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Hacia un modelo pluralista de la motivación humana basado en

el paradigma de apego

Publicado en la revista nº015

Autor: Cortina, Mauricio; Liotti, Giovanni

Introducción

Luis Juri y Mario Marrone (2003) piensan que la teoría de apego representa un
paradigma psicoanalítico nuevo. Estamos de acuerdo. Todo paradigma
fructífero no solo ilumina fenómenos desde una óptica nueva sino que también
genera ideas y proyectos nuevos. Usando este criterio no cabe duda que las
aportaciones de Bowlby y sus seguidores han tenido un enorme éxito,
generando un programa de investigación que no solo ha comprobado premisas
fundamentales de la teoría sino que también ha enriquecido y modificado la
teoría con hallazgos y descubrimientos empíricos nuevos (1).

En la primera parte de este artículo describimos los componentes


fundamentales del paradigma de apego sobre los cuales nos basamos y en la
segunda parte presentamos, a vista de pájaro, un modelo pluralista (multi-
motivacional) de la mente humana. Una idea central anima nuestro proyecto.
No sólo proponemos una taxonomía de sistemas de motivaciones básicos que
compartimos con otras especies cercanas a la nuestra. También nos
preguntamos cuáles son las características nuevas en nuestra especie y cómo
modifican estas propiedades emergentes nuevas los sistemas de motivación
básicos que filogenéticamente nos unen a otros mamíferos y primates. Estas
ideas son un proyecto en construcción y esperamos contar con las reacciones
y criticas de nuestros lectores. En este artículo no vamos a poder explorar las
implicaciones clínicas del modelo que presentamos. Nos tendremos que ocupar
de esta tarea en otra ocasión, pero para darse una idea de la dirección
aproximada en nos estamos encaminando sugerimos leer Liotti (1996, 2001),
Liotti & Intreccialagli (2003) y Cortina & Marrone (2003)

PRIMERA PARTE: LOS COMPONENTES FUNDAMENTALES DEL


PARADIGMA DE APEGO

A nuestra manera de ver, la teoría de apego es fundamentalmente una teoría


del desarrollo y de la motivación humana basada en un marco evolutivo
darwiniano (Cortina & Marrone 2003, Liotti 2001). Además de la perspectiva
evolutiva, la teoría de apego esta basado en otros modelos conceptuales como
son el modelo cibernético de control de sistemas que usó Bowlby pare explicar
la regulación del apego. Su concepto de modelos operativos y su
reconceptualización de operaciones defensivas están basados en ideas

1
aportadas por las ciencias cognitivas y la ciencia de la informática. En su primer
tomo de su trilogía sobre apego, Bowlby (1968) también esbozó un esquema
sobre el papel que juegan las emociones con respecto al apego en particular y
con respecto a la motivación en general que, desafortunadamente, nunca
elaboró plenamente (ver Liotti, 2001; Cortina 2003 para una elaboración de
este modelo).

El modelo de desarrollo

La tarea fundamental durante el desarrollo temprano es la de establecer una


base segura para explorar el mundo. Por base segura la teoría de apego se
refiere al hecho de que todos, normalmente, recurrimos a figuras de apego en
momentos de aflicción o peligro. Una vez reasegurados, utilizamos estas
relaciones cercanas e intimas como una base para la exploración del mundo.
Aun cuando el establecimiento de una base segura es una de las tareas
fundamentales del desarrollo temprano, la necesidad de una base segura y de
sentirse protegido permanece vigente durante toda la vida, un fenómeno de
“cuna a tumba” como lo expresó Bowlby. Esta tarea fundamental está
íntimamente ligada a otras funciones básicas que se regulan directa o
indirectamente a través de las figuras de apego como son:

El sentimiento básico de confianza hacia el mundo (la confianza básica de


Erikson) (Bowlby, 1988)

La regulación de las emociones (Schore, 1994; Sroufe 1996)

La regulación de los niveles de estimulación y tensión y la capacidad de


modular impulsos (Sroufe 1996).

El desarrollo cognitivo. La capacidad del niño de explorar el mundo con


confianza tiene efectos directos (e indirectos) sobre la capacidad de sentirse
efectivo y competente ante el mundo (Weinfield et al., 1999).

La relación de apego forma, pues, el fundamento sobre el cual se construyen y


se manejan las primeras tareas del desarrollo temprano y sirve como templete
sobre el que se irán construyendo futuras tareas del desarrollo humano. Por
ejemplo, las relaciones entre compañeros durante la niñez o las relaciones
románticas durante la adolescencia se facilitan en la medida en que se parte de
una base segura en la relación de apego y se hacen más difíciles en cuanto se
parte de una base insegura (Sroufe, Egeland & Carlson, 1999). Otras tareas y

2
retos durante al desarrollo, como el éxito en la escuela o en los deportes, o la
elección de un oficio o carrera, no están directamente relacionados con el
apego, pero las relaciones de apego tienen efectos indirectos, dada la
importancia que tiene el poseer (o no poseer) una base de seguridad durante el
desarrollo.

Los Modelos Operativos Internos (internal working models). 

Otro concepto esencial en la obra de Bowlby es el de Modelos Operativos


Internos. El desarrollo procede hacia la autonomía en la medida en que la
regulación interpersonal proporcionada por las figuras de apego se empieza a
“internalizar” en la forma de Modelos Operativos Internos. Desde pequeños, los
niños van formando modelos de los otros y sí mismos basados en el grado de
seguridad y accesibilidad que les proporcionan las figuras de apego. Estos
modelos funcionan como mapas internos que permiten prever y pronosticar
grosso modo el grado de disponibilidad y accesibilidad de las figuras de apego.
Los modelos operativos internos de los otros y de uno mismo tienden a ser
complementarios. En la medida que las figuras de apego son confiables y
emocionalmente atentas a las necesidades y comunicaciones de sus hijos o
hijas, se van formando imágenes positivas de uno mismo. Por otro lado, si las
figuras de apego se sienten desamparadas y no pueden atender a las
necesidades de los niños, la imagen que se va formando de uno mismo va ser
dañada. Con el tiempo, los modelos operativos no sólo conciernen las figuras
de apego sino que se generalizan hacia todas las relaciones interpersonales.
Bowlby se imaginó el apego y los modelos operativos internos como un sistema
de tipo cibernético que se va ajustando y coordinando en forma automática por
medio de sistemas de retroalimentación positiva y negativa a medida que
cambien los objetivos y metas en la vida. Por otro lado, las conductas y
estrategias que se utilizan para mantener contacto físico o emocional con las
figuras de apego cambian de acuerdo a la percepción que nos formamos en
cuanto a su accesibilidad y disponibilidad de las figuras de apego, sobre todo
en momentos de peligro o de estrés.

Como hemos aprendido en los últimos 30 años, los modelos operativos se


forman tanto a niveles subsimbólicos o implícitos como a niveles simbólicos o
explícitos (Karmiloff-Smith 1992; Shore 1994, 2003; Bucci 1999, Cortina 2003).
Durante los primeros dos años de vida, la reproducción de las interacciones
humanas se aprende mediante una danza orquestada por las figuras de apego.
Las figuras de apego reflejan y modulan las reacciones del bebé. A su vez, los
bebés se van uniendo a esta danza en forma cada vez más activa, coordinando
e imitando las gesticulaciones, el ritmo interactivo, y las entonaciones de los
cuidadores (Trevarthen, 1979; Beebe & Lachman, 2002). Esta comunicación
inicial forma la base de un “protodiálogo” que, desde el punto de vista del bebé,
opera a niveles subsimbólicos y forma la base de ‘hábitos’ interpersonales que
son intuitivos y se expresan automáticamente durante el transcurso de la vida.
Este tipo de conocimiento es lo que el grupo de Boston (Boston Process of
Change Study Group) llama “conocimiento interpersonal implícito” (implicit

3
relational knowing). Es importante señalar que los primeros modelos operativos
son subsimbólicos, y por lo tanto son “representacionales” en un sentido
limitado e inmediato ya que los bebés sólo pueden formar modelos de
sus interacciones con sus cuidadores tal como se viven en el momento actual.
Los primeros modelos operativos imitan y reflejan las relaciones con las figuras
de apego creando expectativas automáticas e inconscientes de las relaciones
con los demás y quedan “instanciados” por medio de circuitos neuronales que
se conectan en redes neuronales de acuerdo a procesos asociativos (2). Son
pues representaciones primarias (o de primer orden).

