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En el pasado reciente, esta figura -prevista para una situación especial como es la decisión
del dependiente de extinguir el vínculo sin causa-, y se la ha empleado para casos en
donde la causa o la forma de extinción es una combinación de renuncia, común
acuerdo, o despido, generando así un amplio cuestionamiento de la transparencia de la
figura, en donde a la larga, paga las consecuencias el empleador.
Ya Vazquez Vialard había anotado en la década de los 80` que el despido es un acto
anulable, si se demuestra que se produjo uno de los denominados "vicios de la voluntad", o
si se encubre tras su apariencia formal un acto distinto en fraude o en perjuicio de los
derechos del trabajador. En mi opinión, la renuncia tiene efectos extintivos y solo es
posible reconducir el contrato por acuerdo de partes.
En otros términos, a pesar de ser un acto unilateral, es también un acto recepticio y por ende
se perfecciona con la recepción por parte del empleador.
En ese plano es un acto irrevocable. En rigor, si fuera impugnable por no haberse ejecutado
con discernimiento, intención y libertad, elementos esenciales que hacen a la validez del
acto jurídico, habrá que impugnarlo en forma razonable, dentro del marco de la buena fe
que es apreciable como ámbito general del desarrollo de los deberes y derechos de las
partes.
La buena fe implica la existencia de uno de los vicios del consentimiento, es decir error,
dolo, violencia física o psicológica irresistibles, fraude, y lesión subjetiva. En caso
contrario, la renuncia es un acto válido, prístino e irrevocable, salvo que las partes
resuelvan en forma expresa, y a veces, en forma tácita pero explícita, su vocación por
asimilar en una de sus formas el principio de continuidad.
Una de las formas de evidenciar que la renuncia no es un acto válido es que la misma
cuente con una suma no prevista en la legislación, que se la suele imputar a bonificación por
cese. En efecto, se ha resuelto que: "Resulta inválida la decisión rupturista asumida por los
trabajadores al momento de dirigir los telegramas de renuncia a su empleo, dado que dicho
acto no resultó libre, porque no fue una decisión adoptada con discernimiento,
intención y libertad en tanto obedeció a la "presión" ejercida por el empleador".
"Las renuncias efectuadas por los trabajadores carecen de validez si obedecieron a una
actitud de la empleadora quien, teniendo intención de prescindir de los servicios de dichos
dependientes, pretendía sustraerse al pago de las indemnizaciones que debía oblar a
cada uno de ellos en caso de disponer un despido directo". "El empleador debe restituir a
los trabajadores las sumas que retuvo en concepto de impuesto a las ganancias respecto de
la gratificación por cese que les abonó y adicionar al monto de la condena las sumas
reclamadas en concepto de pérdida de percepción del fondo de desempleo y las multas
previstas en los arts. 2 de la ley 25.323 y 16 de la ley 25.561 (Adla, LX-E, 5421; LX-E,
5421), en tanto la verdadera causa de la desvinculación laboral obedeció a un "despido
encubierto". (Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, sala X, 07/03/2006, "Balbuena,
Luis y otros c. S. N. S.A."; IMP 2006-11, 1421; Cita Online: AR/JUR/921/2006).
Es procedente aplicar el art. 29, primer párrafo, de la Ley de Contratos de Trabajo si quedó
acreditado que era la demandada quien ejercía el poder de dirección con el actor a través de
su propio personal jerárquico, en tanto este se encargaba de impartirle órdenes a los
dependientes de la empleadora directa. La codemandada debe entregar al actor los
certificados del art. 80 de la Ley de Contratos de Trabajo ya que, toda vez que si bien
dichos documentos fueron adjuntados al expediente, resultaron extendidos por quien no fue
la real empleadora sino un intermediario en la vinculación, lo cual priva de efectos
cancelatorios totales al instrumento. (Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, sala V,
30/09/2010; "Bruno, Omar Ricardo c. Puertos Libres S.A. y otros"; La Ley Online; Cita
Online: AR/JUR/60980/2010).
El ejercicio pleno del derecho vigente es y debe ser solo a través de las figuras creadas por
la normativa, y el principio de buena fe aconsejan cumplir con los ritos formales y
materiales, de la forma que más se ajuste a cada modelo. De lo contrario, hoy los jueces
entienden que se han ocultado bajo un ropaje o máscara, una figura fraudulenta que
vulnera los derechos de los trabajadores, por imposición del empleador que siempre tiene
mayor poder y con ello es proclive al abuso del mismo, o al uso anómalo de las exigencias
legales