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EL DON DE LA TIERRA
El libro de Josué tiene como uno de sus temas principales la narración de la conquista de
la Tierra prometida, que según el autor sagrado ocurre luego de la muerte de Moisés.
La tierra ocupa un lugar predominante no solo dentro de la narración en sí misma, sino de
toda la historia deuteronomista, pues desde los orígenes de Israel, la tierra ha sido
considerada como un don de Dios, como una promesa divina que es fruto en primer lugar
de la misericordia de Dios y en segundo lugar como recompensa a la fidelidad que el pueblo
hebreo muestra a la ley de Yahvé.
Es por esta razón que la comprensión del don de la Tierra en estos libros (Josué, Jueces),
debe hacerse no sólo desde una mera estricta posición histórica, sino más bien desde una
visión religiosa; esto es: comprender la tierra como un elemento teológico, como figura
esencial en el plan de Dios que quiere entrar en comunión con el hombre y alentar su
esperanza; razón por las cual son dignas de recordar las palabras del Concilio Vaticano II
“…Estos libros, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos enseñan
la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibirlos con devoción, porque
expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una
sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el
misterio de nuestra salvación” (Constitución dogmática Dei Verbum n.15).
Teniendo presente esta enseñanza del Concilio, es menester recordar entonces el sentido
espiritual de la Tierra, que para el pueblo de Israel no sólo constituye un signo de estabilidad
y también de riqueza, sino que representa la plenitud de la travesía por el desierto y el
verdadero final de la esclavitud padecida en Egipto.
La entrada en la Tierra prometida, confirma la elección que hace Dios por el pueblo de
Israel; la conquista de ella, es a su vez una forma de alianza; en ella Dios ha participado,
asegurando la victoria de su pueblo, acompañándolo día y noche, en las luchas más
encarnizadas, asegurándole siempre su protección y victoria; no obstante, la tierra no cae
del cielo, razón por la cual corresponde a los hombres de Israel poner de su parte y luchar
por conquistarla, ellos deben incluso sacrificarse, pelear, sufrir, arriesgarse e incluso dar la
vida, para que ellos - y si no ellos - sus familiares y compatriotas puedan disfrutar del bien,
que concedido por Dios, asegurará su sustento, permanencia, estabilidad y riqueza.
Todo lo anterior, es expresión de un evidente objetivo: Israel debe tomar conciencia y
descubrir que la Tierra prometida es comunión con Dios Yahvé, es vivir con Dios, y su
posesión comienza aquí abajo con el esfuerzo, el trabajo, la lucha y el sacrificio, a fin de
que su posesión perfecta sea en la patria celestial, así las cosas, la verdadera tierra ya no
será un mero concepto geológico, sino que será el mismo Dios “El Señor es lote de mi
heredad” (Sal 15,5).
En razón de anterior, considero pertinente, analizar algunos aspectos que rodean la
posesión de la Tierra prometida narrados en el libro de Josué y compartidos en el desarrollo
de las clases.
HISTORIA DEUTERONOMISTA
EXAMEN PARCIAL – SEPTIEMBRE 17 DE 2019 -
PROFESOR: P. LIBARDO ESAU ZAPATA YEPES
ESTUDIANTE: CARLOS ANDRES GONZÁLEZ GALVIS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA