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TEMA 6.

La población mundial, modelos demográficos y desigualdades espaciales

Introducción
En la actualidad nos encontramos constantemente debatiendo, tanto a nivel global
como a nivel local, sobre diferentes elementos como son el desempleo, la crisis ecológica, la
crisis migratoria, la desigualdad social o la falta de recursos. Estos están interrelacionados y es
la geografía de la población la disciplina que se encarga de reunir y analizar los datos para
posteriormente interpretarlos. De este modo es posible describir los fenómenos demográficos
en su contexto socioeconómico y geográfico, es decir, en su medio. Además, es lo que nos
permite hacer previsiones de futuro de cara a las iniciativas o acciones políticas en función de
los intereses de las distintas sociedades.

En 2020 podemos afirmar que nos encontramos plenamente en la era de la


globalización, lo que supone afrontar retos de forma conjunta que nos permitan estabilizar las
gran crisis socioeconómica, ecológica y humanitaria en la que nos encontramos sumidos. Por
tanto, es necesario que nuestro alumnado sea capaz de comprender la interacción de los
distintos procesos históricos, económicos y demográficos, con el fin de construir conciencias
ciudadanas críticas, responsables y solidarias. Debemos mencionar que el anclaje curricular de
este tema, en Geografía e Historia de 1º ESO (Criterio 3) y en Geografía de 2º BACH (Criterio 6),
comparte contenidos, procedimientos y herramientas con el Tema 19: La población española.
Comportamiento demográfico. Fenómenos migratorios. Por este motivo, aunque
mencionaremos algunos datos sobre España en general y en Canarias en particular, lo haremos
sin profundizar en ellos y siempre en relación con el resto de los países europeos.

El desarrollo del tema lo estructuraremos a partir de una introducción a las fuentes y


documentos para el análisis demográfico; ahondaremos en el concepto de modelo
demográfico centrándonos en el modelo demográfico de las sociedades agrícolas y el modelo
de transición demográfica, apuntando en este último el desajuste en su aplicación a la hora de
analizar el comportamiento demográfico de los países del Tercer mundo; abordaremos la
distribución espacial de la población mundial y los factores de desigualdad, atendiendo a los
principales focos y los vacíos demográficos del mundo, la estructura de la población y los
elementos de crecimiento demográfico. En este último nos centraremos en desarrollar los
fenómenos migratorios y el crecimiento vegetativo de la población. Concluiremos el desarrollo
del tema apuntando las consecuencias que ha tenido crecimiento demográfico y la distribución
de recursos en el mundo actual, el debate que ha girado en torno a las posibles soluciones
basado en los planteamientos de Malthus y Marx, y finalmente, cerraremos este capítulo con
algunas reflexiones sobre las perspectivas de futuro y los ODS, Objetivos de Desarrollo
Sostenible planteados por las Naciones Unidas.

Desarrollo
Fuentes y documentos para el análisis demográfico
La demografía es la disciplina científica que estudia y describe a la población por medio
de las técnicas de análisis aplicadas a los individuos en relación con su medio geoespacial en un
período determinado de tiempo, extrayendo datos de gran utilidad como número de
habitantes, composición de la población, movimientos migratorios, distribución espacial,
etcétera.
Para llevar a cabo el estudio de la población es necesario remitirse a las diferentes
fuentes existentes. Las fuentes pueden ser indirectas, es decir, aquellas que recogen una
información relativa a la población sin afán de realizar una cuantificación, como es el caso de
los textos que describen los efectos devastadores de una guerra o una epidemia; o pueden ser
directas, en las que se ha realizado un interesado recuento de la población. Asimismo,
podemos dividir las fuentes en históricas y actuales.

Las fuentes históricas que son aquellas que nos permiten hacer una progresión, interpretación
y comparación del comportamiento demográfico a lo largo del tiempo. Fundamentalmente
caben mencionar los recuentos de población que se realizaban con un marcado carácter fiscal
y, por ello, se trata de una fuente poco fidedigna pues se contabilizaban los hogares o
contribuyentes y no el número de individuos reales. Y los registros parroquiales que pasaron a
ser obligatorios tras el Concilio de Trento en 1563.

