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CURSO DE LITURGIA

ESPECIALIDAD DE LITURGIA I

Plan de Formación de Laicos

Servicio Diocesano de Formación del Laicado

Diócesis de Bilbao

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Parte Histórica

Capitulo 1

La Liturgia cristiana en sus primeros siglos

La liturgia cristiana en el NT.

La primitiva liturgia cristiana

La Liturgia cristiana primitiva (s. II y III)

Las primeras inculturaciones

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Capitulo 2

La Liturgia cristiana hasta el Movimiento litúrgico

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Capitulo 3
El Movimiento litúrgico y el Vaticano II

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Parte teológica y expresiva

Capitulo 4

Naturaleza de la Liturgia

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Capitulo 5

La celebración

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Capítulo 6

Carácter simbólico de la Liturgia

Un poco de historia

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Capítulo 7

La asamblea

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Capítulo 8

La participación en la liturgia

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Capítulo 9

Dios nos habla en la celebración


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Capítulo 10

El pueblo responde con la oración

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Capítulo 11

El pueblo responde con el canto

Especialidad: Liturgia I

Indice general

PARTE HISTÓRICA:

1. La Liturgia cristiana en sus primeros siglos

2. La Liturgia cristiana hasta el Movimiento Litúrgico

3. El Movimiento Litúrgico y el Concilio Vaticano II

PARTE TEOLÓGICA Y EXPRESIVA:

4. Naturaleza de la Liturgia

5. La celebración.
6. Carácter simbólico de la liturgia.

7. La asamblea

8. La participación en la Liturgia

9. Dios nos habla en la celebración.

10. El pueblo responde a Dios con la oración

11. El pueblo responde a Dios con el canto

12. El Año litúrgico

13. El lugar de la celebración

PARTE EUCARÍSTICA:

14. Comer y beber juntos. Ritos iniciales

15. Liturgia de la Palabra

16. Liturgia de la Eucaristía (1)

17. Liturgia de la Eucaristía (II)

1 8. Liturgia de la Eucaristía (III). Ritos finales

19. Celebraciones Dominicales en ausencia de Presbítero

20. Ejes teológicos de la Liturgia

PARTE PASTORAL

21. La pastoral litúrgica

22. Los sacramentos

23. La pastoral de los sacramentos

24. Liturgia y espiritualidad cristiana


Introducción general

El índice nos ha dado ya una visión general del contenido que vamos a estudiar en este
curso de liturgia.

Es conveniente un repaso a la historia no sólo porque es la maestra de la vida, sino


porque nos da idea de la relatividad de muchas formas litúrgicas: Un mismo contenido,
una misma experiencia o una sola fe se puede expresar y de hecho se ha expresado de
muchas formas distintas.

Una vez estudiada la historia, abordaremos la parte teológica. La teología es el


contenido de la liturgia. La parte más apreciada de ella. Es el mismo Dios realizando o
actualizando su plan en y por la liturgia. Lo analizamos en dos capítulos. Ahora bien,
esto no quiere decir que en dos capítulos se dé toda la riqueza de la liturgia.

La tercera parte, la expresiva que viene a continuación, es también teológica, lo mismo


que la naturaleza humana de Jesucristo es teología. La encarnación es necesaria en la
economía de Dios. Así ocurre con la parte expresiva de la liturgia, es necesaria para que
la salvación de Dios se actualice aquí y ahora y se haga significativa para los que somos
de carne y hueso. Al final de esta parte expresiva, hemos colocado dos capítulos sobre
"Las Celebraciones Dominicales en ausencia del Presbítero", tan necesarias en nuestra
Iglesia.

A continuación, viene una parte llamada eucarística. Como lo dice el mismo nombre,
analiza la Eucaristía y sus partes. Se ha puesto porque es el modelo de toda celebración
cristiana; como dice el concilio Vaticano II, es cima y fuente de la vida cristiana, cima y
fuente de toda celebración.

Los sacramentos se han colocado después, para pensar sobre ellos. Hoy día, uno de los
problemas mayores con se enfrenta la Iglesia es la celebración de los sacramentos: Se
han convertido, en muchos casos, en costumbre social, se han introducido en nuestra
cultura. Sin embargo siguen siendo expresiones de fe, no de una cultura.

Al final, se han añadido varios capítulos: uno sobre la pastoral litúrgica, otro sobre la
espiritualidad.

Siglas

Las siglas se forman con las letras primeras de la primeras palabras del documento,
pero del texto en latín. Por ejemplo: el documento sobre liturgia se cita con SC porque
dicho documento empieza así: "Sacrosanctum Concilium...”
AT - Antiguo Testamento

CEC - Catecismo de la Iglesia Universal (1992)

CIC - Código de Derecho Canónico (1983)

DV - Dei Verbum. Vaticano II sobre la Revelación (1965)

EM - Instrucción Eucharísticum Mysterium (1967)

IGMR - Ordenación General del Misal Romano (1970)

LG - Lumen Gentium. Vaticano II sobre la Iglesia (1964)

MD - Mediator Dei. Encíclica de Pío XII sobre liturgia (1947)

MS - Instrucción Musicam Sacram (1967)

NT - Nuevo Testamento

OLM - Ordenación de las Lecturas de la Misa (1981)

PO - Presbyterorum Ordinis: Vaticano II, sobre el sacerdocio

RB - Ritual del Bautismo de niños (1970)

RC - Ritual de la Confirmación (1976)

RICA - Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (1976)

RP - Ritual de la Penitencia (1975)

SC - Sacrosanctum Concilium; Vaticano II, de liturgia (1963)

Parte Histórica

Introducción

"La liturgia consta de una parte que es inmutable, por ser de institución divina, y de
otras partes sujetas a cambio, que en decurso del tiempo pueden y aun deben variar, si
es que en ellas se hayan introducido elementos que no responden tan bien a la
naturaleza íntima de la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados" (SC 21).
En el diálogo de Jesús con la Samaritana, hay una frase que hemos de tener en cuenta al
empezar el estudio de la liturgia, para ver el sentido profundo de la liturgia cristiana en
medio de todas las expresiones distintas que se han dado a través de los siglos. A su vez,
es el punto de mira que debe juzgar todas las expresiones o realizaciones litúrgicas.

La samaritana le hace a Jesús una pregunta típicamente "ritualista": "Nuestros padres


dieron culto en este monte, y vosotros (los judíos) decís que el sitio donde se debe dar
culto está en Jerusalén" (Jn 4, 20).

Jesús, sin embargo, le da una respuesta que supera las prescripciones meramente
externas y rituales: "Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto
verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto
así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad" (Jn 4, 21-
24). La respuesta de Jesús aclara el sentido total y profundo de la liturgia.

Adorar a Dios en espíritu y verdad quiere decir poner el centro del culto no en el
cumplimiento minucioso de una serie de normas externas sino en el ofrecimiento
interno del amor y la obediencia a Dios. Los hombres y mujeres dan culto a Dios en la
medida en que hacen de sus vidas una ofrenda, una entrega de amor al Padre
cumpliendo su voluntad.

Jesús mismo hizo consistir su culto en el cumplimiento de la voluntad del Padre:

"Cuando Cristo entró en el mundo, dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me


has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo
dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, ¡Oh Dios!, para hacer tu voluntad" (Hb
10, 5-6).

La vida entera de Jesús fue un acto de culto y adoración. Esta vida es vida
verdaderamente litúrgica.

Ahora bien el culto en "espíritu y verdad" (Jn 4, 24) no quiere decir que no haya de
tener unas manifestaciones externas de tipo simbólico y ritual. Si no las tuviera, le
faltaría una dimensión irrenunciable de la manera de ser de los hombres. "Es
característico de la Iglesia (y de la Liturgia) ser, a la vez, humana y divina, visible y
dotada de elementos invisibles" (SC 2). Ahora bien, lo humano, lo visible ha de estar
ordenado y expresado de tal manera que lleve a lo divino y a lo invisible. "Los textos y
los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas
que significan" (SC 21).

Por esto, Cristo mismo quiso que el ofrecimiento total de su vida fuese re-actualizado a
través del rito exterior de la cena eucarística:

"Haced esto en memoria mía" (Lc 22, 20). Desde que los primeros cristianos plasmaron
esto de una forma concreta comenzó la historia de la celebración litúrgica, es decir, la
historia de la liturgia.

Iniciamos el estudio de la liturgia por la parte histórica por estas razones:


1.- Porque la liturgia ha sido considerada como un todo intocable, como una realidad
fija e inalterable para todos los tiempos. Y, naturalmente, la historia se encarga deshacer
esta concepción de la liturgia. La liturgia se ha ido formando lentamente, no nació
organizada y completa. "Hay partes que pueden y deben variar"(SC 21)

2.- Porque hay otros que consideran la liturgia totalmente cambiable. Sin embargo, la
liturgia tiene unos elementos intocables. La historia nos enseñará que la liturgia tiene
una estructura general y unos elementos (palabra de Dios, asamblea, memorial, etc.) que
han permanecido inalterables a través de los tiempos."Consta de una parte que es
inalterable, por ser de institución divina" (SC 21).

3.- También nos enseñará la historia que no todos los cambios y/o adaptaciones que se
han producido a través de la historia han sido para expresar mejor la realidad o el
sentido de la celebración o de sus partes. Es decir, ha habido muchos cambios que han
sido a peor. Por ello el Concilio Vaticano II dice "la santa madre Iglesia desea proveer
con solicitud a una reforma general de la misma liturgia,... (porque) se han introducido
elementos que no responden tan bien a la naturaleza íntima de la misma liturgia o han
llegado a ser menos apropiados" (SC 1).

Dedicamos a esta parte histórica tres capítulos. En estos tres capítulos tratamos las ocho
grandes épocas de la historia de la liturgia. Al final, añadiremos un nuevo apartado
mirando al futuro.

Cada época está dividida de esta forma:

· Una parte donde se expone la cultura predominante de la época;

· Otra, donde se constatan los hechos más sobresalientes de la liturgia, y

· La tercera, donde analizaremos las consecuencia de las adaptaciones realizadas.

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Ir a: La liturgia cristiana primitiva: (s. II y III)


Ir a: La Liturgia cristiana primitiva (s. II y III)

Ir a: Las primeras inculturaciones (s IV.V)

Exclusivamente para uso privado. Prohibida la reproducción

Capítulo 1

La Liturgia Cristiana en sus primeros siglos

Índice

Relación entre cultura y liturgia

1. La liturgia cristiana en el NT:

Cultura de la época

- Influencia del judaísmo

- Huellas del judaísmo

Formas cultuales cristianas

Líneas de fuerza:

- Originalidad del culto cristiano

- Jesús ante el culto

- Fundamento del nuevo culto


- La vida como culto

RESUMIENDO

2. La primitiva liturgia cristiana (s. II-III):

Cultura de la época

Formas cultuales cristianas

Líneas de fuerza

3. Las primeras inculturaciones (s. IV-V):

Cultura de la época

Formas cultuales cristianas:

- Familias litúrgicas

Líneas de tuerza

Cuestionario

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Relación entre cultura y liturgia

Lo mismo que Dios se ha acomodado al ser humano, es decir, se ha encarnado y ha


hablado al modo humano para que éste le entendiera, así también los apóstoles tuvieron
que acomodar el mensaje evangélico al hombre concreto.

Siguiendo el ejemplo de Cristo, que se encarnó en un pueblo y en una cultura, para


evangelizar esa misma cultura, discernir críticamente sus valores, y desde ella ser
salvador de todos los pueblos y culturas, las distintas generaciones han tenido que
realizar, más o menos conscientemente, un proceso de inculturación.

La Iglesia ha utilizado la palabra inculturación para designar de una forma más precisa,
"la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas y al mismo tiempo la
introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia".
Lo que se celebra es la fe, pero la celebran personas concretas, personas que en todo el
mundo y en distintas generaciones tienen distinta cultura. Así se produce la interrelación
entre cultura y liturgia.

Por una parte, la fe "forma", la mentalidad y las manifestaciones litúrgicas de tales


personas, pero, al mismo tiempo, estas personas concretas, con una cultura concreta,
influyen en la manifestación de la fe. "Toda la liturgia se realiza por signos sensibles
con los que la fe se alimenta, se robustece y se expresa" (IGMR 5).

La historia es maestra, aclara ideas, relativiza mitos y convicciones apresuradas, nos


hace más sabios y más libres, sugiere caminos que ya recorrieron, con éxito o con
fracaso, las generaciones anteriores, también ellas amantes de la liturgia y de la
encarnación, también ellas muy modernas y pastorales, cada una en su tiempo. Ahora
bien, no es fácil la lectura de la historia. Las evoluciones históricas no suelen suceder
conforme a un programa premeditado, sino por influjo de muchos factores socio-
culturales además de los factores internos de la vida eclesial.

Por eso, la comunidad apostólica y los primeros siglos son el modelo de identificación,
y el punto de arranque para las sucesivas generaciones de creyentes.

Inicio

1. La liturgia cristiana en el NT

1. Cultura de esta época

El "humus" sobre el que se han edificado la experiencia y el culto cristiano es el mundo


judío. Veamos las características de esta experiencia y culto judío:

- Religión cósmica y religión histórica. Las religiones circundantes del mundo judío
son religiones de la naturaleza y su culto es manifestación ritual del mito del eterno
retorno, del incesante morir-renacer del cosmos.

La relación entre Dios y el hombre se basan en que Dios es el creador, el dominador, el


soberano y el hombre criatura, súbdito y servidor. Esta concepción tiene su expresión en
el culto: se da culto con la finalidad de aplacar y "ganarse" a Dios. Sin embargo, la
religiosidad bíblica es histórica. Reconoce a Dios creador, pero está fundamentada
básicamente en unos acontecimientos históricos salvadores. En estos acontecimientos
salvadores se ve a Dios como Padre, Salvador y Amor y al hombre es hijo salvado y
amado. Esta concepción tan distinta de la anterior también se refleja en el culto. Este
culto tiene la finalidad de agradecer y de actualizar.

- Reinterpretación. Llamamos reinterpretación a vivir el culto como memorial. El culto


cristiano celebra acciones anteriores de Dios, que se actualizan porque son memoria o
memorial.

Aunque las formas externas del culto judío no se diferenciarán externamente mucho de
las otras religiones, el significado de ellas será totalmente distinto. Así las fiestas del
año, sobre todo la pascua, adquirirán una nueva significación: serán memorial.

La pascua es la fiesta y celebración (memorial) de un acto liberador y salvador. Ya


analizaremos lo que es el memorial.

La berakah. Es la, expresión de esta nueva forma de ver la relación (oración) con Dios.
Berakah es una palabra hebrea que significa bendición. Designa cualquier oración que
empiece o termine con esta palabra ("Bendito sea el Señor"). Es la forma típica de la
oración del pueblo de Israel. Su estructura tiene dos partes:

a) la fórmula "Bendito sea Yahvé" y

b) el decir los motivos de la alabanza: las obras realizadas por Dios en favor de su
pueblo.

La oración que dice el sacerdote en la presentación del pan y del vino. La Plegaria
Eucarística son una berakah. Analizaremos esta forma de orar al hablar de la oración
litúrgica capítulo 10.

- Culto y vida. El culto judío está íntimamente unido a la vida. El culto integral
presupone una atenta escucha de la palabra de Dios y una prolongación en la práctica
diaria. El culto es diálogo: Dios habla de su salvación y el pueblo responde con oración
y vida. En el momento de la ruptura de estas dos realidades Dios hará surgir a los
profetas. El culto verdadero es, según los profetas, cuidar de la viuda y del huérfano.
Unión que no existía en las religiones no judías.

- Escatología. El culto de Israel, memorial de lo realizado por Dios en otros tiempos,


contiene un movimiento de esperanza. El culto judío invita a esperar de Dios unos
nuevos actos salvadores. Hasta los momentos más oscuros de la historia del pueblo, el
culto, mientras evoca la experiencia liberadora del Éxodo, invita y convoca a esperar un
nuevo Éxodo.
Este es el "humus" (ambiente) religioso y cultural que existía al comienzo del
cristianismo y que fue asumido totalmente por Cristo y la primera comunidad cristiana.

Influencia del judaísmo

No analizaremos ahora la actitud de Jesús ante el culto, sino las formas cultuales que
aparecen en el NT. El culto necesita de signos y símbolos. La fe también. De hecho,
vemos a las comunidades primitivas celebrando reunidas en asamblea celebrando con
ritos.

Los libros del NT no contienen ninguna descripción completa de cómo era la liturgia de
las primeras comunidades cristianas, pero a través de una serie de alusiones e
indicaciones, podemos formarnos una buena idea de sus características principales.

Los apóstoles no crearon una liturgia totalmente nueva, sino que expresaron el nuevo
culto, "en espíritu y verdad", en formas litúrgicas del judaísmo. Es decir, copiaron las
formas externas del culto judío. Por esto, las formas externas del culto cristiano se
parecen a las judías. Pero, en el significado profundo, hay distanciamiento, incluso,
ruptura.

La Iglesia primitiva continuó unida al Templo, pero esta unión afectaba sólo a la
oración y á la predicación. No participaban en la ofrenda de los sacrificios rituales,
porque tenían claro que la muerte y la resurrección de Jesús había abolido los sacrificios
del AT. Pero esta unión con el Templo duró hasta la primera persecución contra los
cristianos de Jerusalén (Hch 7, 54-8, 3).

Huellas del judaísmo

Las huellas concretas del judaísmo son importantes en nuestra liturgia. Enumeramos
éstas:

· la estructura de la liturgia de la Palabra, con lecturas de la Biblia, canto de salmos


y explicación homilética,

· la forma de la Plegaria Eucarística, igual a la berakah,

· las peticiones de la oración de los fieles,

· el ritmo semanal de la reunión litúrgica, con el traslado del sábado al domingo,

· el Santo de la Plegaria Eucaristía, que proviene de la oración judía de la mañana,


· muchas aclamaciones, como "Amén, "Aleluya", "Hosanna".

Como muestra de esta gran influencia transcribimos la Plegaria Eucarística contenida


en la Didajé, documento contemporáneo de algunos escritos del NT. La plegaria es
cristiana por el contenido, pero claramente judía en cuanto a la forma. Vemos la parte
después de la comunión. En esta época la Eucaristía está unida a la comida. Es decir,
dentro de la Eucaristía, se come, se leen las lecturas y se celebra la Eucaristía o Misa.

"Después de haberos saciado, dad gracias de esta manera:

Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre, que hiciste descender a nuestros
corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad, que nos diste a conocer por
Jesús, tu siervo.

A ti la gloria por los siglos.

Tú, Señor todopoderoso, creaste todas las cosas a causa de tu nombre, diste comida y
bebida a los hombres para su provecho, a fin de que te den gracias; y a nosotros nos
hiciste el don de la comida y bebida espirituales y de la vida por los siglos, por medio de
Jesús, tu siervo.

Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia: líbrala de todo mal, llévala a la perfección en tu amor y,


santificada, reúnela de los cuatro vientos en el reino que le has preparado. Porque tuyo
es el poder y la gloria por los siglos. Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al
Dios de David. El que sea santo, que venga. El que no lo sea, que se convierta.
Maranatha. Amén. A los profetas permitidles que den gracias cuantas quieran. (Didakké,
X). Publicado por Cuadernos Phase, n0 75. Centre de Pastoral litúrgica, Barcelona,
1996.

Inicio

2.- Formas cultuales cristianas

De todos modos, las primeras comunidades cristianas estructuraron también sus


celebraciones. Formas cultuales primitivas:
- El Bautismo. Es el rito de introducirse en la asamblea. Se hace en el nombre del
Señor Jesús. Llegó a ser muy pronto un elemento básico. Carecemos de datos para saber
cuándo, cómo y dónde surgió el bautismo cristiano. En cuanto a su expresión ritual no
difiere del bautismo de Juan. Pero, en cuanto a su contenido es una creación cristiana. El
libro de los Hechos nos ofrece los tres pasos básicos del proceso para el bautismo:
evangelización, fe y rito bautismal. (Hch 2, 24: 8,12:18, 8).

- La enseñanza de los apóstoles. La asambleas litúrgicas comenzaban con una Didajé


(enseñanza). En Troas es la palabra del apóstol la que resuena en la celebración (Hch 20
7ss). Otras veces la palabra escrita constituye la primera parte de la reunión (Rm 16, 16;
1 Co 16, 20; 2 Cor 13, 12; 1 Tes 5, 26; 1 Pe 5, 14). Esta Didajé comprende el recuerdo
de las palabras y de las acciones de Jesús.

- La fracción del pan. Es el punto culminante de la asamblea litúrgica. El nombre de


cena del Señor (1 Co 11, 20) indica que, en Corinto, la Eucaristía se celebraba por la
tarde y al final de una comida. En principio, en la cena judía, el rito del pan y de la copa
iban separados por la cena. Sin embargo, posiblemente dentro de los diez primeros años,
ambos ritos se unieron y se colocaron al final de la comida. Para J. Jeremías, la
designación de la cena del Señor como "fracción del pan" surgió como consecuencia de
la separación entre Eucaristía y comida propiamente tal. Hacia el año 150.

- La imposición de manos. Desde el inicio los apóstoles utilizaron el gesto de la


imposición de manos para significar la comunicación del Espíritu a los bautizados. "Les
impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo" (Hch 8, 17).

- Las oraciones. El libro de los Hechos de los Apóstoles menciona tres momentos de
oración:

la hora nona, hora del sacrificio de la tarde (Hch 3,1);

la sexta o mediodía (Hch 10, 9);

la tercia la hora del sacrificio de la mañana (Hch 2,1). Ya a finales del s. I se prescribe
que esta triple oración se haga con el padrenuestro.

- El Día del Señor. Los Evangelios y los demás escritos del NT destacan la importancia
de este día: la resurrección del Señor, sus apariciones, la venida del Espíritu Santo
tienen lugar el primer día de la semana. El domingo se convierte en el día del Señor (Ap
1, 10), que se hace presente en la comunidad. La presencia del Señor se manifiesta a
través de signos: se manifiesta en la asamblea de los hermanos, en los presidentes de la
comunidad, en el pan y el vino, en la Palabra.

Después de enumerar las formas litúrgicas, podemos avanzar algo más y hacernos una
idea muy aproximada de las celebraciones litúrgicas:

- La Liturgia de la Palabra fue un elemento esencial de las reuniones de los cristianos.


Toman como base la lectura de la Ley, los Profetas, el canto de los salmos y el
Evangelio (contado al principio y leído más tarde). En esta parte de la celebración
toman fuerza estos elementos:

- el comentario u homilía (conversación con preguntas y respuestas)

- las cartas escritas por los apóstoles, que son leídas en la reunión litúrgica;

- oraciones como el Padrenuestro, fórmulas elaboradas por Pablo, composiciones


espontáneas de la comunidad (Cf Hch 4, 24-30)

- La Cena del Señor. Eran conscientes que obedecían al mandato del Señor de perpetuar
su "memoria". Aunque no sabemos con precisión cómo era, si era una verdadera cena,
con la bendición y distribución del pan antes de la comida y la bendición y distribución
de la copa del vino, al final. Más adelante se suprimió la cena y las dos bendiciones se
fundieron en una sola. Veamos en una esquema esta fusión:

Cena judía de los sábados


La Cena del Señor

Lucernario
Lecturas

Oración de fieles

Beso de la paz

Primer cáliz

Pan:

· presentación,

· bendición,

· fracción,

· comunión.
Presentación del pan y del vino,

Plegaria Eucarística,

Fracción

Comida comunitaria
Comida comunitaria

Segundo cáliz:

· presentación

· tres bendiciones

· comunión del cáliz

comunión

En un momento unieron las presentaciones del pan y del vino y nació lo que antes se
llamaba el ofertorio y ahora presentación del pan y del vino. En otro momento se
unieron las bendiciones del pan y del vino y nació la Plegaria Eucarística o canon. Este
esquema lo tienen todas las liturgias cristianas. El primer testimonio de ello es san
Justino (100-150).

3.- Líneas de fuerza

En este tercer punto de esta época (Liturgia cristiana en el NT) analizaremos lo más
característico de la época. Miraremos la originalidad del culto cristiano, que se
fundamenta en la actitud de Jesús ante el culto; el fundamento del nuevo culto; y en la
vida culto.
a) Originalidad del culto cristiano

La liturgia cristiana se diferencia de la judía, en la misma proporción en que el


cristianismo se diferencia del judaísmo.

Queriendo ver en el Evangelio lo original que tiene la liturgia cristiana, lo primero que
nos sorprende es una especie de "anticultualidad", una actitud de distanciamiento o de
ruptura respeto a las del judaísmo, hay una intención de fondo que trata de expresar con
fuerza la presencia de una realidad nueva.

Las manifestaciones de esta intención se dan a conocer en:

- la utilización deliberada de tiempos y espacios "no-sagrados" para las celebraciones


propias de la asamblea cristiana (la “fracción del pan" o la "cena del Señor" se celebraba
en casas), y

- el uso y aplicación especial del vocabulario cultual. Se evitan términos técnicamente


cultuales (como sacerdote, sacrificio, etc.) en el ámbito propiamente cristiano. Más
tarde (en la carta a los Hebreos), cuando ya no existe el peligro de malinterpretarlos y
hablando a los hebreos se usarán estos términos.

Por eso, vamos a decir dos palabras sobre la actitud de Jesús ante el tema del culto.

b) Jesús ante el culto

Jesús de Nazaret vive y actúa dentro del sistema cultual de su pueblo. Frecuenta la
sinagoga los sábados, "como era su costumbre" (Lc 4, 16; Mc 1, 21-39; 3, 1-6; 6, 2;
etc.); participa también en el culto del templo en las fiestas anuales de peregrinación (Lc
2, 41-42; Jn 2, 13; 5, 1; etc.).

Pero quebranta con frecuencia ese orden cultual, manifestando su libertad soberana
sobre él (sobre el sábado, Mc 2, 23-28; sobre los ritos de purificación, Mc 7, 1).

La razón de este comportamiento está en querer dar a conocer que Dios si se hace
presente en el acto cultal es para liberar. Por esto, en las comidas habituales hace
presente la acogida y el perdón de Dios, sin ningún rito ni liturgia penitencial.

Se coloca en la línea profética con una voluntad claramente reformadora del culto (en
Mc 11, 15-17 y paralelos remite a Is 56, 7 y Jer 7, 3-11). Recuerda y pone al descubierto
que el valor, o la nulidad del culto dependen del amor y el perdón al hermano (Mt 5, 23-
24). Afirma con satisfacción que el amor; al prójimo vale más que todos los holocaustos
y sacrificios (Mc 12, 33). Ataca a los fariseos por no haber comprendido este
principio fundamental: “misericordia quiero y no sacrificios" (Mt 9, 13; 12, 7). Y,
como hemos dicho anteriormente, proclama un culto en espíritu y verdad. (Jn 4, 20-24).
En vísperas de su muerte, al declarar la destrucción del templo, anuncia el fin de todo
tipo del culto sacrificial, basado en un intercambio comercial con Dios. (Mc 1, 15-17;
Mt 21, 12-17; Lc 19, 45-48; Jn 2, 14-17). Ya no daremos culto a Dios para que él nos,
sea propicio, sino porque su muerte nos ha salvado y una vez, salvados, damos gloria a
Dios. Ya somos capaces de glorificar o dar culto a Dios.

C) Fundamento del nuevo culto

Así como la profesión de fe judía confiesa "el Señor, nuestro Dios, es el único Señor",
la comunidad cristiana primitiva aclama que "Jesús es Señor" (Flp 2, 11). Por eso el
culto cristiano a Dios se realiza ahora "en Cristo Jesús".

Es verdad que la primitiva comunidad cristiana no rompe en un primer momento con el


templo, pero introduce una clave nueva: el evangelio es el fundamento del culto
cristiano. Todos los escritos del NT están imbuidos por estas dos afirmaciones:

1.- Jesús, el crucificado, ha sido resucitado por Dios. Y todo lo que desde ahora pueda
merecer el nombre de culto, está marcado por ese acontecimiento, que Dios ha
realizado en favor de los hombres.

2.- El que ha sido resucitado, es el crucificado, aquel que ha sido ajusticiado "según la
ley". Luego, la ley, el comportamiento cultual, por sí mismo, es incapaz de obrar la
salvación y carece de valor.

Una vez aclarados y aceptados estos dos principios, le son aplicados a Cristo los
términos cultuales del AT: templo, sumo sacerdote, mediador, sacrificio, Cordero de
sacrificio, etc. Este nuevo lenguaje cultual nos hace ver que desde ahora es Cristo la
realidad íntima y perenne, de la celebración litúrgica, y que en consecuencia la liturgia
es el ejercicio de la fe, y la manifestación de Cristo.

d) La vida como culto

En el NT las expresiones cultuales son empleadas para designar las acciones y los
dones del Espíritu. ¿Por qué? Porque la existencia del creyente, vivida en fidelidad al
Espíritu de Cristo, puede llegar a convertirse en "culto espiritual”, en el culto perfecto
de los últimos tiempos:

"Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos
como víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual" (Rm 12, 1
ss).
Pablo invita a un culto nuevo: es la liturgia de la vida el culto secular de la existencia
presente en el mundo. Por otro lado, Pablo ve su ministerio apostólico como si fuera
realizar una tarea litúrgica (Rm 15, 16). Para Pedro las categorías cultuales
fundamentales (templo, sacerdocio y ofrenda sacrificial) son re-interpretadas y vistas
según una nueva identidad "por mediación de Cristo". "También vosotros, como piedras
vivas, vais construyendo un templo espiritual dedicado a un sacerdocio santo, para
ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales, agradables a Dios" (1 Pe2, 5).

Este culto es el definitivo, realizado en la vida diaria en el mundo, bajo la presencia


dinamizadora del Espíritu, y suscitado por el acontecimiento Jesús.

Resumiendo

Todas las manifestaciones cultuales o litúrgicas; que hemos señalado en la segunda


parte de este apartado, debemos mirar y verlas desde este sentido: Cristo ha realizado en
su vida lo que predecían los antiguos sacrificios. Y ahora el culto cristiano o, liturgia
cristiana es la realización (actualización) de lo que Cristo realizó una vez por todas.

Este hecho cambia totalmente el sentido del culto judío: es Cristo el que se ofrece y a
nosotros nos acepta en su ofrecimiento. El verdadero autor del culto no somos nosotros.
Es Cristo. Lo que da valor al culto no somos nosotros, ni nuestra buena disposición. El
valor del culto le viene dado por Cristo.

Sin este principio existe también un peligro: el peligro de entender el culto cristiano tal
como se entendía el culto judío o pagano. Muchos de nuestros mayores siguen
entendiendo el culto como relación comercial con Dios: "Yo le ofrezco para que me dé".

Por tanto, nuestro culto es unirnos al culto de Jesús; nuestra liturgia es la misma
liturgia de Jesús. Dicho de otra forma: nuestro ofrecimiento es unirnos al ofrecimiento
de Jesús, nuestra vida, la diaria y la de la celebración, es la vida de Jesús.

Comparando el culto judío y el cristiano vemos unas semejanzas y unas diferencias:

· Semejanzas: Muchas formar externas: la reunión semanal, la importancia de la Palabra


en la reunión, todo el AT, los salmos como oración diaria, las oraciones de la mañana y
de la tarde, el ser memorial, etc. Casi todo lo externo.

· Diferencias: Nuestro memorial es Cristo, es el origen y el final del culto cristiano, sin
él no tiene ningún sentido el culto, Él es el mediador entre Dios y nosotros, todo lo
hacemos con él, por él y en él.
2. La Liturgia cristiana primitiva (s. II y III)

1.- Ambiente cultural y religioso

Es una época de transición de cambio y de búsqueda. La Iglesia va adentrándose en el


mundo grecorromano. Las comunidades cristianas se van afirmando en su propia
originalidad; sin embargo, en este periodo (años 70-140) el desarrollo es más palpable
en la vida interna de la Iglesia, que en su configuración externa. Perviven las formas del
pensamiento judeo-cristiano.

En las fronteras del judaísmo y el cristianismo se multiplican las sectas gnósticas,


(Gnosticismo: es una doctrina según la cual la salvación del hombre consiste en el
conocimiento de sí mismo, gnosis. Excluye la voluntad y el ser corpóreo de la persona
humana ), que toman formas litúrgicas del cristianismo y del paganismo. Estas sectas se
introdujeron en algunos cristianos y ponían en peligro la identidad cristiana. Aunque
durante las primeras décadas la Iglesia no aparece como una realidad sociológica capaz
de plantear problemas al imperio romano, pronto atrae la atención y suscita una actitud
de repulsa.

Al entrar en el siglo II nos encontramos ya con comunidades cristianas más numerosas,


extendidas a los largo y ancho del imperio. Sobre todo, presentes en las ciudades más
importantes de la actividad económica, política, cultural y religiosa de aquel tiempo,
algunos tan influyentes como Antioquia, Corinto, Efeso, Atenas, Roma, y algo más
tarde Cartago y Alejandría. Esto conlleva nuevas tareas. Los cristianos tratan de infundir
un espíritu nuevo a los usos y costumbres de la sociedad; pero se plantea el problema de
saber qué debe conservar y qué rechazar. Esta labor lo harán los grandes pedagogos.
Clemente de Alejandría y Tertuliano.

Es conocido este texto del siglo II perteneciente a la Carta escrita a Diogneto. "Los
cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por
sus costumbres... dan muestras de un tenor peculiar de conducta admirable y, por
confesión de todos, sorprendente. Toman parte en todo como ciudadanos, y todo lo
soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria tierra
extraña... Están en la carne, pero no viven según la carne... A todos aman y por todos
son perseguidos. Se les desconoce y se les condena. Se les mata y en ello se les da la
vida. Son pobres y enriquecen a todos. Carecen de todo y abundan en todo".

En el siglo III hay dos largos períodos de paz entre persecuciones, que posibilitan una
fuerte acción evangelizadora y una firmeza en su organización interna. A finales del
siglo III aumenta en número de adeptos y su prestigio; pasa a ser la máxima fuerza
espiritual del imperio; se hace presente en ambientes nuevos y miembros de la clase
dirigente se convierten a la fe cristiana. Pero, aunque aumente el número no así la
calidad.
2.- Formas cultuales cristianas

Las descripciones más importantes de la celebración eucarística de aquella época se


encuentran en la Primera Apología de san Justino (S. Justino fue un laico del s. II.
Escribió esta obra entre los años 148-150)) y en la Tradición Apostólica de Hipólito de
Roma (Hipólito. Presbítero de Roma. Su obra la escribió hacia el año 220). Son
importantes también la Didascalia de los Apóstoles (Obra escrita en Siria hacia el año
250. El título de los Apóstoles es para darle autoridad) y las Constituciones de los
Apóstoles (Escrita en Oriente el añ0 380. Es algo arrianizante).

He aquí los elementos que llaman la atención por su importancia:

· Comunidad cristiana local. Uno de los elementos que llama la atención es la


importancia que tiene la comunidad cristiana local (lo que hoy llamaríamos "Iglesia
particular"), que en cada sitio es única. Cada cristiano pertenece a una de éstas, en cuya
vida y culto participa de manera plena. La unidad de la comunidad local aparece de una
manera especial en la reunión litúrgica de cada domingo, que es deliberadamente única.

· Eucaristía. La obra de San Justino ya nos muestra todos los elementos esenciales de
la misa: Lecturas, homilía, oración de los fieles, beso de paz, presentación de ofrendas,
Plegaria eucarística Trinitaria, el Amén y la comunión. En la obra de Hipólito aparece el
diálogo del prefacio y una Plegaria Eucarística con todos sus elementos, presentada más
como modelo que como fórmula fija.

"El día llamado del Sol, se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o
en el campo, y se leen en ella, en la medida en que el tiempo lo permite, los recuerdos
de los apóstoles o los escritos de los profetas.

Después que el lector ha terminado, el presidente toma la palabra y nos exhorta e invita
a imitar estos bellos ejemplos.

A continuación nos levantamos todos juntos y elevamos nuestras preces.

Una vez acabadas, se presenta pan y vino y agua.

Y el presidente, según sus fuerzas, (su capacidad) eleva también plegarias y acciones de
gracias.

Y todo el pueblo aclama diciendo: Amén.


Después viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos
"eucaristizados ', y también se envía a los ausentes por medio de los diáconos.

Los que tienen suficiencia de bienes dan voluntariamente la cantidad que quieren, y lo
que se recoge se pone en manos del que preside, para que él lo distribuya en ayuda de
los huérfanos, de las viudas, de los que pasan necesidad por enfermedad u otros
motivos; también en ayuda de los presos, de los extranjeros que vienen de lejos, y para
que socorra, en una palabra, a todos los indigentes" (San Justino).

Otro texto, esta vez de Hipólito: "Que los diáconos le presenten la oblación y que él
(está hablando del obispo después de una ordenación y que va a celebrar la eucaristía),
imponiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga dando gracias:

"El Señor esté con vosotros" Y contesten todos: "Y con tu espíritu". "Levantad los
corazones". "Los tenemos levantados hacia el Señor". "Demos gracias al Señor". "Es
digno y justo" (Hipólito).

· Iniciación cristiana. Desde el final del s. II, la iniciación va precedida por el


catecumenado, importantísima realización pastoral, a través del cual es introducido a la
fe, al culto y a la vida cristiana. El candidato es presentado por un cristiano plenamente
integrado a la comunidad (era el padrino; ésta era y debe ser la función del padrino), y
sostenido por las plegarías y el ejemplo de los demás miembros. Según Hipólito podía
llegar a durar tres años. La celebración se hacía la Vigilia Pascual y comprendía el
bautismo, la confirmación y la eucaristía.

· La penitencia. Aparece a partir del siglo III para los que han cometido faltas muy
graves y, arrepentidos, quieren volver al seno de la Iglesia. Consiste en la amonestación
del obispo, el cumplimiento de las obras penitenciales señaladas y, después de un
tiempo que no tiene siempre la misma duración, la reconciliación por la imposición de
manos del obispo. Sólo se puede hacer una vez en la vida.

· El sacramento del orden. Consiste en la imposición de manos, acompañada de una


solemne plegaría de acción de gracias. El obispo recibe la imposición de manos de los
demás obispos; los presbíteros, del obispo y de los demás presbíteros y los diáconos,
sólo del obispo.

· Matrimonio. En aquella época, aún no había una liturgia del matrimonio


específicamente cristiana: los fieles de casan como los demás, pero "en Cristo".
· Oraciones. Es esta época los cristianos siguen fieles la práctica judía, según la cual
hay dos momentos grandes de oración: la mañana y la tarde. Seguían el esquema de
lecturas, himnos, salmos y oraciones. Se consideraban públicas y comunitarias. Son los
actuales Laudes y Vísperas.

· Año litúrgico. En el siglo II, la institución del domingo queda sólidamente fundada.
Es el centro de la semana y del año. No había año litúrgico propiamente dicho.
Conocemos la celebración de la pascua anual a través de la discusión sobre la fecha de
su celebración. La discusión tuvo lugar en el siglo II (En el siglo II, las comunidades de
Asia Menor tenían como tradición celebrar la pascua en la misma fecha que los judíos, o
sea el día 14 del mes de Nisán. Pero en el mismo siglo II existen comunidades como las
de Roma, Palestina, Egipto y Grecia, que celebraban la pascual anual no en la fecha
judía, sino el domingo siguiente. Fue tal la discusión que casi deriva en cisma. Por fin la
solución romana fue aceptada en todas partes y la fiesta de la pascua, en adelante, será
celebrada todas las iglesias cristianas el domingo siguiente al 14 de Nisán de los
judíos.).

El esquema era idéntico en oriente y en occidente: ayuno riguroso y obligatorio que


daba inicio a la celebración; lecturas, cantos y oraciones, que alcanzan su culmen y su
final festivo con la celebración de la iniciación cristiana, con la Eucaristía.

· Arte litúrgico. Hasta entonces las reuniones litúrgicas se hacían sencillamente en


casa de alguno de los hermanos. A partir del siglo III los cristianos edifican casas de
oración. Una de ellas se ha conservado en Dura-Europos, en Siria. Tenía un baptisterio y
una sala de reunión. No hay aún ornamentos especiales para celebrar el culto, sino que
se usan los vestidos normales de fiesta. Surgen en esta época los símbolos típicos del
cristianismo: pez, anda, cruz, etc.

3.- Líneas de fuerza

La primera etapa de la liturgia cristiana se caracteriza ante todo por estas dos facetas:

- una gran libertad en la apropiación y creación de las formas cultuales y

- en la adopción de expresiones que resultaban más comprensibles para los convertidos


procedentes del paganismo.

La improvisación en la Plegaria Eucarística fue también constante, si bien se hacía


dentro de esquemas fijos. Existe una preocupación por la ortodoxia en las fórmulas
litúrgicas. Esto se nota en la "Tradición, Apostólica" de Hipólito. Se cree fundadamente
que existía una unidad sustancial en las estructuras de los ritos y la organización global
de la liturgia. Se fijaron las fórmulas con la finalidad de evitar el peligro del
gnosticismo.

El culto cristiano va adquiriendo importancia: aparecen los "lugares sagrados" y se


introducen símbolos e imágenes del A.T. para expresar lo que es la Iglesia: Arca,
sacerdocio levítico, etc.

Aunque todavía Orígenes habla de que "los cristianos aborrecen los templos, altares e
imágenes", la verdad es que ya a principios del siglo III hay documentos que atestiguan
la existencia de lugares de culto cristianos.

Existe la conciencia de que, quien celebra la Eucaristía es toda la comunidad reunida, e


interesa menos precisar quién la preside. En este tiempo no se ha introducido todavía en
la Iglesia una distinción que va a jugar un papel transcendental en la Iglesia posterior: la
distinción entre clérigos y laicos. La palabra "clero" designa todavía al pueblo de Dios
como tal, como la "porción" escogida por él para una misión concreta en la historia.
Existen, por supuesto, dirigentes en la Iglesia, pero no forman como una "categoría"
eclesial contrapuesta al pueblo.

Lo que hay es, simplemente, comunidades cristianas, y, dentro de ellas, quienes las
presiden, porque las comunidades, para su convivencia y para su buen funcionamiento,
necesitan ser presididas. Es normal, en este contexto, que quien preside la comunidad
sea, a la vez, quien presida la reunión de la comunidad para la celebración eucarística,
pero esta presidencia no tiene las connotaciones que sobrevendrán después, cuando la
presidencia sea cosa del "clero". (Rufino Velasco, La iglesia de Jesús, Verbo Divino,
Estella, 1992. Esta obra es una historia de la Iglesia, que toca y analiza, entre otros
puntos, el primer cambio fuerte de la Iglesia, que se inicia en el siglo II y se establece en
el siglo III.)

Lo que ocurre es que, la multiplicación de las sectas y la amenaza de las persecuciones


contribuyeron a ver la necesidad de la autoridad como un eje, alrededor del cual
agruparse, y capaz de mantener a la Iglesia en la fidelidad a sus orígenes.

El protagonismo de la comunidad es tal, que se vive la convicción de que "la potestad


de perdonar que tiene el sacerdote está ligada a su perfección personal, y se concede aun
a simples cristianos que hubieren alcanzado un alto grado de perfección"

Inicio

Exclusivamente para uso privado. Prohibida la reproducción

La liturgia cristiana en sus primeros siglos

3. Las primeras inculturaciones (s IV-V)


Inculturación: Se llama al proceso de introducir en la liturgia cristiana elementos
culturales de la sociedad cultual donde se expande. Es efecto de la encarnación. El
misterio celebrado en la liturgia es uno, pero las formas de su celebración son distintas.
La riqueza del misterio de Cristo es tal que ninguna tradición litúrgica puede agotar su
expresión.

1.- Cultura de la época

A lo largo del siglo IV se produce en el imperio y en la Iglesia un giro espectacular: la


Iglesia, en vez de ser perseguida, se convierte ahora en religión oficial del imperio. La
fe cristiana pasa de la indefensión a la protección oficial y a una situación de privilegio.

Constantino fue el primer emperador que se dio cuenta, de manera seria y decidida, de
que la actitud hostil frente a la Iglesia cristiana, tal como se estaba practicando, no era
buena para el imperio. Más aún: se dio cuenta de que la Iglesia podía ser, en aquel
momento, la gran fuerza que se necesitaba para mantener la unidad imperial.

Este hecho marca, sin duda, un hito histórico para la Iglesia y para la eclesiología. Los
obispos se convierten en grandes señores del imperio y en grandes señores de la Iglesia.
El clero alcanza un enorme protagonismo dentro de la Iglesia, en detrimento del
protagonismo del pueblo. La libertad y tranquilidad de que goza ahora influye en la
calidad de sus numerosos adeptos. Abundan las infiltraciones del paganismo en la base,
y las intromisiones políticas en los dirigentes de la Iglesia.

Por otra parte es una época sembrada de controversias teológicas, que, además de su
componente doctrinal y religioso, implican otros elementos de orden cultural y político.
Son los siglos de Arrio y Nestorio y del concilio de Nicea (325). Lo político ejerce
influencia en lo religioso.

El Oriente cristiano se distancia cada vez más de occidente. La tendencia a la


sacralización, el sentido dramático de la celebración y el gusto por el esplendor en sus
ceremonias son las tres características de la liturgia oriental.

Surge y se expande el monacato. La "huida del mundo" trata de suplir, con la renuncia
y la mortificación, la entrega del martirio. Las peregrinaciones a partir del siglo IV
conocen un desarrollo creciente y constituyen uno de los factores de evolución de la
liturgia de este período. Es famoso el "Diario del viaje" de la peregrina Egeria,
testimonio de gran riqueza para la investigación litúrgica de estos siglos.

2.- Formas cultuales


En estos dos siglos se van creando un gran número de expresiones o formas litúrgicas.
Cada comunidad va fijando sus costumbres, sus ritos, sus plegarias, etc.

Las causas de la diversificación son variadas. A veces la diferenciación se debe al


hecho de que algunas comunidades quedan aisladas de las demás y, al faltar el contacto
con otras Iglesias, crean sus ritos peculiares. Sin embargo, el motivo mas común y más
profundo es la conciencia de que lo que importa es la fidelidad esencial a la obra de
Cristo, la cual es perfectamente compatible con la libertad y diversidad de las
expresiones propias de cada comunidad, según las características de lugar y tiempo.

La lengua tuvo una clara incidencia en la diversificación de la liturgia, pero influyó,


sobre todo, la mentalidad de cada área geográfica y cultural. Esto creaba "estilos"
propios tanto en las ceremonias como en las plegarias. Entre los elementos distintivos
de cada rito litúrgico, están:

· la manera de estructurar la plegaria eucarística: en unos ritos está hecha de una


sola pieza y en otros de varias piezas variables. Mientras en Roma se multiplicarán los
prefacios y se consolidará una sola plegaria eucarística, en oriente se multiplicarán las
plegarias eucarísticas.

· la manera de organizar los ciclos de lecturas bíblicas a lo largo del año litúrgico.

· fórmulas típicas de cada rito: En África el saludo es "La paz esté con vosotros",
en Roma, "El Señor esté con vosotros".

· sobre todo el estilo literario: Oriente origina una liturgia más poética, teológica,
solemne. Occidente, una liturgia más práctica, simple, austera.

· la lengua: La parte de Oriente, que había estado bajo la dominación griega usaba
el griego.

La parte judía usó su lengua aramea.

La Iglesia que quedó constituida más allá del Eufrates utilizó exclusivamente el siríaco.
Pero en muchas partes las celebraciones litúrgicas eran políglotas ("varias lenguas").

En Occidente, la Iglesia de África usó la lengua latina.

Roma usó el griego hasta el siglo III y su liturgia se latinizó hacia la segunda mitad del
siglo IV. Las lenguas habladas en las Galias y en Hispania antes de la conquista romana
no dejaron ningún rastro en la liturgia. Los bárbaros se latinizaron rápidamente.

Es curioso que en Occidente, hasta el Concilio Vaticano II no se haya comprendido lo


que decía un prefacio de la antigua liturgia romana: "La variedad de lenguas no es un
obstáculo para la edificación de la Iglesia, sino que, al contrario, contribuye a fortalecer
su unidad".

Familias litúrgicas
Estas expresiones o formas litúrgicas, se designan con el nombre de familias litúrgicas
Con la expresión familia litúrgica se hace referencia al conjunto de ritos que están
emparentados entre sí por el origen y las características comunes.

Rito en liturgia es el conjunto de usos y peculiaridades de tipo celebrativo que se


observan en una liturgia particular y que la distingue de las demás. Normalmente el rito
está unido a una Iglesia local o particular. En este sentido, el rito es la realización de una
Iglesia local con su obispo y su presbiterio dentro de unas coordenadas humanas,
sociales, culturales y religiosas especificas. La diversidad de ritos dio lugar a la
formación de "'familias litúrgicas". Este es un esquema de las distintas familias
litúrgicas.

· Familias litúrgicas de Oriente:

· Grupo antioqueno: de la Iglesia de Antioquia

· Siríaco occidental: Antioquía, el marovita, el bizantino y el armenio.

· Siríaco oriental: nestoriano, el caldeo y el malabar.

· Grupo alejandrino: de la Iglesia de Alejandría.: El copto y el etiópico.

· Familias litúrgicas de Occidente:

· El romano.

· El ambrosiano (propio de Milán de San Ambrosio)

· El hispano-mozárabe.

De ésta últimas, actualmente sólo se conservan el romano y el algunas zonas de España


el Mozárabe.

Apuntamos una muestra de la Eucaristía en el rito siriaco de Antioquía. No cambia la


estructura clásica. Ahora bien incorpora cantidad de elementos. Los ritos iniciales están
muy reducidos, casi no existen.
· Los fieles se sientan en la iglesia bajo la presidencia del obispo y del presbiterio.
Los hombres en una parte; las mujeres, en otra.

· Comienzan en seguida las lecturas. Cuatro lecturas: dos del AT.

Sigue el salmo. Lo entona un lector. El pueblo contesta con un versículo repetido a


modo de estribillo.

Tercera lectura del N. T. y por fin el Evangelio.

Terminadas las lecturas, algunos sacerdotes pronuncian por turno una breve exhortación
sobre lo leído. Por último predica el obispo.

· A continuación tienen lugar las diversas despedidas o missae a quienes se les está
prohibido asistir a la parte eucarística: catecúmenos, catequizados y penitentes. Para
cada grupo la asamblea responde a una breve plegaria formulada por el diácono con el
Kyrie Eleison.

· Los que quedan en la iglesia, los fieles, se ponen de rodillas para rezar. A cada
petición del diácono, en forma de letanía, responden Kyrie Eleison. Se termina la
plegaria con la oración del obispo. Así termina la primera parte de la eucaristía.

· La liturgia de la Eucaristía comienza con el saludo del obispo:

"LA PAZ DEL SEÑOR SEA SIEMPRE CON VOSOTROS".

"Y CON TU ESPÍRITU".

Después se da el beso de la paz. Entre tanto, unos vigilan las puertas a fin de que no
entre nadie, otros se reparten por el templo para que nadie meta ruido, o hable, o se
duerma, etc. El obispo se lava las manos para recibir los dones. Los diáconos los
presentan al obispo y, después, los ponen sobre el altar, agitando a los lados dos
abanicos para ahuyentar los insectos. Preparadas las ofrendas, el obispo, de pie delante
del altar, con la cara hacia el pueblo, se prepara para la plegaria eucarística.

· La Plegaria eucarística comienza con el diálogo clásico. Sólo que en vez de "EL
SEÑOR ESTÉ CON VOSOTROS", saludaba diciendo: "LA GRACIA DE NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO, EL AMOR DEL PADRE Y IA COMUNIÓN DEL ESPÍRITU
SANTO ESTÉ SIEMPRE CON VOSOTROS" (2 Co 13, 13).

Después la Plegaria se extiende mucho, comenzando por los atributos de Dios y


llegando a sus obras maravillosas, como la creación de los ángeles, astros, cosas y el
hombre. Y después de haber recordado la caída y la condenación, evoca las grandes
figuras de los patriarcas. Se interrumpe esta evocación para cantar el Santo.
Continúa con la encarnación, vida pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
Alude al precepto del Señor "HACED ESTO EN MEMORIA MÍA", reproduce la
escena de la institución con las palabras de consagración; recuerda de nuevo la pasión,
muerte..., y ora al Espíritu para que venga sobre el pan y el vino, y sobre los que van a
participar del cuerpo y la sangre de Cristo.

