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el paradigma de apego
Introducción
Luis Juri y Mario Marrone (2003) piensan que la teoría de apego representa un
paradigma psicoanalítico nuevo. Estamos de acuerdo. Todo paradigma
fructífero no solo ilumina fenómenos desde una óptica nueva sino que también
genera ideas y proyectos nuevos. Usando este criterio no cabe duda que las
aportaciones de Bowlby y sus seguidores han tenido un enorme éxito,
generando un programa de investigación que no solo ha comprobado premisas
fundamentales de la teoría sino que también ha enriquecido y modificado la
teoría con hallazgos y descubrimientos empíricos nuevos (1).
1
aportadas por las ciencias cognitivas y la ciencia de la informática. En su primer
tomo de su trilogía sobre apego, Bowlby (1968) también esbozó un esquema
sobre el papel que juegan las emociones con respecto al apego en particular y
con respecto a la motivación en general que, desafortunadamente, nunca
elaboró plenamente (ver Liotti, 2001; Cortina 2003 para una elaboración de
este modelo).
El modelo de desarrollo
2
retos durante al desarrollo, como el éxito en la escuela o en los deportes, o la
elección de un oficio o carrera, no están directamente relacionados con el
apego, pero las relaciones de apego tienen efectos indirectos, dada la
importancia que tiene el poseer (o no poseer) una base de seguridad durante el
desarrollo.
3
relational knowing). Es importante señalar que los primeros modelos operativos
son subsimbólicos, y por lo tanto son “representacionales” en un sentido
limitado e inmediato ya que los bebés sólo pueden formar modelos de
sus interacciones con sus cuidadores tal como se viven en el momento actual.
Los primeros modelos operativos imitan y reflejan las relaciones con las figuras
de apego creando expectativas automáticas e inconscientes de las relaciones
con los demás y quedan “instanciados” por medio de circuitos neuronales que
se conectan en redes neuronales de acuerdo a procesos asociativos (2). Son
pues representaciones primarias (o de primer orden).
Los bebés, solo pueden captar o “leer” la conducta y las emociones de los otros
desde un punto de vista egocéntrico o “narcisista”. Es decir, los niños menores
de nueve meses de edad entienden las conductas y las emociones de sus
cuidadores pero no tienen la capacidad de asumir que sus experiencias son
similares a las de sus cuidadores (Tomascello, 1999). Pero a partir de los
nueve a doce meses de edad hay una revolución cognitiva en los bebés. Los
niños empiezan a captar que los otros tienen intenciones y estados mentales
similares a los suyos. La capacidad de compartir la experiencia con nuestros
semejantes crea un “espacio intencional” intersubjetivo que transforma
radicalmente el desarrollo emocional y cognitivo subsiguiente. Esta
característica intersubjetiva es propia de nuestra especie (Tomascello 1999).
Este es un tema central de nuestro artículo y regresaremos a él después. Por lo
pronto queremos aclarar que esta intersubjetividad naciente no requiere de
introspección o lenguaje por parte de los niños pequeños. Como lo señalan
Diamond & Marrone (2003), éste es un malentendido común de los modelos de
desarrollo intersubjetivos como el de Trevarthen. El modelo intersubjetivo de
Tomascello se parece, pero no es idéntico, al de Trevarthen (1979), Trevarthen
& Aitken (1994). La diferencia principal es que Trevarthen asume que desde el
inicio de la vida los bebés viven en un mundo intersubjetivo “primario” con sus
cuidadores. Si bien esto es cierto desde el punto de vista de los cuidadores, no
es cierto desde el punto de vista de bebé. El hecho de que los bebés sean
capaces de “leer” las emociones y conductas de sus cuidadores (una
capacidad que compartimos con otros primates y mamíferos) no quiere decir
que los bebés pueden entender, ni siquiera en forma intuitiva o prerreflexiva,
que las emociones y conductas de sus cuidadores son similares a las suyas.
Esta capacidad de “identificarse” con las emociones e intenciones de los
cuidadores no aparece hasta los seis meses de edad de acuerdo a Trevarthen
(lo que él denomina intersubjetividad secundaria) y los nueve meses de
acuerdo con Tomascello. Creemos que hay que distinguir entre la capacidad de
los bebés de leer las emociones de sus cuidadores (2 a 9 meses de edad), la
capacidad de leer intenciones (nueve meses en adelante) y la capacidad de
leer estados mentales complejos (tres o cuatro años de edad en adelante).