Los bebés, solo pueden captar o “leer” la conducta y las emociones de los otros
desde un punto de vista egocéntrico o “narcisista”. Es decir, los niños menores
de nueve meses de edad entienden las conductas y las emociones de sus
cuidadores pero no tienen la capacidad de asumir que sus experiencias son
similares a las de sus cuidadores (Tomascello, 1999). Pero a partir de los
nueve a doce meses de edad hay una revolución cognitiva en los bebés. Los
niños empiezan a captar que los otros tienen intenciones y estados mentales
similares a los suyos. La capacidad de compartir la experiencia con nuestros
semejantes crea un “espacio intencional” intersubjetivo que transforma
radicalmente el desarrollo emocional y cognitivo subsiguiente. Esta
característica intersubjetiva es propia de nuestra especie (Tomascello 1999).
Este es un tema central de nuestro artículo y regresaremos a él después. Por lo
pronto queremos aclarar que esta intersubjetividad naciente no requiere de
introspección o lenguaje por parte de los niños pequeños. Como lo señalan
Diamond & Marrone (2003), éste es un malentendido común de los modelos de
desarrollo intersubjetivos como el de Trevarthen. El modelo intersubjetivo de
Tomascello se parece, pero no es idéntico, al de Trevarthen (1979), Trevarthen
& Aitken (1994). La diferencia principal es que Trevarthen asume que desde el
inicio de la vida los bebés viven en un mundo intersubjetivo “primario” con sus
cuidadores. Si bien esto es cierto desde el punto de vista de los cuidadores, no
es cierto desde el punto de vista de bebé. El hecho de que los bebés sean
capaces de “leer” las emociones y conductas de sus cuidadores (una
capacidad que compartimos con otros primates y mamíferos) no quiere decir
que los bebés pueden entender, ni siquiera en forma intuitiva o prerreflexiva,
que las emociones y conductas de sus cuidadores son similares a las suyas.
Esta capacidad de “identificarse” con las emociones e intenciones de los
cuidadores no aparece hasta los seis meses de edad de acuerdo a Trevarthen
(lo que él denomina intersubjetividad secundaria) y los nueve meses de
acuerdo con Tomascello. Creemos que hay que distinguir entre la capacidad de
los bebés de leer las emociones de sus cuidadores (2 a 9 meses de edad), la
capacidad de leer intenciones (nueve meses en adelante) y la capacidad de
leer estados mentales complejos (tres o cuatro años de edad en adelante).
Como veremos después, esta última capacidad depende del desarrollo de
capacidades simbólicas y del lenguaje. Con el mundo simbólico y del lenguaje,
los niños mayores de cuatro años empiezan a distinguir entre apariencias y
realidades y empiezan a ver el mundo desde más de una perspectiva. 

4
El poder ver el mundo de las relaciones como intencional es entrar a un mundo
intersubjetivo. Este mundo intersubjetivo, que se manifiesta por primera vez a
los nueve meses de edad, opera a un nivel de representación secundaria (o de
un segundo orden), ya que con una intencionalidad compartida se inaugura,
aunque sea de forma elemental, el uso de los símbolos y con ello se pueden
captar y sintetizar diferentes facetas de una misma interacción y generalizar
estas interacciones en contextos nuevos. Más aun, esta intencionalidad
compartida establece un espacio intersubjetivo fértil para el desarrollo del
lenguaje, como veremos después. 

A partir del tercer o cuarto año de edad, los niños llegan a entender la
posibilidad de una creencia falsa (3). La capacidad de captar creencias falsas
implica la capacidad de ver la realidad desde más de una perspectiva y de
diferenciar apariencias de realidades. A esta edad, las niñas o niños empiezan
a poder tener simultáneamente varias representaciones mentales de diferentes
interacciones en su mente y, por lo tanto, a imaginar que otros, o ellos mismos,
puedan ver la realidad desde más de una perspectiva. Pensamos que la
posibilidad de manejar simultáneamente modelos operativos múltiples desde
varias perspectivas significa que los niveles representacionales están operando
a niveles terciarios (o de un tercer orden).

Algunas de las bases neurológicas de las representaciones mentales 

Como lo señala Gallese (2002) la representación de la experiencia a niveles


implícitos y la capacidad atribuir intenciones a los otros y mostrar empatía
tienen su origen en la imitación o la similitud (la palabra similitud deriva del
Latín ‘simis’ que significa ‘lo mismo’). Por medio de la acción, la observación y
la empatía, al niño “reproduce” los sentimientos y conductas de las figuras de
apego a nivel neurológico y psicológico. Como lo demuestra estupendamente
Gallese (2002), la mente humana es capaz de reproducir a nivel neurológico
modelos de las interacciones con los otros por medio de neuronas espejo
(mirror neurones). Hace aproximadamente diez años, Gallese descubrió una
clase de neuronas de la corteza premotora que se disparan cuando se ejecuta
una acción dirigida hacia una meta. Este mismo grupo de neuronas se dispara
cuando se observa esta conducta. En otras palabras, solamente el observar
una acción produce una simulación automática en los circuitos premotores de
la corteza cerebral. Aun más, el mismo grupo de neuronas se disparan cuando
se escucha el sonido de una acción que se ha observado previamente (como el
romper cacahuetes). Las neuronas espectrales son la base neurológica de la
emulación de la experiencia, que queda grabada a nivel implícito.

Una historia similar ha empezado a tomar forma con respecto a la imitación de


gestos. Cuando imitamos a otra persona, cuando se imitan acciones o cuando
nos imaginamos imitando una acción o una conducta, se activa un grupo de
neuronas espejo localizado en el sulcus temporal superior. De hecho cuando

5
imitamos un ejercicio físico empezamos a respirar más fuerte y se acelera el
corazón. El cuerpo se comporta como si estuviera literalmente haciendo el
ejercicio (Gallese, 2002). Datos preliminares indican que un circuito neuronal
compuesto por la corteza premotora, la amígdala y la ínsula del lóbulo temporal
se activan cuando presenciamos una situación dolorosa o cuando nos
imaginamos que alguien ha sufrido una situación dolorosa. Por ejemplo, el
mismo circuito neurológico se activa cuando nos picamos un dedo con una
aguja, cuando vemos que alguien se pica el dedo con una aguja o simplemente
cuando alguien nos dice que el dedo de una persona fue picado con una aguja.

La conducta y las emociones. Dos componentes fundamentales en sistemas de


motivación.

Una de las ventajas que nos ofrece la teoría de apego es su especificidad.


Bowlby nos indica las condiciones que activan o desactivan las conductas a
apego y las funciones que estas conductas tienen en promover la protección
contra peligros, tanto ambientales como internos. El apego puede ser
entendido como una motivación innata que funciona como un sistema evolutivo
funcional que activa una serie de conductas cuyo objetivo es mantener la
proximidad a las figuras de apego (4). Con el desarrollo ontogénico, la
necesidad de una proximidad física se convierte en una necesidad de
proximidad emocional. Las emociones juegan un rol intermedio entre la
evaluación de peligro y la activación de conductas de apego, actuando como
señales endógenas que privilegian y magnifican ciertas interacciones del
organismo con su mundo interno y externo. Por ejemplo, en el sistema de
apego la ansiedad y el miedo funcionan como señales endógenas que
acompañan evaluaciones de peligro de forma semejante a la concepción de
Freud (1926) de situaciones de peligro. Las percepciones de gran peligro se
procesan por medio de circuitos neuronales que desembocan en el tálamo. De
ahí la información va a la amígdala y a los centros motores. Situaciones menos
urgentes se procesan por medio de circuitos que van al tálamo, pasando por el
hipocampo, la amígdala y la corteza temporal y prefrontal. Estos circuitos que
incluyen el hipocampo y la corteza temporal y prefrontal contextualizan la
experiencia antes de que la información se transmita a los centros motores
(LeDoux 1996).

Estas dos vías por las que se procesa la información en situaciones de peligro,
una predominantemente subcortical y la otra predominantemente cortical,
explican por qué en situaciones de peligro se puede activar una reacción de
conducta antes de que se registre el peligro como una emoción consciente
(ansiedad o miedo). Esto ha quedado demostrado elegantemente por LeDeux
(1996) en sus estudios con ratas. La misma observación se aplica
indudablemente a los humanos. Por ejemplo, una experiencia común es que
saltamos cuando se aproxima súbitamente un automóvil que no habíamos visto
o nos congelamos cuando vemos una culebra. Solamente después de haber
actuado automáticamente sentimos miedo. Creemos que este esquema de la

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función de la ansiedad en situaciones de peligro puede generalizarse hacia un
modelo general de las emociones. En este modelo, las emociones tienen varias
fases de activación inconscientes y conscientes. Las emociones funcionan
como componentes importantes de diferentes sistemas de motivación. Pero
éste es un tema que requiere una exposición más amplia y que tendremos que
retomar en otra ocasión.

SEGUDA PARTE: LA EXTENSIÓN DEL MODELO PLURALISTA DE LA


MOTIVACIÓN DE BOWLBY

Bowlby nos presenta un modelo teórico en que la conducta, las emociones y


las evaluaciones cognitivas (inconscientes y conscientes) están integradas para
mantener un sistema de seguridad, que es a la vez interpersonal e
intrapsíquico (los modelos operativos internos) (5). Si se analiza con cuidado, la
teoría de apego da respuestas a cinco preguntas fundamentales sobre el
apego: 

¿Qué funciones tiene el apego?

¿Cuál es el objeto o meta del apego?

¿Qué activa o desactiva el sistema de apego?

¿Cómo se regula?

¿Cómo se desarrolla?

Estas preguntas se pueden generalizar hacia cualquier otro sistema de


motivación y servir de guía cuando se postulan o se analizan otras
motivaciones básicas. El carácter integrativo y multimotivacional de la teoría de
apego es de una enorme importancia y no ha recibido el comentario que
merece. Aun cuando Bowlby enfatiza el apego, su modelo es multimotivational
ya que el apego está íntimamente coordinado con otros sistemas de conducta y
motivación. Estos diferentes sistemas son:

El sistema de apego propiamente dicho (la busca de la protección).

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El sistema de cuidado (the caregiving system) que complementa el sistema de
apego y se activa en el momento en que los cuidadores (las figuras de apego)
responden a peligros o comunicaciones de alarma o aflicción en el niño o en
adultos.

