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LA  PROPIEDAD  TERRITORIAL  

INDÍGENA  EN  LA  PROVINCIA  


DE  BOGOTÁ
Del  proteccionismo  a  la  disolución  
(1831-­‐1857)

Fernando  Mayorga  García

Ediciones  Academia  
Colombiana  de  Jurisprudencia

Colección Portable

Bogotá,  D.C.,  2012


LA  PROPIEDAD  TERRITORIAL  INDÍGENA  
EN  LA  PROVINCIA  DE  BOGOTÁ
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)
© Fernando Mayorga García

Primera edición: Septiembre de 2012


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medio sin previa autorización del Editor.

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Academia Colombiana de Jurisprudencia
Calle 84 No. 9-32. Teléfono 6114070. Fax 6211420.
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Bogotá, D.C., Colombia.

Dirección Editorial y Diseño: Maruja Esther Flórez Jiménez


Impresión: Editorial Digiprint Editores.
Bogotá, D.C.

ISBN. Libro: 978-958-8392-36-3


DEDICATORIA

A Ignacio y Jerónimo,
razón y motor de mi existencia
CONTENIDO

Presentación............................................................................... 9
1.  El  marco  político  nacional.................................................... 11
2.  La  regulación  sobre  los  resguardos  indígenas  
en  la  provincia  de    Bogotá....................................................... 25
2.1. La Ley de 1832, el decreto que la reglamentó y las circulares
que la desarrollaron. Opiniones sobre las dificultades de su
aplicación...................................................................................... 25
2.2. La Ley de 1834 que confirió competencia a las Cámaras
Provinciales para regular el tema del repartimiento de
resguardos y el Decreto de ese mismo año expedido por la
Cámara de Provincia de Bogotá sobre la materia.................... 52
2.3. Un nuevo decreto de la Cámara de Provincia de
Bogotá sobre el repartimiento de resguardos, este de 1835.
Dificultades para su ejecución.................................................... 75
2.4. El Decreto de la Cámara provincial de Bogotá de 1836 y
las dos Circulares enviadas por el Poder Ejecutivo nacional
a todos los Gobernadores de Provincia..................................... 82
2.5. Dos Decretos de la Cámara Provincial de Bogotá: el de
1838 y el de 1840............................................................................ 97
2.6. La ley nacional del 23 de junio de 1843............................... 119
2.7. La Ordenanza 15 de la Recopilación de 1847 y el Decreto
expedido para su reglamentación.............................................. 138
2.8. La Ley Orgánica de la administración y régimen muni-
cipal de 1848, el informe del Gobernador (septiembre de ese
año) y la consiguiente expedición de una nueva Ordenanza,
por la que se suspendió la medición y repartimiento de los
resguardos de indígenas.............................................................. 174

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La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

2.9. La ley nacional de 1850 que abrió la puerta a la libre


enajenación de las tierras producto de la división de los
resguardos de indígenas. La Ordenanza 141.......................... 179
2.10. La división de la Provincia de Bogotá en 1852 y la
regulación de la propiedad territorial indígena en cada
una de ellas.................................................................................. 200
2.11. La reunificación de la Provincia de Bogotá en 1855. La
creación del Estado Federal de Cundinamarca en 1857....... 206

8
PRESENTACIÓN

Desde hace muchos años nos hemos preguntado si era


o no válida la afirmación conforme a la cual los caste-
llanos despojaron a los pueblos originarios de su pro-
piedad territorial. Para resolver el dilema, de tiempo
atrás nos hemos dado a la tarea de observar la manera
como el Estado indiano, primero, y luego la República,
abordaron el tema de la propiedad territorial indíge-
na, sobre el cual ha habido diversas interpretaciones
por parte de los estudiosos del tema, no siempre ajus-
tados a lo que muestra la historia del derecho.
Hoy sabemos, y así lo hemos dicho en el texto titu-
lado “Los derechos de los pueblos originarios sobre
sus tierras de comunidad: Del Nuevo Reino de Gra-
nada a la República de Colombia”, escrito a cuatro
manos con Mónica Martini y publicado en el volu-
men Un giudice e due leggi. Pluralismo normativo
e conflitti agrari in Sud América (Edición a cargo de
Mario G. Losano), Milano, Università degli studi di
Milano, Dipartimento Giurico-Politico, Sezione de
Teoría Generale e Informatica del Diritto, 2004, que
la Corona española protegió las tierras de las comu-
nidades originarias, las que solo al final del siglo
XVII, y en proceso que sería largo describir, empeza-
ron a ponerse en tela de juicio.
Iniciada la fase republicana, el nuevo orden jurídico
reconoció la propiedad en comento, pero resolvió di-
vidirla a fin de entregarla de forma individual a los
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indígenas. Si bien el proyecto de división se esbozó de


una manera muy clara en 1821, fue a partir de 1832
cuando se aceleró, aunque, hay que decirlo, no avanzó
de manera uniforme en todo el territorio colombiano.
En efecto, provincias como las de Popayán y Pasto,
mediante el uso de mecanismos legales de diversa
índole lograron frenar el proceso, mientras que otras,
como la que aquí nos ocupa, lo llevaron hasta sus úl-
timas consecuencias, por lo que podemos afirmar que
durante la fase provincial, en la Provincia de Bogotá,
se liquidaron la mayoría de los resguardos indígenas
existentes al momento de la independencia.
Con posterioridad a la historia que aquí se narra
vendrá la fase estatal, en que cada Estado, prime-
ro Federal y luego Soberano, legislaron omnímo-
damente sobre el tema, por lo que hubo diferentes
posturas: mientras que el Estado de Cundinamarca
seguirá por el camino de la liquidación, el del Cauca,
por ejemplo, protegerá los resguardos, para lo cual
dictará, entre otras disposiciones legales, la conoci-
da Ley 90 de 1859, que será el modelo sobre el que
se calcará, ya durante la República unitaria, la Ley
89 de 1890, que constituye un estatuto de protección
con alcances hasta el momento actual.
Pero eso y lo que viene después es otra historia, que
esperamos contar más adelante. Por ahora mostra-
remos la manera como la Provincia de Bogotá abor-
dó el tema de la propiedad territorial indígena, uno
de los más importantes de la agenda gubernamen-
tal de la época.
Bogotá, jueves 6 de septiembre de 2012

10
En este escrito pretendemos mostrar la evolución de
la propiedad territorial indígena en el lapso compren-
dido entre 1831 y 1857 en la provincia de Bogotá, una de
las provincias de la Nueva Granada. Siguiendo con la
línea definida en la fase anterior, la comprendida entre
1810 y 1831, cuando la liquidación de los resguardos se
concibió como una medida necesaria en la búsqueda
de integración de la población indígena dentro del
proyecto de la nueva nación republicana, en la fase
que aquí se estudia se va a continuar en esa dirección,
si bien es cierto que existirán voces que señalarán la
necesidad de llevar adelante el proceso con lentitud
y cautela, siempre en la búsqueda de la protección de
un grupo humano que es descrito siempre como pro-
fundamente necesitado de protección.

1.  El  marco  político  nacional


El 7 de mayo de 1831 se convocó la Convención
que se reunió el 20 de octubre en Bogotá con el
propósito de redactar un nuevo texto constitucio-
nal tras la separación tanto de Venezuela como
del Ecuador1. La nueva Constitución, sancionada

1
Para este período cfr. POMBO, Manuel Y GUERRA, José Joaquín,
Constituciones de Colombia, t. III, Bogotá, Biblioteca Popular
de Cultura Colombiana, 1951, pp. 230-249.

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el 1º de marzo de 18322, organizó el Estado de


la Nueva Granada dividiendo a la República en
provincias, cuyos poderes quedaron, respectiva-
mente, el ejecutivo, en manos de un gobernador
nombrado por el Presidente de la República, “to-
mándolos dentro de los presentados por las Cá-
maras de Provincia”, y el legislativo, en un órga-
no colegiado denominado Cámara Provincial.
La provincia donde se ubicaron los poderes del
Estado fue la de Bogotá, en el centro del país,
compuesta por los cantones de Bogotá3, Cáqueza4,

2
Firmó la nueva Constitución como presidente del Cuerpo
constitucional el diputado José María Estévez, obispo de
Santa Marta, el 29 de febrero de 1832. Como vicepresidente,
la suscribió el de la Corporación, Mauricio José Romero,
y luego, todos los diputados y el Secretario, Florentino
González. Recibió luego la sanción ejecutiva con la firma
del presidente provisional José María Obando y la de sus
ministros el 1º de marzo de 1832 (Cfr. RESTREPO CANAL, Carlos
“La Nueva Granada”, t.1: 1831-1840, en Historia extensa de
Colombia, v. VIII, Bogotá, Academia Colombiana de Historia,
1971, p. 255).
3
Compuesta por los distritos de Bogotá, Bosa, La Calera,
Engativá, Fontibón, San Antonio, Soacha, Suba, Usaquén
Usme. Los distritos de este y los demás cantones de la
provincia en PÉREZ, Felipe, Geografía general, física y política
de los Estados Unidos de Colombia y geografía particular de la
ciudad de Bogotá, 2ª edic.,Bogotá, Imprenta de Echeverría Her-
manos, 1883, pp. 112-113.
4
Cáqueza, su cabecera, y los distritos de Chipaque, Choachí,
Fómeque, Fosca, Quetame, Ubaque y Une.

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Fernando  Mayorga  García

Zipaquirá5, Chocontá6, Funza7, Fusagasugá8,


Guaduas9, Guatavita10, La Mesa11, San Martín12,
Tocaima13 y Ubaté14.
El artículo 2º de las disposiciones transitorias con
las que concluía la Carta constitucional ordenaba
elegir presidente y vicepresidente encargados de
ponerla en ejecución. En cumplimiento de ello, en
la sesión del 9 de marzo de 1832 la Convención
eligió para presidente a Francisco de Paula San-
tander, exiliado para entonces en Nueva York,

5
Zipaquirá, su cabecera, y los distritos de Cajicá, Cogua,
Cota, Chía, Gachancipá, Nemocón, Pacho, Sopó, Suesca,
Tabio y Tocancipá.
6
Chocontá, su cabecera, y los distritos de Machetá, Manta y
Tibirita.
7
Funza, su cabecera, y los distritos de Bojacá, Zipacón,
Facatativá, Serrezuela, Subachoque y Tenjo.
8
Fusagasugá, su cabecera, y los distritos de Cunday, Pandi,
Pasca y Tibacuy.
9
Guaduas, su cabecera, y los distritos de Chaguaní, La Vega,
Nimaima, Nocaima, Qubradanegra, San Juan de Rioseco,
Sasaima, Vergara y Villeta.
10
Guatavita, su cabecera, y los distritos de Chipazaque,
Gachalá, Gachetá, Guasca y Sesquilé.
11
La Mesa, su cabecera, y los distritos de Anapoima,
Anolaima, Bituima, Colegio, Quipile, Síquima y Tena.
12
San Martín, su cabecera, y los distritos de Cabuyaro,
Concepción de Arama, Giramena, Medina, San Antonio de
Iracá, San Juan y Santo Tomás.
13
Tocaima, su cabecera, y los distritos de Carmen, Guataquí,
Melgar, Nariño, Nilo, Pulí, Santa Rosa y Viotá.
14
Ubaté, su cabecera, y los distritos de Cucunubá, Fúquene,
Guachetá, La Mesa, Lenguazaque, Simijaca, Susa, Suta y Tausa.

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y para vicepresidente al jurista José Ignacio de


Márquez15 quien, en ausencia de Santander, ejer-
ció el Ejecutivo desde el 10 de marzo de 1832 hasta
el regreso de su titular el 7 de octubre16.
El mandato de Santander se extendió hasta marzo
de 1837 y se caracterizó por la búsqueda de estabi-
lidad política y por una intensa labor de reorgani-
zación administrativa. Al finalizar su período, José
Ignacio de Márquez derrotó al candidato oficialis-
ta José María Obando. Márquez llegó al poder el 1º
de abril de 1837 con el apoyo de los bolivarianos
que, hasta entonces, se habían mantenido margi-
nados de la política: esto permitió al Presidente
electo trabajar por la conciliación nacional y bus-
car un equilibrio en los puestos gubernamentales
entre los sectores en pugna: pese a los esfuerzos
de Márquez por mostrarse conciliador, Santander
y sus colaboradores se aferraron a un partidismo
abiertamente hostil17.
La guerra civil de 1839-1842, desatada durante el
gobierno de José Ignacio de Márquez afianzó el

15
Sobre José Ignacio de Márquez ver: CUERVO MÁRQUEZ,
Carlos, José Ignacio de Márquez, edic. facsímil, Bogotá, Imprenta
Nacional, 1981, 2 vol. [1ra. edic. 1917].
16
Cfr. RESTREPO CANAL, “La Nueva Granada”, t.1: 1831-1840,
pp. 258-259 y 305.
17
SAFFORD, Franck, “Desde la época prehispánica”, en El ideal
de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en
Colombia, Bogotá, Empresa Editorial Universidad Nacional-
El Áncora Eds., 1989, p. 296.

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Fernando  Mayorga  García

régimen conservador en Colombia y dio paso a una


nueva época tanto política como intelectualmente.
La guerra denominada “de los Conventos” o de
los “Supremos” tuvo su origen en la aplicación
de una disposición legal tomada en 1821 y per-
manentemente pospuesta: por Ley de 8 de junio
de 1839 se procedió a la supresión de los conventos
que albergaran menos de ocho religiosos para
destinar sus locales y bienes al fomento de las
misiones y de la educación. A causa de ello, varios
caudillos militares inconformes, entre ellos José
María Obando, se levantaron contra el gobierno
apoyados por los gobernadores liberales y durante
tres años mantuvieron una guerra en defensa de
la religión ultrajada. Finalmente, Obando será
derrotado por Tomás Cipriano de Mosquera, José
Ignacio de Márquez y Pedro Alcántara Herrán,
quien será elegido Presidente para el período 1841-
184518. Para reafirmar su dominio sobre el país,
los conservadores buscaron fortalecer el gobierno
central, para lo cual fue fundamental el texto
constitucional aprobado en 184319; sin embargo,

18
GAVIRIA LIÉVANO, Enrique, El liberalismo y la insurrección
de los artesanos contra el libre cambio. Primeras manifestaciones
socialistas en Colombia, Bogotá, Universidad Jorge Tadeo
Lozano, 2002, pp.105-106. Sobre Pedro Alcántara Herrán, ver
POSADA, Eduardo e IBAÑEZ, Pedro María: Vida de Herrán,
Bogotá, Academia Colombiana de Historia, Biblioteca de
Historia Nacional, vol. III, 1903, 476 pp.
19
Verla en POMBO -GUERRA, Constituciones de Colombia, t. II,
pp. 957-1002. Era presidente del Senado José Ignacio de

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la incapacidad para mantener la cohesión dentro


del partido, dará lugar al rápido crecimiento de
los liberales que recuperarán el poder en 1849.
Mientras tanto, llegaba a la presidencia Tomás
Cipriano de Mosquera (1845-1849). A estas alturas,
los liberales no hubieran podido desmantelar
el sistema sin un mínimo de apoyo de los con-
servadores que no sólo controlaban el Ejecutivo
sino también el Senado. Pero el conservatismo
cayó en un creciente estado de confusión20. Tras
su llegada al poder, el Presidente electo se rodeó
de secretarios y gobernadores escogidos dentro
del partido de los antiguos ministeriales: hombres
de tendencias conservadoras con matices de
liberalismo moderado y antiguo bolivarianismo.
Por tener presentes los gérmenes de la agitación
social que perturbaba a Europa, Mosquera se refirió
a sus colaboradores como “patriotas progresistas”
o “liberales moderados”: sin embargo, no pudo
impedir que los grupos de avanzada lo atacaran
identificando su gobierno con el del general Herrán

Márquez, presidente de la Cámara de Representantes Juan


Clímaco Ordóñez, senador secretario José María Sáiz y
diputado secretario de la Cámara de Representantes Vicente
Cárdenas. El texto fue sancionado el 20 de abril de 1843
por el Presidente Pedro Alcántara Herrán, con la firma
del Secretario del Interior y Relaciones Exteriores Mariano
Ospina, del Secretario de Hacienda Rufino Cuervo y del
Secretario de Guerra y Marina José Acebedo.
20
SAFFORD, El ideal, p.204.

16
Fernando  Mayorga  García

e impugnándolo por su defensa de los jesuitas21.


Para acercarse a la oposición liberal, en mayo de
1846, tras la caída de su primer gabinete, nom-
brará como Secretario de Hacienda al liberal clásico
Florentino González22.
La revolución francesa de 1848 y sus consecuen-
cias restituyeron al Viejo Mundo su función de
paradigma político de Hispanoamérica: la invo-
cación a sucesos europeos e, incluso, estadouni-
denses fueron frecuentes a la hora de justificar
las reformas liberales de los años 1849-185323 que,
desde el punto de vista político, se orientaron, bá-
sicamente, a debilitar al Estado -vestigio colonial y
expresión de dominación de grupos oligárquicos-,
a disminuir las funciones del poder ejecutivo y a
fortalecer el poder del parlamento donde estaban
representados los intereses regionales.
Los cambios emprendidos por los republicanos
franceses se dejaron conocer a través de folletines,
periódicos y novelas e influyeron notoriamen-
te entre algunos letrados que, en un comienzo,

21
CASTRILLÓN ARBOLEDA, Diego, Tomás Cipriano de Mosquera,
Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S. A, 1994, pp. 315-316.
22
YOUNG, John Lane, La reforma universitaria de la Nueva
Granada (1820-1850), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo-
Universidad Pedagógica Nacional, 1994, pp. 65 y 153.
23
MARTÍNEZ, Frédéric, El nacimiento cosmopolita. La referencia
europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900,
Bogotá, Banco de la República-Instituto Francés de Estudios
andinos, 2001, pp.70-76.

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acogieron los tres principios de la revolución de


1789: igualdad, fraternidad y libertad. Sin embar-
go pronto quedó claro que los jóvenes liberales
continuaban siendo elitistas y paternalistas res-
pecto de los estratos más bajos a quienes creían
estar redimiendo de la ignorancia y de la incapa-
cidad de pensar. Aunque la libertad (de expre-
sión, de prensa, de educación, de comercio y de
empresa) siguió ocupando un lugar destacado
en la ideología liberal, las relaciones entre la elite
universitaria vestida de levita y las enruanadas
masas organizadas llevaron a la polarización po-
lítica de la década de los 5024.
Desde que en 1838 Lorenzo María Lleras25 había
fundado en Bogotá la primera Sociedad de Ar-
tesanos con el nombre de “Sociedad Democráti-
ca-Republicana” para dar instrucción a sus afilia-
dos, tales sociedades habían ido aumentando en
número y en participación política hasta que, de
simples centros de instrucción se habían converti-
do en verdaderos clubes de agitación política y de
defensa de la instauración de un Estado que los
protegiera de la competencia extranjera y preser-
vara las manufacturas nacionales26.

24
SAFFORD, “Desde la época prehispánica hasta 1875”, pp.
384-385
25
Sobre Lorenzo María Lleras, cfr. Historia de la Chancillería de
San Carlos, vol. I: “Pórtico”, pp.194-197 y OSPINA, Diccionario
biográfico, t. II, pp.590-591).
26
GAVIRIA LIÉVANO, El liberalismo, pp.99-123.

18
Fernando  Mayorga  García

Los intelectuales habían sufrido en carne propia


la reforma conservadora de la instrucción pú-
blica del gobierno de Herrán, la cual, por
intentar llegar demasiado lejos, había terminado
por causar en los estudiantes una reacción en
sentido contrario. Por su cuenta, habían buscado
con avidez el contacto con las obras de Bentham,
de Rosseau, de Voltaire, etc., con lo cual la
Universidad de Ospina Rodríguez -prolongada
en buena parte de la administración Mosquera-
había preparado, por rechazo, la generación
radical y romántica que haría su irrupción en la
vida pública durante el gobierno de José Hilario
López27.
A estas diferencias se unieron puntos de vista
opuestos en cuanto al desarrollo del proyecto li-
beral de transformación económica, respecto de
medidas tales como la liquidación de resguardos
y ejidos, la implantación del librecambio y la con-
siguiente supresión de los aranceles proteccio-
nistas. Todo ello rompió la propuesta única del
programa de Ezequiel Rojas28 de 1848 y dividió al

27
JARAMILLO URIBE, “El proceso de la educación del virreinato
a la época contemporánea”, en Manual de Historia de Colombia,
t. 3, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1980, p. 308.
Sobre López ver: GUTIÉRREZ JARAMILLO, CAMILO, José Hilario
López. “Un hombre de su siglo”, Bogotá, Cargraphics S.A., 1997.
28
Sobre Rojas ver: GUSTAVO HUMBERTO RODRÍGUEZ, Ezequiel
Rojas y la primera república liberal, prólogo de Carlos Restrepo
Piedrahita, Bogotá, Universidad Externado de Colombia,

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partido en dos grupos con intereses económicos


enfrentados: por un lado los comerciantes, aboga-
dos y tribunos, a quienes por su atuendo europeo
se denominaba “cachacos” quedaron en el sector
liberal “gólgota”29 partidario del libre cambio; por
otro, los sectores populares entre los que milita-
ban los artesanos, a quienes por su atuendo de
ruana se denominó “guaches”, se enrolaron en la
fracción “draconiana” que pugnaba por mantener
las tarifas protectoras.
Sin embargo, ambos sectores acordaron deponer
sus diferencias y presentar una sola candidatura a
las elecciones celebradas en 1849 con el fin de es-
coger el sucesor de Tomás Cipriano de Mosquera,
la del general José Hilario López quien, tras triunfar

1984 y MAYORGA GARCÍA, Fernando, La estatua de fray Cristóbal


de Torres en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 2002, pp. 251-
257.
29
Nombre que, desde el 25 de septiembre de 1850, se dio
a un grupo de estudiantes del Colegio de San Bartolomé
quienes, unidos con jóvenes profesionales como José María
Samper -más tarde conservador arrepentido- Francisco
Eustaquio Álvarez, Pablo Arosemena, Camilo A. Echeverri,
Aníbal Galindo, Ramón Gómez, Manuel Murillo Toro,
Rafael Núñez, Eustorgio Salgar, José María Rojas Garrido
y Francisco Javier Zaldúa formaron la Escuela Republicana.
Se ejercitaban en la oratoria y abrevaban en las doctrinas de
los revolucionarios franceses. Su libro preferido era la novela
El mártir del Gólgota de Enrique Pérez Escrich (VALDERRAMA
ANDRADE, Miguel Antonio Caro, p.55).

20
Fernando  Mayorga  García

sobre los conservadores Rufino Cuervo30 y José


Joaquín Gori, se posesionó el 1º de abril de 184931.
En términos generales, a partir del gobierno de
López (1849-1853) y hasta 1885 puede hablarse
de una hegemonía liberal, excluyendo el gobierno
bipartidista de Manuel María Mallarino (1855-
1857) y el de Mariano Ospina Rodríguez (1857-
1861)32 quien, aunque gobernó en nombre del
partido conservador con la exclusión burocrática
de sus contrarios, adoptó gran parte de los pos-
tulados liberales entonces en boga.
En 1851, las reformas encaradas por López lle-
varon a la oposición a la guerra. Las leyes rela-
tivas a la eliminación del fuero eclesiástico, a la
abolición de la esclavitud y a la redención de los
censos alertaron al clero, a los esclavistas y a los
conservadores, que resolvieron acudir a las armas
para oponerse al gobierno. Conocida la situación,
López hizo un llamado al pueblo para que defen-
diera las conquistas de la revolución radical y el
general José María Melo comandó la defensa de
Bogotá33.

30
Datos sobre la vida de Rufino Cuervo en: MAYORGA GARCÍA,
La estatua, pp.143-144.
31
GAVIRIA LIÉVANO, El liberalismo, pp.155-161.
32
Sobre Ospina Rodríguez puede verse: DORIS WISE DE GOUZY,
Antología del pensamiento de Mariano Ospina Rodríguez, Bogotá,
Banco de la República, 1990, 2 vols.
33
GAVIRIA LIÉVANO, El liberalismo, p.164.

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El fracaso de los cambios económicos profundiza-


ron la división del partido liberal entre gólgotas
o radicales y draconianos. La facción gólgota no
había sabido interpretar la necesidad de las ma-
sas artesanales que clamaban por la protección de
las manufacturas nacionales. Mientras el partido
conservador se limitó a ser un mero espectador de
los hechos, cada facción liberal lanzó su candida-
tura presidencial por separado: los gólgotas, la de
Tomás Herrera, los draconianos, la de José María
Obando34. Tras la llegada de Obando al poder, las
mayorías radicales del Congreso, con el apoyo de
los conservadores en algunos puntos, hicieron
sentir la fuerza de los principios revolucionarios
de 1848 en la Constitución granadina sancionada
el 21 de mayo de 1853. La Carta constitucional fa-
cultó a las provincias para expedir su propia Cons-
titución, prohibió la esclavitud, estableció el sufra-
gio universal para varones mayores de 21 años y
dispuso la elección por votación popular y directa
del Presidente, Vicepresidente, Magistrados de la
Corte Suprema de Justicia, Procurador General de
la Nación y Gobernadores de provincia.
La guerra de 1854 fue un claro ejemplo de en-
frentamiento de clases durante el siglo XIX. Los
gólgotas, unidos a los conservadores, se oponían

34
Sobre Obando puede verse A.J. LEMOS GUZMÁN, Obando.
De Cruzverde a Cruzverde, 2ª edic., Popayán, Universidad del
Cauca, 1959.

22
Fernando  Mayorga  García

sistemáticamente a todos los proyectos que vinie-


ran del Ejecutivo a fin de paralizar la acción del
gobierno. No sólo se opusieron a un proyecto de
alza de los derechos de importación por la que
tanto habían solicitado los artesanos sino, ade-
más, a una petición por aumentar la fuerza pú-
blica. Fuera de ello, intentaron proponer la abo-
lición del grado de general, con lo cual buscaban
deshacerse del general José María Melo, hombre
de confianza de Obando. Las “gentes de unifor-
me” y las de “ruana” reaccionaron con excitación:
ambos sectores, víctimas de los gólgotas, descar-
garán su ira en la revolución artesano-militar de
1854 que se inició con el golpe de estado del 17 de
abril. Cuatro generales -Herrán, Mosquera, López
y Herrera- armaron ejércitos y convergieron sobre
Bogotá derrotando al insurgente el 4 de diciem-
bre35. El período presidencial de Obando fue con-
cluido por Manuel María Mallarino, tras un breve
interregno en que el Ejecutivo estuvo a cargo del
panameño José de Obaldía.
Bajo la vigencia de la Constitución de 1853 y
por circunstancias que no es del caso mencionar
aquí36, el 27 de febrero de 1855 se expidió un
“Acto adicional a la Constitución”, por el cual se

35
TIRADO MEJÍA, “El Estado y la política”, p.173; GAVIRIA
LIÉVANO, El liberalismo, pp.174-177.
36
Véase PÉREZ AGUIRRE, Antonio, Veinticinco años de historia
colombiana.1853 a 1878. Del centralismo a la federación, Bogotá,

23
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

creó el Estado de Panamá37. Los representantes


de las demás provincias exigieron se dejara
abierta la puerta para la erección de nuevos
Estados Federales38. Por esta vía, entre junio de
1856 y junio de 1857 se crearon el Estado Federal
de Antioquia39; el de Santander -unificando el
territorio de las entonces provincias de Pamplona

Academia Colombiana de Historia (Biblioteca Eduardo Santos,


v. XVIII),1959, pp.29 y ss.
37
Era Presidente del Senado Pedro Fernández Madrid,
Presidente de la Cámara de Representantes Tomás Cipriano
de Mosquera, Secretario del Senado Juan Esteban Zamarra y
Secretario de la Cámara de Representantes Manuel Pombo.
El Acto adicional fue sancionado por el Vicepresidente
de la República, encargado del Poder Ejecutivo, José de
Obaldía, con la firma de los Secretarios de Gobierno, Pastor
Ospina, de Hacienda, José María Plata, de Guerra, Pedro
Alcántara Herrán y de Relaciones Exteriores, Cerbeleón Pinzón
(Codificación Nacional, t. XVI, pp. 103-105).
38
En consecuencia, el artículo doce del Acto adicional señaló
que “una ley podrá erigir en Estado que sea regido conforme
al presente acto legislativo, cualquiera porción del territorio
de la Nueva Granada. La ley que contenga la erección de
un Estado, tendrá la misma fuerza que el presente acto de
reforma constitucional, no pudiendo ser reformado sino por
los mismos trámites de la Constitución” (Ídem, p.105).
39
El artículo 1º de la Ley expedida para el efecto el 11 de junio
de 1856 consignaba: ”de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 12 del Acto adicional a la Constitución, expedido
en 27 de febrero de 1856, erígese el Estado Federal de
Antioquia, compuesto de la actual provincia de ese mismo
nombre”(Codificación Nacional, t. XVII, p. 72).

24
Fernando  Mayorga  García

y Socorro40-; y los Estados Federales del Cauca,


Boyacá, Bolívar, Magdalena y Cundinamarca41

2.  La  regulación  sobre  los  resguardos  indígenas  


en  la  provincia  de    Bogotá.
2.1. La Ley de 1832, el decreto que la reglamentó
y las circulares que la desarrollaron. Opiniones
sobre las dificultades de su aplicación.
El tema de la propiedad territorial indígena en
la Nueva Granada fue abordado por la misma
Convención que expidió la Constitución de 1832,
que expidió una Ley, el primero de cuyos ocho
artículos impuso al Poder Ejecutivo la obligación
de dictar las providencias necesarias para que
dentro del año siguiente a la publicación de la
Ley, quedaran “cumplidas las disposiciones de la
de 11 de octubre de 1821 sobre distribución de los
resguardos de tierras entre los indígenas”42.

40
Codificación Nacional, t. XVII, p. 335.
41
Ley de 15 de junio de 1857, en Codificación Nacional, t. XVII,
p. 356. Poco tiempo después, concretamente el 24 de octubre de
ese año, Cundinamarca adoptó su primer texto constitucional
(Verlo en RESTREPO PIEDRAHITA, Carlos, Constituciones de la
primera república, t. IV (1), pp. 1027-1048).
42
Artículo 1º de la Ley de 6 de marzo de 1832. La Ley fue
acordada por la Convención cuatro días antes, y aparece
suscrita por el Presidente de la misma, José María, Obispo
de Santa Marta y por el Secretario, Florentino González. Fue
sancionada por el Presidente José María Obando y por el
Secretario de Estado en el Despacho del Interior y Justicia

25
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

La Ley señaló que antes de procederse a la dis-


tribución, debían separarse, según la extensión
de los resguardos, de ocho a veinte fanegadas
de tierra en área de la respectiva población y sus
contornos, destinadas al fomento y aumento de la
misma, con el fin de vender o arrendar en pública
almoneda los solares para edificar en ellos43.
La tierra del resguardo debía distribuirse en doce
porciones de igual valor, destinando dos o por lo
menos una de ellas para mantener con su producto
la escuela parroquial “según sea mayor o menor
la extensión de los resguardos relativamente al
número de los indígenas”. Otra de las porciones
se destinaba para cubrir con el producto de su
venta los gastos de medición y reparto, y si hubie-
re sobrante este acrecería al terreno partible entre
los indígenas. Como bien podía suceder que los
indígenas convinieran pagar los gastos de medi-
ción y reparto, la porción destinada a este pago
acrecería al terreno partible entre ellos44.
La tierra distribuible debía partirse proporcional-
mente “en propiedad entre los indígenas”, con-
forme a lo siguiente:
1. Se formarán tantas partes cuantas sea el número
de las familias de indígenas de que conste la misma

José Francisco Pereira. Verla en Codificación Nacional, t. IV (años


1829 a 1832), Bogotá, Imprenta Nacional, 1925, pp. 344-345.
43
Artículo 3º de la Ley de 6 de marzo de 1832.
44
Artículo 4º de la Ley de 6 de marzo de 1832.

26
Fernando  Mayorga  García

comunidad, para adjudicar una a cada una; y se


reputan como familia distinta, aquellos individuos
que no estén comprendidas en otras;
2. Estas partes serán proporcionalmente mayores
o menores en lo posible, cuanto sea mayor o menor
el número de los individuos de la familia a que se
adjudique cada parte;
3. Para la formación y distribución de dichas partes,
se atenderá no solo a su extensión material, sino
también al mayor o menor valor de ellas, según
la calidad y posición del terreno y otras ventajas o
desventajas que aumenten o disminuyan su precio;
4. En la adjudicación de una parte, obtendrá la pre-
ferencia aquella familia que al tiempo de verificar-
la, tenga allí una casa u otro establecimiento45.

Para cumplir eficazmente con las reglas del reparto


tal como se dejaron expresadas, la Ley ordenó que
tanto la medida como el avalúo de los terrenos
fueran practicadas por peritos “imparciales que
nombrará la respectiva autoridad pública, con
noticia y aquiescencia del correspondiente cabildo
de indígenas”46.
A los adjudicatarios les estaba prohibido vender
la porción de tierra que se les hubiera adjudicado,
“antes del término de diez años”, pudiendo
hacerlo únicamente en los casos de cambio de
domicilio, requiriéndose además licencia previa
del jefe político del cantón. A pesar de lo estricto

45
Artículo 5º de la Ley de 6 de marzo de 1832.
46
Artículo 6º de la Ley de 6 de marzo de 1832.

27
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

de la medida, el legislador señaló que el Poder


Ejecutivo podría conceder la facultad de vender
sus tierras a los indígenas de algunas provincias,
con las precauciones debidas, y siempre que el
Gobernador de la provincia, con previo acuerdo
de la Cámara respectiva informara sobre la nece-
sidad o conveniencia de la venta, la cual en todo
caso debía hacerse en almoneda pública47.
El último artículo de la Ley dispuso, final-
mente, que
Desde el día de la promulgación de esta Ley cesará
la contribución personal que había impuesto a los
indígenas el dictador Bolívar; y desde el propio
día quedan sometidos al pago de las que afectan a
todos los granadinos48.

Para la ejecución de la Ley anterior y poco más de


un mes después, el Vicepresidente del Estado en-
cargado del Poder Ejecutivo, expidió un Decreto
“sobre parroquias de indígenas”.
En la norma se señaló que los Gobernadores de
las provincias, “por medio de los jefes políticos
y demás subalternos” harían que de manera
inmediata se formaran listas en cada una de las
parroquias de indígenas de todos aquellos entre
quienes debía hacerse el repartimiento49, en las

47
Artículo 7º de la Ley de 6 de marzo de 1832.
48
Artículo 8º de la Ley de 6 de marzo de 1832.
49
Artículo 1º del Decreto de 9 de abril de 1832, suscrito por
el doctor José Ignacio de Márquez y por el Secretario del

28
Fernando  Mayorga  García

cuales debía expresarse el número de individuos


que componía cada familia50.
Una vez confeccionadas las listas, el jefe político
“con noticia y aquiescencia del correspondiente
cabildo de indígenas” debía nombrar peritos im-
parciales que tendrían la tarea de medir y avaluar
los terrenos51.
El artículo cuarto del Decreto precisa el contenido
del tercero de la Ley, al indicar que:
Antes de verificar la partición y distribución de los
terrenos, se separarán de ocho a veinte fanegadas
de tierra en el área de la respectiva población y sus
contornos, según la mayor o menor extensión de
los resguardos, para los fines que se expresan en el
artículo 3º de la Ley52.

El Decreto señaló igualmente que con posterio-


ridad a la medición y avalúo realizada por peri-
tos, el terreno se dividiría en doce partes de igual
valor, disposición idéntica a la contenida en la
primera parte del artículo cuarto de la Ley regla-
mentada53.

Interior y Relaciones Exteriores Alejandro Vélez. Verlo en


Codificación Nacional, t. VII (Suplemento a los años de 1819
a1835), Bogotá, Imprenta Nacional, 1926, pp. 551-552.
50
Artículo 2º del Decreto de 9 de abril de 1832.
51
Artículo 3º del Decreto de 9 de abril de 1832. Este artículo habla
de jefe político, mientras que el sexto de la Ley reglamentada se
refería a “autoridad pública”, con menor precisión.
52
Artículo 4º del Decreto de 9 de abril de 1832.
53
Artículo 5º del Decreto de 9 de abril de 1832.

29
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

El Decreto precisa la noción “número de indí-


genas”, refiriéndose a familias, señalando lo si-
guiente:
En donde los resguardos fueren muy extensos y el
número de familias entre quienes debe distribuirse,
no fueren tantas, de modo que el terreno partible
pueda dar a cada una de dichas familias una
estancia bastante para su subsistencia, aunque se
quiten dos porciones de las doce en que distribuye
el resguardo, se asignarán dichas dos porciones,
conforme al artículo 4º de la Ley, para sostener
con sus productos la escuela parroquial. Más
si la extensión del resguardo fuere pequeña, en
consideración al número de familias entre quienes
debe distribuirse, solo se asignará una de las doce
partes para los gastos de la escuela54.

Conforme al Decreto, el pago de los gastos de


medición y reparto debía efectuarse una vez se
hubiera definido la o las porciones destinadas
a la escuela parroquial conforme al siguiente
procedimiento:
Concluida esta operación, el encargado de hacer el
repartimiento convocará a los indígenas, y si éstos
se convienen en pagar los costos de las diligencias
de división, avalúo y repartición, hará que se re-
partan entre las familias de indígenas, las diez u
once partes que queden después de quitadas las de
que habla el artículo anterior. Pero si los indíge-
nas no se convinieren en pagar dichos gastos hará
avaluar una de las doce porciones, y si el valor que

54
Artículo 6º del Decreto de 9 de abril de 1832.

30
Fernando  Mayorga  García

se le dé excede de lo que puedan montar los preci-


sos gastos, hará avaluar una parte de dicha porción,
cuyo precio sea bastante para cubrirlos, la cual se
venderá en pública subasta, para el efecto indicado55.

Ya definido lo relativo a las porciones destinadas


a los gastos de la escuela y a los que debían
pagarse por cuenta de las diligencias de división,
avalúo y reparto, el terreno “se dividirá en tantas
porciones como sean las familias entre quienes
debe hacerse la distribución, la cual se verificará
con arreglo a lo que prescribe el artículo 5º de la
Ley mencionada”56.
El Decreto señaló el destino de los dineros que se
recaudaran por la venta o arriendo de los solares
ubicados dentro de las fanegadas que en número
variable componían el área de la respectiva
población en una redacción que no deja dudas
sobre el deseo que se tenía en esta época de dar
fomento a la instrucción pública, en los siguientes
términos:
Las fanegadas que según el artículo 3º de la Ley
se hayan separado en el área de la respectiva po-
blación y sus contornos, se venderán a censo, o
se arrendarán por partes en pública subasta, para
que se edifique en ellas y se fomente la población.
El producto de estas tierras se destinará para los
gastos de la escuela, siempre que las porciones
deducidas al efecto no sean bastantes; pero si lo

55
Artículo 7º del Decreto de 9 de abril de 1832.
56
Artículo 8º del Decreto de 9 de abril de 1832.

31
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

fueren, podrán destinarse para los gastos de la po-


licía urbana57.

Sobre los terrenos destinados para el sostenimien-


to de la escuela, señaló el Decreto que debían
arrendarse a quien más ofreciera, en pública su-
basta “y el jefe político del cantón nombrará un
vecino honrado que recaude los productos del
arrendamiento, asignándole por su trabajo un
tanto por ciento que no exceda del seis”58.
La normativa referente al tema que aquí nos ocu-
pa se completó mediante cuatro circulares que
el Secretario del Interior y Relaciones Exteriores
Alejandro Vélez fue enviando a los gobernadores
de provincia, circulares que, en general, se profe-
rían en virtud de las consultas que tales funciona-
rios elevaban al Gobierno central.
La primera, previniendo lo que deben hacer los
Gobernadores provinciales y los jefes políticos
con las diligencias de medición, avalúo y repar-
timiento de las tierras de indígenas, fechada el
29 de octubre de 1832, está dirigida a todos los
gobernadores, en los siguientes términos:
La gobernación de Bogotá dirigió a mi despacho
la consulta de que más adelante haré mérito,
relativamente al decreto del poder ejecutivo de 9
de abril último, expedido en ejecución de la ley

57
Artículo 9º del Decreto de 9 de abril de 1832.
58
Artículo 10º del Decreto de 9 de abril de 1832.

32
Fernando  Mayorga  García

de 6 de marzo de éste año, sobre repartimiento de


resguardos de indígenas.
Se contrae la indicada consulta, a si el gobernador
que hace que los jefes políticos formen las listas de
los indígenas, y que se midan, avalúen y repartan
los terrenos de resguardos, deben inspeccionar es-
tas diligencias. S. E. el presidente reflexionando:
que es en efecto muy conveniente que los gober-
nadores examinen las enunciadas diligencias, para
ver si ellas están conformes a la ley y decreto de la
materia, ha declarado:
1º Que los jefes políticos den cuenta con dichas di-
ligencias a los gobernadores, solamente para el ob-
jeto expresado, y a fin de que las manden rehacer
si tienen algunos vicios sustanciales.
2º Que el gobernador, con vista de las diligencias
de medición y avalúo de los resguardos, y si las
halla arregladas, debe dar la orden para que se
proceda al repartimiento.
3º Que los jefes políticos no podrán arrendar o
vender la porción de los resguardos destinados al
fomento de las poblaciones, sin previa consulta y
aprobación del gobernador de la provincia.
Como el Poder Ejecutivo tiene que dar cuenta a
la próxima legislatura del cumplimiento que se
haya dado a la ley de 6 de marzo sobre repartición
de resguardos, S. E. me manda decir a US. que
oportunamente informe de lo que se haya ejecutado
o ejecutare en observancia de dicha ley, o en caso
de no cumplirse manifieste US. Las razones que
lo hayan impedido; en la inteligencia de que tal
informe debe estar en mi despacho a más tardar
para el 31 de enero del año entrante59.

