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PREPARACION

Vi que nadie podrá participar del "refrigerio" a menos que haya vencido todas las
tentaciones y triunfado del orgullo el egoísmo, el amor al mundo y toda palabra y
obra malas. Por lo tanto, debemos acercamos más y más al Señor y buscar
anhelosamente la preparación necesaria que nos habilite para permanecer firmes
en la batalla, en el día del Señor. Recuerden todos que Dios es santo y que
únicamente seres santos podrán morar alguna vez en su presencia.*

Si queremos permanecer firmes durante el tiempo de prueba, ahora, en tiempos


de paz, debemos obtener una experiencia viva en las cosas de Dios. Ahora
debemos aprender a comprender cuál es la profunda obra del Espíritu de Dios. En
todas las cosas Cristo debe ser nuestro todo, el Alfa y la Omega, el primero y el
último, el principio y el fin.*

Es en la crisis cuando se revela el carácter. . . La gran prueba final viene a la


terminación del tiempo de gracia, cuando será demasiado tarde para que la
necesidad del alma sea suplida.

No se dejen sin tratar las solemnes escenas que la profecía ha revelado. Si


nuestros hermanos estuvieran despiertos aunque fuera a medias, si se dieran
cuenta de la cercanía de los sucesos descriptos en el Apocalipsis, se realizaría
una reforma en nuestras iglesias, y muchos más creerían el mensaje. No tenemos
tiempo que perder. . .

Satanás ha preparado diversas trampas para hacer frente a las distintas clases de
mentes. Cuando se invalide la ley de Dios la iglesia será zarandeada por pruebas
terribles, y una proporción más elevada de la que ahora anticipamos, prestará
atención a espíritus seductores y a doctrinas de demonios.
En lugar de ser fortalecidos cuando son puestos en dificultades, muchos
demostrarán que no son sarmientos vivientes de la Vid verdadera. . .

Por la luz que Dios me ha dado, sé que las potestades de las tinieblas están
obrando con intensa energía desde abajo, y con paso furtivo Satanás está
avanzando para sorprender a los que duermen ahora, como un lobo que se
apodera de su presa. Tenemos amonestaciones que podemos dar ahora, una
obra que podemos hacer ahora; pero pronto ello será más difícil de lo que
podemos imaginarnos.

Vi que muchos descuidaban la preparación tan necesaria, esperando que el


tiempo del "refrigerio" y la "lluvia tardía" los preparase para sostenerse en el día
del Señor y vivir en su presencia. ¡Oh! ¡Y a cuántos vi sin amparo en el tiempo
de angustia! Habían descuidado la necesaria preparación, y por lo tanto no
podían recibir el refrigerio que todos deben tener para poder vivir en la presencia
de un Dios Santo. Quienes. . . no purifiquen sus almas mediante la obediencia a
toda la verdad. . . llegarán al tiempo de las plagas, y entonces echarán de ver que
les hubiera sido necesario ser tallados y escuadrados para la edificación. Pero
entonces no habrá ya tiempo para ello ni tampoco Mediador que abogue por
ellos ante el Padre. Antes de ese tiempo se habrá promulgado la solemne
declaración que dice: "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo,
sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es
santo, santifíquese todavía" (Apoc. 22: 11).
Vi que nadie podía participar del "refrigerio" a menos que venciera todas las
tentaciones y triunfara contra el orgullo, el egoísmo, el amor al mundo y toda
palabra y obra mala.

Se me ha mostrado que muchos de los que profesan conocer la verdad presente


no saben lo que creen. No comprenden las evidencias de su fe. No tienen justo
aprecio de la obra para el tiempo actual. Cuando venga el tiempo de prueba,
habrá hombres que, si bien están predicando ahora a otros, al examinar sus
creencias hallarán que hay muchas cosas de las cuales no pueden dar una razón
satisfactoria. Hasta que no sean así probados, no conocerán su gran ignorancia. Y
en la iglesia son muchos los que se figuran comprender lo que creen, y no se
percatarán de su propia debilidad mientras no se levante una controversia.
Cuando estén separados de los que sostienen la misma fe, y estén obligados a
destacarse solos para explicar su creencia, se sorprenderán al ver cuán confusas
son sus ideas de lo que habían aceptado como verdad.