El sistema de defensa o de alarma (reacciones de huida o de lucha (fight/flight


reactions).

El sistema de exploración que se activa en el momento en que el sistema de


apego se desactiva.

Bowlby lamentó el no haber podido considerar cómo el sistema sexual se


entrelaza e integra con el apego y el sistema de cuidado. También pensó que
había otros sistemas de afiliación social, además del apego y el sistema del
cuidado que forman parte de la naturaleza humana.

El modelo del cerebro triádico de MacLean (The Triune Brain)

Para extender la teoría de apego en la dirección que esbozó Bowlby, creemos


que el modelo del cerebro triádico de MacLean (1990) es una manera de
empezar a conceptualizar, aun cuando sea en forma rudimentaria, la
organización del cerebro humano y su relación con los diferentes sistemas de
motivación. De acuerdo a MacLean, durante el transcurso de millones de años
de evolución, el cerebro evolucionó en tres fases. Cada fase contiene un
sistema cerebral con anatomías y cito-arquitecturas propias y funciones
diferentes, aun cuando estos tres sistemas cerebrales están integrados en
diferentes grados de especie a especie. El cerebro más antiguo corresponde a
la evolución de los reptiles y los anfibios (el complejo R) y contiene estructuras
anatómicas como el tallo cerebral y los núcleos basales. El segundo cerebro, el
paleocerebro (el sistema límbico) corresponde a la evolución de los mamíferos.
Este sistema contiene estructuras como la amígdala, el hipotálamo, la ínsula y
la corteza orbitofrontal que Schore (2003) considera parte esencial del sistema
límbico en los primates y que integra información cortical y subcortical. El tercer
cerebro neocortical o neo-mamífero corresponde a la evolución de algunos
mamíferos y primates. La estructura anatómica principal de este cerebro es la
enorme expansión de la corteza prefrontal y parietal que se observa en la
evolución de la línea homidea en los primates 

Se han hecho varias críticas del modelo del Cerebro Triádico. Tal vez la más
importante es que simplifica demasiado la organización del cerebro. Por

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ejemplo no hay una distinción tan nítida como lo supuso MacLean entre el
paleocerebro o el sistema límbico (el centro de las emociones) y la neocorteza
(el centro de la racionalidad y de procesos cognitivos avanzados). De acuerdo
a LeDoux, el sistema límbico, la contribución más importante y conocida de
MacLean, es más un concepto que una realidad funcional o anatómica. A pesar
de estas y otras críticas válidas, incluso los detractores más severos como
LeDoux (1996) aceptan que el modelo de MacLean sintetiza un conocimiento
vasto y sigue siendo útil como un modelo heurístico. Y es como un modelo
heurístico que nos proponemos usar el modelo de MacLean.

Las funciones del complejo R incluyen la regulación de funciones fisiológicas


esenciales y de instintos “primitivos” como la sexualidad, las reacciones
agresivas, las reacciones de rabia y de fuga y la exploración. Al cerebro
mamífero intermedio (el sistema límbico) corresponden grosso modo las
funciones del sistema de apego, el sistema de cuidado, la afiliación basada en
rango (dominación y sumisión), el sistema igualitario (que describiremos a
continuación) y la capacidad de reconocer a los miembros de nuestra misma
especie, la reproducción sexual y formación de pareja (pair bonding). El
sistema límbico regula, pues, todos los sistemas de interacción social. Al
cerebro mamífero nuevo o neocortical corresponden funciones más avanzadas
que vemos en los primates. Como mencionamos anteriormente, en la especie
humana estos atributos incluyen la capacidad intersubjetiva de compartir
intenciones y estados mentales con miembros de nuestra especie y la
capacidad de simbolizar la experiencia, sobre todo por medio del lenguaje.

A continuación resumimos los sistemas de motivación y regulación que


corresponden al cerebro triádico de MacLean

I Sistemas de regulación y motivación asociados con el Complejo R


(cerebro primitivo)

Sistemas de regulación fisiológicos, como la sed, hambre, niveles do oxígeno y


bióxido de carbono

Sistema de defensa de tipo no social. Agresión y escape en situaciones de


peligro

Exploración del medio ambiente que no esta ligado al apego y el fenómeno de


la base segura.

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Reproducción sexual en que no hay formación de una pareja

II Sistemas de motivación y regulación asociados con el cerebro


mamífero primitivo (el sistema límbico social)

Reproducción sexual y formación de pareja (pair bonding)

El sistema de reconocimiento de miembros de la misma especie y


reconocimiento mutuo

El sistema de apego

El sistema de cuidado

El sistema competitividad basado en rango (sistemas jerárquicos


caracterizados por la dominación y sumisión)

El sistema de cooperación basado en la igualdad Creemos que con la


capacidad intersubjetiva coevolucionó un sistema de organización social nuevo
que tiene sus antecedentes en actividades de cooperación que son evidentes
en los sistemas de apego, cuidado y de rango. Este sistema social tiene bases
en el cerebro límbico y el cerebro neocortical y es altamente afiliativo,
cooperativo y “horizontal”, en contraste con el sistema “vertical” del apego y del
sistema de rango.

III Sistemas de motivación y regulación asociados al cerebro neo-


mamífero o neocortical 

El sistema del significado (the meaning system)

Pensamos que el sistema que da sentido a la vida y las interacciones con los
demás tiene tres componentes:

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La capacidad intersubjetiva de compartir intenciones y estados mentales
con miembros de la especie humana.

La capacidad de simbolizar la experiencia desde una perspectiva intersubjetiva

El sistema del lenguaje

Queremos aclarar unos puntos antes de proseguir con la descripción de los


diferentes sistemas de regulación y motivación. Las mismas funciones básicas,
como el sistema de defensa (conductas de agresión o fuga), el reconocimiento
mutuo (kin recognition), o las conductas de competitividad o
cooperación, pueden tener expresiones muy diferentes en diferentes fases del
desarrollo filogenético. En los reptiles y los anfibios, el sistema de defensa no
está organizado socialmente, mientras que entre los mamíferos, y sobre todo
los primates, el sistema de defensa se reorganiza por medio de las figuras de
apego. No por ello deja de existir el sistema funcional más antiguo. El sistema
de defensa que opera en los reptiles sigue operando en los primates cuando no
hay una figura de apego presente. Asimismo, el grado de cooperación entre los
chimpancés puede ser muy extenso, pero no se puede comparar con el grado
de cooperación que existió en los cazadores y recolectores nómadas homideos
que emigraron de África. Otro ejemplo de la transformación de funciones
básicas es la capacidad de reconocimiento mutuo, una capacidad cognitiva
esencial en especies altamente sociales. Esta capacidad se reorganiza
substancialmente en mamíferos con organizaciones sociales complejas y
creemos que se vuelve a transformar el momento en que aparece una especie
de primates con la capacidad intersubjetiva de poder compartir intenciones y
estados mentales con sus congéneres.

Estas consideraciones nos llevan a retomar una de nuestras preguntas


fundamentales. ¿Cuáles fueron las innovaciones mentales esenciales que se
dieron en la especie humana? ¿Cómo transformaron estas innovaciones a los
sistemas de motivación básicos que compartimos con otros primates?

Los antecedentes cognitivos de la capacidad humana de poder leer e


“identificarse” con las intenciones y estados mentales de nuestros semejantes
(6)

El hombre es un primate y mamífero y como tal compartimos con los


mamíferos y primates el mismo plan básico, los mismos órganos de percepción
y las mismas capacidades cognitivas básicas como son:

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categorizar objetos sobre la base de sus similitudes

recordar dónde están objetos en su medio ambiente (como árboles frutales)

navegar con destreza a través del medio ambiente (un mapa mental de su
territorio)

mantener representaciones mentales de objetos visibles y no visibles (y por lo


tanto pasar la prueba de permanencia de objetos de Piaget)

utilizar soluciones inteligentes para resolver problemas (Tomascello, 1999).

A estas capacidades cognitivas de entender el mundo material hay que añadir


algunas capacidades cognitivas sociales como son:

poder reconocer a otros individuos dentro de su grupo social

poder crear relaciones y alianzas con individuos basadas en su grado de


familiaridad, amistad y posición social dentro del sistema de rango

usar estrategias sociales y de comunicación para competir favorablemente


con miembros de la misma especie

poder aprender vicariamente de otros miembros de la misma especie

poder predecir la conducta de otros miembros del grupo social basado en


atributos como la capacidad de captar estados emocionales en miembros de la
misma especie, la capacidad de entender relaciones sociales entre diferentes
miembros del mismo grupo social y la capacidad de aprender de las
experiencias de otros miembros del grupo social (Tomascello, 1999)

12
Enumeramos estas capacidades con el objeto de señalar que mamíferos con
vidas sociales complejas tienen la capacidad de comprender y representar sus
interacciones con su mundo material y sobre todo social. Este grado de
desarrollo cognitivo es muy complejo y rebasa con mucho un aprendizaje
basado solamente en estímulos y respuestas.