59
“Circular previniendo lo que deben hacer los Gobernadores
y los jefes Políticos con las diligencias de medición, avalúo y

33
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

La segunda circular, también de Vélez, está fecha-


da el 30 de octubre. En ella, dirigida a todos los
gobernadores provinciales, se resuelve lo que de-
bía hacerse en el repartimiento de tierras de indí-
genas cuando estos tenían casas o plantaciones en
un pequeño pedazo de terreno, en los siguientes
términos:
Vista la consulta que por conducto del gobernador
de esta provincia remitió al supremo gobierno el
jefe político de Chocontá, para obtener una decla-
ratoria sobre el modo de hacer el repartimiento de
los resguardos de indígenas; y apareciendo que hay
inconvenientes de mucha gravedad en estas ope-
raciones cuando suceda que en pequeños espacios
de terreno tienen uno o más indígenas casas, plan-
taciones y árboles frutales; porque adjudicándole a
cada uno la pequeña parte que tiene así ocupada,
en obedecimiento de lo dispuesto en el numeral 4º
del artículo 5º de la ley de 2 de marzo de éste año,
habrá que señalarles en otro lugar, tal vez distante,
el resto, hasta completarles la porción de terreno
que les corresponde. Y considerando S. E. el Presi-
dente del estado: 1º que por reales que sean los per-
juicios que puedan seguirse a los indígenas cuando
acaezca que sus terrenos se les asignen en partes
no contiguas, estos inconvenientes provienen de la
naturaleza de las cosas; 2º que según se previene
en el citado artículo de la ley, no puede dejar de
adjudicarse a cada indígena el terreno que él tiene

repartimiento de las tierras de indígenas”, en Registro Oficial,


no. 19, 1832, p. 75.También en el Constitucional de Cundinamarca,
no. 59, Bogotá, domingo 4 de noviembre de 1832.

34
Fernando  Mayorga  García

ocupado con sus casas y sementeras, a no ser que


algunos por su propia conveniencia renuncien este
derecho por obtener su porción en un solo globo
de tierra; y 3º finalmente, que no es dado al Poder
Ejecutivo suspender la ejecución de una ley, por-
que de su cumplimiento resulten algunos incon-
venientes; oído el dictamen del Consejo de Estado,
ha tenido a bien resolver: que cuando algunos in-
dígenas tengan en un pequeño espacio de terreno
casas, árboles u otros establecimientos que no pue-
dan transportarse, se les consulte antes de hacer el
repartimiento si quieren no usar del derecho que
tienen al terreno que ocupan, en cambio de que se
les señale unida toda su porción, lo cual se llevará a
efecto respecto de los que convengan en semejante
arreglo, pero que aquellos que no lo admitan se ,les
asignará precisamente la parte que tienen ocupada,
y se les completará la porción que les corresponde
aunque sea en otra parte distinta.
De orden de S. E. lo digo a US. Para que cuando
ocurran algunas de las dificultades mencionadas
en la provincia de su mando en el repartimiento de
los resguardos de indígenas se arregle US. a lo que
va dispuesto60.

La tercera circular, también de Vélez y remitida a


todos los gobernadores de provincia, ordenó que
se les diera a los indígenas un documento que les

60
“Circular resolviendo lo que deba hacerse en el repartimiento
de las tierras indígenas, cuando estos tengan casas o plantaciones
en un pequeño pedazo de terreno”, en Registro Oficial, no. 19,
1832, p. 75.También en el Constitucional de Cundinamarca, no. 59,
Bogotá, domingo 4 de noviembre de 1832.

35
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

sirviera de título de propiedad de los resguardos.


La circular dice así:
Para asegurar a los indígenas la propiedad de la
porción de los resguardos que a cada uno de ellos
se distribuya, por medio de un documento que
sirva de título que la acredite, S. E. el Presidente
ha tenido a bien disponer, después de haber
sido consultado sobre este punto por el señor
gobernador de la provincia de Neiva, que los jefes
políticos franqueen a cada indígena un certificado,
con inserción de la diligencia de su repartición
respectiva, el cual pagarán los interesados.
Lo digo a US. Para que comunicándolo a quienes
corresponda, tenga su debido cumplimiento61

En adición a la anterior circular, el 4 de diciembre


siguiente Vélez firmó una más, ésta para ordenar
la conservación en los archivos de las escribanías
“cuidadosamente las diligencias de repartimiento
de las tierras de indígenas”. La disposición señala:
Siendo muy importante la conservación de todas
las diligencias, que según las disposiciones de la
materia deben practicarse para el repartimiento
de los resguardos de indígenas, el Presidente del
Estado ha dispuesto que dichas diligencias, termi-
nadas que sean, se archiven en la escribanía pri-
mera numeraria del cantón o circuito respectivo,

61
“Circular del 29 de noviembre de 1832, mandando que se dé a
los indígenas un documento que les sirva de título de propiedad
de los resguardos que se les repartan”, en Registro Oficial, no.21,
1832, p. 84.También en el Constitucional de Cundinamarca, no. 62,
Bogotá, domingo 2 de diciembre de 1832.

36
Fernando  Mayorga  García

quedando a cargo y bajo la responsabilidad del


escribano que la sirva.
Lo comunico a US., en adición a la circular que
le he dirigido relativamente al documento de
propiedad que ha de expedirse a los indígenas del
terreno que se les distribuya, para que cuide de su
cumplimiento62.

Con el propósito de cumplir con lo que le fuera


solicitado tres meses antes, en un informe fechado
el 10 de enero de 1833, el Gobernador de la Provincia
de Bogotá Rufino Cuervo63 se dirigió al Secretario
del Interior a efectos de informarle la suerte que
había tenido en la provincia la ejecución de la ley,
el decreto y las circulares del año anterior. Tras
señalar la bondad de sus propósitos, entre ellos el
más importante posibilitar la enajenación de los
bienes raíces, menciona los puntos que, de mane-
ra general, habían suscitado problemas, entre
ellos la confección de las listas de indígenas, el
nombramiento de agrimensores, la ocupación de
los resguardos por parte de los curas, las mejoras
invocadas por los arrendadores, las condiciones
naturales de los resguardos, para todos los cuales

62
“Circular ordenando que se conserven archivadas cuida-
dosamente las diligencias de repartimiento de las tierras de
indígenas”, en Registro Oficial, no. 22, 1832, p. 85.
63
Datos sobre Rufino Cuervo Barreto, quien fue candidato
a la Presidencia de la República en 1849, en MAYORGA
GARCÍA, Fernando, La estatua de fray Cristóbal de Torres en el
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, Academia
Colombiana de Historia, 2002, pp. 143-144.

37
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

propone soluciones. También se refiere a algunos


aspectos puntuales de los resguardos del Cantón
de San Martín, y a Zipaquirá, Cogua, Funza y
Soacha, para concluir afirmando que la aplicación
de la ley requiere la consulta del tiempo y de las
circunstancias, ya que los propósitos del legislador
no podían “llevarse a cabo con precipitación y sin
cálculo”. El informe dice así:
Al comunicarme US. la superior resolución del Eje-
cutivo de 29 de octubre último, sobre la inspección
que deben tener los Gobernadores en la medición,
avalúo y repartimiento de resguardos de indíge-
nas, me previno que le informe del cumplimiento
que se haya dado a la ley de la materia, del 6 de
marzo del año próximo pasado, o de las razones
que lo hayan impedido. Cumplo, pues, con tal dis-
posición, arreglándome en un todo a los hechos
que han ocurrido en éste importante negocio.
La citada ley es útil y benéfica, en general, porque
consulta, entre otras cosas, la facultad de enajenar
las propiedades raíces, conforme a lo mandado en
el artículo 197 de la Constitución, y el bienestar de
los indígenas, que, por su medio, salen del estado
de pupilaje en que hasta hoy han vivido, y los igua-
la enteramente con todos los Granadinos. Pero me
es preciso decir a US. que ella tiene muchos vacíos,
que sobre entorpecer su ejecución, causan contro-
versias y gravísimos disgustos.
Las listas de indígenas no han podido formarse con
toda exactitud, ya por estar ausentes algunos de
ellos, y ya porque la suspicacia de otros les ha he-
cho temer que se trataba de alistarlos en el servicio
militar. Para obviar, pues, tal inconveniente, debe
mandarse que en cada parroquia se fijen edictos,

38
Fernando  Mayorga  García

convocando a todos los indígenas de ella, que se


les asigne un término para comparecencia, y que,
en caso de no presentarse dentro de él, pierdan su
derecho al terreno. De otra suerte, se tocará siem-
pre la dificultad de que aún después de verificado
el repartimiento, ocurran algunos que se hallaban
ausentes, y sea preciso rehacer las diligencias, gas-
tándose tiempo, plata y paciencia, como ha suce-
dido ya.
El nombramiento de agrimensores y peritos, sin
fijar el número de ellos, ni el máximun de tiempo
y de salarios que debieran emplear y cobrar, ha
producido muchos tropiezos y contradicciones.
En unas partes se han nombrado cuatro o cinco
individuos, para la medición y avalúo, y en otras
solamente tres; allí, han durado estas operaciones
sesenta días, y más allá, dada una misma extensión
de terreno, veinte días a lo más. Los gastos, en con-
secuencia, han sido exorbitantes en varias parro-
quias, y algunas personas han imaginado que lle-
garon el día, y la ocasión de hacerse ricas. Esto ha
ocasionado fuertes censuras, en que se ha confun-
dido la disposición legal con el abuso que de ella se
haya hecho. Para remediar este mal, que no es de
poca consideración, pudiera ordenarse, 1º que en
cada Cantón se nombrasen dos avaluadores y un
agrimensor, de cuyo cargo fuese presentar al Jefe
Político un proyecto de repartimiento de los res-
guardos de cada parroquia; 2º, que estos nombra-
mientos se hiciesen por la Gobernación, a propues-
ta en terna de los Consejos municipales; 3º, que se
señalase el máximun del tiempo en que tanto los
avaluadores como el agrimensor debieran termi-
nar sus operaciones, según las órdenes del Gober-
nador; 4º, que a unos y a otros se les asignase un
sueldo fijo que debiera pagarse a prorrata por los
39
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

mismos indígenas del Cantón, o con los productos


de una pequeña parte de los resguardos; 5º, que no
se cobrasen esos derechos que ha establecido la ley
de aranceles para los juicios contenciosos, en que
el litigante temerario debe pagarlos en castigo de
su temeridad. Con la adopción de estas medidas,
se pondría coto a la codicia de algunos, se sabría
exactamente lo que los indígenas debían pagar
por el repartimiento de sus resguardos, sin tocar
la gravísima dificultad que hasta ahora se ha pre-
sentado, de tener que anticiparse la deducción de
una parte de terreno para cubrir costos cuyo mon-
tamiento aún se ignora; y, por último, se abreviaría
el cumplimiento de la ley, cuya ejecución puede
dilatarse hoy tanto tiempo, cuanto lo permita el
deseo de cada uno tenga de engrosar su bolsillo
con crecidas dietas.
A pesar de las disposiciones de las leyes de Indias
que han prohibido la enajenación o cesión de los
resguardos, en muchas parroquias se ha destina-
do una parte de ellos para servicio del cura, o en
beneficio de cofradías. Aunque legalmente debe
suponerse que ni estas ni aquellos han tenido más
que el usufructo, se ha alegado, sin embargo, el
derecho de propiedad, comprobándolo con la po-
sesión inmemorial, o convenios particulares de los
indígenas. Esto ha impedido la medición de los
terrenos, por no saberse los que hayan de repar-
tirse, y no es posible que, habiendo contradicción
(ilegible) es del resorte del poder judicial, con un
previo, largo y muy embrollado conocimiento de
causa. Es mi parecer que la ley determine la clase
de instrumentos con que se acredite aquella pro-
piedad, el término en que ellos deben exhibirse y
la autoridad que, sumaria o gubernativamente,

40
Fernando  Mayorga  García

decida las reclamaciones, sin permitirse, por nin-


gún pretexto ni motivo, el seguimiento de un jui-
cio, excepto el de queja contra el funcionario que
hubiese faltado a su deber.
Como los indígenas han tenido casi siempre en
arrendamiento sus tierras, los arrendatarios han
construido en ellas varias mejoras, con cuyo pre-
texto, y por continuar poseyéndolas por una mise-
rabilísima cantidad, que no pagan puntualmente,
han inducido a aquellos infelices a oponer una re-
sistencia a la repartición, o intentan promoverles
demandas por el pago de mejoras. Maliciosos, por
una parte, y tímidos, por otra, no quieren los indios
aceptar el beneficio de la ley, porque dicen que no
les es posible pagar lo que después les cobren los
arrendatarios. ¿No sería, pues, conveniente que el
legislador diese una regla fija que seguir en este
punto? ¿Y no lo sería, y también muy necesario,
que se estableciesen penas especiales contra los
instigadores que quieran eludir el cumplimiento
de la ley, y promueven quejas, e impertinentes ar-
ticulaciones con que turban la paz de los pueblos e
importunan a los magistrados?
La adjudicación de tierra a cada uno de los indíge-
nas tiene también dificultades que debe allanar el
legislador. No todos los resguardos son iguales; y
aunque la ley de 6 de marzo ha tenido presente su
mayor o menor fertilidad, hay otra circunstancia
que no debe perderse de vista. La mitad de algunos
se inunda en invierno, y entre tanto, los indígenas
tienen que vivir y mantener sus animales en la otra
mitad que se halla elevada. Destruida la comuni-
dad de las tierras, ¿Qué hará el individuo a quien
le toque su parte en el terreno que se inunda? Creo
que para salvar estos obstáculos naturales, y que

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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

la ley se cumpla puede acordarse de que a todos


los indígenas se reparta proporcionalmente el te-
rreno alto, para que allí tengan sus habitaciones y
sementeras, y que el bajo, expuesto a inundaciones
que impiden deslindes parciales, sea justipreciado
separadamente, y su valor se divida con propor-
ción entre ellos, de manera que no se les conceda
más que derechos que puedan vender, o les sirvan
para mantener sus animales en tiempo de verano.
Lo propio puede resolverse con respecto a aquella
porción de resguardos que es montuosa o inaccesi-
ble o no admite una cómoda división.
Fuera de los motivos antedichos, han ocurridos
otros de un orden singular que han entorpecido la
entera ejecución de la ley de 6 de marzo. A esta
clase pertenecen los que me expuso el Jefe Políti-
co de san Martín y que sometí a la consideración
del Ejecutivo por conducto de US. El 13 de agosto
último y en cuyo mérito se mandó suspender el re-
partimiento de resguardos de aquel cantón. En los
demás de la Provincia tampoco se ha aún verifica-
do, pues el que tuvo lugar en Zipaquirá y Cogua
fue declarado nulo por la Gobernación. Actual-
mente se trata de llevar a efecto en Funza y Soa-
cha, en virtud de haberse aprobado las diligencias
de medición y avalúo y en otras parroquias están
practicándose estas operaciones, o formándose las
correspondientes listas de indígenas, demoradas
por las causas enunciadas, o por la ignorancia y
poco celo de los subalternos. Yo he querido que se
proceda en este negocio con la mayor circunspec-
ción y tino, porque están de por medio intereses
de mucha monta, la justicia y aún la quietud de los
pueblos, cuyo orden es mi primera atribución con-
servar. No es posible, señor Secretario, que en un

42
Fernando  Mayorga  García

año pueda efectuarse aquella medida, sin haber-


se removido los obstáculos que se oponen a ella,
cuando el Congreso de 1821 quiso que, para ello, se
consultasen el tiempo y las circunstancias, según lo
expresa el artículo 3º de la ley de 4 de octubre del
año undécimo. Una mejora que tanto se relaciona
con la civilización, con la riqueza y con el mejora-
miento de la raza indígena, no puede llevarse a
cabo con precipitación y sin cálculo.
(ilegible) estas cortas indicaciones, hijas de mi
experiencia, para que sean discutidas, adelantadas
o corregidas, y de cualquier modo se acuerden las
reformas que se crean convenientes en beneficio
público.
Dios guarde a US.64

Las circulares para absolver las dudas que ocasio-


naba la distribución de los terrenos de indígenas
continuaron remitiéndose por la Secretaría de lo
Interior y Relaciones Exteriores, que continuaba a
cargo de Alejandro Vélez, a los Gobernadores de
Provincia en enero de 1833. La primera de ellas,
fechada el 11 de enero, proferida con ocasión de
una consulta del gobernador de Pamplona, decla-
ró que correspondía a los Jefes Políticos y Alcal-
des Parroquiales hacer el repartimiento y adjudi-
cación de las tierras de indígenas. Textualmente:
Con ocasión de haber consultado el Gobernador
de Pamplona quien debe hacer la distribución del
terreno de los resguardos a los indígenas interesados,

64
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 69, Bogotá, domingo
13 de enero de 1833.

43
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

y habiendo considerado S. E. el Presidente: que no


son bastantes expresas en este punto las disposi-
ciones de la ley de 6 de marzo, del decreto de 9
de abril último, y de las demás órdenes que se han
expedido en la materia, ha declarado: que son los
jefes políticos, o los alcaldes parroquiales, por de-
legación de aquellos, en los lugares distantes de la
cabecera del cantón, los que deben hacer el reparti-
miento y adjudicación de las tierras de los resguar-
dos, con arreglo a las diligencias previas que deben
practicarse65.

La segunda circular, esta del 16, se profirió con


ocasión de una consulta del Gobernador de la
Provincia de Popayán. En ella se determinó de
donde debían hacerse los gastos ocasionados por el
traslado de los Jefes Políticos a las parroquias para
practicar las diligencias de medición y avalúo de
las tierras de indígenas en los siguientes términos:
Habiendo dudado el Gobernador de Popayán de
donde debieran cubrirse los gastos que se causen
por los Jefes Políticos en su traslación a las parro-
quias con el objeto de practicar las diligencias de
medición y avalúo de las tierras de los resguardos
de indígenas, S. E. el Presidente declaró: que di-
chos gastos están comprendidos y deben compren-
derse en los que se mandan abonar por el artículo
4º de la ley de 6 de marzo del año próximo pasado,
y por el artículo 7º del decreto de su ejecución, de 9
de abril del mismo año.

65
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 70, Bogotá, domingo
20 de enero de 1833.También Registro Oficial, no. 1,1833, p. 2.

44
Fernando  Mayorga  García

S. E. me ordena comunicar a US. Esta resolución,


para que tenga cumplimiento en la provincia de su
cargo66.

La tercera circular, de tres días después, determinó


entre que indígenas debía hacerse el reparto de
resguardos, diciendo:
Habiéndose representado al Poder ejecutivo varias
dudas sobre qué indígenas tenían derecho en el re-
partimiento de los resguardos, S. E. el Presidente
tuvo a bien consultar al Consejo de Estado, y en
vista del dictamen de ésta Corporación, ha resuel-
to se diga a US.: que debe hacerse la distribución
de los resguardos entre las familias de indígenas,
hasta ahora tributarios, con arreglo al artículo 4º de
la ley de 4 de octubre de 1821, concordante con la
de 6 de marzo del año último que expidió la Con-
vención Granadina. US. Hallará en el capítulo 4º
del plan instructivo para la cobranza de la contri-
bución personal de indígenas, que la Secretaría de
Hacienda circuló a los prefectos el año de 1830, que
indígenas se entienden por tributarios, a fin de que
US. pueda dar una acertada ejecución a lo que va
dispuesto. Finalmente advierto a US. Que es esta
orden del Gobierno la que debe servir de norte y
de regla exclusiva en las operaciones que hayan de
practicarse relativamente a la distribución de los
resguardos, sin embargo de cualesquiera disposi-
ciones anteriores67.

66
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 70, Bogotá, domingo
20 de enero de 1833.También Registro Oficial, no. 1,1833, p. 4.
67
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 70, Bogotá, domingo
20 de enero de 1833.También Registro Oficial, no. 1,1833, p. 4.

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La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

La cuarta circular, del 23 de enero, recoge la


preocupación que Rufino Cuervo había planteado
en su informe, relativa a las medidas que debían
tomarse cuando alguna parte de los resguardos, por
convenios particulares de los mismos indígenas,
o por otros motivos se hallaran destinadas al
beneficio de cofradías o de otros objetos, por lo
que los interesados, alegando diferentes títulos de
propiedad, entre ellos el de posesión inmemorial,
“protestan” intentar acciones ante los tribunales
de justicia. Frente a esta situación, el Presidente
resolvió consultar al Consejo de Estado y expedir
la circular, previos los siguientes considerandos:
1º. Que la ley de 6 de marzo último impone al Eje-
cutivo el deber de dictar providencias eficaces, a fin
de que, a lo más dentro de un año desde su publi-
cación se practique el repartimiento de los resguar-
dos, prevenido por la ley de 11 de octubre de 1821.
2º. Que el cumplimiento de dicha ley no debe ser
anulado, ni entorpecido por las simples protestas
de los interesados en su inobservancia.
3º. Que sin embargo de esto, cuando se mueva
pleito sobre alguna o algunas porciones de los
resguardos, estas no deben ser comprendidas en
el repartimiento hasta que se decida el litigio, ya
porque pendiente el juicio nada debe innovarse, ya
por los perjuicios que se seguirían de volver a hacer
la división si perdiendo el pleito los indígenas se
quedasen sin tierras aquellos a quienes se hubiere
adjudicado el terreno litigioso.

En razón de las anteriores consideraciones, el


Ejecutivo resolvió:
46
Fernando  Mayorga  García

1º.Que no obstante cualesquiera protestas de


cualesquiera individuos contra la distribución
de los resguardos, esta distribución debe llevarse
a efecto precisamente, en conformidad de lo que
ordena la ley.
2º. Que si se moviere pleito sobre alguna o algunas
porciones de tierras comprendidas dentro de
los límites de los resguardos, se suspenda la
distribución de la porción o porciones litigiosas,
hasta que se decida el juicio por los tribunales
competentes.
3º. Que en tal hipótesis los Gobernadores exciten
a los protectores respectivos, y a los jueces que
conocen de tales negocios, para que no permitan
que se demoren más de lo que exige su naturaleza,
y
4º. Que se consulte al próximo Congreso que deberá
hacerse en el caso que declarándose a favor de los
indígenas la porción litigiosa, ella sea tan pequeña
que no sea útil a los indígenas su repartición.
De orden de S. E. lo comunico a US. Para su exacto
cumplimiento68

Una nueva circular, esta con ocasión de las dudas


planteadas por el gobernador de Tunja, fue re-
mitida a todas las provincias el 22 de febrero.
Dice así:
Al Gobernador de Tunja se le ocurrieron varias
dudas en el cumplimiento de la circular expedida
por la Secretaría de mi cargo, el mes antepasado,
previniendo que el repartimiento de los resguardos

68
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 72, Bogotá, domingo 3
de febrero de 1833.También Registro Oficial, no. 1,1833, pp. 4-5.

47
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

se hiciera entre todos los indígenas que hubieren


sido tributarios. Instruido el Presidente del estado
de las consultas de aquella autoridad dictó, con
acuerdo del Consejo de Gobierno, la resolución
que sigue:
“Donde quiera que se haya hecho el repartimiento
de los resguardos excluyendo a indígenas que eran
tributarios a quienes la ley dispone se les comprenda
en la repartición, debe esta rehacerse para incluirlos
en ella, conforme se previene por la circular de 23 de
enero último, debiéndose pagar los gastos de estas
nuevas operaciones de los mismos productos de la
venta de una parte del terreno, como se prescribe
en el artículo 4º de la ley del 6 de marzo del año
próximo pasado. Los indígenas que por no pagar
el tributo impuesto hasta que se publicó la ley de
4 de octubre de 1821, se ausentaron desde tiempos
anteriores de los pueblos, no avecindándose en otros
de indígenas sino de blancos, o han estado vagando
por diferentes lugares, no deben ser comprendidos
en el repartimiento de resguardos, porque no eran
tributarios al tiempo de la publicación de dicha ley,
según ella lo exige.
En cuanto a los indígenas que se ausentaron de
sus pueblos por no pagar el tributo impuesto en
1828 por el gobierno dictatorial de Colombia, o
por otras causas, se consultará al congreso, con
especificación de lo que deba hacerse en el caso de
declarárseles con derecho al repartimiento, y de
haberse este verificado sin comprenderlos”.
Lo comunico a US. De orden de S. E. para los fines
que son consiguientes69.

69
Ver Constitucional de Cundinamarca, no. 75, Bogotá, domingo
24 de febrero de 1833.También Registro Oficial, no. 3,1833, p. 11.

48
Fernando  Mayorga  García

¿Cómo veía la opinión este tema? A finales


de febrero de 1833 El Constitucional, en una
nota titulada “Repartimiento de resguardos”
señalaba las dificultades prácticas que se habían
presentado en la división de los resguardos,
indicando como una de las más importantes la
definición de sus beneficiarios, frente a lo cual el
Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores
había recomendado en su memoria enviada al
Congreso que fueran las Cámaras Provinciales las
que se ocuparan del “arreglo de este negocio”. El
editorial acoge la idea, señalando que el Congreso
debía ocuparse de regular tres temas básicos,
como también de otro no menos importante: el
pago de las obvenciones eclesiásticas. El informe
dice textualmente:
La ley de 6 de marzo de 1832 dispuso que se pro-
cediese a distribuir entre los indígenas los terre-
nos de que han sido usufructuarios, como ya lo
había prevenido la ley de 4 de octubre del año
11º. Útil y benéfica fue esta medida que consulta el
bienestar de aquella raza infortunada, no menos
que la riqueza nacional. Pero ¡cuántas dificultades
y tropiezos han ocurrido para su exacta ejecución!
Obstáculos en la naturaleza, que presenta terrenos
pantanosos o bosques inaccesibles a las operacio-
nes geodésicas; obstáculos en la ignorancia y estu-
pidez de los indígenas que creen recibir un daño,
cuando se les hace un beneficio; obstáculos en los
curas y arrendatarios que ocupan las más pingües
dehesas, sin pagar un precio justo y equitativo;
obstáculos, finalmente, en la famélica codicia de

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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

los prácticos, que quieren enriquecerse o hacerse


dueños de la mejor porción de las tierras, por el
solo hecho de medirlas. Todos estos inconvenien-
tes y otros más que se han representado al Poder
Ejecutivo por varios funcionarios públicos, entre
ellos, por el Gobernador de esta Provincia en su in-
forme de 10 de enero último, inserto en el número
69 de éste periódico, no han permitido el cumpli-
miento de la mencionada ley, dentro del año que
ella designó, y podemos decir con verdad que no
hay un Cantón de la Nueva Granada en que se
hayan repartido todos sus resguardos.
Uno de los motivos que más ha entorpecido esta
operación es la incertidumbre en que se ha estado
acerca de las personas entre quienes debiera
practicarse. Dispúsose al principio que entre ellas
se comprendieran los requinteros y aún algunos que
absolutamente no eran considerados como indios,
por haber pasado a una clase tan distinguida como
la del sacerdocio. Más, por la orden circular de 21
de enero de este año, se mandó que los resguardos
se distribuyesen solamente entre los indígenas
tributarios, y se derogaron todas las resoluciones
que se habían expedido anteriormente sobre el
particular. En su virtud, quedaron excluidos los
reservados, los muchachos huérfanos y otros varios.
Esto ha producido trastorno en las diligencias
practicadas para la formación de listas, y aún para
la medición de las tierras ha ocasionado disgustos
y reclamaciones muy fuertes e imposibilitado más
y más el repartimiento.
El Secretario del Interior propone en su Memoria
dirigida al Congreso que se deje a las Cámaras pro-
vinciales el arreglo de este negocio: estamos muy
de acuerdo con esta indicación, porque siendo tan

50
Fernando  Mayorga  García

diversas las circunstancias de cada provincia y aún


de cada cantón la extensión y fertilidad de sus res-
guardos, el número y civilización de los indígenas,
y los usos y prácticas de éstos, no es posible que una
ley sola consulte y decida los diferentes casos que
ocurran, y es por tanto de necesidad que la asam-
blea de cada Provincia, con el conocimiento exacto
de las diferentes localidades, proporcione los me-
dios de que la disposición legal tenga sus efectos,
sin contrariar la opinión de los pueblos. Creemos,
pues, que el actual Congreso no puede perder de
vista este negocio, y que su determinación acerca
de él puede reducirse a los tres puntos siguientes:
1°. Fijar las bases generales sobre que debe proce-
derse al repartimiento de los resguardos; 2°. Atri-
buír a las Cámaras de Provincia la facultad de dar
las reglas bajo las cuales deba verificarse; 3°. Encar-
gar a los Gobernadores de la ejecución de ellas, y de
la decisión de las dudas que ocurran.
También nos parece oportuno que se resuelva
alguna cosa sobre el modo con que deben pagarse
a los curas los derechos parroquiales por los
indígenas, pues ni la costumbre ni la miseria en
que se encuentran les permiten hacerlo como los
demás ciudadanos, y este es uno de los motivos
más poderosos porque han resistido la distribución
de sus tierras. Sabemos que en algunos lugares
han hecho conciertos particulares con los párrocos,
comprometiéndose a darle mensualmente cada
padre de familia una pequeña cuota, con la que
queda libre de pagar otros derechos, y aún se nos
ha dicho que el gobernador ha aprobado estos
conciertos. En nuestra opinión, no solamente son
útiles a los llamados indios, sino que debieran
hacerse extensivos a los demás ciudadanos para

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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

evitar disputas y regateos en el pago de bautismos


y casamientos, cosas todas que ceden en desdoro
de la religión y de sus ministros, y también porque
es mucho mejor que un vecino pague lentamente y
por parte las obvenciones parroquiales, que el que
se vea estrechado en un día de dolor, la muerte de
su esposa, por ejemplo, para pagar un entierro,
cuando los gastos de la enfermedad lo han reducido
quizá a la miseria. Acaso sería conveniente que se
autorizara a los Consejos municipales para que
tomando los correspondientes informes, fijasen la
cuota con que pudieran contribuir los indígenas,
cada tres o seis meses, para libertarse de las ejecu-
ciones, importunidades y molestias que ahora expe-
rimentan por aquella razón.
Nosotros confiamos en que la sabiduría del Cuerpo
Legislativo no descuidará el arreglo de estos por-
menores, cuya influencia tiene en nuestro país más
extensión de lo que parece70.

2.2. La Ley de 1834 que confirió competencia a


las Cámaras Provinciales para regular el tema del
repartimiento de resguardos y el Decreto de ese
mismo año expedido por la Cámara de Provincia
de Bogotá sobre la materia.
Como se observa, la ejecución de la Ley de 6 de
marzo de 1832 ocasionó múltiples inconvenien-
tes71, por lo cual el Congreso de la Nueva Granada,

70
Ídem.
71
Considerando único de la Ley de 2 de junio de 1834,
acordada el 30 de mayo de 1834 por el Senado y la Cámara
de Representantes de la Nueva Granada, reunidos en Con-
greso en Bogotá. Era Presidente del Senado Vicente Borrero,

52
Fernando  Mayorga  García

que tenía la clara determinación de que se dividie-


ran y distribuyeran las tierras de los resguardos de
indígenas72, acordó una disposición “removiendo
los inconvenientes que se han presentado en eje-
cución de la de repartimientos de los resguardos
de indígenas”. Según la nueva Ley, para llevar
a efecto las disposiciones de las Leyes de 1821 y
1832, las Cámaras de Provincia.
...en su próxima reunión, oídos los informes de
los Gobernadores, quienes los pedirán a los jefes
políticos, dictarán todos los reglamentos que
sean necesarios para la ejecución de dichas leyes
y remoción de los obstáculos que presenten las
diversas localidades. Estos datos o informes los
presentarán los Gobernadores en el primer día de
la instalación de la Cámara de Provincia73.

Presidente de la Cámara de Representante Juan Clímaco


Ordóñez, Secretario del Senado Juan Vicente Martínez,
y Secretario de la Cámara de Representantes Rafael María
Vásquez. La Ley fue sancionada por el Presidente Francisco
de Paula Santander con la firma del Secretario del Interior
y Relaciones Exteriores Lino de Pombo. Verla en el Cons-
titucional de Cundinamarca, no. 143, Bogotá, domingo 15 de
junio de 1834. También en Codificación Nacional, t. V (años
1833 a 1835), Bogotá, Imprenta Nacional, 1925, pp. 349-352.
72
El Artículo 13 de la Ley de 2 de junio de 1834, señalaba que
ningún tribunal o juzgado oiría reclamaciones destinadas a
pedir que no se repartieran los resguardos, lo que permite
suponer válidamente que se estaban presentando numerosas
solicitudes en ese sentido.
73
Artículo 1º de la Ley de 2 de junio de 1834.

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Aparte de las disposiciones de las dos leyes men-


cionadas, las Cámaras de Provincia debían tener
como eje de sus determinaciones algunas reglas
definidas por el legislador, la primera de las cua-
les se refería a quienes tenían derecho a ser adju-
dicatarios en el reparto de los resguardos. Según
la Ley, los resguardos debían distribuirse entre
aquellos indígenas y sus familias que cumplieran
una de dos condiciones: o haber sido tributarios, o
haber pagado la contribución personal, así:
1. Los indígenas de cualquiera edad que han estado
tributando o que hayan tributado, tendrán derecho
para sí y su familia;
2. Los indígenas que no hayan tributado, y cuyo
padre fue tributario, tendrán derecho a una parte
de terreno respecto de su persona en el caso de
estar emancipados; mas no recibirán terreno para
su familia, por no ser tributarios;
3. Las indígenas solteras que tengan hijos, recibi-
rán terrenos para sí y para éstos, siempre que las
dichas indígenas sean hijas de tributario o natu-
rales de soltera, pues las leyes llamaban a tributar
indistintamente a los hijos de soltera;
4. Las indígenas casadas con vecinos tendrán dere-
cho para sí siempre que sean hijas de tributario o
naturales de soltera; concurriendo esta circunstan-
cia, y si tuvieren hijos de solteras antes de haberse
casado, recibirán terreno también para sus hijos
por la razón del inciso tercero;
5. Los indígenas tributarios tendrán derecho para
sí y su familia, aun cuando su mujer sea vecina.
Parágrafo único. Como el tributo es lo único que
da derecho al resguardo, ninguna otra persona que

54
Fernando  Mayorga  García

no sea de las que van expresadas tendrá derecho a


los resguardos, cualesquiera que sean los servicios
que haya hecho, a excepción de aquellos indígenas
que no hayan tributado porque hayan obtenido
los empleos del pequeño cabildo a los cuales dis-
pensaban las leyes el tributo74.

A las Cámaras de Provincia se les señaló por el


legislador la obligación de determinar el sueldo
y las gratificaciones que debía pagarse tanto a los
avaluadores y agrimensores como a los jueces que
hubieran de autorizar las diligencias, “pero ni
estos sueldos ni estas gratificaciones excederán de
lo que disponga la ley de aranceles”. Las Cámaras
deberían señalar también el término perentorio
dentro del cual debían acabarse las diligencias en
cada cantón75.
Los avaluadores y agrimensores serían nombra-
dos por el Gobernador de la Provincia, el cual de-
bía oír el informe de los jefes políticos sobre los
eventuales candidatos para el desempeño del car-
go, “prefiriendo siempre a los agrimensores cien-
tíficos”76. Los sueldos de éstos, así como los de
los jueces y los demás gastos que fueran precisos
para llevar a efecto el reparto, debían deducirse
de la porción de terreno que debía separarse para
ellos en el caso de que los indígenas no acordaran

74
Artículo 3º de la Ley de 2 de junio de 1834.
75
Artículo 4º de la Ley de 2 de junio de 1834.
76
Artículo 5º de la Ley de 2 de junio de 1834.

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abonarlos. Las Cámaras de Provincia, en el seña-


lamiento de estos gastos debían buscar la mayor
ventaja posible para los indígenas77.
Podía suceder que alguna porción de terreno per-
teneciente a los resguardos se hallara destinada al
servicio del cura, alguna cofradía o cualquier obra
pía, en cuyo caso este terreno acrecería a la comu-
nidad y entraría en la división y distribución, sal-
vo que la donación se hubiera hecho por escritura
pública anterior a la Ley de 6 de marzo de 1832,
que debía haberse otorgado con las formalidades
y requisitos legales, y con previo permiso de la
autoridad de la provincia78. Podía suceder que
tanto los curas como los interesados trataran de
impedir que alguna porción de terreno entrara
en la distribución. Tal reclamo debía plantearse
ante el juez letrado de hacienda de la provincia
quien debía oír y decidir en juicio sumarísimo. Su
resolución se limitaba únicamente a expresar si el
documento base del reclamo tenía la autenticidad
señalada79, y la misma no tenía recurso alguno,
excepto el de queja80.
La porción de terreno del resguardo legalmente
gravada no haría parte en la división y distribución
mientras no fuera levantado el gravamen, pero

77
Artículo 6º de la Ley de 2 de junio de 1834.
78
Artículo 7º de la Ley de 2 de junio de 1834.
79
Artículo 11 de la Ley de 2 de junio de 1834.
80
Artículo 12 de la Ley de 2 de junio de 1834.

56
Fernando  Mayorga  García

una vez este hecho sucediera, tal porción sería


dividida y distribuida81.
La Ley señalaba igualmente que en aquellas pa-
rroquias en donde el área de la población fuera
mayor de las veinte fanegadas de tierra a que se
refería la Ley de 1832, debían medirse todos los
terrenos hasta donde se extendiera la población,
“asignándole algunas fanegadas más, a juicio de
los agrimensores, en consideración a lo que pue-
dan aumentar las referidas poblaciones”82.
Bien podía suceder que existieran parroquias de
indígenas sin resguardos; a los indígenas de ellas
debían repartírseles las tierras baldías “donde se
hallen situadas”, según las disposiciones de la
Ley de 1832 y con la observancia de las reglas en
ella contenidas83.
A los dueños de mejoras “o cualesquiera otras
personas que tengan que repetir contra los indí-
genas” se les permitía hacer uso de sus derechos
ante los tribunales competentes, pero estas recla-
maciones no podían iniciarse sino después de ve-
rificado el repartimiento84.
Una vez verificado el reparto, el juez que hubie-
ra dado la posesión debía expedir un documento

81
Artículo 8º de la Ley de 2 de junio de 1834.
82
Artículo 9º de la Ley de 2 de junio de 1834.
83
Artículo 10º de la Ley de 2 de junio de 1834.
84
Artículo 14 de la Ley de 2 de junio de 1834.

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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

para comprobar la propiedad del terreno adju-


dicado al indígena. Este documento debía expe-
dirse en el papel del sello quinto, “costeado por
el interesado, sin llevarse derechos algunos por
estos certificados”. Este documento debía indicar
el área, los linderos y todos los requisitos sustan-
ciales “para constituir un verdadero título de pro-
piedad”85.
También en esta Ley, como había sucedido en las
anteriores, se indica que
En todos los pleitos, contestaciones y demandas
que tengan que sostener los indígenas por mejo-
ras, arrendamientos, o por cualquiera otro motivo
sobre los resguardos que se les distribuyan, serán
considerados como pobres de solemnidad86.

Los protectores de indígenas, que lo eran en cada


cantón el personero público y los fiscales en los
tribunales, continuarían ejerciendo su ministerio
aún después de verificada la distribución de los
resguardos en los casos en que los indígenas
tuvieran que defender sus derechos a los terrenos
que se les hubieran distribuido, en los pleitos,
contestaciones o demandas por mejoras y en
aquellos asuntos referentes a arrendamientos87.
Como se dijo inicialmente, el repartimiento y dis-
tribución de los resguardos era una decisión

85
Artículo 15 de la Ley de 2 de junio de 1834.
86
Artículo 16 de la Ley de 2 de junio de 1834.
87
Artículo 17 de la Ley de 2 de junio de 1834.

58
Fernando  Mayorga  García

incontrovertible a la cual debían coadyuvar to-


das las autoridades. En este sentido, la Ley indi-
có que los Gobernadores de las provincias tenían
el encargo “de hacer ejecutar pronta y escrupu-
losamente las disposiciones de las Cámaras de
Provincia, y de aclarar y resolver las dudas que
ocurran sobre disposiciones”88. A su vez, el Poder
Ejecutivo debía dictar las órdenes “más eficaces
a fin de que el repartimiento y distribución de
los resguardos tenga su pronto y debido cumpli-
miento”89, sin embargo de lo cual podía suspender
el repartimiento de resguardos en aquellos canto-
nes en que le pareciera conveniente, en virtud de
petición de la respectiva Cámara de Provincia y
previo el informe del Gobernador de la misma90.