Hay muchos que no permanecen a los pies de Jesús para aprender de él. No
conocen sus caminos; no están preparados para su venida. La espera del Señor
es fingida.
No han velado y orado con esa fe que obra por el amor y purifica el alma. Han
vivido una vida descuidada. Han escuchado la verdad y han estado de acuerdo
con ella, pero nunca la han incorporado a su vida práctica. . .

Los cristianos deben prepararse para lo que pronto ha de estallar sobre el mundo
como sorpresa abrumadora, y deben hacerlo estudiando diligentemente la
Palabra de Dios y esforzándose por conformar su vida con sus preceptos.*

Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los


defectos de carácter o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y
disposición. Si es que ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de
aquel tiempo.
Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han
conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque
final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados,
permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine
sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para
proseguir su proceso de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo
esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora debe realizarse esta
obra en nosotros.

Mar. 13: 33; Apoc. 3: 3

ARREPENTIMIENTO

Aun cuando los hijos de Dios se ven rodeados de enemigos que tratan de
destruirlos, la angustia que sufren no procede del temor de ser perseguidos a
causa de la verdad; lo que temen es no haberse arrepentido de cada pecado y
que debido a alguna falta por ellos cometida no puedan ver realizada en ellos la
promesa del Salvador: "Yo también te guardaré de la hora de prueba que ha de
venir sobre todo el mundo" (Apoc. 3: 10, VM).

Tan pronto como los libros fueron abiertos, y los ojos de Jesús contemplaron a los
impíos, éstos fueron conscientes de cada pecado que alguna vez cometieron.
Vieron con exactitud dónde se apartaron sus pies del camino de la pureza y la
santidad, y cuán lejos los llevaron el orgullo y la rebelión en la violación de la ley
de Dios. Las seductoras tentaciones que ellos alentaron por su complacencia con
el pecado, las bendiciones pervertidas, las ondas de gracia rechazadas por el
corazón obstinado e impenitente, todo apareció como si estuviera escrito con
letras de fuego.

Entonces fue evidente para todos que la paga del pecado no es noble
independencia y vida eterna, sino esclavitud, ruina y muerte. Los impíos vieron
lo
que perdieron por causa de su vida rebelde. Despreciaron el más excelente y
eterno peso de gloria 446 cuando éste les fue ofrecido; pero cuán deseable les
parecía entonces. "Todo esto -clamaba el alma perdida- habría sido mío, pero
decidí poner lejos de mí todas estas cosas. ¡Oh, qué extraña infatuación! He
entregado la paz, la felicidad y el amor a cambio de la miseria, la infamia y la
desesperación". Todos se dieron cuenta de que su exclusión del cielo era justa.
Mediante sus vidas manifestaron que no querían que Jesús reinara sobre ellos.

En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de los que no se
haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del
libro de la vida. . .

Esta es la gran preocupación que cada cual debe sentir. ¿Están perdonados mis
pecados? ¿Ha quitado mi culpa Cristo, el Portador del pecado? ¿Tengo yo un
corazón limpio, purificado por la justicia de Cristo? ¡Ay del alma que no esté
buscando refugio en Cristo! ¡Ay de los que de alguna manera apartan la mente de
la obra e inducen a alguna alma a ser menos vigilante ahora. . .

PENSAMIENTOS

Los pensamientos contaminados albergados llegan a ser hábito y el alma queda


desfigurada y contaminada. Una vez cometida una mala acción, queda una
mancha que no la puede quitar sino la sangre de Cristo; y si el hábito no es
rechazado con firme determinación, el alma se corrompe y las corrientes que
fluyen de esta fuente corrompida contaminarán a otros.

Debe refrenarse un espíritu trivial, temerario y bromista. No es evidencia de los


efectos de la gracia de Dios sobre el corazón que las personas hablen y oren con
talento en la reunión, y luego, cuando han salido de ella, se entreguen a una
conversación y conducta grosera y descuidada. . .

