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1.

Teniendo en cuenta que la víctima nunca recibió atención psicológica, ni médica, ni


institucional, lo recomendable es la atención en ese sentido, es decir, integral, y para ello,
primeramente, el psicólogo jurídico además de tener en cuenta sus competencias, según el
Colegio Colombiano de Psicólogos (2003), y la guía de evaluación clínica forense para
valoración de daños psicológicos en víctimas de delitos violentos, según García (2014);
pero enmarcados en la restitución de los derechos de la víctima, a partir de la psicología
jurídica, según Tobías y otros (2011), en su investigación titulada aportes de la psicología
jurídica a los procesos de acompañamiento psicosocial a las víctimas de la violencia, es
recomendable en tratándose de víctimas de violencia física, como torturas y acceso carnal
violento, la asistencia y acompañamiento única y personal, en correspondencia con sus
condiciones particulares.
No solo debe afrontarse de una forma especial con el individuo, sino que debe asumirse
desde una óptica de restitución de los contextos sociales de Diana, de acuerdo a los traumas
que padece. El evento traumático es relevante para la toma de decisiones en torno a los
programas de atención, Aristizábal (2011, p. 163): El evento traumático no es causa
material; la cuestión de saber eso que hace el trauma es específica a cada caso particular.
Conforme a ello, es necesario referirse al testimonio de Diana, para explorar eso que obró
en ella como traumatismo, y que ha generado un estado de vulneración psicológica a causa
del encuentro con un hecho real que genero espanto, miedo y desagrado. La aparición de
una turbación mentalmente inasimilable va a conllevar que “el sujeto quede fijado a un
fragmento del pasado […] y en consecuencia este enajenado del presente y del futuro”
(Freud, 1919). En ese orden, son necesarios entornos convenientes para una atención
ordenada a la víctima, su real restablecimiento y su proyecto vital, a través de herramientas
de empoderamiento que le permitan realizarse según sus metas de vida. De esta forma
explica el empoderamiento Gutiérrez (2001, p. 2): “El empoderamiento, se entiende aquí
como una serie de acciones encaminadas a que una persona adquiera, a través de un
incremento en el acceso a los recursos (jueces, psicólogos, médicos, expedientes,
restituciones), un control sobre su vida y sobre las decisiones que toma, en pro de su
bienestar físico y mental, que a la vez redundará en beneficio de los que la rodean y de la
comunidad en general. El empoderamiento es un proceso mediante el cual las personas
incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas”. Que concuerda con la posición
teórica de Villa: (…) el primer paso para lograr la recuperación debe estar dirigido al
empoderamiento de la persona, de su vida, que sienta y experimente que puede hacer algo y
que el hecho violento no la paralizo; aun cuando haya implicado la pérdida de un ser
querido, la mutilación de una parte de su cuerpo o el padecimiento de algún tipo de tortura
o violencia psicológica. Es decir, se debe trabajar hacia la dignificación de la persona, de su
familia e incluso de la comunidad”. (Villa Gómez; et al, 2007, p. 27). La búsqueda de
insumos internos es la meta final de un proceso psicosocial de empoderamiento de la
ciudadanía tal y como lo plantea Gutiérrez (2011, p. 3): (…); el empoderamiento debe
llevar además a que las personas, encuentren sus propios recursos, se apropien de recursos
externos y aprendan a utilizar ambos. Estos recursos pueden ser: Recursos Humanos: Como
lo pueden ser el mediador, los jueces, la comunidad, el agresor, miembros de la familia,
entre otros. Recursos físicos: establecimientos, transporte, etc. Recursos Psicológicos:
confianza, auto-control, bienestar emocional, etc. Recursos intelectuales: información,
ideas, conocimiento de situaciones, etc. Recursos financieros: salarios, donaciones, dinero,
inversiones, etc.”.
En los presupuestos mismos del empoderamiento, está el desarrollo de la proactividad. La
