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Artículo 30

Introducción histórica
Por Luis René Guerrero Galván y José Gabino Castillo Flores

La noción de mexicanos empieza a constituirse a partir 30


de la Guerra de Independencia; no obstante, desde el
siglo xvi los nacidos en América, y particularmente en
la Nueva España, fueron adquiriendo la conciencia de
que tenían ciertos derechos sobre esta tierra, en tanto
naturales de ella. Aquí se encuentra el origen de las
disputas entre criollos y peninsulares que se mantuvo
durante la Colonia y que era tan evidente en los años
previos a la Independencia.1 En ese tiempo, el concep-
to más empleado por los criollos era el de “americanos”,
en tanto formaban parte de América en su conjunto,
diferenciándola de España.
Será con el inicio de las guerras de independencia,
como ya se señalaba, así como por la paulatina forma-
ción de países independientes, que cobrará fuerza la
nacionalidad mexicana. En textos como Elementos
Constitucionales, de Ignacio López Rayón,2 la Consti- Sumario
tución de Apatzingán3 y los Tratados de Córdoba, se Artículo 30
mantenía el término “ciudadanos americanos”. En los
Introducción histórica
dos últimos ordenamientos se señalaba que los extran- Luis René Guerrero Galván
jeros que no se opusieran a la independencia podrían y José Gabino Castillo Flores. . . . . 697
ser asimilados como ciudadanos americanos.
El Reglamento Provisional Político de Agustín de Texto constitucional vigente. . . . . . . . 701
Iturbide, promulgado en 1822, en su artículo 7° decla-
Comentario
raba como mexicanos, “sin distinción de origen, a todos Nuria González Martín
los habitantes del imperio que, en consecuencia del glo- Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 702
Evolución histórica de la
nacionalidad mexicana. . . . . . . . . 702
1
 Sobre el tema puede verse el importante trabajo de David Brading, Orbe Referencia específica a la reforma
indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867, México, a la Constitución del 20 de
Fondo de Cultura Económica, 2003. marzo de 1997. . . . . . . . . . . . . . . 715
2
 Elementos Constitucionales circulados por el Sr. Rayón, punto 20, dis- Elementos de la nacionalidad. . . . . . . 717
ponible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/808/7.pdf. Derecho comparado . . . . . . . . . . . . . 722
3
 “Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana”, Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 726
Apatzingán, 1814, artículos 13 y 14, en Textos fundamentales del constituciona-
lismo mexicano, México, Miguel Ángel Porrúa, 2014. Trayectoria constitucional . . . . . . . . . 728

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rioso grito de Iguala, han reconocido la independencia”.4 Igual reconocimiento se ofre-


Sección tercera | Volumen VII

ció a los extranjeros que se avecindaran y juraran fidelidad al emperador y a las leyes.
Asimismo, se ofreció naturalizar a los extranjeros que hubieran prestado importantes
servicios al imperio, y a los que pudieren ofrecerle “útiles talentos, invenciones o in-
dustria”, así como a aquellos que formaran grandes establecimientos o adquirieran
grandes propiedades territoriales y pagaran contribuciones al Estado.
Un año más tarde, tras el derrocamiento de Iturbide, se pensó en constituir una
república federal en lugar de un imperio. En el Plan de la Constitución Política de 1823
se definió la nación mexicana como la sociedad de todas las provincias del Anáhuac o
Nueva España, que formaban un todo político.5 Misma apreciación encontramos, un año
más adelante, en el Acta Constitutiva de la Federación que, además, en su artículo 2°,
señalaba a la nación mexicana como libre e independiente para siempre de España y
de cualquier otra potencia; mientras que en su artículo 3° declaraba a la religión cató-
lica como la doctrina de la nación mexicana.6 Estos tres puntos se conservaron al redac-
tar la Constitución federal de 1824. Esta Carta Magna confirmaba, además, entre las
facultades del Congreso general, la de “establecer una regla general de naturalización”.7
Como se puede percibir, entre 1811 y 1824 ya se había definido la nacionalidad del
nuevo país y se habían sentado bases para la posible naturalización de extranjeros.
Así, en 1828 se promulgó la Ley Sobre la Naturalización de Extranjeros,8 donde
se plasmaron todos los lineamientos necesarios para la naturalización, tales como:
residencia de dos años continuos en el país, hacer solicitud ante el ayuntamiento co-
rrespondiente, profesar el catolicismo, poseer alguna industria útil y renta con qué
mantenerse. El solicitante debía renunciar a toda sumisión y obediencia a otra nación,
y garantizar que defendería la Constitución y leyes mexicanas. Este tema fue de suma
importancia porque en aquel entonces se iniciaban diversos proyectos de colonización
en el territorio mexicano. Y para ello, el Gobierno consideró como naturalizados a
quienes fueran a colonizar y además residieran un año en ese territorio.
En cuanto a la nacionalidad mexicana, las Leyes Constitucionales de 1836 la
definieron ampliamente. Se consideraba como nacionalizados a:

• Los nacidos en el territorio de la República de padre mexicano por nacimiento


o naturalización;
• Los nacidos en territorio extranjero de padre mexicano por nacimiento o natu-
ralización;

4
 Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, 1822, artículos 7° y 8°, disponible en http://www.ordenjuridi-
co.gob.mx/Constitucion/1823.pdf.
5
 Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana, 1823, disponible en http://museodelasconstituciones.unam.
mx/1917/wp-content/uploads/1823/05/16-mayo-1823-Plan-de-la-Constituci%C3%B3n-Pol%C3%ADtica-de-la-
Naci%C3%B3n-Mexicana.pdf.
6
 Idem.
7
 Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, 1824, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/
1824B.pdf.
8
 Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones, tomo II: “Comentarios, antecedentes y trayectoria
del articulado constitucional, artículos 16-35”, México, LXI Legislatura-Cámara de Diputados/Suprema Corte de Justicia/
Senado de la República/Instituto Federal Electoral/Tribunal Electoral/Miguel Ángel Porrúa, 2012, pp. 824-826.

698 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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• Los nacidos en territorio de la República de padre extranjero que hubiera

Introducción histórica | Artículo 30


permanecido en él hasta la época de disponer de sí;
• Los nacidos en el territorio y que estuvieran en él al momento de declararse
la independencia;
• Los nacidos en el extranjero y que hubieran pedido ser naturalizados tras la
independencia.9

Años más tarde, el Proyecto de Reformas a las Leyes Constitucionales de 1840 fue
más claro al especificar quiénes deberían ser considerados mexicanos por nacimiento
y por naturalización.10 A los mexicanos por nacimiento, señaló como tales a los nacidos
en el territorio, a los que estuvieran al momento de la Independencia y permanecieron,
a los nacidos fuera de la República, pero de padre mexicano por nacimiento (artículo
7°). En cuanto a los naturalizados, serían aquellos que, nacidos en la República, de
padre extranjero, permanecieron en ella hasta valerse por sí mismos; los no nacidos en
ella, pero que permanecieron y juraron sus leyes tras la Independencia.
Todas estas personas introducidas legalmente en el país podrían gozar de derechos
tales como adquirir bienes raíces (artículo 8°). Estos mismos lineamientos se mantu-
vieron en textos jurídicos posteriores, tales como el primer y segundo Proyecto de
Constitución y las Bases Orgánicas de la República, las dos de 1842.11 Cinco años más
tarde, el Acta Constitutiva y de Reformas estipuló en su artículo 1° que todo mexicano,
por nacimiento o por naturalización, que hubiera llegado a la edad de veinte años, “que
tenga modo honesto de vivir y que no haya sido condenado en proceso legal a alguna
pena infamante, es ciudadano de los Estados Unidos Mexicanos”.12
En la década de 1850, los diversos ordenamientos jurídicos que se elaboraron
contemplaron de manera clara la nacionalidad mexicana y los requisitos para natura-
lizarse por parte de los extranjeros. Los esfuerzos por colonizar el territorio desde 1823
dieron como resultado diversos proyectos en los cuales se indicaban los requisitos para
naturalizar a los colonos extranjeros. Esto continuó en la segunda mitad del xix.
9
 Leyes Constitucionales, 1836, Ley primera, artículo 1°, fracciones I-VI, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.
mx/Constitucion/1836.pdf.
10
 Proyecto de reforma de la Nación Mexicana, su religión, territorio, condición general de sus habitantes, forma de
gobierno y división del Poder Supremo, 1840, título segundo, disponible en http://www.biblioteca.tv/artman2/pu-
blish/1840_145/Proyecto_de_reforma_de_la_Naci_n_Mexicana_su_relig_233_printer.shtml.
11
 El artículo 11 de las Bases Orgánicas de la República expresó: “Son mexicanos: I. Todos los nacidos en cualquier
punto del territorio de la República, y los que nacieren fuera de ella de padre mexicano; II. Los que sin haber nacido en la
República, se hallaban avecindados en ella en 1821 y no hubieren renunciado su calidad de mexicanos: los que siendo na-
turales de Centro-América cuando perteneció a la Nación Mexicana se hallaban en el territorio de ésta, y desde entonces han
continuado residiendo en él; III. Los extranjeros que hayan obtenido u obtuvieren carta de naturaleza conforme a las leyes.
Artículo 12. Los nacidos en el territorio de la República de padre extranjero, y fuera de ella de padre mexicano que no estu-
viere en servicio de la República, para gozar de los derechos de mexicano, han de manifestar que así lo quieren. La ley de-
signará el modo de verificar esta manifestación y la edad en que deba hacerse. Artículo 13. A los extranjeros casados o que
se casaren con mexicana, o que fueren empleados en servicio y utilidad de la República, o en los establecimientos industria-
les de ella, o que adquirieren bienes raíces en la misma, se les dará carta de naturaleza sin otro requisito, si la pidieren”.
Bases Orgánicas de la República Mexicana, 1842, disponible en http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/1842.
pdf.
12
 Acta Constitutiva y de Reformas, 1847, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/1847.pdf.