¿Hay diferencias entre las capacidades cognitivas de los mamíferos y los


primates? De acuerdo a Tomascello & Call (1997) sí las hay, y la diferencia
fundamental es que los primates pueden entender relaciones sociales sin que
ellos estén directamente involucrados en la transacción social. En otras
palabras, los primates tienen la capacidad de representar relaciones sociales
que no están limitadas al aquí y el ahora. El poder que confiere este tipo de
inteligencia social queda demostrado en las habilidades maquiavélicas de los
chimpancés. Se han hecho muchas observaciones en las que uno varios
individuos conspiran contra un tercero para usurpar su lugar dentro del sistema
de rango (Goodall, 1986; De Wall, 1989). Este tipo de alianzas significa que
algunas especies de primates tienen la capacidad de planear y de manipular
situaciones sociales de cierta complejidad. Aun cuando en forma elemental, los
primates tienen representaciones de segundo orden, es decir representaciones
que no están limitadas por el momento actual. 

Una transformación cognitiva fundamental en la especie humana (que tal vez


existió en otras especies de humanos primitivos).

Además del lenguaje, una de las transformaciones filogenéticas fundamentales


que diferencia la capacidad cognitiva de los humanos de otros primates es la
capacidad de identificarnos con las intenciones y los estados mentales de
nuestros semejantes. Esta tesis de Tomascello es a la vez audaz y sencilla.
Audaz, porque las investigaciones minuciosas de Tomascello y Call (1997) han
puesto en duda la creencia que existe en muchos primatólogos de que la
capacidad de entender las intenciones y los estados mentales de los otros
existe en otros primates. Sencilla, porque establece como propia de humanos
una característica tan fundamental que no nos damos cuenta de su
singularidad y, por ello, tenemos la tendencia de proyectar este atributo en
otros mamíferos y primates. No podemos resumir aquí toda la evidencia que
apoya la conclusión de que esta aptitud intersubjetiva es propia de los
humanos, pero sí, cuando menos, queremos señalar algunas observaciones
que demuestran que en su ambiente natural los primates no humanos no
tienen la capacidad de “leer” las intenciones de sus congéneres.

no señalan, apuntan o gesticulan hacia objetos para que otros lo vean

no recogen objetos para que los vean otros

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no tratan de traer a otros miembros de su grupo a sitios nuevos para
enseñarles cosas de interés

no recogen objetos para ofrecerlos a otros

no ayudan intencionalmente a otros a aprender conductas nuevas (Tomascello


1999, p. 21)

Como señala Tomascello (1999), los primates son seres intencionales y


causales con un repertorio cognitivo impresionante. Pero a pesar de
apariencias engañosas, simplemente no conciben el mundo social y material
como intencional y causal. El poder concebir el mundo en estos términos es
revolucionario.

Esta tesis se puede considerar como una variante de la teoría de la mente. Sin
embargo, las teorías de mente comúnmente usan el criterio de creencias falsas
para discernir si individuos pueden “mentalizar” a sus congéneres. Como
indicamos anteriormente, la posibilidad de discernir creencias falsas resta en la
capacidad de mantener, al mismo tiempo, varias representaciones mentales de
una o varias interacciones. Pero de acuerdo a Tomascello, esta capacidad
depende a su vez de tener un espacio intencional compartido con los otros, una
logro que antecede por dos o tres años en el desarrollo ontogenético el criterio
de las creencias falsas.

La imitación recíproca y sus consecuencias para el desarrollo

Los niños pequeños tienen una enorme capacidad de imitación. No sólo imitan
lo que ven, sino que también imitan las interacciones que se dan con miembros
de sus familias (fundamentalmente las figuras de apego) y después con sus
compañeros. La imitación dentro de este espacio intersubjetivo se vuelve
recíproca. Los niños empiezan a identificarse con las metas, deseos e
intenciones que sus cuidadores y también con la forma en que los cuidadores
expresan sus deseos, intenciones y metas.

Las consecuencias una imitación reciproca son múltiples:

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Forma la base sobre la cual se desarrolla un espacio intencional compartido
(Tomascello 1999).

Forma la base sobre de la cual se desarrolla la empatía reciproca (Sullivan,


1953 pp.198-199)

Es la base sobre la cual se establece una reciprocidad de modelos operativos


internos y de roles en las relaciones interpersonales (Liotti 2001)

Transforma fundamentalmente el sistema de reconocimiento basado en


atributos físicos, patrones de conducta o reacciones emocionales hacia un tipo
de reconocimiento mutuo basado en intenciones, estados mentales y
atribuciones psicológicas que pueden ser positivas “mi hija es muy amorosa” o
negativas “es idéntico en su mal carácter a su papa”.

Permite que la acumulación de enseñanzas adquiridas culturalmente pueda


transmitirse de una generación a otra. Esta acumulación del conocimiento no
existe en primates que no sean humanos.

Incrementa substancialmente las posibilidades de comunicación, de


entendimiento mutuo y cooperación (y, asimismo, las faltas de comunicación y
de cooperación).

Crea un terreno fértil sobre el cual se desarrolla el lenguaje, que al fin y al cabo
es una forma de comunicación simbólica estructurada sobre una base
gramatical

La capacidad de pensar simbólicamente se desenvuelve históricamente -en


forma de una acumulación de símbolos culturales de una generación a otra- y
en la ontogenia -con el desarrollo del lenguaje y otros sistemas simbólicos
como las matemáticas. Estas capacidades basadas en representaciones
mentales de segundo orden (símbolos compartidos) y de tercer orden (la
capacidad de ver la realidad desde varias perspectivas) permiten predecir
eventos aun cuando sus antecedentes inmediatos no sean visibles y, por lo
tanto, resolver problemas en forma creativa y flexible. Con la habilidad narrativa
y el advenimiento de las operaciones formales durante la adolescencia (Piaget)
se produce un fenómeno nuevo, la capacidad de pensar sobre lo pensado, lo
que generalmente se denomina capacidad metacognitiva o capacidad reflexiva
(Fonagy 2002). Con ello, las explicaciones causales sobre el mundo material y
psicológico se vuelven mucho mas sofisticadas y profundas.

15
El origen y desarrollo del lenguaje

La teoría más importante en los últimos 40 años sobre el origen del lenguaje es
la de Chomsky. De acuerdo a Chomsky en los humanos existe una “gramática
generativa” que es universal e innata. Esta gramática genera mediante
algoritmos las leyes de transformación que producen las estructuras
gramaticales de los más de 6000 idiomas que se hablan en el mundo.
Trabajando dentro de esta tradición, autores como Pinker (1994) han
reformulado algunas de las ideas de Chomsky pero, en esencia, convergen en
la idea de que la estructura del lenguaje no puede ser aprendida y es un
“instinto”.

En los últimos 15 años ha surgido un abordaje nuevo al origen del lenguaje que
concibe el proceso de “gramatización” (que corresponde a la gramática
generativa de Chomsky) como un proceso adquirido y no innato (véase, entre
otros, Tomascello, 1999, 2003: Lieberman, 1998, 2000). Esta explicación
alternativa ha ido adquiriendo fuerza a medida que se ha ido descubriendo
empíricamente la manera en que los niños aprenden a estructurar el lenguaje y
a medida de que se hace manifiesta la falla fundamental del modelo de
Chomsky. Después de 40 años y el esfuerzo colectivo de cientos de
investigadores, no estamos no siquiera cerca de describir las leyes de
transformación gramatical básicas que supuestamente existen en todas las
lenguas.

Aun cuando los exponentes del modelo de adquisición del lenguaje no postulan
una gramática generativa universal, autores como Tomascello (1999, 2003)
piensan que la adquisición de símbolos y de estructuras gramaticales (dos
componentes fundamentales del lenguaje) está basada en la capacidad
intersubjetiva de los humanos v.g., la capacidad de identificarnos con los
deseos, emociones e intenciones de los demás. Además de esta capacidad
intersubjetiva, hay otras herramientas cognitivas de las cuales echamos mano
para construir el lenguaje como son todas las habilidades cognitivas, que
compartimos con los primates, de poder identificar patrones, continuidades y
discontinuidades en mundo social y material en que vivimos y el poder
categorizar, ordenar y generalizar estas relaciones con el mundo.

Además de capacidades cognitivas nuevas, hubo cambios somáticos en la


evolución de los primates que permitieron el desarrollo del lenguaje. Este
cambio somático consistió en el descenso de la laringe hacia una posición
caudal (baja) en la caja torácica. El descenso de la laringe, probablemente
resultado del cambio hacia el bipedalismo en los primates, cambió la anatomía
de las cuerdas vocales o, más precisamente, del tracto vocal supralaríngeo en

16
donde están situadas las cuerdas vocales. Hubo dos resultados de este cambio
anatómico, uno negativo y otro positivo. El negativo es que los humanos nos
podemos ahogar con la comida ya que, con el descenso de la laringe, la raíz de
la lengua descendió también y quedo insertada a nivel de la garganta (7). Esto
hace posible que la comida se atore en la garganta y nos podamos asfixiar.
Pero este cambio de la anatomía tuvo también un resultado fortuito muy
favorable. La reconfiguración anatómica de la laringe y la formación del tracto
vocal surpalaríngeo permite la producción de ciertos sonidos como las vocales
[i] y [o]. Como consecuencia, podemos producir sonidos más nítidos y claros y
comunicarnos en forma mucho más eficaz que otros primates como los gorilas
y los chimpancés. Esta habilidad de producir una variedad de sonidos facilitó
indudablemente la comunicación en los primeros humanos primitivos
(Lieberman 1998).