88
Artículo 18 de la Ley de 2 de junio de 1834.
89
Artículo 19 de la Ley de 2 de junio de 1834.
90
Artículo 21 de la Ley de 2 de junio de 1834. En ejercicio
de esta atribución, y como consecuencia de las solicitudes
presentadas por las Cámaras de Provincia de Cartagena,
Riohacha, Chocó, Pasto y Neiva, por Decretos fechados
el 21 de noviembre de 1835 (Registro Oficial de la Nueva
Granada no. 24, p. 93; ver también Gaceta de la Nueva Granada,
no. 218, Bogotá, domingo 29 de noviembre de 1835), el 27
de noviembre del mismo año (Registro Oficial de la Nueva
Granada, no. 24, p. 95), el 14 de noviembre de 1836 (Registro
Oficial de la Nueva Granada, no. 16, p. 63); el 29 de diciembre
de 1837 (Registro Oficial de la Nueva Granada, no. 16, p. 62) y
7 de diciembre de 1838 (Registro Oficial de la Nueva Granada
no. 22, p. 81), se suspendió el repartimiento y división de los
resguardos de indígenas en los cantones de la Provincia de
Cartagena, en los Distritos Parroquiales de San Pedro, San

59
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

La expedición de una nueva ley sobre la materia


implicó manejar el tema del tránsito de legisla-
ción. Por ello, en nota del 16 de junio, el Goberna-
dor de la Provincia de Bogotá se dirigió a los Jefes
Políticos de los diferentes cantones con el pro-
pósito de hacerles saber la expedición de la ley,
como también que se estaba a la espera de que la
Cámara provincial emitiera “los reglamentos con-
venientes”. Ante ello, ordenó:
1°. Que se suspenda por ahora en ese cantón la
práctica de las diligencias relativas al repartimiento
de los resguardos de indígenas.
2°. Que si en alguno o algunos distritos parroquia-
les se hubiere verificado ya el repartimiento, adju-
dicación y posesión de tales terrenos con arreo a la
ley de 6 de marzo de 1832, y demás disposiciones
del caso, se guarde y lleve a efecto lo hecho, sin
hacerse novedad, pues ninguna ley puede tener
fuerza retroactiva.
3°. Que en caso de haberse practicado algunas
diligencias previas, como la formación de listas,
avalúos, medidas, etc, se reserven para su debido
tiempo en el despacho de esa jefatura, y las costas
que con ellos se hayan causado, se paguen por los
respectivos indígenas, hecha y aprobada su tasa-
ción, y si ellos no pudieren efectuarlo, se cumplirá

Antonio, Rosario y Marocata de la Provincia de Riohacha, en


los dos cantones de la Provincia del Chocó, en los cantones
de Pasto y Túquerres, en la Provincia de Pasto y en “todos los
Distritos Parroquiales del cantón de Neiva”. En este último
caso se habla de la “repugnancia manifiesta de la generalidad
de los interesados”.

60
Fernando  Mayorga  García

con el artículo 4° al fin, de la citada ley de 6 de


marzo.
4°. Que donde se hubieren separado las fanegadas
destinadas para fomento de la población, o la parte
correspondiente a beneficio de la escuela, se lleve
a efecto esta separación, supuesto que ella debe ser
previa al repartimiento de resguardos conforme a
la ley, y se proceda a rematar el arrendamiento de
tales porciones, en caso de no haberse realizado ya,
y se envíen las diligencias a este despacho para la
resolución conveniente.
5° Que dentro del término de treinta días me infor-
me esa jefatura, en cuales distritos parroquiales de
ese cantón se han repartido ya los resguardos, en
cuales no y porqué motivo, que dificultades o in-
convenientes se presentan para ello y que medidas
pudieran adoptarse para allanar todo obstáculo y
cumplirse con la ley. Estos datos deben ser claros,
exactos, precisos y bien especificados, pues la Go-
bernación tiene que transmitirlos a la Cámara de
Provincia, según lo dispuesto en el artículo 1° de la
mencionada ley de 2 del corriente…91.

Cuatro meses después de expedida la anterior


Ley, la Cámara de la Provincia de Bogotá, presidi-
da entonces por Joaquín Posada Gutiérrez y cuyo
Secretario era Pastor Ospina, aprobó un Decreto
“dando reglas para la distribución de los resguar-
dos de indígenas de la provincia”, el cual se ex-
pidió en ejercicio de la facultad concedida a ella y
a las demás Cámaras de Provincia en el artículo

91
Ver el Constitucional de Cundinamarca. No. 145, Bogotá,
domingo 29 de junio de 1834.

61
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

primero de la Ley de 2 de junio de 1832. Los cua-


tro considerandos de la disposición señalaban lo
siguiente:
1. Que el Congreso al dictar las leyes sobre repar-
timiento ha querido que éste se practique con el
menor gravamen posible de los indígenas, lo que
no puede tener efecto si los costos se hacen por
arancel, quedando al arbitrio de los interesados
regular el tiempo invertido en la práctica de las
operaciones;
2. Que para vencer la repugnancia de los indígenas
es indispensable contemporizar con sus ideas en
cuanto sea compatible con el cumplimiento de la
Ley;
3. Que es de la mayor importancia precaver los
defectos en las medidas y repartos que se hagan
en adelante, pues sería gravar con mayores gastos
a los indígenas si se practicasen de nuevo las
diligencias que ya han sido aprobadas;
4. Que en todas las parroquias en donde aún no se
ha verificado el reparto debe éste hacerse entre los
individuos que designa la Ley adicional, dictando
las providencias necesarias, para que todos los que
con arreglo a ella tengan derecho, sean inscritos en
la lista92.

De la redacción del considerando tercero del


Decreto puede colegirse que algunos resguardos

92
Considerandos del Decreto de 13 de octubre de 1834,
cuya sanción corrió a cargo del Gobernador de la Provincia
Rufino Cuervo y del Secretario de la Gobernación Francisco
Escobar. Verlo en el Constitucional de Cundinamarca, no. 165,
correspondiente al domingo 16 de noviembre de 1834, p. 189

62
Fernando  Mayorga  García

ya habían sido divididos y adjudicados, o por lo


menos que el trámite ya se había iniciado. Esta
apreciación se reitera al leer el artículo primero
del mismo.
El Decreto se estructura en tres capítulos, el
primero de ellos dedicado a los jefes políticos,
que comprende los artículos primero a séptimo;
el segundo “Del agrimensor y avaluadores”,
va del artículo octavo al quince y el tercero, de
“Disposiciones generales”, del artículo dieciséis
al treinta y último del Decreto.
Para la ejecución de la distribución y reparto de
los resguardos, el jefe político de cada cantón te-
nía la obligación de solicitar a los cabildos de in-
dígenas de las parroquias de su jurisdicción, “en
que aún no se haya hecho el repartimiento” la lista
de aquellas personas con derecho a ser adjudica-
tarios, en los términos de la Ley de junio de 1834.
Una vez recibida, debía examinarla y rectificarla
“expresando las familias y la clase a que pertene-
ce cada individuo”93.Podía suceder que alguna
persona considerara tener derecho a ser incluido
en la lista de futuros adjudicatarios; por ello, el
jefe político del cantón tenía también la obliga-
ción de oír las reclamaciones de tales pretendien-
tes, debiendo decidirlas sumariamente “por solo
el informe del párroco y pequeño cabildo de la

93
Artículo 1º del Decreto de 13 de octubre de 1834.

63
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

parroquia a que pertenece el que reclama”94. Una


vez elaboradas las listas, el jefe político debía re-
mitirlas al Gobernador, “en todo el mes de enero
del año próximo”95.
Correspondía también al jefe político de cada
cantón recibir el juramento al agrimensor y ava-
luadores, debiendo reconocer junto con ellos el
resguardo a fin de señalar cuáles de sus partes
debían entrar en el reparto, siempre de acuerdo
a la Ley “y según las indicaciones del Goberna-
dor”96. También debía dar posesión “judicial” a
cada familia de la parte del terreno que le hubiere
sido adjudicada por el agrimensor, debiendo ex-
pedirle el correspondiente documento “si lo exi-
giere”97. Finalmente, era de su cargo la práctica de
todas las diligencias “judiciales” para la venta o
el arriendo de las porciones que según la Ley se
destinaban, bien al área de la población, bien al

94
Artículo 2º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
95
Artículo 3º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
96
Artículo 4º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
97
Artículo 5º del Decreto de 13 de octubre de 1834.Cuando el
Poder Ejecutivo nacional analizó el Decreto, halló este artículo
en oposición con el 15 de la ley de 2 de junio, por lo cual
ordenó su suspensión, ordenando que “la posesión judicial
de las porciones de los resguardos adjudicadas a cada familia
indígena se dará por el respectivo juez parroquial, quien
extenderá un documento de propiedad conforme a la ley”. Ver
“Resolución Ejecutiva acerca del anterior Decreto”, fechada el
4 de noviembre de 1834, en el Constitucional de Cundinamarca,
no. 165, Bogotá, domingo 16 de noviembre de 1834

64
Fernando  Mayorga  García

fomento de las escuelas o a los gastos que ocasio-


nara el repartimiento98.
A los jefes políticos de los cantones, y por el tiem-
po que durara el repartimiento, debían cancelár-
sele los sueldos siguientes, los que se pagarían a
prorrata por las parroquias del cantón “en razón
del número de familias indígenas que haya en
cada una”: los de los cantones de Ubaté, Chocon-
tá y Cáqueza debían recibir cincuenta pesos men-
suales; los de Bogotá, Zipaquirá y Funza, cuaren-
ta pesos, y los de la Mesa, Tocaima, Fusagasugá y
Guaduas, treinta pesos por mes99.
Como ya se dijo, el segundo capítulo del Decreto
trataba “Del agrimensor y avaluadores”, quienes
debían ser nombrados por el Gobernador previo
informe del jefe político, ante quien debían prestar
el juramento. El Gobernador debía preferir para el

98
Artículo 6º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
99
Artículo 7º del Decreto de 13 de octubre de 1834. Cuando
el Poder Ejecutivo nacional analizó el Decreto, ordenó la
suspensión del parágrafo de este artículo en razón de que
el artículo 4º de la ley de 2 de junio no había autorizado a
las Cámaras de Provincia “para gravar los resguardos de
indígenas, ni las familias de estos con sueldos para los jefes
políticos”, ni se podían “comprender tales sueldos en los
gastos muy precisos de repartimiento, de que hablan el artículo
6º de la misma ley y el 4º de la de 6 de marzo de 1832.Ver
“Resolución Ejecutiva acerca del anterior Decreto”, fechada el
4 de noviembre de 1834, en el Constitucional de Cundinamarca,
no. 165, Bogotá, domingo 16 de noviembre de 1834.

65
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nombramiento de avaluadores “a los vecinos más


antiguos de la parroquia que tengan un cono-
cimiento experimental del terreno”100.
Eran deberes del agrimensor:
1. Formar con la posible exactitud la carta topográ-
fica del resguardo sacando de ella dos ejemplares,
uno que ha de quedar en el expediente, y otro para
remitir a la Gobernación;
2. Calcular el valor total del terreno con arreglo a
las clases y precios que fijen los avaluadores;
3. Hacer la repartición así formal, como material
del terreno, del modo que sea menos gravoso a
los poseedores, y más conforme a los decretos de
la materia, y demarcar las porciones con la mayor
precisión y claridad posibles;
4. Formar una relación circunstanciada de la ex-
tensión, valor, situación y linderos de cada porción
con expresión de la persona u objeto a que se des-
tinó101.

Como pago por el cumplimiento de las obliga-


ciones a su cargo, el agrimensor debía recibir la
suma que hubiere convenido con el Goberna-
dor102, siempre que los indígenas no se hubieren

100
Artículo 8º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
101
Artículo 9º del Decreto de 13 de octubre de 1834.
102
Artículo 10º del Decreto de 13 de octubre de 1834. Según
el artículo 24, la suma acordada no podía exceder de la que
correspondería calculando a peso por familia. Sin embargo,
y según el artículo 25, si el número de familias no alcanzaba
a cien, el Gobernador podía estipular hasta cien pesos aten-
diendo otras circunstancias del resguardo.

66
Fernando  Mayorga  García

obligado al pago de los costos, caso en el cual po-


día el agrimensor exigir que por adelantado se le
cancelara hasta una tercera parte de la cantidad
estipulada, debiendo afianzar “a satisfacción del
Gobernador la restitución de ella si no verificare
el repartimiento”103. Si en las diligencias practica-
das por el agrimensor llegare a presentarse error
grave, éste tenía la obligación de “enmendarlo a
su costo”104.
Como deberes de los avaluadores, se seña-
lan los siguientes:
1. Reconocer el terreno del resguardo, y clasificar
con la mayor claridad sus diversas especies;
2. Fijar según sus conocimientos el precio de la
fanegada de cada clase de terreno repartible y los
destinados para el área;
3. Indicar con precisión al agrimensor todos los
puntos en donde el terreno varía de clase o de valor;
4. Extender y firmar en la relación del agrimensor
las diligencias de reconocimiento, clasificación y
justiprecio, con expresión de las horas invertidas105.

Finalmente, los avaluadores debían “emplear


más tiempo que el que sea indispensable” para la
inspección y reconocimiento del terreno, y doce
horas más para acordarse sobre la clasificación y
precio”106. Gozaban de los derechos señalados en

103
Artículo 11 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
104
Artículo 12 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
105
Artículo 13 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
106
Artículo 14 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

67
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el arancel “y del viático y bagajes correspondien-


tes”, esto último en caso de no residir en la parro-
quia donde desarrollaran su tarea107.
En el capítulo de disposiciones generales se seña-
lan normas para regular las diferentes situacio-
nes de hecho que podían presentarse: en concre-
to, se señala que en aquellas parroquias en que
no pudieran demarcarse de un modo estable las
porciones de cada familia, no se haría la división
material del terreno, pero si la formal, expresan-
do qué cantidad correspondía a cada individuo
“para que pueda hacer de este derecho el uso que
permite la Ley”108; que cuando algunos indíge-
nas tuvieran posesiones dentro del área señalada
para la población, debía dársele a cada familia
“un celemín de tierra en el lugar que ocupa”, pero
estas porciones debían aumentarse en el área de
la población, procurando siempre conservar la
regularidad de la demarcación109;y que en aque-
llas parroquias donde hubiera terrenos en los que
existieran mejoras de particulares, tales terrenos
debían designarse con preferencia para las duo-
décimas de escuela y gastos “aunque sea preciso
tomarlas por partes”110. En el remate de estos te-
rrenos, “ ya sea por venta o por arriendo”, debía
preferirse al mejor postor, pero en igualdad de

107
Artículo 15 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
108
Artículo 16 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
109
Artículo 17 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
110
Artículo 18 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

68
Fernando  Mayorga  García

circunstancias, debía favorecerse a los indígenas,


siempre que la postura no fuere a favor de un
tercero, y, secundariamente, a los dueños de las
mejoras111.
En cuanto al remate del área de la población, debía
realizarse por estancias, procurando favorecer a
diversas personas112.
Para su efectivo cumplimiento, el Decreto señala
que el Gobernador de la Provincia quedaba encar-
gado de su ejecución, estándole además atribui-
das las siguientes funciones:
1. Contratar con los agrimensores la práctica de
las operaciones de medida y reparto estipulando
el precio, condiciones y tiempo en que deban con-
cluirse;
2. Dictar las medidas necesarias para que se afiance
el pago de las costas en aquellas parroquias en que
los indígenas se obligan a satisfacerlas y decretar el
suplemento de la tercera parte cuando se haya de
hacer con arreglo al artículo 11;
3. Nombrar personas que examinen las diligencias
practicadas siempre que ocurra alguna reclamación
o fundamento bastante para dudar de la exactitud,
asignando a dichas personas el tiempo que han de
tardar en éste examen y los derechos que por él
tengan;
4. Aprobar las que se hallen arregladas, y devol-
verlas al jefe político dejando copia íntegra de ella
autorizada por el Secretario de la Gobernación;

111
Artículo 19 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
112
Artículo 20 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

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5. Circular a todos los cantones el aviso del día en


que los indígenas deben estar en sus parroquias
para ser inscritos en la lista, previniendo se publi-
que en todos los pueblos por tres domingos conse-
cutivos e insertando este aviso en El Constitucional
para que llegue a noticia de los que están fuera de
la provincia;
6. Disponer que las autoridades de las parroquias
proporcionen a los agrimensores los auxilios que
necesiten a precio corriente113.

Según el Decreto, cuando se presentara alguna


contradicción entre los agrimensores y las perso-
nas nombradas por el Gobernador para examinar
sus diligencias, la controversia debía ser decidida
por árbitros nombrados por las partes con apro-
bación del Gobernador, debiendo pagar las costas
quien fuera vencido114.
La parte final del Decreto confirma que ya se había
efectuado la división y procedido a la adjudicación
de algunos resguardos a los beneficiarios, los que
si consideraban que habían recibido lesión grave,
podían intentar los recursos de ley. Dice así el
artículo pertinente:
Queda expedito a los indígenas el recurso de
queja en caso de haber recibido lesión grave en los

113
Artículo 21 del Decreto de 13 de octubre de 1834. Según
el artículo 23, la copia de que se habla en el numeral cuarto
debía extenderse en papel común “y sin más derechos que
los de escrito”. A ella debía agregarse el segundo ejemplar
de la carta topográfica.
114
Artículo 22 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

70
Fernando  Mayorga  García

repartimientos verificados hasta la fecha, pero solo


podrán intentarlo en el término legal contado desde
el día en que se les haya hecho la adjudicación115.

También existía el caso de algunos sitios en los


que las diligencias se habían iniciado pero no
finalizado. Para esta situación de hecho, señaló el
Decreto:
En aquellas parroquias en que se han practicado
algunas diligencias o nombramientos, pero aún no
se ha hecho la adjudicación, se formarán de nue-
vo las listas con arreglo a la última disposición,
pero no se hará novedad en el nombramiento de
agrimensor y avaluadores, quedando sujetos a las
disposiciones de este decreto si quisieren conti-
nuar en este destino. Los costos causados en ella
se pagarán con arreglo al arancel, previa tasación
aprobada por el Gobernador116.

El Decreto también definió la manera como debían


proceder los que se consideraran con derecho a
alguna parte del resguardo, así:
Todos los que tuvieren derecho a alguna parte de
los resguardos, con arreglo a los artículos 7º y 8º de
la Ley de 2 de junio de este año, o alguna acreencia
contra la comunidad, presentarán al Gobernador
los documentos que lo comprueben un mes antes
del día en que debe comenzarse el repartimiento a
lo más tarde, para que disponga qué partes deban
excluirse del repartimiento, y cuáles deban sepa-
rarse para la satisfacción de créditos, apercibidos

115
Artículo 27 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
116
Artículo 26 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

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que de no verificarlo dentro de este término, no


serán admitidos117.

El término dentro del cual debía estar concluido el


repartimiento se definió igualmente en el Decreto,
dependiendo de la distancia de los cantones con
relación a Bogotá, así:
El repartimiento deberá estar concluido precisa-
mente en los cantones de Ubaté, Chocontá y Cá-
queza en el término de diez y ocho meses; en los
de Zipaquirá, Bogotá y Funza, en el de un año; y en
los de la Mesa, Tocaima, Guaduas y Fusagasugá,
en el de ocho meses. Todos estos términos se con-
tarán desde el día dos del próximo enero118.

El artículo final del Decreto autorizó al Goberna-


dor de la Provincia para aclarar las dudas que se
presentaran sobre la interpretación del Decreto,
“dando cuenta a la Cámara en su próxima reu-
nión”119.
El Poder Ejecutivo nacional, una vez analizó el
anterior Decreto, resolvió que algunas de sus
disposiciones debían ser suspendidas. Veamos las
razones de tal decisión:
1º. Hallándose el artículo 5º de este decreto en oposi-
ción con el 15 de la ley de 2 de junio, se suspende, y
la posesión judicial de las porciones de los resguar-
dos adjudicadas a cada familia indígena se dará por

117
Artículo 28 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
118
Artículo 29 del Decreto de 13 de octubre de 1834.
119
Artículo 30 del Decreto de 13 de octubre de 1834.

72
Fernando  Mayorga  García

el respectivo juez parroquial, quien extenderá un


documento de propiedad conforme a la ley.
2º. No estando autorizadas las Cámaras de Provin-
cia por el artículo 4º de la ley de 2 de junio para
gravar los resguardos de indígenas, ni las familias
de éstos con sueldos para los jefes políticos, ni pu-
diéndose comprender tales sueldos en los gastos
muy precisos de repartimiento de que hablan el artí-
culo 6º de la misma ley y el 4º de la de 6 de marzo
de 1832, se suspende igualmente el parágrafo úni-
co del artículo 7º.
3º. Llévese a efecto el decreto en todo lo demás,
con presencia de las disposiciones de las leyes de
la materia, y pásese a la legislatura en la próxima
reunión, y comuníquese a la Gobernación de Bogotá
la presente resolución para los fines del caso120.

Siete días después, el gobernador de la Provincia,


que era por entonces Rufino Cuervo, envió una
circular a los Jefes Políticos, en la que señaló:
Al comunicar a U. el decreto que ha expedido la
Cámara de Provincia en 10 del próximo pasado
sobre repartimiento de resguardos, y la Resolución
del ejecutivo de 4 del corriente por la cual se
suspende la ejecución de dos de sus disposiciones,
es de mi deber, en uso de la facultad que me confiere
el artículo 18 de la ley de 2 de junio último, hacer
a U. como lo verifico, las siguientes prevenciones:

120
Ver “Resolución Ejecutiva acerca del anterior Decreto”,
enviado por el Secretario de lo Interior y Relaciones Exte-
riores Lino de Pombo, “de orden de S. E. para su debido
cumplimiento”, en el Constitucional de Cundinamarca, no. 165,
Bogotá, domingo 16 de noviembre de 1834.

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La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
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1º. Correspondiendo a la Gobernación, por el


parágrafo 5º artículo 21 del decreto, designar el
día en que deben comparecer los indígenas en sus
respectivos distritos parroquiales a ser inscritos en
la lista de los que tienen derecho al repartimiento,
he fijado para tal diligencia del 1º al 8 del próximo
enero, dentro de cuyo término deberán ocurrir los
indígenas ante su pequeño cabildo, a fin de que este
forme una relación nominal de ellos, con expresión
separada de familias y de los individuos de que
cada una se compusiere, teniéndose presente para
el efecto la clasificación que hace el artículo 3º y sus
incisos de la citada ley de 2 de junio último, y con
advertencia de que respecto de aquellos lugares en
que se ha hecho y aprobado ya la distribución de
los resguardos, no debe tener lugar la formación
de las listas. Este señalamiento será publicado por
tres domingos consecutivos en todos los distritos
parroquiales del cantón.
2º. Luego que se hayan formado las mencionadas
listas las recogerán, examinarán y remitirán a esa
jefatura con su informe los alcaldes parroquiales,
y recibidas por U., fijará un breve término para
que dentro de él ocurran los indígenas que hayan
sido excluidos en ellas a hacer sus reclamaciones,
en cuyo caso deberá tener lugar lo dispuesto en el
artículo 2º del decreto, y
3º Reunidas las listas, las dirigirá U. a este despa-
cho el día último del citado enero, con las explica-
ciones que estime convenientes, informándome al
mismo tiempo de los individuos que puedan ser
nombrados avaluadores y agrimensores, prefirien-
do para este último encargo a los que tengan cono-
cimientos científicos, y para avaluadores a los de
más probidad y experiencia.

74
Fernando  Mayorga  García

La Gobernación comunicará a U. gradual y su-


cesivamente las demás instrucciones que estime
necesarias según el curso que tenga este delicado
e importante negocio, y por ahora espera que U.
cumpla fiel y exactamente con las prevenciones
antedichas, bajo la más estricta responsabilidad121.

2.3. Un nuevo decreto de la Cámara de Provincia


de Bogotá sobre el repartimiento de resguardos,
este de 1835. Dificultades para su ejecución.
Durante sus sesiones del año 1835, la Cámara
Provincial se ocupó nuevamente del tema de la
“medición y repartimiento de los resguardos
de indígenas”, teniendo como consideración el
hecho de que el decreto de 1834 había presentado
para su ejecución varios inconvenientes,
uno de ellos, el de no haberse asignado a los jefes
políticos indemnización alguna, que es preciso
removerlos para llevar a cabo la benéfica medida
de la distribución de las tierras de los resguardos
entre las familias de los indígenas.

Con tal propósito expidió un Decreto122 de diez


artículos, conforme al primero de los cuales

121
En el encabezamiento de la circular se señala, equivoca-
damente, como su fecha de expedición la de 11 de octubre,
cuando debió decirse 11 de noviembre, según lo que su cu-
erpo expresa. Ver el Constitucional de Cundinamarca, no. 165,
Bogotá, domingo 16 de noviembre de 1834.
122
Fechado el 14 de octubre de 1835.Era Presidente de la Cá-
mara de Provincia José María Baloco y Secretario de la misma
Zoilo Silvestre. El Decreto fue sancionado por el Gobernador

75
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

correspondía a los jueces parroquiales la práctica


de las diligencias a que se referían los artículos 4º.
5º y 6º del Decreto del 13 de octubre de 1834123.
A los jefes políticos, por practicar las diligencias
prevenidas en los artículos 1º, 2º, 4º y 5º del
Decreto de 1834, se les pagarían
los derechos señalados en arancel a los jueces que
practiquen semejantes diligencias, y serán pagados
de la duodécima del resguardo señalada para gas-
tos indispensables, conforme al artículo 6º de la ley
adicional a la de 6 de marzo del año de 1832124.

Otro de los temas a que se refirió el decreto


fue al nombramiento de agrimensores, los que
debían ser designados por el Gobernador de la
provincia, quien los escogería, uno para cada
cantón, de la terna que debía presentarle el jefe
político del respectivo cantón. En el evento en
que los propuestos no llenaran las condiciones
profesionales requeridas, el Gobernador podía
devolver la terna125.

de la Provincia José María Mantilla con la firma del Secretario


de la Gobernación Lorenzo María Lleras. Verlo en Colección
de todos los decretos de interés general espedidos por la Honorable
Cámara de la Provincia de Bogotá, desde 1832 en que principió sus
funciones hasta 1843. Formada por el Gobernador de la Provincia
Alfonso Acevedo Tejada, Bogotá, Imp. de Nicolás Gómez, año
de 1844.Cada año tiene numeración propia: al decreto que se
está analizando corresponden las pp. 36 a 38 de 1835.
123
Artículo 1º del Decreto.
124
Artículo 2º del Decreto.
125
Artículo 3º del Decreto.

76
Fernando  Mayorga  García

El nombramiento de los avaluadores correspon-


día al jefe político de cada cantón, quien debía
preferir a los vecinos más antiguos de la parro-
quia donde habría de hacerse el avalúo “y que
tengan un conocimiento experimental del terre-
no”126. Los avaluadores debían acompañar a la
relación mencionada en el inciso 4º del artículo 13
del decreto de 1834, una certificación de uno de
los jueces parroquiales sobre las horas invertidas
en el avalúo127; para entregar tal certificación, uno
de los jueces de la parroquia donde tal diligencia
habría de efectuarse debía asistir a su práctica128.
Por la medición y reparto de los resguardos, los
agrimensores debían recibir dieciséis reales por
cada familia de indígenas, sin pasar de quinientos
ni bajar de cien pesos129.
Otra posibilidad era que los resguardos ya se
hubieran medido pero no repartido; en este caso,
el Gobernador podía contratar la operación del
repartimiento, pagando a los agrimensores hasta
diez reales por cada familia, sin que el pago máxi-
mo excediera de doscientos cincuenta pesos ni el
mínimo bajara de sesenta, “según la naturaleza de
los terrenos”130.

126
Artículo 4º del Decreto.
127
Artículo 5º del Decreto.
128
Artículo 6º del Decreto.
129
Artículo 7º del Decreto.
130
Artículo 8º del Decreto.

77
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Finalmente, el decreto derogaba las disposiciones


del Decreto de 1834 “que se hallen en oposición del
presente decreto”131 y encargaba al Gobernador
de la Provincia su ejecución y el allanamiento de
los obstáculos que se presentaran132.
Tras el análisis del anterior decreto por parte del
Poder Ejecutivo, se resolvió:
1º. Siendo estrictamente legal la disposición del
artículo 1º de este decreto, y por tanto exequible,
la contradice el artículo 2º en la parte en que
menciona los artículos 4º y 5º del Decreto de la
Cámara Provincial de 13 de octubre de 1834.
Aparece además que por el resto del citado artículo
2º se apropian a los jefes políticos ciertos derechos
que se dice les corresponderían por arancel a los
jueces, lo cual es ilegal, porque la ley no faculta
a las cámaras provinciales para aplicar a una
autoridad del orden político los emolumentos o
indemnizaciones que de verían tocar a un juez,
y porque tampoco hay derechos asignados en la
ley de aranceles por la formación de listas de la
naturaleza de las especificadas en los artículos 1º y
2º del mencionado decreto provincial. Se suspende
en consecuencia en todas sus partes el artículo 2º.
2º. Se suspende en los artículos 7º y 8º la parte en
que fijan un mínimum de costas por medición y
repartimiento de resguardos, pues tal disposición
es ilegal, considerado el caso eventual de que dicho
mínimum resultase superior a la totalidad de los

131
Artículo 9º del Decreto.
132
Artículo 10 del Decreto.

78
Fernando  Mayorga  García

derechos de arancel que correspondiesen por las


operaciones practicadas.
3º. En la parte de los mismos artículos en que se
señala cierta cantidad por familia para gratificación
de los agrimensores, se tendrá presente que tales
gratificaciones solo pueden abonarse en el caso
de que su conjunto no exceda a los derechos que
según arancel corresponderían a los agrimensores
por su trabajo.
4º. Llévese a efecto en todo lo demás y pásese a la
próxima legislatura133.

En la misma legislatura, la Cámara aprobó otro


Decreto referente a indígenas, conforme al cual
se autorizó al síndico personero de la provincia
“para que ampare y defienda los derechos de los
indígenas ante la Gobernación”134. Sus conside-
randos señalan:

133
Ver el Constitucional de Cundinamarca, no. 222, Bogotá,
domingo 20 de diciembre de 1835.
134
Era Presidente de la Cámara de Provincia José María
Baloco y Secretario de tal Corporación Zoilo Silvestre. El De-
creto fue sancionado el 16 de octubre por el Gobernador de
la Provincia José María Mantilla con la firma del Secretario
de la Gobernación Lorenzo María Lleras. Verlo en Colección
de todos los decretos de interés general espedidos por la Honorable
Cámara de la Provincia de Bogotá, desde 1832 en que principió sus
funciones hasta 1843. Formada por el Gobernador de la Provincia
Alfonso Acevedo Tejada, Bogotá, Imp. de Nicolás Gómez, año
de 1844.Cada año tiene numeración propia: al decreto que
se está analizando corresponden las pp. 38 a 39 de 1835.En
esa misma legislatura, la Cámara improbó un contrato cele-
brado entre el cura de la villa de Ubaté y los indígenas de la
misma, por el cual éstos cedían a aquel un potrero llamado

79
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

1º. Que la atribución 2ª del artículo 124 de la Ley


de 19 de mayo de 1834 faculta a las Cámaras de
provincia para promover la educación y civiliza-
ción de los indígenas y el repartimiento de sus res-
guardos;
2º. Que ninguna clase de bienes pueden lograr
los indígenas careciendo de un protector que los
defienda ante la Gobernación;
3º. Que aun cuando los indígenas están amparados
ante el Tribunal del Distrito por el Fiscal de dicho
Tribunal, se hace nulo este amparo iniciándose las
causas relativas a las comunidades de indígenas
ante la Gobernación;
4º. En fin: que esta falta reduce a los indígenas a la
peor condición imaginable, pues no tienen quien
defienda sus derechos.

En su informe a la Legislatura de 1836,fechado el


15 de septiembre, el Gobernador José María Man-
tilla señaló las acciones tomadas por el ejecutivo
provincial a fin de cumplir la disposición de 1835
que ordenaba la división de los resguardos, como
también los dos problemas que se habían presen-
tado en su ejecución. Del mismo merece especial
atención la parte final, conforme a la cual los indí-
genas no alcanzarían la ciudadanía plena si no se
dividían los resguardos. Dice así:
Deseando llevar a efecto cuanto antes la medición
y repartimiento a los indígenas de sus respectivos

Guanancui en pago de los derechos curales “que ellos causa-


ran”. Ver el Constitucional de Cundinamarca, no. 220, Bogotá, 6
de diciembre de 1835.

80
Fernando  Mayorga  García

resguardos, nombré en oportunidad los agrimen-


sores, como se dispuso en vuestro decreto de 14
de octubre de 1835. En consecuencia, ya se está
practicando la adjudicación en algunas partes, y en
otras se está midiendo el terreno para distribuirlo.
Más no sucede lo mismo en todas las parroquias
de indígenas dueños de resguardos, por los incon-
venientes que voy a exponeros.
El Poder Ejecutivo consideró ilegal el artículo 2º
del citado decreto de 14 de octubre, porque la ley
no faculta a las cámaras provinciales para aplicar a
una autoridad del orden político los emolumentos
o indemnizaciones que debieran tocar a un juez. En
esta virtud fue suspendido dicho artículo 2º, y el
resultado ha sido que solo donde los jefes políticos
han practicado gratuitamente las diligencias a que
el alude, se ha hecho la mensura y repartimiento
de los resguardos. Este obstáculo insuperable para
la Gobernación puede allanarse por la Cámara si se
ordena que a los jefes políticos se les abone un viá-
tico y dietas, por las marchas y días que demande
la práctica de las diligencias mencionadas.
El segundo obstáculo proviene de que en algunas
parroquias hay ochocientas o más familias, y no se
puede dar al agrimensor más de quinientos pesos,
que es el máximun prefijado en el artículo 7º de
dicho decreto. La Cámara apreció en 16 reales el
trabajo de los agrimensores por medir y repartir a
cada estirpe la porción de tierra que le correspon-
diese; y quiso que solo pagasen esta operación en
cada pueblo 250 familias, cualquiera que fuese el
número excedente. Pero nadie ha querido some-
terse a esta condición, muy gravosa ciertamente
cuando el exceso de familias es tan considerable
como os dejo indicado, pues que entonces vendría

81
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

a resultar en menos de 6 reales el trabajo que de-


manda la adjudicación a cada una de la parte de
tierra a que tuviese derecho.
Juzgo, pues, que pudiera disponerse para remover
este mal, que se pagase al respecto de dos pesos
hasta el número de 250 familias, algo menos cuando
ellas pasaren de 250, y hasta 400 siguiendo así una
progresión tal que ni se gravase mucho el fondo
destinado para estos gastos, ni se desalentase a los
agrimensores por dejar mal pagado su trabajo.
No puedo prescindir de recomendaros con el ma-
yor empeño toméis en consideración este asunto
con toda preferencia. Ni los desvalidos indígenas
se elevarán a la ciudadanía, ni su prole recibirá el
nutrimento literario que en las escuelas deberá dár-
seles, mientras los resguardos estén proindiviso135.

2.4. El Decreto de la Cámara provincial de Bogotá


de 1836 y las dos Circulares enviadas por el Poder
Ejecutivo nacional a todos los Gobernadores de
Provincia.
Atendiendo la solicitud de Mantilla, la Cámara de
la Provincia de Bogotá expidió un nuevo Decreto
“sobre repartimiento de resguardos” a finales
de 1836136, señalando que una de las razones

135
Exposición del Gobernador José María Mantilla a la Cámara
Provincial de Bogotá, en Constitucional de Cundinamarca, no.
260, Bogotá, domingo 18 de setiembre de 1836, pp. 163-168.
136
Este Decreto, de 4 de octubre de 1836, reformó los Decretos
de 13 de octubre de 1834 y de 14 de octubre de 1835, según
el Artículo 8º y final del mismo. Fue acordado en Bogotá el
mismo día siendo Presidente de la Cámara P. A. Herrán y
Secretario de tal Corporación Zoilo Silvestre y sancionado

82
Fernando  Mayorga  García

para su expedición eran los informes que había


recibido del Gobernador, en el sentido de que el
repartimiento de los resguardos de indígenas no
había podido llevarse a cabo en varios cantones de
la provincia debido, entre otras cosas, a la falta de
indemnización suficiente para los agrimensores137.
Según el primero de sus artículos, en aquellos
distritos parroquiales en que se hubieran formado
las listas de indígenas de conformidad con los
preceptos de la disposición de 1834, estas debían
rectificarse antes de empezar el repartimiento
de los resguardos, para lo cual, el mismo día de
inicio de la medición de cada resguardo, debía
fijarse en público la lista, invitando a los indígenas
a hacer sus reclamaciones por el término de
ocho días, concluido el cual el jefe político o el
alcalde designado por éste, previa citación de
los indígenas a través de su cabildo y teniendo
presente una relación de muertos, nacidos y
casados después de la formación de la lista, la que

por el Gobernador José María Mantilla y el Secretario Juan N.


Gómez. Verlo en el Constitucional de Cundinamarca, no. 267,
correspondiente al domingo 6 de noviembre de 1836.
137
Considerando 1º del Decreto de 4 de octubre de 1836.
Según el considerando segundo, “corresponde a las Cámaras
de Provincia dar los reglamentos convenientes, remover los
inconvenientes que la experiencia ha acreditado entorpecen
o impiden el repartimiento de los resguardos de indígenas”,
de conformidad con el Artículo 1º de la Ley de 2 de junio de
1834 y la atribución 27, artículo 104 de la Ley de 19 de mayo
del mismo año.

83
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

debía solicitarse al cura, la rectificaría, debiendo


remitirla posteriormente al Gobernador para su
aprobación. Una vez obtenida ésta, la lista debía
entregarse al agrimensor para que procediera al
repartimiento138.
En los distritos parroquiales en que no se hubie-
ran formado las listas, el jefe político podía encar-
gar a los alcaldes la formación de las mismas, las
que para su rectificación estarían sujetas al proce-
dimiento indicado anteriormente139.
En los distritos parroquiales en que ya se hubiera
hecho la medida del resguardo, las listas se rectifi-
carían conforme al procedimiento anteriormente
indicado, por lo menos ocho días antes de empe-
zar el repartimiento “y por lo más veinte días”140.
Como puede verse, la confección de las listas
generó un problema adicional para llevar adelante
el repartimiento de los resguardos.
El Decreto se refiere igualmente a los documentos
que debían hacer parte de los expedientes sobre
repartimiento de resguardos. Se conformaban:
1. De copia de la contrata celebrada entre el Gober-
nador y el agrimensor para el levantamiento del
plano del resguardo y su medición, cuya copia se
dará de oficio por la Secretaría de la Gobernación;

138
Artículo 1º del Decreto de 4 de octubre de 1836.
139
Artículo 2º del Decreto de 4 de octubre de 1836.
140
Artículo 3º del Decreto de 4 de octubre de 1836.

84
Fernando  Mayorga  García

2. De una nota que dirigirá el jefe político del can-


tón al agrimensor trascribiéndole el nombramiento
hecho en él por la Gobernación, y expresando el
juez y los avaluadores nombrados para la práctica
de las correspondientes diligencias en el respectivo
distrito;
3. De la diligencia de reconocimiento y avalúo del
resguardo, firmada por el agrimensor, los avalua-
dores, el teniente de indígenas y los colindantes y
autorizada por el juez. En ella se expresarán las ho-
ras empleadas en aquellas operaciones;
4. De las diligencias de separación del área desti-
nada para el fomento de la población y de las me-
didas para la formación del plano, expresándose
todas las operaciones científicas que se hayan prac-
ticado;
5. Del plano topográfico del resguardo;
6. De los cálculos formados para sacar el área del
resguardo y el valor de todo él, y cada una de sus
partes que lo tengan distinto;
7. De la aprobación de la Gobernación que debe re-
caer sobre las diligencias anteriores;
8. De las listas de las familias de los indígenas;
9. De la diligencia de separación de las partes de-
signadas para la escuela y para gastos de agrimen-
sura;
10. Del cálculo formado por el agrimensor de lo
que corresponda a cada individuo conforme al va-
lor repartible del resguardo, y de lo que debería
asignársele en cualquiera de las distintas porciones
de terreno de diverso valor;
11. De las diligencias de repartimiento, en que se
expresarán los límites de la parte asignada a cada
familia y las operaciones practicadas para obtener
la extensión de dicha parte;

85
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

12. De la posesión dada por el juez a cada familia,


la que se verificará el último día de cada semana
respecto de todas las familias a quienes en la mis-
ma semana se haya hecho la correspondiente de-
signación; y
13. De las diligencias de conclusión de la división
y posesión, remisión de todo lo practicado a la Go-
bernación, y aprobación definitiva de ésta141.

