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DIVERSAS PERSPECTIVAS Y
CONCEPCIONES SOBRE EL VALOR
MÁXIMO DE REFERENCIA.
Introducción.
Los valores éticos son los puntos de referencia, racionales y vivenciales, que son
percibidos por el hombre como las metas u objetivos que merecen buscarse en toda
acción humana. El valor ético se autopresenta a sí mismo como valioso en la
medida que es deseable por el hombre no solo para sí mismo, sino para todo el
género humano.
Son indemostrables tanto empírica como racionalmente y motivan por sí mismo a la
voluntad del hombre que se siente atraído por ellos, no por obligación, sino como
algo deseable para poder realizarse como tal en la existencia. Por eso, la reflexión
ética de todos los tiempos ha sido el intento por descubrir y circunscribir el valor
ético último innegociable, irrenunciable, inintercambiable; al tiempo que buscar
formas de concretarlo en la historia.
En esta unidad vamos a examinar cuál es el valor ético máximo o aquel valor que
hace de punto de referencia último y que permite jerarquizar a todos los demás
valores éticos, o sea, ordenarlos en niveles de prioridad. De otra manera no sería
decidirnos, cuando hay conflictos de valores, en la praxis histórica del hombre
viviendo en sociedad.
Valor es la condición de algo que sirve y es deseable. Entre sus principales
acepciones se encuentran:
Una visión económica y sostiene que el valor es el grado de utilidad o aptitud de
las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite.
Una visión ética y define el valor como la virtud con la que se afrontan graves
peligros y se emprenden grandes cosas.
Una perspectiva ontológica y refiere que el valor es la cualidad por la cual una
cosa posee dignidad y es, por tanto, digna de estima y respeto. Es todo aquello
que favorece la plena realización del ser humano como persona. Es una realidad
que resulta importante para su crecimiento y que contribuye a estructurar
mentalmente y orientar su vida.
Por eso vamos a exponer cuáles siguen siendo las distintas perspectivas de
aproximación al Valor último, o cuáles han sido a lo largo de la historia y en el
debate contemporáneo las teorías éticas sobre el valor. Eso nos permitirá ver al
final del recorrido, cuál es la concepción de la ética cristiana sobre el tema.
Los valores no son el fruto de un determinismo impuesto por la situación histórica o
la presión social, pues tales imposiciones esclavizan y dejan de ser valor; ni son el
fruto de un voluntarismo indiscriminado, pues tales veleidades carecen de
objetividad. Los valores se ubican en el terreno del ser humano integral, donde la
conciencia existencial toma en cuenta la experiencia histórico-social, la razón
analiza y juzga el valor propicio de realización personal-comunitaria, y la voluntad
decide llevarlo a la práctica y de hecho lo lleva a cabo. El valor es el fruto de la
naturaleza del hombre, la interacción dialéctica entre la libertad y el medio
histórico-social.
La razón está al servicio de la voluntad, como el conocer a la realización, en el
sentido de conocer la verdad para realizarse trascendentalmente. La voluntad da
sentido a la realización; pero infortunadamente la corrupción política ha identificado,
para confundir el pensamiento, a la voluntad con el poder y por eso se ha afirmado
“conocer para poder”, lo cual ha sido invertido por la independización irracionalista
de la voluntad en “poder es conocer”, lo que equivale en primer término a “la
conciencia al servicio del poder” y que la soberbia oscurantista del politicismo ha
transformado en “el poder dicta la ciencia”.
El hombre es un ser integral y, por ello, plantearse el problema de la
anterioridad del pensamiento o de la acción, de la teoría o de la práctica,
resulta un planteamiento falso en su abstracción irreal; pues si la anterioridad
es temporal no cabe duda que el bebé actúa antes de pensar, pero cabe
preguntarse el grado en que tal acción es propiamente humana.
Nos parece que dicho grado depende de la mayor o menor conciencia y
libertad; aquélla hace referencia a la inteligibilidad de la acción y ésta a la
responsabilidad práctica de la decisión teórica.
Conciencia y libertad se desarrollan conjunta e integralmente, de tal modo que
hablar de primacía temporal carece de sentido, al igual que de la primordialidad
valorativa porque la teoría impracticable y la acción inconsciente son
propiamente inhumanas.
Puede darse la predominancia de una de ellas sobre la otra pero siempre los
resultados conllevan las limitaciones tanto más graves cuando más grave es el
error.
Una educación que no cultiva la voluntad es una educación que pervierte
la mente. Sólo por los valores humanos cobran valor la ciencia y la
filosofía.
Lo trascendente no pertenece al ámbito científico experimental; el
pretender aquella reducción desfasaría la ciencia fuera de su eje y aún de
su órbita en una ceguera axiológica total; lo trascendente pertenece a la
esfera de lo existencial realizativo.
La capacidad racional es limitada por su propia estructura funcional que
requiere entender reflexivamente por una representación abstracta, que ella
misma constituye.
La conciencia, en cambio, está abierta a la existencia misma y al infinito. El
concepto limita la razón a lo esencial y finito; por ello, la razón jamás podrá
invadir los límites de lo trascendente sin fundamentarse en lo conciencial.
CONCEPCIONES SOBRE EL VALOR
MÁXIMO DE REFERENCIA.