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SALMO 50

CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO


En la confesión del Miserere se pone de relieve un aspecto muy importante: el pecado
no se ve sólo en su dimensión personal y «psicológica», sino que se presenta sobre
todo en su índole teológica. «Contra ti, contra ti solo pequé» (Sal 50,6), exclama el
pecador, al que la tradición ha identificado con David, consciente de su adulterio
cometido con Betsabé tras la denuncia del profeta Natán contra ese crimen y el del
asesinato del marido de ella, Urías.
El pecado, antes de ser una posible injusticia contra el hombre, es una traición a Dios.
Son emblemáticas las palabras que el hijo pródigo de bienes pronuncia ante su padre
pródigo de amor: «Padre, he pecado contra el cielo -es decir, contra Dios- y contra ti»

SALMO HA 3, 2-4. 13ª. 15-19


JUICIO DE DIOS
En este cántico se mezclan los acentos de temor y de esperanza de un espíritu que se
siente como a las puertas de la muerte, pero que, con todo, quiere continuar esperando
en la protección de Dios. Para el autor sagrado, el ingreso del Señor en el mundo tiene
un significado preciso. Quiere entrar en la historia de la humanidad, «en medio de los
años», como se repite dos veces en el versículo 2, para juzgar y mejorar esa historia,
que nosotros llevamos de modo tan confuso y a menudo perverso.

SALMO 147
RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

En este salmo cantamos a Dios, que domina tanto sobre los elementos naturales como
sobre el curso de la historia. Como Señor de la naturaleza, manda la nieve, esparce la
escarcha y hace caer el hielo, como si se tratara de las migajas de pan de su mesa; y,
como Señor de la historia, ha vencido con el mismo poder la cautividad de Babilonia
y ha reforzado los cerrojos de las puertas de Jerusalén, bendiciendo a los hijos, en
otros tiempos deportados, y colocándolos ahora dentro de los muros de ella. A
nosotros todo este poder de Dios nos aporta confianza y alegría: Alaba a tu Dios, Sión,
que con su palabra te alienta y con el pan de la eucaristía te anuncia su decreto de que
te resucitará; glorifica al Señor, Jerusalén, porque envía su mensaje a la tierra y te
sacia con flor de harina.

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