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CAPITULO VI:

LA LUCHA DE LOS GREGORIANOS


CONTRA EL NICOLAISMO
Como uno de los principales objetivos de la Reforma
Gregoriana, aparece hoy cada vez más la reforma de la vida del
clero. La lucha contra el Nicolaísmo tiene que ver con una
referencia al Ap 2,6, que era interpretado por los gregorianos como
una referencia al celibato del clero. El celibato se interpretaba
como consecuencia de la imagen de la Iglesia, ya que para cada
sacerdote individual valía la relación Cristo/Iglesia, en el conocido
símbolo del esposo y de la esposa. La esposa del sacerdote era
considerada la comunidad a él encargada, el cual debía servirla con
total dedicación. Esta explicación tan espiritual no expresa toda la
verdad, es necesario encuadrar la investigación del celibato en un
contexto mucho más amplio.

El único punto en el cual la Iglesia de los primeros tres


siglos parece haber legislado es el que se refiere a la exclusión de
la ordenación sacerdotal a los llamados "bígamos", aquellos
hombres que habían contraído sucesivamente dos matrimonios
legítimos. El matrimonio del clero era, por tanto, la situación
mayoritaria, siendo considerado un hecho normal.

Durante los siglos IV-V se comienza con una legislación


eclesiástica más precisa concerniente al celibato sacerdotal. Se le
prohibe al sacerdote casarse después de la ordenación, y los que se
habían casado antes de ser ordenado sacerdote, tenían prohibido
usar del matrimonio tras la ordenación, aunque podían continuar la
cohabitación con la esposa.

El I Concilio de Nicea había prescrito en el canon 3, que el


sacerdote célibe no tuviese consigo otra mujer que no fuese la
madre o una hermana, pero no había impuesto el celibato. El
historiador eclesiástico griego Sócrates nos refiere que el Concilio
habría querido introducir el celibato para los obispos, sacerdotes y
los diáconos, pero se abstienen de hacerlo cuando el obispo
confesor Pafnuzzio advierte al sínodo de no imponer un yugo
demasiado duro. Es cierto que el Concilio a confirmado la praxis
oriental, según la cual los sacerdotes célibes no podían contraer
matrimonio después de la ordenación y los ya casados podían
continuar viviendo conyugalmente. En este último aspecto de la
continuación de la convivencia de los ya casados la Iglesia
Occidental se irá diferenciando cada vez más de la Oriental. En la
Iglesia Occidental se les obligaba a abstenerse de las relaciones
sexuales.

Durante este período se mantenía una corriente de la Iglesia


antigua que propagaba la vida virginal, como la verdadera vida
cristiana, con algunos efectos entre los cuales podemos señalar que
hasta tiempos muy recientes los hombres o mujeres casados no han
sido venerados como santos, o si venían reconocidos como tales
era por otras razones, que de uno u otro modo sopesaban el
matrimonio ; por ejemplo santa Mónica, abadesa, que obtenía con
sus oraciones la conversión de su hijo Agustín, o santa Elisabeta de
Turinzia, canonizada cuatro años después de su muerte prematura
en 1231 no a causa de su matrimonio feliz y ejemplar con
Malgravio de Turinzia, que murió durante una cruzada, sino a
causa de su vida penitencial tras la muerte del marido y por su
empeño por los pobres y enfermos.

En la antigua liturgia latina no había un formulario para una


mujer esposada, sino sólo una para las "no vírgenes ni mártires",
mediante una definición negativa de las casadas. En la actual
liturgia hay un Común de santas vírgenes y un Común de santas
mujeres, pero no hay ningún común para casadas. Es innegable que
la Iglesia desde la antigüedad ha ensalzado siempre la virginidad,
mientras que la vida conyugal parecía una cosa demasiado natural
para ser un medio de santificación. Es necesario tener en cuenta
toda esta corriente espiritual antisexual de la Iglesia Antigua,
reforzada además por los ideales ascéticos del monacato cuando
hablamos de la lucha contra el Nicolaísmo en la Reforma
Gregoriana, que tienen sus raíces en esta visión de la antigüedad.
Esto se puede ver también en la proposición que hace san
Ambrosio a su clero proponiéndoles la castidad y la absoluta
continencia. Toda relación carnal, incluso dentro del matrimonio es
vista como un peligro de profanación en relación con el ejercicio
del ministerio y en particular de la celebración de la Eucaristía. En
Ambrosio, como en otros Padres, la idea de la pureza ritual en
analogía con todo lo que estaba prescrito en el AT para el
sacerdocio levítico, guiará la reflexión sobre este problema.