Como veremos después, esta última capacidad depende del desarrollo de
capacidades simbólicas y del lenguaje. Con el mundo simbólico y del lenguaje,
los niños mayores de cuatro años empiezan a distinguir entre apariencias y
realidades y empiezan a ver el mundo desde más de una perspectiva.
4
El poder ver el mundo de las relaciones como intencional es entrar a un mundo
intersubjetivo. Este mundo intersubjetivo, que se manifiesta por primera vez a
los nueve meses de edad, opera a un nivel de representación secundaria (o de
un segundo orden), ya que con una intencionalidad compartida se inaugura,
aunque sea de forma elemental, el uso de los símbolos y con ello se pueden
captar y sintetizar diferentes facetas de una misma interacción y generalizar
estas interacciones en contextos nuevos. Más aun, esta intencionalidad
compartida establece un espacio intersubjetivo fértil para el desarrollo del
lenguaje, como veremos después.
A partir del tercer o cuarto año de edad, los niños llegan a entender la
posibilidad de una creencia falsa (3). La capacidad de captar creencias falsas
implica la capacidad de ver la realidad desde más de una perspectiva y de
diferenciar apariencias de realidades. A esta edad, las niñas o niños empiezan
a poder tener simultáneamente varias representaciones mentales de diferentes
interacciones en su mente y, por lo tanto, a imaginar que otros, o ellos mismos,
puedan ver la realidad desde más de una perspectiva. Pensamos que la
posibilidad de manejar simultáneamente modelos operativos múltiples desde
varias perspectivas significa que los niveles representacionales están operando
a niveles terciarios (o de un tercer orden).
5
imitamos un ejercicio físico empezamos a respirar más fuerte y se acelera el
corazón. El cuerpo se comporta como si estuviera literalmente haciendo el
ejercicio (Gallese, 2002). Datos preliminares indican que un circuito neuronal
compuesto por la corteza premotora, la amígdala y la ínsula del lóbulo temporal
se activan cuando presenciamos una situación dolorosa o cuando nos
imaginamos que alguien ha sufrido una situación dolorosa. Por ejemplo, el
mismo circuito neurológico se activa cuando nos picamos un dedo con una
aguja, cuando vemos que alguien se pica el dedo con una aguja o simplemente
cuando alguien nos dice que el dedo de una persona fue picado con una aguja.
Estas dos vías por las que se procesa la información en situaciones de peligro,
una predominantemente subcortical y la otra predominantemente cortical,
explican por qué en situaciones de peligro se puede activar una reacción de
conducta antes de que se registre el peligro como una emoción consciente
(ansiedad o miedo). Esto ha quedado demostrado elegantemente por LeDeux
(1996) en sus estudios con ratas. La misma observación se aplica
indudablemente a los humanos. Por ejemplo, una experiencia común es que
saltamos cuando se aproxima súbitamente un automóvil que no habíamos visto
o nos congelamos cuando vemos una culebra. Solamente después de haber
actuado automáticamente sentimos miedo. Creemos que este esquema de la
6
función de la ansiedad en situaciones de peligro puede generalizarse hacia un
modelo general de las emociones. En este modelo, las emociones tienen varias
fases de activación inconscientes y conscientes. Las emociones funcionan
como componentes importantes de diferentes sistemas de motivación. Pero
éste es un tema que requiere una exposición más amplia y que tendremos que
retomar en otra ocasión.
¿Cómo se regula?
¿Cómo se desarrolla?
7
El sistema de cuidado (the caregiving system) que complementa el sistema de
apego y se activa en el momento en que los cuidadores (las figuras de apego)
responden a peligros o comunicaciones de alarma o aflicción en el niño o en
adultos.
Se han hecho varias críticas del modelo del Cerebro Triádico. Tal vez la más
importante es que simplifica demasiado la organización del cerebro. Por
8
ejemplo no hay una distinción tan nítida como lo supuso MacLean entre el
paleocerebro o el sistema límbico (el centro de las emociones) y la neocorteza
(el centro de la racionalidad y de procesos cognitivos avanzados). De acuerdo
a LeDoux, el sistema límbico, la contribución más importante y conocida de
MacLean, es más un concepto que una realidad funcional o anatómica. A pesar
de estas y otras críticas válidas, incluso los detractores más severos como
LeDoux (1996) aceptan que el modelo de MacLean sintetiza un conocimiento
vasto y sigue siendo útil como un modelo heurístico. Y es como un modelo
heurístico que nos proponemos usar el modelo de MacLean.
