñó a orar a sus discípulos invocando a Dios
importante es que de veras pueda el Señor decir de cada como «Padre nuestro», sino que les hizo una significativa
cristiano lo que un día dijo de Saulo: «He aquí, él ora» promesa: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra
(Hch. 9:11). acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi
Padre que está en los cielos; porque donde están dos o tres
LA ORACIÓN COMUNITARIA congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos»
(Mt. 18:19, 20). A menudo este texto se ha interpretado en-
Acabamos de ver que la comunión con Dios tiene una fatizando el hecho de que el Señor está entre los suyos por
dimensión individual; y ésta es insustituible. Como se canta pocos que sean. Pero el contraste, como hizo notar Fosdick,
en un conocido espiritual negro, «Soy yo, soy yo, Señor, no está entre los pocos y los muchos, sino entre la oración
quien desea a ti orar». Pero esa dimensión es inseparable de solitaria y la oración .comunitaria.:ID
otra más amplia, la que nos incorpora al resto del pueblo de El núcleo inicial de la primera"iglesia cristiana se distin-
Dios para rendirle culto y servirle comunitariamente. Por eso guió porque «perseveraban unánimes en oración y ruego»
no basta orar por los hermanos; es necesario orar con ellos. (Hch. 1: 14). El crecimiento en número no hizo disminuir ese
Ya hemos hecho alusión al gran alcance que esta segunda espíritu" de oración comunitaria (Hch. 2:42), y las pruebas
dimensión de la plegaria tuvo en los tiempos más esplen- más bien 10 I'Qbusfecieron (Hch. 12:5). En el seno de una
dorosos de Israel, cuando la piedad individual tenía su punto ~n?regación orante se gestó y nació la primera empres
a
de apoyo en el pacto establecido por Yahvéh con su pueblo. miSIOnera (Hch. 13:3). La extensión del evangelio y la edi-
Era en virtud de su calidad de miembro de la comunidad ficación de la Iglesia tendría en la oración su más sólido
escogida que el fiel israelita se relacionaba con Dios con- aJX?Yo (Col. 4:3). Y es de notar que las exhortaciones apos-
fiadamente. Y lógicamente las manifestaciones de su piedad tólIcas para fomentarla no van dirigidas a individuos sino a
tenían un carácter colectivo en los actos cúlticos normales iglesias locales.
que se celebraban en el templo diariamente y en las solemnes
fiestas anuales, como se pone de relieve en muchos de los
salmos. 20. E.H. Fosdick, op. cit., 207.

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La respuesta fue ampliamente positiva. Al igual que en el e~riquecedoras de muchos cristianos fueron vividas en reu-
culto de la sinagoga, en el de la comunidad cristiana ocupó ruones, más o menos formales, de oraci6n. Y la vitalidad de
la plegaria un lugar prominente, con la diferencia de que en muchas iglesias se debe, sin duda, a esa actividad. La robus-
ésta privaba el elemento pneumático sobre el litúrgico. El ~ez y ~l crecimiento de la obra evangélica en Corea es un
Espíritu Santo distribuía dones o carismas para que la vida ImpresIonante ejemplo de ello en nuestros días.
espiritual de la iglesia fuese enriquecida (l Co. 12:4 ss). Estos El debilitamiento de los cultos de oraci6n en una iglesia
dones se ponían de manifiesto en las asambleas cúlticas y -y hoy son muchas las que en el mundo occidental lo sufren-
una de sus expresiones era precisamente la oraci6n que, co- es ~v.iden~ia inequívoca de que algo inquietante ocurre en la
mún a todos los creyentes, en algunos casos se manifestaba espmtualIdad de sus miembros. Ese hecho debiera ser una
mediante la glosolalia (l Co. 14:14). Este fen6meno dio lugar luz roja que· ?bligara .a éstos a detenerse, autoexaminarse y
en Corinto a algunas anomalías que Pablo tuvo que corregir renovar~ baJO la accI6n del Espíritu y de la Palabra.
(1 Co. 14:13-28); pero la oraci6n seguiría siendo una de las ESpe~I~ atenci6n debe prestarse a tres factores que con
partes esenciales del culto cristiano. Su forma ha experi- frecuencIa Influyen negativamente en los cultos de oraci6n:
mentado variaciones en el transcurso de los siglos. En de-
terminados lugares y épocas han predominado las formas 1. El formulismo
litúrgicas; en otros, la oraci6n libre. Sin embargo, siempre se Si somo honestos, admitiremos que muchas de las oracio-
ha considerado que la plegaria es esencial en los servicios nes que se oyen en las iglesias o en otros círculos cristianos
religiosos de toda iglesia cristiana. adolecen de ese defect~. No importa que sean litúrgicas o
La práctica de la oraci6n colectiva es consecuencia 16gi- espontáneas. En cualqUIer caso dan la impresi6n de que se
ca de una característica esencial de la iglesia: la koinonia o deben. más a una costumbre que a un sentimiento interior
comuni6n de sus miembros entre sí. Es natural que quienes auté~tlco, a una tradi~i6n más q~e a unas razones objetivas
comparten una misma fe, una misma esperanza, un mismo que mduzcan a la accI6n de graCIas, la confesi6n o la súplica
testimonio, idénticos motivos de gratitud y alabanza, a la par con men!e y coraz6n realmente abiertos a Dios, a la fuerza
que se enfrentan a análogos problemas, tentaciones y respon- de la rutma más que a la acci6n del Espíritu. Cuando esto
sabilidades, unan sus corazones y sus voces en la oraci6n. Es sucede: la oración suele ser fría. No parece que tenga otro
inconcebible que un creyente, miembro del cuerpo de Cristo, p~p6sItO que el de «cumplir» haciendo uso de la «fórmula»,
viva en solitario sus experiencias de comuni6n con Dios. Tal ru otra esperanza que la de merecer la aprobación de quie-
anomalía haría pensar en la probable existencia de problemas nes la es~chan. Este tipo de oración es la escarcha de las
como la misantropía, la introversi6n excesiva o el egocen- congregacIones.
trismo espiritual desmesurado. En este último caso, el espíri- 2. La hipocresfa
tu de oraci6n quedaría indefectiblemente lesionado. Adolf Está emparentada con el formulismo. Admite variedad de
Schlatter afirmaba que «la oraci6n que se ocupa s610 de uno grados. El más eleva~o aparece en el fariseo que ora públi-
mismo se marchita». Lo normal es que el creyente que ora camente con ostentacIón buscando su propia gloria. El más
a solas con Dios ore también a Dios con sus hermanos. l~ve -¿o el más sutil?- es el del creyente que, aun siendo
La bendici6n que de esa comuni6n en la plegaria puede SI~cero en.su fe, descuida deplorablemente su comunión con
obtenerse es innegable. Algunas de las experiencias más DIOS en pnvado, pero aprovecha todas las oportunidades que

110 111
digno de reflexi6n lo que Jacques Ellul escribi6 en su obra
se le presentan para orar en la iglesia. Hay u.na discordancia L'impossible priere (La oraci6n imposible): «Orar no es ese
entre su vida interior y su religiosidad extenor. En tal caso, subjetivismo que se encuentra en algunos círculos cristianos,
lo más probable es que su plegaria no pase de ser otra cosa esas oraciones frenéticas, exaltadas, de pietismo dudoso. Ora-
que «palabras, palabras, palabras, ... » y bien c~nocido e~ el ciones pronunciadas profusamente, en las que se proclama
precepto de Jesús respecto al ~arloteo en la 0~a~16n (~t. .6.7). todo lo que pasa por la cabeza o· luso un diluvio de f6r-
Tal práctica es un descrédIto de la autentIcIdad cnstI~a, mulas acabadas, de todos los clisés aprendidos por gene-
por 10 que debería ser repro?ada en la vida eclesial. Lo escnto raciones. Orar no es la acum acúSn verbal que lleva las
por Calvino todavía es válIdo hoy:. «Por cuanto esta garru- oraciones a un estado de exaltaci6n incontrolada. La oraci6n
lidad es mofarse puerilmente de DIOS, no debe sorprender- no es un ejercicio místico que escapa a la raz6n para con-
nos que se haya prohibido en la I~lesia, a fin de que ~ada vertirse en exaltaci6n, espuma de labios. Sería una blasfemia
se oiga en ella sino lo que es seno y proceda del mIsmo llegar a este resultado. Este delirio es una oraci6n demoníaca
coraz6n».21 a la inversa de la verdadera oraci6n, una especie de medio
3 El fervor entusiasta incontrolado mágico para constrefllr a Dios a prestar ayuda. La intensidad
. Hallamos en él el polo opuesto .al formulismo. General- no es signo de la verdad de Jesucristo. Los derviches musul-
mente este elemento se debe a un sentimiento exaltado que manes, como la antigua pitonisa, conocían el pataleo, el za-
se desborda en la oraci6n mediante expresiones vehementes, randeo, las invocaciones con voz superaguda, la danza de
no siempre «inteligentes».. ., . los posesos».22
En la antigua iglesia de Connto se dIO ese. tl~ de sentI- Con lo expuesto, en modo alguno pretendemos prejuzgar
miento y su forma de expresi6n, como se ha mdlcado ante- las experiencias de algunos creyentes y mucho menos negar
riormente fue a menudo la glosolalia, con deficiencias que su posible autenticidad. Simplemente sefialamos peligros y
Pablo hubo de subsanar. No basta «orar con el espíritu»; es defectos que se han visto en la vida de muchas iglesias y que
menester orar también «con el entendimiento» (1 Co. 14: 15). en algunos casos han desfigurado la verdadera naturaleza no
Hay en el cristiano piadoso un fervor natural, mesurado, s6lo de la oraci6n, sino de la fe cristiana misma. Algunas
que, a través de la oraci6n, caldea saludablemente la atm~s­ personas no cristianas, ante detemlinadas formas de culto,
fera espiritual de la comunidad orante. Pero el fervor qu~ tIe- han quedado confusas, sin poder precisar si lo que habían
ne necesidad de recurrir a la voz estridente, al tono queJum- presenciado era una manifestaci6n de cristianismo, de espi-
broso u otras formas aparatosas de expresi6n fácilmente será ritismo o de alguna forma nueva de paganismo comparable
interpretado por el observador ajeno al círculo religios? co~o al baalismo de antafío.
una forma de histeria, 10 que honra muy poco el testImOnIO Ninguno de los riesgos mencionados o cualesquiera otros,
cristiano. debieran, sin 'embargo, desalentar a nadie en la práctica de
Tampoco es menester que el fervor se e~prese con ma- la oraci6n comunitaria, pues los beneficios que de ésta
nifestaciones místicas que, finalmente, tambIén conducen a
alguna forma de paroxismo. Pese a lo duro del lenguaje, es
22. Cit. por A.R. Kayayan en «Mystique ou Priere» Perspectives
Reformées, 1980. Nos. 3 y 4, 70.
21. 1. Calvino, Inst., XX, 29.
113
112
pueden derivarse tanto para el creyente como para la con- Que el camino recorrido en nuestro estudio sobre la ora-
gregación superan generalmente a los efectos negativos de ción nos conduzca a su única gran meta: ser hombres y muje-
posibles corrupciones. Hacemos nuestras las palabras de res de oración. De ello se derivará bendición para nosotros
Dietrich Bonhoeffer: «Es... 10 más normal de la vida cristiana mismos, para la Iglesia y para la sociedad.
comunitaria que los creyentes oren juntos y, por buenos y La última exhortación de Pablo a los Efesios debería ser
útiles que nuestros frenos aquí puedan ser, a fin de mante- constantemente nuestro lema: «Orando en todo tiempo con
ner la oración pura y bíblica, no pueden éstos estrangular la toda deprecación y súplica en el Espíritu y velando en ello
oración misma, pues ha recibido una gran promesa de con toda perseverancia». (Ef. 6:18).
Jesucristo».23
Resumiendo todo lo dicho y en conclusión, la oración no
es solamente un tema teológico para ser estudiado. Es un
ejercicio para ser practicado individual y comunitariamente.
La interrelación entre las dos esferas, la individual y la co-
lectiva, y su recíproca influencia debieran ser tenidas siempre
en cuenta. El creyente que vive en la intimidad una vida
robusta de comunión con Dios contribuirá a que los cultos
de oración en los que participa sean una fuente de inspiración
y estímulo. Y viceversa; esos cultos nutrirán la fe y el espíritu
de plegaria del creyente. Redondeamos este pensamiento
-más bien realidad- con dos luminosas citas que debemos
igualmente a Theo Sorg: «Una iglesia en la que la oración
individual y la comunitaria están en relación de polaridad
adecuada es un beneficio de Dios para el mundo. De ella
puede salir un poder provechoso en todas las formas de
comunión que unen a los seres humanos. De ningún otro
modo se coordinan mutuamente el yo, el tú y el nosotros
como en la oración». 24

23. D. Bonhoeffer, cito por Theo Sorg, Wenn ihr aber betet, 27.
24. T. Sorg, Op. cit., 28.

114 115
Segunda Parte

LA ORACIÓN
EN SU PERSPECTIVA PSICOLÓGICA

Pablo Martínez Vila


Nota introductoria

Esta segunda parte, «La oración en su perspectiva psico-


lógica», nace como resultado de la gran necesidad detectada
en este campo de la vida cristiana. Se ha foIjado mayormente
en el contacto viv~ =UChOS creyentes. Durante cuatro
afios he estado(ic i datos prácticos sobre la relación
entre la vida de oración y las características psicológicas de
la persona. Ha sido el testimonio directo de estos hermanos
y hennanas ~l de algunos en la intimidad de mi consulta
como médico y psiquiatra, el de otros mediante cuestionarios
y entrevistas personales- el que me ha proporcionado un
caüdiíl de vivencias cuyo valor es insustituibl~.
- Por ello quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que
han enriquecido estas páginas con su testimonio íntimo. Sin
su generosa colaboración, el libro habría perdido interés prác-
tico. Quisiera, en especial, agradecer a algunos estudiantes
de los G.B.U. y a los jóvenes de mi iglesia local en Barcelona
(cNerdi) su paciencia en responder a mis cuestionarios, a ve-
ces bastante laboriosos.
Estos capítulos vañ dirigidos al pueblo evangélico en
general, no a la comunidad científica de psicólogos y psiquia-
tras creyentes. Por esta razón hemos procurado evitar la eru-
<1!.9Q.n y el detalle académicos que podrían ser de muCfio
interés para el profesional, pero que dificultarían la com-
p'rensión gen~ral. La claridad y la sencillez no deben restar
Qrofundidad al desarrollo de un t~a. Pensamos que la ora-
ción, auténtica espina dorsal en la vida del creyente y de la
iGlesia, necesita ser enriquecida en sus facetas más prácticas.
Esta es nuestra meta. Si logramos contribuir a tal propósito,

119
aunque sólo sea en una pequeña medida, nos daremos por
satisfechos.
Al terminar mi aportación a esta obra, varios motivos de
gratitud a Dios me vienen a la mente. Por un lado, se trata VIII
de mi primera publicaci6n en forma de libro. Además, escri-
bir sobre la temática de la oraci6n constituye un privilegio,
aunque también una responsabilidad moral que compromete.
Pero, sobre todo, mi corazón alberga una emoci6n profunda
Oraciones distintas para personas
porque he podido escribirlo conjuntamente con mi padre. Él distintas. La oración~egún
ha sido para mí un modelo que ha moldeado toda mi vida
cristiana. Junto a mi madre, y por la" gracia oe Dios, ambos
los temperamentos
supieron crear un ambiente de piedad familiar que marcó mi
infancia de manera imborrable. Porque ello~ me dieron calor «¿Por qué me cuesta tanto ponerme a orar?» «¿Por qué
de hogar y me criaron en el temor del Señor, por todo esto
al~os creyentes parecen tener una facilidad natural para la
les debo un tributo muy especial de gratitud al publicarse esta oracI6n?», «¿Por· qué muchas veceS me siento hipócrita al
obra. orar?», «¿Por qué me es difícil sentir a Dios cuando oro?»
De su propia vivencia aprendí que «mejor es un día en los
«¿Es un problema de fe?»
---_.-del- Señor que mil fuera de eÚQs» (Sal.
atrios ~.~ -
_. -84:10). Estos !!lterrogantes, tan frecuentes en la práctica, reflejan
una realidad: nuestras oraciones se ven afectadas por cir-
-PABLo MARTINEZ VILA
cunstancias que no son s610 espirituales. En líneas generales
podemos reducir a tres los factores que van a influir pode-
ro~amen~e en nuestra vida de oraci6n desde el punto de vista
~slcoI6gICO. Dos de ellos tienen un influjo permanente, con-
tmuo: nuestro temperamento y nuestra·personalidad. Están
fuertemente vinculados al~ carácter, forman parte de nuestra
I!!.anera de ser. El tercer factor, las circunstancias del mo-
a
mento, va depender de aspectos pasajeros; sUlnfluencia
queda limitada en el tiempo.
En los siguientes capítulos vamos a analizar c6mo estas
realidades afectan a la oraci6n a dos niveles: en el proceso
en sí de orar, lo que podríamos llamar el curso o dinámica
de la oraci6n, y en el contenido de la oraci6n. En otras pala-
b:as, nuestro tempe~ento, nuestra personalidad y las viven-
CIas del mome~to mfluyen activamente en el cómo oramos
y en el qué oramos.

120 121
Desde luego no podemos llegar a pensar que la vida de emocione.LEl elemento-1?síquico ya existía__éIDtesJ1~Ja en-
oraci6n queda prácticamente a merced de factores emocio- trada del pecado en el mundo. ---
nales y circunstanciales. Ello sería caer en el..!e~.enIlinismo Ni siquiera el hombre por excelencia, el Sei\or Jesucristo,
~fº-16gico, error importante en el que hist6ncamente han pretendi6 una espiritualidad tan pura que estuviera desco-
caído diversas escuelas de psicolo a. Tanto el psicoanál~is nectada de las otras dimensiones de su persona. Volve'reiños
ortodoxo de Freu como el conductlsmo de Skinner, por citar sobre este aspecto más adelante, porque nos parece esencial
dosescuelas fundamentales, sostienen que la mente regula en nuestros días cuando rssur.¡en con fuerza corrientes de
nuestra conducta y nuestra vida casi sin margen para otras neoplatonismo revestidas de superespiritualidad. Conclui-
influencias. Desde el principio queremos enfatizar este aspec- mos, por ahora, que el, creeyen~ -en tanto que persona- es
to: la oraci6n se realiza bajo la influencia del Espfritu Santo una unidad donde ninguna parte es su¡x;rior o mejor qy.e las
y éste adquiere una función central en todo el acto de orar demás, ni puede aislarse de las otras. ~ste es el concepto de
(como se ha seI\31ado en el capitulo IV). Al anallzar los hombre que e~contramos en las Escrituras; !g antropolo8.!a
factores psicol6gicos de la oraci6n no podemos minimizar bfblica es· holfstica, integral, como también 10 es, en con-
la figura de Aquel que «intercede por nosotros con gemidos secuencia, su concepto de vida cristiana, incluida la oraci6n.
indecibles» y relegarlo al papel de compaI]a. Nada más lejos NadJe-Imede despojarse de su estado de ánimo al hablar con
de nuestra intenci6n. Pero sería un error igualmente olvidar Dios.
la influencia extraordinaria que nuestro aparato psíquico --:.n
Ahí están, por tanto, derivadas de· nuestra estruetuJ'Ún-
ejerce sobre la vida espiritual en general y la oraci6n en ~-ª'..de nuestra esencia como seres humanos, las influencias
particular. sobre la vida de oraci6n. Tales influencias no:son negativas
Esto sucede así porque el hombre es una unidad de cuer- en sí ,mismas. No hemos de verlas siempre como un freno
po, mente y espíritu y estas partes están inextricablemente o una limitaci6n. A veces, indudablemente, vana ser una ré:
unidas entre sí. Cuando el cuerpo sufre,. afecta a la mente y ~, u_n }gÜjj6p en la carne, que nos impedirá una vidade
a lo espiritual. Cuando la mente arrastra cicatrices del pasa- oracl6n como nos gustaría. Pero, de entrada, nuestro tempe-
do, sea por complejos, !!]Y!!!.as, o vivencias dol01'9sas, ello ramento, nuestra personalidad y las circunstancias del mo-
va a pasar factura a nuestra vida espiritual e, incluso, a nues- mento no son un. obstáculo, sino el complemento que le da
tra salud física. No podemos aislar ninguna de estas dimen- a nuestra vida espiritual un ~re distintivo. Podríamos resu-
siones, como tampoco podemos aislar este todo somático- mir esta idea parafraseando la conocida afinnaci6n del fi-
psfquico-espiritual .de la influencia del entorno circund@te. 16sofo espafiol Ortega y Gasset: «mi oraci6n es yo y mis
Ñadie puede ser tan espiritual como para afirmar que a él «10 circunstancias». Lo psíquico ejerce una influencia parcial y
psicol6gico» no le afecta. Ello sería tan osado, o tan ingenuo, lLmitada pero poderosa sobre la vida de oraci6n. Debemos
como exclamar: «yo soy todo espíritu». A veces algunos cre- aceptar esta realidad como una de las esferas sobre las que
yentes quieren ser tan espirituales que llegan a considerar la el Espíritu Santo ejerce su acci6n mol~ra.
parte psíquica del hombre como una consecuencia de la Veamos ahora cómo operan, en la práctica, estas in-
caída. Esta idea, obviamente, no es correcta. Cuando Dios fluencias. Empezaremos con algunas consideraciones sobre
creó al hombre no 10 hizo s610 espíritu, sin cuerpo o sin el temperamento.

122 123
Nuestro temperamento muy útiles. No podemos rechazar la totalidad de su obra
porque no compartamos algunos de sus conceptos. Su cla-
El temperamento es la dimensión más constitucional u sificación de las personas, según tipos psicológicos, forma
orgánica de nuestro carácter. Forma el aspecto más bioló- parte de ese caudal que merece v,aloración y aprecio.
gicamente determinado de la personalidad. El glosario de La clasificación de Jung se basa en QOs ejes funda-
Freedman y Kaplan 10 define como <~ predisposici6n 1n- mentales: -
trfnseca, constitucional a reaccionar de deteoninada man~a
-Según el tipo de ~titud gen~al: introversión-extraversión.
ante diferentes estímulos». Por 10 general, se acepta 'un com- -Según la {ynci6n psíqujca predominante: cuatro tipos psi-
ponente genético, hereditario innegable en la formación del
temperamento.
Son muchas las clasificaciones sobre temperamentos. La
mayoría de ellas nos parecen útiles porque enfatizan aspec-
-
cológicos. . -

Introversión y Extraversión
tos determinados de la persona. La tipología de liip6cra~,
por ejemplo, a pesar de su antigüedad, goza todavía de gran Jung divide la humanidad en dos grupos principales: aque-
predicamento, especialmente en círculos evangélicos. Es ad- llos. cuya actitud general, interés..Y energía, están dirigidos
mirable el trabajo que realizó Hallesby, teólogo noruego, en haCIa fuera son los extravertid!ls; el grupo cuyas actitudes
su pequefio pero ameno libro Temperamento y[e cristiana! generales están sobre' todo dirigidas hacia dentro son los
(hoy agotado). También Tim La Haye sigue el esquemaoe i'E!0vertidos. Estas dos actitudes no son tanto el resultado del
Hip6crates en su libro Temperamentó controlado. 2 La 'clasi- medio social o la educación; son más bien formas es~n­
ficación en melancólico, ~o, sanguíneo y fl~o pa- táneas y automáticas de reaccionar.
rece haber calado hondo en la psicología popular y creemos En el fondo, toda persona encierra ambas posibilidades de
que tan amplia aceptación no debe ser casual: orientación. Podemos observar épocas de nuestra vida en las
Nosotros, sin embargo, hemos preferido una tipología que tenemos unajendencia. por ejemplo, a la introversión.
menos conocida, pero más moderna, la clasificación del psi- Observamos, por tanto, fJuctuacio~s en estas actitudes de
quiatra suizo ~arl Gustav lung 0875-1961).3 lung es un base. A pesar de ello siempre va a predominar una de las dos'
pensador algo controvertido, tanto en círculos profesionales es la que reacciona de manera más espontánea y automátic~
(fue uno de los primeros herejes en desviarse de la ortodoxia frente a los estímulos. Enfatizamos, no obstante, que no es-
de Freud) como en ámbitos cristianos. Las razones para ob- tamos ante una disyuntiva: o se es introvertido o se es extra-
jetar, desde una perspectiva cristiana, algunos aspectos de su vertido; se trata más bien de una línea continua en la gue ca-
obra, las exponemos en el capítulo XII. Pero lung tiene~­ dA persona puede ubicarse. Alguien puede tener un 60 % de
taciones enri<!ue~oras sobre la mente humana que nos son extraversión y un 40 % de introversión; otro tendrá una
proporción distinta. El movimiento de las dos actitudes se
parece~~las flucnlliªoñe~de uó-Péndulo. Pero:a pe-
sar de estas oscilaciones, siempre va a predomiñ"ar una de las
1. O. Hallesby, Temperamento y fe cristiana. dos.
2. T. La Haye, Temperamento controlado por el ESpfrUll. Betania.
3. Ver C.O. Joog, Tipos Psicológicos, 61 00. Sudamericana, 1954.

124 125
En la introversiÓn se dirige la energía vital hacia adentro. posee la~atro, pero en grados de evolución diferente. En
La rsona es más bien tímida, le falta soltura y adaptabilidad general, ~ de ellas está más desarrollada que las otras tres'
enhis relaciones. TIene aCI I a para la.J:MJ ItacIQn yTa frf- es la (uncIÓn principal. Ésta es la que reacciona con m~
se
t1'Ospeccj6n. deleita en la vida interior. La profundizacIón espontaneidad. Otrá,la segunda, le sirve defunciÓn auiil.J.ar.
en los asuntos del alma le es máSfáCil qué al extravertido. La tercera y la cuarta son más o menos inconsci~ntes y ru-
Por ello, no le cuesta cultivar una vida de oración más o me: dimentarias. Según Jung, una gran panede los trastornos
nos regular. Con un rico mundo interior, vive de sus sueños, pgguicos proviene del desequilibrio entre estas cuatro fun-
de sus especulaciones, de su universo. Posee \lna notable ~s. En la medida en que una de ellas se desarrolla exa-
profundidad de sentimiento y de pensamiento. geradamente en detrimento de las otras, la persona queda
En la extraversiÓn la energía psíquica se dirige hacia fue- expuesta a trastornos emocionales. Por ello, el ideal sería el
ra. El extravertido es una persona sociable. un elemento de estado de ~rfecto equilibrio entre las cuatro; pero la perso-
unión. Se adapta fácilmente al ambiente, conecta con el ex- na en posesIón de un pensamiento, una intuición, una sensa-
-en-
terior con prontitud; los jntereses. ya no estáIi su un~rso ción y un sentimiento igualmente desarrollados no se suele
encontrar.
interior sino en la gente y en las cosas. Es abierto por natu-
ralez~ y uno de ·sus peores enemigos:está en la soledad. S'()n No obstante, ~ convenie~te saber que podemos estimu-
~rsonas atractivas por su forma de ser. Por el contrariO:-en lar el desarrollo de las_func!9neS menos evolucionadas; es
~lntrovertidola atracción hay que descubrirla en la medida decir, &9 estado no es algo estático. irreversible algo que
que
en uno-llega a cono~rle. La tendencia natural del extra- h~mos recibido y con 10 que debemos. conforma~os toda la
. vertido no es a la meditación sino a la acciÓn. Por todas estas VIda de ,!llanera fatalista. Una de las formas de maduración
características, le va a cOStar mantener una vida de oración del indiyiduo, segtln Jung, consiste en la estimulación de
regular. Cuanto más extravertida sea una persona, más difícil las funCIones menos desarrolladas. A este proceso le llama
le es ponerse a orar y concentrarse en la plegaria. La razón individuaciÓn.
radica en su dificultad para el recogimiento, para cultivar esta Las diversas funciones determinan los tipos psicolÓgicos
vida interior que tiene @ déficit; sus sentimientos y pensa- que vamos a .consi~erar ~guidarnente. Recordemos que al
mientos fluyen de manera· espontánea hacia afuera. Para él hablar d~ un tipo pslOOlóg¡co concreto aludimos a su función
empezar a orar representa algo así como tener que salvar una prin~ipal, la que reacciona de manera más natural. Pero ello
larga distancia, dar un gran salto. d~ rungu~a manera quiere decir que carezca de las otras fun-
cIones. SImplemente están menos evolucionadas. Cada uno
Pasemos ahora al segundo criterio de Jung: de estos tipos podrá ser, a su vez, introvertido o extravertido.
E.n total, al combinar ambos ejes, tenemos ocho posibilidades
Las funciones psíquicas

El individuo dispone, para adaptarse al mundo exterior y


-
diferentes.

1. Tipo Pensamiento
. -

a sí mismo, de cuatro funciones principales: el pensamiento, En él p~o~inalalów:c~ sobre el sentimiento, lo pbjetivo


&.sentimielltO, la sensaciÓn y la intuiciÓn. Estas funciones, sobre 10 subjetivo. A ronta las situaciones con la razón. Su
al igual que las anteriores, soñ innata!. Cada ser humano ~regunta ante una situación es: «¿Qué significa esto?». Deja

126 127
de lado el i~stinto; el sentimiento es su p~rcela menos d~a­ Por su déficit en la esfera de los sentimientos, otro de los
JIQ11al:1a. Sin necesidad de llegar a ser un ~ntelectu~, ~ta peligros de este tipo es la intoleren~ia; puede llegar a con-
~nsar. Procede sobre todo por dedu~clOnes lógIcas y se vertirse en un tirano que no acepte la idiosincrasia de los
siente a gusto con lo que implica ~n. Busca la verdag, demás. Este dogmatismo rígido, junto con un exceso de ra-
el significado.-P-ara él las ~sas no son agradables o desa- cionalismo, le deben mantener en guardia. Debe cuidar que
gradables, bonitas o feas, smo v~rdaderas o falsas. ~ante su cabeza no crezca desproporcionaaamente en relación con
de los libros y de la lectura, disfruta en el mundo de las ldea.s. su corazón. Debe recordar el equilibrio perfecto entre ~d
Clasifica, analiia-.-Diríamos que su cabeza es la parte más y yida gue caracterizó a Jesús. Debería cultivar sus senti-
desarrollada,desde luego mucho más que el C?razón. Ello le mientos y aceptar los dé los demás. Pensar más que otros no
convierte a veces en una persona poco sensIble. No s~ ~a ie confiere superioridad espiritual.
cuenta de las necesidades afeetivélS, de los estados de ánimo Suele ser disciplinado y metÓdico. Le ID!~ el orden. ~­
de otros. Es un poco torpe para captar los matices del corazón. tes de orar prefiere tener una base objetiva. Por ello suele
El caso más extremo sería el sabio que vive inmerso en su inspirarse ~n una lectura bíblica; aquí, no obstante, tiene una
lucha particular para mantener el aire devocional de la me-
mundo. alf . S
Para él la oración es un proceso pensante, an ti~. e ditación. Su tendencia natural a intelectualizarlo todo le hace
acerca a Dios con mentalidad racional. Lo importante ~o es Pleparar un sermón o analizar la exégesis del texto inw-
sentir a Dios, sino el caudal de ideas nuevas que ~e VIenen luntariamente cuando se acerca con espíritu devocional. De
mientras ora. Incluso se sirve de un cuaderno para lf anotan- todas maneras, la lectura bíblica le da un fundamento más
do estas sugerencias que acuden a su mente. A vece~ guar~a sólido para reflexionar sobre Dios. La médltacióñ para él será
un diario devocionaJ que le es de gran valor. Otros tip?S PSI- más especulativa, buscando la armonía conceptual, la luz que
cológicos, el «Sentimiento», por eje~plo, se escandaliza~an viene de la lógica, de la coherencia argumental.
de esta actitud. ¡Cómo se puede acudIr a un acto tan emotivo, En sus oraciones suele haber pwcupación por la justicia
la oración con bolígrafo y libreta! ... y la verdad; siente especial simpatía por las Bienaventu-
Poners~ a orar le será, en general, más difícil que a los ranzas. Su estructura, tán lógica e interdependiente como
otros tipos, porque la oración implica relación, expresió~ de los eslabones de una cadena, y su énfasis en lo verdadero,
sentimientos. (Recordemos que esta esfera es la que ti.ene encajan bien con su temperamento. Esta característica le
meñosdesarrollada). T.Q..da relación !e -.f~ta, y más SI. es convierte normalmente en un buen intercesor en favor de
una relación íntima como la oraCIón. Por ello, el t~po otras personas o situaciones en el mundo, especialmente de
«Pensamiento» necesita hacer un esflleno mayor, la oraCIón injusticia o necesidad.
no le sale espontáneamente. El autoexamen s~~ un factQr Por su dificultad en las relaciones, sobre todo si es un
eseñClal en su relación con Dios. El lado POSItiVO de esto tipo «P» introvertido, el contacto directo con el Seftor se le
radica en su «i!pacidad notable para la ~tica. y la con- hace difícil. «Escribirle a Dios me sería múcho más fácil»
fesión. Por otro lado, el peligro es un exceso de l~troSpeC­ -me comentaba uno de ellos-. Más que ningún otro,
ción qUe( puede llevarle a una «hipocondría espintual», es «Pensamiento» debe encontrar estímulos adecuados qúe le
decir, una preocupación desmesurada por su salud es- ayuden a empezar la oración. En este sentido, la plegaria co-
piritual. munitaria le puede ser de gran ayuda. La vida ete oración de

128 129
la iglesia local es un estímulo imprescindible para todo cre- «P» busca?a j>uena teología y y'na aplicaci6n relevante.
yente, pero aún más para estas personas. La acJinul del tipo Una de las Imágenes que más le atrae de Jesús es la del buen
«Pensamiento» se resumiría en estos ténninos: «Meditar la Qastor (Juan 10) que vela y cuida por las ovejas con áiñOr
Palabra no me cuesta nada. Disfruto mucho con ella. Pero profundo.
om "se me hace difícil. Mis tiemposde plegaria s61oson ~l d..eseo de. intimidad con Dios es el rasgo destacado de
fecuñdos muydevez en cuanQo. Curiosamente si consigo su v~da de oracl6n. De tod~Jos !!~S es el mejor dotado para
"sintonizar" con el Seftor, entonces mi oraci6n es intensa. sentIr al Seftor como un ser amante-y" entender la fe como
Pero esto s610 ocurre ~rádicame!1te». u!Th relaci6n de amor (ver capítulo.. X):--- - . ---
El problema de estos creyentes no radica tanto en su vida Los peligros estarán en un subjetivismo excesivo en su
espiritual como en su configuraci6n temperamental. La oro- vid~ d~ oraci6n. Es elJip{Lmás expuesto a laJiranfu <kl,os
grafía de su terreno psicol6~ico no pennite un fluir caudaloso sentlm.J.~S. «Cuando siento a Dios cerca, mi fe está bien.
y regular. Su vida de oraci6n se asemeja a los ríos medite- Sí!eslento lejos, mi fe no funciona y soy un hipócrita». Las
rráneos, de curso torrencial e imprevisible. Pueden estar personas tx:rtenecientes a este grupo deben aprender a ex-
secos mucho tiempo, pero ¡siguen siendo ríos! Al fin y al plo~ar las dm~et.tsiones más objetivas de laQ!:.a. ~j.6_n.;.Jªjnt~-
cabo, la irregularidad del caudal no niega su realidad como cesl6n, la petlcl6n, etc. --
ríos. ¡Cuando llevan agua pueden ser fértiles igualmente! Para ellos ~ oraci6n fonnal. apartar un tiempo explícito
Nunca deberíamos juzgar a un creyente sin conocer los in- Qara orar, lejos de sedes una carga les es un plac~r. Vibrin
trincados vericuetos de la personalidad humana. - en el mundo de las relacio~s, su capacidad para dar y darse
al Seftor no conoce apenas límites. -
2. Tipo Sentimiento
El sentimiento es la funci6n que nos transmite el valor de 3. Tipo Intuición
las cosas. SJ!.aproximaci6n a la realidad es: ¿amo o ño amo?, La intuici6n es la funci6n psíquica qu~as posibilida-
¿deseo º rechazo? Ya no existe tanto la preocupaci6n por la des de una persona, cosa o situaci6n más"aiifde lo aparen-
verdad o la mentira como anterionnente. Esta funci6n se tem.e~~ visible. Advi~rt~ lo que se esconde detrás,~ las
encuentra con frecuencia en el alma femenina, así como en posI~llidades, l~ antiCipa. Es ~~~a@i en el mejor
artistas, músicos, poetas, etc. Es una persona tierna, íntima, sen?do d~l ténnmo (recordemos el sigru Icado etimol6gico
con gran capacidad para dar calor y afecto. Las relaciones ~~ '~tuerl: contemplar). ~ un innovador, un pionero: es tI
~rsonales que requieren sensibilidad son su unto fuerte. Si IIp.clador -aunque no seguidor- de pensamientos y acciooes.
en e tipo« »pr omma a la cabeza, en éste ~redomina el Por así ~ecn10, la persona tipo «Intuici6n» es como la ch1§pa
~n, y nadie se atrevería a afinnar la superioridad de uno Cll!.e enc~ende un fue gOL- pero no la lefta que lo continúa. Su
sobre otro. Son distintos y, por tanto, complementarios. onentaCl6n en cuanto al tiempo está casi siempre en ef.futu-
Su vida de oraci6n revestirá todas las características de ro, el. más állá. El presente, el aquí y el ahora, le parecen
una ~laci6n ,afectiva, personal. cálida. No le costará ~ ~rosalcos. Le atra~ lo d~sconºcido, lo nuevo. Se entusiasma
d~ sentir a DIOS comO un amante sensi.ble. La bondad y siempre ante !!..n proyecto, pero ~ele dejar muchas tareas
la misericonlia del Seftor le serán los atributos más atracti- ~r acabar porque le falla el sentido de la realigad. Prototipos
vos. En una predicaci6n busca la !nspiraci6n, mientras el tipo

130 131
de un «Intuición» extrem los inventores o los expl~- necesidades inmediatas de su iglesia local. Se entusiasma y
t~s. Sus ideas s VISIO ro ectos. se deja arrebatar al participar de la Santa Cena, imaginando
Un rasgo interesan e intuitivo, al compararlo con los el sufrimiento de Cristo; pero le es costoso identificarse con
demás, es su es iritualidad espontánea. De todos los tipos es hermanos suyos que son perseguidos injustamente en otro
el más dotado naturalmente ara rcibir 10 reli ioso~e país.
una sensibilidad innata hacia las cosas espiritual~s; casi ha- Su ~orma natural de meditación tiende a ser~, sin
blaríamos de un instinto religioso desarrollado, de una espi- contemdo, ~ los pel.igros que esto implica. Lo que
Qtti<l1idad ternQC.ram~mal. Me decía un paciente: «Yo soies- le gusta eS~Qtro nesgo está en-su tendencia a la
piritual por carácter; me gUsta lo eterno, lo trascendental; me o@ción puramente contemplativa, no verbal, al éxtasis, a'la
atrae de manera espontánea, 10 siento dentro de mí, no tengo unión mística con Dios, en menoscabo de otros ingredientes
que hacer ningún esfuerzo». Es una descripción muy exacta illlportantes en la plegaria.
de esta realidad. Ijuye de los métodos; la libertad en la oración le es vital
Desde luego, esta religiosidad natural no equivale a la fe porque le permite sumergirse en el «viaje interior del alma»,
en su sentido bíblico. Pero sí hemos de aceptar que el tipo acceder a las rutas desconocidas y no exploradas del espíritu,
«Intuición» estará más abierto a las realidades espirituales llegar al misterio de Dios de manera experimental. Para ello
que, por ejemplo, el tipo «Sensación», sobre todo si éste es, puede servirse de Q..raciones hechas, o frases, que repite de
además, extravertido. manera rutinaria hasta conseguir ~ estado de ánimo "necesa-
En su vida de oración será quien entre con más facili- tia para Imclar el «viaje».
dad en la presencia de Dios. Por constitución natural, la De todos los tipos, el Intuitivo es el más expuesto a los
transición de su mundo interior al mundo de 10 divino es peligros que ampliamos en el capítulo XII, peligros que te-
rápidé!z §!:mY.e, porque ambos le son vecinos. El camino a re- nemos hoy muy cerca en el mundo occidental:
correr para empezar a orar es corto, mucho más corto que
los tipos «Pensamiento» y «Sensación», especialmente los 1.- Un concepto falso de espiritualidad; falso en el senti-
extravertidos. " ~o d~ que es más platónico que b~co. La supenw>i-
Sus oraciones, sobre todo si es el tipo «Intuición» intro- ntualldad puede caer en la pseud~iritualidad con
vertido, se acercarán mucho a la idea mística. Como decía- facilidad. .. - .. ".-
mos, su realidad consiste en Isio ,ins iraciones, ricas 2.- Una práctica de la oración que tiene más de catarsis
J1t!!ie~ Vive absorbido por su vida interior que percibe . psicológica, autoexpresión personal, que de relación
con tanta facilidad como el tipo «Sensación» percibe la vida con el Dios de la Biblia. .
exterior. Teresa de Ávila y místic erían los proto- 3.- yn entregarse a los c~inos misteriosos de 10 espi-
~ de este grupo. Los mbol a etá son muy im- ntual que nos deja expuestos a las influencias del ma-
portantes en la oración del tipo ; el evangelio de Juan y el ~ign~, tal como reconocen los expertos en' el «viaje
libro de Apocalipsis se contarán entre sus favoritos. Por tan- mtenor del alma» (inner journey). .
to, su vida de oración se cent en 10 místico nQ ~n 10 con- 4.- Un flirteo sutil con las religiones orient'!les. En la
..f!!to. El intuitivo puede' agin coh extraordinaria riqueza praCtica entregarse a una oración contemplativa puede
la vida en el cielo; pero ace más dificil orar por las

132 133
ser una forma de mantra,4 aunque no seamos conscien- Dios. Pero se le pasa pronto. ~or su naturaleza impulsiva
tes de ello. La ignorancia no nos libra de una práctica cambia con frecuencia de ánimo. Por su extraordinaria
que está mucho más cerca de la meditación trascen- capacidad de percepción, capta intensamente multitud ~
dental que de la meditación cristiana. impresiones. Ello va a dificultar su concentración y su
~rseverancia. -_. - ".
La persona tipo «Intuición» debe esf~rzarse par~ tocar
con los pies en el suelo. Si quiere que su VIda. de or~clón sea - No tiene demasiadas dificultades para relacionarse con
realmente una experiencia del amor de Cnsto, tiene que Dios. Habla con él casi como si de un amigo se tratara. Pero
«descender» a las realidades terrenales; no puede estar oran- con una particularidad:-S!ls oraciones son espontáneas. Un
do siempre en las regiones celestes. Debe fomentar la ora¡jón estímulo externo adecuado fácilmente le pone en oración,
de intercesión por necesidades concret;ls. ~be centrar su una oración «informal». Así, uña puesta de sol, un paisaje,
ñiedItáCión en la Palabra de Dios, «en la ley del SefioT»,L.no una escena estética bastan para que brote espontáneamente
dejar vagar su mente por el infinito cósmico. En resume~, su adoración al Sefior. Dios es al~o inmediato. Sin embargo,
debe aprender a ~cipar!!1_~~c}ó~E~}~~ problelll-ªU.E"l- no le "es tan fácil ponerse a orar de manera formal, estruc-
bulaciones de este mundo porque !lsílo hIZO nuestro_~aestro. !YIllda..L,.! disciplina y el método le cuestan. Uno de sus peli-
Hay fOrnlas sutiles de monasticismo que nos permiten dis- gros eStá en la inconstancia, el dejarse llevar por el momento.
tanciamos de este mundo sin entrar físicamente en un mo- No suele anotar sus ticiones, a diferencia del «ti P»: y
nasterio. El abuso de este tipo de oración es una de ellas. sus oraciones se caracterizan por pensamientos sencillos~
Debemos estar alerta para que algo aparentemente muy directo e ingenuo. Diríamos Que se acerca a Dios con eialma
espiritual no se convierta en un escapismo. El Sefior no nos de un nifio. Vive el! el tiempo presente. Por ello su vida de
quiere «del mundo», pero sí «en el mundo». oración está prioritariamente centrada en el ah~a.
Por su gran dependencia del ambiente sufrirá altib~os
4. Tipo Sensación (sensorial) conIreCüen(j:a. Un pequefio problema, una tensión, le hun-
den con la misma intensidad con que antes se había animado.
Esta función psíquica constata lo que hay alrededor; es Está expuesto a bruscos cambios de humor.-TIene IIDJl!!ai-
~rcepción pura. Lo q~e eSiáce~ primer plano ~a no es ~a gado sentido de la obli ión el de r. Le disgustan los
cabeza (tipo «PensamIento»), m el corazón (tIpo «Senti- cambios. Es amante de las costumbres, lo cual puede llevar-
miento»), ni la contemplación (tipo «Intuición»), sino los le a la rigidez y el .anquilosamiento. No le preocupan dema-
órganos de los sentidos. Este tipo ve, oye, toca, etc., ~i~ ce~ar. siado las abstracciones intelectuales del «Pensamiento» ni
Para-er·es importante todo lo que puede perclblT: }as tampoco los arrebatos místicos del intuitivo. Su dificultad
e~ructuras, los detalles prácticos. Se caracteriza por una gran principal radicará en sus problemas para ponerse a orar. Ello
espon~dad. Sus se~timie~1tos se des~iertan con !acilidad; es comprensible por cuanto la transici~tl de su mundo exte-
-
es efusivo. Le es poSIble Q!sgustarse, mcluso enojarse con
. Q.or al interior le es difícil. No olvidemos que su función
inferior, la menos desarrollada, es la intuición. Por ello, de
todos los tipos, éste y el «Pensamiento» extravertido serán
4. Se denomina mantra toda fórmula sagrada a la que se atribuye poder
sobrenatural. Provistas de un valor mágico, se usan como repetición ritual
los menos dotados, de manera temperamental, para la oración
y mecánica, en especial dentro del brahmanismo. formal.

134 135
Tengamos presente, sin embargo, su extraordinaria capa- les convierte a cada persona en un pequefio universo distinto
cidad para la oraci6n improvisada y espontánea. En esto no de los demás. Ello se manifiesta en nuestra forma de entender
hay quien le supere. Además, puesto que la solemnidad, los y vivir la fe~ Estas diferencias, a veces, llegan a ser tan
rituales y las formas cúlticas le son muy importantes, el tipo grandes que nos encontramos en polos opuestos, incluso en
«Sensación» encontrará mucho más fácil orar en comunidad; cuestiones espirituales. Nuestra tendencia humana es la de re-
de todos los tipos es el que más necesita del estímulo de la chazar las formas de conducta, los temperamentos que no son
comuni6n fraternal para orar. La oración en la iglesia le será como los nuestros. Por naturaleza somos más bien rígidos
mucho. más fácil que su oraci6n particular en casa. En esto eIntolerantes. Nos aéercamos al prójimo con mentalidad
nos recuerda al «Pensamiento», sobre todo el extravertido. .tYdicial. --
Ambos comparten esta característica. Por ello necesitamos entender que muchas de estas di-
ferencias no se deben a una fe mayor o menor, sino que son
Recordemos que cada persona tiene dos funciones desa- fruto de nuestra constituci6n. Dios ha dotado al «Intuitivo»
rrolladas, la principal y la auxiliar. Por esta raz6n, el lector de gran capacidad para el misticismo. Pero éste no debe con-
se identificará con más de un tipo psicol6gico. Si se identifi- denar al «Sensorial» (Sensaci6n) como superficial O simple
ca con los cuatro, es buena sefial; ello quiere decir que sus porque su adoraci6n sea más espontánea y rápida. Igualmente
funciones psíquicas están adquiriendo un equilibrio arm6- el «Sensorial» no debe acusar al «Intuitivo» de estar siempre
nico, va camino de la madurez. en las nubes. El tipo «Pensamiento» no debe quejarse de que
el «Sentimiento» es un sensiblero que s610 tiene coraz6n y
Hasta aquí el esquema básico de Jung y nuestra aplica- carece de cabeza. «Sentimiento» se abstendrá de incordiar al
ci6n particular a la oración. En el próximo capítulo iremos tipo «Pensamiento» por ser cabeza fría e intelectual. Y así
ampliando estos conceptos aplicados al curso y al conteni- podríamos seguir una lista larga de acusaciones que no son
do de la oraci6n, pero antes debemos sacar~gunas con- infrecuentes, por desgracia, aun entre creyentes.
secuencias. Somos distintos y hemos de respetarnos. Ninguna forma
de espiritualidad relacionada con el temperamento es superior
Conclusiones a otra. ¡Nadie tiene el monopolio de la oraci6n! La Iglesia
es un cuerpo pluridimensional con multitud de diferencias.
De todo 10 expuesto hasta ahora hemos de retener aquello Una de estas diferencias es la temperamental. La unidad de
que nos sea más útil para nuestra vida cristiana. Esta descrip- la iglesia no depende de la uniformidad de sus miembros.
ci6n psicol6gica no la hemos realizado con fines puramente
académicos ni mucho menos de entretenimiento. Nos hemos 2. Necesitamos aceptar~os a nosotros mismos
extendido en detalle para que el creyente pueda darse cuenta Cada temperamento tiene su cara y su cruz. Muchos cre-
de unas realidades importantes: . yentes anhelan ser de otra manera. Se comparan con herma-
nos en la iglesia o miem bros de su propia familia y envidian
1. Necesitamos aceptar a los demás su forma de ser. Debemos recordar que Jesús no cambi6 el
Las personas somos muy distintas unas de otras. El con- te~peramento de los apóstoles después de llamarles, ni si-
qUIera después de Pentecostés. Pedro, por ejemplo, sigui6

136
-
glomerado de factores genéticos, biográficos, circunstancia-
137
siendo espontáneo, impulsivo, el prototipo de «Sensación»; John Sandford,s que tuvo las cuatro funciones en armonía.
el Espíritu Santo no alteró su temperamento de base, pero sí Por esta razón no podemos resignamos al desequilibrio en
lo pulió, lo fue moldeando. ¡Pedro no cortó ninguna oreja nuestro temper~ento, porque nuestra meta es parecemos
más después de Pentecostés! Pero siguió siendo espontáneo cada vez ~ás a Cnsto. Abrámonos a la influencia del Espíritu
y sencillo. Las debilidades de nuestro temperamento deben Santo, dejemos que el Alfarero por excelencia nos vaya
ser controladas por la acción del Espíritu Santo a fin de no moldeando, pero no olvidemos que somos vasos de barro no
caer en pecado. Pero sería insensato esperar un cambio drás- de plata ni de oro. '
tico en rasgos genéticos de nuestra persona.
Como hemos visto, no hay ningún temperamento que sea En de~mitiva, es reconfortante concluir que el tempe-
mejor que otro. Todos tienen puntos admirables desde una ~am.e~to vzene a ser ~~ sello que estampa una singularidad
perspectiva espiritual, pero también presentan aspectos difi- zndzvzdual en la relaclOn de cada uno con Dios. Nuestro có-
cultosos. El Sefior puede utilizamos a cada uno tal como so- digo temperamental no admite copias. Por este motivo al
mos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Muchas veces igual que ningún ser humano posee las huellas dactilares' de
nos usa no tanto a pesar de nuestras debilidades, sino a través ~tro, ~IX?co ningún creyente tiene una experiencia espi-
de ellas. Las palabras del Sefior a Pablo, en 2 Co. 12:9 son ntualldéntlca. Este sello personal y distintivo de nuestra fe,
concluyentes: «Mi gracia te es suficiente porque mi poder se tan ~ntro!1cado en el .temperamento, constituye uno de los
hace perfecto en la debilidad». Ésta fue la respuesta de Dios patnmomos más preCIOSOS en la vida de cada creyente.
ante el deseo vehemente de Pablo de eliminar su aguijón en
la carne. Si Dios nos acepta como somos, ¿por qué no nos
aceptamos nosotros mismos? Debemos reconciliarnos con
las limitaciones que nuestro temperamento impone a nues-
tra vida de fe en general y a nuestras oraciones en particular,
excepto cuando se convierten en un pecado. Nuestro tempe-
ramento no es un enemigo; es un aliado.

3. Necesitamos cultivar el equilibrio


Dicho esto, no podemos caer en la autoindulgencia o la
pasividad. Debemos cultivar el aspecto menos desarrollado,
nuestra función psíquica más rudimentaria. Ello nos permiti-
rá ir alcanzando un equilibrio entre la función principal y las
«sombras» (funciones menos desarrolladas). A su vez, esto
va a acarrear una mejor relación con nuestro prójimo, con
nosotros mismos y con el Sefior.
Jesús, el modelo de hombre, tenía las cuatro funciones en
un equilibrio perfecto. Ha sido el único ser humano, según
5. John Sandford, The Kingdom within. Paulist Press, 1970.

