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CAPÍTULO 1

CONSIDERACIONES ACERCA DE LA FORMACIÓN


DEL ESTADO ARGENTINO *

Francisco Corigliano

El propósito de este trabajo es doble. Procura, por un lado, brindar


al lector una introducción elemental acerca de los conceptos de Estado
y Nación y de los componentes que definen un Estado nacional. Por otro,
intenta esbozar un análisis acerca de la génesis y formación del Estado
argentino, que de ninguna manera pretende agotar este tema tan com-
plejo. En función de este doble objetivo, el artículo se divide en tres
partes: 1) una parte introductoria, donde se definen los conceptos de
Estado en tanto Estado nacional; 2) un análisis del proceso de formación
del Estado argentino, donde se examina el período comprendido entre
1810 y 1860, y 3) las conclusiones.

INTRODUCCIÓN. CONCEPTOS DE ESTADO Y NACIÓN

Como sostiene Carlos Strasser, 1 el Estado es la organización que


impone y/u obtiene acatamiento de la población valiéndose tanto del
poder o la coerción como de la autoridad o legitimidad para lograr este
objetivo. El Estado es el ordenador de la sociedad. Debido a la diversidad
de comportamientos, actividades e intereses que caracterizan a los miem-
bros de cualquier sociedad y que a menudo resultan incompatibles entre
sí, es necesaria la existencia de un instrumento para la resolución y/o
regulación de los conflictos sociales, provocados por el choque de estos
intereses, valores, hábitos y comportamientos existentes. Este instru-
mento de dominación política, cuyo objetivo es imponer un determinado
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* Extraído de Cristina Lucchini (comp.), Aspectos de la sociedad argentina moderna,


Buenos Aires, Biblos, 1992.
1. Véase Carlos Strasser, Teoría del Estado, Buenos Aires. Abeledo Perrot, 1986, pp. 20-
25.
[ 15 ]

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tipo de orden y que expresa a la vez el interés general de la sociedad y el


interés de uno o más sectores dominantes de cualquier sociedad, es
el Estado. La Nación, en cambio, es una realidad de orden cultural
(en el sentido antropológico) constituida básicamente por tradiciones,
lengua, vínculos religiosos, hábitos y estilos de vida compartidos, y,
desde ya, una historia común. Ni el Estado ni la Nación existen desde
siempre; ambos se forman con el tiempo. Además, Estado y Nación no
necesariamente aparecen juntos. Existen casos donde uno de los com-
ponentes –o el Estado o la nación– puede estar ausente. Por ejemplo, la
existencia de la nación alemana o de la nación judía es anterior a la
constitución del Estado alemán o del Estado israelí actuales.
Según Oscar Oszlak, sólo podemos hablar de un Estado nacional
cuando un determinado sistema de dominación –u ordenamiento– so-
cial tiene las siguientes propiedades:

1) Capacidad de manifestar su poder, obteniendo reconocimiento como


unidad soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales.
2) Capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una es-
tructura de relaciones de poder que garantice el monopolio del poder
estatal sobre los medios organizados de coerción.
3) Capacidad de diferenciar su control a través de la creación de un
conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones políticas con
reconocida legitimidad para extraer en forma estable recursos de la
sociedad civil, con cierto grado de profesionalización de sus funcio-
narios y cierta medida de control centralizado sobre sus respectivas
actividades.
4) Capacidad de internalizar una identidad colectiva mediante la emi-
sión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solida-
ridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como
mecanismo de dominación. 2

Asimismo, Oszlak agrega que la noción de Estado nacional presupo-


ne, además de estas cuatro propiedades, la presencia de condiciones
materiales que posibiliten la expansión e integración del espacio econó-
mico (mercado) y la movilización de agentes sociales en el sentido de
instituir relaciones de producción e intercambio crecientemente com-
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plejas mediante el control y el empleo de recursos de dominación. Esto


significa que la formación de una economía capitalista y de un Estado

2. Véase Oscar Oszlak, “Reflexiones sobre la formación del Estado y la construcción de la


sociedad argentina”, Desarrollo Económico, XXI, 84, Buenos Aires, enero-marzo de 1982,
p. 532.