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 699


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Muestra de ello fue el decreto del gobierno sobre extranjería y nacionalidad de


Sección tercera | Volumen VII

1854.13 En ese decreto se estipuló que los extranjeros podrían considerarse naturaliza-
dos si se casaran con mexicana y manifestaran su deseo de permanecer en el país go-
zando de la calidad de mexicanos, lo cual debería manifestar dentro de un mes luego
del matrimonio. De manera que cuando en 1857 se promulgó la Constitución más im-
portante del siglo, ya estaban bien determinados todos los puntos referentes a la materia
de la ciudadanía mexicana. En su artículo 30, de la primera a la tercera fracción, seña-
laba lo siguiente:

Son mexicanos:
I. Todos los nacidos dentro o fuera del territorio de la República, de padres mexicanos.
II. Los extranjeros que se naturalicen conforme a las leyes de la Federación.
III. Los extranjeros que adquieran bienes raíces en la República o tengan hijos mexicanos,
siempre que no manifiesten la resolución de conservar su nacionalidad.14

Como puede apreciarse, en esos tres puntos la Constitución del 57 condensó todo
lo ordenado hasta entonces sobre la materia. En casos de dudas y como refuerzo a lo seña-
lado en el texto constitucional, existían las leyes y decretos, como el que hemos men-
cionado arriba sobre extranjería. Lo establecido en la Constitución era tan claro que
incluso cuando Maximiliano de Habsburgo decretó su Estatuto Provisional Político en
1865, mientras gobernaba como emperador del Segundo Imperio Mexicano, conservó
el texto cambiando únicamente el término República por Imperio.15
Sin embargo, y como se sabe, dicho imperio fue efímero y la Constitución recobró
toda su vigencia desde 1867. Se mantuvo así hasta que el Partido Liberal Mexicano
(plm), en su programa elaborado en 1906, propuso como reforma a dicho texto el que
los extranjeros no fueran considerados naturalizados por el simple hecho de adquirir
bienes raíces.16 Se debe recordar que este requisito se había considerado desde la
década de 1820. El señalamiento del plm no era menor, entonces estaba en debate la na-
turalización de los extranjeros; por esa razón, tras el triunfo constitucionalista, se decretó
una revisión de dicho texto constitucional.
En su Proyecto de Constitución de 1916, Venustiano Carranza17 clarificó estos
puntos, ordenando que para la naturalización los extranjeros debieran hacer petición
ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, aunque hubieran nacido en la República.
Cuando un año más tarde se proclamó la Constitución, se anexó además que serían
naturalizados los “indolatinos” que se avecindaran en la República y manifestaran su
deseo de adquirir la nacionalidad mexicana.

13
 Derechos del pueblo mexicano…, op. cit., p. 829.
14
 Constitución Política de la República Mexicana de 1857, disponible en http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/
conshist/pdf/1857.pdf.
15
 Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, 1865, artículo 53, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Cons
titucion/1865.pdf.
16
 Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/CH6.
pdf.
17
 Derechos del pueblo mexicano…, op. cit., p. 832.

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Artículo 30

Texto constitucional vigente

Artículo 30. La nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento o por naturalización. 30

A) Son mexicanos por nacimiento:

I. Los que nazcan en territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad


de sus padres;
II. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos nacidos en terri-
torio nacional, de padre mexicano nacido en territorio nacional, o de madre
mexicana nacida en territorio nacional;
III. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por naturalización,
de padre mexicano por naturalización, o de madre mexicana por naturaliza-
ción, y
IV. Los que nazcan abordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de
guerra o mercantes.

B) Son mexicanos por naturalización:

I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones carta de natura-


lización.
II. La mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con varón o con
mujer mexicanos, que tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio
nacional y cumplan con los demás requisitos que al efecto señale la ley.

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Artículo 30

Comentario por Nuria González Martín

39 Introducción

Con base en el artículo 73, fracción XVI, de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, se expidió la Ley de Nacionalidad, publicada en el Diario Oficial
de la Federación el 23 de enero de 1998, que regula la nacionalidad mexicana para las
personas físicas y jurídicas. El 20 de marzo de 1998 entró en vigor la Ley de Na-
cionalidad que reglamenta los artículos 30, 32 y 37, apartados A y B de la Constitu-
ción, reformados el 20 de marzo de 1997, con entrada en vigor el 20 de marzo de 1998. Esta
reforma constitucional con fecha 20 de noviembre de 1996 el Ejecutivo la envió a la
Cámara de Senadores y en ella se asentaba que:

En ejercicio de la facultad soberana del Estado Mexicano, tanto de identificar y determinar


quiénes son sus nacionales, como de establecer los supuestos legales que permitan preser-
var la nacionalidad mexicana, proponía al Congreso establecer la no pérdida de la nacio-
nalidad mexicana por nacimiento, independientemente de que se adopte otra nacionalidad
o ciudadanía.

Fue aprobada por el Poder Legislativo federal el 5 de diciembre de 1996; es, por
tanto, la reforma del artículo 30 objeto del presente comentario.

Evolución histórica de la nacionalidad mexicana

Podríamos poner como inicio o punto de partida del constitucionalismo mexicano, en


lo referente a la nacionalidad, a don José María Morelos y Pavón, quien presentó ante
el Congreso de Chilpancingo, reunido para la elaboración de nuestra primera ley fun-
damental, un resumen de su manera de pensar llamado Sentimientos de la Nación, el
cual sirvió de base para la formación de la Constitución de Apatzingán.
Esta Constitución establecía, en primer lugar: “La libertad e independencia de
América con respecto de España y de otra Nación, Gobierno y Monarquía”. Según Tena
Ramírez, en el punto noveno se refiere a los nuevos nacionales de la nueva patria, al
establecer que “los empleos los obtengan sólo los americanos”, y alude a los extranjeros
al decir que “no se admitan extranjeros si no son artesanos capaces de instruir y libres
de toda sospecha”.

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La Constitución de Apatzingán del 22 de octubre de 1814, denominada Decreto

Comentario | Artículo 30
Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, en su artículo 13 estableció:
“Se reputan ciudadanos de esta América todos los nacidos en ella”. Es una clara con-
sagración del ius soli, que tiene como meta detener la dominación española. Sólo se
hace una concesión para naturalizar a extranjeros en el artículo siguiente, es decir, en
el artículo 14, donde se estipula:

Los extranjeros radicados en este suelo, que profesaren la religión católica, apostólica, ro-
mana y no se opongan a la libertad de la Nación, se reputarán también ciudadanos de ella,
en virtud de carta de naturaleza que se les otorgará y gozarán de los beneficios de la ley.

Posteriormente, en la proclama de don Agustín de Iturbide, el llamado Plan de


Iguala del 24 de febrero de 1821, a diferencia de la Constitución de Apatzingán, con-
centra el ideario de los hombres del movimiento insurgente consumado con la Indepen-
dencia; por ello, en parte, ya no se limita la atribución de la nacionalidad mexicana a
los nacidos en la nueva nación, y en lugar del ius soli de aquella primera carta funda-
mental se utiliza un ius domicili. Por cierto, nada aconsejable para un nuevo Estado
independiente.
Se propugnó la Independencia bajo la forma monárquica, la defensa de la religión
católica y la unión de todos los mexicanos, cualquiera que fuese su lugar de nacimien-
to o etnia. De esta manera, en el primer párrafo del Plan de Iguala se expresó:

Americanos: Bajo cuyo nombre comprendo no únicamente los nacidos en América, sino a
los europeos, africanos y asiáticos, que en ella residen […] Todos los habitantes de él [se
refiere al imperio mexicano], sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos
idóneos para aportar cualquier empleo.

Agustín de Iturbide negoció con el representante del Gobierno español, el nuevo


virrey don Juan O’Donojú, los Tratados de Córdoba, suscritos en la Villa de Córdoba el
24 de agosto de 1821, cuya importancia radica, en materia de nacionalidad, en el ar-
tículo 15, que establecía una facultad de opción para los españoles que residían en el
país y para los mexicanos avecindados en España: entre declararse mexicanos o espa-
ñoles, adoptando una u otra patria. Esta posibilidad de elección no se menciona para
criollos, mestizos e indígenas.
Este precepto comprendía una disposición transitoria en todos aquellos casos en
que hubiera una modificación territorial de los estados, ya que habría que determinarse
el destino de los habitantes frente a las nuevas condiciones del territorio que habitaran.
Gracias a los Tratados de Córdoba se puso fin a la guerra y se consumó la Independen-
cia. A lo largo de la evolución jurídica de México, un número importante de decretos
y leyes, entre otros, han regulado la nacionalidad mexicana; cabe destacar, en primer
lugar, el Decreto del 16 de mayo de 1823.
El primer Congreso Constituyente mandó promulgar ese decreto. Por un lado,
autorizando al Ejecutivo para expedir cartas de naturaleza en favor de los extranjeros

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 703


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que lo solicitaran, siempre y cuando reunieran los requisitos indicados en el mismo


Sección tercera | Volumen VII

decreto; por el otro, el 14 de abril de 1828 se expidió una ley que precisó las reglas
aplicables para dar cartas de naturaleza: se exigió una residencia de dos años continuos
y se estableció un procedimiento judicial y administrativo para obtener la naturaliza-
ción, además de la obligación de renunciar a ciertos títulos, condecoraciones o gracias.
En dicha ley se establecía una presunción legal en cuya virtud se adoptaba el ius
sanguinis, al indicar: “Los hijos de los ciudadanos mexicanos que nazcan fuera del
territorio de la Nación, serán considerados como nacidos en él”.
Evidentemente, en esta legislación se puede apreciar un procedimiento de natu-
ralización muy semejante al que consagra la legislación vigente. Las variantes se dieron
manteniendo los sistemas principales: ius soli y ius sanguinis, y agregando el requisi-
to del domicilio o la opción. En las Siete Leyes Constitucionales de 1836, es decir, en
la Constitución de ese año, se combinan los factores mencionados anteriormente.
Como veremos más adelante, en la Constitución de 1857 predominó el ius sanguinis.
A pesar de haberse formado, originariamente, nuestro pueblo por los nacidos en el
territorio mexicano, las Siete Leyes Constitucionales del 29 de diciembre de 1836
atribuyen la nacionalidad no solamente a los nacidos en México, sino también a los
hijos de mexicanos. Ya en esta Constitución se observa la posibilidad de establecer un
sistema híbrido (compuesto por la asimilación del ius sanguinis y del ius soli). La primera
Ley Constitucional establece en su artículo 1º lo siguiente:

Son mexicanos:
I. Los nacidos en el territorio de la República, de padre mexicano por nacimiento o por
naturalización (combinación del ius soli y del ius sanguinis);
II. Los nacidos en país extranjero de padre mexicano por nacimiento, si al entrar en el
derecho de disponer de sí, estuvieren radicados en la República o avisaren que resuelven
hacerlo, y lo verificasen dentro del año después de haber dado el aviso (combinación del
ius sanguinis y del ius domicili);
III. Los nacidos en territorio extranjero de padre mexicano por naturalización, que no haya
perdido esta cualidad, si practican lo prevenido en el párrafo anterior (combinación del ius
sanguinis y del ius domicili);
IV. Los nacidos en el territorio de la República de padre extranjero y que hayan permane-
cido en él hasta la época de disponer de sí, y dado al entrar en ella el referido aviso (ius
soli condicionado por el ius domicili);
V. Los no nacidos en él, que estaban fijados en la República cuando ésta declaró su inde-
pendencia, juraron el acta de ella y han continuado residiendo aquí (ius domicili);
VI. Los nacidos en territorio extranjero que, introducidos legalmente después de la
independencia, hayan obtenido carta de naturalización con los requisitos que prescriben
las leyes (esta fracción se refiere a la nacionalidad mexicana por naturalización, que se
obtenía en forma voluntaria expresa).