Con respecto al pago a los agrimensores, se seña-


la que el Gobernador debía contratar con éstos el
precio de la medida en general, la separación de
las partes designadas para la escuela y gastos de
medida, el área para el fomento de la población
y la formación del plano topográfico, así como
la copia que debía quedar en la Gobernación, “y
además les será pagado a éstos doce reales por
cada familia a que se reparta una porción de los
resguardos, bien entendido que la suma total no
excederá en ningún caso de lo que conforme al
arancel hubiere correspondido a cada agrimen-
sor; tendrán esta misma asignación los agrimen-
sores por la división aún cuando la medición se
haya practicado antes de sancionado el presente
decreto”142.
Aquellos contratos que el Gobernador hubiera
celebrado conforme al artículo 8º del Decreto de
14 de octubre de 1835, podrían rescindirse de

141
Artículo 4º del Decreto de 4 de octubre de 1836.
142
Artículo 5º del Decreto de 4 de octubre de 1836.

86
Fernando  Mayorga  García

común acuerdo con los agrimensores, a fin de


acogerse a las disposiciones de la nueva norma y
“siempre que puedan sacarse mayores ventajas a
favor de los indígenas”143.
El Decreto confiere una atribución al pequeño
cabildo de indígenas, según la cual éste debía desig-
nar aquellas personas que tenían la obligación de
acompañar diariamente al agrimensor, tanto para
informarle sobre el sitio de habitación de cada
familia como todas “las demás noticias que él ne-
cesite para el desempeño de su comisión”144.
Lo que se hizo en materia de tierras de resguar-
dos entre el momento de expedición del decreto
y junio del año siguiente puede verificarse en un
informe que el Gobernador encargado el 8 de oc-
tubre de 1836 rindió a su sucesor el 22 de junio de
1837, que por la importancia que había tenido y
tendría en la historia colombiana quien lo rindió,
sus interesantes planteamientos sobre la propie-
dad comunal y la mención a resguardos específi-
cos merece ser transcrito en su totalidad. Dice así:
Convencido de que nada es tan perjudicial a la ri-
queza pública como la comunidad de bienes, lue-
go que me encargué de la Gobernación uno de mis
primeros cuidados fue el de que se llevase a efecto
el repartimiento de las tierras de indígenas, en lo
cual se halla también muy interesada la instrucción

143
Artículo 6º del Decreto de 4 de octubre de 1836.
144
Artículo 7º del Decreto de 4 de octubre de 1836.

87
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primaria. El resguardo de Funza estaba ya medido;


el Jefe Político de aquel cantón procedió inmedia-
tamente a practicar las diligencias necesarias para
la venta de la parte destinada para la escuela. La
venta se verificó y las diligencias fueron aprobadas
oportunamente. Con los productos ha quedado allí
asegurada la subsistencia de una escuela de niños
y otra de niñas con buenas dotaciones. El agrimen-
sor debe empezar el repartimiento en el próximo
mes de julio, para lo cual están ya hechas y aproba-
das todas las diligencias previas.
Están aprobadas las diligencias de medidas del
resguardo de Pacho en el Cantón de Zipaquirá y
se ha vendido la parte separada para la escuela,
de cuya diligencia debe dar cuenta el Jefe Político.
El agrimensor se enfermó y obtuvo licencia de la
Gobernación por un mes, concluido el cual debe
dar principio al reparto.
Habíanse cometido muchas equivocaciones en
la medida del resguardo de Bosa, que había sido
aprobada por uno de mis predecesores. Yo las
advertí y dicté las providencias necesarias para
que se rectificasen. Cuando lo haya verificado el
agrimensor, deberá procederse al repartimiento y
examinarse las listas de indígenas de que ha dado
cuenta el jefe Político y que se hallan por esta razón
pendientes en el Despacho.
El señor Venancio Afanador contrató la medida del
resguardo de Guataquí en el Cantón de Tocaima
y debe ya dar cuenta de las diligencias que en la
visita que hice a aquel cantón me manifestó haber
concluido.
Los agrimensores de Funza y Chocontá presentaron
hace más de tres meses las diligencias de medida
de los resguardos de Cerrezuela y Chocontá, las

88
Fernando  Mayorga  García

cuales diferí examinar con la esperanza de que


la última legislatura sancionase un proyecto que
en mi opinión allanaba todos los inconvenientes
que han entorpecido el repartimiento de los res-
guardos. Pero desgraciadamente el Congreso se
disolvió sin que se hubiese dado aquella benéfica
ley, y será necesario examinar las diligencias y
dictar las medidas que requieran a más de las difi-
cultades existentes.
Los Jefes Políticos habían tenido una participación
indebida en las diligencias de medida y reparti-
miento de resguardos. Oportunamente dicté las
órdenes del caso para que cesase este abuso, como
lo veréis en la circular de 25 de octubre de 1836.
Los productos del arrendamiento o venta de
áreas de poblaciones de indígenas son una renta
comunal …órdenes para que los de las áreas que
se han vendido o arrendado entrasen en las arcas
comunales o en las municipales en su defecto y me
proponía expedir las órdenes más eficaces para que
en todos los cantones en donde ya se han medido
los resguardos tuviesen las rentas comunales aquel
ingreso. Espero que lo haréis, para que no continúe
la disipación de unos fondos que pueden tener una
útil aplicación145.

En su informe rendido el 15 de septiembre a la le-


gislatura de 1837, el Gobernador Ramón Villoria
se refirió al tema de la propiedad territorial indí-
gena, señalando la gran utilidad que representaba

145
Informe del Gobernador de la Provincia de Bogotá
Florentino González a su sucesor, fechado el 22 de junio de
1837,en Archivo General de la Nación, Sección República,
Fondo Gobernaciones, t. 41, fs. 744 y ss.

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repartir los resguardos, aunque tal tarea tropeza-


ba con varias dificultades, especialmente vincu-
ladas a los agrimensores y a los Jefes Políticos,
dificultades para las cuales planteaba la corres-
pondiente solución, en los siguientes términos:
Las leyes vigentes sobre este particular, como tam-
bién los decretos de la Cámara se están cumplien-
do y con ellos se ha adelantado más que antes la
obra utilísima bajo todas relaciones, de medir y
repartir los resguardos de indígenas, más no por
esto están allanados todos los inconvenientes por
concluirla con la prontitud que exigen todas las
conveniencias públicas. El mayor de todos es la
inactividad de los agrimensores: ellos descuidan
largo tiempo, o se ausentan a grandes distancias
o abandonan su comprometimiento sin noticia de
la Gobernación. Otro consiste en la impericia de
los mismos agrimensores y de la falta de discerni-
miento de los Jefes Políticos que los proponen; por
eso se pierde lamentablemente el tiempo y el tra-
bajo en practicar las diligencias y lo pierde más la-
mentablemente aún la Gobernación en examinarla,
anotando todas las irregularidades para venir por
fin a improbarlas y ordenar su reposición que es el
resultado más común que tienen. Otros obstáculos
están en la ineptitud de algunos Jefes Políticos, que
envían a la Gobernación las listas pesimamente
escritas e indigestas, de manera que hay que de-
volverlas repetidas veces para obtenerlas con la
claridad y clarificación pasables. El común interés
y tesón de un Gobernador pueden superar estos
últimos embarazos; pero los medios deben ser los
dos primeros no están en su poder, porque él no
está autorizado para fijarle tiempo al agrimensor

90
Fernando  Mayorga  García

dentro del cual concluya sus operaciones, quedan-


do en caso contrario sujeto a que el Gobernador
use de la facultad de hacer nuevo nombramiento.
Investirlo, pues, de estas autorizaciones, y de la de
nombrar el agrimensor cuando lo crea convenien-
te, sin esperar la propuesta del jefe Político, y aún
de apartarse de ella cuando la haya dado, me pa-
recen los instrumentos más a propósito para que la
autoridad triunfe de la inercia e ineptitud de algu-
nos agrimensores y Jefes Políticos146

Por los días del anterior informe, y por consulta


de la Gobernación de Tunja, el Poder Ejecutivo
nacional, en ese momento en cabeza de José Ig-
nacio de Márquez, dictó una resolución sobre el
archivo de los títulos de los resguardos de indíge-
nas, que el Secretario de lo Interior y Relaciones
Exteriores Lino de Pombo comunicó a todos los
Gobernadores provinciales. La resolución decía:
Atendiéndose a la reconocida utilidad, importancia
y justicia de que se conserven los títulos primitivos
de propiedad de las totalidades de los resguardos
de indígenas, por ser ellos una propiedad de la
comunidad interesada, y porque pueden servir en
algún tiempo para sostener y comprobar derechos
de posesión legítimamente adquiridos; y atendien-
do por otra parte a que los pequeños cabildos de
indígenas, que los han mantenido hasta ahora en
depósito, dejarán o han dejado de existir con arreglo

146
Informe del Gobernador de la Provincia a la Cámara
Provincial de Bogotá, fechado el 15 de septiembre de 1837,
en Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo
Gobernaciones, leg. 41, fs. 887 y ss.

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a la ley desde la terminación de la operación de re-


partimiento de los resguardos, se resuelve: que los
títulos primitivos expresados, concluido que sea
o haya sido el repartimiento de los resguardos de
indígenas de cada distrito parroquial, deben o han
debido depositarse y archivarse en la escribanía
primera numeraria del cantón respectivo, en donde
se archiven o se hayan archivado todas las diligen-
cias de repartimiento conforme a la orden circular
expedida por el despacho del Interior y Relaciones
Exteriores a 4 de diciembre de 1832147.

Poco más o menos un año después, concretamen-


te el 7 de septiembre de 1838, el Secretario del
Interior y Relaciones Exteriores, Pedro Alcántara
Herrán dirigió a todos los Gobernadores de Pro-
vincia una circular “pidiendo informe acerca del
cumplimiento que se haya dado a las leyes sobre
distribución de los resguardos de indígenas”, en
el que se aprecia la premura del Ejecutivo nacio-
nal en que este asunto se concluyera cuanto antes.
El texto de la circular decía:
Sírvase U.S. remitir a la Secretaría de mi despacho
un informe circunstanciado del cumplimiento que
se haya dado en la provincia de su mando a las
leyes de 7 de octubre de 1821, 6 de marzo de 1832
y 2 de junio de 1834, y de los inconvenientes que se
hayan encontrado para su ejecución, debiendo for-
marlo en estos términos: se expresará cada distrito

147
Ver “Circular sobre depósito de los títulos primitivos
de propiedad de los resguardos de indígenas”, en Registro
Oficial de la Nueva Granada, no. 9, 1837, p. 33.

92
Fernando  Mayorga  García

parroquial de los que tenían desde el año de 1821


o tienen ahora resguardos, se explicará en seguida
si se han repartido, en qué día se terminaron las
formalidades de posesión a los partícipes: si no se
han repartido, en qué ha consistido: en qué estado
se hallan las diligencias preparatorias, y cuando
será probable que queden deslindadas las porcio-
nes y puestos en posesión los propietarios. En se-
guida informará US. Sobre los inconvenientes que
en general hayan hecho retardar en la provincia el
repartimiento, añadiendo las observaciones que de
su parte le ocurran, bien para ilustrar al Poder Eje-
cutivo, bien para promover de la legislatura próxi-
ma las medidas que pudiesen facilitar la pronta
conclusión de este negociado. Mientras tanto, S.E.
el Presidente de la República recomienda a US.
dicte las providencias más eficaces a fin de que se
lleve a cabo el mencionado repartimiento, del cual
penden los intereses de los indígenas, la segura
dotación de muchas escuelas públicas, y muchas
mejoras locales de una importancia conocida. El
artículo 18 de la Ley de 2 de junio de 1834 confiere
a US. facultades muy amplias para proceder y ha-
cer que se proceda con actividad148.

Para cumplir con el requerimiento del Poder


Ejecutivo, el Gobernador de la Provincia José
María Ortega hizo llegar al Secretario de lo
Interior y Relaciones Exteriores una copia del
informe que presentó a la Cámara provincial “al
tiempo de ser instalada”. El informe resulta de
enorme utilidad, pues a la vez que menciona lo

148
Ver Registro Oficial de la Nueva Granada, no.12, 1838, p. 45.

93
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

benéfico que resulta la división de los resguardos,


indica el número de los de la provincia y señala
tanto las dificultades que se han presentado en
la ejecución de las normas vigentes en la materia
como los medios para corregirlas. Dice así:
He creído conveniente reducir a un cuadro los
distritos que tienen resguardos de indígenas, cuá-
les de estos han sido medidos y cuales divididos,
cuanto producen sus sobrantes, y cuanto las áreas
destinadas para el fomento de la población. Este
cuadro lo hallareis a continuación y en él veréis
que de sesenta resguardos que tiene la provincia
solo están divididos seis, y habiéndose hecho esto
en el término de seis años, puede calcularse fácil-
mente que siguiendo las cosas como hasta aquí,
son necesarios 55 años para ver cumplida la bené-
fica ley que dispuso el repartimiento de estos te-
rrenos. Esto es doloroso y sorprendente cuando se
ve que en otras provincias, que cuentan con menos
recursos que la de Bogotá, se han distribuido ya
todos sus resguardos o la mayor parte de ellos. Es
verdad que en el año anterior se ha hecho aquí casi
tanto como en los cinco que le han precedido, sin
embargo esto no debe lisonjearnos mucho, y aun-
que hay probabilidades de que dentro de un año
estén divididos por lo menos seis resguardos, si no
se cambian ciertas disposiciones de las que hoy ri-
gen, hay cantones en que será preciso aguardar a
que mueran sus agrimensores para que se intente
la división de alguno de sus resguardos.
Si a las ventajas que de este repartimiento resul-
tan a las escuelas se agrega el incremento que se
da a las rentas comunales y a las poblaciones con
las áreas destinadas para el fomento de rentas, y a

94
Fernando  Mayorga  García

los indígenas, y a la industria, con la adjudicación


en propiedad de sus terrenos, no vacilareis un mo-
mento en dar la preferencia en vuestras tareas a las
reformas que voy a indicaros como esenciales para
la consecución del objeto.
Es la primera y la esencial, para que dentro de po-
cos años estén divididos todos los resguardos de
la provincia, la derogación del artículo 3 del De-
creto de 14 de octubre de 1835 que dispone que
los agrimensores sean nombrados por cantones a
propuesta de los Jefes Políticos. Tiene este artículo
dos inconvenientes: primero, que los Jefes Políti-
cos no conocen a agrimensores científicos y solo
proponen prácticos incapaces… practicar pronta
y acertadamente las operaciones; y segundo, que
una vez nombrado el agrimensor de un Cantón,
y empezada por él la medición de un resguardo,
nada puede hacerse respecto de los otros, hasta
que se concluya la división del primero que puede
durar 6 años como hasta ahora, y sin tener espe-
ranza de qué forma se termine, pues no hay tiem-
po fijado para esto ni el gobernador tiene medios
para compeler al moroso.
Derogado el artículo que he citado, deberá acor-
darse en su lugar que el gobernador pueda nom-
brar libremente agrimensores para la medición y
repartimiento de cada resguardo según las mejo-
res condiciones que ofrezcan los que pueden ser
nombrados: que los actuales agrimensores de los
Cantones continúen siéndolo de los resguardos
cuyas diligencias hayan empezado, fijándoles un
término para concluirlas, que no pase de cuatro
meses si aún no está hecha la medición, ni de dos
si ella está practicada.
Ha presentado también inconvenientes el artículo
2º del decreto citado, que dispone se haga el remate

95
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

de las áreas de las poblaciones por estancias; pues


aunque en los lugares más poblados se encuentran
pastores de esta manera no los hay en los demás, y
ninguno quiere rematar una porción tan pequeña
de terreno por no exponerse a que otros tomen la
contigua dejándole inútil aquella. Así sería mejor
disponer que los remates de dichas áreas se hi-
ciesen por fanegadas a no ser que se presentasen
pastores por partes menores pues en este caso ellos
serían preferidos.
Hay una contradicción en los artículos 1º y 2º del
expresado Decreto pues en este se asignan al Jefe
Político derechos por las diligencias que en aquel
se encargan al Juez parroquial. Me parece que por
las diligencias que ha de practicar el Jefe Político
no debe señalársele gratificación alguna, pues ni
son de las que comprende el arancel, ni pueden
ocuparlo muy pocos momentos. En cuanto a las de
los Jueces si deberán pagarse conforme a arancel;
pero como cuando deba dar las posesiones, esto
tiene lugar en la parte más inmediata al centro de
la población, y ellas se hacen sucesivamente y aca-
so en un solo día parece que deben disfrutar solo
de 4 reales por cada hora de trabajo efectivo que
señala el artículo 15 del expresado arancel. Así lo
ha entendido la gobernación.
Puedo aseguraros que acordadas las reformas que
os propongo, pero con especialidad la primera, den-
tro de pocos años estará terminada la división de los
resguardos de indígenas, o por lo menos la de todos
aquellos que no ofrezcan graves dificultades149.

149
Memoria del Gobernador de Bogotá en 1838, en Archivo
General de la Nación, Sección República, Fondo Gobernaciones,

96
Fernando  Mayorga  García

2.5. Dos Decretos de la Cámara Provincial de


Bogotá: el de 1838 y el de 1840.
El informe del Gobernador impulsó a la legisla-
tura provincial a ocuparse del tema que estamos
tratando, lo que se concretó en la expedición de
un Decreto “adicional a los expedidos sobre res-
guardos”150, cuyo único considerando insistió en
la insuficiencia de los Decretos de 13 de octubre
de 1834 y de 14 del mismo mes del año de 1835
para “remover los obstáculos que se han presen-
tado para la ejecución de la ley que acuerda la
distribución de las tierras de resguardos entre las
familias de los indígenas”, o sea la ley del 19 de
mayo de 1834.
A fin de allanar las dificultades presentadas,
la norma facultó al Gobernador para nombrar
agrimensores para cada distrito parroquial, sin

leg. 43, fs. 171 r. a 178 v. La parte que se transcribe, ”Resguardos


de indígenas”, en 177r. y 177 v.
150
Era Presidente de la Cámara de Provincia Alejandro Osorio
y Secretario de tal Corporación Zoilo Silvestre. El Decreto fue
sancionado el 1º de octubre por el Gobernador de la Provincia
José M. Ortega con la firma del Secretario Miguel Martínez.
Verlo en Colección de todos los decretos de interés general
espedidos por la Honorable Cámara de la Provincia de Bogotá, desde
1832 en que principió sus funciones hasta 1843. Formada por el
Gobernador de la Provincia Alfonso Acevedo Tejada, Bogotá, Imp.
de Nicolás Gómez, año de 1844. Cada año tiene numeración
propia: al decreto que se está analizando corresponden las
pp. 3 a 5 de 1838.

97
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

necesidad de propuesta151; los designados confor-


me a disposiciones anteriores podían continuar
en sus funciones en el distrito parroquial que de-
signara el Gobernador152.
El decreto preveía igualmente que tanto los agri-
mensores que hubieran comenzado alguna medi-
ción como los que se nombraran para efectuarla
debían concluir su tarea dentro del término que
señalara el Gobernador, que en ningún caso po-
dría pasar de cuatro meses153.El mismo funcio-
nario debía señalar también el término máximo
para adelantar el repartimiento del resguardo,
que tampoco podía ser mayor de cuatro meses154.
Cuando se tratara de resguardos en que hubiera
una extensión considerable de terreno montaño-
so, o por cualquier razón fuera difícil la ejecución
de la medida, el Gobernador podía disponer que
se hiciera únicamente su división formal y ad-
judicación, conforme al avalúo general dado al
respectivo terreno, “sin necesidad de efectuar su
medición”155.
En lo que hace al remate de los terrenos compren-
didos en el área de las poblaciones, podía hacerse
por fanegadas, estancias o solares, según resultara

151
Artículo 1º del Decreto.
152
Artículo 2º del Decreto.
153
Artículo 3º del Decreto.
154
Artículo 4º del Decreto.
155
Artículo 5º del Decreto.

98
Fernando  Mayorga  García

más conveniente, aunque debía procurarse que se


efectuara “en diversas personas”156.
A los jefes políticos correspondía la práctica de
las diligencias necesarias para la venta de la parte
de los resguardos destinada al sostenimiento de
la escuela y al fomento de la población y gastos
de agrimensura. Por los pregones y remates para
estas ventas gozarían “los jefes políticos lo que
por tales diligencias asigna el arancel”157.
Los jueces que debían dar posesión a los indíge-
nas de las porciones que les correspondían en sus
resguardos gozaban “de cuatro reales por cada
hora de trabajo efectivo, conforme al artículo 15
del arancel”158, el que también se aplicaba para
pagar a los jueces por hacer el reconocimiento del
resguardo159. Ni éstos ni los jefes políticos recibi-
rían pago alguno “por las diligencias no compren-
didas en los artículos anteriores y que se les en-
carguen o hayan encargado por las disposiciones
vigentes o por el Gobernador de la Provincia160.

156
Artículo 6º del Decreto.
157
Artículo 7º del Decreto. En 1839, el Gobernador señaló que la
parte final de éste artículo fue suspendida por el Poder Ejecutivo.
Ver “Estracto de la memoria presentada por el Gobernador de
Bogotá a la Cámara Provincial en sus sesiones de 1839”, en Gaceta
de la Nueva Granada, no. 419, Bogotá, 22 de septiembre de 1839.
158
Artículo 8º del Decreto.
159
Artículo 9º del Decreto.
160
Artículo 10 del Decreto. Conforme al artículo 11 y último
del Decreto, quedaban derogadas las disposiciones de los

99
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

El estado del tema que nos ocupa para septiembre


de 1839 puede verse en el informe que el Gober-
nador de la Provincia José María Ortega presentó
a la Legislatura el 15 de ese mes; se transcribe ín-
tegramente, pues todas sus apreciaciones son de
enorme importancia para la historia de la propie-
dad territorial en la Provincia. Dice así:
Después de 18 años en que se dio la ley de Cú-
cuta para poner en posesión de sus resguardos a
todos los indígenas de la Republica muy poco se
había hecho en este particular en la provincia de
mi mando. Hasta el año pasado solo se habían me-
dido diez y repartido seis; pero afortunadamente
vuestro decreto expedido y mandado a ejecutar en
1º de octubre de este año, removió la mayor par-
te de los inconvenientes que se habían opuesto al
cumplimiento de las diferentes leyes, que es como
la de Cúcuta, tenían por objeto el que los indígenas
poseyeran en propiedad sus terrenos, y el estable-
cimiento de escuelas de primeras letras.
Grande y tenaz ha sido la lucha que la Goberna-
ción ha tenido que sostener para llevar al cabo las
disposiciones del enunciado decreto; y dos veces
ha sido acusada ante el P.E. por agrimensores, que
conforme a los artículos 1º, 2º y 3º dejaron de ser-
lo en más y más cantones. Sólo la última parte del
artículo 7º en que señalaba derechos a los Jefes Po-
líticos por los pregones y remates para la venta del
terreno destinado al sostenimiento de las escuelas
no ha tenido efecto, porque el P.E. conforme a sus

Decretos expedidos con anterioridad por la Cámara, “que


sean contrarias a él”.

100
Fernando  Mayorga  García

atribuciones suspendió dicha parte por las razones


de que por separado os doy cuenta.
Temerosa la Gobernación de que algunos indíge-
nas quedaran por fuera en el repartimiento de sus
respectivos resguardos, ha prevenido por regla ge-
neral la reserva de algunas porciones para el caso
de justas reclamaciones, pues que dispersos por
todas partes y acostumbrados frecuentemente a
ver que eran ilusorias las disposiciones de las leyes
sobre este negocio, han creído que en 1838 y 1839
iban a ser burladas lo mismo que en los 18 años
anteriores, y poco o ningún interés han tomado
en que se les inscriba en las respectivas listas. La
Gobernación se promete que esta medida será de
vuestra aprobación, pero cree que debe fijarse un
término perentorio, dentro del cual se distribuyan
las enunciadas porciones quedando ejecutoriadas
las diligencias de repartimiento.
Llamo vuestra atención sobre los resguardos que,
como los de Pandi, son tan reducidos y miserables
que no se encuentra quien por una módica canti-
dad se encargue de su mensura: que como los de
San Antonio, anteriormente medidos, quien los
reparta por los doce reales que cada familia debe
contribuir; pues que estas no alcanzan a 30, y que
como los de Yanacones de Fusagasugá, no ha al-
canzado la duodécima parte para gastos a cubrir la
pequeña cantidad en que se contrató su medición.
En San Juan de la Vega sucede al contrario: los res-
guardos son inmensos, los indígenas no pasan de
quince a veinte, la escuela se encuentra hoy bien
dotada, aquellos con el terreno bastante para cul-
tivar, y lo que debería pagarse para su mensura, y
que no bajara de 400 a 500 pesos, podría destinar-
se, como hoy lo está, en favor de aquella escuela,

101
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

que por esta circunstancia es de las mejores y más


bien establecida de la Provincia. Si ninguna nueva
disposición tuviereis a bien acordar en este caso, la
Gobernación llevará al cabo las que hoy existen y
se están cumpliendo; no habiéndose verificado en
aquellos resguardos, porque se practicaron ante-
riormente ciertas diligencias que no han parecido
y porque no teniéndolas a la vista, se habría aven-
turado cualquiera providencia en el particular.
Terminadas vuestras sesiones, la gobernación va a
ocuparse de la revisión de aquellos contratos que
no han tenido efecto por culpa de los agrimenso-
res; pero siempre debe seros satisfactorio saber y
conforme como lo demuestra el correspondiente
cuadro, que se hallan ya repartidos en la provincia
14 resguardos, medidos 31, y que solo faltan por
medirse 14, siendo el fruto de vuestro decreto que
he citado y que solo lleva ocho meses de cumplirse
con las disposiciones que él contiene, el que en tan
corto tiempo hayan evadido los resultados que se
propuso al legislador de 1821 a los de los 17 años
transcurridos desde aquella fecha a 1838.
Comparado el cuadro que someto a vuestro cono-
cimiento, con el que se formó anteriormente161, se
encontrará alguna diferencia proveniente de equi-
vocaciones, tales como la de presentar los resguar-
dos de Bosa como medidos y los de Soacha sin me-
dirse, incluir a Tena en donde no existen, omitir los
Yanacones de Fusagasugá y no contar los de Chía
como medidos, y si los de San Juan de la Vega que
aún no lo están.

161
Muy probablemente se refiere al que presentó en 1838 el
Gobernador de la Provincia a la Cámara Provincial.

102
Fernando  Mayorga  García

La Gobernación os recomienda dictéis sobre las


indicaciones que dejo expuestas, la resolución que
por fin ponga término a un negocio que por su na-
turaleza es desagradable, y por el estado en el que
se encuentra de necesidad su conclusión162.

162
Ver “Memoria del Gobernador de Bogotá en 1839”, en
Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo
Gobernaciones, leg. 44, fs. 49 r. a 59 v. La parte que se
transcribe, “Resguardos de indígenas”, entre 54 v. y 56 r. El
“Estracto de la memoria presentada por el Gobernador de
Bogotá a la Cámara Provincial en sus sesiones de 1839”, en
Gaceta de la Nueva Granada, no. 419, Bogotá, 22 de septiembre
de 1839 no es fiable, ya que menciona diferentes cifras
para los resguardos medidos y repartidos. Conforme al
cuadro que se anexó a la Memoria, en el cantón de Bogotá
no se había repartido ningún resguardo, se habían medido
cuatro y se encontraban sin medir tres, para un total de
siete resguardos; en el de Zipaquirá se habían repartido
ocho resguardos, se habían medido tres y se encontraba
sin medir uno, para un total de doce resguardos; en el de
Chocontá se había repartido un resguardo, se habían medido
dos y se encontraban sin medir uno, para un total de cuatro
resguardos; en el de Cáqueza no se había repartido ningún
resguardo, se habían medido seis y se encontraba sin medir
uno, para un total de siete resguardos; en el de Funza se
habían repartido tres resguardos, se habían medido dos y se
encontraba sin medir uno, para un total de seis resguardos;
en el de Fusagasugá se habían repartido dos resguardos, se
había medido uno y se encontraba sin medir uno, para un
total de cuatro resguardos; en el de Guaduas no se había
repartido ningún resguardo, no se había medido ninguno
y se encontraban sin medir dos, para un total de dos
resguardos; en el de Guatavita no se había repartido ningún
resguardo, se habían medido dos y se encontraban sin medir
dos, para un total de cuatro resguardos; en la de la Mesa no

103
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

El 15 de septiembre de 1840 el Gobernador


Eladio Urisarri presentó a la Cámara Provincial
el informe ordenado por la ley; en él no se
encuentra mención al tema de la propiedad
territorial indígena, tal vez porque, como lo dice
el informante, las circunstancias de guerra por
las que atravesaba la Nación habían obligado a
concentrar sus esfuerzos en la conservación del
orden público, los empréstitos, las elecciones y los
reclutamientos, “negocios que bastan para ocupar
la atención del magistrado, si ocurren todos a la
vez, como ha acontecido en el corto período de
mi mando”163. Sin embargo, el 9 de octubre de ese
año fue sancionado un decreto expedido por la

se había repartido ningún resguardo, se había medido uno


y se encontraba sin otro, para un total de dos resguardos;
en el de Tocaima no se había repartido ningún resguardo,
se habían medido siete y se encontraba sin medir uno, para
un total de ocho resguardos; en el de Ubaté no se había
repartido ningún resguardo, se habían medido siete y se
encontraba sin medir uno, para un total de ocho resguardos.
Finalmente, se advierte que San Martín no tenía resguardos.
Sintetizando, se habían repartido catorce resguardos, medido
treinta y uno y se hallaban sin medir catorce, lo que muestra
un total de 59 resguardos para toda la Provincia. El cuadro
en: Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo
Gobernaciones, leg. 6 de Bogotá, f. 356.
163
Ver Exposición que el Gobernador Dr. Eladio Urisarri hace
a la Cámara Provincial de Bogotá en sus sesiones de 1840.El
ejemplar que hemos tenido a la vista fue localizado en el
Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo
Gobernaciones, leg. 46, fs. 229 a 234.

104
Fernando  Mayorga  García

Cámara cinco días antes sobre el tema objeto de


éste escrito, cuyo único considerando señala que,
a pesar de las medidas tomadas por la Cámara
para facilitar la pronta medición y distribución de
los terrenos pertenecientes a los indígenas todavía
se encontraban muchos sin medir ni repartir,
bien porque se habían contratado tales tareas con
personas “no científicas”, bien porque “tan solo se
han tratado de repartir aquellos que siendo más
productivos ofrecen pequeñas dificultades”. Las
anteriores consideraciones llevaron a la Cámara
a conceder especiales atribuciones al Gobernador
Provincial en materia de contratación en el tema,
de la siguiente forma:
Art. 1º. El Gobernador dará por concluidas aque-
llas contratas en que no se haya cumplido con la
disposición del artículo 3º del decreto de esta Cá-
mara de 1º de octubre de 1838.
Art. 2º. El Gobernador podrá contratar con una
misma persona la medición y distribución de di-
ferentes resguardos, prefiriendo siempre en la li-
citación aquellas personas que habiendo medido
otros, lo hayan verificado con mayor exactitud y
en menos tiempo.
Parágrafo único. Esta preferencia se entenderá en
el caso en que las cantidades porque ofrezcan ha-
cerlo lo licitadores sean iguales164.

164
El Decreto, expedido en desarrollo de la atribución 27 del
artículo 124 de la ley de 19 de mayo de 1834, fue acordado
siendo Presidente de la Cámara Provincial Andrés Sandino y
Secretario Ignacio Ospina. Fue sancionado por el Gobernador

105
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

A comienzos de septiembre de 1841, el Secretario


de Estado en el Despacho de Hacienda de la
Nueva Granada se dirigió al Gobernador de la
Provincia para comunicarle la resolución tomada
con respecto a un terreno que en su momento
había formado parte del resguardo de Nemocón,
lo que permite suponer que éste ya había sido
disuelto. La resolución dice así:
La Gobernación de Bogotá dispondrá lo convenien-
te para dar en arrendamiento el terreno que se ha
ocupado para el servicio público del que componía
el resguardo de indígenas de Nemocón. Al efecto
convocará por cartelones para celebrar el arrenda-
miento, avisándolo en los lugares en que se crea
oportuno, y señalando día en que deban examinar-
se las propuestas que se hagan. Estas propuestas
podrán dirigirse cerradas al administrador general
de salinas de Zipaquirá, Nemocón y Tausa, y en
el día señalado se examinarán por el administra-
dor general, por el administrador particular de la
salina de Nemocón y por el alcalde parroquial de
dicho distrito, reunidos al efecto, quienes decidi-
rán cual es la más ventajosa. La que se juzgue serlo
será publicada a la voz y por avisos escritos, por
cuatro horas por lo menos en Nemocón, durante
las cuales se admitirán las mejoras que propongan,
y concluido este término se rematará el contrato en
el que hubiere hecho propuestas más ventajosas
para mejorar la que se hubiere publicado. La Go-

Andrés Aguilar, con la firma del secretario José M. Junguito.


Verlo en El Constitucional de Cundinamarca, no. 4, Bogotá,
viernes 10 de septiembre de 1841.

106
Fernando  Mayorga  García

bernación hará por sí, o por medio de la adminis-


tración general, todas las advertencias, y fijará las
condiciones que crea más propias para asegurarse
del cuidado que debe tenerse por parte del arren-
dador para que no se extraiga carbón de las minas
sin consentimiento del Gobierno, y demás que crea
convenientes165.

El 27 de diciembre de 1841 asumió la Gobernación


de la Provincia Alfonso Acevedo. El discurso que
pronunció en esta fecha el Gobernador saliente
permite visualizar los efectos de la guerra en el
tema de la liquidación de los resguardos durante
su gestión y la de quien lo antecedió. La parte
pertinente dice:
El despacho, Sr. de esta oficina se hallaba suma-
mente atrasado, porque antes sólo se había pen-
sado en la común defensa, los establecimientos de
educación habían sufrido aunque no mucho, los
expedientes de repartimientos de resguardos se
habían paralizado porque algunos de los agrimen-
sores se complicaron en los trastornos, y porque
estos no habían dejado obrar en el particular…he
procurado dar movimiento a la conclusión de la
agrimensura y reparto de tierras de indígenas…166

165
Comunicación del Secretario de Hacienda de la Nueva
Granada Jorge J. Hoyos al Gobernador de la Provincia de
Bogotá, fechada el 2 de septiembre de 1841, en El Constitucional
de Cundinamarca no. 4, Bogotá, viernes 10 de septiembre de
1841.
166
Ver “Posesión del Gobernador”, en El Constitucional de
Cundinamarca no. 20; Bogotá, viernes 31 de diciembre de
1841, p. 79.

107
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

A finales de marzo de 1842, concretamente el 30


de ese mes, Acevedo dirigió al Secretario del In-
terior y Relaciones Exteriores una comunicación
por demás interesante, en la que sin ahorrar ad-
jetivo alguno, puso de presente las consecuencias
que la aplicación de las leyes de liquidación de
resguardos habían causado a la población indíge-
na, la manera en que, incluso los curas, se habían
aprovechado de ella y, en fin, la forma en que
muchos de estos males, algunos ya irreparables,
podrían atemperarse. Dice así el escrito:
Tengo el sentimiento de manifestar a US que las
leyes de 11 de octubre de 1821, 6 de marzo de
1832 y 2 de junio de 1834, expedidas con el fin
laudable de mejorar la suerte de los indígenas, han
producido un efecto enteramente contrario del que
se propusieran los legisladores de Colombia y la
Nueva Granada.
Por desgracia el mal es ya irreparable, y en unas
partes la avaricia, y en otras la ignorancia han re-
ducido a centenares de indígenas a la más comple-
ta mendicidad. En vano quiso el legislador evitar
los males que hoy sufren los indígenas, dando
diferentes disposiciones para precaverlos, pues
que eludiéndose unas, e interpretándose otras, se
ha ido despojando poco a poco a los indígenas de
sus propiedades. Con arreglo a las disposiciones
legislativas, ejecutivas y de la cámara de provin-
cia que hoy rigen sobre el particular, se han hecho
y se están haciendo las medidas y repartimiento
de los feraces y extensos terrenos que los indios
poseían en común pero aun cuando estas disposi-
ciones forman ya un grueso volumen, no por eso

108
Fernando  Mayorga  García

han podido ellas poner término a los males que


causan la ignorancia y la mala fe. Es un dolor que
las disposiciones que se dictan para elevar a los
indígenas a la clase de propietarios hayan servido
de instrumento para reducirlos a la miseria. De los
resguardos debían separarse diversas porciones,
ya para el fomento de la población, ya para la do-
tación de la escuela y para los gastos de mensura
y repartimiento, quedando el resto de los terrenos
para dividir entre los tributarios llamados por la
ley a ser partícipes del terreno que poseían en co-
mún desde un tiempo inmemorial; pero ni aun de
estos terrenos son dueños ya, pues que en algunas
parroquias han sido despojados de ellos exigién-
doles por los curas las pequeñas porciones que
les han cabido, en pago de entierros. En otras han
vendido sus porciones a pesar de la prohibición
contenida en el artículo 7º de la ley de 6 de marzo
de 1832, pues algunos jefes políticos por condes-
cendencias indebidas y otros por interés personal
han dado licencia para la venta, verificándose ésta
en reducidas cantidades que se entregan a los in-
dios poco a poco y que solo sirven para fomen-
tar en ellos el vicio de la embriaguez; en otras no
pudiendo conseguirse licencia para ventas se ha
inventado el que los indígenas empeñen indefini-
damente sus terrenos a os propietarios inmedia-
tos que de este modo los adquieren a pesar de las
disposiciones legales; y en todas las parroquias
hay una tendencia constante a apoderarse de los
resguardos de indígenas y estos infelices sin ca-
pacidad para defender sus derechos y engañados
constantemente por los mismos que debieran pro-
tegerlos no pueden, ni conservar su propiedad, ni
conocer sus verdaderos intereses.

109
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

En el estado en que hoy se encuentran los repar-


timientos no pueden ya suspenderse; pero aún
pueden evitarse muchos y graves males solicitan-
do de la presente legislatura una disposición que
prohíba adquirir los terrenos de resguardos bajo
ningún motivo ni pretexto, bien sea por compra,
arrendamiento, pago o cualquiera otra manera,
pues de lo contrario antes de cuatro años ningún
indígena poseerá porción alguna de terreno resul-
tando el grave inconveniente de que todos ellos se
convertirán en mendigos y holgazanes, dejando la
útil profesión de la agricultura de que hoy viven,
proporcionando a la raza blanca víveres abundan-
tes y baratos , pues como US habrá observado los
terrenos que estos poseen son en general los más
bien cultivados, y los indígenas son los que pro-
veen todos los mercados de la provincia de los ví-
veres necesarios.
No dudo que US se sirva apoyar ante el Gobierno
y aún ante el cuerpo legislativo si fuere necesario
la indicación que contiene la presente nota, puesto
que US se halla penetrado de las necesidades de
las últimas clases de la sociedad, vistas hasta hoy
con lamentable abandono. Por fortuna algunas au-
toridades, curas y agrimensores no han seguido el
ejemplo funesto que otros han dado, y esto ha im-
pedido la ruina total de los indígenas; pero como
diferentes ciudadanos alternan en estos destinos,
basta solamente con que en un período haya uno
que olvide sus deberes para que se hagan males
que después no pueden repararse y US sabe todos
los arbitrios que la mala fe inventa para despojar
de su propiedad al que no pueda defenderla.
Los males de esta clase infeliz en general son mi-
rados con indiferencia, pero la autoridad pública

110
Fernando  Mayorga  García

tiene el deber imprescindible de protegerlos y no


dudo que US tendría la bondad de acoger más in-
dicaciones167

Las dificultades prácticas que se habían venido


presentando en la repartición de los resguardos
fueron reiteradas por Acevedo en el informe
presentado a la Cámara provincial el 15 de sep-
tiembre de 1842, en el que señalaba:
Después de estudiar con cuidadosa atención todas
las disposiciones relativas a éste ramo, me veo en
la dura necesidad de deciros que la ley colombiana
de 11 de octubre de 1821 está produciendo la com-
pleta ruina de los indígenas. Diferentes disposicio-
nes han sido dictadas por la Legislatura Granadina
y por la Cámara de provincia, y bien poco se ha
adelantado porque la ley colocó el interés de los
indígenas en oposición con el de los agrimensores,
y de aquí han venido la mayor parte de los ma-
les que han causado los repartimientos, pues los
agrimensores, prefiriendo como era natural sus in-
tereses, han separado las mejores porciones de te-
rrenos a fin de que pudiendo realizarse fácilmente,
quedasen ellos cubiertos de su trabajo. Parroquias
ha habido (como las del cantón de Fusagasugá) en
donde los indígenas poseían un cortísimo espacio
de tierra cultivable hecha productiva con el inmen-
so trabajo de sus brazos en el largo espacio de tres

167
Nota del Gobernador de la Provincia de Bogotá, Alfonso
Acevedo, al Secretario del Interior y Relaciones Exteriores de
la República de la Nueva Granada, fechada el 30 de marzo
de 1842, en El Constitucional de Cundinamarca, no. 33, Bogotá,
domingo 3 de abril de 1842.