Las leyes canónicas recogidas en las colecciones canónicas


distinguían la convivencia irregular, indicada con el término
concubinato y prohibida, de la legitimada por el vínculo
matrimonial, que estaba permitida con la condición de que el
vínculo fuese contraído antes de la ordenación, y que se practicase
la continencia.

En los siglos VI-VII está documentada la presencia de un


gran número de sacerdotes casados en Occidente, pero que debían
siempre abstenerse de las relaciones matrimoniales, a pesar de
reconocerles el derecho de convivir, de cohabitar con la propia
mujer.

Durante los siglos VIII-X estás normas parecen


tranquilamente violadas, sobre todo hacia el final del primer
milenio. Se continúa ordenando a hombres casados con la
obligación de la continencia. Comienzan a disminuir poco después
aumentando el clero célibe, pero al mismo tiempo aumentan los
casos de sacerdotes ordenados como célibes pero que rápidamente
viven en concubinato.

En el siglo XI la iglesia ambrosiana ha defendido durante


algún tiempo el matrimonio del clero como una libertad de esta
iglesia, en el sentido explicado más arriba. Se une que en Italia a
comienzos XI los sacerdotes seculares generalmente estaban
casados, si observaban la continencia o no, no lo sabemos. Lo
mismo se puede decir de España e Inglaterra. A comienzos del XI
se pueden individuar esquemáticamente tres categorías de clero :
los sacerdotes célibes, los sacerdotes célibes que ilegalmente
cohabitaban con una mujer y los sacerdotes casados antes de la
ordenación con la obligación de la continencia.

En esta situación y con estos precedentes se produce ahora la


Reforma Gregoriana. Los gregorianos luchan no sólo contra el
concubinato sino también contra el matrimonio legítimo del clero,
por estos dos motivos :

El problema de los sacerdotes casados asume una particular


significación en la sociedad feudal, por la importancia que asume
en esta sociedad la propiedad de la tierra. El mismo proceso
histórico que estaba transformando los feudos laicos por
concesiones temporales correspondientes a servicios prestados al
soberano, los principados hereditarios, este proceso podría
presentarse también para las propiedades eclesiásticas. La Iglesia
Latina quiere un clero célibe para evitar que la propiedad
eclesiástica llegara a ser una propiedad hereditaria o se polarizase
en los diversos descendientes del clero. El primer motivo fue, por
tanto, la preocupación por el patrimonio eclesiástico, en cuanto
éste venía explotado para el mantenimiento de los hijos del clero.
El celibato era la más segura garantía que los detentores de los
oficios eclesiásticos no tuviesen herederos, al menos legítimos.

El segundo motivo y más antigua raíz del movimiento del


celibato era la idea de la pureza ritual, la idea de una
incompatibilidad del acto sexual con la recepción del sacramento
de la Eucaristía. No es casualidad que en el período Pregregoriano
diversos sínodos se ocupasen de la doctrina eucarística de
Berengario de Tours, que sostiene una doctrina agustiniana
espiritualística de la Eucaristía, contra la corriente realística de la
presencia de Cristo en la Eucaristía. La afirmación de la corriente
realística ha reforzado las instancias célibes para los sacerdotes. A
parte de ciertos influjos de la legislación veterotestamentaria de la
pureza de los sacerdotes en los días en que ofrecían los sacrificios,
en Roma se aducía ya en los siglos VI-VII una particular
justificación para el celibato, una particular exégesis de la I Cor 7,5
: "no os abstengáis entre vosotros si no es de común acuerdo y
temporalmente para dedicaros a la oración, y después volved a
estar juntos porque Satanás no os tiente en el momento de la
pasión". San Pablo la había dicho para reducir el exceso ascético y
evitar a sus partidarios de hacerse ilusiones ; por eso los esposos
sólo debían separarse de mutuo acuerdo para dedicarse
particularmente a la oración. A partir de aquí, una vez puesta la
exigencia del celibato, se deduce que si ya los laicos deben vivir en
la continencia para que su oración sea escuchada, cuanto más
entonces deberán hacerlo los sacerdotes, que deben continuamente
prestar servicio delante de Dios y orar por el pueblo.

