Está en la página 1de 5

¿Por qué supervisar?

Quien como yo despierta a los perversos demonios


que habitan, imperfectamente domados, un alma humana,
para combatirlos ha de hallarse preparado a no
salir indemne de tal lucha.
S. Freud.1

Es constante que el psicoanálisis tenga efectos sobre toda


práctica del sujeto que en él se compromete.
Cuando esta práctica procede, por muy poco que sea,
de efectos psicoanalíticos, resulta para él que los engendra
en el lugar en que tiene que reconocerlos.
Cómo no advertir que el control se impone en
cuanto surgen estos efectos y ante todo,
para proteger de ellos a aquel que ocupa
allí la posición de paciente.
Lacan2

Mucho se ha escrito sobre la importancia de la supervisión en el campo del


Acompañamiento Terapéutico en su relación con el psicoanálisis, mostrándose su
necesidad y su importancia al momento de revelar su eficacia clínica y las
exigencias que esta misma generan sobre quien agencia el lugar de acompañante,
pero ¿Qué del supervisor? ¿Que se ha dicho de su lugar y de la responsabilidad
que tiene en el dispositivo?, puesto que “Algo de una responsabilidad que la realidad
impone al sujeto, cuando es practicante, asumir por su cuenta y riesgo está en juego
aquí.”3. De esa forma, me propongo aquí abordar ideas sobre la figura del supervisor
y su relación con el dispositivo de At.

Partamos de algo muy básico: el diccionario de la lengua castellana dice que


Supervisar se refiere a vigilar o dirigir la realización de una actividad determinada
[una persona que tiene la autoridad o capacidad para ello]. ¿De qué autoridad se
trata? ¿Qué hace que un alguien acepte el lugar de supervisor? ¿Qué lo lleva a
ponerse en juego en ese lugar? No se ocupa un lugar sin un pedido, es decir, el
supervisor está en su lugar gracias a que alguien lo invito a estar ahí y él, acepto.
En su respuesta esta su responsabilidad, ahí donde acepta decir si ¿a qué dice si?
Y una vez aceptado ¿Cómo va a responder? ¿Qué va a hacer con el saber que se
le supone?

Para entrar en calor, iniciare con una metáfora un poco burlesca para abordar el
importante tema de la invitación (demanda de supervisión) y la respuesta
(aceptación) que se da a dicha invitación: supongamos que somos invitados a una
fiesta de 15 años (celebración importante en mi país, no sé en los suyos), está el
invitado que incomoda, el que critica, el que dice lo que está bien y lo que está mal,
el que daña la fiesta por que se embriaga, el peleón (peliaringo), el que no va, el
que va un ratico, que lleva regalo o el que no, el que alquila el traje o el que lo
compra, el que aun que fue parece que no fue, el que no molesta, el que ayuda a

1
Freud, S. Análisis fragmentario de una histeria.
2
Lacan, J. Acta de Fundación 21 de Junio de 1964.
33
Ibíd.
los anfitriones, etc., es decir, cada quien tiene muchas formas de responder a esta
importante invitación. Ahora bien, si la escena del acompañamiento reúne una
multiplicidad de presencias, de acciones y de discurso ¿cómo responderá el
supervisor a la invitación que se le realiza? ¿Será que se embriaga (de saber)
(discurso universitario) o estará en posición de que todo funcione y evade su
implicación en la escena (discurso del amo), critica la escena y lleva a producir otro
saber (discurso histórico) u ocupara otro lugar (discurso de analista)?

¿Otro lugar? ¿Por qué ser tan ambiguo en esa formulación? Partamos de algo
básico, no hay discursos buenos o malos, ni unos mejores que otros, solo que es
necesario mostrar que dependiendo de la forma en cómo se dé respuesta
dependerá el lugar que se ocupa en el discurso.

“El control no es y no podría ser la misma práctica, según que él funcione bajo el
régimen del discurso del Amo - del control policiaco (« ¡Sus papeles! ») al «control
de calidad » de nuestra industria moderna)-, o bajo el régimen del discurso
universitario - sumisión al pensum, verificación de aptitudes y de competencias,
habilitación y calificación-, bajo el régimen del discurso histérico - puesta en tela de
juicio del saber ya allí y contribución a la producción de un saber nuevo - o bajo el
régimen del discurso analítico - puesta en función del deseo del analista como «
deseo de saber », verificación del acto analítico y convocatoria a la responsabilidad
de aquel que se autorizó a conducir un análisis”.4

“Momento, pará esteban, aquí no estamos en un congreso de psicoanálisis, esto es


AT” estoy de acuerdo con eso, el acompañamiento no es psicoanálisis, pero que
bien que le hace a esta práctica nutrirse de los postulados psicoanalíticos 5, ¿no
creen? Así que, lo que aquí se trata, es de abordar “la responsabilidad de aquel que
se autorizó a conducir…”

En nuestro ejemplo, recordemos que en la invitación a la fiesta lo que se juega es


el lugar que se va a ocupar en la misma: el agente, el otro, el trabajo o la verdad.

