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gerencia pública
Francisco Javier Flores Gómez
A partir de la década de 1990, el concepto y el estudio de la Administración
Pública ha sufrido profundas transformaciones, innovándose con nuevas
categorías y nuevas denominaciones como las de: políticas públicas, gestión
pública y gerencia pública. Todo ello ha sido consecuencia de las reformas que
ha sufrido el Estado y que han tenido efectos en el aparato administrativo
gubernamental a través de la modernización administrativa. En la búsqueda
de nuevas formas para dar mayor eficiencia y eficacia a la gestión de lo público,
se ha modificado el estudio en el campo disciplinario de la administración
pública.
Para las ciencias que estudian al gobierno y en el corazón de la preocupación
ciudadana, se ha vuelto prioritario el problema de la capacidad y eficacia de
los gobiernos, es decir: ¿Qué tan bien gobiernan a sus sociedades? ¿Poseen los
gobiernos la capacidad de conducir a sus países o comunidades hacia el
desarrollo y la prosperidad? ¿Cuáles son las condiciones que hacen posible que
los gobiernos estén en aptitud de gobernar? Las preguntas son muchas, pero
todas reflejan dudas sobre la capacidad de las administraciones para
desempeñar, de manera adecuada, un gobierno democrático.
El Modelo Weberiano de la administración pública clásica entró en crisis a
partir de la segunda mitad del siglo pasado, sobre todo por los bajos niveles de
eficacia y los altos márgenes de discrecionalidad, opacidad y corrupción. De
esta manera, el Estado se convirtió en una estructura obesa, caracterizada por
la ineficiencia con la que respondía a las demandas de la sociedad. Así que
aquella visión de la administración pública, cuyo nacimiento se ubica a finales
del siglo XIX y principios del XX, comienza a ver su gran declive en la década de
1970.
Es entonces cuando una serie de reformas implementadas por países como
Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, marcan el inicio de lo que ha sido
llamada la nueva gerencia pública.
Es en este punto donde la modernización administrativa cobra sentido y se
comienzan a favorecer nuevas técnicas, las cuales, serán útiles en la medida
en que estén encaminadas a equilibrar el cumplimiento de tres objetivos:
eficiencia, eficacia y legitimidad.
La nueva gerencia pública hace hincapié en la necesidad de mejorar al sector
público, no sólo modernizándolo desde el punto de vista tecnológico sino
optimizando sus procesos y prácticas para que responda realmente a las
necesidades de sus clientes: los ciudadanos, sin distingo de posturas políticas.
Tal enfoque se caracteriza por afirmar que el manejo de los recursos públicos
debe obedecer a criterios como capacidades gerenciales, competencia de las
agencias públicas en mercados, sistemas de salarios que logren relacionar el
pago del funcionario con el logro de resultados, así como esquemas para la
medición del desempeño. Es así que el espíritu de la nueva gestión pública
apunta a que el sector público puede poner en marcha prácticas gerenciales
del sector privado para mejorar su desempeño, a pesar de las diferencias que
guarda con este último.
El enfoque de la Nueva Gestión Pública radica en el óptimo desempeño del
sector público, con resultados eficientes, eficaces y de calidad en el servicio
público; en el reemplazo de las estructuras organizativas; con mayor
efectividad a un menor costo y el fortalecimiento de las capacidades
estratégicas de los organismos centrales de gobierno para que sean más
flexibles.
En ese marco, es preciso retomar las definiciones que se han hecho respecto
a la Nueva Gestión Pública y los principales rasgos que describen esta
tendencia.
La nueva Gestión Pública “tiene que ver con la introducción en el sector
público de las técnicas y métodos del sector privado con el fin de hacer más
eficientes y eficaces las organizaciones públicas” (Sánchez González, 2001). De
ahí que las Instituciones gubernamentales se vuelven participes en la adopción
de nuevas herramientas vanguardistas y que además el gobierno determina
como parámetros a seguir con el afán de encaminar la administración pública.
Así, los principales postulados de la Nueva Gestión Pública son:
• Descentralización y especialización. A esto se le denomina
“disgregación del sector público” y permite reducir el tamaño de las
organizaciones. Este instrumento es responsable de la política de
privatización y el contracting out o contratación externa de servicios. De
este modo, el sector público no produce directamente bienes y
servicios, sino que garantiza la provisión de los mismos a través del
sector privado, el cual se muestra más eficiente respecto de los procesos
productivos. La descentralización permite dotar a las organizaciones de
poderes de decisión en el ámbito de su especialidad, de modo que se
evita la lentitud e ineficacia burocrática y además implica una reducción
del tamaño de las mismas, lo que las hace más asequibles y más eficaces;
ya que su cercanía a los ciudadanos hace que sean más sensibles a las
necesidades de estos y les atiendan más adecuadamente.