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Evaluación psicológica, psicodiganóstico y sus implicancias en el tratamiento clínico

Elías Daniel Pajkurić Bustos – eldapabu@gmail.com

Evaluación Psicológica, Psicodiagnóstico y sus implicancias en el tratamiento


clínico.

En la presente investigación se pretende mostrar la importancia de las


evaluaciones psicológicas y del proceso psicodiagnóstico a la hora de encontrarnos en
nuestra práctica clínica. Se busca igualmente no sólo que nos enfoquemos en una teoría
psicológica en particular, sino mostrar cómo y porqué es fundamental en la mayoría de
los enfoques psicoterapéuticos poder realizar una evaluación previa del sujeto, paciente
o cliente, no sólo para poder saber frente a qué tipo de estructura psicológica o tipo de
personalidad nos encontramos, sino para desde ese punto, establecer diferentes
mecanismos por los cuales lograr la "cura", si existe, o mejoría del paciente/cliente en
cuestión, poder comprender mejor su funcionamiento, un posible pronóstico, adhesiones
al tratamiento, entre otros puntos. Se recorrerán distintos constructos que se consideran
pertinentes a la temática en cuestión, además de diferentes enfoques pertinentes a la
práctica clínica psicológica actual.

Sinatra señala que “no hay entrada en análisis sin entrevistas preliminares”
(2004, pp. 12), párrafos posteriores nos explica el valor instrumental de las mismas,
refiriéndose “a la diferencia de estructura, es decir, a una cuestión diagnóstica, a una
evaluación clínica” (2004, pp. 13). Fink (2007), en tanto, nos señala que el diagnóstico
es importante para poder establecer que camino terapéutico se adoptará, sus respectivas
intervenciones derivadas del mismo y para saber en dónde situarse en la transferencia.
Líneas posteriores añade que "una ubicación preliminar del paciente como
probablemente neurótico o psicótico es muy importante" (Idem, pp. 104). Siguiendo en
la misma línea, este autor menciona que las categorías diagnósticas, para el
psicoanálisis, son estructurales y derivan de mecanismos defensivos fundamentales,
añadiendo que "resultara inmediatamente claro… que la posibilidad de distinguir entre
pacientes sobre la base de este mecanismo fundamental –la forma en que negamos algo-
constituye un aporte diagnóstico de grandes proporciones" (Idem, pp.105), esto debido a
que le abre un camino al analista para poder centrarse en el cambio de esos mecanismos
fundamentales, constitutivos del aparato psíquico de cada sujeto. Estos mecanismos
fundamentales y constitutivos son inferidos del material que trae el paciente, y de

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cuanto de ese material pueden extraerlo dependerá de la preparación teorico-clínica del


profesional (Idem, 2007)

Aunque el psicodiagnóstico, definido por Casullo (1996), hace referencia a “el


estudio descriptivo, comprensivo y explicativo de los comportamientos de los sujetos y
grupos humanos en relación con los contextos socioculturales específicos en los que
concretan sus existencias cotidianas y con sus particulares historias de vida, fruto de
circunstancias personales y sociohistóricas concretas”, Sinatra nos hace ver que más allá
de un informe final, la evaluación clínica del sujeto tiene importantes y particulares
incumbencias en la planificación del tratamiento, ya que el mismo, debe tener en cuenta
la personalidad del sujeto, es decir, nos remite a su estructura. García Arzeno nos dice
con respecto a esto que la utilidad de la evaluación en la discriminación estructural, o
sea, el predominio en la personalidad de la parte neurótica o psicótica, “radica no sólo
en lograr una mayor precisión diagnóstica sino también en prever las vicisitudes del
proceso terapéutico, dentro de lo que esto es posible” (1999, pp. 365). Bion (1977)
señala con respecto a esto último que podemos encontrar en todo individuo psicótico
una parte neurótica y viceversa. La importancia de determinar la preponderancia
estructural determina los caminos a transitar en el proceso terapéutico. Debido a que
todo psicótico tiene una parte neurótica, será sólo desde ahí que es posible llegar a
establecer una alianza terapéutica, por medio de la transferencia. Y debido a que todo
neurótico posee una parte psicótica, es que en el proceso terapéutico se deberá tener
presente esto para lograr una “real” cura (García Arzeno, 1999). Hablando sobre esto,
Freud señala que “el individuo cuyas necesidades eróticas no son satisfechas por la
realidad, orientará representaciones libidinosas hacia toda nueva persona que surja de su
horizonte...es, por tanto, perfectamente normal y comprensible que la carga de libido
que el individuo parcialmente insatisfecho mantiene esperanzadamente pronta se oriente
también hacia la persona del médico...esta carga se atendrá a ciertos modelos... dicho de
otro modo, incluirá al médico en una de las «series» psíquicas que el paciente ha
formado hasta entonces...conforme a la naturaleza de las relaciones del paciente con el
médico, el modelo de esta inclusión habría de ser el correspondiente a la imagen del
padre” (1912, pp. 1648 y 1649). Es decir, la eficacia o no del tratamiento se dará por la
relación transferencial establecida en el marco analítico. Torres sobre esto nos acota, y
en consonancia con lo dicho por Sinatra, que para poder iniciar un tratamiento es

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necesario que se establezca la transferencia, proceso que incluye un periodo inicial de


diagnóstico diferencial donde se establecen los caminos a seguir en el tratamiento.