La plegaria eucarística se termina con una larga oración a Dios en favor de toda clase de
personas y con la doxología (Doxa = gloria. Se llama doxología, en general, a la
fórmula de alabanza a Dios y a Cristo o a las tres divinas personas y en particular, a la
última parte de la plegaria eucarística: "Por Cristo, con Cristo y en él...") final distinta a
la nuestra.

Después de la doxología se recita el Padrenuestro con voz unánime y concluida con una
breve doxología (nosotros terminamos con lo que llamamos embolismo (Embolismo:
añadir. Es un texto breve que se añade a una plegaria, hoy día llamamos a la oración que
se añade al Padrenuestro. ): "LÍBRANOS SEÑOR... "

· Llegados a este momento, el diácono hace la conmemoración de los vivos y


difuntos. Después el diácono exclama:

"ESCUCHEMOS", y el obispo, en voz alta: "Lo SANTO, PARA LOS SANTOS", a


quien responde el pueblo: "UN SÓLO SANTO, UN SÓLO SEÑOR, JESUCRISTO, EN
LA GLORIA DE DIOS PADRE, BENDITO POR LOS SIGLOS. AMEN".

Sigue la fracción del pan y después la comunión. Primero participa el obispo, después
los presbíteros, diáconos, subdiáconos, lectores, cantores, ascetas, posteriormente, entre
las mujeres, las diaconisas, vírgenes, viudas, niños, después el pueblo con pudor,
reverencia y sin ruido. Mientras tanto un cantor entona el salmo 33. (No olvidemos que
se celebraba sólo una misa para toda la ciudad).

· Terminada la comunión, los diáconos retiran lo que ha quedado y lo llevan a la


sacristía. Después un diácono hace la señal para que comience la plegaria de acción de
gracias, que el obispo pronuncia en nombre de todos.

Por último imparte la bendición a los fieles y el diácono termina con ID EN PAZ .

Me imagino que os habréis cansado hasta leyendo, qué sería si fueran así las misa de
ahora: Cuatro lecturas, otras cuatro o cinco homilías, etc. En algunas partes de Oriente
siguen todavía más o menos así. Un profesor que tuve nos dijo que en vacaciones fue el
domingo a una misa parecida a éstas y a la media hora se salió, diciéndose que ya había
cumplido.

3.- Líneas de fuerza


La liturgia, dentro de un esquema común, ha sido capaz de in culturizarse en todas las
sociedades y culturas. El mismo misterio de Cristo a través de la historia ha tomado
formas distintas, con respeto al hombre y a la fe.

Este trabajo inmenso de adaptación cultural que hizo la Iglesia en estos siglos
actualmente es considerado modélico. El Concilio Vaticano II lo tuvo en consideración.

Por eso, aunque salga del contexto histórico que estamos analizando, es conveniente
que unamos los momentos de cambio que ha vivido la liturgia con los que nos ha tocado
vivir a nosotros.

El Concilio Vaticano II, fiel a esta tradición, señala que "al revisar los libros litúrgicos,
salvada la unidad sustancial del rito romano, se admitirán variaciones y adaptaciones
legitimas a los diversos grupos, regiones, pueblos, especialmente en las misiones, y se
tendrá esto en cuenta oportunamente al establecer la estructura de los ritos y las
rúbricas" (SC 38).

Únicamente, pone una vía para dichas reformas: "Corresponderá a la competente


autoridad eclesiástica territonal, de la que se habla en el artículo 22, 2, determinar estas
adaptaciones dentro de los limites establecidos en las ediciones típicas de los libros
litúrgicos, sobre todo en lo tocante a la administración de los sacramentos, a los
sacramentales, procesiones, lengua litúrgica, música y arte sagrados, siempre de
conformidad con las normas fundamentales contenidas en esta constitución" (SC 39).

Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos señala:

"Las diversas tradiciones litúrgicas nacieron por razón misma de la misión de la Iglesia.
Las Iglesias de una misma área geográfica y cultural llegaron a celebrar el misterio de
Cristo a través de expresiones particulares, culturalmente tipificadas: en la tradición del
"depósito de la fe " (2 Tim 1, 14), en el simbolismo litúrgico, en la organización de la
comunión fraterna, en la inteligencia teológica de los misterios y en los tipos de
santidad.

Así, Cristo, luz y salvación de todos los pueblos, mediante la vida litúrgica de una
Iglesia, se manifiesta al pueblo y a la cultura a los cuales es enviada y en los que se
enraíza. La Iglesia es católica: puede integrar en su unidad, purificándolas, todas las
verdaderas riquezas de las culturas (Cf LO 23)" (CEC, 1202).

"Las tradiciones litúrgicas, o ritos, actualmente en uso en la Iglesia son el rito latino
(principalmente el rito romano, pero también los ritos de algunas Iglesias locales como
el rito ambrosiano, el rito hispano-visigótico o los de diversas órdenes religiosas) y los
ritos bizantino, alejandrino o copto, siríaco, armenio, maronita y caldeo. El sacrosanto
Concilio, fiel a la Tradición, declara que la santa Madre Iglesia concede igual derecho y
honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven
y fomenten por todos los medios (SC 4)" (CEC 1203).

Hoy día está aprobada y publicada (1988) el Misal para las diócesis de Zaire, con sus
bailes y gestos propios de ellos.
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Cuestionario

1.- ¿Por qué es importante el conocimiento de la Historia de la Liturgia?

Da tres o cuatro razones.

2.- Señala las partes invariables de la Eucaristía a través de los tiempos.

3.- Hoy día hay ¿libertad en la liturgia? Razones a favor y en contra.

4.- Hoy día, tal como ves la liturgia, ¿te parece fiel a la historia? ¿Qué quitarías o
añadirías?

Dicho de otra formas que sobra o qué falta?

5.- La lengua es un elemento importante en la adaptación cultural de la liturgia a los


distintos pueblos con lengua propia. Bastantes pueblos nuestros hoy día son bilimgües.

¿Cómo tendrían que ser nuestras celebraciones?

¿Tendrían que celebrarse las Eucaristías en una sola lengua para cada comunidad o
hacer todas en bilingüe?

CAPITULO II

LA LITURGIA CRISTIANA

HASTA EL

MOVIMIENTO LITÚRGICO

INDICE
La Edad de oro del Rito Romano (s. V-VII):

• Cultura de la época

• Liturgia de esta época:

Formación de los libros litúrgicos

Elementos del rito romano

Liturgia más ceremoniosa

• Líneas de fuerza

Las crisis medievales (s. VIII - XV):

• Cultura de la época

• Liturgia de esta época

• Líneas de fuerza

La obra de Trento:

• Cultura de la época

• Abusos en la celebración litúrgica

• La obra litúrgica de Trento

La era de las rúbricas (s. XVII - XIX):

• Cultura de la época

• Influencia en la liturgia

• Intentos de reforma

Apéndice:

• Cuadro de la evolución de la misa en rito romano

Cuestionario

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4. La Edad de Oro del Rito Romano (s. V-VII)


1.- Cultura de la época

A partir del siglo V la liturgia cristiana se enriquece con gran número de fórmulas y de
ritos. Destacan la bizantina en Oriente y la romana en Occidente, las dos capitales del
Imperio.

En este apartado cuarto nos limitamos a la liturgia romana. Esta época es conocida
como "edad de oro del rito romano". Ya hemos anotado que no todo lo que se dio fue
bueno para la calidad de las comunidades. Entre la parte positiva anotamos:

• Libertad para la Iglesia. Una vez convertido el cristianismo en religión oficial hace que
las comunidades cristianas crezcan y se esparzan por todas partes. Que el culto cristiano
salga de las catacumbas y de las casas particulares y se establezca en las "basílicas",
grandes locales inspirados en la arquitectura civil pero adaptados a las necesidades de la
reuniones multitudinarias de la comunidad cristiana.

• Prestigio de los obispos. Los obispos de Roma y de otras sedes van adquiriendo cada
vez más prestigio y autoridad y su actividad como autores de plegarias y de ritos se
caracteriza por un sentido innovador y dinámico, perfectamente adaptado tanto a las
exigencias de la fe cristiana como al talante de la cultura de la época.

• Equilibrio comunitario y personal. La participación del pueblo continúa siendo


espontánea y viva, con lo cual, dado que aún hay una gran libertad en la selección de los
textos, se realiza un admirable equilibrio entre los aspectos comunitario y personal.

• Desarrollo del canto litúrgico. A partir del siglo VI, se desarrolla el canto litúrgico.
Esto contribuye a dar al culto cristiano un tono de solemnidad y de elevación artística
que atrae y conmueve al pueblo.

• Gregorio Magno. A finales del siglo VI (años 590-604), es nombrado Papa el que
había sido prefecto de Roma, monje y obispo: Gregorio Magno. Teniendo en cuenta la
veneración del pueblo romano por las basílicas, Gregorio potencia y completa la
iniciativa de sus predecesores y da un realce mayor al culto estacional.

Statio es parada, estación. Se llamaba Misa estacional a la Misa en la que la asamblea


litúrgica iba desde la iglesia donde se reunía a otra. Se trata de una práctica de esta
época. Hoy día se llama Misa estacional la que celebra el Obispo en la catedral o con
plena solemnidad.

Esta reunión litúrgica servía de marco adecuado para la catequesis del pueblo. A ello
dedica sus homilías. Realizó reformas en el Leccionario, en el sacramentario (libro de
oraciones) y en el antifonario (libro de cantos). Redujo el número de lecturas a dos, pero
quería que ambas estuvieran bien coordinadas. Es conocido sobre todo por el esfuerzo
que realizó en el área del canto.
Junto a estas ventajas también se dieron inconvenientes. No podemos dejar de
mencionar dos cuestiones que han ejercido un influjo muy grande en la conciencia
eclesial de toda la Edad Media y aun de la historia posterior de la Iglesia:

• La justificación teológica del estado de cosas, realizada sobre todo por san Agustín.
Con las salvedades que haya que hacer, con san Agustín el Reino de Dios de que
hablaba Jesús deja de ser, en primer lugar, un proyecto de transformación del mundo y
se desplaza al "más allá".

Su obra "La Ciudad de Dios" es algo totalmente futuro. El platonismo subyacente de


san Agustín abre un abismo entre el mundo de "aquí abajo" y el mundo de "allá arriba",
e invita a huir de las "cosas temporales" para unirse y buscar "las cosas eternas". Esta
mentalidad entra en las oraciones de la Iglesia y persiste aun hoy día. Basta leer las
oraciones después de la comunión. "Concédenos, Dios todopoderoso, alcanzar un día la
salvación eterna,... " (Oración de la 78 semana del Tiempo Ordinario).

• La gran convulsión que supuso para la Iglesia la invasión de los bárbaros, a finales del
siglo VI. La cristianización de los pueblos bárbaros, que invadieron el imperio fue un
gran reto para la Iglesia. Se convirtieron masivamente sin mayores dificultades al
cristianismo. Naturalmente, se puede dudar razonablemente de la sinceridad y, sobre
todo, de la profundidad de las convicciones cristianas de los nuevos convertidos, y, lo
que es más importante, no se puede olvidar que los nuevos pueblos traen su bagaje de
experiencias, de sensibilidad muy diversa.

Con este reto se encontró, a finales del siglo VI, el Papa Gregorio Magno. El desafío era
una nueva inculturación del cristianismo, una nueva traducción del mensaje cristiano a
pueblos ajenos a la cultura y pensamiento griegos. De aquí arranca la obra prodigiosa
del Papa Gregorio I. Adapta la doctrina de los Padres a las preguntas y a la capacidad de
comprensión de los pueblos bárbaros. Insiste en la supervivencia del alma después de la
muerte. (De aquí nacieron las misas gregorianas que han perdurado hasta hoy).

2.- Liturgia de esta

Lo vamos a dividir tomando estos tres puntos: la formación de libros litúrgicos, los
principales elementos del rito romano y el aspecto cada vez más ceremonioso que toma
la liturgia.

a) Formación de libros litúrgicos

En esta época empiezan a formarse los libros litúrgicos. Libros litúrgicos son los que
contienen los textos para la celebración de la liturgia. Hasta entonces cada presidente de
la celebración solía improvisar libremente las plegarias -siguiendo, eso sí, un esquema
fijo- y no tenía necesidad de leerlas en ningún libro.

La causa del nacimiento de estos libros fueron varias: la necesidad de recoger por
escrito las plegarias más logradas, el poder usarlas en otras ocasiones y la demanda de
otras comunidades. Poco a poco se fueron seleccionando algunas de estas colecciones
de plegarias, oraciones y fórmulas, por razón de su calidad literaria o doctrinal o por el
prestigio de los autores. Estas colecciones dieron lugar a los libros litúrgicos. Reciben
distintos nombres según su contenido y su finalidad.

• Los sacramentarios. No son los que ahora llamamos Rituales de los sacramentos. Son
los libros que tienen lo que tiene que decir el celebrante. Contenían las oraciones que
debía decir el presidente de la celebración en la misa y en los sacramentos. Los más
importantes son el Veronés o Leonino, que contiene recopilaciones de los Papas León,
Gelasio y Vigilio; el Gelasiano, atribuido por error al Papa Gelasio; que contiene textos
que se utilizaban en las iglesias de Roma; el Gregoriano, del Papa Gregorio.

• Los leccionarios. Libros para las lecturas. Primero, se utilizaba directamente la Biblia,
pero después se vio que era más práctico tener los textos escogidos para cada
celebración. Así nacieron los leccionarios. Contienen los fragmentos bíblicos que se
proclaman en la Eucaristía de los domingos y fiestas.

• Los antifonarios. Libros que contienen los cantos. La palabra viene del griego "anti-
foné", canto contrario o lo que se responde al canto del cantor o del salmista. En la
Eucaristía los cantos de entrada, presentación del pan y del vino y comunión se llaman
en el misal antífonas.

• Los ordines. Ordine es orden, norma. Eran los libros de las rúbricas, de las normas o
de las orientaciones para celebrar como es debido. Estos libros se redactaron para
enviarlos a las Iglesias fuera de Roma, ya que querían celebrar al estilo romano.

b) Elementos del rito romano

• Procesiones. El rasgo característico de la misa romana es que al esquema tradicional


de la Eucaristía -Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía- se añaden tres
movimientos de la procesión para presentar el pan y el vino; y la procesión para la
comunión. Cada procesión se acompaña con un canto y se termina con una oración
presidencial y el Amén del pueblo. Los conservamos hoy día también, aunque el de la
presentación del pan y del vino haya decaído. Aquí tienen su origen la Oración Colecta
(Colecta de colligere, recoger. Se llama a la oración presidencial que cierra los ritos de
entrada y recoge las oraciones de todos los participantes. Por eso el presidente hace un
pequeño silencio después de invitar a orar y decir "Oremos".) la de la presentación del
los dones y la de después de la comunión.

• Desaparece la Oración de los fieles. En el rito romano desaparece la oración de los


fieles. Sólo se utiliza en la celebración del Viernes Santo. Hoy día se ha recuperado.

• Fijación de la Plegaria Eucarística. La plegaria eucarística, si bien cuenta con muchos


prefacios, permanece fija e invariable. Se le llama canon. Kanon es una palabra griega
que significa regla, medida, norma.

• La Misa estacional. Es la que celebra el Papa en las diversas iglesias y que suple a la
antigua "asamblea única", ya que es imposible dado el elevado número de miembros de
la comunidad. Ya hemos anotado que hoy día se llama así a la misa solemne que celebra
el obispo.
• El canto. Aunque la participación de la asamblea es plena, comienzan a advertirse
síntomas de pasividad, sobre todo en los cantos. Éstos se hacen más difíciles y se
reservan al coro.

• El año litúrgico. El domingo es día de descanso. Los miércoles y viernes se estabilizan


como días de ayuno y oración.

Los tiempos litúrgicos adquieren un carácter propio y estable. Se fija el Nacimiento de


Jesús en el día de fiesta del Sol, llamado "Natalis Solis Ínvicti ".

Se forma el Adviento.

El día de Pascua se estructura en Triduo Pascual (Viernes, Sábado y Domingo, no


Jueves Santo).

Se amplía la pascua cincuenta días, se termina con Pentecostés y se organiza la


Cuaresma.

Aparecen fiestas dedicadas a María y santos. Aquí hemos citado todos los tiempos
litúrgicos, pero no en su orden cronológico, no en su orden de aparición, sino tal como
hoy celebramos.

• Los sacramentos. La iniciación cristiana consigue la máxima solemnidad. Se prepara


en Cuaresma. Los penitentes celebran la Reconciliación el Jueves Santo. Sigue siendo
pública. Las ordenaciones se celebran siguiendo la tradición. El pueblo toma parte en la
elección de los candidatos. Surgen las órdenes menores (lector, acólito y subdiácono).

c) Una liturgia más ceremoniosa

La liturgia cristiana más primitiva se caracterizaba por su simplicidad, tanto en ritos


como en las plegarias. En esta época comienzan a introducirse elementos que se alejan
de la sobriedad original. Los orientales ya lo habían realizado.

En ello tuvo mucha incidencia la protección de los emperadores. Anteriormente, los


emperadores usaban el incienso para ellos. Al renunciar los emperadores a ello y
convertidos al cristianismo, muchos de estos ritos de los palacios pasaron a la liturgia,
como signos de honor y reverencia hacia los ministros sagrados.

Así, comenzaron los obispos a usar anillo, a ser saludados con genuflexión o con el beso
en el pie, a usar trono, a ser acompañados con luces y con incienso.

Todos estos ritos procedentes del ceremonial de la corte imperial fueron adoptados en
las celebraciones litúrgicas; con lo cual la liturgia romana fue adquiriendo un tono que
no sintonizaba con los gestos muy simples de la Iglesia primitiva.
3.- Líneas de fuerza

A pesar de haber terminado el punto anterior recalcando que el rito romano se hizo más
ceremonioso, si miramos y lo comparamos con el rito oriental, debemos afirmar, que:

• el rito romano en sus oraciones tiene un estilo elegante, sobrio y preciso.

• se destaca el aspecto de sacrificio que tiene la Eucaristía. Esta idea origina la


conversión progresiva de la mesa eucarística en altar.

• las misas estacionales daban una imagen de la Iglesia como comunidad peregrina.

• se copiaron de la corte los vestidos y el ceremonial de la liturgia.

• las Iglesias locales, miraron a la liturgia romana como algo a copiar.

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5. Las crisis medievales (VIII - XV)

La edad Media es un periodo de crisis profundas. La liturgia se vio muy afectada por
estas crisis, tanto en los siglos de la alta Edad Media (VIII-XII), como en la baja Edad
Media (XIII-XV).

1.- Cultura de la época

Veamos las causas culturales, políticas y eclesiásticas que configuraron la liturgia de


esta época.

• Culturales. Entran en el imperio los bárbaros con otra mentalidad y con lenguas que
no son la latina. La liturgia romana es débil para afrontar el choque con este nuevo
mundo. Se mantiene el latín, pero el pueblo ya no lo entiende, y así la liturgia pierde una
de sus dimensiones más importantes: la capacidad de evangelización popular. La
mentalidad religiosa de los pueblos bárbaros se caracterizaba por un terror ante la
divinidad, un gran individualismo y un fuerte sentimiento de culpabilidad. Cosa a tener
muy en cuenta.

• Políticas. El Imperio romano en Occidente se fracciona y da lugar a la formación de la


futuras naciones europeas. Esto produce un debilitamiento notable del prestigio de
Roma. La invasión de los árabes hace que grandes sectores de Occidente se alejen de la
influencia romana. Las luchas continuas entre príncipes cristianos y contra los invasores
musulmanes no favorecen el desarrollo de la vida litúrgica. El imperio franco-
germánico toma las riendas en lo político e influye en lo religioso.
• Eclesiásticas. La institución papal pierde prestigio por culpa de la indignidad de
bastantes papas. La vida cristiana decae en todos los estamentos: clero y pueblo. Se
produce un cambio de mentalidad teológica en lo que se refiere a la comprensión de la
esencia y la finalidad de la Iglesia. Como consecuencia de las luchas antiarrianas
(Arrianismo es la doctrina que niega la divinidad de Cristo. Su nombre le viene de
Arriano, que fue quién propagó tal doctrina), la reflexión teológica insiste en la
divinidad de Cristo, pero, en cierto modo, Cristo queda desplazado de la Iglesia: La
Iglesia ya no se considera como Cuerpo de Cristo, sino una especie de sociedad
religiosa, dirigida por la jerarquía, que adora a Cristo.

2.- La vida litúrgica de esta época

Aunque anotemos algunas formas litúrgicas que nacieron en esta época, en este punto
nos fijamos más en el cambio y en la crisis que se produjo en la naturaleza de la liturgia.
Bastantes elementos esenciales de la liturgia dejaron de ser considerados como tales y
se introdujeron otros. Hoy día todavía perduran algunas ideas de esta época:

• Pérdida de la capacidad de enseñanza de la liturgia. El Concilio Vaticano II afirma que


"aunque la Sagrada Liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene
también una gran enseñanza para el pueblo. En efecto, en la Liturgia Dios habla a su
Pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio" (SC 33). En este periodo dejó la liturgia
su capacidad de evangelización popular. No entendían el latín.

• Temor frente al amor. La obra de salvación de Cristo que se celebra en la liturgia, deja
paso al terror ante la divinidad y un fuerte sentimiento de culpabilidad. Se pierde el
carácter de celebrar la salvación. Se fijan más en sí mismos criaturas culpables que en el
amor salvador de Dios. Esta culpabilidad hace que surja el sentimiento de temor a Dios,
más que el sentimiento de amor a Dios. La Misa se llena de "apologías", es decir, de
confesiones de indignidad por parte del sacerdote celebrante. Queda todavía una de
estas apologías antes de comulgar, que el sacerdote debe hacerla en silencio "Señor
Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio
y condenación,... " (Rito de la Comunión, Preparación privada del sacerdote. Misal n.
145).

• Pérdida del sentido comunitario. Se pierde, el sentido de asamblea o comunidad, por el


individualismo y porque se oscurece la presencia de Cristo en la comunidad. La misa
deja de ser un acto comunitario y se convierte en una devoción privada del sacerdote o
de cada uno de los fieles. La devoción acentúa las misas privadas en sufragio de los
difuntos, en honor de los santos y por diversas intenciones particulares. Se multiplican
las misas privadas. Las iglesias se llenan de altares.

• Pérdida del sentido de la Eucaristía, como Acción agradecida a Dios. Ya no domina en


la celebración litúrgica la acción salvadora de Dios, sino el esfuerzo humano de tipo
devocional. Se da más importancia a los aspectos sentimentales de meditar en la pasión
de Cristo que a la dimensión salvadora de la fe en la resurrección. La misa es el acto
más grande y con más fuerza, pero considerada dentro de las prácticas devocionales. Y
por ello se reza por los difuntos, casi exclusivamente.
• Pérdida de los elementos del rito romano. La liturgia romana es adaptada en el Imperio
franco-germánico (siglos VIII-IX). Flexible como es el rito romano, recibe profundas
influencias galicanas en los ritos y las plegarias. Y esta liturgia galicana es la que se
impondrá otra vez en Roma (siglos X-XI) y de allí a todo el Occidente. Esta liturgia es
la que perdurará hasta la reforma del Vaticano II.

• Abandono del catecumenado. Por culpa de la generalización del bautismo de niños, se


abandonó el catecumenado. No había ya proceso de conversión. No se escuchaba el
anuncio para convertirse y bautizarse. Se bautiza directamente. Se suprimen las entregas
del Padrenuestro, del Credo y de los Evangelios.

• Sacramentos: La Confirmación se separa del bautismo por quedar reservada al obispo


y se destaca más la unción que la imposición de manos. La Penitencia privada se
introdujo debido al abandono de la pública por considerarla demasiado rígida y por la
mentalidad individualista de los pueblos bárbaros. Esta se implantó con grandes
polémicas en la Iglesia. El Matrimonio empieza a caer bajo el control jurídico de la
Iglesia. Se celebra en la puerta de la iglesia, con una investigación previa. El uso
germánico introduce el anillo con su simbolismo de alianza y de sujeción a la vez.

• Oficio divino. Por influencia monástica se enriquece y se complica. Abarca todas las
horas. Gana en longitud, pero pierde en popularidad. Comienza a considerarse como
exclusivo de los monjes y de los clérigos, hasta convertirse en una obligación individual
para ellos. San Francisco de Asís introduce la norma de rezar el oficio divino fuera del
coro de forma totalmente individual; para ello se publican los "breviarios" . (Breviario
es el antiguo nombre que se da al Libro litúrgico llamado "Liturgia de las Horas").
Aquellas asambleas que se reunían en los primeros siglos en las iglesias por la mañana y
por la tarde para santificar el tiempo, se convierte en una obligación personal.

• Clericalización. La liturgia se convierte en solemne y rica, pero es una especie de


parafernalia sin base popular. Se clericaliza y el pueblo se convierte en sujeto pasivo.
Decae la participación del pueblo, que es suplida por la simple adoración de la hostia en
él momento de la elevación. Llegan épocas que los cristianos sólo se conforman con ver
el momento de la elevación. Y van de una iglesia a otra para ver ese momento. Hoy día
no hay elevación después de las palabras consacratorias. El misal dice que, después de
tomar el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue. Y después de la
consagración lo muestra al pueblo (misal n° 124). Los liturgistas se sorprenden de la
audacia que supuso el introducir el rito espectacular de la elevación de la hostia. La
elevación del cáliz se introdujo bastante más tarde. Una cosa, que parece que no tiene
importancia, supuso un cambio de la mentalidad: el centro de atención no se ponía en la
acción de gracias dada al Padre por medio de Cristo en la unidad del Espíritu, sino en la
adoración a Cristo bajo las especies eucarísticas. Además era para satisfacer un deseo
más bien supersticioso del pueblo. Lo que antes era asamblea, caridad, ofrecimiento y
comunión se reduce ahora a la adoración de las especies eucarísticas. Así, el Corpus
Christi se convierte en la fiesta más importante del año litúrgico y se desarrolla una
"piedad eucarística" en un sentido muy alejado del primitivo. Ante esta situación el
pueblo se alimenta de devociones privadas - rosario y vía Crucis- y esto mantiene la
piedad de los cristianos.

El aprecio por la contemplación de la hostia llegó al extremo de equipararla casi con el


acto de la comunión. Hasta se llegaron a ocupar en serio, con la cuestión de si no sería
pecado el que un pecador mirase la sagrada forma. Desde luego se prohibió a los
excomulgados que mirasen la hostia. Prohibición que indujo a los excomulgados a que
hiciesen agujeros en los muros de la iglesia. Para muchos lo esencial en la asistencia de
la misa era sólo ver la hostia. En las ciudades se dio el caso de que la gente corría de
iglesia en iglesia para ver el mayor número de veces posible el alzar la hostia,
prometiéndose abundantes frutos: no perder la vista, no sufrir hambre, no morir de
repente, se perdonaban las murmuraciones., etc..

3.- Líneas de fuerza

Es fácil sacar una conclusión de este período medieval. Entran una serie de defectos
litúrgicos graves: formalismo, confusión doctrinal, rubricismo y clericalismo y se
convierten en más perniciosas hasta el punto de que, al final del período, se llega a una
situación lamentable, marcada por supersticiones y abusos. Esta situación es la que
denunciarán los reformadores protestantes y la que intentará superar el Concilio de
Trento. La liturgia es considerada como una actividad de los clérigos en beneficio de los
fieles, pasivos y silenciosos. Las órdenes mendicantes destacaron el intimismo, la
afectividad psicológica y el creciente individualismo.

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6. La obra de Trento (s. XVI)

1.- Cultura

La reforma protestante surge por estos dos motivos:

Por no haberse hecho la reforma interna de la Iglesia,

Porque surgió la edad moderna.

No sólo fue un movimiento de renovación espiritual, sino un fenómeno político y


económico. En su entramado global, fue un acontecimiento producido y preparado por
la disolución de los presupuestos fundamentales que fueron la base de la Edad Media.

El Concilio de Trento estaba dictado de antemano por la situación misma de la Iglesia:


problemas internos y por la innovación protestante. Pero además el concilio estaba
fuertemente condicionado por las estrategias políticas de las diversas naciones de
España, Francia, de los protestantes y de la "política pontificia": miedo por parte de la
curia de que fueran recortados sus derechos. Todo esto condicionó la obra de Trento. No
fue un Concilio total o general, sino condicionado por lo que los protestantes negaban.
El tema de los sacramentos y de la liturgia tuvo un lugar relevante en sus trabajos. Pero,
fijándose sobre todo en aquello que negaban los reformadores protestantes.
Fijándonos en el aspecto litúrgico, los reformadores acusan con razón la decadencia de
la liturgia y su falta de espíritu evangélico. Exigen el uso de la lengua del pueblo, la
participación del pueblo, la recitación de la plegaria eucarística en voz alta, la
simplificación de muchos ritos, es decir, una serie de cosas que la Iglesia católica
acabará concediendo en la reforma del Concilio Vaticano II, con cuatro siglos de
retraso.

Junto a estas peticiones, había problemas de contenido dogmático sobre la doctrina de


los sacramentos: negaban el carácter sacrificial de la misa. El Concilio estudió y aclaró
teológicamente este punto, afirmando el carácter sacrificial de la misa y la presencia real
de Cristo en la Eucaristía. La lástima fue que, en el tratamiento teológico de la
Eucaristía la doctrina se presentara en tres capítulos diferentes: la presencia real, la
comunión y el sacrificio. Esta separación tuvo un efecto distorsionador en la teología
sacramental posterior al Concilio de Trento y dificultó la búsqueda de una síntesis
armónica de la doctrina eucarística, lo cual repercutió también en la práctica, motivando
que, durante mucho tiempo, el pueblo viera como realidades separadas el altar, el
comulgatorio y el sagrario.

2.- Abusos en la celebración litúrgica

El estado de postración de la liturgia romana era reconocido por todo aquel que mirase
los hechos con objetividad. Aunque nos fijamos en aspectos externos, éstos nos
manifiestan el mundo interior. La idea que tenían los clérigos y fieles de la liturgia,
revela hasta qué contrasentidos puede llegar la práctica de la liturgia cuando se pierde
de vista su verdadera naturaleza. Enumeramos algunos abusos denunciados por el
Concilio de Trento:

• En cuanto al sentido comunitario. Dice el Concilio de Trento: "Es un abuso que, los
domingos y fiestas no se digan las misas propias ordenadas por la Iglesia, y en su lugar
se digan misas votivas o de difuntos. También es un abuso que se celebren
simultáneamente dos o tres misas, tan cerca unas de otras que mutuamente se estorben.
Otro abuso es que, mientras se canta la misa solemne se celebren al mismo tiempo otras
misas privadas. Hay que considerar si no sería mejor celebrar menos misas, ya que la
excesiva abundancia hace que los sacerdotes y los sacramentos se envilezcan "

Queriendo actualizar esto a nuestras parroquias citamos a los obispos del País Vasco ,
que inciden en parecidos abusos: "Es conveniente reunirse habitualmente con la propia
comunidad de pertenencia, que de ordinario será la comunidad parroquial " "Se evitará,
deforma habitual en domingo, la convocatoria a celebraciones eucarísticas en pequeños
grupos o restringidas a unos determinados participantes". "En las circunstancias actuales
de sensible escasez de sacerdotes, puede ser exigencia pastoral de graves e importantes
consecuencias, revisar el número de las celebraciones eucarísticas de cada parroquia o
lugar. Al hacerlo, se tratará de conjugar las verdaderas necesidades de las comunidades
cristianas, con las posibilidades reales de los sacerdotes y la misma calidad de las
celebraciones"
• Sobre las fórmulas sacramentales. "Es una abuso que algunos, cuando dicen la misa,
no mantienen la gravedad, sino que pronuncian las palabras sagradas de una manera
totalmente exagerada y, como si hicieran teatro, algunas veces levantan la voz
estertóreamente y otras veces musitan en voz baja, y así recitan a trompicones unas
palabras que tendrían que decirse con el mismo tono serio y mesurado. Hay otros que,
cuando llegan a las palabras de la consagración acercan la boca a la hostia y al cáliz y,
como si echaran el aliento sobre ellos, dicen poco a poco cada una de las palabras de la
consagración y hacen con la cabeza la señal de la cruz, como si esos gestos dieran más
fuerza consacratoria a las palabras del Señor"

Hoy día destacamos más la efusión y la fuerza del Espíritu Santo para que el pan y el
vino "sean el Cuerpo y Sangre de Cristo ".

• Sobre supersticiones. "No está bien que sobre la hostia consagrada se hagan más
cruces y signos de los que están establecidos, como si faltara algo a la consagración.
Además, algunos, las cruces que deben hacerse sobre la hostia y el cáliz, las ejecutan de
tal manera que más que hacer la señal de la cruz, parece que gesticulan, provocando así
la risa de los asistentes. Otros, después de la consagración, cogen con ambas manos la
hostia y, manteniendo la cabeza inclinada, la alzan llevándola hasta la nuca, tocando
muchas veces los cabellos "

No es que hayan llegado hasta nosotros todos estos abusos, pero sí hemos recibido una
situación fruto de esta época. Por ello, entre los principios para la reforma de la Liturgia
el Concilio Vaticano II nos señaló ésta: "los ritos deben resplandecer con una noble
sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles; adaptados a la
capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas
explicaciones" (SC 34).

Por lo que hemos leído nos damos cuenta de la situación de esta época. Por ello, una
frase repetida constantemente en los siglos XIV y XV era éste: sin concilio, no hay
reforma. Es decir, la reforma de la Iglesia no se puede esperar del Papa solo, ni se debe
dejar en sus manos. La reforma sólo puede hacerla el concilio general, y partiendo del
supuesto de que el concilio es el "órgano supremo" de la Iglesia, que puede obligar al
Papa.

3.- La obra litúrgica de Trento

El Concilio de Trento, intentó poner remedio, pero se fijó más en el terreno dogmático
que en lo práctico. No se reformaron muchas desviaciones, que tan sólo necesitaban una
reforma disciplinar y, litúrgica naturalmente, no produjeron todos los buenos efectos
deseados. El cambio del mundo exterior, muchas veces, es una catequesis para cambiar
el mundo interior.

Por otro lado, el Concilio no quiso ceder a una serie de reivindicaciones de los
reformadores protestantes, y así mantuvo el latín, continuó prescribiendo la recitación
de la plegaria eucarística en secreto y no favoreció la participación del pueblo. Se quedó
en buenos deseos, que no llegaron a ponerse en práctica. He aquí uno: "Aunque la misa
contiene una buena instrucción para el pueblo fiel, no ha parecido oportuno a los Padres
que se celebre ordinariamente en la lengua del pueblo. Pero, para que las ovejas de
Cristo no pasen hambre, el Concilio manda que los pastores, durante la celebración de
las misas, expliquen alguna de las cosas que se leen en la misa especialmente los
domingos y días festivos"

El Concilio, pues, se centró sobre todo en aclaraciones de tipo dogmático: el carácter de


sacrificio de la misa y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Resumiendo, podemos
decir que la obra del Concilio fue positiva para las aclaraciones de tipo dogmático;
negativa por no aceptar muchas reivindicaciones de los protestantes y, ambivalente por
reservar al Papa toda decisión en materia litúrgica: esto era una solución de emergencia
en aquel caos, pero mantendrá durante cuatro siglos petrificada la liturgia romana.

Dejó en manos del Papa la publicación de los nuevos libros litúrgicos. Y Pío V editó el
Breviarium romanum, (la Liturgia de las Horas) (1568), y el Missale romanum (1570).
Paulo V el Rituale romanum (1614). En estos libros se ve la buena intención de volver a
las fuentes genuinas de la liturgia, pero, debido a la falta de medios técnicos adecuados,
lo único que la reforma tridentina hizo fue purificar el rito romano de acuerdo con la
forma que tenía en tiempos de Gregorio VII (1073-1085), que como hemos dicho
anteriormente no era el rito romano puro, sino el rito romano con las incorporaciones de
la liturgia franco-germánica.

La gran novedad del Concilio de Trento es la uniformidad que se impone a toda la


Iglesia latina. Uniformidad acompañada de una rígida fijación de fórmulas y ritos y, en
adelante, no se podrá introducir en ella ninguna modificación. Y para vigilar esta liturgia
fija e inalterable, el Papa Sixto V crea, el año 1588, la Sagrada Congregación de Ritos.
El mismo nombre nos señala que no es para continuar con la reforma sino para guardar
el cumplimiento de todas las normas establecidas. Estamos ante la "era de las rúbricas".

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7. La era de las rúbricas (s. XVII - XIX)

1.- Cultura de la época

El siglo XVII es el siglo del barroco. Lo grandioso, el sentimiento exaltado, el


entusiasmo por la victoria y por el triunfo, expresado con todo el vigor caracteriza al
barroco. Este sentimiento de euforia se encarna en la conciencia cristiana por haber
salvado la fe y la Iglesia y por encontrarse en la verdad (fruto del Concilio).
Hacia finales del siglo surge la Ilustración, que va a campear durante el siglo XVIII.
Toman fuerza el derecho, la conciencia individual y la razón del hombre y del
ciudadano. El hombre es la medida de todas las cosas; y es por sí mismo su razón de ser
y su fin. Rompe con todo el edificio antiguo, fundado en la religión revelada, la
jerarquía y la autoridad.

En el siglo XIX, la Iglesia se encuentra ante una cultura arreligiosa y antieclesiástica,


una cultura no cristiana. Es el siglo heredero de la Ilustración y de la Revolución
francesa. Se pierden los Estados Pontificios y muchos de los bienes eclesiásticos. Esto
provoca una reacción fuerte de afirmación del dogma, de la autoridad y de la tradición.
Es la época del romanticismo, vuelta al pasado, en especial a la Edad Media.

La Iglesia no muestra ya esa fuerza de asimilación crítica y creadora que ha tenido en


épocas anteriores. Se aísla y se amuralla y ve el mundo como negativo. El resultado: la
separación entre la Iglesia y el mundo moderno.

2.- Influencia en la liturgia

Las expresiones exteriores de la fe adoptan un aire triunfalista. Pero el espíritu barroco


de esta época y el auténtico sentido de la liturgia no son compatibles. He aquí las
consecuencias:

• La Iglesia católica acentúa los puntos negados por los protestantes y no los que son
centrales en la liturgia:

• Se acentúa la presencia real de Cristo en la Eucaristía y no en la comunidad, en la


Palabra. Se olvidan estas otras presencias.

• Se acentúa el sacerdocio de los ministros ordenados y no el de los fieles. Esto separa


lo que hace el sacerdote en el altar y lo que el pueblo hace.

• Se prohíbe la traducción del misal (Alejandro VII en 1662), aunque se publiquen


devocionarios con explicaciones de los ritos de la misa.

• El barroco destaca aspectos periféricos de la liturgia:

• se multiplican los altares laterales e imágenes,

• la comunión se separa de la misa y se convierte en devoción privada,

• la homilía se convierte en sermón, sin relación con las lecturas.

He aquí dos muestras de la vida litúrgica de esta época:


En la época barroca se multiplicaron los altares laterales, como también las imágenes de
los santos; la comunión se separó del marco de la misa y se convirtió en una devoción
privada; la homilía se convirtió en sermón, es decir, salió de la celebración eucarística y
de sus textos, y se desarrolló en el púlpito, convertido en cátedra sagrada; la Eucaristía
se guarda, no en la sacristía o en la pared, sino en sagrarios encima del mismo altar,
costumbre que no se generalizó totalmente hasta el decreto de la Congregación de Ritos
del año 1863, así la mesa-altar queda reducida a la categoría de soporte; los sagrarios
son cada vez más monumentales y fastuosos, con "templetes" y gradas, etc.; también se
desarrolla la música sagrada: es la época de la polifonía y de los coros grandiosos, pero
no orientada para servir a la liturgia, sino como concierto que tiene valor en sí mismo.
Un catecismo del año 1734 decía que la misa es "una de las cinco maneras de adorar a
Cristo en la Eucaristía".

Para que nos hagamos una idea del cuidado con que se llevó a la práctica esta misión,
según recoge una colección publicada en Roma, entre los años 1898 y 1890 la
Congregación de Ritos publicó más de 4.000 decretos. Esta casuística detallada creó en
la Iglesia lo que se ha llamado "complejo rubricista ", es decir, la obsesión por cumplir
escrupulosamente todas y cada una de las prescripciones rituales contenidas en los
libros litúrgicos, a menudo con más fidelidad a la "letra" que al "espíritu " de la norma.
De modo que las "rúbricas", (La palabra "rúbrica" viene de la palabra latina rubrum =
rojo, porque en rojo aparecían escritas las normas, en contraste con el negro de las
lecturas y plegarias.) que en un primer momento eran unas indicaciones sencillas de
"cómo se suele " realizar un rito, se convirtieron en normas autoritarias y rígidas sobre
"cómo hay que" llevarlo a cabo obligatoriamente, bajo pena de no validez del
sacramento.

3.- Intentos de reforma

En esta situación surgen una serie de fenómenos positivos para vivir y comprender la
liturgia, pero no adquieren "popularidad" y extensión en toda la Iglesia: en Alemania la
costumbre de cantar cantos populares en la misa permite una participación indirecta en
la liturgia y dos autores Mabillon y Muratori investigan y estudian a los Padres de la
Iglesia y se descubren y se editan los antiguos libros litúrgicos romanos.

La ilustración, siglo XVIII, tiene repercusión en la vida litúrgica de la Iglesia. Fomenta


el deseo de una participación comunitaria más intensa, exige más simplicidad y
sencillez, evita el destacar los elementos superfluos de la liturgia y exige comprender lo
que se dice y se hace en la liturgia, para que el pueblo reciba de ella ilustración y
edificación.

En estos años tuvo lugar el sínodo diocesano de Pistoya (año 1786). Insistió en cosas
que las tuvo en cuenta el Concilio Vaticano II: un único altar en cada iglesia,
participación activa de los fieles, abolición del estipendio de la misa, reducción de
procesiones, música simple y adaptada al texto litúrgico, ornamentos que no distraigan,
reforma del Breviario y del Misal, publicación de un nuevo Ritual, reducir las fiestas,
leer a lo largo del año toda la Biblia, etc.
Estos intentos no tuvieron el éxito esperado porque estaban imbuidos de espíritu
moralizante: la ilustración no consideraba la liturgia como la acción salvadora de Cristo,
sino como una función educadora y de progreso moral para el individuo.

Es de destacar durante el romanticismo el trabajo de restauración de Prosper


Guéranguer (1805-1875). Propugna el retorno a la pura tradición romana, tanto en los
textos, ceremonias y rúbricas, como en la música sagrada, la gregoriana. La abadía de
Solesmes fue pionera en la restauración de la música gregoriana. Pero consideran la
liturgia como la obra perfecta e inspirada directamente por el Espíritu, que debe
permanecer inalterable, al margen de toda evolución histórica, y no subrayan la
participación del pueblo.

Su actividad contribuyó a la formación de lo que se llamará el "Movimiento litúrgico"


del siglo XX y a la reforma del Vaticano II.

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APÉNDICE

Cuadro de la evolución de la misa en rito romano

Después de analizar, por encima, las distintas etapas de la historia de la liturgia y antes
de entrar en la reforma del Vaticano II, ponemos este cuadro de la evolución de la Misa.
Los especialistas del Vaticano II, aquellos a quienes les encargaron la reforma,
siguiendo los principios que había dado el Concilio, tenían en mente toda la historia de
la liturgia. La historia nos ha dado a conocer los elementos esenciales, inmutables y el
sentido de cada uno de los elementos; los cambios que se han realizado, si han sido para
hacerlos más expresivos o si los cambios no sólo han sido externos, sino que incluso
han cambiado el sentido.

Entrada
Liturgia de la Palabra
Preparación del altar
Plegaria Eucarística
Comunión
Final

Siglos II y III

en griego
No hay rito de entrada. Se entra en procesión cantando y se hace una oración
Se leen las memorias de los Apóstoles. Textos de profetas. homilía. Oración universal.
Beso de la paz. Se presentan el pan y el vino con agua al celebrante.
Ya existen el diálogo. Narración. Memorial. Epíclesis. Recuerdo de los difuntos.
Fracción del pan y Comunión.
Se hacen las colectas para otras iglesias y para los necesitados.
Siglo IV

en latín
Se sigue igual que en la época anterior. Se introducen cantos de salmos entre las
lecturas, el Aleluya. Sigue la homilía. Se despedía a los catecúmenos. Oración de fieles.
Beso de la paz. Se presentan las ofrendas hechas por los fieles y después se presenta
todo junto al pan y al vino al Señor. Sigue la Plegaria con el diálogo. Santo. Narración
memorial. Epíclesis. Recuerdo de difuntos. Frección del pan. Padre Nuestro (viene de
Agrica). Y se introduce la fórmula: El cuerpo de Cristo. Amén. Saludos y despedida.
Siglos V y VI
Reforma gregoriana
Se introduce el Canto de entrada. El Kyrie y el Gloria. Y se reza la oración colecta
como final del rito de entrada. Se fijan tres lecturas: AT, NT y Evangelio. Salmo
responsorial. Aleluya. Homilía. Despedida de catecúmenos. Oración de fieles. Procesión
con las ofrendas y un canto para acompañar. Oración sobre las ofrendas. Sigue la
Plegaria con+Diálogo, se multiplican los prefacios. Sigue la Narración. Memorial.
Epíclesis. Recuerdo y Doxología. Se introduce el rito de comunión con el Padre Nuestro
y su conclusión. Se mezcla el pan y el vino. Se bendice a los que van a comulgar. Beso
de la paz y canto de comunión. Una oración. Otra oración sobre el pueblo. Despedida y
Bendición.
Siglos VII y VIII
Influencia de Oriente: se ponen luces, incienso, se arrodilla, se amplía el número de
vestidos litúrgicos
Canto de entrada

El celebrante llega al altar, se prosterna y lo besa.

Se termina con la oración

Ya se llama a la 1ª lectura epístola, Salmo, Aleluya, incienso Evangelio, Homilía


Desaparece la despedida a los catecúmenos. Y desaparece la oración de los fieles

Ofrendas de fieles. Canto que acompaña Oración. Lavado de las manos

La Plegaria sigue igual, se añade el recuerdo de los vivos.

Sigue el Padre Nuestro con su introducción y su final. Se introduce el canto del


Cordero de Dios mientras la fracción. Sigue el beso de la paz entre los que van a
comulgar.

Se introduce el limpiar el cáliz.


Sigue su estructura: Oración bendición y Despedida
Siglos IX-XI

Introducción de plegarias privadas: las llamadas apologías

Se introducen en la procesión de entrada los cirios y la cruz, que se ponen sobre el altar
y unas oraciones al pie del altar: Yo confieso. Lo demás sigue igual.

La liturgia de la Palabra no cambia de la época anterior, únicamente se introduce el


Credo.

Se suprime el pan ácimo.


Lo demás sigue igual.
Se añaden a la Plegaria Eucarística alusiones intermedias a santos y presentes. Se
empieza a recitarse en voz baja y se besa el altar. Siendo todo igual a la época anterior,
se empieza a comulgar en la boca y para limpiar el cáliz se empiezan a recitar oraciones.
Siendo igual todo a la época anterior, la oración sobre el pueblo se hace sólo en
Cuaresma.

Siglos XII - XIV

Plegarias y gestos de devoción

Se colocan las luces ya fijas en el altar. Lo demás sigue igual. La liturgia de la Palabra
sigue igual a la época anterior. Siendo igual a la época anterior, se introducen las
oraciones-bendiciones para el pan y el vino.

La Plegaria no cambia, pero se introducen cantidad de besos al altar y cruces sobre la


patena y el cáliz. Siendo todo igual que en la época anterior, se introduce el comulgar
arrodillados y se suprime el comulgar con el cáliz.

Siendo igual a la época anterior, se introduce el leer el prólogo del Evangelio de Juan.

CUESTIONARIO
1.- Escribe los cambios más negativos que se han dado en la liturgia y los momentos
(años) a los que corresponde

2.- ¿Qué elementos negativos que has visto en este capítulo perduran todavía en la
liturgia?

3.- ¿Qué lección nos enseña la historia a la hora de plantearnos la celebración de los
sacramentos en nuestras comunidades?

4. - Escribe los momentos más lúcidos de la Historia de la Liturgia en estos siglos. Y


también los momentos más negativos.

CAPITULO III

EL MOVIMIENTO LITÚRGICO

Y EL VATICANO II

Indice

El Movimiento Litúrgico y el Vaticano II:

• El Movimiento Litúrgico:

El retorno a la liturgia

La pastoral litúrgica

La ciencia litúrgica

Los escritos de Pío X y de Pío XII

• La Constitución Sacrosanctum Concilium:

Temas polémicos

Temas fundamentales:
• ¿Qué es la liturgia de la Iglesia?

• Formación litúrgica

• La Palabra de Dios

Vacíos de la constitución

Última etapa: el postconcilio:

• Los nuevos libros litúrgicos

• Documentos del magisterio

• Situación de la liturgia en el postconcilio

• Corrientes de opinión:

La desacralización

Fe y sacramento

Celebraciones festivas

Adaptación litúrgica

Liturgia y ciencias humanas

Los movimientos de oración

Creatividad litúrgica

La Liturgia del mañana

Tradición y progreso en liturgia:

• Línea de conservación

• Línea de progreso

• Papel de la asamblea

Cuestionario

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8. El Movimiento Litúrgico y el Vaticano II


El ámbito socio-cultural de nuestro siglo es la consecuencia de los siglos anteriores. La
situación, al comienzo del Concilio no era ideal para la misión de la Iglesia. Por eso el
Concilio se propone, entre otras fines, "acrecentar de día en día entre los fieles la vida
cristiana y adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están
sujetas a cambio " (SC 1).

Este capítulo 8 lo vamos a dividir en dos grandes apartados:

el movimiento litúrgico y el Concilio Vaticano II.

Analizaremos también, el postconcilio.

a) El Movimiento Litúrgico

El movimiento litúrgico tiene su origen en Guéranger. Fue monje benedictino, fundador


y primer abad de Solesmes (1805-1875). Su empeño por volver a la liturgia romana fue
producto del querer ir a las fuentes. No llegó a tanto porque no se habían descubierto y
analizado todavía los textos más primitivos. Se quedó en el rito romano y no el original
rito romano sino el rito romano con las adherencias del rito franco-germánico. Como
todo inicio tuvo sus aciertos y deficiencias, pero hizo volver los ojos a tres realidades
mal comprendidas y/o vividas en aquella época: la liturgia, la Iglesia y la Biblia.

Le damos importancia a este Movimiento porque es el que preparó e hizo posible que la
primera Constitución del Concilio Vaticano II fuese sobre la Liturgia. Lo habían
preparado y estaba bastante aceptado por la Iglesia.

El movimiento litúrgico, que va desde principios del siglo hasta el concilio Vaticano II,
trabajó estos puntos y, al mismo tiempo, dio como frutos, los escritos de los papas Pío X
y Pío XII:

• el origen de la liturgia,

• la pastoral litúrgica,

• la ciencia litúrgica y

• los escritos de Pío X y de Pío XII.

Veámoslos a continuación.

1.- El retorno a la liturgia

En el siglo XIX los fieles durante las celebraciones litúrgicas rezaban sus devociones:
bien el rosario, bien alguna novena, etc. La palabra de Dios y el misterio pascual cuya
actualización se estaba realizando eran totalmente desconocidos. La vida litúrgica iba
por su sitio y la vida espiritual de los fieles por otro. Por otra parte, los estudios de la
liturgia estaban completamente atrofiados. Su máxima preocupación era la mera
ejecución de los ritos, cuyo significado se había perdido.

Por ello el primer objetivo que se propusieron los autores del Movimiento Litúrgico fue
volver a la liturgia, volver a las fuentes de la liturgia.

Guéranger repetía en la introducción de uno de sus libros "Si este nuestro libro,
llamando la atención a los que tienen la misión de velar sobre las iglesias, contribuyese,
aunque fuera poquísimo, a frenar abusos muy grandes y a preparar, de algún modo, un
retorno a los principios válidos, en todo siglo, en materia litúrgica, ¿seria el nuestro un
crimen tan grande?".

Todas sus publicaciones tuvieron un objetivo claro, "el principal objetivo del libro es el
de iniciar a los más jóvenes de nuestros hermanos (benedictinos) en el estudio de los
misterios del culto divino y de la oración: dos cosas que deben constituir el principal
alimento de su vida".