proactividad encuentra su antecedente histórico próximo en la logoterapia propuesta por
Víctor Frankl (2006). Esta proactividad, ha de entenderse como el proceso de enseñarles a
las víctimas a elegir como actuar frente a los estímulos del entorno, es decir, como
responder mediante el uso adecuado de la libertad interior. La proactividad es una
herramienta valiosa para el despliegue de fortalezas interiores. El empoderamiento permite
un afianzamiento de la proactividad.
Otro de los aportes de la psicología jurídica ante los contextos de Diana, tiene relación con
el retorno de la víctima a su núcleo esencial proactivo, convirtiéndose en una persona activa
y consciente, con una posibilidad de reformular su memoria desde sus traumas y desde sus
esperanzas, como lo ha indicado Elizabeth Lira (2000, p. 339), a propósito de la experiencia
Chilena Post-Pinochet, cuando divisa la necesidad de convertir a la víctima en un sujeto
que vuelva a ser sujeto y huya de quienes la compadecen, que concibe a la víctima como un
ser pasivo: “En síntesis, la palabra, la elaboración emocional de la experiencia traumática,
su comprensión en el marco de la vida y las significaciones existenciales del sujeto
posibilitan su rehabilitación como sujeto adulto, capaz de trabajar, de establecer vínculos
sociales, desarrollando espacios de participación deseada y necesaria. Así, la experiencia
traumática será parte de un contexto personal y social construido en un pasado significativo
que apunta a un futuro capaz de ser desentrañado como un lugar de esperanza.
Por último, para restituir esos derechos de Diana, está la determinación de su grado de
resiliencia, La resiliencia es la forma como los seres humanos podemos reorganizarnos
interiormente. El concepto de resiliencia explica la capacidad humana de superar traumas y
dolores. Boris Cirulnik (2006, p. 41) al respecto: La resiliencia no se interesa más que en
las formas de recomponer estos desgarros traumáticos. Pero, para pensar la resiliencia, es
preciso convertir la propia historia en una visión en la que cada encuentro sea una elección
existencial. Esta forma de dar un sentido no inexorable a la propia vida es expresión de una
capacidad de libertad interior.
2. Es víctima directa, ya que es la persona física sobre la que recayó todas esas conductas
punibles, como lo fue el secuestro, la tortura y el acceso carnal violento, pero también sobre
quien hubo afrenta a su integridad mental y emocional (Echeburúa, y otros, 2004). Y las
víctimas indirectas son los familiares o aquellas personas físicas a cargo de la víctima
directa que tengan una relación inmediata con ella. Al ser una víctima múltiple, que son
aquellas personas que sufren más de un delito dentro de un periodo determinado, las
características de victimización hace referencia a las tipologías empleadas por los
victimarios para atentar contra los derechos humanos de Diana, que en este caso fueron
variadas, por haber sido conductas pluriofensivas, como el empleo de mecanismos
violentos de restricción de su libertad de locomoción, su libertad y pudor sexual, la
integridad física y moral, como también a la dignidad humana, todo ello a través del
secuestro, el acceso carnal violento y la tortura.
3. Según el protocolo de Estambul, entre las más frecuentes reacciones psicológicas
sufridas por Diana, figuran estados depresivos, ansiedad, insomnio, pesadillas,
rememoraciones súbitas y dificultades de memoria (véase cap. VI, secc. B.2), las cuales,
analizadas fe forma específica, se traducen en:
a) Reexperimentación del trauma
b) Evitación y embotamiento emocional
c) Hiperexcitación
d) Síntomas de depresión
e) Disminución de la autoestima y desesperanza en cuanto al futuro
f) Disociación, despersonalización y comportamiento atípico
g) Quejas psicosomáticas
h) Disfunciones sexuales
i) Psicosis
j) utilización abusiva de sustancias
k) Deterioro neuropsicológico
l) Trastorno de estrés postraumático

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