Está en la página 1de 2

III.

LA SOCIABILIDAD
El concepto de Simmel se puede entender como una dinámica esencial de la realidad

social, es decir, algo puro que no se delimita o relaciona a intereses materiales,

constituyéndose en un aspecto espontaneo del individuo. La sociabilidad se convierte para

Simmel en la esencia de ser sociable y coincide así con lo que apunta el historiador francés

Agulhon (1992) cuando establece que la sociabilidad es la “aptitud especial para vivir en

grupos y para consolidar los grupos mediante la constitución de asociaciones

voluntarias”, es decir, “una fuerte tendencia de la vida” (p. 44).

Las actividades y sentimientos de las personas, es decir, las materias que llenan la vida;

aunque no son de índole social, como lo señala Simmel (2002) “esto lo llamo el contenido

en cierto modo la materia de la socialización” (p.78).

Pero acciones como el hambre o el amor, no simbolizan la socialización, sin embargo,

pronuncian la aproximación de sujetos desolados al ser con los otros y para los otros. Tal

lo señala Simmel (2002) “por tanto, la socialización es la forma que se realiza de

incontables maneras diferentes en las que va creciendo la unión de los individuos en razón

de aquellos intereses sensitivos o ideales, momentáneos o duraderos, conscientes o

inconscientes” (p.79).

A este conjunto de contenidos se emplea un modo de situación espiritual con una

consideración de gran alcance. Como ratifica Simmel (2002): “Si las circunstancias y

necesidades prácticas llevan a los seres humanos a elaborar el material de la vida, resulta

que aquellos intereses se elevan de manera peculiar sobre el servicio a la vida, se produce

una autonomización de esas energías” (p. 79). A partir de ese momento, por así decirlo,

son autónomas, y así todo conocimiento se considera un medio en la disputa por la

existencia. Pero la ciencia como indica Simmel (2002): “significa, en cambio, que el

conocer ya no se presta a estos esfuerzos prácticos, sino que se ha convertido en un valor


propio, que escoge por sí mismo sus objetos, y no pregunta más allá de su propia

perfección” (p. 79). Aunque cuando se presenta la autonomización en estas formas, señala

Simmel, “surge el arte” (p. 80).

En el campo del derecho, esto da paso a su esencia, que desde la existencia de la sociedad

aparecen formas de conducta individuales. Que, como expone Simmel (2002) “una vez

ya originado el derecho, este ya no es el sentido de su realización; porque entonces estas

conductas solo se producen porque son “justas”, con indiferencia de la vida que gerenó,

domino y hasta el fiat justicia, pereat mundus” (p. 80). Entonces se podría decir que, el

comportamiento entrelazado al derecho, radica en la finalidad de la vida social, pero como

exhibe Simmel (2002) “el derecho en su pureza no tiene una finalidad, porque ya no es

medio, sino que determina por sí mismo y sin legitimación por una instancia superior

cómo se ha de conformar la materia de la vida” (p. 80). Asimismo, indica Simmel, se

genera lo que llamamos “juego”. De esta manera Simmel (2002) menciona que “las

fuerzas, penurias e impulsos producen nuestro comportamiento que son adecuadas para

ésta, que luego se convierten como un juego, en contenidos y estimulos independientes.

Todo esto se sustrae así del flujo de la vida” (p. 81). Como ya se sustrae de la vida y es

una autonomización, éste puede seleccionar y decidir por sí mismo como puede

representarse en su naturaleza, así apunta Simmel (2002) “De este modo, el juego

adquiere su carácter alegre, pero también aquel significado simbólico que lo diferencia

de cualquier simple diversión. Aquí se encuentra lo que justifica la analogía entre arte y

juego” (p. 81).

También podría gustarte