Las fuentes actuales son evidentemente más sistemáticas y se revisan con periodicidad
actualizando los datos. Entre ellas encontramos el censo, en el que se reúnen, resumen,
valoran y analizan los datos demográficos, culturales, económicos y sociales de todos los
habitantes de un país en un período concreto (el Banco Mundial de Datos es la fuente a nivel
global más completa con la que contamos, y en el caso de España, el INE). Por otra parte, el
padrón recoge la relación de personas en un término municipal y tiene un marcado carácter
dinámico en función de los cambios de domicilio. Y, por último, el registro civil, en el que se
registran nacimientos, defunciones y matrimonios.

Modelos demográficos y evolución poblacional


En lo relativo a la evolución histórica poblacional y los modelos demográficos,
debemos establecer dos grandes hitos cronológicos que han supuesto los más importantes
cambios para la población: la Revolución neolítica y la Revolución industrial.

Desde el Mesolítico ya la evolución demográfica comienza a manifestar cierto crecimiento a


medida que se aseguran el abastecimiento de los alimentos, pero es en el Neolítico que se
produce el primer gran crecimiento de la población, alcanzando los 100 millones de habitantes
aproximadamente, gracias a las revoluciones técnicas y económicas que darán como
consecuencia la domesticación animal y agraria, la sedentarización y los primeros
intercambios. Con la sofisticación técnica, las mejoras y el progreso de las sociedades el
crecimiento irá aumentando paulatinamente, aunque se estancará en el medievo y en el siglo
XV se alcanzará la cifra de 500 millones, aunque a causa de las graves epidemias de la Edad
Moderna el número caerá drásticamente reestableciéndose y superándose ya en el siglo XVIII
con 750 millones.

Será a finales del siglo XVIII y en pleno siglo XIX que la población mundial la segunda explosión
demográfica con la Revolución industrial y agrícola que permitió aumentar la producción de
alimentos, mejorar su calidad, a lo que se sumaría los avances en medicina, higiene y calidad
de vida. Esta explosión demográfica que superaba los 1000 millones de habitantes se va a
intensificar y extender mundialmente hasta 1950 que se habrían alcanzado los 2500 millones,
y en el 1994 se contabilizaban 5500. En la actualidad, los últimos datos actualizados del Banco
Mundial de 2015 son de 7600 millones. Las previsiones apuntan a que en 2060 se alcanzarán
los 10000 millones.

Los modelos demográficos han intentado representar de forma matemática los


comportamientos demográficos. Según Roland Pressat en su obra “Diccionario de
Demografía”, son una construcción que pretende representar un fenómeno demográfico o una
población, haciendo intervenir eventualmente unas magnitudes encaminadas a explicar ciertos
mecanismos de aparición de ese fenómeno o formación de esa población.

Nos encontramos como pioneros en el desarrollo de modelos demográficos los


trabajos de Gompertz y Makeham representando en tablas matemáticas ciertas magnitudes
de mortalidad. O la creación de tablas tipo como una nueva forma de modelo que se basaba
en el estudio estadístico de un conjunto de tablas. Destacarán las Tablas Modelo de
Mortalidad de Brass, Tablas de nupcialidad de Coale, y otros tantos reseñables trabajos
relacionados con la población estable o la migración en los que no podemos detenernos. Los
dos modelos que han trascendido: el modelo demográfico de sociedades agrícolas y el modelo
de transición demográfica.

El modelo demográfico de sociedades agrícolas es el modelo de crecimiento


poblacional lento que describíamos en la evolución de la población hasta el siglo XVIII. Las
sociedades agrícolas o no industrializadas tienden a seguir pautas definidas en la estructura y
las fluctuaciones de una natalidad invariablemente alta y una mortalidad alta, aunque
ligeramente menor. Los índices de crecimiento se situarían en torno a un 0,3% - 0,5%, con una
fluctuación en el índice de mortalidad determinado por las muertes catastróficas como
epidemias, malas cosechas y guerras, y la mortalidad infantil que se mantuvo en niveles de
200% hasta el siglo XIX.