138
139
IX

Venciendo dificultades: los


problemas emocionales
y la oración
Hasta aquí hemos visto la influencia del primer factor:
nuestro temperamento. Hemos comprendido que nacemos
con una predisposici6n a reaccionar de cierta manera y que
ello marca, aunque de modo parcial, la vida de oraci6n.
Vamos a considerar ahora el segundo factor fundamental
del carácter: la personalidad. Dentro de ella quisiéramos
destacar dos elementos cuya influencia es prioritaria.;."mlestro
pasado y nuestro inconsciente... ambos factores siempre muy
eñtrelazados. Debemos empezar aceptando no s610 su exis-
tencia, sino también su influencia. Nuestra biografía pasada
y el dwsito de vivencias archivadas en el subconscieñte
actuarán como fuerzas poderosas en nuestra vida, incluida la
vida espiritual. No nos influye hasta anular nuestra respon-
sabilidad, el extremo determinista ya mencionado. Pero tam-
poco podemos caer en la ilusi6n triunfalista de pensar que no
nos afectan en absoluto.
Algunos creyentes piensan que con la conversi6n se puede
empezar partiendo de cero en todas las áreas de la vida. Es
como si el Espíritu Santo hiciera tabla rasa de nuestra per-
sonalidad y borrara de golpe todo lo que pertenece al pasado
y al inconsciente. Esta forma de pensar refleja un deseo pro-
fundo, urgente, de cambio; la persona anhela ser totalmente
otra, busca huir de su pasado. Algunos 10 intentan cambiando

141
de área geográfica, incluso de país. CUando esta movilidad por alto una realidad que se esconde detrás de todos estos
geográfica es muy frecuente se conoce en psicología como obstáculos: el pecado. Nos referimos no a actos concretos en
el «síndrome de Marco Polo». Otros intentan cambiarse el c?ntra de la voluntad de Dios -pecados-, sino al pecado (en
nombre. Todo ello refleja el deseo intenso de olvidar y em- smgular) como un estado. La explicación última a nuestras
pezar de nuevo. Llegan a querer tanto este cambio total que limitaciones en la oración, como en otras áreas de la vida
atribuyen al Espíritu Santo un papel que no le corresponde. cristiana, se encuentra en la situación del ser humano después
Sin duda las palabras del apóstol Pablo son ciertas: «Si de la Caída. «~orque 10 que hago, no 10 entiendo; pues no
alguno está en Cristo nueva criatura es; las cosas viejas hago 10 que qUIero ... El querer el bien está en mí, pero no
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Co. 5: 17). Pero el hacerlo ... Así que, queriendo yo hacer el bien hallo esta
este versículo no podemos interpretarlo a nuestro antojo. ley: ~~e el mal está en mí» (Ro. 7:14, 15,21). La liberación
Cristo nos da una vida nueva en el sentido de que pone en defimtIva y total de estas ataduras sólo ocurrirá cuando, dis..
nosotros una nueva naturaleza, somos engendrados «del ~ru.tando de un cuerpo transfigurado, no quede ninián ves-
Espíritu» (Jn. 3:6). Ello nos proporciona cambios radicales: tIglO del estado pasado, el pecado.
actitudes diferentes, una perspectiva distinta ante la vida, una Analizarem?s ahora cómo influye la personalidad en ge-
dignidad nueva, un sólido sentido de la identidad personal, neral, l~ globalld~d de nuestro aparato psíquico, sobre la vida
una nueva esperanza futura y así podríamos seguir la lista de de ?raClón. ConSIderaremos dos aspectos: los problemas re-
«cosas nuevas». Pero Dios no promete la eliminación de laCIOnados con la dinámica de la oración, es decir, el cómo
nuestro pasado y "de nuestras. .limitaciones aquí en la tierra. a~anzar en el acto de orar y, posteriormente, veremos las
Ciertamente llegará el día cuando todos nuestros «handi- dificultades relacionadas con el contenido de la oración, el
caps» van a desaparecer, pero esto no ocurrirá hasta «el día qué oramos. Para ello nos hemos basado fundamentalmente
de Jesucristo» (pi!. 1:6). Mientras tanto nos toca vivir en una en testim~nios prácticos de creyentes. Al elaborar esta lista
situación de tensión. La fe es 'una tensión constante entre dos hemo~ usado un criterio de selección muy sencillo: su fre-
estados: ya no somos como antes, pero tampoco somos to- c~encla práctica. La clasificación no pretende ser exhaustiva;
davía 10 que Dios y nosotros mismos queremos ser. Esta sm duda habrá otros problemas que el lector no encontrará
tensión entre el tiempo'pasado y el tiempo futuro nos acom- aquí.
pañará duranté toda nuestra vida cristiana. No podemos bo-
rrar el pasado con todos sus traumas y recuerdos dolorosos,
pero tenemos la promesa cierta de que Dios nos utiliza no Problemas en el curso de la oración
sólo a pesar de nuestro pasado sino a través de él. Esto 10
podemos comprobar en la vida de los patriarcas y de muchos 1. «Mi problema es empezar»
héroes de la fe. Si creemos verdaderamente en un Dios pro. «No tengo nunca gaI?as, no me apetece». «Yo quisiera
vidente, Señor de nuestras vidas, el peso de nuestro pasado ~r~, pero no puedo». «Siento una pereza intensa, es un sen-
adquiere una dimensión diferente. Si Dios está con nosotros, timIento de reticencia, casi como de rebeldía. Cuando pienso
¿qué, o quién contra nosotros? que he de o~r se me hace una montaña y 10 voy posponiendo.
¿De dónde viene esta situación de tensión y de limi- Encuentro tiempo para todo, para leer el periódico, para ver
taciones que caracterizan la vida de fe? No podemos pasar

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la televisión, para trabajar, incluso para leer la Biblia o para ra iniciar su tarea. Su nivel de @toexigencia es tan alto que
hacer estudios bíblicos. pero orar se me hace cuesta arriba». óunca encuentra las circunstancias adecuadas para ponerse a
En un sentido amplio este problema es común a todo cre- orar. .
yente. Hay un componente de lucha por la tensión entre nues- -Personalidades depresivas. LaS personas de este tipo tie-
tra naturaleza espiritual y el viejo hombre. La oración es uno nen una verdadera cruz con cualquier comienzo. Al depresivo
de los principales campos de batalla en el que se desarrolla le cuesta empezarlo todo. Desde que inician el día hasta que
la lucha de Romanos 7: «El bien que quiero no lo alcanzo, se acuestan, su vida es un batallar continuo contra los inicios.
y el mal que no quiero, esto hago». El diablo sabe que la ora- Son como los coches de motor frío; su problema es arrancar.
ción es una de las estrategias clave del creyente, su hálito Sin em?argo, una vez han empezado, pueden seguir por
vital. No deben sorprendernos sus esfuerzos ímprobos por mucho rato entusiasmados con la actividad. Esto les ocurre
1lQicotear esta actividad. C.S. Lewis, en su libro Cartas a un también en la oración.
diablo novato,l ha descrito magistralmente esta preocupación A veces esta dificultad para iniciar la oración tiene rafees
del maligno por desbaratar la vida de oración del cristiano. más profundas. Al sentimiento natural de pereza ya descrito,
Ello explica que muchos de nosotros sintamos, con frecuen- se le une algo más fuerte, casi como una rebeldía inexpli-
cia, como una fuerza misteriosa que nos arrastra a no orar. cable. Es una resistencia profunda para la que no se encuentra
No debemos olvidar las realidades de Ef. 6:12: Nuestra lucha causa lógica. La persona, por lo demás viva espiritualmente,
tiene que ver con poderes invisibles. quiere orar, tiene el deseo. La palabra «profunda» nos abre
En un terreno más psicológico, ya hemos mencionado las la vía para entender este fenómeno que está arraigado en su
dificultades temperamentales de los tipos extravertidos en biografía. ~ trata de una reacción contra el deber, contra
general y de los tipos «Pensamiento» y «Sensación». Para cualquier cosa que él sienta como una obligación. Un repaso
ellos ponerse a orar supone un cambio total de aunósfera. Han cuidadoso de su imaneia suele mostrar una educación ríiiua,
de conseguir un ambiente que no les es natural: elrecogi- tevera, con obligaciones constantes y niveles de expectativa
miento interior, una relación íntima, el expresar sentimientos, muy altos por parte de los padres. Luego, en la edad adulta,
ete. Todo ello hace que estas personas necesiten estímulos se produce el efecto contrario, lo que en psicología se llama
externos adecuados para la oración formal. un mecanismo de compensación. Necesita sentirse libre. sin
En cuanto a la personalidad en general, encontramos este o~ligaciones, el extremo opuesto de lo que había vivido de
problema más acentuado en dos situaciones: !!!flQ. Es lo que Paul T~urnier llama «la venganza de la natu-
rale.za». Hay una verdadera alergi,a a cualguier tipo de obli-
-Personalidades perfeccionistas. El peñeccionista tiene gaclóI!. Sólo pensar que «he de... , tengo que hacer algo»~ ya
una tendencia natural a posponer las cosas. Quiere hacerlo k.produce una reacción negativa. Uña fonna de aliviar este
todo tan bien que le da pereza empezar. Sólo cuando ya ño problema sería contribuir a que descubra la oración como
hay más remedio encuentra la tensión psíquica necesaria pa- ~ placer y no tanto como un deber.
En ocasiones la situación se complica todavía más cuando
ha habido problemas psicológicos en la relación con el padre.
La rebeldía, consciente o inconsciente. contra el padre camal
1. C.S. Lewis, Cartas a un diablo novato. Junta Bautista de Publicaciones
1976. . ' ~de ser un factor de dificultad en la vida de oración. EstO

144 145
es así porque no podemos desligar del todo los conceptos de piraci6n. De hecho, el cantar es ya una forma de oraci6n. A
Padre celestial y padre terrenal. En la medida en que este tipo veces podemos recurrfr a las oraciones de otras personas,
de creyente madura en su conocimiento de Dios, estos pro- oraciones escritas de grandes siervos de Dios. El diario de-
blemas se van aliviando, pero al principio de su vida cristiana vocional de hombres como ~utero, Wesley. Bunyan. To~r,
puede encontrarse con muchas «adherencias» entre la figura y tantos otros, contiene oraciones que podemos hacer nues-
de su padre y la de Dios. Si la rebeldía caracteriz6 la relaci6n tras, y de las que obtenemos la inspiraci6n necesaria para en-
con nuestros padres, será fácil desplazar parte de estos sen- trar emocionalmente en la presencia de Dios. Obviamente,
timientos hacia Dios. ~ necesario, por tanto, aclarar cQ!l- no debemos olvidar la más importante de las ayudas: la
c~ en colaboraci6n con un consejero compe~nte.:.-É1­ meditaci6n en la Palabra de Dios, como se indic6 en el
resentimiento contra el padre puede bloquear, parCIalmente, capít~o VII.
nuestra relación con Dios; por ello debemos eliminar todo
vestigio de rencor u odio. Es aquí donde el Evangelio tiene 2. «No siento a Dios cerca»
un extraordinario valor terapéutico: es el bálsamo que puede «~arece que esté hablando solo». «es como si le orara a
cicatrizar heridas profundas. lª pared», «Dios me parece muy lejanp». Esta ausencia de
~ntalm~ podemos decir que ahí radica una expli- sentimientos es probablemente la queja más frecuente y todos
caci6n, por lo menos parcial, de algunos casos de ateísmo. la habremos experimentado en algún momento. Se trata de
Cuanto más visceral y furibundo sea el ateísmo, tantas más un sentido de irrealid¡ld, como si la oraci6n fuera un mon6-
posibilidades de que tenga raíces psico16gicas, entroncadas logo con uno mismo.
en la biografía de la persona. Desde luego, estos condicio- Incluso los salmistas tenían experiencias parecidas. Al es-
nantes emocionales no le eximen de responsabilidad en su tudiar los Salmos sorprende las veces en las que aparece el
rechazo de Dios, pero a nosotros nos ayudan a entender la adverbio «lejos» referido a Dios. «Por qué estás lejos, oh
problemática y, por consiguiente, a.encontrar puertas de en- Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulaci6n?» (Sal.
trada para una evangelizaci6n eficaz y personal. 10:1). «¿Hasta cuándo, Sefior? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Qué recomendaciones prácticas podemos hacer al cre- ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?», inquiere David
yente en su dificultad para empezar a orar? La palabra clave en el Salmo 13.
es estfmulos. Hay que encontrar los estímulos adecuados Hay ocasiones en que Dios parece muy distante; pero,
que facilIten el comienzo de la oraci6n. para la persona depre- como veremos, la causa.del problema no está en él. Su pr2-
siva la presencia de alguien va a ser muy útil. La soledad es ximidad a nosotros no depende de si 10 sentimos o no. La
un enemigo de su carácter. «Si alguien está conmigo no me sencilla ilustraci6n del sol y la nube es muy útil para entender
ocurre. En la iglesia, en campamentos, puedo orar con mucha esta realidad. ¿Brilla el sol en un día nublado? La respuesta
más facilidad». Desde luego, ello no siempre será posible ni es sí. El sol está brillando, pero por encima de las nubes. Se
aconsejable, pero con frecuencia la compat'iía de una persona ha interpuesto una nube que me impide verlo y sentirlo, pero
de confianza puede ser de gran valía en la oraci6n. En otras la distancia entre ~l sol y nosotros no ha variado un ápice.
ocasiones el uso de himnos evangélicos va a ser un estímulo, L-ª realidad subjetiva, tal como la veo yo, es que el sol h!
ya sea en forma de disco, de cassette o simplemente con el dejado de brillar. La realidad objetiva. no obstante. es qye
himnario. La letra de muchos himnos es un motivo de ins- el sol sigue brillando exactamente igual que siempre. Si
~ ~

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pudiéramos remontarnos hacia arriba, por encima de las nu- En ocasiones la depresi6n no tiene un carácter epis6di-
co pas~jero, sino crónico. Es 10 que se llama eersonalidad
bes, nuestra visi6n subjetiva cambiaría por completo.
¿Cuáles son estas nubes? ¿Qué causas producen nuestra ~res~. Es una fonna de ser que se remonta a la infanda.
dificultad para sentir? A veces son causas pasajeras, duran Nonnalniente está relacionada con traumas y heridas del
unos pocos días y, luego, desaparecen. Entre ellas destacan ambiente familiar. Un nino u n decúa-
el cansancio y el stress. Ambos actúan sobre nuestra ca- ~amen~,.at: que no se le estimula para tener un Olmagen
pacidad de sentir en general, no s610 a nivel espiritual. Por ~~a, VI~.!.rá l~ego,. de, adult9' dominado~..! sentimientos de
ejemplo, tU! stress intenso disminuye notablemente la libido l!!fapacldad e mfeooocjad. Estos constituyen el núcleo de una
o deseo sexual y la capacidad para experimentar placer.El personalidad depresiva. Tomemos como ejemplo un joven
<motamiento, físico o emocional, va a secar nuestros senti- cuyo padre pensaba que el mejor estímulo para el crecimiento
mientos. Mientras dure este estado, no podemos esperar otra emocio~al era el insulto: «Eres un desastre, no sirves para
cosa que dificultades para sentir a Dios. nada. SIempre serás un mútil. No llegarás a ningún sitio»,
Un efecto muy parecido produce la depresión. Uno de sus ~nt~os van forjando en el nino sentimientos de
síntomas principales es la llamada anhedonia, la incapacidad .usv í típICOS de una depresi6n crónica. Otra caracte-
parcial o total para sentir ilusi6n o placer. Aquí hay no s610 rísttca de esta persona es su dificultad para sentir el calor y
dificultad para sentir (!odos los sentimientos parecen anes- el amor de los demás. Puesto que no ha aprendido a recibir
tesiados), sino también para empezar a orar. La persona es- el calor de su primer amor, padre o madre, le va a costar mu-
tá desinteresada, se siente apática. Ello hace que el deprimido cho,llegar ,a sentir el afecto de sus amores posteriores, novio,
confunda la causa de su problema, la depresi6n, con sus nOVIa, amIgos y Dios mismo. Por_ello, esta persona tiene
consecuencias, la aridez espiritual. Es importante diferenciar problemas de rel~ci~n, pero no tanto por ser hurafl.a, sino por-
entre ambos a fin -de no acumular falsos sentimientos de que po logra senttrse amaqa. Obviamente, sucederá 10 mismo
culpa. en su vida espiritual: Dios le parece siempre lejos.
Escuchemos el testimonio personal de una joven en cir- La ~l~ve diagn6stica de que el problema es emocional y
cunstancias de depr:.esión: no esplOtual nos la da la amplitud de su dificultad' el de-
presivo tiene problemas para sentir a todos los niv~Ies.OO
«Cuando levantaba mi voz a Dios, sentía ~omo mis pro- SÓlo en su vida espiritu¡1. Si el problema estuviera en su rela-
pias palabrás chocaban en el tecbo, rebotaban, y se volvían c~6n con Dios, a causa de un pecado, por ejemplo, la caren-
contra mí, aplastándome... ¿Con quién estás hablando? .. ¿A CIa de sentim~entos afectaría sólo esta esfera, t\l depresivo
quién te diriges? ¿No ves que eres hipócrita? ¿No ves que no le cuesta senttr en cualquier relaci6n profunda. -
sientes nada de lo que dices? Eres falsa. Mi voz no podía lle- En ocasiones la incapacidad para sentir estotal. Este sín-
gar hasta él. ~bía como un cristal que me separaba de Dios; toma se llama aplanamiento afectiyo y se ve enetapas avan-
yo sabía que él era real, que estaba ahí, pero, sin embargo, zada~ de ~ enfennedad mental grave, la esquizofrenia
me era imposible sentirle, me sentía mue,rta. Dios era para mí cr6~ca. Es Importante hacerle entender al paciente, en la
un ser lejano, distante, un Dios ausente imposible de alcan- medida de lo posible, que su problema no es origma1mente
zar, estaba perdiendo la fe, a la vez que me sentía rebekIe espiritual. .
contra Dios.» -------

148 149
Ya vimos también como la constitución temperamental ~ DiQ,s. Cuando dejamos de mirar al Seftor para fijarnos en
juega un papel en la capacidad de sentir. El tipo «Senti- nosotros mismos quedamos expuestos a una tentaci6n sutil
miento» será el mejor equipad0l'ara disfrutar esta dlmensi6n de Satanás: la hipocondr(a espiritual.
de la oraci6n, mientras que el tipo «Pensamiento» tendrá Por último, necesitamos ~render a distioWJir entre sentir
dificultades. . a Dios y el sentido de Dios. Son realidades distintas. Seii'tir
Observamos, por tanto, c6mo los sentimientos son muy a DIOS es un acto excluyente. Por definici6n, mientras siento
frágiles y están expuestos a oscilaciones frecuentes~ Son co- a Dios no puedo hacer o pensar en otra cosa. Requiere una
mo un fuego que se apaga o se enciende según las condi- atenci6n total; de lo contrario el sentimiento desaparecería.
ciones del tiempo; basta un poco de lluvia para extinguirlo. En cambio, <!.esarrollar el sentido de Dios en nuestra vida es
Por ello no son un term6metro fiable para medir la calidad tomar conciencia de la presencia continua del Seftor en mí;
de nuestra oraci6n ni mucho menos la profundida de nues- eB>resándolo en otras palabras, es tener conciencia de Dios.
tra fe. Esto no es excluyente porque constituye una actitud vital. Yo
Antes de terminar este punto debemos responder a una puedo estar inmerso en una tarea absorbente y, portanto,
pregunta: ¿Qué importancia tienen realmente los sentimien- incapaz de sentir a Dios. Pero sé, soy consciente de que Dios
tos en la oraci6n? Abordaremos ampliamente esta cuesti6n está ahí, dentro de mí. Nicolás H. de Lorena, más conocido
en los capítulos siguientes. Pero queremos anticipar, a modo como el hennano LorellZQ, lo puso en práctica de manera
de resumen, tres consideraciones. admirable. En medio de sus tareas como cocinero practicaba
En primer lugar, la oraci6n es un ejercicio en el Q,Ue in- lo que él llamaba «una conversaci6n con Dios habitual, silen-
t~rviene la globalidad de la personalidad humapa. La perro: ciosa, secreta». Y su consejo era que «debemos desarrollar
nalidad tiene tres dimensiones: la volunt&1, que se manifiesta el sentido de la presencia de Dios conversando continua-
en decisiones;)a mente~ que se manifiesta en pensamientos, mente con é1».2
y el corazón (lo emocional) que se expresa en sentimientos. Esta hermosa realidad espiritual es lo que la Biblia des-
En el acto de orar estas tres partes deberían guardar un eqtli- cribe con la expresi6n «temor de Jehová». Dios es tan central
librio arm6nico porgue ninguna de ellas es mejor o superiOr en nuestra vida que lo preside todo. Es «caminar con Dios»
a las <1e!!1ás. La oraci6n debe tener sentimientos; no pue<!e como hizo Enoc (Gn. 5:24). Es vivir «como viendo al In-
consistir en un ejercicio frío, intelectual. Pero no puede. ser visible» (He. 11 :27). Es requerir la presencia del Sefior en
s610 emocional porque ello iría a expensas del equilibrio que n~estro andar diario: «Si tu Presencia no ha dejr conmigo... »
Dios quiere de nosotros en la oraci6n y en toda nuestra vida. (Ex. 33:15). .
Lo mismo podríamos decir de la mente y de la voluntad. En Así pues, necesitamoS no tanto sentir a Dios como desa-
la oraci6n equilibrada toda la personalidad está en acci6n y '.!:!!llar el sentido de Dios en nuestra vida.
no s610 una parte de ella.
Por otro lado, la oraci6n 00 es algo qye ocurra-dentro de
nosotros. No ocurre dentro ni tampoco fuera. Ocurre «entre».
Es una relaci6n entre Dios y nosotros. Ello debe librarnos de
c~ntrar nuestra preocupaci6n sobreel estado i!tterior. «¿Qué 2. Nicholas Hennan of Lorraine, The Practice 01the presence 01 God.
sient01, ¿CÓmo estoy?», etc. Nuestra mirada debe estar fija
~ , Allenson & Co. Ltd., London (sin fecha), 20.

150 151
4. «No logro concentrarme»
3. «No quiero ser hipócrita al orar»
«Me pongo a orar pero no puedo fijar la atención más de
«Sólo quiero acercarme a Dios si soy realm~nte s~ce­ un minuto. La mente se me va a múltiples preocupaciones.
ra. No deseo orar a la fuerza, porque toca, por rutina; 9UIero ¡De pronto me doy cuenta de que estoy en el supermercado
que mi oración tenga siempre una dimensión especIal de com'prando! ... »
autenticidad». Este es otro problema muy frecuente: la falta de concen-
Las palabras de esta mujer, quien las decía de. manera tración, la «mente viajera». Ya estudiamos cómo el tempe-
muy sentida, reflejan otro problema. La persona qUIere 9ue ramento tipo «Sensación» tenía muchas dificultades en este
su oración sea espontánea, sincera. Para ello espera sentirse punto por la multitud de impresiones y estímulos que le ve-
en plena forma espiritual porque, si no, tiene ~a impresión de nían a la mente. Además de este factor temperamental, en-
que está fingiendo. Solamente o~ cu~do se sIe~te con ganas contramos otras dos situaciones en las que esta dificultad se
de hacerlo. Observemos el testimomo de otra Joven: hace manifiesta:
«Antes, para acercarme a Dios tenía que sentirme yo bien a) El carácter ansioso o nervioso. Son personas con la
conmigo misma, tenía que sentirme aceptada por mí misma, cabeza llena de preocupaciones y cavilaciones. Hay siempre
limpia. Como la mayoría de veces no ocurría, o bien no ?raba, alguna nube en su horizonte, se preocupan desmesurada-
o mi oración se convertía en una lucha. No porque DIOS no mente por todo. Al mismo tiempo, suelen ser hipersensibles,
me aceptase, sino porque yo no me aceptaba a mí misma». lo cual les hace imaginar y anticipar de manera pesimista los
acontecimientos. A la persona ansiosa se le hace difícil la
Suelen ser personas a la vez inseguras y perfeccionistas, concentración por el alto nivel de tensión interior. Está siem-
con una fuerte dosis de idealismo y un énfasis muy marcado pre alerta, inquieta. Su preocupación crónica absorbe casi por
en los sentimientos. Entienden la oración como una relación completo la capacidad normal de atención y sosiego. Como ,
sentimental a la que uno sólo puede acceder cuando se siente dice el himno, su mente «vaga ya incierta, ya veloz... »
emocionalmente bien. Huelga decir que el diablo aprove- Cuando ha resuelto un problema, ya empieza a pensar en el
chará esta estructura psicológica para que la persona no ore siguiente. Nunca puede relajarse totalmente, vive sin tregua,
prácticamente nunca. De ahí la importancia de una cierta dis- sin descanso.
ciplina. A veces es necesario orar aunque, por la forma, nos Además, tiene tendencia a la obsesividad: le da mil vueltas
parezca un ritual. El Señor abomina los ,rituales sólo cuando a la misma cosa, no puede sacársela de la cabeza aunque quie-
son expresión de un corazón alejado de El (Is. 1: 10 ss.). Pero ra. Estos creyentes sufren al orar porque su déficit de con-
los ritos no son necesariamente negativos en sí mismos. Co- centración impide el hilo conductor de la plegaria.
mo veíamos antes, la oración es una concentración no sólo Asociado a este tipo de personalidad encontramos otro
de sentimientos sino también de la voluntad. gran enemigo de la concentración y, por tanto, de la oración:
Nuestra recomendación, por tanto, seria la de empezar a la prisa. Por su forma de ser tan inquieta, vive y hace las
orar independientemente de como la persona se sienta. Es cosas aceleradamente. Su vida es un correr continuo. A la luz
mejor empezar a orar sin sentirse bien que no orar en de las características intrínsecas de la oración, no será difícil
absoluto. comprender que la prisa le es un obstáculo serio. Aquí se

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aplica bien aquella frase de Jung: «la prisa no es del diablo; Algunos abogan por la posibilidad de usar imágenes men-
es el diablo». Será difícil encontrar el espíritu adecuado para tales, por ejemplo, centrar nuestra atención en una de las per-
el recogimiento y la meditación si estamos acosados por la sonas de la Trinidad. La más fácil será la imagen mental de
prisa. Jesús. Este método tiene fervientes seguidores y también
detractores. Pensamos que el riesgo de idolatría es nulo cuan-
b) Malos pensamientos durante la oración
«Mientras estoy orando, me vienen pensamientos blas- do estamos utilizando exclusivamente imágenes mentales.
femos, insultos e imágenes ofensivas para el Sef'íor. Yo no Imaginar una escena de la vida de Jesús y fijar la atención
quiero tenerlos, pero se imponen a mi voluntad como si otra en ella puede ser muy útil en algunos casos. Repetimos, sin
persona estuviera en mi interior. Es un parásito que no puedo embargo, que cada uno debe buscar aquellos estímulos que
le sean más beneficiosos.
sacarme de encima».
Este problema, muy doloroso, se da en personalidades
obsesivas. La obsesión es una idea o imagen persistente y ab- 5. «No puedo orar en público»
surda, contraria a la voluntad de la persona. A veces las ideas Estos creyentes no tienen problema para orar a solas o en
obsesivas están relacionadas con el estado de ánimo o con círculos muy reducidos, pero su contribución a una reunión
la ansiedad, y entonces adquieren un carácter pasajero. Pero pública, por ejemplo el culto de oración de su iglesia, se les
cuando se hacen muy perSistentes estamos ante una verdade- hace casi imposible. Suele ocurrir en personas tímidas, espe-
ra neurosis obsesiva que requiere tratamiento profesional. Es cialmente cuando la timidez está relacionada con sentimien-
urgente en estos casos aclarar que el problema no tiene una tos de inferioridad. En estos casos nuestra recomendación
connotación espiritual. La persona suele experimentar alivio sería hacer oraciones breves, de una o dos frases, dirigiendo
con este ejemplo: «Si -ahora escribiéramos en un papel estos siempre la atención a Dios y evitando pensar en las personas
pensamientos o imágenes obscenas que le acosan al orar, ¿us- alrededor. En la medida en la que una persona empieza con
ted firmaría este papel?» La respuesta es rotundamente nega- estas plegarias breves y concisas, encontrará más fácil la
tiva. Ello le hace ver al paciente que estas ideas son ajenas práctica pública de la oración. Sin embargo, si la dificultad
a su conciencia y qué el problema no radica en un pecado. es intensa recomendamos un análisis más profundo del pro-
Las recomendaciones práctiéas para incrementar nuestra blema psicológico subyacente. Puede beneficiarse de una psi-
atención pueden ser múltiples. Orar en voz alta ayuda a al- coterapia adecuada.
gunas personas. Para otras, ha sido un gran descubrimiento En cualquier caso, nunca debemos forzar a un creyente a
escribir sus oraciones. Esta costumbre de hacer anotaciones orar en público. Algunos personas llegan a sentirse autén-
ha sido de inestimable valor para muchos creyentes. Será im- ticamente torturadas ante la idea de tener que orar. Debemos
portante también buscar el momento del día menos tenso, ~spetar sus problemas emocionales. La dificultad psicoló-
quizás la noche, cuando ya no hay todo un día por delante; gIca para orar en público nada tiene que ver con el compro-
este horario puede ser útil para la persoña ansiosa, ya que miso cristiano de esta persona o con la madurez de su fe.
la maf'íana suele ser la peor hora por las muchas preocupa- Cuanta más presión haya sobre el individuo, tanto más dificil
ciones de su mente. En cualquier caso, no hay normas fijas. le será orar por el halo de expectativa que cae sobre él como
Todo lo que contribuya a aumentar la concentración debe ser una losa y le incapacita.
bienvenido.

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te de proteínas, puede tener problemas, por ejemplo, con el
¿Sacaremos, después de todo esto, una conclusión nega- ácido úrico. y así podríamos mencionar otras ilustraciones.
tiva de la oración? ¿Consiste la oración sólo en problemas? Cuando un creyente usa de manera sistemática sólo uno de
En ninguna manera. La oración es un vehículo de grandes los componentes de la oración, estamos ante una sefial de
bendiciones, aun a pesar de sus problemas. y en todas estas
alarma.
dificultades no podemos olvidar que «el Espíritu aboga por Analicemos estos ingredientes de una oración equilibra-
nosotros en nuestra debilidad, e intercede con gemidos inde- da y las patologías emocionales que pueden esconder sus
cibles» (Ro. 8:26). Llegará el día cuando se cumplirá la pro- respectivos desequilibrios; al mismo tiempo ello nos permi-
mesa gloriosa de Dios: «He aqu[, yo hago nuevas todas las tirá agrupar y resumir conceptos ya expuestos en relación al
cosas» (Ap. 21 :5). A partir de aquel día, las opacidades que temperamento y la personalidad. Los ingredientes de la ora-
ahora nos limitan la relación con Cristo y nos hacen ver ción van a reflejar la triple dimensión de nuestras relaciones:
«como por espejo» (11 Co. 13:12), desaparecerán y veremos Con Dios, con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Una
«cara a cara». Aquel estado que encorseta nuestra capacidad vida armoniosa en estas relaciones se manifestará en oracio-
de orar -el pecad(}- habrá desaparecido por completo y, li-
nes equilibradas. ~~ ~ U:.~
bres de limitaciones, «Dios mismo» (Ap. 21:3b) estará con
nosotros. , ::k \I\.~ .... lAo"'V'
1. ADORAC10N-ALABANZA: Centrar la atenclon en Dios
mismo
Problemas en el contenido de la oración: La oración Así es como empiezan bastantes salmos y suele ser la
forma en la que muchos creyentes inician su oración. Fijar
equilibrada
nuestra atención en los atributos de Dios: su poder, su fide-
Hasta aquí hemos presentado las dificultades que surgen lidad, su santidad, su grandeza, etc. Meditar en 10 que Dios
durante el curso de la oración, ya sea en su inicio, su desa- es y 10 que Dios hace. Ello nos lleva espontáneamente a una
rrollo o al final. Es 10 que llamamos la dinámica de la oración. actitud que debe estar presente en todo el curso de la oración:
Nos quedan ahora por ver los problemas en cuanto a la la gratitud.
oración en sí, su contenido. Es importante considerar cómo En tanto que expresión de sentimientos, la alabanza y la
oramos, pero también qué oramos. adoración le van a costar más al tipo «Pensamiento». Ade-
El creyente que busque una vida de oración equilibrada más, cuando llega a sentir le cuesta expresarlo y, más aún,
va a procurar incluir una serie de aspectos esenciales, ya men- verbalizarlo. Por el contrario, al tipo «Sensación» le será muy
cionados en la primera parte del libro y que ahora amplia- fácil esta faceta, pero siempre de manera espontánea. Su ora-
remos. Por el contrario, un énfasis excesivo en cualquiera de ción automática ante una puesta de sol está llena de adoración
estos aspectos, cuando ocurre de manera habitual, produce a un Dios Creador. Pero le será más diffcilla adoración en
oraciones desequilibradas y puede ser síntoma de problemas la quietud solitaria de su tiempo devocional. En el caso de
más profundos. Sucede en la oración algo similar a nuestra «Sentimiento» la alabanza surgirá de estímulos más interio-
dieta. La comida más saludable es la que guarda una propor- res: una música, un paisaje, una acción noble, etc. Ello esti-
ción adecuada entre hidratos de carbono, fibra, grasas, pro- mula a «Sentimiento» mucho más que 10 que capta la vista
teínas, etc. Si alguien se alimenta preferente o exclusivamen- o los otros órganos sensoriales porque actúa por vía de los

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sentimientos. Este tipo temperamental no experimenta de- pronto como 10 ve, prorrumpe en una confesión inmediata
masiadas dificultades para adorar durante sus devociones sentida y sincera. El caso del apóstol Pedro después de nega;
privadas. No cabe duda que el tipo «Intuición», dotado de al Señor es un buen ejemplo: «Entonces Pedro se acordó de
una espiritualidad fácil, es quien más tiempo dedicará a la las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el
adoración. Su riqueza de imaginación le permite contemplar gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amar-
la grandeza de Dios de manera vívida. gamente» (Mt. 26:75).
Cuando la adoración y la alabanza constituyen el único ¿Dónde puede radicar aquí el desequilibrio? Un principio
ingrediente de nuestras oraciones debemos revisar nuestro importante en el tema de la culpa nos recuerda que es posible
concepto de espiritualidad. Se puede caer en un misticismo ser culpable sin sentirlo, y sentirse culpable sin serlo. Centré-
artificial que quizás esconda una necesidad de huir de noso- m?nos en l~ s~gunda parte de la frase. No siempre un senti-
tros mismos o, 10 que es más frecuente, del mundo que nos mIento SUbjetIvo de culpa se corresponde con una realidad
rodea. Para relacionamos con Dios no podemos dejar de la- o~jetiva de ~cado. Es 10 que se llama culpa falsa o senti-
do nuestras relaciones horizontales. Profundizaremos en ello ~Iento~ mórbIdos de culpa. No es éste el lugar apropiado para
en el capítulo 12. Una espiritualidad desequilibrada puede ser dIscerrur entre culpa real y falsa. Nos basta aquí reconocer
el eq~ivalente actual del monasticismo de la edad media; aun- que e~sten sentimientos de culpa originados en problemas
que uno no se encierre literalmente en un monasterio, puede neurótIcos. Tomemos como ejemplo la conciencia hiperes-
vivir en su casa de manera similar. crupulosa, enfermiza, de un joven que sufre de neurosis ob-
sesiva. Sus dudas constantes, su sentido difuso de culpa obe-
decen más a la inseguridad -«No sé si he pecado, no sé si
2. LA CONFESIÓN: Hablarle a Dios de nuestros pecados
he hecho ma1»-- que a una falta concreta.
Ello nos introduce en la segunda relación: con nosotros Hemos de. tener .en cuenta, sin embargo, que estos pro-
mismos. blemas obsesIvos, SI no se resuelve la patología psicológica
Esta dimensión de la oración suele ser consecuencia de s~byacente, pu~~en tener consecuencias espirituales, por
la anterior. Como ampliaremos después, mirarse en el espe- ejemplo, una cnSIS de fe. En el caso que nos atañe, el joven
jo 9ue es Dios nos hace conscientes de nuestra indignidad. basaba toda su oración en la confesión. Se pasaba el día
Es mteresante ver cómo como en muchos pasajes de la Biblia co~fesándole a Dios. Pero como no se sentía perdonado -y
ambas dimensiones, adoración y confesión, van entrelazadas. lógIcamente no podía sentirse perdonado porque no había
Nuestra confesión debe incluir tanto las faltas por comisión pec~d~ empezó. ~ dudar de Dios. Pasó por un período de
como nuestros pecados de omisión. No sólo el mal que hemos enfnamIento espmtual hasta que comprendió la verdadera
hecho, sino también el bien que hemos dejado de hacer re- naturaleza del problema.
quiere confesión. Esta conciencia enfermiza, que acusa constantemente por
. En cuanto al estudio de los tipos psicológicos, el «Pensa- todo y que en~endra numerosos sentimientos de culpa falsos,
mIent~» será el ~~ ~el en esta faceta. Su preocupación por aparece tambIén en personas con complejos de inferioridad
la rectItud y la JuStICIa, sumada a su capacidad de análisis, y ~~a ~bre autoimagen. Asimismo podemos encontrar dese-
le dan superioridad respecto a los otros temperamentos a la qUlhbnos en la confesión durante una depresión. Ciertas for-
hora de la confesión. Al tipo «Sensación» quizás le cueste mas de depresión se caracterizan por profundos sentimientos
darse cuenta de su pecado, le falla la introspección; pero tan
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de culpa. (De hecho la culpa falsa es uno de .los .síntomas o primitiva es una persona, tanto más se centra en sí misma.
característicos de la depresión). Durante el. epIsodIo depre- Su mundo, sus necesidades, sus problemas, son el centro de
sivo el creyente puede sentirse acusado contmuaI1'!ente. Ello,
gravedad de su existencia. Parece como si tuviera que invertir
a veces, le lleva a huir de Dios: «Huía de la oraCIón porque
toda la energía psíquica en su propia persona y no le quedara
me sentía acusado por Dios», contaba un creyente después
para los demás. Esta conducta es bastante normal en los ni-
de superar una larga depresión.
ños, de tal modo que su persistencia en el adulto es síntoma
3. PETICIÓN: Hablarle a Dios de nuestras necesidades de estancamiento en el desarrollo evolutivo psicológico. Ha-
blamos de personalidades primitivas.
Este aspecto es el que menos esfuerzo requie~ porque
todos nosotros estamos siempre preparados para pedIT. Es una
4. INTERCESIÓN: Hablarle a Dios de otros
parte integral de la oración y el Sefior Jesús mismo nos ex-
hortó a usarla. No debemos sentirnos egoístas y culpables por Éste es uno de los aspectos más nobles de la oración. Usar
el hecho de pedir. Haremos bien, no obstante, en recordar el su poder para ayudar a nuestro prójimo. La Biblia contiene
requisito bíblico: nuestras peticiones han de ser,hechas c?n- muchos ejemplos de intercesión. Desde Abraham hasta los
forme la voluntad de Dios, en el nombre de ~esus (Jn. 14: 13 apóstoles, una larga lista de hombres de Dios fueron inter-
y 14). No podemos pedir para nuestros capnchos y d~leltes cesores tenaces. Pero sin duda el clímax lo encontramos en
(Stg. 4:3). Lograremos pedir correctamente. en la medIda en la persona de Jesús. Él es el modelo supremo. Por ejemplo,
que estemos en comunión c?n el Sefior mlsm~ (Jn. 15:?). su oración en Jn. 17 es la expresión de un amor intenso.
El desequilibrio más ObVIO aquí es conve~Ir la oraCIón Rogar por otros es el resultado del ágape que Dios pone
en un ejercicio egocéntrico de petiG.iones C?ntmuas. .Me co- en nuestro corazón, es fruto del Espíritu. Por ello debe ser
mentaba un joven: «A veces tengo la sensaCIón de acercarme cultivado. Pero en muchos de nosotros la intercesión es la
a Dios como si fuera al supermercado a comprar, ~on una cenicienta de nuestras oraciones. Le dedicamos apenas «la
larga lista de necesidades que voy presentando una a una... » posdata» de nuestro tiempo. Nos entusiasmamos en la ala-
Hemos de luchar constantemente contra nuestro egoísmo pa- banza; nos abrumamos en la confesión; hacemos un festival
ra evitar este tipo de plegaria centrada en no~otros y nuestras de egocentrismo con nuestras peticiones. Pero acordarse de
necesidades. Las peticiones complacen a DIOS porque él e~ los demás... esto ya es otra historia. Por ello yo no me atre-
un Padre amante que quiere satisfacernos. Pero cuando mI vería a hablar de un exceso de intercesión. Su abundancia
vida de oración no sale de esta esfera, estoy utilizando al Se- ,mnca es negativa. Necesitamos formentar nuestro amor por
fior sin darme cuenta y reduzco la oración a su forma más los demás a través de la oración, que el Sefior ponga en noso-
primitiva. . . ros un auténtico corazón de pastor, sensiblidad hacia las
Por consiguiente, esta parte de la oraCIón no está relacIO- lecesidades de mi prójimo. Puede ser mi familia, mis padres,
nada con aspectos temperamentales, sino mo~es. Nuestro nis hermanos; pueden ser mis pastores en la iglesia, mis
egocentrismo no depende del temperament?, SIt.t0 ~el C?ra- unigos. ¿Cuánto tiempo invertimos en la intercesión,
zón. Por esta razón, no observamos diferen~Ias sIgmfic.atlvas :omparado con los otros tres elementos? Si queremos una
en cuanto a los tipos psicológicos. En cambIO pare~ eVIdente 'ida de oración equilibrada, no podemos descuidar ninguno
que la madurez emocional sí influye. Cuanto más mmadura le los cuatro ingredientes.

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Una última observación en cuanto a un hipotético exceso Testamento, «Jeremías era un amante de la naturaleza».3 Po-
de intercesión. Recordemos que las diversas partes de la siblemente predominaban en él las funciones tipo «Intuición»
oración son un reflejo de nuestras relaciones. Nunca debemos y «Sentimiento».
estar tan ocupados en los demás que nos olvidemos de Dios No se nos dice nada de su desarrollo biográfico excepto
o de nosotros mismos. El activismo frenético, aunque sea en que provenía de una familia de sacerdotes (cap. 1:1). Ello nos
forma de servicio a otros, no puede ir en menoscabo de una permite intuir un ambiente de religiosidad y piedad familiar.
relación íntima con Dios o de una preocupación adecuada por Contrariamente a 10 que piensan algunos comentaristas, en
nosotros mismos. De 10 contrario, acabaremos en el agota- nuestra opinión Jeremías no fue un hombre depresivo. La ra-
miento y la sequía espiritual. z?n de sus frecuentes crisis de tristeza hay que buscarla a un
De los tipos psicológicos, «Pensamiento» será el más ruvel más profundo: en su sensibilidad espiritual. En efecto,
ordenado y metódico en su vida de intercesión. Si a ello le el profeta había llegado a un grado de madurez con el Sefior
sumamos su preocupación por la justicia y la rectitud, encon- tan desarrollado que miraba la realidad circundante con los
traremos en estas personas a buenos intercesores. Observe- ojos de Dios. La situación lamentable del pueblo le causaba
mos una vez más cómo cada temperamento tiene su cara y un dolor profundo, casi hasta sangrarle el corazón (vg.
su cruz. 15:18). Este dolor era tan grande no porque Jeremías fuese
neurótico sino porque había aprendido a ver las situaciones
JEREMÍAS: CLAROSCUROS EN LA ORACIÓN DE y las personas desde la óptica de Dios. De la misma manera
UN PROFETA que Jesús no pudo contener el llanto al entrar en Jerusalén
Hasta aquí hemos considerado cómo la oración presenta (Mt. 23:37-39), tampoco Jeremías podía refrenarlas lágrimas
dificultades. Unas veces están relacionadas con problemas de al sentir tan vivas las heridas producidas por su entorno
nuestra personalidad; otras veces están relacionadas con cir- deplorable.
cunstancias pasajeras: la depresión, el cansancio, las dudas, A estas características de temperamento y personalidad
la soledad. Antes de terminar este capítulo, vamos a centrar había que afiadir las circunstancias del momento. Llamado
nuestra atención en la Palabra de Dios misma. En el libro de originalmente en contra de su voluntad (1 :6; 20:7), vivía en
J erem(as encontramos una oración (Jer. 20:7-18) que es una u.na sole~ad prácticamente total (15:17), sin familia (16:1-2),
s(ntesis admirable de 10 expuesto hasta ahora: la influencia SIO po~slOnes (12:7-8), acosado sin cesar (18:18) incluso por
mutua de los aspectos emocionales, espirituales y ambien- sus amIgos (20:10). La burla y el escarnio eran sus acompa-
tales sobre la vida de un creyente plasmada en una oración. fiantes habituales (20:7b).
Examinémosla con detalle. No es de extrafiar que, en medio de esta situación, atra-
En cuanto a temperamento, vemos en Jeremías rasgos vesara períodos frecuentes de crisis en su relación con Dios.
que le incluirían en el grupo de los introvertidos y que le defi- No entendía la soberanía del Sefior; se sentía petplejo ante
nen como una persona dotada de gran sensibilidad natura1. sus planes y propósitos (12:1-4). Sus preguntas encuentran
Esta sensibilidad se pone de manifiesto en detalles pequefios,
pero significativos. Por ejemplo, su percepción de la natura-
leza (cap. 24:1-10) demuestra algo más que un conocimien- 3. R.K. Harrison, Jeremiah and Lomentations. Tyndale Cornmentaries
to rutinario. Como dice R.K. Harrison, erudito en Antiguo Inter-varsity Press. England, 1973, 36. •

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eco en muchas personas .hoy: «¿p.o~ qU.é~ ~cómo es posible le ha contagiado de un celo misterioso por exponer su Palabra
que un Dios justo penmta tanta lOjUSUcla.» y ahora no puede callar: «Había en mi corazón como un fuego
Además, todos sus esfuerzos parecían.bal?íos. Había ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude»
pagado un precio muy alto para no ver mngun resultado (v. 9). Sigue quejándose, con razón, de la oposición, inclu-
(11:7-8). El ministerio de Jeremías, a pesar de su elev~do so de la persecución literal, por parte de sus más allegados
costo, era aparentemente estéril. Desde un punto de Vista (v. 10).
humano constituyó un fracaso rotundo (7:23-26). Aquí nos surge un interrogante. ¿No es impropio que un
hombre de Dios use la oración como vehículo de protesta?
La interdependencia de todos estos. factores, un ~empe­ ¿Es esto lógico en un creyente maduro? Jeremías en su de-
ramento introvertido Y con gran capac~dad para .sentIr, una sesperación se queja abiertamente. Ya 10 había hecho otras
exquisita sensibilidad espiritual y las clrcunstancl~ concre- veces, usando incluso un lenguaje fuerte, con un tono judi-
tas de aquel momento se expresan de ma~era fonm.dable en cial: «oo. alegaré mi causa ante ti» (12:1). Yen todas estas
la oración del capítulo 20. Con este pasaje la Escntur~. nos ocasiones no observamos palabras de reprensión por parte de
ha legado un resumen vivo Y prácti~ sobre la complejidad Dios. Incluso cuando el profeta vierte su disgusto de manera
y la sencillez de la plegaria. Esta oración de Jeremías es una muy vehemente, el Seftor no le reprende. ¿Por qué tiene Dios
obra maestra de 10 que podríamos llamar el claroscuro es- una actitud comprensiva y no condenatoria ante esta oración?
piritual. Se caracteriza por la mezcla de luces y sombras. Son Creemos que hay dos rarones.
estos contrastes pictóricos los que le dan una fuerza,. una En primer: lugar, Jeremías protestaba desde una postura de
belleza y un realismo con los qu~ todo creyent~ se siente lealtad y sumisión plena a Dios. Podía querellarse contra él
identificado. Sus claroscuros constituyen un reflejo de nues- porque estaba del lado del Seftor; 10 hacía desde una posición
tra propia relación con Dios. . de obediencia. Cuando esto es así, la expresión sincera de
No es sorprendente el tenebrism04 de esta oracló~. En su nuestro enojo o de nuestras dudas no es una negación de la
conjunto forma un lamento perfectamente comprensible a la integridad sino manifestación de la misma. Integridad y sin-
luz de la situación descrita. Jeremías tenía una gran fe en su ceridad van juntas. No es pecado decirle a Dios en oración
Seftor todopoderoso (32:17 y 27), pero era un hombre de car- cómo nos sentimos aunque algunas -o muchas- de nuestras
ne y hueso. Por esto vuelca todo el .peso d~ su corazón sobre palabras sean erróneas. Dios se complace más en la hones-
el Seftor. El pasaje se inicia con vanas quej~. El profeta pro- tidad, aunque sea osada, que en una fe superficial, vacía de
testa del ministerio al que Dios le ha «seducido» (20:7). Hoy inquietudes. No podemos olvidar que, psicológicamente, el
hablaríamos de una frustración vocacional. Lamenta ~a total obstáculo más grande para llegar a la aceptación es el enojo
ineficacia de su trabajo y la reacción de burla que recibe co- reprimido.
mo recompensa (v. 8). Reconoce, sin embargo, que el Seftor La segunda razón radica en 10 que llamaríamos «las dos
caras» de la protesta. Una relación de conflicto suele ofrecer
una paradoja que debemos conocer. A primera vista Jeremías
parece rechazar a Dios porque lucha con él. Aparentemente
4. En pintura se conoce con el nombre de tenebrismo la tendenci~ que
acentúa el contraste entre las zonas iluminadas y las oscuras, el Juego su rebeldía expresa alejamiento. Sin embargo, la realidad es
pictórico de las luces y las sombras. casi 10 contrario; Jeremías, en su queja contra Dios, se le está

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acercando. La lucha del profeta es el conflicto de un amante. con las sombra.s de los lamentos anteriores no puede ser
Su alejamiento y rechazo aparentes nacen del deseo intenso m~yor. E~ el mIsmo hombre. Es la misma oración. Son las
de acercarse para hallar luz y fuerza. Si Jeremías estuviera mIsmas clrcu~stanci~. ¿Qué ha ocurrido? Jeremías, por un
lejos de Dios, no pugnaría con él; simplemente le sería indi- mom~nto, deja de mIrar dentro de sí mismo y fija sus ojos
ferente. La tensión y el conflicto son muchas veces expresión en Dios. El profeta reivindicativo que protestaba de casi to-
de intimidad, no de indiferencia. (Esto 10 comprobamos tam- do. (7-10) pasa a la adoración genuina sin solución de conti-
bién en las relaciones familiares, tanto entre esposos como n~Id~d. La.clave de este cambio radica en su centro de me-
entre padres e hijos). En 10 profundo de mi corazón yo puedo dltacló~. SI se concentra en su propia persona, sólo ve las
estar muy cerca de Dios cuando externamente parezca que desgracIas que le afligen y cae en la autocompasión: «Mira,
hay rebeldía en mí. Dios no tolera la soberbia y el orgullo Sefio~, qué me pasa ¿No tienes cuidado de mí?» Pero si alza
en nuestras oraciones. Pero sí permite la expresión de senti- los oJ.os hacia su fuente de socorro y fortaleza, entonces la
mientos negativos cuando proceden de un corazón amante oscundad es trocada en luz.
abrumado por la pena y el dolor. Si la oración es un desafío, Si? embar~o volvemos de pronto a la oscuridad. Otro
vamos a ofender al Sefior. Por el contrario, cuando busca en- Ca,mblO repentI~o. «Maldito el día en que nací; el día en que
contrar a Dios cara a cara, redunda en una mayor intimidad mI madre me dIO a luz no sea bendito» (v. 14). Una caída
aunque implique lucha. abrupta que esta vez parece más intensa. Como si se hubiera
II.asta aquí las sombras del cuadro. De súbito aparece un des~lomado emocionalmente, Jeremías cae de lleno en la de-
atisbo de luz en medio de tanta -oscuridad. Jeremías es un preSIón. La vehemencia de sus maldiciones (v. 14 y 15), sus
hombre abrumado por el dolor, pero no derrotado; anegado deseos de muerte (v. 17), su fastidio y dolor ante la vida (v
por el sufrimiento, pero no hundido;.en crisis de fe, pero no 18) son síntomas .inequívocos de una profunda depresión..
lejos de Dios. Por ello surge de manera repentina, como un ~<;ómo es poSIble pasar tan rápidamente de la euforia
rayo fulgurante, el esplendor de una declaración de confianza eSpI?tual a la oscuridad más absolu~a? Ahí es donde radica
inquebrantable: «Pero el Señor está conmigo como poderoso precls~.ente la fuerza de esta oración y le da una dimensión
gigante» (v. 20). Sin duda esto había sido el apoyo de su vi- de clasICIsmo (en el sentido de que su valor se puede aplicar
da desde el día mismo de su llamamiento: «Antes que te a todos los creyentes en todas las épocas). En la primera parte
formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te san- encontramos un hombre abrumado y en crisis que a pesar
tifiqué... No temas... porque contigo estoy» (l :5, 8). de todo, no ha perdido su confianza. Luego se nos' aparece
A pesar de la fragilidad de sus sentimientos, Jeremías te- un hombre .renovado con el gozo de Dios que -no obstante-
nía una fuente de fortaleza: la promesa de la presencia íntima no ha perdido su dolor interior. ¡Extraordinario el realismo
y constante de Dios. «y pelearán contra ti, pero no te vence- d~ la P~~bra de Dios! No hay lugar para el triunfalismo. La
rán; porque yo estoy contigo» (l :9). Este secreto le permitía VIda cnstiana, incluida la oración, es una sucesión de claros
sacar fuerzas de flaqueza en medio de tanta adversidad. y oscuros, d~ lu~s y sombras, de altos y bajos.
El paréntesis de luz va in crescendo, como si de una sinfo- Tales OSCI1aclOn~s no expresan inestabilidad emocional.
nía se tratara, hasta prorrumpir en alabanza abierta: «Cantad Jerem(~ no fue un Inmaduro llevado «por cualquier viento»
a Yahvéh, load al Sefiof» (20:13). El contraste de esta alegría que agItara una personalidad débil o un compromiso medio-

166
167
cre con su Seftor. Más bien todo 10 contrario. Estos contrastes
eran -son- propios de la lucha interna de todo creyente.
Que Dios nos libre del derrotismo; no todo son sombras,
hay luces. Pero que él nos libre asimismo del superespiri-
tualismo; no todo son luces, también hay sombras.
x
Valor terapéutico de la oración:
la oración, una relación
de amor

La oraci6n produce unas consecuencias innegables en el


creyente. No es posible decidir cuáles de estos efectos son
espirituales y cuáles son emocionales, pero todos ellos son
terapéuticos. Como ya hemos expuesto anteriormente, el
hombre es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíri-
tu; por ello, ni podemos ni deseamos deslindar estos efectos.
Están íntimamente unidos. Sí queremos afirmar, no obstante,
que la oraci6n no es s610 una fuente de bendiciones espi-
rituales. Es también vehículo de bienestar emocional que ha
aliviado la mente angustiada de muchas personas a 10 largo
de los siglos. Corno obsetvador de la naturaleza humana y
profesional cristiano de la psicoterapia, puedo testificar de los
efectos psicoterapéuticos de la oraci6n. Ningún psicólogo
secular que se precie de ecuánime y sensato puede negar el
inestimable valor terapéutico de la fe en general y de la ora-
ción en particular. Nos referimos a la fe bíblica, no a una re-
ligi6n esc1avizante que puede ser más una forma de neurosis
que de liberaci6n.
El soci610go norteamericano evangélico Vernon Grounds
escribe: «La salud y la curaci6n mental requieren perd6n
como antídoto contra la culpa; requieren comuni6n como
antídoto contra la alienaci6n; poder como antídoto contra la
impotencia y esperanza como antídoto contra el desespero.