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Reproducción sexual en que no hay formación de una pareja
El sistema de apego
El sistema de cuidado
Pensamos que el sistema que da sentido a la vida y las interacciones con los
demás tiene tres componentes:
10
La capacidad intersubjetiva de compartir intenciones y estados mentales
con miembros de la especie humana.
11
categorizar objetos sobre la base de sus similitudes
navegar con destreza a través del medio ambiente (un mapa mental de su
territorio)
12
Enumeramos estas capacidades con el objeto de señalar que mamíferos con
vidas sociales complejas tienen la capacidad de comprender y representar sus
interacciones con su mundo material y sobre todo social. Este grado de
desarrollo cognitivo es muy complejo y rebasa con mucho un aprendizaje
basado solamente en estímulos y respuestas.
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no tratan de traer a otros miembros de su grupo a sitios nuevos para
enseñarles cosas de interés
Esta tesis se puede considerar como una variante de la teoría de la mente. Sin
embargo, las teorías de mente comúnmente usan el criterio de creencias falsas
para discernir si individuos pueden “mentalizar” a sus congéneres. Como
indicamos anteriormente, la posibilidad de discernir creencias falsas resta en la
capacidad de mantener, al mismo tiempo, varias representaciones mentales de
una o varias interacciones. Pero de acuerdo a Tomascello, esta capacidad
depende a su vez de tener un espacio intencional compartido con los otros, una
logro que antecede por dos o tres años en el desarrollo ontogenético el criterio
de las creencias falsas.
Los niños pequeños tienen una enorme capacidad de imitación. No sólo imitan
lo que ven, sino que también imitan las interacciones que se dan con miembros
de sus familias (fundamentalmente las figuras de apego) y después con sus
compañeros. La imitación dentro de este espacio intersubjetivo se vuelve
recíproca. Los niños empiezan a identificarse con las metas, deseos e
intenciones que sus cuidadores y también con la forma en que los cuidadores
expresan sus deseos, intenciones y metas.
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Forma la base sobre la cual se desarrolla un espacio intencional compartido
(Tomascello 1999).
Crea un terreno fértil sobre el cual se desarrolla el lenguaje, que al fin y al cabo
es una forma de comunicación simbólica estructurada sobre una base
gramatical
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El origen y desarrollo del lenguaje
La teoría más importante en los últimos 40 años sobre el origen del lenguaje es
la de Chomsky. De acuerdo a Chomsky en los humanos existe una “gramática
generativa” que es universal e innata. Esta gramática genera mediante
algoritmos las leyes de transformación que producen las estructuras
gramaticales de los más de 6000 idiomas que se hablan en el mundo.
Trabajando dentro de esta tradición, autores como Pinker (1994) han
reformulado algunas de las ideas de Chomsky pero, en esencia, convergen en
la idea de que la estructura del lenguaje no puede ser aprendida y es un
“instinto”.
En los últimos 15 años ha surgido un abordaje nuevo al origen del lenguaje que
concibe el proceso de “gramatización” (que corresponde a la gramática
generativa de Chomsky) como un proceso adquirido y no innato (véase, entre
otros, Tomascello, 1999, 2003: Lieberman, 1998, 2000). Esta explicación
alternativa ha ido adquiriendo fuerza a medida que se ha ido descubriendo
empíricamente la manera en que los niños aprenden a estructurar el lenguaje y
a medida de que se hace manifiesta la falla fundamental del modelo de
Chomsky. Después de 40 años y el esfuerzo colectivo de cientos de
investigadores, no estamos no siquiera cerca de describir las leyes de
transformación gramatical básicas que supuestamente existen en todas las
lenguas.
Aun cuando los exponentes del modelo de adquisición del lenguaje no postulan
una gramática generativa universal, autores como Tomascello (1999, 2003)
piensan que la adquisición de símbolos y de estructuras gramaticales (dos
componentes fundamentales del lenguaje) está basada en la capacidad
intersubjetiva de los humanos v.g., la capacidad de identificarnos con los
deseos, emociones e intenciones de los demás. Además de esta capacidad
intersubjetiva, hay otras herramientas cognitivas de las cuales echamos mano
para construir el lenguaje como son todas las habilidades cognitivas, que
compartimos con los primates, de poder identificar patrones, continuidades y
discontinuidades en mundo social y material en que vivimos y el poder
categorizar, ordenar y generalizar estas relaciones con el mundo.