Por otra parte, esta Ley Fundamental prevé diversas causas de pérdida de la na-
cionalidad mexicana y la posibilidad de recuperar la calidad de mexicano. Asimismo,
establece los requisitos para ser ciudadanos mexicanos; en principio, por influencia de
la Constitución de Cádiz de 1812 realiza una clara distinción entre mexicano y ciuda-

704 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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dano mexicano. Posteriormente, con el Proyecto de Reformas de 1840 se vislumbra una

Comentario | Artículo 30
evolución sobre el ordenamiento de 1836, dividiendo la nacionalidad por nacimiento
de la naturalización, y estableciendo en el artículo 7.o del Proyecto de 1840 lo siguiente:

Son mexicanos por nacimiento:


I. Los nacidos en el territorio de la República de padre mexicano (combinación del ius soli
con el ius sanguinis);
II. Los no nacidos en el territorio de la Nación, que estaban en ella en 1821, prestaron
servicios a su Independencia, y han continuado residiendo aquí (ius domicili);
III. Los que habiendo nacido en territorio, que fue parte de la nación mexicana, desde
entonces han permanecido en ella (ius soli y ius domicili);
IV. Los nacidos fuera del territorio de la República de padre mexicano por nacimiento, que
se halle ausente en servicio de la Nación, o de paso y sin avecindarse en país extranjero
(ius sanguinis pero con el requisito de que no haya ius domicili para otro Estado).

El artículo 8º del proyecto se refería a los mexicanos por naturalización.


Como podemos observar, el tema de la nacionalidad mexicana se ha regulado de
diferentes maneras a lo largo de la historia, fundamentalmente mediante decretos y
proyectos de reforma sobre el ordenamiento jurídico mexicano. En 1842 se formularon
dos proyectos de reforma pero ante las diferencias en cuanto a la forma de gobierno
que debía seguir la nación mexicana, se decidió convocar al Constituyente. El resul-
tado favoreció a los liberales, quienes proclamaban el sistema “federal”. Como men-
cionamos, se propusieron dos proyectos de reforma: el primero de ellos el 26 de agosto
de 1842, que establecía en su artículo 14:

Son mexicanos:
I. Los nacidos en territorio de la Nación o fuera por naturalización (ius soli y ius sanguinis);
II. Los no nacidos en el territorio de la nación que estaban avecindados en él en 1821, y
que no han perdido la vecindad (ius soli y ius domicili);
III. Los que habiendo nacido en territorio que fue parte de la Nación han continuado en
ésta su vecindad (ius soli y ius domicili);
IV. Los nacidos en el territorio de la nación de padre extranjero, si durante el primer año de
su nacimiento no manifestase el padre que quiere que su hijo sea considerado como extran-
jero (ius soli sujeto a una condición resolutoria que dependía de la voluntad del padre);
V. Los extranjeros que adquieran legítimamente bienes raíces en la República, o que se
casen con mexicana, y los que, aunque no tengan estas cualidades, adquieran carta de
naturaleza por las circunstancias que determinan las leyes.

Este proyecto era inferior al de 1840, ya que no hacía distinción entre la naciona-
lidad de origen y la adquirida. Se establecieron dos tipos de nacionalidad mexicana
por naturalización: de un lado la oficiosa, al contraer matrimonio con mexicana y por
adquirir bienes raíces en la República; y de otro lado la voluntaria, cuando se adquie-
re carta de naturalización. Posteriormente, se añadió la palabra “federal”. Esto fue
motivo de largas discusiones, por lo que el proyecto volvió a la Comisión de Constitu-

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ción. Dicha comisión formuló, en la sesión del 3 de noviembre de 1842, un nuevo


Sección tercera | Volumen VII

proyecto de Constitución que establecía en su artículo 4º:

Son mexicanos:
I. Los nacidos en el territorio de la Nación (consagración exclusiva del ius soli);
II. Los nacidos fuera de él, de padre o madre mexicanos (ius sanguinis, con la particulari-
dad además del exclusivismo de esta característica, y además de la igualdad respecto del
sexo de los progenitores);
III. Los no nacidos en el territorio de la Nación, que estaban avecindados en él en 1821 y
que no han perdido la vecindad (ius domicili);
IV. Los que habiendo nacido en el territorio que fue parte de la Nación han continuado en
ésta su vecindad (ius soli e ius domicili);
V. Los extranjeros que obtengan la naturalización conforme a las leyes;
VI. Los que adquieran bienes raíces en la República.

En el comentario de Carlos Arellano García este proyecto tiene el acierto de esta-


blecer el ius soli sin exigir necesariamente el ius sanguinis; fue un sistema absoluto del
ius soli. Además, se refiere a los mexicanos por naturalización al distinguir entre una nacio-
nalidad solicitada mediante el proceso de naturalización según las leyes y una nacionali-
dad oficiosa que corresponde a los que adquieren bienes raíces.
Continuando con Arellano García, habría que hacer una apreciación: el 10 de agos-
to de 1842 el general Antonio López de Santa Anna expidió un decreto mediante el cual
los españoles que residían en territorio de la República al declararse la Independencia,
y a quienes por los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala se consideraba mexicanos,
podían renunciar en un plazo de seis meses a su calidad de mexicanos si así lo deseaban.
En un segundo decreto, del 12 de agosto de 1842, se instituyó una naturalización
oficiosa para quienes fueran admitidos por el Gobierno en el servicio militar, sea en el
Ejército o en la Marina de guerra de la República, puesto que por esta admisión se les
consideraba como mexicanos, lo cual, en sentido estricto, no puede considerarse una
naturalización, porque ésta no es una semejanza a la condición jurídica de los naciona-
les, sino una conversión de extranjeros a nacionales. No obstante, equivalía a una con-
dición similar, porque se le atribuían los derechos y las obligaciones que corresponden
a un nacional.
Nos percatamos que el sistema centralista, acuñado en las Bases Orgánicas del 12
de octubre de 1843, en materia de nacionalidad, fue un tema de gran reflexión en el
que se distinguía entre: habitantes de la República, nacionales y extranjeros, y entre
mexicanos y ciudadanos mexicanos. En este tenor, la norma constitucional lo estable-
cía en el artículo 11 de la siguiente manera:

Son mexicanos:
I. Todos los nacidos en cualquier punto del territorio de la República (ius soli) y los que
nacieran fuera de ella de padre mexicano (ius sanguinis con una referencia exclusiva del
padre);

706 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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II. Los que sin haber nacido en la República, se hallaban avecindados en ella en 1821, y

Comentario | Artículo 30
no hubieran renunciado a su calidad de mexicanos; los que siendo naturales de Centroa-
mérica cuando perteneció a la nación mexicana se hallaban en el territorio de ésta, y
desde entonces han continuado residiendo en él (consagración del ius domicili, pero con-
dicionado a la renuncia obligatoria y al acontecimiento histórico de la segregación de
Centroamérica del territorio nacional);
III. Los extranjeros que hubieren obtenido u obtuvieren carta de naturaleza conforme a las
leyes (nuevamente, se incurre en el viejo error de mezclar a los mexicanos por nacimiento
y a los mexicanos por naturalización).

En cuanto al otorgamiento de cartas de naturaleza, este ordenamiento reproduce


disposiciones ya conocidas de otros anteriores: dando cartas de naturaleza a los extran-
jeros casados o que se casen con mexicanas, a los que fueren empleados en servicio y
utilidad de la República, o en los establecimientos o industrias de ella, o que adquie-
ran bienes raíces en la misma. La única diferencia importante es que la carta de natura-
leza no se otorga oficiosamente, sino que es requisito su previa solicitud.
Asimismo, este ordenamiento constitucional, al igual que las Leyes Constitucio-
nales de 1836, tiene el gran mérito de establecer en el texto del mismo documento las
causas de pérdida de la nacionalidad. Posteriormente, el 10 de septiembre de 1846 el
Gobierno expidió un decreto sobre naturalización de extranjeros, en el cual ya no se
exigía un tiempo de residencia para otorgar la nacionalidad mexicana y se reservaba
al presidente de la República la expedición del documento respectivo. Felipe Tena
Ramírez expresa que de esta manera se simplifica la burocracia anterior, para obtener
la nacionalidad mexicana tal y como la analizábamos en la ley de 1828.
En lo que respecta a la Ley de 1854, se considera como el primer ordenamiento
especialmente destinado a reglamentar de forma completa el tema de la nacionalidad,
la naturalización y la condición jurídica de los extranjeros. De nuevo, en esta ley se
yuxtaponen el ius soli y el ius sanguini. De igual manera, esta ley destaca la influencia
tan determinante del padre, porque solamente a falta de éste los nacidos en el extran-
jero pueden adquirir la nacionalidad de la madre por ius sanguinis.
Con la Constitución de 1857, como apuntamos anteriormente, se reacciona contra
el sistema híbrido de nacionalidad mexicana y se establece una consagración del ius
sanguinis, así como una naturalización oficiosa supeditada a una condición resolutoria
de tipo voluntario. Se instaura, en definitiva, un sistema del ius sanguinis puro.
Originariamente, la población mexicana se formó por los nacidos en el territorio
mexicano; no obstante, en la Constitución de 1836 y en el proyecto de 1842 se atribuye
la nacionalidad mexicana no solamente a los nacidos en el territorio de la República, sino
también a los hijos de mexicanos. Lo mismo ocurre en las Bases Orgánicas de 1843.
En el estatuto provisional del 15 de mayo de 1856 y en el proyecto para la Cons-
titución de 1857 se reacciona, como decíamos, contra el sistema híbrido de nacionalidad
mexicana de los ordenamientos anteriores y se vuelve a la tendencia original; es decir,
en el Congreso Constituyente de 1857 se proponen los dos sistemas simultáneamente: el
ius soli y el ius sanguinis, pero al discutirse y votarse el proyecto se formó una corriente

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de opiniones contrarias que tuvo en cuenta la comisión para modificar el artículo 30 de


Sección tercera | Volumen VII

la siguiente manera:

Son mexicanos:
I. Todos los nacidos, dentro o fuera del territorio de la República, de padres mexicanos
(consagración del ius sanguinis).
II. Los extranjeros que se naturalicen conforme a las leyes de la Federación.
III. Los extranjeros que adquieran bienes raíces en la República (nótese el interés econó-
mico) o tengan hijos mexicanos, siempre que no manifiesten resolución de conservar su
nacionalidad (una naturalización oficiosa aunque supeditada a una condición resolutoria
de tipo voluntario).

El proyecto se aprobó declarando mexicanos por nacimiento sólo a los hijos de


mexicanos, siguiendo el sistema anterior de dar facilidades a la naturalización. El es-
tablecimiento del ius sanguinis, a través del artículo 30 de la Constitución, fracción I,
al mandar que continúen siendo nacionales los descendientes de mexicanos —a
pesar de que llegan a estar totalmente desvinculados del pueblo mexicano en los
frecuentes casos que ni siquiera conocen al país, ni ellos ni sus progenitores—, se
desprende totalmente de la realidad, olvidando los antecedentes históricos, sociales,
económicos y aun legislativos de la formación de la nacionalidad mexicana. Asimismo,
se olvida que nuestro pueblo está lejos de constituir una unidad racial y, por tanto el
sistema del ius sanguinis carece de base en nuestro medio. Genaro Fernández McGregor,
nos comenta:

La Constitución de 1857 resolvió la cuestión de la nacionalidad de una manera perfecta


en cuanto a la teoría; pero las circunstancias especiales de México requerían seguramen-
te disposiciones distintas para normar esta materia. La experiencia que se había obtenido
anteriormente a la expedición de la Constitución de 1857, era ya suficiente indicio a las
necesidades de nuestra patria, y los hechos numerosos posteriores a la misma Constitución
vinieron a corroborar que sus principios son demasiados amplios, demasiados ideales; y
muchas veces tiene que hacerse a un lado la teoría o el ideal, cuando se trata de los inte-
reses primordiales de la sociedad.

