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I. PRESENTACIÓN
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Doctor en Filosofía, Universidad de Chile. Académico del Departamento de Educación en Ciencias de la Salud
(DECSA), Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
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En la mitología griega Atenea era la diosa de la inteligencia, la misma que los romanos
llamaban Minerva. El mito cuenta que surgió de la cabeza de Zeus en estado adulto vestida
con una reluciente armadura, protegiendo su cabeza con un yelmo de oro, y sosteniendo en
sus manos un escudo y una lanza.
Todo comenzó con la apasionada relación entre Metis, que representa la prudencia, y Zeus,
señor del Olimpo. A causa de una profecía, Zeus decidió devorar a Metis cuando advirtió que
la gestación llegaba a su fin. Algún tiempo después, habiendo olvidado el episodio,
repentinamente sintió fuertes dolores de cabeza; como si miles de puñales aprisionados
intentaran salir al exterior. La situación fue desesperante. Atraído por sus gritos, Hefestos, el
dios artesano, artífice de los metales y dueño de la fragua, le aplicó un formidable golpe de
hacha en pleno cráneo; de la herida abierta surgió Atenea lanzando un grito de triunfo.
Desde el primer momento Atenea caracterizó una divinidad de inteligencia rápida y espíritu
fuerte, cuya cualidad era apoyarse en la razón, pero sin renunciar al ejercicio de la fuerza.
Representó la lucha racional y justa, cuyo objetivo era defender ideales elevados, divulgar la
cultura, establecer la paz y asegurar el orden. Los griegos la reconocieron simultáneamente
como la diosa de la sabiduría y de la guerra, dándole numerosos apelativos, como Atenea
Apaturia, Atenea Bulea, Atenea Calcieco, Atenea Ergane, Atenea Partenos y Atenea Políada,
entre otros.
Atenea dio su nombre a la más brillante polis de la Grecia clásica, que celebraba cada cuatro
años, y por cuatro días, la fiesta Panatenea en su homenaje. Fue reconocida como la diosa de
las artes, y los artesanos veneraban su nombre y le pedían su apoyo. Los alfareros, por
ejemplo, esperaban que extendiera su mano sobre el horno para garantizar el tiempo preciso y
oportuno de cada proceso, a fin de que los materiales quedasen bien cocidos y el barniz con su
mejor brillo. Distintas historias la muestran como una diosa de gran belleza, decidida, astuta y
preocupada del progreso material de los hombres. Sus brillantes ojos capaces de ver allí
donde la oscuridad confundía a otros, hicieron que se la comparara con la sabia lechuza. En la
poesía trágica, Esquilo la ubica presidiendo un gran tribunal que pone fin a la persecución de
Orestes, imponiendo un modelo para resolver los conflictos humanos, consistente en
renunciar a la venganza y aceptar la aplicación de la justicia.
En esta historia hay varios hechos que son llamativos, observando algunos significados
implícitos y una comprensión metafórica. En primer lugar, Atenea nace de la cabeza de un
hombre, un lugar especialmente asociado a la razón y no a los afectos. En la mitología romana
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se refuerza este hecho, ya que Minerva tiene la misma raíz que la palabra mens, que significa
mente. Enseguida, esta figura que emerge con vestidos de mujer y armas de hombre, no tiene
niñez ni juventud; surge en estado adulto, sin recuerdos ni historia personal. Por último, esta
diosa eficiente y lógica, que prefiere apoyarse en la razón, pero que no desprecia la fuerza, se
niega a la experiencia de la vida afectiva, manteniéndose alejada de la inmensidad y el riesgo
del encuentro íntimo, y permaneciendo inmaculada.
Esta es la sombra de Atenea, de la cual ha estado teñida una parte importante de la teorización
sobre la inteligencia humana. La inteligencia aparece como una capacidad orientada en la
dirección del cálculo, de la satisfacción eficiente de necesidades, del ajuste de recursos y
medios destinados a fines determinados; pero completamente divorciada de la vida afectiva,
de las necesidades del cuerpo y de la interacción. No parece casualidad que Atenea sea la
inventora de las riendas. Seguramente esto llevó al filósofo Nietzsche a decir que nuestro
mundo moderno sólo reconoce como ideal al hombre teórico, equipado con las más altas
fuerzas cognitivas.
Howard Gardner ha realizado esfuerzos por arrojar luz sobre la sombra de Atenea. Desde los
años 70 ha desarrollado una Teoría de las Inteligencias Múltiples, a partir de la cual propone
una crítica resuelta a la visión clásica de la inteligencia, basada en el concepto de CI y en la
curva normal. Su orientación crítica está centrada en los siguientes puntos:
Se presupone que la inteligencia es una entidad singular, que puede ser aislada. Ha sido
normalmente concebida dentro de una visión uniforme y reductiva, como un constructo
unitario o un factor general.