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donde están situadas las cuerdas vocales. Hubo dos resultados de este cambio
anatómico, uno negativo y otro positivo. El negativo es que los humanos nos
podemos ahogar con la comida ya que, con el descenso de la laringe, la raíz de
la lengua descendió también y quedo insertada a nivel de la garganta (7). Esto
hace posible que la comida se atore en la garganta y nos podamos asfixiar.
Pero este cambio de la anatomía tuvo también un resultado fortuito muy
favorable. La reconfiguración anatómica de la laringe y la formación del tracto
vocal surpalaríngeo permite la producción de ciertos sonidos como las vocales
[i] y [o]. Como consecuencia, podemos producir sonidos más nítidos y claros y
comunicarnos en forma mucho más eficaz que otros primates como los gorilas
y los chimpancés. Esta habilidad de producir una variedad de sonidos facilitó
indudablemente la comunicación en los primeros humanos primitivos
(Lieberman 1998).
En resumen, el origen del lenguaje tuvo dos componentes, uno central (la
capacidad de leer intenciones y estados mentales de nuestros congéneres, y la
capacidad simbólica) y otro periférico (los cambios anatómicos de la laringe en
el tracto supralaríngeo vocal). Ambos componentes fueron necesarios para
que aparecieran las primeras protolenguas en humanos primitivos y modernos.
2. La de coordinar una reacción coherente del organismo ante los desafíos que
presenta el medio ambiente. Un organismo que tuviera respuestas
incoherentes y contradictorias hacia los retos que le presente el medio
ambiente simplemente no podría sobre vivir y dejar descendientes que
mantengan viable su existencia tanto individual como de especie.
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Creemos que en contraste con otros sistemas de motivación y regulación que
tienen diferentes grados de “modularidad” y especificidad, el sistema del
significado emerge como una función generalizada que integra las otras
funciones biológicas. En la especie humana, la conciencia extendida agrega un
elemento coordinador potente a esta función integradora y es la capacidad de
pensar sobre lo pensado, es decir, una función metacognitiva o de
autorreflexión.
En esta última sección no nos vamos ocupar del apego, que ya describimos, ni
del sistema de la exploración y del cuidado, que pensamos elaborar en otra
ocasión. Más bien queremos concentrarnos en los dos sistemas de afiliación
que ya mencionamos, el sistema igualitario y el sistema de rango. También nos
ocuparemos del sistema de reconocimiento y validación el del sistema de
reproducción sexual y formación de pareja. La razón de esta decisión obedece
a que los dos sistemas afiliativos (igualdad y rango) no han sido descritos,
18
hasta donde sabemos, dentro de la literatura psicoanalítica ni tampoco han sido
abordados desde una perspectiva evolutiva.
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Cualquier extrapolación de los cazadores y recogedores contemporáneos a
cazadores de la era paleolítica -la época durante la cual evolucionó el sistema
social basado en la equidad- tiene que hacerse con gran cautela. Sin embargo,
hay un consenso entre expertos en la materia de que probablemente la
organización social no ha cambiado substancialmente de sus orígenes
prehistóricos (Service 1966; Sahlins, 1968; Boehm, 1999).
Creemos que a la tesis filogenética del origen del altruismo de Sober y Wilson
hay que agregar la tesis de Tomascello del origen filogenético del fenómeno
intersubjetivo. La capacidad de leer intenciones y la imitación recíproca que
existe en la especie humana tiene que haber jugado un papel muy importante
en el desarrollo de la ética equitativa de los cazadores nómadas de la era
paleolítica. Con la imitación recíproca se produce la empatía recíproca y la
capacidad de identificarse con nuestros semejantes. Seguramente esta
capacidad empática recíproca influyó potentemente en favorecer una
organización social igualitaria que no está dominada por unos cuantos
individuos que ejercen un control despótico sobre los demás. Ante la alternativa
del dominio por unos cuantos individuos o de compartir responsabilidades y
obligaciones basadas en la mutualidad y la igualdad, la mayoría de los seres
humanos prefieren la igualdad. A las ventajas que acarrea la cooperación
mutua a niveles biológicos habría que agregar las ventajas psicológicas que
acarrean relaciones basadas en la igualdad. Estas dos ventajas se
complementan mutuamente creando una sinergia nueva, una organización
social cooperativa e igualitaria.