El modelo de transición demográfica surge como explicación al paso a la tecnología de


un régimen demográfico preindustrial, descrito en el párrafo anterior, a otro industrial con un
fuerte incremento de la población y, finalmente el régimen postindustrial, con tasas muy bajas
de mortalidad y natalidad. Este modelo fue popularizado por los respectivos trabajos de
Thompson y Notestein en los años 20. El primero estableció 3 categorías:

- Grupo A: países con una débil tasa de crecimiento vegetativo como Estados Unidos y
Europa Oriental y norte.
- Grupo B: inician el descenso de natalidad y el índice de mortalidad continúa bajando,
como Italia, España y Europa central.
- Grupo C: resto de países sin evidencia de su cambio de comportamiento demográfico.

Notestein desarrollaría este modelo asociando el descenso de la mortalidad y de la natalidad


con las revoluciones agrarias, industriales y sanitarias, y denominando al grupo B como
“transicionales”. Surge así el modelo demográfico transicional y la idea de una evolución
demográfica de los países de unos grupos a otros. Las tres fases evolutivas serían el primitiva,
transicional y evolucionada. Actualmente se ha considerado la existencia de una nueva fase,
estableciéndose el modelo de la siguiente manera:

1. Régimen primitivo: como ya hemos visto se caracteriza por una alta natalidad y
mortalidad, por tanto, por un crecimiento poblacional lento.
2. Primera transición: desaparecen factores como la guerra, las grandes epidemias y las
mortalidades catastróficas, y la mortalidad desciende mientras que la natalidad se
mantiene alta. Durante esta fase la natalidad poco a poco se va a ir estabilizando
mientras que la mortalidad continúa descendiendo a causa de las mejoras sanitarias y
alimentarias.
3. Segunda transición: la mortalidad continúa siendo baja, pero se suaviza su descenso y
la natalidad comienza a caer por factores socioeconómicos. Se produce un descenso
del crecimiento natural.
4. Régimen demográfico moderno o fase evolucionada : las tasas de mortalidad y de
natalidad van a ser muy bajas en esta fase, descendiendo el crecimiento poblacional
en el caso de los países posindustriales -a partir de 1945- hasta un crecimiento
negativo.

La crítica sobre este modelo no ha sido otra que su falta de universalidad. Se trata de un
modelo derivado de la experiencia europea, es decir, de una relación entre el alto y acelerado
desarrollo económico y su rápida transicionalidad, es decir, un esquema de tasas de
crecimiento acelerado que luego caen en picado. Pero, cuando analizamos a los países del
Tercer mundo descubrimos que no han seguido este modelo. Las condiciones para que los
países subdesarrollados no hayan experimentado este modelo de comportamiento
demográfico son varias: en primer lugar, el modelo demográfico de los países subdesarrollados
se caracteriza por una alta mortalidad y natalidad. Tras 1945 se produce un descenso de los
índices de mortalidad muy acelerado en un corto espacio de tiempo, de modo que, teniendo
en cuenta que estos países partían de tasas de crecimiento poblacional muy elevadas, el
crecimiento ha sido exponencial. Pero dicho crecimiento no ha sido natural, sino inducido, es
decir, a partir de mejoras puntuales sanitarias, técnicas y tecnológicas, se ha producido un
descendimiento rápido de la mortalidad, que no se ha acompañado de estructuras económicas
y sociales sólidas que permitieran una transicionalidad.

La población mundial y su distribución espacial. Factores de desigualdad


Para abordar la población mundial y su distribución espacial, así como los factores de
desigualdad que se presentan en la población debemos empezar señalado que el crecimiento
de la población mundial no es regular en todas las zonas de la Tierra. Los principales polos
poblacionales se concentran en el hemisferio norte, concretamente entre los 20°-60° N, de
modo que el 90% de la población se concentra en las dos terceras partes de las zonas
emergidas. Teniendo en cuenta que Asia alberga casi el 58% de la población, del resto de la
población residen en torno a un 10% en Extremo Oriente, Europa y América del Norte.