La concepción dominante presupone que puede ser medida en forma pura, con la ayuda de
instrumentos estándar. Se puede definir con certeza el nivel de inteligencia de una
persona, mediante la administración de pruebas de CI u otros instrumentos similares.
Su estudio se ha realizado en forma descontextualizada y abstracta, con independencia de
los desafíos y oportunidades concretas que enfrentan las personas; y sin considerar
factores situacionales y culturales.
Se ha pretendido que es una propiedad estrictamente individual, relativamente inalterable,
dependiente de los genes, alojada sólo en la mente. En ningún caso distribuida en el
entorno, en las interacciones con otras personas, en los artefactos o en la acumulación de
conocimientos (1993; 2004).
Cada inteligencia es una capacidad situada y distribuida, que sólo puede ser apreciada en
conexión con un contexto particular. Está en la mente, pero también en el cuerpo, en los
medios y en el ambiente. Inicialmente la definió como una “capacidad de resolver problemas
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o de crear productos que sean valiosos en uno o más ambientes culturales” (1994: 10); pero
más adelante, se refiere a ella como “un potencial biopsicológico para procesar información
que se puede activar en un marco cultural para resolver problemas o crear productos que
tienen valor para una cultura” (2001: 45). Las inteligencias son potenciales biológicos en
bruto, que jamás pueden observarse en forma pura, dado que en la práctica se presentan
actuando en conjunto, para resolver problemas y alcanzar fines definidos culturalmente: “La
inteligencia o las inteligencias son siempre una interacción entre las tendencias biológicas y
las oportunidades de aprendizaje que existen en la cultura” (1995: 233).
Respecto a estas dos últimas inteligencias, a las que con frecuencia Gardner designa
integradamente como inteligencias personales, conviene una mayor especificación, dado que
corresponden a lo que se ha popularizado como inteligencia emocional. En efecto, desde la
publicación del libro Inteligencia Emocional de Daniel Goleman (Barcelona: Kairós. 1996),
se ha naturalizado la idea de una inteligencia cuya centralidad está en las emociones. Desde
luego, en ello no puede haber ninguna objeción de principio. Sin embargo, es prudente no
perder de vista que una inteligencia emocional no puede ser invocada para sustituir otras
formas de la inteligencia. En tal sentido, la Teoría de las Inteligencias Múltiples tiene un
carácter integrador y no propone ninguna jerarquía ni superioridad de alguna inteligencia
particular.
Sobre la Inteligencia Intrapersonal, Gardner dice: “La capacidad medular que opera aquí
es el acceso a la propia vida interior, la gama propia de afectos o emociones: la capacidad
para efectuar al instante discrimaciones y, con el tiempo, darles un nombre, recurriendo a
códigos simbólicos, y utilizarlos como un modo de comprender y guiar la conducta propia. En
esta forma, por demás primitiva, la inteligencia intrapersonal es apenas poco más que la
capacidad de distinguir un sentimiento de placer de uno de dolor y, con base en ese tipo de
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Gardner postula que los seres humanos son capaces de conocer y de aprender de ocho
maneras diferentes: a través del lenguaje, del análisis abstracto, de la representación espacial,
del pensamiento musical, del uso del cuerpo, de una comprensión de los demás y de nosotros
mismos; y también mediante la elaboración de distinciones fundamentales. Se trata de
distintas maneras de vivir y de estar en el mundo. Estas diferencias son permanentes y, como
tales, aparecen en todo momento de la vida social. Por ejemplo, Gardner otorga gran
importancia a la capacidad para sintetizar, pero advierte que ésta no se expresa de la misma
manera, según las personas y las situaciones: “Puede que la mente lingüística prefiera los
relatos, que la mente lógica se incline por las ecuaciones o las teorías, que la mente espacial
prefiera los mapas o los planos y que la mente corporal se centre más en el equilibrio entre
fuerzas opuestas. Si así fuera, se plantearía la cuestión de si es posible efectuar una síntesis de
orden superior entre distintas formas de integración, quizás a través del conocimiento de uno
mismo” (2005: 50-51).
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Todos los seres humanos pueden desarrollar estas inteligencias, pero muy probablemente en
distintas intensidades; y con diferencias en la manera de recurrir a ellas y de combinarlas para
llevar a cabo determinadas tareas. En la vida cotidiana estas inteligencias operan en armonía,
dentro de un cierto perfil de inteligencias, de modo que no es fácil reconocer su autonomía e
independencia; pero cuando se las observa con atención, su naturaleza peculiar se hace
evidente.
