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Guy Briole
1 Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012,
p. 601.
Desde los dramáticos atentados que han tenido lugar en Francia, en enero de
2015, hemos vivido durante tres años bajo un régimen especial de restricciones de las
libertades y de vigilancia que responde a un dispositivo legal: el estado de urgencia. La
paradoja es que el estado de urgencia llega cuando la urgencia ya ha pasado, cuando el
drama ya ha tenido lugar. Se supone que previene su retorno, pero nadie se pone de
acuerdo respecto a la apreciación del riesgo ni sobre los medios para remediarlo. Se
establece posiblemente para confortar al ciudadano haciéndole saber que otras
situaciones de urgencia le han sido evitadas; eso se denomina “desenmascarar una
intención de atentado”. El 11 de enero de 2015 los terroristas atacaron la libertad de
expresión masacrando periodistas de Charlie Hebdo, mientras que el 13 de noviembre
de 2016 golpearon la vida, la juventud, los cuerpos libres. Los dos atentados nos han
apuntado a todos. Nuestra subjetividad ha sido alcanzada; el terrorismo, como palabra,
concepto, amenaza, no es subjetivable. Permanece como un real que la contingencia
puede volver traumático para cualquiera; en cualquier momento.
Esta nueva situación ejerce sobre nosotros, sobre nuestros cuerpos, una coerción
que la incertidumbre vuelve más ansiógena, más persecutoria para algunos, más
desesperada para otros, y generadora para todos de una pérdida de control.
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Es en este contexto donde la urgencia puede surgir en cualquier momento. Y,
cuando está allí, ya es demasiado tarde.
Eso no quiere decir que no haya nada que hacer. Al contrario. Todo queda por
inventar, inmediatamente; urge restablecer un lazo de palabra con aquel que se ha
cortado del Otro. ¿Cómo hacer el par con él; en la urgencia?
La reflexión en Francia integra cada vez más la noción de tiempo en sus criterios
cualitativos y se mantiene como objetivo “la hora de oro” en la cual todo el mundo
parece estar de acuerdo. Por tanto el play and run, el “actuar y correr”, es lo más
conforme con la ética de la práctica en Francia.
“Actuar y correr”, cierto, pero con un orden concertado. Esta fórmula no tiene
sentido más que si inscribe la acción en una determinada estrategia de atención, en una
red de cuidados que sitúa al final de la cadena, a los interlocutores adaptados a las
situaciones.
Bien, hace falta una doctrina para una estrategia. ¿En qué eso nos concierne?
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¡Es una doctrina que no es doctrinaria! Es adaptativa. Necesita una formación de
muy alto nivel, un mantenimiento de competencias, un sentido común sólido, un
espíritu de equipo, un sentido de la iniciativa concertada; también transparencia y
trazabilidad. ¡Parece el opuesto de lo que hace, habitualmente, el psicoanalista! Pero,
seguiremos atendiendo en urgencias.
Decididamente sí, nos concierne. Nos concierne tanto más cuanto que el
concepto de urgencia se ha extendido, más allá de las urgencias médico-quirúrgico-
psiquiátricas clásicas, a numerosas situaciones subjetivas de sufrimiento o de conflictos
familiares, de parejas, a momentos de desamparo psicosocial, a estados de precariedad o
impasses profesionales –siendo el burn out el velo púdico que oculta momentos de
perturbación que requieren una respuesta con urgencia.
En las prácticas psi, la urgencia está desde siempre, presta a manifestarse bajo
múltiples formas: subjetivas, somáticas, sociales, institucionales. Marca la ruptura
repentina de un equilibrio, la cual provoca un estado de crisis en el sujeto.
2 Zack O., « L’urgence : un nouveau sophisme ? » in : États d’urgence en psychanalyse. Quarto, octobre
2016, n° 114, p. 41.
&http://ix.jornadasnel.com/template.php?file=Textos-Videos-y-Entrevistas/Textos/16-07-14_La-
urgencia-un-nuevo-sofisma.html
Zack, O., “La urgencia: ¿un nuevo sofisma?”, en IX Jornadas de la NEL. Violencias y Pasiones. Sus
tratamientos en la experiencia analítica, on-line.
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Así pues, como en psiquiatría, la coyuntura del pasaje al acto puede surgir en
cualquier momento. Sostengo que en la práctica de la psiquiatría todo es urgencia.