111
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

siglos. Esta se aplicó casi en su totalidad para los


gastos de agrimensura y a los infelices poseedores
se les señalaron sus porciones en páramos inhabi-
tables, en rocas estériles, en medio de montañas
inaccesibles cubiertas de robles y malezas, redu-
ciéndolos así a la necesidad de abandonar el suelo
de sus padres y causar la ruina de sus hijos, pues
venden a menosprecio sus tierras, más bien que
emprender nuevos trabajos y fatigas cuyo fruto
puede arrebatarles otra ley.

Las consideraciones que Acevedo plantea a


continuación son de capital importancia, dado
que, tras interpretar la historia de la propiedad
indígena en el período colonial, se muestra en
desacuerdo con el actuar malicioso de “la raza
blanca” durante la República. Dice así:
He aquí una burla cruel e irónica de los derechos
sagrados de propiedad que tanto blasonamos de
proteger. He aquí uno de los actos que nada pue-
de justificar y en que la raza blanca ha procedido
en el siglo 19 con menos justicia, con menos de-
recho y equidad que los conquistadores del siglo
15; ellos al menos manifestaron valor y sufrieron
privaciones y arrostraron peligros para adquirir
por el bárbaro derecho de la fuerza lo que a otros
perteneciera; pero hoy la injusta perseverancia de
la raza blanca que hace y ejecuta las leyes sobre
indígenas, olvidando los derechos de justicia y de
humanidad, se apodera poco a poco de los escasos
terrenos que nuestros mayores dejaron a los pri-
mitivos habitantes de este suelo, después de des-
pojarlos de todo cuanto les pertenecía. Laudables
sentimientos han podido presidir a la formación

112
Fernando  Mayorga  García

de la ley, pero ella ha sido injusta, inconsulta, lle-


na de vacíos y mal ejecutada. Injusta, porque dis-
puso que sin indemnización diesen los indígenas
sus tierras para fomentar poblaciones de blancos
y porque sin atender a la diversidad de terrenos y
circunstancias ordenó un mismo modo de reparto
en todas las parroquias. Inconsulta porque mandó
que el mismo que practicase el repartimiento se-
parase de él la paga de su trabajo y porque presu-
puso la existencia de agrimensores científicos que
entonces y aún ahora son casi absolutamente des-
conocidos entre nosotros. Llena de vacíos porque
no previó los lazos que la avaricia tendería a los in-
cautos indígenas a fin de despojarlos de su propie-
dad haciéndolos eludir los artículos de la ley que
parecían protegerla. Mal ejecutada, por la malicia
o ignorancia de casi todos los agrimensores que no
repartieron con igualdad, ni dieron terrenos a to-
dos los que tienen derecho a ellos, ni hicieron una
clara demarcación de los límites de cada porción,
lo que ha causado frecuentes quejas y discordias
entre las familias, ni pagaron siquiera los gastos de
agrimensura, pues parece que al señalar para esto
un fondo considerable, la intención del legislador
no fue pagar solamente el trabajo del agrimensor
sino también todos los costos que pudiera causar
esta operación, y lejos de ser así hemos visto a los
miserables indígenas obligados por la autoridad
pública a trabajar con sus personas y herramientas
en su propio despojo, abandonando por meses en-
teros sus labores rurales sin recibir el jornal que les
era debido, ni siquiera una escasa ración para su
alimento diario. Mas a pesar de todo si al ejecutar
la ley se hubiera tenido siquiera compasión por los
indígenas, no habrían resultado tantos males que

113
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

ya son de una naturaleza irreparable, pues ni aún


encuentro un remedio eficaz para proponeros, a fin
de evitar la completa ruina de los indios acosados
sin cesar por la mala fe y malicia de los blancos.

En la conclusión de su informe Acevedo, tras al-


gunas consideraciones, propone algunas medidas
de protección para los indígenas en los siguientes
términos:
Una nube de agrimensores se levantó en la provin-
cia, y entre ellos muchos jóvenes que están muy lejos
de poseer los conocimientos científicos que son ne-
cesarios para verificar la medida y hacer la distribu-
ción con equidad. Yo os remitiré por separado copia
de todas las órdenes expedidas por la Gobernación
para retardar si fuese posible aún la completa des-
trucción de esta raza desgraciada, y creo que en el es-
tado actual de este negociado haríais un bien positi-
vo expidiendo un decreto en que se prohíba adquirir
los terrenos de indígenas con el pretexto de mejoras,
empeños, pagos u otras semejantes168.

A finales de 1842 llegaron a la Gobernación de la


provincia algunas solicitudes que buscaban que
se destinaran para el sostenimiento de las escue-
las primarias las cantidades que resultaran so-
brantes de la parte de los resguardos de indígenas
separados para gastos de agrimensura después de
cubiertos éstos, lo que fue puesto de presente por

168
Ver “Exposición que el Gobernador de la provincia de
Bogotá hace a la Cámara provincial en sus sesiones ordinarias
de 1842”, en El Constitucional de Cundinamarca, no. 55, Bogotá,
jueves 15 de septiembre de 1842, pp. 220-221.

114
Fernando  Mayorga  García

el Personero provincial a la Cámara. Ésta, “usan-


do de la facultad que le concede el número 27 del
artículo 124 de la Ley de 19 de mayo de 1834” y
considerando
1º Que el artículo 4º de la ley de 6 de mayo de 1832
dispuso que de la tierra de los resguardos se separe
una parte para que con el producto de su venta se
cubran los gastos muy precisos e indispensables
de medición y repartimiento, y que el sobrante,
si lo hubiere, acrezca al terreno partible entre los
indígenas.
2º. Que siendo terminante esta disposición, no
puede legalmente darse a tal sobrante otro destino
que el designado por la ley, sin que pueda en
consecuencia aplicarse para el sostenimiento de
las escuelas, pues aunque esta aplicación tenga
por objeto el fomento de establecimientos de tan
conocida utilidad, la ley no ha querido gravar a los
indígenas con la obligación de dotar del todo las
escuelas después de que se les ha privado de una
parte de sus terrenos para el mismo objeto

expidió un decreto de cinco artículos, el primero de


los cuales señaló que en los distritos parroquiales
de la provincia en que, concluida la mensura y par-
tición de los terrenos de indígenas, hubiera queda-
do algún sobrante de la parte destinada a gastos
de agrimensura y partición después de cubiertos
éstos, tal sobrante debía distribuirse proporcional-
mente entre los indígenas del resguardo169.

169
Artículo 1º del Decreto del 7 de octubre de 1842.Era
Presidente de la Cámara Provincial Juan Antonio Marroquín

115
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Los demás artículos del decreto, de carácter pro-


cedimental, señalaban:
Art. 2º. Si el sobrante de que trata el artículo ante-
rior existiere en dinero o a censo, el gobernador de
la provincia dictará las órdenes del caso para que
se entere en poder del tesorero parroquial respec-
tivo, quien en uso de sus atribuciones legales dará
los pasos convenientes para que por las personas
en cuyo poder estén las cantidades correspondien-
tes a los sobrantes de resguardos las cubran sin
dilación ni plazo.
Art. 3º. Luego que el tesorero parroquial haya re-
cibido las sumas provenientes de sobrantes de res-
guardos, dará aviso de ello al cabildo parroquial
respectivo, con especificación de las cantidades
que haya recaudado.
Art. 4º. El cabildo procederá a hacer entre los indí-
genas la distribución de la cantidad del sobrante,
con una justa proporción y el tesorero entregará a
presencia del cabildo a cada uno de los partícipes
lo que le haya correspondido llevando de todo la
correspondiente diligencia, con cuya copia dará
cuenta al jefe político del cantón para que este lo
haga al gobernador de la provincia.
Art. 5º. Si la cantidad que haya de repartirse entre
los indígenas que tengan derecho fuere tal que
hecha la distribución les correspondiere una suma
muy pequeña, podrá dejarse a censo a favor de los

y Secretario Casimiro Porras. El Decreto fue sancionado


por el Gobernador de la Provincia Alfonso Acevedo con
la firma del Secretario José Manuel Junguito. Verlo en El
Constitucional de Cundinamarca no. 63, Bogotá, domingo 13 de
noviembre de 1842.

116
Fernando  Mayorga  García

mismos indígenas, o destinarse a otro objeto de


utilidad pública, siempre que en uno u otro caso los
interesados convengan en ello voluntariamente y
sin coacción alguna. Al efecto el cabildo parroquial
les hará la correspondiente invitación, y una vez
obtenida la aquiescencia de los indígenas, dictará
las reglas convenientes para el reconocimiento
y seguridad del principal e inversión de él y sus
réditos en su caso. Estas reglas no se llevarán a
efecto sin la previa aprobación del gobernador por
conducto del jefe político.

La suficiencia de los agrimensores era un tema


que preocupaba profundamente a quienes se en-
contraban al frente de los destinos de la provincia.
Así lo demuestra el decreto expedido en enero de
1843 por el gobernador Luis María Silvestre, cu-
yos tres considerandos señalan:
1º. Que los benéficos resultados que se propusieron
los legisladores al expedir las leyes sobre reparti-
miento s de resguardos, unos han sido ilusorios y
otros se han convertido en perjuicio de los indíge-
nas, porque se levantó, con señaladas excepciones,
una chusma de pretendidos agrimensores sin los
conocimientos necesarios, y sin la filantropía con
que debe ser tratado por los hombres de bien la
clase indígena.
2º. Que previniéndose por varias disposiciones vi-
gentes, que el encargo de agrimensor se acuerde de
preferencia a los que trabajen en este ramo científi-
camente, y no teniendo la gobernación otro medio
para una calificación acertada que el del examen.
3º. Que aconsejando os inteligentes que el reparti-
dor de un terreno a más de vastos conocimientos,

117
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

debe tener una hombría de bien generalmente re-


conocida, y una probidad comprobada con hechos.

La parte dispositiva de la norma señala:


Para ser nombrado agrimensor es indispensable
haber sido aprobado en un examen, que se prac-
ticará por tres examinadores, que nombrará el
Gobernador, quien podrá examinar también; y se
declarará áprobo al que obtuviere la totalidad de
los votos afirmativos de los examinadores, cuya
votación se hará secreta.
El examen se versará sobre la geometría y la tri-
gonometría aplicadas a la agrimensura, y también
sobre las leyes, decretos y ordenanzas vigentes en
materia de repartimiento; e igualmente se exami-
narán las disposiciones que el pretendiente tenga
en favor de la clase indígena.
Aunque el pretendiente sea aprobado en el exa-
men no está obligado el gobernador a conferirle el
nombramiento.
Cesan en sus funciones los agrimensores que en la
fecha de este decreto no tengan concluidas las ope-
raciones para que hayan sido nombrados.
Pueden continuar los agrimensores que hayan sido
nombrados en el tiempo corrido desde primero de
enero de este año hasta hoy.
La gobernación puede dispensar la formalidad del
examen, cuando concurra en el que debe nombrar,
muy conocido saber en las matemáticas y una hon-
radez y probidad generalmente reconocidas, pero
no acordará esta gracia sino en casos muy raros170.

Decreto “fijando las formalidades que deben observarse


170

para el nombramiento de agrimensores”, suscrito el 15 de


enero de 1843 por el Gobernador de la provincia Luis María

118
Fernando  Mayorga  García

2.6. La ley nacional del 23 de junio de 1843.


A mediados de 1843, el Senado y la Cámara de
Representantes de la Nueva Granada, reunidos en
Congreso y considerando “que la ley, al igualar en
derechos a los indígenas con los demás ciudadanos
no quiso retirarles la particular protección que
en algunos casos les es necesaria”, aprobó una
ley171 “sobre protección a los indígenas”, que en
algunos de sus quince artículos se refiere al tema
de los resguardos, recogiendo las inquietudes
expresadas por Acevedo en la parte final del
anterior informe.
Concretamente, la disposición señala que la prohi-
bición impuesta a los indígenas en 1832, en el
sentido de no poder enajenar la porción de tierra

Silvestre con la firma del Secretario José Manuel Junguito, en


El Constitucional de Cundinamarca no. 74, Bogotá, domingo 5
de febrero de 1843. El 1 de febrero siguiente, el Gobernador,
que en ese momento era Alfonso Acevedo, nombró a Arroyo,
Ricardo Olaechea y Luis María Silvestre, “para que examinen
a los agrimensores que deben ocuparse en el repartimiento
de los resguardos de indígenas”. Ver Ídem.
171
Considerando único de la Ley del 23 de junio de 1843.
Era Presidente del Senado Alejandro Osorio, Presidente de
la Cámara de Representantes José Félix Merizalde, Senador
Secretario José María Saiz y Representante Secretario Juan
Antonio Calvo. La Ley fue sancionada por el Presidente
Pedro Alcántara Herrán con la firma del Secretario del
Interior y Relaciones Exteriores Mariano Ospina. Verla en
Codificación Nacional, t. X, Bogotá, Imprenta Nacional, 1928,
pp. 315-317.

119
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

que se les hubiere adjudicado en el repartimiento


de los resguardos, “se extiende a veinte años más,
contados desde la sanción de la presente ley”172.
En la prohibición de enajenar se comprendía la
de “gravar o hipotecar especial o generalmente”
tales terrenos173.
En lo que hace a la protección de los indígenas,
tal obligación correspondía a los personeros mu-
nicipales o comunales174; estos últimos debían
intervenir, consultando “siempre el interés y pro-
vecho de los indígenas”, en los contratos de arren-
damiento sobre sus terrenos. Sin tal intervención
y consentimiento, tales acuerdos serían nulos175.
El término máximo de tales contratos era de tres
años y los indígenas no estarían obligados al pago
de mejoras176.
A los personeros municipales, en su calidad de
protectores de los indígenas, correspondía
Promover todas las acciones que éstos deban pro-
mover ante las gobernaciones o autoridades, sea
para solicitar la nulidad o rescisión de los contratos
de venta que se hayan hecho contra la disposición
del artículo 7º de la Ley de 6 de marzo de 1832, la
de los remates de parte de los resguardos o cua-
lesquiera contratos en que hayan sufrido perjuicio

172
Artículo 1º de la Ley.
173
Artículo 2º de la Ley.
174
Artículo 3º de la Ley.
175
Artículo 5º de la Ley.
176
Artículo 6º de la Ley.

120
Fernando  Mayorga  García

y que puedan reclamar con arreglo a las leyes,


o sea para defender en lo sucesivo sus derechos,
y promover cuanto convenga a sus intereses y
bienestar177.

La ley preveía igualmente que en los juzgados


de primera instancia en donde despachara el
agente fiscal, este funcionario tendría el carácter
de protector; “en los negocios que se agiten en los
Tribunales de Distrito o en la Corte Suprema, lo
serán sus respectivos fiscales178.
Sin perjuicio de las disposiciones sobre protec-
ción, los indígenas podían, cuando lo creyeran
conveniente, nombrar procuradores para adelan-
tar sus negocios179.
A los gobernadores correspondía pedir
A los protectores de indígenas un informe del re-
sultado que haya tenido la repartición de los res-
guardos en cada comunidad, reclamaciones que
hayan promovido su curso y éxito, y dictarán en
su vista aquellas providencias que estimen conve-
nientes en beneficio de los indígenas, pronto curso
y despacho de sus negocios.

Los gobernadores debían presentar a las Cámaras


provinciales tales informes, “con las observacio-
nes a que ellos hayan dado lugar”, a fin de que
dichas corporaciones acordaran las ordenanzas

177
Artículo 7º de la Ley.
178
Artículo 4º de la Ley.
179
Artículo 8º de la Ley

121
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

necesarias para la “debida protección de esta cla-


se de granadinos”180.
Conforme a la ley, en los resguardos que no se
hubieran distribuido y que contaran con terrenos
“sobrantes”, debía destinarse una parte de éstos
que no excediera de la duodécima de todo el
resguardo para sostenimiento de la escuela de
primeras letras, área del poblado suficiente y
gastos de medición, quedando el resto para los
indígenas181.
Como había sucedido que se habían separado
porciones de terreno para indígenas ausentes
al momento del repartimiento, las mismas o las
cantidades producidas se depositarían en persona
proba y responsable, la que debía encargarse de
su administración por el término de dos años,
vencido el cual se adjudicarían a los herederos
forzosos de los ausentes y, faltando éstos, “a todos
los indígenas del mismo distrito parroquial”182.
Correspondía también a los gobernadores dispo-
ner que los terrenos de los resguardos de indíge-
nas destinados a sostener con sus productos las
escuelas de primeras letras
Se vendan a censo que cause el 5 por 100 anual, y
si no resultare postor, se retasarán y podrán ven-
derse por las cuatro quintas partes de la retasa. Si

180
Artículo 9º de la Ley.
181
Artículo 10 de la Ley.
182
Artículo 11 de la Ley.

122
Fernando  Mayorga  García

tampoco hubiere postor, se ofrecerán en arrenda-


miento hasta por diez años por un precio que cu-
bra el rédito del capital a razón del 5 por 100 anual.
Si verificadas todas éstas diligencias tampoco se
lograre postor, se distribuirá el terreno entre los
indígenas y la escuela será costeada por todos los
vecinos, así indígenas como no indígenas, a quie-
nes no comprende la excepción del artículo 204 de
la ley de 19 de mayo de 1834, con la contribución
subsidiaria establecida por la ley183.

En los distritos parroquiales donde los indígenas


hubieran contribuido con la duodécima de sus
resguardos para el sostenimiento de las escuelas
no se les podía exigir contribución alguna con ese
objeto184.
También al tema de las escuelas se refirió el
penúltimo artículo de la ley, conforme al cual los
gobernadores debían disponer que, en los distritos
parroquiales en que la parte de los resguardos
destinada para escuelas produjesen más de los
seiscientos pesos necesarios para sostener dos,
para niños de ambos sexos, el exceso se destinará
para el fomento y útiles de las escuelas, en la
forma determinada por los gobernadores185.
Finalmente, la ley determinó que
Los resguardos poseídos en común por indígenas
tributarios y algunas tribus, que por no haber estado

183
Artículo 12 de la Ley.
184
Artículo 13 de la Ley.
185
Artículo 14 de la Ley.

123
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
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en tiempo del gobierno español bajo su domina-


ción no pagaban tributo, son comunes tanto a los
tributarios como a las tribus con las que se posean
en común; y en el caso de repartirse, no obstarán a
las tribus que no fueren tributarias, las disposicio-
nes del artículo 3º de la ley de 2 de junio de 1834186.

Para el Gobernador de la Provincia, Acevedo, la


ley fue “benéfica”, aunque creyó, y así lo dijo en
su informe de 1843 a la Cámara, que no contenía
todas las disposiciones necesarias para “poner
un dique permanente a los despojos arbitrarios,
encubiertos bajo las fórmulas legales”, a pesar
de lo cual sería ejecutada “en esta Provincia con
firmeza e incansable constancia”187.
La totalidad del acápite “Resguardos” del informe
de Acevedo, que muestra una vez más el juicio
de este funcionario sobre los indígenas, dice lo
siguiente:
El cumplimiento de la ley de 11 de octubre de 1821
quita a la Gobernación la mitad del tiempo que
pudiera emplear en negocios de interés general.
La torpeza de los indios, la avaricia de algunos
blancos y la ignorancia de la mayor parte de los
agrimensores han producido tal trastorno y con-
fusión en los repartimientos, que se necesitaría un

186
Artículo 15 de la Ley.
187
Ver “Memoria que el Gobernador de la Provincia presenta
a la Cámara en sus sesiones de 1843”, en El Constitucional de
Cundinamarca, no. 104, Bogotá, viernes 15 de septiembre de
1843.

124
Fernando  Mayorga  García

magistrado que se consagrase exclusivamente a la


pronta expedición de todo lo relativo a las medidas
y distribución de los resguardos.
Guiado por las leyes y estimulado por el deber y la
compasión, he dictado centenares de medidas para
remediar los males, según los casos diversos que
han ido ocurriendo y los indios que encuentran
hoy la protección decidida a sus derechos vilipen-
diados ocurren con tanta frecuencia a la oficina de
mi despacho que me encuentro ya abrumado por
sus continuos y justos reclamos.
La crueldad con que los indígenas han sido trata-
dos ha despertado un vivo interés por ellos y al fin
merecieron una mirada de compasión del cuerpo
legislativo, que para protegerlos expidió la benéfi-
ca ley de 23 de junio último. Aunque en mi concep-
to no contiene todas las disposiciones que pudiera
para poner un dique permanente a los despojos
arbitrarios, encubiertos bajo las fórmulas legales,
creo sin embargo es útil a los indios y será ejecu-
tada en esta provincia con firmeza e incansable
constancia, lo mismo que lo ha sido el decreto que
expedisteis en 7 de octubre último sobre distribu-
ción de sobrantes.
En cumplimiento de las disposiciones legislativas
y provinciales ya citadas expedí los decretos de 2
de mayo y 1º de agosto del presente año, que en-
contraréis en los números 86 y 99 del “Constitu-
cional”. Creo haber hecho cuanto ha estado de mi
parte en obsequio de los indios, no solo por deber,
sino por la protección especial que es necesario
prestar a esta raza desgraciada que, si acaba de
ser despojada de sus cortas propiedades, vendrá
a ser un azote para los blancos, pues reducidos a
la indigencia minarán la agricultura con los robos

125
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

frecuentes que tendrán que ejecutar para subsistir


con sus familias.
Es innecesario molestar la atención de la Cámara
repitiendo lo que expuse en el año próximo pasado
sobre la situación infeliz de los primeros poseedo-
res de este suelo. Mis decretos, que por separado se
os pasarán, indican suficientemente sus necesida-
des y los remedios que a ellas he puesto.

A comienzos de 1844, concretamente el 16 de ene-


ro, el secretario del Interior, que era en ese momen-
to Ospina, dirigió a los Gobernadores provinciales
una resolución en la que se declaraba a qué rentas
correspondían los terrenos de indígenas donde
estos hubieran desaparecido. La resolución, pro-
ferida con ocasión de una consulta formulada por
el Gobernador de la Provincia de Mariquita, tiene
seis considerandos, del siguiente tenor:
1º. Que por el artículo 4º de la ley de 6 de marzo de
1832, el resguardo de indígenas de cada parroquia
debe dividirse en doce porciones de igual valor, de
las cuales dos, o, por lo menos una, se destinan para
mantener con sus productos la escuela parroquial;
2º. Que no habiendo indígenas en una parroquia,
la aplicación para el mantenimiento de la escuela
debe hacerse de dos porciones, conforme al espíri-
tu del artículo citado;
3º. Que según el artículo 3º de la misma ley, deben
separarse de la tierra del resguardo hasta veinte fa-
negadas para área de la población, las cuales pue-
den aumentarse en unas fanegadas más, según el
artículo 6º de la ley de 2 de junio de 1834;
4º. Que el artículo 6º de la ley de 11 de octubre de
1821 dispone que en donde haya terreno de res-

126
Fernando  Mayorga  García

guardo sobrante, o que no sea necesario para el


cultivo de las familias, se arriende para satisfacer
la dotación de la escuela de primeras letras;
5º. Que por el artículo 10 de la ley de 23 de junio de
1843se dispone igualmente que en los resguardos
de indígenas no distribuidos, la parte sobrante se
aplique al sostenimiento de la escuela, quedando
el resto a favor de los indígenas;
6º. Que en una parroquia en que no hay indígenas,
aplicadas las dos duodécimas partes para la escue-
la y las veinte fanegadas para fomento de la pobla-
ción, lo que resta es sobrante, el cual no pudién-
dose dar a los indígenas, según el artículo 10 de la
ley de 23 de junio último, por no existir estos, debe
considerarse en el caso del artículo 6º de la ley de
11 de octubre de 1821y aplicarse para la dotación
de la escuela de primeras letras.

La parte resolutiva señalaba:


En las parroquias en que existen resguardos de in-
dígenas, y en que no ha quedado ningún individuo
con derecho a ellos, la parte de dichos resguardos
que quede después de separadas las dos duodéci-
mas aplicables a la escuela y las veinte fanegadas
destinadas al fomento de la población, debe consi-
derarse como sobrante y aplicarse al sostenimiento
de la escuela de primeras letras188.

En su último informe, dirigido a la Cámara Pro-


vincial el 15 de septiembre de 1844, Acevedo

188
“Resolución declarando a qué rentas corresponden los
terrenos de indígenas donde estos han desaparecido”, en
Gaceta de la Nueva Granada no. 663, Bogotá, domingo 9 de
enero de 1844.

127
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

volvió a referirse al tema indígena, señalando


que su administración bien podría considerarse la
protectora de la raza indígena. Propone algunas
soluciones para la problemática de la propiedad
territorial indígena, señalando que, por el mo-
mento, era conveniente mantener las restricciones
existentes para la disposición de los terrenos por
parte de los indígenas propietarios, restricciones
que podrían desaparecer en el futuro cuando se
dieran ciertas circunstancias. El informe dice:
Los indígenas han continuado siendo el objeto de
mi especial protección. Sus quejas se han dismi-
nuido desde que se acabó la dictadura que ejercían
algunos de los agrimensores, pero ésta clase des-
graciada está todavía expuesta a verse en la más
completa miseria, porque muchos blancos envi-
dian la propiedad rural del indígena, y solo espe-
ran una ocasión oportuna para apoderarse de ella.
Mientras que las leyes no pongan un remedio ra-
dical prohibiendo absolutamente la adquisición de
los terrenos de indígenas, obligando a éstos a culti-
varlos, no es posible dejar de ejercer una constante
vigilancia para evitar los despojos; y yo la ejerceré
incansable durante mi administración, que me li-
sonjeo de poder llamar protectora de esta raza. Las
restricciones legales sobre la libertad que los indios
tengan para disponer de sus propiedades podrían
cesar sin inconvenientes dentro de algunos años,
ya porque el indio tiene amor a la propiedad que
ha cultivado por algún tiempo, ya porque con el
transcurso de él desaparecerá la justa desconfianza
y desprecio que en los indios ha producido la dis-
tribución de sus terrenos; y los blancos, perdiendo

128
Fernando  Mayorga  García

la esperanza, abandonarán el insensato proyecto


de reducir a la indigencia a los indios, que habrán
de mantenerse a costa de los propietarios.

El informe se ocupa seguidamente de un caso


puntual, el de los indígenas de Engativá, a quie-
nes se había permitido vender una parte de
sus terrenos en beneficio de su iglesia, lo que
finalmente se impidió. La descripción del caso
abre la puerta para que el informe se ocupe de
una temática de gran interés, la de los impues-
tos eclesiásticos, a los que se opone de manera
contundente el Gobernador Acevedo. Dice así la
memoria:
La última legislatura fue sorprendida, y expidió un
decreto permitiendo a los indígenas de Engativá
vender una parte de sus terrenos en beneficio de su
iglesia. Por fortuna el veto saludable del Gobierno
impidió la consumación del mal, y se salvaron los
indios del lazo que se les tendió para despojarlos
de su propiedad con fórmulas legales. Algunos cu-
ras han tomado tierras de indios por sus derechos
eclesiásticos; otros conservan, contra la ley, terre-
nos de resguardos, por manera que aquellos se
encuentran hostilizados por los hombres y por las
leyes, que los han obligado a dar terrenos para la
población, para la escuela y para los agrimensores.
Justo y conveniente sería que la cámara elevara su
voz al cuerpo legislativo para que arroje una mi-
rada de protección sobre el pueblo, agobiado por
una multitud de impuestos que no hacen parte del
erario nacional.
Los habitantes de la provincia erogan para el culto,
según datos oficiales:

129
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Diezmos……...............................……..$44.302 6 1/4
Primicias…………………………….....25.165 “ “
Fondos del culto en las parroquias.....28.764 “ “
Además de los noventa y ocho mil doscientos
treinta y cuatro pesos seis y cuartillo reales que
erogan los habitantes de la provincia para el
sostenimiento del culto, se paga congrua del tesoro
público a algunos curas, y en los cálculos anteriores
no están comprendidos ni los derechos eclesiásticos
de los curas, ni la contribución que con el nombre
de limosna se cobra en algunas parroquias, ni las
fiestas que se distribuyen entre los vecinos, ni
las fundaciones piadosas para dar culto a ciertas
imágenes, pero es claro que cada una de las cien
parroquias en que está dividida la provincia eroga,
una con otra, más de mil pesos anuales($1.000)
para el culto, sin contar con el trabajo personal
subsidiario que puede emplearse en la reparación
de las iglesias, con arreglo al decreto legislativo de
8 de junio de 42, ni con la contribución que puede
repartirse entre los vecinos para mantener el culto,
con arreglo a la ley de 14 de junio de 43, ni con la
contribución vecinal para gastos parroquiales de
que habla la ley de 21 de abril de 44.
Las rentas públicas han producido en el último
mes de julio en la provincia sesenta mil trescientos
treinta y cinco pesos siete y tres cuartillos reales
$60.335 7 ¾, es decir dos mil pesos diarios $2.000, de
los cuales mil trescientos trece pesos diarios, $1.313
han sido producto de sus salinas; y como en todas
estas erogaciones contribuyen proporcionalmente
los indios, vosotros veréis que es con muy justa
razón que reclamo una protección especial para
ellos, y que os ruego dirijáis al cuerpo legislativo
la petición de que os he hablado para que se alivie

130
Fernando  Mayorga  García

al pueblo y a la agricultura, pues no ignoráis que


además de lo que acabo de manifestar, el pueblo
contribuye también a las rentas provinciales y
comunales, y paga contribución subsidiaria para
escuelas, y trabaja en la composición de los caminos,
de las cárceles, de las escuelas y cementerios, sirve
en el ejército y guardia nacional, y soporta, en fin,
una porción desigual de las cargas que trae consigo
la sociedad189.

En su informe rendido a la Cámara Provincial el


15 de septiembre de 1845, el nuevo Gobernador,
Pastor Ospina, se ocupa nuevamente del tema del
repartimiento de los resguardos, preocupación
más que recurrente por estos años, como se
ha visto. Señala que ha tomado la medida de
suspender las diligencias y explica las razones
para hacerlo, indicando:
Están reuniéndose en mi despacho informes sobre
el estado en que se hallan los resguardos de indí-
genas, en cada uno de los distritos en que existen,
cuyos informes servirán a la vez para evacuar los
que tiene pedidos el poder ejecutivo, y para sumi-
nistrar a la Gobernación datos en virtud de los cua-
les pueda proceder a dictar medidas para poner
término a la incertidumbre sobre lo que definitiva-
mente deberá hacerse con los resguardos, en que
estando más o menos adelantadas las operaciones

189
Ver “Esposición que el Gobernador de la provincia presenta
a la H. Cámara, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo
10 de la lei que organiza la administración pública”, en El
Constitucional de Cundinamarca, no. 120, Bogotá, domingo 15
de septiembre de 1844.

131
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

de medida o repartimiento, fueron suspendidas,


quedando las cosas en un estado indefinido, que
ya ha ofrecido y sobre todo ofrecería para lo suce-
sivo graves dificultades.
La Gobernación al dictar la suspensión de las me-
didas y repartimientos solo fue guiada por el sen-
timiento justo y filantrópico de cortar los abusos
escandalosos que algunos agrimensores cometían,
causando enormes perjuicios a los indígenas. Se lo-
gró desde luego aquel objeto, pero abusos de otra
naturaleza han nacido al momento y crecerán en
perjuicio de los mismos indígenas, si no se da un
corte final a la indeterminada situación en que es-
tos se hallan. Estoy convencido de que en muchos
distritos no conviene hacer el repartimiento, pero
esto es preciso que se acuerde con arreglo a la ley, y
desde ahora os habría propuesto lo solicitaseis del
poder ejecutivo, si me hubiese sido posible reunir
oportunamente todos los datos necesarios. En otros
resguardos deberá llevarse a efecto su distribución,
para lo cual procurará la Gobernación emplear
los hombres más idóneos, y no descuidará ejercer
la mayor vigilancia posible sobre sus operaciones
para evitar cualquier falta, pero este fin no podrá
lograrse sino practicándose paulatinamente las dili-
gencias, pues de otro modo no tendría la Goberna-
ción el tiempo suficiente para examinarlas.
En varios distritos, aún sin haberse empezado las
mediciones de los resguardos, se han suspendido
de hecho los pequeños cabildos, dejando las comu-
nidades acéfalas y por consiguiente sin medio para
atender a sus propios intereses, quedando estos en
algunas partes a merced de intrigantes que han sa-
cado provecho de ellos a costa de las comunidades.
En todos los distritos respecto de los cuales he tenido

132
Fernando  Mayorga  García

conocimiento de aquella falta, he mandado resta-


blecer los pequeños cabildos, y me propongo dar
sobre este particular algunas disposiciones luego
que reúna todos los datos de que antes he hablado.
La suspensión de las operaciones de medidas y
repartimientos de algunos resguardos complica-
rán los procedimientos al tratarse de llevarlas a
cabo, debiendo hacerse esto probablemente por
agrimensores distintos de los que han practicado
las primeras, cuando estos han recibido alguna
parte de lo que debiera pagárseles. Otros motivos
contribuirán a embarazar el cumplimiento de las
disposiciones que rigen para los casos ordinarios,
y si la honorable Cámara quiere ocuparse de este
negociado sería bastante dictase una resolución
ampliando las facultades de la Gobernación, a fin
de que en caso de no poder adelantarse las opera-
ciones para llevar a efecto el repartimiento de res-
guardos, sin contrariar algunas de las disposicio-
nes de la Cámara que rigen en la materia, pudiera
dicha Gobernación prescindir de tales disposicio-
nes, y dar las que conviniesen, con acuerdo de la
junta de empleados provinciales190.

Ospina volvió a ocuparse del tema de la reparti-


ción de resguardos en el informe que rindió a la
Cámara de la Provincia en septiembre de 1846, en
el que indicó que si bien había atendido a los indí-
genas a través de varias decisiones, tal protección
se había ejercido sin menoscabo de los estableci-

Ver “Esposición que presenta el Gobernador a la Cámara


190

Provincial”, en El Constitucional de Cundinamarca, no. 141,


Bogotá, lunes 15 de septiembre de 1845.

133
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

mientos de educación o de los derechos de terce-


ros. Se refirió también a la manera irregular como
se habían venido practicando las tareas de medi-
ción, repartimiento y adjudicación de los resguar-
dos por parte de personas inexpertas, lo que había
tratado de conjurar con el nombramiento de cono-
cedores y la consideración de que cada resguardo
presentaba una problemática distinta, lo que exi-
gía que el repartimiento se adelantara con calma,
sin que importara el hecho de que se necesitaran
muchos años para concluir los trabajos previstos
por la ley. En lo referente al tema de levantar a
los indígenas la prohibición para disponer de sus
terrenos, que había sido discutida por el Congre-
so el año anterior, Ospina era del parecer que la
prohibición debía levantarse, con dos medidas de
protección que menciona al final del informe, el
cual dice:
Hallaréis en el constitucional muchas resoluciones
dictadas por la gobernación, de un año a esta par-
te, sobre el negociado de resguardos indígenas, ha-
biéndose expedido además otras muchas en casos
particulares, cuya relación sería demasiado prolija,
pero por las publicadas conoceréis que he hecho
uso de mis facultades hasta donde las leyes me lo
han permitido para proteger de la manera más efi-
caz a la oprimida clase de los indígenas. Sin em-
bargo, he procurado al mismo tiempo contener sus
pretensiones irregulares, sin dar lugar a que los es-
tablecimientos de educación pública sean defrau-
dados en los derechos que la ley les concediera, o
que se irrogue algún perjuicio a los particulares en

134
Fernando  Mayorga  García

sus derechos legalmente adquiridos. Cierto es que


no han faltado reclamaciones sobre lo resuelto en
varios puntos, pero estoy satisfecho de que nunca
han dejado de ser dirigidas mis determinaciones
por la ley y por la justicia.
Las reglas generales dictadas para el repartimien-
to de los terrenos de resguardos de indígenas son
bastantes para adelantar y terminar este negociado;
pero en el estado en que él se encuentra en esta pro-
vincia, son precisas para cada uno de los resguar-
dos muchas determinaciones especiales, según las
distintas circunstancias de estos y la multitud de
cuestiones a que han dado lugar las operaciones de
agrimensura más o menos adelantadas y en mu-
chos casos terminadas con bastante irregularidad.
Como los repartimientos pendientes no pueden
dejarse en ese estado, me he ocupado ya de hacer
adelantarlos en algunos distritos, nombrando para
agrimensores personas que merecen la confianza
que en ellos se ha depositado. Para dejar cumplida
la ley, precaviendo los perjuicios que de algunos
de los procedimientos anteriores han resultado, es
preciso conducir este negociado con lentitud y con
muy detenido examen. Pasarán pues muchos años
para que pueda verse definitivamente arreglado;
pero poco a poco se camina a éste término, y se
llegará a él tanto más pronto cuanto mayor sea el
interés de las autoridades en cortar las cuestiones
que diariamente se presentan.
Tratose en el último Congreso de autorizar a los
indígenas para vender sus terrenos, pero este pro-
yecto alarmó a muchos, que sinceramente interesa-
dos por esta clase desgraciada, creen que su mayor
comodidad posible consiste en tener un pedazo
de tierra donde establecer su habitación y algunas

135
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

labores. Hubo un tiempo en que yo participaba


de estas ideas, pero ocupado por bastantes años
de examinar las necesidades, las tendencias y las
demás circunstancias de los indígenas, me he
persuadido de que para unos es enteramente su-
perflua la prohibición y para otros perjudicial, no
siendo provechosa para ningunos. Los indígenas
que labran sus propios terrenos tienen tanto afec-
to a éstos, dan tanta importancia a su calidad de
propietarios, que antes que desprenderse de ella
harán cuantos sacrificios les sean posibles para
conservarla. Al contrario, para fijar sobre sus te-
rrenos a los indígenas no labradores sería preciso
emplear la acción más violenta, y como tal cosa
no puede hacerse, dejarán siempre aquellos te-
rrenos a disposición del que se haya apoderado
de ellos por cualquiera insignificante cantidad,
de que no pueden sacar ningún provecho. A es-
tos sería pues muy ventajoso el poder vender sus
terrenos, porque adquirida de una vez una can-
tidad, que para ellos sería de bastante considera-
ción, podrían dar extensión a sus negociaciones,
si son traficantes, o salir de la clase de jornaleros
o cargadores a que un gran número de estos indí-
genas pertenece.
Para evitar los engaños con que pudieran ser sor-
prendido los indígenas, creo que bastarían dos
precauciones: 1º, que la venta de los terrenos se
hiciese en pública subasta, precediendo pregones
con intervalos de bastantes días; y 2º, que el que
anticipase a un indígena dinero por cuenta del va-
lor de su terreno no tuviese derecho para deman-
darlo en juicio.
Hago estas indicaciones a esa honorable Cámara
con el objeto de que pueda tenerlas presentes si

136
Fernando  Mayorga  García

quiere dirigir sobre este asunto alguna solicitud al


Congreso191

En su reunión de este año, la Cámara Provincial,


“teniendo presentes las indicaciones hechas por el
señor Gobernador respecto de indígenas” aprobó
un Decreto sobre “cantidades pertenecientes a
indígenas”, cuyos dos únicos artículos señalaron:
Art. 1º. Toda cantidad proveniente de resguardos,
o que de cualquiera otra manera pertenezca a los
indígenas en común, entrará a la tesorería respec-
tiva del distrito, y de ninguna manera será recau-
dada por particulares, aunque sean o se titulen
apoderados de los indígenas. Los tesoreros darán
a estas cantidades la inversión que les corresponda
según las órdenes que reciban de la Gobernación
de la provincia.
Art. 2º. Siempre que se anulen las diligencias de
medida de algún resguardo, no se pagará cantidad
alguna al agrimensor, avaluadores o juez, de fondos
pertenecientes a los indígenas, o provenientes de la
venta de parte de los resguardos192.

191
Ver “Informe que el Gobernador dirige a la Cámara de la
Provincia de Bogotá en 1846”, en El Constitucional, no. 183,
Bogotá, martes 15 de septiembre de 1846.
192
Era Presidente de la Cámara Provincial Benigno Guarnizo
y Secretario Casimiro Porras. El Decreto fue sancionado el 23
de septiembre por el Gobernador Pastor Ospina con la firma
del Secretario José Caicedo Rojas. Verlo en El Constitucional,
no. 184, Bogotá, sábado 26 de septiembre de 1846. El artículo
1º del Decreto fue aprobado por el artículo único del Decreto
del 27 de abril de 1847, acordado por “El Senado y la
Cámara de Representantes de la Nueva Granada, reunidos
en Congreso”. Era Presidente del Senado Pedro Alcántara

137
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

2.7. La Ordenanza 15 de la Recopilación de 1847 y


el Decreto expedido para su reglamentación.
En 1847 se publicó la Recopilación de las Ordenanzas
Provinciales vigentes en la Provincia de Bogotá el 31
de agosto de 1847 y de los Decretos de la Gobernación
dados en su ejecución193, cuya Ordenanza 15 recopiló
las normas provinciales “sobre repartimientos de
resguardos de indígenas”.

