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La Generación del 48

La Generación del 48 es el resultado de la asimilación de principios,


concepciones, simbologías y configuraciones poéticas, propias de otros
movimientos literarios europeos y latinoamericanos. Y esa simbiosis es normal si
nos disponemos a situar el  contexto histórico y la temporalidad política que le
sirvió de plataforma a esos escritores que integraron a esa generación de sujetos-
autores, delimitando mi estudio en los escritores Abelardo Vicioso y Abel
Fernández Mejía . En ellos, procuro determinar cómo el funcionamiento  estético
de su discurso poético, tiene, como apuesta, la instauración  de una ontología que
apunta hacia la renovación del Ser, no como vaga metafísica, sino realidad
trascendente. 

LA GENERACION DEL 48. Se conoce como Generación del 48 en la literatura


dominicana al gru-po de poetas compuesto por Máximo Avilés Blonda, Ramón
Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Lupo Hernández Rueda, Juan Carlos
Jiménez, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Luis Alfredo To-rres, Rafael
Valera Benítez, Abelardo Vicioso y Víctor Villegas, que dio a conocer sus primeros
escritos en la Sección Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte en
mayo de 1948. El primero en publicar fue Máximo Avilés Blonda; luego, Rafael
Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Abel Fer-nández Mejía, Abelardo Vicioso y
Lupo Hernández Rueda. El nombre de Generación 48 dado a estos poetas surgió
cuando el escritor español Leopoldo Panero, interesado por lo que él bautizó como
"uno de los brotes poéticos más prometedores con que cuenta hoy la poesía
general de habla española”, cuestionó a Máximo Avilés Blonda acerca del nombre
del grupo y de la producción de éste. Genera-ción del 48 fue la respuesta de
Avilés Blonda, quien al no encontrar una salida apropiada a la ines-perada
pregunta de Panero, rememoró la fecha de la primera publicación de la Sección
Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte.

No todos los cuarentiochistas aceptaron el nombre de Generación del 48.


Víctor Villegas, por ejem-plo, prefirió el calificativo de Generación Integradora,
debido a que el objetivo de éste era integrar lo dominicano a lo universal. Valera
Benítez, entre tanto, sugirió el nombre de Genera-ción de post-guerra, en
referencia directa a la Segunda Guerra Mundial que había concluido poco años
antes. El nombre de Generación del 48 fue controversial desde su origen. Marcio
Veloz Maggiolo dice que los poetas del 48 "no representan realmente una
generación" (Cultura, teatro y relatos en Santo Domin-go, 169). Diógenes
Céspedes y Alberto Baeza Flores coinciden en llamarlo Grupo del 48. Más
severos aún son Tony Raful y Pedro Peix cuando dicen: "Presuntuosa y
desmedida es la denominación de Generación del 48 con que osaron bauti-zarse
un grupo de poetas que advino a la poesía dominicana a finales de la década del
40" (El síndrome de Penélope en la poesía dominicana, 33). La mayoría de los
críticos descartan la denominación de Generación del 48 aplicado al Grupo del 48
por sus propios integrantes.

Según Lupo Hernández Rueda, uno de los principales miembros de la


agrupación, "los poe-tas del 48 aprovecharon la universalidad de la Poesía
Sorprendida y el nacionalismo de los In-dependientes del 40 para producir una
poesía de testimonio, esencialmente política, que recreando la historia, buscando
nuestras raíces sociológicas, redescubre y afianza el paisaje nacional, canta al
hombre y su destino transmutando en la palabra nuestra realidad en sus
dimensiones humanas y universales"( La generación del 48 en la literatura
dominicana, 50). Por otro lado, Antonio Fernández Spencer asegura que el grupo
es portador de un "nativismo" o "nacionalismo" que lo identifica con la poesía de
In-cháustegui Cabral. Y Freddy Gatón Arce dice que los cuarentiochistas no
aportaron nada en materia literaria (Muestra de ensayos de la generación del 48,
15). Los cuarentiochistas no tuvieron una revista literaria ni ningún medio de
comunicación propio para difundir su producción, pero, en cambio, crearon la
colección El Silbo vulnerado y aprovecharon las solapas de los primeros libros
publicados para difundir los ideales y las metas del grupo.

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