168 169
Por eso me continúo preguntando: ¿Dónde debemos encon- Si.de manera repetida la oración se presenta como una de-
trar la provisión para todas estas necesidades psicológicas? manda imperiosa, casi exigente, de ayuda, podemos hablar
El lugar más apropiado es el Evangelio, hasta el punto de que de una oración neurótica. ¿Por qué hemos dicho «de manera
lo convierte en un antídoto sin rival contra la neurosis. Me repetida»? Ocurre con frecuencia que el primer contacto de
atrevo a decir que si la salud y la curación mental exigen una una persona con Dios reviste esta forma de necesidad urgen-
comprensión del yo, una identidad del yo, una aceptación del te. En un momento de tribulación, de enfermedad, de sufri-
yo, una liberación del yo, si ésta es su demanda, entonces el miento emocional buscamos al Sefior. ¡Cuántos hombres de
Evangelio de Jesucristo posee recursos extraordinarios para Dios empezaron su camino de fe a través de una crisis pro-
aliviar la salud mental».l funda! La necesidad es a veces el despertador del Espíritu
Grounds no ha sido el único en demostrar la evidencia ex- Santo para llevamos a Dios. Esta puerta de entrada a la fe
perimental del valor de la fe en la salud mental. Queremos es válida y legítima. Este tipo de oración es aceptable en una
citar también la obra de Wayne Oates,2 entre otros destaca- etapa inicial. Pero ha de dar paso a una relación mucho más
dos autores anglosajones. En el campo hispano, el libro de madura; no podemos quedamos en un Dios psiquiatra o en
Abraham Genis y Angel Brun titulado Más allá de la psiquia- una oración aspirina. De lo contrario, tan pronto como desa-
tr(a3 expone la perspectiva de un psiquiatra y de un pastor parezca el «dolor de cabeza» -la necesidad- en seguida se
conjuntamente. Son muchas la referencias profesionales que disipará la espiritualidad. Es una fe evanescente, una seu-
apuntan a la misma realidad: las implicaciones terapéuticas doespiritualidad que nace del deseo egoísta, aunque natural,
de una fe equilibrada, bíblica. de una ayuda poderosa.
Pero no toda religión es buena y, de hecho, algunas son Quizás ello explique por qué algunas personas abandonan
claramente perniciosas para la salud mental. Esto mismo lo la fe o la iglesia al cabo de cierto tiempo. Ya no necesitan
denunció el Sefior Jesús en sus duras diatribas contra los fa- a Dios. Su fe fugaz era resultado de proyecciones psicoló-
riseos (Mt. 23:13-36). De la misma manera hemos de reco- gicas. Tan pronto como se les solucionó el problema, dejaron
nocer que algunas formas de oración son tan primitivas o tan al Sefior. En estos casos hemos de reconocer la justicia de
desequilibradas que llegan a constituir un descrédito para la las críticas del psicoanálisis freudiano. Para este tipo de per-
fe y para los cristianos. La oración debe ser resultado de una sona Dios no ha sido más que una expresión de sus deseos.
vivencia espiritual interior, no la búsqueda de un tranqui- Si Dios no es más que un gestor, una hada madrina bonda-
lizante magnificado. La oración sana nace del deseo de estar dosa, estamos ante un tipo de oración y una espiritualidad
con Dios, no de la necesidad compulsiva de un psiquiatra desequilibradas y, por tanto, pisamos en falso. Nuestra vida
infalible. de fe no puede ser'tan primaria e instintiva como la de aquel
joven inmaduro que decía: «Cuando no puedo hacer ya nada
más, entonces me quedan dos recursos: llorar y orar» ¡Es la
1. Vemon Grounds, E(Evangelio y los problemas emocionales. ellE, oración «último recurso»!
1977, 138.
2, Wayne Oates, The religious dimensions o[ personality. New York
Ya vimos en el capítulo anterior cómo la petición es parte
Association Press, 1957. integral y legítima de la oración. Pero no podemos confundir
3. A. Genis-M.A. Brun. Más allá de la psiquiatrfa, La Aurora, Buenos, los beneficios con el propósito. No oramos, en primera lugar,
Aires, 1973. para sentir paz, o tener gozo o evitar la soledad. Todo ello

170 171
es consecuencia de la oraci6n, pero no su raz6n de ser. Cuan- imag~n y semejanza de su Creador, quien goza, desde la
do un creyente ve la oraci6n s610 o primeramente como el eterrudad, d~ ~na relaci6n arm6nica e íntima entre las perso-
instrumento para conseguir cosas de Dios, no ha entendido nas de la Tnrudad. Esta breve digresi6n teol6gica nos ayuda
la esencia misma de la plegaria. a entender que el ser humano nace con la necesidad profunda
Después de estas consideraciones, vamos a analizar los de contacto con un «tú». (No olvidemos que el vocablo «tú»
efectos terapéuticos de la oraci6n. deriva originalmente de una primigenia lengua indoeuropea
y significa, precisamente, «dos»).
La oraci6n como terapia existencial . Esta.s relaci.ones son bidimensionales: con el pr6jimo, la
dlmensl6n honzontal; pero también con el Creador la ver-
El valor terapéutico de la oraci6n no se limita a los efectos tical. Así era la situaci6n original del hombre tal ~mo nos
psicol6gicos que mencionaremos más adelante. Además de la describe la ensef'l.anza bíblica. Y es aquí justamente donde
su poder restaurador de las emociones, tiene un profundo entra de lleno el gran valor terapéutico de la oraci6n. En tan-
significado existencial que le otorga prioridad en cuanto a su to que comunión con Dios, la oración es un volver a la rela-
capacidad terapéutica. Para nosotros este aspecto viene antes ción primera, (con las obvias limitaciones que nuestra natu-
que cualquier otro porque sus consecuencias son mucho más ralez.a caída nos impone y que son, precisamente, las que
trascendentales. Por esta raz6n empezamos nuestra descrip- consIderamos en los capítulos VIII y IX.
ci6n de los efectos saludables de la oraci6n en este punto. La oraci6n nos permite reconstruir los fundamentos mis-
Ciertas escuelas modernas de psicoterapia, las llamadas mos de nuestra existencia. Le devuelve al hombre el verda-
escuelas existenciales, afirman que el problema central del dero sentido de su vida, le ofrece una autorrealizaci6n autén-
hombre radica en su falta de significado en la vida. Autores tic~ porque restaura el diálogo libre y constante, la comuni6n
como Victor Frankl4 y Binswanger sitúan el problema esen- íntlm~ co~ ~u Creador. La oraci6n es el vehículo que nos
cial del ser humano en la falta de sentido vital con su cortejo pe.rmlte mitigar nuestra necesidad más profunda, la sed de
acompaf'l.ante: la desesperación, la sensaci6n de vértigo c6s- Dws. Por ello, afirmamos que contiene un elemento tera-
mico, la náusea de la que habla Sartre. s La solución, propug- péutico insustituible y de una significación profunda. Toda
nan, está en encontrar relaciones significativas, enriquecedo- terapia existencial debe tener en cuenta que no basta con darle
ras. La clave terapéutica del hombre radica en el «encuentro» al hombre relaciones ricas con su prójimo. Por estas razones
con otros, como ya anticipara el fil6sofo Manin Buber. Una estamos convencidos de que la oración contiene la clave te-
relaci6n genuina es el instrumento principal de curaci6n. rapéutica por excelencia: da sentido a nuestra existencia. 0,
Este enfoque de las escuelas existenciales coincide, par- en otra.s palabras, llena aquel «vacío en forma de dios» que
cialmente, con el diagnóstico bíblico sobre la naturaleza sólo DIOS puede llenar. Ahí radica el primer y más profundo
humana. Dios creó al hombre con la necesidad básica de efecto terapéutico de la plegaria.
relacionarse. Esto no debe sorprender ya que fue hecho a El s~mista expresaba la misma idea con una gran fuer-
za poética: «Como el ciervo brama por las corrientes de las
aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene
4. Victor Frankl, Man's searchfor meaning. Boston, Beacon Press, 1959. sed de Dios, del Dios vivo» (Sal. 42: 1 y 2).
5. lean Paul Sartre, lA náusea. Losada, Buenos Aires, 1947, 144 Y 176.

172
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La oración como un proceso psicoterapéutico cambios siempre ocurren en el contexto de una relación
interpersonal».
Ahora estamos ya en condiciones de examinar las con- Es en la oración donde experimentamos que Dios está por
secuencias positivas desde un punto de vista emocional. Si nosotros, con nosotros y en nosotros (ver Ef. 4:6). Expre-
entendemos la oración como una relación personal con Dios, sándolo en términos más académicos, es ahí donde expe-
una comunicación rica y amplia en matices, sus efectos guar- rimentamos la simpatía y la empatía de Dios. Nos sentimos
darán cierto paralelo con los de una relación psicoterápica profundamente comprendidos porque nuestro interlocutor, el
eficaz. Sefior, no es alguien remoto, ubicado lejos en las regiones
De hecho, en toda relación fecunda, en todo verdadero celestes, sino «Aquel que fue tentado en todo según nuestra
encuentro de dos personas, aparecen estos fenómenos emo- semejanza, pero sin pecado» (Heb. 4: 15). Por esta razón,
cionales. Mucho más aquí donde se dan dos realidades sin- puede «compadecerse de nuestras debilidades». Aunque no
gulares: el terapeuta -Dios- es el Príncipe de los Consejeros, lo veamos, sabemos que Dios está presente porque, gracias
el Médico por excelencia, el Consolador. Y el paciente, que a la realidad del Espíritu Santo, cada uno de nosotros lleva
es cada creyente, posee el Espíritu de este Consejero dentro a Dios dentro. Y esto nos permite acercamos a su presencia
de sí mismo. En este aspecto concreto la oración es una forma «confiadamente... para alcanzar misericordia y hallar gracia
muy especial de psicoterapia. Ello dará lugar a los resultados para el oportuno socorro» (He. 4:16).
emocionales propios de una interacción profunda. Y es admi- ¿Cómo se produce esto en la práctica de la oración? En
rable descubrir cómo las aportaciones de la ciencia, en este ~ ~entido estricto, orar es hablar con Dios. Pero, ¿podemos
caso la psicología, no sólo no contradicen las realidades espi- limItar el concepto de oración a esta idea restringida de la
rituales, sino que coinciden plenamente. Desde el punto de comunicación verbal? Si la oración es ante todo diálogo con
vista emocional, la oración es el eco perfeccionado de una Dios, el requisito esencial del diálogo es la comunicación. To-
relación terapéutica profunda. do diálogo fecundo incluye más que palabras. Éstas son
Examinemos cuáles son estos efectos emocionales que in~trumenlo precioso en una relación, pero no el único, ni si-
tanto bien producen en el creyente: qUIera el primero. Ya dijo alguien que «las palabras son de
plata, pero el silencio es de oro». La realidad es que puede
1. Una relación intima haber mucha comunicación con pocas palabras. Y también
La oración nos proporciona un calor emocional y es- a la inversa, dos personas pueden estar hablando largas horas
piritual que deriva del contacto íntimo con el Sefior. Es un usando multitud de palabras, sin una verdadera comuni~
encuentro genuino, una entrega mutua de dos personas. En cación. (Es lo que alguien ha llamado un «duólogo», es decir,
psicología hablaríamos de un rapport adecuado, y en psicoa- ¡un diálogo de sordos!).
nálisis de una transferencia positiva. Es un sentimiento cons- Algo similar ocurre en la comunicación con Dios. No
ciente de annonía, de entrega recíproca. Observemos lo que podemos limitar el concepto de oración a las palabras, por
dice un experto psicoterapeuta: «No puede haber ninguna Importantes que éstas sean. El hablar con Dios es sólo una
duda de que la relación del paciente con el terapeuta contie- de las .dimensiones de este diálogo, de la misma forma que
ne las fuerzas más poderosas de la empresa terapéutica. Los vet:t>alIzar es sólo una de las facetas de la comunicación.
EXIste un lenguaje no hablado: el lenguaje de la intención,

174 175
del deseo, del corazón. Lo mismo vemos en la vida diaria: desea los atri,os de Yahvéh». La palabra clave es «estar con»,
¿Es justo que una mujer acuse a su marido de que no comu- «estar en». Este es el requisito inicial e indispensable para
nica nunca nada porque es poco hablador? El marido, o vice- que una relación de amor pueda crecer. Sin la presencia del
versa, puede transmitir mucho a su esposa aunque hable poco, amado no hay intimidad posible, y sin intimidad no hay pro-
porque hay un tipo de diálogo no verbal, con los gestos, la greso en la relación. Es importante observar cómo en el
mirada, las actitudes, cuya riqueza de matices escapa a las Antiguo Testamento, sobre todo en los Salmos, la idea de la
palabras. De ahí que no podamos empobrecer la oración li- oración va inseparablemente unida a los conceptos de comu-
mitándola a la comunicación exclusivamente de palabra. nión íntima y de meditación; son como un racimo donde es
Este concepto nos introduce en un terreno fecundo, pero difícil deslindar las fronteras entre uno y otro.
a la vez no exento de peligros. En el capítulo ~II intentaremos Sucede en ocasiones que un marido, atareado con mil
analizar estos peligros, los que derivan de reducir la oración preocupaciones, desarolla sentimientos de culpa porque no
criStiana a una forma de misticismo orientalista, de medi- dedica suficiente tiempo a estar con su esposa. Para compen-
tación vacía de contenido, de silencio vago centrado en uno sar estos sentimientos se presenta, de vez en cuando, con un
mismo. regalo para ella: hoy un ramo de flores, mañana una caja de
Pero ahora examinemos a fondo esta¡elación íntima, los bombones ... Esto no es incorrecto; la esposa no debe recha-
aspectos de la comunicación no verbal con el Señor. Si es- zar estas muestras de afecto. Pero los regalos nunca pueden
tamos de acuerdo en que la vida del cristiano es, en primer ser un sustituto del centro de su relación: estar juntos, pasar
lugar, una relación personal, haremos bien en recorqar cómo tiempo el uno alIado del otro. Algo parecido ocurre a veces
entiende Dios esta relación. Para ello vamos a usar la analogía en nuestra vida cristiana. Hacemos tantas cosas para Dios que
que el Señor mismo utilizó con su pueblo, tanto en el Antiguo no tenemos tiempo de estar con él. Trabajamos tanto en la
como en el nuevo Testamento: el amor en una relación de obra del Señor que no hay lugar para el Señor de la obra.
pareja, el amor conyugal. «Como el gozo del esposo con la ¡Cuidado con el activismo! Podemos hacerle muchos regalos
esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo», dice el Señor en al Señor, inmersos en mil actividades espirituales, pero en el
Is. 62:5. La epístola de Pablo a los Efesios (Ef. 5:23-30) nos fondo son sucedáneos del verdadero amor. Nos cuesta enten-
presenta la misma realidad: el amor genuino de Cristo por su derlo, y nos sorprende, pero Dios quiere estar con nosotros.
esposa, la Iglesia. El Señor. se co~place cuando sus hijos le buscan. Dios es
En una relación de amor la forma por excelencia de comu- autosuficlente, El no tiene· necesidad de ninguna cosa; sin
nicación es estar junto al amado. Si la relación que el Señor embargo, se complace en nuestra relación con él, en nuestras
quiere de nosotros se ha de caracterizar por el amor a él, en- oraciones.
tonces necesitamos fomentar ~n primer lugar- el estar en su El estar junto a la persona amada es una forma sobresa-
presencia. Ésta es la idea que tantas veces aparece en los liente de comunicación. Transmite con su actitud un mensaje
Salmos. David lo resume magistralmente en el Salmo 27: insustituible: «Quiero estar contigo porq,.ue para mí eres im-
«Una cosa he demandado a Yahvéh, ésta buscaré; que esté portante, estar a tu lado me hace bien». Esta es la comunica-
yo en la casa de Yahvéh todos los días de mi vida... » (v. 4). ción gestual que produce una forma de diálogo, sin palabras,
Leamos Sal. 84: 1 y 2: «Cuán amables son tus moradas, oh pero igualmente profundo. El Señor busca «tales adoradores
Señor de los ejércitos. Anhela mi alma y aun ardientemente que le adoren en espíritu y en verdad» (Jn. 4:23). Acercarnos

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a Dios para estar con él, dándole una sellal inequívoca de hacemos que la vida de oración gire a nuestro alrededor y no
amor con nuestra presencia, es ya una fonna de oración. en tomo a nuestro Dios. Somos egoístas, sin damos cuenta,
«Sellor, este tiempo es tuyo; aquí me tienes, háblame como aun en la actividad espiritual por excelencia. ¿Dónde queda
tú quieras». Dios en la oración? ¿Nos preocupa 10 que él siente y piensa?
En esta línea, el médico francés Alexis Carrel, premio ¿O nos ocupamos sólo de nosotros mismos? A veces parece
Nobe1 en 1912, expone la misma idea con gran belleza lite- como si lo único que importara fuéramos nosotros. Esta
raria: «En la oración el hombre se ofrece a Dios como el conducta, sutilmente egocéntrica, se puede percibir mediante
lienzo ante el pintor o el mánnol ante el escultor».6 una actitud que observamos con frecuencia: medir la calidad
Aunque nuestras palabras sean escasas o torpes, aunque de nuestra oración según nos sentimos al tenninar. Si me
no sintamos la presencia del Amado a nuestro lado, estar con siento bien, la oración ha sido un éxito; de 10 contrario, he
Él es una fonna de plegaria que satisface a Dios y, por tanto, fracasado. Este enfoque, aparte de poner el énfasis donde no
debe satisfacemos también a nosotros. De ahí la importancia le corresponde, en los sentimientos, pierde de vista su pro-
de la disciplina como apuntábamos en el capítulo IX. Tan im- pósito central. El centro de la oración debe ser Dios. A veces
portante como sentir a Dios es la voluntad de buscarle en aun las actividades muy espirituales pueden esconder rin-
oración. Tener el deseo de orar y tomar la decisión de hacerlo cones de egoísmo. Con más frecuencia nuestra pregunta al
es·ya obediencia q\!e glorifica al Sellor. Recordemos que la tenninar de orar debería ser: «¿Qué piensa Dios?», y no
voluntad no es menos importante que los pensamientos o los· «¿Cómo me siento yo?»
sentimientos. La detenninación de apartar un tiempo especí- La oración, como relación de amor, implica dar y damos.
fico para el Seftor y cumplirlo con finneza es algo valioso. Alguien 10 ha comparado a una planta: hay que regarla con
regularidad, prestarle los cuidados propios de un organismo
Esta analogía del amor conyugal nos lleva a una segunda vivo. De 10 contrario, se marchita y acaba secándose. Lo mis-
consideración. El beneficio que nosotros podamos obtener de mo ocurre en nuestra relación personal con Dios: si no la cul-
esta relación no es el motivo principal para estar junto al tivamos con atención, sólo tendremos sequía y frustración.
esposo o la esposa. El propósito primero de la oración no es La oración es uno de los instrumentos básicos para «regar»
que nos haga bién a nosotros. Esto, aunque legítimo, es una nuestra relación con Dios, quizás el instrumento por exce-
consecuencia. Pero ni es su razón de ser ni tampoco ocurre lencia. Por ello, estar con el Se1ior, respirar su presencia en
siempre. En'el sentido que nos atafte, el propósito de la ora- oración, no es tanto un fin en sí mismo sino un medio para
ción es fomentar la comunicación amplia y el crecimiento hacer crecer esta relación personal con él.
de la relación con Dios. No oramos para, oramos porque. No
Vamos a resumir 10 expuesto hasta ahora:
tenemos derecho a buscar primeramente nuestro bien al orar.
-Orar es más que hablar con Dios, es practicar la presencia
Éste es un enfoque egocéntrico tan frecuente en la vida de
de Dios en nuestra vida cada día en un diálogo que se
oración como en la relación de amor de bastantes parejas.
abre a todos los matices de la comunicación, verbal y no
Hemos de reconocer y confesar· que muchos de nosotros verbal.
-El centro de la oración no debemos ser nosotros sino
6. Alexis Canel, La inc6gnita del hombre. Ed. Joaquín Gil, Barcelona, el Sellor. Nuestras oraciones deben ser teocéntricas, no
1942, 161. egocéntricas.
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-La oración no es un fin en sí mismo sino un medio para profundo: su dificultad para relacionarse en general. Me co-
respirar la presencia de Dios y alimentar nuestra relación mentaba un joven: «Me siento incómodo en todas las rela-
viva con él. ciones, no sólo con Dios. Siempre me siento desplazado, pero
La plegaria así entendida será más un placer que una obli- ello es más fuerte en la oración».
gación. En una sociedad tan llena de deberes, nuestra vida En líne~ generales, las dificultades propias de este as-
de oración no debería convertirse en una carga más. Desde pecto relaclOnal confluyen en un sentimiento común: la sen-
luego que requiere lucha y disciplina. Pero es también un sación de malestar, casi desasosiego, al tenninar de orar. Es
oasis de paz donde experimentamos el amor de Dios íntimo una mezcla de impotencia e imperfección: «tengo la impre-
y personal. sión de que 10 he hecho mal, he estado fatal. No he alabado
al Sefior con la intensidad que quería. No le he adorado con
Sin embargo, también aquí encontramos terreno abona- el fervor que merece. Pienso que me dejo alguna cosa que
do para las dificultades. A los problemas mencionados en el agradecer».
capítulo IX se le suman ahora los propios de este aspecto Queremos hacer tres observaciones con respecto a este
relacional de la oración. ¿Cuál es el motivo? Una relación no asunto.
es algo tan sencillo como parece. Desde el punto de vista psi- En primer lugar, su origen radica nonnalmente en una
cológico llega a ser un proceso complejo y delicado en el autoestima defectuosa, en la falta de confianza en sí mismo.
que influyen los factores ya mencionados del pasado y del El requisito necesario para acercamos a los demás adecua-
inconsciente. damente es un finne sentido de identidad personal. El desa-
De hecho, cuanto más íntima es la relación, mayor com- rrollo. de la intimi~ad en las relaciones dependerá de la
plejidad. Por esta razón, en toda intimidad surgen senti- segundad que uno tIene en sí mismo. Cuanto más insegura
mientos inesperados que uno no llega a entender bien. Son es una persona, tantos más conflictos tendrá de relación.
emociones sorprendentes, casi incomprensibles, que difi- Cuanto más pobre sea su autoimagen, más intensa será la
cultan el proceso de acercamiento en contra de su voluntad. dificultad para acercarse a otros. En el fondo, la persona tiene
Estas reacciones se conocen en psicología con el nombre de proble~as para ~lacionarse con los demás porque no ha
transferencia. En pocas palabras, este fenómeno consiste en aprendIdo a relaclOnarse consigo misma. Está en conflicto
la repetición -como si de un eco se tratara- de los problemas con otros porque está en conflicto consigo misma.
vividos en las relaciones infantiles. Ello ocurre primor- . El resultad~ de todo esto será una dificultad para rela-
dialmente en las situaciones en que existe un elemento de clOnarse con DlOS de manera íntima. Se le hará difícil confiar
autoridad. Los problemas de relación con nuestras primeras en Dios porque le es difícil confiar en sí mismo. Su temor
autoridades, padre y madre, los transferimos (de ahí su nom- ~ ser herido le llevará a una actitud defensiva. Decía el mismo
bre) a la vida presente. Y puesto que nuestra relación con Joven después de un tiempo: «Mis problemas con la oración
Dios, como ya se expuso en el capítulo anterior, presenta eran U? reflejo de mis problemas con Dios, y mis problemas
ciertos ecos de esta relación paterno-infantil (amor, autori- con Dios eran mis problemas conmigo mismo. La causa no
dad, etc.), tenemos campo fértil para los obstáculos. estaba en Dios. ni en la relación, sino en mí».
Así pues, en algunas personas la dificultad en su relación Al afrontar este problema fácilmente se puede entrar en
con Dios es la expresión parcial de un problema más un círculo vicioso. Por un lado sabemos que un finne sentido
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de la identidad personal debe alimentarse de Dios. Como además, que nuestra torpeza en la expresión verbal no impi-
creyentes, nuestra seguridad interior no depende.-en último de que Dios entienda nuestra oración: «antes que la palabra
términ~ de lo que pensemos de nosotros mismos, sino de esté en mi lengua, tú la sabes toda, oh SeftOf» (Sal. 139:4).
lo que Dios nos dice que él piensa de nosotros. Inciden- Supongamos, no obstante, que nuestro sentimiento de
talmente, éste es un punto muy terapéutico del mensaje del frustración se deba a alguna deficiencia de nuestra parte y
Evangelio. Pero, por otro lado, ¿cómo experimentarlo si que, efectivamente, la oración presenta lagunas. Ello nos
precisamente la relación con Dios queda bloqueada por el lleva a la tercera consideración: Dios mira nuestras oraciones
problema emocional? Es ahí donde encontramos un buen con los ojos de la gracia, llegan a élpor los méritos de Cristo,
ejemplo de la posible colaboración entre la psicología y la no por los nuestros. El contentamiento de Dios con nuestra
fe. El trabajo d~ un buen consejero, que vaya clarificando o.ración no depende tanto de lo bien o lo mal que lo hagamos,
estos conflictos interiores, junto con la acción iluminadora S100 de la gracia del Seftor. ¿Qué significado tienen, si no,
del Espíritu Santo, alcanzan niveles muy notables de efec- aquellas breves expresiones con las que acabamos nuestras
tividad terapéutica Se trata de una acción complementaria oraciones? «En el nombre de Cristo» y «por los méritos de
que se potencia. En términos más científicos hablaríamos de Cristo» no son frases de adorno, rituales, sin sentido. Son la
un sinergismo: la acción espiritual potencia la psicológica, y clave. teológica (como se indica en el capítulo IV) que nos
viceversa. permIte acercamos a Dios libres de la tiranía de tener que
En segundo lugar, nuestra insatisfacción después de orar agradarle.
no necesariamente refleja una oración pobre o poco ferviente. A veces enfocamos la oración como si de un examen se
Lejos de ello, puede ser seftal de madurez espiritual. No tratara: «¿Qué tallo he hecho, bien o mal?», ¿Qué nota me
revela pobreza sino la sensibilidad y la conciencia de pecado pondrá el Seftor?». Este enfoque, acaso inconsciente, llega a
que el Espíritu.Santo pone en nosotros. Ampliaremos este convertir la vida de oración en una carga pesada. Tenemos
punto más adelante. Por el momento, sólo diremos que nues- la idea de que nuestra forma de orar ha de agradar al Seftor
tro sentimiento subjetivo de imperfección no se corresponde porque, si no, él no nos escuchará. Desde luego, la forma es
necesariamente con la opinión de Dios. A veces nos juzga- ~portante. Como se ha mencionado en la primera parte del
mos con más severidad que el Seftor mismo. Por lo demás. libro, debe ser respetuosa, ferviente, perseverante, etc. En-
si recordáramos el marco amplio de la oración como una contramos suficiente enseftanza al respecto en las epístolas
relación entenderíamos mejor la importancia relativa de los como para no minimizar este aspecto. Pero no es correcto
resultados. Tomar la decisión de orar ya tiene valor en sí asociar l~ forma de orar con la atención que Dios presta a
mismo. Yo puedo tener un sentimiento de fracaso en la ala- esta oraCIón. Al poder aftadir «por los méritos de Cristo»
banza o en la confesión. Puede que realmente, un día deter- nuestras oraciones llegan al Seftor perfectas. Esto nos libe~
minado, mi ánimo sea pobre y la forma de mis oraciones de ver cada oración como un examen. El principio teológico
apagada. Pero cuando le digo a Dios: «Seftor, quiero acer- de la gracia se aplica también aquí. ¡Pobres de nosotros si
carme a ti de todo corazón, este tiempo te pertenece», esta el Seftor tuviera que evaluar nuestra conducta cristiana sobre
actitud ya es en sí una oración. Su éxito no depende de mi la base de nuestros méritos! ... Dios mira toda nuestra vida
comunicación verbal sino de mi actitud. Sí, en la oración, el incluida la oración, con los ojos de la gracia. '
corazón es tan importante como las palabras. Recordemos, También en este punto podemos encontrar problemas

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psicol6gicos profundos. Sobre todo la falta de aceptación de una manifestaci6n más de la lucha contra sí mismos. Puesto
uno mismo, el rechazo de nuestra personalidad, nos hace que su vida es una dificultad permanente, la oraci6n es tam-
sentir indignos, no tanto moralmente como .emocionalmente. bién un problema continuo. Su autoevaluaci6n será siempre
«Yo no podía acercarme a Dios, entrar en su presencia, por- negativa. Por ello necesitan aferrarse, más que nadie, a la
que no me sentía limpia, justificada a través de Cristo; en el gracia liberadora de Cristo.
fondo el problema era que me rechazaba a mí misma pro- Ello nos lleva de manera natural a considerar la segunda
fundamente». «Nada de 10 que hacía me parecía bien, todo consecuencia terapéutica de la oraci6n desde el punto de vista
me parecía poco, insuficiente, era esclava de un perfeccio- emocional.
namiento neurótico». «Mi oraci6n era una lucha constante
por sentirme aceptada por el Seftor. Él ya hacía tiempo que 2. Liberación
me había aceptado, ¡el problema estaba en m!!».
¡Cuán consolador es en este contexto el texto de Ap. 5:8! La oraci6n es vehículo excelente para la expresi6n, la
Todos tenían «copas de oro llenas de incienso, las cuales son descarga de nuestros sentimientos, de nuestros problemas, de
las oraciones de los santos». Las oraciones son consideradas todas nuestras opresiones. En términos psicol6gicos habla-
«copas de oro» porque van envueltas en la gracia de Cristo. ríamos del valor catártico de la oraci6n. Se llama catarsis al
S610 hay una condici6n: deben.proceder de los santos. Para hecho de verter libremente, sin cortapisas, todo 10 que sen-
Dios no es tan importante cómo oramos sino quién ora. timos o pensamos. Esta libre expresión de emociones o pen-
Una idea similar encontramos en el libro de Proverbios: samientos tiene un efecto purificador (en el original griego
«La oraci6n de los rectos es el goÍO del" Seftof» (Pr. 15:8b). la palabra «catarsis» significa purga, limpieza).
El contenido y la forma, aun siendo importantes, quedan en Es en este contexto donde adquieren pleno significado
un lugar secundario. El sujeto de la oraci6n siempre es más las palabras de Jesús en Mi. 11:28: «Venid a mí todos los
importante. De siempre, el punto de mira de Dios ha sido el que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar».
coraz6n. Hemos de procurar que la plegaria sea correcta en El descanso es una consecuencia natural de la expresi6n,
su forma y equilibrada en su contenido, pero la primera preo- de la descarga en oraci6n. Por esta misma raz6n el apóstol
cupaci6n debe ser el espíritu de santidad y rectitud en nuestra Pedro nos exhorta a «echar toda nuestra ansiedad sobre el
vida personal. La pregunta clave de evaluación no debería Seftof» (1 P. 5:7). Pablo, en Fil. 4:6, nos habla de este efecto
ser «¿C6mo es mi oraci6n?», sino «¿Cómo soy yo?». liberador en términos de paz: «Por nada estéis afanosos, sino
Recordemos, sin embargo, el problema de la persona en sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios, en toda
lucha constante consigo misma porque no logra aceptarse. oraci6n y ruego, con acci6n de gracias. Y la paz de Dios...
Su nota de evaluaci6n será: «no estoy nunca contento, siem- guardará vuestros corazones».
pre puede ser mejor». Este tipo de perfeccionismo brota de El mismo Seftor Jesucristo conocía bien el efecto reno-
una autoimagen y de una autoestima -devaluadas; su seguri- vador de la oraci6n. Después de un día agotador, agobiado
dad depende constantemente de la opini6n de los demás. Su por el trabajo intenso y la tentaci6n, busca descanso en la
vida cristiana se ve atormentada por un sentimiento de indig- relaci6n con el Padre (Mi. 14:3). Lo mismo sucede cuando
nidad permanente respecto a Dios; se saben limpios, pero no la intensidad del ministerio llega a ser casi febril (Lc. 5:15
se sienten limpios. Ello convierte su tiempo de plegaria en y 16). Situaciones parecidas ocurren en Mc. 1:35 y otros

184 185
fesaré mis transgresiones al Sefl.or; y tú perdonaste la maldad
pasajes del Evangelio. Para el Sefl.or, la oraci6n era el ve- de mi pecado... Tú eres mi refugio; me guardarás de la an-
hículo de descanso por excelencia. Como dice Darling, psicó- gusti~; con cánticos de liberación me rodearás» (vv. 5-7). Y
logo cristiano, «a través de la oraci6n encontramos un hálito especialmente en el Salmo 51: «Contra ti, contra ti s610 he
de vida nueva que renueva todo nuestro ser».7 pecado. Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame, y seré
No es s6lo una renovaci6n en el sentido de descanso, sino más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría y se re-
también de hacer acopio de fuerzas nuevas. Una consecuen- crearán los huesos que has abatido». (vv. 4, 7, 8). La con-
cia natural del descanso es el fortalecimiento. El mencionado secuencia na~ral de la confesi6n es experimentar «gozo y
~édico francés: Alex.is Carrel, escribía en un artículo apare-
alegría», sentirse rodeado con «cánticos de liberaci6n».
Cido en una revista sUiza: «La oraci6n no es solamente un acto Algunas personas, sin embargo, no sienten este efecto
de adoraci6n, es una emanaci6n invisible del espíritu de liberador, ansiolítico de la confesi6n, aunque su oraci6n haya
adoraci6n, es decir, la forma de energía más poderosa que se
sido genuina. «Sé que Dios me ha perdonado, pero no 10
pueda suscitar... La oraci6n es una fuerza tan real como la
siento así en mi interiOr». ¿Por qué? El problema suele radicar
gravitaci6n universal... Orando, nos unimos a la inagotable
en que, a pesar del perd6n seguro de Dios, son ellas las que
fuerza motriz que hace girar la tierra... ».8
no se han perdonado a sí mismas. El pecado cometido ha si-
Muchos siglos antes de Carrel, la sabiduría de Dios nos
do una ofensa tan grande para su autoimagen, su amor propio
hacía lleg~ una idea muy semejante a través del profeta se ha sentido tan herido, que son incapaces de perdonarse.
Isaías: «Dios da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas
Esto ocurre especialmente en caídas de tipo moral. Si ha ha-
al que no tiene ningunas... los que esperan a Yahvéh tendrán bido una confesi6n genuina y no se experimenta la liberaci6n
nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y d~ la culpa, estamos ante un problema psicol6gico: la incapa-
no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (ls. 40:31). CIdad para perdonarse a si mismo. Reconocer esta realidad
l..!na forma particular de liberaci6n o catarsis se consigue alivia mucho la angustia.
mediante la CONFESIÓN. Es aquí donde la oraci6n alcanza,
En ocasiones puede ser necesario realizar la confesi6n de
pro~ablemente, el .clímax de su. poder terapéutico. En este
pe~ados juntamente con alguien: un consejero, un pastor, un
sentido Paul Toumler llega a ser muy valiente cuando afirma:
~IllgO íntimo. No se trata tanto de confesar a otra persona,
«La confesi6n cristiana conduce a las mismas liberaciones
psicol6gicas que las mejores curas psicoanalíticas».9 El efec- smo de .confesar a Dios en compañia de otra persona. Ello
pro~rclOna ~ .elemento de objetividad muy saludable que
to terapéutico de la confesi6n es una de las mayores bendicio-
nes que puede experimentar el creyente. Sentir intensamente contribuye a dlslp~ dudas psicol6gicas. En el campo protes-
tante hemos reaCCIOnado en contra de la confesi6n auricular
el perd6n de Dios por algún pecado concreto es un bálsamo
de pecados por razones teol6gicamente justificadas. Pero
ini~alable. Leamos las palabras de David en el Salmo 32:
«MI pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Con- debemos evitar caer en el extremo opuesto: el rechazo total
de cualquier confesi6n en ptesencia de otro hermano. La con-
fesi6n con otra persona tiene un valor terapéutico inmenso
7. H.W. Dar1ing, Man in His right mind. The Paternoster Press, 1969, 140. p~icol6gica y espiritualmente. Desde el punto de vista emo~
8. A. Cmel, f..:e pouvoir de la priere. Journal de Geneve, mayo 1940. clOnallas heridas cicatrizan con mayor rapidez cuando al-
~8iaul Tourmer, MediciM de la persona. Ed. G6mez, Pamplona, 1965, guien conoce la intimidad de nuestro pecado y ha orado con

187
186
de ello. La única excepción es cuando tenemos la autori-
nosotros y por nosotros. Muchos pacientes me han expresado zación del interesado. Si vemos la necesidad de compartir es-
su profunda gratitud porque en la consulta han podido abrir- te secreto con el cónyuge, quizás para descargarnos nosotros
me su corazón y volcar secretos de su vida que nunca antes mismos, podemos hacerlo siempre y cuando el interesado nos
habían compartido con nadie. Las lágrimas vertidas en com- haya dado su consentimiento.
pafiía tienen un potencial terapéutico superior al de las emo- Ya nos dice el libro de Proverbios: «trata tu causa con tu
ciones expresadas en solitario. compafíero y no descubras el secreto a otro». (pr. 25:9). El
Necesitamos hacer tres recomendaciones prácticas antes que no sabe ser fiel en lo pequefío -guardar un secreto- tam-
de concluir este punto. Son observaciones elementales pero poco lo será en cosas grandes.
de importancia capital en un asunto tan íntimo como el que 3.- Cuando alguien nos ha confesado una falta, es reco-
nos atafíe: mendable que nosotros oremos por esta persona en su presen-
1.- La confesión de un hennano ha de ser siempre plena- cia y en voz alta. Ello afiade una dimensión de objetividad
mente voluntaria. No tenemos derecho a ejercer ninguna en su relación con Dios que tiene un efecto muy positivo.
presión, de ningún tipo, para que se nos confiese un pecado. De hecho, una de las peticiones que más nos hacen los cre-
El uso de la manipulación para facilitar la «evacuación» del yentes en situaciones parecidas es: «Siga orando por mí». Es
pecado puede tener efectos psicológicamente tan graves co- un gran alivio saber que alguien se preocupa de nosotros, en
mo una violación. La intimidad es una parcela de nuestro pró- oración, después de una caída.
jimo donde no tenemos derecho a entrar si no se nos franquea
la puerta voluntariamente. 3. Luz, guia, clarividencia
En esta línea nos preocupa la facilidad, casi la alegría
inconsciente, de algunos creyentes, especialmente en el mo- Cuando nos miramos al espejo en una habitación casi a
vimiento llamado «La curación de los recuerdos pasados» oscuras, no se ven nuestros defectos físicos. La media luz nos
(Healing of past memories). Su actuación puede ser positiva protege de descubrir la realidad de las arrugas, de la calvicie,
cuando el «paciente» es quien toma la iniciativa para abrir del acné. Basta con encender la luz para que comprobemos
su corazón. Pero hemos observado muchos abusos en el uso cuál es la verdadera situación. Algo parecido ocurre en nues-
de esta técnica, abusos realizados en el nombre del Espíritu tra relación con Dios. Mientras nos comparamos con los de-
Santo, con consecuencias desastrosas para el equilibrio emo- más, con el promedio de los creyentes de nuestra iglesia o
cional del que sufre esta invasión de su intimidad. Dios nos país, nos parece que no vamos mal. La media luz alivia nues-
exhorta a llorar con los que lloran, no a allanar moradas tra inquietud e incluso'puede hacernos sentir optimistas. Pero
íntimas. tan pronto como entramos en la presencia de Dios, empe-
2.- La confesión de un pecado es siempre un secreto, es zamos a descubrir, una por una, la multitud de «arrugas
algo estrictamente confidencial. Parece muy sencillo: un se- espirituales» de nuestra vida. La presencia de Dios, su san-
creto es un secreto, pero ¡cuántos problemas, cuántas rela- tidad, que podemos aprehender en oración, aunque sea de
ciones rotas, cuántas tensiones en la vida de una iglesia, de manera imperfecta, nos da luz sobre nuestra realidad es-
una familia, se han producido por no saber guardar algo tan piritual. Por ello el salmista le ruega al Sefíor: «Envía tu luz
elemental! Ante una confidencia, ni siquiera las personas y tu verdad; éstas me guiarán» (Sal. 43:3).
más allegadas --esposo o esposa- deben tener conocimiento
189
188
es positiva, sino que refleja madurez espiritual. Dios nos ~a­
Éste es otro de los grandes beneficios terapéuticos de la bla por su santidad y nos hace ver el pecado en su sentido
oraci6n: la clarividencia sobre nuestra persona y nuestras fal- genérico o los pecados concretos de nuestra vida. Este sen-
tas. En términos psicol6gicos diríamos que nos facilita la timiento de culpa es positivo porque, a su vez, nos lleva a
introspección, el insight. A través de la oraci6n «nos damos Cristo de manera renovada. Es la lucha de Pablo en Roma-
cuenta de». Es muy interesante observarla estructura del Sal- nos 7 al descubrir «bolsas» de impotencia moral. Su senti-
mo 32, ya mencionado. Después de la confesi6n (vv. 5-7), miento de indignidad es tan abrumador que le lleva a excla-
encontramos un versículo aparentemente inesperado: «Te mar: «¡Miserable de mn, ¿quién me librará de este cuerpo
haré entender, y te ensefiaré el camino en que debes andar» de muerte?» (Ro. 7:24).
(v. 8). Pero no es una sorpresa si entendemos que la guí~ de Todo ello redunda en una mayor madurez en nuestra
Dios es una consecuencia natural de andar con él y respIrar relaci6n con Dios; nos lleva a un enriquecimiento de nuestra
su presencia. Cuán profunda es, desde el punto de vista psi- fe. El cristiano más maduro no es el que menos peca, sino
col6gico, la plegaria de David en otro de los Salmos: «Ben- el que mayor conciencia tiene de su pecado y lo confiesa. Así
deciré a Yahvéh que me aconseja; aun en las noches me pues, no hemos de entender como negativos los sen~mientos
ensefia mi conciencia» (Sal. 16:7). La Nueva Biblia Espaf\o- de indignidad que nos invaden al orar. La segunda bienaven-
la traduce la última frase con gran belleza: «... hasta de noche turanza alude a este hecho. Al reconocer nuestra identidad
me instruye internamente». delante de Dios, nos sentimos «pobres». Esto nos hace llorar
«En el diálogo con Dios lo fecundo son las preguntas que (segunda bienaventuranza). Pero son lágrimas que reflejan
él nos plantea, y no las que nosotros le formulamos».lo Sí,
una sensibilidad espiritual profunda porque brotan de nuestro
en la oraci6n Dios pone al descubierto aquellas áreas de examen delante de la santidad iluminadora de Dios. Tenía
nuestra vida que necesitan reparaci6n o incluso cirugía radi- raz6n Unamuno al escribir en su diario íntimo: «Las lágrimas
cal. -Nos permite tomar conciencia de nuestra persona ~on de angustia irritan y excitan; pero las de arrepentimiento son
mayor objetividad, avanzar a través del «mato~ pSICO- las que lavan».12
16gico» de nuestra personalidad. Dice Teresa de Avlla: «Las La oraci6n, junto con la meditaci6n, es uno de los instru-
palabras divinas interiores se producen en el alma en momen- mentos más poderosos para proporcionamos un autoco-
tos en que ésta es incapaz de comprenderlas, y no responden nocimiento espiritual adecuado. Nos libra de nuestra fuerte
a ningún deseo de oírlas».ll Este tipo de introspección no
tendencia al autoengaño. Atinada es, al respecto, la oraci6n
busca hurgar en un laberinto de sensaciones interiores (ver
de David en el Salmo 19: «¿Quién podrá entender sus
capítulo X). No es un autoanálisis incesante en búsqueda de
propios errores? Líbrame de los que me son ocultos... en-
la panacea sobre nosotros mismos. Su propósito es más
tonces seré íntegro» (Sal. 19:12 y 13). Todos tenemos una
sencillo: descubrir, darse cuenta para corregir.
gran tendencia a engaf\amos. El no creyente, por su miopía
Por esta raz6n, muchas oraciones van acompaf\adas de un
ante las realidades espirituales (Ro. 1:21). Pero tampoco el
sentimiento de convicción de pecado. Esta sensaci6n no s610
creyente está libre del problema porque el coraz6n humano
es «engaf\oso más que todas las cosas» (Jer. 17:9). En
10. Op. cit, 317.
11. Citado por P. Tournier en Técnica psicoanaUtica y fe religiosa. La 12. Miguel de Unamuno, Diario Intimo. Alianza, 71 00., 1973, 23.
Aurora, Buenos Aires, 1969. 230.
191
190
psicoanálisis este fen6meno se llama negación. Es un me- Celebration o/ Discipline: «Orar es cambiar. La oraci6n es
canismo psicol6gico de defensa muy elemental que nos el cauce principal que Dios utiliza para transfonnamos».13
protege de aquellas realidades que son demasiado duras o Ahora bien, ¿cómo se produce este fenómeno? Lo enten-
dolorosas de aceptar. Es en estos rincones de oscuridad don- deremos al observar la meta de ese cambio: «... ensefiando
de la luz de Dios penetra y transfonna. La oraci6n es colirio a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto
que aclara nuestra visi6n y nos pennite percibir la realidad eI! Cri~o Jesús, a todo hombre» (Col. 1:28). El propósito qu~
de nuestra persona. Nos da clarividencia sobre faltas y erro- DIOS tIene para nosotros es confonnarnos a la imagen de su
res. La oraci6n es instrumento de Dios para evitar diagn6s- Hijo Jesucristo, que podamos parecemos a él cada día más
ticos tan equivocados como el de la iglesia de Laodicea en Dios va forjando en nosotros un carácter moral que reflej~
Apocalipsis 3. Por ello el Sefior tiene que decirle: «Yo te el carácter de Cristo.
aconsejo... que unjas tus ojos con colirio, para que veas» ¿Qué p~pel juega la oraci6n en este proceso de forja?
(Ap. 3:18). Como ha dicho el escritor francés Mathieu, «esta Veamos la mterdependencia 16gica de todos estos pasos. Si
sensaci6n de culpabilidad, de pecado, es la fonna superior de queremos parecemos a alguien hemos de saber c6mo es esta
conocimiento». persona. Por tanto, necesitamos saber c6mo es Dios. Y el
Para C<Jncluir este aspecto vamos a citar una vez más al cono~imiento de Dios, igual que en toda relaci6n, s610 se
salmista. El conocía por experiencia propia este poder escru- consigue a través del contacto personal. Cuanta más inti-
tador e iluminador de Dios: «Oh Sefior, tú me has examinado midad, mejor se conoce. En resumen, nuestra meta como cre-
y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; yentes es parecernos cada día más a Cristo. Para ello hemos
has entendido desde lejos mis pensamientos; has escudrifia- de conocerle cada vez mejor. Para conocer es imprescindible
do mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son co- esta~ con. Y esta comuni6n con Dios se logra, esencialmente,
nocidos ... Examíname, oh Dios, y conoce mi coraz6n; prué- mediante la oraci6n, junto al estudio de su Palabra. En este
bame y conoce mis pensamientos». (Sal. 139:1-3, 23). aspe~to, la p~e.garia cumple un propósito central en la vida
cnstIana: faCIlIta nuestra semejanza progresiva a la imagen
de Cristo.
4. Cambio
~spués de examinar las consecuencias terapéuticas de la
En cuarto y último lugar, Dios usa la oraci6n para mol- oracl6n, una pregunta surgirá probablemente en la mente de
deamos progresivamente, para hacemos cambiar. Como el muchos: ¿Qué lug~r ocupa la oraci6n en la psicoterapia, en
alfarero trabaja de manera artesanal el barro, el Sefior se vale un con~xto profeSional? ¿Puede el psic610go cristiano usar
de la oraci6n para forjamos a semejanza de Cristo. De hecho la ~racl6n directamente con su paciente? Y por parte del
este beneficio es consecuencia natural de los anteriores. Si paCiente, ¿qué puede esperar de la oraci6n? Ello nos lleva a
Dios nos da su amor personal en una relaci6n íntima, nos nuestra última consideraci6n.
proporciona descanso y paz mediante la expresi6n y la con-
fesi6n, nos da clarividencia sobre nuestra persona y pone
en nosotros convicci6n de pecado; todos estos efectos tera-
péuticos redundan en una transfonnaci6n del creyente. 13. Richard Foster, Celebration o[ Discipline. Hodder & Stoughton,
El te610go Richard Foster afinna en su conocido libro 1980, 30.

192 193
El uso de la oración como terapia Es legítimo usar la oración como agente coadyuvante
al~o así como un catalizador. Pero no podemos asumir qu~
Muchos psicólogos y psicoterapeutas cristianos conside- DIOS va a contestar afirmativamente todas nuestras oracio-
ran la oración un recurso válido en su trabajo. Como hemos nes, o 9ue las negativas del Sef\or se deben a falta de fe. Si
visto, es un medio adecuado para contribuir al cambio y al la ora~lón es enfocada en estos términos, mejor no usarla
crecimiento. Destacados profesionales creyentes como H. como Instrumento de terapia porque es muy probable que
Clinebell, Gary Collins, Larry Crabb, Paul Tournier, y estemos haciendo daf\o.
muchos otros, mencionan con frecuencia en sus obras la En segundo lugar, la oración no debe ser un sustituto de
experiencia que han tenido en este campo. Ellos, igual que otras formas de ayuda, profesionales o no. El planteamiento
nosotros, no ven ninguna razón de peso para no usar el ex- de algunos creyentes es: «Si tienes la oración, no necesitas
traordinario potencial terapéutico de la oración en su práctica nada más~ con ~a oración 10 p.uedes todo. No necesitas psi-
profesional. No obstante haremos bien en tener presentes c610~os nI mé?lcos, ~rque DIOS es el mejor psic610go y la
algunas obselVaciones: ~ra~16n la meJ?r terapl~». ~acen un planteamiento disyun-
La oración es un instrumento delicado que debe usarse tIvo: «o la or~clón o la cIenCIa humana», como si ambos fue-
con equilibrio y cuidado. Si 10 utilizamos a la ligera, de mo- ran. Incompat~bles. Este argumento, por desgracia frecuente,
do irresponsable, puede hacer más daño que bien. A la luz ?lvIda que DIOS se ha vali?o siempre, como se vale hoy, de
de nuestra experiencia profesional podemos afirmar que el Instrumentos humanos guIados por su Espíritu Santo para
uso de la oración en psicoterapia viene a ser algo así como ~evar paz y salud a muchas personas. Dios tiene gran va-
un bisturí: su potencial terapéutico es extraordinario, pero ned~d de .recursos, humanos o divinos, que él utiliza en su
debe ser manejado con sabiduría y precisión. Un uso inade- proVIdenCIa: Menospreciar estos. instrumentos de ayuda pue-
cuado puede despertar expectativas poco realistas en el d~ ser ofenSIVO, no s610 para el SIeIVo de Dios, sino para Dios
paciente. Si estas ilusiones no se cumplen, uno se siente de- mIsmo.
cepcionado y duda no solamente de la oración, sino también La oraci~n no actúa «en vez de» sino «junto a», «alIado
de su fe. En algunos casos puede, incluso, provocar resenti- de». En realIdad, está por encima, va más allá de todo esto'
miento contra Dios e inducir a un proceso de enfriamiento debe e~volver1o todo. Por ello, el uso de la oración no es in~
espiritual. compatible con otros agentes terapéuticos.
El apóstol Pablo hizo uso de la oración para conseguir al-
go muy deseado: eliminar su aguijón en la carne; llegó a orar
hasta tres veces. Podemos imaginar que 10 hizo con una fe
intensa, de todo corazón. Pero no se cumplió su deseo. La
respuesta del Sef\or fue clara: «No, porque mi poder se hace
perfecto en la debilidad» (2 Co. 12:9). La razón a esta nega-
tiva no la encontramos ni en falta de fe, ni en ambigüedad
de la oración, ni en tibieza espiritual por parte del apóstol.
La causa era simplemente que Dios tenía otros propósitos.

194 195
XI

La oración: ¿ilusión psíquica?