En resumen, el origen del lenguaje tuvo dos componentes, uno central (la
capacidad de leer intenciones y estados mentales de nuestros congéneres, y la
capacidad simbólica) y otro periférico (los cambios anatómicos de la laringe en
el tracto supralaríngeo vocal). Ambos componentes fueron necesarios para
que aparecieran las primeras protolenguas en humanos primitivos y modernos. 

La co-evolución del lenguaje con una conciencia secundaria o extendida

Creemos que el sistema del significado en los humanos coevolucionó también


con un tipo nuevo de conciencia que Edelman (8) (1987, 2000) denomina una
conciencia secundaria y Damasio llama una conciencia extendida (1999). El
tema del origen y las funciones de la conciencia, tanto la conciencia primaria
que compartimos con otros mamíferos y primates como la secundaria, que tal
vez sea exclusivamente humana, es un tema muy vasto, complicado y
controvertido. Lo que queremos decir por ahora es que hay, cuando menos,
dos funciones con las cuales concuerdan muchos autores que se han
aproximado al tema de las funciones de la conciencia:

1. La de poner en relieve las metas y intenciones básicas en las cuales se basa


la supervivencia del organismo.

2. La de coordinar una reacción coherente del organismo ante los desafíos que
presenta el medio ambiente. Un organismo que tuviera respuestas
incoherentes y contradictorias hacia los retos que le presente el medio
ambiente simplemente no podría sobre vivir y dejar descendientes que
mantengan viable su existencia tanto individual como de especie.

17
Creemos que en contraste con otros sistemas de motivación y regulación que
tienen diferentes grados de “modularidad” y especificidad, el sistema del
significado emerge como una función generalizada que integra las otras
funciones biológicas. En la especie humana, la conciencia extendida agrega un
elemento coordinador potente a esta función integradora y es la capacidad de
pensar sobre lo pensado, es decir, una función metacognitiva o de
autorreflexión.

El dinamismo que el sistema de significado inyecta a la naturaleza humana no


tiene precedente. Toda la experiencia humana es transformada en una nueva
clave simbólica, intersubjetiva y lingüística que nos hace, como dijera
felizmente Loren Eisley (1971), un ser inacabado, un ser que está en perpetuo
proceso de autogestión. Esta claro que hay límites a la capacidad de
autogestión, y que estamos constreñidos por nuestro equipaje biológico
formado durante el transcurso de millones de años de evolución. Pero es
precisamente esa tensión entre la evolución biológica y la historia humana,
entre la finitud biológica y la infinitud de la imaginación humana, la que define la
existencia humana. La fantasía, la imaginación, la capacidad de ver hacia el
futuro y de recrear el pasado, la capacidad de crear y narrar historias, de ver el
mundo desde perspectivas múltiples, la necesidad de darle significado a
nuestra existencia, todo ello depende de nuestra capacidad de reflexionar
sobre nuestra experiencia y de cuestionarla. Esta capacidad de entender la
mente de los otros en forma intersubjetiva, a través de representaciones
mentales basadas en símbolos y en el lenguaje nos hace criaturas extrañas,
aberraciones de la naturaleza, como lo dijo alguna vez con cierta hipérbole
Erich Fromm. 

La nuestra es una mente que está en constante evolución, tanto desde un


punto de vista histórico como desde un punto de vista del desarrollo de cada
uno de nosotros. Todo ello le confiere otra característica propia al sistema de
significado. El mecanismo de transmisión del significado de una generación a
otra no está basado en un templete genético como lo está la evolución
biológica, sino en un mecanismo de transmisión cultural e histórico.

TERCERA PARTE. EL SIGNIFICADO Y LOS SISTEMAS DE MOTIVACIÓN


LÍMBICOS

En esta última sección no nos vamos ocupar del apego, que ya describimos, ni
del sistema de la exploración y del cuidado, que pensamos elaborar en otra
ocasión. Más bien queremos concentrarnos en los dos sistemas de afiliación
que ya mencionamos, el sistema igualitario y el sistema de rango. También nos
ocuparemos del sistema de reconocimiento y validación el del sistema de
reproducción sexual y formación de pareja. La razón de esta decisión obedece
a que los dos sistemas afiliativos (igualdad y rango) no han sido descritos,

18
hasta donde sabemos, dentro de la literatura psicoanalítica ni tampoco han sido
abordados desde una perspectiva evolutiva.

En cuanto al sistema de reconocimiento y validación mutuo, que generalmente


se conoce en ámbitos psicoanalíticos como narcisismo, creemos que la
combinación de nuestra perspectiva evolutiva e intersubjetiva al problema del
narcisismo es nueva. No se puede decir lo mismo del sistema sexual, que no
tiene nada de nuevo en el psicoanálisis . De hecho, su énfasis casi exclusivo es
lo que definió al psicoanálisis en sus estadios tempranos. Pensamos que una
lectura nueva del sistema sexual, integrada desde una perspectiva del apego y
los otros sistemas afiliativos puede resultar interesante.

El sistema de cooperación social basado en la igualdad

El sistema de cooperación basado en la igualdad probablemente evoluciona


con los primeros grupos de cazadores y recolectores nómadas que empezaron
a emigrar de África hace aproximadamente un cuarto de millón de años,
empezando tal vez con homo ergaster, el antecesor directo más antiguo de
homo sapiens (Tattersall, 1998, Boehm, 1999). Casi sin excepción, los
nómadas, con un sistema de subsistencia basado en la caza y la recolección,
están caracterizados por una organización social basada en la igualdad entre
miembros del grupo social. Este sistema social igualitario está sostenido por
tabúes y sistemas de control social que utilizan la amenaza del ostracismo
social, la vergüenza, la humillación y el ridículo para hacer que los individuos
del grupo se sometan a las normas sociales basadas en la igualdad. Estos
mecanismos de control social impiden que emerjan individuos dominantes alfa
dentro de este sistema social. Kroeber (1942) fue el primero en describir este
sistema de control social como una “ética basada en la equidad”.

Otros elementos esenciales de esta ética social son la ayuda y cooperación


mutua y la consigna de compartir con los miembros del grupo los frutos de la
caza. De acuerdo a Kroeber la ética basada en la equidad es producto de un
sistema moral potente que inculca ciertas actitudes en todos sus miembros.
Este proceso de socialización asemeja lo que Fromm (1942) llamó el carácter
social. El mecanismo psicológico que moldea el carácter social está basado en
la internalización de creencias y normas sociales compartido por algunos
grupos sociales. Estos valores y normas sociales emergen como adaptaciones
que han sido seleccionadas socialmente para sobrevivir dentro de
determinados medios ambientales económicos y sociales. La aparición de una
ética basada en la igualdad es un evento extraordinario. Por primera vez,
emerge en la historia de la evolución biológica una organización social regulada
por medio de un sistema moral.

19
Cualquier extrapolación de los cazadores y recogedores contemporáneos a
cazadores de la era paleolítica -la época durante la cual evolucionó el sistema
social basado en la equidad- tiene que hacerse con gran cautela. Sin embargo,
hay un consenso entre expertos en la materia de que probablemente la
organización social no ha cambiado substancialmente de sus orígenes
prehistóricos (Service 1966; Sahlins, 1968; Boehm, 1999).

¿Cómo surgió esta nueva forma de organización social? Como lo señalan


Sober y Wilson (1999) en su magnifico libro sobre los orígenes biológicos del
altruismo, la organización social de cazadores y recogedores basada en una
ética cooperativa y de ayuda mutua tuvo el efecto de promover la selección
grupos que tienen en su seno un número más grande de individuos altruistas.
El argumento fundamental es que grupos con miembros que son capaces de
sacrificarse por los demás y de cooperar en forma más equitativa van a tener
enormes ventajas en explotar el medio ambiente y cazar animales grandes y
hábiles que otros grupos u otras especies de primates que mantienen una
organización social rígida, jerárquica y poco flexible (9). Por ejemplo, los
Neandertales eran cazadores fuertes y hábiles pero menos efectivos ya que no
perseguían a su presa a medida que emigraba, como lo hacían los primeros
humanos (Lieberman 1998, p. 80-83). Estas ventajas se traducen en una
mayor supervivencia de los grupos cooperativos en relación con los grupos que
poseían una organización basada en la dominación y sumisión. De manera que
la selección natural al nivel de grupos no sólo contrarresta los efectos de
selección a nivel individual (que favorece a individuos egoístas), sino que la
sobrepasa, favoreciendo la supervivencia de grupos con un mayor número de
individuos altruistas.

Creemos que a la tesis filogenética del origen del altruismo de Sober y Wilson
hay que agregar la tesis de Tomascello del origen filogenético del fenómeno
intersubjetivo. La capacidad de leer intenciones y la imitación recíproca que
existe en la especie humana tiene que haber jugado un papel muy importante
en el desarrollo de la ética equitativa de los cazadores nómadas de la era
paleolítica. Con la imitación recíproca se produce la empatía recíproca y la
capacidad de identificarse con nuestros semejantes. Seguramente esta
capacidad empática recíproca influyó potentemente en favorecer una
organización social igualitaria que no está dominada por unos cuantos
individuos que ejercen un control despótico sobre los demás. Ante la alternativa
del dominio por unos cuantos individuos o de compartir responsabilidades y
obligaciones basadas en la mutualidad y la igualdad, la mayoría de los seres
humanos prefieren la igualdad. A las ventajas que acarrea la cooperación
mutua a niveles biológicos habría que agregar las ventajas psicológicas que
acarrean relaciones basadas en la igualdad. Estas dos ventajas se
complementan mutuamente creando una sinergia nueva, una organización
social cooperativa e igualitaria. 