Nadie quiere marginar el rosario, ni el Vía Crucis, ni las novenas, etc., pero sí situarlas
en su sitio. Lo central y lo original es la actualización de la salvación. El mandato del
Señor: "Haced esto en, memoria mía" no es para rezar el rosario, y demás devociones,
sino celebrar su memorial o vivir su memorial.

Este objetivo de Guéranger debe ser todavía objetivo de muchas de nuestras


comunidades parroquiales. Las devociones son lo subjetivo, algo que hemos
"inventado" nosotros los hombres. La Liturgia es lo objetivo, algo "inventado" y dado
por Dios. En las devociones somos nosotros los principales protagonistas. En la liturgia
es Dios el principal protagonista. En las devociones, se puede decir, que "la escucha" de
Dios depende de nosotros o de nuestros méritos. En la celebración litúrgica, la
"escucha" de Dios depende de su Hijo Jesús, es Él quien ora al Padre por nosotros y con
nosotros y en nosotros. Digamos para entendernos que es mucho más "seguro" una
celebración litúrgica, que una devoción.

Todas estas razones hay que entenderlas bien. He puesto palabras entre comillas. Lo
cual quiere decir que no tienen su significado, que hay que entenderlas en su contexto.

Para hablar de la pastoral litúrgica de esta época tenemos que citar a su gran impulsor:
Lamberto Beuadin (1873-1960), sacerdote dedicado al mundo obrero, que entró en la
orden benedictina.

Las propuestas pastorales de Beaudin se concretan en estas propuestas:

La devoción, la piedad y la vida cristiana debían inspirarse en la liturgia. Para ello, era
necesario promover la participación de los fieles en la liturgia. Es la vuelta a la liturgia.

Difundir la traducción del misal, para que las oraciones de los fieles fuesen las
oraciones litúrgicas, que son más objetivas. Y, como consecuencia, dejar de hacer
novenas en misa y llenar ese "vacío" con la misa misma.
Recuperar en el hogar las vísperas, la bendición de la mesa, oraciones en los tiempos
litúrgicos. Es decir, hacer que el espíritu litúrgico penetre en las manifestaciones
religiosas del pueblo cristiano.

Promocionar el canto gregoriano, según las orientaciones de Pío X. El Papa había


escrito un documento el año 1903 en orden a renovar la música religiosa. Para ello,
proponía restaurar el canto gregoriano. Por este documento del Papa saben nuestros
mayores el gregoriano.

Organizar retiros para los responsables parroquiales de la pastoral litúrgica. No se puede


hacer ninguna renovación, si los responsables quedan fuera. El Concilio Vaticano II
aceptó este norma pastoral en su n. 19.

Las dos guerras mundiales paralizaron el movimiento litúrgico, pero posteriormente


prosiguió con fuerza.

Ahora bien, no todo fue un camino de rosas en la difusión del Movimiento Litúrgico.
Tuvo sus problemas y sus crisis. Los dos problemas o crisis de crecimiento que tuvo el
movimiento litúrgico entre sus miembros fueron:

• Relación entre liturgia y espiritualidad. El problema se suscitó por distintas ideas que
tenían unos y otros sobre lo que es la liturgia.

Para unos, y aún hoy día, la liturgia era el mundo ceremonial, el rostro exterior de las
celebraciones. Por tanto, la liturgia debía ocupar un segundo o tercer plano en la vida
cristiana. Para otros, la liturgia era la oración del Cuerpo de Cristo y, al mismo tiempo,
la presencia privilegiada de la obra salvadora de Dios. Por tanto, los fieles han de vivir y
personalizar la obra de Dios que actualiza la liturgia.

Como fruto de esta discusión se dio más valor al aspecto comunitario y a lo objetivo,
que a lo individual y subjetivo de las celebraciones litúrgicas.

• Relación entre liturgia y compromiso cristiano. El año 1909 se celebró el Congreso de


Malinas. En él se reunieron expertos en liturgia y sacerdotes dedicados al ministerio en
medios rurales, urbanos, en barriadas, sacerdotes dedicados en la Acción Católica y en
movimientos especializados. Naturalmente, apareció el deseo de una mayor inserción de
los valores de la sociedad en la liturgia y una mayor acomodación de la liturgia a la
nueva situación europea, así como en los países de misión. Entre las propuestas
concretas fue el problema de la lengua litúrgica. Pidieron con insistencia la entrada de la
lengua del pueblo en la liturgia, aunque insistieran más en ello para los países de
misión.

3. La ciencia litúrgica

El movimiento litúrgico, no sólo se preocupó de la pastoral, sino que se centró en la


ciencia litúrgica, en la historia y en la teología de la liturgia.

- Investigación histórica. Se investigaron los orígenes del culto cristiano, la historia de


la misa y del breviario, los textos antiguos, las oraciones de la misa, etc. Se hicieron las
primeras ediciones críticas de la Tradición Apostólica de Hipólito y del canon de la
misa. Fueron principalmente autores franceses y alemanes los que se distinguieron en
este trabajo de investigación. La colaboración de estos investigadores al Vaticano II y al
post-concilio fue amplia y decisiva para la reforma de la liturgia. En este campo se
distinguieron los franceses.

- Estudio teológico de la liturgia. La teología comprendía también la espiritualidad y la


pastoral de la liturgia. En este punto no podemos dejar de citar a Odo Casel. Fue el que
investigó y divulgó el misterio y su actualización en la liturgia. Para no citar nombres,
digamos que la teología fue más estudiada en Alemania. El año 1951 se unieron en
congresos todos estudiosos, tanto historiadores como teólogos y prepararon las bases de
la futura constitución litúrgica del Vaticano II. Crearon en la Iglesia una mentalidad y un
espíritu de equipo. Por ello la Constitución "Sacrosanctum Concihum " fue el primer
documento que salió del Vaticano II.

4. Los escritos de Pío X y de Pío XII

Son los dos papas que se distinguieron por la renovación litúrgica.

- Pío X. Papa entre 1903 y 1914, a los tres meses de su elección publicó el Motu propio
(Se llama Motu propio al documento por el que el Papa regula alguna iniciativa o algún
aspecto particular de la vida de la Iglesia.) "Tra le sollicitudine" para renovar la música
religiosa y restaurar el canto gregoriano.

A los dos años el decreto (Decreto: Son los documentos conciliares que desarrollan y
aplican concretamente lo ya formulado en las constituciones.) "Sacra Tridentina
Synodus" para fomentar la comunión frecuente; el año 1910 el decreto para admitir a
los niños a la comunión eucarística.

Al año siguiente la constitución apostólica (Constitución Apostólica: Reciben este


nombre los documento fundamentales de un Concilio.) sobre la reforma del breviario y
la revalorización de la liturgia dominical; y, por fin , el año 1913 el Motu propio que
inspiraba un nuevo plan de reforma del año litúrgico y del breviario.

Resumiendo las tres líneas claras que aparecen en el magisterio litúrgico de Pío X son:

- la renovación de la música sagrada con el principio válido hoy día de "no hay que
cantar y orar durante la misa, sino cantar y orar la misa ";

- el acercar a los fieles la munión eucarística; y

- la reforma del año litúrgico y del breviario.

- Pío XII. Papa entre 1939 y 1958, tuvo una actividad grande en materia litúrgica.

Enumeramos: la Instrucción (Instrucción: Son documentos que tienen el respaldo de una


Congregación de la Curia romana. Por último Exhortación apostólica es el documento
que el Papa escribe a la terminación de un Sínodo de obispos.) sobre la formación del
clero en el Oficio Divino; la facultad dada a los sacerdotes, en algunos casos, para
confirmar; la publicación de rituales bilingües; el determinar las fórmulas de la
ordenación del diaconado, presbiterado y episcopado; la reforma de la vigilia pascual; la
reforma del ayuno eucarístico; la introducción de misas vespertinas; la reforma de la
Semana Santa; leccionarios bilingües, la renovación de la música sagrada; y, sobre todo,
la publicación de la encíclica (Encíclica: Es una carta pastoral del Papa dirigida a la
Iglesia Universal.) Mediator Dei (1947), con la cual se aceptaba plenamente el
movimiento litúrgico a nivel oficial.

En la encíclica Mediator Dei presenta, por primera vez, el magisterio una doctrina
litúrgica completa y estructurada. Es el avance de la constitución del Concilio Vaticano
II sobre la liturgia. Destacamos estos tres contenidos fundamentales:

Naturaleza de la liturgia: La liturgia es el culto público integral del Cuerpo de Cristo, de


la cabeza y de los miembros y, al mismo tiempo, es la presencia privilegiada de Cristo
sacerdote.

El aspecto interno de la liturgia. El subrayado fundamental de la dimensión interior de


la liturgia: "se equivocan por completo los que consideran la liturgia como sólo el lado
externo y sensible del culto divino, o como ceremonial decorativo; y no se equivocan
menos los que piensan que la liturgia es el conjunto de leyes y preceptos con que la
jerarquía eclesiástica configura y ordena los ritos".

El equilibrio entre liturgia y espiritualidad. Equilibrio entre los que afirmaban que todo
es liturgia o que todo tiene que ser liturgia y entre los que minusvaloraban la liturgia,
equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo; entre lo comunitario y el individualismo;
entre progresismo y conservadurismo. Del fomento de la participación y de las misas
llamadas comunitarias se pasó a cuestionar la misa celebrada sin pueblo. De la
valoración del culto de la Iglesia se pasó a marginar y censurar las devociones, las
prácticas ascéticas, los ejercicios espirituales, así como el culto al Santísimo
Sacramento.

Esta encíclica tiene también algunas lagunas, que se han desarrollado y perfeccionado.
Notemos algunas lagunas:

El sacerdocio de los fieles. La ausencia de la doctrina sobre el sacerdocio de los fieles,


que es el fundamento de la participación litúrgica.

Fuerza de los símbolos. Una teología inacabada y extrínseca acerca de los signos
simbólicos con los que se celebra la liturgia: Se afirma que los símbolos litúrgicos
estimulan y adornan el culto.

Lex orandi lex credendi (Axioma que significa: la oración es norma de fe. Se ora lo que
se cree. Por tanto, lo que decimos en la oración es la norma o ley para la fe.). Una
comprensión parcial o un planteamiento distinto de esta verdad. Lo tomaba como sólo
reflejo de la fe de la Iglesia y no como maduración de la fe, porque se ora según se cree
y también se cree según se ora.

El año litúrgico. La presentación del año litúrgico es algo ambigua, juega entre el
sentido moralizador y el sentido de actualización.
Por último citamos las palabras de Pío XII a los participantes del Congreso de Asís,
congreso internacional de pastoral litúrgica: "El movimiento litúrgico aparece como un
signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre el tiempo presente (signo de los
tiempos), como un paso del Espíritu Santo en su Iglesia, para acercar ante todo a los
hombres a los misterios de la fe y a las riquezas de la gracia, que corren de la
participación activa de los fieles en la vida litúrgica ".

b) La Constitución Sacrosanctum Concilium

La constitución, después de un prólogo, aborda en el primer capítulo los principios


fundamentales de la liturgia. Es el más largo e importante. Lleva el título siguiente:
"Principios generales para la reforma y fomento de la sagrada liturgia ".

Son los principios y los fundamentos que hay que tener en cuenta para hablar algo de
liturgia, es el "abc" de la liturgia. Sin esto no sabremos nada de liturgia. Cada capítulo
está dividido en apartados. Y cada apartado en números. Pues bien, de este primer
capítulo destacamos el primer apartado, los números del 5 al 13 que tratan de los
aspectos doctrinales de la liturgia. En cierto modo son el núcleo de toda la constitución.
Se recogen los resultados de las investigaciones teológicas sobre la naturaleza de la
liturgia y se insiste en su importancia para la vida de la Iglesia.

Los siguientes capítulos tratan estos temas: necesidad de promover la educación


litúrgica y la participación activa, la reforma de la sagrada liturgia, el fomento de la vida
litúrgica en las diócesis y en las parroquias, la Eucaristía, los demás sacramentos y los
sacramentales, el oficio divino, el año litúrgico, la música sagrada, el arte y los objetos
sagrados.

Está estructurada en dos partes: principios doctrinales y normas prácticas. Este


esquema: principios-praxis responde al esquema teología-celebración, es decir, a la
esencia de la teología litúrgica. La liturgia celebra lo que se cree. Para entendernos
podemos afirmar que en la liturgia se manifiesta lo que se vive. Y así la manifestación
está intrínsecamente unida a la vivencia. La teología litúrgica no es especulación, no es
algo que se produce en la inteligencia. Es teología que exige celebración y/o celebración
que exige teología.

Si en la celebración se margina la teología, se cae en el rubricismo o en la inventiva


arbitraria. Y si en la teología litúrgica se margina la celebración, se esteriliza el
pensamiento y se pierde en sí mismo. Es decir, no se puede celebrar sin conocer el
contenido de la celebración y/o no se puede conocer la teología litúrgica sin celebrar. La
teología litúrgica es teología practica.

Esto, en concreto, supone que al preparar la celebración debo estudiar analizar y vivir el
contenido de la celebración. Y al celebrar debo tener en cuenta el contenido analizado y
vivido.

Este esquema principios-praxis se orienta, en la Constitución del concilio, a revisar la


teología y la celebración de la liturgia, para así conseguir una mejor participación de los
fieles. Revisar-participar es, por tanto, otra constante del todo el documento conciliar.
Por ello, colocó en un primer plano la pastoral litúrgica.

El análisis del documento lo haremos de la siguiente manera: vemos los temas


polémicos, los temas de largo alcance y, por contraste, los vacíos de dicha Constitución.

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1 Temas polémicos

• Facultades de los obispos.

PRINCIPIO: La liturgia es la manifestación de la fe de la Iglesia. Luego es competencia


de la Iglesia. De los que tienen el ministerio de la autoridad. Esta autoridad es colegial.

PRAXIS: El Vaticano II mantuvo la dirección de la liturgia en manos de la Santa Sede y,


a la vez, en manos de las conferencias episcopales y el obispo diocesano (SC 22).
Recordando la historia, se ve que la antigua disciplina hasta Trento condujo a la
anarquía y el período posterior a Trento, totalmente centralizado, condujo al rubricismo.

PUNTO POLÉMICA: Descentralización, pues, moderada o centralización compartida.


En este equilibrio es difícil mantenerse, lo cual ha dado lugar a discusiones. Hoy día,
todos los textos creados por las distintas conferencias episcopales deben recibir el visto
bueno de Roma. Lo cual ya es complicado.

• Adaptación de la liturgia.

PRINCIPIO: "los textos deben resplandecer con una noble sencillez, han de ser claros
por su brevedad... adaptados a la capacidad de los fieles y por lo general no deben
necesitar de muchas explicaciones" (SC 34; Cf. SC 21). Es decir, hay que adaptar los
textos a la capacidad de los fieles.

PRAXIS: se admiten dos tipos de adaptaciones: ordinarias y extraordinarias.

Las ordinarias son las que dicen los rituales. Las pueden hacer las Conferencias
episcopales y los Obispos. (Edad de la confirmación, determinar los signos
penitenciales en la absolución colectiva). Son las adaptaciones acomodadas a las
necesidades de cada región (SC 38, Cf. SC 63b y 77).

Las extraordinarias son más profundas. Para ello es necesario estudiarlas y plantearlas a
la Santa Sede. Son adaptaciones que se pueden admitir en la liturgia porque son fruto de
la acción de las tradiciones y el espíritu de cada pueblo (SC 40).

PUNTO POLÉMICO: En principio algunos lo entendieron racionalmente y convirtieron


la celebración en algo racional. Y han dado lugar a celebraciones descuidadas en su
riqueza ritual, descuidadas en simbología. Con pretensiones de claridad ha habido
celebraciones didácticas y moralizantes. Es decir, han convertido la misa en una clase de
enseñanza o en un puro compromiso. La liturgia es ante todo, celebración simbólica;
por eso, no tanto se entiende o se explica cuanto se percibe, no tanto es didáctica y
moralizante cuanto celebratva. Esto quiere decir que, lo primero es sentirse salvados y
celebrarlo agradecidos, después habrá que explicar algunas cosas y ver la unión con la
vida de compromiso, pero sin anteponer una cosa a la otra.

• Las lenguas vernáculas.

PRINCIPIO: La participación del pueblo de Dios por ser pueblo santo y sacerdotal.

PRAXIS: Sobre este tema Juan XXIII en vísperas del Concilio publicó la constitución
apostólica Veterum sapientia, sobre el uso del latín. Imponía silencio a la "campañas"
contra el latín en la liturgia.

PUNTO POLÉMICO: El concilio reconoció el latín como lengua litúrgica, con algunas
pequeñas cosas en lengua vernácula (SC 36; Cf. 54 y 101). Estas decisiones fueron para
unos tímidas, otros se aferraron al latín, mientras otros lo eliminaron. Hoy día se ha
superado totalmente.

• La concelebración.

PRINCIPIO: La concelebración eucarística manifiesta adecuadamente y realiza la


unidad del sacerdocio (SC 57).

Praxis: El concilio posibilitó la concelebración en determinados días y aun asiduamente


con permiso del ordinario.

PUNTO POLÉMICO: Fue uno de los temas más discutidos. Muchos se opusieron
porque contrastaba con su apego devocional a la celebración particular.

• La comunión bajo las dos especies.

PRINCIPIO: Es la participación más perfecta en la misa.

PRAXIS: Pero, el concilio lo dejó en manos de la sede apostólica.

PUNTO POLÉMICO. Tema ampliamente debatido. Al Obispo diocesano corresponde


juzgar sobre la oportunidad de la puesta en práctica.

Estos puntos polémicos se irán abriendo y aclarando en los años posteriores al Concilio.

2. Temas fundamentales
Los siguientes puntos, sin restar importancia a los anteriores, los consideramos
fundamentales. Son, en concreto éstos: qué es la liturgia, es decir, cuál es la naturaleza
de la liturgia, la formación del clero y del pueblo, y la revalorización de la palabra de
Dios

a) Qué es la liturgia

Resumen en puntos.

* Recuerda que Cristo, en su misterio pascual, es la plenitud de la historia salvífica.

* Esta acción de Cristo salvador se prolonga en la historia por medio del sacrificio y los
sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.

* Para realizar en la historia esta obra salvadora, Cristo está siempre presente en su
Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica.

* La salvación de Cristo, por tanto, llega al hombre de este mundo por los signos
simbólicos de la liturgia.

* En ellos (signos simbólicos) se establece el diálogo, la alianza de salvación entre Dios


y su pueblo.

* La salvación es santificación del hombre y glorificación de Dios.

* Por esto la liturgia terrena es la salvación del hombre y de la glorificación de Dios por
el hombre. Un "avance" de la liturgia eterna. (SC 5-9).

Conclusiones de esta catequesis:

* Por ello la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo


tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza (S C 10).

* El valor objetivo de la liturgia exige la coherencia subjetiva de los participantes con la


liturgia (SC 11l).

* La liturgia no se basta a sí misma. Requiere la evangelización, la catequesis, la


conversión constante, la práctica de la vida cristiana, el apostolado, el testimonio (SC
9).

* Además, cada cristiano necesita de la oración en privado (SC 12).

* Y recomienda los ejercicios piadosos, pero que sean coherentes con la liturgia, se
deriven de ella y a ella conduzcan, ya que la acción litúrgica está muy por encima de
ellas (SC 13).
Puntos de discusión

Unas veces, se da primacía a la evangelización. Otras, al compromiso, a las obras, en


contraposición a lo no útil, a lo gratuito, el acto de fe, que es necesariamente
sacramental. Todavía no está asumida por todos la relación entre liturgia compromiso.
La relación entre liturgia y evangelización y compromiso se abordó, en el congreso de
Malinas. Pero allí solamente se hizo iniciar. No se profundizó, ni se sacaron todas las
consecuencias. Pablo VI presentó unas orientaciones de solución en su encíclica
"Evangelii Nuntiandi".

Otro punto de discusión ha sido el acusado individualismo espiritualista, fruto de toda la


historia. Este individualismo está todavía muy metido en muchos dé nuestros fieles, que
no han recibido una formación litúrgica seria. Han visto cambios, han aceptado los
cambios, tal vez obligados, pero no saben la razón de los cambios. Y como han vivido
toda la vida en su piedad algo individualista, no admiten fácilmente las razones del
cambio, lo soportan. Soportan el celebrar todo en comunidad.

b) Formación litúrgica

Todo lo dicho en el punto anterior necesita ser descubierto y conocido, necesita de la


formación para poder participar activamente en la liturgia. Es decir, esto no ocurrirá si
"antes los pastores y fieles no se imbuyen totalmente en el espíritu y la fuerza de la
liturgia" (SC 14).

Como consecuencia de ello, el Concilio aborda la formación (SC 15). La formación


litúrgica ha de comprender la teología, la historia, la pastoral, la espiritualidad y el
derecho de la liturgia (SC 16).

Ahora bien, esta formación no es sólo conocimiento y ciencia, necesita experiencia o,


como lo llama el concilio, se necesita "iniciación" de tal forma que la vida esté
totalmente informada de espíritu litúrgico (SC 17).

c) La Palabra de Dios.

Desde los primeros números, la constitución afirma que la Iglesia, desde el comienzo,
ha hecho presente la salvación leyendo en la Escritura cuanto se refiere a Cristo (SC 6).
Afirma también la presencia de Cristo en la Palabra (SC 7 y 33).

Esta presencia salvadora de la Palabra no se yuxtapone a la presencia salvadora que


obra en el sacramento, sino que están "tan íntimamente unidas entre sí que forman un
acto de culto" (SC 56).

Como consecuencia de ello, expuso unas normas: enriquecer el Leccionario, recuperar


la homilía y fomentar las celebraciones de la Palabra (SC 35, &1; 35, &2; 35, &4; 51 y
52).
3. Vacíos de la constitución

Llamamos vacíos a puntos que no han sido tratados con la amplitud que se merecen,
puntos que tenían que haber sido analizados con más detenimiento. Puntos que hoy día
se han profundizado más, como es natural.

He aquí tres.

• El sacerdocio de los fieles. Aunque la constitución gira en torno a la participación de


los fieles en la liturgia, no desarrolla el fundamento de esa participación: el sacerdocio
de los fieles. Sólo alude a ella (SC 14). Lo ampliará la LG 11.

• El año litúrgico. Se presenta el domingo como el día del Señor y como el eje del año
litúrgico (SC 102. 106). Pero sobre la presencia de los misterios de la vida de Cristo en
las celebraciones se afirma poca cosa. Por otra parte, los tiempos fuertes, exceptuando la
cuaresma, apenas son tomados en consideración (SC 109-110).

• La música. No se dio el relieve que tiene la música como acción y actividad simbólica
fundamental en la liturgia. Se dice bien poco sobre lo que se debe cantar en las
celebraciones. Enuncia el principio y poco más (SC 112). Pablo VI afirmaba que el tema
del canto requiere un amplia reflexión. Muchas veces se monta "otra liturgia" con los
cantos sobre la liturgia. El ejemplo más claro es el de las bodas. ¿Qué tendrán que ver
las marchas de Mendelsson y la nupcial con el sentido del matrimonio cristiano y con
los textos?

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Ultima etapa histórica: el post-concilio

Al año de la promulgación de la Sacrosanctum Concilium, antes de terminar el


Concilio, Pablo VI creó en 1964 el organismo encargado para llevar adelante el
proyecto del Vaticano II en liturgia. Se llamó el Consilium. Su misión era triple:

1.- orientar la puesta en práctica de la constitución litúrgica,

2.- preparar los nuevos libros litúrgicos y

3.- promover las experiencias requeridas.

En esta parte veremos algo de los nuevos libros litúrgicos y algunos documentos. Por
último, analizaremos la situación y las corrientes de opinión en esta época post-
conciliar.

1. Los nuevos libros litúrgicos


En diez años se prepararon casi todos los libros litúrgicos del Vaticano II. No todos: por
ejemplo, el Ritual del matrimonio renovado ha sido publicado en marzo del año 1996.
Todo esto fue posible gracias a los estudios promovidos por los miembros del
movimiento litúrgico. En el trabajo llevado a cabo se recogió lo mejor de la tradición
para acercarlo a la Iglesia de hoy.

Estos libros fueron: el Misal, las Plegarias Eucarísticas, los Leccionarios, los demás
Rituales y la Liturgia de las Horas. Van precedidos de introducciones que condensan la
teología, la espiritualidad, la acción pastoral y la normativa de las celebraciones. Son de
destacar la introducción al Misal y el Leccionario. La introducción del Misal se cita con
las siglas IGMR (Ordenación es la palabra que traduce a la latina Institutio. No sólo
implica ordenación de la celebración, sino también una educación litúrgica. Por eso en
las siglas aparece la primera letra la I. (General del Misal Romano) y la del Leccionario
OLM (Ordenación de la Lecturas de la Misa). Los tenemos en el Misal que usa el
sacerdote en el altar y en las nuevas ediciones de los Leccionarios.

Pablo VI decía que son "una nueva pedagogía espiritual nacida del concilio. Son una
gran novedad. Y nosotros no debemos dudar de hacernos primero discípulos y después
continuadores de la escuela de oración que ha de comenzar" con su puesta en práctica y
asimilación. Los libros son los grandes educadores de sacerdotes y fieles, cuando estos
los acogen y asimilan. No se puede hablar ni celebrar un sacramento sin haberlos
estudiado y asimilado.

2. Documentos del magisterio

Los clasificamos de esta manera: Alocuciones de Pablo VI a los miembros del


Consilium; documentos para la adecuada aplicación de la constitución litúrgica y
algunos documentos sobre la Eucaristía. Sin querer nombrarlos todos daremos algunas
ideas que abordan dichos documentos (Todos estos documentos están hoy día recogidos
y publicados en un libro llamado Enchiridion. Preparados por Andrés Pardo y
publicados por la Editorial Regina, Barcelona, 1992.)

• Alocuciones de Pablo VI a los miembros del Consilium. Destacan las cualidades y el


espíritu que han de tener los miembros del Consilium para la tarea del post-concilio:
sentido de lo sagrado y experiencia litúrgica; percibir las riquezas de la tradición;
conocimiento de la lex credendi, para se refleje en la lex orandi; sensibilidad humana
para acercar a los fieles la liturgia: En una palabra, deseo de una liturgia bella, universal,
eco de los tiempos antiguos y voz de los nuevos tiempos. Se repite varias veces la
denuncia de los brotes de anarquía litúrgica, por causa del rechazo de la autoridad, de lo
sagrado y por confundir lo sencillo con el descuido de los símbolos litúrgicos. Nos las
aplicamos para todos nosotros.

• Documentos para la aplicación de la constitución litúrgica. En estos documentos hay


que señalar:

* la inmediata aplicación de lo mandado en el concilio para la formación de los


sacerdotes;
* el objetivo de la tarea litúrgica: cambio de mentalidad; el paso total del latín a las
lenguas vernáculas;

* el impulso hacia celebraciones más creativas. Junto a esto, el cuidar el culto de la


Iglesia de arbitrariedades de personas y grupos.

• Documentos sobre la Eucaristía. Durante estos años hubo una polémica sobre el modo
de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Pablo VI publicó la encíclica Mysterium fidei
(1965) sobre la fe de la Iglesia en el misterio eucarístico. Enumera las distintas
presencias reales de Cristo en la Iglesia. Enuncia la presencia real por antonomasia, "la
Eucaristía", y denuncia la insuficiencia de algunas opiniones. El año 1967 la Sagrada
Congregación de Ritos publicó la instrucción Eucharisticum mysterium. Ya se habían
terminado las polémicas. Recoge la doctrina eucarística y señala su práctica para la
celebración y el culto fuera de la misa. Desarrolla la teología de la celebración y la
comunión bajo las dos especies. En 1980 Juan Pablo II publica la carta Dominicae
coenae sobre el misterio y el culto de la Eucaristía.

• Sobre la Plegaria Eucarística. El año 1973 se publica la carta circular Eucharistiae


participationem dirigida a las conferencias episcopales sobre las plegarias eucarísticas.
Se anuncia la decisión de no ampliar por ahora a las conferencias la facultad de aprobar
nuevas plegarias eucarísticas. Sin embargo, la Santa Sede atenderá las peticiones de
nuevas plegarias. Reafirma la importancia de la plegaria eucarística requiere la
catequesis sobre la misma. Se constata en la carta circular las plegarias que corren y, por
el lugar que ocupa la plegaria eucarística en la vida de la Iglesia, se ruega la observancia
de la disciplina vigente.

• Por último, aunque no traten directamente de la Eucaristía citamos dos documentos: la


instrucción Actio pastoralis (1969), que fundamenta, orienta y regula las celebraciones
con grupos. Dos son los fundamentos en que se deben basar estas celebraciones: en
primer lugar, la eclesialidad, unión con la Iglesia, y, en segundo, la adaptación al grupo.
Recuerda al final, que la eficacia pastoral no proviene del consumo de novedades
litúrgicas sino de la participación en profundidad de la comunión eclesial y del misterio
cristiano. El otro documento es el Directorio para las misas con niños (1973). Se parte
de la capacidad religiosa singular del niño. No se propone un rito nuevo, sino acentos,
reducciones u omisiones, que pueden ser oportunos en la Eucaristía celebrada con niños.
La preparación a la Eucaristía se ha de llevar a cabo por medio de otras celebraciones
para familiarizar a los niños en aspectos importantes de la Eucaristía.

3. Situación de la liturgia en el post concilio

La mayor parte de los sacerdotes y fieles acogieron la liturgia del Vaticano II con
expectación. En el post-concilio se han mejorado considerablemente las celebraciones.
Tal vez, exista hoy día algo de desencanto en esa mayoría silenciosa. Pero, desde los
comienzos del post-concilio, se hicieron notar dos minorías: una, involucionista aferrada
al latín y al misal de Pío V y otra, progresista, aferrada a sus invenciones. Unos y otros
pueden erosionar la unidad.
En el ambiente creado por la minoría involucionista se decía "que nos dejen rezar en la
Iglesia". Era la revancha del individualismo pietista y la denuncia del colectivismo y
activismo litúrgicos.

En la minoría progresista se ha extendido el hecho de omitir y cambiar ritos y textos


considerados, con ligereza, sin importancia o desfasados. Se ha llegado incluso a
sustituir la Palabra de Dios por otra "más actual".

Hay liturgistas, teólogos y personas que reflexionan desde la base y consideran la


renovación acertada o desacertada. Acertada por la riqueza bíblica y eucológica
(Eucología: Del griego euché = plegaria. La eucología es el conjunto de las oraciones.);
por el esfuerzo de aproximación de la liturgia a los fieles; por la lengua vernácula; por el
sentido eclesial y comunitario, por haber revalorizado la Palabra y por la orientación
histórico-salvífica que se ha dado a la liturgia. Se necesita tiempo para asimilar esta
liturgia.

Para los involucionistas es desacertada porque no destaca el sentido sacrificial de la


Eucaristía; por la ambigüedad sobre la transubstanciación; porque ha descendido el
culto a Cristo en el sagrario; ha bajado la devoción a María y a los santos.

Para los progresistas también ha sido desacertada porque es excesivamente sacral,


inadaptada, intemporal, lejana a nuestra cultura. Dicen que esta liturgia "no ha entrado"
y por eso, montan otra liturgia con cantos, homilías, signos, oraciones de los fieles y
moniciones.

4. Corrientes de opinión

Esta situación dio lugar a corrientes de opinión (Dejamos a un lado la minoría


involucionista por carecer de futuro. Sus acusaciones, aunque tengan alguna base, son
unilaterales e injustas. Unilaterales, porque ignoran los logros de la liturgia post-
conciliar. Injustas, porque se cargan la liturgia del Vaticano II a causa de una parcial
puesta en práctica.), nacidas de la teología litúrgica, para continuar o cambiar el rumbo
emprendido. Veamos algunas.

a) La desacralización.

En los primeros años post-conciliares se planteó con agresividad el binomio sagrado-


profano. Se abogaba por una liturgia secular, que destacara la dimensión política de la
salvación cristiana. Se reclamaban nuevos signos. Estas corrientes han continuado su
curso hasta nuestros días, aunque con menos violencia.

SÍNTESIS O CAMINOS DE ENCUENTRO: La desacralización, buena en cuanto poda


de elementos supersticiosos, es perniciosa si es radical. Es bueno y acertado el destacar
la dimensión política de la existencia cristiana, pero también hay peligro de
manipulación. El deseo de nuevos símbolos o signos demuestra muchas veces el
desarraigo de la historia del Pueblo de Dios, del que han nacido la mayor parte de los
símbolos litúrgicos.
b) Fe y sacramento.

Se opusieron los dos términos. Lo mismo, los términos de evangelización y


sacramentalización. Y así, por la exigencia de la fe se cuestionó el bautismo de niños y
el sacramento del matrimonio.

SÍNTESIS: Fe y sacramento no sólo se relacionan sino que se implican. No hay fe sin


celebración sacramental, ni celebración sacramental sin fe. En cuanto a la
sacramentalización, hay que poner todos los medios y con seriedad para su celebración.
Hay que renovar la pastoral sacramental. Pero no se pueden oponer ambos términos.

c) Celebraciones festivas.

Surgió este término como reacción a las celebraciones didácticas, moralizantes de uno u
otro signo y al culto rutinario. El cristiano de la ciudad necesita de la fiesta. Se ha
querido devolver al culto la fantasía simbólica y el gozo lúdico. Esto se ha expresado en
la música, en el canto e, incluso, en la danza.

SÍNTESIS: Es verdad que a la liturgia renovada del Vaticano II le falta la fuerza del
simbolismo. Es claro el desequilibrio entre el oír, el decir y el ver y el hacer. La
acusación dé verbalismo está justificada. Ahora bien, esto no autoriza a convertir la
liturgia en un festival. La categoría de fiesta es incompleta para designar lo trágico y
gozoso del misterio pascual.

d) Adaptación litúrgica.

La traducción ha exigido la adaptación de los textos a la estructura y a la mentalidad de


las nuevas lenguas litúrgicas. De la adaptación se ha pasado a la creación de nuevos
textos. y ritos. Esta tendencia se arraiga en la revalorización teológica de las Iglesias
locales.

SÍNTESIS: La adaptación viene exigida por la necesaria inculturación del misterio de


Cristo. Ahora bien, en el camino de la adaptación se han dado posturas distintas: unos
han traducido pero no han adaptado; otros han traducido, adaptado, transformado y
subjetivizado los textos contra el sentido objetivo de la liturgia. En las adaptaciones se
han de tener en cuenta las peculiaridades de los pueblos concretos y las del pueblo de
Dios, que las transciende.

e) Liturgia y ciencias humanas.

Acusación: La liturgia del Vaticano II ha tomado en cuenta la antropología humana.


Esto hace replantear el culto desde la antropología, el análisis lingüístico, la psicología y
la sociología. Pero, al elaborar los nuevos libros litúrgicos, no se han tenido en cuenta.
Se levantó la casa sin contar con los moradores.

SÍNTESIS: En las ciencias humanas se abre un nuevo campo aún sin roturar para la
teología litúrgica. Es verdad que la experiencia litúrgica depende de las condiciones que
detectan las ciencias del hombre. Pero, también es cierto que las transciende. De todos
modos, no se han vislumbrado los caminos y las exigencias que la teología de la oración
abre al comportamiento litúrgico.
f) Los movimientos de oración.

Se han multiplicado estos últimos años. Desde los pentecostales hasta los más sencillos
grupos de oración. Casi todos ellos pecan de individualismo y subjetivismo.

SÍNTESIS: La oración favorece la interioridad y, por eso, puede disponer a la liturgia.


Pero también pueden suplantarla o falsearla, por el individualismo interiorista y las
formas inmaduras. La presencia de la Palabra debe "salvar" la oración personal.

g) Creatividad litúrgica.

Las exigencias de las corrientes citadas anteriormente han desencadenado el fenómeno


de la creatividad litúrgica. Tiene diversos grados: desde recrear la liturgia hasta inventar
el acto religioso, pasando por la adaptación de textos y ritos.

SÍNTESIS: Con frecuencia se ha llamado creatividad a toda innovación, afortunada o


desafortunada. La historia de la liturgia nos ha enseñado la necesidad vital de la
creatividad y también sus consecuencias funestas. La liturgia del Vaticano II ha sido
moderadamente creativa. Si hay vida hay creatividad; si hay participación viva en la
liturgia habrá creatividad. Pero cualquiera no puede adjudicarse la patente de creador, ni
ensayar su presunta creatividad en la celebración. Antes, hay que contar con la Iglesia y
la comunitaria.

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La Liturgia del mañana

Después de hacer el recorrido histórico, conviene mirar al futuro, no para vaticinar cuál
va a ser la liturgia del siglo XXI, sino para ver cómo deben ser nuestras celebraciones
para que el núcleo esencial -el memorial del Señor- sea transmitido fielmente a las
generaciones futuras.

Dicho con palabras de la constitución: es necesario que los cristianos de hoy sepamos
"conservar la sana tradición" y, al mismo tiempo, "abrir un camino al legítimo
progreso". Al final, de este recorrido histórico, debemos preguntarnos qué es lo que nos
enseña la historia. Y no para repetirla, sino para tomar de ella las lecciones oportunas.

Tradición y progreso en liturgia

La evolución histórica de los ritos y los textos litúrgicos ha estado dirigida por estas dos
líneas de fuerza: la tendencia conservadora y la tendencia progresista.. Por un lado, la
fidelidad a la tradición ha obligado a conservar intocables un cierto número de ritos y
fórmulas; por otro, la necesidad de adaptación ha introducido cambios. Tradición y
progreso son los dos polos de una tensión dinámica, que no siempre se ha resuelto de
una manera equilibrada.
a) Línea de conservación

A lo largo de la historia encontramos unos ritos que han sido, en su núcleo esencial,
idénticos a ellos mismos. Es decir, no se han cambiado. Veamos, por tanto, esto en el
mundo de los ritos. Hay que distinguir entre el rito en sí, en su aspecto externo y el
sentido que tiene el rito.

• Hallamos fidelidad al rito y al sentido, en aquellos sacramentos de los cuales consta


con certeza la institución por Cristo. Se reducen al bautismo y a la Eucaristía. La
institución hay que entenderla, no en el sentido de que Jesús hubiera inventado unos
ritos determinados, sino en el sentido de que a un rito ya existente, le fue dada por
Cristo un sentido nuevo y original. Pues bien, esta unión dada por Cristo al rito y al
sentido ha sido considerada tan decisiva por la Iglesia, que no se ha atrevido a introducir
en ellos cambios sustanciales. Para el bautismo siempre ha usado el baño de agua y para
la Eucaristía el pan y el vino.

• Hay fidelidad al sentido con independencia del rito en muchas ceremonias que la
misma Iglesia ha creado, de acuerdo con la tradición. Esto se da en los demás
sacramentos. Así se atribuye el mismo sentido al sacramento de la confirmación, tanto si
se considera como rito esencial la unción o la imposición de manos. Pablo VI en 1971
estableció que el sacramento de la confirmación se confiere mediante la unción del
crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras
"Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo". Desde los primeros tiempos, el don
del Espíritu Santo era conferido en la Iglesia con diversos ritos. Estos habían sufrido
múltiples modificaciones.

• Hay fidelidad al rito sin tener en cuenta el sentido en una serie de ritos menores.
Fueron introducidos en una época determinada con una significación precisa, pero que
han perdido más tarde esta significación. Ejemplos: imposición de la sal en los ritos del
catecumenado. Hay que decir que muchos de estos ritos secundarios han sido
suprimidos o modificados por el Vaticano II.

Es importante observar que el aspecto decisivo en todos los casos es la unión entre el
rito y el sentido: ésta es la realidad verdaderamente inmutable en la liturgia, de tal
manera que cuando desaparece la unión entre rito y sentido, las acciones litúrgicas caen
en el defecto del ritualismo mágico.

b) Línea de progreso

Junto a estas fidelidades, en la evolución histórica de los ritos observamos también


cambios muy importantes.

• Se conserva inmutable un núcleo esencial pero se añaden ritos complementarios que


completan el sentido de los ritos originarios. Ejemplo del bautismo: al baño de agua se
añadieron la unción, el signo de la cruz, el vestido blanco, la luz, etc.

• En otros casos los cambios han afectado al mismo núcleo esencial del rito. Ejemplo: la
penitencia. primero pública, después, privada, unas veces con imposición de manos,
otras, sin ella. etc.
• Por último, cambios debido al hecho de que algunos gestos, de entrada puramente
funcionales, han adquirido la categoría de verdaderos ritos, al ser dotados de
significación especial. El lavabo de manos era al principio un gesto o rito sólo
funcional, era para lavarse porque se manchaba. Después se le dio un sentido de
purificación.

Las causas que han influido en estos cambios han sido éstas:

- el ambiente cultural en el que se ha desarrollado la liturgia;

- la tradición religiosa de los pueblos que han abrazado el cristianismo;

- la mentalidad de las diversas épocas;

- el acento diverso sobre uno u otro de los aspectos de la fe;

- algunas veces la comodidad, como el no dar el cáliz a los laicos.

El principio conductor de los cambios ha sido la necesidad de adaptación a las


comunidades concretas, es decir, la preocupación pastoral. Unas veces han contribuido a
la mejora de la liturgia y otras veces al empeoramiento del sentido de los textos y de la
misma liturgia.

El principio que hemos de tener en cuenta para la evolución futura es éste: "los textos y
los ritos deben ordenarse de tal manera que expresen con mayor claridad las cosas
santas que significan y que el pueblo cristiano, en la medida de los posible, pueda
comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena,
activa y comunitaria" (SC 21).

Analizar primero el sentido; segundo, expresarlo por medio de los ritos con la mejor
claridad posible. Y teniendo en cuenta la comprensión del pueblo para que pueda
participar plena, activa y comunitariamente.

c) Papel de la asamblea litúrgica

El futuro de la liturgia está en la existencia y en la vitalidad de las comunidades


cristianas concretas. Estas tienen en la asamblea litúrgica el lugar de su expresión más
típica y genuina. El papel de la asamblea ha sido siempre grande en la historia, pero ha
tenido una significación diversa según el contexto ambiental. Analicemos este papel en
tres épocas diversas.

1.- La asamblea en el contexto de la sociedad pagana. Las asambleas de los cristianos


toman un aspecto de ruptura contra el ambiente y de intensa unión entre los miembros
de la misma. Para un pagano el cristianismo se presenta sobre todo como un fenómeno
de unas personas que celebran reuniones. Las asambleas cristianas llaman la atención de
los paganos porque no conocían un culto que implicase la reunión de la comunidad. La
Iglesia, que está dispersa en un ambiente pagano, está estrechamente ligada a la
celebración en reunión. En medio de un mundo pagano, es en la asamblea de los
hermanos donde el cristiano halla visiblemente a la Iglesia, y sólo allí la halla. Es en la
asamblea litúrgica donde los no cristianos, que ven las cosas desde fuera, pueden
contemplar la vida de la Iglesia.

2.- La asamblea en el contexto de cristiandad. Cuando la Iglesia, poco a poco, se


extiende y se equipara o se hace uno con la sociedad, entonces el rostro de la asamblea
empieza a cambiar. Si cada ciudadano es también un bautizado, la asamblea ya no es
una cosa distinta con la sociedad. La participación en la asamblea es acto religioso, pero
también sociológico. Entonces, en el interior de la asamblea se produce un
distanciamiento cada vez mayor entre los responsables (clérigos) y el pueblo. Esta
situación favorece el clericalismo y quita a la asamblea litúrgica su condición de ser
reflejo de la Iglesia.

3.- La asamblea en el contexto del mundo secularizado. Ahora tiene la oportunidad de


recuperar su verdadero sentido. Los miembros de la sociedad, sean bautizados o no, se
hallan en un plano de igualdad. Los cristianos, en cambio, se sienten como tales en la
asamblea litúrgica. De ahí la importancia creciente de la participación en la celebración
de la liturgia como signo de pertenencia a la Iglesia. En el futuro inmediato, cada vez
tendrán más importancia las comunidades concretas y reales de cristianos para la
presencia de la Iglesia en el mundo. Una de la características básicas de su vida litúrgica
tendrá que ser la dimensión testimonial y misionera.

La parte histórica que hemos analizado por encima, nos ha puesto a tiro la parte
teológica. Comenzaremos en los siguientes capítulo la parte teológica.

Las ideas y los conceptos que hemos visto, sobre todo, en el Movimiento Litúrgico y en
el Concilio son los que van a ser analizados en esta parte teológica.

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Cuestionario

1 ¿Cómo influyó el Movimiento Litúrgico en el Vaticano II?

2 Escribe tres ideas fundamentales dela constitución litúrgica del Vaticano II.

3 ¿Cómo crees que se debe entender el principio de "adaptación de la liturgia" (SC 34).

4 A lo largo de la historia de la liturgia, también en el Vaticano II, nos hemos movido en


la tensión entre comunidad e individualismo. ¿Cómo crees que se vive esta situación,
hoy, entre nosotros?

5 Escribe, según tu opinión, tres corrientes de opinión que todavía persisten entre
nosotros.

6 Señala los aspectos positivos y negativos, las consecuencias positivas y negativas de


las tres corrientes de opinión que has escrito en el punto anterior.

7 ¿Cuál es en tu opinión el desafío mayor que tiene delante la liturgia?


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CAPITULO 4

Naturaleza de la Liturgia

Introducción

Después de mirar la parte histórica de la liturgia, vamos a analizar la parte central de


este curso. La hemos llamado "Parte Teológica y Expresiva".

La hemos llamado así por dos razones:

1.- Teológica, porque es lo que está dentro de lo que aparece ante nuestros ojos en las
celebraciones: el que está dentro es Dios salvando.

2.- Expresiva, porque lo que aparece es la expresión de la salvación de Dios. Dios nos
salva hoy día y lo hace también por medio de la liturgia.

Las hemos unido ambas en una parte, porque en cada capítulo iremos viendo estos dos
aspectos de la liturgia: la teológica y la expresiva, el fondo y la cara externa. Ambas
forman la realidad.

En el dibujo aparecen los dos aspectos.

El externo, personas reunidas y el interno, el Espíritu que las hace Cuerpo de Cristo.

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Indice

Introducción: Punto de partida.

Lo que hemos recibido en los últimos años:

• Idea estética de la liturgia.

• Idea jurídica de la liturgia

Concepto de liturgia en el Vaticano II:


• Historia de la Salvación

• Misión de la Iglesia

Noción de Liturgia

Juicio de las ideas anteriores al Vaticano II:

• Respecto a la idea estética

• Respecto a la idea jurídica

Dos cuestiones:

• Liturgia y vida

• Liturgia y celebración

Cuestionario

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INTRODUCCIÓN: Punto de partida

Un ejemplo

Si alguien me pregunta qué es un beso. ¿Qué le respondo? Le puedo responder de dos


maneras:

1.- que es un toque con los labios.

2.- que es la manifestación de amor, de odio, de la costumbre, etc.

La primera respuesta se fija sólo en lo que se ve, en su aspecto externo. La segunda, no


describe el acto externo, pero dice que es algo más que lo que se ve, dice que es
"manifestación" (expresión) de algo que no se ve.

Lo mismo ocurre con el amor. Tiene un mundo interno de vivencias, de sentimientos, de


recuerdos, de deseos, de entrega,... Y también un mundo externo de manifestaciones,
como son la sonrisa, la caricia, el estar cerca, el coger la mano, el beso, etc.

Si nos preguntan qué es el amor, ¿qué responderemos? ¿Responderemos solamente


teniendo en cuenta las manifestaciones externas? ¿o sólo las internas? ¿No habrá que
tomar en consideración los dos mundos para responder lo que es el amor?

El peligro en la vida cotidiana está es tomar una parte por el todo, un mundo por los
dos.
Aplicación a la liturgia

Con la liturgia sucede algo perecido. La liturgia tiene también dos mundos, dos
dimensiones o dos elementos.

• El interno, que es aquello que celebramos y

• El externo, que es el cómo lo manifestamos o celebramos.

Cuando vamos a una celebración litúrgica, lo primero que aparece ante nosotros es un
edificio (iglesia, ermita) que es como una sala grande, hay una mesa-altar, un ambón,...
unas personas reunidas, algunos están junto al altar,... se leen unas lecturas, se canta, se
reza, se comulga,... y la gente cambia de posturas. Esto sólo no es liturgia. Todo esto no
es más que la manifestación de "algo". Tampoco este "algo" sólo es liturgia, aunque sea
el elemento más importante. "Lo más importante es lo que no se ve".

La finalidad de estos primeros capítulos es conocer este "algo", más tarde uniremos y
relacionáremos los dos mundos. Primero hay que conocer el mundo interior, para
vivirlo. Después la podemos manifestar y expresar adecuadamente.

El peligro de los que estudiamos liturgia es el de valorar sólo la dimensión externa, la de


las manifestaciones y, así, convertir la liturgia y los sacramentos en ceremonia, con el
riesgo de convertirlas en mito. Recordemos, por tanto, todos los textos de los profetas y
de Jesús en los que se condena y denuncia una religión y liturgia puramente externas.

En este primer capítulo analizamos lo que es la liturgia, es decir, la naturaleza de la


liturgia. Llamamos naturaleza a la unión de los dos mundos. En el mandato de Jesús
"Haced esto en memoria mía" (Lc 22, 19; 1 Co 11, 24) se percibe la unión de ambos
mundos. El elemento interno sería la memoria y el externo, esto.

El hilo que vamos a seguir va a ser éste: fijándonos en los últimos años, analizaremos
dos ideas de liturgia: la estética y la jurídica; después, iremos al Concilio Vaticano II
para analizar la noción de liturgia que nos da; desde esta noción que nos da el Concilio,
diremos qué es la liturgia, su naturaleza. Una vez aclarado esto, juzgaremos las dos
ideas anteriores (la estética y la jurídica). Por último, terminaremos aclarando la
relación que tiene la liturgia con la vida y con la celebración.

La educación recibida

Ya hemos visto en la parte histórica que siempre no se ha entendido la liturgia de la


misma forma. La historia de la liturgia no ha sido una línea recta ascendente hacia el
Reino, hacia la verdad plena. Ha tenido muchas curvas y bajadas.

A los que han sido educados antes del Concilio Vaticano II les ha tocado vivir en medio
de esas curvas descendentes y pueden tener una idea de la liturgia algo equivocada.

En las celebraciones de la catedral junto al Obispo suele haber un ministerio o servicio


que lo realiza el "maestro de ceremonias". Este suele ser uno que conoce lo que hay que
hacer en la celebración litúrgica. Por ello, existe el peligro de confundir liturgia y
ceremonia. "El maestro de ceremonias es el que prepara adecuadamente las
celebraciones y procura que los ministros celebren con decoro, orden y piedad" (OGMR
69). De todos modos la ceremonia tiene un sentido más profundo (1). Veamos y
analicemos, en primer lugar, las ideas equivocadas de la liturgia

(1) Ceremonia se llama a un rito que se realiza con un tono de solemnidad ritual, más
bien público y reglamentado. La ceremonia la entendemos referida a la forma externa
del rito y a su exactitud formal. Pero esto no debe prejuzgar la profundidad de su
sentido, que abarca toda la realidad que sucede. "Las sagradas celebraciones que preside
el Obispo manifiestan el misterio de la Iglesia, a la que está presente Cristo: no son,
pues, mero aparato de ceremonias "(Ceremonial de los Obispos 12).

Idea estética de la liturgia

Después de unas Primeras Comuniones o Confirmaciones solemos oír "Qué bonito ha


sido". Esta es una manifestación de la idea estética (2) de liturgia. Esta idea de la liturgia
se fija en la belleza, en su forma externa y sensible de la liturgia, se fija en los ritos (3) y
ceremonias y en los sentimientos que produce. Por ello, identifica el contenido de la
liturgia con los aspectos decorativos y expresivos del sentimiento religioso.

(2) Se llama estético a una cosa bella, artística. Estético es lo bello, lo bonito. La estética
trata de la belleza.