Apologética de la oración,
un enfoque psicológico

En la primera parte del libro se consideraron algunas


objeciones a la oración desde el punto de vista filosófico.
Ahora nos ocuparemos de las más frecuentes desde el pun-
to de vista psicológico.
«La oración no es algo real. Es un fenómeno puramente
psíquico». «Tú te lo ilI)aginas, en realidad estás hablando en
el vacío, con la pared». O como dirían los jóvenes de hoy:
«Te lo montas todo tú». «Si yo viera a Dios aquí al lado,
entonces oraría; pero esto no es más que un engafio psi-
cológico».
Esta fonna de pensar refleja la opinión de no pocas per-
sonas en nuestros días. En el próximo capítulo examinare-
mos la amenaza del sincretismo. Pero antes necesitamos
analizar la influencia de otro ídolo intocable de nuestra época:
el materialismo científico. Vivimos en una generación que
sufre lo que se ha venido en llamar «el síndrome de Tomás»:
«Si no veo con mis propios ojos y toco con mis propias
manos, no creeré».
Las objeciones a la oración procedcntes de este campo
las podemos englobar en tres grupos. El primero, el argu-
mento de la autosugestión, es el más popular y antiguo; no
ticne soporte teórico de ningún sistema psicológico. Los otros
dos, por el contrario, son reflejo de escuelas de psicología

197
1. El propósito de la sugestión
bien estructuradas: el conductismo y el psicoanálisis. Desde
estos tres frentes se intenta erosionar el valor de la oración. La autosugestión siempre cumple un objetivo definido: la
se niega la realidad espiritual de su significado, e incluso, se evasión. Se busca escapar de una realidad dura. sea ésta una
llega a ridiculizar a los que la practican. No d~be sorprender, circunstancia transitoria o algo más profundo como la vida
por tanto. que dediquemos un ca~ítulo a ~~Izar los puntos misma. El proPósito básico de la sugestión es evasivo. En es-
de vista de estas ideologías. La mIOpía espmtual de nuestros te aspecto, la religión actuaría como el gran calmante, el opio
contemporáneos no debe irritamos. Por el contrario, tendría del pueblo del que hablara Marx, para mitigar un profundo
que despertar en nosotros un profundo sentimiento de com- dolor existencial. Sería un escape supuestamente trascenden-
pasión por su estado. Pero al mismo. ti~mpo debemos estar tal que viene a satisfacer nuestras necesidades más profundas.
capacitados para responder a sus obJeCiones. La oración, a su vez, es el instrumento por excelencia, el me-
jor medicamento, para lograr este efecto de huida.
No obstante, encontramos aquí una primera contradicción.
1 - El argumento de la autosugestión El cristiano, cuando sigue verdaderamente a Cristo, escoge
una vía de evasión que no tiene un precio nada fácil. La obe-
Desde hace muchos siglos la religión, en sus diversas ma- diencia a su Seftor es costosa, un camino estrecho que está
nifestaciones, ha estado asociada con la sugestión. Bastantes cargado de espinas. La aflicción, la lucha, el dolor, la per-
personas ven en la religión, incluida ~ ~ctividad cardinal-la secución, parecen la marca distintiva del discípulo de Cristo.
oración-, una forma de autoconvenclmlento. «Te crees que No tenemos más que leer el capítulo 11 de Hebreos cuando
Dios está ahí y te lo imaginas, te convences a ti mismo de nos habla de «los otros héroes de la fe»: «Otros experimen-
que es así». Observemos la defmición de suges.tión: «Influen- taron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.
cia psíquica del propio sujeto por la que expenmenta estados Fueron apedre~dos, aserrados, puestos a prueba, muertos a
de ánimo sin causa objetiva. Convencerse por un esfuerzo de filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos con
voluntad de que se tiene cierto estado o cualidad».l En otras pieles de cabras, menesterosos, atribulados, maltratados... »
palabras, cuando la mente acepta una idea como verda~era, (He. 11:36-37). ¡Bonita evasión! Podríamos hablar de auto-
si esta idea es razonable, tiende a hacerse real por medio de convencimiento e ilusión si la fe ·ofreciera un paraíso en la
procesos inconscientes. Vendría a ser el equ.ivalente del efec- tierra. Entonces sí que actuaría a modo de aspirina existen-
to placebo en medicina.~i tomo un medIcamento que n? cial. Pero la fe cristiana parece más bien lo contrario: «Mi
contiene más que agua destilada, pero creo que es un tranqUI- paz os dejo, mi paz os doy... pero no como el mundo la da...
lizante, ejercerá, efectivamente, las funciones de sedante. en el mundo tendréis aflicción... porque el siervo no es mayor
En esta línea. la fe cristiana es presentada como una forma que su Seftof»
de sugestión. Ello nos pone ante dos opciones: o bien los cristianos son
¿Qué podemos responder a ello? Vamos a considerar tres todos masoquistas por naturaleza, o bien la fe no siempre
aspectos que nos ayudan a diferenciar, como cristianos, entre cumple un propósito de huida. Hay formas mucho más agra-
la sugestión y la fe bíblica: dables de escapar en nuestros días. Si la fe cristiana fuera
falsa, estar(amos ante una gran estafa, pero no ante una
1. María Moliner. Diccionario de uso del espafíol. Edit Gredos.
evasión. ¿No es cierto que bastantes creyentes vivirían con

199
198
menos preocupaciones si no fueran cristianos? El nivel ~e 2. El objeto de la sugestión
tranquilidad, desde el punto de vista humano, con frecuenCIa La persona objeto de la sugestión presenta una persona-
sería más alto sin los problemas derivados de una fe com- lidad caracter(stica. Observemos la definición que' aparece
prometida. «Cristo no me ha hecho ~a vida fáci~. ~l contra- en el prestigioso libro de Freedman y Kaplan, una de las
rio, habría sido más cómodo estar sm él que VIVIr con él», voces más autorizadas en el campo de la psiquiatría: «La
2
afirmaba atinadamente el obispo luterano Dibelius. sugestión pretende lograr un estado de docilidad sumisa y
La fe puede proporcionar, y proporciona,. una paz Pf?fun- sin capacidad crítica que conlleve la aceptación fácil de una
da que deriva del conocimiento de UI~as realIdades ?lonosas. idea, creencia o aptitud. Se observa, por 10 común, en per-
Pero nunca ha sido camino de co~odIdad o de evasIón. Hace sonas con rasgos histéricos de personalidad».' La primera
unos afios un autor, Emile Coué, dio una definición popular parte de la definición ya la hemos comentado anteriormen-
de autosugestión en forma de slogan: «Cada d(a, en todas las te. Pero, ¿qué nos dice de la personalidad sugestionable? Si
cosas, estoy cada vez mejor».3 ¡Qué contraste con la expe- la sugestión es propia de personalidades histéricas, ¿cuáles
riencia del creyente! Recordemos una declaración del apóstol son sus características psicológicas? Observemos con aten-
Pablo: «Estamos atribulados en todo, mas no estrechados; en ción: «Está dominada por la necesidad apremiante de agradar
apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desam--- a los demás... ello se manifiesta en una actividad incesante,
parados; derribados, pero no destruidos» (2 Co. 4:8-9). Fran- la tendencia a dramatizar y a exagerar, lá necesidad de seducir
camente, explicar la existencia del cristianismo en términos y conquistar, ya sea a nivel social o sexual, y una dependen-
de autosugestión requiere un esfuerzo mental superior a la cia inmadura y poco realista de las otras personas». 6 Pero
propia fe. no acaba aquí la descripción de esta personalidad: «El histé-
William James en su clásico libro The varieties o/ reli- rico, por sus comedias, sus mentiras y sus fabulaciones, no
gious experience profundiza en el tema de la expe~encia e~­ deja de falsificar sus relaciones con los demás, se ofrece
piritual humana y afirma, entre otras cosas: «La.mfluencIa siempre como un espectáculo, ya que su existencia es, a sus
sugestiva del medio ambiente juega un papel muy ~mportante propios ojos, una serie discontinua de escenas y aventuras
en toda educación espiritual. Pero la palabra sugestIón ya está imaginarias».7
empezando a tener, por desgracia, la función de una manta De nuevo estamos ante una disyuntiva. Hemos de escoger
mojada que cubre la investigación y se usa para rec~az.ar el entre dos opciones: si para ser sugestionado se requiere un
análisis cuidadoso»! No se puede caer en el reduCClOmsmo tipo de personalidad histérica, entonces o todos los cristianos
de encajonar todo 10 religioso en el baúl de la autosugestión. son histéricos o bien las manifestaciones de fe no son, necesa-
riamente, un ejercicio de sugestión. La argumentación lógica
es contundente. Creo que nadie se atrevería a afirmar que
2. Citado por J.M. Martínez, Por qué aún soy cristiano. CLlE, 1987,
205.
3. Emile Coué, Better and better every day, citado por JoOO W. 5. Freedman and Kaplan, Comprehensive Textbook 01 Psychiatry.
Drakeford, Psicologta y Religión. Casa Bautista de Publicaciones. 1980, William & Wilkins, 31 oo. 1980. 3359.
251. 6. Armand M. Nicholi, The Harvard Guide to Modern Psychiatry.
4. William James, The varieties 01 religious experience. The Fontana Harvard University Press, 1978,287.
Library, 1960, 122-123. 7. Henry Ey, Tratado de Psiquiatr(a. Toray-Masson, 81 00., 1978, 425.

200 201
todos los cristianos son histéricos. Por ello debemos concluir la vida del creyente no se llegan a perder del todo, ni siquiera
que la fe, incluida la oración, no forzosamente es resultado en épocas de crisis. En términos médicos, diríamos que la fe
de una autosugestión. actúa como un tratamiento etiológico, llega a la causa, no es
Dicho esto, hemos de reconocer que las formas y mani- puramente sintomático. A diferencia de la sugestión, la fe
festaciones de vida cristiana de algunos creyentes se parecen produce cambios, no solamente alivia s{ntomas. Los éxitos
a veces a un ejercicio de sugestión que no podemos aceptar. de la sugestión pueden ser espectaculares y brillantes, pero
La autocrítica es siempre saludable. Y éste es el momento de efímeros. Los éxitos de la fe son, con frecuencia, más lentos,
mostrar nuestra preocupación por algunas formas de culto, pueden carecer de sensacionalismo, pero son radicales y pro-
de adoración, de oración y de evangelización que llegan a
fundos. Penetran en el meollo del alma humana. La sugestión
terrenos fronterizos con la sugestión. Ello puede ocurrir a
desaparece con cualquier influencia que produzca un efecto
nivel individual o de grupo y debe obligamos a revisar nues- opuesto, la de-sugestión. El creyente no es llevado por cual-
tra espiritualidad. La oración verdadera, como las otras ma-
quier «viento de doctrina», sino que permanece «fiel hasta
nifestaciones de la fe, es 10 que más se aleja de la sugestión
la muerte». Así podríamos seguir con las diferencias. Proba-
porque mantiene a toda la personalidad, mente, v~luntad, y
blemente ésta es la razón por la que Weatherhead escribía:
emociones, en estado de alerta. No puede convertlfse en la
«la verdadera fe me parece tener poca relación con la
repetición rutinaria de frases o canciones hasta que uno logra sugestión».·
empaparse de una idea o sentir una realidad. Esta manera de
practicar la fe podría bordear la autosugestión.
II - El argumento conductista: La oración,
una respuesta condicionada
3. La duración de sus resultados
En tercer lugar, la sugestión y la oración (o la fe en ge- La segunda objeción a la realidad de la oración es más
neral) se diferencian por la duración de sus efectos. Además académica. No tiene el aire popular de la anterior y procede
de su propósito evasivo y de ocurrir en una personalidad de una escuela estructurada de psicología, el conductismo.
determinada, la sugestión se caracteriza por la fugacidad de Su forma de enfocar el fenómeno religioso sería, a grandes
sus efectos. Tienen un carácter transitorio y la molestia que rasgos, la siguiente: la fe y la oración no son más que la puesta
se pretendía eliminar reaparece al cabo de poco tiempo. Es en marcha de ciertas áreas del cerebro dotadas biológica-
un resultado limita(:1o que nos recuerda, efectivamente, la mente para ejercer funciones superiores. Ocurre 10 mismo
acción de un calmante. Pasada su acción analgésica, el nivel con otras manifestaciones psíquicas: la alegría, la agresivi-
de dolor vuelve a ser exactamente el mismo de antes. No ha dad, etc. No se conoce aún con exactitud qué área concreta
habido ningún tipo de mejoría. La sugestión cumple una fun- del hemisferio cerebral corresponde a la religiosidad, pero
ción puramente sintomática. Alivia un s{ntoma. esto es sólo cuestión de tiempo. En un futuro se descubrirá
Por el contrario, los efectos de la fe no son transitorios. el sustrato anatómico, el lugar exacto en el que se origina la
Tienen carácter permanente. Cierto que puede desaparecer
el primer amor, cierto que hay crisis o retrocesos. Pero los
cambios radicales y profundos que opera el Espíritu Santo en 8. Leslie Weatherhead, Psychology, Religion and Healing. Hodder and
Stoughton. 1952. Ver todo el cap. 3, secci6n 21, págs. 128 a 134.
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203
religiosidad de la persona. De la misma manera, estas fun- «Buscamos seguridad, y nuestra seguridad es la ciencia
ciones cerebrales se ponen en marcha por la presencia de y la tecnología... Debemos llevara cabo cambios enormes
determinados estímulos, en este caso de tipo religioso, que ~r lo que a la conducta humana se refiere Lo que nece-
originan una serie de reacciones bioquímicas. Todo ello ex- SItamos es una tecnología de la conducta ése es el único
plicaría con exactitud el mecanismo de la oración y la fe. camino para llegar a resolver nuestros problemas».lo
Este enfoque de la religión refleja las premisas esencia-
les del conductismo. A nuestro juicio se resumirían en tres A l~ luz de esta escuela, la oración no sería más que la
puntos: expreSIón elaborada de un sofisticado instinto -el impulso
-Un determinismo extremo. Nacemos y vivimos progra- religioso- del animal más desarrollado. No es más que una
mados por condicionantes genéticos y factores ambien- emoción muy compleja sobre la que ha actuado un fuerte
tales. Estos estímulos, internos y externos, determinan el compone~te de aprendizaje. El instinto, por un lado, y el
comportamiento porque provocan respuestas invariables refo~amIento por el aprendizaje, por otro lado, explican la
y predeterminadas. Son los reflejos condicionados. oraCIón.
-El materialismo. El ser humano es, simplemente, un ani- ¿Cómo responderemos los creyentes a estas asevera-
mal más desarrollado. Es el ser más evolucionado en la ciones? Una ilustración nos ayudará a clarificar nuestra res-
escala zoológica, a cuya cima ha llegado después de un puesta. Cuando un' muchacho está enamorado de su novia,
largo proceso de selección natural. El hombre vendría a se ~roducen una serie de cambios bioquímicos en su cerebro.
ser algo así como «un mono vestido». Se l~~rementa la adrenalina, se liberan endorfinas, etc. Un
-Rechazo de cualquier elemento metafísico. Puesto que éi?á11S1S de laJ>oratorio adecuacio nos daría evidencias expe-
su antropología es totalmente biológica y netamente ma- ?mentales de estos cambios. ¡Pero nadie osaría decir que este
terialista, se aproxima al estudio del hombre como si de Joven está enamorado porque sus endorfinas han subido... !
un animal se tratara. Por ello hay que prescindir de la Los procesos neurobioquímicos no disipan la realidad de su
introspección y de todos los fenómenos relacionados con amor, no niegan ni afirman su enamoramiento. ¡Y mucho me-
ella. Observemos la actitud de un psicólogo conductista, nos nos hablan de la existencia o de la idoneidad de su novia!
Hull, hacia la conciencia: «La conciencia es una realidad. ¿~or qU:é? La descripción experimental de un fenómeno no
No podemos negarla, pero es un problema que requiere ~ega nI prueba nada sobre la veracidad de este fenómeno.
una solución de nuestra parte... ».9 Slm~lemente describe un m~canismo, y los mecanismos nun-
Para el conductismo, la verdad de las cosas no se encuen- ca dIcen por qué, ni siquiera para qué, sino simplemente
tra a través de la reflexión, sino en el conocimiento expe- cómo.
rimental del cómo y por qué se producen. El psicólogo RE Refiriéndose. al estudiO de la religión en general, un ex-
Skinner, uno de los representantes más destacados del perto n~rteamencano, Mortimer Oslow, afirma: «El estudio
conductismo, resume con sus propias palabras estos puntos de la pSIcología de la religión no nos indica nada acerca de
básicos:

10. R.F. Skinncr, Más allá de la libertad y la dignidad. Fónlanclla Bar-


9. Clark L. Hull, Psychological Review, vol. 44, p. 30, 1937. celona, 1973, 9, 11 Y 37. •

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la validez o el valor de esta religión. Nos ayuda a comprendcr convertirse en un instrumento de presión psicológ~ca y con
ello darán la razón a las críticas que, en ocasiones, se nos ha-
qué hace y cómo lo hace».ll . .,
Aunque un día se lleguen a describir con mmuclosldad cen desde círculos no creyentes. La oración necesita estí-
los fenómenos neurobioquímicos que ocurren en el cerebro mulos adecuados, pero nunca puede ser el resultado de una
d~ un creyente al orar, ello no restaría ni un grano de verdad manipulación psicológica.
a aquella oración. Podríamos estar de acuerdo en que la ple- Los dos argumentos hasta ahora considerados, la auto-
garia es una respuesta conductual. Pcro no podemos aceptar sugestión y la respuesta condicionada, tienen un denomina-
que la oración sea solamente una respuesta conductual. Po- dor común: son una manifestación más del secularismo de
demos aceptar que la oración tiene un componente d~ apren- una sociedad que le da la espalda a Dios. Vivimos en un mun-
dizaje y que puede ser estimulada por factores ambIentales. do positivista que mira con escepticismo toda experiencia que
Pero rechazamos la idea de que sea solamente resultado de no provenga de la ciencia. Rechaza como irracional cualquier
un aprendizaje y de un reforzamient? de la conducta. Todas expresión de vida espiritual. Diríamos que los rasgos que
las explicaciones experimentales, CIentíficas, sobre la ora- caracterizan la mentalidad moderna son la racionalidad, la
ción, pueden ser exactas. Pero ello no es más que. una parcela objetividad, y la cuantificación. Esto se considera como van-
de conocimiento. Existen categorías de conOCImIento, mora- guardia del pensamiento. Es la moda, lo que Jung llamaba
les, espirituales, etc., que escapan a los instrumentos de .me- el Zeitgeist, el espíritu de la época. El apóstol Pablo lo de-
dición de cualquier científico. Esto es así porque l~ finall~ad nominaba «la forma de ser de este mundo».
de la ciencia no es enjuiciar el valor de una reahdad, smo Leamos lo que Jung mismo dice sobre la fuerza de su-
más bien descubrir cómo es. Por esta razón, los creyente.s no gestión de estas modas: «No se puede jugar con el espíritu
deben sentirse amenazados por la ciencia autént~ca. Es CIerto de la época. Constituye una verdadera religión. Tiene además
que los representantes más notables del conduc~Ismo son co· la molesta cualidad de querer pasar por el criterio supremo
nocidos ateos: Watson, Skinner, etc. Pero tambIén es verd~d de toda la verdad, y la pretensión de detentar el privilegio
que algunos psicólogos experimentales militan en e~ cns· del sentido común... Actúa sobre los espíritus débiles y los
tianismo evangélico y son hombres de una fe admirable. arrastra».l3 Debemos a Jung nuestra gratitud por ser uno de
Recomendamos al respecto el libro de Malcolm Jeeves, los pioneros, en plena fiebre de racionalismo y materialismo
Psychology and Christianity.l2 . científico, en denunciar el empobrecimiento de esta forma
También aquí queremos termmar con una palabra de de pensar tan reduccionista.
autocrítica. Debemos alejamos y luchar contra una forma de Gran parte del rechazo de la fe y de la oración en nuestros
plegaria que sea respuesta a unos estímulos claramente ma- días se debe a este trasfondo intelectual. Aun sin darse cuenta,
nipuladores. Tales estímulos, buenos en sí mismos, pueden las personas están impregnadas del positivismo que se respira
constantemente. Esta filosofía sostiene que a lo largo de la
historia ha existido una sola categoría de pensamiento expre-
11. Mortimer Oslow, Religion and Psychiatry, artículo incluido en el sada de modos diversos. En sus etapas iniciales el hombre
Comprehensive Textbook of Psychiatry, 3197-3198. .
12. Malcolm Jeeves, Psychology and Christianity. Inter-varslty Press,
1976. El autor propone cambiar las actitudes de hostilidad y sospecha en
respeto mutuo por parte de la fe y de la psicología. 13. C.O. Joog, Los complejos y el inconsciente. Alianza, 1983, 12.

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pensaba en ténninos religiosos, metafísicos, mágicos. Pero estos ingenieros no les interesa la causa primera. El saber
con el progreso del tiempo ha ido evolucionando hacia una técnico toma el lugar de la metaffsica; la eficacia y la pre-
fonna de pensar lógica, racional, objetiva, centrada en 10 cisión reemplazan a las preocupaciones metaffsicas...
obsetvable, 10 mensurable. Se ha ido desarrollando verti- »Lo grotesto es que esta mentalidad primaria no ha desa-
calmente de 10 inferior a 10 superior, de lo simbólico a 10 parecido, SiDO que se ha acrecentado en el espíritu popular,
científico. Las consecuencias son evidentes: cualquier tipo fascinado por el misterio de los ciclotrones y los viajes in-
de fe, incluida la creencia en Dios, es un vestigio de una terplanetarios.
fonna anticuada y primitiva de pensar, en vías de extinción. »El intento por demostrar el paso de la mentalidad "pri_
La oración no es más que una manifestación de este primi- mitiva" a conciencia ''positiva'' concluirá tres décadas más
tivismo, propio de una etapa poco desarrollada intelectual- tarde con la patética confesi6n de su derrota, cuando el sabio
mente. Cuando una persona sigue un proceso nonnal de deba, por fin, reconocer que no hay tal mentalidad primitiva
maduración, los ritos mágicos, la oración, la fe, van siendo o prel6gica, como un estado inferior del hombre, sino que los
sustituidos por la TaZÓn. Si un creyente en nuestros días dos planos coexisten en cualquier época y cultura».14
afirma que la plegaria tiene valor en su vida, es etiquetado Para el hombre moderno, ebrio de autosuficiencia la
de anticuado y primitivo. «Cuando seas mayor, adulto, ya no oración es una forma de alienación, casi un síntoma de 'en-
necesitarás la oración». fermedad psíquica. Pero, en su orgullo, no se da cuenta de
No es éste el lugar para responder a estos argumentos del otra fonna de alienación mucho más sutil: la que proviene
positivismo. Nos limitaremos a transcribir algunos párrafos del culto a la tecnología y la razón. El diagnóstico de Dios
del escritor argentino Ernesto Sábato. Nos parecen de un in- es, una vez más, claro y penetrante: «profesando ser sabios
terés extraordinario no sólo por su contenido, sino también se hicieron necios» (Ro. 1:22). Tienen los ojos demasiad~
porque proceden de un hombre formado en el campo ~de la entenebrecidos para poder percibir las verdaderas necesida-
ciencia. Sábato, actualmente escritor, se doctoró primero en des del ser humano.
ciencias físicas y abandonó la práctica de la ciencia por ra- o Rech~e:m la oración, rech~an a ~os porque, en su opi-
zones precisamente ideológicas. Estos fragmentos pertenecen ruón, la umca fonna real de eXIstenCIa es corpórea, material.
a su ensayo «Sobre el cuerpo, el alma y la crisis total del «Demuéstrame que Dios está aquí y entonces oraré». ¿Qué
hombre»: responderemos? En el fondo la clave está en reconocer
«La civilizaci6n occidental marcha hacia la cosificación nuestras limitaciones. Los órganos de los sentidos del ser
del hombre como consecuencia de una sobrevaloración de la humano no están preparados para percibir otras fonnas de
ciencia positiva... La gente en el siglo pasado abandonaba existencia que no sean las materiales Escribía el malogrado
las antiguas religiones para arrodillarse ante una pila de Volta, evangelista Paul Little con su habitual agudeza: «Nadie ha
ahora lo hacen ante un ciclotr6n, lo que vuelve más espec- visto nunca un metro de amor o un kilogramo de justicia».ls
tacular su positivismo, pero no menos candoroso.
»El hombre moderno conoce las fuerzas que gobiernan
14. Ernesto Sábato, Sobre el cuerpo, el alma y la crisis total del hombre.
el mundo exterior y las pone a su servicio: es el dios de la
Ensayo escrito en exclusiva para «Tribuna Médica», núms. 588 y 589,
tierra, sus armas son el oro y la inteligencia; su método es diciembre 1974.
el razonamiento y el cálculo; su objetivo es el universo. A 15. Paul Little, lA raz6n de nuestra fe. Las Américas, México, 1973, 12.

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Efectivamente, existe otra clase de realidad inmaterial El materialismo"no obstante, lleva en último término a
que, simplemente, nosotros no podemos percibir porque no la sequía espiritual. Por esta raz6n, muchas personas hoy en
estamos capacitados para ello. La constituci6n de nuestros occidente anhelan realidades más trascendentales. «Los pue-
sentidos nos lo impide. Sin embargo, ello no excluye' su exis- blos están hartos ya de una cultura racionalista, que analiza
tencia. ¿O es que somos tan arrogantes para afirmar que s610 incesantemente, pero que no les procura ni vida ni felici-
existe aqueiIo a lo que alcanza nuestra capacidad de percep- dad».!' Tienen sed de significado para su existencia. Lo bus-
ci6n sensorial? Sostener esto equivaldría a negar la realidad can en el budismo, o en otra religi6n oriental. Por ello, con
de las ondas de la radio s610 porque no podemos verlas. En urgencia y profunda convicci6n, los cristianos tenemos un
último término, estamos ante un problema de orgullo. Hemos mensaje que proclamar en esta sociedad: la oraci6n es la
de aceptar con humildad nuestras limitaciones que son infi- puerta de acceso a una relaci6n personal con Aquel que ha
nitamente mayores que nuestras capacidades. O poniéndolo prometido:
en términos positivos: existen muchas realidades que noso- «Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; pero
tros no podemos percibir porque somos seres fmitos. el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás; sino
El argumento de que «Dios no existe porque no puedo que el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una
verle» es casi infantil. Dios es espíritu. ¡Qué afirmaci6n tan fuente de agua que mane para vida eterna» (Jn. 4:13-14).
sencilla y grandiosa! Está ahí, tan presente como el oxígeno
que respiramos. Probablemente ésta era la idea de Pablo en ID - El argumento psicoanalítico: La oración,
su discurso a los atenienses: «Dios no está lejos de cada uno una ilusión infantil
de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos y somos»
(Hch. 17:28). En la oraci6n Dios está a nuestro lado. «Es un Hay un tercer argumento que cuestiona la validez de la
prejuicio casi ridículo suponer que la existencia no puede ser oraci6n. Proviene del psicoanálisis ortodoxo y se basa en los
sino corp6rea».16 El rechazo de la oraci6n no se debe a causas conceptos originales que Freud mismo tenía sobre Dios y la
intelectuales; el no creyente no rechaza la plegaria porque religi6n..Hemos separado,. este argumento de los otros dos
sea más inteligente o más maduro que el cristiano. El fondo porque, de alguna manera, Freud escapó al positivismo más
del problema es moral. El hombre de hoy se considera dema- radical. Su énfasis en la instrospecci6n y en otras facetas del
siado sabio y autosuficiente como para necesitar las muletas alma humana son una ligera desviaci6n del clima de mate-
de la fe. Se burla de nuestra oraci6n por su miopía ante las rialismo a ultranza que se respiraba en Europa a principios
realidades espirituales. Pero este Dios, invisible porque es de siglo. En algunos aspectos el psicoanálisis freudiano se
espíritu, se ha hecho claramente visible en la persona de acerca bastante a una religi6n y, desde luego, tiene mucho
Jesucristo. Dios se ha manifestado, ha hablado de muy di- de fe. Sin embargo, Freud no logra librarse por completo del
versas maneras, pero especialmente a través de su Hijo, la materialismo científico ~e fines del siglo XIX. Prueba de ello
Palabra encamada. La luz está ahí. Depende de nosotros el es su modelo de la psique humana. Esta gran teoría, una de
aceptarla o el rechazarla. las contribuciones principales de Freud a la psicología, sigue

16. C.O. Jung, Psicologla y Religión. Paidos, 1981, 28. 17. Paul Toumier. MediciNl de la PersoNl. 167.

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210
F~ud. No .obstante, sabemos que ninguna de estas afirma-
un esquema netamente mecanicista. Está tomado de las cien- CIOnes es CIerta. Por el contrario, vemos con frecuencia que:
cias experimentales, concretamente de la física. Este trasfon-
A. ~uchas personas con plena madurez emocional, psí-
do es importante porque nos ayudará a entender sus teorías
qUlcamente estables, profesan fe en Dios.
de la religión como una sublimación Ysu valoración negati-
B. Muchas personas con claros síntomas de inmadurez e
va de todo lo que parece irracional. inestabilidad psíquica son agnósticos o ateos.
El psicoanálisis sostiene que la oración surge de la nece-
C. El crecimiento psicológico de una persona va acom-
sidad de relacionamos con un padre ideal. No es más que una pafiado, a menudo, de una fe creciente, o por 10 menos
ilusión fruto de esta necesidad. Las creencias religiosas son
de un~ mayor apertura a las realidades espirituales.
solamente la realización de deseos interiores. Leamos tex-
D. Los nifios son, por 10 general, muy religiosos. Aun con
tualmente a Freud en su obra sobre Leonardo Da Vinci:
un padre amante y cercano, no pocos nitios muestran
«El psicoanálisis nos ha hecho conscientes de la relación una infancia pletórica de fe.
estrecha entre el complejo de padre y la creencia en Dios, y
Unos ejemplos históricos nos ilustran este punto. Stalin
nos ha ensenado que el Dios personal no es más que un pa-
y Rousseau, entre otros, se declararon abiertamente ateos y
dre magnificado. Nos demuestra cada día cómo los jóvenes
sin e~bargo, mostraron síntomas de notable desequilibri~
pueden perder su fe religiosa tan pronto como desaparece la
psíqUlCO. Por otro lado, J. Wesley y Pascal, por citar sólo
autoridad del padre. Reconocemos que la raíz de la necesidad
dos nombres, fueron. ~ig.antes d~ la fe y al mismo tiempo
religiosa radica en este complejo patemal».18
hombres de gran eqUlbbno pSíqUlCO. Las listas podrían alar-
Si la hipótesis de Freud es cierta, vamos a llevarla hasta garse hasta centenares de ejemplos. Es una simplificación
sus últimas consecuencias. Examinemos la coherencia de este frívola pretender establecer una proporcionalidad directa en-
argumento: si la fe en Dios se trata de un resto infantil, de tre la inmadurez psíquica y la necesidad de Dios.
una parecela de la personalidad que no ha madurado suficien- Sorprende realmente que estos argumentos puedan pro-
temente en el adulto, por deducción lógica observaríamos en- ~eder de un hombre como Freud. Su simplismo y su dogma-
tonces los siguientes fenómenos: ~smo en este tema ensombrecen, a nuestro juicio, la estatura
A. Ninguna persona emocionalmente madura creería en mtelectual de este notable observador de la naturaleza hu-
Dios. mana. Muchos de los diagnósticos de Freud sobre el alma y
B. Toda persona psíquicamente inmadura creería en Dios. la conducta del hombre fueron muy acertados. Especialmente
C. A medida que una persona crece en madurez psicoló- su realism~ ~obre la.mald.ad del corazón humano que le acer-
gica, avanzaría de una etapa religiosa: a otra atea. ca a una VISIón caSI bíblIca. Pero nos parecen inaceptables,
D. El nitio, que ya tiene la figura de un padre, no debería como c~eyente~,. sus. teorías sobre Dios y la religión. «Cuan-
ser religioso porque no necesita sustitutos. to ~l pSlco~állSIS dIce de la religión le resultará... a quien-
Éstas serían las consecuencias lógicas de la hipótesis de q.ulera ~~~me las múltiples actividades del alma con mente
sm preJUlclos y atienda a la singularidad de cada una de ellas
le resultará ~arto insuficiente. Pues de reflexionar, aunqu~
sólo sea un mstante, acerca del papel capital desempetiado
18. Sigmund Freud, Leonardo Da Vinci. Kegan Paul, London. 1932.
213
212
por la religión en la historia;-no es posible seguir explicándo- la ortodoxia llegaron a afirmar que el mero hecho de demos-
la como mera sublimación de necesidades instintivas o como trar que una creencia era resultado de deseos inconscientes
una gran neurosis obsesiva» .19 ~a permitía rechazarla como falsa. Este w-gumento, en rea-
Por lo demás, resulta irónico oír a Freud expresarse en bdad, es peligroso para ellos mismos porque se convierte en
términos tan críticos de la religión porque no podemos olvi- una espada de doble fllo, tal como manifiesta el psicólogo
dar que su psicoanálisis es un sistema altamente mitológico holandés Rumke en su libro Psicologfa de la incredulidad. 7IJ
y profundamente religioso. Con sus teorías estamos ante toda La interpretación de Dios como producto de deseos incons-
una teología. La mayoría de sus conceptos básicos no deri- ~ientes se puede aplicar exactamente igual al argumento del
varon de experimentos objetivos y evidencias clínicas, sino mcrédulo que desea refutar la religión. Su incredulidad tam-
que en gran parte fueron una eSP,eculación ideológica. No- bién puede ser resultado de complicados mecanismos psi-
sotros no objetamos esta vía de conocimiento. Nos parece cológicos.
legítima. Pero ello le desautoriza para atacar la experiencia La verdad o la falsedad de la fe cristiana se decide en úl-
religiosa, porque en gran parte de su trabajo lo que hace Freud timo término, a la luz de las evidencias históricas y n¿ sobre
es una especulación religiosa. la . b~e de unos o~~enes psicológicos inconscientes y re-
Aceptamos que las teorías del psicoanálisis ortodoxo tie- pnnlldos. Jesús eXlsUó hace dos mil afios y resucitó de los
nen cosas importantes que ensefiamos en cuanto a los mo- muertos después de ser crucificado. Esta información his-
tivos por los que el hombre cree en Dios. Pero esto nunca tó~ca es verdad independientemente de la psicodinamia de
niega o confirma la realidad de Dios ni la validez de la fe. qUIen la crea o. la rechace. La vida psfquica de un creyente
Llegar a descubrir razones inconscientes en nuestra búsque- nos prop,orci~na datos sobre la madurez de su fe, pero nunca
da de Dios o mecanismos psicológicos de defensa en nuestra sobre su.validez. Una persona atormentada por complejos y
vida de oración no invalidan la verdad de su significado. La traumas !nfantil~s pu~e vivir una fe con lagunas; puede te-
sublimación, la negación o el desplazamiento, por citar tres ner numerosas dIstorsIones en cuanto a quién o cómo es Dios
de los mecanismos inconscientes de defensa más frecuentes, verdaderamente. Pero todos estos conflictos interiores no
son negativos en la medida en que puedan distorsionar nues- pueden validar o invalidar su fe.
tro conocimiento del Dios verdadero. (Sobre este punto vol- .La oración .de un .creyente puede contener aspectos neu-
veremos en breve). El que la oración satisfaga mi sed de Dios róuc~s, expreSIón de mmadurez emocional, pero ello no des-
o llene muchas de mis necesidades personales no desvane- autonza todas sus oraciones ni la oración en general. Vamos
ce en lo más mínimo su valor objetivo. En honor a la verdad, a us.ar otra vez la ilustración del amor de pareja. El enamo-
Freud mismo reconocía este aspecto a diferencia de sus segui- ramIento que el novio siente por su amada no está nunca
dores. Reconocía que un sistema de creencias que satisfaga to~al~ente exento de las proyecciones de sus propios deseos
nuestros deseos puede ser verdadero o falso y que las eviden- e IlUSIOnes; no está libre de ver en ella, aunque sea parcial-
cias hay que buscarlas fuera, en lo objetivo. Pero algunos de mente, el «ánima», 'la mujer ideal que él tiene en su mente
sus discípulos, como ocurre con frecuencia, en su celo por y de la que nos habla atinadamente Jung. La ve no como ella

19. Enrique Butelrnan. prólogo a Psicologfa y Religión, de e.o. Jung. 12. 20. H.e. Rumke. The Psychology o/ unbelieJ. Rockliff. London 1952.

214 215
es realmente, sino como él quiere que sea. Sin embargo, es- En la medida en que Dios sea fruto de nuestras ilusiones
tas proyecciones no invalidan ese amor. No podemos acusar y. proyecciones, la oraci6n se verá afectada de manera cre-
al joven de iluso porque su enamoramiento sea inmaduro. En cIe~te por problemas psico16gicos. Por el contrario, una re-
el peor de los casos, si estas proyecciones llegan a ser masivas lacl6n eqUilIbrada, a través de la oraci6n, con el Dios reve-
o intensas, el joven se está autoengañando y a la larga tendrá lado en Jesucristo es probablemente la máxima expresión de
salud emocional de un ser humano.
que descubrir que su amada no es como él la había imaginado.
Tendrá que aprender a verla tal como es en la realidad. Pero
tanto la relaci6n con su amada como la existencia de ésta son
indiscutibles.
Algo parecido ocurre en la oraci6n y en nuestra relaci6n
con Dios. Ninguno de nosotros, por maduro que sea espiri-
tualmente, está libre de una cierta carga de idealizaci6n, de
proyecciones sobre Dios. Una visi6n pura, libre de limita-
ciones psico16gicas, no existe en nuestra relaci6n con Dios.
Esto es así porque ninguna relaci6n en la que interviene el
ser humano está exenta de un cierto grado de proyecci6n.
Pero ello no nos autoriza a concluir que la oraci6n es una
ilusi6n. En el peor de los casos, como el novio de la ilus-
traci6n, nuestro concepto de Dios será tan subjetivo que se
va a alejar mucho del Dios revelado en la Biblia. Nos ha-
cemos un dios a nuestra imagen y semejanza. No le vemos
tal y como él es, sino como nosotros queremos que sea. Esto,
ciertamente, puede falsear nuestra vida de oraci6n, pero no
hasta el punto de despojarla de todo valor.
Así pues, la presencia de «restos psico16gicos» en la
plegaria no s6lo no la invalida sino que demuestra la verda-
dera naturaleza del ser humano. El hombre es una unidad
indivisible. Es l6gico, por tanto, que el Espíritu Santo se val-
ga de algunas o de todas las partes de este conjunto en su
obra sobre el creyente. Puede actuar como le plazca, a través
del consciente o del inconsciente, del elemento psíquico o
del elemento pneumático (espiritual). La acci6n de Dios
sobre nosotros es integral. Nuestros esfuerzos deben ir
encaminados a conocer cada vez mejor c6mo es el Dios de
la historia que ha hablado y cuya revelaci6n culmina en
Jesucristo.

216 217
XII

¿Todas las oraciones iguales?


La oración cristiana ante las
meditaciones orientales

«Todo es lo mismo; en el fondo todo es igual. Lo im-


portante no es cómo se ora, ni siquiera a quién se ora, sino
orar. No ha~ diferencia entre mi oración, el Nirvana, ~ la tu~a
al Dios de la Biblia». Son palabras de un estudiante conver-
tido al budismo. En una línea semejante, me decía un inte-
lectual supuestamente creyente: «Hemos de estar abiertos al
diálogo con Oriente. Tenemos muchas cosas que aprender de
ellos».
Estos dos ejemplos nos muestran la atracción que ejercen
en Occidente muchas formas de meditación oriental. Según
un reportaje de la revista Time, el budismo ha conseguido
miles de convertidos en Europa occidental en los últimos
años. 1 ¿Cómo vamos a enfrentamos a este reto? ¿Qué respon-
deremos a las afirma.ciones mencionadas? Los nuevos misti-
cismos aparecen revestidos de una espiritualidad «superior»
que arrincona todas las formas tradicionales de religión, in-
cluida la fe cristiana. Como creyentes evangélicos necesi-
tamos hoy en Occidente estar preparados «para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos
demande razón» de nuestras creencias (l P. 3:15). Éste es el

1. TiTM magazine, 21 noviembre 1988. 54-56.

219
Igualmente, la historia de la Iglesia nos muestra una práctica
motivo por el que hemos decidido incluir un ~apí~lo de- activa de la meditación, aunque a veces excesivamente conta-
dicado a este tema. En una época de marcado smcretIsmo y minada por influencias no cristianas.
relativismo, hemos de resaltar y defender la singular~d~ de No obstante, en los últimos tiempos hemos asistido a un
la oración cristiana. El estudio comparado de las relIgIOnes doble fenómeno que explica, por lo menos parcialmente, la
nos muestra cómo la plegaria adquiere en el cristiani~mo u~as reticencia de algunos creyentes a la meditación. Por un lado,
características distintivas que chocan con el lema smcretlsta el declinar progresivo de sus características bíblicas llegó a
de «todo vale, todo es bueno». convertirla en una práctica árida, desprovista de vida. Ello
Uno de los fenómenos fundamentales que ocurren dentro provocó una reacción de indiferencia, especialmente en el
del acto de orar es la meditación. Para ser realmente fecunda, cristianismo evangélico. Por otro lado, las sectas y religiones
la oración implica recogimiento interior, ~flexión ~tal c~mo orientales han patrocinado una forma de religiosidad cen-
se indica en la primera parte del libro). Sm esta dImensIón, trada, precisamente, en cierto tipo de meditación. Este doble
la oración quedaría reducida a puro emocionalismo. Re~or­ fenómeno ha causado un abandono notable de su práctica.
demos la necesidad de que todas las facetas de la personalIdad Pero la meditación entendida como un recogimiento interior
estén en equilibrio. No es correcto, ni bíblico~ aquel con~ejo para pensar reflexivamente en Dios es parte integral de la
que hace poco escuchamos en una conversaCIón:. «N? pI~n­ oración y, por tanto, de la vida cristiana. Un cristianismo
ses, ora». No es posible orar sin pensar. La oraCIón Ir.npl~ca sin meditación, sin «oración meditativa» como la denomina
pensamiento reflexivo. Por ello, afirmamos que la meduaczón Richard Foster, 2 deja un vacío peligroso en una sociedad
es parte integral de la oración. activista hasta el frenesí. El hombre de hoy necesita mucho
Pero es justamente en ese terreno donde encon~ram.os los del bálsamo terapéutico de la meditación. Si no llenamos
peligros insinuados en el capítulo X. ¿SilVe cualguIer ~P? de nosotros este vacío, lo harán otros. Y lo llenarán a su manera,
meditación? No. La meditación propia de la oraCIón cnsuana con un panteísmo universalista que promete una vida sin
tiene un propósito, unos medios y un marco que le imprime.n ansiedad para el presente y utopías para el futuro.
un carácter singular. Si la despojamos de estas característI- Somos nosotros, los cristianos, herederos legítimos de la
cas, puede quedar en un puro ejercicio de meditación tras- tradición bíblica, los que debemos recuperar y reivindicar el
cendental o en un misticismo más emparentado con el pla- verdadero sentido bíblico de la meditación. Es una necesidad
tonismo que con la fe bíblica. . . urgente. y el mejor lugar para empezar es la oración. Cuando
Quizás éste es el motivo por el cual algunos cnstIano~ se le preguntaron a Dietrich Bonhoeffer por qué meditaba,
asustan al oír la palabra meditación y muestran automátIca- respondió: «Porque soy cristiano».
mente una actitud defensiva, cuando no hostil. Esta postura Es una pena descubrir que muchos convertidos al budis-
de recelo, comprensible por el fuerte proselitismo de algunas mo en Europa buscan originalmente una vida trascendental,
sectas en el fondo no tiene fundamento ni bíblico ni históri- pero rechazan el cristianismo porque lo asocian con el mate-
co. La'meditación es un ejercicio tan hondamente bíblico que rialismo. Hemos de reconocer el vacío que hemos dejado en
impregna las páginas del Antiguo Testamento desde su ini- este campo.
cio. Hasta tal punto es así, que si alguien pudiera atribuir-
se el título de «inventor» de la meditación, sin duda le co- 2. Richard Foster, Meditative Prayer. Inter-varsity Press, U.S.A., 1983.
rrespondería a las grandes figuras de la fe judeo-cristiana.
221
220
conciencia cósmica. Un buen ejemplo 10 constituye el budis-
Por todas estas razones, necesitamos analizar los rasgos
mo con el estado de nirvana.
distintivos de la oración en el área de la meditación. Cono-
El énfasis está en la afirmación final del yo como una
cerlos va a enriquecer nuestra vida espiritual en su esencia
experiencia trascendental. Esta experiencia lleva al hombre
misma y puede transfonnarla en un oasis fecundo. Ignorarlos
más allá de s{ mismo, hacia niveles superiores cósmicos
nos aboca a errores que ya tienen antecedentes en la historia
que aspiran a unirle, finalmente, con el universo. El hombre
de la Iglesia y que, como veremos, están rebrotando en nues-
se encuentra a sí mismo cuando renuncia a su yo individual
tros días. Así pues, 10 que hay en juego es muy importante.
y llega a un estado despersonalizado. Se produce como una
salida del yo, una excursión a un yo distinto. De ahí el nom-
Diferencias entre la meditación cristiana y las bre de transpersonalismo que se da a muchas de estas me-
meditaciones orientales ditaciones.
Nos interesa observar cómo algunas escuelas de psico-
En primer lugar, son distintas en su propósito. Las ~e- I logía emplean estas meditaciones como técnica de relajación
ditaciones orientales buscan conseguir un estado mental de en el tratamiento de ciertos problemas psíquicos. Y 10 que
relajación, de tranquilidad, en que uno ve los problemas des- es aún más notorio: algunos de los mejores tratados actuales
de una óptica casi de impasibilidad. Observemos la defmición de psiquiatría presentan, sin ninguna matización, la medi-
de Meditación Trascendental dada por su fundador, el Guro tación trascendental y el yoga como una alternativa más en
Maharishi: el tratamiento de la ansiedad. 4 Como analizaremos más
«Técnica mental automática, sin esfuerzo, que consiste en adelante, este hecho nos parece alarmante porque detrás de
dirigir la atención hacia dentro en busca de los niveles sutiles una supuesta técnica se esconde una ideología. No hay nin-
de un pensamiento hasta que la mente trasciende la experien- guna práctica que no tenga un soporte teórico.
eia de estos niveles y llega a la fuente original del pensa- Por el contrario, el propósito de la meditación y la oración
miento (conciencia pura)>>.3 cristianas es casi el opuesto. Su destinatario es un Dios per-
sonal y su propósito no es conseguir un estado, sino una
Esta definición resume de manera inmejorable los puntos relación íntima con la persona de Jesucristo revelada en la
clave de divergencia con la fe cristiana. Su centro es el hom- Biblia. Busca conocer de manera vivencial a este Dios a fin
bre (<<dirigir la atención hacia dentro»). A este enfoque pri- de parecerse cada vez más a su modelo (Ro. 8:29). Ésta es
mordialmente egocéntrico se le suma~ de manera lógica, el la meta de la meditación y de toda nuestra vida cristiana. Es
utilitarismo: busca unos resultados inmediatos, tangibles. La teocéntrica en tanto que la mirada está puesta en Cristo. Por-
meditación trascendental es algo que hay que «usar para». El que amamos a Dios, queremos hacer 10 que a él le gusta, y
destinatario de la oración no es, en último ténnino, un Dios su deseo es nuestra progresiva semejanza a su Hijo.
personal, sino yo mismo. En cualquier caso, la meta última En cuanto a los medios, también son distintos. Las medi-
es conseguir un estádo de liberación, de «bien supremo», en
el que se produce la fusión de la identidad propia con la
4. Así ocurre en los ya citados Comprehensive Textboolc 01 Psychiatry de
Freedman y Kaplan (ver pág. 3254) y en el Harvard Guuu lo Modern
PsychiaJry (pág. 177).
3. Guro Maharishi, revista Hospital Times, mayo, 1970.

223
222
taciones orientales se acercan mucho a una técnica. Hay una La oración no es comunicación con uno mismo. Cierta-
serie de ejercicios concretos, una metodología que uno debe mente a veces uno se encuentra hablando consigo mismo al
seguir con más o menos exactitud a fin de conseguir el estado orar. Pero éste no es su propósito. La meditación no está he-
deseado. La oración cristiana, por el contrario, es lo que más cha para escuchamos o hablamos a nosotros en primer lugar.
se aleja de una técnica. Esto es así por su esencia misma, una Si esto fuera así, se convertiría en un mero ejercicio de
relación íntima. «Si se le quieren fijar reglas, hacer de ella autoanálisis. Sin duda, Dios puede utilizar el tiempo de me-
un método, aplicarla como una técnica, ya no estará viva, dita~i~n, ~mo ya vimos en el. capítulo X, para damos luz y
estará vaciada de su sustancia religiosa. No tengo, pues, nin- clanvIdencIa; problemas archIvados en el inconsciente ad-
guna receta que ofrecer a nadie»,' decía Paul Toumier al quieren a veces una perspectiva distinta en la oración. Éste
preguntarle su opinión sobre este tema. y otros hechos pueden ocurrir porque el Espíritu Santo se va-
La meditación' oriental es fundamentalmente pasiva: uno le de todos los instrumentos útiles para «guiamos a toda
se abandona, se entrega. Busca desconectar, vaciarse. Como verdad». Pero no oramos para escuchamos a nosotros mismos
dice Gaius Davies, psiquiatra inglés, «pone la mente en pun- ni (como decía el Guru Maharishi) para dirigir la atención
to muerto».6 También aquí las diferencias son totales. La hacia dentro.
oración cristiana ni es una técnica ni es pasiva. Es un proce- Esta meditación bíblica se consigue a través de uno de
so activo en el que la persona está plenamente ocupada en los atributos más singulares del ser humano, la conciencia
la verdad de Dios. No busca vaciar la mente, sino llenarla. reflexiva.
No busca aflojar la atención, sino concentrarla. No busca re- Analicemos esta característica única del hombre que al-
lajarse, sino darse. No consiste en dejar vagar las ideas sin canza su máxima expresión al orar. Un animal es consciente;
rumbo fijo, sino en fijarlas en unas realidades concretas: la el hombre es consciente de que es consciente. Esta doble
persona de Dios, sus hechos, sus promesas, sus mandamien- vuelta de la conciencia es exclusiva de los seres humanos.
tos. Ello constituye el marco dentro del cual se desarrolla la Constituye el instrumento que no sólo nos diferencia de los
meditación. No es una excursión sin límites, un viaje vago animales, sino que nos pennite este acto singular de meditar.
en el que se carece de mapa y brújula. Nos capacita para centrar nuestra atención en Dios. Es un
El cristiano, en su ejercicio de la meditación, tiene un ejer~icio activo que consiste en «llevar todo pensamiento
mapa preciso, la Palabra de Dios, y un norte visible, la per- caut~vo a la obediencia a Cristo Jesús» (2 Co. 1O:5b). En este
sona de Jesucristo. Ambos puntos de referencia le impiden senudo, podríamos comparar nuestra mente a un jardín. A
perderse en la oscuridad de la introspección y deambular a veces no tenemos opci6n de escoger las plantas que crecen
tientas en una religiosidad difusa. Este marco juega una fun~ (los pensam~entos), pero sí podemos escoger qué plantas
ción importante en la práctica de la oración. Nos recuerda vamos a cultIvar. Debemos regar, abonar ciertos pensamien-
que orar no es miramos primero a nosotros mismos sino a tos y dejar que otros se vayan secando.
Dios. Cuando el centro es la Palabra de Dios, ello nos libra Este proceso activo, semejante al del agricultor con su
del peligro de una introspección excesiva. huerto, es el que realiza la conciencia reflexiva a través de
la meditación. «Llevar cautivo» un pensamiento a Cristo
5. Paul Toumier, Técnica Psicoanalttica y fe religiosa, 238. nu~ca puede ser algo pasivo. Va a implicar lucha, actividad.
6. Gaius Davies, Stress. Kingsway, 1988, 68. PSicológicamente hablando, la oración es poner nuestra

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225
conciencia reflexiva al máximo de sus capacidades. Requiere creyente intenta alcanzar un punto donde la distinción
un esfuerzo, una tensión, ausentes en las otras fonnas de me- Creador-criatura ya no existe, 0, por lo menos, ya no se nota.
ditación. Por ello, nunca podremos aceptar un concepto sin- Esta espiritualidad no refleja la globalidad de la enseftanza
cretista de la oración. Todas las oraciones no son iguales. bíblica. Como hemos visto, el propósito de la oración no es
Una última diferencia que observamos entre las religiones crear un estado místico en el que mi yo se fusiona con Dios.
orientales y la oración cristiana radica en el valor de la per- Ni siquiera es lograr que Dios se haga presente en mí a tra-
sona. En la meditación oriental la personalidad propia que- vés de ciertas técnicas de meditación. El Señor ya está pre-
da, en último ténnino, anulada, absorbida en una consciencia sente con nosotros y en nosotros, lo sintamos o no, nos demos
universal, se pierde la identidad del yo. Por el contrario, en cuenta o no.
la oración es donde uno se encuentra plenamente a sí mis- Un autor evangélico, Watehman Nee, sugiere que nues-
mo, como seftalamos al mencionar su valor existencial tro espíritu y el Espíritu de Dios llegan a estar tan unidos
(ampliaremos ese punto más adelante). que ya no se pueden distinguir ni diferenciar. 7 Con el respeto
que la obra y la persona de Watchman Nee nos merecen,
Hasta aquí los peligros que proceden de un campo creemos que en este punto no podemos concordar con él. Su
concreto: el orientalismo. Pero éste no es el único terreno mo- afinnación deriva de un concepto de espiritualidad netamen-
vedizo. Ya desde muy antiguo la oración, y la meditación, te pI.atónico. Esta idea, ~omo afinna Macaulay, «obliga a un
se han visto afectadas por corrientes de pensamiento no cris- contInuo éxodo de sí mlsmo». 8 La meta de la oración no es
tianas. Son influencias mucho más sutiles porque vienen re- conseguir un estado de impasibilidad donde uno no es afec-
vestidas de una espiritualidad aparentemente bíblica. Histó- ?Id~ por nada, ni del mundo exterior ni de nuestros propios
ricamente, el peligro principal ha venido de la influencia mstmtos. Ello estaría más cerca de las religiones orientales
platónica. El platonismo marcó de una manera importante que del Evangelio.
la tradición m(stica cristiana desde el principio. Ya uno de Esta espiritualidad de origen platónico utiliza la oración
los padres de la iglesia, Dionisio el Areopagita, bajo la in- verbal sólo como el motor de arranque para llegar al estado
fluencia inmediata de Plotino, filósofo alejandrino del tercer d.e éx~asis e~ el que el corazón se entrega totalmente y en
siglo, y más lejana de Platón, afinnaba que la oración verbal SIlenCIO a Dios. Lo que importa en la oración es la actitud
era sólo un sustituto pobre de la «verdadera oración». «La cont~mplati~a que experimenta de manera intensa la pre-
comunión auténtica con Dios se logra en el silencio total del ~n~la de Dios, que se funde con él. Al percibir la realidad
alma con su Creador». En nuestros días asistimos a un rebrote dlvma, sobran las palabras. En este sentido, la oración verbal
de influencia platónica en algunos círculos cristianos, sobre es un m~dio para conseguir el éxtasis contemplativo que es
todo en su concepto de espiritualidad. Ello moldea inten- l~ plegana por excelencia. La experiencia es lo que cuenta.
samente su idea y su práctica de la oración. Entienden estos Esta es la fonna mejor y superior de oración. La plegaria vie-
hennanos que el propósito de la oración es la unión con Dios, ne a ser el medio para sentir a Dios dentro.
estar tan cerca de él en nuestro ser interior, que «llego a
percibirlo, a sentirlo como mío». Implica un vaciarse de sí
mismo, un quebrantamiento tan total que elimina su per- 7. ~atehman Nee, The Re/ease o[ the Spirit. Bombay: Gospel Literatura
Servlce, 1965.
sonalidad, incluso los aspectos positivos de la misma. El 8. Ronald Macaulay, Being Human. Inter-varsity Press, U.S.A., 1978,46.

