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PSICOTERAPIA, PAREJAS, MATRIMONIOS, INFIDELIDAD.

¿Qué sucede luego de una infidelidad?

Después de una infidelidad algunos matrimonios deciden separarse y otros que, al


no hacerlo, continúan una relación tormentosa, o también existen aquellos que
utilizan la crisis para fortalecerse, crear mayor intimidad y volver a tener confianza
otra vez, claro que esto toma su tiempo, sobre todo en la comunicación de la
pareja.

Después de la infidelidad, aparece en los protagonistas la culpa, aspecto que


muestra una serie de emociones que se van encontrando, pero que es importante
sentirla; también aparecen los celos que son normales, porque son la llamada de
atención para poder observar la distancia con la pareja, cuanto esta se aleja o se
acerca, además que es un termómetro para mostrar el afianzamiento de la
relación; siempre lo adecuado es el acercamiento íntimo y emocional, lo
inadecuado son los celos patológicos que llevan a tomar conductas inadecuadas e
irracionales, que obviamente no ayudan a la superación del problema.

Expertos en relaciones amorosas indican que después de una infidelidad la pareja


defina cuál es su situación y que es lo que harán para superar el trago amargo, de
no hacerlo será incierto puedan superarlo ya sea juntos o divorciados.

Toda infidelidad es el síntoma inequívoco de alguna anomalía previa, consciente o


inconsciente, en la relación de pareja. Constituye, por ello, un verdadero detector
de problemas amorosos ocultos y una oportunidad de concienciarlos y resolverlos,
es decir, un punto de partida para mejorar la relación. De ahí que las infidelidades
sólo destruyen las malas relaciones (demasiado débiles, o desgastadas, o
neuróticas, etc.), pero refuerzan los lazos basados en el amor y la madurez
psicológica.

No obstante, cuando una persona es engañada por su pareja, sufre


inmediatamente tres heridas: 1) dolor por el abandono (celos); 2) humillación
(narcisismo y autoestima heridos); 3) rabia (odio, rencor, deseos de venganza). La
progresiva cicatrización de estas heridas exige vivenciar el siguiente proceso:

1.- expresar, desfogar las emociones ocasionadas (dolor, despecho, rabia) no sólo
ante la propia pareja, sino también con otros familiares, amigos, etc., que
acompañarán y compartirán el dolor de la persona y le darán ánimo y consejo.

2.- la persona engañada y su pareja infiel deberán afrontar con coraje el suceso e
investigarán conjuntamente por qué se ha producido, es decir, cuál fue el
significado de la infidelidad: ¿una huida? ¿una sustitución? ¿un narcótico? ¿un
castigo o venganza? ¿una muestra de soledad o desamor? ¿un síntoma de
aburrimiento? Etc. Es indispensable responder a estas preguntas no sólo como
parte del proceso curativo del engañado/a, sino también para prevenir futuras
repeticiones de la infidelidad u otros síntomas indeseables.

3.- resolver a fondo, si se quiere y se puede, todos los problemas descubiertos (p.
ej., falta de amistad, comunicación o edipo; aburrimiento, desconfianza, rencores
ocultos, problemas sexuales, problemas con los hijos, problemas emocionales en
alguno o ambos miembros de la pareja [narcisismo, depresión, ansiedad,
agresividad, falta de autoestima, dependencia, posesividad, rigidez moral, etc.], u
otros).

Si ambos miembros de la pareja se aman y son lo suficientemente lúcidos y


valientes para recorrer juntos, con o sin ayuda profesional, todas estas etapas, las
heridas del engañado y el sentimiento de culpa del infiel tenderán a desaparecer
gradualmente, la confianza del primero regresará espontáneamente, y la calidad
de la relación tenderá a ser incluso mejor que antes de la infidelidad. Si, por el
contrario, estos procesos no se dan u ocurren muy defectuosamente, entonces el
conflicto mutuo seguirá abierto durante mucho tiempo y podrá llevar incluso a la
ruptura definitiva.

Naturalmente, la persona engañada puede optar desde el comienzo por el deseo


de salvar el amor o por la separación. Pero cuando queda indefinidamente
atrapada en un intenso amor-odio que la atormenta, paraliza y deteriora cada vez
más la relación, entonces es muy aconsejable una psicoterapia.
Muchas personas, con frecuencia mujeres, sufren terriblemente por una antigua
infidelidad de su pareja. Es un dolor agudo, interminable, que dura meses e
incluso años después de dicha infidelidad, y que llena el corazón de estas
personas de rabia, celos retrospectivos, inseguridad, desconfianza, resentimiento.
Estos engañados/as quieren dejar de sufrir como sea, pero no pueden. Y se
preguntan angustiados. “¿Cómo lograrlo?”.