Herrán, Presidente de la Cámara de Representantes Ezequiel


Rojas, Senador Secretario José María Saiz y Representante
Secretario Francisco de Paula Torres. La disposición fue
sancionada por el Presidente Tomás Cipriano de Mosquera
con la firma del Secretario de Relaciones Exteriores y Mejoras
Internas. Verlo en Codificación Nacional, t. XII (año 1847), Bo-
gotá, Imprenta Nacional, 1928, p. 45.
193
Esta Recopilación “Contiene además una colección de
tarifas de derechos provinciales, municipales y comunales
vigentes”, y fue impresa en Bogotá por Vicente Lozada. La
Recopilación obedeció a la Ordenanza de 2 de octubre de
1846 “sobre recopilación de todos los actos de la Cámara
desde 1832, cuyo Artículo 1º ordenó al Gobernador recopilar
todos los decretos y ordenanzas expedidos por la Cámara de
Provincia de Bogotá desde el año de 1832 “en que principió
sus funciones, hasta el presente”. Según el artículo 3º, debían
resumirse en uno solo todos los decretos que hubiera sobre
una misma materia, sin variar en nada sus disposiciones,
quedando vigentes solamente los decretos comprendidos
en la recopilación. Los Decretos recopilados se llamarían
en adelante Ordenanzas, “las cuales se numerarán bajo una
sola serie de manera que solo haya que citar el número del
artículo y el de la ordenanza”.

138
Fernando  Mayorga  García

La Ordenanza se dividió en seis capítulos, que


tratan respectivamente “De la formación de las
listas”, “De los avaluadores y de los jueces”, “De
los agrimensores”, “Distribución de sobrantes de
resguardos”, “Del remate de los terrenos de el
área, escuelas y gastos de agrimensura” y de las
“Disposiciones generales”.
Al tema de la formación de las listas se dedicaron
los primeros nueve artículos de la Ordenanza.
El primero de ellos reproduce el artículo 1º del
Decreto Provincial de 13 de octubre de 1834 y el
mismo artículo de la Ley de junio 2 del mismo
año, en los siguientes términos:
El Jefe Político de cada cantón pedirá a los cabildos
de indígenas de la parroquia de su jurisdicción en
que aún no se haya hecho el repartimiento, la lista
de los individuos entre quienes deba verificarse,
con arreglo a la Ley, la examinará y rectificará,
expresando las familias y la clase a que pertenezca
cada individuo con arreglo a lo dispuesto en el art.
3º de la ley 3ª, Pte. 6ª, Trat 1º de la R.G.194.

194
Artículo 1º de la Ordenanza 15. La R.G. es la Recopilación
Granadina, sobre la cual puede verse el texto de MAYORGA
GARCÍA, Fernando, “Pervivencia del Derecho Español
durante el Siglo XIX y Proceso de Codificación Civil en
Colombia”, publicada en Actas del Simposio Cien Años del
Código Civil de la Nación, vol. I, Bogotá, Ministerio de Justicia
(Superintendencia de Notariado y Registro), 1987; y en
Revista Chilena de Historia del Derecho, no. 14, Santiago de
Chile, Centro de Investigaciones de Historia del Derecho

139
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Según el artículo segundo, el Gobernador debía


enviar a todos los cantones y los Jefes Políticos a
los distritos parroquiales,
...el aviso del día en que los indígenas deben estar
en éstos, para ser inscriptos en las listas, previnien-
do se publiquen en todos los distritos parroquiales
por tres domingos consecutivos, exitando igual-
mente a los párrocos para que lo hagan al terminar
la misa de los tres domingos, y publicando el aviso
en el `Constitucional´ para que llegue a noticia de
los que estén fuera de la provincia.

Era obligación del Jefe Político oír las reclamacio-


nes de quienes pretendieran tener derecho a ser
incluidos en el repartimiento, debiendo decidirlas
sumariamente “por solo el informe del párroco y
pequeño cabildo de indígenas del distrito parro-
quial al que pertenece el que reclama”195.
El Cabildo de indígenas debía formar las listas
“con escrupulosidad”, teniendo igualmente la
obligación de remitirlas al Jefe Político por medio
del alcalde, debiendo hacerlo según las clasifica-
ciones “mencionadas en el artículo 3º, de la ley 3ª,
Pte. 6ª, Trat 1º de la R.G. y en ellas incluirá a los
indígenas que se hallen sirviendo en el ejército”196.

del Departamento de Ciencia del Derecho de la Facultad de


Derecho de la Universidad de Chile, 1991, pp. 291-313.
195
Artículo 3º de la Ordenanza 15.
196
Artículo 4º de la Ordenanza 15. La Ley a la que se refiere
es la de 2 de junio de 1834.

140
Fernando  Mayorga  García

Bien podía suceder que las listas no se hubieran


formado; en aquellos distritos parroquiales en
que esto hubiera sucedido, el Jefe Político tenía la
posibilidad de encargar su formación al alcalde
respectivo el cual debía observar en su tarea las
reglas fijadas en el artículo a que se hizo inmediata
referencia197.
Una vez confeccionadas las listas, debían fijarse en
lugar público por el término de veinte días y leerse
en el lugar más concurrido todos los días feriados
que hubiere dentro de este término, indicándose el
día en que debía tener la rectificación a fin de que
concurrieran “a hacerse inscribir los indígenas que
no aparecieren en ellas”. Según la Ley, observadas
estas formalidades y comenzado el repartimiento
no podían oírse nuevas reclamaciones198.
Las listas así elaboradas y rectificadas debían
remitirse al Gobernador un mes después de ha-
berse empezado la medida general del resguar-
do, a fin de que éste las rectificara y arreglara. La
idea de la Ley era que al terminar esta medida las
listas se encontraran concluidas y sirvieran para
formar la base “de repartimiento y distribución
del resguardo entre los indígenas que en ellas se
nombran”199.

197
Artículo 5º de la Ordenanza 15.
198
Artículo 6º de la Ordenanza 15.
199
Artículo 7º de la Ordenanza 15.

141
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Según el artículo octavo de la Ordenanza


15,
En aquellos distritos parroquiales en que se han
formado las listas de los indígenas y que se hayan
devuelto aprobadas por la Gobernación, se recti-
ficarán nuevamente antes de empezar el reparti-
miento de los respectivos resguardos; para lo cual
ocho días antes de empezarlo se fijará en un lugar
público, invitando a los indígenas a hacer sus re-
clamaciones por el término de ocho días después
de fijadas, concluido el cual, el Jefe Político, o el
alcalde encargado por éste, con previa citación de
los indígenas por medio de su Cabildo, y con vis-
ta de una relación que se pedirá al cura párroco
de los indígenas muertos, nacidos y casados, des-
pués de la formación de la lista, aprobada ya por la
Gobernación, se agregará esta relación a ella, y se
entregará al agrimensor para que proceda al repar-
timiento. Pasado el término de ocho días no se oirá
reclamación alguna.

El artículo final del Capítulo primero indicaba


que todos los que tuvieran derecho a alguna parte
de los resguardos, en los términos de los artícu-
los séptimo y octavo de la Ley tercera, Parte sexta,
Tratado primero de la Recopilación Granadina200,
o alguna acreencia contra la comunidad, debía
presentar al Gobernador los documentos que
probaran lo indicado, dentro del término de un
mes antes del día de iniciación del repartimiento.
Esta presentación tenía por objeto que el Gober-

200
Esta Ley 3ª es, como ya se dijo, la de 2 de junio de 1834.

142
Fernando  Mayorga  García

nador dispusiera qué partes del resguardo debían


excluirse del repartimiento y cuales debían se-
pararse para la satisfacción de los réditos que se
encontrasen probados. El término de un mes era
improrrogable: las acreencias que no se probaran
“dentro de este término no serán admitidos”201.
El Capítulo segundo de la Ordenanza se refería,
como ya se dijo, a los avaluadores y jueces. Con-
forme al primero de sus artículos, los avaluadores
serían nombrados por el Jefe Político, con el in-
forme del alcalde del distrito parroquial del lugar
de verificación de la medida202.
El juramento de los avaluadores sería recibido
por el Juez primero del distrito, quien debía ex-
tender la diligencia correspondiente, la cual se
haría “constar en el expediente de medida general
formado por el agrimensor”203.
Los siguientes eran los deberes de los ava-
luadores:
1º. Reconocer el terreno del resguardo, y clasificar
con la mayor claridad sus diversas especies.
2º. Fijar, según sus conocimientos, el precio de la
fanegada de cada clase de terreno repartible, y los
destinados para el área de la población.
3º. Indicar con precisión al agrimensor todos los
puntos en donde el terreno varía de clase o de valor.

201
Artículo 9º de la Ordenanza 15.
202
Artículo 10 de la Ordenanza 15.
203
Artículo 11 de la Ordenanza 15.

143
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4º. Extender y firmar con la relación del agrimensor


las diligencias de reconocimiento, clasificación y
justiprecio con expresión de las horas invertidas204.

Los avaluadores no debían emplear más tiempo


del indispensable tanto para la inspección como
para el reconocimiento del terreno, “y doce ho-
ras más, para acordarse sobre la clasificación y
precio”205.
Los avaluadores gozaban de los derechos se-
ñalados en el artículo 145 de la Ley 17, Parte
segunda, Tratado segundo, de la Recopilación
Granadina206, así como al viático “y bagajes co-
rrespondientes, en caso de que no residan en la
parroquia”.
A su vez los jueces, por la tarea de hacer el re-
conocimiento del resguardo, debían disfrutar los
derechos que por tales diligencias señalaba el ar-
tículo quince de la Ley 17, Parte segunda, Trata-
do Segundo de la Recopilación Granadina207. Por

204
Artículo 12 de la Ordenanza 15.
205
Artículo 13 de la Ordenanza 15.
206
Esta Ley 17 corresponde a la de 28 de julio de 1824. En la
Recopilación Granadina va de la página 150 a la 154. Según
el artículo 145 citado: “Los valuadores de bienes llevarán
por toda diligencia que practicaren, a cuatro reales por hora;
pero podrán exigir la misma cantidad aunque ésta no llegue
a una hora.”
207
Según el artículo 15 citado “por asistencia a dar vista de
ojos, poner en posesión de alguna propiedad, hacer algún
reconocimiento u otra diligencia semejante, llevarán diez y

144
Fernando  Mayorga  García

cada hora de trabajo efectivo que emplearan en


dar posesión a los indígenas de las porciones que
les correspondieran en sus resguardos, recibirían
cuatro reales208.
A los agrimensores se dedica un extenso capítu-
lo, el tercero. Según el primero de sus artículos,
el Gobernador, sin necesidad de propuesta, debía
nombrar agrimensores para cada distrito parro-
quial209. Aquellos agrimensores nombrados con
arreglo a disposiciones anteriores, podían conti-
nuar en sus funciones en aquel distrito parroquial
que el Gobernador indicara210.
El deseo evidente de que la medida de los
resguardos concluyera cuanto antes puede verse
en el artículo 18 de la Ordenanza, conforme al cual
Tanto a los agrimensores que hayan comenzado
alguna medición, como a aquellos que se nombren,
les designará el Gobernador el término dentro del
cual deban concluirla, y este no pasará de cuatro
meses.

La fijación del término para practicar el reparti-


miento de cada resguardo debía ser fijado también

seis reales; cuatro reales por cada legua de ida y otros tantos
de vuelta; y cuatro reales por cada hora de trabajo efectivo,
abonándose además los gastos de caballería o embarcación si
fuesen necesarios.
208
Artículo 15 de la Ordenanza 15.
209
Artículo 16 de la Ordenanza 15.
210
Artículo 17 de la Ordenanza 15.

145
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Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

por el Gobernador. Este “tampoco pasará de cua-


tro meses”211.
El Gobernador bien podía contratar con una mis-
ma persona la medida, partición y distribución de
diferentes resguardos, debiendo preferir siempre
en la licitación, en caso de igualdad de las ofertas,
a las personas que, habiendo medido y repartido
otros, lo hubieran verificado con la mayor exacti-
tud en el menor tiempo posible212.
En cuanto al plazo para la medición y división
de los resguardos, la norma señalaba que era
improrrogable, salvo el caso de que la tarea no se
hubiera terminado en razón de circunstancias
que no haya podido remover el agrimensor, a pesar
de haber hecho las diligencias que han estado en su
mano para conseguirlo213.

Según el artículo veintidós de la Ordenanza


El Gobernador contratará con los agrimensores
el precio de la mensura en general, separación
de las partes designadas para la escuela, y gastos
de agrimensura, de el área para el fomento de la
población y de la formación del plano topográfico,
y de la copia que debe quedar en la Gobernación;
además, les serán pagados a éstos doce reales por
cada familia, a que se reparte una porción de los
resguardos; bien entendido, que la suma total no

211
Artículo 19 de la Ordenanza 15.
212
Artículo 20 de la Ordenanza 15.
213
Artículo 21 de la Ordenanza 15.

146
Fernando  Mayorga  García

excederá en ningún caso de lo que conforme al


arancel hubiere correspondido a cada agrimensor.

Podía suceder que el agrimensor, “por morosidad


o abandono” no hubiera terminado la medición y
repartimiento del resguardo. En este caso, perde-
ría la tercera parte del valor total estipulado en el
contrato, el que se destinaría de forma exclusiva
a la compra de útiles para la escuela del respecti-
vo distrito parroquial, si la hubiere; si no, “para la
del distrito parroquial que a juicio del Goberna-
dor convenga, siempre que pertenezca al cantón a
donde toca el resguardo que se mide”214.
Era obligación del Gobernador rescindir los con-
tratos de agrimensura siempre que se diera una
de las dos circunstancias siguientes: que no se
hubiera cumplido con las condiciones acorda-
das, o que hubiera expirado el término fijado en
el acuerdo para concluir la medida o el reparti-
miento215.
Cuando los indígenas se hubieran obligado al
pago de los costos, podía el agrimensor exigir por
adelantado hasta la tercera parte de la cantidad
estipulada, afianzando a satisfacción del Gober-
nador la devolución de ella en caso de no verificar
el repartimiento216.

214
Artículo 23 de la Ordenanza 15.
215
Artículo 24 de la Ordenanza 15.
216
Artículo 25 de la Ordenanza 15.

147
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Era también obligación del Gobernador dictar las


medidas necesarias para que se afianzara el pago
de las costas en aquellas parroquias en que los
indígenas se hubieran obligado a satisfacerlas, “y
decretará el suplemento de la tercera parte cuando
se haya de hacer, con arreglo a lo dispuesto en el
artículo anterior”217.
Le estaba prohibido al mismo funcionario disponer
que al proceder al repartimiento de un resguardo
se separara una parte del mismo, “cualquiera que
sea el objeto para que se proponga reservarla, no
siendo en el caso que determinan las leyes”218.
La ley previó la intervención del personero pro-
vincial, quien debía examinar y exponer al Gober-
nador su dictamen sobre las diligencias de medi-
da, partición y distribución de resguardos, antes
de que este funcionario las aprobara219.
El artículo veintinueve de la Ordenanza que se
viene comentando señala los deberes de los agri-
mensores en los siguientes términos:
1º. Formar con la posible exactitud la carta topo-
gráfica del resguardo, sacando de ella dos ejempla-
res, uno que ha de quedar en el expediente, y otro
que se remitirá a la Gobernación:
2º.Calcular el valor total del terreno con arreglo a
las clases y precios que fijen los avaluadores:

217
Artículo 26 de la Ordenanza 15.
218
Artículo 27 de la Ordenanza 15.
219
Artículo 28 de la Ordenanza 15.

148
Fernando  Mayorga  García

3º.Hacer la repartición, así formal como material,


del terreno, del modo que sea menos gravoso a los
poseedores, demarcando las porciones con la ma-
yor precisión y claridad posibles:
4º.Formar una relación circunstanciada de la ex-
tensión, valor, situación y linderos de cada por-
ción, con expresión de la persona u objeto a que
se destinó:
5º.Demarcar el terreno de la área de la población y
dividirlo en estancias y solares.
6º.Demarcar con exactitud y precisión el terreno
destinado para la escuela, y dividirlo en fanegadas
y estancias, si fuere necesario, para lograr una me-
jor venta o arriendo de él.

Por la ejecución de las anteriores operaciones, el


agrimensor percibiría la cantidad que hubiere
acordado con el Gobernador220.
La Ordenanza previó la intervención del pequeño
cabildo de indígenas en las diligencias de agri-
mensura, mediante la designación de aquellas
personas que debían acompañar diariamente al
agrimensor tanto para informarle sobre la habita-
ción de cada familia como para suministrarle “las
demás noticias que él necesite para el desempeño
de su comisión”221.
El Gobernador tenía la facultad de nombrar per-
sonas que examinaran las diligencias practica-
das cuando se presentara alguna reclamación,

220
Artículo 30 de la Ordenanza 15.
221
Artículo 31 de la Ordenanza 15.

149
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o existiera una razón de peso para dudar o de


la medida, o del repartimiento o de la distribu-
ción, asignando a las personas nombradas tanto el
tiempo que tenían para practicar el examen como
los derechos percibidos por la ejecución del mis-
mo. En todo caso, debía oírse al agrimensor y si
éste no estuviera de acuerdo en los reparos pre-
sentados por los comisionados, la cuestión sería
decidida por árbitros nombrados por las partes,
“con aprobación del Gobernador, debiendo pagar
los costos aquel contra quien se decidiere”222.
A los indígenas se les concedía
el recurso de queja y los demás que tengan por las
leyes comunes, en caso de haber recibido lesión
grave en el repartimiento, para que usen de ellos
dentro de tres meses contados desde que se con-
cluyan aquellas diligencias”223.

Podía suceder que se anularan las diligencias de


medida, o de partición y distribución de algún
resguardo: en este caso, no se pagaría cantidad
alguna de los fondos pertenecientes a los indíge-
nas o provenientes de la venta de parte de los res-
guardos al agrimensor, avaluadores o juez224.
Cuando hubiere evidencia de que en las diligen-
cias practicadas por el agrimensor había error

222
Artículo 32 de la Ordenanza 15.
223
Artículo 33 de la Ordenanza 15.
224
Artículo 34 de la Ordenanza 15.

150
Fernando  Mayorga  García

grave, éste tenía obligación de enmendarlo a su


costa225.
El artículo 36 de la Ordenanza señala los docu-
mentos con que los agrimensores debían formar
los expedientes sobre repartimiento de resguar-
dos. Eran ellos:
1º. La copia de la contrata celebrada entre el Gober-
nador y el agrimensor para el levantamiento del
plano del resguardo y de su medición. La copia de
la contrata se hará de oficio por la Secretaría de la
Gobernación. 2º. De una nota que dirigirá el Jefe
Político del cantón al agrimensor, transcribiéndole
el nombramiento hecho en él por la Gobernación,
y expresando el juez y los avaluadores nombrados
para la práctica de las correspondientes diligencias
en el respectivo distrito: 3º. De la diligencia del
reconocimiento y avalúo del resguardo, firmada
por el agrimensor, los avaluadores, el teniente de
indígenas y los colindantes, y autorizada por el
juez; en ella se expresarán las horas empleadas en
aquellas operaciones. 4º. De las diligencias de se-
paración del área destinada para el fomento de la
población, y de las medidas para la formación del
plano, expresándose todas las operaciones cientí-
ficas que se hayan practicado. 5º. Del plano topo-
gráfico del resguardo. 6º. De los cálculos formados
para sacar el área del resguardo y el valor de todo
él, y cada una de sus partes que lo tengan distinto.
7º. De la aprobación de la Gobernación que debe
recaer sobre las diligencias de medida general del
resguardo. 8º. De las listas de las familias de los

225
Artículo 35 de la Ordenanza 15.

151
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indígenas. 9º. De las diligencias de la separación


de las partes designadas para la escuela y para gas-
tos de agrimensura. 10º. Del cálculo formado por
el agrimensor de lo que corresponda a cada indi-
viduo, conforme al valor repartible del resguardo
y de la que debería asignársele en cualquiera de
las distintas operaciones, de terreno de diverso
valor. 11º. De las diligencias de repartimiento en
que se expresarán los límites de la parte asignada
a cada familia, su figura y las señales precisas que
la distinguen, constando que se hizo amojonear, y
expresando las operaciones practicadas para obte-
ner la extensión de dicha parte: 12º. De la posesión
dada por el juez a cada familia, la que se verificará
el último día de cada semana, respecto de todas
las familias a quienes en la misma semana se haya
hecho la correspondiente designación. 13º. De las
diligencias de conclusión de la división y posesión,
remisión de todo lo practicado a la Gobernación y
aprobación definitiva de ésta.

Podía suceder que en determinados distritos pa-


rroquiales existieran terrenos que no permitieran
demarcar de un modo estable y preciso las por-
ciones de cada familia; en este caso, no se haría la
división material del terreno, “pero si la formal,
expresando qué cantidad corresponda a cada in-
dividuo para que pueda hacer de este derecho el
uso que permite la ley”226.
Una vez el Gobernador hubiera aprobado “por
hallarlos arreglados” los expedientes relativos a

226
Artículo 37 de la Ordenanza 15.

152
Fernando  Mayorga  García

las medidas, partición y distribución de los res-


guardos, debía devolverlos al Jefe Político, dejan-
do en su oficina copia íntegra de los mismos “por
el Secretario de la Gobernación”227.
El artículo final del capítulo tercero de la Orde-
nanza indicaba que las autoridades de los distri-
tos parroquiales debían proporcionar a los agri-
mensores “los auxilios que necesiten, a precios
corrientes”228.
El capítulo cuarto de la Ordenanza, como ya se
dijo, se refería a la “Distribución de sobrantes de
resguardos”.
De conformidad con el primero de sus artículos,
los alcaldes debían formar “con escrupulosidad”
y remitir al Jefe Político de su cantón, una relación
de las fracciones de los resguardos que se encon-
traran en cualquiera de los siguientes casos:
1º. El de sobrantes de agrimensura, sea en dinero
o en terreno.
2º. El de abandono por muerte de sus dueños sin
institución de herederos; y sin que haya quien los
herede ab intestato.
3º. El de haber estado o hallarse en pleito al tiempo
de la medida229.

A aquellos indígenas a quienes no se les había en-


tregado terreno porque al tiempo del repartimiento

227
Artículo 38 de la Ordenanza 15.
228
Artículo 39 de la Ordenanza 15.
229
Artículo 40 de la Ordenanza 15.

153
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se ignoraba su existencia o no estaban presentes,


debía señalárseles y entregárseles de los terrenos
referidos de los terrenos de sobrantes la porción
“que les corresponda, en proporción a la base le-
gal que debió adoptar el agrimensor respectivo.”
En esta disposición no se comprendía el terreno a
que se refería el numeral segundo del artículo 40,
“y la autoridad que tenga noticia del abandono
o falta de dueño dará aviso a la Gobernación de
la provincia para los efectos a que haya lugar”230.
Los Jefes Políticos, con aprobación de la Gober-
nación, debían resolver sobre las solicitudes que
se presentaran para obtener derechos sobre par-
te del terreno sobrante de resguardos. Tales de-
rechos debían comprobarse “por declaraciones,
por certificaciones del cura párroco, por informes
de los indígenas de mejor razón y conocimientos
con parecer del personero cantonal, y por todos
aquellos medios que las autoridades encargadas
de decidir el derecho al sobrante del resguardo,
tengan a bien para evitar engaños, según las cir-
cunstancias del peticionario y las del lugar”.
Una vez que un indígena fuera declarado con
derecho a parte de sobrantes de resguardos, el
Jefe Político en la cabecera del cantón, y el alcalde
en los distritos, asociados uno u otro del primer
juez parroquial o del que haya, “y de un vecino

230
Artículo 41 de la Ordenanza 15.

154
Fernando  Mayorga  García

honrado e inteligente que designará aquel, y sin


exigir recompensa alguna, medirán y entregarán
al indígena la tierra que le correspondiere”.
Los expedientes que se formaran para estas nue-
vas adjudicaciones, en la medida en que ellas se
fueran presentando, debían ser entregados en la
escribanía pública respectiva por el Jefe Político,
con el objeto de que se agregaran al expediente
creado por el agrimensor, “el cual puede pedir el
Jefe Político con calidad de devolución cuando la
necesite”.
El último parágrafo de este artículo señala-
ba que:
El juez que intervenga en la entrega expedirá la
certificación de que habla el artículo 15 de la ley 3ª,
Pte. 6ª, Trat. 1º de la R.G.231.

Si los terrenos sobrantes de resguardos no se hu-


bieren adjudicado a algún indígena o familia por
no tener derecho a ellos, el personero parroquial
debía dar cuenta de ello al Jefe Político, quien te-
nía la obligación de ordenar la distribución entre
la comunidad “según las bases establecidas por el
agrimensor, y dando cuenta del resultado al Go-
bernador”232.

231
Artículo 42 de la Ordenanza 15. Esta Ley 3ª es la nacional
de 2 de junio de 1834.
232
Artículo 43 de la Ordenanza 15.

155
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Cuando la cantidad que hubiera de repartirse


entre los indígenas con derecho, o entre la comu-
nidad total fuera tan pequeña que, realizada la
distribución, les correspondiera una suma muy
reducida
podrá dejarse a censo a favor de los mismos indí-
genas, o destinarse a otro objeto de utilidad públi-
ca, siempre que en uno u otro caso los interesados
convengan en ello voluntariamente y sin coacción
alguna. Al efecto, el personero parroquial les hará
la correspondiente invitación, y, una vez obtenida
la aquiescencia de los indígenas, dictará las reglas
convenientes para el reconocimiento y seguridad
del principal y de sus réditos. Estos arreglos no se
llevarán a efecto sin la previa aprobación del Go-
bernador por conducto del Jefe Político233.

Cualquier cantidad proveniente de resguardos, o


que de cualquier manera perteneciera a los indí-
genas en común o de las expresadas en los casos
ya mencionados en el artículo 40 de la Ordenanza,
entrará a la tesorería respectiva del distrito, y de
ninguna manera será recaudada por particulares,
aunque sean o se titulen apoderados de los indí-
genas. Los tesoreros darán a estas cantidades la
inversión que les corresponda, según las ordenes
que reciban de la Gobernación de la provincia234.

El Jefe Político debía cuidar que se recaudara por


el mismo procedimiento prevenido en el artículo

233
Artículo 44 de la Ordenanza 15.
234
Artículo 45 de la Ordenanza 15.

156
Fernando  Mayorga  García

anterior tanto el producto del arrendamiento de


aquellas partes de los resguardos en posesión
de los indígenas, pero cuya propiedad estaba en
pleito, como de las zonas citadas en el artículo
40 de la Ordenanza. De tal producto podría sa-
carse lo que los indígenas, con aprobación del
Gobernador de la provincia, quisieran pagar a los
particulares a quienes encargaran la defensa de
sus derechos “que en común les toquen, en el caso
previsto en el artículo 8º, de la ley 4ª, Pte. 6ª, Trat.
1º de la R.G.”. Para este efecto, la voluntad de los
indígenas se conocería por la de un número que
“a juicio del Jefe Político, y según la capacidad
de los indígenas que la formen, sea suficiente
para creer que el resto de la comunidad conviene
en ello; esto es en el caso de que no se puedan
reunir todos”. Para resolver en este particular, el
Gobernador debía oír al Síndico personero de la
provincia235.
Para aquellos resguardos que se hubieran dividi-
do en el momento de la publicación de la Orde-
nanza y en los que por cualquiera causa hubiere
resultado algún sobrante, se le daría a éste una de
las siguientes destinaciones:
1º. Se aplicará a la escuela, si, unido a la parte pre-
viamente separada para ésta, no fuere mayor de las
dos duodécimas del resguardo, y si el número de
indígenas entre quienes se haya repartido el resto

235
Artículo 46 de la Ordenanza 15.

157
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del terreno, sea corto relativamente comparado


con el mismo terreno.
2º.Se poseerá en común por los indígenas si de ello
les resultaren ventajas, mientras que, obtenidos los
datos necesarios, se resolviere por la Gobernación
lo más conveniente para su distribución.
3º.Se arrendará para distribuir su producto entre
todos los indígenas, en la misma proporción en
que se haya hecho el repartimiento del resguardo,
hasta que se resuelva de igual modo que en el caso
anterior236.

El capítulo quinto de la Ordenanza, como ya se


vio, trataba “Del remate de los terrenos del área,
escuela y gastos de agrimensura”. El primero de
sus artículos señalaba que el remate de los terrenos
comprendidos en el área de las poblaciones podía
hacerse por fanegadas, estancias o solares, según
fuera más conveniente, “pero procurando que sea
en diversas personas”237.
Bien podía suceder que algunos indígenas tuvie-
ran posesiones dentro del área designada para la
población; en estos casos, debía dársele a cada fa-
milia de aquellos un estadal de tierra en el lugar
que ocupaban; “pero estas porciones se aumenta-
rán por otra parte en el área, procurando conser-
var la regularidad en su demarcación”238.

236
Artículo 47 de la Ordenanza 15.
237
Artículo 48 de la Ordenanza 15.
238
Artículo 49 de la Ordenanza 15.

158
Fernando  Mayorga  García

Según el artículo 50 de la Ordenanza,


El remate de estas porciones, ya sea por venta o
por arriendo, se verificará en el mejor postor; pero
en igualdad de circunstancias serán preferidos: en
primer lugar los indígenas, siempre que no sea para
un terreno, y sea precisamente para ellos la postura;
y en segundo los que tengan mejoras en el terreno.

Cuando hubieran de rematarse en venta o en


arrendamiento las partes de resguardos de indí-
genas que la ley había señalado bien para el sos-
tenimiento de la escuela, bien para el pago de las
costas causadas en el repartimiento, o para el fo-
mento de la población, y varios individuos tuvie-
ran mejoras de las clasificadas de absolutamente
necesarias en el terreno que debía rematarse, este
debía dividirse en tantas partes cuantos fueran los
dueños de mejoras, y se remataría por separado
cada una de ellas, “y se declarará, en su caso, el
derecho de tanto de que habla el artículo anterior
al dueño de las mejoras que haya en la parte del
terreno rematado”239.
En aquellos distritos parroquiales donde hubiera
terrenos en los que algunos particulares tuvieran
mejoras, “se designarán con preferencia para las
duodécimas de escuela y gastos, aunque sea pre-
ciso tomarlas por partes”240.

239
Artículo 51 de la Ordenanza 15.
240
Artículo 52 de la Ordenanza 15.

159
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La Ordenanza señala la obligación de los Jefes


Políticos de practicar las diligencias necesarias para
la venta de la parte de los resguardos destinadas
al sostenimiento de la escuela, al fomento de la
población y a los gastos de agrimensura241.
El artículo final del capítulo quinto de la Orde-
nanza señala que las diligencias practicadas por
los Jefes Políticos para la venta de las partes de
los resguardos destinadas al pago de los gastos
de agrimensura debían ser sometidas a la aproba-
ción del Gobernador; “pero no estando compren-
didos los remates de estas partes en las formalida-
des que para otros exige la regla 4ª del artículo 197
de la ley 1ª, Pte. 2ª, Trat. 1 de la R.G. no se exigirán
para ellos dichas formalidades”242.

241
Artículo 53 de la Ordenanza 15. El artículo remite a la
Recopilación Granadina, Tratado Primero, Parte Sexta, Ley
Tercera, Artículo 20, según el cual: “Los Jefes Políticos, con
aprobación del Gobernador de la provincia, venderán todos
los bienes raíces y muebles cuyos réditos y productos estén
destinados al sostenimiento de las escuelas de primeras letras,
en el modo y términos prevenidos en el artículo 197 de la Ley
del régimen político de las provincias; pero la satisfacción
de sus réditos la verificarán los rematadores conforme a lo
dispuesto en el artículo 6º de la ley de 6 de agosto de 1821”.
Esta Ley Tercera que aquí se cita es la nacional del 2 de junio
de 1834.
242
Artículo 54 de la Ordenanza 15. El artículo 197 citado
se encuentra en el Título IX “De la venta de fincas raíces
municipales y comunales; y de su redención” de la Ley del
19 de mayo de 1834 “Sobre régimen político y municipal de
las provincias, cantones y distritos parroquiales”. Contiene

160
Fernando  Mayorga  García

El sexto y último capítulo de la Ordenanza señala-


ba en el primero de sus dos artículos que
Si después de estar medido un resguardo, y sepa-
radas las partes de la escuela y gastos de agrimen-
sura, se hubiere agregado en parte a otra provincia,
el Gobernador de la de Bogotá hará que se practi-
que por el respectivo agrimensor la división entre
todas las familias de indígenas de la porción que
haya quedado en esta provincia, y pasará todos los
antecedentes al Gobernador de la otra provincia,
para que él pueda, conforme a las reglas que allí
estén establecidas, hacer practicar las diligencias
necesarias para la conclusión del repartimiento, o
ventas que hayan de hacerse243.

El último artículo del capítulo sexto y de la Orde-


nanza señalaba, finalmente, que quedaban dero-
gados los decretos expedidos por la Cámara de
provincia sobre medidas, partición y distribución
de resguardos de indígenas244.
Con el fin de obtener una “mejor ejecución de las
leyes y de la ordenanza 15 de la Cámara provincial
sobre resguardos de indígenas, y para evitar en lo

las reglas (ocho) que el Jefe Político debía observar cuando el


concejo municipal o el comunal (cabildo parroquial) decretaban
la venta de las tierras y otras fincas raíces pertenecientes en
común al respectivo cantón, ciudad, villa o distrito parroquial.
Según la regla cuarta, “Para que sea admisible una postura
debe cubrir las cuartas quintas partes de su valor; y el día del
último pregón se remata la finca en el mejor postor”.
243
Artículo 55 de la Ordenanza 15.
244
Artículo 56 de la Ordenanza 15.

161
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

sucesivo las dudas que se han ofrecido, y llenar los


vacíos que se han notado sobre este particular”,
el Gobernador de la provincia Pastor Ospina
expidió el 1º de junio siguiente un decreto245 de
18 artículos.
Los cuatro primeros de ellos se refirieron a la
prohibición de disposición, gravamen o arrenda-
miento de los terrenos, tanto por acto entre vivos
como por testamento en los siguientes términos:
Art. 1º. Los indígenas, con arreglo a las disposicio-
nes vigentes, no pueden por testamento o por cual-
quiera otro acto, en artículo de muerte, enajenar de
ninguna manera los terrenos que les hayan tocado
en los resguardos, ni dejarlos a los curas como in-
demnización de los derechos de entierro u otros;
pues dichos terrenos deben pasar a sus herederos
observándose las disposiciones legales que rigen
en las sucesiones abintestato.
Art. 2º.El art. 2º de la Ley 4ª, Parte 6ª, Tratado 1º
de la recopilación Granadina declara comprendida
en la prohibición hecha a los indígenas de enajenar
sus terrenos la de gravarlos o hipotecarlos gene-
ral o parcialmente, y por lo mismo son nulos los
contratos que hayan celebrado o celebraren los in-
dígenas empeñando sus terrenos, esto es, dándolos
a otro para que los disfrute mientras le devuelvan
alguna cantidad que hayan recibido de él.

245
Verlo en Recopilación de las Ordenanzas Provinciales vigentes
en la Provincia de Bogotá el 31 de agosto de 1847 y de los Decretos
de la Gobernación dados en su ejecución, Bogotá, Imp. por Vicente
Lozada, 1847, pp. 125-128.El decreto fue firmado por el Go-
bernador Pastor Ospina y el Secretario José Caicedo Rojas.

162
Fernando  Mayorga  García

Art. 3º. Los indígenas destinados al servicio de las


armas no pueden vender sus terrenos, por no ha-
llarse en el caso del artículo 7º de la Ley 2ª, Parte
6ª, Tratado 1º de la Recopilación Granadina. Los
jefes políticos harán que estos terrenos se deposi-
ten, como está dispuesto respecto de los de los in-
dígenas ausentes.
Art. 4º. Cuando con arreglo a las disposiciones vi-
gentes se permita a algún indígena vender el terre-
no que le haya correspondido en el repartimiento
del respectivo resguardo, se hará la venta en públi-
ca subasta, y no se admitirá postura que no cubra
por lo menos las dos terceras partes del avalúo del
terreno, y de las casa, cercas, sementeras u otras
mejoras que el indígena tenga en él. El avalúo se
hará por peritos nombrados por el jefe político.

Al contrato de arrendamiento se dedican los dos


artículos siguientes, conforme a los cuales:
Art. 5º.El arrendamiento de los terrenos que hayan
correspondido a los indígenas no podrá hacerse
por menos de la cantidad correspondiente al cinco
por ciento anual del valor de los terrenos y sus
mejoras, procediéndose con arreglo al art. anterior.
Art. 6º. El individuo que tomare en arrendamiento
el terreno de algún indígena sin los requisitos que
previene el art. 5º de la Ley 4ª, Parte 6ª, Tratado
1º de la Recopilación Granadina, incurrirá en una
multa de diez pesos, sin perjuicio de la declaratoria
de nulidad del arrendamiento que debe hacerse
conforme al mismo artículo.

A las formalidades para el pago del precio en los


contratos de compraventa o arrendamiento se
refiere el artículo siguiente, conforme al cual
163
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Las cantidades que deban darse a los indígenas por


la compra o el arrendamiento de sus terrenos, se les
entregarán precisamente a presencia del respectivo
personero, el cual expresará a continuación del re-
cibo, que ha visto entregar la cantidad que se ex-
presa, sin lo cual dicho recibo será de ningún valor.

En lo que hace al deslinde de los terrenos de


resguardos, dijo el artículo 8º:
Con arreglo a las disposiciones vigentes no están
obligados los indígenas a deslindar con cercas sus
terrenos de resguardos de los de otros individuos,
pues estos tienen el deber de hacer dichas cercas
por si solos, o indemnizar a los indígenas de cua-
lesquiera daños que sus ganados les causen. Las
ventas que se hagan en lo sucesivo de las porciones
de resguardos destinadas para las escuelas y gas-
tos de agrimensura, se entenderán hechas con esta
misma condición; y respecto de las que ya se han
verificado promoverán los jefes políticos y alcaldes
cuanto convenga para evitar gravámenes y perjui-
cios a los indígenas colindantes.

A los indígenas y dueños de mejoras les concedía


la Ordenanza 15 un derecho de preferencia; el
artículo 9º del Decreto señalaba el momento para
su ejercicio en los siguientes términos:
Los que como indígenas, o como dueños de me-
joras en los resguardos que hayan de rematarse,
quieran usar del derecho que les conceden los artí-
culos 50 y 51 de la ordenanza 15 de la Cámara pro-
vincial, deben hacerlo precisamente en el acto de
los pregones, pues aquel derecho no lo es de tanto
después del remate, sino solo para dar preferencia
en posturas iguales.

164
Fernando  Mayorga  García

La norma se refiere en varios lugares al concepto


de “mejoras”; el artículo 10 del decreto las define
e indica cómo deben pagarse, en los siguientes
términos:
Son mejoras útiles las casas, cercas, sementeras y
barbechos que tengan en los terrenos de resguar-
dos que se rematen los que hayan tenido la pose-
sión o arrendamientos de ellos, y los rematadores
deberán pagárselas con arreglo a las disposiciones
vigentes, teniendo en cuenta la utilidad que pro-
duzcan a los dueños y no la que puedan producir
a los rematadores.

En lo que hace al cobro de derechos por parte de


los jefes políticos o sus secretarios con ocasión
de su intervención en los remates de resguardos,
señaló el artículo 11:
No habiendo disposición ninguna vigente que au-
torice a los jefes políticos, o a sus secretarios para
cobrar derechos por los remates que hagan de los
terrenos de resguardos, en virtud de las aplicacio-
nes que se les hayan dado con arreglo a las leyes,
no deben dichos empleados exigir ningunos dere-
chos por la práctica de aquellas diligencias.

El artículo 12 del decreto define la naturaleza jurí-


dica de los terrenos destinados para sostenimien-
to de las escuelas y el régimen que les es aplicable,
en los siguientes términos:
Los terrenos destinados para sostenimiento de
las escuelas no son fincas comunales, y por consi-
guiente para su venta, u otra enajenación, no rige
el artículo 43 de la ley 21, ni el 200 de la Ley 1ª,
165
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Part. 2ª, Trat. 1º de la Recopilación Granadina, sino


el que expresamente previene respecto de dichos
terrenos, el art. 20 de la Ley 3ª, Parte 6ª del mismo
Tratado.

El tema de pujas iguales, en el caso de remate de


los terrenos de escuelas, fue definido en el artículo
13 del decreto de la siguiente manera:
En pujas iguales, para los remates de los terrenos
de escuelas, las mejoras que se hagan sobre pago
de réditos preferirán en el orden siguiente: 1º,
anticipación por cada año; 2º, anticipación por
cada semestre; 3º, anticipación por cada trimestre;
4º, anticipación por cada mes; 5º, pago por meses
cumplidos. Las mejoras que se hagan en pujas
iguales por la ubicación de las fincas que se han
de hipotecar, para aumento de seguridad del
principal y pago de réditos, preferirán en el orden
siguiente: 1º, por las ubicadas en el mismo distrito;
2º, por las ubicadas en otro distrito del cantón; 3º,
por las ubicadas en otros cantones de la provincia;
4º, por las ubicadas fuera de la provincia. La mejora
por la ubicación de la hipoteca preferirá a la mejora
por anticipación del crédito.