20
Esta dinámica se modifica cuando empiezan a aparecer las primeras
poblaciones humanas sedentarias hace 10,000 años (Boehm 1999). El cambio
de una economía basada en el forraje y la caza hacia una economía basada en
la domesticación de las plantas y los animales y en la agricultura hace posible,
por primera vez en la historia de la evolución humana, que existan bienes de
consumo en exceso de las necesidades de supervivencia básicas y permite
que algunos individuos en las sociedades sedentarias puedan acumular bienes
de producción. El grupo social capaz de acumular el poder económico se
vuelve dominante a pesar de la tendencia hacia la igualdad. Con ello se
reproduce el sistema jerárquico basado en rango. Pero esta vez la dominación
no está basada exclusivamente en rituales agresivos y habilidades sociales
como en el sistema de rango, sino también en la habilidad de acaparar el poder
económico y político, que a su vez produce castas religiosas y sociales.
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complementa la las ventajas biológicas de competir con otros grupos menos
cooperativos y altruistas
Con lo dicho, creemos que queda claro que en los humanos hay una
ambitendencia en cuanto a la forma en que se pueden regular las relaciones
interpersonales y sociales. Las relaciones sociales pueden ser organizadas
bajo un sistema jerárquico basado en la dominación y la sumisión o en
sistemas sociales basados en la igualdad y el respeto mutuo. Ambas
tendencias son “naturales”. El que predomine una u otra tendencia no está
determinado ni por nuestros genes ni por la biología (que sólo actúan como
condiciones necesarias) sino por una multitud de factores complejos de orden
social y psicológico, tecnológico, económico, político e ideológico. Sobre estas
dos formas básicas de organización social se han producido una multitud de
variaciones de mucha mayor complejidad durante el transcurso de la historia de
la humanidad.
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La dominación de la distribución de recursos económicos por individuos de alto
rango.
Primatólogos como Frans de Wall (1982, 1989) han descrito con gran detalle
los sistemas sutiles y complejos que regulan las relaciones jerárquicas que
permiten a individuos de una tropa reconocer el rango social y competir por
recursos dentro de este sistema social. Por el momento, no vamos entrar en
detalle sobre la importancia que tiene el sistema de rango en los humanos a
niveles interpersonales. Solamente queremos señalar que la organización
social basada en rango y competitividad continúa siendo vigente en forma sutil
aun entre los nómadas igualitarios y se puede reconstituir como un sistema
social predominante.
Las relaciones de apego tienen una relación compleja con el sistema de rango
y el sistema igualitario que tendremos que describir en otra ocasión. Por el
momento, solamente queremos dar un ejemplo basado en un estudio de
desarrollo longitudinal (Troy & Sroufe, 1987). Cuarenta niños, todos de cinco
años de edad, fueron invitados a participar en un campamento de verano de
tres semanas. Estos niños habían sido estudiados desde que eran bebés con
un seguimiento intensivo basado en varios métodos con el fin de captar su
desarrollo social y emocional. Entre otros estudios, estos niños fueron
clasificados en su relación de apego de acuerdo con las tres categorías de
Ainsworth de apego seguro, evitativo y resistente a los 12 y 18 meses de edad.
Durante el campamento, los niños y niñas en este estudio desarrollaron
espontáneamente relaciones y amistades con sus compañeros y compañeras.
Se observó que los niños y niñas con una historia de apego seguro no
victimizaban ni se dejaban convertir en víctimas de los otros niños. En cambio
los niños o niñas con una historia de apego resistente invariablemente eran
víctimas, y los niños con una historia de apego evitativo eran los niños que eran
los bravucones que victimizaban a los otros niños. Este estupendo estudio
23
longitudinal sugiere que los niños con una historia de apego seguro tienden a
gravitar hacia relaciones con sus compañeros basadas en un sistema
igualitario y cooperativo. En cambio, los niños con una historia de apego
evitativo o resistente gravitan hacia un sistema de control social basado en la
dominación y sumisión que caracteriza el sistema de rango.
