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Planetas
Conocemos perfectamente la extensión horizontal del espacio aéreo sujeto a la
soberanía del Estado: el suprayacente a las áreas terrestres y su mar territorial,
[3] abarcando éste un máximo de 12 NM contadas a partir de las líneas de base
utilizadas para medir la anchura del mar territorial.[4] Pero cuando se trata de
intentar dilucidar el alcance de la soberanía del Estado sobre el espacio
aéreo hacia lo alto, es decir, su extensión vertical, no lo tenemos tan claro. No
sabemos aún donde se encuentra el límite entre el espacio aéreo y el espacio
ultraterrestre, lo que se traduce en un problema de indeterminación e inseguridad
a la hora de establecer el régimen jurídico aplicable a ciertas actividades: el
Derecho Aeronáutico, regido por el principio de soberanía, frente al Derecho
Espacial, regido por los principios de libertad y no apropiación.
Espacio Aéreo
Esta controvertida cuestión, que aún en la actualidad se presenta insoluble ante la
falta de consenso por parte de la comunidad internacional, comenzó a debatirse
oficialmente por el Subcomité de Asuntos Jurídicos de la COPUOS en el año 1967
(V. Doc. A/AC.105/769). En el seno de estos debates se defendieron dos posturas
opuestas. La primera, partidaria de la necesidad de establecer una
delimitación del espacio ultraterrestre a fin de precisar el régimen jurídico
aplicable a las actividades desarrolladas en el espacio, régimen jurídico que, en
todo caso, debe respetar los principios elementales inspiradores de las relaciones
internacionales, fundamentalmente el respeto a la soberanía, la independencia y la
no intervención en asuntos internos. Dentro de esta corriente se propusieron dos
alternativas para abordar el problema. Se sugirió un enfoque directo o
zonal por el que se trata de fijar una frontera natural entre ambos espacios
atendiendo a criterios de altitud.[5] Un segundo enfoque indirecto se basaba
en criterios funcionales, de forma que el espacio ultraterrestre, y por tanto el
régimen jurídico aplicable a la actividad concreta, se definiría en función del
propósito de los objetos utilizados para llevarla a cabo.
Una segunda postura se opuso a la delimitación de ambos espacios,
entendiendo que no era necesario porque esta indefinición no había supuesto (ni
supone de hecho, al menos hasta ahora) un obstáculo al desarrollo de las
actividades espaciales ni del Derecho Espacial, más bien al contrario, un acuerdo
vinculante sobre dicha delimitación, se decía, si podría poner trabas al progreso en
el futuro. Hasta el momento, todos los intentos para llegar a un acuerdo
satisfactorio han resultado infructuosos.
Sin embargo, el debate vuelve a estar de actualidad teniendo en cuenta la
incipiente industria de los vuelos suborbitales tanto para misiones científicas, como
para el transporte de humanos en el contexto del llamado turismo espacial. De
hecho, cuestiones sobre la revisión del concepto de “objeto espacial” y, de nuevo,
la relación entre este tipo de actividad y la necesidad de delimitar el espacio
ultraterrestre se han sometido a estudio, a estos efectos, en la 76ª Conferencia
Bienal de la Asociación de Derecho Internacional (ILA, por sus siglas en inglés)
celebrada en Washington del 7 al 12 de abril de 2014. Asimismo, en el 53º período
de sesiones del Subcomité de Asuntos Jurídicos de la COPUOS, celebrado también
en 2014, se acordó seguir invitando a los Estados miembros de la ONU, y a los
observadores permanentes, a que plantearan sus propuestas acerca de
interrogantes como la relación entre los vuelos suborbitales y la necesidad de
delimitar del espacio ultraterrestre, la definición de vuelos suborbitales y la
legislación aplicable a los mismos, entre otros asuntos. (A/AC.105/1039/Add.4)
De momento, dejamos estas interesantes cuestiones en el aire para desarrollarlas
con más detalle en próximos artículos.
La Tierra desde la ISS
NOTAS AL PIE:
[1] Committee on the peaceful uses of outer space.
[2] V. recopilación de legislación
nacional http://www.unoosa.org/oosa/en/ourwork/spacelaw/nationalspacelaw/index.
html
[3] Arts. 1 y 2 del Convenio de Chicago de 1944 sobre aviación civil internacional.
[4] Art. 3 de la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, hecha en
Montego Bay (1982).
[5] En este sentido Italia presentó una propuesta en el año 1975 situando el limite
vertical del espacio a unos 90 Km. de la superficie terrestre. En 1979 fue la Unión
Soviética quien presentó a la Subcomisión de Asuntos Jurídicos un documento de
trabajo proponiendo la siguiente solución: a) el espacio situado sobre la superficie
terrestre a una altitud mayor de 100 a 110 kilómetros sobre el nivel del mar
formaría parte del espacio ultraterrestre; b) el límite entre el espacio aéreo y el
espacio ultraterrestre estaría sujeto a un acuerdo entre los Estados, y se fijaría
posteriormente en un convenio a una altitud no mayor de 100 a 110 kilómetros
sobre el nivel del mar; y c) los objetos espaciales de los Estados tendrían derecho
de sobrevuelo de los territorios de otros Estados a altitudes menores de 100 a 110
kilómetros sobre el nivel del mar al entrar en órbita y al regresar a la Tierra en el
territorio del Estado de lanzamiento.