No es ninguna maravilla que casi todos los sínodos desde el


siglos V en adelante, comenzando en Galia, inculquen a los
clérigos y en las órdenes mayores el deber de la continencia. Era
condición de los gregorianos que manos que habían tocado a una
mujer no podrían consagrar el cuerpo de Cristo. Para los
gregorianos toda relación de un sacerdote con una mujer, incluso
en el matrimonio legítimo era definido como FORNICACIÓN. La
esposa era vista como una concubina. Así en este contexto "uxor" y
concubina llegan a ser substancialmente sinónimos en la ideología
gregoriana con relación a los sacerdotes. Son pues comprensibles
las reacciones de los adversarios de la Reforma Gregoriana en este
punto, los cuales se defienden aduciendo la plurisecular costumbre.

Los reformadores opone, por el contrario, a esta costumbre


la verdad. La defensa de la costumbre se presenta como defensa de
una situación vieja de las cosas. En segundo lugar aducen el origen
del retorno a la perenne novedad del Evangelio.

En el Sínodo de Cuaresma del 1075 Gregorio VII induce a


los fieles a alejarse de la liturgia de los sacerdotes casados, lo que
ya había dispuesto el Sínodo romano del 1059.

Para concluir la lucha contra el Nicolaísmo hemos de notar


la dificultad para hacer cumplir las disposiciones gregorianas.
Hubo oposiciones en prácticamente todos los países, pero poco a
poco la legislación se impone, aunque no en la práctica. La última
fase de esta legislación fue recopilada en el II Concilio Lateranense
de 11139 cuando el matrimonio contraído por un clérigo de
órdenes mayores fue declarado no sólo ilícito sino también
inválido, pero no podemos decir con esto que hasta ahora el
celibato era aceptado pacíficamente.

Los gregorianos no inventaron el celibato clerical; sino que


han insistido en él de una nueva manera. Eran revolucionarios,
pero sus ideas no eran nuevas, pero sí radicalizadas y aplicadas con
rigor. Esto vale para todos los campos para el partido gregoriano
(no sólo respecto al celibato); nuevo era el rechazo gregoriano al
matrimonio legítimo tenido antes de la ordenación sacerdotal. Para
los gregorianos respecto al sacerdote, uxor y concubina eran
sinónimos.

Dos motivos que han llevado a la insistencia del celibato en


aquella época:

1) Preocupación por el patrimonio eclesiástico (que se pulverizaba


entre los varios descendientes).

2) La idea de la pureza ritual, tomada del A.T. La actividad sexual


(incluso el en matrimonio legítimo), y recibir la Eucaristía, son
absolutamente (para aquella época) incompatibles. Si esto vale
incluso para los esposos, con más razón para el sacerdote que
debían todos los días celebrar la Eucaristía.

Por otro lado, esto se olvida frecuentemente, la rareza de la


comunión eucarística en el medievo (poquísimas personas se
acercaban precisamente por este problema: los esposos se debían
abstener de relaciones sexuales 9 días antes de recibir la
comunión); de otro modo la comunión era una sacrilegio. Hay
muchas narraciones en vidas hagiograficas medievales, sobre
esposos que tenían relaciones durante la semana santa y por lo
mismo no podían tomar la comunión el día de pascua; y si lo
hacían eran castigados por una venganza divina, de la que sólo la
intervención de tal o cual santo los liberaba.

A ninguno se le escapa que las dos razones para insistir en el


celibato clerical no son válidas para la iglesia de hoy. En otras
palabras: las motivaciones para el celibato sacerdotal en la iglesia
occidental son totalmente diversas. Según Engelbert, si se habla de
la tradición milenaria del celibato sacerdotal en la iglesia latina,
uno debería tener en cuenta este hecho. Como una alternativa, los
gregorianos proponían la vida canonical: la vida en común del
clero (monaquización del clero secular).

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