El 6 de agosto de 1847, Pastor Ospina firmó


una Exposición para su sucesor, en la que entre
otras materias, se refirió al tema de Resguardos
de indígenas” de una manera muy puntual,
mencionando casos específicos, como los de
Nemocón, Fúquene, Fómeque, Tabio, Tocanci-
pá, Zipacón, así como el de Facatativá, el único
repartido durante su gestión. Dice así la expo-
sición:
166
Fernando  Mayorga  García

En un legajo que quedará en la mesa del despacho


de US. se hallan los datos generales sobre el esta-
do del repartimiento de resguardos de indígenas
en cada distrito parroquial; y por esto sólo hablaré
aquí de los últimos acuerdos que han tenido lugar
en este particular, y de algunas circunstancias que
conviene se tengan presentes.
Durante mi gobierno sólo se ha llevado a efecto el
repartimiento del resguardo de Facatativá, y es uno
de los que se han hecho con más exactitud. Las pa-
siones y los intereses particulares han promovido
algunas reclamaciones, pero se ha demostrado su
inexactitud y falta de fundamento.
Está nombrado el Sr. Juan Solano para practicar
la medida y el repartimiento de los resguardos de
Nemocón, operaciones que han sido solicitadas con
instancia por los indígenas. De una antigua caja de
censos de estos indígenas existen algunos principa-
les, parte reconocidos por el tesoro nacional y parte
por particulares. De estos principales se ha señala-
do provisionalmente para la escuela el capital de
4000 pesos, porque los indígenas prefieren esto a
que se separe una parte del resguardo, pero deberá
hacerse una adjudicación definitiva luego que se
sepa el verdadero valor del resguardo. Como debe
haber existencias de los réditos de los principales
correspondientes a los indígenas, de ellas puede
tomarse la cantidad necesaria para gastos de agri-
mensura.
El resguardo de Fúquene fue medido hace algunos
años, y está nombrado el Dr. Juan Nepomuceno
Flores para practicar el repartimiento.
El Dr. Antonio Zavala fue nombrado agrimensor del
resguardo de Fómeque, y presentó las diligencias
de medición con un plano; pero habiéndosele
exigido algunos datos para verificar la exactitud

167
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

de sus operaciones, parece que se ha visto muy


embarazado para presentarlos satisfactorios, y por
esto tal vez renunciará la Comisión.
Anuladas varias diligencias practicadas sobre el
repartimiento del resguardo de Zipacón los indí-
genas han solicitado se practique nuevamente. US.
podrá resolver sobre esto en vista de las solicitudes
que se han presentado por algunos que pretenden
ser nombrados agrimensores, y de los informes que
se han pedido al pequeño Cabildo. Una parte del
resguardo se vendió para gastos de agrimensura,
se dio una cantidad al agrimensor, éste murió, y
los fondos han quedado en descubierto por aquella
cantidad. Del resto debe darse cuenta y US. puede
ver sobre este particular lo que se resolvió por la
Gobernación y se comunicó al jefe político de Fun-
za en oficio de 15 marzo último número 38.
Por la venta de las porciones separadas en algunos
otros resguardos para gastos de agrimensura se
depositaron algunas cantidades en la tesorería de
rentas provinciales, y habiendo resultado que de-
bía haber ciertas existencias de que no dejó cuen-
ta el tesorero difunto Sr. Manuel Páramo, se han
pasado las órdenes correspondientes al tesorero
actual para proceder contra la mortuoria de dicho
su antecesor.
José María Solano, agrimensor que fue de los res-
guardos de Tabio y Tocancipá, percibió mayores
cantidades que las que le correspondían, y respec-
to del primero de dichos resguardos asciende la di-
ferencia como a 600 pesos. He ordenado al perso-
nero de Zipaquirá el exigir el reintegro de Solano,
pero hasta ahora nada ha podido adelantarse para
el cobro, por la dificultad de encontrar al deudor.
Varias cuestiones se han presentado sobre terrenos
de otros resguardos, pero la mayor parte han que-

168
Fernando  Mayorga  García

dado terminadas, y en cuanto a las demás si fuere


preciso que US. tome conocimiento de ellas, podrá
hacerlo mejor pidiendo los antecedentes que exis-
ten en la Gobernación, que por medio de una rela-
ción mía, que no podría ser sino demasiado larga
para este escrito246

En agosto de 1847 Mariano Ospina se hizo cargo


de la Gobernación de la Provincia; así lo señaló
en el informe que el 15 de septiembre siguiente
dirigió a la Cámara Provincial, en el que, como
habían venido haciendo sus antecesores, dedicó
un importante apartado al tema de la medición
y reparto de los resguardos de indígenas. Su
informe, a pesar del poco tiempo que llevaba
en el cargo cuando lo presentó, muestra de una
manera muy clara las dificultades que se habían
venido presentando en la ejecución de las muchas
disposiciones expedidas en esta materia, así
como las providencias que, a juicio del nuevo
Gobernador, debían tomarse para acertar en tan
importante asunto. También señala que en el
último año se había verificado “por un sujeto capaz
de hacerlo”, la distribución de los resguardos de
Facatativá. Fueron sus palabras:

246
La “Exposición que hace a su sucesor en la Gobernación de
la Provincia el Dr. Pastor Ospina” empezó a publicarse en El
Constitucional de Cundinamarca, no 219, correspondiente al 1º
de septiembre de 1847 y concluyó en el no. 223, correspondi-
ente al 11 de octubre del mismo año. En este último número
puede verse la parte que aquí se transcribe.

169
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

En los pocos días que he desempeñado la Gober-


nación es muy raro aquel en que no se hayan
presentado en ella algunos indígenas poniendo
quejas y haciendo reclamaciones relativas a su
resguardos; algunos son de los distritos en que ya
se hizo la distribución y la mayor parte de aquellos
en que está aún por hacerse.
Para resolver sobre sus solicitudes he querido,
siempre, enterarme del estado del negocio de dis-
tribución y adjudicación del respectivo resguardo;
pero casi siempre me he encontrado que este es
un laberinto sin salida, porque es tal la confusión
que reina en semejante asunto, que consagrando
todo el tiempo del despacho a este solo objeto juz-
go que no bastaría para darle cumplida y acerta-
da evadición. Los jefes políticos, los alcaldes, los
jueces parroquiales, los personeros protectores de
indígenas, los pequeños cabildos, los curas y los
magnates de los lugares, todos intervienen en el
negocio de resguardos, hacen y desbaratan cada
uno por su lado, de modo que la Gobernación, que
se ha hecho el tribunal de apelación de los indíge-
nas, no puede entenderse en semejante caos. En el
corto tiempo que hace que me ocupo en esto, sólo
he podido discernir que hay algunos resguardos
que fueron medidos y distribuidos por personas
inteligentes y próvidas, en que quedaron bien des-
lindados los lotes de las familias, y respecto de las
cuales no hay reclamaciones; y si alguna ocurre es
fácilmente decidida trayendo la vista del plano y
expedientes respectivos. Que en la mayor parte de
los resguardos distribuidos, en que los agrimenso-
res no tuvieron aquellas buenas prendas, la repar-
tición es un embrollado desorden, hay diariamente
reclamaciones, y no pudiendo éstas decidirse por

170
Fernando  Mayorga  García

los expedientes y planos, se deciden conjetural o ca-


prichosamente por los jefes políticos, alcaldes o jue-
ces parroquiales; estas decisiones son reclamadas,
y cambiándose con frecuencia el personal de aque-
llas magistraturas se suceden a menudo decisiones
contrarias, creciendo con esto cada día el embrollo
y confusión. Hay un gran número resguardos sin
distribuir, ocupados sin proporción ninguna a lo
crecido de las familias. Los indígenas ricos, y que
regularmente son los que ejercen las funciones de
empleados en el pequeño cabildo, poseen lo más
pingüe y extenso del resguardo, mientras que los
más pobres y desvalidos apenas tienen algún esté-
ril rincón, o están enteramente privados del terreno
que debieran tener; muchos que no son indígenas
están poseyendo parte de los resguardos, y son re-
gularmente los más interesados en que no se distri-
buyen. Según se cambian los funcionarios del pe-
queño cabildo, o varían las relaciones amistosas de
los magnates que lo gobiernan, se dan y quitan a las
familias los terrenos, de manera que ninguno tiene
seguridad de mantener lo que posee; en cambio de
estos hay reclamaciones a las autoridades que inter-
vienen en los resguardos, sucediéndose las decisio-
nes contrarias como antes indiqué.
Tal estado de cosas requiere urgentemente un
arreglo. Respecto de los resguardos distribuidos
en años pasados, y cuyas diligencias fueron apro-
badas no obstante su irregularidad y capitales de-
fectos, no se me ocurre por ahora qué medida con-
vendría adoptar para poner en orden y claridad la
distribución, y dar fin a las reclamaciones y enre-
dos que se han originado de la confusión primitiva
de los actos y expedientes. Será necesario estudiar
sobre los mismos lugares el verdadero estado de

171
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

este negociado para formar un plan de corrección


para aquel desorden. En cuanto a los resguardos
no distribuidos, está a la vista el medio que debe
adoptarse, que es hacerlos repartir de una manera
conveniente, supuesto que el mal en las anteriores
distribuciones dependió de dos causas: 1º,de ha-
ber nombrado para agrimensores hombres igno-
rantes de los principios de la agrimensura y poco
delicados para cumplir con exactitud sus deberes,
que trataban solamente de sacar de los indígenas
la mayor suma posible de dinero, sin cuidarse de
que las operaciones quedarán bien o mal hechas,
y que aquellos infelices sufrieran o no los efectos
del desorden; y 2º, de que la autoridad pública no
ejerció la inspección y vigilancia debidas sobre las
operaciones de esos agrimensores, contentándose
con leer acaso el expediente en su oficina y compa-
rarlo con el plano, sin pensar que ese plano, como
ha sucedido las más veces, estaba hecho capricho-
samente, y que de la misma manera lo estaban las
diligencias de adjudicación y deslinde. Lo que se
necesita, pues, es elegir algunos pocos agrimen-
sores de conocida inteligencia y probidad, que
vayan haciendo sucesivamente la distribución de
los diferentes resguardos, y que las diligencias no
serán aprobadas sino después de haberlas exami-
nado sobre los respectivos lugares, comprobando
el plano y las diligencias sobre designación de lotes
y límites. Estas operaciones son seguramente lentas
y embarazosas, pero darán entera seguridad de la
buena ejecución de la medida y repartimiento. Tal
es el sistema que me propongo seguir en este ne-
gociado.
Entre tanto que puedo adquirir conocimientos
exactos sobre el estado de los resguardos en cada

172
Fernando  Mayorga  García

distrito parroquial, haré ejecutar puntualmente las


disposiciones dictadas en la materia por mis dos
predecesores, que habiendo mirado con el mayor
interés este asunto, hicieron los mayores esfuerzos
para corregir los desórdenes que se experimentan.
En el último año sólo se ha verificado la distribución
de los resguardos de Facatativá por un sujeto capaz
de hacerlo con acierto; y, según lo que he podido
juzgar, la operación se ha hecho de modo que no
deja nada que desear. Hay tres expedientes de
distribución en curso que no serán aprobados, sino
después de haberme asegurado de su exactitud y
arreglo, examinándolos a la vista de los terrenos
respectivos, y oyendo a los indígenas.
Aunque he leído con bastante la atención la
ordenanza provincial sobre distribución de los
resguardos, no he podido reconocer que vacíos
haya en ella, porque estos regularmente no se
echan de ver sino al tiempo de la ejecución, y mi
predecesor ha dictado ya en su ejecución todas
las disposiciones que parecen necesarias en este
asunto, por lo que no solicito que dictéis ninguna
nueva disposición247.

A finales de este año, un Aviso titulado “Resguar-


dos de indígenas” informa sobre la medición de
los resguardos de Nemocón, y muestra el proce-
dimiento para llevar a efecto los dictados de la ley
en esta materia. Dice así:

247
Ver “Informe”, en El Constitucional de Cundinamarca, no.
221, Bogotá, 21 de septiembre de 1847; también en la Gaceta
de la Nueva Granada, no. 920, Bogotá, jueves 14 de octubre de
1847, pp. 683-684.

173
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Actualmente se están midiendo los resguardos


de Nemocón y levantando su pan topográfico
para distribución y adjudicación. Se ha fijado del
1º al 8 del entrante diciembre para que todos los
individuos que se crean con derecho a dichos
resguardos, en calidad de indígenas, se presenten
a manifestarlo ante el alcalde y pequeño cabildo
de Nemocón, para que puedan ser incluidos en
las listas de repartimiento, si efectivamente tienen
derecho a ello.
El día 2 de enero debe empezar la distribución, y
por consiguiente todos los que se consideren con
derecho a alguna parte de aquellos resguardos
por venta, cesión, empeño o cualquiera otra razón,
deben presentar a la Gobernación los documentos
que comprueben su derecho en todo el corriente
mes, apercibidos que de no verificarlo dentro de
este término no serán admitidos, según lo dispuesto
en el artículo 9 de la Ordenanza provincial 15248.

2.8. La Ley Orgánica de la administración y régi-


men municipal de 1848, el informe del Gobernador
(septiembre de ese año) y la consiguiente expe-
dición de una nueva Ordenanza, por la que se
suspendió la medición y repartimiento de los
resguardos de indígenas.
A mediados de 1848, concretamente el 3 de ju-
nio, el Senado y la Cámara de Representantes
de la Nueva Granada, reunidos en Congreso,

“Aviso”, suscrito por el Secretario José Caicedo Rojas, de


248

orden de la Gobernación, en El Constitucional de Cundinamarca


no. 226, Bogotá, 11 de noviembre de 1847.

174
Fernando  Mayorga  García

acordaron la Ley Orgánica de la administración


y régimen municipal, que en su capítulo segundo,
dedicado a las atribuciones de las Cámaras Pro-
vinciales, dijo en uno de sus treinta literales, el 17,
lo siguiente:
Artículo 3º. Son atribuciones y deberes exclusivos
de la Cámara Provincial:

17. Arreglar todo lo relativo a resguardos de
indígenas, así para su medida y repartimiento,
como para su adjudicación y enajenación.
…249.

En su informe presentado el 15 de septiembre de


1848, el Gobernador Mariano Ospina señaló que
las dificultades que había observado al iniciar
sus tareas en el tema de la medición y reparto
de resguardos de indígenas “continúan en el
mismo estado” y que, aunque se había propuesto
presentar un proyecto de ordenanza sobre la
materia, la falta de tiempo le había impedido
hacerlo, por lo que era del parecer que, antes
de suscitar nuevas dificultades, prefería “que el

249
Era Presidente del Senado José Ignacio de Márquez;
Presidente de la Cámara de Representantes Ezequiel Rojas;
Senador Secretario José Ángel Santos y Representante Se-
cretario Juan Antonio Calvo. La Ley fue sancionada por el
Presidente Tomás Cipriano de Mosquera con la firma del
Secretario de Relaciones Exteriores, encargado del Despacho
de Gobierno, Manuel María Mallarino. Verla en Codificación
Nacional, t. XIII (Años de 1848 y 1849), Bogotá, Imprenta
Nacional, 1928, p. 231.

175
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

estado actual continúe un año más”. También


señaló en que sitios se habían adelantado las
diligencias ordenadas por la ley. Dijo así:
Los embarazos y dificultades que existían en este
negociado, y de que os hable detenidamente en
mi informe del año próximo pasado, continúan en
el mismo estado; sería hoy inútil repetir aquella
exposición, y a ella me refiero.
La ley orgánica del régimen y administración pro-
vincial os faculta ampliamente para arreglar todo
lo relativo a resguardos de indígenas, tanto para
su medida y repartimiento, como para su adjudi-
cación y enajenación. He deseado presentaros un
proyecto de ordenanza sobre esta importante ma-
teria; pero para que este trabajo llenara su objeto,
era necesario refundir en el proyecto todas las dis-
posiciones que deben quedar vigentes, e introducir
las muchas que son indispensables para allanar las
innumerables dificultades que se tocan. Esta obra
requiere suma atención, y debe ser bastante exten-
sa para que todo quede bien definido y arreglado.
Pisposiciones deficientes y poco meditadas, como
parecen todas las leyes que rigen en esta materia,
no harán sino aumentar el mal. La suerte de tantas
familias desgraciadas que se interesan vivamen-
te en tal arreglo, lo hacen sobre manera delicado.
No pudiendo disponer del tiempo necesario para
hacer la obra cual concibo que debe ser, he pre-
ferido que el estado actual continúe un año más,
a suscitar nuevos embarazos con una ordenanza
imperfecta. No obstante, si queréis ocuparnos de
esta materia, pronto estoy a suministraros todas
las noticias e indicaciones que el manejo de este
negociado me permite poder ofreceros.

176
Fernando  Mayorga  García

Durante este año no se ha repartido ningún res-


guardo, pero se han adelantado las diligencias
relativas a los de Fúquene, Nemocón, Fómeque,
Zipacón, Engativá y Suba. Se han tomado todas las
precauciones que se han creído conducentes para
evitar los inconvenientes que en los anteriores re-
partimientos han resultado250.

El informe condujo a la expedición por parte de


la Cámara de Provincia de una nueva Ordenanza
sobre el tema. Conforme a su único considerando,
la memoria presentada por el Gobernador incluía
una indicación “relativa a los repartimientos de
resguardos”, que llevó a que la Cámara decidiera
suspender
la medición y repartimiento de resguardos de
indígenas hasta que la Gobernación presente el
proyecto de ordenanza sobre esta materia, y la Cá-
mara acuerde lo que crea conveniente251.

250
Ver “Exposición”, en El Constitucional de Cundinamarca, no.
242, Bogotá, 16 de septiembre de 1848.
251
Artículo único de la Ordenanza 47 del 5 de octubre de 1848.
Era Presidente de la Cámara Benigno Guarnizo y Secretario
de tal Corporación Casimiro Porras. La Ordenanza fue
sancionada por el Gobernador Mariano Ospina con la firma
del Pro Secretario José María Escovar. Verla en Ordenanzas
dictadas por la Cámara Provincial de Bogotá en sus sesiones
de 1848, Bogotá, Imprenta de Mariano Sánchez Caicedo,
1849, pp.13-14. La Ordenanza 52, sancionada siete días
después, señaló entre los deberes del Personero Provincial
los de: “Ejercer respecto de la medida y distribución de
los resguardos de indígenas, las funciones que las leyes
y disposiciones vigentes le atribuye; poniendo el mayor

177
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Suspendida se encontraba la medición y distribu-


ción de resguardos en septiembre de 1849, cuan-
do el nuevo Gobernador, Vicente Lombana pre-
sentó su Memoria a la Cámara de la Provincia, en
la que dedica unas pocas líneas al tema, señalando
su dificultad y el mucho tiempo que quitaba a la
Gobernación su atención. Textualmente indica lo
siguiente:
Es éste uno de los negociados más difíciles y que
más tiempo quita a la Gobernación. Unas veces
con justicia y otras sin ella, pero constantemente,
ocurren por bandadas los indígenas con recla-
maciones y solicitudes que hoy no pueden resol-
verse, porque la Ordenanza 47 del año anterior
dispuso que se suspendiese el repartimiento de
resguardos. Cuando aquella ordenanza se dictó,
estaban en curso las diligencias de repartimiento de
los resguardos de Fómeque, Fúquene, Nemocón,
Engativá, Zipacón y Suba, pero los agrimensores
y repartidores se convinieron en suspender sus
operaciones.
Las cosas no pueden continuar indefinidamente
en el estado en que hoy se encuentran, porque la
incierta situación en que han quedado favorece a
muchos blancos y a algunos indígenas astutos, para
explotar la indecisión en su provecho, con perjuicio

celo y eficacia en favorecer los derechos de los indígenas y


estorbar cualquiera acto que los defraude o perjudique” y
“Representar a favor de los esclavos y de los indígenas , ya
en general, ya en particular, cuanto estime conveniente a los
derechos y bienestar de estas dos clases desgraciadas, que la
Cámara le recomienda especialmente”. Ídem, p. 31.

178
Fernando  Mayorga  García

de las comunidades de indígenas, que estúpidas


apoyan con frecuencia lo que les perjudica. En este
ramo, en general, respecto de los resguardos que
no se han medido, me parece que la Ordenanza
15 contiene las disposiciones bastantes para lograr
que los repartimiento se hagan legalmente, y
además la Cámara puede dictar todas las otras
reglas que estime convenientes, ya que por des-
gracia hay muchos resguardos malísimamente
repartidos, respecto de los cuales es indispensable
disponer todo lo conducente para remover todas
las dificultades que se presentan en la práctica.
En las objeciones a la Ordenanza 47 se encuentran
todas las cuestiones que deben resolverse, y que
espero resolveréis satisfactoriamente ayudándoos
de vuestros conocimientos prácticos en este arduo
negociado252.

2.9. La ley nacional de 1850 que abrió la puerta


a la libre enajenación de las tierras producto de
la división de los resguardos de indígenas. La
Ordenanza 141.
A finales de junio de 1850, el Congreso de la Nueva
Granada expidió una ley adicional y reformatoria
de las de 3 de junio de 1848 y 30 de mayo de
1849, orgánicas de la administración y régimen
municipal, cuyo artículo 4º otorgó a las Cámaras
Provinciales competencia plena para determinar
la medida, repartimiento, adjudicación y lo que

Ver Informe del Gobernador de Bogotá a la Cámara de Provincia


252

en su reunión ordinaria de 1849, Bogotá, Imprenta del Neo-


Granadino, por Antonio M. Pradilla,1849, pp. 14-15.

179
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

es más importante, libre enajenación de los res-


guardos de indígenas. Con esta disposición, se
autorizó a las Cámaras para determinar que la
propiedad territorial indígena se equipara en un
todo a la propiedad de los demás particulares. La
norma señala textualmente:
Artículo 4º. Corresponde a las cámaras de pro-
vincia arreglar la medida, repartimiento, adjudi-
cación y libre enajenación de los resguardos de
indígenas, pudiendo, en consecuencia, autorizar
a éstos para disponer de sus propiedades del
mismo modo y por los propios títulos que los de-
más granadinos253.

Menos de tres meses después, el nuevo Gober-


nador de la Provincia de Bogotá presentó a la
Cámara de Provincia su informe, en el cual
puede verse que las preocupaciones que habían
embargado a los dos gobernadores anteriores
habían desaparecido; el nuevo mandatario, de
corte decididamente liberal, era del parecer que
debía facultarse a los indígenas para disponer con
completa libertad de sus tierras, pues lo contrario

253
Era Presidente del Senado José María Mantilla, Vice-
presidente de la Cámara de Representantes Romualdo Lié-
vano, Secretario del Senado Pastor Ospina y Representante
Secretario Antonio M. Pradilla. La Ley fue sancionada por el
Presidente de la República José Hilario López con la firma del
Secretario de Gobierno D. A. Maldonado. Verla en Codificación
Nacional, t. XIV (Años 1850 y 1851), Bogotá, Imprenta Nacional,
1929, pp. 154-160.

180
Fernando  Mayorga  García

significaría que continuaban en el inaceptable


régimen de protección heredado del período
colonial, sobre el cual se pronuncia en los más
fuertes términos. También menciona las formas
empleadas por los indígenas para violar las leyes
de protección, lo que las hacía inocuas. Dice así:
Este es el asunto que proporciona constante ocu-
pación a las autoridades encargadas por las leyes
de la tutela inconveniente, ominosa y superflua, en
que permanecen aún los indígenas, sin un motivo
bastante que pueda justificar es esta desigualdad,
con que habiéndose querido favorecerlos, se les ha
perjudicado.
El Gobierno español, luego que hubo conocido
fondo el carácter especial de la raza india, y
obrando de acuerdo con sus intereses, arregló sus
procedimientos a una regla que tenía precisamente
el objeto de perpetuar su dominación. Observó
que el indio era eminentemente esclavo de la
costumbre, hijo de las prácticas de sus mayores, y
sobre todo, ciega e irreflexivamente subordinado;
entonces contrajo toda su atención a impedir el
cruzamiento de esta raza con las demás, porque
perpetuando la raza, eternizaban los principios
y los hábitos, de donde dependía una gran parte
de la duración de su poder colonial; éste creo que
es el origen probable todas esas disposiciones,
que el establecimiento un gobierno en forma
democrática, ha hecho caer en el desuso y aún
olvidar casi enteramente; disposiciones que hoy
nos parecen ridículas la mayor parte, otras
opresivas, expedidas para retraer a los demás
de someter su descendencia a las restricciones
impuestas a los indios, y que para estos no eran

181
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

sensibles; y otras, en fin, que les concedían ciertas


exenciones, que halagándolos a ellos, no fueran
un incentivo de unión para los demás; todo este
sistema se encuentra desenvuelto en los códigos
de la legislación española y en disposiciones
aisladas, consistía en aplicar a distintos objetos,
de influencia conocida y diversa en los indios que
en los demás, la permisión y la prohibición, de tal
manera que la misma prescripción legal pudiera,
con su aplicación, halagar al indio, retrayendo
al de raza diferente. Hay una ley que prohíbe los
indios que monten a caballo, y esta restricción de
libertad, para el común de los hombres insufrible,
no es capaz de impresionar desagradablemente
a un indio, que esclavo de la costumbre, camina
siempre a pie, aunque tenga sobrados recursos para
proporcionarse la comodidad de andar montado.
Los Papas contribuyeron, aunque inocentemente,
a dar pábulo a los designios del Gobierno español
en esta parte, concediendo dispensas para la
celebración del matrimonio entre parientes muy
cercanos, siempre que éstos fueran indígenas, favo-
reciendo con esto la perpetuación de la raza india
y deprimiendo el cruzamiento de ella con las otras.
Entre las disposiciones de que me he ocupado, se
encuentra la prohibición de vender sus terrenos,
que es la que me propongo examinar aquí.
No me toca hacer en este lugar la enumeración
de los inconvenientes y males que se causan a la
riqueza nacional con entrabar la facultad de ven-
der libremente las propiedades, que si bien deben
tenerse en consideración al tratarse esta cuestión,
vosotros los conocéis mejor que yo, y los sabréis
estimar en su verdadero valor, al reconocer la in-
fluencia que en ella deben tener.

182
Fernando  Mayorga  García

La facilidad para la enajenación de una finca in-


fluye directamente en la fijación de su valor, como
una consideración que obra en el ánimo de los
contratantes, para determinar su voluntad a dar
la propiedad por un mayor o menor precio, según
la mayor o menor facilidad que se encuentra para
la celebración del contrato, esto en el vendedor; y
en el comprador, inclinándole a comprar por tan-
to menos , cuanto mayor y más insuperable es la
traba u obstáculo que se presenta para la perfec-
ción del contrato, obstáculo que le impide, por otra
parte, juzgar con certeza del valor positivo de la
finca, porque alejando los concurrentes o solicita-
dores de ella, cuyo mayor número hace conocer
mayor necesidad de la cosa, destruye los datos so-
bre que debe proceder el dueño del producto que
sea objeto del contrato; bajo este punto de vista,
se ha reducido considerablemente el valor de los
terrenos pertenecientes a indígenas, permitiendo,
solo en muy raros casos, su enajenación. El sistema
establecido por el Gobierno español se ha conti-
nuado entre nosotros, aplicándoles, seguramente,
otras razones inductivas para su adopción. Los
indígenas, se dice, carecen de capacidad para el li-
bre manejo de sus intereses; es, pues, conveniente
impedir la dilapidación de ellos y esto se consigue
sujetando la enajenación de sus terrenos a ciertas
formalidades, y a la vigilancia de la autoridad pú-
blica; en primer lugar, yo no reconozco exactitud
en el hecho sobre que está basada esta disposición,
porque lo veo desmentido con la experiencia, y
porque no creo que pueda, jamás, sentarse como
verdad y por regla general respecto de una clase
numerosa de la sociedad, y a la que reconocemos los
mismos derechos de que todos gozamos, la carencia

183
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

de una cualidad que a la naturaleza sola le es dado


conceder; no viene esta hipótesis de una cuidado-
sa observación de los hechos, sino del favor que se
concede a las instituciones de origen remoto. Aho-
ra bien, si los indígenas no tienen aptitud para el
manejo de sus intereses, y las formalidades a que
se somete la enajenación de ellos es el medio de
impedir su dilapidación, ¿por qué someterlos a la
observancia de estas, respecto de una parte de sus
propiedades y no respecto de las demás? Para que
esto fuera racional, sería preciso, o que la fortuna
del indio no pudiera consistir sino en terrenos, o
que la incapacidad supuesta no pudiera perjudi-
car sino en el manejo de las tierras, y esto carece
absolutamente de razón. Las formalidades y con-
diciones a que se sujeta la enajenación de los te-
rrenos de indígenas, lejos de llenar el objeto que el
legislador se propuso al prescribir su observancia,
les causan graves y positivos males. En primer lu-
gar, se les prohíbe vender sus terrenos sin permiso
de la autoridad pública, que sólo en determinados
casos puede concederlo; la protección y vigilancia
que la autoridad pública puede dispensar y ejercer
en estos casos, y respecto de una clase numerosa
de la sociedad, no es aquella protección y aquella
vigilancia inmediatas, constantes y solícitas, que la
autoridad doméstica emplea respecto de los indi-
viduos sometidos a ella, y que son las únicas que,
siguiendo el curso de las operaciones que se tra-
tan de vigilar, pueden impedir la malversación de
los intereses, parando siempre, por un efecto de la
previsión, los golpes que hace que asesta y dirige
la malicia a los bienes ajenos; por eso es tan fácil
eludir las disposiciones legales, que no pudiendo
prever los artificios que obran en opuesto sentido

184
Fernando  Mayorga  García

que ellas, se arrojan a la ventura, para esperar de la


casualidad lo que debiera exigirse de la previsión;
las autoridades encargadas de darles cumplimien-
to, teniendo que sujetarse a su texto literal, tienen
que contribuir a la burla que se hace de ellas, ha-
ciendo a pesar de su convencimiento moral, lo que
su conciencia legal les exige que hagan; así lo vais
a ver en la relación que voy a haceros de lo que
sucede en estas enajenaciones. Se trata, pues, de fa-
vorecer a los indígenas con estas restricciones, y no
se les concede la vigilancia del padre de familia y
el tutor, única que pudiera salvarlos. Se fundan las
restricciones en incapacidad para el manejo de sus
intereses, y se limitan ellas a una parte solamente
de éstos, quedando en libertad para disponer de
los demás. Esto no es ni justo ni racional.
Veamos lo que hoy sucede: se permite a los indí-
genas vender sus tierras en el caso de que varíen
de domicilio (artículo 7º, ley 2ª, parte 6ª, tratado
1º, Recopilación Granadina): desde el momento
en que el indígena se determina a vender, bus-
ca una persona que llene las fórmulas a que está
legalmente sujeto el contrato, ya esta persona le
vende por un precio ínfimo, pagando la remoción de
los obstáculos con una parte del valor del terreno que
vende: celebran el contrato en privado, estipulan
cualquier precio y proceden a salvar las fórmulas
legales; practicado el avalúo, hechos los pregones
y verificado el remate, que recae precisamente en
la persona con quien han contratado, como vais
a verlo, entrega el rematador el valor del remate,
en presencia de la autoridad ante quien se hace,
y el personero parroquial, que dicen las leyes ser
el protector de indígenas, recibe el indio el dinero,
y al salir, no más, del local donde se celebra el re-

185
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

mate, lo devuelve, reteniendo solamente el precio


estipulado. Esto también ha dado lugar a que los
indígenas ejecuten actos de inmoralidad, haciendo
subir extraordinariamente el valor del terreno en el
remate, por connivencia con otros, y después de re-
cibir el precio, no devuelven la cantidad que excede
de lo estipulado, y esto demuestra que tienen más
capacidad de la necesaria para manejar sus intere-
ses. Otras veces son presa de los tinterillos, que por
practicarles las diligencias necesarias para la cele-
bración de la venta, les quitan el valor del terreno
y lo más que tengan, quedando a perecer con sus
familias. He tenido la curiosidad de preguntar a los
indígenas que introducen en éste despacho alguna
solicitud lo que les ha costado hacerla, y he sabido
que les estafan cuatro, seis u ocho pesos por un es-
crito en que citan siempre la Constitución y todas
las leyes que les vienen a la memoria, que de todo
hablan, menos de la pretensión del infeliz a quien
dicen que patrocinan y de la que sólo hacen men-
ción en el “Otrosi” que nunca falta a estos escritos.
La facilidad que hay para conseguir el comprobante
de haber variado de domicilio es tal, que siempre
es mayor el número de casos en que la ley se
elude del de los en que se cumple; consiste en un
certificado que debe expedir el alcalde del lugar
donde el individuo expresa que tiene voluntad
de domiciliarse, y donde permanece algunos días
para volver luego al mismo lugar, puesto que esta
libertad no la quita la ley, ni podía quitarla sin
imponer al individuo la pena de destierro de ese
lugar, por el solo hecho de haber vendido la tierra
que tenía en él. Veis aquí la restricción con que se
quiso favorecer al indígena convertida en daño suyo,
y en perjuicio del respeto que merecen las leyes.

186
Fernando  Mayorga  García

La industria se aplica a la mejora de los terrenos


con la esperanza y el aliciente de poder obtener
en cambio de ellos un valor mayor que la suma
del valor del terreno, antes de mejorarlo, y el
valor de lo invertido en las mejoras, es decir, una
ganancia; y la prohibición de enajenarlo destruye
esta esperanza y este aliciente, destruyendo el
valor permutable del terreno, y no puede menos
de impedir, en consecuencia, el cultivo y mejora de
él. Si el fundamento de esta especie de interdicción
legal, respecto de los indígenas, es la incapacidad
o ineptitud para el manejo de sus intereses, no
dejando esta de existir por el hecho de variar de
domicilio, es absurda la permisión en este caso.
Yo preguntaría a cualquier observador se ha visto
que un indígena, en la venta que hace de muchos
productos, sufra el menor engaño, y habría de
confesárseme que es el indio astuto, inteligente y
avisado, y que no existe la pretendida diferencia
de capacidad entre éstos y los demás granadinos,
siendo por consiguiente absurdas las restricciones
fundadas sobre esta falsa y gratuita suposición. ¿Por
qué razón el indio que vende un buey obteniendo
una ganancia, venderá su terreno sufriendo preci-
samente una pérdida? Yo no lo comprendo.
Es, pues, mi concepto, decididamente, el de que
debe autorizarse a los indígenas para la libre enaje-
nación de sus terrenos, con tanta mayor razón, cuan-
to que el legislador lo que ha hecho entre nosotros,
no es concederles dominio sobre sus terrenos, sino
reconocer derechos adquiridos, sobre los cuales no
hay justicia para imponer restricciones. Desoídas
que fueran, como no lo espero, mis indicaciones en
esta materia, yo desearía más bien que la prohibición
fuera absoluta, porque así el indio conservará ese
que llaman impropiamente derecho de propiedad

187
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

sobre su terreno, sin exponerlo a los mil males que


os he patentizado, y entre los cuales figura la pérdi-
da del terreno mismo. Yo insistiría también en que el
cruzamiento de las razas se favoreciera más bien con
el incentivo de la libre enajenación de esos terrenos,
que respetar la simulada variación de domicilio, que
no excluye la facultad de arrendar, única que tiene li-
bre el indígena legalmente, mientras vive en el lugar
donde está situado su terreno.
Tres siglos hace que vemos al indio sujeto a los
mismos hábitos, subsistiendo miserablemente con
los mismos alimentos, ocupado del mismo trabajo,
y abrigándose en la choza de forma circular en que
fue sorprendido por el conquistador, y esto ¿qué
origen puede tener? el de que nos hemos hecho
dueños de su felicidad, y que no los hemos creído
dignos de confiarla a su propia inteligencia, como
entes racionales que son, iguales, muy iguales a
nosotros; en qué les hemos dado al público por
defensor para verlos indefensos; en que quere-
mos cuidar de sus bienes, despojándolos de la
utilidad que de ellos pudieran obtener; y en que
los sujetamos a una tutela vergonzosa para un
ciudadano de la Nueva Granada en este siglo.
Es llegado el tiempo de limpiar estas manchas de
absurdidad e inconsecuencia en nuestros códigos,
y a ello nos convidan con instancia los progresos
de la civilización y las ideas liberales, hijas de la
época; no veamos pasar la ocasión sin apercibirnos
de la oportunidad. Vuestra meditación sobre este
punto es exigida por el bien público, a la vez que
por el honor de la corporación254.

254
Informe que el Gobernador de la Provincia de Bogotá, dirige
a la Cámara de ella, en sus sesiones ordinarias de 1850, Bogotá,

188
Fernando  Mayorga  García

En 1851, el Gobernador le informó a la Cámara


provincial que, en razón de los dictados de la Or-
denanza 47, se habían repartido únicamente los
resguardos de Fómeque, Nemocón y “otros”, por
lo que se hacía imperativo repartir los que aún se
encontraban en común y proindiviso, así como
permitir que los indígenas dispusieran de sus te-
rrenos. Señaló que la experiencia de lo ocurrido
en las provincias de Antioquia, Tundama y Tunja,
especialmente en ésta última, demostraba lo bené-
fico de la libre enajenación. La parte del informe
dedicada a “Resguardos de indígenas” dice así:
En virtud de lo dispuesto en la ordenanza 47, han
quedado sin repartirse varios terrenos de resguar-
dos, habiéndolo sido únicamente los de Fómeque,
Nemocón y otros, porque cuando se expidió aquel
acto ya se había empezado su mensura. Si la pro-
hibición de enajenar los indígenas sus terrenos es
altamente perjudicial a ellos y a la riqueza agríco-
la de la provincia, el mantenerse proindiviso tales
terrenos, agrava el mal hasta donde es posible.
La única razón que he oído exponer en favor de
la prohibición, es la de que los indígenas pueden
ser engañados en los contratos de compraventa
que celebren por sus terrenos, y que esta clase de
la sociedad quedaría reducida a la miseria. Si este
argumento fuera exacto, también debería prohibir-
se que dispusieran del producto de los mismos te-
rrenos, y nombrar a cada indígena un curador que

Imprenta del Neo-Granadino, por León Echeverría, 1850, pp.


19-23.

189
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

interviniera en todos sus contratos. La experiencia


que se ha hecho en las provincias de Antioquia,
Tundama y Tunja con la libre enajenación de los
resguardos, está demostrando que tal disposición
no produce ninguno de los graves inconvenientes
que hasta ahora se han temido de su expedición,
porque no todos los indígenas venderán sus te-
rrenos, ni los que lo hagan se dejarán engañar con
la facilidad que se supone. En la última provincia
que he citado, la mayoría de la Cámara negó el
año de 49 un proyecto que le presenté sobre libre
enajenación de los resguardos; allí la cuestión era
más grave que en ninguna otra provincia, porque
es sin duda la que tiene comparativamente mayor
número de indígenas. Los curas sobre todo, se in-
dignaban de que se pensara siquiera en acordar
tal medida, porque creían que la miseria de los
indígenas sería consiguiente a su adopción, y que
sobre todo, el culto católico, sostenido en los pue-
blos de indios con los recursos de éstos, concluiría
indefectiblemente. La cuestión, sin embargo, se
discutió en todo aquel año y en el de 50, en que la
Cámara sancionó la completa libertad para enaje-
nar los resguardos. Un año hace que está vigente
tan importante disposición en aquella provincia,
y sé positivamente que ella no ha empeorado en
manera alguna la suerte de los indígenas y que la
agricultura ha ganado notablemente. Yo mismo he
visto en el cantón de Leiva terrenos estériles, ex-
puestos a las frecuentes inundaciones de un rio,
que habiendo pasado del poder de los indígenas
al de otros propietarios, se han convertido lue-
go en hermosas huertas y excelentes potreros de
ceba, aprovechando las mismas aguas que antes
impedían el cultivo para fertilizarlos con su riego;

190
Fernando  Mayorga  García

estos son los prodigios del trabajo del hombre y la


buena aplicación de sus capitales; el indio es natu-
ralmente perezoso, no posee capital ninguno con
que mejorar sus terrenos, no tiene constancia en
sus empresas, y no cuidándose del porvenir, solo
cultiva una pequeña huerta alrededor de su cho-
za para alimentarse en la cosecha inmediata.. Pero
aún hay más: con la libre enajenación no se hará en
gran parte otra cosa que legitimar los contratos que
indebidamente existen, pues la mayor parte de los
indígenas tienen dado en “empeño” sus terrenos.
Este “empeño” es un contrato de empréstito dejan-
do al que da prestado la posesión del terreno, hasta
que el indígena puede volver la cantidad que se le
dio, y he aquí otro mal del estado actual de cosas en
este ramo. La familia india que tiene un resguardo
de valor de trescientos pesos, por ejemplo, lo da en
empeño; tácitamente se supone que el interés que
debe ganar el dinero equivale al arrendamiento del
terreno, y como el indio no puede devolver aquella
suma, pasan años enteros sin gozar más del fruto
de aquel, y sin poder venderlo para que se le dé
la cantidad excedente de su valor. El poseedor del
terreno que apenas lo tiene de una manera preca-
ria, procura solamente sacar de él cuantas ventajas
inmediatas puede obtener, sin cuidarse de hacerle
mejora alguna, por la inseguridad de la posesión,
así es que todo refluye en contra de la agricultura
que es la principal riqueza de esta provincia.
En cuanto a mantener algunos resguardos sin
repartir, para que los indígenas los disfruten en
común, son tan manifiestos los inconvenientes que
no creo necesario detenerme en su enumeración.
En el proyecto que de acuerdo con las ideas expre-
sadas acompaño a este informe, hallaréis las dispo-

191
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

siciones que en mi concepto deben adoptarse para


arreglar de una vez todo lo relativo a resguardos
de indígenas, que es uno de los negocios que con
menos provecho del público ocupa a la Goberna-
ción. En él os propongo que la facultad que debe
darse para tal enajenación, sea tan amplia como la
que tienen los demás ciudadanos para disponer de
sus fincas raíces; cualquiera traba que quiera po-
nerse en ello será ilusoria y perjudicial. Ya he dicho
que si un indígena no puede disponer libremente
de su propiedad raíz, tampoco debe permitírsele
disponga del producto de ella; y al contrario, si les
ponéis trabas para realizar las ventas de terrenos,
por la misma razón deben establecerse para co-
merciar con el producto de la venta, pues que tanta
consideración merece una cantidad cuyo valor esté
representado en tierra, como en moneda. La facul-
tad que se dé a los indios para enajenar libremen-
te los resguardos, es el bien más notable que hoy
podéis hacer a ellos y a la industria agrícola de la
provincia255.