Debéis mantenemos alejados del terreno encantado de Satanás y no permitir que


vuestras mentes sean apartadas de la fidelidad a Dios. Mediante Cristo podéis y
debéis ser felices y adquirir hábitos de dominio propio. Hasta vuestros
pensamientos deben ser sometidos a la voluntad de Dios y vuestros sentimientos
al dominio de la razón y la religión. No os fue dada la imaginación para que se le
permitiese correr tumultuosamente y salirse con la suya, sin hacer ningún esfuerzo
por refrenarla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos
serán malos; y los pensamientos y sentimientos combinados forman el carácter
moral. . . Si cedéis a vuestras impresiones y permitís que vuestros pensamientos
vayan por un camino de suspicacia, duda y descontento, os contaréis entre los
más desgraciados de los mortales.*
CARÁCTER

La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio


propio.

El amor de Dios para con sus hijos durante el período de su prueba más dura es
tan grande y tan tierno como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan
pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la
imagen de Cristo se refleje perfectamente.

Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes


situaciones a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan
ciertas pruebas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso,
el corazón es probado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de
Dios, encuentran que su corazón se opone a esta obra directa, deben
convencerse de que tienen que hacer algo para vencer. . . Algunos están
dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro, lo rehuyen y
retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de
ver lo que hay en su corazón que los aísla de Jesús. Hay algo que aprecian más
que la verdad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos
son probados durante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos. . . Los
que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier
precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo Fiel y recibirán la lluvia
tardía, y estarán preparados para la traslación.

Nada que no sea la santidad te preparará para el cielo. Es la piedad sincera y


experimental lo único que puede darte un carácter puro y elevado, y habilitarte
para entrar en la presencia de Dios, quien mora en luz inaccesible. Esta tierra es el
único lugar donde debemos adquirir el carácter celestial.

No hemos de elevar nuestra norma tan sólo un poquito sobre la norma del mundo,
sino que hemos de hacer la diferencia incontestablemente evidente. . .
No es cosa fácil obtener el inestimable tesoro de la vida eterna. Nadie puede
hacer esto e ir a la deriva con la corriente del mundo. Ha de salir del mundo,
separarse de él, y no tocar lo inmundo. Nadie puede proceder como un mundano
sin ser arrastrado por la corriente del mundo.

La vigilancia individual es el precio de la seguridad.

Examinad escrupulosamente vuestro corazón a la luz de la eternidad. No


escondáis nada. Examinadlo, ¡oh, sí! examinadlo como si en ello os fuera la vida,
y condenaos, dictad sentencia sobre vosotros, y entonces, por fe, pedid que la
sangre purificadora de Cristo elimine toda mancha de vuestro carácter cristiano.
No os aduléis ni os excuséis. Tratad lealmente con vuestra propia alma. Entonces,
al veros pecadores caed quebrantados a los pies de la cruz. Jesús os recibirá, tan
contaminados como estáis, y os lavará con su sangre, y limpiará de vosotros toda
contaminación, y os hará idóneos para participar de la compañía de los ángeles
celestiales, en un cielo puro y armonioso.

"¿Compareceré sin mancha delante del trono de Dios?" Sólo los inmaculados
estarán allí. Nadie será transportado al cielo mientras su corazón esté lleno de la
basura de la tierra. Todo defecto del carácter moral debe ser remediado
previamente, toda mancha eliminada por la sangre purificadora de Cristo.*
Una y otra vez se me ha mostrado que Dios está tratando de llevarnos de vuelta,
paso a paso, hacia su plan original, es a saber, que el hombre subsista
dependiendo de los productos naturales le la tierra. El consumo de carne será
abandonado oportunamente entre los que esperan la venida del Señor; la carne
dejará de formar parte de su régimen alimentario.*