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nacional son aspectos de un mismo proceso, pues esa economía econo-


mía en formación va definiendo un ámbito territorial, diferenciando
estructuras productivas y homogeneizando intereses de clase que, en
tanto fundamento material de la Nación, contribuyen a otorgar al Esta-
do un carácter nacional. 3

EMANCIPACIÓN Y PROCESO DE FORMACIÓN DEL ESTADO ARGENTINO:


EL LARGO CAMINO HACIA LA ORGANIZACIÓN NACIONAL (1810-1860)

Para comprender mejor los factores que posibilitaron a partir de 1860


la formación del Estado argentino, resulta imprescindible examinar las
razones del fracaso de los diversos intentos de organización nacional
previstos a esa fecha. Por esta razón, el análisis histórico de este trabajo
se retrotraerá hasta 1810, considerando cuatro períodos diferentes: 1)
1810 a 1829; 2) 1829 a 1852; 3) 1852 a 1860, y 4) 1860 en adelante.

1. Primer período (1810 a 1829). Si bien es cierto que la Revolución de


Mayo y las luchas de emancipación iniciadas en 1810 marcaron el
comienzo del proceso de creación de la Nación argentina, la ruptura con
el poder imperial no produjo automáticamente la emergencia de un
Estado nacional. Roto el vínculo colonial, pronto se hizo evidente que el
virreinato del Río de la Plata resultaba un ámbito unificado sólo por
el control español. Este virreinato estaba constituido por un conjunto de
regiones y provincias con realidades geográficas, políticas, económicas
y culturales muy diferentes entre sí. La dominación española no había
creado una base ni material ni política para el desarrollo posterior de
una clase criolla capaz de ejercer un liderazgo centralizado sobre todo
el ex virreinato del Río de la Plata.
La primera Junta de Gobierno surgida a partir de la Revolución de
Mayo en Buenos Aires intentó utilizar la estructura política heredada del
poder colonial español –y aun el nombre de Fernando VII– para imponer
su autoridad sobre el resto del ex virreinato. Pero las diversas partes del
virreinato –Alto Perú, Banda Oriental, Paraguay e incluso las provincias
del interior y del Litoral– tenían intereses económicos, políticos y cultu-
rales que no coincidían con los de Buenos Aires. Así, el movimiento
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independentista no pudo ganar adhesiones fuera de Buenos Aires. Las


ideas y los principios de la Revolución de Mayo no conseguían ser por

3. Véase Oscar Oszlak, La formación del estado argentino, Buenos Aires, De Belgrano,
1982, p. 16

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sí mismos un factor aglutinante que mantuviera la unidad del ex virrei-


nato del Río de la Plata. La desaparición del poder colonial español dejó
al descubierto en el futuro ámbito de la República Argentina la presencia
de tres áreas diferentes en cuanto a tradiciones, historia e intereses
políticos y económicos: Buenos Aires –comprendiendo la provincia y el
puerto–, el interior mediterráneo y el Litoral.
El esquema de dominación que proponía Buenos Aires estaba ligado
al fortalecimiento del circuito económico Buenos Aires-mercado exter-
no, concentrado en el puerto desde fines del siglo XVIII, y que a partir de
principios del siglo XIX consistía en la exportación de productos ganade-
ros como fuente de intercambio con el exterior. El predominio centrali-
zado de Buenos Aires implicaba el control de los recursos obtenidos a
través de la Aduana, el fortalecimiento del circuito Buenos Aires-mer-
cado externo y la apertura del resto de las provincias a las importaciones
de los países industrializados. En otras palabras, este régimen de libre
intercambio de productos en todo el futuro territorio argentino, pro-
puesto por los sectores terratenientes y mercantiles de Buenos Aires,
implicaba el certificado de muerte para las incipientes economías del
interior, cuya producción artesanal no podía competir con los eficientes
productos importados europeos.
Por su parte, la región mediterránea, que abarca las provincias del
centro, el norte y el oeste, comprendía economías de desiguales carac-
terísticas y grados de desarrollo. La zona central y norteña se configuró
durante los siglos XVI y XVII, vinculada al circuito de las minas potosinas
y el puerto de Lima, como proveedora de carretas, tejidos y animales de
carga. La zona cuyana compartió estos rasgos generales, pero sus vin-
culaciones más importantes fueron con la economía chilena y tuvo un
mayor desarrollo de la agricultura. Las provincias de Catamarca y La
Rioja, marginales a los circuitos económicos del centro-noroeste y de
Cuyo, formaban la zona económicamente más atrasada de toda la re-
gión. El agotamiento de las minas de Potosí a partir del siglo XVII y la
posterior interrupción del tráfico con Perú afectaron significativamente
el circuito entre las economías limeña e interior mediterránea. Por su
parte, las barreras aduaneras internas y la competencia del comercio de
importación impedían el comercio entre el interior y la región compren-
dida por las provincias de Buenos Aires y del Litoral. Las posibilidades
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de expansión de la región interior mediterránea dependían en gran


medida de un Estado que limitara las importaciones provenientes de los
países industrializados europeos, quitara a Buenos Aires el control
exclusivo de la Aduana y destinara una porción importante de las rentas
aduaneras a subsidiar los gobiernos provinciales y ayudar a una vincu-
lación entre las provincias del interior y la región pampeano-litoraleña.

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Por su parte, y a diferencia del interior mediterráneo, la región del


Litoral participaba de la exportación de productos ganaderos hacia el
exterior y del comercio de importación proveniente de los países indus-
trializados europeos. Pero, si bien compartían con Buenos Aires la ne-
cesidad de eliminar las barreras aduaneras y fortalecer el intercambio
con el exterior de acuerdo con los postulados librecambistas, las provin-
cias del Litoral querían terminar con el dominio exclusivo del puerto por
parte de Buenos Aires a través de la sanción de la libre navegación de
los ríos interiores y la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires.
Estas diferencias regionales eran más importantes que las filiaciones
políticas. El conflicto entre federales y unitarios, que la literatura iden-
tifica con el origen y desarrollo de las guerras civiles argentinas, refle-
jaba claramente estas contradicciones entre los distintos intereses de
Buenos Aires, Litoral e interior mediterráneo. En este sentido, resultan
muy claras las palabras del gobernador interino de Córdoba, Mariano
Fragueiro, al caudillo de la provincia de La Rioja Facundo Quiroga,
veinte años antes de la batalla de Caseros (1852):

La guerra civil, aunque ostensiblemente se hace entre federales


y unitarios, ella no existe fundamentalmente sino entre las provin-
cias interiores y las litorales porque los intereses de entre ambas
no han estado íntimamente ligados... 4

El período comprendido entre 1810 y 1829 puede ser caracterizado


como una etapa en la que Buenos Aires intentó inútilmente imponer un
proyecto de organización nacional basado en el control político y econó-
mico –a través del dominio de la Aduana– sobre el resto de las provincias.
Así, los sucesivos intentos institucionales –Junta Grande, primer y
segundo triunviratos, directorio– fracasaron estrepitosamente por in-
tentar imponer modelos político-económicos inspirados en el ejemplo
europeo y no tener en cuenta los intereses de las provincias argentinas,
aisladas geográfica, política, económica y culturalmente de Buenos Aires.
Los distintos intentos de Buenos Aires por imponer proyectos de Cons-
titución con alcance nacional fracasaron. Carecían de los atributos
económicos, políticos e ideológico-culturales que define Oszlak como
condición necesaria para la formación de un Estado nacional. Los atri-
butos materiales (económicos) estaban ausentes, dado que las diferen-
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cias de intereses económicos existentes entre Buenos Aires y las provin-