(3) Se llama rito a los gestos y textos que expresan y configuran una acción sagrada. A
lo largo de la historia la palabra "rito, ritos" ha sido muchas veces sinónimo de lo que
ahora llamamos liturgia. La liturgia tiene mucho de ritualidad, con un lenguaje de gestos
y acciones repetidas, que son ayuda para expresar lo que celebramos. Por este peligro,
entender el sentido de la liturgia desde su aspecto exterior o ceremonial, ahora
preferentemente se llama celebración o acción litúrgica (SC 7. 26. 112). En el capítulo
7, al hablar de la sacramentalidad de la liturgia hablaremos más extensamente del rito.

Esta idea nació en la época barroca (siglos XVIII-XIX). Ya hemos dicho que una
característica del barroco es la tendencia a resaltar los aspectos periféricos. Las
celebraciones barrocas se hacen brillantes y espectaculares, para entusiasmar a los
fieles, para dar a conocer la grandeza de Dios.

La encíclica Mediator Dei de Pío XII, publicado el 20 de noviembre de 1947, rechazaba


expresamente esta noción de la liturgia: "No tienen noción exacta de la sagrada liturgia
los que la consideran como una parte sólo externa y sensible del culto divino o un
ceremonial decorativo. Ni se equivocan menos los que consideran como un mero
conjunto de leyes y preceptos con los que la jerarquía eclesiástica ordena al
cumplimiento de los ritos" (MD 38). Lo que en realidad rechaza la Mediator Dei es la
reducción de la liturgia a lo bonito y sensible. Lo cual no quiere decir que la liturgia no
tenga que ser bien hecha, con arte, ser bella y tocar lo sensible. Sentimientos y
emociones existen, son parte integrante del ser humano y necesitan ser expresados. La
Liturgia, como acción celebrativa, exige un espacio para reconocer los sentimientos y
expresarlos comunitariamente como, por ejemplo, en un entierro, en un bautizo, en una
boda.
El celebrar la liturgia con gusto y bien es una idea e intuición totalmente válida. "Nos
hablaron de que Dios es verdad. Nos dijeron que Dios es amor. Ya es hora de que se nos
hable de la belleza de Dios" (Asociación de liturgistas de Brasil). El problema es
absolutizar este aspecto de la liturgia.

Idea jurídica de la liturgia

Lo jurídico nos remite a la ley. Para los que toman la liturgia solamente en su aspecto
jurídico, la liturgia es algo regulado por las leyes. Y como las leyes las da la autoridad,
la liturgia es aquello mandado por la autoridad. Para algunos la liturgia es la suma de
leyes y preceptos que regulan el culto de la Iglesia. Es válida aquella celebración
litúrgica que cumple exactamente todas y cada una de las leyes y normas. Persiste
todavía esta idea en algunos. Todavía escuchamos frases o preguntas como éstas.¿Esta
misa vale para cumplir el domingo? La mentalidad jurídica y la rubricista son muy
parecidas. Hay que cumplir todo, hasta el último detalle. Así me quedo tranquilo.

Este concepto de liturgia nació a partir del Concilio de Trento. Fue un momento
concreto de la historia de la Iglesia, con unos problemas concretos a los cuales había
que dar una solución. El año 1588 el Papa Sixto V creó la Sagrada Congregación de
Ritos. Desde entonces y durante cuatro siglos, la liturgia romana, sobre todo la misa, ha
permanecido totalmente petrificada, fija en todos sus aspectos externos. La praxis de
esta Congregación no fue continuar, como debiera haber sido, con la reforma de Trento,
sino cuidar la fidelidad de lo mandado en los libros litúrgicos.

Esta noción también fue rechazada por Pío XII en la encíclica Mediator Dei.

Hoy día, aunque en algunas personas subsista parte de esta mentalidad, estamos más
bien en el lado opuesto: las normas no valen nada. Naturalmente, debemos colocarnos
entre ambas posturas, no para hacer equilibrio, sino para manifestar y expresar la
comunión y la unidad con toda la Iglesia ese "algo" que celebramos.

Unida a esta idea jurídica está el rubricismo. Rubricismo es la observancia escrupulosa,


pero superficial, de las rúbricas, esas pequeñas notas escritas en rojo que indican lo que
hay que hacer y cómo hay que hacerlo.

La actitud rubricista consiste en ejecutar materialmente las normas, sin comprometerse


en ellas, no ya la propia fe o la propia piedad, sino ni siquiera el cuerpo. ¿Me dicen que
extienda los brazos? Extiendo los brazos, pero ése no es realmente mi gesto. Y, así, el
gesto pierde su significación. Por otra parte, se cumple el rito, lo mandado sin
preocuparse de su intención. Por ejemplo, los curas dicen: "Oremos", y no se deja
tiempo suficiente para orar. Pero, han dicho "Oremos".

Todos tenemos que vivir los ritos, que son manifestaciones de nuestro ser corpóreo,
pero debemos evitar el cumplir el rito por el simple hecho de que esté mandado.

Concepto de liturgia en el Vaticano II

El Vaticano II representa, para la noción de liturgia, no sólo un punto de llegada, de


recuperación de la idea original de liturgia, sino también un verdadero punto de partida.
El Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia "Sacrosanctum
Concilium" (de aquí en adelante se cita con SC) para dar la noción de liturgia parte de
dos realidades: del plan salvador de Dios que se realiza gradualmente en la historia
hasta que se completa en Cristo y de la misión de la Iglesia, que es actualizar la
salvación realizada por Cristo. Veamos los dos puntos básicos.

a) Historia de la Salvación

La constitución SC en el número 5 cita este texto de san Pablo: "Dios quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4). Y una vez
enunciado el propósito divino de salvación universal, afirma que este propósito ha sido
revelado por medio de los profetas y, por último, por Jesús, el Verbo encarnado,
convertido él mismo en instrumento de nuestra salvación. Es decir, fue él quien realizó
esa salvación: "En Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la
plenitud del culto divino" (SC 5).

Así nos presenta la historia de la salvación el Catecismo de la Iglesia Católica (CAT):

- El Padre realiza el "misterio de su voluntad" dando a su Hijo Amado y al Espíritu


Santo para la salvación del mundo y para gloria de su Nombre. Tal es el Misterio de
Cristo (Ef 3, 4), revelado y realizado en la historia según un plan, una "disposición"
sabiamente ordenada que s. Pablo llama "la Economía del Misterio" (Ef 3, 9) y que la
tradición patrística llamará "la Economía del Verbo encarnado " o "la Economía de la
salvación "(CA T 1066).

- "Cristo, el Señor, realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta


glorificación de Dios principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada
pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este
misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra
vida". (CA T 1067)

¿Qué es la salvación? La obra de nuestra salvación la constituyen estas dos acciones:


nuestra reconciliación (realización) (Se puesto "realización" entre paréntesis, porque
hoy día se expresa de esta manera.) y la perfecta glorificación de Dios. Ambas están
intrínsecamente unidas. Como decía s. Ireneo "la gloria de Dios es que se salve el
hombre". Esto es lo que repetimos diariamente en misa cuando el presidente de la
celebración nos invita a orar después de haber presentado el pan y el vino en la mesa-
altar: "Para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa
Iglesia" o en euskera: "Jaínkoa goresteko eta gízona salbatzeko".

Estas dos acciones se realizaron en el Misterio Pascual, es decir, en la pasión, muerte,


resurrección y ascensión de Cristo (SC 5).

Ya tenemos el primer punto básico para poder entender la liturgia: Dios tiene un plan.
Este plan es salvar a la humanidad y glorificar su nombre. Lo realiza Cristo Jesús con la
fuerza del Espíritu Santo dándole plenitud en el misterio pascual. A este iniciativa y a su
realización en la historia llamamos Historia de la Salvación. Es decir, Historia que va
hacia la Salvación o Historia salvada en Cristo.
En este punto no hemos hablado nada de la liturgia. Vayamos al segundo punto y
veamos dónde aparece la liturgia, es decir, cuál es el lugar de la liturgia en todo esta
plan salvador de Dios.

b) Misión de la Iglesia

¿Cuál es la misión de la Iglesia? Continuar en la historia de la humanidad la obra de


Cristo. El concilio lo dice de esta forma: La misión de la Iglesia consiste "no sólo en
anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de
Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también en realizar la obra
de salvación que proclama, mediante el sacrificio (Misa) y los sacramentos, en torno a
los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).

Nos fijamos en la palabra "realizar". La Iglesia tiene que realizar la obra salvadora que
anuncia. Y el concilio nos dice que esto lo hace (lo realiza) mediante el sacrificio
(Eucaristía) y los sacramentos, que es la liturgia. Por ello, decimos que el plan salvador
de Dios realizado una vez por todas, por Cristo Jesús, lo realiza ahora y aquí por medio
de la liturgia. La Liturgia realiza, es decir, actualiza aquí y ahora la obra de la salvación.
Y así, de golpe, coloca la liturgia en el corazón mismo de la "historia de la salvación".
El misterio que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia es el "designio benevolente"
de la Trinidad.

San León Magno lo decía con estas palabras: "lo visible de nuestro Redentor ha pasado
a los sacramentos ".

Citamos otra vez la constitución sobre la liturgia: "Es el misterio de Cristo lo que la
Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den
testimonio del mismo en el mundo. En efecto, la liturgia, por medio de la cual se ejerce
la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía,
contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el
misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia " (SC 2).

Ya tenemos el concepto verdadero de la liturgia. Dios toma la iniciativa del salvar a la


humanidad. Lo realiza Cristo en su vida. Y el Espíritu Santo lo actualiza en la liturgia.

Liturgia es, por tanto, la actualización del misterio salvador de Dios. Esta es la
dimensión interna de la liturgia. ¿No es el más importante?

Consecuencias:

• Cada vez que participamos en la celebración litúrgica actualizamos en nuestra historia,


o "atraemos" a nuestro mundo la salvación. De esta verdad nos tenemos que convencer,
dejarnos invadir. Una vez invadidos, celebrar. Sin este espíritu nuestras celebraciones
serán estéticas, hechas según la ley, pero nunca celebraciones vivas, auténticas. Esta es
la espiritualidad litúrgica. Es necesario que desde el comienzo gustes y tengas
experiencia. Así será agradable el estudio de la liturgia. "Tengo sed, sed del Dios vivo"
(Sal 62), del Dios que da vida, del Dios que me salva.

• El misterio que celebramos es, en primer lugar, la obra de Dios, la que él lleva a cabo
en nosotros y para nosotros. Soy yo, pues, quien entro en la liturgia: no soy yo quien la
creo. Soy yo quien entro en la salvación que Dios ha realizado: no soy yo quien creo la
salvación. Por eso en la liturgia hay que entrar con una actitud de servicio, para que
aparezca con toda la fuerza expresiva esa salvación que Dios actualiza aquí y ahora
sacramentalmente, pero realmente. Se entra en la liturgia con la mirada puesta en Dios,
para acogerlo. La liturgia no es una palabra humana, sino una respuesta humana a la
palabra de Dios.

Noción de liturgia

Antes habíamos dicho que el beso es la manifestación de "algo" por medio de un toque
con los labios. Ahora, para entendernos mejor y antes de decir lo que es la liturgia con
palabras del concilio, digamos que liturgia es la manifestación, aquí y ahora, de la
salvación de Dios por medio de ritos. Así quedan expresadas los dos aspectos: interno:
salvación de Dios, y externo, manifestación por medio de ritos.

El Concilio lo dice con estas palabras:

Realmente en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los
hombres santificados. Cristo asocia siempre consigo a su Iglesia, que invoca a su Señor
y por él tributa culto al Padre Eterno.

Con razón entonces, se considera la liturgia como el ejercicio sacerdotal de Jesucristo.


En ella, los signos sensibles significan, y cada uno a su manera, realizan la santificación
del hombre, y así el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la Cabeza y sus miembros,
ejerce el culto público íntegro.

En consecuencia, toda la celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su


Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo
título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7).

En el texto conciliar hemos subrayado unas frases. Son las que expresan lo que es la
liturgia. Las explicamos:

• La liturgia es la obra por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres


santificados. Santificados o salvados o redimidos o liberados o pacificados o realizados.
Cada una de la palabras, significando lo mismo, subrayan un aspecto concreto de esa
salvación. Recordamos la frase de s. Ireneo: "La gloria de Dios es la salvación del
hombre ". Salvar al hombre es lo que glorifica a Dios.

• Liturgia es el ejercicio sacerdotal de Jesucristo. Como queda dicho Jesucristo es el que


ha realizado el plan salvador de Dios. El realizar este plan es ejercer el sacerdocio.
Sacerdote es el que realiza el plan salvador de Dios. Por esto Cristo es el único
sacerdote. Los demás participamos del sacerdocio de Cristo por el bautismo. Somos
para continuar la salvación de Cristo.

• Liturgia es obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo (Iglesia). Cristo en la liturgia no


realiza la salvación como el que enseña a cocinar y nos dice: "Ahora, vosotros". El lo ha
hecho por y con toda la humanidad. Esta unión entre Cristo y nosotros la manifiesta el
final de la Plegaria Eucarística de la Misa: "Por Cristo, con él y en él ... ". Lo decimos
nosotros dando a entender la unión total con él. Así también se realizó el plan salvador
de Dios.

Esta es la dimensión interna de la Liturgia. Pero, como también tiene una dimensión
externa, la recalca y subraya::

• En la liturgia los signos sensibles (4) significan y realizan la santificación del hombre.
La liturgia no se realiza encerrándose en sí mismo, entrando en uno mismo y viviendo la
experiencia salvadora de Dios sin manifestarlo. La liturgia no es "espiritualista", sino
encarnacionista. Con ello el Vaticano II ha puesto la liturgia en la misma línea histórico-
salvífica del Verbo encarnado. La humanidad, la carne del Cristo fue el instrumento de
nuestra salvación (SC 5). Esta encarnación es presencia eficaz de lo divino en la
historia. Esta encarnación continúa efectuándose en las acciones y en los signos que la
Iglesia utiliza en la liturgia. Los signos y acciones son prolongación de la humanidad
del Hijo de Dios.

(4) Signo sensible en la liturgia es todo lo que vemos: edificio, mesa-altar. ambón,
personas, posturas, elementos como el pan, vino, agua, cantos, oraciones,... todo lo que
percibimos por los sentidos. La palabra signo será explicada en un capítulo posterior,
que trataremos sobre la sacramentalidad de la liturgia.

Rigurosamente hablando, es posible prescindir de muchos elementos para celebrar; pero


nunca se puede prescindir del cuerpo. El mundo occidental en conjunto ha relegado el
cuerpo a segunda fila y ha ensalzado la inteligencia. Algunos atribuyen esta
desconfianza del cuerpo a toda una tradición judeo-cristiana; no han leído la Biblia, ni
cantado los salmos en los que siempre está presente el cuerpo. Ha sido salvado todo el
hombre: "lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado, lo que han tocado nuestras manos del Verbo
de vida,... es lo que os anunciamos" (I Jn 1, 1-3).

Nuestro cuerpo es el primero que se ve afectado por la acción litúrgica, ya que es el


lugar de relación, relación con la creación, con los demás, con Dios. No hay más que
observarlo: nuestras actitudes, nuestros gestos, muestras miradas y hasta nuestra voz se
modifican según las relación que tenemos con lo que está fuera de nosotros.

Una vez dada la noción de liturgia, nos damos cuenta que ya tenemos su idea original y
auténtica. La liturgia tiene su origen en el designio salvador de Dios realizado por
Cristo. Cristo nos asocia a nosotros y juntos con él damos culto verdadero y auténtico a
Dios, uniéndonos a su entrega por medio de signos sensibles.

Esta es la naturaleza de la liturgia: la misma obra de Cristo, que se realiza por medio de
signos.

"Liturgia es una acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante
la Iglesia, se ejerce y continúa la obra sacerdotal de Cristo, es decir, la santificación de
los hombres y la glorificación de Dios"

Un diamante en el estuche
Ningún joyero presenta las piedras preciosas sobre una mesa de mármol. Si quiere
hacerlas brillar, las coloca en una montura graciosa y las presenta en un estuche de
terciopelo rojo o azul, para protegerlas y realzar su valor. Algo parecido pasa con la
liturgia.

La piedra preciosa es la salvación. Los ritos el estuche. Debemos cuidar y realzar la


piedra preciosa. Pero para realzarla, cuidaremos los ritos y los signos.

El rito, lo externo, está al servicio del misterio de la salvación, en el cual y por el cual se
ha obrado nuestra salvación y se nos dio la plenitud del culto divino.

Toda comprensión del rito litúrgico que olvide esta realidad fundamental es, en sí
misma, incompleta. Es por este motivo el que no podamos aceptar, como decía Pío XII,
una comprensión de la liturgia reducida a puro y simple ceremonial.

Celebramos la liturgia externamente con símbolos y ritos: no podría ser de otra manera
tratándose de personas con cuerpo. Pero en y por medio de estos símbolos y ritos los
creyentes acogemos y, al mismo tiempo, nos encontramos con el Señor.

Volviendo alas nociones anteriores

Una vez asumida la noción del Liturgia del Vaticano II, estamos preparados para juzgar
las nociones estética y jurídica de liturgia.

a) Respecto a la noción estética

El Vaticano II ha resaltado el valor de la dimensión interior de la Liturgia, aspecto que


se tenía abandonado. Pero no ha despreciado los ritos y las ceremonias. Las ha
simplificado. Lo que ha hecho ha sido darles su justo valor. Los ritos y las ceremonias
son válidas, no porque sean bonitas y/o nos emocionen, sino porque son expresión de un
mundo interior y de fe.

Pero, los ritos y las ceremonias son un instrumento relativo, es decir, se pueden y se
deben cambiar (SC 21) y de hecho se han cambiado porque la forma de expresarse varía
de unas culturas a otras, de unos tiempos a otros. Lo que no se puede variar es el
contenido de la celebración litúrgica, que es la obra de Cristo. Así lo expresa el
Concilio:

"La liturgia consta de una parte que es inmutable, por ser de institución divina, y de
otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben, variar,
si es que en ellas se han introducido elementos que no responden tan bien a la naturaleza
de la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados.

En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con
mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda
comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena,
activa y consciente" (SC 21).
La razón última de las reformas litúrgicas o cambios está no en la estética, en lo bello,
sino en la naturaleza misma de la liturgia. Los ritos están ordenados para expresar con
mayor claridad el contenido, el mundo interior de la liturgia. Primero, hay que vivir la
obra de Cristo y el sentido de cada una de las partes de la celebración, ya que cada parte
tiene un sentido. Después mirar y analizar cómo se puede expresar con más claridad. La
relatividad de los ritos y ceremonias consiste en que están al servicio del sentido, del
contenido, del mundo interior. Por esto, el Concilio nos dice el criterio a tener en cuenta
para las variaciones:

• El criterio de una investigación teológica (sentido), histórica (cuándo entraron en la


liturgia) y pastoral (¿son válidos hoy día?) acerca de las partes que se han de revisar (SC
23).

b) Respecto a la noción jurídica

El Concilio había dicho que la liturgia es mucho más que el resultado de la voluntad de
regular de la Jerarquía. No hay duda que la Iglesia tiene verdadero poder para ordenar
su vida litúrgica. Pero se había llegado a tal situación, que parecía que la jerarquía
eclesiástica era el sujeto agente de la acción litúrgica. Y naturalmente, el sujeto agente
principal, el que ha realizado el plan de Dios ha sido Jesucristo. La Iglesia es, en primer
lugar, sujeto paciente, la que es salvada y es sujeto agente en segundo lugar, porque
Cristo se une con ella para actualizar esta obra. Así pues, el contenido de la liturgia no
está en la voluntad reguladora de la jerarquía sino en Cristo mismo.

Otras veces, sigue existiendo el monopolio y control, no de Roma, sino del clero. Este
control se ejerce tanto en la señalización de ritos, como en una dirección concreta que se
da a las celebraciones independientemente de las lecturas y oraciones. En el terreno
litúrgico tendríamos que hablar tanto de un clericalismo integrista como del progresista.
El número 23 de la constitución litúrgica habla, tal como hemos citado, de un estudio
teológico, histórico y pastoral de cada rito. Los ritos no se han ordenado porque sí, sino
por unas razones teológicas (bíblicas), históricas y pastorales. Estas son las que hay que
analizar, para poder actuar con sentido litúrgico.

Sin embargo, la realidad es que los ritos están minuciosamente codificados. La liturgia
tendría que ser la expresión de la fe de la comunidad. Si la Iglesia introdujo unas
normas fue para evitar abusos. Siguiendo por ese camino se llegó al rubricismo. Las
cosas hay que tomarlas con naturalidad, sin agobios, ni cargos de conciencia, pero
también con respeto, el respeto que merece todo el trabajo y estudio de tantos que han
realizado la reforma. Siempre tenemos que tener una mentalidad abierta y pensar si con
otra forma mejoramos la celebración o no. Abiertos, sin embargo, también a lo que uno
hace. La misma apertura o el mismo juicio crítico debemos tener también para lo que
nosotros hacemos.

La Iglesia se reconoce en el ritual. Decir que el ritual litúrgico es de la Iglesia no es


alejarlo de cada uno de nosotros y hacer de él una especie de conjunto despersonalizado,
casi abstracto. Por ser de la Iglesia es de cada uno de nosotros. El ritual no es nuestro
porque nos lo reservamos cada uno de nosotros como si se tratara de algo particular y de
lo que gozamos individualmente, privadamente. Es y nuestro como lo es la familia,
como es el pan de la mesa del hogar, como son las costumbres que nos definen, etc.
REPETICIÓN Y NOVEDAD

En la celebración hay un juego entre repetición y novedad, y realizar bien este juego es
lo que da gracia y ritmo.

- Es importante que en la celebración haya repetición. Es decir, que resuenen en los


fieles textos y palabras conocidos, a los que uno se pueda asociar con facilidad, con el
corazón, sin tener la preocupación de captar cosas nuevas. Poderse asociar con paz al
Padrenuestro, a la plegaria eucarística, a los cantos conocidos, ayuda de manera decisiva
a la creación del clima de plegaria que la celebración debe tener.

- Pero es importante, al mismo tiempo, que haya elementos nuevos, que den color a lo
repetido. El elemento distinto es la lectura de la Palabra. Pero hay otros a nivel de
signos: la ambientación de la Iglesia, breves frases que colorean la plegaria eucarística,
el gesto de la paz, aquel canto peculiar. Estas cosas ayudan a resaltar y dar personalidad
propia a días y fiestas especiales.

Dos cuestiones

Las cuestiones a las que nos referimos son las siguientes: la liturgia, ¿es sólo el
momento de la celebración o es la vida? ¿Qué relación tiene la liturgia con la vida?

Pues bien, analicemos la relación de la liturgia con la vida y con la celebración

a) Liturgia y vida

Muchas veces al final de la Eucaristía se suele decir que "ahora, cuando salgáis a la
calle, lo que hemos celebrado hay que vivirlo ". Como si la celebración litúrgica,
primera acción, estuviera separada de una segunda que vendrá a continuación, es decir,
como si fueran dos cosas distintas, que, sin embargo, hay que unirlas. Veamos su
relación.

La liturgia expresa y manifiesta la entrega-ofrenda de Cristo y de su Cuerpo y, como es


también acción nuestra, manifiesta la entrega-ofrenda de toda la iglesia ofrecimiento de
cada uno de nosotros. Por tanto, liturgia es ofrecerse lentamente con Cristo Jesús a Dios
Padre, es decir ofrecerse de la misma manera (intentar ofrecerse de la misma manera,
queremos decir) a lo que se ofreció Jesús, al Reino.

• Si nos fijamos en el lenguaje que utiliza el concilio y los textos litúrgicos veremos que
sale muchas veces la palabra sacrificio (5). El Concilio y muchos textos litúrgicos
hablan de sacrificio y no de entrega-ofrecimiento. Las nuevas Plegarias, por ejemplo la
Plegaria V nos habla indistintamente de sacrificio y de ofrecimiento: "Dirige tu mirada,
Padre santo, sobre esta ofrenda; es Jesucristo que se ofrece con su Cuerpo y con su
Sangre y, por este sacrificio, nos abre el camino hacia ti ".
(5) Sacrificio: Literalmente quiere decir, hacer algo sagrado, es decir, sacrum (sagrado)
y facere (hacer). Para hacerla sagrada se ofrecía a la divinidad. Estamos en un sentido
de lo sagrado distinto del cristianismo. Para nosotros no hay unas cosas que sean santas
y otra, profanas. Todo es sagrado. Como se ofrecía a la divinidad, es decir, uno se
desprendía de algo que apreciaba suponía una renuncia (inmolación) de sí o de las
propias posesiones. En el AT sigue presente esta idea de sacrificio. Se sacrificaban o se
ofrecían animales, etc. En el NT no tiene importancia este concepto de sacrificio: sólo
es válido el de Jesús. Y el sacrificio de Jesús es el ofrecimiento de sí mismo, pero no
para hacerse sagrado, sino para ponerse al servicio de Dios Padre. A los cristianos se nos
pide que nos unamos a esta entrega de Cristo con la actitud interior y con el
ofrecimiento de nuestro cuerpo, de nuestra vida (Hb 10, 10; Rm 6, 13; 12, 1 ; 1 Pe 2,
21...)

Hoy día en el lenguaje actual nos llena más la palabra ofrenda, entrega u ofrecimiento.
Entendemos mejor el entregarnos, el ofrecernos. Con esto queremos subrayar que en la
liturgia nos entregamos a Dios, a su causa, por, con y en Jesucristo.

A esto hay que llegar en cada celebración. Pero esta entrega nuestra no se agota en la
celebración. Se expande y se concreta en la vida diaria.

• Otra de las expresiones que usa la liturgia es el de "sacrificio espiritual". Espiritual no


quiere decir no corpóreo, sino entrega perfecta, es decir, el sacrificio en el cual se
identifican lo que se ofrece y el que ofrece. No existe más que un sólo SACRIFICIO, el
de Jesucristo (Hb 10, 5-10). La Iglesia no lo ofrece en sustitución de ella misma, sino
para que ella misma se convierta en ofrenda agradable a Dios. Esto es ofrecer en espíritu
y verdad. Esto que se realiza realmente, pero sacramentalmente en la liturgia, se debe
significar en la vida.

De aquí se deriva una importante conclusión para la vida cristiana. No hay dualismo
entre la liturgia y la vida. Toda aquello que es vida cristiana es dos cosas: liturgia en la
vida y vida en la liturgia (culto en la vida y vida en el culto).

Toda la vida cristiana es liturgia verdadera o culto en la vida. La liturgia implica ya en


su celebración una respuesta de vida, un deseo de compromiso, ya presente en los que
celebran. No hay celebración litúrgica sin entrega, sin ofrecimiento total. Y esta entrega
en la celebración aunque sea sacramental es real. Dicho de otro modo.

La entrega del cristiano a la acción amorosa de Dios que se realiza por el sacramento,
no es sólo entrega de pensamiento, sino que, al mismo tiempo, es sintonía y apertura de
hechos, de vida, de práctica.

Evidentemente, esto no quiere decir que la liturgia sea exclusiva de santos. De la misma
manera que la fe es casi siempre imperfecta -en camino- también lo es la sintonía de
vida. En la Eucaristía celebro el amor de Dios realizado en Cristo y, al mismo tiempo,
vivo mi amor a los hermanos. Celebro y vivo lo que tengo por gracia de Dios, sabiendo
que es imperfecto. Pero no tengo que salir de la iglesia para vivir mi amor.

Volviendo, por tanto a la primera frase, lo correcto es decir "continuad viviendo lo que
habéis vivido en la celebración".
La oración después de la comunión habría que concretarla más mirando a la vida diaria
y a los problemas que vamos a encontrarnos. Estas oraciones, escritas en otros tiempos
muchas de ellas, miran más a la vida del cielo.

b) Liturgia y celebración

Normalmente cuando mencionamos la palabra liturgia entendemos la celebración


litúrgica. Pero, después de afirmar en el punto anterior que la vida litúrgica es una vida
cristiana entregada, hecha ofrenda, que se realiza tanto en la celebración como fuera de
la celebración, sacamos la conclusión de que no es lo mismo liturgia que celebración.

La vida cristiana tiene un aspecto que es culto (6) al Padre por medio de Jesucristo bajo
la acción del Espíritu Santo. Este aspecto no se puede reducir al momento de la
celebración, sino que implica y abarca toda la existencia de los cristianos, convirtiendo
su vida en ofrenda al Padre.

(6) La palabra culto (del latín cultus, honrar venerar) se aplica en liturgia a las muestras
de veneración y respeto hacia personas o cosas. El culto es la expresión concreta de la
virtud de la religión, en cuanto manifestación de la relación que une al hombre con
Dios. Subraya el aspecto de criatura ante en Creador. Pero se usa muchas veces
indistintamente para nombrar la celebración es también el nombre que recibe la misma
celebración litúrgica: el culto que dirigimos a Dios.

Puestos pues a distinguir liturgia y celebración digamos que:

• La liturgia es el culto de toda la vida cristiana hecha ofrenda a Dios y que actualizan la
presencia de la salvación. Abarca toda la vida.

• La celebración es el momento en que tiene lugar esta actualización mediante gestos,


símbolos, acciones y ritos. La celebración abarca un tiempo concreto.

Podemos afirmar que toda la vida cristiana es liturgia, pero no toda la vida cristiana es
celebración.

De todos modos, normalmente en la vida diaria y en este libro cuando hablamos de


liturgia estamos refiriéndonos a la celebración litúrgica, pero hecha de ritos y hecha de
corazón.

Ahora bien, afirmamos que aunque la celebración se realiza mediante ritos, ceremonias,
gestos y símbolos no es lo mismo celebración que ceremonia. La ceremonia no es más
que un elemento de la celebración, una acción externa sujeta a una norma o costumbre.

Desgraciadamente durante mucho tiempo se ha identificado liturgia con ceremonia,


hasta el punto de reducir la formación litúrgica al aprendizaje de normas y rúbricas.

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Cuestionario
1.- Hemos empezado el capítulo poniendo un ejemplo para introducirnos en la liturgia.
Pon tú otro ejemplo.

2.- Cita algún texto de la Biblia sobre el culto falso. Busca en las primeras lecturas de
las misas de cuaresma..

3.- Una madre que su hijo celebra la primera comunión, me dice que todo ha ido bien,
pero que le ha perecido frío: que no se ha emocionado. ¿Qué le responderíamos? ¿Qué
deberíamos hacer?

4.- Uno de los aspectos más complicados para nuestra vida cristiana es unir la
celebración y la vida, la liturgia y la vida. Escribe en pocas palabras lo que se entiende
por celebración y lo que se entiende por vida litúrgica.

5.- No hay liturgia sin vida, ni vida cristiana sin liturgia. Explica esta frase.

CAPITULO 5

La celebración

Indice

Introducción

Celebración de unas Bodas de Plata:

• Desde lo humano

Resumiendo:

Conclusión: El hombre es celebrativo por naturaleza.

La celebración desde la teología:

Motivo: El Misterio Pascual

Celebramos en comunidad

Celebramos en un lugar

La celebración une al grupo

Nos toca en nuestros sentimientos


La celebración no se puede expresar

Celebrar es hacer fiesta

Noción de celebración cristiana:

Explicación

Profundizamos:

La celebración es misterio

La celebración es acción:

La celebración es vida

Cuestionario

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Introducción

Para situarnos ante el tema proponemos esta parábola contada por A. Pronzano:

Cuentan que en EE. UU. concedieron seis becas para ir al Polo Norte. Se inscribieron
cinco científicos y un observador. De regreso a EE. UU. los científicos enviaron un
dossier voluminoso y completo de su experiencia. El observador se pasó el tiempo
paseando, disfrutando del lugar, contemplando y degustando lo que sus ojos le
permitían ver, sus oídos escuchar, sus pies pisar, y su tacto palpar. Éste también envió
un pequeño documento: ¡cómo se ve el Polo Norte cuando hay tiempo para disfrutarlo!.
Cuentan que al año siguiente se inscribieron cinco observadores y un científico.

En la vida hay cosas que no "sirven". Hay personas que tienen una noción de eficacia
muy diferente de aquella noción a la estamos habituados: saben gustar, observar, perder
el tiempo, contemplar y celebrar. Cuando hablamos de celebración hay que introducirse
en ella desde la gratuidad, desde la fiesta y no desde la eficacia.

Somos unos privilegiados. Lo más grande que ha hecho Dios por nosotros, su entrega
por amor, lo podemos actualizar aquí y ahora. Es lo más grande que nos puede ocurrir,
lo más hermoso. Nosotros, yo en ese nosotros, aquí y ahora somos incorporados a la
obra de Cristo, somos salvados y, por tanto, damos a Dios el verdadero culto. "La gloria
de Dios es la salvación del hombre" (S. Ireneo). Esto no se realiza por obligación, esto
no es obligatorio. Esto es pura gracia. Es motivo de alegría, de agradecimiento, de
fiesta, de celebración.

En este tema, trataremos de la celebración. Lo haremos de esta forma:


Primero analizaremos una celebración, haremos, a continuación, una aproximación
humana a sus características.

Después, veremos la celebración desde la vertiente teológica. Así, pues, veremos qué
supone humana y teológicamente el celebrar.

A continuación intentaremos dar la noción de celebración. Profundizaremos en ella y la


explicaremos en sus tres dimensiones: de misterio, de obra en acto y la dimensión de
vida que encierra.

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CELEBRACIÓN DE LAS BODAS DE PLATA

Ignacio y María hace 25 años que se casaron y quieren celebrar sus Bodas de Plata con
sus hijos, padres y hermanos.

Veamos los aspectos que tiene esta celebración:

Desde lo humano

• Tiene un motivo, hay un acontecimiento original, algo que se ha sido vivido y ha


producido alegría, algo que ha hecho bien a la persona humana: un día sellaron su amor
para siempre. Aunque en el momento de la celebración se recuerden aspectos negativos,
siempre hay un aspecto positivo a destacar. Los negativos se recuerdan (viven) en
cuanto que se han superado en la vida con la ayuda de otros. Hay, pues, un motivo: el
día del Matrimonio, el día que sellaron su amor en el Señor.

• Toda celebración siempre es comunitaria. Se celebra en familia, con los familiares, con
los amigos, etc., han invitado a los padres, hermanos y algunos amigos más íntimos. No
quieren celebrar en privado. Les parece que no tiene fuerza. La celebración es un medio
para encontrarse y relacionarse con otros. La celebración es, pues, abrirse al otro en una
comunidad, en un grupo.

• La celebración cuida el lugar o el espacio celebrativo. Se adorna la mesa, se cuidan los


objetos, el ambiente, la música, los gestos y los saludos: ellos han pensado celebrar con
la Eucaristía y con una comida de hermandad; piensan en la iglesia y en el restaurante.
Aquella ermita donde se casaron, era un lugar donde solían ir a pasear, a pasar la tarde,
etc. Incluso han pensado cómo se colocarán los invitados en el restaurante.

• La celebración une al grupo hasta el extremo de formar grupo o comunidad con las
personas que se reúnen para compartir dicha experiencia: todos se sienten unidos,
hermanos, amigos, como si fueran una gran familia. Se refuerzan los lazos
interpersonales. Se desean nuevas celebraciones, se desea repetir aquello, vivirlo otra
vez. Seguir viéndose, saludándose, unidos ¡Cuántas veces de una celebración sale otra!

• Toca a las personas y en sus sentimientos. Veamos cómo:


Concentra la atención de las personas participantes en un valor determinado: los
asistentes se dan cuenta de que el amor fiel es posible, deseable y hace bien a la
persona, etc. Y esta concentración genera sentimientos religiosos, familiares, sociales,
etc.

La celebración da un significado nuevo o especial al lugar elegido y transmite un


mensaje: aquella ermita queda grabada en sus vidas. Nos imaginamos que prometen ir a
esa ermita siempre que tengan dificultades.

Los elementos que se usan se comprenden y comunican un mensaje que se puede revivir
y actualizar cuantas veces sea necesario: el símbolo que le ha entregado en la Eucaristía,
como resumen de toda la vida juntos, adquiere un significado especial, más profundo.
(Recuerdo una celebración de estas en la que el marido le entregó la primera foto que le
entregó ella. Lo tenía como algo precioso y le entregó este día).

La celebración transforma moralmente al grupo. Es un medio educativo, medio de


información o de comunicación: Con motivo de esta celebración se olvidan diferencias
que han existido, se olvidan y se comienza a vivir de una manera más fraternal.

• La celebración es una realidad que no se puede expresar en conceptos, en términos de


razón, en normativa lógica y racional. La celebración, fundamentalmente, es acción,
puesta en escena, vida: Si les preguntamos qué digan lo que han experimentado no
saben qué decir.

• Por último, celebrar es jugar, hacer fiesta. Fundamentalmente es algo gozoso y lúdico.
Algo libre, desinteresado, gratuito, inútil, aunque llena de sentido: Se canta, se ríe, se
baila, etc. Es poner de manifiesto el esplendor de la vida, las capacidades de una vida
que se alegra de estar viva, una vida que se goza en sí misma. Es como la espuma de la
existencia.

Celebrar, según el Diccionario de la Lengua Española, significa, "conmemorar, alabar,


festejar, rememorar, ensalzar, encomiar" etc. Todo menos costumbre, rutina, pasividad...

Resumiendo

Celebrar es volver a recrear, a repetir, a compartir experiencias vividas que han sido y
son significativas. Y la vida es rica en situaciones, acontecimientos, experiencias,
vivencias que merecen la pena celebrarse.

Se celebra aquello de lo que se está satisfecho, orgulloso, porque ha nacido de nosotros


mismos. La celebración libera horizontes, amplía la imaginación, ensancha los
sentimientos, sumerge en experiencias gratuitas, de contemplación, de silencio
elocuente, de comunicación no verbal.

La vida, nuestra vida de cada día, está llena de celebraciones pequeñas o grandes, de
gestos rituales, de protocolos: desde el saludo más o menos formal ("celebro
encontrarte, amigo") hasta el leer aquella página una y otra vez del libro que sólo tú
conoces, escuchar tu música preferida, o descansar en aquel lugar de la casa que es
remanso de paz y cuyos recuerdos y vivencias configuran de alguna manera tu propia
identidad.

Conclusión: El hombre es celebrativo por naturaleza

La persona tiene el don, el regalo, la capacidad y la grandeza de volver sobre su acción.


Es un privilegiado. No es algo adquirido por educación, pero se necesitan ojos para ver,
oídos para escuchar, corazón para sentir. En definitiva, celebrar es descubrir dentro de
nosotros pozos de creatividad y fecundidad.

Sólo el vértigo, el poder de la velocidad, el boom de la frivolidad, la superficialidad


ordinaria son negativos para descubrir y gustar lo celebrativo de nuestro interior.
Estamos demasiado habituados al pensamiento y experiencia funcionales, es decir, a
considerar las cosas como cosas y el mundo exclusivamente como mundo. Se necesita
un hombre nuevo para poder celebrar.

LA CELEBRACIÓN VISTA DESDE LA TEOLOGÍA

En primer lugar, hemos de decir, que todos los puntos que hemos analizado en una
celebración humana se dan en la celebración litúrgica, porque no es otra cosa, es
también celebración. Por eso vamos a seguir los pasos que hemos dado para analizar la
celebración de las Bodas de Plata para ver las característicos de la celebración litúrgica:

Motivo: el Misterio Pascual

La celebración litúrgica tiene un motivo, hay un acontecimiento original. El


acontecimiento original o el motivo de la celebración es siempre Jesús, el Cristo: su
encarnación, su vida, sus palabras y acciones, su entrega en la cruz, su Resurrección, su
Ascensión. Todo esto decimos que es el Misterio Pascual.

Llamamos, pues, Misterio Pascual, en general, a todo lo que realizó Cristo en su vida.
Sin embargo, normalmente, cuando hablamos de Misterio Pascual nos referimos a lo
más básico y fundamental de toda su vida: a la entrega total en la muerte y al sí del
Padre, al paso de la muerte a la vida, que es el resumen y culmen de toda la vida de
Cristo. Misterio Pascual, es pues, en resumen, su muerte y resurrección.

¿Por qué llamamos a todo Misterio Pascual? Porque todo lo que realizó Jesús en su vida
era ya salvífico. Anticipaba la fuerza de su Misterio Pascual. Anunciaban y preparaban
aquello que El daría a la Iglesia cuando todo tuviese su cumplimiento en la resurrección.
Todo es salvífico en Cristo, puesto que Él es la salvación.

Pues bien, el Misterio Pascual es el motivo de la celebración litúrgica de la Iglesia. "Lo


que antes era visible en nuestro Salvador ha pasado a ser invisible en los misterios
(sacramentos) de la Iglesia " (S. León Magno, Sermón 74, 2).

Por tanto, lo que dijo y realizó Cristo es fuente, fundamento y motivo de la celebración
litúrgica.
Celebramos en comunidad

Toda celebración litúrgica es siempre comunitaria. La razón es bien clara: para celebrar
Cristo asocia siempre a la Iglesia::

"Realmente, en esta obra tan grande (la celebración de por la que Dios es perfectamente
glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su Iglesia" (SC
7).

La liturgia es, por tanto, acción del Cristo total. Celebra, pues, la Cabeza (Cristo) y el
Cuerpo (Iglesia). El Cuerpo celebra unido a la Cabeza.

El concilio Vaticano II afirma tajantemente que las acciones litúrgicas, las


celebraciones, no son obra de algunos privilegiados, sino obra de toda la Iglesia:

"Las acciones litúrgicas no son acciones privadas (particulares) sino celebraciones de la


Iglesia que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo, congregado y ordenado bajo
la dirección de los obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la iglesia, lo
manifiestan e influyen en él". (SC 26).

Con este texto la Iglesia ha recuperado una verdad que por diversas circunstancias había
quedado en la penumbra desde la Baja Edad Media (s. XIII-XV). El estudio de los
textos litúrgicos antiguos y de la teología bíblica han contribuido a restablecerla. Por
tanto, no hay celebración ni reunión de unos pocos. Estarán presentes pocos, pero esa
acción no es de ellos solos.

Por tanto, la fiesta litúrgica no puede ser celebrada por uno o dos o por un sector de la
comunidad mientras los demás asisten pasivamente como meros espectadores de lo que
unos pocos ejecutan.

La acción litúrgica es una celebración de la asamblea reunida, de la "ekklesía". Todos


sus miembros están, deben estar comprometidos, implicados en la acción celebrativa.
Esta tiene como sujeto protagonista a todo el cuerpo eclesial, es decir, a los reunidos en
cuanto conjunto de personas y no sólo ellos sino todos los miembros de la Iglesia. Por
ello, los nuevos textos no hablan del sacerdote como del "celebrante". Por ese motivo,
los textos oracionales están en plural y con una estructura dialogal no sólo vertical
(Dios-comunidad) sino horizontal (presidente-lector, cantor, pueblo).

Celebramos en un lugar

Nosotros también cuidamos el lugar o los lugares de la celebración (En el capítulo 13


trataremos con más detenimiento del lugar y de los lugares de la celebración. Decimos
lugar de la celebración en singular porque todo el edificio, la iglesia, es el lugar para
celebrar, pero también hablamos de lugares de la celebración en plural, porque dentro de
la iglesia, hay unos lugares especiales para celebrar, como son, entre otros, la mesa-
altar, el ambón y la sede.)
"El edificio destinado a las celebraciones litúrgicas, como lo exige su naturaleza, debe
ser hermoso, con una noble arquitectura, proporcionada al espacio circundante y a las
necesidades de la comunidad. Ha de ser auténtico símbolo y signo de las realidades
sobrenaturales, en el que todo resplandezca por la cuidada limpieza, la sencillez y el
arte. La idiosincrasia y la tradición de cada lugar aconsejarán qué elementos habrán de
emplearse y cómo habrán de disponerse para sugerir al Pueblo de Dios el significado de
la Iglesia.

Se debe dedicar una atención especial al espacio interior, que debe servir para reunir la
comunidad local en un ambiente que facilite el desarrollo normal de la liturgia y de la
oración personal. La disposición general del edificio debe ser como una imagen de la
asamblea eclesial, que permita un proporcionado orden de las diferentes funciones
litúrgicas y que favorezca el ejercicio de todos los ministerios.

Es muy conveniente disponer de espacio de tránsito desde la calle (pórtico) que permita
saludarse antes o después de las celebraciones. Estos recintos favorecen las condiciones
psicológicas necesarias para crear un clima de comunidad".

La celebración une al grupo

De tal manera se realiza esto que en la celebración litúrgica nos hacemos Cuerpo de
Cristo. Lo realiza el Espíritu Santo.

"La asamblea litúrgica recibe su unidad de la comunión del Espíritu que reúne a los
hijos de Dios en el único Cuerpo de Cristo" (Catecismo de la Iglesia, 1097).

Recordemos algunas invocaciones al Espíritu que rezamos en la Eucaristía o Misa:

"para que fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu" (Plegaria III).

"que formen, por la fuerza del Espíritu Santo, un solo cuerpo en el que no haya ninguna
división" (Plegaria de la Reconciliación).

La comunidad de los que participamos de la Eucaristía, al celebrar el Misterio Pascual


de Cristo, nos vamos convirtiendo en el el Cuerpo y Sangre de Cristo, en la unidad que
produce el Espíritu. La oración al Espíritu es para que la comunidad se transforme en
Cristo.

Nos toca en nuestros sentimientos

- Concentra la atención en la Palabra y en el Cuerpo de Cristo. Aceptamos su Palabra y


comemos su Cuerpo.
- La parroquia se convierte en punto de referencia en nuestras vidas: allí recibimos el
Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación, allí nos reunimos semanalmente. Lo
cuidamos, lo reformamos.

- Todos los elementos que allí usamos para celebrar (cantos, palabra de Dios, oraciones,
mesa-altar, ambón, sede, pan, vino, etc. ) nos comunican un mensaje: que Dios se acerca
a nosotros y se entrega.

- Nos transforma. Salimos renovados, salvados, liberados, con ganas de vivir como
cristianos.

La Celebración no se puede expresar

Externamente no pasa nada: Dios se ha acercado, se nos ha dado, pero si nos preguntan
qué hemos sentido, qué hemos vivido, se nos hace difícil y complicado expresarlo en
palabras.

Además, cuando una celebración se razona, pierde gracia y, entonces tenemos una
celebración fosilizada, muerta, manipulada. Es decir, reducida a un mensaje ideológico.

Para algunos, después del Concilio, se da más importancia a las ideas que se transmiten
en las lecturas que a la vida que se transmite por los elementos simbólicos. Y el
resultado es una celebración demasiada razonada, con intención de transmitir ideas más
que vivencias.

Celebrar es hacer fiesta

Fiesta porque la resurrección de Cristo es la garantía de todas nuestras pequeñas


resurrecciones o victorias sobre los fracasos, pecados y desesperanzas.

Fiesta porque el Señor sigue actuando hoy y aquí; porque no nos abandona, sigue siendo
el "hoy perpetuo", sigue siendo fiel a su Amor.

Fiesta porque una semana más reforzamos nuestra fraternidad, porque somos hermanos,
miembros de su Cuerpo. Celebramos encontrarnos con los hermanos. Celebramos el
entregar nuestros bienes para los que no tienen.

Todo lo que vivimos en la Eucaristía es motivo de alegría. Por eso cantamos. Para
expresar nuestra alegría, el amor de Dios. En la Eucaristía no cantamos para distraernos,
para no aburrirnos. Cantamos porque merece hacer fiesta.

Noción de celebración cristiana


La celebración es:

- el acto que evoca y hace presente,

- mediante palabras y gestos,

- la salvación realizada por Dios en Jesucristo con el poder del Espíritu Santo.

Explicando la noción

• El acto es evocador. Decimos evocador porque hacemos memoria de todo lo realizado


por Jesús, por Cristo. Siguiendo su mandato: "Haced esto en memoria mía". Y en la
Eucaristía el sacerdote lo dice en alto: "Así pues, Padre, al celebrar el memorial de la
muerte y resurrección de tu Hijo". Esta función es crucial en la celebración litúrgica, ya
que la celebración es, primordialmente, memorial o anámnesis. Y el que lo realiza es el
Espíritu Santo, memoria viva de la Iglesia: "El Espíritu Santo, que el Padre os enviará
en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho" (Jn 14, 26). El memorial y la Palabra son los grandes resortes del Espíritu para
despertar la memoria de la Iglesia.

• Hace presente o actualiza. Con esto queremos decir que la salvación realizada por la
vida, la muerte y resurrección de Jesucristo se actualiza aquí y ahora. Nosotros somos
salvados, perdonados, pacificados, perdonados. En cada una de las celebraciones tiene
lugar la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único misterio. Precisamente en la
epíclesis (Epíclesis es la invocación que hace la Iglesia al Espíritu Santo para que venga
y transforme las cosas y las personas. Viene del griego epi-kaleo llamar sobre (en latín
in-vocare). En la Eucaristía hay dos: para la transformación del pan y del vino (antes de
la consagración) y otra para la transformación de la asamblea (después de la
consagración).), que es el centro de toda la celebración sacramental, se pide al Padre
que envíe el Espíritu con esa finalidad. El Espíritu Santo hace presente y actualiza el
misterio de Cristo por su poder transformador. Como se ve, es la acción del Espíritu la
que garantiza el realismo de la celebración.

• Dando un paso más, digamos que esta acción aparece y se manifiesta como un diálogo
y un intercambio que tiene como interlocutores a Dios y al hombre, a Cristo y a la
comunidad eclesial. En este diálogo juega un papel especialísimo la proclamación de la
Palabra de Dios, y, papel no menos importante, la respuesta de la Iglesia hecha canto y
oración.

• La Iglesia tiene que realizar este acto para hacer presente y actual el misterio de
salvación. Naturalmente, que no es la única acción que debe realizar la Iglesia, pero sí
es la acción fuente y culmen de todas las demás acciones, como son la evangelización,
la catequesis, la llamada a la conversión, la caridad, el servicio a los hombres y la
transformación de las realidades terrenas. (SC 7; LG 10-11). La razón es bien clara, la
acción por excelencia de Jesucristo fue la muerte-resurrección y ésta es la que actualiza
la celebración.
PROFUNDIZAMOS

Hemos pasado de la noción humana de una celebración a la cristiana o teológica.


Quedan por resaltar tres ideas básicas de la celebración cristiana:

• La celebración cristiana es misterio.

• La celebración cristiana es acción.

• La celebración cristiana es vida.

La Celebración es misterio

Decimos que la celebración es misterio, porque en ella se da la presencia y una


intervención salvadora de Dios. Es la otra cara de la moneda. Lo que está detrás de los
signos, cantos y oraciones. Esto no lo podemos olvidar nunca.

Tomamos misterios como la realización del plan de Dios que en un tiempo era
desconocido para los hombres pero que fue dado a conocer por Dios en la revelación o
en la Biblia; sobre todo fue dado a conocer por Jesús: la Palabra hecha carne.

Esto que se nos ha dado a conocer, este misterio es lo que hay que vivir. Tenemos que
llegar a decir también nosotros lo que dice Juan en el Evangelio: "Es el Señor" (Jn 21,
7).

"Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es necesario mantener


constantemente viva la afirmación del discípulo ante la presencia misteriosa de Cristo:
"Es el Señor": Nada de lo que hacemos en la Liturgia puede aparecer como más
importante de lo que invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu. "
(Juan Pablo II, Carta apostólica en el XXV aniversario de la Constitución sobre la
Liturgia, n° 10).

Toda la creación participa de la presencia del Dios encarnado en Jesús. Pero esta
participación se da principalmente en el interior de la realidad. Las cosas son algo más
que lo que se ve, cuando nos dicen algo más que lo que vemos. Lo que aparece de todas
las cosas es, para el creyente, la resonancia de la presencia de Dios. En cierto sentido,
toda la realidad es imagen de Dios.

Cuando lo humano alcanza su límite,

queda aún la infinita belleza y

fuerza de Dios.
La celebración es acción

La celebración es una acción, la obra de Cristo y de la Iglesia. Ésta no se contenta con


mirar la obra de Dios, sino que la actualiza con una gran variedad de ritos y fórmulas
que manifiestan y realizan todo aquello que se está celebrando.

Esta acción de la Iglesia se concreta en estas tres:

• evoca, es decir, invoca y pide al Espíritu la salvación,

• anuncia la salvación, sobre todo en la Palabra,

• actualiza la salvación aquí y ahora.