Los factores para esta concentración poblacional son histórico-culturales. Como son la
antigüedad del poblamiento y el desarrollo del mismo -tras la Revolución industrial se
generaron 4 focos principales o potencias mundiales, y se origina el Tercer mundo a partir de
la explotación de las colonias-. Existen condiciones económicas como la localización de los
recursos y la actividad económica. Y, por último, el factor más evidente y significativo es el
físico como el clima o los relieves que determinan los vacíos demográficos en las zonas polares
de ambos hemisferios, zonas desérticas y de débil pluviosidad, o las zonas tropicales con
excesiva humedad, a los que hay que añadir las zonas de alta montaña y de altiplanos

La dinámica natural del crecimiento demográfico de una población viene determinada


por los fenómenos migratorios y por el crecimiento natural o vegetativo con sus respectivas
variables: natalidad y mortalidad.

Antes de desarrollar los mencionados fenómenos demográficos, consideramos


fundamental definir la estructura de la población mundial como elemento fundamental para el
análisis e interpretación de la geografía de la población. Dicha estructura establece una
clasificación de los componentes de una población atendiendo a diferentes variables biológicas
-edad y sexo- o socioeconómica -actividades económicas y situación económica-.

La estructura demográfica es la composición por edad y sexo de la población, esta


distribución se representa por medio de un gráfico que denominamos pirámide de población y
que nos permite interpretar a partir de su forma si se trata de una población joven o senil, e
incluso hacer previsiones sobre el crecimiento poblacional en un futuro. La estructura por sexo
se expresa a partir del sex ratio en el que se establece la relación de hombres y mujeres de una
población. Estas cifras variarán en función al nivel de desarrollo de los países, tendiendo a ser
mayor la presencia femenina en los países desarrollados y más alta la mortalidad de los
hombres, y en el caso de los países desarrollados a la inversa. Esto último es una consecuencia
directa de las malas condiciones de salubridad en los partos del Tercer mundo, la escasez de
recurso y las precarias condiciones laborales de las mujeres.

Con respecto a la estructura por edades, se distribuye en el gráfico a la población por


rango de edades, considerándose grupo de población infantil <16 años, población adulta entre
16-65 y población senil a partir de los 65 años. Una población con mayor presencia del grupo
de población joven -característico de los países subdesarrollados- dará lugar a una pirámide
progresiva; en el caso de que haya una mayor preponderancia del grupo poblacional adulto
-característico de países en vías de desarrollo o con altas tasas de recepción de migrantes-
resultará una pirámide estancada; finalmente, cuando el grupo mayoritario es la población
senil, nos encontraremos con una pirámide regresiva como la pirámide poblacional que
presentan actualmente Japón o España. Según Veyret-Verner, en “Población: movimientos,
estructuras y repartición” un país es joven si la población mayor de 60 años es 0,4% respecto a
la menor de 20 años, lo que permite tener una reserva de trabajo, pero en contra puede ser
una carga alimenticia excesiva si el país es subdesarrollado.

En lo relativo a la estructura socioeconómica de la población, en todas las poblaciones


se dan formas de organización social. Las personas ocupan una posición concreta en esta
organización según las actividades profesionales y la situación económica. Es por ello por lo
que se puede diferenciar entre población activa -paro, empresarios, asalariados- y población
inactiva -jubilados, ancianos, niños/as, estudiantes-. Aunque otra posible clasificación es por
sectores económicos: siendo mayoritaria la población dedicada al sector primario en los países
subdesarrollados, el sector secundario característico de los países en vías de desarrollo, y el
sector terciario dominado por los países desarrollados.

