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¡Enbuenahora!

Esta carta, cuyo discurso argumentativo incita a pensar en la poesía como fundamento

de la vida de cualquier lector, comprueba, desde su puesta en escena, el "ideal de maestro". Ese

maestro que muda consigo una amplia biblioteca, para lo que convoca, la poesía. Además,

muestra unos modos de leer que para la poesía son singulares y plurales a la vez, el de estar

siempre vigilante de lo que pueda emerger de cada imagen, concepto o ritmo. Otro ideal de

maestro es el de poner en el plano de la mostración maneras de escribir a partir de esa

multiplicidad de expresiones que pueden servir para interactuar a la hora de sembrar lo que se

quiere decir, no es tan sencillo como parece, pero la continuidad en el proceso sistemático de

“Nulla dies sine línea” todos los días pasar de la mente al escrito, una línea por lo menos,

hace que se cosechen ricos y variados frutos; la constancia hace que se transforme el

pensamiento.

Por su parte, otra de las muestras que se evidencia en este texto de irritación hacia las

pródigas y turbulentas aguas del mar de la poesía, es el mostrar maneras de pensar los versos,

las convergencias o divergencias de la materia viva que está hecho el poema. El saber mirar en

detalle la profundidad; lo explícito, pero, sobre todo, lo implícito, lo que está detrás de las líneas

o entre líneas. De ahí la importancia del maestro, gracias por este texto que muestra una ruta

para quienes somos neófitos en la materia y que andamos al vaivén de las olas poéticas, los

que no tenemos, aún, un camino establecido por los derroteros de la poesía.

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