4. Citado por O. Oszlak, La formación..., p. 47.

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cias del interior no permitieron la conformación de un mercado en el


nivel de la nación, factor ligado estrechamente a la conformación de un
Estado nacional. Asimismo, la sola presencia de los proyectos de orga-
nización nacional elaborados por Buenos Aires no reflejaba una idea de
Estado nacional que integrara en un solo cuerpo a Buenos Aires y a las
provincias. No existían vínculos materiales y culturales lo suficiente-
mente sólidos como para hablar de “patria” o de “Nación”. Tres décadas
después de declarada la independencia, Esteban Echeverría aún obser-
vaba:

La patria, para el correntino, es Corrientes; para el cordobés,


Córdoba... para el gaucho, el pago en el que nació. La vida e inte-
reses comunes que envuelven el sentimiento nacional de la patria
es una abstracción incomprensible para ellos, y no pueden ver la
unidad de la república simbolizada en su nombre. 5

Como reflejo más evidente del fracaso de los intentos de centraliza-


ción porteña, en 1820 cayó derrotado por las fuerzas dirigidas por los
caudillos de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos el último director
supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y se sucedió hasta
1829 un período en el cual cada provincia argentina –incluida Buenos
Aires– se autogobernó, tuvo su propio ejército, su propia moneda y su
propia administración.

2. Período de 1829 a 1852. Este período puede ser caracterizado como


la etapa teñida por la autoridad de Juan Manuel de Rosas (si bien hubo
un lapso entre 1832 y 1835 en el que Rosas no gobernó la provincia de
Buenos Aires, aunque organizó la primera campaña contra los indios al
sur de esa provincia). Los dos gobiernos de Rosas (1829-1832 y 1835-
1852) encarnaron la vuelta a una forma de orden político peculiar luego
de los años de guerra civil y anarquía. Orden peculiar porque, aunque
estaba basado en el predominio político-económico de Buenos Aires
–cuyo gobierno asumía la representación exterior y simultáneamente
seguía manejando los recursos de la Aduana–, se asentaba sobre una
suerte de coalición entre Buenos Aires y las provincias que –funcionan-
do como cuasiestados dentro de una federación– conservaban su cuota
de autonomía política. También era peculiar porque este orden político
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no estaba institucionalizado en la figura jurídica de una Constitución


sino que se basaba en los pactos y las coaliciones de facto entre Rosas

5. Esteban Echeverría, Dogma socialista, Buenos Aires, 1948 (1ª ed., 1846), citado por O.
Oszlak, “Reflexiones...”, p. 42.

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y los caudillos provinciales. Sin embargo, al mantener las diferencias


económicas entre Buenos Aires, el Litoral y las provincias del interior,
el orden rosista no implicó la constitución de un Estado nacional. Como
sostiene Oszlak:

La coalición de fuerzas del Litoral, que con apoyo extranjero y


de sectores disidentes de Buenos Aires derrotó a Rosas en Caseros,
se constituyó –no casualmente– en circunstancias en que las opor-
tunidades de progreso económico abiertas por el sostenido aumen-
to de la demanda externa y los nuevos avances tecnológicos dispo-
nibles al promediar el siglo (léase segunda revolución industrial de
los países europeos) ponían crudamente de manifiesto las restric-
ciones a las que se hallaban sometidos la producción y el intercam-
bio de las economías litoraleñas. 6

3. Período de1852 a 1860. La victoria de Justo José de Urquiza, caudillo


que representaba los intereses del Litoral y pasaba a reemplazar a Rosas
como figura de proyección nacional a partir de la batalla de Caseros,
tampoco implicó la inmediata aparición de un Estado nacional. Urquiza,
al frente de la llamada Confederación Argentina, no lograba la adhesión
de Buenos Aires, que se mantuvo separada del resto del país y siguió
manejando los recursos de la Aduana. Este intento de organización na-
cional sobrevivió tan sólo hasta 1860, al no contar con el apoyo y los
recursos de la provincia más rica y el puerto de ultramar más importante.