Los que profesan piedad no consideren con indiferencia la salud del cuerpo, ni se
engañen con la idea de que la intemperancia no es pecado y que no ha de afectar
a su espiritualidad. Existe una íntima relación entre la naturaleza física y la
moral.
La norma de la virtud se eleva o se degrada según sean los hábitos físicos. El
consumo excesivo de los mejores alimentos producirá morbosidad en los
sentimientos morales. Y si los alimentos no son de los más saludables, los efectos
serán más perjudiciales todavía. Todo hábito que no promueva el funcionamiento
saludable del organismo humano, degrada las facultades más elevadas y nobles.
Los hábitos equivocados referentes a la bebida y la comida, inducen a error en el
pensamiento y la acción. La complacencia del apetito fortalece las inclinaciones
animales, dándoles la supremacía sobre las facultades mentales y espirituales.*

Un mal rasgo de carácter, el albergar un deseo pecaminoso, neutralizará con el


tiempo todo el poder del Evangelio. . . Los dolores del deber y los placeres del
pecado son las cuerdas con las cuales Satanás enlaza a los hombres en sus
trampas. Los que estén dispuestos a morir antes que cometer un acto malo,
serán los únicos a quienes se considerará fieles.*

Cristo. . . es la escalera. La base de ella está firmemente asegurada en la tierra


por su humanidad; el peldaño más alto alcanza hasta el trono de Dios por su
divinidad. La humanidad de Cristo abraza a la humanidad caída en tanto que su
divinidad se ase al trono de Dios. Somos salvos cuando ascendemos peldaño tras
peldaño en la escalera, mirando a Cristo, ascendiendo paso a paso hasta la altura
de Cristo, de modo que él sea hecho para nosotros sabiduría, y justicia, y
santificación y redención. Fe, virtud, ciencia, templanza, paciencia, bondad, amor
fraternal y caridad, son los peldaños de esta escalera. Todas estas gracias deben
manifestarse en el carácter cristiano; y "haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino
eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Ped. 1: 10, 11).*

Ahora es el momento de recibir gracia, fortaleza y poder para combinarlos con


nuestros esfuerzos humanos a fin de que podamos formar caracteres para la vida
eterna.

CARÁCTER CRISTO

Aprended del que dijo: "Soy manso y humilde de corazón" (Mat. 11: 29). Al
aprender de él, hallaréis descanso. Día tras día obtendréis experiencia en las
cosas de Dios; día tras día comprenderéis la grandeza de su salvación y cuán
gloriosa es la unión con él. Constantemente aprenderéis mejor a vivir como
Cristo, y constantemente creceréis más a semejanza del Salvador.

Sería bueno que dedicásemos una hora de meditación cada día para repasar la
vida de Cristo desde el pesebre hasta el Calvario. Debemos considerarla punto
por punto, y dejar que la imaginación capte vívidamente cada escena,
especialmente las finales de su vida terrenal. Al contemplar así sus enseñanzas y
sus sufrimientos, y el sacrificio infinito que hizo para la salvación de la familia
humana, podemos fortalecer nuestra fe, vivificar nuestro amor, compenetrarnos
más profundamente del espíritu que sostuvo a nuestro Salvador.

Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad


se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los
pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar
vestidos con el manto de su justicia.
Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de hojas de higuera,
no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justicia.*

Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel. (Amós 4: 12).


Suponed que Cristo apareciera hoy en las nubes de los cielos, ¿quién. . . estaría
listo para salir a su encuentro? Suponed que fuéramos trasladados al reino de los
cielos tales como somos, ¿estaríamos preparados para unirnos con los santos de
Dios, para vivir en armonía con la familia real, con los hijos del Rey celestial?
¿Qué preparación habéis hecho para el juicio? ¿Habéis hecho las paces con
Dios? ¿Estáis colaborando con Dios? ¿Estáis tratando de ayudar a los que os
rodean en vuestra casa, en vuestro vecindario, a aquellos con quienes os
relacionáis y que no están guardando los mandamientos de Dios?. . . ¿Nos
estamos preparando para salir al encuentro del Rey?.
Sólo serán dignos de recibir la corona de vida, inmarcesible, aquellos en cuyo
interior se haya formado Cristo.*

El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres. La


felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de
Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado
por ser santos en la tierra

ABNEGACION

La tentación más poderosa no puede excusar el pecado. Por intensa que sea la
presión ejercida sobre el alma, la transgresión es un acto nuestro. Ni la tierra ni el
infierno tienen poder para obligar a nadie a pecar. Debe haber consentimiento de
la voluntad, sometimiento del corazón, pues de otro modo la pasión no puede
vencer a la razón, ni la iniquidad triunfar sobre la justicia.*

En el mundo natural, si dejáis un campo abandonado, lo veréis cubrirse de espinas


y cardos; pero para que produzca preciosa semilla o hermosas flores, hay que
poner cuidado y labor incesantes.