Weiner (2001) señala que el valor del psicodiagnóstico en la planificación del


tratamiento se da al brindar información sobre la estructura y rasgos de personalidad, y
las fortalezas y debilidades adaptativas del sujeto. Esta información será la base para
determinar el tipo de desorden junto con su gravedad y la evolución del mismo, las
circunstancias posibles de manifestación y las posibles clases de tratamiento que
busquen aliviar al sujeto del malestar que lo aqueja.

Sinatra (2004) manifiesta que el gran problema de un analista es netamente


práctico y consiste en la no garantía de saber si una intervención terapéutica es o no la
mejor, si es o no la más oportuna y que resultados acarreará para el paciente. Frente a
esto no queda más que preguntarnos: si contamos con métodos válidos para poder llegar
a conocer la subjetividad, los conflictos y el dinamismo psíquico de un sujeto, ¿realizar
un psicodiagnóstico no nos dará una garantía, mínima, pero garantía al fin, para poder
planificar un tratamiento más eficaz y lograr así la tan esperada “cura”?

El psicodiagnóstico administrado al inicio de un tratamiento, será además, una


referencia para poder evaluar el resultado del mismo (Weiner, 2001). Con respecto a
esto, Aiken señala que los instrumentos de evaluación deben “diagnosticar y prescribir
tratamientos psicológicos y físicos... evaluar los cambios cognitivos intra e
interpersonales debidos a los programas de intervención... realizar investigaciones sobre
los cambios en el comportamiento a través del tiempo y sobre la efectividad de los
programas y técnicas nuevas” (1996, pp. 12)

A pesar de que el Proceso Psicodiagnóstico se presenta como un camino


necesario a recorrer, hoy en día son muchos los psicólogos que no realizan una previa
evaluación del paciente y muchos otros que ni siquiera creen en las psicoevaluaciones,
administrándoles connotaciones negativas, de tipo mágico-religiosas, las más extremas.

Otro problema con base en la ética profesional, radica en la manipulación por


parte de profesionales sin la correcta preparación, de evaluaciones, práctica que mina,
menoscaba y deteriora el proceso psicodiagnóstico. Sumado a esto, la publicación de
respuestas esperables, por parte de profesionales, cae rotundamente en mala praxis. Esto
no sólo daña la reputación del quehacer del psicólogo, sino que produce un mal al

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paciente al banalizar una actividad que pretende servir como vía de conocimiento de la
subjetividad.

La ley del ejercicio profesional, en el Capítulo II: “De las especialidades y


ámbitos de aplicación”, artículo III, señala: “...y con respecto a la psicología clínica...
comprende la evaluación diagnóstica de la estructura, dinámica y desarrollo de la
personalidad, la orientación psicológica para la prevención de patologías; el diagnóstico,
pronóstico y tratamiento de los conflictos psicológicos en curso...” (Veccia, 2002, pp.
20). Esto nos señala el orden legal en que se instaura el psicodiagnóstico en la clínica
psicológica, por ende la obligatoriedad del mismo con los fines mencionados.

Con respecto la función crucial que se quiere plantear en el presente trabajo, que
tiene y debería tener el psicodiagnóstico, Veccia (2002) señala que entre los objetivos
que debe plantearse este método en la clínica están el de encontrar los abordajes
terapéuticos más adecuados para el sujeto y para la situación específica que el mismo
vive. El problema con esto es que los informes desprendidos de la evaluación hacen que
esto sea muy difícil, dificultad basada en la vaguedad del informe, en la falta de
importancia que se le da al mismo o en la falta de objetivos específicos acorde a la base
del método, y que lo definen intrínsecamente.

Otro problema es qué instrumentos son los mejores para el psicodiagnóstico.


Fiorini (1993) señala la importancia de realizar un diagnóstico multifacético, es decir,
de realizar una evaluación en diferentes niveles, niveles que reflejan los diferentes
planos en los que está inserto un sujeto, planos con reglas específicas, y a los que
obedece el dinamismo del psiquismo. Vecci (2002) señala que al diagnóstico clínico,
imprescindible para formular opciones estratégicas, deben sumarse el diagnóstico
psicopatológico psicodinámico, evolutivo, adaptativo y prospectivo, grupal, psicosocial,
comunicacional, de potenciales de salud, de la problemática del cuerpo y del vínculo
terapéutico.