4. Período de 1860 en adelante. La batalla de Pavón (1860) –en la que


Bartolomé Mitre, líder de las fuerzas porteñas, derrota a Urquiza, al
mando de los ejércitos de la Confederación Argentina– marcó el comienzo
del proceso de formación y consolidación del Estado nacional argentino.
El Estado surgido de Pavón debió luchar duramente para establecer su
dominio en el nivel nacional: así, el gobierno de Mitre debió enfrentar las
reacciones de los distintos caudillos del interior, que no se resignaba a
perder las prácticas autónomas que atentaban contra el poder central. En
este sentido, la creación por parte de Mitre de un ejército nacional en
1864, creando cuerpos de línea que se distribuyeron estratégicamente
por el resto del país, constituyó un elemento de evidente valor para elimi-
nar los focos de resistencia armada en las provincias. 7
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Sin embargo, la presencia del poder central no podía basarse sólo en

6. O. Oszlak, “Reflexiones...”, p. 547.


7. Cabe destacar que antes de 1860 no existía un ejército nacional. Cada provincia tenía
su propio ejército.

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la fuerza de las armas. Los largos años de guerra civil mostraban que la
organización nacional no podía asentarse sobre la represión militar por
parte de un poder central. Por su parte, la experiencia rosista había
demostrado que la organización nacional tampoco podía asentarse so-
bre la base de alianzas efímeras entre Buenos Aires y los caudillos
provinciales, alianzas que las circunstancias cambiantes se encargaban
de desvirtuar. Como sostiene Oszlak, 8 la penetración del gobierno cen-
tral en el resto del país se hizo efectiva a partir de 1860 a través de una
serie de mecanismos, tanto de carácter material como de carácter polí-
tico-ideológico, que harían finalmente viable la organización nacional:

1) represivos, que supusieron la creación de una fuerza militar unifica-


da y distribuida territorialmente con el objeto de sofocar todo intento
de alteración del orden impuesto por el Estado nacional;
2) cooptativos, que incluyeron el crecimiento tanto de personal civil
como militar en el interior designado por el gobierno nacional y la
intervención federal del Poder Ejecutivo Nacional, que le permitía
controlar a su favor la evolución de los asuntos internos provinciales.
Otro mecanismo de cooptación que se suma a los anteriormente
señalados consistía en el otorgamiento –o la suspensión– por parte
del gobierno nacional de subsidios a las provincias para captar la
adhesión de las burguesías a los gobiernos provinciales;
3) materiales, que comprendieron diversas formas de avance del Estado
nacional a través de la localización en territorio provincial de obras,
servicios y provincias, e
4) ideológicos, que consistieron e la capacidad de difusión y creación de
valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos
de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema de dominación
establecido. Ejemplo de este mecanismo ideológico fue el sistema de
dominación estatal, que constituyó una herramienta del gobierno
nacional destinada a “argentinizar” a los hijos de inmigrantes a tra-
vés de la difusión de contenidos y símbolos culturales patrios en las
escuelas.

Dentro de los mecanismos de penetración estatal que menciona Oszlak


no hay que olvidar la importancia que tuvo para la formación de un
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Estado nacional a partir de 1860 un conjunto de factores materiales,


entre los que se destacan el aumento de la demanda de productos
agropecuarios por parte de la Europa industrializada (especialmente

8. Véase O. Oszlak, “Reflexiones...”, pp. 539-540.

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Gran Bretaña) –el aumento de la demanda británica de lana se produjo


justamente en la década del 60 del siglo XIX– y la posibilidad para la
Argentina de acceder a avances tecnológicos, como el ferrocarril y el
telégrafo, que permitieron una mejor y más fluida comunicación entre
los distintos puntos del país, posibilidad impensable en los períodos
anteriores a 1860.