Esta mujer joven está desesperada; un dolor moral la arrastra más allá de los
remordimientos o la culpabilidad. Las palabras no albergan nada de lo que la
conmovía antes. Se vive a sí misma como un peligro para su hijo y no ve otra
3 Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 552.
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solución más que darse la muerte para aliviarlo de su presencia ruinosa. El
analista sabe que confortarla sería precipitarla. En esta urgencia de la vida, el
analista se oye a sí mismo decirle: “el niño que yo pude ser en el lugar donde
está su hijo hoy, pese a todas las dificultades que vivía su madre, siempre
prefirió que ella se quedara a su lado”. Tanto el analista como la analizante
quedan pasmados ante este enunciado. Ella dice con gran emoción, el rostro
alterado, que está sorprendida por haber, en este mismo instante, vuelto a sentir
amor por su hijo. Este acto único no es un prêt-à-porter para repetir en
circunstancias análogas.
Las mencionaré, aunque solo sea porque se debe tener siempre presente esta
eventualidad, cada vez que aparece una discordancia clínica. Piénsese en las grandes
crisis de angustia que enmascaran un infarto de miocardio, una embolia pulmonar, una
colecistitis aguda, una crisis de cólicos nefríticos…
La confusión mental, con ese tono gris tan característico del pensamiento, puede
ser la expresión de una meningitis, un paludismo con falciparum, un tumor cerebral de
principios, un accidente vascular cerebral, un desorden glicémico, un desequilibrio
hídrico, etcétera.
Por último, estados intrincados que mezclan patología psíquica y somática. Por
ejemplo, la enfermedad de Basedow: el hipertiroidismo.
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Las urgencias subjetivas. Una perspectiva psicoanalítica
En la última frase de su texto de los Escritos, “Del sujeto por fin cuestionado”,
Lacan afirma que “habrá psicoanalista para responder a ciertas urgencias subjetivas” 4.
Partamos de lo siguiente: si bien una parte del sujeto está capturada por la
urgencia, otra se mantiene en la referencia al Otro. Puede ser esta una definición de la
urgencia subjetiva. Y es independiente de la estructura, de los trastornos existentes o de
los antecedentes.
El pasaje al acto, por el hecho de ser salida de la escena, corte temporal con el
Otro, no descalifica al analista como interlocutor de la urgencia. Lo pone al pie del acto,
o sea au pied du mur, al pie del muro –entre la espada y la pared, en castellano– para
“hacer el par”6 con él, restableciendo un lazo de palabra, allí donde, en la urgencia, el
sujeto se ve rechazado fuera del campo del Otro, del cual no se puede sostener.
4 Lacan, J., “Del sujeto por fin cuestionado”, Escritos, vol. I, Madrid, Siglo XXI, 1984, p. 226.
5 Idem.
6 Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012,
p. 601.
7 Lacan, J., El Seminario, Libro 21, Les non-dupes errent, sesión del 19 de febrero 1974, inédito.
8 Briole, G., “El trauma, momento de crisis por excelencia”, El psicoanálisis, n° 27 (2015), pp. 34-41.
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Puede ser espontáneamente resoluble, pero también desembocar en una urgencia. Se
podría decir que la crisis es un “estado nativo” de la urgencia subjetiva.
Quiere obtener del analista “las claves para la regulación de su goce” y, para eso,
reclama el saber hacer que supone al analista. Demanda un bricolaje rápido para
contener lo que lo asalta, poner fin a su malestar. ¡Urge!
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modelo social, otras veces con el acontecimiento. Si bien ocurre que piensa que eso le
hace víctima de su época, eso no invalida que sea un sujeto responsable.
10 Lacan, J., “La ciencia y la verdad”, Escritos, Madrid, Siglo XXI, 1984, vol. II, p. 837.
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Se le escapa al adolescente, enamorado de la libertad y a la que reivindica a
título de la vida, que es allí justamente donde lo lleva, y que la puede perder.
¿Qué decir, qué hacer con esta soledad que los años refuerzan, con este
sentimiento de “destino perecedero”11 que empuja tanto a la aversión como a la rabia
contra la realidad biológica y su marca de tiempo? Entonces hay que vivir con los
recuerdos, a menudo retocados.
Ninguna originalidad hay en decir que con la edad llega la familiaridad con
aquello que se aproxima a un fin. Sin embargo, eso no produce ningún conocimiento,
ningún saber sobre la muerte. Entonces, el que se acerca a ella puede llegar a esperarla,
a precipitarla, para que todo eso por fin cese.