226 227
A nuestro juicio, esta idea de la oración como ~ fenó- una consciencia universal».' Para ello se utilizan técnicas
meno de éxtasis no verbal está lejos del concepto ~fbhc~. La propias de las religiones orientales: el nirvana, el zen, la me-
razón para orar no es experimentar la realidad d~ DIOS ~ sen- ditación trascendental, etc.
tir su presencia, como ya indicamos. Ello no qUIere ~ecIT, de ¿Dónde radica el peligro? La trampa de estas fonnas de
ninguna manera, que debe .estar de~provista de emOCIOnes. La meditación y de psicoterapia está en su presentación, apa-
confesión, la gratitud, la mtercesIón puede~ es~r llenas de rentemente inocua. Se trata de una fonna técnica, aséptica,
sentimiento, envueltas por un corazón que VIbra .mtensamen- de aliviar la ansiedad y las tensiones de la vida diaria. Se nos
te, ya sea en el gozo o en el dolor: Estas e~oczones son un presenta como un instrumento neutro de naturaleza científica.
componente posible de una oraclón genuma, pero no un En un primer nivel puede que sea cierto. Pero detrás hay
componente necesario. En otras palabras, 10 q~e hace q~e una siempre una filosofía, una religión. Por ese motivo, nosotros
oración sea más o menos eficaz no es la cantIdad o la mte~­ desaconsejamos estas fonnas «espirituales» de psicoterapia,
sidad de sus emociones. No es éste el tennómetro para medIr porque contienen marcados componentes religiosos. La fron-
la calidad de una oración. Las emociones pueden ser el re- tera entre 10 científico y 10 religioso es aquí muy borrosa.
sultado de la oración, pero no su meta. . . Podríamos mencionar muchos representantes de estas psi-
Sin duda, tenemos mucho que aprender de la tr~dIcIón cologías. Nos limitaremos a los más prominentes. En Estados
mística cristiana, sobre todo en 10 que se refiere a ~a VIda ~e­ Unidos, Abraham Maslow; en Europa, el italiano Rodolfo
vocional ya su percepción profunda.de la prese~cIa ~e DIOS. Assagioli, creador de una psicoterapia llamada psicosíntesis.
La aportación de los gra~des .místIc~~ a la. hist~na de la Queremos destacar, sin embargo, al americano Ken Wilber,
iglesia constituye un patnmomo espmtual nquísImo. PeT? porque es en este autor donde vemos la influencia del orien-
hemos de ser conscientes de los errores Y de los deseqUI- talismo de una manera incuestionable. No es nuestra inten-
librios. También aquí podemos aplicar el consejo del apóstol ción aquí hacer una análisis crítico de estas escuelas. Ello
Pablo, «examinadlo todo y retened 10 bueno». escapa al propósito de este capítulo. Sólo queremos llamar
Vamos a considerar someramente cómo las fonnas de la atención a dos hechos:
pensamiento oriental, así como el neoplatonismo, han pe- En primer lugar, la psicología secular en Occidente está
netrado en algunas escuelas de psicología conte~porán~a. abrazando, de manera creciente, premisas orientales de tipo
Ello ños interesa no poT razones puramente académIcas, smo panteísta y sincretista. Es una muestra más del culto a la per-
por la influencia práctica que esas fonnas tienen en algunos misividad y a la tolerancia, ídolos intocables para muchos de
creyentes. nuestros contemporáneos. El secularismo llega también por
Este grupo de escuelas constituye las p·sicolog{as trans- esta vía aparentemente científica.
personales. Su énfasis se resumiría en la frase: .El hombre se En segundo lugar, el creyente que se adentra en el campo
encuentra más allá de si mismo. Uno de los mejores expertos del transpersonalismo corre un riesgo cierto de abrirse a las
en evaluar críticamente las diversas escuelas de psicoterapia, influencias de «los principados, las potestades y los gober-
el americano T.B. Karasu, describe su objetivo con las si- nadores de las tinieblas» (Ef. 6:12). El médico inglés y
guientes palabras: «Pretenden conseguir la unidad a un pla-
no humano universal o cósmico... en el que la persona 9. T.B. Karasu-L. Bellak, Specialized Techniques in Individual Psycho-
experimen~ una- trascendencia de los límites de su yo hacia therapy. Brunner/Mazel, 1980, 22.

228 229
Chri~topher Bryant y Morton Kelsey. Sus esfuerzos de inte-
erudito en temas de psicoterapia, Roger Hurding, escribe al gracIón han pnoducido una obra interesante en algunos as-
respecto: «De la misma manera que encontramos en la Biblia pecto~. Sus aportaciones nos recuerdan, sobre todo, la gran
advertencias claras contra los que practican "adivinación, ne.ce.sIdad de la contemplación y la meditación en la vida
agorenos, sortfiogos,hechicenos, encantadores, adivinos,ma- cns~ana. No nos cansaremos de repetir, sin embargo que el
gos, o quien consulte a los muertos" (Ot. 18:10-11), vemos cammo del misticismo no está exento de pelignos. Co~o cre-
muchos ejemplos de invasión del territorio enemigo entre yentes hemos de acoger con reservas algunos de los argu-
los defensores del transpersonalismo».lo El mismo Wilber, me~to.s de Kelsey y Bryant, sobre todo su énfasis en 10
observando el interés generalizado de la gente de hoy por los subJe~vo, la ~~cesidad de experiencias como medio de res-
fenómenos psíquicos, el yoga, las religiones orientales, los tauracIó~ ~SPIntual. Ello puede ir en menoscabo de los he-
estados alterados de conciencia, las experiencias fuera del chos obJetIvos de la fe, sobre todo la expiación de nuestros
cuerpo, etc., advierte: «Este deseo de trascendencia ocasio- pecados por Cristo. Ambos autores confinnan el peligno de
nalmente adquiere fonnas gnotescas, exageradas, tales como adentrarse en esas «excursiones» porque uno queda expuesto
la magia negra, el ocultismo, el uso equivocado de drogas tanto a l~ influencia divina como a la del maligno. El peligno
psicodélicas Y la adoración cúltica a un guru».ll del ocultismo aparece en la obra de Jung y es un factor a tener
Al principio, el cristiano se puede sentir muy atraído por en cuenta.
las psicologías transpersonales; su énfasis en el más allá, su Ello nos ~eva a una última pregunta: «¿Cómo distinguir
constante mención de la palabra «Dios», su búsqueda de una entre lo mágIco y lo místico? Lo.prim~no ofrece pelignos por
auténtica espiritualidad acaban por deslumbrar al neófito. En sus ~nteras borno~as con el onentalIsmo e incluso con lo
este sentido la influencia de ciertos aspectos de la psicología esoténco y el ocultIsmo. Lo místico, en cambio, puede con-
de Jung puede ser negativa. Su diálogo con Oriente fue, prác- tene~ ele~entos saludables que enriquecen nuestra vida de
ticamente, un sincretismo con las religiones orientales. oraCIón SIempre que recordemos los posibles desequilibrios.
Su énfasis, por ejemplo, en la inmanencia divina llega al l!n ~utor, Th~ Spoe~, nos ayuda con una sencilla descrip-
extremo de mezclar a Dios con el yo. Jung está en la línea CIón. «La magIa conSIste en poner a Dios a nuestno servicio
platónica en el sentido de que su visión de 10 espiritual no en lugar de ponemos nosotnos al suyo». 13 Magia, en término~
es la de un Dios personal, que se ha revelado en la Historia. generales, es toda fonna de trascendentalismo que tiene el
Para él, Dios es una experiencia. Lo importante no es creer, yo como centno y meta. El misticismo cristiano busca dar
sino saber. Su rechazo de la Iglesia y de sus doctrinas es bien ofrecer..~ mágico oriental busca obtener, conseguir. '
conocido: «La iglesia se convirtió gradualmente en un lugar E! cnstIano, a través de la oración, pretende, en último
12
de tonnento para mb. ténnmo, n:s~nder ~ su amante, Dios, que es un tú objetivo.
En el campo pnotestante dos psicoterapeutas han trabaja- En la m~ItacIón onental se persigue una consciencia difusa
do para dar una visión cristiana a la psicología de Jung: y generalIzada en la que uno llega a perder su personalidad

10. Roger Hurding, Roots and Shoots. Hodder and Stoughton, 1985, 175.
11. Citado por Hurding, op. cit., 174-175. 13.. ~eo Spoerry, citado por Paul Toumier en Técnica Psicoanalftica yfie
12. C.O. Jung, Memories. Dreams.Reflections. The Fontana Library. 1967, relIgIOsa, 224.
63.
231
230
en aras de una identidad cósmica amorfa. En Cristo, el yo
crece en su carácter singular y personal: «A mis ojos fuiste
de gran estima... y yo te amé ... te redimí. .. te puse nombre,
mío eres tú» (Is. 43:1, 4). La individualidad de cada uno ad-
quiere su máxima expresión en Cristo, quien nos da una
identidad nueva, una dignidad propia, un sentido de persona
profundo e intransferible. En las meditaciones orientales
ocurre exactamente lo contrario: la anulación de la persona-
lidad que se diluye en la piscina cósmica de la consciencia
universal.
Tercera Parte
En resumen, en Cristo uno llega a ser plenamente perso-
na; en el orientalismo, desaparece la esencia personal para
fusionarse con el universo. El destino parece muy distinto.
Entre la perspectiva gloriosa de Apocalipsis 21 y la utopía
cósmica de las religiones orientales, nosotros personalmen- EL PADRENUESTRO
te escogemos la primera. Nos quedamos con el Dios personal
que con voz íntima nos promete:
«Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente
de la fuente del agua de la vida.
El que venciere heredará todas las cosas, y
yo seré su Dios, y él será mi hijo»
(Ap. 2l:6b-7)

José M. Martínez

232
Padre nuestro que estós en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hógase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día
dónoslo hoy.
y perdónanos nuestras deudas,
como también· nosotros perdonamos
a nuestros deudores.
y no nos metas en tentación:
mas líbranos del mal:
porque tuyo es el reino,
el poder y la gloria,
por todos los siglos.
Amén.

(Mt 6:9-13)
Prefacio

La oración no constituye sólo un tema teológico con


ramificaciones psicológicas. Es, como se ha indicado en las
partes precedentes de esta obra, un elemento esencial de la
experiencia cristiana. Su práctica -ya se ha visto- no es fácil.
Exige un aprendizaje. Así lo entendieron los primeros dis-
cípulos de Jesús (Le. 11:1). En respuesta a su necesidad, el
Sefior les enseM la oración del Padrenuestro. No para que
la repitieran mecánicamente, de modo más o menos incons-
ciente, sino a fin de que su contenido les orientase en cuanto
al modo de orar y a aquello que se debe pedir.
Esta oración modelo es un testimonio de fe en el Padre,
Dios todopoderoso y soberano. Nos eleva a la esfera trascen-
dente del reino de Dios, donde la santificación de su nombre
y el cumplimiento de su voluntad son necesidades de prime-
nsimo orden. Pero Jesús sabía que sus seguidores no podían
aún vivir exclusivamente en las alturas espirituales de la tras-
cendencia. Habían de seguir sujetos a necesidades de toda ín-
dole, físicas o temporales (el «pan») y morales y espirituales
(el perdón de los pecados y la liberación de la tentación y
del mal). Todas esas necesidades deben ser presentadas al
Padre celestial con la confianza de que Dios concederá lo que
se le pide. Es poderoso para hacerlo, pues «suyo es el reino,
el poder y la gloria».
La plegaria del Padrenuestro se oye en todas las lenguas,
en todos los países de la tierra. Su mensaje, y mucho más su
asunción sincera por parte del pueblo de Dios, puede signi-
ficar la mayor bendición para la Iglesia y para el mundo en-
tero. Adentrémonos en su estudio con humilde actitud de
discípu,los, con fe y con espíritu de adoración.

237
Introducción

La oración del Padrenuestro ha llegado a nosotros en dos


versiones: la del evangelista Mateo (Mt. 6:9-13) y la de Lucas
(Lc. 11:14). Ambas hacen clara referencia ala necesidad que
los discípulos de Jesús tenían de ser instruidos en la práctica
de la plegaria.
El contexto de Lucas (Lc. 11:1) destaca la petición expre-
sa de uno de ellos: «Maestro, enséfianos a orar como ensefió
Juan a sus discípulos». Los rabinos judíos habían elaborado
oraciones que el pueblo aprendía mediante la liturgia de la
sinagoga. El precursor del Mesías, al parecer, había introdu-
cido un modo de orar distintivo. ¿No tendría Jesús un modelo
nuevo de plegaria? Si así era, sus seguidores deseaban cono-
cerlo. Y Jesús dio respuesta a su petición con una oración
ejemplar.
En el evangelio de Mateo el contexto varía. Jesús está
desgranando instrucciones sobre los más variados temas, en-
tre ellos la limosna, la oración y el ayuno. Estas manifesta-
ciones de religiosidad eran con frecuencia mero alarde de
piedad, ostentación aparatosa carente de interioridad. La ple-
garia no se valoraba tanto por el fervor sincero del orante
como por la elocuencia y abundancia de sus palabras. Cuanto
más extensas fuesen las oraciones tanto mayor era la po-
sibilidad de que fuesen oídas por Dios. En este aspecto los
judíos tenían mucho en común con los paganos (Mt 6:7).
Sobre estos conceptos y prácticas Jesús descarga un golpe
impresionante con su modelo de oración. A la retórica de las
plegarias judías se contrapone la simplicidad; a la larga du-
ración, la brevedad. Con todo, la oración del Padrenuestro no
podía tener un contenido más denso. Ni más inspirador.

239
Observaciones sobre el texto otra. Es probable que los dos evangelistas, usando las mismas
o diferentes fuentes, presentaran la oración en la conexión
Al comparar las versiones de Mateo y de Lucas se obser- que mejor se ajustaba al plan de sus narraciones».·
va que la segunda es más breve que la primera. En ella algu- En nuestra opinión, ambos textos nacieron de las palabras
nos manuscritos omiten las frases «que estás en los cielos», de Jesús, por 10 que ambos merecen idéntico respeto. En
«sea hecha tu voluntad en la tierra como en el cielo» y «líbra- nuestra exposición, no obstante, seguiremos el de Mateo,
nos del ma!», así como la doxología final que también en el que es el que desde el primer siglo se ha venido usando en
texto de Mateo es considerada como una adición litúrgica las diversas liturgias de las iglesias cristianas.
posterior.
Estas diferencias han suscitado preguntas de carácter crí-
tico. ¿Cuál es el verdadero texto original, el de Mateo o el Estructura
de Lucas? Muchos especialistas optan por este último y ven
en la versión de Mateo una ampliación acorde con la ten- El Padrenuestro presenta dos partes claramente diferen-
dencia de la época a la expansión litúrgica de formas sim- ~iadas. ~a primera tiene que ver con Dios; comprende la
ples. En su opinión, «nadie se habría atrevido a acortar un ~vcx:aCl6n al Padre y tr,$s peticiopes relativas a su nombre,
texto sagrado como la oración del Sef'ior excluyendo dos peti- ~o y su voluntad. La segunda atiende a neceSRIades 1iel
siones si hubiesen formado parte de la tradición original».! hOmbre: eíi>an, e.l perd..6n y la protecci6n.
Esta es también la opini6n de Joachim Jeremias,2 quien, pe- Este orden es en sí aleccioñador. En nuestro pensamien-
se a las razones que aduce, reconoce que la cuesti6n continúa to y en nuestros anhelos Dios debe ocupar siempre el primer
abierta y sugiere otras posibilidades. «Verdad es que habre- l~~ar. Cuando buscamos prioritariamente su reino y su jus-
mos de ser cautos en considerar resuelto el problema. La tICIa, todas las demás cosas nos son af'iadidas (Mi. 6:33). La
posibilidad de que el mismo Jesús hubiese dado el Padre- primacía de Dios es esencial para el bienestar del ser humano.
Per~ desgraciadamente el hombre se opone a ella. Desplaza
nuestro a sus discípulos en ocasiones diferentes y con ver-
siones distintas -una más larga y otra más corta-: no puede a Dios del.centro de su vida y se coloca a sí mismo en él.
ser excluida a priori».3 De semejante parecer era Russel B. De ese egocentrismo han nacido todos los males que ator-
Miller cuando escribía: «No existe ninguna prueba de que la mentan a la humanidad. Para remediarlos sólo hay un medio:
oraci6n fuera dada por Jesús una sola vez. No es necesario que se devuelva a Dios el lugar que le corresponde.
suponer que sus discípulos fueron siempre los mismos y Esto ha de ser tenido en cuenta aun por los creyentes en
sabemos que él imparti6 instrucci6n sobre la oraci6n en va- el momento de orar. Muchas de nuestras preces también tie-
rias ocasiones. Pudo haber dado la oraci6n modelo espontá- nen un carácter eminentemente egocéntrico. A menudo 10
neamente en una ocasi6n y a petici6n de algún discípulo en primero -a veces 10 único- que presentarnos a Dios son nues-
tros problemas, nuestras necesidades y deseos temporales.
S610 superficialmente --cuando 10 hacemos- pensamos en la
1. C. Brown. Dictionmy o/ New Testament Theology, n, «Prayer», 870.
2.1. Jeremias, Teologfa del Nuevo Testamento. Sígueme, 227 ss y Abba,
220 ss. 4. R.B. Miller, The Internalional Standard Bible Encycloprzdia. Eerdmans
3. 1. Jeremias, Abba, 222. 1946, vol m, 1920 s. '

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gloria y los «intereses» de Dios. Demostramos así no haber sumamente simple en su fonna, lo que constrasta con el estilo
entendido 10 más elemental del Padrenuestro: el orden de sobrecargado de las oraciones judías de aquella época. Como
prioridades que debe regir nuestra vida. hace notar Bomkamm, «la primera característica del Padre-
Es también de notar la estrecha relación que existe entre nuestro es su gran sencillez, su sobriedad, la ausencia de
las tres peticiones de la primera parte. De hecho son inse- ~~o~as invocaciones y de alabanzas pomposas».s Pero la
parables. El nombre de Dios no puede ser santificado si su sImpltcIdad en la fonna no significa pobreza de contenido,
reino está ausente; y el reino sólo es concebible en la medida pues éste es de una riqueza espiritual incomparable. «En po_
en que la voluntad de Dios se cumple. cas palabras resume el corazón de la predicación de Jesús...
Las peticiones de la segunda parte son, en cierto modo, Es la suma más clara y rica, pese a su brevedad, que tenemos
consecuencia de las fonnuladas en la primera. Ante la gran- del ~ensaje de CristO».6 Posiblemente al expresarse J.
deza del Dios de los cielos y la gloria de su reino contrastan Jerem~as en esto.s términos tenía eri mente la frase con que
nuestra necesidad y pobreza. Pero el Dios Reyes el Padre. Tertultano defimó el Padrenuestro: breviarium totius evan-
Desu misericordia cabe esperar el «pan» sustentador en todas gelii (compendio de todo el Evangelio). Sin duda, tenía razón
las circunstancias. El solo pensamiento de «hacer su volun- Simone Weil al afirmar en su glosa sobre esta oración: «El
tad» nos anodada; sobre nuestra conciencia gravita, el peso P~drenuestro ~ontiene todo ruego posible; nadie puede ima-
de nuestros pecados. Sólo el perdón divino podrá ser el punto gmar una oraCIón que no esté en él incluida. Es como oración
de partida para una vida de obediencia. Sucede, sin embargo, lo que Cristo. es como hombre. Es imposible rezarlo fijando
que esta vida discurre en un mundo plagado de tentaciones toda la atenCIón en cada una de sus palabras sin que se ope-
y males, dominado por el maligno; de ahí la necesidad de la re e~ el alma una transformación, tal vez pequefia, pero
última súplica. efectIva».?
Algunos comentaristas han visto un paralelo entre la es- . ~o ~s de extrafiar que desde los primeros tiempos del
tructura del Padrenuestro y la del Decálogo (Éx. 20). Tam- cnstlamsmo el Padrenuestro ocupara lugar especial tanto en
bién en éste se observan dos partes; la primera con cuatro la catequesis como en formas litúrgicas más o menos desa-
mandamientos relativos a los deberes del hombre para con rrolladas. La Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles, uno
Dios; la segunda con seis que conciernen al hombre en sus de los doc~entos más antiguos de la iglesia primitiva
relaciones consigo mismo y con sus semejantes. Pero la com- (finales del SIglO 1), lo cita literalmente siguiendo la versión
paración de ambos textos de la Escritura nos pennite ver de Mateo, la doxología final incluida (8, 2) Yestablece el de-
mucho más que llna simple analogía estructural. Existe entre ber de rezarlo tres veces al día.
ellos una conexión profunda. El Decálogo sólo puede ser Su uso se había generalizado en el siglo IV, particular-
cumplido cuando el creyente eleva a Dios sinceramente las mente en la celebración eucarística. Según la liturgia de
peticiones del Padrenuestro. Juan C?SÓS~O~o, el oficiante rezaba el Padrenuestro previa
la oraCIón SIguIente: «Dígnate, oh Sefior, que gozosos y sin
La grandeza de la oración modelo
5. Günther Bornkarnm, Jesús de Nazaret. Sígueme, 1982, 143.
La oración ensefiada por Jesús a sus discípulos constituye 6. 1. Jeremias, Abba, 71, 224.
uno de los tesoros más preciados de la Iglesia cristiana. Es 7. Cit. por T. Sorg, Wenn ¡Iv aber betet. Kreuz Verlag, 1973, 10.

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temeridad nos atrevamos a invocarte a ti, Dios celestial, co-
mo a Padre, y que digamos: "Padre nuestro que estás en los
cielos..."».
La inclusi6n del Padrenuestro en la liturgia ha sido común
a la mayoría de iglesias (cat6lica, protestantes y ortodoxas) La invocación
hasta nuestros días. Y aun aquellas que carecen de f6rmulas
litúrgicas reconocen su valor insuperable como modelo de
plegaria en el que se inspiran para la práctica de la oraci6n «Padre nuestro que estás en
espontánea.
Aparte de su uso como elemento litúrgico, El Padrenues- los cielos... »
tro ha sido siempre singular objeto de estudio y exposici6n.
Desde los tiempos de Orígenes, Cipriano y Agustín, ha mere- «Padre». No podía ser más inspiradora la primera pala-
cido hasta hoy una atenci6n muy especial tanto en la pre- bra de la oraci6n modelo. Ni más reveladora, pues de modo
dicaci6n como en la literatura cristiana. Pocos textos de la incomparable resume 10 esencial del Evangelio. Trascendien-
Biblia han sido objeto de tantos y tan variados comentarios do todos los conceptos anteriores de la paternidad divina, nos
como la oraci6n modelo. Es que en sus frases la Iglesia ha sitúa en la esfera de la más gloriosa relaci6n con Dios en
encontrado el significado profundo de la plegaria: encuentro virtud de la obra salvífica de Cristo.
con el Padre celestial. En cierto sentido el uso del término «padre» aplicado a
Ese encuentro nos humilla y nos alienta, nos comprome- la divinidad no fue totalmente nuevo cuando Jesús 10 intro-
te y nos transforma. Orar de veras, asumiendo las peticiones dujo como forma de invocar a Dios. En siglos anteriores es
del Padrenuestro, nos obliga a revisar nuestra vida cristiana. común a distintas religiones; pero generalmente s610 expresa
Y, probablemente, a cambiarla. la idea de poder creador y de autoridad. «El nombre "padre"
aplicado a Dios en las religiones del antiguo oriente, así co-
mo en la Grecia y la Roma clásicas, siempre se basa en ideas
míticas relativas a un acto original de engendramiento y de
descendencia natural, física, de todos los hombres de Dios.
Así el dios El de Ugarit es llamado "padre de la humanidad";
el dios-luna babil6nico, Sin, es denominado "engendrador y
padre de dioses y hombres"; y en Grecia, Zeus (a partir de
Homero) recibe el nombre de "padre de hombres y dioses".
En Egipto el fara6n es considerado de modo especial hijo de
Dios en sentido físico. El nombre de padre expresa sobre todo
la autoridad absoluta de Dios que exige obediencia... ».l

1. o. Hofius, Theological Dictionary ofthe New Testament, I. Paternoster,


1975, «Father», 616.

244 245
También en el pensamiento filosófico se incorporó la idea la descripción de Dios como padre disminuyó hasta el punto
de paternidad al concepto de Dios. Tanto Platón como los es- de que sólo muy ocasionalmente aparece en el judaísmo del
toicos veían en la divinidad al «padre universal», al «creador, período precristiano. Posiblemente el ensombrecimiento de
padre y sostenedor» de los hombres. Y la metafísica plató- la fi~a del. Dios pad.re se debió al relieve adquirido por la
nica, superando la simple idea del padre creador, identifica del Dios legtslador y juez. La ley dominaba el pensamiento
al padre divino con la «idea del bien». y la experiencia religiosa del judío piadoso.
Pero todos estos conceptos presentan una característica .Si tenemos ~~ cuenta este contexto, entenderemos mejor
común: no influyen prácticamente en la fe o en el compor- el I~paeto espl~tual que. había de producir el mensaje de
tamiento de quienes los asumen. Envueltos en las fantasías Jesus y. su relaCión con DIOS, a quien siempre, con una sola
mitológicas o en ideas filosóficas, ni expresan la verdadera excepción (Mt. 27:46), se dirigió llamándolo «Padre». Esta
naturaleza de Dios ni estimulan el anhelo de una comunión invocación tenía en él un carácter singularísimo. Expresaba
viva con él. un vínculo con Dios muy superior al que pueda tener cual-
Muy diferente es el concepto de Dios como padre que ~ier ser hu~ano. Por tal motivo nunca en compat'Ua de sus
hallamos en el Antiguo Testamento. En primer lugar, llama diScípulos dijO «nuestro Padre», sino «mi Padre y vuestro
la atención el escaso número de veces (quince solamente) que Padre» (Jn. 20: 17). Según su propio testimonio, su relación
se nombra a Dios con esa palabra. Cuando se hace, nos indica con Dios Padre era única, pues única era también su condi-
la revelación de Yahvéh con el individuo o con la humanidad ción de Hijo unigénito y mediador supremo de la revelación
en general. Se refiere a la relación con el pueblo de Israel divina (Mt. 11 :27).
(Dt 32:6; Is. 63:16; 64:8; Jer. 31:9; Mal. 1:6; 2:10) y en . Si!! embargo, también sus discípulos gozarían del pri-
.algunos casos al rey (2 S. 7:14; 1 Cr. 17:13). Pero en ningún vIlegto de ~cercarse a Dios como hijos, con toda libertad y
caso se sugiere paternidad en el sentido biológico. Menos confianza, mvoc.ándole con el familiar «abbá», papá. El uso
aún se enmarca la idea en ficciones mitológicas. Dios se ha ~ esta palabra en la oración jamás habría sido usada por los
revelado como padre en la historia de su pueblo, una historia judíos contemporáneos de Jesús. La consideraban poco res-
de carácter eminentemente soteriológico. Con unos antece- petu?sa. Pero Jesús acabó con los tabúes injustificados. La
dentes que se remontan a la época de los patriarcas, los ana- oración de los suyos había de ser diálogo sencillo, bien que
les de Israel tienen un punto culminante en el éxodo y en el respetuoso, con el Padre celestial.
establecimiento del pacto. En esos acontecimientos y en Este privilegio no iba a ser propio de todos los seres
otros muchos posteriores, Dios muestra su espíritu paternal hum~os. Sólo l~ disfrutarían quienes fuesen «hechos hijos
al redimir, guiar, proteger y educar al pueblo de su elección de DIOS», es decir, los que reciben a Cristo creyendo en él
(Jer. 31 :20). A la solicitud de este padre divino habría de (Jn..1: 12). Ésto~ han sido «adoptados como hijos suyos por
corresponder Israel con su gratitud y obediencia. En comu- medio de Jesucnsto, conforme al beneplácito de su voluntad»
nión viva con él experimentaría la riqueza de bendición que (Ef. 1:5). Y no sólo han sido adoptados; han sido asimismo
entrafl.aba la promesa: «Pondré mi morada en medio de vo- regenerados mediante un nuevo nacimiento operado por el
sotros... y andaré entre vosotros; yo seré vuestro Dios y voso- Espíritu Santo (Jn. 3:5; Gál. 6:15), por el que han recibido
tros seréis mi pueblo» (Lev. 26:11, 12). una naturaleza de origen divino (2 P. 1:4). Por la acción del
Es de notar, no obstante, que con el transcurso del tiempo mismo Espíritu, que «da testimonio a nuestro espíritu de que

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somos hijos de Dios» (Ro. 8:16), comprendemos el alcance medianoche. El último cliente se ha marchado. Fatigado y
de nuestra adopción y clamamos: «Abbá, Padre» (Ro. 8:15). bostezando, contempla el local vacío. ¿Qué ha traído, mirán-
Las bendiciones inherentes a la condición de hijos de dolo bien, el día. transcurrido? Y se dice a sí mismo: «Todo
Dios no podrían ser más ricas. El creyente disfruta de la ha sido una nada; el ser humano también es una nada». Y
misericordia del Padre (Lc. 6:36), de su perdón (Mc. 11 :25), empieza a llorar en un soliloquio. Reza el Padrenuestro, pe_
de su cuidado (Mi. 6:8, 32), de su beneficiosa disciplina ro con una horrible variación. Ora en el vacío a la Nada
(He. 12:5-11), de la participación en su reino (Lc. 12:32). A absoluta: «Nada nuestra que estás en la nada. Nada sea tu
la luz de estas bendiciones se comprende que los escritores nombre. Venga tu nada. Hágase tu nada, así en la nada co-
del Nuevo Testamento -particulannente Pablo- encontrasen mo en la nada. Nuestra nada diaria dánosla hoy... Líbranos
una fuente inagotable de aliento y estímulo en el hecho de de la nada, pues tuya es la nada y la nada y la nada». Y
que Dios es «Dios nuestro Padre» (Ro. 1:7, 1 Co. 1:3), «Padre concluye parafraseando las primeras palabras del ángel a
de misericordias y Dios de toda consolación» (2 Co. 1:3). En María: «Salve, Nada, llena de nada. La nada es contigo». 2
ese hecho se han gozado -y siguen gozándose- millones de llustración patética, pero, en el fondo, reflejo de la ex-
cristianos. periencia de quienes viven «sin esperanza y sin Dios en el
Contrasta este gozo con el sentimiento de soledad y des- mundo» (Ef. 2:12). Sólo el creyente puede ser librado del
amparo, de orfandad espiritual, en que viven multitud de se- abrumador vacío de la nada. Y al final de cada día, de cada
res humanos. La incredulidad engendrada y alimentada por hora, puede elevar su mirada por encima de los «locales»
el materialismo de nuestro tiempo ha borrado de sus mentes vacíos de la vida, fijarla en el cielo y sentir la paz profunda
toda idea de Dios. Sus aspiraciones son temporales, sin el que emana de la exclamación: «¡Padre!».
menor sentido de trascendencia. Pero una vida encerrada en Algunos han objetado que esta concepción de Dios es
los límites de lo temporal está siempre marcada con el sello demasiado romántica. Otros, inspirados en elucubraciones
de la frustración. La satisfacción de los instintos más prima- freudianas, consideran que la idea de un Dios padre no es
nos, de las ansias de poder o de placer no siempre propor- otra cosa que la proyección de un intenso deseo humano,
ciona felicidad. Y en muchos casos los deseos humanos objetivamente irreal. «En su sentimiento religioso el hombre
quedan insatisfechos. La vida para muchas personas es brega se muestra como el nifto que busca en el amparo paternal
dura, conflicto, sufrimiento continuado, derrota. En cualquier protección contra los peligros que le rodean. Sólo en Dios
caso subsiste una sensación de vacío interior, de angustia puede encontrar la ayuda y el consuelo necesarios frente a
existencial. fuera hay que hacer frente a un mundo plagado la hostilidad de la naturaleza. Pero estas ideas religiosas cons-
de elementos hostiles. Dentro el hombre siente su soledad e tituyen "un sistema de satisfacción de deseos al margen de
impotencia. Y delante... Delante, el horizonte de la muerte. la realidad"». 3
Sin Dios, sin trascendencia, ¿qué sentido tiene la vida? Si La creencia en un Dios padre ¿es realmente una ilusión?
suprimimos a Dios, ¿qué nos queda ante la vida y ante la No es éste el lugar apropiado para refutar las teorías de Freud
muerte? ¡Nada! ¿A quién clamar? ¡A nadie! . sobre la experiencia religiosa. De hecho son muchos los
Esta realidad es expresada de modo impresionante por
Emest Hemingway en uno de sus cuentos. Refiere la expe-
2. Cit. por Theo Sorg, Wenn ihr aber betet, 33.
riencia de un camarero en un pequefto café. Es ya más de 3. José M. Martínez, Por qué aún soy cristiano. CUE, 1987, 104.

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ps~c6~ogos que han superado gran parte <le los conceptos del ¿o hay aún algo en mí comparable a un ejército derrotado
pSIquIatra austríaco. Para nosotros, de mayor importancia que que en desorden retrocede ante una victoria ganada?
l~ opiniones hu~an.~ es el testimonio de' Jesucristo, cuya ¿Quién soy yo? Estas preguntas en la soledad hacen burla
VIda, desde el pnnclplo hasta el fin, estuvo regida por la de mí.
conciencia qUe tenía de su relaci6n con el Padre. Ya al prin- Quienquiera que sea, tú me conoces, tuyo soy, oh Dios. 4
cipio de su adolescencia se ocupaba en los asuntos de su
«Padre» (Lc. 2:49). En ellos continu6 durante su ministerio Difícilmente hallaríamos un creyente que no se sintiera
público. Sus últimas palabras antes de expirar en la cruz fue- identificado con el pastor alemán ejecutado por los nazis.
ron: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc. Pero, gracias a Dios, la conclusi6n siempre es la misma:
23:46). Y fue él quien instruy6 a sus discípulos respecto al ¡Somos suyos! Y él, Dios y Padre, es nuestro. Estamos abri-
carácter paternal de Dios y quien les ensefi6 a orar diciendo: gados por su amor y su poder. En toda situaci6n, al final de
«Padre nuestro», con la confianza de que sus peticiones se- cada experiencia, siempre resplandecerá su bondad.
rían oídas. Sus repetidas promesas relativas a la oraci6n ¿Siempre? ¿También cuando sobrevienen catástrofes que
tienen la garantía de su autoridad y de su fidelidad. De ellas destruyen pueblos; cuando enfermedades dolorosas e incu-
pudo haber declarado lo que manifestó en otro contexto: rables siegan vidas jóvenes; cuando la maldad y la injusti-
«Si asf 00 fuese, os 10 halJrfa dicha» (In. 14:2). Pero sus afir- cia siembran a manos llenas opresi6n y miseria; cuando los
maciones no dejaban lugar a dudas. Por la fe en él, sus dis- nifios mueren de hambre o cuando sufren los traumas de ho-
cípulos eran «hijos de Dios» que con plena certidumbre de gares destrozados por las tensiones y el desamor o el odio;
fe ~dían acercarse a su Padre, conscientes de sus propias cuando esperanzas legítimas, nobles, se ven truncadas por
deblbdades, pero confiados en la misericordia divina. experiencias de frustraci6n de modo irreparable?
. Este dato ~e.la revelaci6n bíblica es de capital importan- ¿También cuando esos sufrimientos alcanzan a creyentes
CIa para el cnsttano. Configura el perfil decisivo de su iden- piadosos? Tendría cierta explicaci6n que las múltiples cala-
tid~. Por naturaleza es lo que es, un ser imperfecto, pecador, midades desencadenadas sobre la tierra recayeran sobre los
qUIzá objeto de autodesprecio. Pero por gracia es hijo de impíos, rebeldes a Dios. La historia bíblica registra actos
-Dios, «acepto en el Amado» (Cristo), lo que debe poner fin de juicio divino sobre hombres y pueblos que menosprecia-
a todo temor y a toda incertidumbre. Yo no soy solamente ron sus leyes. Una de las formas de juicio es que Dios ha
el hombre que soy; soy también el hombre nuevo que Dios «entregado» a sus pasiones más envilecedoras a aquellos que
ha hecho nacer en mí conforme a la imagen de su Hijo. se han desentendido de él (Ro. 1:24, 26). De esa «entrega»
Bonhoeffer nos dej6 un testimonio casi emocionante de esta se han derivado los peores males que azotan a la humanidad.
dualidad: Pero éstos a menudo son causa de padecimientos que afectan
a los mismos hijos de Dios. ¿Dónde está, entonces, el Padre?
¿Quién soy yo? ¿Éste o el ou"o? ¿Qué se ha hecho de su bondad?
¿Soy yo hoy una persona y matlana otra? Por supuesto, nunca encontraremos una respuesta plena-
¿Soy ambas a la vez? ¿Un hipócrita ante ou"os mente satisfactoria al problema del sufrimiento. Y no falta-
y ante mí mismo un ser despreci~le y débil?
4. Bonhoeffer, Lelters and papers from prison. Fontana, 173.

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cos~ que la anti-imagen del verdadero padre. La auténtica pa-
rán ocasiones en las que el dolor propio o ajeno nos dejarán ~TI1!~ad es la que refleja, aunque sólo sea pálidamente, la
tan perplejos como conturbados. Algunos rayos de luz surgen JuStICIa y el amor del «Padre de nuestro Seftor Jesucristo de
de las Escrituras cuando nos anuncian que los gemidos del quien toma nombre toda parentela en los cielos y en la tie~»
hombre y de la creaci6n entera en el actual desorden causa- (Ef. 3:14, 15). A la luz de ella se comprende que «como el
do por el pecado tendrán un fin (Ro. 8:19-25). Así el dolor padre se compadece de sus hijos, así se compadece Dios de
puede ser mitigado por la esperanza. También se nos asegura los que le temen» (Sal. 103: 13). Por eso, invocar de veras su
que las tribulaciones pueden enriquecer moralmente a quien nombre infunde confianza y paz.
ha de arrostrarlas (Ro. 5:3-5) y que dan lugar a divinas con-
solaciones (2 Co. 1:3-6). Estas ráfagas luminosas, sin em- o «Padre nuestro». Como vimos en el último capítulo de la
bargo, no llegan a disipar la oscuridad del misterio. Más de pnmera parte, la oraci6n cristiana no es de carácter exclusi-
una vez habremos de avanzar entre sombras. vamente individual. Tiene una dimensi6n comunitaria. El
Pero es precisamente en medio de las sombras que ha- creyente puede decir con toda propiedad: «Padre mío». Pero
llamos a Cristo. También él sufri6. Y lloró. También él pas6 esa invocaci~? le pone en comuni6n con un Dios que es Padre
hambre y sed. También se sinti6 fatigado. También fue víc- de m~chos hijOS. Sea o no consciente de ello, está orando co-
tima de la injusticia, de la incomprensi6n, de la deslealtad, mo mIembro de una gran familia. Y no puede realmente acer-
del odio, de las envidias y las intrigas, de la violencia más carse al Padre si está alejado de sus hermanos o separado de
cruel. El cáliz que hubo de apurar superó en amargura a to- ellos. ~r muros de enemistad o indiferencia. Esto es 10 que
das las copas de dolor que los seres humanos han tenido que el adjetIvo «nuestro» viene a subrayar. «Esta palabra nos saca
beber. Y también para él, en la hora de más intenso sufri- de la soledad» (T. Sorg) para incorporamos a la comunidad.
miento, la faz del Padre permaneci6 oculta. Su clamor se . Po~ supuesto, la enseftanza bíblica no indica que la indi-
dirige al Dios que le ha abandonado (Mt. 27:46). Pero ese VIdualIdad del orante y la particularidad de sus motivos de
ocultamiento del rostro paterno es pasajero. Pronto Jesús se ora~i6n hayan de anularse, convirtiendo así siempre la ple-
dirigirá nuevamente al Padre y, en comuni6n con él, expirará. gana en la expresi6n de un sentir colectivo. Nacemos de
En compafiía de ese Cristo, el creyente avanza confiado en n~evo y entramos en el reino de Dios individualmente. Indi-
un mundo de angustia y turbaci6n. No .acaba de entender, vId~3:'- es también nuestra responsabilidad delante de Dios.
pero cree. Tiene la certeza de que el Padre le ama y que dis- IndIVIduales muchas de nuestras experiencias en relaci6n
p?ne su providencia de modo que todo coadyuve para su con él, incluida la práctica de la oraci6n. Como afirmaba
bIen (Ro. 8:28). ~n~. Ragaz, «.cuando oras a Dios, eres en primer lugar,
La imagen del Dios padre mostrada por Jesucristo ha de un mdIvIduo ... Dios no es un Dios de masas, ni un Dios de
ser expuesta con la máxima nitidez y debidamente contras- unificaci6n, ~ U? ~i~s de seres gregarios... ».s Pero por otro
tada con la de algunos padres humanos que s6lo han sabido lado la oracI6n mdIvIdual del creyente no es la oraci6n de
produci~ en ~us hijos aversi6n. No pocas personas tropiezan
un sol~tario encerrado en sí mismo y en sus intereses priva-
con senas dIficultades para entender la paternidad de Dios dos, ajeno al mundo de los demás. Si puede dirigirse a Dios
a causa del pésimo recuerdo que guardan de su progenitor
humano. Para ellas la 'figura del padre es la de un tirano
arbitrario, incomprensivo, brutal. Pero esta figura no es otra 5. Cito por J.L. Lochman, Vnser Vater, 27.

253
252
y llamarle Padre es porque ha sido adoptado como hijo suyo nes. El propósito de Dios es que en Cristo desaparezcan
en Cristo. Y en Cristo se encuentra con todos los que, como todos los muros de separación para formar un solo pueblo
él, han sido redimidos para formar el pueblo de Dios. Su vida (Ef. 2: 14 ss).
está ligada a la de ellos. Las necesidades, los goces y los Por otro lado, la fraternidad en Cristo debe manifestarse
sufrimientos de éstos, son en cierta medida también los su- positivamente. Si la invocación de Dios como Padre es el
yos propios. Por eso dice: «Padre nuestro». Ragaz completa principio de nuestra comunión con él, debemQs aceptar todas
admirablemente el cuadro de la oración cuando al aspecto las derivaciones de la misma, entre ellas, la comunión con
individual de la misma une su carácter comunitario. El los hermanos. El apóstol Juan presenta ambas en la más
Padrenuestro «no es exactamente la oración egoísta de la estrecha relación: «... que tengáis comunión con nosotros; y
religión, sino la oración social del reino; no es la oración del nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su
yo, sino la del nosotros; no la del mí, sino la del nos. Cuan- Hijo Jesucristo» (1 Jn. 1:3).
do nos acercamos a Dios en una oración correcta, no nos alle- Conviene, además, que ahondemos en el significado de la
gamos a un Dios de nuestra privada propiedad, sino al Dios comunión cristiana. Si koinonia o comunión es la partici-
que es Dios de todos nosotros. Es el Dios que nos reúne a pación de algo en común o el acto de compartir algo, hemos
todos sus hijos como nuestros hermanos y hermanas... »6 de pensar en el deber de participar del amor de Dios hacia
Esta fraternidad cristiana implícita en el Padrenuestro no todos sus hijos y de su solicitud a favor de ellos. Ello nos
es simplemente un ideal hermoso, pero utópico. Es una reali- llevará a damos, como él se dio en la persona de su Hijo
dad cuando los creyentes viven de acuerdo con el Evange- unigénito, pues debemos ser «imitadores de Dios como hijos
lio. Lo es con una doble manifestación, una negativa y otra amados» (Ef. 5: 1). Entonces compartiremos con nuestros
positiva. hermé!Jlos no sólo su fe y su esperanza, sino también sus
Invocar al «Padre nuestro» implica acabar con toda forma problema e inquietudes, sus aflicciones, sus necesidades. Al
de discriminación o «apartheid», con todo tipo de separación hacerlo, nuestra propia vida espiritual será enriquecida y la
por motivos raciales, sociales, culturales, económicos o in- invocación «Padre nuestro» producirá a nuestro alrededor
cluso temperamentales. Cuando ante el trono de Dios son las más bellas resonancias.
presentadas «las copas de oro llenas de incienso, que son las
oraciones de los santos», se canta a Cristo: «Con tu sangre «Padre nuestro que estás en los cielos». También esta fra-
nos compraste para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y se de la invocación merece especial consideración.
nación» (Ap. 5:8, 9). Trasunto de esta escena celestial puede Pensaban los israelitas que Dios había establecido su
y debe ser la comunión de los santos en la tierra. Ante la morada primeramente en el tabernáculo y después en el tem-
palabra y la mesa del Sefior han de estar juntos, sin distin- plo de Jerusalén. Pero las mentes dotadas de mayor discerni-
ción alguna, el noble y el plebeyo, el rico y el pobre, el sabio miento comprendfan que el Creador de todas las cosas no
y el ignorante, el fuerte y el débil. «Uno es vuestro Padre, podía limitar su presencia a un santuario hecho por mano
que está en los cielos... y todos vosotros sois hermanos» humana, pues "«ni los cielos de los cielos le pueden contener»
(Mt. 23:8, 9). El espíritu cristiano no permite segregacio- (1 R. 8:27). Con todo, la expresión «en los cielos» llegaría
a ser hondamente significativa, no en sentido cosmológico
sino teológico.
6. Ibid.

254 255
La metáfora es rica en sugerencias. Nos habla de la
inmensidad de Dios y del alcance ilimitado de su presencia.
No existe ni un solo rincón en el universo donde él no es-
té (Sal. 139:7-12). También se halla presente en el mundo,
y de tal modo que «en él vivimos, nos movemos y somos» Primera petici6n
(Hch. 17:28).
Pero la inmanencia ilimitada de Dios no excluye su
trascendencia. También este aspecto de su naturaleza queda «Santificado sea tu nombre»
reflejado en el lenguaje del Padrenuestro. El Dios que está
infinitamente cerca está asimismo infinitamente lejos de
nosotros. Es el «totalmente Otro». Pero esta lejanía no impi- «¡Oh, cuán grande e insondable petición, a pesar de su
b~vedad, si se ora de todo corazón! Entre las siete peticiones
de su relación con nosotros.
Que Dios esté «en los cielos» nos hace pensar igualmente mnguna supera a ésta... ». Así comienza Lutero el capítulo
en su santidad. Él habita en aquella esfera en que los serafines dedicado a comentar la primera súplica del Padrenuestro, con
proclaman: «Santo, santo, santo es el Sefiof» (Is. 6:3). Ha- 10 que se evidencia su honda percepción espiritual.
remos bien en no omitir este pensamiento al orar. La con- Alleetor superficial le puede parecer esa petición de im-
fianza ftlial jamás debe excluir la reverencia, la humildad y portancia relativa. Las palabras «nombre», «santificaT», se le
la confesión de nuestra miseria moral. pueden antojar abstractas y poco relevantes desde la perspec-
Las palabras que estamos considerando nos ayudan, fi- tiva de las necesidades humanas. ¿No habría sido más signi-
nalmente, a entender la soberanía de Dios. En el cielo está ficativo empezar con la segunda: «Venga tu reino»? Es fácil
su solio y la tierra es estrado de sus pies (Is. 66:1). Todos entender 10 que el advenimiento del reino de Dios significará
los tronos humanos, todos los poderes, todos los aconteci- ~ara nuestro atormentado mundo. Pero ¿qué sentido práctico
mientos quedan en último término sometidos a su sefiorlo tiene que el nombre de Dios sea santificado? Estas preguntas
supremo. Nada impedirá la realización de sus propósitos. Su demuestran escasa comprensión del significado y alcance de
palabra se cumplirá, pues «para siempre permanece en los la frase. Convendrá, pues, que la analicemos con un mínimo
de profundidad. Concluido nuestro análisis, seguramente es-
cielos» (Sal. 119:89).
¡Maravilla incomparable! Este Dios tan grande es nuestro taremos de acuerdo con Lutero en que ninguna de las siete
Padre. Y a él nos dirigimos cuando oramos. peticiones del Padrenuestro supera a la primera y que, como
él afiadía, «de cumplirse la misma, queda todo ya cumplido».

El nombre de Dios
Ya es importante que Dios tenga nombre y que con él
se haya dado a conocer. Lo es especialmente en nuestro tiem-
po, cuando la tendencia creciente en la sociedad es a la
despersonalizaciqn y el anonimato. Más y más los nombres

256 257
están siendo sustituidos por números que poco o nada tienen Los que buscan a Dios son los que conocen a Dios no
que ver con relaciones humanas, pues apenas salen del mun- simplemente los que saben que se llama Yahvéh. El no~bre
do de los ordenadores. A esto puede aftadirse el incremento de Dios sin el conocimiento de Dios fácilmente se convierte
de la delincuencia en múltiples formas, algunas de ellas su- en una palabra mágica que supersticiosamente puede ser pro-
mamente refinadas, que exigen la ocultación o la falsifica- nunciada con la esperanza de que produzca los efectos desea-
ción del nombre. Podría decirse que la eliminación de éste dos. Y esto no es fe inteligente; es fetichismo. Resumiendo,
corre pareja con algún tipo de maldad. En contraste con es- y como dijera Abraham Calov, Nomen Dei est Deus ipse (el
ta realidad, la Biblia nos presenta a Dios con nombre. Wal- nombre de Dios es Dios mismo).
ter Lüthi ha expresado esta antítesis con vigor y brillantez: Pero ¿cómo podemos conocer ese nombre? Lo ignora-
«Dios tiene un nombre. Anónima es la miseria sobre esta ríamos por completo si no nos hubiese sido revelado por pro-
tierra, anónima es la pravedad entre los seres humanos, pia comunicación divina mediante las palabras y los hechos
pues las tinieblas aman el anonimato. Cartas anónimas, sin históricos que encontramos en las Escrituras, tanto del An-
nombre, cartas sin firma, suelen ser cartas ruines. Pero Dios tiguo como del Nuevo Testamento. Sólo en la luz de Dios
no es un escritor de cartas anónimo. Dios pone su nombre vemos la luz (Sal. 36:9). .
en todo cuanto hace, permite y dice, Dios no tiene que temer En el Antiguo Testamento el nombre de Dios se nos
la luz del día. El diablo ama el incógnito; Dios tiene un presenta pluralmente, sin duda porque la grandeza de Dios
nombre».l con todos sus atributos no puede expresarse con una sola
El hecho de que Dios tenga nombre facilita, lógicamen- denominación. Así al nombre El, comúnmente usado para
te, su identificación. Con él Dios deja de ser una idea abs- designar a la divinidad, o al de Elohim, se afiaden calificati-
tracta, nebulosa, inaprehensible; deja de ser «el Dios no vos o expresiones complementarlas de gran significación.
conocido» de los antiguos atenienses (Hch. 17:23) o de los Dios es el Todopoderoso (El Shaddal) (On. 17:1), el «Dios
filósofos; y aparece con perfiles claros, aunque no exentos santo.» (Is. 5:16), el «Dios grande» (Sal. 95:3), el «Dios
de misterio por su magnificencia e infinitud. Nuestro cono- misericordioso y piadoso» (Éx. 34:6), el «Dios del "amén"»
cimiento de él es limitado e imperfecto, pero suficiente para o de la fidelidad (Is. 65: 16).
que podamos relacionamos con él en una comunión vivi- Particularmente revelador es el nombre de «Yahvéh», cu-
ficadora. Por su nombre podemos saber lo indispensable yo significado es declarado a Moisés con motivo de su lla-
acerca de su naturaleza y su personalidad, pues su deno- mamiento: «Yo soy el que soy» (Éx. 3:14). Esta afirmación
minación expresa su identidad. Hablar del nombre de Dios enigmática ha dado lugar a muy diversas interpretaciones;
es hablar de Dios, como puede verse en multitud de textos pero en el contexto histórico en que aparece es no sólo una
bíblicos en los que el paralelismo es evidente. Un ejemplo indicación de la esencia eterna de Dios sino también de su
claro lo hallamos en Jer. 10:6: «No hay semejante a ti, oh soberanía indiscutible, tal como se evidenciaría en breve, y
Yahvéh; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío», o de su fidelidad respecto a su pueblo. La frase «yo soy» tenía
en Sal. 9:10: «En ti confiarán los que conocen tu nombre, un complemento inspirador: «Yo soy contigo» (Éx. 3:12). Y,
por cuanto tú, Yahvéh, no desamparas a los que te buscan». en efecto, la historia del Israel redimido sería a lo largo de
los siglos testimonio de la presencia del poder y de la gracia
que el nombre de Yahvéh encierra. Se comprende que los
1. W. Ulthi, Das Unservater. Basel, 18.