Esta teoría también representa un desafío para las empresas y las organizaciones en general.
Gardner formula provisoriamente las siguientes preguntas dirigidas al mundo del trabajo:
¿Qué inteligencias son necesarias para unos puestos determinados, sobre todo si son
nuevos?
De las personas que ya trabajan en una empresa: ¿Cuáles poseen estas inteligencias?
¿Cuáles pueden adquirirlas con facilidad?
¿Quién puede trabajar bien con una persona que tiene un perfil de inteligencias
determinado, y desempeña una función concreta?
¿Qué personas o tipos de personas pueden formar a otras para que adquieran nuevas
capacidades?
¿En qué medida la diversidad es favorable, y un proyecto se beneficiará de distintas
mezclas de persona? (2001: 197).
Porque las distintas inteligencias no representan sólo contenidos, sino también formas de
pensamiento que no es bueno desaprovechar.
Porque la hegemonía de ciertas inteligencias ha bloqueado la oportunidad de hacer frente
a la diversidad de tareas y desafíos que tienen los seres humanos (1994: 203).
Por ello, Gardner cree que una escuela ideal para el futuro debe considerar dos cuestiones
ineludibles: la primera, no todas las personas tienen los mismos intereses y capacidades; la
segunda, en nuestros días nadie puede llegar a aprender todo lo que hay que aprender. “Una
escuela centrada en el individuo tendría que ser rica en la evaluación de las tendencias
individuales. Intentaría asociar individuos, no sólo con áreas curriculares, sino también con
formas particulares de impartir materias. Y después de los primeros cursos, la escuela
intentaría también emparejar individuos con los diversos modelos de vida y opciones de
trabajo que están disponibles en su medio cultural” (1995: 27).
V. INTELIGENCIA Y CREATIVIDAD
La creatividad siempre implica una fuerte novedad inicial, que finalmente es aceptada en
un ambiente determinado.
La creatividad se define por la elaboración de nuevos productos o el planteamiento de
nuevas preguntas o problemas.
La creatividad es reconocida como tal sólo cuando finalmente es aceptada en una cultura
concreta.
Una persona suele ser creativa en un campo, y raramente llega a ser creativa en muchos
campos distintos.
Una persona puede ser calificada de creativa, sólo cuando exhibe su capacidad creadora
en forma consistente (1995 a).
En su libro Mentes Creativas, Gardner formula un razonamiento apoyado en dos ejes que
interactúan a lo largo de todas sus páginas. Por una parte la ya mencionada Teoría de las
Inteligencias Múltiples, y por otra una aproximación conceptual a la creatividad que
denomina Perspectiva Interactiva. En este segundo eje se reconocen tres niveles de análisis,
que no pueden ser descuidados en una consideración de la creatividad: la persona con su
propio perfil de capacidades y valores; el campo o disciplina en que trabaja con sus sistemas
simbólicos característicos; y el ámbito circundante, con sus expertos, mentores, rivales y
discípulos, que emite juicios sobre la validez y calidad tanto del propio individuo como de sus
productos. Conforme a esta perspectiva, la creatividad no puede ser correctamente
comprendida o interpretada situándose en forma exclusiva en alguno de estos niveles. Debe
entenderse en todo momento como un proceso que resulta de una interacción, frecuentemente
asincrónica, en la que participan los tres elementos: la persona, el campo y el ámbito.
Podemos preguntar por qué el libro se llama Mentes Creativas, dado que precisamente se
intenta demostrar que la inteligencia y la creatividad no se alojan en la mente de forma
exclusiva. La mayor parte de los libros de Gardner se titulan utilizando la palabra mente; pero
en todos ellos se habla de personas, interacciones, sociedades y culturas. Una de las claves,
entonces, para comprender su pensamiento, es reconocer la noción de mente como una
metáfora amplia, a partir de la cual el autor intenta arrojar luz sobre la experiencia humana en
su conjunto.
Así, no importa cuánta capacidad tenga una persona, no es posible decidir sobre el grado de
su creatividad, si no se examina la manera como se apropia de un campo, transformándolo o
incluso creando uno nuevo; y no se conocen las relaciones con su ámbito, sus tensiones y
conflictos. Gardner concluye: “De este modo, la creatividad no reside en la cabeza (o mano)
del artista, ni en el campo de prácticas, ni en el grupo de jueces: más bien ese fenómeno de la
creatividad puede ser entendido sólo, o en cualquier caso más plenamente, como una variable
de las interacciones entre estos tres nodos” (1995 a: 57).
