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El porvenir de la filosofía. Eduardo Nicol (1972).

Este texto forma parte de una de las tantas obras del filósofo mexicano de origen español,
Eduardo Nicol. El tema del texto, como el título lo indica, es acerca del futuro que la filosofía
afrontará y que de cierta manera ya afronta, donde el principal problema expuesto por el
autor es el peligro o la amenaza que la filosofía tiene en cuanto a su final pues, hay quién
considera que la filosofía ha llegado a su fin y, que ya no cuenta con un grado mayor de
verdad y utilidad como la ciencia puede ofrecer según los más, como menciona Eduardo
Nicol, a lo que entonces el problema a tratar es el siguiente: ¿Qué es lo que amenaza a la
filosofía? Esta cuestión desarrollada a lo largo del texto primeramente nos remite a un
análisis sobre los posibles finales que la filosofía puede enfrentar, esto para descartar, o
mejor dicho, para prescindir del hecho inevitable de su fin en cuanto a un desenlace natural,
y tratar la concepción de que el final de la filosofía puede ser a causa de que su “vida” se
vea truncada por factores de carácter pragmático dentro de la misma disciplina filosófica
como fuera de ella, es aquí donde el autor hace una distinción entre filosofía y ciencia para
posteriormente exponer la tesis de que lo que amenaza a la filosofía es el predominio de la
utilidad.
Los conceptos clave para la comprensión de este texto son los siguientes: Razón, Ser,
hombre, filosofía, ciencia, fin (término, muerte), libertad, amor, verdad, necesidad, vocación,
técnica, amenaza, sabiduría y sapiencia.
Lo que está en juego principalmente es la distinción, como habíamos mencionado
anteriormente, entre la filosofía y ciencia, en este punto, Eduardo Nicol nos muestra una
concepción filosófica de la ciencia, pues esta última no puede dar razón de sí misma como
si lo puede la filosofía. En esta concepción, Eduardo Nicol expresa que la ciencia es el
resultado de la filosofía y que el propósito real de esta primera es el de la búsqueda de la
verdad, y que con el paso del tiempo al irse especificando se separa de la filosofía, en otras
palabras, la ciencia se ha ido deshumanizando y pretende sólo dar resultados, se ha
mecanizado. Estas afirmaciones tienen gran implicación en un ámbito científico, pues en
esta concepción, el científico se asemejaría en mayor o menor grado a la teoría del homo
faber (el hombre que fabrica por la fuerza de la necesidad), y se alejaría totalmente de la
sapiencia en orden de satisfacer las propias necesidades humanas solamente, y con ello, el
ser quedaría totalmente “reprimido” (por así decirlo), y de esta manera el hombre pierde su
libertad, lo que nos conduce a otro asunto en juego el cual es la propia concepción del
hombre, y a una intrigante pregunta, ¿Qué es lo que caracteriza al hombre? a lo que
Eduardo Nicol respondería, de acuerdo a la información analizada en el texto, que lo que
caracteriza al hombre es su libertad y su autoformación a partir de esta libertad, además de
la razón que le motiva a ejercer actividades de carácter vocacional y no sólo actividades
necesarias en cuanto a su subsistencia o supervivencia. Estos asuntos en juego
principalmente indican que la razón se ha reducido a una técnica productiva y mecanizada,
lo que implica que la vida misma se forje en un ambiente donde la sapiencia, la sabiduría y
el amor a la verdad son asuntos de poca o nada relevancia comparados con todo lo que
conlleva el desarrollo de ciencias tecnificadas y/o deshumanizadas, como lo puede ser la
comodidad, el mejoramiento en la calidad de vida, además del constante desarrollo de los
medios de producción, entre un largo etcétera.