258 259
judíos 10 tuviesen en altísima estima y que a c~usa de la ¿Qué significa, pues, el verbo «santificar» en la petición
gran reverencia que les inspiraba acabasen absteméndose de del .Padrenuestro? El verbo griego (hagiazo), poco usado en
usarlo y sustituyéndolo por el nombre de Adonai, Señor. la literatu~ secular, tiene en el lenguaje bíblico dos signi-
En el Nuevo Testamento el nombre de Dios nos es comu- fic~os básICOS: el de convertir un objeto de uso común en
nicado a través de Jesucristo. El mismo declaro en su oración o~Jeto sapado mediante la práctica de un rito de consagra-
intercesoria: «He manifestado tu nombre a los hombres que CIón (lógIcamente no puede ser éste el significado cuando el
del mundo me diste ... Yo les he dado a conocer tu nombre término se aplica a Dios) y el de considerar sagrada una
y 10 daré a conocer aún» (Jn. 17:6,26). Cumplió esta misión persona ? un~ cosa, por 10 que debe ser objeto de respeto y
mediante sus palabras y sus hechos, con su vida y con su reverenCIa. DICho de otro modo, santificar es reconocer co-
muerte. Todo en él proclamaba la grandeza del nombre de mo. san~o (hagios) algo que es diferente y superior a todo 10
Dios, de 10 que Dios es en la gloria de sus atributos: santo, ordmaryo; «pertenece a una esfera de calidad y esencia dife-
justo, poderoso, señor del cielo y de la tierra, misericordio- rente. Esa es la.razón por la que Dios es supremamente el
so y perdonador, un Dios creador y sostenedor del universo, Santo, porque Dios pertenece supremamente a una esfera dis-
redentor y juez universal, el que era, el que es y el que ha tinta de vida y de ser».2
de venir, el único que tiene «gloria y majestad, dominio y au- T~niendo en cuenta el significado bíblico de la palabra
toridad ahora y por todos los siglos» (Jud. 25). Tal nombre «sanuficar», podríamos expresar la petición con otra frase:
¿no es digno de suprema honra y alabanza? «Que se dé a tu ~ombre el honor que le corresponde», que
sea alabado, gloryficado y reverenciado universalmente y de
La santificación del nombre de Dios modo sup~mo. Esta fue la interpretación de muchos padres
de la IgleSIa y de los reformadores. Calvino escribió' «Allí
Lógicamente la petición del Padrenuestro no puede su- d?nde ~os es conocido debe necesariamente haber ~a ma-
gerir la idea de que el nombre de Dios en sí no es aún sufi- ?1fe.s~cIón. de .sus perfecciones de poder, bondad, sabiduría,
cientemente santo, por 10 que ha de ser santificado. Esta idea J~stIcIa, mIsencordia y verdad, 10 cual nos causa admira-
sería absurda. Si el nombre expresa la naturaleza y los atri- CIón. y nos mueve a celebrar su alabanza... La sustancia de
butos de Dios, puede afirmarse que es santo desde la eterni- 10 dICho es: deseamos que Dios reciba toda la honra que
dad. La razón dada a los israelitas para que fuesen santos merece».3 y para Lutero el objeto de la petición es «que se
es dada por Dios mismo: «porque yo soy santo» (Lv. 11:44, busque la gloria de Dios ante todo, sobre todo yen todo».4
45; 19:2). Este aspecto de la esencia divina fue amplia¡p.en- ¿Y por qué debemos pedir «Santificado sea tu nombre»?
te reconocido desde el establecimiento de la alianza. «El es Pues, sencillamente, porque está muy lejos de serlo en nues~
Dios Santo», declaro Josué (Jos. 24:19). Yahvéh es «el Santo tro ~undo. En vez de ser honrado, el nombre de Dios es
de Israel»; nada menos que veintiséis veces se encuentra esta ultrajado, menospreciado, ridiculizado. De los más diversos
expresión en el libro de Isaías y algunas más en los de Jere-
mías y Ezequiel, así como en los Salmos. Es probablemente
recogiendo esta riqueza de revelación que María afirmó en 2. William Barclay, rhe plain man loolcs al the Lord's prayer. Fontana,
49 s.
su Magnificat: «Santo es su nombre» (Lc. 1:49). 3. 1. Calvino, Inst. XX, 41.
4. M. Lutero. op. cit., 43.

260
261
modos se ha quebrantado el tercer mandamiento del decá- de «~reye~lt~s» el nombre de Dios poco o nada significa en
logo: «No tomarás el nombre de Yahvéh, tu Dios, en vano» su VIda dIana ¡Otra fonna de ofensa a ese nombre!
(Éx. 20:7). Se profana este nombre con la blasfemia, con la . No ~altan tampoco quienes creen en Dios, pero se man-
negación de la existencia de Dios, ~n el falso juramento, .con tienen dIstanciados de él y sólo le buscan cuando lo necesitan
su uso en el lenguaje frívolo, con chistes o chanzas de pésImo para salir de una situación de apuro. Recurren a él como se
gusto. Hoy más que nunca el espíritu de la sociedad es mar- recurre al médico, al abogado o al fontanero. No están ellos
cadamente irreverente para con Dios. En numerosos lugares al ~ervicio de Dios; es Dios quien debe estar a su servicio,
el creyente ha de decir con el profeta: «Habito en medio de quIen debe pre~rvar ~u salud y la de su familia, hacer pros-
un pueblo de labios inmundos» (Is. 6:5). perar su negocIo, abnrles las puertas del éxito en todas las
Este hecho es demostrativo de una realidad más profun- esferas de su existencia o «reparar» sus infortunios. Invocan
da que el hecho de ofender verbalmente a Dios. Revela la a Dios para utilizarlo. Rudolf Bohren ha ilustrado esta degra-
actitud soberbia del hombre que se idolatra a sí mismo, que dación con la metáfora del camarero, que es llamado cuando
busca apasionadamente su propia gloria. «Hagámol}os un se le necesit~, se le pide lo q~e se va a consumir y finalmen-
nombre», dijeron los habitantes de Babel (On. 11 :4). Esa era te se le despIde con una propma. «Eso es la profanación pia-
su obsesión. Y sigue siendo la de muchos que, consciente o dosa del nombre de Dios, el piadoso abuso, mucho peor que
inconscientemente, caen en .la tentación de un absurdo en- la blasfemia o la indiferencib. 5
diosamiento. ¿Qué 'les importa a tales personas el nombre de Deplorablemente aun entre verdaderos cristianos el nom-
Dios? El suyo propio, 1 su prestigio, su influencia, su poder, bre de Dios no siempre es debidamente santificado. Son mu-
es lo único que cuenta en su vida. Así el nombre del Sefior chas las debilidades que impiden al creyente vivir en todo
de cielos y tierra es injuriadQ.. momento a la altura de la vocación con que ha sido llamado.
Pero este pecado ~ es exclusivo de ateos, agnósticos e En la lucha del espíritu contra la carne es ésta a menudo la
indiferentes en ~ateri. ~ligiosa: ~s frecuente t,ambién en lo que triunfa. En el comportamiento diario aparecen muchos
que ha venido a deno~marse cnsttandad. Son mn~~erables de los defectos propios del no creyente. En vez de la justicia
las personas cuyos nombres están inscritos en el registro de y el amor, prevalecen el orgullo, el egoísmo, la insolaridad,
alguna confesión cristiana; pero que espiritualmente están el afán de vanagloria, el materialismo, el desenfreno en el
muertas. Son cristianos nominales. Participan con mayor o consumo: la falta de compromiso cristiano, las rivalidades,
menor asiduidad en los cultos de su iglesia, contribuyen a los COnflIctos en las relaciones humanas (familiares labora-
su sostenimiento, p~cip~ en obras benéficas, cantan y les e incluso eclesiales). ¿Qué sucede entonces? Que'el nom-
quizás incluso oran; exclaman: ¡«Sei'ior, Sefior»! Pero de ellas bre de Dios es igualmente profanado con efectos escanda-
puede decir Dios lo que un día declaro del pueblo de Jeru- los?s a ojos del mundo. Con demasiada frecuencia podría
salén: «de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí» aph~arse a nosotl'?s el texto profético que Pablo aplicaba a
(Is. 29: 13). Su religiosidad es totalmente externa, fruto de los J~díos de su tlempo: «Por causa de vosotros el nombre
una tradición familiar o del entorno social; pero carece de 10 de DIOS es blasfemado entre los gentiles» (Ro. 2:24). Teme-
esencial: una fe viva y una adhesión a Jesucristo manifesta-
da en una vida de comprometido seguimiento. Para este tipo
5. R. Bohren, Das Unservater Mute. Zwingli Verlag, 1963, 30 s.

262
263
rosos de Dios y celosos de la ley divina, los compatriotas del Senor no ensenó a sus discípulos a pedir: «Santifícanos», sino
apóstol habían caído en una horrible incoherencia que desa- «Santificado sea tu nombre»?
creditaba su testimonio. Su mensaje era excelente; su con- «No a nosotros, Senor, no a nosotros, sino a tu nombre
ducta, detestable; en nada se diferenciaba de la observada por da gloria» (Sal. 115:1) fue la oración del salmista. Debe ser
los paganos (Ro. 2:17-23). ¿No solemos caer nosotros en la también la nuestra. Cuando oramos así de todo corazón nues-
misma inconsecuencia? tra san?ficación viene como consecuencia. ¿Desear y buscar
El brillante pensador del siglo IV, Gregorio de Nissa, ya la santidad? Sí, pero con miras no a nuestro ensalzamiento
puso de relieve las tristes consecuencias de la incongruencia sino al de Dios. Esto seguramente no nos costará demasiado
entre la fe y el comportamiento. «El cristiano vive en un am- si consideramos cómo hemos llegado a ser hijos suyos, si re-
biente pagano; y si el pagano ve al cristiano viviendo una vi- cordamos nuestra indignidad anterior e incluso las debilida-
da inmoral, irreligiosa y carente de amor, atribuye la fealdad des ~ caídas posteriores a nuestra conversión, si no perdemos
de esa vida no a la falta del cristiano individual, sino al cris- de VIsta que todos nuestros privilegios y bendiciones se deben
tianismo, del que el cristiano individual es ejemplo y repre- totalmente a su gracia.
sentante. El culpado por tal conducta no es el cristiano sino Verdad es que mientras la Iglesia está en el mundo la com-
el cristianismo». 6 "!unio sanctorum es communio peccatorum; los santos siguen
Pero no son sólo las formas más evidentes de inmorali- sle~do pecadores. Cualquier intento de conseguir ya ahora
dad, injusticia y falta de amor las que impiden que el nombre la 1~~la ~rfecta ~l~ ~nduce al sectarismo farisaico; pero
de Dios sea santificado entre nosotros. Podríamos mencionar ~as ~lmltaclOnes ~ ~ebilidades del pueblo de Dios no pueden
más. Nos limitaremos, no obstante, a una que, por su sutileza, Justificar la permIsIvidad. Por el contrario, debe movemos al
puede pasarnos inadvertida. Es un modo de afrentar el nom- autoexamen y la confesión. Pedir «Santificado sea tu nom-
bre de Dios en el que fácilmente puede caer el creyente bre» nos impone el deber de descubrir qué aspectos de nues-
piadoso. Se trata del anhelo de crecer en la santificación pro- tra vida lo deshonran. Probablemente más de una vez tendre-
pia con una motivación egocéntrica. Podemos desear ser mos que apropiamos las palabras de Lutero: «Oh, Padre
santos porque serlo nos distingue, nos eleva a una posición amado, sea santificado tu nombre en nosotros. Esto es, yo re-
elogiosa desde la que podemos decir como el fariseo: «Te conozco que, desgraciadamente, he profanado tu nombre con
doy gracias, oh Dios, porque no soy como los demás hom- frecuencia y que con mi orgullo, y llevado por mi propia
bres...» Esta «santidad» probablemente reportará gloria a honra y mi propio nombre, blasfemo de tu santo nombre. Por
nuestro nombre, pero no al de Dios. ¡Cómo debemos pre- tanto, ayúdame mediante tu gracia, a fin de que mi nombre
cavemos contra ella! La obsesión por un «nombre» pres- perezca en mí... y no haya en mí más que tu nombre y tu
tigioso que suscite el encomio de nuestros semejantes suele gloria».7
ser dominante en nuestro interior, aunque a menudo no nos Como hemos podido ver, es universal la necesidad de que
percatemos de ella. Su fuerza arrolladora puede destruir otros el nombre .de Dios sea santificado, pues en todo lugar, aun
deseos mucho más nobles y cristianos que el Espíritu Santo en su IgleSIa, es de algún modo ultrajado. De ahí también la
trata de desarrollar en nuestro espíritu. ¿Será por esto que el necesidad de asumir la primera petición del Padrenuestro.

6. W. Barclay, op. cit., 58 s. 7. M. Lutero, op. cit., 43.

264 265
Quizás hay poca esperanza de una respuest~ positiva en la Finalmente, es santificado cuando la santidad divina se
esfera de la sociedad o de la cristiandad nommal. Llegará un manifiesta en nuestra vida, cuando, pese a nuestras limita-
día cuando al nombre de Jesús, expresión divino-humana del ciones, somos santos como Dios es santo (Lv. 11:44; 19:2;
nombre de Dios, se doblará toda rodilla y toda lengu~ confe- 20:26; 1 P. 1:16), es decir, cuando nuestros pensamientos y
sará que él es el Sefior, para gloria de Dios Padre (FIl. 2: 10, sentimientos, palabras y actos, reflejan el carácter de Dios tal
11). Pero entretanto la potestad de las tinieblas se ensefion:a como se reveló en Cristo. ¿Qué mejor modo de glorificar a
del mundo. Los hombres se mantienen enhiestos en su ~l­ Dios que vivir de tal forma que 10 que somos y hacemos
vorcio de Dios y sus labios se abren para proclamar las glonas merezca el sello de su aprobación? Theo Sorg ilustra este
de su propio ensalzamiento. . pensamiento comparando la vida cristiana a un texto que
Por el contrario, el nombre de Dios puede y debe se~ san- puede ser suscrito por Dios. «Cuando firmamos una carta o
tificado en la vida de su pueblo, aquí y ahora. La IgleSIa no un documento asumimos la responsabilidad por todo 10 que
ha de esperar al día en que será presentada a su Espo~o ce- ese escrito contiene. La lÚbrica al pie de una carta significa
lestial cual novia inmaculada (Ef. 5:27). Ya en el uempo que digo sí a cuanto en ella se expresa, que me identifico con
presente ha de responder santamente a su vocación, de m~­ su contenido. Así el nombre de Dios será santificado entre
do que el nombre de Dios sea glorificado. Para ella la glona nosotros cuando le permitamos que firme con su nombre la
de Dios debe ser 10 primero y 10 postrero. totalidad de nuestra vida».8
¿Y cómo es santificado el nombre d~ Dios entre sus ~­ Obviamente jamás llegaremos a tal grado de santificación
jos? En primer lugar aceptando el contemd.o de su revela~lón por nuestros propios esfuerzos. Nuestras más nobles aspira-
como el testimonio de la verdad, reconocIendo la autondad ciones, si sólo contamos con nuestros propios recursos mo-
de las Escrituras en todas las cuestiones de fe y conducta. Ni rales -siempre afectados por nuestra pecaminosidad natural-
nuestras creencias ni nuestros principios morales pueden ser están condenadas de antemano al fracaso.
determinados por nuestro propio juicio o por las teologías de Sí deseamos que el nombre y la firma de Dios puedan ser
moda. El nombre de Dios será santificado en nosotros cuan- estampados al pie de nuestro diario vivir, es imprescindible
do seamos santificados en mente y espíritu por su Palabra que él mismo realice-en nosotros su obra santificadora por
(Jn. 17:17). medio de su Santo Espíritu. En virtud de esa obra, «10 que
Es santificado el nombre de Dios cuando reconocemos Y antes era imposible a causa de la debilidad de la carne» ahora
aceptamos la obra de Cristo como única esperanza ~e sal- es factible por el poder del «Espírini de vida» que nos libra
vación, cuando confesamos nuestros pecados y supbcamos de las fuerzas del pecado y de la muerte (Ro. 8:2, 3). Nada
la misericordia divina confiando en los méritos infmitos del como 10 santo de Dios en nosotros puede santificar el nombre
Salvador. Cuando hacemos nuestras las palabras de Pablo: de Dios.
«Lejos esté de mí gloriarme sino en la cruz de nuestro Sefior Sin embargo, como tantas veces hemos indicado, la parte
Jesucristo», glorificamos a Dios. ~e Dios en nuestra santificación no excluye la responsabi-
Es santificado su nombre cuando sus hijos le adoran en bdad que tenemos de renovar constantemente nuestra dedi-
espíritu y en verdad, pues tales adoradores busca el Padre cación a él y nuestra perseverancia en su santa comunión.
(Jn. 4:23).
8. T. Sorg, op. cit., 56.

266 267
De ello depende también que la primera petici6n del Padre-
nuestro tenga el comienzo de su respuesta.
Antes de pedir a Dios «Santific~do sea ~ nombre», re-
flexionemos sobre todo lo que implica. y dIspongámonos a
pagar el precio. Segunda petición

«Venga tu reino»

Ésta es la petici6n más breve del Padrenuestro. Consta de


sólo tres palabras; pero su contenido es ingente. Guarda es-
trecha relaci6n con la anterior, pues el advenimiento del reino
de Dios es una de las formas de que el nombre de Dios sea
santificado. Por otro lado, el hecho de que ocupe el lugar
central en el conjunto de las tres peticiones relativas a Dios
nos hace pensar en el especial relieve de lo que en ella se
pide.
También es digna de consideraci6n preliminar la iden-
tificaci6n del Dios que es nuestro Padre con el Dios rey. Sin
duda, el Seftor Jesucristo quiso ratificar la vinculaci6n exis-
tente entre ambos conceptos en el judaísmo, tal como se ex-
presaba en el culto de la sinagoga. En la Tefillah, la oraci6n
por excelencia, hallamos las siguientes frases:
«Haznos volver, oh Padre nuestro, a tu ley
y acércanos, oh Rey, a tu servicio...
Perd6nanos, Padre, porque hemos pecado;
perd6nanos, Rey nuestro, porque hemos transgredido. .. »l
No menos expresivas son las invocaciones y súplicas del
Abinu Malkenu (Padre nuestro, nuestro Rey) rezadas durante
los diez días penitenciales en que se enmarcaba el gran día
de la expiaci6n:

1. Quinta Y sexta bendiciones.

268 269
Este dominio divino es universal. Así lo comprendió el
Nuestro Padre y Rey nuestro, hemos pecado ante ti. rey Ezequías y así lo expresó en una oración que revela su
Padre nuestro, nuestro Rey, no tenemos más Rey que tú ... inteligencia espiritual: «Dios de Israel, que moras entre los
Pero en el propósito de Jesús hubo indu~ablem~~te ,más querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra»
que una mera ratificaci.ón de atin.adas expre~lOnes ht~rglcas. (2 R. 19:15). No fue menor la comprensión del salmista al
Teniendo en cuenta la ImportancIa que el remo de DIOS ocu- declarar: «yahvéh estableció en los cielos su trono y su reino
pó en su predicación, podemos deducir que su i,nserción domina sobre todos» (Sal. 103:19). El Creador del universo
en el Padrenuestro tenía por objeto mover a sus dIScípulos es también quien lo gobierna con soberanía perpetua.
a la reflexión en cuanto a lo que su adveni~i~nto signi~ca No es fácil, sin embargo, aceptar esas afirmaciones bí-
e implica. De esta reflexión debemos partICIpar tambIén blicas si observamos el curso de la historia. La idea de un
nosotros. Dios soberano en un mundo como el nuestro parece bastante
cuestionable. Desde que el pecado entró en el mundo, la ma-
Esencia del reino de Dios jestad de Dios ha sido menospreciada; el hombre ha tratado
de usurpar su sefiorío y ha intentado ser su propio dios y
Los conceptos del reino han sido, y siguen siendo, muy absoluto duefio. Ha vivido en abierta rebeldía contra su
diversos; a menudo, limitados, parciales o erróneos. Para Hacedor, aunque de ello se hayan derivado consecuencias
muchos creyentes el reino de Dios o de los cielos es el cielo horribles.
mismo, la morada reservada en la casa del Padre hasta el día No es necesario que detallemos esas consecuencias. La
de la muerte física o de la parousia. Para otros se trata de historia nos las muestra en el pasado; los medios de comu-
un reinado milenario de Cristo (reinado que ha sido interpre- nicación, en el presente. Injusticias, tiranías, violencia, vulne-
tado de modos varios). En sectores teológicos liberales, bajo ración de los derechos humanos más elementales, relajación
la influencia de corrientes humanistas, ha prevalecido una vi- moral, incomprensión, egoísmo. Tales son los rasgos que dis-
sión injustificadamente optimista, y se ha abrigado la es~­ tinguen el comportamiento humano hoy como en todos los
ranza de que la fuerza de los principios éticos del Evan~eho tiempos. Nuestro mundo parece estar totalmente dominado
hará que un día prevalezcan la justicia y ,la paz en la tIerra. por fuerzas demoníacas, sin el más leve destello del gobierno
Así con la total cristianización de la socIedad en el mundo de Dios.
ent~ro se establecerá el reino de Dios. Una perspectiva tan Esto es cierto; la humanidad vive bajo el régimen del
utópic~ como la presentada por la escatologí~marxist~. ¿Qué «príncipe de este mundo». Pero esto no anula la soberanía
ensefia realmente la Escritura acerca del remo de DIOS? divina. Es haciendo uso de esta soberanía que Dios ha entre-
De modo claro la revelación bíblica nos muestra que el gado a la humanidad a las consecuencias inevitables de su
reino equivale al gobierno de Dios. Es la manifestación de rebelión (Ro. 1:24, 26 ss). Pero estos hechos sólo muestran
su autoridad y soberanía sobre todo y sobre todos. ,Así se re- una parte de la realidad. A pesar de todas las apariencias, Dios
conoce ya en el Antiguo Testamento. Podríamos cItar nume- todavía reina, y su reino ha irrumpido en la historia humana.
rosos textos, pero todos se resumen en dos: «De Yahv~h es El advenimiento del reino no es una simple esperanza esca-
la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habItan» tológica. En el futuro, en el «día de Cristo», tendrá su con-
(Sal. 24:1) y «Yahvéh reina» (Sal. 93:1). Obsérvese que no sumación y su manifestación plena; pero el reino de Dios
dice «reinará», sino «reina».
271
270
tiene ya una manifestación presente desde que Crist~ vino perfecta de Cristo mediante la fe en él. Ésta es la preciosa
al mundo. El centro del mensaje de Jesús fue: «El remo de doctrina desarrollada por Pablo en su carta a los Romanos
Dios se ha acercado (Mc. 1:15). (especialmente en los capítulos 3-5). Ahora, «justificados
En él se cumplían las promesas del reino mesiánico anun- por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
ciadas en al Antiguo Testamento (Le. ~:21). En su pe!'8.ona Seftor Jesucristo» (Ro. 5:1). Pero la justicia atribuida al
y mediante su ministerio el reino de DIOS queda defimUva- creyente en Cristo no puede quedar reducida a una acción
mente insertado en la historia. Es precisamente este aconte- jurídica por parte de Dios, 10 que podría convertirse en una
cimiento lo que constituye el meollo de la buena nueva, el entelequia. El creyente justificado ha de vivir justamente, de
evangelio. Ha llegado ya el reino, au~que sólo sea en ~us acuerdo con los principios morales del reino y con el ejemplo
inicios. Ha sonado la hora de la salvacIón. Ahora el príncIpe del Salvador, a cuya imagen debemos ser transformados
maligno de este mundo va a ser derrotado y su casa será (Ro. 8:29; 2 Co. 3:18).
saqueada. Ahora los hombres podrán gozar de una gran Tambi~n, como bendición del reino, tenemos paz. No sólo
liberación. paz con Dios, como hemos visto (Ro. 5:1), sino también paz
En Cristo se encama el reino de Dios. Por eso, cuando en en nuestra conciencia, pues todo sentimiento de culpa desa-
cierta ocasión los fariseos hicieron a Jesús una pregunta so- parece cuando confiamos plenamente en los méritos infinitos
bre la venida del reino, el Seftor les contestó: «El reino de de Jesucristo (He. 9:14; 10:22).
Dios entre vosotros está» (Lc. 17:21). Esta afirmación es co- . Y disfru~amo~ asimismo de gozo, el gozo inefable y glo-
rroborada por otra no menos concluyente. Los oposi~o~s ~e noso de qUIen vIve en comunión con Aquel que es manan-
Jesús trataban de menospreciar la grandeza de su mlmsteno ~al de vid~ abundante (Jn. 10: 10). Entre las parábolas rela-
atribuyendo sus milagros a «Belze~ú, el príncipe ~e los de- tivas al rell~ encont~mos varias en las que la experiencia
monios», y Jesús refuta esta acusacIón con una lÓgIca aplas- de la salvacIón como CIUdadanos del reino de Dios se compa-
tante: «Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y ra a una fiesta de bodas o a un banquete. Aun en las circuns-
toda ciudad o casa dividida contra sí misma no quedará en ~cias más adversas y dolorosas puede el creyente regoci-
pie. Y si Satanás echa fuera a Satan~, está ~ividido cont~ jarse «con gozo inefable y glorioso» (1 P. 1:8).
sí mismo; ¿cómo, pues, quedará en pIe su rem~? .. Pe~ SI Sin embargo, todas las bendiciones que podemos fruir ya
yo echo fuera los demonios en virtud del Espíntu de DIOS, ahora no son sino anticipo de 10 que heredaremos en la con-
entonces es que· ha llegado a vosotros el reino de Dios» sumación del reino de Dios. Parafraseando una declaración
(Mt. 12:25-28). Ya está aquí. Ya están en acción sus fuerzas de Pablo, pode~os decir que «ahora poseemos en parte».
liberadoras que traen sanidad y vida nueva. . Pero cuando Cnsto vuelva los propósitos salvadores de Dios
Ya ahora quien se somete a Cristo disfruta de las bendI- se completarán gloriosamente. Cuando los reinos de este
ciones del reino, que podríamos resumir mediante el texto de mundo vengan a ser los reinos de Dios y de su Ungido
Ro. 14, 17: «El reino de Dios es justicia, paz y gozo por el ~Ap. 11: 15), concluirá el cumplimiento de cuanto se predi-
Espíritu Santo». jO tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En
La justicia tiene una manifestación fundamental en .n~es­ «cielos nuevos y tierra nueva» se iniciara el «eón» definiti-
tra justificación delante de Dios. Nosotros, pecadore~ m~u~­ vo, con el goce pleno de la justicia y la paz, fundamentos de
tos por naturaleza, hemos sido recubiertos de la JustIcIa la verdadera felicidad.

272 273
Por eso debemos pedir -y pedimos-: «Padre, venga tu rei- eran seres marginados, el polo opuesto de quienes consi-
no». Que llegue, en su manifestación perfecta, a su capítulo deraban ~ricos en espí~tu», personas como los fariseos que
final, cuando eternamente, destruido todo poder hostil y toda hacían gala de sus oraCIones, ayunos y diezmos, seguros de
rebeldía, cielos y tierra alabarán al supremo Rey (Ap. 11:17, merecer el beneplácito de Dios. Los «pobres» no contaban
12:10; 19:1-6). con nada para hacerse acreedores al favor divino. No obs-
tante, «de ellos es el reino de los cielos». ¿Por qué? Porque
La participación en el reino al no tener nada que ofrecer a Dios, cuando se acercan a él
con las manos abiertas, no es para dar nada, sino para recibir
La perspectiva del reino de Dios, tanto presente como los dones de su gracia.
futura, es realmente gloriosa. Gozar de él es lo único que Esta actitud es la propia de quien oye el Evangelio y
puede satisfacer los anhelos más nobles y profundos del ser responde a su mensaje positivamente. Cuando Jesús fue a
humano. Pero no todos disfrutan -ni disfrutarán- de sus Galilea «predicando el evangelio del reino de Dios» lo hizo
beneficios. Muchas personas desean la justicia, la paz y el si~ ambigüedades: «El tiempo se ha cumplido y el reino de
gozo, pero en una sociedad totalmente secularizada de la que Dios se ha acercado» e, inmediatamente después, ai'iadió:
se excluya definitivamente a Dios. Desean lo imposible, co- «Arrepentíos y creed en el evangelio» (Mc. 1:14, 15).
mo ha demostrado la historia. Jamás los hombres conocerán El arrepentimiento es metanoia, cambio de mente, de con-
utópicos reinos de bienestar creados por su propia iniciati- ceptos, ~e actitudes ante Dios, ante ~ mundo, ante la vida.
va. La verdadera felicidad sólo se halla en el reino de Dios, PromOVIdo por el Espíritu de Dios, tiene a Dios como meta
lo que nos obliga a planteamos una gran pregunta: ¿Cómo y su Palabra ~mo ~ía. Esta experiencia equivale por 10
se entra en él? general a un gIro de CIento ochenta; grados en la orientación
La respuesta bíblica es clara. No se entra por mérito o de la existencia. Es un cambio ra<Jical. Equivale a pasar de
esfuerzo humano. No lo alcanzamos en virtud de pretendidas las tinieblas a la luz; de la muerte a la vida.
«buenas obras» ni mediante una religiosidad cuyo contenido El arre~ntimiento va acompflfiado de la fe. «... y creed
y formas determina cada uno a su antojo. Nosotros nunca el Ev~geho», la buena nueva dé la salvación en Cristo. Esta
podemos ser conquistadores del reino; sólo podemos ser con- c!CenCIa no es meramente intelectual; no es la simple adhe-
quistados. Lo único que podemos hacer es rendimos, some- SIón mental a las ensefianzas ~el Nuevo Testamento. Es esto
ternos a la soberanía de Dios, Rey, Sefior y Salvador nuestro. y más. Es ~o~anza plena ~n Cristo, en los méritos de su
Pero esto, como veremos más ampliamente, es lo que a mu- muerte expIatona, en la efiy'acia de su mediación entre Dios
chas personas les cuesta aceptar, pues equivale a menospre- y los hombres, en la acci~n poderosa de su Espíritu en la
ciar y renunciar a los más caros valores de su personalidad fidelidad de sus promesas. Y a la confianza se une e~ la fe
y de su vida. Es extremadamente dificil tener por «pérdida» la gratitud, la cual mue,e al creyente a su entrega a Cristo
lo que siempre se ha considerado «ganancia» (pil. 3:7 ss). Sin para seguirle viviendo/Conforme a sus ensefianzas.
embargo, no hay otro camino de entrada al reino de Dios. No ~s i~pres~in~íb~e que esta fe tenga características
Esta verdad es expuesta diáfanamente en la primera biena- extraord~nanas. SI .~s smcera, no importa que sea simple,
venturanza. «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque tan sencIlla como/la de un nifio, «porque de los tales es el
de ellos es el reino de los cielos» (Mt. 5:3). Estos «pobres»

274 275
reino de los cieles» (Mt. 19:14) y quien no se vuelve nifio contra mucho de 10 que más estimamos. Puede exigir la
en el sentido espiritual no puede entrar en él. destrucción de todos los ídolos que a 10 largo del tiempo
Todo depende, pues, en 10 que respecta a la entrada en el hemos ido erigiendo en el templo de nuestro coraión. Es, so-
reino de Dios, de nuestra actitud. O aceptamos a Cristo, con bre t<><;lo, un atentado contra nuestra propia soberanía, una
todo 10 que ello implica, o 10 rechazamos. Recordemos la explosIón que hace saltar por los aires el trono de nuestro yo
parábola del banquete de bodas (Mt. 22:1-14). Todos son in- y pone fm. a l.as funciones de gobierno que hasta ahora
vitados a participar en él. Unos se excusan; otros aceptan. habíamos ejercIdo en los reinos de nuestros sentimientos
Los que rechazan la invitación no sólo se pierden el banque- nues~os bienes, nue~tra familia, nuestra profesión, nuestra~
te; son destruidos (¡y de cuántas maneras se destruye el hom- relacIones, nuestros Ideales y metas. Y este atentado es do-
bre a sí mismo cuando menosprecia las ofertas de Dios!). Por loros? Puede hacer manar sangre y lágrimas de nuestro
el contrario, los que aceptan disfrutan de la abundancia del espíntu. Pero es indispensable.
festín. . Lo es por dos razones. En primer lugar, porque nuestra
Esta parábola y otras ensefian que la entrada en el reino VIda gobernada por nosotros mismos, independientemente
de Dios es gratuita. La decisión de entrar, sin embargo, pue- del sefiorío de Dios, está plagada de males y frustraciones.
de implicar un coste que se paga en renuncias a cuanto es En ~egundo lugar, porque nuestra total autonomía deshonra
incompatible con las leyes que 10 rigen. Pero vale la pena a Dios, tanto más cuanto más ostensible sea nuestra profesión
pagar el precio. Revela sensatez «-vender» todo cuanto uno de fe. ~utero expus~ ~? lenguaje vívido esta deshonra, que
posee, si es preciso, a fm de adquirir el «tesoro» del reino é~ consIde~ba «peIJUlCIO lamentable»: «Dios, el Padre, ha
(Mt. 13:44). SIdo despojado de su reino en nosotros, viéndose así, a pesar
La decisión por Cristo siempre incluye un compromiso de ~er ~l. duefio de todo, impedido por nosotros mismos en
responsable. De ello se deriva una última reflexión sobre la el ejercICIO de su· poder y en el uso de sus títulos. Tal desho-
segunda petición del Padrenuestro: nor relega a Dios a la condición de un soberano sin país, y
sus títulos se vuelven en nosotros motivo de escarnio...
Afiádase cuán horrible es que hayamos de ser precisamente
El advenimiento del reino en nuestra vida
noso~ros 9,!ienes. en,tpequefiecemos y ponemos obstáculos
Como ha podido verse, la ensefianza bíblica sobre el rei- al remo dIvmo. SI Dios quisiera juzgarnos severamente, ten-
no de Dios es mucho más que una doctrina. Afecta a 10 más dI!a que condenarnos como adversarios y expoliadores de su
remo».1
profundo de nuestra existencia, y no totalmente de modo
agradable. Cuando decimos a Dios: «Venga tu reino» no po- Pero cuando asumimos conscientemente esta petición del
demos pensar solamente en la segunda venida de Cristo, Padrenuestro y somos consecuentes con ella, se acaba nues-
cuando el reino será consumado. Debemos actualizar la pe- tro sefiorío, porque el dominio de Dios 10 abarca todo. Su
tición y orar: «Venga tu reino a mi vida». Esta oración, si ~beranía se hace manifiesta en todos los ámbitos de nuestra
se hace de veras, es tremendamente seria. Puede ser dramá- VIda. La respuesta a nuestra oración implica «que Dios tenga
tica. Puede constituir 10 que Rudolf B6singer denominaba 10 suyo en nosotros y él mismo viva en nosotros y nos
«petición de un atentado». Y así es efectivamente. La implan-
tación del gobierno de Dios en nuestra vida puede atentar 2. M. Lutero. op. cit.• 46.

276 277
gobierne ... Porque esto es ser salvo: que Dios nos gobierne ca no va a ser perfecto mientras estemos en nuestra imper-
Y seamos su remo».
• 3
. fecci6n humana. Pero eso no puede servir en modo alguno
En la experiencia del cristiano auténtIco ya ahora ~ebe de justificante para confonnamos con una vida moralmente
empezar a ser realidad el anuncio de ~p. 11:15: «Los remos descuidada. Ha de haber un progreso constante que refleje la
de este mundo han venido a ser el remo del Sefior y de su coherencia entre lo que es el reino de Dios ahora y nuestra
Cristo». Yo tengo que decir: «Los reinos de mi vida ahí están, santificaci6n. Ya hemos indicado que el reino en el momen-
Sefior, a tu disposici6n; gobiérnalos tú; manda en e~os». to presente no ha llegado a su consumaci6n. Es todavía, en
Esto nos obliga a tomamos en serio ~a ~ti~a del remo, los cierto modo, imperfecto. Está avanzando, pero todavía no ha
principios morales que lo rigen. Estos pnnclplos los h~~mos alcanzado su meta. Algo semejante sucede en el proceso de
maravillosamente expuestos en el senn6n del monte. sm~e­ la santificaci6n. El creyente todavía no es lo que un día lle-
ridad, rectitud interior, humildad, mansedumbre, toleranCIa, gará a ser; pero ya ahora, en su dinámica espiritual, debe ir
fortaleza de espíritu, abnegaci6n, amor hacia i?dos. Este p~­ transfonnándose «de gloria en gloria» a la imagen de su
grama debe cumplirse en las e~f~~ co~céntn~as en que VI- Sefior por la acci6n del Espíritu de Dios (2 Co. 3:18).
ve el discípulo de Cristo: familIa, IglesIa, socIedad. Este texto del apóstol Pablo, que acabamos de citar, es
Las demandas morales del Evangelio son indudablemen- hondamente alentador. En la marcha y en la lucha de la san-
te muy elevadas. Tanto que mu~hos l~ consideran impracti- tificaci6n no estamos solos. El Espíritu Santo está con y en
cables. ¿Es posible o no cumphrlas? Sm entrar en comenta- nosotros y por su divina energía puede progresar la reali-
rios acerca de las diferentes interpretaciones del senn6n del zaci6n del propósito que Dios tiene para nuestra vida. No es
monte, fijaremos nuestra atenci6n en la qu~ consideramos extrafio que, consciente de esta verdad, la Iglesia relaciona-
más aceptable a la luz del Nuevo Testame!1t~: ra la segunda petici6n del Padrenuestro con la obra del Espí-
La ética cristiana es para un pueblo redImIdo. Descansa ritu. Al parecer, ya en los siglos IV Y V, había manuscritos
sobre dos pilares: un indicativo y un imperativo. Por un lado del evangelio de Lucas en los que a la frase «venga tu Reino»
tenemos algo, ya realidad, que Dios ha hecho. Po~ otro, lo se afiadía: «Que tu Santo Espíritu venga sobre nosotros y nos
que Dios nos manda en virtud de lo que él ha realIzado. El limpie». S610 el creyente que anhela la plenitud del Espíritu
indicativo: Dio.s me ha salvado, me ha perdonado, me .ha y su obra santifiCante puede. pedir el advenimiento del reino
hecho hijo suyo, me ha dado su Espíritu y su P~abra; I?IOS de Dios, pues ello implica el reconocimineto pleno de su
está actuando en mí. Sobre esta base se apoya el tmperatlvo. autoridad en la vida de sus hijos y la sumisi6n gozosa a su
Habéis sido redimidos, pues vivid como redimidos; habéis sefiorío.
sido hechos hijos de Dios, obedeced la palabra de vuestro ¡Dichoso quien puede hacer suyas las palabras de Ber-
Padre. Veamos dos ejemplos concretos. ¿Por qué debo yo nardo de Clairvaux: «¡Oh, Rey de paz, ven y reina en mí!»!
amar a mi prójimo? Porque Dios me ama .a ~í. ¿Por qué debo
tratar a mi prójimo del modo que se me mdlca en el senn6n
del monte? Porque es así como Dios me ha tr,atado a mí..
Es verdad que el cumplimiento de la nonnatIva evangéh-

3. M. Lutero. 01" cit., 52.

278 279
Tercera petición

«Hágase tu voluntad, como en el


cielo, así también en la tierra»
Esta petición, derivada de la precedente, reviste la misma
grandiosidad. Debidamente meditada, genera pensamientos
tan inquietantes como saludables. Inquietantes porque pro-
ducen una fortísima sacudida en lo más sobresaliente de
nuestra personalidad: nuestra voluntad. Saludables porque
nos abren el camino a la meta suprema del ser humano: vivir
confonne a los sublimes propósitos que Dios tiene respecto
a él.
El ruego contenido en esta frase nos introduce en una es-
fera inmensa, trascendente, misteriosa. Nos sitúa ante cues-
tiones que han desafiado la capacidad de filósofos y teólogos,
han turbado a no pocos creyentes y han sido piedra de tropie-
zo para muchos no creyentes. Cuando decimos: «Hágase tu
voluntad~, ¿qué pedimos realmente? ¿Qué entendemos por
voluntad de Dios? ¿Qué esperamos?

Naturaleza y alcance de la voluntad divina


Éste es uno de los puntos esenciales de la teología. A me-
nudo es presentado como «doctrina de los decretos~, según
la cual todo cuanto acontece ha sido predetenninado o
«decretado~ por Dios. Esta dogmática afinnación exige una
aclaración. Si por decretos de Dios entendemos la ordenación

281
providencial de todos los acontecimientos históricos, grande5 daftos incalculables».l Debiéramos, pues, ser sumamente
y pequeftos, cuyo resultado final es el cumplimiento de los cautos al hacer declaraciones respecto a 10 que es y 10 que
propósitos divinos, la doctrina es bíblica, positiva y suma- no es voluntad divina. Tenía mucha razón William Barc1ay
mente inspiradora. al aseverar que «nada ha hecho a la fe cristiana y a la Iglesia
Pero si entendemos los decretos como una predestinación mayor perjuicio que el uso indiscriminado y blasfemo de la
a ultranza, en virtud de la cual todo, absolutamente todo frase "Es voluntad de Dios"».1
cuanto sucede, es voluntad de Dios, nos introducimos en un y debemos, sobre todo, tener ideas claras, sólidamente
terreno resbaladizo en el que podemos deslizamos hasta caer fundamentadas en la revelación bíblica. Se ha definido la
en errores que rayen en la blasfemia. voluntad como «la facultad de los seres racionales de gober-
No podemos atribuir a la voluntad de Dios lo que es re- nar libre y consientemente sus actos externos y su actividad
sultado de lél aviesa voluntad humana. Pensemos en algunos espiritual» (J. Casares). Con las debidas matizaciones, pode-
ejemplos que se multiplican a diario. Un hombre va por la mos aplicar esta definición a la voluntad divina. Pero hemos
calle alegre y confiado cuando, de súbito, es asaltado brutal- de aftadir que el Dios que gobierna libremente como Seftor
mente por tres desconocidos que con violencia le arrebatan supremo de todo 10 creado actúa también coherentemente, de
cuanto lleva. Una joven regresa al anochecer a su casa; de acuerdo con su propia naturaleza. Sus propósitos y decisiones
pronto unos gamberros la fuerzan a entrar en un coche, es siempre están regidos por la sabiduría, la justicia y el amor
conducida a un lugar solitario y allí es objeto de violación. infinitos. Parafraseando un texto de Pablo, podríamos afinnar
Un nifto sufre malfonnaciones crónicas a causa de la intem- que «todo 10 que es verdadero, todo 10 honorable, todo 10
perancia de su madre durante los meses de gestación. Otro justo, todo 10 puro, todo 10 amable» (Fil. 4:8), eso constituye
padece serios trastornos psíquicos, consecuencia de la atmós- la voluntad de Dios. Así se pone de manifiesto en todas las
fera infernal creada en el hogar por sus progenitores. En todos acciones de Dios desde el principio.
estos casos, y en muchos más que podríamos aftadir, ¿sería La voluntad sabia, justa y bondadosa de Dios aparece cla-
correcto afinnar: «Ha sucedido porque Dios lo ha querido»? ramente en la creación. El propósito divino relativo a nues-
Podemos decir que Dios 10 ha pennitido, pero no que ha sido tro mundo se realizó de modo tal que la tierra constituía un
su voluntad. habitáculo maravilloso para que el ser humano fuese feliz en
El cristiano no debe caer en el fatalismo, propio de los comunión con Dios. Concluida su obra creadora, antes de
antiguos paganos o de los musulmanes que todavía hoy iden- que el pecado deteriorase el orden original, «vio Dios todo
tifican absolutamente el acontecer humano con la voluntad 10 que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera»
de Alá. En el universo la voluntad de Dios es suprema, pero (Gn. 1:31).
no única. Entran en juego otras voluntades antagónicas a la Los mismos aspectos de la voluntad divina se destacan
suya. J.C. Blumhardt ha expresado esta realidad con gran en la obra de la redención. Inmediatamente después de que
clarividencia. Enfatizando el hecho de que no todo 10 que la primera pareja humana cayera en el pecado, Dios inició
acontece corresponde indiscutiblemente a la voluntad divina,
hace notar ·que en la creación actúan «muchas voluntades 1. Job. Chr. Blurnhardt. Das ValerlU'lSer, Base11946, 34 s. Cit."por J. M.
ignotas... que tienen las fuerzas de las tinieblas y se han he- Lochman, 0,. cit., 64.
cho poderosas, produciendo en éste y en todos los tiempos 2. W. Barclay, The plain man looks al the Lord'prayer. Fontana, 1964, 84.
~

282 283
~j,",ul1-}lU~,
1d ptnecclOn oe la provlaencla. Aunque ésta en
su doble obra de revelación y restauración. La humanidad algunos momentos parezca tenebrosa, aflictiva, desconcer-
habría de sufrir las consecuencias dolorosas de su rebeldía tante, al final se muestra esplendorosa y todo se trueca en
contra Dios; pero finalmente la gracia de Dios .daría origen bendición. Recordemos, entre muchas otras ilustraciones, la
a una humanidad nueva por la obra liberadora y transforma- experiencia de José. Vendido por sus hermanos, calumniado,
dora de Cristo, de acuerdo con un plan admirablemente sabio, encarcelado. Tenía motivos, desde el punto de vista humano,
justo y misericordioso. En Cristo se revela «el puro afecto» para exclamar -como hiciera su padre-: «Contra mí son todas
de la voluntad divina, que de criaturas rebeldes hace «hijos estas cosas» (Gn. 42:36). Pero el drama concluye con una
suyos» y miembros de una comunidad universal gozosamente conmovedora declaración del hijo de Jacob: «Vosotros
sometida a Aquel que está destinado a ser no sólo restaurador, pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para
sino también cabeza «de todas las cosas... tanto las que están hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho
en los cielos como las que están en la tierra» (Ef. 1:3-12). pueblo» (Gn. 50:20).
La voluntad de Dios es «que todos los hombres sean sal- Dios no quiere el mal en ninguna de sus fonnas, y jamás
vos y vengan al conocimiento de la verdad» (l Tim. 2:4). No es él su causante; pero lo pennite en muchos casos para un
quiere la muerte del impío, sino que el impío se vuelva de mayor bien de aquellos que le aman (Ro. 8:28). Al final
su camino y viva (Ez. 33:11). Así se evidenció a lo largo del siempre se hace evidente que Dios no abdica en ningún
ministerio de Jesús. Él vino a «buscar y salvar lo que se había momento. Nada ni nadie puede despojarle de su soberanía.
perdido» (Lc. 19:10), jncluido lo más despreciable y margi- y su providencia, con todos sus misterios, tiene por objeto
nado de la sociedad. El impartió a manos llenas abundantes la realización de sus propósitos relativos al mundo, a su
beneficios. Dio a muchos lo que más necesitaban: perdón de pueblo y a cada uno de sus hijos. Pese a todas las fuerzas de
sus pecados, sanidad física y moral, poder espiritual para .ini- voluntades opuestas, la voluntad divina siempre prevalecerá.
ciar uria vida nueva. El actuó con el poder de la resurreCCión, Otra manifestación de la voluntad de Dios la hallamos en
base y comienzo de una nueva creación. el orden moral establecido por él mismo. Él quiere que su
Asimismo se muestra la voluntad divina en la providencia, pueblo viva en confonnidad con los principios éticos y las
en la que se enmarcan tanto la historia de los pueblos como normas que se derivan de su propio carácter. Esos principios
la vida de los individuos. Es cierto que no siempre resulta y esas nonnas los hallamos resumidamente en el decálogo y
fácil descubrir la justicia y el amor de Dios en mucho de lo de modo más amplio en el sermón del monte. Su cumpli-
que acaece en el mundo o en nuestra experiencia personal. miento perfecto lo vemos en la conducta de Jesús. Ahora es
En la providencia divina no sólo abundan los claroscuros. A voluntad de Dios que cada uno de sus redimidos viva de tal
menudo su desarrollo se nos presenta como la negpción de modo que sea una auténtica imagen de Cristo (Ro. 8:29).
los atributos más nobles de Dios. El desbordamiento de la Ésta es la mejor explicación que pudiera darse a las pala-
injusticia en la sociedad, el sufrimiento -tanto físico como bras de Pablo: «La voluntad de Dios es vuestra santificación»
moral- la amargura de vidas que discurren por cauces apa- (1 Ts.4:3).
rentemente interminables de frustración. Todo da la impre- En este aspecto de la voluntad divina no hay nada de
sión de que Dios ha dejado de ser justo y bondadoso o bien humillante para nosotros. Por el contrario, la aceptación de
que ha perdido su omnipotencia. la ética del reino de Dios es el secreto de una vida digna y
Pero la Escritura hace patente, mediante ensefianzas y
285
284
gozosa. Los preceptos morales del Evangelio no son cargas uso fatal de su libertad, se erige a sí mismo en señor de su
pesadas que coarten nuestra libertad. Son alas que nos elevan vida. En su naturaleza caída NO hace la voluntad divina ni
a las cumbres de la suprema realización humana. quiere hacerla (Ro. 8:7). Prefiere permanecer divorciado' de
Sin embargo, la aceptación o rechazamiento del orden Dios imponiendo su propia voluntad en todas sus decisiones.
moral fijado por Dios no es algo que se puede decidir pres- Aun el creyente, que se ha sometido a la soberanía de
cindiendo de las consecuencias. El Dios soberano es un Dios Dios, deja de cumplir su voluntad. Por la debilidad de su
de juicio y su autoridad en la esfera moral es salvaguarda- «carne» incumple los preceptos de su Palabra. En un con-
da por una ley inexorable: «Todo lo que el hombre sembrare, flicto de voluntades, la divina y la humana, con demasiada
eso también segará. El que siembra para su carne de la carne frecuencia ~s la inclinación pecaminosa la que predomina.
segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del Como escnbía Lutero, «Esta petición [del Padrenuestro
espíritu cosechará vida eterna» (Gá. 6:7, 8). -"Hágase tu voluntad"] y, asimismo, su cumplimiento, duele
Puede parecer a algunos que esta ley no. es tan inexorable. mucho a la naturaleza humana; pues la "voluntad propia" es
Muchas personas han sembrado abundantemente el mal y no el más profundo y mayor mal en nosotros y nada apreciamos
han cosechado el castigo que su maldad merecía. ¿Es esto tanto como esa voluntad».3
cierto? Si por retribución del pecado entendemos un castigo Ante estos hechos, ¿podemos pensar que en la pugna
fulminante de Dios en forma de enfermedad, desgracia grave de voluntades Dios ha salido derrotado? En modo alguno.
o muerte, debemos admitir que muchos malvados viven hasta La rebeldía ~umana tiene unos límites y siempre está bajo el
el fin;U de una larga existencia impunemente. Pero hay otra control de DIOS. Los hombres, después de la caída, pudieron
forma de retribución de la que ningún rebelde a la autoridad multiplicar su maldad, pero sólo hasta el punto y el momento
de Dios puede librarse. Es una retribución en forma de degra- en que Dios dijo: «¡Basta»! y sobrevino el diluvio. También
dación moral creciente, de embrutecimiento, de insensibili- tuvieron límites la perversión de Sodoma y los pecados de
zación, de deshumanización, como vemos en la exposición muchos pueblos, incluido Israel (Am. 1-4).
que Pablo hace en su carta a los Romanos y que resume ~a soberanía ~ivina,. patente en la historia de pueblos y
repetidamente con una frase impresionante~ «Dios los entre- naCIOnes, se marnfiesta Igualmente en la vida de los indivi-
gó ... » (Ro. 1:24, 26). Los entregó «a la inmundicia, en las duos. Recordemos a Nabucodonosor en su ensoberbeci-
concupiscencias de sus corazones... a pasiones vergonzo- miento yen su humillación (Do. 4), o a Herodes Agripa en
sas», a un incremento del pecado que convierte la vida huma- su vanidad apoteósica y en la repugnante enfermedad que
na en piltrafa moral y la sociedad en antesala del infierno. precipitó su muerte (Hch. 12:20-23).
Pero no siempre Dios actúa de modos tan espectaculares.
Muchas veces. demora la ejecución de sus juicios multipli-
¿Se cumple o .no la voluntad de Dios? cando oporturudades para el arrepentimiento y la salvación.
En cualquier caso, su soberanía se manifestará plenamente
Si no perdemos de vista las consideraciones precedentes, en el día de la ~nsumación de su reino y del juicio final,
habremos de contestar: «Sí y no», o más bien a la inversa cuando toda rod111a se doblará ante el supremo Señor.
«No y sÍ».
No se cumple en infinidad de casos porque el hombre
3. M. Lutero, El Padrenuestro, 67.
desobedece a Dios en actitud de abierta rebeldía. Haciendo

286 287
Por otro lado, Dios, en el ejercicio de su soberanía y con Actitudes ante la voluntad de Dios
sabiduría infinita, dispone el curso de los acontecimientos
de tal modo que incluso «la ira del hombre» le reporta Caben actitudes muy diversas ante la voluntad divina.
alabanza (Sal. 76:10). Aun en su rebeldía y maldad los hom- Consideremos las más frecuentes:
bres pueden servir a los propósitos divinos. Los caldeos no
eran santos; eran gente cruel e idólatra; sin embargo, Dios 1. Resistencia indignada
los usó como instrumento para disciplinar a Judá. El apóstol Es la propia de quien se empef\a en mantener su autono-
Judas, libremente, entregó a Jesús en manos de sus enemi- mía plena a toda costa. Encontramos un ejemplo en el faraón
gos; pero mediante su horrible acción se cumplía el propósito ~e altivamente,preguntaba: «¿Quién es Yahvéh para que yo
eterno de Dios: la muerte de su Hijo para salvación de los OIga su voz?» (Ex. 5:2). En el fondo, es la reacción del hom-
pecadores (Hch. 2:24). Las autoridades de Jerusalén desenca- bre que pretende divinizarse a sí mismo. Nietzsche la expresó
denaron una persecución contra la naciente iglesia cristiana; de modo drástico: «Si hubiera Dios, ¿cómo iba yo a soportar
pero su malevolencia dio como resultado la expansión asom- no ser Dios?»
brosa del evangelio (Hch. 8:4). Sin llegar a tal extremo, muchos rinden homenaje a los
En este sentido de instrumentalidad, los hombres, aunque ídolos de su época que no turban su conciencia; pero recha-
no sean creyentes, SÍ hacen la voluntad de Dios. Sorpren- zan irritados toda idea de un Dios que gobierne su vida. May
dente y admirablemente Dios transforma las malas acciones, Massoud ha ilustrado vívidamente este hecho en su drama-
los errores y los pecados de muchos seres humanos en medios tización del Padrenuestro:
para el adelantamiento de su reino. En resumen, no todo 10 Todos (arrodillados): Gloria a los dioses que satisfacen nues-
que sucede es voluntad de Dios, pero todo contribuye a que tros deseos.
finalmente sus propósitos se cumplan. Narrador (con voz de temor): Pero el Dios viviente...
Lo ideal, sin embargo, no es que se haga la voluntad de Mujer 2: El Dios que es una persona que quiere inmiscuirse
Dios a pesar de 10 que nosotros deseamos (esto es 10 que en nuestras vidas...
generalmente sucede en la tierra), sino que nosotros que- Hombre 1: Y someter nuestras mentes, nuestros corazones y
ramos 10 que Dios quiere, es decir, que nuestra voluntad almas...
coincida con la suya. Por eso el Sef\or nos ensef\6 a pedir: Mujer 1: El Dios que estorbaría nuestros hábitos mentales y
«Hágase tu voluntad, como en el cielo, as( también en la nuestra conversación...
tierra». ¿Cómo? Nos apropiamos la respuesta de Karl Barth: Hombre 2: Nuestros apetitos sensuales...
«Allí[en el cielo] se hace como debe ser hecha, con pleno Mujer 3: Y nuestros medios de progresar en el mundo...
conocimiento de causa; sin obstáculos ni demoras, en plena Hombre 1: De ese entrometido Dios...
libertad, de tal modo que la gracia reina soberana y le res- Todos (un paso atrás): ¡Huyamos!5
ponde el reconocimiento por parte de la criatura».4
Particular virulencia suele tener la rebeldía contra Dios
cuando es fruto del resentimiento causado por la desgracia.