Cada uno de estos niveles y sus respectivas interacciones, provocan la aparición de numerosas
cuestiones de interés para la investigación, que a partir de este momento no puede quedar
encerrada en los límites de una sola disciplina. El reconocimiento de una estructura
interdisciplinaria para emprender estudios sobre la creatividad, se hace evidente en este
enfoque. En el mismo sentido, en forma inversa, los afanes reduccionistas resultan
inconsistentes y sesgados, debido a que terminan psicologizando la creatividad en exceso. Es
preciso asumir que los intentos por desconocer la complejidad, el tejido de las articulaciones,
reduciendo las cosas a elementos simples, no permite una visión adecuada de la creatividad.
Además, de acuerdo a Gardner, tampoco existe una línea divisoria absoluta que separe lo
ordinario de lo extraordinario: todos somos seres humanos y podemos ser comprendidos y
explicados con ayuda de las ciencias humanas. Cualquiera que sea su herencia genética,
Martha Graham, Oswaldo Guayasamín, Sigmund Freud o Gabriela Mistral, no nacieron
completamente hechos; tuvieron que desarrollarse, minuto a minuto, día a día, hasta llegar a
ser los personajes notables que reconocemos en ellos. Por esta razón, sus vidas contienen
enseñanzas para todos. Gardner se pregunta: ¿Qué lecciones podemos aprender del estudio de
personas notables? ¿Qué factores pueden promover un grado de creatividad o excelencia en
nuestro mundo contemporáneo? ¿Cómo podríamos aumentar la posibilidad de que la
excelencia humana pudiera ser modificada para el bien común?
La concepción central es que las personas que desempeñan un buen trabajo, poseen una
destreza evidente en uno o más ámbitos profesionales, pero acompañada de una conciencia
respecto a las responsabilidades y consecuencias de esa actividad. Se trata, por tanto, de
personas que no sólo se limitan a buscar el dinero, la fama, o simplemente a seguir el camino
más despejado y sin dificultades. Procuran, por el contrario, lograr una actuación responsable
en lo referente a metas personales, familiares, organizacionales y sociales en general.
Los autores postulan que en circunstancias críticas, los profesionales serios deben considerar
tres cuestiones básicas: la misión, esto es, las características definitorias de la profesión a la
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Existe considerable literatura sobre el tema de las profesiones, y no son pocos los debates y
desencuentros entre especialistas, que alcanzan incluso a la misma definición de profesión. Al
margen de ellos, los autores de este libro centran su atención en la relación que
necesariamente se da entre un profesional y la comunidad. Poseer la condición profesional
supone una negociación permanente entre la persona y la comunidad. Un profesional acepta
proporcionar los servicios que necesita una comunidad, y ésta reconoce su mejor derecho a
practicarla y admite la legitimidad de recibir una recompensa por ese esfuerzo. La relación
entre los profesionales y el público al que se dirigen, se encuentra siempre en un delicado
equilibrio: los profesionales aspiran cada vez a un mayor número de derechos y el público
quiere mejores servicios. Con el tiempo, esta tensión puede dar lugar a una sinergia fértil o
derivar en un conflicto. Según los autores, los ámbitos profesionales cambian y buscan
nuevos balances como resultado de cuatro factores: herramientas, procedimientos e
interpretaciones nuevas; valores culturales y creencias; entornos sociales cambiantes; y
aportaciones de líderes creadores.
Gardner otorga una gran importancia al fenómeno de liderazgo, tal como se puede reconocer
en su libro Mentes Líderes, escrito en colaboración con Emma Laskin. Conforme a su
definición, líder es una persona que mediante la palabra y el ejemplo personal, influye de
forma manifiesta en las conductas, pensamientos y sentimientos de otras personas; es una
persona que cuenta y encarna una historia que un público amplio aprecia o quiere escuchar.
Desde el punto de vista del carácter innovador de esas historias, existen tres tipos de líder:
Líder Ordinario: es el más común, simplemente relata la historia tradicional de su grupo con
la mayor eficacia posible. Líder Innovador: se define así porque recoge una historia que se
encuentra latente en la comunidad y la presenta desde una perspectiva nueva o con un sesgo
inédito. Líder Visionario: en este caso el líder no está satisfecho meramente con relatar una
historia corriente o reactivar una historia del pasado, sino que crea una historia hasta entonces
desconocida para la mayoría y obtiene éxito al trasmitirla a los demás.