“El peligro para la filosofía se hace bien manifiesto al comprobar que todas las palabras
allegadas a la palabra amor, como philia, producen hoy un sonido discordante en el
concierto de las voces científicas.” Estas palabras del autor ayudan a comprender con
mayor claridad lo anteriormente mencionado, al hablar del amor, el autor se refiere a esa
cualidad humana de prescindir de lo inmediato (la necesidad) por ese afán de conocer lo
que hay más allá de lo que lo común nos ofrece, ese afán de adquirir no sólo sabiduría, sino
también la misma sapiencia, ese saber inútil tan invaluable; y con “discordante en el
concierto de las voces científicas”, el autor se refiere al rechazo y/o desinterés profundo que
actualmente radica en los científicos (y los no científicos en mi opinión) por el hecho de que
ese saber (sapiencia) es sin lugar a dudas inútil para la vida cotidiana como actualmente la
conocemos, ignoran su verdadero valor pues no aman el conocimiento, les agrada en
mayor medida lo que ciertos conocimientos o saberes pueden implicar en su vida en un
sentido material, por lo tanto, lo que tiene valor para la ciencia actual es la utilidad material y
tangible que puede sacar de dichos conocimientos. Debido a que ya no hay amor por la
sabiduría y mucho menos sapiencia dentro de la ciencia, lo único que queda a causa de la
efectividad y de sus métodos para brindar un resultado es la utilidad de esta misma en
cuanto a su aplicación, tanto en la vida cotidiana como en las comunidades científicas, por
esta razón el autor menciona en el mismo párrafo de la anterior cita lo siguiente: “La
sustitución del amor por la utilidad queda disimulada por la necesidad práctica del rigor y del
acierto”. Pero la ciencia, aunque actualmente cumpla con las características ya
mencionadas (su carácter pragmático y su desinterés por la sapiencia y sabiduría), se tiene
que entender que en esencia la ciencia es una vocación humana (como lo menciona
Eduardo Nicol), por consiguiente la ciencia es el resultado de la libertad que el hombre
ejerce sobre sí mismo, no por necesidad, sino, por curiosidad, y por curiosidad pretendo
hacer referencia a ese amor a la sabiduría y el afán de tener sapiencia, precisamente a eso
se refiere el autor en el párrafo 18 con la siguiente sentencia: “La vocación científica es una
disposición interior contemplativa”. Me veré obligado a citar a un distinto autor con el fin de
dotar de mayor sentido lo anteriormente mencionado, la cita es la siguiente: “...Pitágoras
habría sido el primero en usar la palabra ​filosofía en su significado específico. Comparaba la
vida a las grandes fiestas en Olimpia a donde algunos acuden por negocios, otros para
participar en las competencias, otros para divertirse, y en fin algunos sólo para ​ver lo que
ocurre; estos últimos son los filósofos”. (Nicola Abbagnano, Historia de la filosofía, Vol.
1,1994; pág. 4) En esta cita es necesario comentar que la palabra filosofía no hace
referencia al significado más popular de esta, el cual es amor a la sabiduría, ese significado
es relativamente tardío en comparación con el significado que implícitamente se encuentra
en dicha cita, la palabra ver (que está en letra cursiva), es la que hace referencia al
significado de filosofía, y tiene que ver con esa disposición y/o capacidad contemplativa
desinteresada que el hombre tiene frente a su realidad, por lo tanto, remitiéndonos
nuevamente a las palabras de Eduardo Nicol sobre que “la vocación científica es una
disposición interior contemplativa”, se entiende que hace referencia a que la ciencia debido
a esta disposición y capacidad de “ver”, analizar o racionalizar eventos y fenómenos, la
ciencia es nada más y nada menos que filosofía en el sentido más puro.
Para reforzar las concepciones de Eduardo Nicol sobre la filosofía y ciencia en su obra,
considero necesario aludir a las concepciones aristotélicas de estas mismas, ya que
guardan cierta similitud. Aristóteles indica que la ciencia (episteme) es el conocimiento de la
causa de una cosa, y la filosofía es la ciencia de las primeras causas y principios, dentro de
esta concepción hay tres tipos de ciencia, la especulativa, la cual su propósito principal es la
verdad, la ciencia práctica, que tiene como propósito la acción, y por último, la ciencia
poiética, que cumple con la función de producción. Es importante mencionar que para
Aristóteles la ciencia en un sentido más estricto es especulativa (teórica) y se divide en
física, matemática y metafísica, para él, la metafísica es la ciencia especulativa más elevada
porque busca las primeras causas y los principios supremos de la verdad.
Poniendo en relación los conceptos aristotélicos sobre filosofía y ciencia con los de Eduardo
Nicol y su obra, se infiere que en la actualidad debido a ese predominio de la utilidad en un
ámbito tanto científico como filosófico, el tipo de ciencia olvidado, ignorado o descartado
(como se quiera entender), es el especulativo, siendo más específicos, la ciencia metafísica,
debido al predominio de las otras dos ciencias (la práctica y la poiética).
A manera de conclusión, se logra interpretar que la necesidad está y estará en todo hombre
y si nos entregamos completamente a ella, sería entregar también nuestra libertad, nuestra
capacidad creativa y nuestro ser más íntimo y la única solución o la solución más viable, es
recuperar el principio vocacional de la ciencia y la filosofía, que la ciencia pueda regresar a
los fundamentos teóricos y metafísicos, de esta manera la filosofía, como lo indica el párrafo
tercero de la obra, perpetuaría su acto final a través de esta solución al problema del
predominio de la utilidad en el ámbito científico y filosófico que vendría siendo su conciencia
final.

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