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El Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la
exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos
celestes (A/RES/2222 (XXI)), aprobado el 19 de diciembre de 1966 y abierto a la
firma el 27 de enero de 1967, entró en vigor el 10 de octubre de 1967. Este tratado
recoge y desarrolla los principios de la Declaración de principios jurídicos que deben
regir las actividades de los Estados en la exploración del espacio ultraterrestre de
1963, en gran medida, este tratado constituye la codificación de las reglas del
derecho ultraterrestre consuetudinario. El tratado reconoce los principios de
igualdad y libertad en la exploración y uso del espacio ultraterrestre por parte de
todos los Estados (artículo I), prohíbe la apropiación o reivindicación soberana del
mismo (artículo II), exigen la cooperación y comprensión internacional (artículo III),
prohíbe el uso de armas nucleares (artículo IV). El Tratado establece que los
Estados serán responsables de sus actividades en el espacio ultraterreste, incluso
la Luna y otros cuerpos celestes (artículo VI); el tratado, en este mismo artículo VI
prevé la actividad de entidades no gubernamentales: Las actividades de las
entidades no gubernamentales en el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros
cuerpos celestes, deberán ser autorizadas y fiscalizadas constantemente por el
pertinente Estado Parte en el Tratado. El tratado estipula los astronautas serán
considerados por los Estados partes como enviados de la humanidad en el espacio
ultraterrestre (artículo V).
El Acuerdo que debe regir las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos
celestes (A/RES/34/68), aprobado el 5 de diciembre de 1979 y abierto a la firma el
18 de diciembre de 1979, entró en vigor el 11 de julio de 1984. Una vez el hombre
accedió a la Luna, fue necesario regular la actividad de los Estados sobre nuestro
satélite ( y por extensión el resto de cuerpos celestes del sistema solar distintos de
la Tierra, artículo 1). El Tratado establece, entre otros, que la Luna y sus recursos
naturales son patrimonio común de la humanidad (artículo 11), que ni la superficie,
la subsuperficie, ni ninguna de sus partes podrán ser propiedad de ningún Estado,
organización internacional intergubernamental, organización internacional no
gubernamental, organización nacional o entidad no gubernamental ni de ninguna
persona física; la luna será utlilizada con fines pacíficos (se acuerda una
desmilitarización similar a la que el Tratado Antártico establece para este
continente). También que todos los Estados tienen derecho a explorar y utilizar la
Luna sin discriminación de ninguna clase; en la explotación de los recursos
naturales de la Luna, todos los Estados Partes tendrán una participación equitativa
en los beneficios obtenidos, teniendo en cuenta los interes y necesidades de los
países en vías de desarrollo, así como los esfuerzos de los países que hayan
contribuido directa o indirectamente a la explotación de la Luna. Los Estados Partes
en el Acuerdo son responsables internacionalmente de las actividades nacionales
que realicen en la Luna los organismos gubernamentales o las entidades no
gubernamentales, de modo que las entidades no gubernamentales que se hallen
bajo la jurisdicción de un Estado solo emprenderán actividades en la Luna con la
autorización y bajo la fiscalización del pertinente Estado Parte. Todo Estado Parte
podrá comprobar que las actividades de otros Estados Parte en la exploración y
utilización de la Luna son respetuosas con el Acuerdo, para ello todos los vehículos
espaciales, equipos, materiales, estaciones e instalaciones que se encuentren en la
Luna será accesibles a otros Estados Parte, cuyas visitas habrán de ser notificadas
con razonable antelación.
La Declaración de los principios jurídicos que deben regir las actividades de los Estados en la
exploración y utilización del espacio ultraterrestre, aprobada el 13 de diciembre de 1963
(resolución 1962 (XVII) de la Asamblea General.
Los Principios que han de regir la utilización por los Estados de satélites artificiales de la Tierra
para las transmisiones internacionales directas por televisión, aprobados el 10 de diciembre de
1982 (resolución 37/92 de la Asamblea General).
Otro criterio para establecer un límite al espacio ultraterrestre es el de que comienza más allá
de donde es posible la navegación aérea sustentada (límite del espacio territorial). Aunque el
progreso técnico de la aviación puede alterar este límite. Otro criterio puede ser el límite inferior
de la altura mínima a la que es posible el vuelo orbital, la distiancia a la que es posible que un
objeto realice órbitas alrededor de la Tierra. Ante la falta de un acuerdo sobre el límite del
espacio ultraterrestre, se emplea un criterio funcional; la naturaleza de las actividades determina
el derecho aplicable. A las actividades aéreas se les aplica el derecho aeronáutico, a las
actividades espaciales el derecho del espacio. No obstante, los transbordadores espaciales del
programa lanzadera espacial de la NASA, que realizan el lanzamiento como un cohete
convencional, pero en su regreso a la Tierra lo hacen planeando, en vuelo sustentado
atmosférico, en este caso, si se viera en la necesidad de penetrar el espacio aéreo de un Estado
distinto al de lanzamiento, en este caso le sería aplicable el derecho aeronáutico. En previsión
de esto, los Estados Unidos han suscrito diversos acuerdos con varios Estados.