Gardner ha declarado que cuando formuló por primera vez la teoría de las inteligencias
múltiples, en el año 1983, encontró poca acogida entre sus compañeros de profesión: “Mi
teoría gustó a unos cuantos psicólogos, desagradó a unos pocos más y la mayoría la ignoró”
(1995: 14). Un rasgo llamativo de esta situación es que cuando ya se encontraba convencido
de que su proposición estaba condenada al olvido, como tantas otras en la historia de su
disciplina, inesperadamente comenzó a recibir una gran atención de los educadores: “Existía
otro público con un auténtico interés por mis ideas: el público de los profesionales de la
educación” (1995: 15).
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Este episodio no es meramente anecdótico. Detrás de este hecho late una cuestión de carácter
epistemológico que merece un comentario. La teoría no recibió en ningún momento una
aprobación al interior de la disciplina en que se originó, ya sabemos que los miembros del
ámbito la ignoraron. Ni siquiera fue debatida en forma amplia y rigurosa. Sin embargo,
despertó un interés positivo en otro ámbito, y rápidamente comenzó a ser consumida y
aplicada, lo que derivó en la aparición de nuevas prácticas pedagógicas e institucionales.
Cabe preguntarse por alguna teoría que haya tenido una aprobación manifiesta, en forma
previa a su aplicación. En el universo de las ciencias sociales, y específicamente de la
educación, eso no ocurre. Es más, no tenemos siquiera una teoría perfectamente consensuada
y ubicada fuera de toda duda. Esto hecha por tierra las pretendidas fórmulas de verificación
que proporcionan los manuales, con sus especificaciones detalladas, definiciones precisas y
pasos lógicos, que llevan sin error de una cosa a la otra. Nada de esto ha operado aquí:
estamos en presencia de un hecho social que ocurre a partir de una elección y se sostiene
institucionalmente. En caso de que en un futuro próximo surgiera evidencia razonable para
dudar de los fundamentos sobre los que se construye esta teoría, eso no provocaría
obligatoriamente una revisión de las prácticas pedagógicas ya instaladas.
Otro punto interesante, es el uso del concepto de inteligencia para referirse a una amplia
variedad de capacidades humanas. Desde luego nadie deja de reconocer la existencia de la
creatividad en la música o en la plástica, las sorprendentes habilidades del cuerpo, el liderazgo
o el trabajo en equipo, pero agrupar todo esto bajo la misma categoría es una decisión
polémica. Como se ha explicado, preferentemente el concepto de inteligencia se ha reservado
para cuestiones asociadas al lenguaje y los números. Otras capacidades humanas han sido
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nombradas como talento, habilidad, competencia, destreza o ingenio, entre otras expresiones,
pero en ningún caso como inteligencia.
Para Gardner era necesario que su teoría de la inteligencia, precisamente, permitiera una
comprensión suficientemente amplia de las capacidades humanas: “Un prerrequisito para una
teoría de las inteligencias múltiples, como un todo, es que abarque una gama razonablemente
completa de las clases de habilidades que valoran las culturas humanas. Debemos dar cuenta
de las habilidades de un chamán, y un psicoanalista al igual que de un yogui y un santo”
(1994:98). Así, no hay nada misterioso en la palabra inteligencia, se la ha escogido
deliberadamente para entrar en la discusión de las capacidades humanas, intentando romper el
sesgo dominante.
Cada inteligencia expresa una capacidad que opera de acuerdo con sus propios
procedimientos, sistemas y reglas, y tiene sus propias bases biológicas. Desde el punto de
vista teórico, este es el referente clave para resolver sobre el estatus de inteligencia de una
capacidad humana. En síntesis, inteligencia es un vocablo útil para designar una experiencia o
un fenómeno, en ningún caso es una entidad tangible y mensurable. Surge como una opción
conceptual. En el contexto de la interminable polémica sobre la naturaleza humana y la
educación, siempre habrá espacio para nuevas propuestas, y lo que se postula con unos
fundamentos podrá cuestionarse con otros igualmente legítimos. Lo central está aquí en la
opción de elevar a la categoría de inteligencia un conjunto variado de capacidades.
Inicialmente, Gardner contempló la posibilidad de hablar de facultades humanas, e incluso
utilizar términos como dotes, talentos o habilidades. Finalmente, dice el autor, “opté por dar el
atrevido paso de apropiarme de una palabra de la psicología y emplearla de nuevas maneras:
naturalmente, esa palabra era inteligencia” (2001: 44).
Es innecesario insistir en que esta palabra nombra una característica positiva, y como pocas
altamente valorada por muchas culturas. Contribuir a producir una percepción en un marco de
equivalencia para capacidades tan diversas, no es trivial. Con ello se ha establecido un
principio de igualdad, que tiene como base el reconocimiento y aceptación de la diversidad.