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Sólo progenitores que integran la capacidad intuitiva de cuidar y proteger a sus
hijos con la función reflexiva pueden tener una imagen adecuada de las
comunicaciones, deseos y necesidades de sus hijos, como queda demostrado
en los estudios susodichos. Los progenitores con una función reflexiva tienen
una clasificación dentro del esquema de la Entrevista de Apego Adulto (EAA)
de “F” (autónomos/libres). Gracias a esta capacidad de reflexionar sobre su
experiencia con figuras de apego, los hijos de estos progenitores van formando
una imagen de sí mismos como seres valiosos y amados y una imagen de los
otros como seres predecibles y confiables. No es ninguna sorpresa que estos
niños resultan tener una autoestima más saludable en comparación con otros
niños con historia de apego ansioso o desorganizado (Sroufe 1997)
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hay expresiones aterrorizantes que acompañan el maltrato físico y emocional
por parte de las figuras de apego. Cuando los hijos de este grupo de
progenitores están expuestos a estas expresiones emocionales de terror o
maltrato, desarrollan un tipo de apego denominado
desorientado/desorganizado.
Hay mucho más que decir sobre las relaciones del sistema de apego, el
sistema de cuidado y la regulación de la autoestima pero, por el momento, lo
tendremos dejar aquí.
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Ha habido varios artículos que intentan integrar el apego con la sexualidad
(Silverman 2003, Gales, Shane & Shane 2003). El modelo de integración que
bosquejamos a continuación tiene algunos elementos en común con las
propuestas de Silverman y de Gales y Shane pero también diferencias
importantes. Los principios con que partimos para nuestra integración son los
siguientes:
Cuando las parejas románticas operan desde una base segura se crea la
posibilidad de explorar el sexo en forma menos inhibida y libre. Esta misma
intimidad segura nos permite exponer vulnerabilidades sin miedo al rechazo o a
la humillación y sin vergüenza.
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Una manera de entender las permutaciones que se dan en las parejas
románticas consiste en entender qué tipo de modelos operativos románticos
trae cada miembro de la pareja. La relación más directa y óptima es cuando
ambos individuos se sienten seguros de sí mismos y operan desde un modelo
operativo de tipo autónomo/libre. Aun en estas condiciones óptimas, toda
pareja romántica que sea duradera tiene que mantener una actitud abierta de
exploración sexual e interpersonal para mantener el interés y la tensión sexual
que estimula el erotismo. Pero son comunes otras combinaciones. Una muy
frecuente es la de una persona con una historia de apego evitativo o de
desatención formando pareja con una persona con un apego preocupante e
intrusivo (también hay un tipo de apego preocupante que es pasivo pero no
intrusivo). En estos casos, se da una relación romántica que es muy conflictiva
y frustrante para ambos miembros de la pareja. Este tipo de frustración
interpersonal generalmente acaba por tener repercusiones en el ámbito sexual.
Esta tesis fue propuesta por el gran antropólogo Escocés, Edward Westermark
que pensó que la prohibición del incesto obedece a una adaptación biológica
cuya función es minimizar las mutaciones con efectos negativos que se dan
entre miembros de un clan familiar que se reproducen entre sí. El mecanismo
ontogénico por el cual esta adaptación se produce es la creación de una falta
de interés sexual en individuos que han criado juntos, como se ve en los
Kibbutz judíos. Existe evidencia abrumadora hacia esta tesis. Ver por ejemplo
Erickson (1993, 2000).
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Conclusión
NOTAS
(3) El experimento que se usa para ver si el niño entiende el concepto de una creencia falsa
consiste en que los niños y niñas observen a una persona (“Juan”) poner un juguete en una
caja. Los niños ven que Juan sale del cuarto, pero en su ausencia entra una segunda persona
al cuarto y cambia el juguete a una segunda caja. Se le pregunta e los niños en que caja va a
buscar Juan el juguete cuando regrese al cuarto. Niños de menos de tres años invariablemente
dicen Juan va a buscar el juguete en la segunda caja. Solo los niños mayores conciben la idea
de que Juan, no sabiendo que el juguete se había cambiado de lugar, va buscar el juguete en
donde lo dejó.