Como resultado de estas estructuras aparecerían los índices de tasa de actividad y tasas de
desempleo. Los países desarrollados tienen una tasa de actividad entre el 40 y el 50% mientras
que los subdesarrollados están por debajo del 40% de media. La tasa de paro se ha
incrementado enormemente desde la crisis de 1973 en los países desarrollados, aunque hay
notables diferencias, pues Japón está históricamente en un máximo del 4% y España apenas
bajó del 10% en 2007 y había remontado casi al 26% en 2013, y actualmente en cifras del 14%.
Los países subdesarrollados tienen índices muy superiores, entre el 20% y el 50% de media,
aunque en algunos el paro alcanza más del 70% del total, como en Haití.

De modo que, una vez definida la estructura de la población mundial, procederemos a


establecer los elementos que determinan su crecimiento demográfico.

Uno de los más importantes son los fenómenos migratorios, que además de estar
estrechamente ligados con la distribución espacial y los factores de desigualdad, condicionan
decisivamente la configuración de la población. Los movimientos migratorios o
desplazamientos espaciales de la población parten de un punto de origen (emigración) a otro
de destino (inmigración), y su cuantificación se establece a partir del saldo migratorio.

A lo largo de la historia se han producido numerosas migraciones como invasiones o


colonizaciones, pero actualmente las migraciones se desarrollan principalmente entre países
subdesarrollados del sur hacia los países industrializados del Norte, como ocurre entre África y
la Unión Europea o entre México y Estados Unidos. Otros motivos de movimientos migratorios
en la actualidad son la crisis humanitaria que vivimos desde 2015 con los refugiados de guerra.

En función del tipo de desplazamiento podemos describir diferentes clases de


migraciones:

- Según su escala geográfica: migración interna cuando el lugar de destino es dentro del
mismo país y se traslada a otra región. En este caso nos encontramos migraciones del
campo a la ciudad -éxodo rural-, de la ciudad al campo -crisis económica-, de una
ciudad a otra -motivos laborales- o del campo a otro campo -temporeros. La migración
internacional, continental o intercontinental, se produce cuando hay un
desplazamiento a un país diferente.
- Según su motivación: la migración puede ser por voluntad propia o forzada por
razones históricas -esclavitud de los africanos-, políticas -limpieza étnica de los
Balcanes o represión-, desastres medioambientales, escasez de recursos etc.
- Según el período de tiempo: definitiva o temporal, en esta última categoría podemos
encontrar las estacionales -durante una temporada concreta del año- o durante un
período de tiempo concreto con expectativas de retornar a su país de origen.

Las causas las podemos clasificar en:

- Causas ecológicas: vinculadas a catástrofes naturales.


- Causas económicas: vinculadas con la falta de recursos o actividades económicas de un
país.
- Causas políticas: represión, intransigencia o intolerancia política, como sucedió tras el
ascenso al poder de Donald Trump en Estados Unidos.
- Causas bélicas: por motivos de guerra muchos seres humanos se ven obligados a
exiliarse. La mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa desde el término de la
Segunda Guerra Mundial se han dado entre 2001 y 2015, agudizándose en este último
año. Los casos más llamativos son las consecuencias las guerras civiles de Libia y Siria,
pero no podemos olvidar las guerras de Sudán, Somalia, la República centro africana,
Yemen o Afganistán.

A grandes rasgos, las consecuencias de estos fenómenos migratorios generan grandes


desequilibrios en los territorios de origen y los de destino. Dentro de estas consecuencias
destacamos las económicas: el territorio de origen queda con menor población activa y el
territorio de destino con excedente de mano de obra, abaratándose así los salarios y
empeorando las condiciones laborales y de vida. Otras consecuencias importantes son las
culturales y sociales, las migraciones generan poblaciones multiculturales en las que nuevos
idiomas, religiones y formas de vida no son habitualmente incluidos e integrados en la nueva
sociedad produciéndose tensiones raciales, marginación, etcétera.

