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Esta carta, cuyo discurso argumentativo incita a pensar en la poesía como fundamento
de la vida de cualquier lector, comprueba, desde su puesta en escena, el "ideal de maestro". Ese
maestro que muda consigo una amplia biblioteca, para lo que convoca, la poesía. Además,
muestra unos modos de leer que para la poesía son singulares y plurales a la vez, el de estar
siempre vigilante de lo que pueda emerger de cada imagen, concepto o ritmo. Otro ideal de
multiplicidad de expresiones que pueden servir para interactuar a la hora de sembrar lo que se
quiere decir, no es tan sencillo como parece, pero la continuidad en el proceso sistemático de
“Nulla dies sine línea” todos los días pasar de la mente al escrito, una línea por lo menos,
hace que se cosechen ricos y variados frutos; la constancia hace que se transforme el
pensamiento.
Por su parte, otra de las muestras que se evidencia en este texto de irritación hacia las
pródigas y turbulentas aguas del mar de la poesía, es el mostrar maneras de pensar los versos,
las convergencias o divergencias de la materia viva que está hecho el poema. El saber mirar en
detalle la profundidad; lo explícito, pero, sobre todo, lo implícito, lo que está detrás de las líneas
o entre líneas. De ahí la importancia del maestro, gracias por este texto que muestra una ruta
para quienes somos neófitos en la materia y que andamos al vaivén de las olas poéticas, los