4. K. Barth, La Oración, 60. 5. Cit. por David Evans. En diálogo con Dios. Certeza. 1976.41.

288 289
Barc1ay menciona la experiencia de Beethoven, frecuente- o en tercios, que tan bien conocemos. Ésa es la dolencia que
mente irritado por la sordera que le privaba de oír sus propias padece la cristiandad».8
composiciones. «Se dice que cuando fue hallado muerto, sus ~n el fondo, aunque sea inconscientemente, ¿no estaremos
puños estaban cerrados, como si tratara de golpear a Dios, modIficando la petición del Padrenuesto y en vez de decir
y sus labios estaban contraídos como si, amargado y desa- «Sea ~echa tu voluntad» lo que queremos expresar es: «Sea
fiante, quisiera escupir a Dios».6 cambIada tu voluntad»? .
Pero toda forma de hostilidad respecto a Dios redunda en
grave dafio de quien la mantiene. Así lo demuestran infinidad 3. Una aceptación resignada
de ejemplos históricos.
Es fr~cuente aun en creyentes sinceros. Se acata la volun-
tad de DIOS, pero a menudo, sobre todo en circunstancias ad-
2. Resistencia pasiva
versas; con ama~gura de espíritu, casi a regaftadientes. Con
Ésta es la actitud de quien no se rebela abiertamente contra tono lugubr.e dec~mos: «¡Que se haga la voluntad del Seftor!».
la voluntad de Dios, pero tampoco la asume interiormente. . Esta reSIgnacIón tIene más de paganismo que de cristia-
No está convencido de que esa voluntad es buena. Más bien msmo. También los <l?tiguos paganos se sometían al fatum,
le disgusta y hace todo lo posible por librarse de su cum- a la ~erza de un destmo que consideraban irreversible. Era
plimiento. De ese modo, al parecer, aún queda algún lugar l~ actItud de los estoicos. Es asimismo la de los ateos. Refi-
para vivir conforme a sus propios deseos. Estaba muy en néndose al destino, aconsejaba Nietzsche: «Ámalo; no te
lo cierto Lutero al afirmar que «nada ama tanto el hombre queda otra alternativa».9
y de nada se desprende más a disgusto que de su propia Para el cristiano sí hay alternativa:
voluntad».'
Cuando asumimos la actitud de resistencia pasiva demos- 4. Una aceptación gozosa inspirada en la fe
trarnos que sólo a medias deseamos que se realice lo que
Dios quiere. Pero ¿somos conscientes de lo absurdo de tal El c~yente en Jesucristo sabe que el arbitrio de Dios siem-
pretensión y de sus consecuencias? Merece detenida refle- pr~ ~s Justo, sabio y benéfico, fundamento de la verdadera
xión lo escrito por Walter Lüthi: «Nuestra dificultad hoyes felICIdad..Y puede decir con el salmista: «El hacer tu volun-
que, por miedo a hacer toda la voluntad de Dios, siempre tad, oh Dios: me ~a agradado» (Sal. 40:8). Ha descubierto
preferimos osadamente, por así decirlo, partirla con Dios en que lo~ camI!10s de la obediencia a esa voluntad -caminos
dos partes... Eso acontece cada vez que permitimos a Dios de sabIduría msuperable- son deleitosos (prov. 3:17). Y de-
introducirse en nuestra mente y en nuestros sentimientos, pe- sea ~dar en ellos. Sigue así el ejemplo de su Maestro, cuya
ro no estamos dispuestos a entregarle nuestra voluntad. La «comIda» e.ra hacer la voluntad del que le envió (Jn. 4:34).
voluntad la queremos guardar para nosotros mismos. Así na- E? ese cammo de obediencia no faltarán la tensión y el con-
ce ese cristianismo escindido, mediocre, dividido en mitades flICto; pero siempre el gozo superará al sufrimiento.

6. William Barclay, op. cit., 80. 8. W. LUthi, Das Unservater, 50.


7. M. Lutero, op. cit., 59. 9. Cit. por H. Thielicke, El sentido de ser cristiano, 74.

290
291
La misma actitud de gozosa sumisión mantendrá el cre- Es voluntad de Dios que prevalezcan la justicia, la verdad
yente cuando Dios 10 someta a prueba mediante tribulaciones y la paz. Pero nada contribuirá más eficazmente para lograr-
diversas. Sabe que, al final, la tristeza se convierte en gozo lo que el mensaje y el comportamiento cristiano de los redi-
(Jn. 16:20), que al término de cada prueba se demuestra que midos, luz del mundo y sal de la tierra.
«el Sef'l.or es muy misericordioso y compasivo» (Stg. 5:11) Con mucha razón escribía Pablo: «Somos colaboradores
y que «lo que al presente es leve y momentáneo de nuestra de Dios» (1 Co. 3:9). De ahí que cuando oramos: «Hágase
tribulación nos produce, en una medida que sobrepasa toda tu voluntad» debamos af'I.adir con el converso Saulo: «Sef'l.or,
medida, un eterno peso de gloria» (2 Co. 4: 17). ¿qué quieres que haga?» (Hch. 9:6).
Tampoco este sometimiento a la voluntad de Dios que En comunión con Dios en la oración y en la acción. Ése
incluye cálices de dolor resulta siempre fácil. Para Jesús es el secreto de que la voluntad divina se haga en la tierra
mismo fue durísima su experiencia en Getsemaní. Incluso como se hace en el cielo. Y de que así tenga respuesta la ter-
llegó a pedir: «Si es posible, Padre mío, pase de mí esta cera petición del Padrenuestro.
copa». Pero la lucha se resuelve victoriosamente: «Sin em-
bargo, no se haga como yo quiero, sino como tú» (Mt 26:39).
y concluido el conflicto nunca falta el «ángel» confortador
(Lc. 22:43). Tampoco faltan los resultados maravillosos del
cumplimiento de la voluntad divina. En el caso de Cristo el
resultado fue la expiación del pecado que abría a los hombres
d camino de la salvación. En nuestras experiencias per-
sonales, el resultado -es nuestra purificación (1 P. 1:6-8) y
nuestra maduración espiritual (Ro. 5:3-5) con todo 10 que de
bendición entraf'l.a. Si esto es así -y 10 es- diremos a Dios:
«Que en modo alguno deje de hacerse tu voluntad». Y 10 dire-
mos no con resignación estoica sino con un deseo ardoroso
nacido de la confianza en la fidelidad de nuestro Padre.

5. Una actitud de colaboración


Es posible que para la realización de sus propósitos Dios
quiera usar instrumentos humanos. Es voluntad de Dios, por
ejemplo, que el Evangelio se extienda hasta los últimos con-
fines de la tierra; pero la evangelización ~l mundo no la va
a realizar él mismo directamente o por medio de ángeles. Su
plan es usamos a nosotros. Por consiguiente, pedir que se ha-
ga la voluntad de Dios nos compromete y nos obliga a ser
anunciadores de la buena nueva.

292
293
Cuarta petición

«El pan nuestro de cada día


dánoslo hoy»
Con esta frase se inicia la segunda parte del Padrenuestro.
La primera, compuesta de tres peticiones, concierne a Dios:
su nombre, su reino, su voluntad; la segunda, a nuestras ne-
cesidades: el pan, el perdón, la liberación de la tentación y
del mal. Es comprensible .que estas necesidades sean pre-
sentadas de modo más directo. Las peticiones de la primera
parte se expresan en tercera persona: «santificado sea tu
nombre», «venga tu reino», «sea hecha tu voluntad». Las de
la segunda parte, en segunda persona: «danos», «perdóna-
nos», «no nos metas», «líbranos». En las tres primeras ex-
presamos anhelos profundos. «Nuestra oración es como un
suspiro» (K. Barth). En las siguientes presentamos a Dios
nuestras carencias más apremiantes, tanto las de carácter
temporal como las de índole espiritual.
Puede llamar la atención el hecho de que la primera peti-
ción de la segunda parte tenga como objeto el pan. Lo que
anterionnente se ha pedido exalta la magnificencia de Dios
y de su reino. Tiene que ver con 10 trascendental y eterno.
Ahora, súbitamente, descendemos a 10 material y temporal,
a 10 más común en la experiencia cotidiana de los seres hu-
manos. Pero esta impresión de descenso es puramente subje-
tiva por 'nuestra parte; no corresponde a la realidad desde el
punto de vista divino. Nosotros hacemos distinción entre 10
sagrado y 10 profano, entre lo espiritual y 10 material. Para

295
Dios esa distinción no existe. Su propósito es que todo ad- para ~l día siguienu: ~oración vespertina). En cualquier caso
quiera un carácter sagrado. Aun los roquedales y la arena del el objeto de la petICIón es la provisión adecuada para la
desierto se convierten con su presencia en lugares santos necesidad inmediata. .
(Éx. 3:5). Los utensilios más ordinarios vienen a ser objetos . ~uperadas las dificultades lingüísticas y establecido el
santificados (zac. 14:20,21). El comer y el beber, como cual- sIgDl~cado li~eral del texto, todavía no quedan eliminadas
quier otra cosa, puede hacerse «todo para la gloria de Dios» las dIvergen~IaS en su intetpretación. Un número importante
(l Co. 10:31). La grandeza de su gloria se manifiesta tanto de comentanstas le han dado un sentido espiritual. Desde
en el mantenimiento del orden en las inmensas galaxias del Orígen~s hasta el joven Lutero y otros exegetas posteriores,
universo como en el cuidado de los pajarillos y de los lirios se h~ VIsto en ~l pan la palabra de Dios. Un antecedente de
del campo (Mt. 10:29; 6:28, 29). Dios está interesado en el esta mtetp~tacIón se en~uentra en la literatura judaica, en la
bienestar de todas sus criaturas. Por consiguiente, que sus ~ue co~ cIe~ frecuencIa se atribuye al pan un significado
hijos le pidan el pan necesario para su sustento no tiene nada SImbólico. EJempl? de e~o es la expresión «el pan de la Torá»
de profano. Es más bien una expresión de fe y de la comunión (d~ la Ley). Este SImbolIsmo, en opinión de algunos comen-
que tienen con él. tanstas, se ve corroborado por Jesús, quien hace de sí mismo
e~ verdadero «pan del cielo» (Jn. 6:32, 49, 50). Previamente,
CItando palabras del Antiguo Testamento (Ot. 8:3), había
Significado de la petición
declarado: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda pa-
La frase en el original griego (ton arton hemon ton labra ~ue sale de la boca de Dios» (Mt. 4:4). Él era la Palabra
epioúsion dos hemin semeron) es de difícil intetpretación. de Dios ~nc~d~ el alimento indispensable para que el
Contiene una palabra (epioúsios) que se incluye entre las hombre VIVa espmtualmente. De ahí su énfasis en recomen-
denominadas hapax legomena, es decir, que sólo aparecen dar a su~ seguidores que se afanen no por el alimento pere-
una sola vez en el texto bíblico. La dificultad aumenta por cedero smo po~ el que pennanece para siempre (Jn. 6:27).
el hecho de que ese ténnino tampoco se halla en ningún otro Otro~ han VISto en lo solicitado en el Padrenuestro una
texto fuera del Nuevo Testamento, con excepción de un referenCIa ~ pan eucarístico. Según Agustín, la petición de-
papiro (evangelio de los Nazareos), traducción al arameo del be. ser conSIderada como una oración por «el sacramento de
Cnsto que recibimos diariamente».1
evangelio de Mateo. Aquí epioúsios se traduce por mahar
(día de maftana), de lo que Jerónimo dedujo su traducción: y Ambrosio escribía: «¿Por qué pedimos en la oración del
quod dicitur crastinum (que se dice del día de maftana). S~ñ~r "nu~st~ pan"? Decimos "pan", pero epioúsios, es de-
Todavía no existe unanimidad en cuanto a la traducción CIT, esenCIal (supe~substantialis). Eso no es el pan que entra
preferible, por lo que el texto de Mateo se sigue traduciendo en nuestro cuerpo, smo el pan de la vida eterna que fortale-
ce la esencia de nuestra alma».2
de diferentes modos: «nuestro pan cotidiano dánoslo hoy»,
«nuestro pan del maftana dánoslo hoy», «danos hoy nuestro
pan para maftana», «danos hoy nuestro pan para el día que
viene». Esta última traducción sugiere que se pide el pan ne- 1. Agustín,. El s~rmón del monte, 2.7.25, cito por W. Barclay, op. cit., 92.
cesario para el día que comienza (oración matutina) o bien 2. AmbroSIO, Libro V, 4, 24 S., cito por lean Carmignac Recherches sur
le «Notre Pere», 1969, 147. '

296 297
Este tipo de exégesis ha subsistido hasta nuestros días y ninguna de ellas debiera anular o relegar a segundo término
en algunos círculos ecuménicos parece gozar de especial el sentido literal de la súplica, que es el que ha de prevalecer
simpaúa. «Tales acentos de la herencia eucarística -ha mani- sobre cualquier otro.
festado Lochman- han de ser desarrollados en la exposici6n Sin embargo, ¿debemos pensar en el pan sola y exclu-
y preservaci6n de la súplica por el pan diario. Con ello ad- sivamente como el producto alimenticio que se obtiene de
quiere mayor significaci6n el tono bien perceptible de acci6n cereales molidos? Tampoco parece natural esta limitaci6n.
de gracias que ha de resonar en el concepto de la eucaristía, Lo que con el pan se pide es que Dios provea cuanto nece-
si no queremos perecer limitándonos solamente al pan... ».3 sitamos para nuestro sustento diario. Lutéro, después de una
Una tercera corriente de intetpretaci6n figurada da al mayor reflexi6n, intetpreta el pan como una metáfora que
pan un sentido escatol6gico. Tomando como base algunos incluye todo lo indispensable para una vida de bienestar. En
textos del Antiguo Testamento en los que se habla de un su Catecismo breve, a la pregunta «¿Qué se entiende por el
futuro banquete universal (Is. 25:6-10; Pro 9:1-6) y de la pan nuestro de cada día?», responde: «Todo lo que integra
literatura judaica, en la que reiteradamente se exalta la dicha el alimento y manutenci6n del cuerpo, como la comida y la
de quienes comerán «el pan del mundo futuro», se ha con- bebida, vestidos y calzado, la casa y sus comodidades,
siderado la petici6n del Padrenuestro como expresi6n del campos, ganado, dinero, bienes; una esposa piadosa, hijos
deseo de participar en el festín mesiánico en la consumaci6n buenos, buenos criados, magistrados píos y fieles, un buen
del reino de Dios. Especial apoyo para esta intetpretaci6n se gobierno; tiempo favorable, la paz, la salud, una buena
ha buscado en la continuidad que la metáfora del banquete conducta, honor, amigos buenos, veCinos leales y todo lo
y del «pan escatol6gico» tiene en las ensefl.anzas de Jesús demás por el estilo».s Por supuesto, esta respuesta quizás
(Mt. 8:11; 26:29; Lc. 14:15-24; 22:16). Anticipo de ese pan excesivamente amplia, exigiría matizaciones, pero en el fon-
es el que ya ahora se concede a los «hijos» del Reino, pan do está bien orientada. El creyente puede y debe pedir a Dios
que equivale a la salvaci6n en Cristo (Mt. 15:25-28). S. Sa- todo lo necesario para una vida digna.
bugal da a este aspecto del pan del Padrenuestro un espe- Pero ¿qué debemos entender por vida digna? El concepto
cial relieve: «Es del todo probable que, tras la súplica por es subjetivo y relativo. Observaríamos un abismo de dife-
la «venida» del ya inaugurado, pero aún no consumado, rencia entre el que püdo tener el hombre prehist6rico y el del
«reinado del Padre», «el pan» seguidamente suplicado por hombre occidental de nuestro tiempo. Para aquél era digna
aquéllos [los discípulos] como su especifico y propio susten- una vida en la que se satisfacían sus necesidades biol6gicas
to (<<el pan nuestro») escatol6gico (<<el pan... de mañana»), más elementales. En el caso del hombre:modemo se afiaden
signifique también -iY sobre todo!- «el pan del mundo fu- muchas otras neeesidades creadas por el progreso cultural y
turo», el nuevo «maná» o «el pan del Reino».4 el estilo de vida impuesto por los logros de la técnica. No
No podemos negar el beneficio espiritual que se deriva obstante, toda persona debe determinar· su concepto de vida
de las sugerencias simbólicas, eucarísticas y escatol6gicas digna y trazar la línea divisoria entre lo necesario y lo su-
halladas en el «pan» de la oraci6n ensefl.ada por Jesús; pero perfluo, entre lo' decoroso y lo escandalosamente suntuoso.

3. Jan Milic Lochman, op. cit., 92.


4. Santos Sabugal, Abba.... BAC, 1985, 570. 5. Lutero, Obras. S(gueme, 1977, 299.

298 299
El cristiano debe rehuir por igual dos extremos: el de una 10 dicho a Israel respecto a la tierra de Palestina: «tierra en
austeridad injustificada Y el del consumismo desenf~nado. la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en
No es llamado a interpretar la espiritualidad en ténnmos de ella» (Dt. 8:9).
ascetismo que le lleve a privarse de muchas de las cosas que La preocupación divina por nuestros menesteres se hace
son no sólo lícitas sino incluso recomendables. Nada en la patente a lo largo del ministerio de Jesús, particulannente en
Biblia inspira esa línea de pensamiento. No parece, sin em- la alimentación de la multitud que le seguía (Mt. 14:15-21;
bargo, que éste sea el mayor peligro en nuestro~ días. El pe- 15:32-38). Curiosamente Jesús no sólo pensaba en las nece-
ligro está más bien en el otro extremo, en las ansIas de poseer sidades más apremiantes de quienes le rodeaban, sino en to-
más y más, de dejarse seducir por la publicidad avasallad?ra do cuanto en un momento dado pudiera contribuir a la felici-
de los medios de comunicación o por la miserable concepcIón dad humana. En las bodas de Caná proveyó el vino que llegó
que del valor de la persona se está imponiendo en nuestra a f~tar (Jn. 2:1-10). Este hecho nos hace pensar que hay
ocasIones en las que no es suficiente el pan; se necesita tam-
sociedad: «Tanto tienes, tanto vales».
Cada uno debe llegar a sus propias conclusiones tras un bién el «vino». Sería impropio de un cristiano celebrar un
sincero examen de conciencia. Probablemente, si es objetivo, banquete cada día; pero igualmente lo sería caer en un asce-
hará el mismo descubrimiento que hizo Sócrates: «¡Cuántas tismo mezquino en seftaladas ocasiones festivas. Hay objetos
cosas hay que no necesito!» No hay en la Escritura nonnas y actos en la vida que, sin ser estrictamente necesarios para
casuísticas acerca de lo lícito y de lo impropio en los deseos sobrevivir, son convenientes para dar a la vida un mínimo de
de un creyente; pero una cosa es clara: al pedir el «pan» no sabor existencial.
podemos olvidamos de la petición anterior: «Sea hecha tu Dios conoce perfectamente todo lo que precisamos, así co-
voluntad». Sólo así será una petición responsable. mo los peligros inherentes a nuestras privaciones. Un exceso
de pobreza u otras circunstancias calamitosas son el terreno
más abonado para que suIjan problemas, tanto físicos como
La importancia del ~pan»
emocionales y espirituales. Es verdad que el cristiano ha de
poder decir como el apóstol Pablo: «En todo y para todo estoy
Este punto exige especial atención. No podemos s~bes­ enseftado, tanto para tener abundancia como para sufrir nece-
timar la importancia de la provisión divina que provIden- sidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:12,
cialmente supla nuestras necesidades. Ya hemos. hech~ no- 13). Sí, el creyente ha de estar por encima de las circuns-
tar lo antibfblico de las actitudes de menosprecIo hacIa lo tancias cuando Dios pennite que éstas sean adversas. Pero
material. debemos ser realistas y no olvidar que una persona sometida
Es propósito de Dios que poseamos y disfrutemos de todo a prolongadas y serias privaciones está muy expuesta a caer
lo necesario. Y no escasamente (1 Ti. 6: 17). La naturaleza, víc?ma de la duda o el desaliento. Corre asimismo el riesgo
obra del Creador, es suficientemente rica para que nadie pase de mtentar resolver sus problemas recurriendo a medios ilí-
hambre. La penuria en que viven muchas gentes no se. d~be citos. La posibilidad de deterioro moral es grande. Si peligros
a falta de recursos naturales, sino al egoísmo y a las mJus- entrafta la abundancia, no menos peligrosa es la escasez.
ticias que prevalecen entre los hombres. Si éstos ajusta~ su Realmente mostró gran sabiduría Agur al pedir: «No me des
estilo de vida a la voluntad de Dios, en todo lugar se cumphría pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan, no sea

301
300
que llegue a hartarme y reniegue, y diga: "¿Quién es Yah- de sus obras» (Sal. 104:13), por lo que puede decirse que es
véh?"; o sea que, siendo pobre, me dé al robo e injurie el él quien.«d~ alim.ento a todo ser viviente, porque para siempre
nombre de mi Dios» (pr. 30:8, 9 - BJ). es su mlsencordla» (Sal. 136:25). Pero es igualmente cierto
Dios, como veremos en la última petición, no quiere que que en el proceso de producción y distribución de los bienes
ninguno de sus hijos sucumba al ser tentado. Su voluntad es necesarios para un sustento digno es imprescindible el con-
voluntad de padre. Desea que toda necesidad auténtica de sus curso humano. Recordemos lo apuntado anteriormente. En la
hijos sea suplida adecuadamente, pues «¿cuál es el padre que provisión de alimentos para la muchedumbre que seguía a
«si su hijo le pide pan, le dará una piedra?» (Mt. 7:9). De Jesús, fue la acción milagrosa de éste la que multiplicó los
ahí lo correcto de la oración en demanda de cuanto preci- panes y los peces; pero cuando el Senor hubo realizado este
p~odigio, ordenó a sus discípulos que distribuyeran lo pro-
samos. Los hombres luchan por el pan. El cristiano ora por
él, aunque su plegaria no excluye el trabajo necesario para VIsto entre todos los presentes. Lo que ellos recibieron de ma-
obtenerlo. El no creyente se afana por el pan con ansiedad. nos de Jesús lo pusieron en manos de la multitud.
El hijo de Dios lo pide y lo espera con paz de espíritu, con- . .Podem~s y debemos ser, en la medida de nuestras posi-
fiadamente. Sabe que aun si el Padre celestial permite tempo- blhdades, mstrumentos para que el abastecimiento divino lle-
ralmente situaciones de estrechez lo hace con una finalidad gue a los menesterosos. No nos es lícito consideramos duenos
educativa, posiblemente para ensenarle a valorar y adminis- absolutos de aquello que sólo por la voluntad bondadosa de
trar adecuadamente los dones de Dios, para autocontrolar- Dios ha llegado a nuestro poder. No somos duenos, sino ad-
se y usar cuanto llegue a poseer de manera justa, sabia y ~inistradore~. Perder de vista este hecho nos expone a la
hipocresía SI nos atrevemos a asumir el Padrenuestro. Se
generosa.
cuenta de un hombre acaudalado, poseedor de extensiones
inmensas de tierra, que diariamente oraba a Dios: «Senor,
El alcance de la petición acuérdate de los pobres y suple sus necesidades». Un día su
hijo, nino de corta edad, que había oído esa oración ~­
«El pan nuestro... dánoslo hoy». Hemos de subrayar la nidad de veces, le dijo: «Papá, ¡cuánto me gustaría poder
forma plural de la súplica. No puedo pensar solamente en mi disponer de todo lo que tienes antes de que te mueras!»
pan ni puedo sentirme satisfecho al recibirlo si mi hermano <~¿Por qué, hijo mío?» -preguntó el padre con gran curio-
carece de él. El adjetivo «nuestro» me vincula a mis herma- sldad- «Porque entonces -afiadió el nino- yo daría respues-
nos y a todos mis semejantes. ta a tus oraCIOnes». La responsabilidad en el uso de nuestra
Asimismo debemQs reiterar lo senalado en nuestro comen- abundancia implica una lucha constante contra nuestro
tario sobre la petición anterior (<<Sea hecha tu voluntad»). egoísmo y contra la superficialidad de un cristia~ismo no
Somos colaboradores de Dios. Él quiere dar respuesta a mu- comprometido.
chas de las demandas humanas mediante instrumentos hu- Es verdad que el problema del hambre y del subdesarro-
manos. Es mucho lo que sólo Dios puede hacer. Es él quien llo en el mundo es sumamente complejo. Está determinado
hace germinar la semilla en el seno de la tierra y mediante por complicados factores políticos, sociales y culturales de
procesos naturales por él mismo fijados proporciona al amplitud no sólo nacional sino internacional. Es cierto tam-
labrador la cosecha. Es él quien «sacia la tierra con el fruto bién que la pobreza de muchos individuos y de numerosos

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pueblos se debe a la ignorancia, la indolencia, la imprevisión a remediar o aliviar las Penalidades que afligen a incontables
o el derroche. Una ayuda poco inteligente encaminada a aca- seres humanos.
bar con esa situación más bien puede contribuir a perpetuarla.
A pesar de todo, algo se debe hacer. Seguramente mucho más Implicaciones de la súplica
de 10 que nos imaginamos.
La conciencia social de la Iglesia cristiana ha de ser rea- De la cuarta petición del Padrenuestro se derivan una se-
vivada. En esa conciencia debieran sonar como un alda- rie de consecuencias:
bonazo las palabras que, en forma de oración escribiera Karl
Barth: «Vela para que cada uno reciba sin querella ni disputa 1. Reconocimiento de nuestra dependencia de Dios
su pan. Que si alguno tiene exceso de pan sepa que, por e~o Frecuentemente, cuando el hombre ha obtenido el pan,
mismo, se convierte en servidor, en dispensador de tu gracIa; piensa que ello se debe exclusivamente a su propio esfuerzo,
que está a tu se~icio y al de los demás y que los que están a su trabajo; cree que 10 tiene bien merecido. Y es innegable
particularmente amenazados por el hambre y por la muerte, que si queremos comer hemos de trabajar. El pan no des-
por la precariedad de la condición humana, encuentren, to- ciende, cual maná, del cielo. Como ya hemos indicado, su
dos ellos, a hennan os y hermanas que tengan ojos y oídos consecución hace imprescindible la labor humana. Pero, en
abiertos y que sientan su responsabilidad ante ellos. ¡Qué último término, es un don de Dios. No solamente es él quien
vergüenza nuestra ingratitud, nuestra injusticia social! ¡Qué da al hombre la salud y las fuerzas para ganarse el sustento.
estupidez que en nuestra humanidad, rodeada de dones, Es asimismo el que da su productividad a la tierra. El hombre
rebosante de riquezas, haya todavía hombres que gimen de puede sembrar y regar, pero es Dios quien da el crecimien-
hambre! ».6 to (l Co. 3:6). Hay mucho realismo en las palabras del salmis-
Probablemente nunca llegaremos a solucionar los pro- ta: «Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida
blemas económicos del mundo. Pero algo podemos hacer por a tiempo. Abres tu mano y colmas de bendición a todo ser
las personas necesitadas próximas a nosotros. y de esto sí viviente» (Sal. 145:15, 16). Análoga percepción espiritual
somos responsables. El Seftor no me va a pedir cuentas en tenían 10~Jjudíos contemporáneos de Jesús cuando antes de
el día del juicio por no haber acabado con el hambre en la las comidas oraban: «¡Alabado seas tú, Seflor, nuestro
India; pero sí porque, en vez de socorrer al necesitado que Dios, Rey del mundo que al mundo entero alimentas con
un día se cruzó en mi camino, yo pasé de largo indiferente, sus bienes! En gracia, amor y misericordia da pan a toda
insensible. Lo que hacemos o dejamos de hacer ante el ham- carne».'
briento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo o Pedir «el pan nuestro de cada día» equivale a reconocer
el encarcelado, el afligido por cualquier causa, 10 hacemos que «toda buena dádiva y todo don perfecto viene de arriba,
-<J dejamos de hacerlo - a Cristo mismo (Mt. 25:31-
45). A desciende de parte del Padre. .. » (Stg. 1: 17).
partir de esa acción personal inmediata, podremos pensar en
ampliarla hasta donde sea posible con miras a la creación o
uso de estructuras sociales justas y eficaces que contribuyan
7. Cit. por P. Billerbeck, Kommentar zum NI' aus TalmÚd und Midrasc
h,
6. Barth, op. cit., 73 s. IV,$ll.

304 305
2. Actitud de confianza esa reflexión tendríamos que recordar que en la Escritura la
idea del pan aparece unida a la de participación. La verdadera
Si la oración va dirigida al Padre bondadoso, fiel a sus pro- piedad asume el mandamiento divino: «Comparte tu pan con
mesas, ¿por qué desasosegamos? Un nifio jamás se inquieta
el hambriento» (Is. 58:7). De este modo se realiza el propósito
pensando qué comerá o con qué se vestirá; sabe que sus pro-
de Aquel que «hace justicia a los agraviados y da pan a los
genitores siempre le dan en el momento oportuno cuanto
hambrientos» (Sal. 146:7). La comprensión de nuestra res-
necesita. Con la misma tranquilidad de espíritu debe el cre-
ponsabilidad social nos llevará a orar con la seriedad que la
yente esperar en la providencia divina (Mt. 6:25-34). Por di-
petición exige. Una plegaria latinoamericana puede servimos
fíciles que sean sus circunstancias en un moment? dado, sus
de pauta: «Oh, Dios, a los que tienen hambre dales pan, y
experiencias, al final de su vida,. podrán re~u~lfse con el
a nosotros, que tenemos pan, danos hambre de justicia».'
testimonio del salmista: «Joven fuI y he enveJecIdo, Yno he
La fidelidad de Dios asegura la provisión adecuada para
visto justo desamparado ni hijo de justo que mendigue pan»
suplir todas nuestras necesidades físicas, morales y es-
(Sal. 37:25).
pirituales. ¡Aalabémosle agradecidos! Y pongámonos en sus
3. Renovación de nuestra comunión con el Dador del pan manos para servirle en beneficio de los menesterosos y
afligidos.
Como ya se subrayó en la primera parte de este libro, la Que su sabiduría y su gracia nos capaciten para que, de
finalidad más elevada de la plegaria no es tanto recibir dones modo acertado y coherente, sepamos pedir, recibir y compar-
de Dios como vivir en una más íntima comunión con él. tir «el pan nuestro de cada día».
Walter Aex, en su novela El caminante entre dos mundos
(Del' Wanderer zwischen beiden Welten), ha ilustrado esta
idea de modo difícilmente superable: «En la oración se debe
coger la mano de Dios, no las monedas que hay e~ e~la».8
Obviamente esta prioridad no excluye el reconOCImIento
de las dádivas de Dios y la gratitud que debemos sentir por
ellas. Con el salmista hemos de decir: «Bendice, alma mía,
al Sefior y no olvides ninguno de sus beneficios» (Sal. 103:2).
Pero dicho esto, hemos de poder afiadir:, «¿A quién, oh Dios,
tengo yo en el cielo sino a ti? Y estando contigo, nada deseo
en la tierra» (S31. 73:25).

4. Renovación de la solidaridad con nuestros semejantes


No vamos a insistir en 10 dicho respecto al alcance de la
petición del pan, pero sí en la necesidad de detenemos para
reflexionar antes de pronunciar la palabra «nuestro». Y en
9. Cit. por Krister Stendhal, «Your Kingdom come», Cross Curren/s, vol.
8. Cit por Helmut Thielicke, Das Gebet, das die Welt umspannl. 86. xxxn, 1982, 3. 263.

306 307
Quinta petición

«y perdónanos nuestras deudas,


como. también nosotros
perdonamos a nuestros deudores»
Friedrich Hebbel, el gran dramaturgo alemán, dijo que
asumir sinceramente las peticiones del Padrenuestro es más
difícil que ganar todas las batallas libradas por Napoleón. La
afinnación no es exagerada. Así lo entendemos a medida que
avanzamos y profundizamos en su estudio.
La súplica que ahora nos ocupa pone al descubierto nues-
tra miseria moral, esa miseria que nosotros nos empeñamos
en ocultar, disimular o incluso justificar. Nos cuesta muchí-
simo decir: «¡Perdón!». Tal exclamación implica humillación
para quien la pronuncia, y nada hay más arduo que descen-
der a ese punto en que el orgullo y el amor propio son heridos
dolorosamente. David fue capaz de las más grandes proezas,
pero incapaz de confesar: «He pecado». Sólo cuando se vio
señalado por el dedo acusador de Natán vació el costal de su
alma y pronunció la más difícil de las palabras (2 S. 12: 13).
Pero no es menos escabroso el camino que nos conduce
al ofensor para otorgarle el perdón. Por naturaleza somos da-
dos al resentimiento, el odio y la venganza. El «ojo por ojo
y diente por diente» nos 10 apropiamos con una interpreta- .
ción mezquina sin ningún esfuerzo. En la defensa a ultranza
de nuestros derechos ignoramos totalmente la generosidad.
Sí, la quinta petición del Padrenuestro pronuncia juicio
condenatorio contra nuestros impulsos y fonnas de compor-

309
tamiento naturales. De ahí la dificultad para enfrentamos se- los consiguientes efectos en la relación con el prójimo. Dicho
riamente con ella y para apropiárnosla con honestidad. de otro modo, la solución al problema del pecado en sus dos
Pese a todo, es una súplica irrenunciable, tanto como la dimensiones, vertical y horizontal, se encuentra en la petición
que nos llevó a pedir «el pan nuestro de cada día». Recor- del Padrenuestro que estamos considerando.
damos que «no sólo de pan vive el hombre». El ser humano Analicemos su contenido:
tiene profundas necesidades morales que deben ser satisfe-
chas. Entre ellas una de las más importantes es la del manteni- «Perdónanos nuestras deudas»
miento de relaciones correctas con Dios y con sus semejantes,
ambas terriblemente deterioradas por el pecado. Si el pro- En la versión de Lucas se lee: «Perdónanos nuestros pe_
blema del pecado no se resuelve, el hombre no saldrá de los cados» ~c. 11:4). Ambos términos, «pecados» y «deudas»,
abismos de su egocentrismo ni verá fin a sus conflictos. son eqUivalentes. El hecho de que sea este último el usado
Esta realidad es ampliamente desdefiada en nuestro tiem- por Mateo se debe, sin duda, a que éste se expresa de acuerdo
po. La influencia de las corrientes de pensamiento derivadas con la terminología aramea de su tiempo. Como indica 1. Je-
del Renacimiento y la nustración hace que tanto la palabra remias: «ya se sabe que una peculiaridad de la lengua madre
como el concepto de pecado se consideren antiguallas sin de Jesus --el arameo- es emplear para decir pecado la palabra
sentido para el hombre de hoy. Son «sospechosos de misan- hoba, que propiamente significa deuda dineraria».2 El con-
tropía: un bloque errático, prehistórico. Ante tales piedras de cepto religioso de hoba estaba en consonancia con la hamar-
tropiezo, el hombre pasé\Pe largo, procura ignorarlas o negar- tología judaica, según la cual, toda transgresión de la Leyes
les su importancia».l cMno ya en su día afirmara Sir Oliver contraer una deuda ante Dios que debe ser cancelada median-
Lodge, estamos viviendo en «una generación que no siente te el aument? ~e obras ~eritorias o por medio de la expiación,
preocupación por sus pecados». Se reconoce la existencia del aunque, en último térmmo, el perdón se debe a la misericor-
«mal»; pero éste es atribuido a los defectos de la sociedad, dia de Dios. Así se expresa en una de las peticiones del Abinú
a sus estructuras injustas. Sin embargo, en 10 más hondo de Malkenú: «¡Cancela, según tu misericordia, todas las notas
la conciencia de innumerables seres humanos palpitan sen- de nuestras deudas!»
timientos de culpa. Los dramas trágicos de Shakespeare o las Otros textos de los evangelios confirman la equivalencia
obras de Dostoiewsky, Kafka, Golding, etc., no han perdido entre «pecadores» y «deudores» (Mt. 18:21,28; Lc. 7:37, 39,
actualidad y sus lecciones serían altamente saludables si los 41s; 13:2,24), con 10 que se da especial relieve a uno de los
prejuicios y el orgullo no cegaran el entendimiento. aspectos del pecado. Todo lo que somos y todo lo que tene-
Piense 10 que piense y diga 10 que diga el homb~, la rea- ~os se lo debemos a Dios, a quien tenemos que servir obe-
lidad del pecado es insoslayable. Sus manifestaciones son dIentemente, en constante actitud de dependencia y entrega.
bien visibles. Como 10 son sus consecuencias. La liberación Así 10 expresaba Barth: «Somos deudores de Dios. No le de-
de tan gran mal no se logra mediante la negación, sino a tra- bemos algo, ni poco ni mucho, sino, pura y simplemente,
vés de la confesión y de la súplica de perdón ante Dios, con todo; nuestra persona en su totalidad, a nosotros mismos

1. J.M. Lochman, op. cit., 95. 2. 1. Jeremías. Abba, 222.

310 311
trabajadores. Uno de éstos se enciende en ira y airado llega
como criaturas suyas que somos, sostenidas y nutridas por su a su casa, donde entabla úna violenta discusión con su espo-
bondad».' El mismo carácter de totalidad debe tener nuestro sa, a la que llega a golpear en presencia de sus hijos, honda-
amor a Dios (Mc. 12:29, 30) y nuestro cumplimiento de sus mente traumatizados por la escena. Podría prolongarse el
mandamientos, pues «cualquiera que guarda toda la ley, pero relato ad infinitum. La primera mujer, ¿era o no responsable,
ofende en un punto, se hace culpable de todos» (Stg. 2: 10). aunque indirectamente, de cuanto sucedió después de la
Toda sustracción de esa totalidad, origina una «deuda», nos disputa con su cónyuge?
hace culpables de infidelidad. Las parábolas de los talentos ¡Sólo Dios sabe cuántas veces, cuando mi hermano pe-
(Mt. 25:14-30) y del mayordomo infiel (Lc. 16:1-12) son ca, en vez de decir: «Perdónalo», tendré que suplicar:
magníficas ilustraciones al respecto. Todos hemos d~~au­ «Perdónanos»!
dado a Dios. Todos hemos utilizado los dones de él reCIbIdos Pero no pecamos solamente cuando cometemos actos
más para nuestro propio provecho que para su gloria. Todos reprobables. También cuando nos abstenemos de practicar el
hemos sucumbido a la fuerza de nuestro egoísmo, 10 que nos bien contraemos una deuda moral. Tan grave son nuestros
ha conducido a transgredir la ley divina, no en uno, sino en pecados de omisión como los de comisión. Los condenados
muchos puntos. Nuestras deudas para con Dios se han en la parábola de las ovejas y las cabras (Mt 25:31 ss) lo son,
multiplicado. ,. .. . . no por lo que habían hecho, sino por lo que habían dejado
Entenderemos 'mejor la realidad de esa multIplIctdclón SI de hacer: «No me disteis de comef», «no me disteis de be-
una vez más tenemos en cuenta la forma plural: «Perdónanos bef», «no me recogisteis», «no me vestisteis», «no me visi-
nuestras deudas». Mi preocupación no debe limitarse única- tasteis». ¡Reos de pasividad!
mente a mis pecados, como si careciese totalmente de ~s~n­ En análoga condenación podemos caer cualquiera de no-
sabilidad en los pecados de mis semejantes. Helmut ThlelIcke sotros, dada nuestra proclividad a la indiferencia frente a los
escribía: «Soy un eco del entorno que incide en mí».: ~ero problemas, necesidades y sufrimientos de nuestros semejan-
igualmente podría decirse: «Mi entorno es un eco mu.ltIple tes. Son muchas las personas que, acorraladas por la adver-
de lo que hay en mÍ». Mi~ reacciones de mal humor, mIs pa- sidad y la tentación, sucumben y se hunden moralmente sin
labras hirientes, mis silencios de complicidad, mis gestos haber hallado una mano amiga que les ayudara a evitar la
humillantes mis coacciones, mis actitudes de indiferencia caída. Nadie ha tenido para ellas un sentimiento de simpatía,
frente a la i~justicia, 'la mentira y la malevolencia a mi alre- una palabra de consejo, una acción de auxilio. A su alrededor
dedor, pueden causar a otros daños graves. y la extensión d~l sólo han encontrado indiferencia, despreocupación. ¡Nos han
mal es incalculable. Cualquiera de mis faltas puede prodUCIr encontrado a nosotros, ciegos, sordos, insensibles! ¿Sólo la
reacciones en cadena de consecuencias imprevisibles. persona así caída ha de implorar el perdón de Dios? ¿No se-
Imaginémonos algo que con no poca frecuencia. p~ede remos muchos de nosotros los que nuevamente habremos de
suceder en la realidad. Una mujer, sin razón alguna, Imta a exclamar: «Perdona nuestras deudas»?
su marido. Éste entra en su lugar de trabajo intensamente Pero aun en el caso de que alguien se comportara ejem-
enojado. Alterca con su jefe quien, a su vez, increpa a otros plarmente desde el punto de vista humano, sin grandes pe-
cados que confesar y con loables virtudes filantrópicas, no
3. Karl Barth. La oración. 75. podría tener la pretensión de que puede justificarse ante Dios.
4. H. Thielicke, Das Cebet, das die Welt umspannt. 112.
313
312
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engaí'\amos a no-
La declaración bíblica es tajante: «No hay justo ni aun uno ... sotros mismos y la verdad no está en nosotros» (1 Jn. 1:8).
Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» ¿Cómo resolver el problema?
(Ro. 3:10, 23). Una de las enseftanzas más radicales de Jesús
Algunos, «dignos» hijos y émulos de Adán y Eva, han re-
pone al descubierto la verdadera naturaleza hum~a: «Lo que currido a las excusas (Gn. 3:12, 13). El pecado no está en mí;
es nacido de la carne, carne es» (Jn. 3:6). Su radiografía del
está en los otros, en la sociedad, en las circunstancias, en el
corazón humano no podía ser más reveladora: en su interior
entorno. Siempre se encuentra un chivo expiatorio.
anidan «los malos pensamientos, los homicidios, las forni-
Otros han buscado solución por la vía de las comP,en-
caciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias»
saciones mediante la acumulación de méritos propios. Este
(Mt. 15:19). Que todo esto salga o no al exterior depende en
era el camino preconizado por los rabinos judíos. En la
gran parte de las circunstancias. Las guerras han demostrado
balanza de la justicia divina, al peso de los pecados, coloca-
que incluso hombres que en circunstancias normales habrían
dos en uno de los platillos, debe contraponerse en el otro el
sido modelos de bondad, se insebilizan y pueden llegar a las
de las acciones meritOlias. Al comparar el «debe» con el
formas más abyectas de crueldad. En determinadas situa-
«haber», el saldo debe ser cero, o positivo en el haber. Pero
ciones, el más puro cae en la lascivia; el más probo, en la
ningún mérito humano puede cancelar las deudas contraídas
inmoralidad; el más fiel, en la deslealtad.
por el pecado. Ante los ojos de Dios nuestras mejores obras
Si somos sinceros, habremos de confesar que mucho de
son «como trapos de inmundicia» (Is. 64:6). .
10 que vemos y condenamos en el comportamiento de otros
Tampoco nuestros sufrimientos o el imponernos ngores
se halla en estado latente en nuestro interior, tal vez sólo re-
ascéticos pueden compensar el mal brotado de nuestra peca-
primido. Fue realmente perspicaz el nifto que vio venir hacia
minosidad. Uno de los santos de la Iglesia Ortodoxa fue el
él un perro enorme con sonoros ladridos. Afortunadamente
padre Serafín. Este ermitafto ruso pasó mil días y mil noches
su amo 10 detuvo a tiempo y el animal pareció calmarse. «No
sobre una roca clamando: «Seftor, ten misericordia de lllí,
tengas miedo» ~ijo el hombre al muchach~ «¿Ves? Ya ha
pecador». Lo positivo de este comportamiento es que' aq~el
cesado de ladrar», a 10 que el chico replicó: «Sí, pero aún le
hombre era consciente de la gravedad del pecado. Pero nIn-
quedan ladridos dentro». Sólo el Dios omni~cien~e sabe cuán-
gún acto penitencial, por prolongado y duro que sea, puede
tos «ladridos» quedan todavía en nuestro Intenor.
hacernos acreedores a la misericordia divina.
El problema es grave. Todos somos pecadores. Y «la paga
Sólo hay una solución: el perdón gratuito de Dios otor-
del pecado es muerte» (Ro. 6:23). Ningún mérito humano
gado por su gracia. Es, sin embargo, impo~nte, no pe~er
puede establecer una distinción entre «justos» y «pecadores~.
de vista que el hecho de que el perdón de DIOS sea gratuito
Jesús aseguró que sin arrepentimiento «todos pereceréis
no significa que sea fácil. No surge del corazón de un padre
igualmente» (Lc. 13:3); sin nuevo nacimiento espiritual, na-
tolerante, bonachón, que pasa por alto o resta importancia al
die puede entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5). Tenían razón
pecado. Menos aún es resultado de una necesidad inherente
los obispos reunidos en el XIV Concilio de Cartago, al con-
a su carácter. Las palabras de Voltaire: «Dios me perdonará,
denar la ~claración herética de que algunos santos ya no
es su profesión», fluyen de una pésima teología. Cuando Dios
tienen necesidad de pedir: «Perdónanos nuestras deudas».s
perdona 10 hace justamente, no sólo misericordiosamente. Y
justamente ha de tratar el pecado. Por eso no 10 encubre ni
5. Carmignac, Recherches sur le «Notre Pere», 233.

314 315
Probablemente todavía el recuerdo mantiene abiertas heridas
lo minimiza. Su Palabra lo descubre mostrando toda su feal- que supuran resentimiento. Quizá no llegamos a caer en el
dad y sus fatales consecuencias. Pronuncia veredict? de ~ul­ odio hacia tales personas, pero no podemos liberamos de la
pabilidad sobre el pecador y sentencia condenatona. SI ha animadversión. Una barrera de antipatía nos separa de ellas.
de perdonar, de algún modo la deuda contraída por el pecador La espina que un día nos clavaron ha abierto una sima en el
tendrá que ser saldada. . camino de la mutua relación. Las deudas nos alejan de los
Según la ensef'íanza bíblica, la cancelación de ,la deuda se deudores.
produce mediante la obra expiatoria de Cristo. «El ~s la pro- Pero esta situación ¿puede mantenerse tranquilamente? La
piciación por nuestros pecados» (1 Jn. 2:2). Es CIerto que quinta petición del Padrenuestro nos lo impide. Suplicar el
somos perdonados y «justificados gratuitamente», pero sólo perdón de Dios para borrar nuestros pecados nos obliga a
«mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Ro. 3:24). perdonar a nuestros ofensores. Este deber tiene un carácter
Él pagó en la cruz todas nuestras deudas. De este. modo queda marcadamente imperativo. Su cumplimiento es condición
garantizada la respuesta positiva de parte de DiOS a nuestra sine qua non si queremos que Dios conteste favorablemente
súplica: «Perdónanos». En palabras de Wemer Pfendsack, a la primera parte de la petición. Las palabras de Jesús no
«en la muerte de Jesucristo en la cruz, la deuda es saldada; dejan lugar a dudas: «Si no perdonáis a los hombrs sus
se hace visible el no de Dios, la maldición de Dios sobre to- ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará las vuestras»
da culpa humana, a fin de que su sí, el sí de su amor pueda (Mt. 6: 15). En algunos manuscritos, el verbo no aparece en
salvamos a los seres humanos».6 Ahora, sobre la base de la forma presente, «perdonamos» (aflemen) , sino en forma de
obra redentora de Cristo, «si confesamos nuestros pecados, pretérito, «hemos perdonado (afékamen). ¿Significa esto que
Dios es fiel y justo para perdonamos nuestros pecados y l~m­ nuestro perdón a favor de otros ha de preceder al perdón que
piamos de toda maldad» (1 Jn. 1:9). Confiados en los méntos solicitamos a Dios? Esta idea puede tener cierto apoyo en
de Cristo, confesamOS nuestra deuda, a la par que pedimos textos como Mt. 5:23, 24 (aunque una exégesis rigurosa di-
y esperamos el perdón. Es la mejor manera de expresar un.a fícilmente lo permite). Pero ¿se ajusta a lo fundamental del
de las frases finales del Credo Apostólico: «Creo en la remi- mensaje bíblico? Dios no está sometido a ningún condicio-
sión de los pecados». namiento humano. Su actuación no está sujeta a la nuestra
ni depende de nuestras iniciativas. Él es soberano. Somos
~Como nosotros perdonamos a nuestros deudores» nosotros los que hemos de vemos condicionados por las
iniciativas y la actuación de Dios. Lo que Dios hace ha de
Todos tenemos «deudores». Como decía Agustín, «cada ser determinante de lo que nosotros hacemos. Y ha de serlo
cual es deudor de Dios y cada cual tiene también un deudor». desde el principio de nuestra vida cristiana. Desde el co-
Lutero af'íadía: «y si no lo tiene es porque está ciego y no mienzo de nuestra experiencia como hijos de Dios hemos de
se examina con la debida atención».7 . estar bajo la dirección y el poder de su Espíritu. De este modo
Todos podemos recordar sin esfuerzo las palabras, l?s ac- se produce una afinidad, una identificación entre Padre e hi-
tos y las actitudes con que algunas personas nos ofendieron. jos, de modo que lo que el Padre hace, eso también -dentro
de sus humanas limitaciones- hacen ellos. ¿Dios perdona?
6. Cito por Theo Sorg, Wenn ihr aber betet, 115. También nosotros perdonamos. Ya hemos perdonado. Ésta
7. M. Lutero. El Padrenuestro. 104.
317
316
tra reconciliación con Dios, la reconciliación sólo es posi-
es la única expresión válida del significado del texto. Que
ble cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y se los
vivamos o no de acuerdo con él mostrará la calidad de nuestro
confesamos. De modo análogo, la restauración de una amis-
cristianismo. La conclusión sería que el perd,pn, a semejanza
tad rota a causa de una o muchas afrentas únicamente es
del pan, no sólo es pedido y recibido. Debe ser también com-
factible cuando el culpable reconoce su falta, la confiesa al
partido con espíritu perdonador.
ofendido y cambia su comportamiento. Aquí sí es correcta
La dificultad en el cumplimiento de este deber salta a la
la referencia a Mí. 5:21-26. Sin embargo, aun en los casos
vista. Solemos ser mezquinos siempre que hemos de dar algo.
Mucho más en el momento de otorgar perdón. Fácilmente 10 e!1.que la reconciliación no llega a producirse por insen-
cercenamos; prácticamente 10 anulamoS. Frecuentemente se sIbIltdad o contumacia del ofensor, el ofendido si es
oye decir: «Le perdono, pero para mí ha terminado». Se ha cristiano, debe~ .desterrar de su espíritu el resenti~iento y
extinguido la llama de un odio airado, pero queda el rescoldo perdonar, «remItIendo la causa al que juzga justamente»
(l P. 2:23).
del resentimiento. Se mantiene la enemistad. Al pensar en la
persona «perdonada», se sigue sintiendo la misma tensión in- Por desgracia, no siempre llegamos a ese nivel de madurez
terior, la misma amargura y desazón que se sentía antes del y coherencia cristiana. No tratamos a quienes pecan contra
pseudoperdón. Pero la retención de esos sentimientos tiene nosotros con el espíritu propio de hijos de Dios. Ni olvida-
efectos gravemente nocivos. Es cobija! una vfuOTa que va mos ni enterramos sus faltas y ofensas. Más bien las descu-
emponzoñando el espíritu. ¡Cuán sens~ta la advertencia de brimos y proclamamos a los cuatro vientos inflándolas con
Lutero: «Ten cuidado, oh mortal; no quien te ofende te daña, malevolencia.
sino tú mismo, que no perdonas, te causas un daño que ni Pero ese modo de actuar ¿no nos condena inexcusa-
el mundo entero podría inferirte»!8 blemente? ¿Qué significado puede tener nuestra petición:
«Pe~dónanos ... como nosotros perdonamos»? Equivaldría a
El perdón cristiano incluye el olvido de las ofensas. Ob-
viamente no podemes olvidar en sentidO literal, a menos que pedIr: «Padre, descubre mis pecados a ojos de todo el mun-
suframos una pérdida total de la"memoria. El olvido implícito do; critícalos sin misericordia. ¡Humfllame difámame
húndeme!». "
en el perdón equivale a enterrar la ofensa, a no permitir que
su recuerdo reavive la animadversión, a mantener la relación Gracias a Dios, por su gracia, podemos evitar la caída en
restaurada con el ofensor como si éste nunca nos hubiese la cicatería de quien, perdonado, no sabe perdonar. Pode-
agraviado. Esto es 10 que Dios mismo hace cuando declara: mos orar y .obrar impulsados por el amor, de modo tal que
«Nunca más me acordaré de tus pecados» (Is. 43:15). Sólo nos sea líCIto atrevemos Ji pedir ser tratados como noso'-
la práctica de un perdón auténtico, pleno, nos permite pedir tros tratamos a nuestros semejantes. Gregorio de Nyssa se
con confianza: «Perdónanos nuestras deudas». atrevió a sugerir en uno dk sus sermones que nuestro com-
Por supuesto, la cuestión del perdón es bastante más am- ~rtamiento puede llegar a ser paradigmático para Dios
plia y compleja. Con 10 que acabamos de exponer no queda mIsmo: «Jesús quiere que vuestra disposición sea un buen
dicho todo. ¿Qué hacer, por ejemplo, en el caso de que el ejemplo para Dios. Invitamos a Dios a que nos imite: "Haz
ofensor persista en su actitud hiriente? En el plano de nues- 10 mismo que yo he hecho. imita a tu siervo, oh Señor, aun-
que sólo es un pobre mendlgo V tú eres el Rey del universo.
8. M. Lutero, op. cit., 97.

