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y la palabra
Siete ensayos resultado del Programa de Ampliación
Las fronteras del cuerpo, realizado por el Instituto
Universitario de Danza (noviembre-diciembre 2004)
FÉLIX BAPTISTA
MARILYN GORDILS
OSWALDO MARCHIONDA
INÉS PÉREZ-WILKE
LEYSON PONCE
KARINA QUINTERO
ROSA MARÍA RAPPA
La danza y la palabra
© Instituto Universitario de Danza, 2007
Carlos Paolillo
Coordinador Académico
6 Programa de Ampliación
Las fronteras del cuerpo
En el Programa de Ampliación Las fronteras del cuerpo, 7
me correspondió impartir el módulo “La danza y la pa-
labra”. A través de lecturas y comentarios de textos de
Roger Garaudy, Paul Valéry y Stéphane Mallarmé, prin-
cipalmente, se creó un clima espiritual entre los partici-
pantes que nos permitió pasar las fronteras y ahondar
en temas esenciales para las artes del cuerpo. Esa rup-
tura implicó también no referirnos a una modalidad de
la danza en particular sino a la danza como manifesta-
ción universal en la cual el cuerpo se desnuda de sus
hábitos cotidianos para volverse energía vital, ser co-
municante.
Aspectos esenciales afloraron en aquellas tardes de
reflexión: el cuerpo como transmisor y generador de
pensamiento… danzar en el límite de lo decible y lo in-
decible… el cuerpo creador de un espacio propicio para
su acción, para nacer hacia la imagen… la palabra pro-
ferida como prolongación del gesto, sílaba maleable en
la garganta del poeta. También se reflexionó acerca del
acto creador: el momento en el cual el danzante o el
poeta se vuelca hacia sí mismo para extraer de allí el
ritmo y la imagen, el espejo de lo desconocido.
En su viaje hacia las profundidades de su ser, el cuer-
po danzante se vuelve verbo, al igual que el poeta al
excavar en los estratos oscuros de las palabras escucha
una resonancia que viene del origen y entra, como nos
dice Paul Valéry, en una “danza verbal”. La conjunción
del cuerpo y la palabra alcanza su más alto grado al crear
a partir del silencio, al moverse en el espacio como so-
bre una página en blanco.
Durante las sesiones de Las fronteras del cuerpo, las
palabras fluyeron ágiles para compartir la vivencia del
cuerpo iluminado en comunión con el verbo originario.
8 De allí el sentido necesario de los textos recogidos en
esta publicación.
Sonia Sanoja
Profesora
Programa de Ampliación
Las fronteras del cuerpo
El cuerpo Defenso
FÉLIX BAPTISTA*
A Héctor Tamburini, hermano y maestro
INTRODUCCIÓN 9
Las definiciones siempre son un asunto complejo y lo
son más aún cuando intentamos adentrarnos en temas
como el cuerpo y la palabra. Pero, para ser más preci-
sos, lo que quiero es que nos acerquemos a las relacio-
nes que existen entre las técnicas corporales defensivas
de uso y origen tradicional y la oralidad como visión de
mundo y forma de transmisión del saber hacer popular.
Mi intención es comentarles sobre relaciones e im-
bricaciones que supongo existen entre el cuerpo y la
palabra hablada, entre el cuerpo llamado “Defenso” y
la “palabra viva”.
Más que un ensayo estrictamente literario, o una
investigación antropológica acabada, estas líneas son
una especie de pinceladas e impresiones provenientes
de mi experiencia personal, como bailarín de danza tra-
dicional venezolana y como practicante de Capoeira y
el Juego de Palos o Garrote, que son formas de defensa
personal, la primera de origen afro brasileño y la segun-
da venezolana. Lo anterior condimentado por diversas
lecturas hechas en distintos momentos, y que sólo has-
ta ahora me esfuerzo por dar sentido a las relaciones
percibidas en torno al tema que nos ocupa.
Un primer acercamiento sobre la naturaleza de las
técnicas corporales de defensa de origen tradicional ya
sea en Venezuela o en la misma América Latina, nos
* Antropólogo.
lleva a observar que éstas son una especie de síntesis de
diversos aspectos, sociales, culturales, históricos, religio-
sos, ambientales y territoriales. Asimismo, estas formas
de la corporalidad popular tradicional son una expre-
sión singular del conjunto mayor de prácticas y técnicas
10 corporales que conforman la herencia cultural de nues-
tros países.
En tal sentido, es importante comprender que estas
prácticas y técnicas corporales son expresiones singula-
res de un modo de vida local, conectadas a un entorno
regional y nacional que les imprime a su desarrollo in-
terno nuevas características.