Asimismo, el maestro Gallardo Vázquez comenta que:

[la Constitución de 1857] deja a un lado a todos aquellos individuos francamente asimila-
bles al pueblo mexicano, como los criollos a quienes les niega la nacionalidad. […] Otro
error digno de mencionarse es que, completando el cuadro de desconocimiento del proce-
so de formación de nuestro pueblo, da facilidades extremas a los extranjeros para adquirir
la nacionalidad mexicana, sin que los constituyentes hubiesen meditado sobre los múltiples
problemas y peligros que suscitaría una actitud semejante.

Además, fomentaba la presencia de individuos con doble nacionalidad. Esta Cons-


titución fue, por demás, criticada, ya que se consideraba que daba facilidades extremas

708 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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a los extranjeros para adquirir la nacionalidad mexicana, además de fomentar la pre-

Comentario | Artículo 30
sencia de individuos con doble nacionalidad. No hay que olvidar que esta Constitución
y su ley reglamentaria: la Ley de Vallarta de 1886, determinó la preeminencia del ius
soli o del ius sanguinis, de las corrientes dominantes, de la influencia de las doctrinas
europeas o de las circunstancias políticas relacionadas con la inmigración extranjera
en el país, tal y como expresa Laura Trigueros.
Definitivamente, la Constitución de 1857 y su artículo 30 es el antecedente más
inmediato del actual artículo 30 constitucional, que contiene las líneas generales: en
materia de empleos los mexicanos se preferían a los extranjeros, en igualdad de cir-
cunstancias, para todos los empleos (artículo 32); los extranjeros tenían derecho o
gozaban de las garantías individuales que la misma Constitución otorgaba (artículo 33);
la ciudadanía que la tenían todos los mexicanos de 18 años, con un modo honesto de
vivir, traía aparejada los derechos políticos (artículo 35); la ciudadanía se perdía por
“naturalización en país extranjero” (artículo 37).
Como indicamos, el Congreso de la Unión, a iniciativa del presidente de la Repú-
blica, general Porfirio Díaz, expidió el 28 de mayo de 1886 la Ley de Extranjería y
Naturalización, conocida como Ley o Tesis de Vallarta. Vallarta intenta corregir el
texto constitucional de 1857 que juzga no conforme a nuestra realidad sino a los prin-
cipios expuestos por los tratadistas, haciendo de su ley una ley inconstitucional en
muchos de sus preceptos, y descuidando la realidad mexicana. Al decir de Trigueros
Saravia, la Ley de 1886 además de aumentar las bases constitucionales en materia de
nacionalidad, complementaba estos preceptos que se mostraban incompletos por falta
de reglamentación.
En la Ley Vallarta de 1886 quedan establecidas dos ideas: 1) la de reintegrar a los
que hubieren perdido la nacionalidad por causas ajenas a su voluntad, incluso cuidan-
do de los mexicanos que quedaron en territorios que no eran ya parte de la República,
y 2) calificando de extranjeros a los mexicanos que se nacionalizaren en otros países.
Por otro lado, debemos comentar que la Ley Vallarta en su artículo 4.o, inciso III, cas-
tigaba con la pérdida de la nacionalidad al mexicano que se ausentara del país sin
permiso y por un periodo de 10 años.
Se acoge, principalmente, el sistema del ius sanguinis, ya que según Vallarta era
el más conveniente para nuestro país; entre otros motivos por ser el que los países
europeos habían preconizado, despreciándose el sistema americano del ius soli. Cabe
destacar que tal opción y justificación no eran las más apropiadas, ya que las necesi-
dades eran distintas en un país europeo y en un país americano.
Posteriormente, con el triunfo de las fuerzas constitucionalistas, en septiembre de
1916 se convocó a una Convención Constituyente con el encargo de elaborar una nue-
va Constitución que sustituyera a la de 1857, adaptando a la ley suprema las transfor-
maciones del orden social, económico y laboral de los nuevos tiempos. Se trataba de
ajustar las normas jurídicas que determinasen los requisitos de integración de la po-
blación mexicana y la realidad circundante. Ya en el texto original de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917, con entrada en
vigor el primero de mayo del mismo año, se distingue, por primera vez, con nitidez

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 709


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entre los mexicanos por nacimiento y los mexicanos por naturalización. Se vuelve al
Sección tercera | Volumen VII

sistema mixto:

a) La primera hipótesis de mexicanos por nacimiento es la de hijos de padres mexicanos


nacidos en territorio de la República (yuxtaposición del ius soli y del ius sanguinis).
b) La segunda hipótesis de mexicanos por nacimiento es la de hijos de padres mexicanos
nacidos fuera de la República, pero siempre y cuando los padres sean también mexicanos por
nacimiento (ius sanguinis).
c) La tercera hipótesis de mexicanos por nacimiento es la de individuos nacidos en la
República de padres extranjeros (ius soli), si dentro del año siguiente a su mayoría de edad
manifiestan, ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, que optan por la nacionali-
dad mexicana (ius optandi) y comprueban ante aquella que han residido en el país los
últimos seis años anteriores a dicha manifestación (ius domicili).

No obstante, se critica este sistema diciendo que es verdaderamente un híbrido que


deja fuera muchos casos y que da lugar a no pocas contradicciones. Tras una serie de
discusiones se llega a la conclusión de que convenía la adopción del sistema basado
en el ius soli, sin excluir totalmente al ius sanguinis, ya que la conservación del ius
sanguinis, al lado del ius soli, permitiría ampliar los lazos de unión con el país. En
resumen, la Constitución Política del 5 de febrero de 1917 al regular el otorgamiento
de la nacionalidad, en su artículo 30, fijó en su redacción original:

1. Al ius sanguinis y al ius soli como medios para adquirir la nacionalidad, exigiendo a los
hijos de padres extranjeros nacidos en la República que dentro del año siguiente a su
mayoría de edad optaran por alguna nacionalidad, que de ser la mexicana debían acreditar
que residieron en el país los seis años anteriores a dicha manifestación.
2. Contempló solamente dos especies de naturalización:
— La originaria, para individuos con cinco años consecutivos de residencia en el país, que
tuvieran un modo honesto de vivir y mediante tramitación de su carta de naturalización
ante la Secretaría de Relaciones Exteriores.
— La privilegiada, para indolatinos que se avecinaran en el país y manifestaran su deseo
de adquirir la nacionalidad mexicana.

El 18 de enero de 1934, para vincular a todos los individuos que tuvieran un lazo
con el país, fue reformado el artículo 30, quedando redactado de la siguiente manera:

La nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento o por naturalización:

a) Mexicanos por nacimiento:


I. Los que nazcan en el territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus
padres (ius soli);
II. Los que nazcan en el extranjero de padres mexicanos, ya sea de padre mexicano y ma-
dre extranjera o de madre mexicana y padre desconocido (no habla de madre mexicana y
padre extranjero, ius sanguinis);
III. Los que nazcan abordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o
mercantes (ius soli).

710 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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b) Son mexicanos por naturalización:

Comentario | Artículo 30
I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones Exteriores su Carta de
Naturalización;
II. La mujer extranjera que contraiga matrimonio con mexicano y tenga o establezca su
domicilio dentro del territorio nacional.

Hay que destacar que en esta reforma se ampliaron los supuestos, no obstante, el
ius sanguinis únicamente se admite por línea paterna, ya que la madre no podía impri-
mir la nacionalidad mexicana, a menos que el padre fuera desconocido. Arellano Gar-
cía añade que, asimismo, se otorgaba automáticamente la nacionalidad mexicana a la
mujer extranjera que contrajera matrimonio con mexicano y residiera en el país, pero
no en el caso contrario. Debido a ello, para otorgar igualdad de derechos al varón y a
la mujer se realizaron dos reformas más:

1. La del 26 de diciembre de 1969, en la que se permite a la mujer imprimir la nacionalidad


mexicana por ius sanguinis, estableciéndose: “Son mexicanos por nacimiento […] los que
nazcan en el extranjero de padres mexicanos; de padre mexicano o de madre mexicana”.
2. La del 31 de diciembre de 1974, en la que se impone al varón extranjero la nacionalidad
mexicana al contraer matrimonio con nacional, señalando que “son mexicanos por natura-
lización […] la mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con mujer o varón
mexicanos y tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional”.

En este recorrido histórico-jurídico sobre la nacionalidad, le corresponde el turno


a la Ley de Nacionalidad y Naturalización, promulgada el 19 de enero de 1934, que
estuvo en vigor hasta la Ley de Nacionalidad publicada en el Diario Oficial de la Fe-
deración el 21 de junio de 1993. No fue una denominación adecuada la de Ley de
Nacionalidad y Naturalización, ya que la naturalización es el medio de adquirir la na-
cionalidad después del nacimiento, luego la expresión naturalización está comprendi-
da dentro del vocablo “nacionalidad”; en este aspecto era más acertado el título de la
Ley de 1886 llamada Ley de Extranjería y Naturalización.
La Ley de Nacionalidad y Naturalización de 1934, al repetir el texto de la reforma
constitucional del mismo año, pero sin las reformas que arriba acabamos de comentar
de 1969 y 1974, condicionó solamente el otorgamiento de la nacionalidad mexicana a
favor de la mujer extranjera que contrajera matrimonio con mexicano, o que la intere-
sada la solicitara personalmente a la Secretaría de Relaciones Exteriores y renunciara
a su nacionalidad anterior, atentando de esta forma contra la atribución automática que
aparentemente le concedía el artículo 30, inciso B, fracción II.
Sabemos que el papel de una ley reglamentaria no es el de reproducir el texto
constitucional reglamentado, sino desarrollarlo dentro de los lineamientos que aquél
le fija, así como aclarar el significado y el alcance de los preceptos constitucionales,
y es ahí, precisamente, donde falló o erró su fundamentación la Ley de Nacionalidad y
Naturalización de 1934.
En este análisis acerca de la nacionalidad, vemos que el instrumento legislativo que
regula primordialmente la atribución de la nacionalidad mexicana es la Constitución

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 711


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Política, nuestra Carta Magna, cuya reglamentación, con base en el artículo 73 consti-
Sección tercera | Volumen VII

tucional, fracción XVI, quedó en manos de la Ley de Nacionalidad, promulgada en el


Diario Oficial de la Federación del 21 de junio de 1993, abrogando a la anterior Ley
de Nacionalidad y Naturalización que nos había regido desde 1934. La Ley de Nacio-
nalidad de 1993 regulaba la nacionalidad mexicana de personas físicas y jurídicas,
cuyo texto lo refería de la siguiente manera en su artículo 6º:

La nacionalidad mexicana deberá ser única.