La teoría de las inteligencias múltiples no se relaciona exclusivamente con razonamientos,
evidencias científicas, acopio de datos y reflexiones, también compromete valores. En
particular, se encuentra en ella una concepción elevada de la diversidad humana.
Howard Gardner otorga a la educación una gran importancia: sostiene que es un recurso
insustituible para nuestro desarrollo. Durante el último siglo hemos visto innumerables
ejemplos de creatividad en las artes, la música, la literatura, la ciencia o la filosofía; pero
también hemos tenido abundantes ejemplos de la maldad y la capacidad destructora del ser
humano.
La vida de hace un siglo, para no hablar de la de hace dos milenios, era muy distinta a la de
hoy; y ciertamente crecer en Asia o en África, es muy distinto de crecer en Europa o en
Estados Unidos. Sin embargo, sostiene Gardner, el cerebro y la mente del ser humano no han
cambiado durante milenios, simples instantes en la historia de la vida: “Básicamente somos
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iguales que los personajes que aparecen en la Biblia o en el teatro griego. Los logros más
destacados del pasado, la filosofía de Sócrates, Platón y Aristóteles; los logros literarios de
Sófocles, Esquilo y Eurípides, son el producto de las mentes más elevadas que puedan existir;
y obsérvese que sólo he mencionado personas que vivieron en un minúsculo punto del globo:
Atenas, unos siglos antes de Cristo” (2000: 277-78).
Esta es, en pocas palabras, la situación a la que se enfrentan los educadores del mundo entero.
En cierto sentido todos los seres humanos poseen el mismo cerebro, la misma mente, el
mismo cuerpo; toda la especie comparte ciertos programas, capacidades e incapacidades. Al
mismo tiempo, como consecuencia de los caprichos de la historia y la geografía, los seres
humanos nacen en condiciones extremadamente variables; y están sometidos a la influencia
de normas y valores que también presentan una gran diversidad. Los educadores deben ser
conscientes de estas limitaciones universales, a fin de educar a sus estudiantes para que
puedan integrarse en su propia sociedad en un momento histórico concreto, y para que puedan
transmitir sus principales prácticas a las generaciones posteriores.
Los enormes cambios actuales que afectan al planeta, complican todavía más esta tarea. Es
preciso estar preparados para vivir una existencia cuyos contornos no se pueden prever, pero
no carecemos de recursos. Las grandes visiones de mundo que pueden ayudarnos, se
encuentran ya disponibles y se han acumulado a través de los siglos. Como apoyo en esta
difícil aventura educativa, Gardner ha elegido tres antiguos fundamentos: lo que es verdadero
o es falso, lo que es bello y lo que no lo es, y lo que es bueno y lo que es malo. Es importante
que una cultura identifique las verdades, las bellezas y las virtudes que valora; y dedique
esfuerzos para enseñarlas a sus niños y jóvenes. Una cultura debe reconocer que las virtudes
siempre están en proceso de redefinición, y que esto obliga a cada persona a llegar a su propia
síntesis.
Con todo, hay dos consideraciones que complican esta tarea. En primer lugar, la comprensión
es muy difícil de lograr y los obstáculos para su consecución son enormes. En segundo lugar,
cada persona posee su propia mentalidad y se representa la información y el conocimiento a
su manera. Para que la educación del futuro tenga éxito para un mayor número de personas,
debe reconocer y tener en cuenta algunas consideraciones: “Mi intención es hacer que las
diferencias individuales se conviertan en aliadas de nuestra educación en lugar de ser
obstáculo para ella. Si dedicamos tiempo a temas importantes, los podremos abordar mediante
varias vías de acceso, podremos emplear diversas analogías e incluso podremos expresar las
ideas fundamentales en varios lenguajes modelo. El resultado de una educación multifacética
como ésta debe ser que los estudiantes comprendan estos temas de una manera más profunda
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o, por lo menos, un poco más sólida. Y también tendrán una noción del significado, de la
sensación, de comprender temas trascendentales. Por lo menos, tendrán una noción de lo que
es una mente disciplinada” (2000: 280).
Esta noción constituye un hito fundamental; a partir de aquí los estudiantes podrán aplicar su
comprensión a otros asuntos y problemas de su propia cultura o de otras distintas. Al final,
habiendo probado el dulce fruto de la comprensión, podrán sentirse motivados para seguir
siendo buscadores de conocimiento, y quizás incluso creadores de conocimiento, durante el
resto de sus vidas.