En el orden de ideas precedentes, es importante
señalar algunos aspectos referentes al proceso de trans-
misión y enseñanza de estas prácticas danzarias y técni-
cas defensivas. Las técnicas de defensa corporal de ori-
gen tradicional, son creadas, desarrolladas y transmitidas
en el contexto del mundo de la oralidad. Es a través de
la palabra hablada y la acción por emulación como se
efectúa la enseñanza de las mismas. Esta es la pauta
fundamental. La experiencia corporal, el saber hacer
tradicional encarnan a través de la palabra hablada: la
palabra viva y el saber experiencial.
Este carácter de enseñanza “no formal”, es decir no
escrita, no significa una ausencia de patrones, estructu-
ras y formas organizativas, podría afirmarse que es todo
lo contrario: la enseñanza de las prácticas danzarias tra-
dicionales y las técnicas corporales defensivas en las co-
munidades de origen está normada y estructurada por
valores, pautas culturales y formas organizativas encar-
nadas en colectivos, e inclusive, en individuos encarga-
dos de transmitirlas y preservarlas.
Son estos colectivos y personas los responsables de
enseñar y difundir el bagaje técnico corporal implicado
en las danzas y formas defensivas. Los cultores, ofician-
tes de este saber hacer, poseen de manera práctica e
internalizada, técnicas corporales, ritmos, tiempos, ca-
lidades energéticas y pautas de movimientos que hacen
posible su re-producción sistemática. Son los cultores, 11
que agrupados en formas colectivas o de manera indi-
vidual, los encargados en sus comunidades de origen
de la recreación de éste legado cultural e histórico y de
su transmisión a las futuras generaciones. Sin duda, estas
estructuras organizativas son las que las posibilitan y le
dan sentido y trascendencia.
La forma de transmisión de este saber corporal es a
través de la palabra oral. La oralidad es visión de mun-
do. Prácticas y técnicas corporales mediadas por una
organización y un saber hacer eminentemente práctico
que se fundamentan y trascienden sobre el dorso de un
elemento efímero como lo es la palabra en su forma
oral.
LA PALABRA VIVA
Si es cierto que lo efímero es condición natural de la
palabra hablada, también lo es su permanencia, ya que
ella, acunada en el gesto y en el movimiento de su ofi-
ciante se hace cuerpo, es decir, encarna en un tiempo y
en un espacio, se hace circunstancia, legado, memoria.
Este legado se renueva y se trasmite, así oralizada de-
viene en palabra viva.
Esta otra manera de llamar a la palabra hablada, es
ante que nada movimiento, esa es su naturaleza prime-
ra. De igual modo el movimiento es el punto de realiza-
ción del cuerpo, el movimiento se convierte en la zona
de encuentro entre ambos, a través de la palabra en
movimiento, el cuerpo significa, se hace metáfora, ima-
gen: el cuerpo o los cuerpos dialogan, hablan o conver-
san se suele decir cuando observamos cuerpos en mo-
vimientos.
Esta relación también funciona en sentido inverso:
12 la palabra hablada se fija a través de los cuerpos, a tra-
vés de la memoria corporal se perpetúa el saber ances-
tral de muchos pueblos ágrafos y de colectivos que en
sociedades letradas no manejan el código escrito, o
colectivos que su imaginario y experiencia de lo corpo-
ral fluye con la impronta de lo oral.
Como extraña deidad, la palabra hablada prodiga
su lógica a los cuerpos que la practican, y en donde ella
misma se hace carne. Es así como en el mundo de la
oralidad, la palabra es movimiento, acción. Muchas ve-
ces pre-dice la acción, la convoca. Otras veces la pala-
bra hablada se asocia al ritmo transmudándose en pala-
bra festiva. De esta manera el verso rimado y el cántico
ágil, encarnan en cuerpos gozosos y de una musicali-
dad propia, como se puede leer en estos versos o bam-
bas de origen popular:
EL CUERPO DEFENSO
La conceptualización sobre la danza proporcionada por
Roger Garaudy como “expresión, mediante movimien- 13
tos del cuerpo organizados en secuencia significantes,
de experiencias que trascienden el poder de las pala-
bras y de la mímica”, se podría aplicar a otras formas de
expresión de lo corporal tales como las formas defensi-
vas corporales, lo cual nos refiere sobre la complejidad
que subyace en el ámbito de la expresión corporal como
dimensión comunicativa del ser humano.
Si la danza “es una manera de existir”, podríamos
por otro lado afirmar que el movimiento es la existencia
misma.
Lo que aquí definimos como cuerpo Defenso, con
“D” mayúscula, no es el cuerpo marcial de las artes de
combate orientales, ni el cuerpo indestructible o de fic-
ción que promulga la industria del cine. Este cuerpo
Defenso es el que se ha hecho diestro en el arte de so-
brevivir, es el resultado de la violencia histórica a las que
han sido sometidos muchos pueblos a lo largo de la
historia.
El cuerpo Defenso pertenece a un hombre común y
pedestre, que se vio obligado a sistematizar formas y
modos de sobrevivencia física y cultural ante procesos
de desarraigo forzado. Este cuerpo Defenso es expe-
riencia acumulada y transformada en un saber hacer
existencial, expresada en forma de técnicas corporales
defensivas.
En la realidad latinoamericana este cuerpo Defenso,
encarnó, quizás, en un esclavo o un campesino liberto
arrastrado a participar sin su consentimiento en las in-
numerables confrontaciones bélicas en nombre de la
patria, quizás en un peón de hacienda o un obrero ha-
bitante de las favelas brasileñas o de un barrio en Vene-
zuela.
14
EL GARROTE O JUEGO DE PALOS
En Venezuela, Defenso es el nombre que recibe la per-
sona que maneja a cabalidad el Garrote o Juego de Pa-
los como también se le conoce a la especie de esgrima
de bastón practicado por campesinos venezolanos, y
que históricamente estuvo diseminado por varios pun-
tos de la geografía nacional, pero que en la actualidad
tiene su expresión más conocida en el estado Lara.
Muchas veces El Juego de Palos o Garrote es con-
fundido por los no iniciados con uno de los sones o parte
del tamunangue denominado “La batalla”, y al respec-
to señala Eduardo Sanoja, maestro del Juego de Palos,
que la practica del Garrote o Juego de Palos se aprende
con pasos defensivos y ofensivos que se ensayan hasta
lograr su dominio, lo cual ha sido propicio para adaptar-
lo a la danza:
LA CAPOEIRA
“Luta-se come se fosse dança, dança-se come se fosse
luta”. Es una frase que circula entre los practicantes de
Capoeira. La Capoeira, es una singular forma de com-
bate creación del pueblo brasilero, combate danzado,
forma mestiza de lucha, mestizo al igual que el pueblo
que le dio origen, y que encierra en ella su visión del
mundo y un saber que fluye a través del canto, el gesto,
el movimiento y la música.
La palabra también tiene lugar en la Capoeira: es
resonancia de trata negrera, de diáspora y desarraigo,
de encierro, de maltratos en la Senzala. La palabra en la
Capoeira es letanía que evoca un origen mítico y plega-
ria que implora protección: “é mainha amanha eu vou
pro mar”. La Capoeira también es grito de fuga en la
espesura y libertad en los quilombos, lejos del cepo y
del látigo del amo. Dicen unos versos: “Me quitaron el
día, me quitaron la noche y las estrellas, pero no me 17
quitaron la poesía que está en mi cantar”.
Capoeira es la palabra inventada por el esclavo pró-
fugo de las haciendas de caña en Brasil para nombrar su
modo de luchar, y es el término que usaron sus descen-
dientes libertos para esconderla de las autoridades que
proscribían su práctica. Capoeira también es literatura,
narrada por los cuerpos en movimiento que expresan
un sentir colectivo y el saber de un pueblo.
La palabra en la Capoeira le gusta fluir con ritmo y
se vuelve rima, adquiriendo forma de verso corto y ca-
dencioso, sobre lo proferido o celebrado, que es la for-
ma viva de la palabra, cabalga su definición y su filoso-
fía de vida: “Capoeira es/ defensa ataque/ Ginga del
cuerpo/ y malandraje”, cantan los capoeiristas acom-
pasados al ritmo del Birimbao y en medio del fragor del
juego-combate.
Lo anterior nos dice que la palabra oral pide ser pro-
ferida, tiene que ser puesta en movimiento por sus ofi-
ciantes para poder estar viva, pide ser celebrada y eso la
acerca a su dimensión sagrada y poética.
Acuclillados a los pies de la orquesta de instrumen-
tos y debajo del Birimbao Gunga, los capoeiristas salen
a ejecutar una serie de movimiento de defensa y ata-
que, salen a combatir o a jugar desplazándose por toda
la Roda o lugar donde se efectúa el combate. En este
momento los jugadores de Capoeira se transforman en
finos artífices, tejiendo filigranas sobre el espacio de
juego o Roda. Es un ir y venir, tentando, probando, lan-
zando combinaciones sucesivas de movimientos de ata-
que: Armada, Meia Lua de compasse, trocándose en
esquivos movimientos defensivos, Esquiva lateral, Aú.
Negativa, Role.
18 En el juego de Capoeira, además de los movimien-
tos defensivos y ofensivos, se efectúan movimientos con
otro sentido, como por ejemplo las “Llamadas” en el
juego de Angola, que funcionan como control de la in-
tensidad del juego o para entrever las intenciones del
oponente, en una especie de desafío o invitación que se
lanza al oponente para que muestre lo que lleva en
mente en ese momento. De modo parecido, en el juego
de Capoeira Regional los movimientos de “floreios” o
movimientos acrobáticos, que para el ejecutante, ade-
más del placer mismo de hacerlo, son una especie de
demostración de habilidad, de reto dirigido al oponen-
te a emularlo o a superarlo con otro movimiento de esa
misma naturaleza.
Jugar y combatir: son dos verbos utilizados común-
mente para describir la acción ejecutada por los capoei-
ristas. Y ya vimos que también por los “garroteros” o
jugadores de palos. Podría decirse que se juega con el
amigo y se combate con el oponente.
Pero, más que describir una diferencia radical de si-
tuaciones distintas, como luchar, danzar o jugar, estos
verbos indican un estado de ánimo y de lo complejo de
separar momentos diversos de la dinámica que integran
la Capoeira, pues su ejecución depende, en principio,
del tipo de juego, ya sea Angola o Regional y del ritmo
que propone la música y, en gran medida, del ánimo de
los participantes.
Un juego de Capoeira es malicia, engaño, finta de
cadera, cambio de sentido, burla velada que se troca en
ataque. Al observar a dos capoeiristas jugar o combatir,
se tiene la sensación de dos chorros de agua intentando
entrelazarse o de un par de cobras coral dándose caza.
Los cuerpos se acercan, hacen como que si alejan pero
vienen para atacarse y encontrarse tan sólo con el vacío 19
dejado por el oponente, que riposta, sonriente, parado
sobre sus manos.
El capoeirista es un cuerpo pleno en movimiento. Es
conciencia corporal aguzada, de sí mismo y del “otro”.
El capoeirista es un combatiente que fluye con su opo-
nente, un dibujante del movimiento vistoso, especie de
alquimista que convierte la pesantez del cuerpo en
materia ligera, un equilibrista que danza sobre el riego
al compás de la música.
“El ritmo no es medida: es visión de vida”, nos re-
cuerda Garaudy, y ante tal afirmación nos preguntamos
¿es una coincidencia que dos formas defensivas corpo-
rales ancestrales y distintas se valgan de la palabra ha-
blada, no sólo para su transmisión sino que se afianzan
en forma rimadas como en el caso de la Capoeira para
su actualización permanente?
Ante el ritmo los cuerpos acuerdan, concuerdan,
dialogan. En este dialogo la mirada es esencial, sin ella
no hay conexión, lo ligero se vuelve pesado, la cadencia
se fractura y el juego se achata.
En cualquier posición, ya sea estática o en movimien-
to, la mirada es crucial para establecer la relación entre
los jugadores-oponentes. La mirada propicia el dialogo,
tiende una conexión que es vital para sostener la rela-
ción entre los cuerpos, una parada de mano ejecutada
por un capoeirista es una recurso con distinto significa-
do, es una invitación, un desafío o un escape y que se
vale de la mirada clavada en el oponente para poder
descifrar su intención.
La palabra viva gira en la roda de Capoeira, en la
garganta de cada uno de los participantes, y en los cuer-
pos de los jugadores-combatientes que la reciben escri-
20 biendo sobre el espacio con una caligrafía singular, la
memoria de un colectivo que soñó con la libertad.
La palabra reposa en la memoria de los maestros de
Garrote, en la espera del oído propicio, y del cuerpo
dispuesto a tomar el riesgo de hacerse diestro en el
manejo de este saber ancestral. Para finalizar quiero
recordar las palabras de un maestro del Juego de Palos:
21
Notas
1 ESCALONA, Juan Ramón. «Rescate del saber popular en el Distrito An-
drés Eloy Blanco», en El Garrote en nuestras letras. Los Rastrojos, Lara,
1990. pag 82.
2 SANOJA, Eduardo. «El juego de Garrote» en El Garrote en nuestras le-
tras. Estado Lara. 1990. pag 152.
3 SANOJA, Eduardo. El Garrote en nuestras letras. Los Rastrojos. Estado
Lara. 1990.
22
El poder infinito de la danza
MARILYN GORDILS*
23
I
El tratar de hacer un ensayo, de plasmar en el papel una
reflexión sobre la relación entre la palabra y la danza se
ha convertido en una especie de enamoramiento, ha
ocupado por días mi pensamiento antes de quedarme
dormida y, a veces, no me ha permitido dormir; me ha
distraído de mi entorno, me ha obligado a aprender a
escuchar y descifrar el lenguaje que está más allá de las
palabras.
¿Cómo relacionar la palabra con la danza? A pesar
de la dedicación, resultó frustrante obtener resultados
nulos. Convencida de que el cerebro trabaja como un
músculo, que si no se ejercita se atrofia, decidí simple-
mente leer, sentir y disfrutar, y así descubrí que la poesía
no es sólo para intelectuales sombríos y comprendí que
indagar en los logros de la mente puede resultar apasio-
nante.
Paul Valéry, con su existencia asociada a la luz, con-
fiere una virtud liberadora al arte; se presenta bajo el
signo de lo sagrado y lo ritual y presenta a la danza iden-
tificada con la propia vida proporcionando la sensación
de un poder infinito.
II
24 ¿Cómo relacionar la danza con la palabra? Al intentar
abordar la temática de la relación existente entre el mo-
vimiento y la palabra, y de manera particular entre la
danza y la poesía, aflora una serie de elementos que son
comunes a ambas maneras de hacer arte: origen-estruc-
tura-métrica-ritmo, y que sirven de enlace entre ellas.
Ambas manifestaciones se proponen llenar un es-
pacio, bien sea el escenario o una hoja de papel, con el
gran reto de tener que crear una atmósfera con el uso
de un conjunto de símbolos que debe ser correctamen-
te “leído” y , aunque la obra de arte como objeto o
fruto de la creación no es eterna, sí lo es su esencia, lo
que permite que esa lectura sea la apropiada.
A pesar de que todas las artes tienen el mismo ori-
gen, la necesidad del ser humano de expresar sus senti-
mientos o su manera de percibir el mundo, la creación
artística parte de la imaginación y se convierte en una
propuesta de cambio, no como una simple copia o imi-
tación del pensamiento sino como una interpretación o
manifestación de la sensibilidad.
La pretensión de que la danza sea la manifestación
primaria, sin otro elemento artístico que la acompañe,
que trate de invadirla o dominarla, es coartar la posibi-
lidad de descubrir las relaciones naturales entre ella y las
demás manifestaciones artísticas impidiendo su interac-
ción. Por otra parte, generalmente la danza aparece
supeditada a un guión o idea que la inspira y genera
pero que también la ata, sin permitirle liberarse y en-
contrar su autonomía.
Es el valor simbólico de la obra lo que actúa como
una especie de símil o metáfora al decir con otras pala-
bras una idea similar, ya sean escritas en un papel o dan-
zadas en un escenario; palabras que pueden encontrar 25
un espacio en donde acudan simultáneamente en una
misma esencia y de ésta manera las fronteras del cuerpo
logren ser superadas y se genere la correspondencia que
se puede entablar entre sus participantes y el público.
La danza, pues, es capaz de crear poesía con el cuer-
po, y tal como lo decía Mallarmé “al igual que en la
poesía, la danza no tiene una sola lectura ni una sola
memoria”.
Valéry en su obra El alma y la danza, hace una afir-
mación de las virtudes liberadoras del arte: la danza a
través de sus metamorfosis se identifica con la propia
vida y proporciona la sensación de un poder infinito;
esta mujer que...
* Bailarín y Antropólogo.
vés de una de las criaturas más extraña y fascinante de
todas las creadas por Dios y por la sublimación del mo-
viendo hecho poesía, propician en mí este atrevido in-
tento de construcción incoherente.
Ella es lo inestable; derrocha inestabilidad, traspasa
28 lo imposible, abusa de lo improbable y, a fuerza de ne-
gar, mediante su esfuerzo, el estado común de las co-
sas, crea en las mentes la idea de otro estado, un estado
excepcional: un estado que es todo acción, una perma-
nencia construida y consolidada por medio de una pro-
ducción incesante de trabajo (Valéry, 2001).
Intenté conocerlas, me extravié abiertamente. Traté
de descubrirlas y quedé al descampado. Quise seducir-
las y me perdí en un mar de placer y sabrosura; a veces
en paz, a veces violento y doloroso. Con infantil imper-
tinencia, pretendí comprenderlas y fui sujeto de tanta
sensación que no soy capaz de hacerme entender.
Mi vida con ellas es una metáfora de encuentros y
desencuentros, un acercamiento cercano a carencias y
virtudes; una savia de posibilidades. Dicha historia ha-
bla de mí y de los demás, de nosotros y de los otros; de
cuanto la negamos y de cuanto la anhelamos. Nos dice
de afectos y odios, diálogos y monólogos, alegrías, nos-
talgias, compasión y de mucha piedad.
Para Valéry, la danza –ejecutada por una mujer– “no
es más que una forma de tiempo, la creación de una
especie de tiempo, o de un tiempo de especie clara y
singular.” (Idem). Como he podido establecer, no ha sido
fácil elaborarme una idea clara de ella.
A tiempo de mi adolescencia, creo que la danza es
una manera muy particular de comprender la pareja,
como ese espacio de realización del amor; ámbito ilimi-
tado que no sabemos por qué razón, siempre es limita-
do. Con la piedad que ahora no tengo, creo entender
que ellas me habitan como una sola. Siento que la dan-
za es esa mujer de mirada buena que mora en mis sue-
ños y alimenta mi anhelos. Esa mujer que bailando o
esa danza que mujeriando, hace de mi devenir el tor-
mento necesario que me permite sobremorir y seguir 29
viviendo. Que me nombra por las noches, que me hace
llorar y me llena de inusitadas alegrías.
***
DENOMINACIÓN
Designio aceptado por voluntad. Calificativo, nomina-
ción y titulo; adjetivación de la identidad, celebración
de la existencia. Nombrar. Nombrar mi nombre.
Suceso apacible promoción de un cisma. Lugar de la
certidumbre de reconocer, imagen auditiva vacilante
generadora de duda.
Solo, me interrogo: ¿Soy yo ese que nombran? ¿Qué
significa ser llamado así? ¿Así me llamo (me llaman)
realmente? ¿Qué marca la diferencia o qué debo en-
tender? ¿Es que no soy como soy nombrado?
Preguntas sin posible respuesta.
¿Es que he errado el sujeto a interpelar?
Una cabeza con ideas fijas, gravita trágicos mundo
que auguran dolor.
¿Cuándo mi amor se volvió vergüenza?
Se ha iniciado una senda sin retorno.
¿No lo merezco?
Sin interlocutor dispuesto a revelar vivo mi duelo
solitario, en la soledad de llamarme como me llamo;
como ahora me llaman. Disoluto en lo hondo de estas
dudas y otros miedos. Solo (con mi nombre…), me des-
30 cubro en un descenso aciago hacia un averno incon-
mensurable, conciente de mi caída sin remedio.
La danza como verbo
INÉS PÉREZ-WILKE*
A MANERA DE PREÁMBULO
Estas líneas son el intento de plasmar algunas reflexio-
nes en torno a la acción humana de danzar, especial-
mente a la luz de palabras de los escritores y poetas
estudiados durante el curso La danza y la palabra, dicta-
do por la maestra Sonia Sanoja en el marco del progra-
ma de ampliación Las fronteras de cuerpo en el Institu-
to Universitario de Danza.
Durante nuestras conversaciones nos detuvimos en
diversos parajes, allí donde hallábamos resonancias de
nuestras genuinas preocupaciones e intuiciones sobre
la danza: su dimensión poética, lo indecible de ese len-
guaje, las fuerzas encontradas o paradójicas del hecho
danzario, contratiempo, equilibrio, dimensión espacial
de la danza; todo ello además tratado como algo perso-
nal… no porque así nos lo propusiéramos, sino por la
naturaleza íntima que descubrimos en este curso. En
esas andanzas nos detuvimos en torno al recurrente ca-
rácter de sacralidad al que se hallaba ligada la acción
III
Bibliografía
AZPARREN JIMÉNEZ, Leonardo. Teatro Griego hoy y siempre. Fondo Editorial de
Humanidades y Educación. UCV, Caracas, 2001.
CAILLOIS, Roger. El hombre y lo sagrado. FCE, México, 1996.
CARSE, James. Juegos finitos y juegos infinitos.
GARAUDY, Roger. «Danzar su vida». Del libro Danser sa vie. Editions du Seuil.
Paris, 1973.
GEERTZ, Cliford. Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las
culturas, Paidós, Barcelona, 1994;
Valéry, Paul. La joven Parca. Ediciones Dirección de Cultura, UCV.
42
Enunciación de lo que somos
LEYSON PONCE*
Paul Valéry
S. Mallarmé
Bibliografía
LANDER, Rómulo. «El enigma de la creación». En VVAA Arte y Locura. Mu-
seo de Bellas Artes. Caracas 1997. Pág. 256.
VALÉRY, Paul. «Filosofía de la Danza». Tomado de Revista Universidad de
México. Ciudad de México. Numeros 602-604 Marzo-Mayo del 2001.
GARAUDY, Roger. Danzar su vida. Editions du Seuil. Paris, 1973.
MALLARMÉ, Stephan. «El Cisne». Revista Independencia. París 1885.
48
Bailo cuando no bailo
KARINA QUINTERO*
* Bailarina, docente.
maravilloso que es ser mortal” implica el goce del movi-
miento corporal, un poema involuntario, una danza. Es
cuando el “cuerpo se vuelve expresión del espíritu”, del
ser todo, del alma. Es así “el movimiento de una con-
ciencia”, del ser universal a través de lo danzado, del
50 cuerpo eternizado en determinado baile.
Un elemento clave en la percepción de la danza es
necesariamente el sentimiento. Siento, luego danzo; o
danzo, luego siento, pareciera querer transmitir Valéry.
Cualquiera de las dos maneras de decirlo lleva a la uni-
ficación de lo que es danzar, lo que es danza. En Valéry
es claro. De ahí su comprensión tan plena sobre el he-
cho danzario.
En cambio en Mallarmé, la danza es observada des-
de otro punto de vista, le interesa más el uso del espa-
cio, su capacidad comunicativa. Directamente relacio-
nado con el manejo que realiza éste en su poesía, en la
cual el silencio musical, el silencio del movimiento como
acción dentro de una composición cualquiera, son equi-
parables al vacío gráfico en la hoja de papel, comunican
con su uso del espacio parte del sentimiento del poeta
así como puede comunicar el movimiento con su uso
en el espacio coreográfico parte del sentimiento del
coreógrafo o del bailarín.
Es curiosa la relación directa que se puede observar
entre el movimiento corporal –la danza– la palabra ha-
blada –el poema– y el idioma del que habla que a su vez
determina la manera de moverse del “hablante”; ob-
servar cómo danzar significa un volver al sí mismo, a la
intimidad, a la esencia humana.
Lo que la palabra es para el poeta, lo es el cuerpo
para el bailarín. ¿En qué se asemejan?, ¿dónde conflu-
yen? En su uso, en su capacidad para ser manejados,
usados, manipulados de cualquier manera según la
búsqueda (a ciegas o no) del poeta que escribe o que
baila (o que crea la coreografía o que es espectador,
pero al fin y al cabo poeta).
Entonces ¿dónde queda el espectador en relación
con la danza, la palabra, la poesía, el poeta, el bailarín, 51
el coreógrafo? ¿en qué lugar del diseño, del espacio?
Participante silencioso, complementario, fundamen-
tal, sin el cual carecerían de sentido los silencios dejados
en la obra, los espacios en blanco. Parte necesaria para
completar el sentido a la vida, al espacio, al tiempo, a lo
cotidiano, que entra y sale de la danza, del poema, de la
palabra hablada, escrita, danzada, sentida.
Como la palabra poética escrita en papel, en la dan-
za hay un espacio creado dentro del espacio: ése donde
se danza, el de la magia, el del misterio, el de lo innom-
brado, el ritual.
La danza, forma de escritura corporal en el espacio,
dibujo de las energías en paredes de aire, equivalente a
la poesía, es, en su origen, un grito del alma, que sale.
Donde el espacio es la piel. Bailar, explorar esa otra di-
mesión que todos tenemos, en la cual vivimos pero de
manera inconsciente articulados al gran diseño univer-
sal, a la coreografía cósmica. De modo inevitable lleva
más allá de las preguntas:
Notas
1 GARAUDY, Roger. Danzar su vida. Traducción Sonia Sanoja. Editions du
Seuil. Paris. 1973
2 JUARROZ, Roberto. Quinta poesía vertical. Emecé Editores. Buenos Ai-
res; 2001.
3 VALÉRY, Paul. Filosofía de la Danza. Edit. Revista UNAM, Nº 602-604,
México, 2001.
4 MALLARMÉ, Stephane. Una jugada de dados jamás abolirá el azar.
Dos lenguajes para comprender
ROSA MARÍA RAPPA*
* Periodista.
el origen de la danza, el cual, consideró, se encuentra
en un exceso de vida, en una carga extraordinaria de
energía que lleva al cuerpo humano a la demostración
del gesto, del movimiento que deviene en acción dan-
zada. La suya fue, sin embargo, una visión externa, ya
54 que él no era bailarín ni pensaba serlo. Aún así, sus apre-
ciaciones sintonizan con el alma del que baila y son to-
madas, con mucha frecuencia, como punto de partida
para la reflexión del quehacer de la danza.
¿Por qué ocurre? ¿Por qué la palabra, otro lenguaje
que el hombre utiliza para transmitir sus pensamientos,
en este caso de un modo intelectual, es la encargada de
dar sentido a algo que no se explica objetivamente solo?
¿Por qué la mente humana, receptora y decodificadora
de todos los estímulos que se reciben a través de los
sentidos, trata y batalla por el entendimiento de una
expresión que centra su existencia en el cuerpo y sus
capacidades para dialogar y comunicar ideas y emocio-
nes? ¿Se trata tal vez de la tan estudiada y poco com-
prendida necesidad intrínseca del hombre de explicár-
selo todo, incluso lo intangible?