Son mexicanos por nacimiento:
I. Los nacidos en territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres;
II. Los nacidos en el extranjero de padres mexicanos; de padre mexicano o de madre mexi-
cana, y
III. Los nacidos a bordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o mer-
cantes.

Asimismo, establece en su artículo 7º las disposiciones que regulan a los mexica-


nos por naturalización:

I. Los extranjeros a quienes de acuerdo con la presente ley la Secretaría les otorgue carta
de naturalización;
II. La mujer o varón extranjeros que contraigan matrimonio con varón o mujer mexicanos
y tengan o establezcan su domicilio conyugal dentro del territorio nacional.

El artículo 8º declara: “Se presume, salvo prueba en contrario, que el niño expó-
sito hallado en el territorio nacional ha nacido en éste”. Este artículo establece una
presunción iuris tantum, pero sin ningún fundamento constitucional, que obedece a la
voluntad del legislador de cumplir con el principio de que todo individuo debe tener
una nacionalidad y debe tenerla desde su nacimiento. Junto con el articulado de la Ley
de Nacionalidad de 1993, debemos transcribir el artículo 30 constitucional en vigor
en ese momento hasta 1998:

La nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento o por naturalización.


a) Son mexicanos por nacimiento:
I. Los que nazcan en territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de los padres
(ius soli);
II. Los que nazcan en el extranjero de padres mexicanos, de padre mexicano o de madre
mexicana (ius sanguinis), y
III. Los que nazcan a bordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o
mercantes.
b) Son mexicanos por naturalización:
I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones carta de naturalización, y
II. La mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con varón o con mujer mexi-
canos y tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional.

Según la fracción I, por el hecho de haber nacido en territorio mexicano, indepen-


dientemente de cuál sea la nacionalidad de los padres, se otorgó la nacionalidad mexi-

712 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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cana (ius soli), lo cual tuvo una gran trascendencia en México, en virtud de los flujos mi-

Comentario | Artículo 30
gratorios de países como Guatemala, El Salvador y Honduras, dados los conflictos internos
que en su momento experimentaron. Así, del artículo anterior se deriva una naciona-
lidad originaria y para obtenerla se utilizan dos criterios: el ius soli (art. 30, inciso A,
fracciones I y III de la Constitución, y el art. 6º, fracción III, de la Ley de Nacionalidad),
y el ius sanguinis (art. 30, inciso A, fracción II, de la Constitución, y art. 6º, fracción
II, de la Ley de Nacionalidad).
Sin embargo, la Ley de Nacionalidad de 1993 no previó el ius domicili como re-
quisito para adquirir la nacionalidad mexicana de origen, lo cual nos parece funda-
mental en esta época, ya que el Estado tiene la necesidad de impedir la presencia en
su territorio de individuos que no tengan una efectiva vinculación con el Estado mexi-
cano. Por otro lado, de acuerdo con el texto anteriormente transcrito, la nacionalidad
mexicana también es susceptible de atribuirse mediante el proceso de naturalización,
conocido de otra forma como: nacionalidad no originaria o derivada (art. 30, apartado
B de la Constitución, y art. 7º de la Ley de Nacionalidad), en el que el requisito de
residencia en el territorio nacional es de suma importancia.
El apartado B del artículo 30, fracción I, no sufrió modificaciones en 1998, dejan-
do abierta la posibilidad de que las leyes secundarias dicten la normatividad para
obtener la nacionalidad mexicana por la vía de naturalización. El requisito del ius
domicili es de trascendencia para otorgar la nacionalidad mexicana por naturalización;
para demostrarlo, estaban los preceptos que establecía la Ley de Nacionalidad en el
capítulo relativo a la naturalización; es decir, el artículo 14 de la citada ley (referente
al proceso de naturalización considerada como voluntaria ordinaria), mediante la soli-
citud que deberá realizar el extranjero a la Secretaría de Relaciones Exteriores para
naturalizarse mexicano, y que establecía que el extranjero interesado en adquirir la na-
cionalidad mexicana debía acreditar, además de saber hablar el idioma español, su
integración a la cultura nacional, tener domicilio dentro del territorio nacional y “pro-
bar su residencia legal en el país de por lo menos cinco años inmediatamente anterio-
res a la solicitud de naturalización, además de no haber interrumpido esa residencia”.
Por su parte, el artículo 15 de la Ley de Nacionalidad establecía a los extranjeros
que deseasen naturalizarse como mexicanos un requisito de residencia en el país de
un periodo mayor de dos años anteriores a la solicitud, cuando dicho extranjero tuvie-
se hijos mexicanos por nacimiento, fuese originario de un país latinoamericano o de la
península ibérica; o hubiese prestado servicios o realizado obras destacadas que be-
neficien a la nación (la llamada naturalización voluntaria privilegiada). Asimismo, el
principio del ius domicili aparece nuevamente en el artículo 16 de la Ley de Naciona-
lidad y en el artículo 30 constitucional al establecer la naturalización de la mujer o
varón extranjeros que contrajeran matrimonio con nacional, siempre y cuando tuviesen
o estableciesen su domicilio en territorio mexicano (la llamada naturalización automá-
tica o de oficio).
La Ley de Nacionalidad de 1993 sostenía de forma categórica: “La nacionalidad
mexicana deberá ser única”, lo cual viene a ser una tautología, ya que la nacionalidad que
otorga un Estado es única, respecto a ese Estado y su legislación interna, y nunca

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 713


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doble o múltiple. “Por definición, un Estado soberano sólo puede atribuir una sola
Sección tercera | Volumen VII

nacionalidad, y no dos, tres o más nacionalidades, y esto conforme a todo derecho


consuetudinario internacional”, según afirma Alonso Gómez-Robledo.
De hecho, si realizamos una conjugación de los datos históricos y sociológicos,
cristalizados en el ordenamiento jurídico mexicano, vemos que gira alrededor del ca-
rácter único de la nacionalidad mexicana. Antes de las reformas de 1998, objeto de
este comentario, no se había considerado la conveniencia de ampliar y/o tamizar lazos
cuya solidez se estimaba indispensable para la consolidación y el desenvolvimiento de
nuestra Nación-Estado. Por cierto, esta convicción mexicana de que la nacionalidad
debe ser única se reflejaba también en el ámbito universal a través, por ejemplo, del
Instituto de Derecho Internacional, a principios del siglo xx.
La ley de 1993 con respecto a la pérdida de la nacionalidad mexicana establecía
en su artículo 22 las mismas disposiciones que la anterior ley reglamentaria de 1934.
Ante tal “trasiego”, la actual Ley de Nacionalidad del 23 de enero de 1998 contiene
una serie de implementaciones o cambios de gran trascendencia para la nacionalidad
en México que comentaremos a continuación. La actual Ley de Nacionalidad fue pu-
blicada el 23 de enero de 1998 y cuenta con 37 artículos, los cuales, entre otras cues-
tiones, señalan los documentos con los que se acredita la nacionalidad, fija los requi-
sitos para adquirir la nacionalidad por naturalización y la prohibición de la pérdida de
la nacionalidad por nacimiento.
De esta forma, el artículo 19 de esta ley señala los requisitos que se deben llenar
para acceder a la naturalización, entre los cuales encontramos que el extranjero que pre-
tenda naturalizarse deberá acreditar que sabe hablar español, conoce la historia del
país y está integrado a la cultura nacional; además, deberá acreditar una residencia en
territorio nacional mínima de cinco años anteriores a la presentación de la solicitud de
naturalización.
El plazo de residencia que exige la ley disminuye en casos particulares: será de
dos años cuando el interesado sea descendiente en línea recta de un mexicano por
nacimiento; tenga hijos mexicanos por nacimiento; sea originario de un país latinoa-
mericano o de la península ibérica, o haya prestado servicios o realizado obras desta-
cadas en materia cultural, social, científica, técnica, artística, deportiva o empresarial
que beneficien a la nación. Igualmente, el plazo será de dos años en casos en que la
mujer o el varón extranjeros contraigan matrimonio con varón o mujer mexicanos, y
residan en el domicilio conyugal dentro del territorio nacional. El plazo será de un año
de residencia en el caso de adoptados y menores descendientes hasta segundo grado,
sujetos a la patria potestad de mexicanos.
Es de hacer notar que la Ley de Nacionalidad de 1998 no transcribe el artículo 30
constitucional, como su antecesora de 1993, sino que se limita a desarrollar dicho pre-
cepto constitucional haciendo particular énfasis en la nacionalidad por naturalización.
Otro aspecto que hay que resaltar en esta ley es que contiene preceptos que pugnan, en
principio, porque todo individuo debe tener una nacionalidad. Ejemplos de lo anterior:
el caso del niño expósito hallado en territorio nacional, de quien se presume nació en
éste y es de padres mexicanos; el caso en que no se requiere acreditar residencia por

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ser descendiente en línea recta en segundo grado de un mexicano por nacimiento, siem-

Comentario | Artículo 30
pre que no cuente con otra nacionalidad al momento de la solicitud, y el caso de la no
pérdida de nacionalidad mexicana por disolución del matrimonio.

Referencia específica a la reforma


a la Constitución del 20 de marzo de 1997

Las reformas a las que hacemos referencia en cuanto a la nacionalidad, corresponden


a los artículos 30, 32 y 37 constitucionales, y paralelamente a las reformas realizadas a
la Ley de Nacionalidad, a las leyes secundarias, a la legislación estatal, así como a los
convenios, tratados y pactos internacionales ratificados por México en materia de na-
cionalidad. Estas reformas entraron en vigor el mismo día que lo hizo la Ley de Nacio-
nalidad, es decir, el 20 de marzo de 1998. Quizá el aspecto más novedoso de la reforma
es la “no renuncia de la nacionalidad”, sistema que a juicio de Laura Trigueros “su-
cede con frecuencia en los sistemas de influencia anglosajona, por la sobrevivencia del
concepto de alianza personal y perpetua con el soberano”.
En lo que alude concretamente al artículo 30 constitucional, éste ha sufrido cuatro
reformas que ya hemos expresado y que son las siguientes:

a) Diario Oficial de la Federación del 18 de enero de 1934: “Se precisan las condiciones
para adquirir la nacionalidad mexicana: por nacimiento o por naturalización”;
b) Diario Oficial de la Federación del 26 de diciembre de 1969: “La reforma posibilita a
la madre mexicana para que su hijo nacido en el extranjero sea mexicano”;
c) Diario Oficial de la Federación del 31 de diciembre de 1974: “Se faculta al varón ex-
tranjero que contraiga matrimonio con mujer mexicana a adquirir la nacionalidad mexica-
na por naturalización”;
d) Diario Oficial de la Federación del 20 de marzo de 1997:
I) Son mexicanos por nacimiento: […]
II. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos nacidos en territorio nacio-
nal, de padre mexicano nacido en territorio nacional, o de madre mexicana nacida en te-
rritorio nacional;
III. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por naturalización, de
padre mexicano por naturalización, o de madre mexicana por naturalización, y
IV. Los que nazcan abordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o
mercantes.
ii) Son mexicanos por naturalización: […]
II. La mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con varón o con mujer mexi-
canos, que tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional y cumplan con
los demás requisitos que al efecto señale la ley.