La misma palabra liturgia nos dice que es acción. La palabra liturgia viene del griego
leitourgía. Significa la obra o la acción que una persona realizaba libremente en favor
del pueblo. Con el paso del tiempo, la acción hecha en favor del pueblo se
institucionalizó, es decir, perdió la libertad. Se comenzó a hacer en favor del pueblo
gratuitamente y se pasó a hacerlo cobrando. Y así llegó a llamarse liturgia a cualquier
trabajo de servicio.

En en AT, liturgia indica el servicio religioso. En el NT nunca aparece liturgia como


servicio religioso, por no confundirla con el servicio religioso de los judíos. Pero
pronto, hacia el siglo II, comenzó a usarse, como acción de Cristo en favor de su pueblo
y como servicio ministerial.

A la celebración venimos a actuar. No podemos ser espectadores pasivos. Es obra


nuestra, de todos y todos debemos tomar parte.

El Concilio para ello nos dice:

"Para promover la participación activa, se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las
respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y
posturas corporales" (SC 30).

"La Iglesia procura que los cristianos no asistan a la Eucaristía como extraños y mudos
espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de ritos y oraciones, participen
consciente, piadosa y activamente" (SC 48).

Desde los tiempo en que un acólito o monaguillo respondía al sacerdote hasta nuestros
días han cambiado mucho las cosas. Sin embargo la mentalidad de muchos no ha
cambiado todavía.

La celebración es vida

La celebración no sólo hace participar a una comunidad en un acontecimiento de


salvación, sino que se convierte en un programa de vida. La celebración se manifiesta
como un motivo de compromiso vital. Lo cual quiere decir que los cristianos vivimos lo
que hemos celebrado. La salvación de Cristo no es para el momento de la celebración,
sino para toda la vida. "Así también nosotros andemos en una vida nueva " (Rm 6, 4).

La celebración hace (capacita) que la Iglesia, el conjunto de los cristianos, siga siendo
en el mundo signo de salvación para la humanidad. En este sentido se puede decir que la
celebración empieza cuando la asamblea se pone en pie y termina al inicio de otra
celebración, es decir, nunca. Cuando concluye el rito, llega la vida, una vida que no ha
roto el rito, valga el juego de palabras.

Por tanto, cuando al final de la misa oímos "¡podéis ir en paz!", debemos escuchar en
nuestro interior "¡no, no, no podemos irnos porque la misa no ha terminado". Se trata
quizá del momento más difícil de la misa. Uno se va, no porque haya terminado algo,
sino porque hay algo que continúa. La despedida no quiere decir, "¡muy bien!", podéis
iros porque habéis cumplido con vuestro deber, estad tranquilos!", sino, "amigos, ha
llegado vuestra ocasión".

Por tanto, no es señal de descanso, sino de movilización, no es señal de una "misión


cumplida", sino "partida para una misión continuada". Algunos salen de misa con una
actitud de satisfacción de haber cumplido con si deber, y, ¡no!; celebrar la eucaristía
significa asumir un compromiso que va desarrollándose después, en el transcurso del
día, de la semana; significar continuar, significa conectar con la vida cotidiana; la misa
termina como acción litúrgica, como acto celebrativo y empieza como celebración de la
vida, como liturgia, termina como rito y empieza como gesto vital.

Uno se levanta de la mesa, y empieza a trabajar, a construir el reino, de manera que saca
afuera lo que ha recibido dentro, saca afuera aquello en lo que nos hemos convertido. El
altar, la Eucaristía, es un punto de partida, pero la aventura no termina nunca, la misión
nunca queda cumplida, no se puede fijar un término a la sorpresa: la misa ha terminado,
pero la unidad de la celebración de la fe incluye la vida.

O sea, es breve y relativamente fácil el camino que lleva a la misa, pero se hace
interminable y arduo el camino que va desde la misa a la vida. Esta unidad es uno de los
aspectos de la liturgia que, a veces, hemos abandonado. Hemos puesto el ejemplo de la
misa, pero podríamos poner otro ejemplo, como la penitencia.

La liturgia, concebida así de una manera unitaria, abarca toda la vida, no sólo el
momento del rito. El rito de la penitencia no es únicamente la confesión de los pecados
y esperar la absolución. El rito de la penitencia supone unos actos pasados, la vida
pecadora, y comporta un propósito de futuro, de superación. O sea, también aquel rito
puntual tiene un alcance que abarca toda la vida. Esto es celebrar la fe.

Si la liturgia cristiana es hacer toda la vida un acto permanente de gloria al Padre y, por
tanto, salvación del hombre, el momento celebrativo y ritual de ese culto constituye el
punto de encuentro decisivo y santificador para el hombre y para toda la comunidad.

Por último, otro aspecto a recalcar y que se da en la misma celebración, es el paso que
hemos que tener en cuenta: el paso de la soledad a la comunidad. La asamblea
constituye para nosotros un momento precioso en el que sobrepasamos los intercambios
utilitarios que nos aíslan (sólo cogemos el teléfono cuando necesitamos a alguien). La
celebración nos permite la convivencia auténtica que muchas veces no conseguimos en
la vida cotidiana. La celebración debe tener un carácter muy englobante, es decir, somos
pueblo, familia. Somos asamblea de hermanos.

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Cuestionario

1 Sin querer juzgar a los demás ¿crees que vivimos la misa de los domingos como
fiesta? ¿Por qué sí o no?

2 ¿Qué deberíamos hacer para que se tuviera una conciencia más clara de que la misa de
los domingos es una celebración? Escribe algunas acciones.

3 ¿Qué elementos festivos se descuidan más en nuestras celebraciones?

4 ¿Te parece adecuada la parroquia o ermita para una celebración conjunta? ¿Las
personas que se reúnen te parece que vienen con la convicción de fiesta, de celebración?
¿Qué catequesis habría que hace para vivir la misa de los domingos como celebración y
fiesta?

CAPITULO 6

Carácter simbólico de la liturgia

Índice

Introducción

El mundo simbólico

El signo

El símbolo:

• El Cirio Pascual como símbolo

• El agua como símbolo

El gesto:
• Significado del comer

• Significado de estar de pie

• Otros elementos

El rito:

• El rito en el A. T.

• El rito en el N. T.

El rito de la paz

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Introducción

La liturgia, aunque se sirva también de la comunicación verbal, usa sobre todo la no


verbal, la comunicación simbólica. La liturgia está hecha, además de palabras, de
elementos (cosas materiales: agua, aceite, pan, vino, etc.) gestos (estar de pie, sentados,
etc.), actitudes (de oración, de alabanza, de alegría, etc.) movimientos (ir a comulgar,
llevar las ofrendas, etc.). En la liturgia los símbolos son tan imprescindibles que
decimos que la liturgia es simbólica. Celebramos, por lo tanto, simbólicamente.

Todos estos elementos no son palabras, pero expresan y comunican algo. A todos estos
elementos que nos comunican algo décimos que son elementos simbólicos.

"La liturgia se realiza por signos sensibles, con los que la fe se alimenta, se robustece y
se expresa" (OGMR 5). Al expresar lo que sentimos y lo que creemos, la fe se alimenta
y se hace más fuerte. Si no lo expresamos (si no vamos a misa, por ejemplo), la fe se
languidece. Por otra parte, Dios se acerca siempre al hombre en términos de
encarnación, es decir, humanamente. El Hijo de Dios hecho hombre, es el sacramento
primordial, el lenguaje más expresivo, la mejor expresión de Dios.

Así pues, en este tema hablaremos de la comunicación no verbal, de la comunicación


sin palabras. Es una forma distinta de comunicarse, como la sonrisa, un apretón de
manos, etc.

El mundo simbólico

Los símbolos no se explican, es decir, en principio no son para ser explicados. No se


habla de ellos; son ellos los que nos hablan.
Hemos aprendido a decir buenos días, a hacer regalos, mucho antes de que nos hayan
dado una explicación sobre estos hechos. Imaginemos uno que nos dice: "Estrecho tu
mano porque esto quiere decir que..." etc. Diríamos que ese hombre está chiflado.

El mundo simbólico no se explica. Si aceptáramos este principio, nuestras celebraciones


se librarían de esas innumerables explicaciones: "Ahora el sacerdote hace esto
porque ..." o "Ahora cantamos este canto porque...".

Si comprendiéramos esto, la misa no la convertiríamos en una catequesis. Es verdad que


hay que adaptar la celebración a la mentalidad de los presentes, pero sobre todo hay que
enseñarles a vivir y a experimentar. Después se les hablará, pero para ayudarles a
descubrir el sentido de lo que han hecho, a situarlo en el conjunto del despertar a la fe, y
no tanto para enseñarles o explicarles; hay que unir la experiencia que han tenido con
otras experiencias.

En la sacristía

Pensemos en las cosas que hay que preparar para una celebración de la Eucaristía: la
patena, el cáliz, el pan, el vino, las vinajeras, los corporales, el misal, el Leccionario, las
luces, las velas, las campanas que se tocan, etc.

Todas estas cosas, y más, pertenecen al mundo de los símbolos. Si miras a las dos o tres
últimas partes de este capítulo, verás que el mundo simbólico es muy amplio.

Queremos introducirnos en este mundo. Primero analizaremos lo más general: el signo;


después, un signo especial: el símbolo. Más tarde, el gesto; y, por último, el rito como
conjunto de símbolos, signos, gestos y palabras.

1. El signo

Si veo un ramos de rosas que me regalan y pienso: "alguien se acuerda de mí", o "me
quiere"; viene alguien mojado a casa y digo: está lloviendo. Signo es, por tanto, toda
cosa o elemento que me comunica algo. Dicho con otras palabras, signo es un medio de
conocer "indirectamente", una realidad que, al ser vista, nos lleva a "ver" o conocer otra.
Es como un puente que me lleva a la otra orilla. Cuando yo me encuentro con un objeto
que es signo, mi mente es llevada a la orilla de su significado. En el primer ejemplo, yo
veo una ramos de rosas y conozco, paso a la orilla de los sentimientos de esa persona.

Una realidad es signo cuando se refiere y/o puede ser referida a otra por estar de algún
modo en conexión con ella.

Lo mismo que una moneda tiene dos caras, el signo tiene dos aspectos: el que vemos
realmente y el que conocemos por medio de ella. Al primero, al externo lo llamamos
significante y al que no se ve, pero que lo hemos conocido o nos hemos dado cuenta lo
llamamos significado . He aquí el cuadro:

SIGNIFICANTE
(realidad-signo)

Señal de STOP

Humo

Rostro con arrugas


SIGNIFICADO

(realidad significada)

Pararse

Fuego

Edad avanzada

La realidad-signo, el signo o la cosa llamada signo puede ser una

• acción: estornudo, (significado: resfriado),

• objeto: humo, (significado: fuego),

• situación: mojado, (significado: está lloviendo).

La realidad-significada también puede ser una

• acción: está en marcha, (el signo: oigo el traqueteo del tren),

• objeto: guitarra, (el signo: oigo el rasgar),

• situación: está enfadado, (el signo: me insulta).

La unión entre la realidad-signo y la realidad-significado puede ser

• natural (ladrido - perro)

• arbitraria, puesta por el hombre (el alfabeto),

• intuitiva (cielo - divinidad)

2. El símbolo

En Grecia símbolo (sym-bailo = volver a reunir) significaba la reunión de dos trozos de


un objeto. Cuando dos personas hacían un contrato, tomaban un objeto y lo partían en
dos trozos. Cada uno de los trozos lo tenía un individuo. Al reunirlos, se reconocían. Era
la garantía del contrato.

Partiendo del origen de la palabra, de la etimología, se dice que el símbolo es un signo


que une dos aspectos de una realidad. Un aspecto de esa realidad es visible y objetivo
(anillo) y el otro aspecto, invisible y subjetivo (amor). Bajo este punto de mira el
símbolo es igual que signo. Por tanto, todo símbolo es signo. Pero, hay diferencias: no
todo signo es símbolo. Esta diferencia es importante, ya que a través de la historia ha
habido abusos que han llegado a degradar la naturaleza de la liturgia ("Esta clara
distinción es tanto más urgente cuanto que la simbólica litúrgica fue a la deriva durante
siglos y así quedó falseada su naturaleza")

Para comprender las diferencias entre signo y símbolo se debe tener en cuenta:

• El símbolo es universal. Las cosas a los que llamamos símbolos son cosas de la
naturaleza y no del mundo creado por los hombres; más al mundo emocional que al
mundo racional o lógico. Las cosas símbolo son elementos de la naturaleza: agua,
fuego, el sol, cielo, luz, etc. Sin embargo, los signos son, normalmente, cosas hechas por
la persona humana y necesitan, por tanto, saber, necesitan aprendizaje. Si analizamos
los símbolos veremos que las mismas cosas son símbolo para toda la humanidad. El
agua es símbolo en todas las religiones. La universalidad es una característica del
símbolo. Pero, hay cosas hechas por el hombre, que al ser universales, decimos que son
símbolos. El anillo, una iglesia, etc.

• El símbolo tiene varios significados. El signo se refiere a una sola cosa, significa una
cosa. El STOP significa pararse y punto. El símbolo, pues, puede significar varias cosas,
por eso decimos que el símbolo evoca. Es decir, me trae a la mente varias cosas. Por
ejemplo: el fuego me trae a la mente el calor (el hogar, una comida en el campo), o me
trae luz (un día de sol, verano) El signo tiene un significado preciso, mientras que el
símbolo es algo difícilmente definible y, por tanto, casi nunca conocido del todo.

• El símbolo es más emocional. El signo cumple su función cuando indica el


significado. El símbolo promueve un proceso que no se agota en el significado. Veo una
señal de tráfico y ya sé qué es, lo que me quiere decir. Veo un anillo y vivo, revivo
experiencias, momentos, etc. Ahora bien, se necesita un espíritu algo poético. No todo el
mundo queda admirado ante una puesta de sol o ante el horizonte del mar.

• Los símbolos nacen en los sueños, en la poética. Por ejemplo, si tengo una idea y la
quiero dar a conocer, si lo hago con un objeto, este objeto o cosa se dirá que es signo.
En el caso del símbolo es así, tengo una vivencia, si la doy a conocer con una cosa, esta
cosa se dice que es símbolo. A los signos intelectuales se le llaman alegorías (Alegoría:
se llama alegoría a una figura literaria que añade un significado puramente racional a
una realidad. "El clamor por nuevos símbolos quizá haya que atenderlo, pero teniendo
muy en cuenta que los símbolos no pueden ser objeto de laboratorio, y que con facilidad
surgen elementos alegóricos con el nombre de símbolos. Cuando se confunden símbolo
y alegoría, la liturgia queda expuesta a una racionalización que la degrada"), no
formulan experiencias, sino ideas. La alegoría se fabrica conscientemente. El símbolo
surge espontáneamente.
Todo esto ¿para qué? Para que no llamemos a todo símbolo y para que, al querer meter
símbolos en la celebración litúrgica, busquemos en nuestro interior, en experiencias
vividas cosas que evoquen, que hagan pensar. "El símbolo da que pensar".

El cirio Pascual como símbolo

El Cirio Pascual es la concreción final de una serie de acciones y de momentos, que


tienen su origen en la noche del Sábado de Santo. Los explicamos. Vayamos a la Vigilia
Pascual. Es un símbolo sólo para los cristianos.

Es de noche, se apagan todas la luces, todos nos quedamos a oscuras, Cristo está en el
sepulcro, el mundo sin Cristo en tinieblas. De esta forma simbolizamos que la muerte es
dueña del mundo, de la vida. Pero vamos a celebrar la victoria de Dios, vamos a
celebrar la vida, la resurrección. ¿Cómo expresarlo? ¿Qué símbolo usar para expresar la
victoria de la vida sobre la muerte?

Encendemos una hoguera, a poder ser más o menos grande, para que alumbre, para que
se vea. De esta hoguera encendemos el Cirio Pascual: es una vela grande. Mucho mas
grande que las que usamos normalmente. Este Cirio representa a Cristo vencedor de la
muerte. De este Cirio Pascual, todos los presentes van encendiendo sus velas, hasta que
esa luz llega a todos los presentes. Así damos a entender que a todos llega la vida de
Cristo. Pero, hacemos más todavía, encendemos todas las luces de la iglesia, dando a
conocer que esta victoria es de todo el mundo.

Ya vemos claro que el Cirio es la concreción final de una serie de acciones y de


momentos, que tienen su origen en la noche del Sábado de Santo.

Por eso decimos que el Cirio es símbolo. Hemos apuntado que no hay que hablar del
símbolo, sino que tenemos que dejarle hablar al símbolo. Ante el Cirio podemos y
debemos hacer oración. No hay mejor "imagen" que el Cirio Pascual para hacer oración
en momentos difíciles, en momentos que nos pueda la tiniebla, la duda, la desesperanza,
etc. Ahí está la victoria, ah está Cristo victorioso, "ganando por goleada".

El agua como símbolo

No todos los símbolos que usamos los cristianos son símbolos que han surgido en el
mundo de la fe cristiana. Veamos uno de estos.

El agua es una realidad con muchos valores, es polivalente: sacia la sed; limpia,
purifica; su fresco nos hace gustar las delicias del baño en días de calor; es fuente de
vida para los campos, sin ella no hay vegetación, vida; en grandes cantidades sin control
arrasa campos, viviendas, destruye todo. etc.

Cuando queramos expresar una situación de vida, de felicidad, no hace falte ponerse a
pensar qué elemento usar. Nos sale un lugar con agua: una fuente, un riachuelo, etc. Lo
comprobaremos en cualquier escrito poético o en un cuento.
Las religiones también tienen experiencias. Ahora bien, si nos fijamos en qué expresa el
agua en las religiones, nos damos cuenta que lo que viven las personas de las distintas
religiones, no ha sido una experiencia tanto de vida como de culpa. Han sentido la
necesidad de purificación, necesitaban purificarse. Para ello han usado el agua: los
indios en las aguas del río Ganguees, los egipcios en el Nilo, los judíos en el Jordán.

Vemos así el significado del agua o el simbolismo del agua es polivalente.

Nosotros los cristianos también tenemos experiencias. Unas de vida, de victoria, otras
de purificación, de perdón.

Analicemos al Bautismo. ¿Qué creemos o qué experimentamos en el Bautismo? Que


Dios nos da su vida, que participamos en la vida de Cristo. Y lo expresamos con el agua.
Ahora bien, muchas veces, como también sentimos la necesidad de perdón, de
purificación, hemos visto en esa agua del Bautismo más la purificación, más el perdón
del pecado que la vida de Dios. Sin embargo, todos sabemos que vale mucho más la
vida que el pecado. Es más grande la vida que viene de Dios, que el pecado que pueda
haber en nosotros. El Bautismo cristiano no es el bautismo de Juan, que era para el
perdón, el Bautismo cristiano es bautismo con agua y Espíritu, es Bautismo de vida. Las
palabras que decimos al bautizar no son: "Yo, te perdono"..., sino "Yo te bautizo (te
baño)"... En consecuencia, el agua significa más la vida que la purificación.

3. El gesto

Gesto llamamos a la postura corporal: al estar de pie, al estar sentado o de rodillas, al


levantar las manos, al mirar arriba, etc. Todos estos gestos tienen un significado, por
tanto pertenecen al mundo simbólico. Pongamos un ejemplo, el gesto de echar agua
encima del niño, a primera vista, da a entender que lavamos al niño de algo, de los
pecados. Pero si lo metemos en una piscina, da a entender mejor el verdadero
significado del bautismo: que muere y resucita con Cristo.. El gesto ya tiene un
significado.

Ahora bien, hay que decir también que el gesto y la palabra dan al símbolo su verdadero
significado. Ya hemos dicho que el símbolo en sí es abierto, tiene varios significados.
Por ejemplo, el agua es para limpiar, dar vida, destruir, etc. Si en un momento, usamos
el agua en liturgia, este agua puede significar todo eso. Por eso, para darle un
significado concreto, añadimos un gesto y unas palabras.

Además el símbolo, por tener una carga subjetiva grande, necesita del gesto, de la
persona humana, porque es el hombre el que usa los elementos de la naturaleza para
darles sentido. Sin esta intencionalidad el símbolo sería indeterminado. Por ejemplo, en
el anillo de bodas, el gesto y las palabras de la entrega son los que convierten el anillo
en símbolo: "Recibe esta alianza en señal de amor y de fidelidad a ti. En el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

La importancia del gesto tiene sus raíces en la naturaleza humana. Todo encuentro
humano se realiza a través del cuerpo. El hombre está hecho de tal forma que todo lo
realiza desde su espiritualidad y desde su corporeidad. El hombre es una una unidad
cuerpo-espíritu y desde esta totalidad se expresa y se realiza.

Sin querer analizar todos los gestos de la vida de Jesús, digamos que él utilizó el
lenguaje de los gestos simbólicos en su acción salvadora: palabras, acciones, signos, el
contacto de sus manos o la mirada. Y ahora sigue actuando de la misma manera a través
de la vida de los cristianos y de la liturgia.

Significado del comer

Veamos, antes que nada, un ejemplo de algo simbólico.

1 Significa vida y energía. Comemos todos los días, porque necesitamos alimento,
recuperar energías. Comemos para seguir viviendo y tener fuerzas. Por tanto, cuando
quiera expresar algo necesario para vivir, para tener fuerzas, pondré la comida como
ejemplo. El pan es el alimento más común en nuestra cultura, en la cultura
mediterránea.

Así el comer y comer pan significa vivir, recuperar fuerzas, y, como significa algo,
decimos que es símbolo. Símbolo, por tanto, es algo que tiene un significado.

Jesús para darnos a entender que El es nuestro verdadero alimento y nuestra fuerza, que
El es el Pan de vida nos invita a su mesa. Ya tenemos un significado cristiano.

2 Significa relación con la naturaleza. El pan se hace con el trigo, que, después de
trabajar, lo da la naturaleza, la tierra. Me da a entender que dependo de la naturaleza.
También del trabajo.

Esto añade otro significado al comer, comiendo me uno a la naturaleza. Por eso hoy día
todos buscamos los alimentos más naturales.

Jesús, para darnos a conocer que debemos unirnos a El, también nos pondrá el ejemplo
de la comida.

Pero para comer un fruto, tenemos que trabajar esa naturaleza. Por tanto significa
también fruto del trabajo.

3 Significa unidad y amistad. Comer con otros, invitar a otro es un gesto de solidaridad,
amistad y comunicación interpersonal. En la comida hablamos. La comida significa,
pues, también, conversación, comunicación, amistad, reconciliación.

Jesús, para que vivamos su amistad, su perdón, nos invita a la comida de su Cuerpo y de
su Sangre.

Esto no es más que un ejemplo. Hay muchos más símbolos en la vida. Al conjunto de
todos ellos decimos que forman el mundo simbólico.

Nos hemos dado cuenta, que para conocer el significado que un símbolo hay que fijarse
en la vida diaria, donde usamos esos elementos. El uso les da el significado. De aquí
hay que partir. Después se puede hacer un recorrido por las religiones. Nosotros lo
hacemos por el Antiguo y Nuevo Testamento. Llegamos a uso que hacemos de ellos en
la liturgia y ya tenemos su significado.

Significado de estar de pie

Hagamos este camino con la postura de estar de pie:

- Es característica del hombre, frente a la mayoría de los animales que andan a cuatro
patas. Nos ponemos de pie cuando alguien nos va a saludar o por respeto. Las acciones
importantes las realizamos de pie: un político que jura el cargo, unos novios que se dan
el "sí".

- Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Salomón pronuncia de pie la oración de


acción de gracias en la fiesta de la Dedicación del templo. Al profeta que va a escuchar
la Palabra de Dios, se le invita: "hijo de Adán, ponte en pie, que voy a hablarte" (Ez 2,
1). Jesús, en la sinagoga "se puso en pie para hacer la lectura" (Lc 4, 16). En el
Apocalipsis se describe a "una muchedumbre innumerable que estaba de pie ante el
trono y el Cordero" (Ap 7, 9).

- En nuestras celebraciones. Cuando entran el presidente y los demás ministerios para


dar inicio a la celebración, toda la asamblea se pone en pie. El Evangelio, la Palabra
más importante, la escuchamos de pie. La Oración Universal, en la que el pueblo ejerce
su oficio sacerdotal (OGMR 45), estamos de pie. Cuando el sacerdote nos invita a
participar en la Plegaria Eucarística y nos dice "levantemos el corazón" , estamos de pie.

Después de este recorrido podemos afirmar que la postura de estar de pie significa:
persona salvada por Cristo, que está unido a Cristo Resucitado (nada extraño que en los
primeros siglos estuviera prohibido arrodillarse los domingos), estar ejerciendo un
oficio de sacerdotes, que estamos haciendo algo importante, que tenemos un respeto
máximo a la Palabra del Señor, etc.

Otros elementos

La patena: Es la bandejita o un platillo, ligeramente cóncavo, normalmente dorado,


donde se deposita el pan en la Eucaristía. En los primeros siglos era más profundo y
capaz. Hoy día, se recomienda que el pan para el sacerdote y para los demás estén en
una misma patena. Por tanto van desapareciendo las patenas antiguas y se usan otras
más profundas, con más cavidad.

Los consideramos como algo "sagrado", dedicado a la mesa del Señor. Recibe una
bendición especial. Dice así: "santifica con tu bendición este recipiente, ya que tu
pueblo ha determinado destinarlos a la celebración del sacrificio de la nueva alianza"
(Bendicional, n° 1208). El Obispo en la ordenación del presbítero al entregar la patena
con el pan y el cáliz con el vino le dice: "Recibe la ofrenda del pueblo santo para
presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma su
vida con el misterio de la cruz del Señor" (Ritual de la Ordenación, n° 26).

He puesto el ejemplo de la patena para resumir a todos esos elementos que son para
poder celebrar. En sí mismos no son símbolos. Pero merecen una respeto especial. Han
surgido de la necesidad, no como expresión de una experiencia. En ellos la cultura de
cada etnia ha influido muchos más. Son productos más o menos culturales.

Como queda expresado en las palabras del Obispo, lo más importante es el contenido de
la patena: el pan. Y el simbolismo está en el pan: entrega de Cristo en la Cruz, entrega
del sacerdote.

A todos estos elementos hay que darles una importancia más relativa. Los tratamos con
respeto, los haremos de una material bueno, pero sabiendo que lo importante está en el
contenido.

4. El rito

En liturgia hay un elemento al que llamamos rito. Rito se llama unas veces a toda la
celebración: el rito de la Misa; otras veces a una parte de la celebración: el rito de la paz
o el rito de la acogida. El rito es un conjunto de símbolos, palabras acciones y gestos.

El rito no es una realidad sólo religiosa o litúrgica, es también una realidad social. El
hombre para comunicarse con los demás realiza una serie de ritos. Los códigos de
urbanidad, los protocolos, las reglas para acercarse a una persona desconocida, etc., son
ritos. Además, el hombre crea ritos para expresar los momentos más importantes de la
vida: el nacimiento, la muerte, etc. Se trata de algo inscrito en la naturaleza del hombre.
El rito tiene estas dos características:

• El rito designa algo conforme a una norma, algo que se repite.

• Se considera como perteneciente al mundo de lo no-útil.

Como dice Cazeneuve "el rito expresa el aspecto de una acción que se repite de acuerdo
con unas reglas invariables y en cuya ejecución no se advierte que produzca efectos
útiles ".

Ante el rito se toman distintas posturas. Unos parecen reírse de los ritos e intentan
abandonarlos, siguiendo al empuje de un mundo puramente racional, sin embargo, otros
adoptan una actitud de búsqueda, de redescubrimiento. Mientras decimos que el mundo
se está secularizando, resulta que surgen con fuerza peregrinaciones, procesiones,
manifestaciones con pancartas, etc.

Es un error pensar que pueda existir una religión que sea totalmente interior, sin reglas,
sin liturgia, sin signos. Lo mismo que para la sociedad, también para la religión la forma
exterior es condición de existencia.

Veamos el significado del rito en nuestra liturgia. Para ello, analizaremos el significado
del rito en el Antiguo y Nuevo Testamento.

4.1. El rito en el AT.


Lo primero que hay que afirmar sobre la religión del pueblo de Israel es que Israel
profesa una religión histórica. Israel ha encontrado a Dios en su historia. Israel ha vivido
a Dios. Esto da al rito un significado especial y único:

• Mientras que los ritos paganos son para dominar la naturaleza, los ritos judíos son para
hacer memoria de los hechos salvíficos.

• Por otra lado, los israelitas se dan cuenta que las intervenciones de Dios no son
independientes entre sí, sino que están ordenados unas con otras con vistas a la
realización del plan salvífico de Dios. Los ritos expresan este plan.

• El rito encierra un tercer aspecto: las manifestaciones actuales de Dios son promesa de
una revelación definitiva. Son, por tanto, garantía de lo definitivo.

Sin embargo, el rito israelita, en lo externo, es semejante al pagano. Hay ritos, como la
pascua, que lo realizaban los pueblos nómadas y de pastores. Pero el significado es
totalmente distinto. En los pueblos nómadas los ritos significaban "pedir protección".
Sin embargo, en los israelitas significaban "memoria de la salvación", actualizan en el
presente y promesa del porvenir.

4.2. El rito cristiano

El rito cristiano se mueve en la misma línea histórico-salvífica del rito hebreo. Tiene su
centro en Cristo, especialmente en su misterio pascual, y se nos presenta como el lugar
en el que la presencia y la acción salvífica de Cristo entra en comunión con la vida del
hombre para transformarla. Los componentes del rito cristiano son:

1 La existencia de un acontecimiento anterior de salvación.

2 Este acontecimiento se hace presente en un rito

3 Los hombres de cada tiempo, a través del rito, actualizan la historia de la salvación
propia y universal.

Todo esto nos lleva a afirmar que el culto cristiano no es tanto una acción del hombre
(concepto natural de religión) cuanto un momento de la acción salvífica de Dios sobre el
hombre (concepto revelado de religión).

En efecto, Jesús lleva a su plenitud la serie de intervenciones de Dios, y con esta


plenitud, todos los ritos adquieren un valor universal y definitivo. Podemos decir que,
en Jesucristo, Dios ha asumido un compromiso ante todo la humanidad y para siempre.
El rito sacramental es la manifestación y la actualización de la fidelidad de Dios en el
tiempo del hombre.

El Rito de la Paz

Recordamos que el Rito está compuesto de palabra, gestos, signos y símbolos. Vamos a
analizar un rito: el Rito de la paz. El rito de la paz está formulado así en la Eucaristía:
• El sacerdote ora a Jesús diciendo: "Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: La paz
os dejo, mi paz os doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu iglesia y,
conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos". El pueblo confirma esa oración diciendo: "Amén".

• Después el sacerdote extiende la manos y añade: "La paz del Señor esté siempre con
vosotros". El pueblo le responde: "Y con tu espíritu".

• Luego añade: "Como hijos de Dios, intercambiad ahora un signo de comunión


fraterna".

• Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz.

En este rito se ve la palabra, la oración, el gesto del sacerdote, la invitación y el gesto


según la costumbre del lugar. Hay, por tanto, un componente cultural: el estrecharse la
mano, el besarse, el abrazo o el fumar la pipa entre los indios. A este gesto se le añaden
unas palabras que le dan el verdadero sentido al gesto: no es un saludo de amigos, sino
la reconciliación con Cristo y con los hermanos, sean o no conocidos. Así, pues, en el
interior de este gesto está el componente simbólico-sacramental: la reconciliación que
ha tenido lugar en Cristo.

CAPITULO 7

LA ASAMBLEA

Indice

Introducción

Asamblea en el A. y N. Testamento

La asamblea celebra la obra de Cristo

Iglesia y asamblea

La Iglesia, sujeto de la acción litúrgica

La asamblea celebrante

Significado de la asamblea

Características de la asamblea:

• Es una reunión de creyentes


• Es un grupo unitario y diverso a la vez

• Es carismática y jerárquica

• Polariza sentimientos y los encauza

El papel activo de la asamblea litúrgica

El Espíritu y las funciones en la asamblea:

• El presidente

• El lector

• El monitor

• El animador de cantos

• El monitor

Cuestionario

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Introducción

La palabra asamblea, hoy ya aceptada por todos, ha sido recuperada hace poco tiempo.
Es un término que se usaba en los primeros siglos del cristianismo. Está en la Biblia y
en la primera tradición. Después se perdió, como tantas otras cosas, y hasta el Concilio
Vaticano II se hablaba de la "asistencia" de los fieles, dando a entender que el sujeto era
otro y los fieles asistían a lo que realizaba el sujeto: el sacerdote.

La asamblea es la manifestación del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia. Así pues,


comenzaremos a hablar de la asamblea en el Antiguo testamento, para pasar a tratar del
papel que tiene la Iglesia (asamblea) en la celebración. Como habrás notado, Iglesia
tomamos como pueblo reunido en asamblea.

A continuación, analizaremos la asamblea como manifestación de la Iglesia; las


características de la asamblea litúrgica; y el papel activo de la asamblea litúrgica.
Terminaremos por explicar los servidores o ministerios que ayudan a celebrar a la
asamblea y cómo deben realizar dichos ministerios algunos de ellos.

Esta es una asamblea: un pueblo reunido alrededor de la Palabra y de la mesa-altar para


actualizar la obra de Cristo.

Asamblea plural: hombres, mujeres, ancianos, niños, sacerdote, lectores, monitores,


distribuidores de la comunión, etc.
Asamblea en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento, el pueblo que se reunía para renovar la alianza se


denominaba como "la asamblea del Señor", en hebreo "Qahal Yahvé ". Ahora bien, el
término Qahal encierra una idea de convocatoria, encierra la idea de ser llamados.

Los israelitas tenían la conciencia de que no forman la asamblea por su propio impulso,
sino más bien que era Dios el que convocaba, el que llamaba a la reunión. Esta palabra
(Qahal) fue traducida al griego por ekklesía. De aquí pasó al latín ecclesia, al español
Iglesia, y al euskera Eliza.

Asamblea en el Nuevo Testamento

Los Hechos de los apóstoles describen a las primeras comunidades reuniéndose "en un
mismo lugar" y formando "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4).

Conviene que nos quedemos con la unión estrecha entre el término Iglesia y el término
Asamblea, unión tan estrecha que casi se puede hablar de palabras sinónimas. La Iglesia
no es un ente abstracto, sino un misterio que se hace realidad y se manifiesta
visiblemente en las "legítimas reuniones locales de los fieles presididos por sus
pastores" (LG 26). A estas asambleas locales el Nuevo Testamento las llama Iglesias.
Estas Iglesias son las que manifiestan la Iglesia de Cristo de la forma más clara (SC 41).

La asamblea celebra la obra de Cristo

¿Qué hace la asamblea? o ¿Qué celebra la asamblea? Celebra la obra de Cristo. Es decir,
lo que nosotros reunidos, formando asamblea, celebramos en una iglesia no es algo
nuestro, sino aquello lo realizó Jesús, el Señor. Por tanto, nadie, ningún otro puede
celebrar algo que no es su obra. Con esto queremos decir que el sujeto de la acción, el
sujeto de la celebración es siempre Cristo.

La Iglesia y asamblea

Cuando decimos Iglesia decimos la Iglesia local, es decir, pueblo de Dios con el Obispo.
No nos referimos a la comunidad parroquial o la asamblea de la misa de doce. Cuando
hablamos de la Iglesia que celebra, ora, ofrece, nos referimos a la Iglesia pueblo de Dios
en su totalidad. La Iglesia como dice la Lumen Gentium "pueblo reunido por la unidad
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4) o como dice La Sacrosanctum
Concifum "el Cuerpo de Cristo" (SC 26).
Asamblea, en sentido estricto, designa las legítimas reuniones locales de los fieles
presididas por sus pastores (LG 26), pero también, en un sentido más amplio, la reunión
de los cristianos de una comunidad en un lugar determinado y en un tiempo concreto
para celebrar: la de la Misa de las doce, por ejemplo.

La Iglesia sujeto de la acción litúrgica

El sujeto o actor principal de la acción litúrgica, como hemos dicho, es Cristo, ya que es
su obra la que se actualiza. Ahora bien, para realizar esta obra tan grande "Cristo asocia
siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia" (SC 7). Por tanto, cuando afirmamos
que la Iglesia es sujeto de la acción litúrgica, decimos que la Iglesia es sujeto asociado a
Cristo. Cristo no da el privilegio de ser actores de la celebración, sujetos.

Si la Iglesia (pueblo de Dios) es también sujeto de la celebración, el concilio Vaticano II


concluyó tajantemente que las acciones litúrgicas, las celebraciones, no son obra de
algunos privilegiados, sino obra de toda la Iglesia:

"Las acciones litúrgicas no son acciones privadas (particulares) sino celebraciones de la


Iglesia que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo, congregado y ordenado bajo
la dirección de los obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la iglesia, lo
manifiestan e influyen en él. Atañen a cada uno de los miembros de modo diverso,
según la diversidad de órdenes, funciones participaciones actuales" (SC 26).

Esto que hoy día nos parece lo más natural, era una verdad que estaba olvidada en la
teoría y en la práctica. La Iglesia no ha hecho más que recuperar una verdad que por
diversas circunstancias había quedado en la penumbra desde la Baja Edad Media (s.
XIII-XV). El estudio de los textos litúrgicos antiguos y de la teología bíblica han
contribuido a restablecerla. Por tanto, no hay celebración ni reunión de unos pocos.
Estarán presentes pocos, pero esa acción no es de ellos solos, tendrán que acomodarla a
ellos, pero es de todos.

Todos sus miembros están, deben estar comprometidos, implicados en la acción


celebrativa. Esta tiene como sujeto protagonista a todo el cuerpo eclesial, es decir, a los
reunidos en cuanto conjunto de personas y no sólo ellos sino todos los miembros de la
Iglesia. Por ello, los nuevos textos no hablan del sacerdote como del "celebrante". Por
ese motivo, los textos oracionales están en plural y con una estructura dialogal no sólo
vertical (Dios-comunidad) sino horizontal (presidente-lector, cantor, pueblo).

¿De dónde brota este poder celebrar, digamos el poder concelebrar? En virtud del
bautismo. Desde el bautismo "el pueblo cristiano es linaje escogido, sacerdocio real,
nación santa, pueblo adquirido" (1 Pe 2, 9). Por ello, el pueblo cristiano tiene "derecho y
obligación de participar plena, consciente y activamente en las celebraciones litúrgicas"
(SC 14). Lo exige "la misma naturaleza de la liturgia" (SC 14), que es acción del
pueblo. De otra forma no sería acción litúrgica, sino devoción (1) de uno o varios.

(1) Devoción: La palabra devoción del latín devoveo, significa dedicarse con fervor,
hacer votos, prometer, tener unos sentimientos de veneración a alguien. Devociones
llamamos al Rosario, Ángelus, Vía Crucis, novenas, procesiones, medallas, etc. No todo
es liturgia en la vida de los cristianos. Existen devociones tanto individuales como
comunitarias. Son expresiones personales y populares de la fe. Surgieron cuando el
pueblo no entendía el lenguaje litúrgico, sobre todo el latín y por su forma más
espontánea y popular.

Por tanto, el sujeto integral de la acción litúrgica es siempre toda la Iglesia sin
distinción, es decir, en cuanto compuesta de cabeza y de miembros.

Queda claro que la Iglesia es toda ella una comunidad. Ahora bien, este ser una
comunidad, no quiere decir, que todos sean todo. Esta comunidad está estructurada, es
decir, tiene ministros (así se llaman a cada uno de los que cumplen una función
litúrgica: sacerdote, presidente, lector, etc.). Pero al celebrar, toda ella es sujeto de la
celebración. Celebra tanto el presidente como el que aparentemente no hace nada
relevante.

Consecuencia

La fiesta litúrgica no puede ser celebrada, realizada por uno o dos o por un sector de la
comunidad mientras los demás asisten pasivamente como meros espectadores de lo que
unos pocos ejecutan.

Para que esta realidad y verdad se manifieste con toda su fuerza y expresividad el
Concilio sacó una conclusión clara: se prefieren las celebraciones comunitarias:

"Siempre que los ritos admitan una celebración comunitaria, con asistencia y
participación activa de los fieles (2), incúlquese que hay que preferirla a una celebración
individual y casi privada " (SC 27).

(2) Sólo en el sacramento de la Penitencia se permite una forma individual. Sin


embargo, se ha de preferir la segunda forma de la penitencia: "En esta segunda forma,
los creyentes celebran la reconciliación mediante la confesión y la absolución
individual, y se cumple mejor el deseo del Concilio Vaticano II de preferir a la
celebración individual y casi privada, la celebración comunitaria de los sacramentos"
(Carta Pastoral del Obispo de Bilbao, 1993, 30).

En ella cada uno (sacerdote, lector, monitor, pueblo, etc.) ha de desempeñar todo y sólo
aquello que les corresponde (SC 28).

La asamblea celebrante

Analicemos ahora el papel de la comunidad reunida o asamblea que celebra. Al decir


asamblea nos referimos principalmente a los que se han reunido para celebrar la
Eucaristía o un sacramento.

"Como no es posible al obispo, siempre y en todas partes, presidir personalmente en su


Iglesia a toda la comunidad, debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles.
Entre ellas sobresalen las "parroquias" (SC 42). Las celebraciones de una parroquia son
también asambleas. Una asamblea concreta es signo de la Iglesia local. Y la expresión
más clara de esta asamblea la "Misa Mayor" (3).

(3) En liturgia la manera de manifestar o de expresar tiene mucho valor. Hoy día ya no
nos fijamos tanto en si vale o no vale, sino en si expresa o no expresa. Y la Misa Mayor,
la que reúne gente de todas las edades es la mejor expresión de una asamblea. Además,
la Misa Mayor es la primera Misa de una comunidad.

Significado de la asamblea

Como primer símbolo, la asamblea tiene un significado. Significa la Iglesia, sacramento


de salvación, que está ejerciendo una función sacerdotal en medio del mundo y en favor
de los hombres (SC 2. 5. 26). La asamblea es necesaria a la Iglesia para reconocerse y
para edificarse. La Iglesia responde a la llamada del Señor, escucha su palabra y
participa en la obra de Cristo en una asamblea concreta.

Consecuencia de esta verdad: hay que cuidar mucho las asambleas: que no sean solo de
niños, o de jóvenes o de grupos particulares sobre todo los domingos, día de la
Asamblea. La razón es que un asamblea concreta debe manifestar lo más claramente
posible a todos los miembros de la Iglesia o comunidad. Y, una Misa con niños no
expresa lo que es en realidad la comunidad, que está compuesta de niños, jóvenes,
mayores, ancianos, solteros, etc.

La movilidad de hoy día y la existencia de lugares de culto no unidos a comunidades


parroquiales (iglesias de religiosos y religiosas), hacen posible la reunión de asambleas
litúrgicas que no tienen relación con una comunidad estable (4). Estas asambleas,
aunque congreguen a muchos cristianos, no ha sido erigidas expresamente por el obispo,
sino permitidas, a no ser que el obispo encomiende a una comunidad de religiosos una
parroquia. En este caso serán comunidades estables.

(4) Comunidad estable: La palabra estable es contraria a fija. Un colegio, por ejemplo,
no es una comunidad estable, porque los que acuden a él, no acuden a ella más que para
en el horario escolar. Pero también estable se toma como lugar donde el cristiano nace,
crece, se desarrolla y muere. En este sentido las iglesias de los religiosos no son
comunidades estables o establecidas por el obispo, a no ser que el obispo expresamente
les haya establecido para ello. Hoy día hay muchas iglesias de religiosos que son
parroquias, comunidades estables.

Los religiosos no han nacido para reunir al pueblo cristiano, para formar asamblea con
los fieles. Otra cosa es que en una época determinada de la historia se haya introducido
esta realidad. Este fenómeno tiene muchas implicaciones prácticas y teóricas. La
práctica y la teoría se relacionan mutuamente. Si la vivencia (teoría) crea la expresión
(práctica), a su vez la expresión (práctica) re-crea la vivencia (teoría).

Ya lo dice el Concilio al afirmar que la expresión "influye en el cuerpo de la Iglesia y lo


manifiestan" (SC 26). Esta práctica ha traído la idea (teoría) en nuestros fieles que es lo
mismo celebrar en un lugar que en otro. Otros no ven razón para no celebrar el
Bautismo, Comunión o Confirmación en un colegio. Esta pequeña aclaración ha sido
con el objeto de distinguir la parroquia y otra comunidad distinta.

Características de la asamblea

La asamblea litúrgica es profundamente original. Está compuesta - por personas con


mucho en común, pero también con sus diferencias, es decir, sin perder para nada su
identidad particular de cada uno de sus miembros. Por ello, está atravesada por
tensiones que son inherentes a este ser original. Enumeremos algunas de estas
características y las tensiones que se producen:

1. Es una reunión de creyentes

La asamblea normalmente reúne a creyentes en el Dios de Jesucristo. Celebran la fe los


que ya son creyentes. La liturgia exige una previa evangelización. Pero lo cierto es que
hoy en nuestras celebraciones litúrgicas están también presentes cristianos de fe muy
débil o apagada e, incluso, personas alejadas de la fe o no evangelizadas por nadie
(funerales, bodas...). Por ello hemos de celebrar la liturgia en clave evangelizadora. No
se trata de desvirtuar la celebración ni de instrumentalizarla para otros fines a la misma,
sino de cuidar que esas celebraciones puedan ser anuncio evangelizador.

2. Es un grupo unitario y diverso a la vez

Es y debe ser un factor de unidad, que acoge por igual a todos los hombres a pesar de
las diferencias. En la asamblea no debe haber distinción de sexo, origen, cultura, etc.
(Gal 3, 28; Rm 10, 12). Tampoco acepción de personas (Sant 2, 1-4) en cuanto al poder
económico o social, ni siquiera en relación a la fe: niños, adultos, pecadores, santos, etc.
(1 Cor 11, 30; 1 Jn 1, 8-10).

La Iglesia reúne en asamblea no una élite de puros y perfectos, sino un pueblo de


pecadores. Lo cual hace que cada miembro de la asamblea tiene que adoptar una actitud
penitencial.

3. Es carismática y jerárquica

No es una amalgama de gentes anónimas e impersonales, sino una comunidad dotada de


carismas y dones y estructurada al servicio de la unidad y caridad (1 Cor 12, 4-11; Ef 4,
11-16).

En la práctica esto se traduce en la unión de los diversos ministerios (presidente, lector,


monitor, organista, etc. ) dentro de la celebración. Los diversos ministerios y funciones
no tienen que "mortificar" la asamblea, sino que tienen la misión de vivificarla. Los
ministerios no son un privilegio, sino un compromiso.

4. Es una comunidad

Con esta palabra lo que queremos decir en concreto es que se debe superar lo individual
y llegar a lo comunitario, pasar del yo al nosotros; superarlo subjetivo y llegar a lo
objetivo, es decir, pasar de lo que yo vivo en ese momento al contenido y al objeto de la
celebración; superar lo particular y llegar a lo universal, porque no somos nosotros los
de esta misa los únicos que celebramos, es toda la Iglesia la que celebra.

Ahora bien, la asamblea no anula lo individual, lo subjetivo y lo particular, sino que los
integra en la comunidad. El yo y el tú se hacen nosotros.

La celebración tendría que ayudar, no sólo a que cada uno se encuentre con el Señor,
sino también a que vayamos creciendo en el sentido de comunidad. Ir pasando del "yo"
al "nosotros". Esta es una de las tareas importantes.

"Las razones que empujen al cristiano a participar en la celebración del domingo no han
de ser solamente de índole subjetiva e individual, sino también eclesial. Ha de moverlo
también la necesidad y voluntad de tomar parte en una celebración que es de vital
importancia y hondo significado para la Iglesia. Por desgracia, esta referencia a la
Iglesia está frecuentemente ausente en quienes se manifiestan fieles a la práctica
dominical ".

5. Polariza los sentimientos y los encauza

Los sentimientos de los presentes por contrapuestos que puedan ser, pueden y deben ser
centrados. La asamblea es capaz de centrar todos los sentimientos de una persona en
torno a un valor determinado: el misterio pascual.

No se trata de que cada uno escuche una palabra concreta para su situación particular,
sino que desde su situación particular se centre en Cristo y en él encontrará la respuesta.

Las moniciones son precisamente para ello, para centrar la atención de los presentes y
prepararlos a celebrar un único misterio que se hace actual en cada uno de ellos.

La homilía debe tener en cuenta la situación de los fieles, fijándose sobre todo en los
acontecimientos más relevantes que ha vivido la comunidad durante la semana.

Los medios para ayudar a pasar del "yo" al "nosotros" pueden ser éstos:

• Crear un clima amable de acogida, ya desde el principio de la celebración, desde el


ambiente del local hasta la cara del presidente: una clima humano afable, de respeto a
todos, de interés por todos.
• Dar prioridad en el conjunto de la celebración a lo que hace la comunidad; los que
realizan ministerios que se note que están al servicio de la comunidad: no sobre ella, ni
fuera de ella, sino dentro y para ella; cuidar los cantos, las aclamaciones, los diálogos,
etc. Más importancia tiene un canto cantado por toda la asamblea, que un canto cantado
por un coro, por ejemplo.

• Que la Eucaristía no se desentienda de lo que es la vida de estas personas y de la


comunidad que esté fuera, es decir, del pueblo; que se note que el sacerdote ama esa
comunidad, que se interesa por ella.

El papel activo de la asamblea litúrgica

El Concilio no quiere que los fieles asistan a la liturgia "como meros espectadores" (SC
48). En la asamblea litúrgica no hay espectadores, sino sólo actores. Por tanto, una vez
descubierto el valor de la asamblea como expresión viva de la Iglesia, es necesario
valorar también la práctica.

Para que la práctica sea adecuada a la teoría, el Concilio ha re-creado los acólitos,
lectores, comentadores (monitores) y cuantos pertenecen a la "schola cantorum"
(cantores) para que cada uno de ellos ejerzan su oficio con piedad y orden. (SC 29).

Además, fomentó las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas,
los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales, juntamente con el
silencio (SC 30).

Vamos a tratar de algunos de estos ministerios en concreto: presidente, lector, salmista,


director de cantos y monitor. La participación de la asamblea se concreta así en unos,
que realizan una función específica.

Pero antes, veamos el Espíritu que debe animar a todas estas funciones o ministerios.
Sin Espíritu, todo queda en mero protagonismo.

El Espíritu y las funciones en la asamblea

La Iglesia y, por tanto, la asamblea es una comunidad mesiánica, es decir, ungida por el
Espíritu como su fundador, su piedra angular. Por eso, toda ella es "sacerdotal, profética
y real". Todos los miembros de la comunidad cristiana reunida en asamblea son
sacerdotes, profetas y reyes. Están capacitados para celebrar acciones sacerdotales,
proféticas y reales.

La actividad celebrativa, la participación sacramental, la implicación festiva de todos y


cada uno de los miembros de la asamblea no es algo superficial ni accidental ni un
requisito protocolario, meramente formal, discrecional ni una parte secundaria del
conjunto de la acción festiva. Es el don del Espíritu, que nos hace (habilita) tener acceso
al Padre fuente de toda sacralidad, sacerdocio o profecía.
Este sentido colectivo de la Iglesia y de la asamblea celebrante se debilita y se pierde en
la Edad Media pues se pasa a una eclesiología de poderes, reducida no a Cristo sino del
clero. Se olvida la eclesiología de comunión y santidad.

El Concilio Vaticano II, por medio de la Constitución SC y la LG ha recuperado para


toda la Iglesia la concepción de la asamblea litúrgica como una comunidad servicial y
de servicios (ministerios, funciones o tareas). La liturgia es ministerial. De una
eclesiología de comunión y participación (SC 14), brotan los ministerios, diaconías,
servicios, funciones comunitarias...

La asamblea litúrgica es un grupo estructurado. Es una comunidad reunida, pero nunca


de modo masificado. No es masa ni público. Se articula en torno a diversas actividades
repartidas entre sus diversos miembros. Son servicios diferentes que ejecutan los
diferentes individuos o subgrupos del macro-grupo comunitario (asamblea) de acuerdo
con el fin general y global de la celebración. Es un cuerpo con diversos órganos al
servicio de diversas funciones que contribuyen al bien del conjunto corporativo. El
Espíritu da unidad y hace que unos y otros estén al servicio del Cuerpo.

Son servicios porque han de ayudar a que la asamblea y la reunión alcance sus objetivos
y consiga realizar la celebración en su plenitud y éxito. Gracias a ellos la asamblea tiene
un carácter servicial, diaconal, porque pone en juego un dinamismo de servicio en el
interior de ella misma con vistas a su plena autorrealización.