11 Freud, S., “Lo perecedero”, Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981, vol. II, pp. 2118-
2120.
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supuesto el atentado de Atocha, la estación de trenes de Madrid, el 11 de marzo 2004, el
11-M.
En cada situación, hubo que inventar en función del lugar –a menudo el lugar de
los otros, no la consulta ni la institución– y de las circunstancias. Durante los tiempos de
viaje a los lugares, a menudo me preguntaba cómo me iba a manejar. Finalmente jamás
establecí a priori una conducta que mantener. ¡Jamás me protocolicé! De hecho, me
atuve siempre a los avatares del encuentro. Esta posición subjetiva no deriva de un “ya
se verá”, de una negligencia, aún menos de una pretensión, sino de lo que se aprende del
psicoanálisis: permanecer abierto a los riesgos de la sorpresa.
12 Briole G., “Después del horror, el traumatismo”, El psicoanálisis, N°27 (julio 2004), pp. 57-67.
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por la mano y se declaran “hermanos de cadenas”; no se separarán jamás. El ministro se
vuelve hacia mí y me dice antes de desaparecer: “Doctor, tiene usted una noche para
hacerles recobrar la compostura”.
En este instante, en esta triple urgencia, guiado por lo que había aprendido del
psicoanálisis –de la mía, de la enseñanza de Lacan y su concepción del uno en el grupo–
¡inventé el debriefing psicoanalítico!
Jacques-Alain Miller publicó en Ornicar?, número 48, un texto corto, “Rentrer
captif”,13 “Volver cautivo”, donde escribí sobre esta experiencia. Mantuve los
“encadenados” juntos, tratando de distinguir en la mezcla de significantes, en esa
logorrea a tres, lo que era la historia de cada uno. Pronto en este uno para todos se
manifiesta el cada uno para sí. Es lo que se trataba de captar y, digámoslo así, se trataba
de restituir a cada uno los significantes de su propia historia. Ese trabajo paciente y
minucioso prosiguió a lo largo de toda la noche. Querían ver el sol salir sobre “su
libertad recuperada”. Pero más allá de esta primera alba, ¿cómo vivir esta libertad, pero
también la vergüenza de haber sido capturados, de haberse comportado cobardemente,
etcétera? No obstante, el punto central es saber qué lugar les habrá quedado al lado de
sus prójimos, sus esposas por supuesto, pero, por encima de todo, una pregunta los
atormenta: ¿qué lugar les han guardado sus hijos?
Vivieron lo que es la ficción de padre: nada les ha protegido del derrumbamiento
que se ha producido para ellos en este cautiverio. Una discreta punta mística puede oírse
al respecto. “Volver cautivo” –una parte de ellos ha quedado allá, enganchado al mal
encuentro. A la vuelta, sobre el tarmac de la pista, uno de ellos no fue hacia su hijo,
esperó a sabiendas que el hijo viniera hacia él –me lo dirá él mismo: “quería saber si me
iba a reconocer”–.
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tuvimos que inventar, según el uno por uno de los traumatizados, pero también de
grupos que pertenecían a comunidades de extranjeros, religiosas, etcétera.
− Una ciudad ha sido atacada con un objetivo preciso, calculado, odioso y ciego.
− 11-M se propaga como una onda expansiva en la ciudad y más allá de ella.
− Para un cierto número de los que han sido traumatizados, la palabra prolifera
sin punto de capitón, mientras que para otros queda bloqueada en su pasmo
traumático. Tanto si se queda en silencio como si se expresa sobre la
modalidad logorreica, le falta al sujeto el lugar del destinatario.
− En este sentido, crear una red asistencial no es –incluso en este tiempo– crear
una red específica del traumatismo. Es así cómo, en la urgencia, con esta
respuesta en acto que requiere el traumatismo, una escucha del sufrimiento
es propuesta.
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− Así pues, esta respuesta al acontecimiento no es un acting out. Es un acto
como respuesta a la actualidad y también un primer paso hacia el
establecimiento de un proyecto que deberá desarrollarse más allá del
traumatismo.
Urgencias paradójicas
Veinte niños y su maestra son rehenes de un hombre que se supone que tiene un
cinturón de dinamita y que está dispuesto a hacerlo explotar si no ceden a sus
reivindicaciones. ¡Se hace llamar Human Bomb! Ha escrito una carta de reivindicación
que me envía por fax, a las 8.00 horas de la mañana, el médico jefe de los bomberos.
