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LAS DIVERGENCIAS DE ENCUADRE ENTRE UNA EVALUACIÓN

CONVENCIONAL Y LA EVALUACIÓN PSICOGERONTOLÓGICA.

Incluso antes de producirse, el encuentro paciente / terapeuta está marcado por la


posición que cada uno ocupa en el imaginario del otro; es decir, por presunciones
inevitables, históricas e individuales (experto, figura de autoridad o cuidador frente
a un sujeto en dificultad, portador de un diagnóstico o enfermo con síntomas) y por
los significados y expectativas inconscientes (Neugarten, 1992).
También la materialidad del otro es determinante (corporalidad, actitud,
gestualidad, tono y timbre de voz, etc.). Por ejemplo, para el paciente anciano la
edad aparente del terapeuta no es irrelevante. Tener un interlocutor más joven
puede resultar vitalizador o, todo lo contrario. Cuando el terapeuta es vivido
positivamente como un subrogado de los padres, pero simboliza a su vez a un
depositario de la juventud perdida o de un conocimiento valorizado, accede más
fácilmente a formar parte de un vínculo idealizador. Debe aceptar ese lugar
inicialmente asignado sin ponerlo en juego, pero sin desmentir su naturaleza
proyectiva. Comienza, a partir de ahí, el proceso de interacción mutua que dará
lugar a la formación de un campo intersubjetivo, en el cual la personalidad del
clínico y su emocionalidad, sólo se han de filtrar a través del ejercicio de su rol. Lo
esperable es que el terapeuta se convierta en una figura afectivamente importante
y suficientemente significativa para el paciente. Este puede así hacerse permeable
a su influencia a través de un proceso que se recorre conjuntamente, que incluye
avances, retrocesos y rupturas, y no está garantizado de antemano.
El terapeuta viene a representar la continuidad en el autocuidado psicológico y su
capacidad de escucha empática estará continuamente puesta a prueba.
Con el fin de establecer adecuadamente la secuencia y el ritmo de objetivos sobre
los que va a trabajar, el terapeuta deberá pulsar constantemente qué estatuto
ocupa en el mundo subjetivo del paciente, qué le atribuye, de qué modo vive
aquello que le dice, desde dónde se relaciona con él…(Coderch, 1972). En
ocasiones, deberá tolerar periodos de intensa idealización o actitudes fuertemente
regresivas, demandas simbióticas o confusionales, identificación con algún
personaje significativo del pasado, depositaciones masivas o confrontaciones en la
medida en que representa simbólicamente una figura de autoridad.
Demencia
Es un síndrome, por regla general de carácter crónico y progresivo, caracterizado
por la mengua de la memoria y la capacidad de pensar, trastornos del la demencia
lleva aparejados problemas sociales y económicos de envergadura por lo que toca
a los costos de la asistencia médica, social e informal que impone. Por otra parte,
las presiones físicas, emocionales y económicas pueden agobiar a las familias y
los cuidadores. Tanto las personas aquejadas de demencia como quienes las
asisten necesitan apoyo sanitario, social, económico y jurídico.
Depresión
La depresión puede causar grandes sufrimientos y trastorna la vida cotidiana. La
depresión unipolar afecta a un 7% de la población de ancianos en general y
representa un 5,7% de los años vividos con una discapacidad entre las personas
de 60 años de edad y mayores. Es frecuente que los síntomas de este trastorno
en los adultos mayores se pasen por alto y no se traten porque coinciden con
otros problemas que experimentan. Las personas mayores con depresión tienen
un desempeño más deficiente en comparación con los que padecen
enfermedades crónicas como las enfermedades pulmonares, la hipertensión
arterial o la diabetes sacarina. Este trastorno también aumenta la percepción de
tener mala salud, la utilización de los servicios médicos y los costos de la
asistencia sanitaria.
Ansiedad
Cuando analizamos el trastorno de ansiedad en los adultos mayores nos
encontramos principalmente con variables que no suelen estar presentes en otros
grupos de edad. Por un lado, en las personas mayores existe una alta
comorbilidad con otros trastornos médicos y como consecuencia de ello, entre
otras causas, el adulto mayor suele estar polimedicado. Por otro lado, en esta
etapa de la vida, laa personas sufren gran cantidad de cambios psicosociales
importantes. Todo esto no es tenido en cuenta a la hora de utilizar los criterios
diagnósticos mencionados anteriormente y lleva al profesional clínico a tomar
decisiones terapéuticas basadas en observaciones clínicas no controladas o
extrapolando resultados a cerca de la eficacia de los medicamentos en personas
más jóvenes.
Además, debido a esa alta comorbilidad en edades avanzadas, los adultos
mayores, a menudo, prestan más atención a los síntomas somáticos, minimizando
los aspectos cognitivos. Esto a su vez favorece un posible diagnóstico erróneo
especialmente en los centros de atención primaria.
También es importante la influencia de los prejuicios acerca del envejecimiento.
Los adultos mayores se tienen que enfrentar con mayor frecuencia a situaciones
dolorosas que son facilitadoras de estos trastornos. Además, al ir asociados a
síntomas y signos de problemas cardiovasculares, respiratorios, digestivos,
dermatológicos, inmunológicos etc., son confundidos o atribuidos a consecuencias
propias del envejecimiento.

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