CONCLUSIONES

Este trabajo trata de mostrar que el proceso de formación de un


Estado nacional incluye componentes de carácter político (un sistema
de dominación y/o control social que posea legitimidad en el resto de la
sociedad, que pueda manifestar e institucionalizar su poder), económi-
co (la conformación de un mercado nacional y la maduración de un
proyecto de inserción internacional donde el Estado nacional juega
un rol determinado) e incluso de carácter cultural (la existencia de
valores compartidos por los distintos sectores de una sociedad que
integran la Nación). En el caso argentino, la caída del poder colonial
español no implicó la inmediata formación de un Estado nacional. El
período que va desde 1810 hasta 1860 puede ser interpretado como una
etapa caracterizada por la falta de un proyecto político y económico que
integrase los intereses de Buenos Aires, el Litoral y el interior mediterrá-
neo. Buenos Aires controlaba los recursos de la Aduana y era la provin-
cia más rica, pero en la etapa 1810-1860 no pudo establecer un esque-
ma de organización nacional estable y que tuviera respaldo por parte de
los caudillos provinciales. A su vez, el resto de las provincias no conta-
ban con los recursos necesarios para imponer a Buenos Aires un pro-
yecto de organización de alcance nacional.
La Organización Nacional, que los historiadores escriben con mayús-
cula para referirse a la etapa institucional iniciada con la caída de Rosas
en la batalla de Caseros, comenzó a vislumbrarse con mayor fuerza
precisamente cuando la posibilidad de articular y compatibilizar estos
diferentes intereses económicos regionales le otorgó a la Nación susten-
to material, político e incluso valores culturales compartidos. Como dice
Noé Jitrik, el modelo de dominación política de la generación del 80 se
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articuló sobre la coincidencia de intereses entre las clases dominantes de


Buenos Aires y de las provincias con perfil exportador. Analizando el
gobierno de Julio Argentino Roca, sin duda la expresión más acabada
del modelo de dominación política de aquella generación, Jitrik muestra
claramente el paso del conflicto a la concertación de intereses en la rela-
ción entre Buenos Aires y las provincias:

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Los gobernadores, promovidos aproximadamente por las mis-


mas razones que el presidente, son los representantes locales de
grupos político-económicos que se han venido imponiendo y que
pueden tener entendimiento con una Buenos Aires con la que
ahora coinciden. Y como lo que ha ocurrido no ha sido una derrota
porteña sino una universalización de sus intereses y objetivos, la
Liga, 9 organismo político, es el punto de partida de la creación de
una clase nacional, [...] que reposa sobre tres o cuatro realidades:
la propiedad terrateniente, la ganadería, la estrecha vinculación
con Europa, económica y cultural, el culto al “progreso indefini-
do”. 10

En síntesis, a partir de 1860 la conjunción de varios elementos con-


tribuyó positivamente a la formación de un Estado nacional: la experien-
cia traumática de décadas de guerra civil, la efectiva aplicación de diver-
sos mecanismos de penetración y control del gobierno nacional sobre las
provincias, el sensible aumento de la demanda externa de productos
agropecuarios argentinos, el aporte positivo de adelantos tecnológicos
como el ferrocarril y el telégrafo en las comunicaciones y el acuerdo de
intereses entre las clases dominantes de Buenos Aires y las provincias.
La suma de todos estos elementos otorgó la base material, política e
ideológica necesaria para la formación de un Estado nacional y de un
espacio económico (mercado) integrado en función de un proyecto de
inserción internacional para la Argentina: el modelo primario-exporta-
dor.
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9. La Liga de Gobernadores era un aparato electoral constituido por los gobernadores


provinciales.
10. Noé Jitrik, “El mundo del 80”, citado por Graciela Pozzi, La generación del 80 (1880-
1914), Buenos Aires, Biblos-Fundación Simón Rodríguez, s/f., cap. IV, p. 21.

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