El cambio mental es una de las experiencias humanas menos estudiadas y hasta menos
comprendidas. No obstante la importancia que tienen para la educación los cambios
significativos y conscientes en la mentalidad de las personas, esta es un área en que domina
una gran oscuridad. Para Gardner, una de las claves del cambio mental es la modificación de
las representaciones en una persona, es decir, el cambio efectivo en la forma concreta en que
percibe, codifica, retiene y recupera información (2004: 19). En una palabra, el cambio
mental está íntimamente vinculado con el cambio de la conducta.
Sucesos del Mundo Real: Muchas veces determinados sucesos de la vida real que afectan
a muchas personas, pueden ser estímulo o punto de partida para un cambio mental.
Podemos citar guerras, huracanes, ataques terroristas, depresiones económicas, o bien, en
un sentido más positivo, épocas de prosperidad, la aparición de tratamientos médicos o el
ascenso al poder de un líder que abre nuevas perspectivas de desarrollo.
Resistencia: Los factores anteriores pueden en algún grado contribuir al cambio mental,
sin embargo, existen también poderosos factores que se oponen al cambio, y que pueden
llegar a representar obstáculos insalvables. Paradójicamente, si bien es fácil y natural que
la mentalidad de una persona cambie continuamente durante los primeros años de vida,
este proceso de cambio se hace progresivamente más difícil conforme avanza el tiempo.
El cambio mental es una tarea cada vez más urgente. Sin embargo, desgraciadamente, la
educación es con frecuencia una preparación para el mundo del pasado, en lugar de ser una
preparación para los posibles mundos del futuro. La educación es una empresa compleja y
difícil, y no siempre se realiza a la altura de las necesidades actuales. Gardner afirma que las
prácticas educativas actuales no funcionan debidamente, dado que no logran adaptarse a las
condiciones de un mundo que se transforma en forma sustancial: “Intrínseca e
inevitablemente, la educación es una cuestión de valores y objetivos humanos” (2005: 14).
Gardner propone cinco tipos de mente que debemos cultivar desde ahora, pero pensando en
proyectarnos al futuro. En su libro titulado Las Cinco Mentes del Futuro, (escrito en 2005 y
reelaborado en 2007) define diferentes formas de desarrollar la mente, y propone que cada
una de ellas se convierta en un objetivo educativo: “A lo largo de varias décadas, en mi
condición de investigador en el campo de la psicología, he reflexionado a fondo sobre la
mente humana. He estudiado el modo en que ésta se desarrolla y está organizada, y cómo es
en toda su extensión. He estudiado el modo en que los seres humanos aprenden, crean y
dirigen, y la manera en que cambian las formas de pensar y de actuar de otras personas o las
suyas propias. En gran medida, me he limitado a describir aquellas operaciones de la mente
que son típicas, una tarea que reviste de por sí enormes proporciones. Pero de vez en cuando
también he ofrecido algunas opiniones sobre el modo en que deberíamos usar nuestras
mentes” (2008: 13).
De un plano científico más bien descriptivo, Gardner transita a un plano normativo y propone
las siguientes mentes:
La Mente Disciplinaria: La mente del futuro debe ser disciplinada en dos sentidos. En
primer lugar, debe dominar las principales formas distintivas de pensar que ha creado el
ser humano: la ciencia, la matemática y la tecnología; pero también el pensamiento
filosófico, histórico, literario y artístico. En segundo lugar, debe dominar diversas
maneras de ampliar la propia formación durante toda la vida, de una forma regular y
sistemática.
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La Mente Sintética: La educación debe partir de las competencias básicas y las disciplinas
tradicionales, pero aquí no termina su labor. La cantidad excesiva de información y
conocimiento que encontramos cada día, exige capacidades para resumir con precisión;
aptitudes para sintetizar de una forma productiva, de modo que la información y el
conocimiento disponibles se vuelvan útiles. Este objetivo supone un pensamiento de
carácter interdisciplinario; una forma de pensamiento poco comprendida, pero cada vez
más importante.
La Mente Creativa: En la actualidad, prácticamente todo lo que está sometido a reglas se
ejecuta con gran rapidez y precisión, mediante el uso de tecnologías computacionales.
Esta tendencia se hará cada vez más acentuada en el futuro, de modo que no podemos
conformarnos con aprender conductas repetitivas y rutinarias. Cada vez más, las personas
con mayor capacidad de adaptación y propuesta, serán aquellas que puedan ir más allá de
la síntesis disciplinaria, a fin de descubrir nuevos fenómenos, nuevos problemas, nuevas
preguntas, y nuevas soluciones.
