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Buenas nuevas, comunidad normalista, es un verdadero encanto y honor para mí, estar
hoy aquí con todos ustedes. Mi más sincero reconocimiento, en especial a las mujeres, aquí
quiero hacer una apostilla en el discurso, las mujeres niñas del grado 6D, un reconocimiento muy
especial para ellas. Hoy todo este cúmulo de féminas son el motivo, la razón de dirigirme con
estas grafías hechas discurso, que espero, humildemente sean de acicate al reconocimiento a ese
ser increíble que da vida, son ustedes mujeres, una antorcha que disemina luz a la humanidad.
Mujeres niñas, empiezan un trasegar por la vida; mujeres, madres, ya han trajinado por senderos
borrascosos para construir y transformar; mujeres docentes, constructoras de sociedad
consagradas y abriéndose camino para trascender en lo público, desde la escuela, por supuesto.
Vale la pena, en la base del reconocimiento a la mujer normalista, empezar con una fábula
hermosa que evidencia, de plano, cual es el fin de sociedades que se olvidan de lo importante. Se
cuenta que, dos peces jóvenes que nadaban, libre y alegremente, en un rio, se encontraron en la
corriente de éste a un pez de avanzada edad que, con mucha discreción los saludó, luego les
pregunto: - ¿Qué tal el agua, jóvenes? Los peces, asombrados, jamás habían pensado en ese
detalle, se miraron entre sí, sorprendidos, y se dijeron al unísono, - ¿Qué rayos es el agua?
Por lo visto, en esta sociedad contemporánea agitada por las premuras del presentismo es
muy recurrente olvidar la historia; el hecho de vivir en medio de las circunstancias, cuales quiera
que sean, se va tornando en una zona común, descuidando, de hecho, el papel coyuntural que
desempeña la mujer en la sociedad. Como quiera, que sea, lo único que ellas esperan es que se les
conceda el valor per se y, en consecuencia, que se les brinde la comprensión que necesitan para
seguir en la pugna forjando esperanza y vida. Que el hombre o los hombres, para implicar a
todos, no les pase lo de los peces, que nadando en el rio, se olvidan, qué rayos es el agua. Lo que
claman las mujeres, eso durante décadas, es que se haga un alto en el camino, y por una vez en la
vida, se diga con voz fuerte; Somos, como sociedad, gracias a una mujer que dio vida y sirve de
custodia de este presente, a veces desalentador.
No sobra recordar que la historia, muestra a la mujer como el sexo débil, que su
conversación es como el fuego ardiente, que se apodera de la preciosa alma del hombre, que ha
arruinado a los más fuertes, que es más amarga que la muerte, entre otras más. No obstante, con
luces y sombras, es hoy un punto de partida para repensar su accionar, sobre todo, resignificar el
sentido despectivo que ha calado a través de la historia como lastre y merece ser enmendado en el
discurso contemporáneo. Admitamos de una buena vez que el papel es el de urdir el tejido social;
fuera de feminismos dogmáticos que, en extremo, corroen la armonía en una sociedad abrumada
por la desinformación rampante que los medios de masas diseminan como pandemia venenosa.
El fin último de éstos es crear un abismo entre el hombre y la mujer; sociedades machistas, por
un lado, vs sociedades feministas, por el otro. Nada más equivocado.
Pero el asunto va aún más lejos: gracias a ustedes mujeres por ser gestoras, madres
nutricias, esas custodias de la vida, de lo humano. Alentadoras de la sociedad a reír, amar, vivir,
pensar más profundamente y trasegar por senderos de esperanza. A todas esas mujeres que están
hoy aquí presentes que, más que un decorado meramente figurativo, son un lienzo que se empieza
a tejer desde la urdimbre para dar vida y brillo a la sociedad del presente, perfilada hacia el
futuro.… en fin, como decía el poeta, Huidobro:
Ella daba dos pasos hacia delante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo…