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Ética de las Virtudes

David Torres Bisetti

República, Lib IV. 420 - 427

419a - 421c La felicidad de la clase gobernante

Siguiendo la crítica de Trasímaco a Sócrates respecto de la verdadera fuente de felicidad del


gobernante (lib I. 343b ss.), en esta sección del diálogo, Adimanto inquiere a Sócrates sobre la
condición de felicidad de la clase gobernante respecto de la ciudad en general: los
gobernantes, teniendo todo para ser dichosos, no podrán disfrutar así como los de otros
Estados y más parecen mercenarios cuya única función es cuidar de la ciudad.

Frente a esta demanda, Sócrates plantea el criterio de la interdependencia de los atributos de


las partes en la composición del todo, empleando la metáfora de la estatua, cuya calidad no
descansa en los rasgos de detalles particulares, sino en la composición general de las partes
que dependen unas de otras. En consecuencia, no debemos mirar a la felicidad de los
guardianes, sino a la de toda la sociedad.

“No fundamos el estado con la mirada puesta en que una sola clase fuera
excepcionalmente feliz, sino en que lo fuera al máximo toda la sociedad.” (420b)

La interrogante propuesta por Adimanto, no obstante, plantea una cuestión delicada en la


constitución de la ciudad Platónica, pues al negar la posibilidad de que los guardianes puedan
ser felices ejerciendo su función, se puede cuestionar que tengan la motivación suficiente para
desarrollar su tarea tal y como Platón espera que esta se ejecute y, en ese sentido, se
cuestiona también la funcionalidad de su programa político. (Cf., especialmente, 412d-414b)
Sócrates, no obstante, va a insistir más adelante en esta condición limitada de la eu9daimonía de
los guardianes, con el argumento de que la riqueza pervierte a quien la ostenta, riesgo
doblemente serio en el caso de quienes dirigen la ciudad.

“Así, en el caso presente, no me hagas otorgar a los guardianes una felicidad de tal
índole que haga de ellos cualquier cosa menos guardianes (…) Pero si los
guardianes del Estado y de sus leyes parecen guardianes sin serlo, ves bien claro
que corrompen por completo todo el Estado ” (420e - 421a)

Como señala White, Platón no discute en ningún lugar de Rep. la idea de felicidad en estos
términos (la felicidad del todo respecto de sus partes), ni parece estar interesado en establecer
que la felicidad de una ciudad sea proporcional a la felicidad de sus ciudadanos individuales.
En 421c, en lugar de afirmar que si se provee de felicidad suficiente a los diferentes grupos de
la ciudad se estaría haciendo la ciudad entera más feliz, Platón se mueve en una dirección
diferente, afirmando que si nos aseguramos de que cada uno cumpla su tarea (e2rgon),
podremos esperar que los ciudadanos puedan conseguir una cantidad apropiada de felicidad.
(White, 1979: 108)

“Hay que examinar, por consiguiente, si instituimos los guardianes con la mirada
puesta en proporcionarles a ellos la mayor felicidad posible, o si mirando a toda la
sociedad se la debe considerar de modo que esta la alcance, para lo cual estos
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guardias o los guardianes deben ser obligados o persuadidos a hacer lo que los
haga ser los mejores artesanos (a1ristoi dhmiourgoi _) de su propia función, y del
mismo modo todos los demás. Y así, al florecer el Estado en su conjunto y en
armoniosa organización, cada una de las clases podrá participar de la felicidad que
la naturaleza les ha asignado.” (421c)

El sentido de este pasaje, comenta Emlyn-Jones en sus notas a Rep., supone que, para ser
verdaderos guardianes (i.e., realizar el trabajo específico que determina su naturaleza), deben
encontrar la felicidad no en un correlato personal, sino en trabajar buscando completar la
felicidad de todos. (Emelyn-Jones 2013: 347) No obstante, aquí es necesario recalcar que el
debate aquí no está orientado en función de maximizar la felicidad de los ciudadanos, sino más
bien, como señala en las líneas finales de 421c, en garantizar su arreglo con las tareas
asignadas dentro de esta especie de organismo social.

421d - 422d La pobreza y riqueza de los ciudadanos

Platón introduce ahora la idea de que debemos mantener la riqueza lejos de los guardianes,
porque la riqueza convierte a cualquiera que practica una tarea malo en su desempeño. Más
aún, en cuanto los guardianes están interesados en producir dinero, su tarea se pervierte y se
enajena de su función primordial. El filósofo sostiene que es necesario que los guardianes se
encuentren en una condición media entre la riqueza y la pobreza, pues es únicamente de esta
manera que estos se hallan libres del afán de cambios o revoluciones (newterismóv). Ya en
412a, Platón había dejado claro que los guardianes deben evitar los cambios y preservar la
estabilidad y estructura básica de la ciudad. En consecuencia, una fuerza militar frugal y
austera va a ser la defensa perfecta contra enemigos débiles y ricos. La falta de interés por las
riquezas, señala Platón, resultaría ser una ventaja incluso en términos de política exterior y
militar (422d).

422e - 423d La unidad del Estado

En esta sección, Platón enfatiza la que el único Estado propiamente así llamado es el que está
construyendo en esta exposición. Diferentes circunstancias lo explican. Por un lado, el Estado
no debe crecer de modo que pierda su cohesión y deje de ser “uno” (422e - 423b, b10, c4, d6).
Por otro, este no debe estar dividido en grupos cuyos intereses entren en conflicto (423a), de
modo que pueda dividirse o ser presa fácil de sus enemigos. Igualmente, en dicho Estado cada
persona desempeña su función propia y única, de modo que no hay conflicto en cuanto a quién
debe hacer qué y, especialmente, en cuanto a quién debe gobernar.

“El propósito de esto es mostrar que también los ciudadanos deben encargarse,
cada uno, de la función para la cual está naturalmente dotado. De este modo, al
ocuparse de lo único que le es adecuado, cada uno llega a ser uno y no múltiple, y
así el Estado íntegro crece como uno solo y no múltiple.” (423d)

Como anota White, es preciso resaltar en este pasaje el paralelismo propuesto entre la unidad
del ser humano en tanto individuo y la del Estado concebido como un organismo (White, 1979:
111-12). En contraste, al referirse al hombre que gobierna un Estado oligárquico se dirá de él
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que “no carecerá de disensiones en su interior, por no ser un solo hombre sino dos” (554d-e), o
en ese mismo sentido, el caso del demócrata “diversificado y pleno de múltiples caracteres y
que, como aquel Estado, es bello y colorido.” (561e) La teoría Platónica enfatiza la necesidad
de una suerte de armonía entre las diferentes partes del alma y, sobre este supuesto, se afirma
la necesidad de que el Estado se encuentre libre de conflictos o disensos, i.e., libre del afán de
cambios.

423e - 425b La educación del ciudadano

Esta necesidad de estabilidad y ausencia de cambio se planteará nuevamente, pero ahora


desde el punto de vista de la educación del ciudadano. El tema de la necesidad de estabilidad
en el sistema educativo había sido ya planteado en los lib. II y III y, especialmente en 424b será
retomado, nuevamente refiriéndose a los modos musicales.

“Para decirlo con pocas palabras, esto debe ser inculcado firmemente en quienes
deban guardar el Estado, de manera que no suceda que inadvertidamente se
corrompan. En todo han de vigilar que no se introduzcan innovaciones en gimnasia
y música contra lo prescrito, temiendo cuando alguien dice que:

el canto que los hombres más consideran



es el más reciente que, celebrado por los aedos, surca el aire.

No sea que alguien crea que el poeta no se refiere a canciones nuevas, sino a un
modo nuevo de cantar, y elogien eso: no hay que elogiarlo, ni siquiera concebirlo.
Pues hay que ponerse a salvo de un cambio en un nuevo género musical, y pensar
que así se pone todo en peligro. Porque los modos musicales no son cambiados
nunca sin remover las más importantes leyes que rigen el Estado, tal como dice
Damón, y yo estoy convencido.” (424b-c)

En su trabajo sobre la estética musical en la antigüedad, E. Fubini comenta respecto de la


teoría ético-musical desarrollada por Damón, que “la reclamación insistente a la más auténtica
tradición musical dentro de un discurso que pretendía ser político, se justifica en base a la
convicción de que la música ejerce una influencia profunda y directa sobre los espíritus y, por
consiguiente, sobre la sociedad en su conjunto.” (Fubini, 1976: 51) En ese sentido, como
señala aquí Platón, cualquier innovación en materia musical resultaba peligrosa para el orden y
el equilibrio del Estado. En tanto “residencia de los guardianes” (fulakth/rion), la música
como parte esencial de la educación, deberá preservar y promover el orden necesario para que
los ciudadanos respeten las leyes y costumbres del Estado. (425a)

425b - 426c La imposibilidad de prescribir leyes específicas

En esta sección, Sócrates sostiene que no se debe intentar promulgar leyes específicas en
sentido positivo, puesto que los guardianes y, en general, las personas honestas (kaloi=v
ka0gaqoi=v), podrán descubrir qué leyes son las necesarias. No obstante, es la educación el
tema central, puesto que si esta no se mantiene adecuadamente, las leyes serán solo de uso
limitado y no podrán proporcionar ninguna mejora a la ciudad.

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