1. El presidente

Justino habla del "presidente" o encargado de presidir.

Tertuliano menciona a los "presidentes" como los responsables principales de la


celebración.

Clemente de Roma específica que estos presidentes son los obispos y presbíteros. Les
recomienda ejerzan su ministerio con "humildad, sosiego, calma, piedad y perfección".

Preside en nombre de Cristo

Según SC 33 el sacerdote preside "in persona Christi", es decir, no sólo por designación
de la asamblea o por delegación de ella ni por sus méritos propios sino por imposición
de las manos recibida en su ordenación que le ha conferido el obispo, sucesor de los
apóstoles.

El ministerio de presidir es a la vez funcional y místico, es decir, (sacramental-


simbólico).

Es funcional, por cuando debe lograr que la asamblea reunida asuma lo más plenamente
posible la acción litúrgica común; que los otros ministerios y servicios estén
coordinados y así entre todos y a través de todos, circule el Espíritu uno de la
celebración.

Es místico (sacramental-simbólico) pues visibiliza a Cristo como cabeza de la Iglesia,


servidor de los hermanos.

Preside en nombre de la Iglesia

El mismo artículo 33 de SC indica que el presidente realiza su servicio "in nomine


ecclesiae", es decir, representando a la asamblea, recogiendo y aunando a todos.

El presidente es un miembro más de la asamblea, no se sitúa fuera de ella, sino dentro


de ella, realiza el servicio de presidir.

El arte de presidir

El arte de presidir, es realmente un arte, para hacer lo que debe de hacer, dejar de hacer
lo que no debe hacer, animar a que los miembros de la comunidad realicen los servicios
que les corresponden y unificar todo en un único cuerpo.

El arte de presidir consistirá en el arte de conjugar con tino estos dos roles contrarios
pero no contradictorios; uno ascendente y otro descendente. En el pulso para mantener
esta tensión entre estas dos corrientes consiste el reto que plantea el ministerio de
presidir la celebración.

Es buen presidente, quien suscita los ministerios laicales

Entre las muchas tareas y encomiendas que el presidente debe realizar para la buena
realización de su ministerio, está la de impulsar, animar, coordinar los demás
ministerios:

el del servicio a la asamblea (acogida, monitor),

el del servicio de la palabra (lector, salmista, oración universal),

el del servicio a la mesa-altar (ministro de la comunión...)

el del servicio del canto (organista, director, cantor...)

Cuantos más servicios haga surgir en la comunidad, mejor habrá realizado la


presidencia como servicio a la comunión y la participación. No es el mejor presidente
quien más hace, sino quien más "hace hacer" y sabe realizar lo que únicamente le
compete.
Quien impulsa, anima, suscita y coordina los servicio litúrgicos con el ideal de la
máxima participación es el mejor presidente.

Conclusiones

1.- No se puede ser responsable de la asamblea si no se piensa la Iglesia como


comunión y la presidencia como servicio.

2.- El presidente es el responsable de que una comunidad sea ella misma y no "su"
asamblea. El presidente busca siempre la común-unión. Su gran lema y ley, la ley de la
fraternidad. La presidencia es un servicio fraternal que se traduce.

3.- El partidista disgrega. Un presidente subjetivista es un factor de disgregación. Un


presidente que no integra desfigura la imagen de Cristo a quien debe representar
sacramentalmente. No es Cristo, trasparenta a Cristo. Es símbolo real de Cristo.

4.- Debe saber aceptar lo carismas, promover la relación de los mismos, distribuir las
funciones para que todos puedan intervenir. Es decir atento a evitar sectarismos y
uniformismos. Servidor de la comunión es responsable de la catolicidad.

5.- Atento a los más pobres y débiles y preocupado por la educación de toda la
comunidad. Las presidencia comporta unos signos, hablar a los presentes como amigos,
estar en medio como quien sirve.

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El Lector

No nos referimos aquí al lector no como un ministerio ordinario, sino como ministerio
de hecho. Es uno de los ministerios más importantes: proclamar la Palabra de Dios,
presta la voz al Señor que habla a la asamblea. En el momento de proclamar todos,
incluido el presidente, escuchan la voz del Señor. Ayuda a la comunidad cristiana a
escuchar en las mejores condiciones la Palabra de Dios y a acogerla como dicha hoy y
aquí para cada uno de los creyentes.

Seis normas para leer bien

1 Antes de empezar la lectura, coloque el micrófono a un palmo (más o menos) delante


de la boca. No agache la cabeza.

2 Al empezar, no debe leerse lo que está en rojo (por ejemplo: no debe decirse "Primera
lectura"). Lea con entonación el título de la lectura (por ejemplo: Lectura del profeta
Isaías), mire a los asistentes y espere unos segundos antes de continuar.

3 Al leer, tenga en cuenta que lo más importante es no precipitarse. La mayoría de


lectores corren demasiado. No se trata de terminar lo antes posible, sino de que los
asistentes puedan seguir y enterarse de lo que se lee.
4 Por eso, es necesario hacer caso de las señales de tráfico de la lectura: las comas y los
puntos. Las comas son como un "ceda el paso" (una leve pausa) mientras que los puntos
son como un "stop" (pararse un par de segundos).

5 Si antes se ha leído la lectura (mejor un par de veces) sabrá mucho mejor cómo leerla
bien, darle sentido. Facilitar que se entienda. Por ejemplo, en la frase: "Dios no salvó a
un pueblo, sino a todos los pueblos de la tierra", subrayar con la voz estas dos palabras
clave.

6 Al terminar la lectura, espere un par de segundos y diga mirando a los asistentes y con
cierta solemnidad (es una aclamación): 'Palabra de Dios': No, "Es palabra de Dios",
porque es una afirmación que no espera respuesta. Y, por último, espere la respuesta
antes de irse, sin prisas.

Nueve consejos para mejorar el servicio de lector

1 Leerse antes la lectura. Mejor dos veces (una para saber qué dice; la segunda para
fijarse en las palabras o nombres que nos puedan resultar más difíciles). Y, aún mejor,
leerla en voz alta.

2 Es decisivo cómo comenzamos la lectura. Para el que lee y para quienes escuchan.
Para quien lee, porque si empieza a acelerar desde el principio o empieza inseguro, la
cosa irá empeorando. Para quien escucha, porque si el principio no se entiende, la
atención cae en picado.

3 Para que se nos oiga y entienda bien, son importantes dos cosas: la primera es no bajar
la cabeza, la segunda es abrir más la boca de lo habitual. Con la cabeza alta, la voz
resultará más clara y el tono más elevado . Abriendo bien la boca, las vocales nos
saldrán más redondas y las consonantes más contrastadas.

4 Durante la lectura, nos ayudará el mantener la ilusión en el servicio que estamos


realizando (prestamos nuestra voz al Señor). Esta ilusión por hacer bien este servicio,
hará que leamos con una tonalidad amable, no agresiva ni desganada. Toda lectura de la
Palabra de Dios es una buena y alegre noticia. Hay lectores que llevan años y están
cansados.

5 Conviene leer en el libro del Leccionario, no en hojas o Biblias pequeñas. La Palabra


de Dios necesita un soporte más importante que unas hojas o librillos. Además para eso
están los leccionarios, para dar nobleza a la Palabra de Dios. Y también porque la letra
es más grande.

6 Si nos equivocamos en una palabra lo correcto es detenernos un momento y volverla a


decir con calma.

7 Si hemos leído antes, sabremos si se trata de una narración, una exhortación, una
reflexión, etc. Y nos hará ilusión saber atinar en el modo adecuado le leerlo. Por
ejemplo, si es una narración saber distinguir el tono del narrador, el de los diálogos... Si
es una exhortación saber leerla con convicción. Atinar en todo eso no es difícil: basta
buen sentido y ganas.
8 Puede sorprender pero para una buena lectura son muy importantes los silencios. Los
silencios -las pausas- dan luz a las palabras. El lector que sabe respetar los silencios y
además los aprovecha para respirar, es casi seguro que hace escuchar.

9 En todo es bueno escuchar la opinión de los otros. Por eso, sería conveniente que las
personas que leen habitualmente en cada iglesia, se encontraran para intercambiar
opiniones, para hacer algún ejercicio de lectura, etc.

El salmista

El salmista es aquella persona, consciente de que pertenece a la comunidad cristiana,


que se siente preparada y llamada a ayudar a sus hermanos a entrar en la dinámica
amable y profunda de la salmodia, como respuesta a la lectura.

Esta noción implica que el salmista es cantor. Hay que hacer todo lo posible para
recuperarlo en las misas parroquiales o en la misa mayor.

El salmo es una oración poética; lo cual implica que el salmista es guía y maestro de
oración poética. El lector que recite el salmo tiene que cambiar de dirección. La lectura
es proclamación, el salmo es oración.

Por lo cual, debe rezar él mismo. Debe introducirse en los sentimientos que provoca
dicha oración. debe alegrarse, entristecerse, meditar, comprometerse, suplicar o aclamar
gozosamente. Y así, con su voz, suave y decidida a la vez, invita al pueblo a que
responda a la Palabra con sentimientos del salmo.

El salmo es Palabra de Dios

El salmo está tomado de la Biblia, es Palabra de Dios. Nos ayuda a hacer eco a la
lectura. Así el mismo Dios nos guía en nuestra respuesta. No es un canto nuestro,
moderno, como puede ser el de la entrada o el de comunión. Es voz de Dios, una página
bíblica, coma la anterior, pero esta vez poética y lírica. Por eso el lugar más coherente
de su realización es el ambón reservado a la Palabra de Dios, cosa que no debe suceder
con los otros cantos de la Misa.

El salmo hace eco al mensaje contenido en la lectura. Si ésta nos invitaba a la alegría, el
salmo prolonga esa actitud. O nos mueve a sentimientos de penitencia, alabanza,
súplica, reflexión sobre la vida...

Así el salmo se convierte en un momento importante de la celebración de la Palabra,


que nos ayuda a entrar en diálogo entre Dios que habla y la asamblea que escucha y
responde. De esto se trata: que la asamblea y cada uno de sus miembros diga "sí" desde
su interior a Dios, a la salvación que le ofrece, al proyecto de vida que ha presentado, a
la Alianza que quiere pactar con su pueblo.

Consejos para un buen salmista

• Ante todo, el salmista debería ser una persona distinta de la que ha proclamado la
lectura. Se trata de otro elemento dentro del conjunto de la celebración de la Palabra.
• El salmo está pensado para que tenga una alternancia entre el salmista que recita las
estrofas y la comunidad que escucha y responde la antífona. El salmo se llama
"responsorial", no sólo porque responde a la Palabra escuchada, sino también porque se
hace de tal forma que la asamblea va respondiendo a las estrofas dichas por el salmista.

• El modo ideal de realizar el salmo es que la asamblea cante la antífona, la propia del
día a poder ser, y que el salmista recite las estrofas del salmo. Hay un libro publicado
"El Libro del salmista" donde están todas las antífonas y salmos de los días de fiesta
musicalizados. No todas las comunidades tienen la facilidad de tener uno que las
ensaye, pero no cuesta mucho prepararlas.

• Habría que tener en cuenta que si se dice sin cantar, hay antífonas largas que son
difíciles de repetir. Esos días habría que buscar una antífona más corta o que el salmista
ayudara a la asamblea. Así no tiene que preocuparse la asamblea de aprender de
memoria la frase.

• Una manera menos recomendada, pero no excluida, es la que durante un tiempo


litúrgico se repita siempre la misma antífona. Así, por ejemplo, el que durante la
Navidad se cante una misma antífona.

El animador de cantos.

• Sabe liturgia. Sabe y conoce el sentido y la función que tiene cada uno de los ritos y el
sentido y la función del canto que acompaña el rito.

• Sabe música. No hace falta que haya realizado la carrera de música, pero sí que intenta
mejorar su formación. Se apunta de vez en cuando a algún cursillo. Sabe que necesita
ayuda.

• Conoce bien su asamblea. Por tanto es capaz de saber qué cantos los canta mejor, qué
posibilidades tiene de aprendizaje, de mejora. Así no impondrá cantos que no pueda
seguir, pero también sin dejarse llevar por la pereza de ayudar a progresar.

• Valora y estima su asamblea. Por ello procura ayudarla y servirla. Lo hace con mucho
respeto. Evita todo lo que pueda parecer reñirla.

• Es miembro de la asamblea. Y como tal ora con la asamblea, escucha las lecturas, está
atento a la plegaria... y por tanto, no se dedica a buscar papeles durante las lecturas o en
otro momento.

En los cantos hay que mirar

• El contenido. Las palabras que decimos cantando penetran más a dentro, calan más.
Por tanto tiene mucha importancia el contenido de la letra, más que la belleza de la
música. No es necesario que sean siempre cantos de alta teología, pero sí es bueno e
importante que lo que canten tenga sentido cristiano y litúrgico. Esto supone que el
canto debe adecuarse lo más posible al tiempo litúrgico y al momento de la celebración.
• La calidad literaria. Que no sólo lo que se diga esté bien, sino que además esté bien
dicho. Con corrección de modo que pueda penetrar verdaderamente en el espíritu de los
que lo canten.

• La música. Que tenga calidad, que resulte agradable cantarla (lo cual se puede dar
tanto en las músicas más lentas como más rápidas, más antiguas como más modernas).
Y que la asamblea sea capaz de cantarla bien.

• El clima que crean. Hay que mirar el todo inseparable que forman la letra y la música.
En unos momentos hay que escoger un canto melodioso, en otros más alegre. Hay que
saber escoger a cada momento lo que más pueda ayudar a aquella asamblea concreta a
vivir y expresar su fe al ritmo de la liturgia de la Iglesia.

No a las celebraciones estandard

• No cantar todos los días del año en los mismos momentos, en la misma cantidad y
calidad los mismos cantos. El canto distingue unos días de otros lo mismo que unas
lecturas los distinguen.

• Los tiempos litúrgicos deben crear su propio clima. El canto puede utilizarse para
crear distintos climas o para destacar aspectos distintos en días semejantes. Por ejemplo,
algunos domingos durante la comunión se puede hacer simplemente en silencio o con
música, favoreciendo el clima de oración y de interiorización. Algunos días se puede
cantar sólo la estrofa del salmo, otros días el salmo entero.

• Las distintas misas de una comunidad pueden ser, más o menos, especializadas. No es
lo mismo una misa de las nueve de la mañana que la "misa mayor". Unas misas tendrán
un estilo más juvenil, otras, más sentido más serio.

• Si una parroquia tiene un coro, aprovecharlo. El coro anima, ayuda y favorece el


ambiente de la asamblea. Hay días más solemnes que otros. Que canten algunos cantos
sólo ellos (presentación de dones y comunión, por ejemplo) otros, en diálogo con la
asamblea.

• Determinados cantos tendrían que estar reservados para unos tiempos litúrgicos, y no
cantarlos en otros tiempos. Expresan de manera más completa los sentimientos propios
del tiempo.

• Los días laborables hay que cantar menos que los domingos. Y dentro de los días
laborables hay que resaltar, determinadas celebraciones y tiempos.

• Destacar siempre la plegaria eucarística. El santo, la aclamación después de la


comunión, el aleluya y el amén deben cantarse siempre los domingos.

• Puede utilizarse la música grabada: para preparar el ambiente antes de comenzar la


celebración, para el momento de la presentación de las ofrendas, para la comunión. Dos
cualidades que debe tener la música grabada: que suene bien y que sea apta para ese
momento.
• Los cantos no tiene por qué cantarse necesariamente íntegros. Habrá que ver cuando
un canto se tiene que hacer más breve o más largo. Evitar cantar siempre las mismas
estrofas, casi siempre las primeras.

• El presidente. En muchas iglesias el único que sabe cantar es el presidente. ¿Qué


hacer? Hacer cantar. Sin muchas pretensiones, pero ayudando así a la mejor
participación de la asamblea. El canto de entrada habrá que hacerse después de la
monición de entrada, él tendrá que entonar la estrofa del salmo, la comunión se puede
hacer en silencio, o entonar un canto muy conocido por la asamblea. Hay que
acomodarse.

El monitor

Se ha hecho ya general en nuestras celebraciones la presencia de un monitor, además del


lector. El Misal lo describe así: "entre los ministros que ejercen su oficio fuera del
presbiterio está el comentarista (monitor), que es el que hace las explicaciones y da los
avisos, para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor" (OGMR
68).

En nuestras celebraciones el monitor no se coloca fuera del presbiterio porque no hay


posibilidad en muchas iglesias de tener un micrófono fuera de él y porque tal vez no sea
visto por todos y esto hace que no se pueda seguir con atención.

Hay varias clases de moniciones, no todas son iguales: unas son "explicativas":
ambientar o explicar alguna faceta histórica o contextualizar la lectura; otras son
"exhortativas", éstas son para disponernos a participar con espíritu.

Moniciones del presidente

Algunas de estas moniciones parecen más propias del presidente: aquellas que
contienen un mensaje espiritual. Son éstas:

La monición de entrada. Es su primer contacto con la asamblea, además del saludo


inicial. Con palabras breves, humanas y espirituales a la vez, trata de motivar la
celebración que empieza, conectarla con la vida, con el día que se celebra... No es una
homilía adelantada. Se trata de una monición (junto con el canto y los otros elementos)
para ayudar a conseguir una comunidad celebrante y que se preparen a lo que van a
celebrar en común (OGMR 24).

Son moniciones del presidente: las invitaciones al acto penitencial, a la oraciones


presidenciales (colecta, ofrendas, poscomunión), a la oración universal, a la Plegaria
Eucarística, al Padre nuestro, a la comunión.

Moniciones del monitor

Excepto en aquellas moniciones que el Misal atribuye específicamente al presidente, las


moniciones las puede realizar un laico preparado, que asume este servicio a la
comunidad. Son éstas:
• A las lecturas. "Esta función pude ejercerla por medio de otros, por ejemplo, del
diácono o del comentador" (OLM 42). Caben varios modos de realizar estas
moniciones. Se puede hacer una en conjunto para todas ellas. O bien decir una a cada
lectura y al salmo.

• Son de "gran ayuda para que la asamblea reunida escuche mejor la palabra de Dios, ya
que promueven el hábito de la fe y de la buena voluntad" (OLM 42). Son, pues, para
que la comunidad escuche con más atención, despertar el interés, situar la página que se
va a escuchar.

• No son una homilía anticipada, ni se trata de adelantar el contenido o de resumirlo,


sino preparar la escucha, motivar la actitud de interés y de obediencia de fe.

• Es útil presentar brevemente el contexto histórico de una lectura: una página profética
se capta de un modo más concreto si se sabe que está escrita durante el destierro o
después de la vuelta.

• También para el salmo. "También pueden ayudar unas breves moniciones en las que se
indique el por qué de aquel salmo determinado y de la respuesta y su relación con las
lecturas" (OLM 19). Sería para sugerir los sentimientos y el talante interior que están en
la base del salmo.

Cualidades de una buena monición

• Breves. Así lo repiten una y otra vez los documentos: "breves sólo en los momentos
más oportunos, con las palabras prescritas u otras semejantes" (SC 35). " (El monitor)
lleve bien preparados sus comentarios, con una sobriedad que los haga asimilables"
(OGMR 68). Todos tenemos experiencia de cómo unas intervenciones largas dan al
conjunto de la celebración un tono pesado y farragoso.

• Sencillas. Se trata de ayudar a captar mejor el contenido de un rito o de una lectura. Se


trata de aclarar, no de complicar más la cosa. Se logra con frases cortas.

• Fieles al texto. Cada momento tiene su sentido. La monición debe ayudar a escuchar la
lectura desde la actitud justa y a realizar el gesto simbólico dentro de su identidad y
finalidad.

• Discretas. En cuanto al número. No hacer todas las posibles, sino las más
convenientes. Se debe evitar la tentación de la palabrería. A veces se nota una verdadera
obsesión pedagógica a los que se apoderan del micrófono. Eso hace que las moniciones,
en vez de ayudar y crear ambiente, lo que hacen es agotar la paciencia de los fieles.

• Pedagógicas. Que produzcan el efecto deseado: despertar el interés por la lectura,


suscitar la actitud para un canto determinado o para realizar el gesto.

• Preparadas y elegidas. Bien preparadas y normalmente por escrito. Elegidas y


corregidas (acomodadas) para la asamblea. Examinad las publicaciones con los criterios
que hemos anotado aquí. No todas cumplen.
CUESTIONARIO

1. Cristo es el actor principal. Escribe algunas razones.

2. La Iglesia también es sujeto. ¿Por qué?

3. Lee 1 Cor 12, 12-27 y saca las conclusiones para la celebración litúrgica.

4. Escribe una monición de entrada para acoger a todos.

5. En la misa que haces de monitora resulta que cada uno se sienta en "su lugar"
distantes unos de otros. Prepara una estrategia para que poco a poco se pongan
formando una asamblea o grupo unido externamente.

6. Te vienen unos padres que quieren bautizar a su hijo/a un día señalado, distinto al día
de los bautismos parroquiales. ¿Qué razones le darías para que acepten el día bautismal
de la parroquia?

Capítulo 8

La participación en la liturgia

Indice

Introducción

¿Qué es participar?

¿Qué entiende el Concilio por participar?

Explicación

¿Qué exige la participación?:

Resumiendo

Dos ejemplos

Consecuencias

Ministerios:
Ministerios de hecho

La asamblea necesita ministerios

El equipo de liturgia:

¿Qué es un equipo de liturgia?

Motivos para constituir un equipo de liturgia

Proceso de constitución

La formación litúrgica de las comisiones de liturgia

Las sesiones de trabajo

Funciones de la comisión de liturgia

Cuestionario

Introducción

Después de tratar en el capítulo anterior de la asamblea y de sus ministerios, nos hemos


dado cuenta que la asamblea es un organismo vivo, activo. Nadie se libra de esta
actividad.

En este capítulo analizaremos la participación. Únicamente, señalar desde el principio,


que la participación no es igual a intervención. Es cierto que la la asamblea necesita de
ministerios. También es cierto que los diversos ministerios de los cuales hemos hablado
hacen que la participación sea más clara. Pero, no debemos dejar a todos los que no
intervienen en los diversos ministerios. No se cumple con la vitalidad y actividad de la
asamblea, diciendo: "ya está resuelta /a vida de la asamblea".

Por ello, este capítulo tiene el objeto y la finalidad de analizar lo que realizan y deben
realizar todos los que forman la asamblea.

Tal como estaba la celebración litúrgica anterior al Concilio, lamentable por cierto, la
participación de todos los fieles fue una de sus objetivos para la renovación de la vida
cristiana a través de la liturgia (SC 1). Ya hemos hablado que el Concilio abrió el uso de
lenguas vivas en la liturgia, se adaptó la liturgia, se simplificaron los ritos, se renovó la
presencia de la Palabra de Dios en las celebraciones, se admitió el canto popular, etc. y
promovió los diversos ministerios. El Concilio Vaticano II, pensando devolver a los
fieles la actuación correspondiente al derecho y al deber que tienen en la celebración
litúrgica usó la expresión "participación activa de los fieles".
Ahora bien, esta participación activa de los fieles no se consigue con el estudio de este
capítulo. Todo esto exige un esfuerzo continuado de catequesis, preparación de las
celebraciones, formación litúrgica de los celebrantes, medios para celebrar bien,
celebración correcta y adaptada a las diferentes asambleas y a las diferentes situaciones
de ésta. Exige, en una palabra, el trabajo de un equipo parroquial o sectorial de liturgia.
La participación de los fieles es una tarea siempre en acto y siempre inacabada.

Por tanto, en este tema analizaremos qué se entiende por participación activa y qué
exige.

En una segunda parte nombraremos los distintos ministerios y terminaremos tratando


del equipo de liturgia.

¿Qué es participar?

La palabra participar viene del latín "partem" y "capere", tomar parte. Es sinónimo de
adhesión y también de intervención.

En la vida diaria y cotidiana indica no sólo el tomar parte en algo, sino también la
invitación (una tarjeta de participación) dirigida a amigos, parientes, conocidos para que
participen en acontecimientos alegres (nacimientos, bautismos, matrimonios, etc.) o
tristes (funerales, etc.): en estos casos participación significa adhesión solidaria.

¿Qué entiende el Concilio por participación?

Primero leemos al Concilio: Éstos no son todos los textos del concilio. Hay otros
muchos, 18 en total. Hemos citado los más importantes.

"Es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de
ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz, y colaboren con la gracia divina,
para no recibirla en vano " (SC 11).

"La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a los fieles a aquella
participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la
naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación en virtud del
bautismo, el pueblo cristiano" (SC 14).

"En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su
oficio hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las
normas litúrgicas" (SC 28).

"Los acólitos, lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la "schola cantorum "


desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con sincera
piedad y el orden que conviene a tan gran ministerio y les exige con razón el pueblo de
Dios " (SC 29).
"La Iglesia procura que los cristianos no asistan a ese misterio de fe (la Eucaristía),
como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los
ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada,
sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias
a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la Hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino juntamente con él" (SC 48).

Explicación

El Vaticano II ha hablado de la participación de los fieles de esta manera:

• Enuncia un ideal: Nos dice que la participación debe ser "plena, consciente, activa y
fructuosa" (SC 11; 14); "interna y externa" (SC 19); "en acto" (SC 26); "propia de los
fieles" (SC 114); "comunitaria" (SC 27). Está señalado como ideal, lo cual nos está
indicando que es meta a conseguir, no es una realidad que se da, no está enunciando una
realidad. Esto lo debemos tener siempre presente: queremos caminar a un ideal que
nunca la alcanzaremos al cien por cien.

• Señala el origen del derecho y del deber: "el sacerdocio bautismal" (SC 14; LG 10-11).
No es una concesión de nadie, ni del sacerdote, ni de la Iglesia. Una vez que uno ha sido
bautizado y confirmado ya es sujeto de derechos en la Iglesia y uno de estos derechos es
el derecho a participar en la vida litúrgica; dicho de otra forma a participar en la
comunidad con Cristo en su salvación.

• Apunta la razón última de la participación: "Lo exige la naturaleza de la liturgia" (SC


14). "la naturaleza misma de la liturgia" (S C 2; 11; 14; 41; 42; LG 26). La liturgia no es
algo que celebra uno o unos pocos, sino es cosa de todos, de todo el pueblo y, por tanto,
de todos los miembros de ese pueblo deben tomar parte.

• Urge su puesta en práctica (SC 11; 14) y los medios a usar: formación" (SC 14; 19),
"la catequesis litúrgica" (SC 3 5,3), "las celebraciones de la Palabra" (SC 35,4); "la
homilía" (SC 35,2; 24; 52), "los cantos, respuestas, gestos y posturas" (SC 30). Todos
estos son medios, para conseguir unirse a Cristo. Por tanto, no son fines en sí mismos.
Es importante la formación, es importante la homilía y son importantes los cantos, pero
mucho más importante es el unirse a Cristo Jesús.

• Señala la meta final: "santificación de los hombres y el culto a Dios" (SC 5; 7; 11; 12).
Es decir, el objeto de la participación, aquello en lo que se participa es en la salvación
del hombre y en la gloria que supone esto para Dios. Esta es la meta, el objetivo final.
Todo lo anterior está mirando a este objetivo final. La razón de nuestro trabajo como
responsables de la pastoral litúrgica es conseguir que todos los que celebran los
sacramentos lleguen a esto. No sólo los que vienen a las Eucaristías dominicales;
también los que vienen a bautizar a sus hijos o demás sacramentos.

¿Qué exige la participación?


Lo primero que llama la atención es que la participación es algo interno y externo, algo
que implica a toda la persona. Es decir, participación es un acto humano. Por tanto, si
es humano:

• no un acto puramente interno o espiritual en contraposición a corpóreo. La


participación que exige el Concilio no es "un pensar" o "un emocionarse" en el último
banco. Le falta el elemento corpóreo y sensible del ser humano,

• ni tampoco "un hacer cosas" (el solo hecho de leer o tocar la guitarra, cantar, etc.) o
"pasearse por el presbiterio" o "hacer todos todo"). Le falta el elemento espiritual e
interno del ser humano.

Por eso, afirma

• La participación consiste fundamentalmente en la actuación externa y litúrgica, es


decir, encarnada. La participación incluye unos actos humanos (gestos, ritos, palabras).

• Incluye, asimismo, unas actitudes internas (consciencia, vivencia, etc.). Es decir,


incluye el vivir el objeto de la participación, es decir, vivir lo que se participa, vivir el
contenido (la celebración de la salvación). Se participa en el acto cantando y en el
contenido, viviendo la salvación.

• Exige que cada uno desempeñe todo y sólo aquello que le corresponde. Las personas
que participan (fieles y ministros) lo hacen según el grado propio de su función eclesial
y litúrgica. Esto quiere decir, que no todos tienen que hacer todo. Todos (el pueblo)
tienen que participar e intervenir en algunos momentos, pero no tienen que estar
interviniendo siempre.

Resumiendo

Por tanto, participación, en nuestro caso, significa "tener relación con", "tener en
común con", mejor dicho, "estar en comunión". Cuando hablamos de participar en la
celebración queremos decir esto último: estar en comunión. Dice el canon romano
(Plegaria Eucarística I) "que cuantos recibamos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al
participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición". La máxima
participación en la Eucaristía, la comunión es la máxima participación en la salvación.

Dos ejemplos

Casi todas las Plegarias Eucarísticas señalan la participación de los fieles. Citamos aquí
solamente unos textos que aparecen en el misal. Uno de la Plegaria Eucarística I y otra
de la Plegaria Eucarística II:

"Te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios,
vivo y verdadero" (Plegaria Eucarística I).
El sacerdote usa el plural, porque ora en nombre de toda la asamblea. Y para que no
queden dudas añade la frase "ellos mismos te ofrecen". No es una metáfora, sino una
acción real. Los fieles ofrecen la Eucaristía o Sacrificio en virtud de su condición de
Pueblo Sacerdotal. Es una de las ideas básicas y fundamentales que se van repitiendo a
lo largo de todos los capítulos.

"Y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia" (Plegaria
Eucarística II).

La segunda frase, tal vez la más oída, como la dice el sacerdote, y además como está en
el altar, pensamos que se refiere a él o a ellos. Y no, es de todos los asistentes. Todos
servimos en la presencia del Señor.

Estamos tan acostumbrados a tomar la celebración como cosa del sacerdote que se nos
escapan frases como estas:
- Por favor, ¿a qué hora celebra usted su misa?

- Amigo mío; en primer lugar, no es "mi" misa. Además, no la celebro yo, sino que la
celebramos juntos.

Consecuencias prácticas y vivenciales

Si la participación en asamblea es cosa de todos, ¿qué hacer para que ese signo sea
significativo y expresivo?

• Muchas iglesias resultan ahora demasiado amplias para asambleas demasiado


pequeñas; ¿ no es el lugar el que está al servicio de la asamblea? o ¿es la asamblea la
que debe estar al servicio del lugar? ¿qué decir del número de misas? Hemos vivido
preocupados durante años por facilitar y por ofrecer mejor "servicio". Consecuencia de
ello, se han multiplicado las misas. El resultado es que, en vez de reunirse los fieles, se
dispersan. Por tanto, hay que revisar el número de misas.

• En la celebración la actitud comunitaria (eclesial) tiene primacía sobre lo individual y


privado, sin necesidad de anularlo. Un funeral, unas primeras comuniones, por ejemplo,
no pueden cambiar la Misa del domingo. Más aún, uno y otro deben integrarse, sin
eliminar ninguno de los dos, pero dando más importancia a lo comunitario que a los
familiar.

• Para que una celebración transcurra como corresponde a una acción eclesial (SC 26),
todos deben respetar el ritmo de la misma. La celebración es como un cuadro en
movimiento, en el que todos son actores y todos intervienen: Todos formamos la
asamblea viva que canta, ora, dialoga, se mueve, y no sólo oye y contempla. Todos los
ministerios deben estar al servicio de la asamblea.

• Todas las personas que participan son, deben llegar a ser, cada vez más actores de la
celebración. Esto no es una realidad individualista (por gusto o por aparecer), sino
eclesial (por manifestar que todos somos Iglesia). Si se hace por gusto, el día que no
guste se deja. Sin embargo, si se realiza por ser Iglesia, la responsabilidad es mayor. De
hecho cada uno participa en una acción en la que están implicadas otras personas, que
también son actores.

• Todos debemos tener presente y vivir, que la participación en la celebración es mucho


más que la simple comunicación con los demás. Es también y sobre todo, comunión y
comunicación con Dios Padre Hijo y Espíritu Santo. Además, cada uno de nosotros
debemos dar una respuesta personal a la iniciativa del Padre, en-con-por Cristo y en
virtud o por la fuerza del Espíritu Santo.

• Por tanto, la participación no consiste en la participación de los fieles en la acción del


sacerdote, sino en la participación de todos (sacerdotes y fieles) en la acción de Cristo.
El sujeto principal de la celebración, como diremos más adelante, no es el sacerdote,
sino Cristo y su Cuerpo, la Iglesia del cual todos somos miembros.

• Cuando se celebra la confirmación, se hace algo más que asistir a una acción que
interesa a un cierto número de jóvenes; de hecho, es toda la Iglesia la que se alegra,
pues toda ella es la que nace del Espíritu que sin cesar la anima. Todos los participantes
están, pues, profundamente implicados, aunque no todos sean confirmados ese día. Y
los que han sido antes, son en un cierto sentido "reconfirmados": participan en el don
del Espíritu que edifica a la Iglesia y pueden asumir como nueva su propia
confirmación. Esto mismo ocurre en los demás sacramentos.

Ministerios

Para que exista una participación activa y plena, deben existir unos ministerios.
Ministerio quiere decir servicio. Así como Cristo "no vino a ser servido, sino a servir"
(Mt 20, 28), la Iglesia, sacramento y señal de Cristo, es toda ella ministerial. Existe para
servir. Por ello debe manifestarlo en todas sus actividades. Con más razón en la liturgia,
ya que es la epifanía de la Iglesia.

Los ministerios existen para el bien y el servicio de la comunidad, por voluntad de


Cristo y, luego, por evolución y necesidades de la misma celebración. No existen como
consecuencia de una estrategia o una táctica para organizar mejor las celebraciones. Los
ministerios son esenciales a la Iglesia (1 Co 14, 5; Ef 4, 12).

Por todo ello, actualmente, nos encontramos con la siguiente diversidad de ministerios:

• Ministerios ordenados: obispo, presbítero y diácono.

• Ministerios instituidos (Se llaman a éstos ministerios instituidos porque los llamó así
Pablo VI al reformar y suprimir las llamadas "órdenes menores" (subdiaconado,
ostiario, etc.): lector y acólito.

• Ministerios de hecho: Se llaman a los ministerios que ejercen laicos y laicas de manera
estable o simplemente ocasional.
Ministerios de hecho

Como los ministerios ordenados e instituidos sólo se pueden encomendar a varones,


algunas diócesis, han constituido 'laicos con misión pastoral', tanto para hombres como
para mujeres. Estos asumen de una forma más o menos estable el encargo de servicios
para el bien de la comunidad, en coordinación con los ministros ordenados.

Los ministerios litúrgicos de hecho pueden estar:

• al servicio de la asamblea (SC 29; OGMR 68).

- Personas encargadas de la limpieza y ornamentación, del los vestidos litúrgicos y de


los vasos sagrados, etc.

- Los encargados de la acogida y del orden en la celebración. La cogida es un aspecto


importante. No digamos el orden en la misa con niños, por ejemplo.

- El monitor de la asamblea.

• al servicio de la Palabra de Dios.

- El lector no instituidos (SC 9; OGMR 66).

- El salmista (OGMR 36; 67; 90; 313).

• al servicio del altar y del ministro ordenado.

- El acólito no instituido (SC 29; OGMR 66).

- El ministro extraordinario de la comunión (OGMR 68).

- El maestro de ceremonias (OGMR 69).

• al servicio del canto y de la música (SC 29; OGMR 63-64; 78; 90; 274; 313).

- Los cantores.

- El director del canto de la asamblea.

- El organista y los restantes músicos.

• Otros ministerios

- Los padrinos del bautismo y de la confirmación. Así los nombran los rituales del
bautismo y de la confirmación.

- Los catequistas.

- Los que dirigen la plegaria.


La asamblea necesita ministerios

Estos ministerios deben tener carta de naturaleza en todas las comunidades parroquiales,
es decir, deben existir en toda asamblea litúrgica de forma estable y no puramente
ocasional. Es mejor siempre personas encargadas de los distintos servicios, que no
buscar para cada celebración entre los asistentes algunos para desempeñar dichas
funciones. La estabilidad supone preparación y el hacerlo mejor.

Los ministerios refuerzan la eclesialidad de la celebración litúrgica. Una celebración es


manifestación de la Iglesia. Si sólo aparece el sacerdote que lo hace todo estamos
manifestando que la Iglesia es de uno solo.

El equipo de liturgia

Para toda esta organización de los ministerios es necesario el equipo litúrgico o la


comisión de liturgia.

Afortunadamente son muchos los grupos cristianos y las comunidades que cuentan con
unas personas que se reúnen para preparar la Eucaristía y los sacramentos. Pero pueden
agotarse por falta de perseverancia o por cansancio.

Un equipo de liturgia es un instrumento de primer orden para garantizar no sólo la


buena imagen y la marcha de una celebración, sino también para la pastoral de la
liturgia y de los sacramentos.

Para darle estabilidad y prestancia al equipo litúrgico debe tener presencia asegurada en
el consejo pastoral de la parroquia.

Aunque los documentos oficiales no hablan de comisión de liturgia o de equipo


litúrgico, está contemplado en la Ordenación General del Misal Romano. Dice así:

"La preparación efectiva de cada celebración litúrgica hágase con ánimo concorde entre
todos aquellos a quienes atañe, tanto en lo que toca al rito como al aspecto pastoral y
musical, bajo la dirección del rector de la Iglesia, y oído también el parecer de los
fieles" " (OGMR 73).

Teniendo en cuenta este texto hacemos estas consideraciones:

• La preparación de las celebraciones litúrgicas debe hacerse por todas aquellas personas
que han de intervenir en ellas (monitor, lector, cantores, etc.), incluyendo los mismos
fieles. Por tanto, las diversas personas que ejercen las diversas funciones deben formar
el equipo litúrgico y, a poder ser con algunos representantes de los fieles.

• La preparación debe mirar estos tres aspectos:


- el aspecto ritual, es decir, el desarrollo y el ritmo de la celebración, los signos, etc.

- el aspecto pastoral: en la clave de evangelización, la unidad culto-vida, la incidencia


de la liturgia en la espiritualidad, etc.

- el aspecto musical, los cantos e instrumentos.

• El equipo debe estar en coordinación con el rector o el presidente de la asamblea


litúrgica. Esta coordinación es indispensable y constituye también un servicio para el
bien de todos. El presidente no puede abandonar en manos del equipo su
responsabilidad y su ministerio, él debe estar, a ser posible, en la preparación. Mucho
más si se trata de un equipo de reciente creación.

• El texto habla también de ánimo concorde. Quiere decir con sentido de cooperación y
unidad. Este ánimo concorde no es sólo una condición previa para el trabajo en equipo,
sino también meta que se ha de ir perfeccionando cada día.

• Y aunque no se diga expresamente en el texto es evidente que todo esto necesita


personas preparadas y competentes. Esta preparación se entiende como preparación

- técnica en los lectores y cantores,

- pastoral, sensibilidad a los problemas de los fieles y de la Iglesia,

- litúrgica, conocimiento y vida para celebrar el misterio de la salvación.

Veamos los consejos que nos da la Ordenación General del Misal Romano:

"La eficacia pastoral de la celebración aumentará, sin duda, si se saben elegir, dentro de
lo que cabe, los textos apropiados, lecciones, oraciones y cantos que mejor respondan a
las necesidades y a la preparación espiritual y modo de ser de quienes participan en el
culto.

El sacerdote, al preparar la misa, mirará más bien el bien espiritual de la asamblea que a
sus necesidades preferidas. Tenga además presente que una elección de este tipo estará
bien hacerla de común acuerdo con los que ofician con él y con los demás que habrán
de tomar parte en la celebración, sin excluir a los mismos fieles en la parte que a ellos
más directamente les corresponde.

Y puesto que las combinaciones elegibles son tan diversas (?), es menester que, antes de
la celebración, el diácono, los lectores, el salmista, el cantor, el comentarista y el coro,
cada uno por su parte sepa claramente qué textos le corresponden y nada se deje a la
improvisación. En efecto, la armónica sucesión y ejecución de los ritos contribuye
muchísimo a disponer el espíritu de los fieles a la participación eucarística (OGMR
313).

¿Qué es un equipo parroquial de liturgia?


Equipo de liturgia o comisión de liturgia es un grupo constituido por personas creyentes
que prestan generosamente su servicio a la comunidad en su aspecto celebrativo.

Como nos dice el Concilio, están en orden a "trabajar para que florezca el sentido
comunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa parroquial" (SC
42).

Su función es, en general, animar la vida litúrgica parroquial-sectorial, es decir, preparar


las celebraciones en todos los aspectos: ambientación, cantos, moniciones, homilía,...

Motivos para constituir una comisión de liturgia

Toda parroquia-sector tendría que contar con un grupo de cristianos que ejerciendo su
función de pueblo sacerdotal (1 Pe 2, 9) colaborara con los sacerdotes (presidentes de
las celebraciones) o en su ausencia ellos mismos colaboraran en la tarea de cuidar y
alentar la vida litúrgica de la comunidad.

Las razones son claras:

• Lo mismo que la celebración no puede descansar sobre una sola persona, porque es
celebración de toda la Iglesia, tampoco su animación.

• Las celebraciones litúrgicas expresan y manifiestan la Iglesia tal como es: El Cristo
total, cabeza y miembros, un cuerpo con miembros (VQA 4. 9. 10).

• "Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia"


(SC 26). Esto debe expresarse. Esta expresión no será viva, si no es significativa, si no
se ejercita también en la preparación.

• El mismo Misal señala que "la preparación de cada celebración litúrgica se haga con
ánimo concorde entre todos aquellos a quienes atañe, tanto en lo que toca al rito como al
aspecto pastoral y musical, bajo la dirección del rector de la Iglesia, y oído también el
parecer de los fieles en lo que a ellos directamente les atañe" (OGMR 73; cfr. 313).

Todas estas razones exigen, por tanto, un equipo, que sea responsable, activo y
capacitado. El número dependerá de la parroquia o sector. El sector necesitará bastantes
(12-15) personas. En una parroquia pequeña tal vez sean suficientes dos o tres.

Proceso de constitución

En la actualidad no existe normativa oficial alguna que determine cómo crear o


constituir un equipo de animación litúrgica en una comunidad parroquial-sectorial.

Los existentes han surgido de las necesidades y posibilidades concretas de cada


comunidad. Cada grupo sabe su historia con sus gozos y sufrimientos.
El equipo no se constituye de la noche a la mañana. Tiene un proceso largo y paciente
de constitución, de organización, de funcionamiento y, sobre todo, de formación que
debe respetarse, pero a la vez impulsar.

Pasos de este proceso:

• Normalmente, en primer lugar, aparecen unas personas que comienzan a hacer las
lecturas o las moniciones que prepara el sacerdote. Es el embrión.

• Si se fija una reunión quincenal o semanal el grupo se consolida.

• En estas reuniones se explica lo que hacen, por qué lo hacen, y así, servirán dichas
reuniones para formar un grupo denominado grupo de liturgia.

• Al principio el sacerdote les facilitará las hojas litúrgicas con todo el material
preparado. Después de unos años de trabajo, ellos mismos podrán si desean elaborar sus
propias moniciones.

• Una vez que hemos llegado a este momento se puede planificar el siguiente curso.

• Leído y comentado, se procede a elegir objetivos y actividades para el curso siguiente


(ver cuadro).

• Entre los objetivos del curso siguiente es necesario proponer el objetivo de la


formación. Este objetivo debe concretarse señalando los temas para el estudio.

• A medida que pasa el tiempo, el equipo va madurando como grupo. Al mismo tiempo
debe crecer su capacidad de trabajo en equipo y de diálogo, en fe y oración, en estudio y
en formación.

En resumen, el equipo o la comisión de liturgia parroquial se constituirá desde el


momento en que pasan de ser personas voluntarias que van a la sacristía dispuestas a
hacer las moniciones y las lecturas a ser un grupo que se preocupa de la dinámica de las
celebraciones; de ser personas sin opinión a ser un equipo que dialoga previamente
entre sí y juntos todos, presidente, monitor, cantor y lectores, determinar todo lo
relacionado a la liturgia: qué canto es el más adecuado, qué sentido hay que dar a las
moniciones,...

CUADRO PARA PROGRAMAR UN CURSO

OBJETIVOS GENERALES

• Formarse litúrgicamente en los sacramentos.

• Animar las celebraciones parroquiales.


• Cooperar ejerciendo la dignidad de bautizados.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS (elegir o proponer otros para un curso)

• Formarse en el significado de la Eucaristía.

• Relación entre Eucaristía e Iglesia.

• Qué son símbolos; símbolos de la Eucaristía.

• Animar las celebraciones dominicales.

ACTIVIDADES

(elegir o proponer otros para el curso)

• Asistencia a un cursillo básico sobre la Eucaristía.

• Organizar un cursillo sectorial sobre la Eucaristía.

• Estudio de la OGMR.

• Estudio de la OLM.

• Estudio de los cuadernos "Gestos y símbolos" CPL 24,25,29.

REUNIONES

• Presentar el calendario del curso.

• Señalar días y horas.

• Señalar personas que responderán de las actividades elegidas.

¿Qué significa "animar"?

Tomamos animar como dar vida, comunicar aliento y entusiasmo, dar movimiento,
calor, fiesta, infundir vigora un ser viviente.
La animación litúrgica consiste en ayudar a dar vida, hacer participar; crear dinamismo
y ambiente festivo en las celebraciones para que los fieles reunidos ofrezcan a Dios un
culto en espíritu y verdad (Jn 4, 23).

La animación litúrgica debe ayudar, por tanto, a participar interna y externamente a la


asamblea. La animación no consiste en infundir un alma a la asamblea, ya que la posee,
sino en hacer que aflore y se manifieste, que vibre y experimente el misterio celebrado.

No olvidamos que el alma de todo esto es el Espíritu Santo, presente y operante, que
lleva a término la obra iniciada por Jesús, realiza la santificación y hace posible que la
oración se escuchada.

Miembros de la comisión

En muchas de nuestras parroquias están los mismos en todo, es decir, personas que
abarcan distintas actividades. La comisión de pastoral litúrgica debiera tener

• unos miembros que sólo trabajaran en dicha comisión

• y otros que representaran a otras actividades pastorales y materiales del templo, a fin
de que la liturgia fuera culmen y fuente de toda la vida parroquial y pudiera seguir
mejor la vida pastoral de la parroquia y recoger las inquietudes y problemas que se
viven en la comunidad.

El equipo ideal tendría que ser un grupo variado, rico y representativo de lo que es la
comunidad. Debe estar formado, pues, por un grupo heterogéneo que agrupe sacerdotes,
religiosos y laicos de todas las edades.

En concreto, en un equipo parroquial litúrgico tendrían que estar:

• los sacerdotes que presiden las celebraciones, por lo menos a la hora de programar o
preparar dichas celebraciones.

• los/las que celebran los domingos en ausencia del sacerdote.

• los monitores.

• los lectores.

• los salmistas, cantores, si los hay.

• los que distribuyen la comunión.

• el director del coro o del canto de la asamblea.

• el organista.

• representantes de la catequesis, confirmación,...


Perfil de los miembros

Los rasgos ideales de los miembros de una comisión litúrgica serían:

• Testimonio de vida cristiana: sean conocidos en la parroquia y aceptados como


creyentes.

• Sensibilidad litúrgica: personas con sentido de Dios, de lo simbólico-poético, que


vivan las celebraciones.

• Servidores de la comunidad: que no busquen protagonismo personal, ni se afanen por


satisfacer sus propios deseos.

• Conocer la comunidad para poder adaptarse a la asamblea concreta que celebra, siendo
fiel a la celebración.

• Disponibles para formarse: la formación litúrgica es una tarea constante para vivirla
con plenitud.

• Querer mejorar la calidad de la celebración, empezando por ellos mismos. En la


celebración, las palabras, los símbolos y ritos, los gestos y movimientos tienen su
sentido y como tal deben aparecer.

Relaciones con los sacerdotes

Dada la importancia de los sacerdotes como presidentes de la acción litúrgica, la


comisión sólo podrá ser eficaz si mantiene estrecha relación con el párroco y el equipo
de sacerdotes y si éstos aceptan realmente esta colaboración. De lo contrario, será fuente
de tensiones, frustraciones y sufrimiento.

La OGMR en el n° 73 indica que la preparación de cada celebración se hará "bajo la


dirección del rector de la iglesia". Si no puede acompañar en todas las sesiones, es
conveniente y necesaria su presencia en el grupo, en algunas ocasiones, para
estimularlo, reconocer su labor y establecer un diálogo mutuo, tal como aparece en la
cita completa.

El sacerdote, así mismo, debe evitar estos dos extremos:

• La suspicacia o desconfianza sobre la utilidad de las aportaciones de los laicos: el


monopolio.

• La dejadez: el ceder todas las decisiones y responsabilidades al grupo.


La formación litúrgica de las comisiones

La eficacia de las comisiones litúrgicas depende, en gran parte, de su preparación y


capacitación litúrgica. Por eso, el primer compromiso de esta comisión tendría que ser
el de preocuparse de esta formación.

El fallo de muchas comisiones parroquiales es el de meter horas en preparar las cosas


concretas para la celebración (moniciones, cantos, etc.). Hoy día hay muchas
publicaciones dedicadas a ello. Naturalmente habrá que acomodarlas a la comunidad
parroquial, pero no fuera el trabajo que más horas absorbiera.

Es necesario, pues, dedicar una parte de cada reunión a la formación; asegurar en los
sectores cursillos de liturgia dirigidos de manera especial a los miembros de estas
comisiones.

La parroquia tendría que suscribirse a alguna revista litúrgica, y tomar como punto de
reflexión las hojas añadidas que traen algunas publicaciones para las misas dominicales.

Hay muchos miembros de las comisiones litúrgicas, que intentan hacer las celebraciones
y destacar algunos elementos con la mejor voluntad, pero al mismo tiempo, con total
desacierto.

La formación, es decir, el sentido de cada una de las partes debe ser adquirido en la
formación para no caer en desaciertos lamentables. Debemos tener claro que la
celebración tienen elementos pedagógicos que educan al pueblo. Por lo cual, no es lo
mismo celebrar de una forma o de otra.

Junto a esto, sería conveniente elaborar una orientación bibliográfica sencilla señalando
los libros fundamentales que debiera leer un miembro de la comisión litúrgica.

Las sesiones de trabajo de la comisión

El método para las sesiones que proponemos es sólo un guía. Se puede, naturalmente,
ampliar y reducir, perfeccionar y acomodar. Cada equipo debe adaptarlo.

Una sesión de trabajo se puede dividir en estos momentos:

• Momento oracional: Iniciar y/o terminar con una oración. Por ejemplo, una lectura
bíblica al principio y una respuesta salmo al final. Puede encargarse, para cada sesión, a
un miembro del grupo que la dirija y la prepare (2 ó 3 minutos).

• Momento de revisión: Al principio de cada sesión es conveniente dedicar un momento


breve a revisar las celebraciones que se han hecho (5 ó 10 minutos).

• Momento panorámico: Es para encuadrar el domingo dentro del año litúrgico; en este
momento describiremos, si los hay, circunstancias especiales que viva la comunidad,
relacionaremos las fiestas con el misterio pascual, encuadraremos o centraremos la
celebración de algún sacramento con la Eucaristía, leeremos algún punto relacionándolo
con el día, estudiaremos algún punto determinado de la liturgia. Es un momento
importante (20 ó 30 minutos).

• Momento analítico: Se analizan en este momento los textos de la siguiente


celebración: lecturas, oraciones, prefacio y plegaria eucarística que les venga mejor,
puntos para la homilía. También es un momento fuerte (20 ó 30 minutos).

• Momento de concreción: Para seleccionar cantos, destacar algunos elementos


celebrativos; componer las preces de la oración de los fieles; prestar especial atención a
los elementos simbólicos de la misa de los niños o jóvenes; mirar la ambientación de la
iglesia, presbiterio, (20 m.).