La pureza y la devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. Si


bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios, sin embargo él examinará
el caso de cada individuo de un modo tan rígido y minucioso como si no hubiese
otro ser en la tierra. Cada cual tiene que ser probado y encontrado sin mancha,
ni arruga, ni cosa semejante.

Los tiempos de apuro y angustia que nos esperan requieren una fe capaz de
soportar el cansancio, la demora y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de
las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos a fin de que
se preparen para aquel momento. . . Todos los que se aferren a las promesas de
Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen
éxito como él.

Vi que algunos apenas saben lo que es la abnegación o el sacrificio, o lo que


significa sufrir por causa de la verdad. Pero nadie entrará en el cielo sin hacer un
sacrificio. Debemos tener espíritu de abnegación y sacrificio. Algunos no se han
ofrecido a sí mismos ni a sus propios cuerpos sobre el altar de Dios. Conservan un
genio impulsivo y arrebatado. Satisfacen sus apetitos y atienden sus propios
intereses, sin tener en cuenta la causa de Dios. Los que están dispuestos a hacer
cualquier sacrificio para obtener la vida eterna, la tendrán, y vale la pena sufrir por
ella, crucificar el yo, y sacrificar todo ídolo.

Desear lo bueno y la verdadera santidad es correcto en sí, pero si te detienes allí,


de nada te servirá. Los buenos propósitos son loables, pero no tendrán valor a
menos que se lleven resueltamente a cabo. Muchos se perderán aunque
esperaron y desearon ser cristianos, pero no hicieron esfuerzos fervientes; por
lo tanto, serán pesados en la balanza y hallados faltos. La voluntad debe ejercerse
en la debida dirección diciendo: Quiero ser un cristiano consagrado. Quiero
conocer la longitud, la anchura, la altura y la profundidad del amor perfecto.
Escucha las palabras de Jesús: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán saciados" (Mat. 5: 6). Cristo ha hecho amplia provisión
para satisfacer el alma que tiene hambre y sed de justicia.*

Debéis experimentar una muerte al yo, y vivir para Dios. "Si, pues, habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la
diestra de Dios" (Col. 3: 1). No debemos consultar con el yo. El orgullo, el amor
propio, el egoísmo, la avaricia, la codicia, el amor al mundo, el odio, la suspicacia,
los celos, las malas sospechas, todas esas cosas deben ser subyugadas y
sacrificadas para siempre. Cuando Cristo aparezca, no lo hará para corregir esos
males y darnos un carácter adecuado para su venida. Esa preparación debe estar
completa antes de que venga. Las preguntas "¿Qué hemos de hacer para ser
salvos? ¿Qué conducta debemos seguir para que Dios nos apruebe?" debieran
ser objeto de meditación, estudio y profunda investigación.

El que venza, debe velar; porque, mediante los lazos del mundo, el error y la
superstición, Satanás trata de apartar a los seguidores de Cristo. No basta que
evitemos los peligros evidentes y las decisiones peligrosas e inconsecuentes.
Debemos mantenernos al lado de Cristo, caminando en su sendero de
abnegación y sacrificio. Estamos en el país del enemigo. El que fue arrojado del
cielo ha descendido con gran poder. Mediante todo artificio y estratagema
concebible, está tratando de cautivar almas. A menos que estemos
constantemente en guardia, seremos presa fácil para sus innumerables engaños.

Cuando estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien


a otros, hallarán verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes
de la vida. Esto les proporcionará algo más que una recompensa terrenal; porque
todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y
resplandece en el registro de la vida.

Cristo nos invita a entrar en la senda angosta, donde cada paso significa
abnegación.

FINAL
Si perdéis el cielo, lo perdéis todo; si obtenéis el cielo, lo obtenéis todo.

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