LA ÓRBITA GEOESTACIONARIA
La llamada órbita geoestacionaria es una órbita circular cuyo plano orbital coincide con el plano
ecuatorial terrestre, con periodo orbital de 24 horas, con lo que un satélite colocado en una
órbita de este tipo permanece en posición fija respecto de la Tierra a unos 35800 km de altitud.
Los satélites en esta órbita son especialmente útiles para las telecomunicaciones, puesto que
permiten un contacto ininterrumpido entre las estaciones de tierra visibles. La órbita
geoestacionaria es un recurso natural escaso, puesto que se estima que 1800 es el número
máximo de satélites que podrían operar simultáneamente desde esta órbita (es necesario que
guarden una distancia de seguridad). Es por ello que algunos países en vías de desarrollo sin
posibilidades, en la actualidad, de poner en órbita geoestacionaria un satélite muestren su
preocupación de que estas órbitas estén completamente ocupadas cuando sus capacidades
técnicas y financieras se lo permitan. Algunos países ecuatoriales han manifestado su intención
de reivindicar la soberanía del segmento de órbita geoestacionaria sobre su territorio. En 1975
la delegación Colombiana anunció esta intención en la Asamblea General de las Naciones
Unidas. En diciembre de 1976, varios países ecuatoriales adoptaron la Declaración de Bogotá,
que reivindicaba la soberanía sobre sus respectivos segmentos de órbita geoestacionaria, y,
por tanto, exigían su autorización para la utilización por otros Estados. No obstante, esta
propuesta no ha progresado internacionalmente al no ser admitida por los países lanzadores
amparándose en la libertad de tránsito pacífico espacial. En la actualidad es la Unión
Internacional de Telecomunicaciones (UIT) el organismo encargado de asignar las frecuencias
radiolectricas (imprescindibles para el funcionamiento de los satélites) por un periodo limitado,
por lo que la UIT desempeña el papel de una autoridad mundial en la asignación de frecuencias
y posiciones en la órbita geoestacionaria, constituyendo estos acuerdos (Convenio Internacional
de Telecomunicaciones) también parte del derecho ultraterrestre.
Conclusión
En este artículo nos hemos adentrado brevemente en
lo que podemos considerar dos ramas de dos materias
totalmente diferentes, como son el Derecho y la
Astronáutica. Hemos realizado un esbozo que intenta
reflejar la incidencia práctica de los avances de la era
espacial en el ámbito jurídico, y hemos comprobado la
necesidad de que toda actuación humana, ya sea en
un pueblo, en un continente, en la Tierra o en el mismo
espacio, debe ir acompañada (aunque sea tarde) de
una adecuada regulación normativa, la cual intente
evitar o, al menos, solucionar, los conflictos que entre
hombres o Estados puedan surgir.
De todos modos, hemos dejado de hablar (por razones
lógicas de espacio) de otros muchos asuntos en esta
materia, como son la responsabilidad internacional por
actividades en espacio, la normativa existente para la
cooperación internacional y asistencia mutua, el
control y registro de las personas y los objetos
colocados en el espacio, o la inacabable normativa
internacional en materia de telecomunicaciones o usos
militares del espacio.
efectuar en bien de todos los pueblos, sea cual fuere su grado de desarrollo
económico y científico,
Convencidos de que un Tratado sobre los principios que deben regir las
actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio
ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, promoverá los propósitos
y principios de la Carta de las Naciones Unidas,
Artículo II
Artículo III
Artículo V
Artículo VII
Artículo VIII
Artículo IX
Artículo X
Artículo XI
Artículo XII
Artículo XIII
Artículo XIV
2. Este Tratado estará sujeto a ratificación por los Estados signatarios. Los
Artículo XV
Artículo XVI
Artículo XVII
Este Tratado, cuyos textos en chino, español, francés, inglés y ruso son
igualmente auténticos, se depositará en los archivos de los Gobiernos
depositarios. Los Gobiernos depositarios remitirán copias debidamente
certificadas de este Tratado a los gobiernos de los Estados signatarios y de
los Estados que se adhieran al Tratado.
TEMAS EN PROCESO DE
REGULACIÓN
1 LA TELEORSERVACIÓN
Intelsat
Intersputnik
Eurotelsat
Las orbitas geoestacionarias son aquellas en las que los satélites mantienen una
posición fija, están situadas a 37 000 kilómetros, y la más importantes son las
que están en la línea ecuatorial, En el Ecuador, el número máximo de satélites
que pueden colocarse sobre el ecuador son 180. Debe haber 2 grados de
distancia entre ellos.