(4) Preferimos usar el concepto de sistemas evolutivos funcionales en vez del concepto de
modularidad. El concepto de modularidad es menos dinámico y minimiza la enorme importancia
29
del desarrollo ontogénico en la funcionalidad de los sistemas de motivación (de origen
evolutivo) en los humanos (Karmiloff-Smith 1992; Lieberman 2000, p. 19-36)
(5) Bowlby se refirió al apego como un instinto, como un sistema de conducta y como un
vínculo afectivo. Bowlby nunca aclaró del todo cómo estas diferentes perspectivas sobre el
apego se integran en una visión unitaria. Esta falta de una exposición más coordinada sobre el
apego se ha prestado a muchas confusiones y malentendidos (para una discusión mas amplia
de este tema ver Marrone & Cortina 2003). Por ejemplo, un malentendido común es pensar que
el modelo de Bowlby es un modelo de aprendizaje de corte conductista. En efecto, la teoría de
apego ha prestado enorme atención a las conductas de apego. Pero estas observaciones no
están basadas en una tradición conductista sino, por el contrario, en la Etología, que considera
que estudia la conducta como resultado de una larga evolución biológica. Algunas conductas,
producto de la evolución, son innatas y poco flexibles. Otros sistemas de conducta, como en el
caso de los primates, se modifican de acuerdo a los nichos ambientales en que se desarrollan
estos. En todo caso, las observaciones de la conductas de apego han sido enormemente
fructíferas en el desarrollo de la teoría como lo demuestra el enorme impacto que tuvieron las
observaciones de los Robertson sobre el la angustia de separación en los niños, las
observaciones de Ainsworth en Uganda (1967) sobre el fenómeno de la base segura y las
observaciones de conductas de apego desorganizadas que hicieron Main y Soloman (1986). A
su vez, estas observaciones han generado nuevas olas de investigaciones empíricas. Otro
malentendido común es pensar que la teoría de apego ignora los procesos intarpsíquicos. Una
lectura cuidadosa del tercer tomo de la trilogía de apego, donde Bowlby desarrolla una teoría
sobre mecanismos defensivos basado en un modelo de la informática, refuta la crítica de que
Bowlby ignora lo intrapsíquico. Cierto, Bowlby utiliza conceptos y lenguaje nuevos para
aproximarse a los fenómenos intrapsíquicos, pero no los ignora. Lo que sí enfatiza Bowlby a
través de toda su obra es que los modelos operativos internos y los procesos defensivos sólo
pueden entenderse dentro de su contexto interpersonal y social.
(6) El concepto de identificación tiene una historia muy confusa, pero creemos que la forma en
que usamos este término es bastante transparente. La identificación se origina en la imitación
recíproca que se da (al principio) entre los niños pequeños y sus cuidadores. Con el tiempo, la
imitación recíproca llega a consolidarse en la forma de representaciones mentales (o modelos
operativos) de uno mismo y de los otros.
(7) La explicación anterior es muy simplificada. Tanto la anatomía del tracto vocal supralaríngeo
como los fenómenos acústicos que permiten que podamos hablar mucho más eficazmente son
muy complejos (ver Lieberman 1998, 2000).
(8) Como nos ha enseñado Edelman con su teoría de selección neuronal (1987), la formación
de circuitos neurológicos se facilita a nivel ontogénico por un proceso de proliferación y de
eliminación de sinapsis nerviosas. Hay varios ciclos de proliferación y eliminación. El último
ciclo ocurre durante la adolescencia. Aquellas experiencias que resultan significativas quedan
inscritas en circuitos neuronales y aquellas sinapsis que no son usadas se eliminan. Con cada
ciclo de proliferación y eliminación sináptica va aumentando la capacidad de “mentalizar” la
experiencia.
(9) El tema del origen evolutivo del altruismo es complicado. Aunque Darwin fue el primero en
sugerir que el altruismo tuvo su origen en la selección en el ámbito de grupos, desde que
George Williams (1966) publicó un libro famoso en que aparentemente demostró que la
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selección al nivel de grupo, aun cuando teóricamente posible, en lo práctica era rara o
inexistente. El argumento principal es que la selección a nivel de organismos favoreciendo
individuos egoístas abrumaría la selección a nivel grupo favoreciendo individuos altruistas. No
podemos entrar en detalles, pero creemos que los argumentos de Sober y Wilson han
rehabilitando el concepto de selección a nivel de grupos y superado la objeción de Williams en
forma contundente. De hecho estamos en favor de una teoría evolutiva que concibe la
selección ocurriendo, en ocasiones simultáneamente, a muchos niveles, genes, organismos,
grupos, especies y grupos de especies (clades) (ver Gould, 2000). Por ejemplo, pensamos que
la selección natural de la capacidad de leer intenciones y del lenguaje ocurrió a nivel de
especies
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