Me piden que haga un diagnóstico. Es la primera urgencia.
El gabinete del Ministro del Interior me pide que venga sobre el terreno y
colabore con la policía. Es una urgencia inesperada. Me niego, a pesar de las amenazas
de sanción. Propongo hablar con el secuestrador y organizar un apoyo a las familias. Lo
rechazan. Mantengo mi posición. Encontrarán un médico “civil” que se preste a esta
mascarada y el secuestrador, simple psicótico bastante inofensivo, será ejecutado en un
ataque comando filmado, por supuesto, por la policía. Así fue también filmado el
rescate de niños, llevados en brazos por policías encapuchados, salvo uno en brazos de
Nicolás Sarkozy, él sin capucha. Era alcalde de Neuilly.
14 Briole, G., Vallet, D., “Prise d’otage et initiatives !”, Médecine et armées, 1994, 22, 6, pp. 459-462.
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Al día siguiente del drama, el Jefe de Psiquiatría de Toulouse me pide ayuda.
Sus equipos están desbordados. Tomo un avión; la situación sobre el terreno no es lo
que había pensado. Son los psiquiatras y los psicólogos de su equipo quienes están
traumatizados y en un estado de angustia incontrolable. Han tenido que participar en el
acompañamiento de las familias junto a los cadáveres de las víctimas para participar en
el reconocimiento de los cuerpos, ¡la mayor parte de ellos en pedazos! Prueba terrible a
la cual no prepara ni la psicología ni el psicoanálisis. La urgencia estaba en el
debriefing de los psi. El Jefe de servicio también se colocó en el grupo.
Añadir un espacio
Podría hablarles más de todos estos momentos con los que me encontré y
ustedes también me podrían contar. Solo quería subrayar el efecto de sorpresa que se
nos puede presentar en situaciones tan alejadas unas de otras.
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continente imperfecto. Hago valer el espacio del marco analítico del mismo modo como
lo ha desarrollado Kernberg para los estados límite que ponían a prueba el marco
analítico. Poder localizar la dimensión subjetiva de una crisis, de una urgencia, hacer
que los acting out se puedan hablar y no producir una ruptura en un pasaje al acto, es un
paso decisivo. El analista, haciéndose destinatario de una demanda desordenada, a veces
agitada y amenazadora, intenta anudar la crisis al campo del Otro.
Este desorden se escucha. Eso no quiere decir que el analista sugiera que pueda
cambiar algo en él. Simplemente está allí, incluso con su impotencia, como interlocutor.
No tiene por qué mostrarse de otro modo; no tiene la solución a la crisis. El analista
evitará usar la sugestión tranquilizadora que pasa por la seducción, desplazando la
transferencia al que promete un mañana sin crisis. Tomar la crisis por el lado de la
promesa es ir hacia la puesta a prueba de la transferencia y el impasse donde se juegan
los acting out tanto del analista como del sujeto.
El acto puede tocar el punto donde se puede hacer el par con lo que, de este
sujeto, puede aún atraparse en lo que lo supera, con la parte que puede aún responder en
él.
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en el traje a medida del psicoanalista new-look, especialista en crisis, en urgencia! El
que se deje capturar en ese espejismo caerá rápidamente, se comprende, en crisis él
mismo, por no poder ubicarse en el acto.
Nos pasa algunas veces de estar en el dilema, dados nuestros recursos que son
limitados, ya que no son como los de un hospital, de si tomar o no tomar un paciente
que tiene o ideas suicidas o ha amenazado un suicidio, o cuando ya ha hecho un pasaje
al acto. Siempre es un tema que a nosotros nos preocupa, tanto que a veces temo un
acting out de nuestra parte.
Ya que lo has planteado como que un equipo que trabaja en estos temas puede
entrar en la sugestión o en el acting out, que son los dos riesgos mayores que tiene un
trabajo en equipo. Sé que no puede prevenirse el pasaje al acto y siempre es en el uno
por uno en donde hay una apuesta. Quizás puedas, desde tu experiencia, decirnos algo
más con respecto a cuándo, no voy a decir cuándo si o cuándo no, porque no hay
criterio, pero quizás puedas decirnos algo que te sugiere esta problemática.