La urgencia de respuestas guía muchas búsquedas
importantes, tanto en el plano creativo del bailarín como
en el solitario ejercicio del pensar a través de la escritu-
ra. La sintonía que se establece y que conduce tanto al
filósofo como al poeta –el ensayista o el crítico, incluso
el periodista o el espectador interesado– al intento de
reinterpretar una manifestación danzada a través del
lenguaje verbal, es el punto de conexión entre el emisor
y el receptor, el hilo conductor de una corriente que
además de energética es conceptual y formal, en cuan-
to que procura categorías de análisis para el entendi-
miento, así sea a través de recursos tan inaprensibles
como el silencio de la poesía o tan descriptivos como la
adjetivación de la prosa.
Paul Valéry, en un texto que tituló Filosofía de la
Danza, lo describió como un cierto recinto de resonan-
cias que interrelaciona el hecho escénico con el público
receptor, a partir del cual creyó que “parte de nuestro 55
placer como espectadores consiste en sentir que nos
ganan los ritmos y que bailamos virtualmente”. Al “es-
cribirlo” así, el ensayista no hizo otra cosa que intentar
el entendimiento y hacerlo comunicable, es decir, lle-
varlo a un código capaz de ser compartido por el lector
a través del uso del recurso literario para describir una
idea creada en su mente a partir de una observación
subjetiva de un hecho creativo.
Puede suceder que tanto los movimientos del baila-
rín como las palabras del escritor pasen primero por ser
una imagen inicial y mental que requiera ser traducida
al lenguaje único y particular de cada creador en cues-
tión, llámese éste coreógrafo, intérprete o poeta. Pue-
de suceder también que ese objeto originario no sea de
índole intelectual, sino más bien tener un origen en las
emociones y sentimientos o, incluso, en las percepcio-
nes sutiles de los distintos estados de lo natural que el
artista capta a través de unos sentidos, a veces adiestra-
dos y otras innatos, que le otorgan puntos de partida
para una expresión determinada.
En cualquiera de los casos, la necesidad del decir
está presente en la intención clara de comunicar algo a
través del gesto, del movimiento, la palabra, la imagen
y tantos otros lenguajes expresivos. Cierta angustia, sin
embargo, envuelve todo intento al cargarlo de incerti-
dumbre y aprensiones, manifiestas en el difícil tránsito
que tiene el mensaje para llegar a lo cierto, a la verdad
tal como fue concebida por el artista-emisor.
Es esa inquietud, que carga de tensión y determina
una especie de vértigo y susto por caer en lo incom-
prensible, la que también sintoniza al bailarín con el
56 poeta, en un padecimiento que los une, quizás en unos
territorios impensados pero definitivamente afines en
su emoción y destino final. Como el sonido que rebota
y encuentra en el eco una manera de seguir su existen-
cia y percibirse en otros.
Muchas han sido las veces que el bailarín también
ha sentido la necesidad de pensar a través de la escritu-
ra. Lo hizo Isadora Duncan, también Martha Graham.
Escribió Nijinski desde su locura y sus palabras plasma-
das fueron significativas para que científicos como La-
can determinaran después que el bailarín sufría de psi-
cosis paranoica.
Martha Graham, en una carta al músico Aaron Co-
pland, cuando por correspondencia acordaban el guión
de la obra Appalachian Spring, escribió lo siguiente:
Fuentes
VALÉRY, Paul, «Filosofía de la danza». Tomado de la Revista Universidad de
México, Nº 602-604, Ciudad de México, 2001.
GRAHAM, Martha, La memoria ancestral. Editorial Circe, Barcelona, 1995.
DUNCAN, Isadora, Mi vida. Editorial Debate, Madrid, 1998.
Contenido
Presentación
Carlos Paolillo .............................................. 5
Sonia Sanoja ................................................ 7
El cuerpo Defenso
Félix Baptista ................................................ 9
Consejo Directivo
Oleida Rondón
Directora
Oswaldo Marchionda
Subdirector Académico (E)
Milagros Noriega
Subdirectora Administrativa (E)
Carlos Paolillo
División de Investigación y Postgrado
Miguel Issa
División de Extensión
Sonia Sanoja
Miembro Honorario
Isabell Llull
Representante Profesoral
María Daniela Añez
Representante Estudiantil
Carlos Paolillo
Jefe de la División de Investigación y Postgrado
Félix Baptista
Coordinador de Investigación
Rosa María Rappa
Coordinadora de Documentación, Información y
Publicaciones
Reinaldo Guédez
Colección Videográfica
Kenia Miranda
Bibliotecóloga
Este libro se imprimió en el mes de noviembre
de 2007, en los talleres de Negrín Central.
Para la tripa se usó papel saima antique, 80
gramos. Se imprimieron 500 ejemplares.