Por último, debemos señalar que el crecimiento demográfico es el resultado del saldo
migratorio y del crecimiento natural o vegetativo de una población. Este último es el resultado
de la diferencia entre la natalidad y la mortalidad, y se ve influida por causas
fundamentalmente socioeconómicas. Hasta el siglo XIX, como ya hemos comentado, fue un
crecimiento lento hasta que se produce la explosión demográfica en los países industrializados
y que supondría en el siglo XX la rápida caída de la natalidad en los países desarrollados y la
disminución de la mortalidad en los países subdesarrollados, generándose así el intenso
desequilibrio poblacional que vivimos hoy día. Las tasas de crecimiento ofrecidos por el Banco
Mundial en 2018 eran de 1,1% anual en el mundo, siendo Bahréin el país con mayor
crecimiento vegetativo 4,9% y Venezuela el que menos con un -1,8%. Los países europeos
como España, Alemania, Reino Unido y Francia se mueven en tasas de entre 0,2% y 0,4%. La
clasificación en función de las tasas de crecimiento natural es la siguiente: alta con un >3%.
Moderada con más de >1%. Baja <1%. Actualmente ningún país desarrollado supera el 1% de
crecimiento vegetativo anual, incluso llegando al crecimiento negativo.

La natalidad es crucial para el estudio de la población, saber cuántas personas nacen en un


territorio en un período determinado nos permite descubrir las relaciones socioeconómicas,
históricas y culturales que nos permitirán afrontar los grandes retos del siglo XXI.

Los índices más utilizados son la tasa bruta de natalidad, que es la proporción de recién
nacidos en relación con el total de habitantes; y, la tasa de fecundidad, que indicaría la
proporción de nacimiento sobre el número de mujeres en edad fértil: 15-49. Estas tasas
permitirían establecer el índice de reemplazamiento generacional de una población.

Según el Banco Mundial de datos en 2017 la tasa de natalidad mundial era de 18%,
produciéndose contrastes tan acusados en función de la distribución espacial como las tasas
de natalidad del Chad de un 43% y la República de Corea con un 7%.

La tasa de fecundidad femenina actualmente es de un 2,5 y pasará en 2050 a ser de un 2,2


produciéndose un estancamiento poblacional.

Los factores que determinan las tasas de natalidad son:

- Biológicos: ámbito climático y nutrición.


- Económicos: los países subdesarrollados se acercan a la natalidad natural que es
aquella que permite el reemplazo generacional. Este fenómeno está vinculado con las
condiciones culturales y sociales de la mujer, y la necesidad de mano de obra activa en
la familia. En el caso de los países desarrollados, la tardía incorporación de los hijos al
mercado laboral y su emancipación, la incorporación de la mujer al mercado laboral y
la ausencia de políticas efectivas de conciliación laboral y familiar, son algunas de las
razones para la baja natalidad.
- Demográficos: la estructura de la población por sexo, edad, tasa de nupcialidad,
mortalidad infantil…
- Religiosos: pro-natalistas
- Políticos: algunos países como China o India han iniciado intensas políticas
antinatalistas como la prohibición de más de 1 hijo/a por pareja o la esterilización de
las mujeres de condición social baja.

Con respecto a la mortalidad, la tasa bruta de mortalidad es el índice utilizado y está muy
influido por la estructura poblacional. Dicho índice se complementa con las tasas de
mortalidad específica, la mortalidad infantil y la esperanza de vida de la población.

Hasta el siglo XIX la tasa rondaba el 30% y estaba influida por las muertes catastróficas, tal y
como hemos mencionado en varias ocasiones. Con los avances producidos en la Revolución
industrial los países industrializados van a disminuir sus tasas de mortalidad hasta el 10% y, a
partir de 1950 se mantendrán por debajo de esta cifra. Los últimos datos que proporciona el
Bando Mundial son de 2017 con un 7% de tasas de mortalidad mundial. Nuevamente, tal y
como sucedía con los índices de natalidad, se produce un fuerte contraste entre países,
encabezando la lista de índices de mortalidad Bulgaria con un 16% y Emiratos Árabes con sólo
un 1%.

Los últimos datos sobre esperanza de vida son de 2016 y apuntaban a una media
mundial de 72 años, siendo en Europa de 80 años, en Estados Unidos de 76, en Latinoamérica
de 68, en Asia de 65 y en África de 53 años.