Las técnicas a usar deben ser lo más completas posibles en el sentido de la


variedad de dimensiones a investigar, es decir, “una combinación de técnicas auxiliares
que complementen la entrevista inicial” (Veccio, 2002, pp. 15)

Sendín (2000) hablando del enfoque clínico, señala que el psicodiagnóstico debe
identificar aspectos patológicos y adaptativos del funcionamiento yoico y la

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planificación del tratamiento no deben separarse. Capítulos posteriores añade que los
resultados obtenidos del proceso evaluativo deben servir para contrastar y para
planificar los programas de intervención. A nivel más general, Aiken nos amplía los
objetivos antes mencionado, señalando además que deben servir para “evaluar el
comportamiento, las capacidades mentales y otras características personales con el
objeto de ayudar en los juicios, predicciones y decisiones de las personas” (1996, pp.
11).

Weiner (2001) señala que el psicodiagnóstico tiene un valor importante en la


clínica, este valor radica en la capacidad de inferir, según los datos y/o información
obtenidos, la decisión de indicar o no tratamiento y si el paciente se beneficiará del
mismo. Esto basado en dos aspectos, la motivación y la accesibilidad. La planificación
del tratamiento estaría definida por tres puntos importantes: la definición del marco de
tratamiento, la duración y el tipo específico del mismo que favorece mejor al paciente.
La conducción en terapia, basada en el psicodiagnóstico, hace referencia a dos
importantes direcciones a tomar, en un primer término “los datos psicodiagnosticos
ayudan a identificar de antemano los objetivos del tratamiento en los que debe enfocarse
la terapia y la prioridad que debería asignárseles” (idem, pp. 11) y en segundo término,
los posibles obstáculos frente a las metas, para poder prever cómo evitarlos o
superarlos.

A modo de conclusión, una evaluación psicológica y el proceso psicodiagnóstico


previo al tratamiento es muchas veces necesario para poder enriquecer el mismo y
obtener eficaces tratamientos. A la par de esto, brindarle al paciente las mejores y más
acertadas intervenciones que lo lleven a buscar el alivio del malestar. Es necesario
conocer la preponderancia estructural de la personalidad del paciente para ello. A través
de un completo y sistemático, pero a la vez individual, psicodiagnóstico y/o evaluación,
la planificación del tratamiento, sus direcciones, evolución y resultados pueden ser
previstos de antemano, pueden tomarse decisiones más acertadas y buscar una práctica
profesional más ética y respetuosa hacia el individuo.

No se pretende defender al psicodiagnóstico o a la evaluación, ni muchos menos


posicionarlo como obligatoriedad terapéutica, sólo se pretende mostrar las incumbencias
del mismo como una intervención más dentro del tratamiento, que lo enriquece, lo
ayuda y lo vuelve más eficaz.

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Referencias Bibliográficas.
García Arzeno, M. (1999): Nuevas aportaciones al psicodiagnóstico clínico. Buenos
Aires: Ediciones Nueva Visión. 4ª edición.
Aiken, L. (1996): Evaluación y test psicológicos. México: Prentice Hall
Hispanoamérica. 8ª edición.
Bion, W. (1977): Volviendo a pensar. Buenos Aires: Hormé-Paidós.
Freud, S. (1912): La dinámica de la transferencia, Obras completas, Tomo II. Buenos
Aires: Editorial El Ateneo. 2005.
Fink, B. (2007): Introducción clínica la psicoanálisis lacaniano. Teoría y técnica.
Barcelona: Editorial Gedisa.
Fiorini, H. (1993): Evaluación de la situación como modalidad de abordaje en
psicoterapias. Buenos Aires: Nueva Visión.
Sendín, M. (2000): Diagnóstico psicológico: bases conceptuales y guía práctica en los
contextos clínicos y educativos. Madrid: Editorial Psimática. 1ª edición.
Sinatra, E. (2004): Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis. Buenos Aires:
ICBA. 1ª edición.
Torres, O., et al: Análisis de las prácticas profesionales y conceptualizaciones
psicopatológicas intervinientes en la evaluación psicodiagnóstica de menores
tutelados por el estado provincial en un distrito judicial del conurbano. Facultad
de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Informe final
de proyecto de investigación publicado en
http://www.unlz.edu.ar/biblioteca/PDF/torres.PDF
Veccia, T. (2002): el método psicodiagnóstico y el ejercicio profesional del psicólogo.
Buenos Aires: Eudeba. 2ª edición, 2ª reimpresión.
Weiner, I. (2001): El valor de Psicodiagnóstico para la planificación del tratamiento y la
Evaluación del resultado. Psicodiagnósticar. 11:7-15, Rosario.

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