Algo que no nombre antes, los 15 años son importantes para las mujeres, es la
feminidad la que se juega en esta celebración cultural tan importante, así que en
este orden de ideas ¿Qué agencia? Dado que no es un “quien” lo que se juega, es
un “Que”. Un “Que” (S1) que tiene cortado su camino hacia la verdad ($).

Volvamos a la escena de supervisión, ¿es el supervisor el agente de la escena? O


¿desde qué lugar se permite que x o y persona pueda ocupar el lugar de

4
Askofare, S. ¿Cuál doctrina del control?. Intervención en el seminario Escuela, París, el 22 de enero de
2009. {Publicado en el Mensuel No. 44 Junio 2009}
5
No solo de ellos, pero aquí me interesa hablar del aporte que el psicoanálisis le hace al ejercicio de la
supervisión en el dispositivo del At.
“supervisor”? “No olvidemos ciertas funciones en las que el sujeto no se encuentra
simplemente en posición de ser agente sino en posición de sujeto, en tanto que el
sujeto está más que interesado, forzosamente determinado por el acto del que se
trata”.6

Haciendo una lectura discursiva podríamos decir que: el amo (S1) no desea saber
de su división ($), sino que sea el otro (S2) quien trabaje para colmar esta demanda
(a); en el discurso de la histeria, es desde la división ($) que no se desea saber
sobre su realidad de objeto (a), por eso se pone a trabajar al amo (S1) para produzca
un saber (S2) sobre eso. Por otro lado, tendríamos al saber (S2) en lugar de agente,
haciendo trabajar al otro ($) para que este produzca un trabajo (a) que responda a
ese saber, del cual no se desea averiguar a qué amo (S1) responde. Visto hasta
aquí, vemos que la relación entre el agente y la verdad está imposibilitada, elemento
que se manifiesta también en el cuarto discurso, es decir, el agente (a), que es
convocado por la división del sujeto ($), lo acompaña a que produzca significantes
amo (S1) asumiendo que como agente no tiene la respuesta sobre la verdad del
sujeto (S2), es decir, desde a se va hasta $ para pasar de la impotencia a la
imposibilidad: que se desee saber a pesar de la imposibilidad de hacerlo. ¿Y a qué
viene todo este mamotreto psicoanalítico esteban? Viene porque es importante (al
menos para mí) mostrar que el ejercicio que se haga desde el psicoanálisis en la
supervisión, distara mucho de otro tipo de discursos y posiciones.

“El psicoanálisis poco pudo enseñarle en lo que a la práctica se refiere, pero le


ofreció una clara visión teórica de lo justificado que eran sus métodos, permitiéndole
fundamentarlos ante los demás”.7 Nos dice Freud ante la labor del pedagogo. Ante
el acto de acompañar lo cotidiano, ante los avatares con lo que como Ats se
enfrentan, ante su práctica, el psicoanálisis tiene poco que enseñarles, pero ante el
fundamento, la inteligencia del caso, el pensar los pasos venideros y los dados
anteriormente, el psicoanálisis se muestra como una doctrina capaz de ofrecer un
gran abanico de posibilidades para ustedes.

Una de las preguntas más importantes que siempre me hago cada vez que alguien
me pide supervisión es ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Cómo responderé?
¿Qué quiere que le diga? Estas preguntas son importantes porque tienen
respuestas sencillas pero profundas ¿no sé, ni que decir, ni que hacer, ni que
responder? Es algo que abordo en mis propias supervisiones de las supervisiones,
sí, yo soy de los que tengo, supervisión para mi ejercicio como analista y supervisión
para mi ejercicio de supervisor, y aparte de todo eso llevo mi análisis, “Dado que en
nuestro campo, hay también cosas que no se aprenden justamente sino en la
práctica”.8

6
Lacan, J. Seminario 14. Las lógicas del fantasma.
7
Freud, S; prefacio para un libro de august aichhorn.
8
Askofare, S. ¿Cuál doctrina del control?. Intervención en el seminario Escuela, París, el 22 de enero de
2009. {Publicado en el Mensuel No. 44 Junio 2009}
Aquí es importante diferencia tajantemente el control del análisis, dado que no son
lo mismo, en palabras de Soler se podría decir que “En el control se habla de,
mientras que en el análisis la regla es hablar, intransitivamente.”9 El psicoanálisis,
desde la época de Freud, se muestra como una práctica más que como una teoría,
es decir, no solo se trata de usar sus conceptos, de venir a hablarles a ustedes del
uso de los discursos y de otros elementos teóricos propios de su cuerpo epistémico,
si no que se trata de transmitir la importancia que para el At tendría una formación
psicoanalítica profunda, es decir, pasar por un propio análisis. ¿Ya vas a pasar de
la supervisión al análisis? No, pero si quiero resaltar que para quien acepte este tipo
de invitaciones (de supervisor, de At, etc.) es importante que realice un trabajo
profundo sobre sí mismo para que este advertido de los resortes que lo llevan a
responder a esa demanda, por que recuerden que hasta el decir NO ya es una
respuesta. “La enseñanza teórica no penetra a suficiente profundidad ni establece
una convicción”10 afirma Freud. Cuando se le hace una invitación a alguien, ese ya
no tiene forma de salir con las manos limpias de ella.

