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SALMO 26 - I

CONFIANZA ANTE EL PELIGRO


La primera parte del salmo 26 se encuentra marcada por una gran serenidad, fundada en la
confianza en Dios en el día tenebroso del asalto de los malvados. Las imágenes usadas para
describir a esos adversarios, los cuales constituyen el signo del mal que contamina la historia, son
de dos tipos. Por un lado, parece que hay una imagen de caza feroz: los malvados son como fieras
que avanzan para atrapar a su presa y desgarrar su carne, pero tropiezan y caen. Por otro, está el
símbolo militar de un asalto, realizado por un ejército entero: es una batalla que se libra con gran
ímpetu, sembrando terror y muerte.
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SALMO 26 - II
CONFIANZA ANTE EL PELIGRO
La segunda parte del salmo 26, son los versículos 7-14 del salmo, que comienzan con un grito
dirigido al Señor: "Escúchame, Señor, que te llamo"; luego expresan una intensa búsqueda del
Señor, con el temor doloroso a ser abandonado por él; y, por último, trazan ante nuestros ojos un
horizonte dramático donde fallan incluso los afectos familiares, mientras actúan "enemigos",
"adversarios" y "testigos falsos".
El elemento decisivo es la confianza del orante en el Señor, que salva en la prueba y sostiene
durante la tempestad. Es muy bella, al respecto, la invitación que el salmista se dirige a sí mismo
al final: "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor"
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CÁNTICO COL 1, 12-20


HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA
Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS
El cántico de la carta a los Colosenses presenta otra función de Cristo: él es también el Señor de
la historia de la salvación, que se manifiesta en la Iglesia y se realiza "por la sangre de su cruz",
fuente de paz y armonía para la humanidad entera. Por consiguiente, no sólo el horizonte externo
a nosotros está marcado por la presencia eficaz de Cristo, sino también la realidad más específica
de la criatura humana, es decir, la historia. La historia no está a merced de fuerzas ciegas e
irracionales; a pesar del pecado y del mal, está sostenida y orientada, por obra de Cristo, hacia la
plenitud. De este modo, por medio de la cruz de Cristo, toda la realidad es "reconciliada" con el
Padre.

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