• Momento de la distribución de las tareas: Señalar las personas que atiendan las
distintas celebraciones y las horas (5 m.).

Esto puede hacerse para todo el año. Además de estas sesiones ordinarias, durante el
curso o año litúrgico hay que dedicar unas sesiones o una sesión entera a una revisión
seria de la actuación como grupo y de actuación cara a la asamblea.

Funciones de la comisión litúrgica

1. El cuidado de la vida litúrgica parroquial

Esta es la tarea más importante de la comisión litúrgica dentro de la parroquia: ocuparse


de que la parroquia desarrolle una vida litúrgica auténtica, es decir preparar, animar y
revisar las celebraciones en sintonía con el párroco.

Esto abarca diversos aspectos.

a) Elementos materiales: Asegurar que la parroquia cuente con todo lo necesario para
una celebración digna:

• un templo bien dispuesto, limpio, ordenado, con las debidas condiciones de luz y
audición, con una distribución adecuada de los bancos;

• un presbiterio adecuado, altar, ambón, sede;

• ornamentos renovados convenientemente, dignos, limpios;

• libros para el presidente, lectores, coro, organistas, para la sede, etc.

b) Encontrar más miembros para el grupo y actividades. Los miembros de la comisión


litúrgica se ha de preocupar de ir aumentando poco a poco el grupo de liturgia. Esto
exige:
• Buscar y encontrar personas que sean aptas para estos servicios;

• Ayudarles a entender y valorar su servicio; capacitarles para realizarlo bien.

c) La creación de la asamblea litúrgica. El sujeto de la celebración es la asamblea que se


reúne para celebrar. Por tanto ésta debe recuperar toda su vitalidad.

La constitución de una asamblea litúrgica requiere toda una pedagogía para que las
personas reunidas tomen conciencia de pertenencia a una comunidad. Por eso, es
importante el enfoque de la celebración, el ambiente que se crea, la introducción
preparatoria a la celebración, las moniciones, etc.

Por otra parte, hay asambleas que hay que cuidar de manera particular como la de los
Bautismos, Matrimonios, Primeras Comuniones, Funerales, etc, para que la familia, con
ser muy importante, no suplante indebidamente a la asamblea cristiana. Así mismo
habrá que cuidar la unión con la Eucaristía de los mayores la asamblea cristiana en las
celebraciones de niños, jóvenes, grupos, etc. (DMN 12).

d) El desarrollo de la celebración. Para conseguir que la vida litúrgica de la parroquia se


desarrolle de manera adecuada la comisión debe procurar:

• Que se supere la rutina y la inercia. No cantar siempre los mismos cantos; que cada
misa dominical tenga tres o cuatro monitores que se cambien, un día hace uno y otro día
otro; destacar algún aspecto de la Eucaristía, etc.

• Que la celebración recoja y exprese la vida de la comunidad paroquial, sectorial y


diocesana con sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones. Esto se conseguirá
destacando en la monición introductoria al comienzo del curso pastoral, haciendo de
monitor un representante de grupos, introduciendo algunas peticiones por el curso, por
los niños, matrimonios, Cáritas, etc., en la oración de fieles.

• Que la celebración responda a los problemas, necesidades, sufrimientos y gozos del


hombre de hoy y del pueblo. Como la homilía es el momento de la aplicación de la
Palabra de Dios a la vida real, sería conveniente que la comisión de liturgia la elaborara
conjuntamente con el sacerdote. En la oración universal siempre debiera aparecer algun
problema, necesidad o gozo de dicha asamblea.

• Que en las celebraciones se busque un equilibrio entre la acción comunitaria y la


participación individual, entre el silencio y la palabra, equilibrio entre la observancia de
las normas litúrgicas y la creatividad y adaptación a la comunidad concreta. Cabe
acercarse, "traducir" el símbolo, pero con el cuidado de no alegorizar todo.

2. La educación litúrgica de la parroquia

Además de educarse ellas mismas, las comisiones litúrgicas han de buscar educar
litúrgicamente a las comunidades parroquiales:
• que conozcan el sentido de las diversas celebraciones, en especial de la Eucaristía,

• que comprendan el lenguaje litúrgico, el contenido profundo de los gestos, etc.

En primer lugar no olvidar la tarea educadora que se puede realizar a través de las
moniciones para guiar al pueblo en su participación, ayudarle a entrar en la celebración
comprendiendo los ritos, dando sentido a los gestos, creando un ambiente de oración y
recogimiento. Conviene organizar periódicamente para todo el pueblo catequesis
litúrgicas sobre temas básicos.

3. Preparación de las celebraciones

Esta es una de las tareas más concretas a realizar en la parroquia. La preparación de una
celebración exige:

• Fijar bien el sentido de la celebración: Que todos los que van a participar en la
celebración sepan qué se va a celebrar y por qué.

No todas las celebraciones son iguales. No es lo mismo un domingo de Adviento o uno


de Pascua. No es lo mismo una Primera Comunión que una Confirmación. Todo ello,
sin olvidar la vida y los problemas de la comunidad.

• Preparar todo lo necesario para la celebración. Los elementos materiales (el pan, el
vino,...), los elementos de la misa (oraciones, prefacios, plegaria eucarística, cantos,
salmos, etc.), las moniciones, guiones para las celebraciones más complejas destinados
al presidente, monitor, lectores, coro.

• Distribución. Todo ello y para no improvisar a última hora, es conveniente distribuir


con suficiente antelación las diversas tareas y servicios litúrgicos.

4. Realización de las celebraciones

La celebración misma es el culmen y fuente, por tanto, lo más importante de la pastoral


litúrgica.

La comisión litúrgica deberá estar atenta a que las celebraciones no caigan en:

• un formulismo vacío, es decir, una liturgia donde se observen todas las normas y leyes
litúrgicas pero donde falta vida, calor, oración, participación interior.

• una rutina donde no se exprese la vida cambiante de las personas y de la comunidad.

• una acción donde sólo participen el presidente y algunos fieles mientras el pueblo
asista pasivamente como mero espectador.
Será conveniente que la comisión litúrgica sepa revisar periódicamente las
celebraciones de la parroquia para señalar las deficiencias que se observan, los defectos
en que se vaya cayendo, etc. para tratar de corregirlos y seguir mejorando la vida
litúrgica parroquial.

Cuestionario

1 ¿Quién es el que toma más parte en la liturgia?

2 ¿Qué es participar en la celebración litúrgica?

3 ¿En qué parte de la misa te cuesta más participar?

4 ¿Cuál es tu opinión? ¿La gente toma parte en la misa?

Escribe los defectos que están más a la vista en nuestras celebraciones.

5 Imagínate que eres el responsable. Organiza una misa, donde están el sacerdote,
monitor, cantores, el que pone las flores, el que prepara las formas y el vino, etc. ¿Qué
harías y qué pedirías a cada uno de ellos?

Capítulo 9

Dios nos habla en la celebración

Indice

Introducción

La Palabra de Dios en la Historia de la Salvación

El pueblo cristiano, Pueblo de la Palabra

El Espíritu Santo hace comprensible la Palabra

En la Liturgia celebramos la Palabra:

Expresiones

Función de la Palabra en la celebración


La Palabra nos prepara al sacramento

Las dos mesa

¿Hay que leer todas las lecturas?

¿Se pueden sustituir las lecturas?

El Leccionario:

Cómo están hoy día los leccionarios

La estructura de la Liturgia de la Palabra:

Elementos de la liturgia de la Palabra:

Ministerios al servicio de la palabra

Cómo preparar una celebración de la Palabra

Cuestionario

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Introducción

La Biblia fue el primero y más importante libro litúrgico que se usó en la celebración
desde los orígenes. La escena de los discípulos de Emaús se considera como el esquema
de las celebraciones de los primeros cristianos. Los distintos pasos de la narración
representan así: habla de Moisés, de los profetas, que representaría la liturgia de la
Palabra, después el Maestro les explica caldeando el corazón de los discípulos -la
homilía-, que forma la Liturgia de la Palabra, y finalmente se sientan en la mesa para
realizar la fracción del Pan y comer (sacramento).

San Justino, hacia el año 155, ha dejado escrita la más antigua descripción de la
celebración de la Eucaristía dominical. Comienza con la liturgia de la Palabra:

"El día que se llama del Sol se celebra una reunión de todos los que habitan en las
ciudades, en los campos, y allí se leen en cuanto el tiempo lo permite, las Memorias de
los Apóstoles, los Escritos de los Profetas.

Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e


invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.

Seguidamente, nos levantamos todos y elevamos nuestras plegarias. Cuando se termina,


se ofrece... "
La Proclamación de la Palabra es un hecho constante y universal en la historia de la
liturgia cristiana. No hay familia litúrgica que no tenga sus leccionarios en los cuales se
ha distribuido la lectura de la Palabra de Dios.

Por ello el Concilio afirmó:

"En la celebración litúrgica, la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente


grande. Pues de ella se toman las lecturas que luego se explican en la homilía y los
salmos que se cantan; las preces, oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su
espíritu y de ella reciben su significado las acciones y los gestos" (SC 24).

La Biblia no sólo nos ofrece las lecturas y los salmos, sino también las plegarias y las
oraciones. Incluso el significado de los gestos y de las acciones sacramentales han sido
tomados del simbolismo bíblico. No se comprenderá la liturgia sin comprender la
Biblia.

Mirando la estructura de la parte de la Palabra de Dios, llamada Liturgia de la Palabra,


vemos que es un diálogo entre Dios y nosotros. En este capítulo trataremos del primer
interlocutor: Dios: Dios nos habla. En los dos siguientes: la respuesta del pueblo.

La Palabra de Dios en la Historia de la Salvación

Para tratar el tema de la Palabra de Dios, tomamos como base el documento sobre la
Palabra que publicó el Concilio. Es la constitución "Dei Verbum", que quiere decir La
Palabra de Dios (DV de aquí en adelante).

La presencia de la Palabra en la historia de la salvación es tal que al Pueblo de Dios,


objeto significativo de la salvación de Dios, se le puede llamar el Pueblo de la Palabra
de Dios.

En la historia de la salvación la Palabra de Dios creó todas las cosas y dio vida a todo
cuanto existe: "Todo fue hecho por ella (la Palabra) y sin ella no se hizo nada de cuanto
llegó a existir" (Jn 1, 3; Gn 1,3; Sal 33, 6). Los acontecimientos de la vida de Israel
fueron una continua manifestación de la presencia de la Sabiduría de Dios.

Esta Sabiduría de Dios o la Palabra (Hijo de Dios) entró en el mundo y en la historia de


los hombres: "Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Era el único
que podía explicar a los hombres quién es el Padre y hacerles verdaderos hijos de Dios.

Jesús, es la Palabra divina en comunicación con los hombres, Palabra personal y


encarnada, que entra en contacto con la humanidad físicamente, en un tiempo y lugares
determinados y concretos.

Al comienzo de su ministerio Jesús es ungido por el Espíritu Santo en el Jordán y


proclamado por el Padre como Hijo amado: "Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco" (Mc 1, 9-1 l). En la Transfiguración el Padre nos dirá que le escuchemos:
"Este es mi Hijo amado: escuchadlo" (Mc 9, 7). El paralelismo de estos dos textos es
evidente.

La misión de Jesús es obediencia al Padre: como Maestro enseña, convierte a los


pecadores, los llama, los amonesta, como Siervo parte el pan de la Palabra y alimente
con el pan material, como Pastor cura a los enfermos, expulsa a los demonios y resucita
a los muertos.

Todo esto lo realiza con su palabra y el poder del Espíritu Santo: "basta una palabra
tuya, para que mi criado quede curado" (Lc 7, 7; 11, 20). En todos los signos, obrados
por Cristo en su vida histórica, anticipa el gran signo que es la muerte y resurrección,
suprema palabra-hecho que hace realidad la salvación de los hombres.

En adelante la Iglesia de la Palabra, nacida para hacer las mismas cosas que hizo Jesús
"el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago" (Jn 14, 12), y, en especial, para
actualizar su muerte y resurrección "cada vez que comáis de este pan anunciáis su
muerte" (1 Cor 11, 26), tendrá que ponerse a la escucha de la Palabra.

El Espíritu Santo es prometido, como memoria viva y eficaz, para recordar todo cuanto
el Señor dijo. "Os recordará todas mis palabras" (Jn 14, 26).

Cuando este Espíritu se manifieste en Pentecostés, lo hará bajo la forma de lenguas de


fuego, para habilitar a los discípulos y a toda la Iglesia para la predicación de la Palabra
divina. La Iglesia no es elemento de salvación, sin la presencia de la Palabra-Hecho y
del Espíritu Santo. Cristo, Palabra de Dios, y el Espíritu hacen de la Iglesia signo de
salvación.

San Juan nos presenta al Hijo de Dios como el Verbo-Palabra de Dios que se hace carne
(Jn 1, 14). Y él nos invita a leer las Escrituras para conocerle a él: "¡Qué torpes sois para
comprender, y qué cerrados estáis para creer lo que dijeron los profetas!" (Lc 24, 24-
27). Cristo es el centro de la Escrituras y de la liturgia.

El Pueblo cristiano, Pueblo de la Palabra

La Palabra de Dios convoca al Pueblo de Israel: "Calla y escucha, Israel. Hoy te has
convertido en el Pueblo del Señor tu Dios. Escucha la voz del Señor tu Dios, y pon en
práctica los mandatos y preceptos que yo te mando hoy" (Dt 27, 9-10). Por ello, cada
año, el pueblo de Israel se reunía delante del Santuario, ante el Arca de la Alianza, para
renovar su adhesión y fidelidad.

La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, también por la Palabra, por Jesús, Palabra
encarnada: "Siempre que la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo en la celebración
litúrgica, anuncia y proclama la palabra de Dios, se reconoce a sí misma como el nuevo
pueblo en el que la alianza sancionada antiguamente llega ahora a su plenitud y total
cumplimiento " (OLM 7).
La Iglesia para acercarse a la salvación, repite con el centurión: "Di una sola palabra y
mi criado quedará curado" (Mt 8, 8). O como Pedro: "Señor ¿a quién iremos? sólo tú
tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68), "palabras que son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63).

María es el ejemplo más sublime, figura de la Iglesia y prototipo de la respuesta a la


Palabra: "ella la acogió meditándola en su corazón" (Lc 2, 19. 5l). En efecto, el Verbo
de Dios tomó carne en su seno, convirtiendo a su Madre en Arca de la Nueva Alianza.

Del mismo modo, cada uno de nosotros, por la fuerza del Espíritu Santo, tenemos que
acoger, escuchar, conservar y encarnar la Palabra.

El Pueblo de Dios está llamado a escuchar continuamente la Palabra de Dios y a ponerla


en práctica: "En definitiva, ¿qué dice la Escritura? Que la palabra está cerca de ti; en tu
boca y en tu corazón..." (Rm 10, 8-17). También a preferirla por encima de cualquier
cosa. A Marta que se queja por María que estaba con la boca abierta escuchando a Jesús
le dice: "Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en
realidad una sola es necesaria" (Lc 10, 38-42).

Por otra parte, el Pueblo de Dios está caracterizado por la misión recibida del Señor de
anunciar el Evangelio a todas las gentes. Todo bautizado y confirmado por el Espíritu
Santo es ministro de la Palabra y puede decir con san Pablo: "¡Ay de mí, si no anuncio
el Evangelio!" (1 Cor 9, 16). La Palabra de Dios no se recibe realmente, si el que la
escucha no se hace él mismo mensajero del Evangelio y portador de esa Palabra a los
hombres.

Por esto, la Iglesia se edifica y va creciendo por la escucha de la Palabra de Dios. Las
maravillas que realizó Dios, en la historia de la salvación, se hacen de nuevo presentes
realmente a través de los signos de la celebración litúrgica: "La Iglesia se edifica y va
creciendo por la audición de la palabra de Dios" (OLM 7).

Por todo ello "la Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo
culto, la palabra de Dios y el misterio eucarístico, y quiere y sanciona que siempre y en
todas partes se imite este proceder, ya que nunca ha dejado de celebrar el misterio
pascual de Cristo, reuniéndose para leer lo que se refiere a él en toda la Escritura y
ejerciendo la obra de salvación por medio del memorial del Señor y de los sacramentos"
(DV 21; OLM 10).

El Espíritu Santo hace comprensible y apta la Palabra

El Espíritu Santo o el Espíritu de Jesús es el gran olvidado. Sin embargo, nadie puede
decir que Jesús es Señor, como respuesta a la palabra divina que anuncia la resurrección
del Señor, sin la asistencia del Espíritu Santo (1 Cor 12, 3).

"La actuación del Espíritu no sólo precede, acompaña y sigue a toda acción litúrgica,
sino que también va recordando, en el corazón de cada uno, aquellas cosas que, en la
proclamación de la Palabra de Dios, son leídas para toda la asamblea de los fieles "
(OGMR 9).

El Espíritu Santo

• empieza a actuar en la preparación del ministerio de la Palabra,

• actúa en el corazón de los oyentes para que reciban con fe el mensaje y, por último,

• conduce a la asamblea litúrgica a la experiencia viva de celebrar y actualizar lo que ha


sido anunciado en la vida.

"Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el
Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos, actúa hoy" (Prefacio
de día de Pentecostés).

En la liturgia la Palabra es objeto de celebración

Decimos que en la liturgia celebramos la Palabra. Celebración es una reunión festiva,


gozosa, causada por un motivo salvador y realizada con cierta solemnidad y ritual. Pues
bien, la palabra, por su poder salvador, es motivo de reunión festiva y gozosa.

Con la Palabra de Dios, tomada como letra, podemos hacer varias cosas: leerla, decirla
en alto, explicarla, estudiarla, hacer oración con ella, reflexionarla, anunciarla, vivirla,
celebrarla, etc. A cada una de estas tareas le corresponde una actividad: exégesis,
catequesis, evangelización, celebración, etc. La liturgia es un lugar privilegiado donde
la Palabra de Dios suena con una particular eficacia, pues en ella Dios habla a su pueblo
y Cristo sigue anunciando el evangelio (SC 33). Por esto decimos que en la liturgia la
Palabra la proclamamos, y no la leemos. Porque los destinatarios no son los fieles
aislados, sino el Pueblo de Dios reunido y congregado por el Espíritu Santo.

Pero en este punto queremos decir algo más. Afirmamos que la Palabra en la liturgia no
es para explicarla, sino para celebrarla. Celebramos la Palabra por la presencia de Cristo
en ella. La presencia de Cristo es siempre salvadora y esto hace que sea motivo de
celebración (OLM 4). Celebramos, por tanto, la Palabra porque

• la Palabra de Dios, proclamada en las celebraciones, constituye uno de los modos de la


presencia real del Señor entre los suyos: "Él está presente en su palabra, pues cuando se
lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es él quien habla" (S C 7).

• la celebración de la Palabra de Dios en la liturgia responde a esto: los hechos y


palabras revelados en la Escritura siguen siendo válidos aquí y ahora. Dios dispuso de
tal manera el plan salvífico que éste se desarrollase eficazmente no sólo en los
acontecimientos que culminaron en Cristo, sino también en el tiempo que habría de
venir después, es decir, en la liturgia.
Expresiones

Y esto que creemos y vivimos lo expresamos de esta forma:

• Hacemos celebraciones de la Palabra. El Concilio los recomendó (SC 35, 4; 109). La


Palabra de Dios tiene fuerza salvadora porque proclama el desarrollo del plan salvador
de Dios "La misma celebración litúrgica, que se sostiene y se apoya principalmente en
la palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo" (OLM 3).

• Se ha creado un lugar para la Palabra: el ambón. "En la nave de la iglesia ha de haber


un lugar elevado fijo, dotado de la adecuada disposición y nobleza, de modo que
corresponda a la dignidad de la Palabra de Dios y, al mismo tiempo, recuerde con
claridad a los fieles que en la misa se les prepara la doble mesa de la palabra de Dios y
del cuerpo de Cristo" (OLM 32)

• Se cuidan los libros para la proclamación de la Palabra. "Hay que procurar que
también los libros, que son en la acción litúrgica signos y símbolos de las cosas
celestiales, sean realmente dignos, decorosos y bellos" (OLM 35; SC 122). "Los
leccionarios que se utilizan en la celebración, por la dignidad que exige la Palabra de
Dios, no deben ser sustituidos por otros subsidios de orden pastoral, por ejemplo las
hojas que se hacen para que los fieles preparen las lecturas o para su meditación
personal" (OLM 37).

• No la sustituimos. Por todo ello, afirmamos que ninguna otra palabra tiene la dignidad
ni categoría salvadora de la Palabra de Dios. "No está permitido que, en la celebración
de la misa, las lecturas bíblicas, junto con los cánticos tomados de la Sagrada Escritura,
sean suprimidas, mermadas ni, lo que sería más grave, substituidas por otras lecturas no
bíblicas" (OLM 12).

• Nos impulsa al estudio de ella. Si la Palabra de Dios se comunica a los hombres en la


liturgia (DV 25) y si la Palabra da significado a toda a toda la acción litúrgica (SC 24) es
necesario el estudio y la lectura de la Sagrada Escritura.

Función de la Palabra en la celebración

¿Cuál es la función de las lecturas bíblicas? ¿Por qué hay que leer la Biblia cuando se
celebra la Eucaristía?

Es verdad que los cristianos no hemos sido bautizados para leer la Biblia, sino para
entrar en la alianza salvadora de Dios. Pero desde primeros días del cristianismo la
celebración, que terminaba con la comida, empezaba con la proclamación de la Palabra.
Es la garantía de esa Alianza: celebramos las obras salvadoras de Dios con una comida.
Pero como esta obras salvadoras de Dios se han escrito, primero las recordamos, las
actualizamos, y después, pasamos a pedir la actualización de la gran obra salvadora de
Dios (en el sacramento) y terminamos comiendo, comida que manifiesta el
acercamiento de Dios. Así fue en Ex 24, 1-11. Así fue también en Lc 24, 13-35.

Por tanto la liturgia de la Palabra no es:


• ni un tiempo de lecturas atropelladas colocadas antes de la Eucaristía mientras llega la
gente;

• ni una instrucción que después concluirá con los ritos eucarísticos.

La Liturgia de la Palabra

• es la primera mesa de la celebración.

• como celebración que es, recuerda y actualiza la fuerza salvadora de Dios en la


historia, invita acogerla y a responder en la propia vida personal y comunitaria.

La Palabra nos prepara al sacramento

El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús Resucitado tuvo dos momentos muy
expresivos:

• en el camino les contó y les explicó las Escrituras para que entendieran su sentido

• y luego comió con ellos, partiendo el pan y dándoselo.

Este doble encuentro con el Señor es todo un símbolo (el modelo) que se repite en
nuestras Eucaristías: Palabra y Sacramento, anuncio y realización.

Este doble encuentro se repite también en todos los demás sacramentos. No hay
sacramento sin Palabra. Lo primero es lo que Dios nos dice y lo segundo, lo que hace.

Las dos mesas

En la Eucaristía, Cristo nos invita a una doble mesa: la mesa de la Palabra y la mesa del
pan y del vino. Cristo es Palabra (Verbum) y Pan y Vino. Las dos las aceptamos y a las
dos respondemos: "Te alabamos, Señor" o "Gloria a ti, Señor Jesús" o "Tu palabra,
Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad", o "Tu palabra, Señor, es lámpara que
alumbra nuestros pasos" o " Tu palabra, Señor, permanece por los siglos" (Misal n°
426); o con el "Amén" en la comunión.

La palabra proclama la Historia de la Salvación obrada continuamente por Dios. La


Eucaristía celebra esa misma Historia en su punto culminante: la muerte y resurrección
de Cristo Jesús, es decir, el Misterio Pascual.

Lo que la primera proclama y ya hace presente, la segunda lo realiza en plenitud,


llegamos a participar del Cuerpo y Sangre entregados de Cristo.
La Palabra crea en la asamblea una actitud de fe y de acogida. Sólo así tiene sentido
después la celebración del sacramento, que es signo o sacramento de nuestra fe, no un
gesto mágico.

Más aún: la Palabra inicia la actitud de entrega y obediencia, que es más expresiva en la
comunión. La adhesión obediente a la Palabra de Dios tiene un carácter de ofrenda
personal al proyecto de Dios. Más tarde, nos uniremos totalmente con Cristo entregado,
comiendo su Cuerpo. Incluso en la Palabra atisbamos la acción de gracias, ya que la
aceptación de las obras salvadoras realizadas por Dios nos lleva a agradecerle y a
alabarle.

La Palabra tiende al sacramento, donde encuentra su plena realización. El sacramento


tiene su sentido total si se celebra desde la Palabra. Ambas están tan unidas que
constituyen un solo acto de culto (SC 56).

¿Hay que leer todas las lecturas?

En muchas celebraciones se suprime una de las dos primeras lecturas. Las razones que
se aducen son:

- hay mucha palabra y no se entienden, asumen, si son tres, utiliza un lenguaje lejano, y
es mejor no aturdir a la gente con tanta lectura,

- la primera y la segunda tocan temas diferentes,

- no se puede hacer una homilía breve tomando en consideración las tres,

- la gente no aguanta, etc.

No obstante, antes de suprimir alguna lectura habría que tener en cuenta estos dos
criterios:

1. El valor de la Palabra no proviene sólo de la captación consciente, ni "repercute


siempre con la misma eficacia en los corazones de los que la escuchan, pero siempre...
santifica a los hombres" (OLM 4).

2. la diversidad de temas demuestra que la Palabra tiene entidad por ella misma. Es una
invitación a dejarse penetrar por la Palabra.

¿Se pueden sustituir las lecturas?

Veamos las razones. Esta pregunta supone dos casos distintos: sustituir una lectura
bíblica por otra bíblica o sustituirla por otra no bíblica. Veamos:

1 Sustituir por otra lectura bíblica. Hay casos en que sería pastoralmente bueno; por
ejemplo, en la fiesta del patrón o en los días que se celebre algún sacramento. En este
último caso es bueno pastoralmente. Ahora bien, que un domingo el Evangelio sea de
ese domingo. Hay otros casos, que también se puede obrar de modo semejante; por
ejemplo en casos que una parroquia o sector esté en asamblea o quiera dar una
catequesis sobre algo.

2 Sustituir por otra no bíblica, por un autor moderno. La respuesta es que no, porque los
textos de la Escritura son textos constituyentes de fe, ahí está nuestra fe, y ningún otro
autor puede pretender serlo. Esto no obsta para que en algún caso se pueda leer algún
texto, pero siempre como comentario a la Palabra de Dios.

El Leccionario

El Vaticano II había pedido que "se abrieran más ampliamente a los fieles los tesoros
bíblicos" (SC 51).

El Leccionario más antiguo de la Iglesia romana, que contenía epístolas (primeras


lecturas) y evangelio (sólo se hacían dos lecturas), data del s. VII. En este tiempo se
hacían sólo dos lecturas. Anteriormente no se conocía el Leccionario. Se leía capítulos
enteros directamente de la Biblia.

El nuevo Leccionario sustituye, por lo tanto, a un libro que había servido a la


comunidad durante doce siglos.

Los leccionarios se prepararon con tiempo y con la colaboración de los mejores


escrituristas del mundo entero.

Los trabajos comenzaron el año 1964, antes determinar el Concilio, al año siguiente de
la publicación de la "Sacrosanctum Concilium". Se trabajó en dos frentes:

Frente histórico: se analizaron los leccionarios de la Iglesia partir del siglo IV hasta el
siglo XIII. Después de este siglo, los leccionarios fueron disminuyendo su contenido
bíblico. Inmediatamente se estudiaron los leccionarios de los protestantes, porque ellos
daban más importancia que nosotros a la palabra.

Frente bíblico: estudio de la Biblia, para entresacar las partes más importantes. Se
seleccionaron los mejores textos. Este estudio nos dio el contenido central de la Biblia.
Cada especialista presentó su propia selección. Se puso en común y se eligieron los
textos definitivos.

Ya tenemos los mensajes centrales de todos los libros de la Biblia, hecha por los
mejores biblistas.

Siguiente paso: seleccionado el núcleo central de la Historia de la Salvación en estos


textos, se distribuyó primero a un equipo de un centenar de catequistas y pastores; más
adelante a 800 expertos y a las Conferencias Episcopales. Se recibieron 10.000
observaciones. Con todas estas respuestas se elaboraron los leccionarios. El Leccionario
(o los leccionarios) se promulgó el 3 de abril de 1969, cinco años después de iniciarse el
trabajo.
¿No será la mejor garantía el pensar que está compuesto por los mejores "maestros"?
Sin duda ninguna, el juicio de estos técnicos sobre los textos centrales que debe conocer
el pueblo de cada uno de los Libros de la Biblia merece más confianza que la simple
opinión nuestra. Por ello, para cualquier celebración en mejor acudir a los textos de los
leccionarios.

Cómo están hoy día los leccionarios

Aunque hoy hablemos de Leccionario en singular, en realidad, hay ocho libros o


leccionarios. Además del Leccionario para los domingos y días feriales (días entre la
semana, que no son días de fiesta para la liturgia), se han publicado los leccionarios para
los santos, para los sacramentos, para misas votivas, para niños, etc.

Los leccionarios editados últimamente tienen una introducción general llamada


"Ordenación de las Lecturas de la Misa" (OLM). En ella está la doctrina de la Iglesia
sobre la Palabra de Dios.

Estos son los nueve leccionarios actualmente en vigor:

1 Contiene las lecturas para los domingos y fiestas del Señor. Año A.

2 Contiene las lecturas para los domingos y fiestas del Señor. Año B

3 Contiene las lecturas para los domingos y fiestas del Señor. Año C

4 Leccionario para el Tiempo Ordinario (Tiempo Ordinario se llama al Tiempo durante


el año que no es Adviento-Navidad o Cuaresma-Pascua.). Lectura continuada (Lectura
continuada se llama cuando se lee todo el libro de la Biblia de seguido, de continuo. Un
día se lee un texto y al día siguiente se sigue sin dejar nada. Cuando se dejan partes se
dice que es Lectura semi-continua. Esta es los domingos.) para los días feriales (Días
feriales o ferias, se llaman a los día que no es fiesta en la Iglesia. Fiesta en la Iglesia, no
es lo mismo que fiesta en lo civil. Hay muchos días de santos que son fiesta. Estos días
se canta el Gloria.) (ciclo completo)

5 Lecturas del propio (Propio de santos. Algunos santos y santas tienen para la
celebración de la misa textos propios de ellos. Por esto se dice Lecturas del propio.) y
del común (Del común. Se dice porque hay unas lecturas que valen para todos los
santos.) de los santos.

6 Lecturas para las misas en diversas circunstancias y misas votivas (Misas votivas son
aquellas misas que algunos días se pueden celebrar por alguna necesidad.).

7 Lecturas para las ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Tiempo Pascual.

8 Rituales. Lecturas para las celebraciones de los sacramentos, Profesión religiosa,


Consagración de vírgenes y Exequias de adultos y niños.
9 Leccionario para las misas con niños en domingos. Es una adaptación de los
leccionarios de los domingos para los niños.

En euskera están todos en un mismo libro, titulado, "IRAKURGAIAK". No se ha


publicado el Leccionario para las misas con niños.

Un consejo

El cristianismo no es una religión del libro. Pero nunca se hablará bastante del respeto
con que conviene manejar el libro de la Palabra, que es tan importante como el pan y el
vino.

Podemos decir sin exagerar que la Biblia es el único libro de la celebración cristiana.
Hasta el misal, tan importante por contener las oraciones de la Iglesia, es secundario.

Sin embargo, hoy día, se rinde culto a los papeles. Todo o casi todo se lleva escrito en
papeles. Hay que manejar el Libro (Leccionario) con cierta solemnidad. Los demás
libros y papeles hay que manejarlos con suma discreción.

Si hay que deplorar cierta inflación verbal en nuestras celebraciones, ¿no habrá que
deplorar también una inflación del papel?

Incluso es mucho mejor no usar el misal de los fieles. La experiencia demuestra que
cuando la asamblea tiene el texto a la vista y las condiciones de comunicación son
buenas, su interés se estimula.

La estructura de la celebración de la Palabra en la liturgia

Una vez analizado el significado de la Palabra, veamos ahora la manifestación, es decir,


cómo se expresa esa verdad que tiene la Iglesia. La Liturgia en su aspecto externo es
algo significativo. Hemos visto el significado. Vemos ahora el significante.

La forma externa se cuida no por puro ritualismo, sino para que exprese lo mejor
posible la verdad y la realidad que está detrás del rito. La finalidad no es cumplir la ley,
sino manifestar significativamente la realidad: que Dios habla a su pueblo y le da a
conocer un mensaje salvador.

a) Está en forma de diálogo

En la Palabra Dios nos habla de su misterio de la salvación y el pueblo creyente


responde al Señor con cantos y oraciones (SC 33) y habla a Dios con las mismas
palabras y sentimientos que El ha inspirado (el salmo responsorial).

De este modo la liturgia de la Palabra por su naturaleza y su estructura ritual es un


diálogo o conversación entre Dios que habla y el pueblo que escucha, responde y acepta
su manifestación.
Veamos el esquema de la Liturgia de la Palabra en la Eucaristía, que es el modelo de
todas las celebraciones de la Palabra.

Dios nos habla en

Primera lectura

Segunda lectura

Evangelio

Homilía

El pueblo responde con

Pequeño silencio

Salmo responsorial

Pequeño silencio

Se adelanta al Evangelio con el Aleluya

Pequeño silencio

Pequeño silencio

Credo
Oración universal o de los fieles

b) Elementos de la liturgia de la Palabra

"Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos (salmos y aleluya) que se
intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la Palabra; la homilía, la
profesión de fe (credo) y la oración universal, la desarrollan y concluyen" (OGMR 33).

b. 1) Lecturas bíblicas

• La lectura del Evangelio constituye el punto culminante; las demás lecturas preparan a
la asamblea para la aceptación del evangelio (OLM 13).

• Por tanto, a veces, es conveniente hacer la procesión con el libro del Evangelio,
proclamarlo con incienso y elevarlo al terminar.

• La buena dicción, voz alta y clara y con conocimiento de lo que leen, es necesario.

• Las moniciones deben ayudar para que sean escuchadas y aceptadas. Deben ser
"breves, apropiadas, sencillas, fieles al texto, preparadas minuciosamente, adaptadas al
matiz propio del texto" (OLM 15), "oportunas, claras, diáfanas por su sobriedad,
cuidadosamente preparadas, normalmente escritas y aprobadas por el presidente "
(OLM 57).

• Es bueno cantar la conclusión de las lecturas (OLM 17).

• El ambón, lugar necesario para la Palabra de Dios, simboliza la dignidad de la Palabra


y una de las dos mesas.

• Un pequeño silencio hace aceptar la Palabra.

b. 2) El salmo responsorial

• Es parte integrante de esta liturgia (OLM 19). Por tanto, sería empobrecer la liturgia de
la Palabra reemplazar el salmo por cualquier canto religioso, ya que es un texto bíblico
por el cual Dios nos presta su Palabra para responderle. Sería antipedagógico
transformar la Misa en una especie de festival de canciones que nada tienen que ver con
la acción litúrgica. Sería dar a entender que en la Misa lo importante son las canciones,
el quehacer del equipo liturgia es distraer al personal para que no se aburra.

• La finalidad del salmo es interiorizar la Palabra y hacer oración al estilo bíblico (OLM
19; 21).
• Normalmente debe ser cantado (OLM 20-21), para no reducirlo a una simple lectura.
Si no es posible cantarlo, sí que sería bueno "rezarlo" despacio.

b. 3) La aclamación antes del Evangelio

• Su sentido no es responder a la segunda lectura o a la primera, sino recibir y saludar al


Señor que va a hablarnos. Está unido no a la lectura anterior, sino a la posterior, al
Evangelio.

• Se canta estando de pie. El sentido de estar de pie significa: que somos los reyes de la
creación (comparado con los animales), estamos salvados por Cristo (antiguamente se
prohibía estar de rodillas los domingos), indica respeto y disponibilidad.

b. 4) La homilía

• No es sermón, ni catequesis, sino una conversación o plática familiar.

• Está al servicio de la Palabra: parte de ella, conduce al sacramento y actualiza en la


vida la Palabra escuchada o la fiesta vivida.

• Los sacerdotes deben tener en cuenta que la capacidad de atención de la gente es muy
limitada: casi nunca aprovecha una homilía larga.

b. 5) El silencio

•Su finalidad es personalizar, acoger la Palabra y provocar la oración y respuesta, lograr


la plena resonancia de la voz del Espíritu (OLM 28).

• Se hace después de cada lectura y al terminar la homilía. Deben ser valorados y


fomentados (OLM 28).

b. 6) La oración universal

• Es también respuesta a la proclamación de la Palabra: la salvación que Dios nos da, la


queremos y la pedimos para nosotros y para toda la humanidad.

• Es universal, es decir, para todo el mundo. Por eso mismo, tampoco pueden faltar las
intenciones de la comunidad.

Ministerios al servicio de la Palabra en la celebración


En la liturgia de la Palabra es Dios quien habla a su pueblo por mediación de los
ministros. El ministerio de proclamar no es una función presidencial, exceptuando el
evangelio, sino de otros ministros: lectores. Solamente en caso de que falten lectores los
hará el presidente, es decir, el presidente proclamara las lecturas (1ª y 2ª) únicamente si
no hay lector. Tampoco lo deben hacer los sacerdotes aunque estén concelebrando.

1) Funciones del pueblo

• El pueblo se alimenta con la Palabra y responde escuchando con fe (fe viva, traducida
en la vida, OLM 47), se convierte en pueblo de Dios, crece su vida espiritual y se
introduce en el misterio que celebra (OLM 45; 48).

• Los fieles han de tener la convicción de la presencia del Señor, que Dios es el que
habla.

• Responde, además, con el salmo, silencio, posturas, etc.

2) Funciones del presidente

• Primero escucha la Palabra y se alimenta de ella, incluso cuando lo traduce en la


homilía (OLM 38).

• Debe conocer la estructura de las lecturas, estudiarlas y meditarlas y orar con ellas
(OLM 39).

• Hacerlo de común acuerdo con todos los interesados, oyendo también el parecer de los
fieles (OLM 40; OGMR 313; 318320; 324-325).

• Le corresponde el evangelio, la homilía y la introducción y conclusión de la oración de


los fieles (OLM 41).

• Preparar a los laicos en caso de que no haya lectores. No es conveniente llamar de


improviso a posibles voluntarios.

3) Otros ministerios:

El diácono

• Su función es la proclamación del evangelio, la homilía y proponer las intenciones de


la oración universal.
El lector.

• Tiene su ministerio propio, ministerio que debe ejercer él, aunque haya un ministro
ordenado. El sacerdote suple al lector.

• Hay que procurar que haya laicos, los más idóneos, que estén preparados para ejercer
este ministerio, porque la asamblea litúrgica necesita de lectores (OLM 52; 55).

• Lo ideal sería que fueran estables. La práctica, sin embargo, es que sea por encargo
temporal.

Cantor o salmista.

• Propone las intenciones de la oración universal, pero si son cantadas (OLM 53).

• Canta el salmo responsorial; el versículo del aleluya.

• También éstos deben tener sus cualidades y formación (OLM 56).

Cómo preparar una celebración de la Palabra

Lo primero es fijar bien lo que quiero dar a conocer o a celebrar. Por ejemplo quiero
celebrar en la Palabra el amor de Jesús a los pobres, o la experiencia de Dios Padre, etc.

Segundo: Buscar las lecturas que mejor expresen esta verdad que quiero celebrar. Una
primera lectura, bien del Antiguo o Nuevo Testamento; un Salmo y el Evangelio.

Tercero: unas oraciones que recen lo que vamos a celebrar, como primera oración o lo
que hemos celebrado, como oración final.

Cuarto: Preparo o encargo a otros para que hagan las distintas peticiones de la oración
de los fieles.

Quinto: Busco algún símbolo para que manifieste o exprese la verdad que vamos a
celebrar.

Con estos elementos organizo la celebración de la Palabra. Toda celebración tiene dos
partes fundamentales: Palabra y Símbolo. Antes de la Palabra se hace una introducción
o Rito de acogida y después del símbolo, la despedida o el Rito de Conclusión o Envío.
Hago el esquema y distribuyo dentro de él los diversos elementos:

Rito de acogida:

• Una pequeña monición para dar la bienvenida a los que han venido y para decirles lo
que vamos a celebrar.
• Un canto de hermandad o según el tema que he elegido.

• El saludo del que preside y

• Una oración para rezarla todos juntos.

Liturgia de la Palabra:

• Una pequeña monición a las lecturas.

• Una lectura.

• Un salmo cantado. Por lo menos la estrofa.

• Una aclamación cantada al Evangelio.

• El Evangelio.

• Un silencio con algunas preguntas.

Liturgia del símbolo:

• Una pequeña monición para fijarse en el sentido del símbolo.

• Silencio para vivirlo. Suele ser bueno que el símbolo mire a la vida.

• Un canto con el tema de la celebración.

• La oración de los fieles.

Rito del envío o despedida:

• Una monición diciendo que vamos a la vida.

• Una oración para hacerla todos juntos.

• Canto.

• Bendición y envío.

Cuestionario
1 Expresa en unas cinco líneas las razones por las cuales es importante la Palabra.

2 Se habla de dos mesas. Explica un poco esto.

3 Prepara una celebración de la Palabra. Toma un problema actual o el tema que tú


quieras y elige las lecturas, el salmo y la oración de los fieles.

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Capítulo 10

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El pueblo responde con la oración

Indice

Introducción

La Plegaria sobre la Reconciliación II

VALORES DE LA ORACIÓN LITÚRGICA

• Es una oración trinitaria

• Es una oración de respuesta a la Palabra

• Es una oración de acción de gracias

• Es una oración que hace memoria de Jesús.

• Es una oración que invoca al Espíritu

• Es una oración que se hace en común

ACTITUDES PARA ESTA ORACIÓN


• De escucha

• De alabanza y acción de gracias

• De invocación y súplica

• De arrepentimiento

• De ofrenda

GÉNEROS DE LA ORACIÓN LITÚRGICA

• Eucología mayor:

• El Prefacio

• La Plegaria eucarística

• Eucología menor:

• Las oraciones de la misa

• La oración universal

Cuestionario

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Introducción

En este capítulo no hablamos de la oración en general, ni de las "oraciones" de los


cristianos; hablamos de la oración litúrgica.

¿Qué queremos decir cuando decimos "oración litúrgica"? Aquella oración que hace la
Iglesia en la celebración litúrgica cómo respuesta a su Palabra, aunque se haga antes de
escuchar, la Palabra.

Como "oración litúrgica" tomamos la Plegaria Eucarística, las oraciones que hace el
sacerdote en la Eucaristía, la oración de los fieles, la bendición; come también todas las
demás oraciones que hacemos en la celebración de los demás sacramentos y
sacramentales.

Por tanto analizaremos, en este capítulo, esta oración litúrgica. Para ello, tomamos como
modelo la Eucaristía, y dentro de ella, la Plegaria Eucarística. Una vez analizada la
Plegaria Eucarística, veremos cuál es la finalidad de la oración litúrgica. A continuación,
daremos a conocer las actitudes interiores para hacer oración. Finalmente, estudiaremos
los géneros de la oración litúrgica.

Mirando hacia atrás, la oración de nuestros cristianos, ha sido vivida con una escasa
iluminación de la Palabra de Dios y con una proyección deficiente sobre la tarea
histórica de los creyentes.

Concretamente, la Plegaria Eucarística, la oración litúrgica por excelencia, ha


permanecido muda e inoperante para el pueblo cristiano. La oración litúrgica basada en
la admiración, la alabanza, la acción de gracias, la libertad y la gratuidad, no ha influido
en el resto de la oración cristiana. Como consecuencia, han ocupado su lugar otros
sentimientos: el sentimiento de culpa y de temor, la necesidad de expiación, las
relaciones de utilidad y mercantilismo con Dios.

Esto es lo que hemos recibido del pasado. ¿Qué decir del presente? ¿Podemos afirmar
que la oración litúrgica ha cambiado la oración y los sentimientos personales al
relacionarnos con Dios? ¿Qué características tiene la oración litúrgica? ¿Qué
sentimientos debe producir? ¿La oración litúrgica es capaz de influir en la oración
personal? ¿Pueden nuestros sentimientos unirse con los sentimientos que expresa la
oración litúrgica? A estos y otros interrogantes queremos responder en este capítulo

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Una Plegaria Eucarística

Antes de hablar de los valores, finalidad y actitudes de la oración litúrgica, vamos a


tomar una de ellas como modelo. Tomamos la oración más preciada de la Iglesia: La
Plegaria Eucarística. Es la oración central de la Eucaristía. Entre las diez que
actualmente están reconocidas he elegido la Plegaria Eucarística sobre la Reconciliación
II.

Invitación a la alabanza y a la acción de gracias

El Señor esté con vosotros. Y con tu espíritu.


Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario.

Acción de gracias al Padre porque su Espíritu

mueve las voluntades de los hombres hacia la reconciliación

Te damos gracias, Dios nuestro y Padre todopoderoso, por medio de Jesucristo, nuestro
Señor, y te alabamos por la obra admirable de la redención.

Pues, en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, tú diriges las
voluntades para que se dispongan a la reconciliación.

Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los
adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión.

Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de la paz;
que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.

Por eso, debemos darte gracias continuamente y alabarte con los coros celestiales, que
te aclaman sin cesar: Aclamación al Dios santo y fuente de todo bien, unidos a los coros
celestiales y a todo el universo.

Santo

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.

Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Hosanna en el cielo.

Bendito el que viene en nombre del Señor.

Hosanna en el cielo.

Prosigue la acción de gracias

A ti, pues, Padre, que gobiernas el universo,


te bendecimos por Jesucristo, tu Hijo, que ha venido en tu nombre.

El es la palabra que nos salva,

la mano que tiendes a los pecadores,

el camino que nos conduce a la paz.

Dios, Padre nuestro,

nos habíamos apartado de ti y nos has reconciliado por tu Hijo

a quien entregaste a la muerte para que nos convirtiéramos a tu amor y nos amáramos
unos a otros.

Invocación al Espíritu

Por eso, celebrando este misterio de reconciliación,

te rogamos que santifiques con el rocío de tu Espíritu estos dones,

para que sean el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,

mientras cumplimos su mandato.

El relato de la última cena

Porque él mismo,

cuando iba a entregar su vida por nuestra liberación,

estando sentado a la mesa, tomó pan en sus manos, dando gracias,

te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo,

que será entregado por vosotros.

Del mismo modo, aquella noche, tomó el cáliz, y,

proclamando tu misericordia, lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Tomad y bebed todos de él,


porque éste es el cáliz de mi Sangre,

Sangre de la alianza nueva y eterna,

que será derramada por vosotros y por todos los hombres

para el perdón de los pecados.

Haced esto en conmemoración mía.

Aclamación al Señor muerto y resucitado

Este es el Sacramento de nuestra fe.

Anunciamos tu muerte, proclamamos resurrección.

¡Ven, Señor Jesús!

Memorial: Hacemos memoria de la donación de Jesucristo

Señor, Dios nuestro, tu Hijo nos dejó esta prenda de su amor.

Al celebrar, pues, el memorial de su muerte y resurrección,

te ofrecemos lo mismo que tú nos entregaste:

el sacrificio de la reconciliación perfecta.

Auto-donación de la comunidad

Acéptanos también a nosotros, Padre santo,

juntamente con la ofrenda de tu Hijo;

Invocación al Espíritu sobre la comunidad

y en la participación de este banquete concédenos tu Espíritu ,

para que desaparezca todo obstáculo en el camino de la concordia

y la Iglesia resplandezca en medio de los hombres


como signo de unidad e instrumento de tu paz.

Pedimos permanecer en comunión con toda la Iglesia

Que este Espíritu, vínculo de amor,

nos guarde en comunión con el Papa N.,

con nuestro Obispo N., con los demás Obispos y todo tu pueblo santo.

Recibe en tu reino a nuestros hermanos que se durmieron en el Señor

y a todos los difuntos cuya fe sólo tú conociste.

Así como nos has reunido aquí en torno a la mesa de tu Hijo,

unidos con María, la Virgen Madre de Dios,

y con todos los santos,

reúne también a los hombres de cualquier clase y condición,

de toda raza y lengua, en el banquete de la unidad eterna,

en un mundo nuevo donde brille la plenitud de tu paz,

por Cristo, Señor nuestro.

Aclamación final de alabanza.

Por Cristo, con él y en él, a ti,

Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

(Adhesión final de toda la asamblea)

Amén.

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VALORES DE LA ORACIÓN LITÚRGICA


Una vez que hemos conocido la oración más cuidada e importante que tiene la Iglesia,
veamos sus valores

1. Es una oración trinitaria

Trinitaria de esta forma: "Por Cristo, en el Espíritu, al Padre". La Eucaristía arranca con
el saludo inicial del Dios Trinitario (En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo) y termina con la bendición del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La Plegaria Eucarística está estructurada Trinitariamente (como el Credo) y comprende


estos tres momentos:

• alabanza y acción de gracias al Padre;

• memoria de la obra y entrega de Jesucristo; e

• invocación para actualizar la obra de Cristo al Espíritu.

Termina en la cima de la doxología final dirigida al Padre, por Cristo, en el Espíritu.

Subraya estas tres ideas en la Plegaria sobre la Reconciliación que hemos puesto de
ejemplo.

Ahora nos preguntamos por la razón de esta dimensión trinitaria de la oración litúrgica
en la Eucaristía.

La Biblia descubre el ser de Dios por medio del hacer, es decir, Dios se comunica en sus
obras tal como es en sí, y se comunica Trinitariamente. Viendo la historia de la
salvación desde este punto de vista del Dios Trinitario, podemos afirmar que la historia
de la salvación es como una "parábola" de la vida trinitaria:

El Padre "planea" y/o "programa" la salvación, lo realiza el Hijo y lo actualiza el


Espíritu Santo.

La Eucaristía es fiel reflejo de esta visión, es expresión de está verdad y, por ello,
escuela de fe y de oración trinitarias. Una Trinidad narrada (en la palabra), profesada (en
el credo) y adorada (en la plegaria). El Dios que aparece en la oración litúrgica es,
además de "logos", "dia-Togo", comunicación dinámica en el amor a cuya imagen y
semejanza trinitarias estamos hechos cada uno de nosotros.

Venimos desde un Dios s trinitario, seremos y nos realizaremos, por tanto, viviendo y
orando Trinitariamente, es decir, comunitariamente.

La oración litúrgica debe ser el modelo de nuestra oración personal. Naturalmente que
la materialidad de las palabras de las oraciones litúrgicas, tal vez, no nos sirvan mucho,
pero sí el espíritu y la estructura trinitaria.
Después de leer este punto, hemos de preguntarnos ¿a quién oramos? ¿con quien
oramos? ¿cómo puedo hacer mi oración más trinitaria?

2. Es oración de respuesta a la Palabra de Dios

En la celebración Eucarística, como hemos visto, la liturgia asigna una parte integrante
de la misma, a la proclamación y a la escucha de la Palabra de Dios. Toda la comunidad,
incluido el presidente de la misma, con el gesto corporal de sentarse, expresa la actitud
de receptividad, de disponibilidad, de atención y obediencia a la iniciativa de Dios.

La Plegaria Eucarística es una oración cuya característica esencial consiste en ser una
respuesta: la respuesta a la Palabra de Dios. "La apertura a la Palabra de Dios y su
acogida se despliega en dos fases: la acogida de la Palabra como Palabra, que acontece
en la primera parte de la misa y ésta es el presupuesto de la acogida de la Palabra como
carne, que acontece en la parte eucarística".

Siguiendo, por tanto, la tónica marcada por la celebración eucarística, toda auténtica
oración cristiana es el primer lugar escucha, y deberá tener como punto de referencia la
Palabra de Dios.

En la oración litúrgica se trata de un diálogo en el cual la Palabra de Dios asume la


iniciativa, y nosotros, en un principio, no podemos ser más que oyentes. El orante
cristiano tiene una particular conciencia: la iniciativa es de Dios.

Dios me ha creado para ser imagen clara de él, para ser como él. El me llama, me acepta
y me orienta. La oración cristiana no parte de uno mismo, sino siempre es respuesta a lo
dicho por Dios.