Ahora si ¿Por qué supervisar? “esteban le das muchas vueltas al asunto, es un


pregunta que no tiene mayor trascendencia” me decía a mí mismo mientras escribía
estas líneas; aparte, me acerco a una imposibilidad importante: es imposible
responde al ¿Por qué? ¿No les ha pasado que cuando un niño les pregunta eso, no
hay respuesta que colme su investigación? Pero que una pregunta tenga respuesta
imposible, no significa que se es impotente para abordarla. ¿Por qué supervisar?
porque sí, porque mientras existan quienes se dejan atravesar por su práctica,
quienes no confíen en el saber que han producido sobre su ejercicio y se interesen
en saber y en sostener su deseo de saber, es importante que encuentren un lugar
donde depositar sus preguntas y sus respuestas. Recordemos que el psicoanálisis
no es LA respuesta de la época, nuestro tiempo tiene múltiples ofertas porque existe
multiplicidad de demandas, así que ¿Por qué no sostener una respuesta desde este
polo?

Transferencia y supervisión

¿Que saber se le supone al supervisor? A diferencia de un análisis, al cual se va


tras el “descubrimiento del ser”, es decir, “se supone que el analista sabe sobre el
sujeto, sobre su ser”, a supervisión se va tras la suposición de un “saber sobre el
hacer”, buscamos a quien suponemos sabe algo sobre el hacer que me está
interpelando actualmente. Así, una condición necesaria para sostener la supervisión
es el establecimiento de la transferencia. De esta forma el supervisor, que
esperamos no sea ni tan súper ni tan visor, debe sostener un semblante que permita
que sus intervenciones generen un efecto en quien lo busca, no confundiendo su
espacio con el análisis de ese que le demanda escucha y derivando a tiempo
cuando algo de ese orden emerja: el control puede reconducir un análisis que ha
quedado suspendido o puede llevar a que alguien inicie uno, pero en ningún
momento es equiparable con un análisis.

9
Soler, C. el florilegio del mensual
10
Freud, S; prefacio para un libro de august aichhorn.
También es importante resaltar que, a diferencia de un análisis en el cual “la
transferencia se estructura como la mayor resistencia”11 en la supervisión puede ser
usada dado el “carácter salutífero que esta tiene por fuera del análisis” 12, esto no
significa que no se presente como una resistencia en el control, pero su
maniobrabilidad será diferente: la transferencia es indispensable, pero su
manejo es diferente.

La transferencia, pensada desde Freud y Lacan, es la mayor resistencia para el


“deseo de saber”, recordemos que quien ama no quiere saber nada más que el
amor que tiene por su amado, no le interesa nada más, motivo por el cual, en
supervisión, será el supervisor el encargado de poder llevar a quien lo busca más
allá del brillo que genera la experiencia que se le supone tener, este brillo puede
enceguecer tanto al supervisor como al supervisante, pero considero que si sucede
eso con el primero es más peligroso que cuando sucede con el segundo, es decir,
si el supervisor se cree ese cuentico de que sabe mucho, caerá muy fácil en un
ejercicio policivo de la supervisión, más del lado del discurso del amo, o tomara a
quien lo busca como un aprendiz así como en el discurso universitario, anulando las
producciones y los descubrimientos que puede ir realizando quien lo busca.

Para quienes nos posicionamos desde el psicoanálisis, ya sea como supervisores


o como acompañantes, debemos tener claro que es a través de la transferencia, en
la relación que esta tiene con la sugestión, en donde está el mayor poder de nuestra
intervención, “poder que no da la salida del problema sino a condición de no
usarlo”13.

Para finalizar me gustaría volver a Freud:

“Quien pretenda aprender por los libros el noble juego del ajedrez, pronto advertirá
que sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática y
exhaustiva, en tanto que la rehúsa la infinita variedad de las movidas que siguen a
las de apertura. Únicamente el ahincado estudio de partidas en que se midieron
grandes maestros puede colmar las lagunas de la enseñanza. A parecidas
limitaciones están sujetas las reglas que uno pueda dar para el ejercicio del
tratamiento psicoanalítico.”14

11
Freud, S. Sobre la dinámica de la transferencia.
12
Ibíd.
13
Lacan, J. La dirección de la cura y los principios de su poder.
14
Freud, S. Sobre la Iniciación del tratamiento.

También podría gustarte