Los factores que determinan las tasas de mortalidad de la población son básicamente dos:
biológico -raza, sexo, edad, alimentación- y socioeconómico -ingresos, profesión, lugar de
residencia, condiciones laborales y sanitarias…-.

Conclusión
Para concluir, nos gustaría señalar que existen diferentes realidades cuando
analizamos la relación entre la población y los recursos disponibles. Partiendo de que el
óptimo de población es aquel número de habitantes que un territorio es capaz de mantener,
nos encontramos en la actualidad con dos extremos problemáticos, la subpoblación o
despoblamiento de regiones y la superpoblación de otros. En este último caso nos
encontramos el fenómeno de las mega urbes producida por una migración a centros
económicos con mejores oportunidades que las del lugar de origen: campo, regiones
empobrecidas, regiones afectadas por catástrofes naturales o bélicas, etcétera. Esta
aglomeración de población en una región que no está preparada para abastecer a tal cantidad
de individuos tiene como consecuencia los graves cinturones de pobreza como sucede en
Brasil o México donde el 80% de su población vive en ciudades y ¼ habita en penosas
condiciones en favelas. Estos cinturones de pobreza en las ciudades se traducen en
hacinamientos, exclusión social y marginación que derivan en violencia y delincuencia ante la
imposibilidad de acceder a puestos de trabajo. Además, desciende la esperanza y la calidad de
vida de la población.

Por otra parte, el crecimiento desigual de la población, en países subdesarrollados con


respecto a los países desarrollados, genera graves conflictos relacionados con la desigual
distribución de riquezas. Esto provoca migraciones masivas o “efecto llamada” de un sur
empobrecido a un norte con déficit de población activa. Este flujo migratorio del Tercer mundo
al Primer mundo producido por las desigualdades sociales ha abierto un debate histórico que
se inició en el siglo XIX y que actualmente sigue siendo motivo de conflicto que se traduce en
una ausencia de compromiso e iniciativas políticas efectivas.

Thomas Malthus advirtió en siglo XIX en su “Ensayo sobre la Población” del peligro del
crecimiento demográfico geométrico cuando el crecimiento de los recursos es de progresión
aritmética. Esta ideología es la que ha fundamentado las decisiones políticas antinatalistas de
India y China. En cambio, Marx refutó dicha teoría planteando que era la acumulación de
capital y la no distribución equitativa de los recursos lo que producía tal desequilibrio.
Defendió de este modo que, a mayor número de proletarios, más mano de obra y, por tanto,
más recursos.

Este debate ha continuado vivo en las diferentes Conferencias internacionales de población


que se han venido celebrando desde 1974, en el que se ha planteado un control de la
natalidad a partir del avance tecnológico y el desarrollo socioeconómico del Tercer mundo por
medio de un reparto justo de los recursos. Numerosas organizaciones feministas se han
pronunciado para plantear un control de la natalidad a través de las mejoras de las condiciones
de la mujer por medio de su educación y promoviendo su emancipación.
Todas las problemáticas que se han ido planteando a lo largo del desarrollo de este
tema forman parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un acuerdo internacional
sin precedentes, en la que se han planteado como objetivos la lucha contra la pobreza, el
cuidado del planeta y la disminución de las desigualdades. Con la promesa de “no dejar a nadie
atrás” en un compromiso global y universal como única solución para afrontar los retos de un
mundo que es cada vez más desigual, inestable e insostenible. Las previsiones de futuro
realizadas por los expertos señalan a una intensificación de la crisis migratoria y humanitaria
sostenida por un aumento de la mortalidad en los países desarrollados debido al
envejecimiento poblacional, un aumento de la esperanza de vida y una disminución de la
mortalidad en los países subdesarrollados gracias a los avances técnicos y sanitarios.

Es necesario por tanto un compromiso político y social global que haga frente a una
desigualdad, que tal y como se apuntan en los ODS de la Agenda 2030, no solo es
normativamente mala; también es peligrosa, y puede alimentar el extremismo y socavar el
apoyo al desarrollo inclusivo y sostenible.

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