La última reforma realizada al artículo 30 constitucional no es realmente signifi-


cativa ni plausible. Antes de la reforma, la fracción II aplicaba el ius sanguinis, pero
con la actual redacción subyacen limitaciones; se agregó el requisito de que los padres
deben haber nacido en territorio nacional, con lo cual la nacionalidad mexicana para
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los nacidos en el extranjero se limita a la primera generación; es decir, los mexicanos


Sección tercera | Volumen VII

nacidos en el extranjero cuyos padres sean mexicanos nacidos en territorio nacional no


podrán otorgar nuevamente la nacionalidad mexicana a sus descendientes, evitando
con ello la posibilidad de “asimilar como nacionales mexicanos a personas totalmente
desvinculadas con los intereses del país”, tal y como señala Contreras Vaca, lo cual no
necesariamente evita esta falta de asimilación. De acuerdo con la nueva formulación
del artículo 30, podemos plantear las siguientes hipótesis:

Primera: La persona nacida en el extranjero, de padres mexicanos nacidos en territorio


nacional. Hipótesis simple que no plantea ninguna complicación.
Segunda: La persona nacida en el extranjero, de padre mexicano nacido en territorio na-
cional y madre nacida en otro país. En este caso, el hijo es mexicano; sin embargo, la fór-
mula es susceptible de provocar la doble o triple nacionalidad, ya que supongamos que si
la madre es de una nacionalidad diferente a la del territorio en donde haya nacido el hijo,
se provocará o potencialmente existiría la posibilidad de varias nacionalidades: la del padre,
que sería mexicana, la del territorio de nacimiento y la de la madre, si el país de origen
sigue el sistema del ius sanguinis.
Tercera: La persona nacida en el extranjero, de madre mexicana nacida en territorio na-
cional y padre nacido en otro país. También como en la anterior hipótesis, el hijo es
mexicano y potencialmente es susceptible de dos o tres nacionalidades, dependiendo del
derecho de los otros países.

Se detalla, sin ninguna necesidad, que los hijos mexicanos por nacimiento (aparta-
do A, fracción II) o por naturalización (apartado A, fracción III) y nacidos en el extran-
jero son mexicanos de origen, transmitiendo la nacionalidad tanto el padre como la
madre. En la fracción III, al igual que en la fracción II, se presenta una hipótesis en
la cual una persona nacida en el extranjero, de padres de nacionalidad mexicana por
naturalización, será mexicana. Ahora bien, como decíamos, los hijos de esta persona
mexicana que nazcan en el extranjero no podrán tener la nacionalidad mexicana, ya que
no se cumplirá con el requisito de haber nacido en territorio mexicano. La fracción III
evita o trata de evitar que existan connacionales desvinculados con el Estado mexicano;
también está presente la posibilidad de la múltiple nacionalidad y, además, reitera que
no se aplica el principio o criterio de atribución de la nacionalidad del ius sanguinis.
La fracción IV otorga la nacionalidad mexicana a los individuos que nacen en
embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o mercantes, en el supuesto de
considerar a dichas embarcaciones o aeronaves como una extensión del territorio mexi-
cano, y en aplicación del ius soli los nacidos abordo de ellas también adquieren la
nacionalidad; sin embargo, este hecho puede presentarse por mera casualidad, por lo
que es posible otorgar la nacionalidad mexicana a individuos totalmente desvinculados
del Estado mexicano. Precisamente, la actual Ley de Nacionalidad trata de evitar que
adquieran la nacionalidad personas que no posean vínculos con México.
Si tomamos como punto de partida los artículos 27 y 42 constitucionales, que se
refieren al territorio, no encontramos a las embarcaciones y aeronaves como parte de él;
por lo tanto, podemos concluir que los mexicanos referidos en la fracción IV no se

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consideran como nacidos en el territorio nacional en los términos mencionados de la

Comentario | Artículo 30
fracción II; además, se debe tomar en cuenta una cuestión práctica en la cual las mu-
jeres que están en los últimos meses de su embarazo, por regla general y por prescrip-
ción médica, no viajan en embarcaciones o aeronaves. Manuel Becerra expresa:

Otra situación que hay que tomar en cuenta, es la de los hijos de extranjeros que hayan
nacido en el territorio que ocupan las embajadas mexicanas. No es una hipótesis lejana
que se da con los asilados en las representaciones mexicanas en el extranjero. Sería lógico que
los niños nacidos en tales circunstancias también tuvieran la nacionalidad mexicana.

Por último, en cuanto a la reforma del apartado B, fracción II, del citado artículo
constitucional, parece tener como objetivo principal, al agregar la expresión: “y cum-
plan con los demás requisitos que al efecto señale la ley”, evitar fraude a esa legislación;
es decir, alude a la posibilidad de celebrar matrimonios de extranjeros con nacionales
con el objetivo de obtener la nacionalidad mexicana al exigir el cumplimiento de los
demás requisitos secundarios que establezcan las leyes reglamentarias; por ello, tanto
el hombre como la mujer que se casen con mexicana o mexicano deberán solicitar
expresamente su nacionalidad mexicana, así se quita a esa atribución el carácter de
automática. En realidad hablamos de una nacionalidad privilegiada a favor del cónyu-
ge del mexicano, por lo cual estimamos de nuevo innecesaria la reforma, pues compe-
te a la ley reglamentaria precisar la disposición constitucional, tal y como hasta la fecha
se ha estado realizando en las respectivas leyes de nacionalidad.

Elementos de la nacionalidad

Por otra parte, siguiendo una continuidad reflexiva de los conceptos jurídicos de nacio-
nalidad podemos extraer o destacar tres elementos esenciales de la nacionalidad, que
son: el Estado que otorga la nacionalidad, el individuo que la recibe y su nexo o vínculo.
El elemento activo lo constituye el Estado, que lo otorga unilateral y discrecional-
mente. El segundo de los elementos enunciados lo forma el llamado elemento pasivo
que es el individuo que la recibe. Las personas jurídicas (o morales) y algunas cosas
también pueden ser elementos pasivos para recibir la nacionalidad, aunque al respec-
to hay diversidad de pareceres que posteriormente analizaremos.
No obstante, hay que destacar que existen casos, más de los que desearíamos, en
los cuales por diversos motivos algunas personas no tienen nacionalidad y se les cono-
ce como apátridas, apoloides o heimatloses.
Y con respecto al nexo o vínculo de nacionalidad hay que distinguir tres criterios:
el ius sanguinis, el ius soli y el ius domicili; es decir, son los criterios que adopta un
determinado Estado y que relaciona a un individuo con dicho Estado.
Elemento activo. La nacionalidad únicamente puede otorgarla un Estado soberano,
es decir, capaz de gestarse y constituirse por sí mismo, cuyo poder no reconozca ningún
otro que lo condicione dentro de sus límites de validez, y sus facultades de “autode-

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terminación, su capacidad de normarse a sí mismo o de darse sus propias leyes y de


Sección tercera | Volumen VII

autolimitación y su capacidad de señalarse campos de acción o de imponerse sus


propias competencias”, impliquen para el Estado la potestad de no ser cuestionado ni
condicionado por nada superior dentro de su ámbito geográfico, cultural y temporal
determinado, lo cual emana del pueblo en un Estado de derecho, ya que la “soberanía
reside esencial y originariamente en el pueblo”, según el artículo 39 constitucional.
El Estado establece el vínculo jurídico, es él el que, unilateralmente, por virtud
de una facultad discrecional, otorga la nacionalidad. El Estado soberano que tiene
reconocida plena competencia para determinar, en materia de nacionalidad, las con-
diciones y requisitos según los cuales debe regirse la nacionalidad de las personas que
constituyen su pueblo, va a reglamentar en su propia legislación la adquisición, pér-
dida, transmisión, entre otros, de su nacionalidad.
Por una parte es discrecional, ya que, como mencionamos anteriormente, es el
Estado con base en su poder autónomo y soberano quien bajo su libre voluntad y arbi-
trio define quiénes, de entre los hombres, van a formar parte de él. El Estado va a in-
dividualizar al grupo humano sobre el que va a ejercer su poder en forma exclusiva, y
al que va a procurar su protección, estableciendo en su ley fundamental y leyes regla-
mentarias las características necesarias que se requieren para que un individuo sea
considerado como parte de su grupo nacional; es decir, necesariamente es el Estado
quien atribuye su nacionalidad, sometiendo a su autoridad a un grupo perfectamente
identificable e identificado.
Sin embargo, es imposible aceptar que solamente la voluntad del Estado, en forma
unilateral, determine la incorporación de una persona a su grupo nacional —y ya no
digamos la concesión al Ejecutivo en la expulsión de extranjeros según el artículo 33
constitucional—. No puede atribuir nacionalidad en forma automática, sino cuando se
trata de la nacionalidad de origen; en los demás casos, es necesaria la aceptación tá-
cita o expresa del individuo.
Por otro lado, en el plano del derecho internacional, aunque tiene reconocida su
plena competencia como Estado soberano en materia de otorgamiento de la nacionali-
dad, esta competencia se puede limitar por medio de tratados o acuerdos internaciona-
les. Su interés deriva de la necesidad de la comunidad internacional de poder identificar
en forma cierta y sin lugar a dudas la pertenencia de un individuo con el pueblo de un
Estado, a efecto de evitar, según Laura Trigueros: “Repercusiones evidentes e impor-
tantes en esta área, como los casos de doble nacionalidad o apátrida”.
El Estado, en materia de nacionalidad, tiene una acepción de autónoma —nos
referimos a la facultad y prerrogativa que posee para introducir en su legislación las
variantes que considere necesarias para proteger sus intereses y definir a su pueblo—,
es reconocida y respetada por los demás Estados en el ámbito internacional, sin impor-
tar el sistema que aquel Estado utilice para otorgar su nacionalidad; sin embargo, como
comentamos anteriormente, existen recomendaciones específicas en los instrumentos
internacionales que instan a los Estados para que atribuyan su nacionalidad cuando
se compruebe que hay una relación estrecha entre ese individuo y él, con la finalidad
de no provocar vínculos de nacionalidad ficticia.