318 319
He mostrado gran misericordia a mi prójimo; imita la caridad Los perdo~a~os somos llamados a perdonar. Y podemos
de tu siervo, oh Señor"».9 re~ponder posItIvamente al llamamiento. Respondamos hu-
Tres factores poderosísimos abren ante nosotros la po- m~ldemente .. Por nuestra práctica del perdón, el nombre de
sibilidad de vivir en la esfera del perdón: DIOS es santIficado, su reino se hace visible, su voluntad se
1. El perdón que Dios nos ha otorgado a nosotros. Nues- cumple en la tierra con un reflejo del cieJo.
tra deuda para con él era inmensa. Y él la ha cancelado «Padre ... jPerdónanos! ... Perdonamos».
total y definitivamente. Lo que ha hecho ha de inspirar
y determinar nuestras acciones. Ésa es la conclusión a
que llega Pablo: «Sed benignos unos con otros, mise-
ricordiosos, perdonándoos unos a otros, como también
Dios os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imi-
tadores de Dios cOJl1o hijos amados» (Ef. 4:32; 5:1).
Sólo caben dos opciones: o cumplir 10 indicado por el
apóstol, o caer en la increíble villanía del siervo cruel
descrito en la parábola de los dos deudores (Mt. 18: 23
ss). Por mucho que nosotros hayamos de perdonar, se-
rá siempre infinitamente mayor la deuda que Dios nos
ha condonado a nosotros. Su perdón debe generar nues-
tro perdón.
2. El ejemplo de Cristo, quien «cuando le maldecían, no
respondía con maldición» (1 P. 2:23), sino que clama-
ba: «Padre, perdónalos, porque no saben 10 que hacen»
(Le. 23:24). Sus palabras «ejemplo os he dado» (Jn.
13:15) tienen aplicación a todos los actos de su vida.
También al otorgamiento del perdón a quienes nos
afrentan y nos hieren.
3. La acción del Esp{ritu Santo en nosotros. Por él, «el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazo-
nes» (Ro. 5:5). Es el amor que llevó a Cristo a morir
,por los impíos (Ro. 5:6), por los pecadores y enemigos
(Ro. 5:9, 10). Si ese amor no se manifiesta en nuestro
comportamiento, ¿podremos asegurar que el Espíritu
Santo mora en nosotros? «y si alguno no tiene el Espí-
ritU de Cristo, el tal no es de él» (Ro. 8:9).

9. Cito por W. Barclay, op. cit., 110.

320 321
Sexta petición

«y no nos metas en tentación,


mas líbranos del mal»
El perdón divino, solicitado en la petición anterior, no es
suficiente para resolver la totalidad del problema espiritual
que plantea el pecado. ¿De qué serviría que Dios nos per-
donara una, cien, mil veces, si de modo inevitable siempre
hubiéramos de sucumbir al impulso de nuestras tendencias
pecaminosas? Al perdón de Dios debe unirse su protección
a fin de que no seamos víctimas constantes de las fuerzas del
mal. A esta necesidad responde la sexta y última petición que,
en frase doble, hallamos en el Padrenuestro. Si la anterior nos
da paz tras las caídas de la jornada, esta última nos infunde
aliento para afrontar los riesgos morales del nuevo día. Todo
creyente puede decir con Lutero: «Con la quinta petición me
acuesto; con la sexta me levanto».

No nos metas en tentación


El verbo «tentar», tanto en el Antiguo Testamento (Heb.
nasah) como en el Nuevo (gr. peirazo), significa, por lo
general, someter a prueba. Esta acción podía -y puede- tener
un propósito saludable: el robustecimiento de la fe y la de-
mostración de su autenticidad. Tal fue el caso de Abraham,
a quien Dios «tentó» o probó al pedirle el ofrecimiento de
su hijo Isaac en sacrificio (Gn. 22). Análoga finalidad tuvie-
ron las dificultades a que Israel fue sometido durante su pe-

323
regrinación por el desierto (01. 8:2) o e~ problema d~ l~ con- . Tambi~n Pablo er:a consciente de esta realidad, y si San-
vivencia con pueblos paganos en PalestIna (Jue. 2:22, 3.1,4). tIago consIderaba «bIenaventurado» o dichoso a quien sufre
Benéfica fue también la intención divina al someter a prueba y vence la tentación (Stg. 1:12), Pablo veía en las tribula-
cipnes -siempre causa de prueba- un motivo para gloriarse
a Job. (Ro. 5:3-5; 2 Co. 12:9, 10). Con más razón que Nietzsche,
El mismo sentido positivo tiene la tentación en algunos
textos del Nuevo Testamento (1 P. 1:6; 4:12), por lo que la el creyente puede decir: «Todo lo que no me destruye me for-
experiencia de la prueba, en el fondo, debe ser motivo de ta17ce», con la particularidad de que ninguna prueba es su-
gozo (Stg. 1:2,3, 12). La probación entra en el programa?e fiCIentemente poderosa para destruirlo (l Co. 10:13).
Dios. Su propio Hijo unigénito «fue llevado ~r el Espíl!tu Pero la prueba siempre conlleva un riesgo, una posibili-
al desierto para ser tentado» (Mt. 4:1), y el mIsmo CaIm~o dad de fracaso. Adán no salió airoso de ella. Tampoco Israel,
han de seguir los hijos de Dios en Cristo, pues «no es el dIS- en muchas ocaciones. Sería incontable el número de creyen-
cípulo más que su Maestro, ni el siervo mayor que su señor» tes, antes y después de Cristo, que han salido derrotados de
(Mt. 10:24). Como aseveraba Tertuliano, «nadie que no ha- la tentación. Es obvio, pues, que cada vez que somos tentados
ya pasado por la tentación puede entrar en el remo de los corremos el peligro de sufrir grave dafio moral. De ahí la ne-
cielos».! cesidad de pedir: «No nos metas en tentación».
Este elemento probatorio en la experiencia cristiana no.se .Pero la súplica entrafia una dificultad teológica. ¿Es Dios
debe a ningún sentimiento de complacencia por parte de DIOS qUIen nos «mete» en situaciones que amenazan nuestra inte-
en el sufrimiento de sus hijos. Él «no humilla ni aflige por gridad espiritual? ¿Es él, en último ténnino, el «tentador»?
gusto a los hijos de los hombres» (Lam. 3:33). Pero sabe que En el Antiguo Testamento a menudo se atribuye a Dios la
no hay sucedáneos que pennitan prescindir de tal elemento, causali?ad en todo cuanto acontece (Ej. Is. 45:7; Am. 3:6),
esencial para la vigorización espiritual. El árbo~ se enraíza con objeto de exaltar su soberanía. Ello, probablemente, dio
tanto más sólidamente cuanto más fuerte es el VIento que lo lugar a la redacción de plegarias en las que se invoca a Dios
azota. Nuestro organismo físico incrementa su capacidad in- como si fuera de m~o directo el autor de la incitación al pe-
munológica cuando ha sufrido el ataque de viru~ u otro~ ~gen­ ~ado. 1. Jeremias cita una antiquísima oración judía vesper-
tes patógenos. y algo parecido suced~ en la VIda e~p~ntual. tIna, supuestamente bien conocida en tiempo de Jesús:
Como ya hemos indicado, la prueba tIene efectos v~vI~can­ «No conduzcas mi pie al poder del pecado
tes. Santiago expresa este hecho con palabras muy sIgm~ca­ y no me lleves al poder de la culpa,
tivas cuando, refirié~dose al varón que soporta la tentaCIón, y no al jxxler de la tentación,
declara: «recibirá la corona de la vida» (Stg. 1:12). La frase y no al poder de la infamia».
no debe hacemos pensar únicamente en una bendición esca- E inmediatamente después da su explicación exegética:
tológica, sino en una vida de plenitud espiritual resul.tante «T~nto la yuxtaposición de los conceptos pecado, culpa, ten-
de la prueba, beneficio que sigue inmediatamente al tnunfo taCIón, infamia, como el giro "conducir al poder de", mues-
sobre la tentación. ?,an que la oración judaica de la noche no pensaba en una
m!e~ención inmediata de Dios, sino más bien en una per-
mISIón suya: empleando una expresión gramatical técnica, el
1. Tertuliano, De baptismo, 20, 2.

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causativo tiene aquí matiz pennisivo». 2 Lo mismo puede posesión definitiva de esa realidad salvífica: "entrar en la
decirse de la petición del Padrenuestro. tentaci~n" significa, en rigor, penetrar en su interior para
Al considerar esta cuestión hemos de tener presente el -apropIándosela y poseyéndola- participar personalmente de
conjunto de referencias bíblicas. De él se desprende que en ella o entrar en comunión con ella; en otras palabras: insta-
algunos casos es Dios mismo quien, con fines altamente pro- larse temporal o definitivamente en la tentaci6n o sucumbir
vechosos, dispone algún tipo de prueba para sus hijos. Es su a ella».4 ¡Terrible tragedia! Urge clamar al Padre solicitando
Espíritu el que nos lleva al «desierto» de la tentación. Pero su auxilio para libramos de ella.
no siempre es así. Independientemente de la iniciativa oca- Son muchas las situaciones en que hemos de acudir a Dios
sional de Dios, la mayor parte de nuestras tentaciones son con la sexta petición del Padrenuestro. En el Nuevo Testa-
resultado o de nuestra propia concupiscencia (epithymia - m.ento ~ay indicaciones de una hora escatológica de singular
Stg. 1:13, 14), o de incitación satánica nacida del afán des- tnbulaclón (Mt. 24:21) y tentación (Ap. 3:10). Características
tructor del maligno. Éstas son las más peligrosas, pues no co- de esa hora serán la persecución contra el pueblo de Dios y
rresponden a un propósito positivo, sino todo lo contrario. la apostasía. ¿No estaremos viviendo ya los antecedentes de
En cualquier caso, hemos de suplicar la protección del Pa- esa época dramática? Nunca antes se habían coligado tantas
dre celestial, sin la que difícilmente podríamos evitar la caí- y tan poderosas fuerzas contra Dios y su reinado. El mundo,
da. No pediremos ser librados de la experiencia -ineyitable- particulannente el occidental, se va haciendo cada vez más
de la tentación, pero sí de sucumbir bajo su poder. Esta era ateo y anticristiano. La fe y la moral cristianas son objeto de
la interpretación dada por Orígenes a la sexta petición del renovados ataques, frontales o solapados, o de menosprecio
Padrenuestro, a la que aftadía la siguiente observación: calumnia y escarnio. '
«Quien cae en la tentación se queda dentro de ella, porque, Pero la tentación no se limita a un momento detenninado
a mi modo de entender, está apresado en su trampa».] Y lo ~e la ~storia ni ~ unas fonnas concretas de oposición al tes-
grave es que muchas veces la persona así caída se encuentra timomo evangélico. Es una experiencia común a todos los
a gusto en su situación. Ha entrado en los dominios del mal tiempos con una amplísima diversidad de manifestaciones.
y se instala en ellos. Del mismo modo que hay una «entrada Lutero dividía las tentaciones en dos grandes grupos: las que
en el reino de Dios» (Mt. 19:23) y una «entrada en la vida» nos vienen por el lado izquierdo y las que nos atacan por el
(Mt. 19: 17), así hay una entrada, consciente y deliberada, lado derecho. «Las primeras incitan al odio, a la amargura,
en el feudo del diablo y de la muerte que subyace bajo la a la desgana y la impaciencia. Sobrevienen éstas a la enfer-
tentación. Sabugal ha ampliado este pensamiento con gran meClad, la pobreza, la deshonra y a todo lo que causa dolor...
acierto: «"Entrar en la tentación" es, pues, una expresión del Las.' ?ntaclo~es.dellado derecho son las que incitan a la im-
todo análoga a entrar en el reino... o "entrar en la vida"... , p'udlcla, la lUJuna, la soberbia, la avaricia y la vanidad y con-
designando en ambos casos el ingreso en el interior del SIsten, además, en todo aquello que nos complace, particular-
espacio metafórico de la "tentación" y el "reino" o "la vida". mente cuando se hace nuestra voluntad, se alaban nuestras
Ahora bien, el ingreso en estos últimos equivale a tomar pal.abras, consejos y acciones y se nos honra y tiene en alta
estima. Esta'clase de tentación es la más dafüna... ».5
2. J. Jeremías, Abba, 233. 4. Santos Sabugal, Abba, 710.
3. Orígenes, De la oración, 29, 9. 5. M. Lutero, op. cit., 106, 109.

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el primero observamos una desfiguración de la verdad que
Entre estas últimas formas de tentación podríamos colocar podía hacer pensar en arbitrariedad por parte de Dios. ¿Por
igualmente algunas en las que i~cl~so los más .«~antos~ pue- qué había de reservarse exclusivamente para sí, sin com-
den caer con facilidad: el engreImIento, la envIdIa, l~ mtole- partirlo con sus criaturas humanas, hechas a su imagen, el
rancia la falta de amor, las ansias de poder y autondad, la conocimiento del bien y del mal? ¿No sería cierto que Dios
hipoc~sía que envuelve en apariencias externas una gran no quería rivales semejantes a él? Y no fue menor la sutileza
miseria interior. Estos pecados pueden apare~r -y fr:e c.uen- en la triple tentación de Jesús, ~unque las formas de ésta
temente aparecen- en el ámbito de la comumdad.cnsuana, variaron considerablemente. El diablo insta al Hijo de Dios
en el campo del servicio al Sef\or. Por eso han sIdo.deno- a realizar acciones totalmente lícitas en sí: satisfacer su ham-
minados «pecados del santuario». Quien queda prendIdo. en bre mediante pan, acreditar su filiación divina mediante un
sus redes no sólo sufre personalmente las consecuencIas. milagro espectacular y conquistar el mundo por el camino
Causa dolor y grave daf\o a su alrededor. más corto y menos costoso. Pero las tres proposiciones satá-
Más importante, sin embarg~, que las formas de pe~ado nicas estaban en oposición a los propósitos de Dios.
a que puede incitamos la tentacIón, es la naturaleza. mIsma La verdad es que no siempre lo lícito es conveniente (1
de ésta. Siempre equivale a una tremenda confrontacIón..Por Co. 6: 12). Las cosas buenas intrínsecamente, como lo es el
un lado, se yergue nuestro yo, ávido de autonomía, de bIen- pan, si nos apartan de la lealtad a Dios, se convierten en pe-
estar y placer. Por otro, está Dios con las demandas morales caminosas. Este hecho trae una vez más a nuestra mente la
de su santa ley que exigen nuestra confianza y nuestra obe- peligrosidad de algunas bendiciones. Por ejemplo, la facili-
diencia, cueste lo que cueste. dad con que un éxito, resultado de la gracia divina, nos hincha
En esa confrontación podemos llegar a la osadía, tan de vanagloria; el celo por la verdad nos hace excesivamente
ridícula como impertinente, de «tentar a Dios», de pretender intolerantes; la honrosa posición de ministros de Cristo nos
que su voluntad y su actuaci~n se so~etan ~ nuestras ~pe­ encumbra a detestables alturas de autoritarismo; la posesión
tencias, por lo general pecammosas. DIOS deja de ser sUjeto de la verdad inculca en nosotros la idea falsa de que nuestro
para convertirse en objeto de. mal~vola prueba. ¡Locura! Así dogmatismo es fidelidad y que no caben más interpretaciones
tuvieron que reconocerlo los lsraebtas que una y otra.vez ten- válidas de la verdad que la nuestra (de ese dogmatismo a la
taron a Dios en el desierto asediándolo con sus quejas y sus pretensión -má o menos inconscient~ de infalibilidad sólo
peticiones caprichosas (Éx. 17:7; Nm. 14:22,23; Sal. 78:18, hay un paso). En todos estos casos se ha producido caída en
41,56; 95:9). Pero esa pretensión sie~pre fraca~. No podría una tentación sutil generada en las regiones de la experien-
ser de otro modo. Dios no puede dejar de ser Dios. Ante el cia misma de la fe. Expresa una verdad tan evidente como
Creador, la criatura sólo puede adoptar una posición: la. de triste el aforismo «la corrupción de lo mejor ~s lo peor».
la sumisión. Pero no la sumisión forzada de un esclavo, smo Nadie está a salvo de las tentaciones, ni de las más claras
la de un hijo que confiadamente y. co~ go~o se pone en las y violentas ni de las más suaves y solapadas. Pablo conocía
manos del Padre sabio, justo y mlsencof(boso.. muy bien el porqué de su palabra admonitoria: «El que pien-
Apartar al hombre de esa sumisión e.s la finalIdad de toda sa estar firme, mire que no caiga» (l Co. 10:12). Ante tan
tentación satánica. Así se puso de mantfiesto en el Edén. Y solemne advertencia, no estará de más que hagamos nuestra
en el desierto de Judea adonde fue llevado Jesús. En ambos la súplica del salmista: «¿Quién podrá descubrir sus propios
ejemplos se pone de relieve la sutilidad de la tentación. En
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errores? Absuélveme de los que me son ocultos. PreselVa nuestra experiencia de la tentación presenta una doble faceta,
también a tu sielVo de la insolencia; que no se ensefioree de con un contraste tan vivo como el que ofrece la comparación
mí; entonces seré irreprochable y quedaré libre de grave entre Adán y Cristo. En Adán -somos sus descendientes- y
delito» (Sal. 19:12, 13). como Adán, somos tentados y caemos. En Cristo, por Cristo
Pero no sólo de la soberbia insolente debemos ser y como Cri~to, somos tentados y vencemos. ¿Siempre? Siem-
preselVados, sino de toda claudicación y caída en el mal. pre que Cnsto nos llene por medio de su Espíritu.
Por eso una y otra vez hemos de pedir: «No nos metas en
tentación».
Esta petición, sin embargo, no debe estar inspirada sola- Mas líbranos del mal
mente en 10 grave del peligro. Ha de brotar del corazón con
acentos de triunfal confianza. A un santo temor debe unirse El término «mal» (gr. poneros) puede tener dos signi-
la certidumbre de que Dios atenderá favorablemente a quien 1;icados: el mal o 10 malo y el malvado, el maligno. Ambos
invoca su ayuda. Su respuesta está garantizada por el mi- aparecen con frecuencia en el Nuevo Testamento. Unas ve-
nisterio intercesor de Cristo, quien, ante las tentaciones de ces. pon,eros equivale a mal moral, a acción injusta, falta o
los suyos ruega por ellos para que su fe no falte (Lc. 22:32; delIto. Ese es el sentido de la palabra en la pregunta de Pilato:
Ro. 8:34). La eficacia de su intercesión está asegurada no só- «¿Qué mal ha hecho?» (refiriéndose a Jesús) (Mt. 27:23).
lo por la suprema autoridad que le ha sido dada en el cielo Otras veces el término es adjetivo unido a algún nombre. Así
y sobre la tierra (Mt. 28: 18), sino también por la comprensión leemos de hombres malos (2 Ti. 3: 13), de tiempos malos
y la compasión de quien fue tentado en todo según nuestra ~f. 5:1'6), de un mundo malo (Gál. 1:4). Desde el punto de
semejanza (He. 4:15). «En cuanto él mismo fue probado ... ~lsta m~ral, to~o 10 que nos rodea es malo. Todo ejerce una
es poderoso para venir en auxilio de los que son tentados» influenCIa daffina de la que debemos ser librados.
(He. 2:18). Pero también se hace mención en la Biblia de un corazón
Su socorro nos llega mediante la acción del Espíritu Santo; malo (Heb. 3: 12).-Es el corazón de todo ser humano por na-
su vicario, a quien Jesús mismo dio el nombre de Paracleto turaleza. El mal no se halla solamente en el exterior. Habita
(Jn. 14: 16ss; 16:13-15), es decir, el que está al lado para también en nuestro interior. Si me dispongo a hablar de hom-
ayudar guiando, aconsejando y fortaleciendo. Por su acción, bres malos,. d:~ empezar hablarido de'ese hombre malo que
el espíritu del creyente es investido de poder (2 Ti. 1:7) para soy yo. Es mutil que tratemos de ocultar o disimular nuestra
que logre ser «más que vencedor» en todas las pruebas «por verdadera identidad. Juan Ramón Jiménez daba comienzo a
medio de Aquel que nos amó» (Ro. 8:37). De este modo se uno de sus poemos con esta frase: «Yo no soy yo... ». Por
cumple la alentadora promesa comunicada por Pablo: «No os supuesto, sus palabras no deben interpretarse literalmente. Lo
ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero que sigue, de contenido profundo, muestra 10 .problemático
fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más de 10 del alma humana, dolorosamente escindida. Pero son muchas
que podéis resistir, sino que proveerá también juntamente las personas que, en su afán de exculparse a sí mismas de sus
con la tentación la vía de escape para que podáis soportar» malos actos e inclinaciones, niegan ser 10 que realmente son.
(l Co. 10:13). ¡Vana quimera! Yo soy yo con toda mi carga de humanidad
Si hubiéramos de resumir 10 expuesto, diríamos que caída, con mis pasiones y debilidades, con mi egoísmo y mi

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orgullo, con mis enojos y resentimientos, con mi tendencia sus horripilantes sacrificios (algunos con víctimas humanas)
a lo terrenal y no a lo celestial. Verdad es que Dios ha puesto se extiendan increíblemente en países civilizados, hace pen-
en mí una nueva naturaleza, un nuevo yo; pero sobrevive mi sar que tales fen6menos tienen como causa raíces profundas
yo antiguo, causa de gran parte de mis males. Por eso tengo que penetran en terrenos misteriosos más allá de la propia
que orar: «De ese yo, que yo aborrezco, líbrame, Sefíof». persona y del grupo social a que pertenece.
Examinemos ahora la segunda parte de la petici6n tradu- El misterio es aclarado por la Sagrada Escritura y el re-
ciendo el poneros por «el malo», es decir, Satanás. Ésta fue sumen de lo que ésta nos ensefía nos lo ofrece Pablo al escri-
la traducci6n preferida por los padres orientales de la Iglesia bir: «No tenemos lucha contra sangre y carne -adversarios
a partir de Orígenes. humanos- sino contra principados, contra potestades, contra
Fue el diablo el que tent6 a Jesús, el que solicit6 poder los dominadores de este mundo de tinieblas, contra huestes
para zarandear a los apóstoles como a trigo (Lc. 22:31), el espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12),
que incit6 a Judas a la traici6n (Lc. 22:3) e indujo a Ananías sometidas al «príncipe de la potestad del aire, el espíritu que
y Safira a mentir (Hch. 5:3), el que intenta seducir al creyen- ahora actúa en los hijos de desobediencia» (Ef. 2:2), «el
te para extraviarlo (2 Co. 11 :3), el que, «como le6n rugiente, príncipe de este mundo» (Jn. 16: 11).
anda alrededor buscando a quien devorar» (l P. 5:8). Él es Nadie debiera pasar por alto despectivamente la reve-
el gran adversario, causante de incontables tentaciones. laci6n bíblica. Nunca como en nuestro siglo había aparecido
Al pisar terreno de la demonología debemos ser prudentes. la humanidad con rasgos demoníacos tan sobrecogedores.
No podemos reavivar las fantasías medievales con sus extra- La injusticia, la brutalidad y la violencia han llegado a tales
vagantes imágenes del diablo. Tampoco es sensato ver demo- extremos que cuesta ver en ello solamente la horrible capa-
nios por todas partes y atribuir a intervenci6n satánica hechos cidad del hombre para el mal. En algunos momentos pareCen
(enfermedades, por ejemplo), que tienen causas puramente extrahumanas las fuerzas que pugnan por la destrucci6n hu-
naturales. La puerilidad y la exageraci6n fertilizan el escep- mana, tanto en el orden físico como en el moral. La única
ticismo de quienes tildan de ridícula toda idea de un diablo explicaci6n plausible, pese a las negaciones y burlas de los
real. . escépticos, es que detrás de todos los males que atormentan
Por otro lado, sería erróneo interpretar todos los textos al mundo está «el Malo».
bíblicos que se refieren al diablo y sus huestes como pura La influencia de tan siniestro adversario no afecta sola-
mitología. Aun prescindiendo de la literalidad con que en mente al mundo, divorciado de Dios. Llega también al pue-
buena exégesis han de aceptarse muchos relatos bíblicos, blo de Dios. Se manifiesta en la experiencia de cada cristiano.
en particular los relativos a exorcismos, parecen innegables El hecho de ser hijos de Dios no impide que el diablo nos
muchos fen6menos difíciles de explicar si se rechaza total- asedie. Recordemos las palabras de Jesús recogidas por Lucas
mente la existencia de poderes espirituales invisibles que (Lc. 22:31). Sus discípulos pueden ser violentamente zaran-
intervienen en la vida de los humanos. El auge de diversas deados por el maligno. Como nos ensefl.6 a cantar Lutero,
formas de ocultismo en los países occidentales, con adeptos «con furia y con afán ac6sanos Satán».
de todas las clases sociales y culturales, no puede identi- Esa furia se hace patente en la persecuci6n, en las gran-
ficarse con la etiqueta de «snobismo». El hecho de que no des pérdidaS, en tribulaciones duras, en enfennedades dolo-
s610 el ocultismo sino incluso el satanismo, con sus ritos y rosas, en la muerte de seres amadísimos, en la angustia del

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abandono o la soledad. Ante el embate de estas aflicciones, susurra en el oído del alma: «Vive tu vida; no seas ingenuo.
¡cuánto necesitamos clamar a Dios para que nuestra fe no Tienes derecho a gozar de ella con todo 10 que te ofrece y
falte! Pero la fe, robustecida en la prueba, resiste victorio- te daría si no estuvieses cegado por tus prejuicios morales y
samente las mayores adversidades. Helrnut Sauter, en su co- ~l!giosos, por tus pueriles ideales románticos sobre la jus-
mentario ilustrado sobre el Padrenuestro, refiere la experien- nCIa, el amor, la lealtad, la conciencia... Es hora de que
cia de un joven rabino que huía en un bote, con su esposa acabes con tus represiones. Has perdido los mejores afios de
y su hijito, de la Inquisición espafiola. En la travesía perecen tu vida; pero aún te queda mucho por delante. Decídete antes
la madre y el nin.o. Elevando sus manos al cielo, el judío se de que sea demasiado tarde». ¿Quién no ha escuchado alguna
dirige a Dios con una oración patética: «Dios de Israel, aquí vez esa voz? Voz suave, con acentos de lógica, pero es la voz
estoy, huyendo a fin de poder servirte sin ser molestado, para del «padre de mentira» (Jn. 8:44), de aquel que es «homicida
cumplir tus mandamientos y santificar tu nombre. Pero tú 10 desde el principio» (id.) ¡Cuán importante es que en esos mo-
has hecho todo para que no crea en ti. Si piensas que lograrás mentos de mayor vulnerabilidad, siguiendo la admonición
apartarme de tu camino, te digo, Dios y Padre mío, que no del Maestro, velemos y oremos para no caer en la tentación!
lo conseguirás. Puedes matarme, quitanne lo mejor y lo más (Mí. 26:41).
querido de cuanto tengo en el mundo. Puedes atonnentanne Probablemente el gran Enemigo es sabedor de sus lindes.
hasta la muerte, pero yo siempre creeré en ti, te amaré... ¡aun En el libro de Job se nos muestran las limitaciones a que se
a pesar tuyo! ».6 Podemos criticar la teología de este hombre, v~ sometido por la soberanía de Dios. Pero, si no puede hun-
pero tenernos que admirar la victoria de su fe en una expe- dimos, hará todo lo posible por anulamos espiritualmente.
riencia de tentación en la que probablemente muchos de Puede resignarse a que sigamos siendo cristianos, pero inten-
nosotros habríamos naufragado. tará por todos los medios hacer de nosotros creyentes tibios,
Pero no siempre ataca el diablo con la fiereza del lOOn. aletargados, dominados por la autocomplacencia, cuando no
A veces lo hace como lobo vestido de oveja o como serpiente por un espíritu genuinamente farisaico, alejados de toda acti-
astuta que sabe adaptarse a todos los terrenos, a todas las si- ?Id ~ria de compromiso en. el servicio de Cristo; a poder ser,
tuaciones, usando en cada caso la táctica más conveniente. macuvos, pero en cualqUIer caso carentes de intensidad
La mente demoníaca sabe combinar magistralmente todos los espiritual.
factores y circunstancias que concurren en la vida de una per- El «Malo» es tan terriblemente sagaz corno incansable.
sona para hacer de ella su presa. Un disgusto, un desengafio, Ciertamente es temible. También en su famoso himno de la
una experiencia de gran frustración, una hora de desaliento, Refonna se refiere Lutero al poder demoníaco y declara:
de soledad o depresión, un momento de perplejidad ante los «cual él no hay en la tierra». Pero no debiera esta realidad,
problemas teológicos que plantea el sufrimiento con la apa- oscura y desalentadora, nublar otra superior, esplendorosa.
rente ausencia de Dios, la prosperidad de los malvados y las Si el diablo es poderoso, Dios, nuestro Padre, es omnipoten-
penalidades continuas de muchos creyentes, todo es material te. Es Seftor soberano en cielos y tierra. Además, Dios ha
excelente que el diablo usa para aumentar la carga explosiva irrumpido en la historia. Encarnado en Cristo, vino al mundo
en el momento del ataque. Llegado el momento oportuno, «para deshacer las obras del diablo» (l Jn. 3:8). Satanás es
el «fu~rte», pero Cristo es «el más fuerte» que 10 vence y
despoja (Mí. 12:24-29). Algo de esta derrota se vislumbra en
6. H. Sauter, Vater unser, tyrolia Verlag. Innsbruck-Wien. 77.

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la visión· descrita por Jesús a sus discípulos: «Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc. 10:18). Pero el
triunfo de Jesús se consumaría gloriosamente en su muerte
y resurrección. La cruz, que parecía el éxito definitivo de Sa-
tán, fue el anna que hirió gravemente su cabeza, como sim- La Doxología
bólicamente se había anticipado poco después de la caída de
Adán (On. 3:15). La gloria de este suceso sería aumentada
el domin,go de pascua al levantarse Cristo vencedor de la «Porque tuyo es el reino,
muerte. Este es el último gran enemigo (l Co. 15:26) depen-
diente del imperio del diablo (He. 2:14). Pero es un enemigo el poder y la gloria,
tan derrotado como el diablo mismo. Por eso, cuando en el por todos los siglos. Amén.»
Padrenuestro rogamos «líbranos del Malo», estamos invo-
cando un beneficio garantizado por la gran victoria de Jesús.
Por consiguiente, nuestra petición debe estar impregnada de Estas palabras constituyen una confesión de fe con la que
confianza. La vieja «serpiente», pese a haber sido irremisi- la Iglesia ha expresado su confianza en que Dios contestará
blemente herida en la cabeza, seguirá azotando con sus co- las peticiones del Padrenuestro. Suenan como una explosión
letazos a los santos del Senor; pero su poder y el tiempo de de júbilo triunfal. En medio y por encima de todos los males,
su acción están delimitados. Se acerca el día en que se cum- peligros y pruebas, está nuestro Padre celestial como Senor
plirá la promesa apostólica: «El Dios de paz aplastará en bre- supremo, todopoderoso, eternamente soberano. Nuestras sú-
ve a Satanás bajo vuestros pies» (Ro. 16:20). plicas tendrán cumplida respuesta.
Entretanto habremos de luchar para no ser derrotados por La crítica textual es hoy prácticamente unánime en reco-
él. Tendremos que «velar y orar» para no caer en tentación. nocer que esta conclusión, que no aparece en los manuscritos
A menudo el secreto de la victoria será la huida de las situa- más antiguos y acreditados, no formaba originalmente parte
ciones propicias a la derrota (l Ti. 6: 11 y contexto). Siempre de la oración ensenada por Jesús, sino que fue anadida cuan-
es peligrosa la presunción de quien se cree a salvo de toda do el uso litúrgico de ésta se introdujo en el culto. Una adición
caída. Aun el más santo puede hundirse (1 Co. 10:12). Pero d.e este tipo estaba en consonancia con la práctica judaica de
una fe humilde, nutrida de las promesas de Dios y enraiza- concluir las plegarias con aná1~gas doxologías. De todos mo-
da en los triunfos de la cruz y la resurreción de Cristo, puede dos, la agregación al texto del Padrenuestro se efectuó en
vencer al Maligno y sus aliados (l Jn. 2:14b; 5:4). época muy temprana, pues aparece ya en la Didajé (proba-
Con esa fe el creyente, al rogar: «Líbranos del mal (o blemente finales del siglo 1).
del Maligno)>>, puede anadir, esperanzado y gozoso: «¡Nos Es indudable que muy pronto las comunidades cristianas
librarás!» asumieron la doxología como expresión de alabanza y como
testimonio de certidumbre respecto a la respuesta divina. Sus
palabras están impregnadas de piedad bíblica y son Como un
eco de la admirable oración laudatoria de David: «Tuya es,
oh Yahvéh, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria

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y el honor... Tuyo, oh Yahvéh, es el reino, y tú eres excel- de integración económica y política que se obselVan en los
so sobre todos» (l Cr. 29:11). De ahí que cada una de esas países occidentales, como la creación de un «imperio» de di-
palabras sea una fuente de inspiración para cada creyente y mensiones mundiales que regirá definitivamente los destinos
para la Iglesia. de la humanidad. Los dirigentes de tal imperio -se piensa-
En el fondo, la doxología del Padrenuestro es una res- serán los soberanos del mundo entero. ¡Vana ilusión! Siem-
puesta de fe relativa a las peticiones hechas: el nombre de pre será cierto que, en último término, la soberanía pertenece
Dios será santificado. Vendrá su reino. Será hecha su volun- a Dios y que, como reconoció Nabucodonosor, «el Altísimo
tad en la tierra como en el cielo. No nos faltará el pan nuestro es duet'io del reino de los hombres, y a quien quiere lo da»
de cada día. Nuestros pecados serán perdonados. En la ten- (Dan. 4:17).
tación no seremos vencidos. Seremos librados del mal y del Tampoco el príncipe de este mundo disfruta de un predo-
Maligno. Así será porque estamos en las manos de nuestro mi~o absoluto. Como vimos al comentar la sexta petición,
Padre y suyos son «el reino, el poder y la gloria». actúa como el gran derrotado. Dios puede permitirle aún la
prosecución de su actividad maléfica, pero siempre bajo su
soberano control. Como en el caso de Job, el diablo nunca
«Tuyo es el reino» podrá traspasar los límites que Dios le imponga. Sólo de mo-
do muy relativo puede aceptarse que son suyos «los reinos
La autoridad suprema no corresponde a ninguno de los de este mundo y la gloria de ellos» y a quien quiere los da
reyes o gobernantes de este mundo. Corresponde a Dios. La (Mt. 4:8, 9). Reina entre los hombres porque éstos se some-
ignorancia de esta verdad ha llevado a algunos hombres a pre- ten voluntariamente a las fuerzas del mal en su empet'io de
tensiones absurdas. Ya el antiguo rey de Babilonia, enso- «liberarse» de Dios. Pero ese reinado es una usurpación que
berbecido, había dicho: «Subiré al cielo; por encima de las concluirá cuando los reinos de este mundo vengan a ser «de
estrellas de Dios levantaré mi trono... y seré semejante al nuestro Set'ior y de su Cristo» (Ap. 11:15). E incluso ahora
Altísimo» (Is. 14:13ss). Pronto el curso de los aconteci- su dominio presente no equivale a soberanía absoluta. El úni-
mientos pondría de manifiesto su locura y pudo decírsele: co Soberano, a quien todo y todos están sometidos, es nuestro
«Has sido derribado hasta el Seol, a lo profundo del abismo» Padre celestial. Él tiene la última palabra, porque aun ahora
(Is. 14:15). «suyo es el reino».
Los sucesivos imperios surgidos a 10 largo de la historia,
en sus épocas de apogeo, parecían indestructibles. Pero uno
tras otro fueron debilitándose hasta su completo desmorona- «y el poder»
miento y extinción. Todavía recuerda el mundo la arrogancia
con que el nazismo alemán proclamaba el establecimiento La idea del poder ha cautivado siempre a los hombres. Y
del milenio de su régimen y recuerda, asimismo, el estruen- de ella han nacido la soberbia, la ambición, el afán de pre-
doso derrumbamiento del III Reich. Hasta los gobiernos dic- dominio sobre otros seres humanos, la violencia, la tiranía.
tatoriales más ferreos tienen su fm. Así, al parecer, empiezan Los males ,más graves que ha sufrido la humanidad se han
a entenderlo muchos pueblos. Y avanza el «reino» de las de- debido a 'las ansias de poder sentidas por individuos y
pueblos.
mocracias. se perfila incluso la culminación de los procesos

338 339
Esta triste realidad, sin embargo, no ha producido frutos trata de oponerse a Dios. Tal fue la experiencia del faraón
de humildad. Más bien ha ocurrido lo contrario. Y hoy la fic- egipcio en los días del éxodo israelita. .
ción del «superhombre» predicada por Nietzsche parece ha- También los poderes diabólicos están condenados al fra-
ber conquistado el pensamiento y la voluntad del mundo. Se caso, como se puso de manifiesto durante el ministerio de
busca por todos los medios cuanto pueda proporcionar supre- Jesús. El reino de Satanás fue mortalmente herido con la
macía: dinero, posición social, encumbramiento político. Las irrupción del reino de Dios en la persona de su Hijo. ¡Cuán
naciones aspiran a ser o seguir siendo grandes potencias. Se débil resulta el poder de los demonios ante la fuerza del
formenta con orgullo el poder de la ciencia, de la técnica, Espíritu de Dios puesta en acción por la voz de Cristo!
aunque frecuentemente sea en detrimento del equilibrio eco- (Mt. 12:24-29).
lógico o social, aunque aumenten alarmantemente los más Sólo el poder de Dios permanece supremo, invencible. Y
terribles medios de destrucción. Pese a todos los riesgos, el no como una mera fuerza arrolladora de toda oposición, si-
hombre de nuestro tiempo sigue obsesionado con la idea de no como expresión del carácter divino. Ese poder, al actuar,
un poder ilimitado, y sueña con una humanidad poco menos siempre muestra la justicia, la santidad, el juicio y la gracia
que omnipotente. de Dios.
Lo más grave de esta obsesión es que a menudo va em- Su supremacía se mantiene desde el principio. Se hizo
parejada con el desafío a la soberanía divina. El espíritu de patente en la creación (Is. 40:26). No es menos evidente en
Babel sigue inspirando gran parte de las empresas humanas. la providencia, mediante la cual preserva su creación y ri-
Hoy quizá más que nunca la actitud de la sociedad occidental ge en último término el destino de individuos y pueblos
es la de los reyes y príncipes del Salmo 2. Conspira «contra (Jer. 27:5). Ves innegable su manifestación en el curso de
el Señor y contra su ungido diciendo: "Rompamos sus li- l~ historia. Así lo entendió Israel desde su salida de Egipto
gaduras y echemos de nosotros su yugo"» (Sal. 2:2, 3). La (Ex. 15:6; 32:11). De ello hay confirmación en toda la Es-
evolución histórica parece claramente encaminada al cum- critura. Los hombres pueden tomar libremente todas las de-
plimiento de Apocalipsis 13. Fuerzas humanas y demoníacas, cisiones que quieran; pero siempre, consciente o inconscien-
poderes políticos, económicos, sociales y religiosos se co- temente, voluntaria o involuntariamente, contribuyen a la
ligan para que triunfe el Anticristo. Pero «el que mora en los realización de los propósitos de Dios. Nabucodonosor y
cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego les hablará Ciro, por ejemplo, fueron instrumentos en las manos de Dios
en su furor y los turbará con su ira» (Sal. 2:4, 5). para cumplir los designios divinos respecto a Israel (Jer.
El mayor poder humano está siempre expuesto a su des- 27:6ss; Is. 45:1-7). Esa hegemonía del poder de Dios perdu-
trucción. Unas veces a causa de la fragilidad inherente a la rará hasta que se lleve a efecto la consumación de su reino.
humana naturaleza. Nabucodonosor, orgulloso de lo grande Otro aspecto del poder de Dios es que tiene como finalidad
de su imperio, fue humillado hasta el nivel de las bestias co- la salvación de los seres humanos y la liberación de la crea-
mo consecuencia de una enfermedad mental (Dn. 4). Herodes ción entera del yugo de servidumbre a que fue sometida como
Agripa, cuando podía considerarse en el apogeo de su rei- consecuencia del pecado (Ro. 8:19ss). En el Nuevo Testa-
nado, sufrió súbitamente una dolencia repulsiva que le llevó mento el poder de Dios aparece revelado en Cristo, de acuer-
a la muerte (Hch. 12:20-23). Otras veces, la potencia huma- do con lo que anteriormente se había profetizado acerca del
na sucumbe ante fuerzas superiores, particularmente cuando Mesías (Is. 11 :2). Cristo es la imagen de Dios por excelencia

340 341
y, en consecuencia, quien «sostiene todas las cosas con la hechos históricos (Is. 66: 18, 19). Pero la manifestación supre-
palabra de su poder» (He. 1:3). Yen él se revela la capacidad ma de la gloria de Dios tuvo lugar en la encamación de su
divina para salvar eternamente a los que a Dios se acercan Hijo. «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y vimos
por su mediación (He. 7:25). Esta salvación incluye el opor- su gloria, gloria como del Unigénito del Padre» (Jn. 1:14).
tuno socorro y protección a favor de los redimidos (He. 2: 18; En la persona y la obra de Cristo resplandecieron maravi-
1 P. 1:5). llosamente los rasgos del carácter divino: su santidad unida
No podía haber mayor motivo de iRSpiFación para invo- a su amor infinito. Lo vemos «lleno de gracia y de verdad»
car la ayuda de nuestro Padre frente a la necesidad, la culpa (Jn. 1:14).
y la tentación. Grande fue la gloria de Cristo en el monte de la trans-
figuración (LC. 9:28, 29ss) y en la operación de milagros
«y la gloria» (Jn. 12:11). Pero no fue menor la gloria de su carácter su
rectitud moral, su humildad, su espíritu compasivo y su'ab-
También la gloria, al igual que el poder, es afanosamente negación, tan sobresalientes durante el tiempo de su humi-
buscada por el mundo. llación en la tiery-a (He. 2:7). ¡Cuán diferente la gloria divina
La palabra, en sus acepciones más antiguas, significa luz, de la humana! Esta fomenta el engreimiento, la vanagloria,
esplendor y también reputación, nombre, honra. Hoy se de- y suele resultar hiriente para quienes la contemplan. La gloria
fine como «fama y honor que resulta de grandes hechos y de Dios inspira reverencia, temor santo y saludable, aliento.
excelentes cualidades. Grandeza, magIílifiGencia». Con este La gloria humana es transitoria, comparable a la flor de la
significado hallamos ellérmino hebreo kabod en el Antiguo hierba. «La hierba se seca y la flor se marchita, porque el
Testamento y el griego doxa en el Nuevo, así como en la viento del Seftor sopló sobre ella» (Is. 40:5). La gloria de
Septuaginta. Dios, a semejanza de su Palabra, «pennanece para siempre»
Es en virtud de sus hechos y de sus excelentes cualidades (Is. 40:5-8). Muy a menudo la gloria de los grandes de este
que Yahvéh es llamado el Rey de la gloria (Sal. 24:8; comp. mundo se ha convertido en humillación, miseria, muerte, an-
Sal. 71:19b; 145:4; Jer. 32:19). te las cuales quien los ha visto .no ha podido menos que
Cuando Israel era instado a cantar la gloria del nombre exclamar: Sic transit gloria mundi!
de Dios (Sal. 66:2), se le invitaba a loar las excelencias del ~n sentido absoluto y duradero, la gloria sólo pertenece
carácter divino, 10 admirable de sus atributos: su justicia, su a Dios (l P. 5:10). Esta gloria tendrá la plenitud de su mani-
misericordia, su fidelidad. festación en la segunda venida de Cristo (Mt. 16:27; 19:28;
También se usa el ténnino kabod para expresar la manifes- Ro. 8:18) y de ella participaremos los redimidos (Col. 3:4).
tación impresionante de la presencia de Dios, como sucedió Este evento constituye la esencia de la esperanza cristiana
en el monte Sina{ (Éx. 24:17) o con motivo de la inaugura- (Ro. 5:2; 8:18; Col. 1:27; He. 2:10; 1 P. 5:1, 10). Pero la ma-
ción. del tabernáculo (Éx. 40:34) y del templo (1 R. 8:10 ss). nifestación de la gloria de Dios no está reservada exclusiva-
A semejanza de la manifestación de su poder, la gloria de mente para el futuro escatológico. Ya ahora se hace evidente
Dios se hace patente en la obra de la creación. «Los cielos en la relación amorosa y solícita de Dios con su pueblo. Si,
cuentan la gloria de Dios y la expansión anuncia la obra de como hemos indicado, la gloria es la honra que resulta de
sus manos» (Sal. 19:1). Se revela igualmente en los grandes grandes cualidades, hemos de recordar que una de las cuali-

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dades características de Dios es la fidelidad (1 Co. 10:13). confirmar las propias palabras. y, por cierto, que este uso
Corresponde a su gloria que no sucumba ni uno solo de sus sin precedentes se limita estrictamente a las palabras de
redimidos (Jn. 17:12) y que todos ellos obtengan todo 10 Jesús, en las que amén va seguido de lego hymin (<<os digo»),
necesario para vencer y ser partícipes de su reino. probable analogía con la f6rmula kerigmática empleada por
los profetll.S: «Así dice el Seno!'», f6rmula con la que ellos
querían expresar que sus palabras no eran de la propia sabi-
~Por todos los siglos~ duría, sino que eran mensaje de Dios. El amen lego hymin
que introduce las palabras de Jesús expresa su autoridad».l
El Reino, el poder y la gloria de Dios no son cosa de un De la autoridad de la palabra de Cristo nace nuestra
momento. Son tan eternos como él mismo. Anteceden a la certidumbre. Por eso, al decir amén, expresamos no s610 un
creaci6n y proseguirán cuando los cielos y la tierra actuales deseo (<<así sea»), sino la firme convicci6n de que así será.
hayan pasado para dar lugar a una creaci6n nueva, cuando ¡Palabra preciosa! ¡Lástima que en muchos de nuestros cultos
todo haya sido· gloriosamente transformado, cuando hayan casi no se oye al final de una oraci6n! Si llega a ser pro-
cesado las luchas y las tentaciones, cuando, sin necesidad nunciada, la voz de la congregaci6n apenas es perceptible.
de nada, disfrutaremos de la plenitud abundante del reino Frecuentemente a la oraci6n sigue el silencio (¿de reverencia
eterno. o de indiferencia?).
Veinte siglos de cristianismo y los siglos anteriores son Que tras elevar a Dios las peticiones del Padrenuestro
suficientes para demostrar que verdaderamente el reino, el salga de nuestros labios y de nuestro coraz6n un amén sono-
poder y la gloria pertenecen a Dios, nuestro Padre. Los siglos ro, ferviente, expresi6n de una fe viva en el poder, el amor
futuros confirmarán su soberanía. y la fidelidad de nuestro Padre celestial.
Bien podemos acercamos a él confiadamente asumiendo
las peticiones del Padrenuestro con la certeza de que tendrán
favorable respuesta. Por consiguiente, s610 nos resta afiadir
una palabra final:

Según 1. Jeremias, la palabra hebrea amen, tomada en


préstamo del arameo, significa «ciertamente». «Es una f6r-
mula solemne de la que se servía ya el israelita en los tiempos
del Antiguo Testamento para hacer suya una doxología, un
juramento, una bendici6n, una maldici6n o una imprecaci6n.
Se trata, sin excepci6n, de la respuesta de asentimiento que
alguien da a las palabras de otro. Así ocurre también en 1 Co.
14:16; 2 Co. 1:20; Ap. 5:14; 7:12; 19:4. Por el contrario en
los evangelios se usa amén -también sin excepci6n- para 1. 1. Jeremias, TeologÚl del NT. 50 s.

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OTRAS OBRAS
DE JOSÉ M. MARTÍNEZ

HERMENÉUTICA BÍBLICA
Amplio estudio de los principios y nonnas que deben
regir la sana interpretación de las Sagradas Escrituras.
(586 págs.)

MINISTROS DE JESUCRISTO (2 vols.)


Vol 1: Consideraciones generales sobre el ministerio
cristiano y Homilética.
Vol 11: Pastoral.

JOB, LA FE EN CONFLICTO
Comentario de gran valor exegético, rico en reflexiones
estimulantes, que ilumina de modo singular uno de los
libros más fascinantes de la Biblia.

LA BmLIA DICE•••
Exposición evangeHstica de los grandes temas de la
Escritura. Su contenido, profundo, pero sencillo y ameno,
hace del libro un instrumento ideal para comunicar a incon-
versos las grandes verdades del Evangelio.

CRISTO, EL INCOMPARABLE
Breve comentario sobre la carta a los Colosenses ~ali­
zado homiléticamente. (Agotado)

347
TU VIDA CRISTIANA-MANUAL DE INSTRUCCIÓN
PARA NUEVOS CREYENTES
Doce edificantes estudios sobre los puntos fundamenta-
les de la experiencia cristiana. Especialmente útil para el OBRAS DE LAS QUE
recién convertido; valioso para cuantos desean responder
fielmente a la vocación divina. JOSÉ M. MARTÍNEZ
ES COAUTOR
POR QUÉ AúN SOY CRISTIANO
Un testimonio apologético en el contexto del pensamien-
to contemporáneo. El autor escribió esta obra tras haber leído
el ensayo de Bertrand Rusell intitulado «Por qué no soy cris-
tiano». En siete apretados capítulos hace José M. Martínez
una exposición luminosa de las razones por las que millones ESCOGIDOS EN CRISTO
de hombres y mujeres de todo el mundo siguen abrazados a Estudio bíblico-teológico de la doctrina de la Elección y
la fe cristiana. Como obra apologética es probablemente la otras doctrinas correlativas, seguido de una amplia expo-
más actual de cuantas se han escrito en espafíol. Sus páginas sición histórica en la que se analizan las diversas posturas
pueden resultar decisivamente orientativas para las personas sobre el tema a lo largo de los siglos. Coautor: Ernesto
con inquietudes religiosas. Y son, sin duda, bien apreciadas Trenchard.
por quienes buscan confirmación para su propia fe o una
ayuda para la evangelización del hombre de hoy. IGLESIA, SOCIEDAD Y ÉTICA CRISTIANA
Enjundioso análisis de las relaciones entre pueblo de
Dios y sociedad secular y documentado estudio acerca de la
ética evangélica en contraste con el relativismo de la «nueva
moral» propugnada en nuestros días. Coautor: José Grau.

TREINTA MIL ESPAÑOLES Y DIOS


Testimonio de fe evangélica en torno a los puntos susci-
tados por el cuestionario de J.M. Gironella en su obra «Cien
espafíoles y Dios». Coautores: Francisco Lacueva, José Grau
y Jordi Tremoleda. (Agotado)

349
348
LOS CRISTIANOS EN EL MUNDO DE HOY
Colecci6n de trabajos publicados por la Alianza Evan-
gélica Espaf'l.ola en el transcurso de los últimos af'l.os sobre
temas teol6gicos y éticos de palpitante actualidad. Entre CASSETTES
ellos: la revelaci6n y la Biblia, la unidad de la Iglesia y los
acuerdos del Concilio Vaticano 11, por escritores tan des-
DEL DR. PABLO MARTÍNEZ
tacados como Ernesto Trenchard y José Grau. A una plura-
lidad de colaboradores se deben otros capítulos, entre ellos
los relativos al divorcio y el aborto. A la pluma de José M. Una de las áreas más fructíferas en el ministerio de Pa-
Martínez se deben los capítulos «El Evangelio eterno», blo Martínez es la grabaci6n y difusi6n de «cassettes» sobre
«Teología de la liberaci6n» y «Martín Lutero, 500 af'l.os des- temas psicol6gicos que preocupan ~ innumerables personas.
pués». El libro, en su conjunto, es una mina de instrucci6n Están realizadas en forma de entrevIsta, con preguntas y res-
que puede ayudar al lector creyente a enfrentarse con los puestas en lenguaje comprensible, y cubre~ un e~tenso a~a­
problemas y los retos que plantea el mundo contemporáneo. ruco de problemas emocionales. Este ~atenal ha sIdo.ampha-
mente utilizado en programas de radIO con una aCOgida muy'
favorable por parte del público no evangélico. Su ~ifusi6n ha
llegado hasta lugares tan distantes como ColombIa, Cuba y
Hungría.
Serie «El cristiano Y los problemas emocionales.
-La depresión
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