20
Esta dinámica se modifica cuando empiezan a aparecer las primeras
poblaciones humanas sedentarias hace 10,000 años (Boehm 1999). El cambio
de una economía basada en el forraje y la caza hacia una economía basada en
la domesticación de las plantas y los animales y en la agricultura hace posible,
por primera vez en la historia de la evolución humana, que existan bienes de
consumo en exceso de las necesidades de supervivencia básicas y permite
que algunos individuos en las sociedades sedentarias puedan acumular bienes
de producción. El grupo social capaz de acumular el poder económico se
vuelve dominante a pesar de la tendencia hacia la igualdad. Con ello se
reproduce el sistema jerárquico basado en rango. Pero esta vez la dominación
no está basada exclusivamente en rituales agresivos y habilidades sociales
como en el sistema de rango, sino también en la habilidad de acaparar el poder
económico y político, que a su vez produce castas religiosas y sociales. 

Un punto más de gran importancia. Con la llegada de la capacidad de leer


intenciones, la maduración de la capacidad simbólica y la aparición del
lenguaje, se incrementan exponencialmente las posibilidades de comunicación
y la cooperación entre las bandas de cazadores nómadas de la era paleolítica
media hace unos 60,000 años. Es posible que hayan surgido protolenguajes
hace 150,000 años, cuando aparecen las primeras especies de humanos con
una anatomía típica de nuestra especie sobre la faz de la tierra o tal vez aún
antes, con la aparición de los Neandertales hace 200,000 años. Creemos que
en los humanos primitivos coevolucionó el desarrollo del lenguaje con el
desarrollo de un sistema social cooperativo basado en la igualdad (Boehm,
1999). Esta es una hipótesis atractiva y coherente pero especulativa. Sea cual
fuere el origen de sistema basado en la igualdad, no cabe duda que el efecto
fue fundamental en cambiar el dominio exclusivo de la organización social
basada en el sistema de rango a una organización social donde persisten
elementos del sistema de rango con una organización social nueva basada en
la igualdad.

En resumen las funciones filogenéticas del sistema social basado en la equidad


y la cooperación son las siguientes:

El competir favorablemente por recursos ambientales con grupos limitados por


una organización rígida basada en rango

La capacidad de sacrificarse por miembros de la banda que no son


consanguíneos. El altruismo de las bandas con un sistema de ayuda mutua
provee otra gran ventaja para la supervivencia de los humanos.

La capacidad de leer intenciones produce la capacidad de identificarnos


empáticamente con nuestros semejantes. Esta ventaja psicológica

21
complementa la las ventajas biológicas de competir con otros grupos menos
cooperativos y altruistas 

Con lo dicho, creemos que queda claro que en los humanos hay una
ambitendencia en cuanto a la forma en que se pueden regular las relaciones
interpersonales y sociales. Las relaciones sociales pueden ser organizadas
bajo un sistema jerárquico basado en la dominación y la sumisión o en
sistemas sociales basados en la igualdad y el respeto mutuo. Ambas
tendencias son “naturales”. El que predomine una u otra tendencia no está
determinado ni por nuestros genes ni por la biología (que sólo actúan como
condiciones necesarias) sino por una multitud de factores complejos de orden
social y psicológico, tecnológico, económico, político e ideológico. Sobre estas
dos formas básicas de organización social se han producido una multitud de
variaciones de mucha mayor complejidad durante el transcurso de la historia de
la humanidad.

El sistema de competitividad basado en rango

El sistema de rango es ubicuo en la mayoría de especies de primates y


mamíferos (Gilbert 1992; Boehm, 1999; De Wall, 1989) y su origen ancestral en
los primates se remonta a unos 35 millones de años (Tattersall 2001). Hace 35
millones de años aparece un tipo de primate con una vida social compleja que
probablemente incluye, además, los sistemas de apego y del cuidado. El
sistema de rango se caracteriza por un tipo de agresión ritualizada que tiene el
objeto de regular la dominación y sumisión dentro del grupo social con un
mínimo de violencia y de fatalidades. Aun cuando la dominación y sumisión son
elementos esenciales en el sistema de rango, esto no quiere decir que no hay
posibilidades de cooperación. Muchos primatólogos han descrito la vida social
compleja que tienen los chimpancés, la especie más cercana a los humanos.
De hecho se dan muchos tipos de cooperación como entre las madres y sus
crías, entre grupos femeninos de la banda que forman alianzas entre sí para
diferentes fines sociales. Este sistema social es predominante en todas las
especies de primates que no sean humanos, donde existe otro sistema
afiliativo basado en la igualdad.

En su nivel más básico, el de competitividad basada en rango tiene varias


funciones biológicas y sociales:

Mantener individuos de alto rango (individuos masculinos alfa) en la posición de


acceso sexual preferente o exclusivo sobre los miembros femeninos de la
tropa.

22
La dominación de la distribución de recursos económicos por individuos de alto
rango.

Intervenir en situaciones de conflicto entre individuos de menor rango para


disminuir la violencia y responder a situaciones de peligro que amenazan el
grupo.

Primatólogos como Frans de Wall (1982, 1989) han descrito con gran detalle
los sistemas sutiles y complejos que regulan las relaciones jerárquicas que
permiten a individuos de una tropa reconocer el rango social y competir por
recursos dentro de este sistema social. Por el momento, no vamos entrar en
detalle sobre la importancia que tiene el sistema de rango en los humanos a
niveles interpersonales. Solamente queremos señalar que la organización
social basada en rango y competitividad continúa siendo vigente en forma sutil
aun entre los nómadas igualitarios y se puede reconstituir como un sistema
social predominante.

Durante el desarrollo ontogénico, el sistema de competitividad basado en rango


empieza a hacerse manifiesto entre hermanos y entre coetáneos a partir del
tercer año de edad y continúa desenvolviéndose a través del desarrollo.
Durante la adolescencia, la importancia de las relaciones con compañeros
(basados tanto en la competitividad como en la cooperación o el respeto
mutuo) empieza a tener igual o mayor importancia que las relaciones de apego
familiares. Desde luego, el tipo de valores que prevalezca va esta
enormemente influido por el desarrollo social y emocional y por factores
culturales y económicos.

Las relaciones de apego tienen una relación compleja con el sistema de rango
y el sistema igualitario que tendremos que describir en otra ocasión. Por el
momento, solamente queremos dar un ejemplo basado en un estudio de
desarrollo longitudinal (Troy & Sroufe, 1987). Cuarenta niños, todos de cinco
años de edad, fueron invitados a participar en un campamento de verano de
tres semanas. Estos niños habían sido estudiados desde que eran bebés con
un seguimiento intensivo basado en varios métodos con el fin de captar su
desarrollo social y emocional. Entre otros estudios, estos niños fueron
clasificados en su relación de apego de acuerdo con las tres categorías de
Ainsworth de apego seguro, evitativo y resistente a los 12 y 18 meses de edad.
Durante el campamento, los niños y niñas en este estudio desarrollaron
espontáneamente relaciones y amistades con sus compañeros y compañeras.
Se observó que los niños y niñas con una historia de apego seguro no
victimizaban ni se dejaban convertir en víctimas de los otros niños. En cambio
los niños o niñas con una historia de apego resistente invariablemente eran
víctimas, y los niños con una historia de apego evitativo eran los niños que eran
los bravucones que victimizaban a los otros niños. Este estupendo estudio

23
longitudinal sugiere que los niños con una historia de apego seguro tienden a
gravitar hacia relaciones con sus compañeros basadas en un sistema
igualitario y cooperativo. En cambio, los niños con una historia de apego
evitativo o resistente gravitan hacia un sistema de control social basado en la
dominación y sumisión que caracteriza el sistema de rango.

La necesidad de ser reconocido y validado por nuestros semejantes

Como los otros sistemas de motivación que hemos descrito, la regulación de la


autoestima también tiene orígenes biológicos. Es de enorme importancia para
todas las especies sociales, y particularmente importante dentro de la evolución
de los primates, poder tener una identidad que sea discernible por otros
miembros de la misma especie. El reconocimiento mutuo es necesario para
que exista una comunidad social (ver Pfenning & Weiss 1995 para un resumen
de la literatura sobre el reconocimiento de semejantes—“kin recognition”). Hay
otro motivo por el cual el reconocimiento mutuo es de gran importancia desde
una perspectiva evolutiva. La identidad de miembros de la misma especie crea
la posibilidad de predecir la conducta de cada individuo basándose en
características que poco a poco lo van definiendo como propias. La atribución
de una identidad social, contextualiza automáticamente las conductas de cada
individuo y reduce enormemente las variables que hay que entender para
predecir su conducta. La conducta reconocible que caracteriza a cada individuo
cobra un significado especial y reduce el espacio que el cerebro tiene que usar
para computar las relaciones sociales (Gallesse, 2000).

En los humanos, la capacidad de ser reconocido como ser único dentro de


contextos sociales crece en importancia en el momento en que durante el
desarrollo de la especie humana y del desarrollo ontogénico, se traspasa un
umbral en el cual a la “lectura” de la conducta y las emociones se le agrega la
“lectura” de la motivación y su significado social (la lectura de las
intenciones) Dentro de este espacio intersubjetivo, la necesidad de ser
reconocido como un ser con deseos, intenciones y emociones propias y únicas
es vital y sólo puede darse cuando existe un espacio intersubjetivo compartido
por miembros de la misma especie.