Este es el segundo valor de la oración litúrgica que debemos introducir en nuestra


oración personal. La Biblia es el lugar de la iniciativa de Dios, es su voz y su llamada.
No podemos hacer una oración cristiana sin Biblia, lo mismo que no hay oración
litúrgica. sin escucha de la Palabra de Dios.

3. Es oración de acción de gracias

La oración litúrgica (de acción de Gracias) comienza con la invitación a la acción de


gracias. Dicen que la oración litúrgica es un desarrollo de la primera invocación del
Padrenuestro: "Santificado sea tu nombre" (Lc 11, 2). Esta primera parte de la oración
culmina en la alabanza y acción de gracias, con el canto del Santo.

Los sentimientos básicos que caracterizan a la oración cristiana son la admiración y el


gozo:

• admiración por ser tan cercano y ser Amor;


• gozo por el empeño que ha puesto es la realización de la salvación.

Esta es la actitud y el estado del orante cristiano que celebra la Eucaristía. Actitud que
supone la superación de un Dios de temor así como superación de expresiones de tabú y
magia.

La Plegaria Eucarística no habla ni de recompensas ni de castigos; su lenguaje está más


allá de la utilidad y del cálculo. Por eso, hoy más que nunca, es un punto que debemos
subrayar: es una escuela para aprender a vivir en la existencia diaria la gratuidad.

No creemos que se haya logrado todavía en la espiritualidad de muchos cristianos, al


menos a nivel de pueblo, esta actitud y estos sentimientos.

Desde esta actitud gratificarte debemos revisar nuestra oración personal. ¿Qué hacemos
más pedir o dar gracias?
Por tanto, es necesario que estos sentimientos penetren en la oración cotidiana de
nuestro pueblo. El vivir "Eucarísticamente" (gratuitamente, en acción de gracias) lo
cotidiano, iluminado por la admiración de Dios y regado por el canto interior de la
alabanza y la acción de gracias, será el suelo mejor abonado para que la Eucaristía
comunitaria pueda florecer en su plenitud de sentido.

Hablamos muchas veces y con toda la razón de llevar la Eucaristía a la vida, pero
también debemos hablar de llevar la actitud y sentimientos Eucarísticos a la oración
diaria. Dios no es un peso insoportable, sino una carga ligera (Mt 1, 30).

4. Es oración que hace memoria de Jesucristo

Es verdad que el tiempo degrada el recuerdo. Inconscientemente muchos elementos


pueden ir a la papelera del olvido. Sin embargo, el recuerdo puede ser alimentado y
renovado mediante frecuentes rememoraciones, para uno mismo o para la comunidad
(1) En el NT hay un continuo volver al bautismo, un recuerdo constante del mismo con
la finalidad de mantener el vigor inicial de la fe, en momentos de lucha. Conocido es el
texto de Pablo a Timoteo: "Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te
impuse las manos; porque Dios no te ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de
energía, amor y buen juicio" (2 Tim 1, 6).

El conjunto de la celebración Eucarística, es un memorial de la muerte y resurrección de


Cristo. La Eucaristía hace memoria de la muerte del Señor (1 Co 11, 28). En efecto, la
Eucaristía es el Señor resucitado que nos sale hoy y aquí al encuentro como salió un día
a los discípulos de Emaús, nos invita a su mesa, nos perdona, nos abre los ojos del
corazón para reconocerle en la fe y nos invita a la comunión.

Hoy y aquí, la Cena del Señor realiza la unión: nos pone en comunión con el Señor
Resucitado, nos hace partícipes de su nueva vida, de la nueva creación. En esta línea, la
Eucaristía aparece como anticipación de la vida escatológica; y en consecuencia, nos
convoca a la alegría y a la fiesta.
Ahora bien, la celebración festiva de la resurrección no es posible sino anunciando la
"muerte de Cristo, hasta que venga" (1 Co 11, 26). El Resucitado es el Crucificado, el
que ha entregado la vida por los demás, el que ha entendido la vida como entrega.

En consecuencia, la Eucaristía impone un arte nuevo de vivir en el mundo. La memoria


de la pasión es como un aguijón permanente en la carne de la comunidad; el memorial
del sufrimiento de Jesús debe conducirnos a tener presente la pasión de la humanidad, la
historia del pueblo crucificado.

La oración litúrgica es oración-memorial. Memoria de Cristo muerto y resucitado. La


Eucaristía como escuela de oración cristiana comporta obligatoriamente esta tonalidad
pascual: de luz y de cruz, de esperanza y de entrega al hermano, compartiendo el
destino y la fuerza de Cristo muerto y resucitado.

Esta clima Pascual (muerte y resurrección) es el humus donde nace la oración litúrgica.
Una oración que no olvida la muerte, pero que sabe que la vida vence a la muerte.

Pues bien, este clima o en este humus debemos trasladar a nuestra oración personal. La
oración personal se convierte así en memoria de Cristo en nosotros. Estamos entre la luz
y la cruz, vivimos entre alegrías y penas. Pero saboreando en esperanza el triunfo de la
luz y de las alegrías.

5. Es oración que pide e invoca el Espíritu

Lo mismo que al hacer "memoria" mira a las dos vertientes de la Pascua (muerte y
resurrección), la oración litúrgica vive dos movimientos: la alabanza y la petición. Junto
a la alabanza y la acción de gracias, se encuentre la oración de petición en sus formas
típicas de súplica, lamentación, petición e invocación al Espíritu, del don del Espíritu.

Si la petición la entendemos bien no debe oponerse a la alabanza, es más bien


complementaria ya que la persona humana vive la experiencia de necesidad y de finitud.

¿Qué es entender bien la petición? Fijémonos en el Padrenuestro. La oración de petición


tiene su complemento lógico en el abandono a la voluntad del Padre y en el compromiso
de cumplirla para la venida de su Reino.

La Eucaristía, don gratuito, está exigiendo como respuesta agradecida (La respuesta
agradecida brota de la actitud de admiración y de los sentimientos de agradecimiento y
no de la obligación. Los sentimientos de obligación no liberan.), un implicarse en la
acción de dar sentido al mundo y a la historia según el designio de Dios.

La actitud de la oración litúrgica no es la de intentar "movilizar" a Dios para que acuda


a atender lo que nosotros le pedimos, sino la de perseverar pacientemente en la oración
hasta que seamos nosotros mismos quienes escuchemos lo que Dios quiere decirnos. "El
sol ya ha salido. El que yo abra las persianas no hace que salga el sol; únicamente hace
que el sol entre en mi casa, la caliente y la ilumine. Esta es la primera función de la
oración: Dios ya ha salido sobre mi vida y le dejo entrar". El fin de la oración no es
tanto obtener lo que pedimos. Será preciso ir más lejos y decir que pedir algo a Dios nos
transforma poco a poco en personas capaces de renunciar a veces a lo que pedimos.

Naturalmente que esto exige una paciente pedagogía en la historia personal de cada uno
con Dios que nos conducirá al descubrimiento de esta oración humilde y esperanzada,
atenta a las exigencias del reino y al cumplimiento de la voluntad de Dios.

Por otra parte, toda oración de petición lleva siempre implícitamente la petición del
Espíritu. "Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas,
¿cuánto más el Padre celestial dará el espíritu Santo a los que lo pidan?" (Lc 11, 13); y
la posibilidad y la certeza de un diálogo con el Padre nos la ofrece Cristo en el don del
Espíritu. "Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no
sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con
gemidos inefables" (RM 8, 26).

En la Eucaristía, todas las peticiones (de perdón, en la oración colecta, en la oración de


los fieles, etc.) se complementan con la invocación al Espíritu. Invocación que es doble,
una para el pan y el vino y otra para la comunidad.
Y es importante subrayar la actitud interna que supone esta petición o invocación al
Espíritu. Supone que el misterio y la fuerza de la Eucaristía no están a merced de los
hombres, sino que deben ser objeto de súplica. Este movimiento interno que nos impone
la actitud de invocación al Espíritu hace de la Iglesia una comunidad esencialmente
orante y respetuosa con la divinidad de Dios, y actúa de correctivo constante contra la
tentación de "magia".

La oración litúrgica es una enseñanza para la oración personal: yo soy el que pido, pero
relativizo y subordino mi petición ante el Espíritu y ante la tarea de realizar la voluntad
de Dios.

6. Es oración que se hace en comunidad

El sujeto de la oración litúrgica no es el "yo", sino el "nosotros", es decir, es la


comunidad que se ha reunido, es toda la Iglesia.

La liturgia no se sitúa en la dinámica de Dios conmigo, sino en la dinámica de Dios con


su pueblo. La liturgia se nos presenta como una realidad que se transmite "socialmente".
"Para salvar al individuo no es necesaria la Iglesia ni la historia de la salvación, ni la
encarnación, ni la pasión de Dios en el mundo" (J. Ratzinger) ( "El yo solo con uno solo
o la concentración en el yo de ciertas técnicas místicas, recibe en el evangelio esta
importante corrección: nunca el yo está realmente solo ante Dios, y nunca Dios está solo
con el orante. Ante Dios, Padre de todos, sólo podemos presentarnos como hijos,
hermanos de todos. Por eso el lugar de la oración cristiana es la ekklesía" (J. Vives)

Este "nosotros" de la oración de la Eucaristía no se reduce al nosotros presente allí, sino


que se amplía en el espacio y en el tiempo en esa gran solidaridad histórica con la
multitud de creyentes y orantes de ayer y de hoy ("¿Qué sabemos de la multitud que
pasó por la historia? Una cosa: clamaron a Dios en sus penas y tristezas, en sus alegrías
y en sus angustias, lo invocaron y suplicaron, lo alabaron y le dieron gracias), en la
comunión con la Iglesia de todos los tiempos y lugares.

Por eso, la comunidad litúrgica se hace portavoz de todos los hombres y mujeres, que
no están lejos de Dios, aunque ellos tarden en reconocerle, o se hallan sumidos en una
búsqueda vacilante del Ser supremo bajo nombres diversos y oran a su modo.

Está solidaridad es también comunión con los muertos, a los que confesamos vivos en el
silencio de, Dios. Con ellos participamos conjuntamente del misterio gracia y salvación,
por la incorporación al único cuerpo de Cristo. La Eucaristía hace memoria de nuestros
difuntos que viven ya de la vida nueva en Dios con Cristo resucitado.

Este valor esencial de la oración litúrgica se introduce poco a poco en nuestra oración
personal, en los momentos en que necesitamos estar solos, en momentos en que nuestro
yo necesita encontrarse con los otros en la vida. Así, sintiéndonos hermanos y hermanas,
hijos e hijas del mismo Padre, nos vamos realizando como personas, nos vamos
realizando como humanos, como hijos y hermanos.

Resumen

Para hacer una oración litúrgica se supone:

• que hemos escuchado anteriormente una palabra que Dios nos ha dirigido,

• que no es algo que "sale" de nosotros; antes Dios nos "ha salido" al encuentro,

• no es fruto de nuestros deseos; Dios tiene unos deseos sobre nosotros,

• que está en función de lo que hemos escuchado y aceptado en nuestro interior,

• que esta oración no es personal, sino de toda la comunidad, de toda la Iglesia.

• por tanto, es un diálogo de toda la asamblea con el Padre por Jesucristo en el Espíritu
Santo.

• Y que en este diálogo los protagonistas son el Dios trinitario, la Iglesia reunida en
asamblea y los miembros de esta asamblea.

Actitudes interiores para la oración litúrgica

• Actitud de escucha a la Palabra: Como hemos dicho, la liturgia asigna un puesto


privilegiado a la proclamación de la Palabra, a la escucha y a la contemplación .de sus
obras, de salvación. Es la primera actitud que debemos asumir al orar.

• Actitud de alabanza y de acción de gracias: Es la consecuencia de la admiración y el


conocimiento que provocan el hecho de que Dios nos acepte, nos perdone y nos ame.
Pues bien, estas obras salvadoras son ahora, en la celebración litúrgica recordadas y
actualizadas suscitando la bendición, la confesión de fe y la proclamación de las
maravillas de Dios. El que celebra la liturgia está es una esfera o actitud de salvad, de
ser objeto del amor de Dios. Esta es la primera experiencia.

• Actitud de invocación y de súplica: La oración litúrgica tiene este movimiento:


primero alaba y reconoce (hace memoria) lo realizado; después invoca y pide la
actualización de lo recordado (el objeto del hacer memoria) y pide también nuevas
obras salvadoras. Hace memoria nombrando y citando lo realizado: con esta finalidad se
hace memoria de la última Cena y de la muerte y resurrección. Pide la actualización con
la invocación al Espíritu y pide nuevas obras salvadoras en las oraciones presidenciales
(colecta y oración después de la comunión, sobre todo). La misma oración nos va
llevando. Es necesaria pues una apertura al texto, a los sentimientos que nos
proporciona.

• Actitud de arrepentimiento: Al pedir nuevas obras salvadoras nos damos cuenta de


nuestra pequeñez, de nuestra respuesta poco entusiasta, de lo que se nos da y de lo poco
que lo apreciamos, en una palabra, de nuestro pecado. Esto produce el arrepentimiento.
Vemos a Dios y nos vemos a nosotros mismos, lo que hace Él y lo que hacemos
nosotros..., es natural que surja el arrepentimiento.

• Actitud de ofrenda: Lo mismo que el salmo 50 termina con el ofrecimiento del corazón
arrepentido, mejor dicho, de uno mismo, ya que no tiene grandes obras (tiene las manos
vacías) "mi sacrificio es un espíritu quebrantado, y un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias" ; así también la oración litúrgica es ofrenda del hombre a la
voluntad de Dios. Este acto constituye el acto de culto que Dios espera. Ofrenda que se
unirá a la ofrenda de Cristo, después de la consagración: "te pedimos que nos recibas a
nosotros con tu Hijo querido" (Plegaria Eucarística para las misas con niños III).

Resumen

La oración litúrgica va pasando de unas actitudes a otras, poco a poco: primero escucha
la Palabra, ésta le hace alabar y dar gracias a Dios, después, darse cuenta de su respuesta
tan poco vital y termina con la ofrenda de uno mismo a Dios. Entrar en la asamblea para
hacer oración es, en parte, salir de uno mismo y ponerse en manos de Dios que tiene un
plan para la humanidad, para uno mismo, miembro de la humanidad. Una vez
introducido en ese plan dejarse llevar por todos los sentimientos que van naciendo en
uno mismo o, mejor dicho, que Dios va produciendo en nosotros.

Naturalmente, hay días en que nuestra situación personal es tal, que nos costará entrar
en Dios. En estos días, pongamos nuestra situación en manos de Dios, pidamos y
dejemos confiadamente en sus manos todo nuestro lío y todas nuestras preocupaciones.
Estarán seguras delante de él.

GÉNEROS DE LA ORACIÓN LITÚRGICA

La parte de la liturgia que trata de la oraciones se llama eucología (euché = oración y


logos = tratado) (Eucología es, pues la ciencia que estudia las oraciones y las leyes que
regulan su composición. Si la oración litúrgica tiene una características, es natural que
para crear nuevas oración se mantengan esas características. También se llama
eucología, en un sentido menos propio, al conjunto de las oraciones contenidas en un
libro litúrgico, sea misal u otro ritual.).

Todas las oraciones son fruto de la asimilación profunda que la Iglesia ha hecho del
Misterio de Cristo y de su actuación en la historia de la salvación. No son, pues en
primer lugar, producto de la inspiración de un místico o de un poeta cristiano.

La Iglesia contempla y vive el Misterio de Cristo en el tiempo siguiendo el Año


Litúrgico. Después lo expresa, en fórmulas oracionales con un lenguaje "adatado" a la
inteligencia y a la capacidad de los fieles de un determinado tiempo y lugar. (Adaptado.
esta palabra está en función del "tiempo y lugar". Es lo que pone la Iglesia, el autor que
vive en un determinado tiempo y lugar. El lenguaje de la mayoría de las oraciones
quedó fijado en un tiempo determinado: siglos VI-VIII. Seguimos, pues, todavía
conservando estas fórmulas adaptadas a la mentalidad y capacidad de los cristianos de
estos tiempos y escritas con la teología que en estos tiempos existía. Por eso hemos
escrito la palabra adaptado entre comillas. Es verdad que también hay oraciones
compuestas después del Vaticano II, pero son menos. Queda la tarea de hacer un
profundo estudio de las oraciones, analizar la mentalidad y la teología actual y
adaptarlas a nuestra tiempo. Esta adaptación también será relativa. Vendrán otros
tiempos en que sea necesario hacer nuevas adaptaciones. Es un trabajo constante de
cada comunidad)

Mirando desde nuestra cultura, muchas de estas oraciones quedan inexpresivas para
nuestra mentalidad. Por mucho respeto que tengamos a la tradición, no se puede hacer
que la oración comunitaria pierda fuerza, expresividad y viveza. Casi todos se quejan de
la forma literaria. La oración es un medio de comunicación. Y si no comunica, por muy
bella o concisa que haya sido o sea para algunos, no se puede mantener.

Después de esta pequeña introducción, veamos, a grandes rasgos el conjunto de la


oraciones litúrgicas. Aquí la palabra eucología se refiere al conjunto de las oraciones
litúrgicas y a su estructura. Se divide en eucología mayor (las más importantes) y
eucología menor (a las que son menos importantes o son más cortas).

Eucología mayor

La eucología mayor comprende los prefacios, las plegarias eucarísticas, las fórmulas de
ordenación y las bendiciones solemnes mayor de la Eucaristía (las bendiciones al final
de la misa, que apenas se usan, pero que están en el misal).

1. El prefacio

La importancia y la característica de los prefacios radica en que contiene siempre


motivos concretos del misterio pascual por los cuales se hace la acción de gracias. El
motivo principal siempre es el misterio que se celebra en el día o en el tiempo litúrgico.
Esta es una característica que debemos tener en cuenta. La Iglesia cuando reza cita los
motivos para dar gracias. Por eso decimos que la oración de la Iglesia o litúrgica es
siempre memorial.

El prefacio en su estructura tiene tres partes (Prefacio de Navidad):

1 Inicio: Es la primera parte. Es una invitación a dar gracias: "En verdad es justo y
necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias".

2 Embolismo: Es la parte central del prefacio y también la más larga. Es la cita de los
motivos de la acción de gracias. "Porque en el misterio santo que hoy celebramos,
Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un
modo nuevo: el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la
nuestra;...".

3 Conclusión: La última parte. Nos invita a unirnos con toda la Iglesia celeste y a
aclamar con ellos a Dios para alabarle con el canto del Santo: "Por eso, con los ángeles
y los santos...".

El misal actual contiene unos 85 prefacios. En ellas se expresa la fe que la Iglesia tiene
y celebra en cada tiempo litúrgico, en las celebraciones de los sacramentos y en la fiesta
de los santas y santos.

2. La Plegaria Eucarística

"El sentido de esta plegaria es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo
en la proclamación de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio" (OGMR 54).
Es la oración de toda la Iglesia:

terrestre: se nombra al Papa y el Obispo;

ausente: difuntos, también se nombran;

celeste: se nombran a María y los santos.

Esta Iglesia unida a Cristo, da gracias (ora) al Padre por toda la historia de la salvación.

Estructura de la Plegaria Eucarística:

• Acción de gracias. Es el Prefacio.

• Aclamación: El santo. Toda la asamblea se une con la asamblea celeste para aclamar al
Señor.

• Fórmula de enlace: Lo dice la misma palabra, es para unir el aspecto concreto del
misterio con el misterio pascual. Se expresa en las palabras "Santo eres en verdad...". (II
Plegaria Eucarística).
• Epíclesis 1ª: Invocación al Espíritu para que transforme el pan en el Cuerpo de Cristo:
"Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu...".

• Narración de la institución: Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio


que Cristo instituyó en la última cena: "El cual, cuando iba a ser entregado...".

• Anámnesis - Memorial: Realiza y actualiza el memorial del mismo Cristo siguiendo el


mandato de hacerlo en memoria suya. "Así, pues, al celebrar el memorial...".

• Oblación: Cristo se ofrece al Padre y la Iglesia juntamente con él. Mejor expresada
que en la Plegaria II está en las Plegarias con Niños y en las de la Reconciliación.

• Epíclesis 2ª: Invocación al Espíritu sobre la comunidad pidiendo la unión. "Te


pedimos, humildemente, que el Espíritu...".

• Intercesiones: Por toda la Iglesia terrestre y celeste. Los dos "Acuérdate. ..".

• Doxología: Glorifica al Padre por Cristo en el Espíritu. "Por Cristo, con él...".

Eucología menor

Estas oraciones que forman la eucología menor forman parte de un rito específico y
concreto en el conjunto de toda la celebración. Son las tres oraciones de la misa y la
oración de los fieles. La tres oraciones de la misa son:

la oración colecta, (la primera que dice el sacerdote después del Acto penitencial o del
Gloria), que cierra los ritos iniciales, (Colecta: esta palabra viene del latín colecta, del
verbo colligere, que significa recogida, del verbo recoger. Se hace después de la
invitación a orar y del silencio. Supone que durante este silencio cada uno ha hecho
oración por las intenciones que trae a la eucaristía. A continuación, el sacerdote recoge
todas esas intenciones o peticiones en una oración. Pues bien, a esta oración que recoge
todas las intenciones de todos los presentes se llama oración colecta. Por eso es una
oración muy general, ya que tienen cabida todas las intenciones.)

la oración sobre las ofrendas (una vez que se han presentado en la mesa-altar y el pueblo
responde a la invitación del presidente a orar "Orad, hermanos...") cierra el rito de la
presentación de los dones,

la oración después de la comunión, que cierra el rito de la comunión.

1. Oraciones de la misa

Las tres empiezan con una invitación (pequeña monición) a orar: "Oremos". Sigue un
silencio donde cada uno debe hacer oración, y sigue la oración propiamente dicha.
Terminan con el "Amén" del pueblo. Es decir, que así sea. Son presidenciales, es decir,
le corresponden al presidente de la asamblea. Todas ellas están dirigidas al Padre, por
Cristo, en el Espíritu Santo.

Estructura y elementos:

• Invocación: Llamada a Dios para que escuche. Se le añaden atributos a Dios. "Oh
Dios, Señor...". "Dios nuestro...". "Dios Padre de misericordia...

• Anámnesis (memorial) de la obra salvífica: Hace memoria de las maravillas que ha


realizado Dios a los largo de la Historia de la salvación: "... que has iluminado esta
noche santa..."

• Súplica: La petición que se hace o el objeto de la oración. "... derrama los dones de tu
Espíritu sobre todos los confines de la tierra..."

• Conclusión: Por medio de quien hacemos la oración. "Por Jesucristo nuestro Señor".

• Ratificación de la asamblea. El "Amén".

2. La oración de los fieles

Se llama indistintamente Oración de los fieles u Oración Universal. El nombre de


Oración de los fieles le viene de que antiguamente esta oración se hacía cuando salían
los catecúmenos y quedaban sólo los bautizados (fieles). Los catecúmenos podían y
asistían a toda la liturgia de la Palabra y terminaban con una oración parecida a ésta.
Para distinguirla, a la que venía después de la de los catecúmenos, se le designó Oración
de fieles.

Tiene esta estructura:

• Invitación del presidente a orar. Motiva a orar a los presentes. La debe hacer el
presidente de la asamblea. Es una monición, pero más larga que el sencillo "Oremos".
Por ejemplo: "Reunidos en el nombre de Jesús, presentemos al Padre nuestras plegarias
". "Nosotros formamos la familia de Dios, y debemos recordar ante él las necesidades
de toda la humanidad".

Responderemos diciendo: "Escúchanos, Padre". (Esta parte es sólo para que se sepa qué
hay que responder, a no ser que la respuesta sea ya conocida por la asamblea).

• Lectura de las intenciones. La hace el lector. Una a una, invitando al final de cada
petición a orar a los fieles. Ejemplo: "Por los pobres, por los enfermos, por los que más
sufren las consecuencias de la crisis económica, de la violencia, de la injusticia. Oremos
o Roguemos al Señor". No es necesario siempre decir qué es lo que queremos para
ellos. Dios lo sabe muy bien. Es decir, no hay que decir siempre : "Por los pobres para
que Dios y nosotros les ayudemos".

• Respuesta de la asamblea a cada una de las peticiones. El pueblo se une a la petición.


Las respuestas son variadas. "Te rogamos, óyenos", "Padre, escúchanos" etc.

• Conclusión: El presidente se dirige al Padre y le vuelve a pedir que lo haga realidad.


No debe consistir en decir sólo, "Por Jesucristo nuestro Señor". Sino que debe ser algo
más larga siguiendo la amplitud de las peticiones. Ejemplo: "Dios y Padre nuestro, tu
pueblo confía en la protección de María; haz realidad cuanto te hemos pedido y escucha
nuestra oración. Por Jesucristo nuestro Señor".

• Aceptación de la asamblea: El pueblo que se ha unido a cada petición se une en la


mediación de Jesucristo con el "Amén".

Cuestionario

1 ¿Cómo es la oración litúrgica? Escribe sus principales características.

2 En esta oración señala esas características:

"Oremos. Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas, y pues el
hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus
mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amen."

3 Esta otra oración hace memoria de las obras de Dios. Señálalas.

"Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de
un modo más admirable restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir
la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición
humana".

4 Escribe una oración personal semejante a la litúrgica. Recuerda y nombra todo lo que
Dios ha hecho en tu vida.

Capítulo 11: El pueblo responde con el canto

Indice

Exclusivamente para uso privado. Prohibida la reproducción


Curso de Liturgia

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Corría el año 1965 cuando la iglesia presentaba al mundo: a los fieles cristianos y a los
hombres de buena voluntad el fruto de un arduo trabajo de reflexión y docilidad al
Espíritu Santo: El Concilio Vaticano II. No es casualidad que el primer texto elaborado
haya sido el referido a la sagrada liturgia: “Sacrosactum Concilium”.

Al empezar este pequeño curso sobre la liturgia, es conveniente aclarar que


intentaremos seguir el esquema de la constitución antes nombrada del Vaticano II; por
lo cual empezaremos por determinar el significado y el alcance, así como su relación
con lo simbólica, en un segundo momento nos adentraremos en la celebración
eucarística, luego haremos un pequeño recorrido por el año litúrgico, para terminar con
una breve alusión a la música en las celebraciones.

Primera Parte: LA LITURGIA

La palabra Liturgia significa originariamente “obra o quehacer publico”, “servicio de


parte de o en favor del Pueblo”. En la tradición cristiana quiere significar que el pueblo
de Dios toma parte en la “Obra de Dios” (cf. Jn. 17, 4) catic 1069

Etimológicamente la palabra viene de “leitourghia” (léit=pueblo y érgon=obra) y en la


descripción de la Sacrosactum Concilium se la define como “acción sagrada” (SC 7).

La liturgia es una acción de culto, no en el sentido externo, sino en el sentido contenido


en las palabras de Cristo: “He cumplido la obra que Tu (Padre) me encomendaste”. En
efecto, en la liturgia “se ejerce la obra de nuestra redención (SC 2). Además, es una
acción caracterizada por la ritualidad y el simbolismo, en la que se realiza un culto en
espíritu y en verdad a Dios.

La liturgia no es una idea, ni un simple conocimiento o norma, sino que posee un


dinamismo vital, guiado y regido por unas leyes intrínsecas que manifiestan en el acto
ritual-sacramental la pedagogía empleada por Dios en la historia de la salvación cuando
invita y admite a los hombres a la comunión con El.

Cf. El Equipo de Animación Litúrgica (SNL) Pág. 22

RITUALIDAD Y SIMBOLISMO

Brevemente intentaremos meternos en el mundo de la ritualidad, ya que en el del


simbolismo ya lo hemos hecho cuando abordamos el tema de los sacramentos. Nuestro
primer acercamiento será desde la experiencia de “El Principito”, el famoso libro de A.
de Saint-Exupéry:

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

-Por favor... domestícame -le dijo.

-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar
amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no
tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay
tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo,
domestícame!

-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.

-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco


lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El
lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más
cerca...

El principito volvió al día siguiente.

-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo,
a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la
hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo
que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi
corazón... Los ritos son necesarios.

-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.

-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se
parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo,
hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son
días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no
bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

De esta manera el principito domesticó al zorro. (cap. 21)

En sentido estricto y en el contexto en que estamos, podemos definir el rito como una
acción simbólica (o un conjunto de acciones simbólicas) que se repite regularmente
según unas formas prescritas (tácita o explícitamente).

El tiempo de la apropiación
Es evidente que una acción simbólica no se comprende siempre de una forma inmediata.
Se necesita algún tiempo para apropiársela. Fíjense en un cuadro, en un poema; hace
falta tiempo para entrar en él, hay que contemplarlo, leerlo una y diez veces; se resiste.
Lo mismo pasa con la liturgia; no es tan fácil penetrar enseguida en un gesto, en un
canto, en una actitud. La repetitividad del gesto nos va permitiendo entrar cada vez un
poco más en él, hasta hacerlo totalmente nuestro. Y como la riqueza del símbolo es
inagotable, siempre se encuentran en él sentidos nuevos (¿no nos ocurrirá eso con la
eucaristía hasta el día de nuestra muerte?).

«La tradición que viene del Señor»

La noción de rito está además muy ligada con la idea de tradición. Tradición quiere
decir transmisión. La mayor parte de nuestros ritos sociales son herencia del pasado;
muchos se pierden en la noche de los tiempos (los fuegos de san Juan, el carnaval, el
árbol de navidad, etc.) y siguen «funcionando» todavía.

¿QUIEN CELEBRA?

Es toda la Comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra. "Las


acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es
`sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección
de los obispos. Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo
manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la
diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC 26). Por eso también,
"siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno, admitan una celebración
común, con asistencia y participación activa de los fieles, hay que inculcar que ésta debe
ser preferida, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada" (SC
27) Catic 1140

Pero "todos los miembros no tienen la misma función" (Rm 12,4). Algunos son
llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos
servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el
Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el
servicio de todos los miembros de la Iglesia (cf PO 2 y 15). El ministro ordenado es
como el "icono" de Cristo Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta
plenamente el sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía
donde el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él, el de los
presbíteros y los diáconos. Catic 1142

Segunda Parte: LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

GUIONES: Principios generales


La intención de los guiones en las celebraciones es crear un clima adecuado a cada
tiempo litúrgico, como así también ir introduciendo y señalando momentos y acciones.

Se trata de un MEDIO, por lo tanto puede adquirir diversas formas, pero siempre
teniendo en cuenta que su misión es AYUDAR y no ENTORPECER la participación de
la asamblea. De esto se desprenden ciertas características de cada uno de los textos de
un guión que de aquí en adelante llamaremos “moniciones”:

No deben ser “pequeñas homilías”, sino que deben “presentar” el momento que viene.

No deben ser catequesis exhaustivas del momento.

No deben quitar la “emoción” de descubrir paso a paso lo que se vivirá en la


celebración.

No deben contener palabras o frases muy rebuscadas.

No deben insistir en cosas que la asamblea ya sabe, decir: “nos ponemos de pie” cuando
todos saben que deben hacerlo.

Hasta ahora nos hemos limitado a hacer un análisis negativo sobre las moniciones, los
SI los iremos poniendo en las indicaciones de cada momento.

Monición de entrada

Tengamos en cuenta que lo primero que la asamblea escucha en las celebraciones es


esta monición, por lo cual esta debe disponernos al misterio que celebraremos. La
monición de entrada debe ubicarnos en el tiempo litúrgico en el que nos encontramos.
Además debe presentarnos lo que celebramos : domingo, fiesta del santo,
acontecimiento eclesial, etc. Esta monición puede disponer bien o mal a la celebración
litúrgica, por ello debemos cuidar el lenguaje y la extensión de la misma.

Moniciones de las lecturas

Podemos realizarlas de dos maneras: hacer una sola monición para todas las lecturas en
la que incluyamos referencia, ya sea a la Palabra en si misma, o a las lecturas del día; la
otra manera sería la mas tradicional de hacer una monición para cada lectura.

Como principio general debemos recordar que la monición de las lecturas no debe
quitarnos la “sorpresa” de encontrarnos con la Palabra, por esto, en la monición no
citaremos frases de la misma lectura, ni haremos una síntesis de la misma.

Las celebraciones del domingo constan de tres lecturas y el salmo. La primera lectura es
del Antiguo Testamento y la monición debe ubicar el texto dentro del contexto de la
Historia de la Salvación; el salmo por lo general no requiere de monición, pero si
queremos introducirlo, resaltaremos su carácter de respuesta a la Palabra escuchada en
la primera lectura; la segunda lectura es del Nuevo Testamento, en esta monición
podemos resaltar la personalidad del apóstol que escribe (generalmente san Pablo) o
hacer una referencia a la comunidad de destino de la carta; el Evangelio, sin
menospreciar las demás lecturas, es La Palabra por excelencia, esto es resaltado por la
entonación del Aleluya antes de su proclamación, la monición debe resaltar el carácter
de Buena Nueva de esta Palabra, se puede hacer referencia al evangelista que escribe y
su visión, a la predicación y vida de Jesús o simplemente a la identificación de Cristo
con la Palabra del Padre.

Aporte para la liturgia de la Palabra

La Liturgia de la Palabra es uno de los dos grandes momentos de la celebración de la


Eucaristía, por eso conviene que su preparación sea correcta. Podemos marcar el inicio
de este momento con el ingreso procesional de la palabra: una vez realizada la Oración
Colecta y con una monición especial, recibimos el Libro de la Palabra (en manos del
lector) acompañado de unos cirios encendidos, se puede acompañar este momento con
un canto referente a la Palabra.

Plegaria universal (Oración de los fieles)

La plegaria universal es el momento en que demostramos, de manera mas explicita, la


“catolicidad” de nuestra celebración, por eso es necesario que conservemos la gradación
que nos propone el misal romano en la formulación de las intenciones:

por las necesidades de la Iglesia

por los gobernantes y por la salvación del mundo entero

por aquellos que se encuentran en necesidades particulares

por la comunidad local

luego podemos agregar todas las intenciones que nos parezcan necesarias.

En esta oración tenemos una antífona que es con la cual la asamblea se une y ruega a
Dios por la oración presentada, esta antífona debe estar dirigida a Dios y no a María o a
los santos, estos pueden ser incluidos en las antífonas como intercesores, pero no como
destinatarios de nuestra suplica. Es importante que esta antífona no sea demasiado
extensa para que la asamblea pueda retenerla fácilmente.

Monición de Colecta
Es aconsejable que esta monición no sea mezclada con la de presentación de las
ofrendas para que así se distingan los momentos distintos.

Todos los fieles, por el precepto de contribuir al sostenimiento del culto, tienen el deber
de contribuir con la Iglesia. Esta monición debe ir creando progresivamente de este
deber, resaltando el valor de la solidaridad y del compartir.

Monición de Ofrenda

Antes de entrar en esta tema, no esta de mas hacer una breve aclaración, para corregir
un error que habitualmente cometemos en este momento en nuestras liturgias. Debemos
distinguir bien entre signo y ofrenda, el signo es un elemento que presentamos y que,
por medio de una monición, cargamos de sentido para significar una realidad por la cual
rezamos en esta eucaristía (mate: signo del compartir). La ofrenda es un elemento que
presentamos y consagramos (regalamos) a Dios. Recordando que este es el momento de
las ofrendas, todo lo que se presente en este momento debe ser consagrado (regalado) a
Dios. La presentación de los signos debe realizarse en otro momento (el rito inicial, la
Liturgia de la Palabra, etc.)

Las ofrendas por excelencia son el Pan y el Vino, por eso el hincapié debe ponerse aquí
y no en las demás ofrendas. Un elemento importante en esta monición es nombrar la
finalidad de las ofrendas: mercaderías para..., cruz para..., pan y vino para ser
convertidos en cuerpo y sangre.

Además debemos resaltar también el contenido simbólico que tiene “llevar al altar las
ofrendas”, pues junto a ellas se presentan los que la ofrecen, o sea toda la asamblea.

Monición de comunión

El Pueblo de Dios se identifica con el pueblo que camina hacia el encuentro definitivo
con Dios, en ese camino el pan de la Eucaristía, Jesucristo, es la fuerza para continuar el
camino: Cristo, pan del peregrino. Este es el sentido que tiene en nuestras celebraciones
eucarísticas nuestro caminar para recibir a Jesús Eucaristía.

Todo esto debe estar reflejado en la monición de comunión.

Monición de envío

Esta última monición es casi tan importante como la primera, pues es la palabra que
quedará resonando en la mente y el corazón, por esto, en la monición puede incluirse
una frase del evangelio que escuchamos.

No debemos repetir en la monición lo que el presidente de la celebración dice en el


envío, por ejemplo: “después de celebrar a Cristo en la palabra y en la Eucaristía
podemos ir en alegría y en paz”, pero el carácter de envío a la realidad cotidiana debe
estar presente.

Tercera Parte: AÑO LITÚRGICO

La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días
determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el
día que llamó «del Señor», conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra
también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.

Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de cristo, desde la Encarnación
y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y
venida del Señor.

Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder
santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen
presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y
llenarse de la gracia de la salvación. (SC 102)

El Núcleo generador del Año Litúrgico ha sido el domingo, desde aquí ha sido
desarrollada (desenrollada) la estructura del actual Año Litúrgico referido a la vida de
Cristo. Así, como proyección del domingo, el centro del año litúrgico es el misterio
Pascual, mas propiamente la Semana Santa.

En la actualidad el año litúrgico esta organizado de la siguiente manera: siguiendo el


desarrollo cronológico, mas o menos configurado sobre el año civil:

Si bien el año litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento, tiene un inicio
peculiar el 17 de diciembre: ese día se inicia el “Adviento navideño”.

Celebrada Navidad, se prolonga el recuerdo de los primeros acontecimientos de la vida


del Señor, hasta celebrar el bautismo de Jesús.

Sobreviene enseguida un periodo mas o menos breve que media entre el bautismo del
Señor y el miércoles de ceniza. Es la primera parte del llamado “tiempo durante el año”.

El miércoles de Ceniza marca el comienzo de la Cuaresma que es el periodo de


preparación para la Semana Santa.

Con el Domingo de ramos la Cuaresma se abre a la Semana Santa que finaliza con el
Domingo mayor del Año, el de la Resurrección del año.
A la fiesta de la pascua le sigue la cincuentena pascual, que se extiende durante el
tiempo que Jesús permanece resucitado entre sus discípulos hasta que, habiendo
ascendido al cielo, a los nueve días envía el Espíritu Santo en Pentecostés.

Luego de Pentecostés, sobreviene el tiempo mas largo del año litúrgico que comprende
entre 20 y 29 semanas y que es la segunda parte del “tiempo durante el año”

Luego viene la primera parte del tiempo de adviento que va desde el primer domingo de
Adviento hasta el 16 de diciembre.

Como es fácil de entender, cada tiempo litúrgico lleva consigo una espiritualidad, es
decir, una “tonalidad” particular en la que, tomando como base el momento del Misterio
de Cristo que se conmemora los fieles han asumiendo en sus vidas determinadas
actitudes propias de su vocación cristiana.

Descubrir y vivir la espiritualidad propia de cada tiempo litúrgico será conveniente


empresa que fructificará abundantemente para gloria de Dios.

Además, dentro del Año Litúrgico, se incluyen fiestas dedicadas a María y a ciertas
personas destacadas por su santidad.

Cf. Elementos de Teología y pastoral Liturgica. ACA. Comisión episcopal de Culto. Pág
57-58

LA EUCARISTÍA DOMINICAL

El mayor empeño se ha de poner, pues, en la liturgia, « cumbre a la cual tiende la


actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza ».19
En el siglo XX, especialmente a partir del Concilio, la comunidad cristiana ha ganado
mucho en el modo de celebrar los Sacramentos y sobre todo la Eucaristía. Es preciso
insistir en este sentido, dando un realce particular a la Eucaristía dominical y al
domingo mismo, sentido como día especial de la fe, día del Señor resucitado y del don
del Espíritu, verdadera Pascua de la semana.20 Desde hace dos mil años, el tiempo
cristiano está marcado por la memoria de aquel « primer día después del sábado » (Mc
16,2.9; Lc 24,1; Jn 20,1¿, en el que Cristo resucitado llevó a los Apóstoles el don de la
paz y del Espíritu (cf. Jn 20,19-23). La verdad de la resurrección de Cristo es el dato
originario sobre el que se apoya la fe cristiana (cf. 1 Co 15,14), acontecimiento que es el
centro del misterio del tiempo y que prefigura el último día, cuando Cristo vuelva
glorioso. No sabemos qué acontecimientos nos reservará el milenio que está
comenzando, pero tenemos la certeza de que éste permanecerá firmemente en las manos
de Cristo, el « Rey de Reyes y Señor de los Señores » (Ap 19,16) y precisamente
celebrando su Pascua, no sólo una vez al año sino cada domingo, la Iglesia seguirá
indicando a cada generación « lo que constituye el eje central de la historia, con el cual
se relacionan el misterio del principio y del destino final del mundo ».21

Por tanto, quisiera insistir, en la línea de la Exhortación « Dies Domini », para que la
participación en la Eucaristía sea, para cada bautizado, el centro del domingo. Es un
deber irrenunciable, que se ha de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como
necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente. Estamos
entrando en un milenio que se presenta caracterizado por un profundo entramado de
culturas y religiones incluso en Países de antigua cristianización. En muchas regiones
los cristianos son, o lo están siendo, un « pequeño rebaño » (Lc 12,32). Esto les pone
ante el reto de testimoniar con mayor fuerza, a menudo en condiciones de soledad y
dificultad, los aspectos específicos de su propia identidad. El deber de la participación
eucarística cada domingo es una de éstos. La Eucaristía dominical, congregando
semanalmente a los cristianos como familia de Dios entorno a la mesa de la Palabra y
del Pan de vida, es también el antídoto más natural contra la dispersión. Es el lugar
privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada constantemente. Precisamente
a través de la participación eucarística, el día del Señor se convierte también en el día de
la Iglesia,22 que puede desempeñar así de manera eficaz su papel de sacramento de
unidad.

Novo Millennio Ineunte 35-36

Cuarto Parte: LA MÚSICA EN LA LITURGIA

El canto en la Liturgia es un elemento muy importante y no solo accesorio, por algo la


Sacrosanctum Concilium le dedica al análisis de este tema todo el capítulo VI.

El canto debe ayudar a la asamblea, al igual que las moniciones, a vivir la celebración
con mayor profundidad, por eso no todos los cantos pueden ser utilizados en la liturgia.
Un principio básico es que “La asamblea debe cantar”, por eso la elaboración de
cancioneros para las celebraciones resulta indispensable a la hora de incluir nuevos
cantos, además los ritmos y las melodías no deben ser complicados y los tonos deben
ser accesibles a las voces.

Hay cantos que deben tener una marcada tendencia comunitaria, como los de entrada y
comunión, pues en estos momentos toda la comunidad es la que participa.

Como elegir los cantos

Los cantos son parte de la celebración, por lo tanto, deben conservar junto a los demás
elementos de la liturgia una cierta uniformidad temática, por eso es importante que los
animadores de canto deben leer las oraciones y lecturas de la celebración para que las
letras de los cantos tengan “algo” que ver con estos temas.

Se aconseja que el criterio de uniformidad también se mantenga en la elección de los


ritmos.
Prefacios En esta página se recogen los prefacios a utilizar según el tiempo litúrgico y la
elección del celebrante.

Dominicales del tiempo ordinario (I al IX)


Comunes (I al IX)
Adviento (I al IV)
Navidad (I al III)
Santa María Virgen (I y II)
Apóstoles (I y II)
Santos pastores
Santos mártires
Santas vírgenes y religiosos
Santos (I y II)
Difuntos (I y II)

DOMINICALES
Prefacio I dominical del tiempo ordinario
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su misterio pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos del pecado y de
la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de
su propiedad, para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable, proclamemos
ante el mundo tus maravillas. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los
coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio II dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen; sufriendo la
cruz nos libró de eterna muerte, y, resucitando, nos dio vida eterna. Por eso, con los
ángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio III dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque reconocemos como
obra de tu poder admirable no sólo haber socorrido nuestra débil naturaleza con la
fuerza de tu divinidad, sino haber previsto el remedio en la misma debilidad humana, y
de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro. Por
Él los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando
humildemente tu alabanza:

Prefacio IV dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque Él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte, destruyó
nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y en su ascensión, nos abrió el camino
de tu reino. Por eso, con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza
diciendo sin cesar:
Prefacio V dominical del tiempo ordinario
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque creaste el universo
entero, estableciste el continuo retorno de las estaciones, y al hombre, formado a tu
imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo, para que, en nombre tuyo,
dominara la creación, y, al contemplar tus grandezas, en todo momento te alabara, por
Cristo, Señor nuestro. A quien cantan los ángeles y los arcángeles, proclamando sin
cesar:

Prefacio VI dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. En ti vivimos, nos
movemos y existimos; y, todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las
pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues
esperamos gozar de la pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el
que resucitaste a Jesús de entre los muertos. Por eso, Señor, te damos gracias y
proclamamos tu grandeza cantando con los ángeles:

Prefacio VII dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque tu amor al mundo
fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino
que en todo lo quisiste semejante al hombre, menos en el pecado, para poder así amar en
nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos dones que por
nuestra desobediencia habíamos perdido. Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te
aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:

Prefacio VIII dominical del tiempo ordinario


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido reunir
de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu, a tus hijos dispersos por el
pecado; de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la Trinidad, aparece
ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, para alabanza de tu infinita
sabiduría. Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:

Prefacio IX dominical del tiempo


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y, eterno. Porque nos concedes en
cada momento lo que más conviene y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia,
asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo, para que, a impulso de su amor
confiado, no abandone la plegaria en la tribulación, ni la acción de gracias en el gozo,
por Cristo, Señor nuestro. A quien alaban los cielos y la tierra, los ángeles v los
arcángeles proclamando sin cesar:

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COMUNES
Prefacio común I
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y, salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. A
quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos.
Siendo él de condición divina se despojó de su rango, y por su sangre derramada en la
Cruz, puso en paz todas las cosas; y así, constituido Señor del universo, es fuente de
salvación eterna para cuantos creen en él. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con
todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio común II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que por amor creaste al
hombre, y, aunque condenado justamente, con tu misericordia lo redimiste, por Cristo,
Señor nuestro. Por Él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran
tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando
humildemente tu alabanza:

Prefacio común III


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido ser, por
medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también el autor
generoso de la nueva creación. Por eso, con razón te sirven todas las criaturas, con
justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos,
unidos a los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos diciendo:

Prefacio común IV
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Pues aunque no necesitas
nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra
acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro. A quien
alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:

Prefacio común V
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque, unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo, con fe viva proclamamos
su resurrección, y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa. Por eso, con todos
los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:

Prefacio común VI
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias Padre santo,
siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que es tu palabra, hiciste
todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y
nacido de María la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él, en cumplimiento de tu
voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección extendió sus brazos en la
cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:

Prefacio común VII


En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz.
Porque tú llamaste a Abrahán y le mandaste salir de su tierra, para constituirlo padre de
todas las naciones. Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo y guiarlo a la tierra de
promisión. Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y
peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte; y has
derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene
como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del
amor. Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos
con gozo el himno de tu gloría:

Prefacio común VIII


En verdad es justo darte gracias y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y
en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su
cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la
esperanza. Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche
del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado. Por eso, unidos a
los ángeles y santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:

Prefacio común IX
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Tú eres el Dios vivo y
verdadero; el universo está lleno de tu presencia, pero sobre todo, has dejado la huella
de tu gloria en el hombre creado a tu imagen. Tú lo llamas a cooperar con el trabajo
cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de
justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo. Por eso, unidos a los ángeles y a los
santos, cantamos con alegría el himno de tu alabanza:

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ADVIENTO
Prefacio I de Adviento
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de
redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando
venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos
alcanzar. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio II de Adviento
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. A
quien los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo
proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede
ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así,
cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza. Por eso, con los ángeles y los
arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio III de Adviento


En verdad es justo darte gracias, es nuestro deber cantar en tu honor himnos de
bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado. Tú nos
has ocultado el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de la historia,
aparecerá revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo. En aquel día terrible
y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro
encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y
por el amor demos testimonio de la esperanza dichosa de su reino. Por eso, mientras
aguardamos su última venida, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos sin cesar el
himno de tu gloria:

Prefacio IV de Adviento
En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo, todopoderoso y eterno. Te
alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el misterio de la Virgen Madre. Porque,
si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno virginal de la hija de Sión ha
germinado aquel que nos nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el
género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido
devuelta en María. En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del
pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Así, donde había crecido el
pecado, se ha desbordado tu misericordia en Cristo, nuestro Salvador. Por eso, con todos
los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:

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NAVIDAD
Prefacio I de Navidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque gracias al misterio
de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo
resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo
invisible. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio II de Navidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque en el misterio santo que hoy celebramos, Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del
Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo: el que era invisible en su
naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra; el eterno, engendrado antes del tiempo,
comparte nuestra vida temporal para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que
estaba caído y restaurar de este modo el universo, para llamar de nuevo al reino de los
cielos al hombre sumergido en el pecado. Por eso, unidos a los coros angélicos, te
aclamamos llenos de alegría

Prefacio III de Navidad


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Por él, hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva, pues al
revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición, no sólo confiere dignidad eterna a la
naturaleza humana sino que por esta unión admirable, nos hace a nosotros eternos. Por
eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:

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SANTA MARÍA VIRGEN


Prefacio de Santa María Virgen I
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar y bendecir y
proclamar tu gloria en la fiesta de Santa María siempre virgen Porque ella concibió a tu
único Hijo por obra del Espíritu Santo, y, sin perder la gloria de su virginidad, derramó
sobre el mundo la Luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro. Por él, los ángeles y los
arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Prefacio de Santa María Virgen II


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Señor, y
proclamar tus maravillas en la perfección de tus santos; y, al conmemorar a la
bienaventurada Virgen María, exaltar especialmente tu generosidad inspirándonos en su
mismo cántico de alabanza. En verdad hiciste obras grandes en favor de los pueblos, y
has mantenido tu misericordia de generación en generación, cuando, al mirar la
humillación de tu esclava, por ella nos diste al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y
Señor nuestro. Por él, los ángeles y arcángeles te adoran eternamente, gozosos en tu
presencia. Permítenos unirnos a sus voces cantando tu alabanza:

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APÓSTOLES
Prefacio de apóstoles I
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno. Porque no abandonas
nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos Apóstoles lo proteges y conservas,
y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes
tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio. Por eso, con los ángeles y arcángeles y
con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio de apóstoles II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre llanto, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque has cimentado tu Iglesia sobre la roca de los Apóstoles, para que permanezca en
el mundo como signo de santidad y señale a todos los hombres el camino que nos lleva
hacia Ti. Por eso, Señor, con los ángeles te alabamos ahora y por siempre diciendo con
humilde fe:

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SANTOS PASTORES
Prefacio de santos pastores
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu
Iglesia con el ejemplo de su vida, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su
intercesión. Por eso, con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza
diciendo sin cesar:

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SANTOS MÁRTIRES
Prefacio de los santos mártires
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque la sangre del
glorioso mártir San N. derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre,
manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo
débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro. Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo
sin cesar:

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SANTAS VÍRGENES Y RELIGIOSOS


Prefacio de santas vírgenes y religiosos
En verdad es justo y necesario, que te alaben, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra,
y, al recordar a los santos que por el reino de los cielos se consagraron a Cristo,
celebremos la grandeza de tus designios. En ellos recobra el hombre la santidad
primera, que de ti había recibido, y gusta ya en la tierra los dones reservados para el
cielo. Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:

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SANTOS
Prefacio de santos I
En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque
manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu
propia obra. Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la
participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos
sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se
marchita, por Cristo, Señor nuestro. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con la
multitud de los santos, cantamos sin cesar el himno de alabanza:

Prefacio de santos II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia
con vitalidad siempre nueva, dándonos así pruebas evidentes de tu amor. Ellos nos
estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayudan con su intercesión. Por
eso, ahora, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos
diciendo:

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DIFUNTOS
Prefacio de difuntos I
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
En él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir
nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los
que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada
terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo. Por eso, con los ángeles y
arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Prefacio de difuntos II
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él aceptó la muerte, uno por todos, para librarnos del morir eterno; es más, quiso
entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna. Por eso, unidos a los coros
angélicos, te aclamamos llenos de alegría:

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