La Cámara Provincial acogió el proyecto presen-


tado por Cuéllar, que se convirtió en la Ordenan-
za 141, cuyo artículo primero eliminó todas las li-
mitaciones al dominio de la propiedad territorial
indígena, salvo en lo previsto en el artículo 12 de
la misma, tanto para la ya repartida como para la
que se repartieran a partir de la sanción de la Or-
denanza. Dicen así las normas respectivas:

Ver Informe que el Gobernador de Bogotá dirige a la Cámara de


255

Provincia en sus sesiones ordinarias de 1851, Bogotá, Imprenta


del neo-Granadino, por Rubinat y Ovalles, 1851, pp. 12-14.

192
Fernando  Mayorga  García

Art. 1º. Todos los indígenas de la provincia a quienes


se hayan repartido resguardos podrán disponer de
los que les pertenecen del mismo modo y por los
propios títulos que los demás granadinos pueden
disponer de sus propiedades. En consecuencia,
pueden venderlos, cambiarlos o enajenarlos sin
más condiciones que las establecidas por las leyes
para todos los contratos.

Art. 10. Los terrenos repartidos en virtud de lo
dispuesto en esta ordenanza, pueden enajenarse
en los mismos términos que está dispuesto en el
artículo 1º de ella.

Art. 12. No podrán los indígenas dejar a los curas o
eclesiásticos seculares o regulares, ni a comunidad
o persona religiosa de ninguna clase, el terreno
que les pertenece, ni los derechos que en él tengan,
como indemnización de derecho de entierro ni
como donación o legado por causa de muerte, ni
de ninguna otra manera.

La Ordenanza insiste en la necesidad de que los


terrenos de indígenas se dividan “inmediata-
mente” y señala el procedimiento para hacerlo,
así como la manera de resolver algunas de las si-
tuaciones que pudieran presentarse. Los artículos
pertinentes dicen así:
Art. 2º.Los terrenos de resguardo que no se hayan
medido y repartido a los indígenas, lo serán inme-
diatamente después de la publicación de ésta orde-
nanza, con arreglo a lo que en ella se dispone.
Art. 3º. El gobernador de la provincia nombrará un
agrimensor y dos avaluadores para la medición y

193
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
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repartición de cada resguardo haciendo con estos


el contrato correspondiente sobre indemnización
de su trabajo. Los costos se harán con el producto
de una parte del terreno de los mismos resguardos,
que al efecto se señalará.
Art. 4º. Dos meses antes de verificarse el reparti-
miento se dará aviso cada ocho días en la cabecera
del distrito parroquial respectivo, que va a verifi-
carse tal operación, para que todos los indígenas
que se crean con derecho a una porción del res-
guardo, se presenten a la Alcaldía del distrito, en
donde se llevará una lista de todos los presentados.
Art. 5º.Concluido el término señalado en el artículo
anterior, pasará el alcalde copia de la lista de los
indígenas presentados, al Gobernador de la pro-
vincia, para que aprobada por éste, se pase al agri-
mensor y se verifique la adjudicación.
Art. 6º. El agrimensor formará dos mapas de los
resguardos que haya repartido, enumerándose en
ellos las respectivas porciones, y fijándose los lin-
deros, de manera que todo quede perfectamente
claro y determinado. Uno de estos mapas se remi-
tirá a la Gobernación, y el otro quedará en la ofici-
na de la Alcaldía respectiva.
Art. 7º. El agrimensor llevará un libro en que se
vayan asentando las porciones que se entreguen,
expresando en cada partida el número determina-
do en el mapa, los linderos y la persona a quien
se adjudique; una copia de esta partida, que se ex-
pedirá por el alcalde, el agrimensor y dos testigos,
será el documento de propiedad que se expida a
cada indígena.
Art. 8º. En los distritos cuya cabecera esté edificada
sobre terrenos de indígenas, se separará la porción
necesaria para área de población, de la cual se dis-
pondrá lo conveniente por el Cabildo respectivo.

194
Fernando  Mayorga  García

Art. 9º. La décima parte de los resguardos que estén


sin repartir, se adjudicará a la escuela del distrito,
disponiéndose por la Gobernación lo conveniente
sobre arrendamiento o enajenación de esta parte
del resguardo.
Art. 11. Siempre que algún indígena manifieste
ante el Jefe político que no se le ha entregado la
porción que se le adjudicó en el repartimiento del
resguardo, aquel funcionario procederá inmedia-
tamente y de oficio a la averiguación del hecho, y
en su caso hará que le sea entregada.
Art. 13. Cuando alguna parte de los resguardos
esté sin dividir, por estar gravada, podrá venderse
a voluntad de la comunidad, para que cubierto el
crédito se reparta el sobrante entre los partícipes.
Par. La voluntad de los indígenas para este efecto
será la de la mayoría de los que tengan derecho al
terreno respectivo.
Art. 14. Los sobrantes en dinero y terrenos de lo des-
tinado para gastos de agrimensura, serán aplicados
a la instrucción pública de los respectivos distritos,
conforme lo disponga el Cabildo respectivo.

El parágrafo del último de los artículos transcrito


indica la fecha de entrada en vigencia de la
Ordenanza “en cuanto a la libre enajenación de
los resguardos”, señalando para ello el 1º de enero
de 1852, e indicando que “el Gobernador de la
provincia dictará las providencias necesarias para
su ejecución”256.

256
Verla en El Constitucional de Cundinamarca, no. 330,
Bogotá, 11 de octubre de 1851, pp. 169-170. Era Presidente de
la Cámara Carlos Martín y Diputado Secretario Justo Briceño.

195
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

En cumplimiento de la anterior ordenanza, la


Gobernación, previas las invitaciones respectivas
que fueron publicadas oportunamente, celebró el
24 de enero de 1852 con Manuel Ponce y Joaquín
Solano Ricaurte un contrato para la medición,
repartimiento y adjudicación de los resguardos
de Engativá, Suba, Fontibón, Cota, Usme, Tocan-
cipá, Cucunubá y Ubaté. El contrato prescribía lo
siguiente:
El Señor Gobernador de la provincia y los SS Ma-
nuel Ponce y Joaquín Solano Ricaurte han celebrado
el contrato siguiente:
Los señores Ponce y Solano se comprometen a
practicar las operaciones de mensura, repartimiento
y adjudicación de los resguardos de indígenas de
Engativá, Suba, Fontibón, Cota, Usme, Tocancipá,
Cucunubá, y Ubaté bajo las condiciones contenidas
en los artículos siguientes:
1º.La mensura, repartimiento y adjudicación de los
resguardos expresados se hará con arreglo a las
disposiciones vigentes en la materia, y con toda la
exactitud posible.
2º. En aquellos resguardos expresados en que se
hubiere hecho con exactitud la mensura, se practi-
carán el repartimiento y adjudicación, siendo abo-
nable solo el valor de estas dos últimas operacio-
nes, conforme este contrato.
3º. Los contratistas presentarán los planos topo-
gráficos exigidos por el art. 6º de la ordenanza
provincial 141 de 4 de octubre de 1851, trabajados
conforme a los principios establecidos en la topo-

Fue sancionada el 7 de octubre de 1851 por el Gobernador


Patrocinio Cuéllar con la firma del Secretario Januario Salgar.

196
Fernando  Mayorga  García

grafía para la representación, en el plano, de las


diferentes especies de terreno, empleando las
mismas escalas para todos los planos, y la más
pequeña, que puede ser adoptable para el efecto,
deberá preferirse en la representación del terreno
en el plano, el sistema de luz oblicua.
4º. Los contratistas ceden el dos por ciento de las
cantidades que deben recibir a virtud de este contrato
a favor de las rentas municipales de la provincia.
5º. Los contratistas recibirán como indemnización
de su trabajo treinta céntimos de real por cada mil
varas cuadradas de las que midan en terreno llano,
limpio y sin monte; 40 céntimos de real por cada
mil varas cuadradas de las que midan en terreno
llano montuoso; 50 céntimos de real por cada mil
varas cuadradas de las que midan en terreno que-
brado; esto es, siempre que el reguardo del distrito
parroquial en que la operación se practique, sea
o exceda de 150 fanegadas; pero si no alcanzase a
éste número quedará a elección de los contratistas
recibir setenta y cinco pesos por la medición o el
precio estipulado en el presente artículo, cuando
el resguardo excede el número de fanegadas in-
dicado, es obligación de los indígenas, en los terre-
nos montuosos, abrir las brechas o trochas indis-
pensables para la ejecución de los trabajos.
6º. Los contratistas recibirán ocho reales por cada
una de las partes en que haya de dividirse el terreno
de cada resguardo en la respectiva repartición que
de él se haga.
7º. Los contratistas tienen el deber de cuidar con
la mayor escrupulosidad de que cada porción de
terreno repartido quede perfectamente delineado y
que el indígena o familia a quien corresponda en la
respectiva adjudicación se le expida el documen-
to expresado en el artículo 7º de la ordenanza 141

197
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

citada; toda omisión o falta a ésta o cualquiera otra


de las prescripciones hechas por la misma ordenan-
za o contenidas en éste contrato, hará responsables
a los contratistas tanto del costo de las operaciones
omitidas, como de los daños y perjuicios que por tal
motivo se siguieren a los interesados y a un terreno.
8º. Es obligación de los contratistas medir y apropiar
el terreno necesario para área de población de los
distritos parroquiales cuya cabecera está edificada
en terreno de indígenas, pasando una copia de la
operación correspondiente, después de aprobados
sus trabajos, al respectivo Cabildo parroquial con
un mapa o carta en que se contenga con claridad
la designación de ese terreno. Igual mensura y
designación se hará de la parte del resguardo que
haya de destinarse en cada distrito parroquial para
sostenimiento de la escuela.
9º.Toda parte de un resguardo de que haya de
disponerse con cualquiera aplicación, conforme a
las disposiciones que rigen en esta materia deberá
estar medida y designada con claridad conforme a
las bases de este contrato.
10. Concluidas las operaciones objeto de este
contrato, los contratistas presentarán una cuenta
comprobada de los gastos causados por ellas. El
Cabildo parroquial del respectivo distrito tendrá
derecho a examinar y disponer lo conveniente
respecto de la cuenta expresada, puesto que todo
sobrante que ella ofrezca corresponde a la instruc-
ción primaria del distrito, y que este es un asunto
de su exclusiva competencia.
11. El término dentro del cual deben los contra-
tistas practicar todas las operaciones de mensura,
repartimiento y adjudicación de los resguardos
expresados será de un año contado desde la fecha
de éste contrato, quedando incursos en la multa de
cien pesos por cada uno de los resguardos en que

198
Fernando  Mayorga  García

alguna de estas operaciones se haya omitido en


todo o en parte, y que la omisión dependa de ellos.
12. Pueden los contratistas recibir anticipaciones
hasta por la mitad del valor de su trabajo en cada
resguardo, asegurando a satisfacción de este des-
pacho las cantidades que reciban con la obligación
solidaria de dos fiadores abonados.
13. El presente contrato es rescindible solo a volun-
tad de la Gobernación en el caso de que los contratis-
tas dejen de cumplir con las obligaciones contraídas
en el mismo contrato, quedando a elección de la Go-
bernación obligar a los contratistas al cumplimiento
de sus obligaciones, o contratar a costa de ellos la
práctica de las operaciones que hayan omitido.
14. Al cumplimiento de este contrato obligan los
contratistas sus personas y bienes en general, re-
nunciando su fuero, domicilio y vecindad, some-
tiéndose a todas las autoridades de la República
para que a lo expuesto se les compela conforme
a las leyes. En comprobación de lo cual firman el
presente contrato con el señor Gobernador por
ante el infrascrito secretario.-Bogotá, 24 de enero
de 1852-Patrocinio Cuéllar-Manuel Ponce-Joaquín So-
lano Ricaurte-Januario Salgar-Secretario.
NOTA.- El presente contrato debe empezar a regir
desde el día 20 del presente mes; y los contratis-
tas deben entregar a la gobernación los mapas de
los resguardos, barnizados y en marcos de caoba,
como lo han ofrecido voluntariamente.
P. CUELLAR
Januario Salgar257

257
Ver “Contrata”, en El Constitucional de Cundinamarca.
Periódico provincial que se publica los sábados de todas las semanas,
no. 349, Bogotá, 14 de febrero de 1852, p. 27.

199
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

2.10. La división de la Provincia de Bogotá en


1852 y la regulación de la propiedad territorial
indígena en cada una de ellas.
En mayo de 1852, el Senado y la Cámara de
Representantes de la Nueva Granada, reunidos
en Congreso, aprobaron un Decreto conforme
al cual la provincia de Bogotá, “para su mejor
administración”, se dividió en cuatro provincias,
que fueron la de Cundinamarca, la de Zipaquirá,
la de Tequendama y la de Bogotá. La primera,
con capital en Chocontá, tenía tres cantones, los
de Ubaté, Chocontá y Guateque; la segunda, con
capital, en Zipaquirá, contaba con los cantones
de La Palma, Zipaquirá y Guatavita, cantón al
que se agregaron los distritos parroquiales de
Medina, Upía y Cabuyaro; la tercera, con capital
en La Mesa, estaba compuesta de los cantones
de Tocaima, Fusagasugá y La Mesa, al que se
agregaron los distritos parroquiales de Anolaima
y San Antonio; por su parte, Bogotá, con capital
en Bogotá, tenía los cantones de Bogotá, Funza,
Facatativá, San Martín, Cáqueza y Guaduas, así
como el distrito parroquial de Calamoima, que se
agregó al cantón de Guaduas258.

258
Artículo 1º del Decreto del 6 de mayo de 1852. Era
Presidente del Senado Juan N. Azuero; Vicepresidente de
la Cámara de Representantes Carlos Martín; Oficial Mayor
del Senado, quien suscribió el Decreto en lugar del Secretario
del Senado, Antonio María Durán y Representante Secretario
Antonio María Pradilla. El Decreto fue sancionado por el

200
Fernando  Mayorga  García

El artículo 6º del decreto dispuso que las Orde-


nanzas de la cámara provincial de Bogotá conti-
nuarían rigiendo en las demás provincias, “hasta
que cada Cámara Provincial dicte las que tenga a
bien”.
En razón de la anterior facultad, el 11 de octubre
siguiente la Cámara Provincial de Cundinamarca
expidió la Ordenanza 7ª “Sobre enajenación y
repartimiento de resguardos de indígenas”259; el
día siguiente, 12 de octubre, la Cámara Provincial
de Tequendama expidió la Ordenanza número
25, “Sobre resguardos de indígenas, que en
su artículo 14 y último derogó la Ordenanza
141”260.

Presidente de la República José Hilario López con la firma


del Secretario de Relaciones Exteriores José María Plata.
Verlo en Codificación Nacional, t. XV, Años 1852 y 1853,
Bogotá, Imprenta Nacional, 1929, pp. 105 y 106.
259
Era Presidente de la Cámara Juan F. Olarte y Diputado
Secretario Vicente Ruiz. La Ordenanza fue sancionada por el
Gobernador I. Franco Pinzón con la firma del Secretario de
la Gobernación Luis Ordoñez Gutiérrez. Verla en Ordenanzas
espedidas por la Cámara provincial de Cundinamarca en sus
sesiones ordinarias de 1852, s. l., s. d. pp. 10-15.
260
Era Presidente de la Cámara Provincial Benigno Guarnizo
y Secretario de tal Corporación Ignacio Forero. La Ordenanza
fue sancionada por el Gobernador Rafael Gutiérrez con
la firma del Secretario interino César Afanador. Verla en
Ordenanzas espedidas por la Cámara Provincial de Tequendama
en sus sesiones de 1852, Bogotá, Imprenta de Echeverría
Hermanos, 1853, pp. 30-31.

201
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

No conocemos como avanzó el tema del que aquí


nos ocupamos en las provincias de Tequendama.
Zipaquirá y Cundinamarca; sabemos, por el con-
trario, que en la de Bogotá continuaba siendo
tema de especial atención. Así lo demuestran la
opinión que sobre el contrato firmado a comienzos
del año, las Ordenanzas expedidas por la Cámara
provincial de Bogotá sobre la materia, y, en fin,
el tema indígena, plasmó el gobernador de la
provincia Rafael Mendoza a finales de 1852 en los
siguientes términos, que resultan muy ilustrativos
del pensamiento de un liberal decimonónico.
Dice así la parte pertinente del informe, titulado
“Indígenas”, rendido a la Cámara Provincial:
Bastante conocido es de la Cámara este negociado
sobre que la Gobernación ha desenvuelto ya, en los
tres últimos años, las ideas más liberales en favor
de la clase indígena, esforzándose en sacarla de ese
ominoso estado de abyección con que siempre se
ha visto insultada y degradada hasta el extremo,
en todos tiempos, por haberse juzgado que esta
fracción de nuestra asociación política era incapaz
de manejarse por sí sola a causa de su escasa
inteligencia; y hoy que por fortuna ha desaparecido
de entre nosotros semejante preocupación y están
en práctica aquellas ideas por el triunfo de vuestra
mayoría, la Gobernación, consecuente con sus
principios, trabaja con animado interés por el
buen resultado que promete una de las más sabias
disposiciones que registra la legislación provincial.
La multitud de inconvenientes que se tocaron en
la medición, división y repartimiento de los res-
guardos de indígenas, pusieron a la Gobernación

202
Fernando  Mayorga  García

en la forzosa necesidad de solicitar de la Cámara


la suspensión de la práctica de estas diligencias,
hasta tanto pudieran adoptarse bases más sólidas
que consultaran mejor los intereses de la clase in-
dígena, vejada siempre a pesar de las leyes repu-
blicanas que se sustituyeron a las que regían en la
época del despotismo colonial. En consecuencia
expedisteis la ordenanza 47 de 4 de octubre de
1848, por la cual quedó paralizado este negociado
indefinidamente hasta que mi antecesor recabó
la ordenanza 141 de 4 de octubre del año pasado,
en la que se declaró que los indígenas eran libres
para enajenar sus terrenos, sin más condiciones
que las establecidas por las leyes para los demás
ciudadano; y se dispuso, como consecuencia pre-
cisa el repartimiento de todos los resguardos de la
provincia que aún no hubieran sido adjudicados.
En cumplimiento de ésta ordenanza que salvó a la
clase indígena del más odioso pupilaje, la Gober-
nación, previas las invitaciones respectivas, que
fueron publicadas oportunamente, celebró con los
Sres. Manuel Ponce y Joaquín Solano Ricaurte, en
24 de enero último, un contrato para la medición,
repartimiento y adjudicación de los resguardos de
Engativá, Suba, Fontibón, Cota, Usme, Tocancipá,
Cucunubá y Ubaté, en los términos que hallaréis
consignados en el número de El Constitucional; y
posteriormente hizo otro, semejante al primero,
con el Sr. Joaquín Barriga para la práctica de las
mismas operaciones respecto de los resguardos
de Anolaima y Zipacón. Creo muy fundadamente
que los contratistas desempeñarán sus funciones
con exactitud y acierto, por ser poseedores de los
conocimientos científicos de la materia; y no dudo
que después de un año, que es el tiempo que tienen
los agrimensores señalado para dar cumplimiento

203
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

a las obligaciones que han contraído, no habrá un


solo indígena en la provincia que no pueda hacer
uso del derecho de disponer libremente de sus
propiedades, en consonancia con los principios del
sistema liberal.

Hasta aquí el informe se refiere a lo que se había


hecho hasta el momento y lo que se esperaba
resultara de los dos contratos acordados por la
Gobernación. La segunda parte del Informe es
menos halagüeña. En ella, el gobernador se refiere
a las dificultades reales que había mostrado la
división y repartimiento de los resguardos, tras lo
cual se extiende en interesantes consideraciones
sobre la naturaleza de la raza indígena y su
importancia en la historia del continente, así como
en una visión de futuro nada desatinada. Dice así:
El único, pero grave inconveniente, que ha presen-
tado la ejecución de la citada ordenanza 141 es el de
que los dueños de tierras adyacentes y colindantes
con las de los Indios se han colocado en situación
de apropiárselas con suma facilidad. Colocados los
indígenas en igual término que los demás Ciuda-
danos, con sus mismos derechos y correlativas
obligaciones, se ven forzados, o a vender la peque-
ña porción de terreno que se les ha adjudicado, por
la décima parte de sus valor, o a levantar cercas y
cavar vallados cuyo costo es muchas veces y casi
siempre mayor que el precio de sus posesiones.
Con este motivo se han presentado ya gran núme-
ro de contiendas y reclamaciones, que la Goberna-
ción creyó a los principios deber decidir en favor
de los indígenas, pero que el Gobierno nacional
resolvió de otra manera. Para evitar en lo sucesivo

204
Fernando  Mayorga  García

dudas y litigios en esta materia, sería oportuno


que la Cámara expidiese un acto, en adición a la
ordenanza mencionada, por el cual se declarase y
definiese terminantemente el modo y términos en
que deben ejecutarse los linderos, teniendo en mira
el beneficio de esa clase desdichada.
Por mucho que se haya hecho y por mucho que
se haga, nunca se habrá hecho y nunca se hará lo
bastante, en favor de los descendientes, que son los
herederos legítimos de los primeros poseedores y
dueños del Nuevo Mundo. Es preciso que vaya-
mos echando a un lado y olvidando esas preocu-
paciones inicuas, que hasta hoy han tenido sumer-
gida en la más triste miseria, en la más profunda
ignorancia, a esa raza despojada por la violencia,
que tiene mejores derechos que ninguno sobre las
comarcas americanas. No olvidemos que los dere-
chos de la raza hispano americana traen su origen
de la fuerza, y únicamente de la fuerza, que sus
títulos de propiedad han sido escritos con las pun-
tas de las lanzas conquistadoras, empapadas en la
sangre de los indios; y que solamente la debilidad
y la abyección en que estos yacen hoy, pueden im-
pedir que cobren lo que es suyo261.

Sabemos que para finales de 1853 el plazo para el


cumplimiento de los dos contratos para la medida
y repartimiento de los resguardos de la provincia
había sido prorrogado, como también que la
mensura de los de Suba estaba siendo llevada a

261
Ver “Provincia de Bogotá. Informe del Gobernador a la
Cámara Provincial”, en Gaceta Oficial, no. 1435, Bogotá, lunes
18 de octubre de 1852, pp. 701-702.

205
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

cabo por José Leiva Millán, “sin interesar a los


indígenas otra cosa que lo necesario para algunos
gastos indispensables, pero de poca importancia e
independientes de su trabajo personal, por el que
nada exige”262.
2.11. La reunificación de la Provincia de Bogotá
en 1855. La creación del Estado Federal de Cundi-
namarca en 1857.
El 24 de mayo de 1855, Manuel María Mallarino,
Vicepresidente de la República encargado del
Poder Ejecutivo, sancionó la ley que restableció la
antigua provincia de Bogotá. Los artículos 1º y 2º
de la disposición señalan:
Artículo 1º: Desde el día 15 de octubre del corrien-
te año formarán una sola provincia las actuales de
Tequendama, Bogotá, Cundinamarca y Zipaquirá,
con excepción del antiguo cantón de Tocaima, me-
nos el distrito parroquial de Viotá, y de las distri-
tos parroquiales de Cunday, Guateque, Guayatá,

262
Ver Informe que el Gobernador de la Provincia de Bogotá
dirige a la Legislatura Provincial en sus sesiones de 1853, Bogotá,
Imprenta del Neogranadino, 1853, p. 14. En el informe, sus-
crito el 20 de octubre de 1853 por Patrocinio Cuéllar, se señala
seguidamente que, según lo dispuesto en el inciso 4º artículo
10 de la Constitución Nacional aprobada en 1853, “parece
que el negociado de resguardos ha quedado atribuido al
gobierno general, pues todo lo que con él tiene relación debe
atribuirse a la legislación civil; siendo esto así, apenas debe
llevarse a efecto lo que se encontraba establecido antes de 1º
de septiembre último, y la Legislatura provincial nada puede
ordenar en este punto”.

206
Fernando  Mayorga  García

Sutatenza y Somondoco. Esta nueva provincia se


nominará Bogotá, y será su capital la ciudad del
mismo nombre.
Artículo 2º. Los distritos parroquiales de Cunday,
Melgar, Carmen y Santa Rosa se agregan a la
provincia de Neiva; los demás que formaban el
antiguo cantón de Tocaima y los de Caguaní, San
Juan y Vianí a la provincia de Mariquita; Guateque,
Guayatá, Sutatenza y Somondoco a la provincia de
Tunja263.

En su informe presentado a la Asamblea Constitu-


yente de ese año, el Contador Personero de la
Provincia de Bogotá señaló que se le habían pasado
el plano y las diligencias de mensura, división y
partición de los resguardos de indígenas de Cota,
practicadas por el agrimensor Joaquín Solano, a
las que se hicieron cuarenta y cinco objeciones en
las que se hacía costar que a varios indígenas se
les había dado más de lo que les correspondía. En
conocimiento del agrimensor, este había contes-
tado satisfactoriamente treinta y uno.
También había recibido el personero el plano y
las diligencias de mensura, división y partición
de los resguardos de Zipacón, practicadas por

263
Era Presidente del Senado Pedro Fernández Madrid; Pre-
sidente de la Cámara de Representantes Tomás Cipriano
de Mosquera; Secretario del Senado Lázaro María Pérez y
Secretario de la Cámara de Representantes Manuel Pombo.
Con Mallarino firmó la Ley el Secretario de Gobierno Vicente
Cárdenas. Verla en Codificación Nacional, t. XVI, Años de 1854
y 1855, Bogotá, Imprenta Nacional, 1929, pp. 200-201.

207
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Joaquín B. Barriga. Se le devolvieron al agrimensor


con siete objeciones que fueron contestadas seña-
lando que se trataba de imperfecciones en el pla-
no pero no en el terreno, como lo comunicó el
Personero al Gobernador. En la parte final de su
informe, el Contador Personero señala que:
Los indígenas han sufrido mucho en sus intereses
por las diversas mensuras que se han hecho en
sus resguardos: al Sr. Gobernador le he pasado
en oficio fecha 26 de septiembre, número 92, una
razón circunstanciada de todos los contratos que
se habían hecho sobre mensura de los resguardos,
con especificación del año, el contratista y el estado
en que se halla la mensura y la aprobación. Varios
de estos contratistas recibieron el todo o parte de lo
que se les debía dar, y estamos buscando todos los
datos para recaudar a favor de los indígenas estas
cantidades, en el caso de que, según el contrato, no
se les debieren. Esto es únicamente lo perteneciente
a los resguardos de los pueblos que componen hoy
la provincia de Bogotá: los mismos datos se pueden
sacar de los resguardos de la provincia reintegrada.
Como en el reparto de los resguardos los que
pueden salir perjudicados son los indígenas, soy de
opinión que antes de la aprobación de la división
se debía exigir del pequeño cabildo un informe,
de si a cada indígena se le había adjudicado lo
que le correspondía, o había habido ilegalidades o
preferencias, lo que es muy común en semejantes
casos264.

“Informe del Contador Personero de la Provincia de Bogotá”,


264

en Esposiciones de los Gobernadores de Bogotá, Cundinamarca y

208
Fernando  Mayorga  García

Por estos días, la gobernación rescindió el contrato


celebrado en 1852 para la mensura, repartimiento
y adjudicación de varios resguardos indígenas,
tanto por el incumplimiento de los contratistas
como de las quejas que se recibían acerca de los
procedimientos adelantados. Previas las indica-
ciones del caso, la gobernación celebró un nuevo
contrato con Antonio Merizalde, Ignacio Ortega
y Antonio Escallón, contrato cuya alcance eran
todos los resguardos de indígenas de la provincia
no distribuidos, con excepción del de Cota.
En su informe el Gobernador Gutiérrez Lee señala
además dos situaciones, que parecen reflejar
el descontento de los indígenas de la provincia
con la liquidación de los resguardos. La parte
pertinente del informe dice lo siguiente:
Por algunos indígenas se ocurrió al Poder Ejecutivo
protestando contra las leyes sobre resguardos de
indígenas, por creerlas opuestas a los derechos que
el artículo 5.º de la Constitución de la República
garantiza a los granadinos; pero el Poder Ejecutivo
no estimó fundada esta protesta y resolvió que,
en su concepto, tales leyes estaban vigentes y las
ordenanzas provinciales sobre el mismo asunto
debían tener su cumplimiento.
Recientemente se ocurrió también a la Suprema
Corte de la Nación, solicitando la anulación de las

Zipaquirá dirigidas por el de la Provincia de Bogotá, reintegrada,


a la Asamblea Constituyente en 1855,Bogotá, Imprenta de
Echeverría Hermanos, 1855, pp. 72-73.

209
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

ordenanzas vigentes en la materia, y el resultado


fue que se declaró que tales ordenanzas no son
nulas.
Creo que no deben tocarse las disposiciones que
existen acerca de este importante negociado: ellas
contienen todo lo necesario para que la Goberna-
ción pueda, sin salirse de la órbita de sus facul-
tades legales, amparar a esos seres desgraciados
llamados indígenas, haciendo que se respeten sus
derechos y que no se defrauden sus bienes265.

Como ya se dijo, en 1857 se crearon seis Estados


Federales. El de Cundinamarca se formó con las
provincias de Bogotá, Mariquita y Neiva266. Ante
la legislatura que redactaría el texto constitucional
para el nuevo Estado presentó el Gobernador de
la Provincia de Bogotá el informe que dice:
A virtud de contratos celebrados en 1852, se han
medido y repartido los resguardos de indígenas
de Zipacón, Bosa, Engativá y Cota. Las diligen-
cias referentes a este último, no han sido todavía

265
Ver Esposición del Gobernador de Bogotá a la Legislatura
Provincial en sus sesiones ordinarias de 1856, Bogotá, Imprenta
de Echeverría Hermanos, 1856, pp. 19-20.
266
Ley del 15 de junio. Era Presidente del Senado Tomás
Cipriano de Mosquera; Presidente de la Cámara de Repre-
sentantes Manuel de J. Quijano; Secretario del Senado M.
M. Medina y Secretario de la Cámara de Representantes
Manuel Pombo. La Ley fue sancionada por el presidente de
la República Mariano Ospina con la firma del Secretario de
Gobierno Manuel A. Sanclemente. Verla en Codificación Na-
cional, t. XVII, Años 1856 y 1857, Bogotá, Imprenta Nacional,
1930, pp. 356-359.

210
Fernando  Mayorga  García

aprobadas definitivamente, pero lo serán tan pron-


to como se subsanen ciertas informalidades que se
han notado en ellas. A virtud del contrato celebra-
do en la fechas 13 de junio de 1856 y publicado en
el número 158 de “El Repertorio”, se están repar-
tiendo actualmente los resguardos de Anolaima y
Soacha y se han medido ya los de Fontibón. Los de
San Antonio se hallan también medidos a virtud
de un contrato especial.
Aparte de la multitud de resoluciones particulares
que se han dictado, favoreciendo siempre las
pretensiones justas de los indígenas, se expidieron
las circulares números 63 y 64 de la Secretaría de
Fomento, que se hallan insertadas en el número 182
de “El Repertorio” y, oídos los informes pedidos
por la primera de dichas circulares, se ha dispuesto
que los sobrantes de resguardos se adjudique la
porción correspondiente a los indígenas que, sin
justa causa, fueron excluidos del repartimiento.
Arreglan este negocio las 1. ª, 2. ª, 3. ª y 4. ª, Parte
6. ª, Tratado 1º de la Recopilación Granadina, la or-
denanza 15 de 3 de octubre de 1836 y la ordenanza
141 de 4 de octubre de 1851, dictada en virtud de lo
dispuesto por el artículo 4. º de la ley de 22 de junio
de 1850, adicional a las orgánicas de la administra-
ción y régimen municipal. Si vosotros no pensáis
en dictar nuevas disposiciones sobre el particular,
debéis por lo menos, en mí concepto, refundir en
una ley lo que haya de quedar vigente de lo que
hoy existe267.

Ver Esposición del Gobernador de Bogotá a la Asamblea Cons-


tituyente del Estado de Cundinamarca, Bogotá, Imprenta de
Francisco Torres Amaya, 1857, p. 16.

211
La  propiedad  territorial  indígena  en  la  provincia  de  Bogotá
Del  proteccionismo  a  la  disolución  (1831-­‐1857)

Como se observa, en el momento del nacimiento


del Estado Federal de Cundinamarca, buena parte
de los resguardos de la provincia ya se habían li-
quidado, pero otra se encontraba en proceso de
liquidación. Será en el período siguiente cuando
prosiga la tarea de eliminar la propiedad comu-
nitaria indígena en esta porción del territorio
colombiano.

212
COLECCIÓN PORTABLE
ACADEMIA COLOMBIANA DE JURISPRUDENCIA
ACCESO A LA JUSTICIA
LUIS JAVIER MORENO ORTIZ

CARLOS LLERAS RESTREPO


PERFIL DE UN ESTADISTA
OTTO MORALES BENÍTEZ - FELIPE VALLEJO GARCÍA
JAIME VIDAL PERDOMO - JUAN CARLOS ESGUERRA P.
BERNARDO CARREÑO VARELA- JOSÉ FRANCISCO CHALELA

LA CORTE CONSTITUCIONAL
UN PAPEL INSTITUCIONAL POR DEFINIR
SANDRA MORELLI RICO

LA RETÓRICA Y LA DIALÉCTICA
RAZONAMIENTO FORENSE
EN EL
OLSEN A. GHIRARDI

EL ESTADO Y EL DERECHO
AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

LA TENTATIVA
JULIO E. ROZO ROZO

EL REFERENDO CONSTITUCIONAL
ASPECTOS CRÍTICOS
JAIME VIDAL PERDOMO - AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ
ANTONIO VANEGAS SANTORO - JORGE VÉLEZ GARCÍA
SANDRA MORELLI RICO - HÉCTOR ENRIQUE QUIROGA CUBILLOS
CARLOS ARIEL SÁNCHEZ TORRES - ALEJANDRO VENEGAS FRANCO

EL ARBITRAJE EN EQUIDAD
ERNESTO GAMBOA MORALES

213
LA ACADEMIA RESPONDE
EMILSEN GONZÁLEZ DE CANCINO - AURELIO TOBÓN MEJÍA
FELIPE VALLEJO GARCÍA - GERMÁN GIRALDO ZULUAGA
CARLOS FRADIQUE MÉNDEZ - BERNARDO CARREÑO VARELA
MARCO GERARDO MONROY CABRA - GERMÁN CAVELIER
CARLOS ORJUELA GÓNGORA - JOSÉ ENRIQUE ARBOLEDA VALENCIA
JORGE ENRIQUE VALENCIA MARTÍNEZ - ANTONIO JOSÉ CANCINO MORENO
FERNANDO MAYORGA GARCÍA - JORGE VÉLEZ GARCÍA
MARINO JARAMILLO ECHEVERRI - EMILIO ROBLEDO URIBE
CARLOS URIBE GARZÓN

DECANTANDO LO PENSADO
VEINTIDÓS RECENSIONES SOBRE OBRAS DESTACADAS
DE LA CULTURA OCCIDENTAL. TOMOS I Y II
LUIS JAVIER MORENO ORTIZ

OPOSICIÓN Y VIOLENCIA EN COLOMBIA


(1920 - 1934)
MARINO JARAMILLO ECHEVERRI

PREMONICIONES Y REALIDADES SOBRE LA PAZ


JORGE VÉLEZ GARCÍA - MARCO GERARDO MONROY CABRA -
JAIME VIDAL PERDOMO

LIBERTAD Y JUSTICIA CONSTITUCIONAL


RICARDO SANÍN RESTREPO

LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA DE LA PARTE


GENERAL DEL CÓDIGO EUROPEO DE CONTRATOS
GABRIEL GARCÍA CANTERO

JUICIO AL TORO DEL FUCHA


(JUICIO A DON ANTONIO NARIÑO POR LA EDICIÓN
Y DISTRIBUCIÓN DE UN PAPEL CONSIDERADO SEDICIOSO.
REAL AUDIENCIA DE SANTAFE. 1794).

214
HÉCTOR ENRIQUE QUIROGA CUBILLOS
PASADO Y PRESENTE DELDERECHO DEL MAR
NICOLÁS SALOM FRANCO

MIL JURISTAS
BIOGRAFÍAS DE LOS MIEMBROS DE LA
ACADEMIA COLOMBIANA DE JURISPRUDENCIA
1894 - 2004
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1991 Y


DERECHO DE SEGUROS IDEAS BÁSICAS
ALEJANDRO VENEGAS FRANCO

DE LA MONARQUÍA IMPERIAL A LA
MONARQUÍA CRISTIANA
MARINO JARAMILLO ECHEVERRI

LA PRETENSIÓN PROCESAL Y SU RESISTENCIA


HÉCTOR ENRIQUE QUIROGA CUBILLOS

EL DIFERENDO ENTRE
COLOMBIA Y NICARAGUA SOBRE EL
ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS Y PROVIDENCIA
MARCO GERARDO MONROY CABRA

EL REALISMO DIALÉCTICO EN LA HISTORIA


ANTONIO GARCÍA

LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA
DE CUNDINAMARCA
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

INTRODUCCIÓN AL CONTROL CONSTITUCIONAL


(TEORÍA Y APROXIMACIÓN A LA PRÁCTICA EN COLOMBIA)
JAIME VIDAL PERDOMO

215
DE LA ESCUELA REPUBLICANA
A LA ESCUELA DEL TOLIMA
AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

HISTORIA DE LA
ACADEMIA COLOMBIANA DE JURISPRUDENCIA
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

FLORENTINO GONZÁLEZ
JURISCONSULTO Y HACENDISTA
MARTÍN ALONSO PINZÓN

EL CONSTITUCIONALISTA
ANTONIO NARIÑO
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

BROCARDOS JURÍDICOS
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

MONOGRAFÍAS JURÍDICAS
LUIS EDUARDO CERRA JIMÉNEZ - WILSON HERRERA LLANOS,
RODOLFO PÉREZ VÁSQUEZ - RAMÓN PACHECO SÁNCHEZ,
JAIME SANDOVAL FERNÁNDEZ - FELIPE ROYET GONZÁLEZ,
JESÚS ARTURO GÁLVEZ VALEGA - ARNALDO MENDOZA TORRES,
ALEKSEY HERRERA ROBLES

MAESTRO DE MAESTROS EN DERECHO


EMILIO ROBLEDO URIBE

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
DELDERECHO PENAL PROCESAL
LEY 600 DEL AÑO 2000 Y LEY 906 DE 2004
ALBERTO PULIDO PINEDA

216
LA COSTITUCIÓN DEL ESTADO DE ANTIOQUÍA
INTRODUCCIÓN DE
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

EL ACTA DEL SOCORRO


PRIMERA DECLARACIÓN FORMAL DE INDEPENDENCIA
HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA

LA PROPIEDAD TERRITORIAL INDÍGENA


EN LA PROVINCIA DE BOGOTÁ
DEL PROTECCIONISMO A LA DISOLUCIÓN
(1831-1857)
FERNANDO MAYORGA GARCÍA

217
Libertad y Orden
Ministerio de Educación Nacional
República de Colombia

'UVCRWDNKECEKÎPUGJCſPCPEKCFQOGFKCPVGNC
transferencia de recursos del Gobierno Nacional a la
#ECFGOKC%QNQODKCPCFG,WTKURTWFGPEKC
El Ministerio de Educación Nacional no es responsable
FGNCUQRKPKQPGUCSWÈGZRTGUCFCU

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