¿Cuál es el desarrollo óptimo de este sistema de reconocimiento mutuo? Como


lo ha demostrado elegantemente la investigación sobre la transmisión
intergeneracional de los patrones de apego, la capacidad de los progenitores
de poder reflexionar sobre sus experiencias con figuras de apego predice en
forma impresionante el tipo de apego que los progenitores forman con sus hijos
(Fonagy 1995). Fonagy ha denominado a esta capacidad de reflexionar sobre
la experiencia la “función reflexiva”. Este último es un concepto muy similar al
concepto de Main de “monitorización metacognitiva”, es decir, la capacidad de
pensar sobre lo pensado (Main, 1995).

24
Sólo progenitores que integran la capacidad intuitiva de cuidar y proteger a sus
hijos con la función reflexiva pueden tener una imagen adecuada de las
comunicaciones, deseos y necesidades de sus hijos, como queda demostrado
en los estudios susodichos. Los progenitores con una función reflexiva tienen
una clasificación dentro del esquema de la Entrevista de Apego Adulto (EAA)
de “F” (autónomos/libres). Gracias a esta capacidad de reflexionar sobre su
experiencia con figuras de apego, los hijos de estos progenitores van formando
una imagen de sí mismos como seres valiosos y amados y una imagen de los
otros como seres predecibles y confiables. No es ninguna sorpresa que estos
niños resultan tener una autoestima más saludable en comparación con otros
niños con historia de apego ansioso o desorganizado (Sroufe 1997)

Progenitores que tienen una clasificación “Ds, que desatienden (dismissing) en


la EAA tienden a ignorar las comunicaciones de estrés y congoja de sus hijos.
Los hijos de este tipo de progenitores forman una imagen defensivamente
sobrevalorada de sí mismos y una imagen de los otros como poco confiables.
Esta hipótesis se ha comprobado en investigaciones longitudinales. Niños con
un apego evitativo (que corresponde a la categoría de desatención en las
clasificaciones de apego en adultos), forman una imagen agrandada de sí
mismos y muestran una falta de sensibilidad hacia los otros. Estos mismos
investigadores tuvieron que inventar él término de anti-empatía para describir la
falta de responsividad emocional que estos niños demostraban con sus
coetáneos (Kestenbaum, Farther & Sroufe, 1989).

Progenitores con una clasificación “E” (intrusivos o preocupados) en la EAA


son inconsistentes e intrusivos con sus hijos. Los hijos de estos progenitores
forman una imagen de sí mismos como débiles e inefectivos (los famosos
sentidos de inferioridad) y una imagen de los otros como inconsistentes e
incompetentes en su cuidado. Esta hipótesis también se ha demostrado por
medio de investigaciones longitudinales. Los niños con un apego resistente
(que corresponde a la clasificación adulta de apego “intrusivo o preocupado”
son vistos como dependientes y emocionalmente lábiles por sus profesores,
que desconocen su trayectoria de desarrollo (Sroufe 1997. Estos niños también
suelen ser las víctimas de los niños bravucones (Troy & Sroufe 1987).

Progenitores que tienen una clasificación “U” (irresuelta/desorganizada) en la


EAA tienen una relación compleja con sus hijos. Estos progenitores muestran
índices de desorganización en la EAA tales como cambios súbitos gramaticales
cuando describen un evento traumático en su vida. También son frecuentes
pérdidas momentáneas en el hilo de la conversación, confusión en cuanto la
fecha de muerte de un ser querido y dislocaciones en espacio y tiempo de la
persona que murió. Estos índices de desorganización suelen expresarse en la
relación con los hijos como momentos de disociación o desorientación
acompañados por una expresión de miedo y terror. En otros casos más serios

25
hay expresiones aterrorizantes que acompañan el maltrato físico y emocional
por parte de las figuras de apego. Cuando los hijos de este grupo de
progenitores están expuestos a estas expresiones emocionales de terror o
maltrato, desarrollan un tipo de apego denominado
desorientado/desorganizado.

En estas circunstancias, los niños se encuentran en un dilema que, cuando


menos en la niñez temprana, no tiene solución. Las expresiones de terror y las
conductas de maltrato en manos de las figuras de apego generalmente se
suscitan cuando los niños están afligidos o acongojados y, por lo tanto, su
sistema de apego esta intensamente activado. En estos momentos los niños
buscan en sus figuras de apego un refugio, una respuesta de cuidado que los
calme y consuele. Al mismo tiempo las expresiones de miedo intenso y terror
que ven en sus progenitores los impulsan a huir de ellos. Cuando estas dos
respuestas innatas están simultáneamente activadas en los niños, su conducta
se desorganiza.

¿Que tipo de imágenes o Modelos Operativos se irán formando en estos


casos? Seguramente imágenes muy confusas y contradictorias. Los niños
pueden formar modelos operativos de sí mismos como malos o malvados
(causantes del terror de los progenitores), como víctimas o como salvadores
cuando los padres invierten roles con los hijos, actuando con miedo
y desamparo. Estas imágenes de sí mismos como malvados, víctimas o
salvaguardas pueden coexistir en una misma persona y oscilar rápidamente en
momentos de gran angustia o terror (Liotti, 1992, 1995, 1999)

Si el patrón de apego subyacente a la desorganización del apego es


evitativo/de desatención, se pueden crear las condiciones para el desarrollo de
trastornos narcisistas de la personalidad o inclusive de personalidades
psicopáticas (Liotti 2001, Fonagy 2002). En estos casos, hay una imagen
grandiosa del sí mismo. Si el patrón de apego subyacente es
resistente/preocupado, se puede crear un trastorno límite de la personalidad
(Liotti 2001, 2003, Fonagy 2002). En estos casos, la imagen del sí mismo esta
muy deteriorada, con modelos de sí mismo de víctimas impotentes, y/o de
salvaguardas

Hay mucho más que decir sobre las relaciones del sistema de apego, el
sistema de cuidado y la regulación de la autoestima pero, por el momento, lo
tendremos dejar aquí. 

El sistema de la sexualidad y de búsqueda de pareja (pair bonding) 

26
Ha habido varios artículos que intentan integrar el apego con la sexualidad
(Silverman 2003, Gales, Shane & Shane 2003). El modelo de integración que
bosquejamos a continuación tiene algunos elementos en común con las
propuestas de Silverman y de Gales y Shane pero también diferencias
importantes. Los principios con que partimos para nuestra integración son los
siguientes:

En las relaciones románticas entran en juego varios sistemas de motivación. El


sistema de apego (la búsqueda de la protección y el cuidado), el sistema de
cuidado (el brindar protección y cuidado), el sistema de exploración, el sistema
sexual, el sistema de rango (dominación y sumisión) y el sistema de igualdad y
cooperación. A ello hay que agregar la forma en que somos reconocidos y
validados por los otros.

Es importante saber cuándo y cómo se activan y desactivan los diferentes


sistemas de motivación para saber cómo se integran estos sistemas durante el
transcurso del desarrollo y cómo entran en juego los diferentes sistemas de
motivación.

El apego y cuidado mutuo y la sexualidad operan en vaivén. Cuando el sistema


de apego esta activado hay una activación fisiológica del sistema nervioso
autónomo que nos hace sentir tensos y ansiosos. Cuando nos sentimos
seguros se desactiva el sistema de apego y nos relajamos. En cambio el
sistema sexual funciona cuando hay estimulación de mediana o gran intensidad
del sistema autónomo como base para sentir el deseo sexual y erótico hacia el
compañero sexual. Generalmente hay un incremento de gradual de la
excitación basado en la estimulación visual, auditiva, el tacto y fantasías
sexuales. El estado óptimo para las relaciones románticas es cuando el
sistema de apego está inactivo (nos sentimos seguros con el otro) y el sistema
sexual esta activo (nos sentimos erotizados y estimulados por el otro). Una
activación simultánea de los dos sistemas produce generalmente inhibiciones
sexuales o desviaciones de la sexualidad.

Los mapas operativos de tipo romántico (“love maps”) no maduran hasta la


adolescencia. Los modelos operativos románticos generalmente se construyen
sobre los modelos operativos de apego que los preceden.

Cuando las parejas románticas operan desde una base segura se crea la
posibilidad de explorar el sexo en forma menos inhibida y libre. Esta misma
intimidad segura nos permite exponer vulnerabilidades sin miedo al rechazo o a
la humillación y sin vergüenza.

27
Una manera de entender las permutaciones que se dan en las parejas
románticas consiste en entender qué tipo de modelos operativos románticos
trae cada miembro de la pareja. La relación más directa y óptima es cuando
ambos individuos se sienten seguros de sí mismos y operan desde un modelo
operativo de tipo autónomo/libre. Aun en estas condiciones óptimas, toda
pareja romántica que sea duradera tiene que mantener una actitud abierta de
exploración sexual e interpersonal para mantener el interés y la tensión sexual
que estimula el erotismo. Pero son comunes otras combinaciones. Una muy
frecuente es la de una persona con una historia de apego evitativo o de
desatención formando pareja con una persona con un apego preocupante e
intrusivo (también hay un tipo de apego preocupante que es pasivo pero no
intrusivo). En estos casos, se da una relación romántica que es muy conflictiva
y frustrante para ambos miembros de la pareja. Este tipo de frustración
interpersonal generalmente acaba por tener repercusiones en el ámbito sexual.