La Mente Respetuosa: Siempre ha sido deseable que las personas aprendan a aceptar y
valorar la diferencia, de modo que puedan convivir con quienes son distintos. En la
actualidad esto es más importante que nunca: si no podemos convivir con los demás, el
planeta pronto quedará despoblado o se destruirá irremediablemente. Necesitamos una
mente que valore y respete la diferencia.
La Mente Ética: Es urgente evitar el riesgo de autodestrucción para nuestro planeta, pero
también es necesario diseñar un mundo en el que realmente nos gustaría vivir; habitado
por personas honradas, consideradas y constructivas, dispuestas a sacrificar sus propios
intereses a favor de las necesidades y los deseos de la comunidad. El respeto se da entre
las personas, la ética se ocupa de la forma de la sociedad. Debemos inspirar en los jóvenes
el deseo de vivir en un mundo marcado por la integridad e idealmente guiado por el
desinterés. Debemos educar personas para que estén dispuestas a responsabilizarse por
lograr este objetivo.
Vivimos una época marcada en cierto modo por la hegemonía de la ciencia, la tecnología, la
comunicación a escala mundial, y el contacto creciente entre distintas poblaciones. En este
contexto, el proyecto de cultivar numerosas mentes, con las características mencionadas,
ofrece un panorama con mayores oportunidades para avanzar. Las disciplinas, la síntesis y la
creación se pueden aplicar a todo tipo de fines, incluidos aquellos que son dudosos desde el
punto de vista moral. Por ello es importante entender que la mente respetuosa y la mente ética
no son meros agregados de la formación, sino aspectos sustantivos, con el mismo nivel de
importancia de las mentes anteriores. La gran tarea para el milenio que comienza, no consiste
simplemente en identificar y afinar las distintas inteligencias y emplearlas eficazmente:
“Debemos comprender cómo podemos combinar la inteligencia y la moralidad para crear un
mundo en que queramos vivir. Después de todo, una sociedad dirigida por personas
‘inteligentes’ bien podría volar por los aires o acabar con todo el planeta” (2001: 15).
Gardner termina diciendo: “Del sistema educativo en su conjunto, del sistema educativo en
sentido amplio, depende la garantía de que se cultive este conjunto de mentes. En cierto
sentido se trata de un trabajo de síntesis: asegurarse del desarrollo de todos y cada uno de los
cinco tipos de mente: pero asimismo se trata de una obligación ética: en los años venideros las
sociedades sólo sobrevivirán, por no hablar de prosperar, si los ciudadanos respetamos y
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cultivamos el quinteto de mentes que en estas páginas hemos valorado. Cuando hablo de ‘un
sentido amplio’ de la educación, me refiero a que las escuelas por sí solas no pueden cumplir
esta tarea” (2008: 228).
X. ACERCAMIENTO A LA FILOSOFÍA
En los hechos, la filosofía es interminable y sus temas imposibles de innumerar: nada escapa
a su interés. Kant en un pasaje de su Lógica, sintetizaba el universo de la disciplina en cuatro
preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es
el hombre? En su opinión las tres primeras podrían finalmente integrarse en la última.
Preguntas amplias y difíciles, sin duda; y entrar en ellas es ya estar en la filosofía.
Precisamente lo que aspira a realizar Gardner. Hacia el final del texto él mismo lo dice: “En
consecuencia, considero necesario y apropiado concebir mi investigación como una actividad
arraigada en la filosofía. Sólo a través de la filosofía se puede reflexionar sobre la naturaleza
de las afirmaciones y las declaraciones que invocan los términos verdadero, bello y bueno, y
los territorios donde rigen tales asertos” (2011: 241).
Más allá de lo pertinente de su reflexión, es también preciso señalar que es aquí en donde el
autor muestra sus mayores debilidades. Su formación en ciencia es superior a la formación
que tiene en filosofía. Con todo, su orientación es valiosa si se piensa que la ciencia como
actividad humana no puede ser indiferente respecto de las consecuencias sociales que tienen
sus hallazgos. Gardner lo asume sin complicaciones, su foco está en la verdad, la belleza y la
bondad; y no por simple distracción: “Toda sociedad que pretenda perdurar debe velar para
que esos conceptos y valores se transmitan de forma viable a las siguientes generaciones”
(2011: 23).
Retoma en este libro un asunto que ya expresó en forma más sucinta en La Educación de la
Mente y el Conocimiento de las Disciplinas. Sin embargo, es ahora la oportunidad en que
aspira a un abordaje independiente y de mayor profundidad de cada una de estas virtudes. Un
examen sugerente de sus características definitorias, sus rasgos constantes; y finalmente su
posición crítica respecto a las posturas postmodernas que buscan inundar cada tema y cada
asunto de lo que su juicio es un injustificado relativismo.