La herida crónica de estos engañados/as reside claramente en su propio orgullo


personal, en la autoestima, en lo más hondo del yo. Se trata de una herida infligida
en la capa narcisista de la personalidad. Todos tenemos un estrato más o menos
grande de ese narcisismo inconsciente; cuanto mayor es, más nos duele cualquier
espina clavada en él. Ahora bien, ¿qué es el narcisismo?

El narcisismo es ese típico egocentrismo y egoísmo infantiles por el que los niños
más pequeños dominan a veces exageradamente a los demás (comenzando por
la madre), se aferran a lo suyo ("¡mío, mío, mío!"), pegan a otros niños, etc., y,
cuando son reñidos o frustrados, escenifican grandes rabietas. Sólo más adelante,
con el amor paciente de los padres, el niño descubre que, además de él mismo,
las demás personas también necesitan respeto, comprensión y afecto, alcanzando
así la fase amorosa. Pero ésta no borra la fase narcisista, sino que se superpone a
ella como los anillos de crecimiento de un árbol, de modo que en cada persona el
"grosor" de los respectivos anillos es diferente. Cuando predomina el anillo
narcisista, la persona es especialmente egocéntrica y egoísta, con todas sus
secuelas (vanidad, orgullo, exhibicionismo, dominio, rivalidad, celos, envidia,
impaciencia, seducción, insensibilidad, frialdad emocional, etc.). Y siempre que se
sienta frustrado o herido su dolor será particularmente agudo y rabioso: sufrirá el
gran berrinche narcisista.

Volvemos así al tema de la infidelidad. El prolongado dolor del engañado


constituye precisamente una gran pataleta infantil, proporcional al grado narcisista
de su personalidad. El sujeto, más que abandonado, se siente ofendido, burlado,
frustrado en su vanidad porque ejercía secretamente un dominio egocéntrico
sobre su pareja, se creía "dueño" o "propietario" de ésta, la cual -ahora- se ha
liberado inesperadamente y sin su "permiso" de él. Además, como el engañado
siente a veces unos terribles deseos ocultos de infidelidad y, por otro lado, se cree
"mejor" o "superior" al otro/a, no cesará de despreciarlo y agredirlo por envidia. La
cual, para colmo, sopla continuamente al oído sin autoestima del ofendido: "Tú no
vales lo suficiente, tu rival fue mejor, te quitó el poder, ojalá tú fueses como él,
ojalá él estuviese muerto para que no te hiciera sombra". Y con todo esto el
engañado odia y se atormenta sin descanso (y más aún cuando, por añadidura,
sufre rasgos paranoides).

El despechado no "puede" perdonar -es decir, no quiere hacerlo-, porque necesita


el odio para seguir sintiéndose importante y superior; para seguir conservando su
ficticio "control" sobre las cosas. En realidad, éste fue siempre su afán básico -
controlar a su pareja-, y su rencor inagotable es una prueba de que su amor nunca
fue, después de todo, demasiado fuerte (los narcisistas no pueden amar, y en
parte por eso mismo su pareja se alejó de ellos). Por eso, en fin, las mil súplicas y
arrepentimientos del infiel, o incluso su definitivo regreso a casa, no consuelan, ni
conmueven, ni apaciguan el rencor del narcisista ofendido (1).

¿Cómo curar esta herida? ¿Cómo salir de la trampa?

Las personas más inmaduras nunca perdonarán, sino que elegirán el castigo, la
venganza, la ruptura definitiva. Las más evolucionadas preferirán el amor
recuperado (y la solución de los motivos que produjeron la infidelidad) a la
humillación pasada, y alcanzarán pronto la paz. El problema se halla en las
personas que sufren un dilema interior entre sus fuertes tendencias egocéntricas y
sus igualmente fuertes disposiciones amorosas. ¿Qué hacer? ¿En qué dirección
avanzar? En mi opinión, sólo en la medida que estas personas consigan elegir,
resolver su dilema, ya sea tocando fondo en su dolor, ya sea mediante un
crecimiento personal (a menudo con ayuda de una psicoterapia), podrán curar
definitivamente su dolor.

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