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Elemento pasivo. Como ya especificamos, el Estado, susceptible de atribuir la

Comentario | Artículo 30
nacionalidad, requiere para cumplir con este cometido al individuo como elemento
indispensable, considerado el fundamento que actúa como receptor de la misma. El
Estado necesariamente requiere del grupo nacional como elemento de existencia, afir-
mando que es el individuo que la recibe el elemento pasivo de la nacionalidad; los in-
dividuos, sujetos a la relación que instituye la nacionalidad, tienen reconocidos derechos
y obligaciones en cuanto a la atribución de la misma.
En principio, los derechos que le son reconocidos al individuo son, entre otros, y
salvo disposiciones que establezca la ley: la capacidad de todo individuo para optar
por la nacionalidad que le convenga; poder cambiar de nacionalidad; renunciar a ella
y adquirir otra en lo sucesivo.
Asimismo, el Estado, en sus ordenamientos jurídicos, dispone de una serie de li-
mitaciones frente a sus nacionales, como son: que ninguna persona debe carecer de
nacionalidad, además, el derecho de renuncia se condiciona por la previa adquisición
de una nueva nacionalidad; paralelamente, la persona tiene derecho a solicitar la
atribución de una nacionalidad, mas no lo tiene a que se le atribuya. Sin embargo, aun
cuando se admita la libertad absoluta del individuo para renunciar o cambiar de na-
cionalidad, se requiere siempre del reconocimiento del Estado receptor para que tal
acción tenga plenos efectos. El nacional está “obligado a prestar a su Estado todo su
apoyo y cooperación para garantizar su existencia y su permanencia y la realización de
sus fines en mejoría del pueblo”.
De igual manera, el individuo tiene derecho a gozar, como parte fundamental de
la población, de un determinado Estado y de la protección del mismo. El Estado está
obligado a proporcionar a sus miembros esta finalidad en el contexto interno y, como
ya lo comentamos en otras ocasiones, debe brindar a los individuos los elementos
necesarios para obtener la satisfacción de sus necesidades. La posición en que se
encuentra el individuo frente a un Estado, con respecto a la atribución de la nacio-
nalidad, tiene el carácter de pasiva; sin embargo, el individuo frente al Estado de
que es miembro también tiene una actuación activa respecto a la formación del de-
recho y a la sustentación del poder coactivo de éste. No obstante, esta intervención
activa de parte del pueblo en la formación del orden jurídico general es la que en
nuestro derecho constitucional se comprende bajo la designación de ciudadanía y
que ampliamente han estudiado Jorge Carpizo y Diego Valadés, entre otros doctrina-
rios mexicanos.
El individuo es la persona o sujeto al cual se le atribuye la nacionalidad y sola-
mente puede ser una persona física, ya que la nacionalidad supone la integración del
pueblo y del Estado, y por ello las personas morales, que no son más que los medios
legales que determina el Estado para que un grupo de personas físicas se reúna para
llegar o cumplir con un fin común, no pueden estar comprendidas dentro del pueblo
del Estado. Sin embargo, hay autores que afirman que las personas morales sí tienen
nacionalidad, ya que es un hecho que no se puede ignorar, pero al tratar de caracteri-
zarla llegan a desnaturalizar lo que se ha definido como nacionalidad, ya que los
supuestos y las consecuencias son totalmente distintos.

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Respecto de las personas jurídicas, es importante aclarar la situación en que éstas


Sección tercera | Volumen VII

se encuentran en relación con su nacionalidad, ya que dicha situación ha sido objeto


de diversas contrariedades. Es cierto que la atribución de la nacionalidad se edifica
con base en diversos factores: sociológicos y jurídicos, además del político, que hacen
que un individuo se encuentre íntegramente ligado a un Estado, lo cual implica, como
diría Eduardo Trigueros, un vínculo espiritual resultado de la cotidiana convivencia de
los hombres y de sentimientos e ideas comunes que se expresan en el grupo, como un
sentimiento de unidad, basado en la solidaridad de cada uno de los miembros de la
sociedad, siendo esto posible dentro de un ámbito estatal.
Sería imposible, tomando en cuenta los elementos que hacen que un individuo sea
asimilado como nacional de un Estado, considerar a las personas morales como nacio-
nales del mismo, ya que por su propia naturaleza no pueden influir en la formación de
una nacionalidad; sin embargo, es posible establecer racionalmente una vinculación
jurídica entre las personas morales y el Estado, con respecto a los derechos y deberes
que en relación con un Estado tienen las personas jurídicas, formadas al amparo de
sus leyes, domiciliadas en su territorio o al servicio de los intereses de sus nacionales;
es decir, las personas morales tienen reconocida una personalidad jurídica que conlle-
va a una transposición del concepto de nacionalidad; esta idea de nacionalidad asegu-
ra, en la mayor parte de los Estados, de manera suficiente y espontánea, la expansión
y defensa económica de los mismos, en beneficio de su población, siendo esto, de
manera específica, uno de los fines del Estado, dotando a sus nacionales de esa pro-
tección, conservación y bienestar que está obligado a otorgar.
A las personas morales se les reconoce una personalidad jurídica, que implica una
traslación del concepto de nacionalidad. Cualquier criterio que se utilice para deter-
minar la nacionalidad de las personas morales es incorrecto, según Muñoz Rojas:

La existencia de las personas morales se debe a una creación del derecho y por lo tanto no
debemos buscar su nacionalidad como un punto de conexión para un determinado sistema
jurídico, sino que lo más conveniente es buscar su estatuto jurídico que lo regule y lo
identifique como centro de obligaciones y derechos.

Nexo o vínculo de la nacionalidad. El nexo o vínculo de la nacionalidad es ese ligamen,


fuerte y generalmente indisoluble, que jurídicamente une a la persona con el poder
gubernamental, con el Estado. Es el elemento que relaciona al Estado con el individuo.
El fenómeno del ligamen jurídico se instituye, históricamente, con base en la perte-
nencia de un individuo a una comunidad. Esta vinculación jurídica establecida en
razón de pertenencia, entendida ésta como la circunstancia de que la persona física o
moral sea atribuible a un Estado, obedece a factores históricos, a necesidades del
Estado y a consideraciones del orden internacional. El vínculo jurídico que posee en
su base un hecho social de cohesión, adhesión y unión efectiva de existencia, intereses
y sentimientos entre un individuo y el Estado al que pertenece, significa que esa “unión
o interdependencia entre la persona y el Estado es uno de los ligamentos que vienen a
formar el vínculo”.18
18
 Xavier San Martín y Torres, Nacionalidad y extranjería, México, edit. Mar, 1954, p. 13.

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El vínculo de la nacionalidad no implica una manifestación de voluntad, sino que

Comentario | Artículo 30
es una situación que opera por el derecho mismo, independientemente de las inclina-
ciones o determinaciones particulares del hombre o del que gobierna.
Debido a la existencia del vínculo jurídico de la nacionalidad, el Estado puede
imponer su nacionalidad a todos aquellos individuos que estén al alcance de su fuerza
coactiva, de acuerdo con los ordenamientos jurídicos que señalan quienes de entre los
hombres han de integrar su pueblo, es decir, atendiendo a aquellas disposiciones que
el Estado establezca para atribuir su nacionalidad. Son tres los grandes principios
clásicos en que se dividen las legislaciones en el mundo:

1) Ius sanguinis. Desde el nacimiento se atribuye al individuo la nacionalidad de sus padres,


ya que los vínculos de sangre se la imprimen. El menor ha recibido de los padres las ca-
racterísticas inmanentes de la raza, lazos de sangre que aseguran la continuación de la
misma favoreciendo, de esa manera, la existencia del Estado (que dejaría de existir si los
hijos no tomaran la nacionalidad de sus padres).

Este criterio fue seguido por Roma, era forzosamente ciudadano romano aquel que
tenía por padre a un ciudadano romano, cualquiera que fuese el lugar del nacimiento
del hijo.

2. Ius soli. La nacionalidad se determina por el lugar de nacimiento. No puede negarse la


influencia decisiva del medio, de la educación recibida en un país; además, el ius sangui-
nis frente al ius soli puede ser peligroso para los Estados con alta inmigración de extranje-
ros, que deseen aumentar el número de sus nacionales.
3. Ius domicili. Para otorgar su nacionalidad se exige que el interesado acredite un tiempo
de residencia en su territorio para asegurar una efectiva vinculación.

Hay naciones que en sus legislaciones establecen una mezcla de dos o tres de los
criterios indicados, son las denominadas posturas eclécticas. A modo de conclusión,
la reforma constitucional del artículo 30 ahonda en la distinción entre mexicanos de
origen y mexicanos por naturalización.
Surge, en esta dirección, una discriminación en contra de los mexicanos por natu-
ralización. Restringir al extranjero —que decidió y se comprometió a ser leal a la nación
mexicana, que renunció a su nacionalidad de origen— la posibilidad de optar a la doble
nacionalidad es crear nacionales de segunda. Nuestros legisladores hubieran podido
hacer uso de la comparación para estudiar aquellos países que se encuentran más avan-
zados en este tipo de legislación, y así constatar que la mayoría de la normatividad al
respecto da un lugar de verdadera preponderancia a los nacionales por naturalización.
La utilidad de la comparación no solamente estriba en conocer mejor la esencia de
nuestro derecho, sino en mejorar, precisamente, nuestro derecho.
Con la actual redacción subyacen limitaciones. En el momento en el que se agregó
el requisito de que los padres deben de haber nacido en territorio nacional, se limita
la nacionalidad mexicana de origen para los nacidos en el extranjero, a la primera

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 721


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generación; es decir, los mexicanos nacidos en el extranjero, cuyos padres sean mexi-
Sección tercera | Volumen VII

canos nacidos en territorio nacional, no podrán otorgar nuevamente la nacionalidad


mexicana a sus descendientes. La actual Ley de Nacionalidad, cometiendo otros erro-
res en este contexto, trata de evitar que adquieran la nacionalidad personas que no
posean vínculos con México.

Derecho comparado

Hay autores que se cuestionaron la necesidad de una reforma de esta envergadura para
proteger a nuestros connacionales en el extranjero, concretamente en los Estados Uni-
dos de América. Opinan que incluso con la reforma en vigor no se solventarán los
problemas que subyacen en la comunidad mexicana residente en Estados Unidos, por
ejemplo. Si realizamos un repaso, sucinto, por el ámbito internacional y comparamos
algunas de las más modernas y actuales Constituciones latinoamericanas, fundamen-
talmente, tenemos que poco difieren del vigente artículo 30 constitucional mexicano
en cuanto al establecimiento de la nacionalidad por nacimiento o de origen, y la natu-
ralizada o derivada.
Así, en Bolivia, su Constitución reformada el 20 de febrero de 2004 establece en
su artículo 36 que:

Son bolivianos de origen:


1. Los nacidos en el territorio de la República, con excepción de los hijos de extranjeros
que se encuentren en Bolivia al servicio de su gobierno.
2. Los nacidos en el extranjero de padre o madre bolivianos por el solo hecho de avecin-
darse en el territorio nacional o de inscribirse en los consulados.

Quizá la Constitución boliviana restringe más la nacionalidad de origen sin darle


la “extensión” que nuestra Carta Magna le da a los nacidos en embarcaciones, aerona-
ves e incluso, como comentamos, consulados mexicanos en el extranjero. De igual
manera no contempla, expresamente, la posibilidad de considerar como nacionales de
origen a los hijos de padres naturalizados. Se tendría que consultar la legislación se-
cundaria para ver si realmente no estuvo en el ánimo del legislador boliviano y fue
simplemente un lapsus constitucional. En su artículo 37 establece que:

Son bolivianos por naturalización:


1. Los españoles y latinoamericanos que adquieren la nacionalidad boliviana sin hacer
renuncia de la de su origen, cuando existan, a título de reciprocidad, convenios de nacio-
nalidad plural con sus gobiernos respectivos.
2. Los extranjeros que habiendo residido dos años en la República declaren su voluntad
de adquirir la nacionalidad boliviana y obtengan carta de naturalización conforme a la ley.
El tiempo de permanencia se reducirá a un año tratándose de extranjeros que se encuentren
en los casos siguientes:
a) Que tengan cónyuge o hijos bolivianos;

722 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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b) Que se dediquen regularmente al trabajo agrícola o industrial;

Comentario | Artículo 30
c) Que ejerzan funciones educativas, científicas o técnicas;
3. Los extranjeros que a la edad legalmente requerida presten el servicio militar;
4. Los extranjeros que por sus servicios al país la obtengan de la Cámara de Senadores.

Este artículo contempla la doble nacionalidad de aquellos considerados como


privilegiados por sus raíces culturales e históricas, nos referimos a los españoles y
latinoamericanos que adquieran la nacionalidad boliviana, siempre y cuando haya
reciprocidad internacional. También incluye en los naturalizados una serie de modali-
dades o plazos determinados de residencia, dos años y un año según los supuestos en
Bolivia, para así integrar a estos nacionales como parte de su población.
La Constitución colombiana de 1991, de manera semejante a lo comentado con
respecto a México y Bolivia, enuncia el principio de no pérdida de la nacionalidad
colombiana o doble nacionalidad, al estipular en su artículo 96 que “Ningún colom-
biano por nacimiento podrá ser privado de su nacionalidad”, restringiendo la doble
nacionalidad a los colombianos de origen y excluyendo o discriminando, tal y como lo
realiza México, a los colombianos naturalizados o por adopción, según su terminología.
Así, el mencionado artículo 96 expresa que:

Son nacionales colombianos:


1. Por nacimiento:
a) Los naturales de Colombia, con una de dos condiciones: que el padre o la madre hayan
sido naturales o nacionales colombianos o que, siendo hijos extranjeros, alguno de sus
padres estuviere domiciliado en la República en el momento de su nacimiento.
b) Los hijos de padre o madre colombianos que hubieren nacido en tierra extranjera y
luego se domiciliaren en la República.
2. Por adopción:
a) Los extranjeros que soliciten y obtengan carta de naturalización, de acuerdo con la ley,
la cual establecerá los casos en los cuales se pierde la nacionalidad colombiana por adop-
ción.
b) Los latinoamericanos y del Caribe por nacimiento domiciliados en Colombia, que con
autorización del Gobierno y de acuerdo con la ley y el principio de reciprocidad, pidan ser
inscritos como colombianos ante la municipalidad donde se establecieren.
c) Los miembros de pueblos indígenas que comparten territorios fronterizos, con aplicación
del principio de reciprocidad según tratados públicos.

Ningún colombiano por nacimiento podrá ser privado de su nacionalidad.

La calidad de nacional colombiano no se pierde por el hecho de adquirir otra nacionalidad.


Los nacionales por adopción no estarán obligados a renunciar a su nacionalidad de origen
o adopción.

Quienes hayan renunciado a la nacionalidad colombiana podrán recobrarla con arreglo a


la ley.

Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 723


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De manera semejante, actualiza Costa Rica su Constitución de 1999 y así estable-


Sección tercera | Volumen VII

ce en su artículo 13 que:

Son costarricenses por nacimiento:


1. El hijo de padre o madre costarricense nacido en el territorio de la República;
2. El hijo de padre o madre costarricense por nacimiento, que nazca en el extranjero, y se
inscriba como tal en el Registro Civil, por la voluntad del progenitor costarricense, mientras
sea menor de edad, o por la propia hasta cumplir veinticinco años;
3. El hijo de padres extranjeros nacido en Costa Rica que se inscriba como costarricense,
por voluntad de cualquiera de sus progenitores mientras sea menor de edad, o por la propia
hasta cumplir veinticinco años;
4. El infante, de padres ignorados, encontrado en Costa Rica.

El siguiente artículo, el 14, se refiere a los naturalizados así:

Son costarricenses por naturalización:


1. Los que han adquirido esta nacionalidad en virtud de leyes anteriores;
2. Los nacionales de otros países de Centroamérica, los españoles y los iberoamericanos
por nacimiento que hayan residido oficialmente en el país durante cinco años y que cumplan
con los demás requisitos que fije la ley;
3. Los centroamericanos, los españoles o iberoamericanos que no lo sean por nacimiento
y los demás extranjeros que hayan residido oficialmente en el país durante siete años como
mínimo y que cumplan con los demás requisitos que fija la ley;
4. La mujer extranjera que al casar con costarricense pierda su nacionalidad, o que mani-
fieste su deseo de ser costarricense;
5. Las personas extranjeras que al casarse con costarricenses pierdan su nacionalidad o
que luego de haber estado casadas dos años con costarricenses, y de residir por ese mismo
periodo en el país, manifiesten su deseo de adquirir la nacionalidad costarricense;
6. Quienes reciban la nacionalidad honorífica otorgada por la Asamblea Legislativa.

Aquí, quizás la observación más notoria sería la diferencia de los plazos para poder
obtener la naturalización, 7 años, y la insistencia en reconocer a la mujer extranjera su
nacionalidad por naturalización al casarse con costarricense y dejar sin contemplar al
hombre extranjero.
Cuba, en su Constitución reformada en 1992 establece en su artículo 28: “La
ciudadanía cubana se adquiere por nacimiento o por naturalización”. Y según el artí-
culo 29:

Son ciudadanos cubanos por nacimiento:


a) Los nacidos en el territorio nacional, con excepción de los hijos de extranjeros que se
encuentren al servicio de su gobierno o de organismos internacionales. La ley establece
los requisitos y las formalidades para el caso de los hijos extranjeros residentes no perma-
nentes en el país;
b) Los nacidos en el extranjero de padre o madre cubanos que se hallen cumpliendo misión
oficial;

724 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones


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c) Los nacidos en el extranjero, de padre o madre naturales de la República de Cuba

Comentario | Artículo 30
que hayan perdido la ciudadanía cubana, siempre que la reclamen en la forma que señala
la ley;
d) Los extranjeros que por méritos excepcionales alcanzados en las luchas por la liberación
de Cuba fueron considerados ciudadanos cubanos por nacimiento.

El artículo 30, establece que:

Son ciudadanos cubanos por naturalización:


a) Los extranjeros que adquieren la ciudadanía de acuerdo con lo establecido en la ley;
b) Los que hubiesen servido a la lucha armada contra la tiranía derrocada el primero de
enero de 1959, siempre que acrediten esa condición en la forma legalmente establecida;
c) Los que habiendo sido privados arbitrariamente de su ciudadanía de origen obtengan la
cubana por acuerdo expreso del Consejo de Estado.

La Constitución de Venezuela, de 1999, expresa en su artículo 32 que:

Son venezolanos y venezolanas por nacimiento:


1. Toda persona nacida en el territorio de la República.
2. Toda persona nacida en territorio extranjero, hijo o hija de padre venezolano por naci-
miento y madre venezolana por nacimiento.
3. Toda persona nacida en territorio extranjero, hijo o hija de padre venezolano por naci-
miento o madre venezolana por nacimiento, siempre que establezcan su residencia en el
territorio de la República o declaren su voluntad de acogerse a la nacionalidad venezolana.
4. Toda persona nacida en territorio extranjero de padre venezolano por naturalización o
madre venezolana por naturalización siempre que antes de cumplir dieciocho años de edad,
establezca su residencia en el territorio de la República y antes de cumplir veinticinco
años de edad declare su voluntad de acogerse a la nacionalidad venezolana.

El artículo 33 se circunscribe a la naturalización, y así:

Son venezolanos y venezolanas por naturalización:


1. Los extranjeros o extranjeras que obtengan carta de naturaleza. A tal fin deberán tener
domicilio en Venezuela con residencia ininterrumpida de, por lo menos, diez años, inme-
diatamente anteriores a la fecha de la respectiva solicitud. El tiempo de residencia se
reducirá a cinco años en el caso de aquellos y aquellas que tuvieren la nacionalidad ori-
ginaria de España, Portugal, Italia, países latinoamericanos y del Caribe.
2. Los extranjeros o extranjeras que contraigan matrimonio con venezolanas o venezolanos
desde que declaren su voluntad de serlo, transcurridos por lo menos cinco años a partir de
la fecha del matrimonio.
3. Los extranjeros o extranjeras menores de edad para la fecha de la naturalización del
padre o de la madre que ejerza sobre ellos la patria potestad, siempre que declaren su
voluntad de ser venezolanos o venezolanas antes de cumplir los veintiún años de edad y
hayan residido en Venezuela, ininterrumpidamente, durante los cinco años anteriores a
dicha declaración.

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Son muchas más las Constituciones latinoamericanas que pudieran ser objeto de
Sección tercera | Volumen VII

comentario, dada su reciente aparición en la década de los 90 fundamentalmente, a


ellas nos referimos y en especial a la Constitución de Argentina de 1994, Ecuador de
1998, Panamá de 1994, Paraguay de 1992, Perú de 1993, República Dominicana de
1994 o Uruguay de 1997.

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Artículo 30

Trayectoria constitucional

30 Primera reforma
Diario Oficial de la Federación: 18-I-1934
XXXV Legislatura (1-IX-32/31-VIII-34)
Presidencia de Abelardo L. Rodríguez, 3-IX-32/30-XI-34

Se precisan las condiciones para adquirir la nacionalidad mexicana: por nacimiento o


por naturalización.

Segunda reforma
Diario Oficial de la Federación: 26-XII-1969
XLVII Legislatura (1-IX-67/31-VIII-70)
Presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, 1-XII-64/30-XI-70

La reforma posibilita a la madre mexicana para que su hijo nacido en el extranjero sea
mexicano.

Tercera reforma
Diario Oficial de la Federación: 31-XII-1974
XLIX Legislatura (1-IX-73/31-VIII-76)
Presidencia de Luis Echeverría Álvarez, 1-XII-70/30-XI-76

Se faculta al varón extranjero que contraiga matrimonio con mujer mexicana a adquirir
la nacionalidad mexicana por naturalización.

Cuarta reforma
Diario Oficial de la Federación: 20-III-1997
LVI Legislatura (1-XI-94/31-VIII-97)
Presidencia de Ernesto Zedillo Ponce de León, 1-XII-94/30-XI-00

Se establece el reconocimiento de la doble nacionalidad.

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Quinta reforma

Trayectoria constitucional | Artículo 30


Diario Oficial de la Federación: 22-VII-2004
LIX Legislatura (1-IX-03/31-VIII-06)
Presidencia de Vicente Fox Quesada, 1-XII-00/30-XI-06

Se reformó el artículo transitorio del decreto de reformas relativo al tema de la doble


nacionalidad, que en parte guarda relación con la modificación constitucional antes
referida (20 de marzo de 1997). Con la reforma al transitorio se especificó que quienes
hayan perdido su nacionalidad mexicana por nacimiento por haber adquirido una na-
cionalidad extranjera, y se encuentren en pleno goce de sus derechos, podrán acogerse
a lo dispuesto por el artículo 37 de la Constitución.

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