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subjetivas, un aporte que permite ubicar cuándo el paciente requiere un dispositivo que
no está al alcance de lo que PAUSA puede aportar.
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cuestiones sobre su cuerpo no debemos tapar sus enunciados con formulaciones del tipo
“es un discurso hipocondríaco, “una alucinación”, un acontecimiento de cuerpo,
etcétera. En estas situaciones, en el cuerpo del paciente siguen sucediendo cosas que
pueden estar amenazando su vida, lo que llamaría “pasajes al acto corporales internos”
Por supuesto, no tomen esto como una receta, cada cual debe encontrar su
manera de hacer el par. Lo que si puedo decirles es lo que no hay que hacer: no hay que
dar esperanzas, no hay que apaciguar, no hay que seducir. Todo eso tiene que ver con
engañar al otro y precisamente el psicoanálisis está en total oposición.
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Graciela Brodsky: La pregunta es qué nos autoriza a intervenir. Tomo dos
situaciones, la situación de PAUSA, por ejemplo. PAUSA recibe pacientes, se
autoevalúan como "estoy en crisis", familiar, amorosa, etc. y la demanda proviene de
ellos. Son ellos quienes formulan una demanda, quieren ser escuchados, piden un
interlocutor y encuentran un analista que hace par a esa necesidad de poner en palabras
algo que escapa.
En los otros casos, uno de los que tú comentabas, no son los sujetos de la crisis
los que piden, es el Ministro del interior, es el Jefe de bomberos, es el Jefe de servicio y
la demanda no proviene del sufriente. La demanda no proviene del traumatizado, sino
que la demanda proviene del Estado que necesita restablecer un orden, restablecer un
funcionamiento, que tiene que resolver una situación crítica.
Guy Briole: Me parece que esa no demanda es lo que encontramos casi con cada
sujeto traumatizado. Vienen pocas veces de primera intención, sino en general después
de un trayecto muy largo. Además, ahora hay las células médico-psicológicas que se
desplazan al lugar donde se ha producido un “traumatismo”, y están también los
políticos que dicen “es un drama, es terrible”, etcétera, pero como ya la célula está en el
lugar y va a arreglarlo todo, ¡ellos pueden deshacerse de cualquier responsabilidad!
Durante toda una época, las células de urgencia médico-psicológicas les daban
un cuestionario a rellenar y también un texto explicativo sobre lo que podía sucederles
en algunos días o meses, tal o tal síntoma que sería la marca del traumatismo. Y con
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todo eso hacían estadísticas. Y los comportamentalistas los “trataban” pasándoles
grabaciones de atentados para desacostumbrarlos al impacto.
Sin embargo, hay un efecto de nuestro trabajo y de nuestro discurso sobre los
miembros de estas células, hoy muchos solicitan que les orientemos en su actividad, y
también hay muchos que han sostenido su posición y su trabajo a partir de la orientación
del psicoanálisis lacaniano.
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Moty Benyakar. Experiencias que hicieron en la guerra, uno de los libros se llama "Del
diván a las piedras". La idea es que van a la trinchera del soldado, con una idea que en
principio parece freudiana, son colegas de la IPA. Ellos intentan hacer hablar al sujeto
casi en el momento del trauma, tienen que estar casi en el momento que va a explotar la
bomba, con una idea de tratar de desarmar el trauma, es decir casi ir más rápido que el
trauma en la cuestión temporal. Me interesaba esta experiencia porque entendía de lo
que vos planteaste, que para hacer el par tiene que estar lo imposible entre el sujeto y el
analista, que hay que preservar lo imposible, es la única manera que se puede hacer el
par.
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En realidad, cuando vamos a estos lugares donde hay traumatizados, nosotros
no creemos en la virtud de decir lo que ha pasado aquí, no creemos en la abreacción. No
se puede decir lo indecible. Nuestra manera de hacer el par con el sujeto traumatizado es
hacer el par con una imposibilidad de decir.
Vemos que la manera que cada uno tiene de decirlo tiene que ver precisamente
con eso. En el uno por uno de los encuentros pasa siempre algo. La cuestión es que si no
hay demanda o si uno está en el lugar donde hubo el accidente con los traumatizados,
todo depende también de la respuesta que damos nosotros al sujeto traumatizado en el
lugar mismo del traumatismo. Eso me parece el punto decisivo: la cuestión está de
nuestro lado, en cómo respondemos.
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