Desde luego, se pueden dar muchas otras combinaciones. Se han empezado a


investigar las relaciones de apego románticas y a describir las relaciones
románticas basadas en modelos operativos adultos (para un resumen ver
Feeney 1999). Sólo queremos en este momento hacer un croquis del modelo
integrador de la sexualidad y el apego.

¿Dónde se ubican las relaciones edípicas en este modelo? Depende de qué


consideremos como edípico. Si la definición del Edipo esta basada en el
modelo clásico de Freud en que los niños desarrollan impulsos incestuosos
hacia el progenitor de sexo opuesto, la respuesta es que no tiene cabida. Si,
por otro lado, se entiende por Edipo el tipo de relaciones triangulares basadas
en el sistema competitivo, la lealtad o los celos por el cariño exclusivo,
entonces sí tiene cabida en este modelo. Pero es necesario aclarar que este
tipo de relaciones competitivas, rivalidades y coaliciones no tienen, por parte
del niño o la niña, un origen sexual durante la infancia. No negamos la
sexualidad de los niños. Simplemente señalamos que la expresión normal de la
sexualidad durante la infancia y la niñez es de tipo autoerótico o se expresa
como una exploración sexual entre compañeros de la misma edad, ya sea del
mismo sexo o del sexo opuesto. Solamente en casos patológicos esta
exploración se da entre progenitores y sus crías, donde el incesto es muy raro
en todas las especies estudiadas de mamíferos y primates. 

Esta tesis fue propuesta por el gran antropólogo Escocés, Edward Westermark
que pensó que la prohibición del incesto obedece a una adaptación biológica
cuya función es minimizar las mutaciones con efectos negativos que se dan
entre miembros de un clan familiar que se reproducen entre sí. El mecanismo
ontogénico por el cual esta adaptación se produce es la creación de una falta
de interés sexual en individuos que han criado juntos, como se ve en los
Kibbutz judíos. Existe evidencia abrumadora hacia esta tesis. Ver por ejemplo
Erickson (1993, 2000).

28
Conclusión

Nos hemos propuesto extender el modelo de desarrollo filogenético y


ontogénico que aporta la teoría de apego, y extender el modelo hacia una
taxonomía de sistemas de motivación básicos que forman parte de la
naturaleza humana. Al mismo tiempo, hemos proveído una interpretación
intersubjetiva de las características emergentes que definen a nuestra especie
v.g. el pensamiento simbólico y lingüístico visto dentro de una perspectiva
intersubjetiva. Nos parece que esta interpretación es esencial, ya que sin ella
se pierde de vista cómo se han ido modificado los sistemas de motivación
básicos que compartimos con otros primates. Como indicamos al principio de
este ensayo, esta exploración es un proyecto en vías de construcción. Queda
mucho trabajo por delante y somos conscientes de que también queda por
demostrar la utilidad práctica del modelo. Pero creemos que, aun cuando en
forma de un bosquejo, las ideas centrales que animan este proyecto sugieren
avenidas de exploración fructíferas que esperamos poder seguir compartiendo
con nuestros lectores en un futuro cercano.

NOTAS

(1) Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo en cuanto a la aplicación clínica de la teoría


de apego que, en comparación con la investigación empírica, ha quedado rezagada a un
segundo término. Es una lástima, ya que la teoría de apego es de una inmensa utilidad clínica y
se presta a integraciones clínicas con otras corrientes psicoanalíticas, siempre y cuando se
entienda y respete el cambio paradigmático fundamental que implica la teoría de apego.

(2) El proceso asociativo tiene características que se asemejan al modelo “conexionista” o de


procesos distributivos paralelos (Elman et al., 1999). Un aspecto interesante del modelo
conexionista es que, a partir de unos cuantos elementos iniciales, un sistema puede
rápidamente incrementar en complejidad 

(3) El experimento que se usa para ver si el niño entiende el concepto de una creencia falsa
consiste en que los niños y niñas observen a una persona (“Juan”) poner un juguete en una
caja. Los niños ven que Juan sale del cuarto, pero en su ausencia entra una segunda persona
al cuarto y cambia el juguete a una segunda caja. Se le pregunta e los niños en que caja va a
buscar Juan el juguete cuando regrese al cuarto. Niños de menos de tres años invariablemente
dicen Juan va a buscar el juguete en la segunda caja. Solo los niños mayores conciben la idea
de que Juan, no sabiendo que el juguete se había cambiado de lugar, va buscar el juguete en
donde lo dejó.

(4) Preferimos usar el concepto de sistemas evolutivos funcionales en vez del concepto de
modularidad. El concepto de modularidad es menos dinámico y minimiza la enorme importancia

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del desarrollo ontogénico en la funcionalidad de los sistemas de motivación (de origen
evolutivo) en los humanos (Karmiloff-Smith 1992; Lieberman 2000, p. 19-36)

(5) Bowlby se refirió al apego como un instinto, como un sistema de conducta y como un
vínculo afectivo. Bowlby nunca aclaró del todo cómo estas diferentes perspectivas sobre el
apego se integran en una visión unitaria. Esta falta de una exposición más coordinada sobre el
apego se ha prestado a muchas confusiones y malentendidos (para una discusión mas amplia
de este tema ver Marrone & Cortina 2003). Por ejemplo, un malentendido común es pensar que
el modelo de Bowlby es un modelo de aprendizaje de corte conductista. En efecto, la teoría de
apego ha prestado enorme atención a las conductas de apego. Pero estas observaciones no
están basadas en una tradición conductista sino, por el contrario, en la Etología, que considera
que estudia la conducta como resultado de una larga evolución biológica. Algunas conductas,
producto de la evolución, son innatas y poco flexibles. Otros sistemas de conducta, como en el
caso de los primates, se modifican de acuerdo a los nichos ambientales en que se desarrollan
estos. En todo caso, las observaciones de la conductas de apego han sido enormemente
fructíferas en el desarrollo de la teoría como lo demuestra el enorme impacto que tuvieron las
observaciones de los Robertson sobre el la angustia de separación en los niños, las
observaciones de Ainsworth en Uganda (1967) sobre el fenómeno de la base segura y las
observaciones de conductas de apego desorganizadas que hicieron Main y Soloman (1986). A
su vez, estas observaciones han generado nuevas olas de investigaciones empíricas. Otro
malentendido común es pensar que la teoría de apego ignora los procesos intarpsíquicos. Una
lectura cuidadosa del tercer tomo de la trilogía de apego, donde Bowlby desarrolla una teoría
sobre mecanismos defensivos basado en un modelo de la informática, refuta la crítica de que
Bowlby ignora lo intrapsíquico. Cierto, Bowlby utiliza conceptos y lenguaje nuevos para
aproximarse a los fenómenos intrapsíquicos, pero no los ignora. Lo que sí enfatiza Bowlby a
través de toda su obra es que los modelos operativos internos y los procesos defensivos sólo
pueden entenderse dentro de su contexto interpersonal y social.

(6) El concepto de identificación tiene una historia muy confusa, pero creemos que la forma en
que usamos este término es bastante transparente. La identificación se origina en la imitación
recíproca que se da (al principio) entre los niños pequeños y sus cuidadores. Con el tiempo, la
imitación recíproca llega a consolidarse en la forma de representaciones mentales (o modelos
operativos) de uno mismo y de los otros.

(7) La explicación anterior es muy simplificada. Tanto la anatomía del tracto vocal supralaríngeo
como los fenómenos acústicos que permiten que podamos hablar mucho más eficazmente son
muy complejos (ver Lieberman 1998, 2000).

(8) Como nos ha enseñado Edelman con su teoría de selección neuronal (1987), la formación
de circuitos neurológicos se facilita a nivel ontogénico por un proceso de proliferación y de
eliminación de sinapsis nerviosas. Hay varios ciclos de proliferación y eliminación. El último
ciclo ocurre durante la adolescencia. Aquellas experiencias que resultan significativas quedan
inscritas en circuitos neuronales y aquellas sinapsis que no son usadas se eliminan. Con cada
ciclo de proliferación y eliminación sináptica va aumentando la capacidad de “mentalizar” la
experiencia.

(9) El tema del origen evolutivo del altruismo es complicado. Aunque Darwin fue el primero en
sugerir que el altruismo tuvo su origen en la selección en el ámbito de grupos, desde que
George Williams (1966) publicó un libro famoso en que aparentemente demostró que la

30
selección al nivel de grupo, aun cuando teóricamente posible, en lo práctica era rara o
inexistente. El argumento principal es que la selección a nivel de organismos favoreciendo
individuos egoístas abrumaría la selección a nivel grupo favoreciendo individuos altruistas. No
podemos entrar en detalles, pero creemos que los argumentos de Sober y Wilson han
rehabilitando el concepto de selección a nivel de grupos y superado la objeción de Williams en
forma contundente. De hecho estamos en favor de una teoría evolutiva que concibe la
selección ocurriendo, en ocasiones simultáneamente, a muchos niveles, genes, organismos,
grupos, especies y grupos de especies (clades) (ver Gould, 2000). Por ejemplo, pensamos que
la selección natural de la capacidad de leer intenciones y del lenguaje ocurrió a nivel de
especies

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