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1.- expresar, desfogar las emociones ocasionadas (dolor, despecho, rabia) no sólo
ante la propia pareja, sino también con otros familiares, amigos, etc., que
acompañarán y compartirán el dolor de la persona y le darán ánimo y consejo.
2.- la persona engañada y su pareja infiel deberán afrontar con coraje el suceso e
investigarán conjuntamente por qué se ha producido, es decir, cuál fue el
significado de la infidelidad: ¿una huida? ¿una sustitución? ¿un narcótico? ¿un
castigo o venganza? ¿una muestra de soledad o desamor? ¿un síntoma de
aburrimiento? Etc. Es indispensable responder a estas preguntas no sólo como
parte del proceso curativo del engañado/a, sino también para prevenir futuras
repeticiones de la infidelidad u otros síntomas indeseables.
3.- resolver a fondo, si se quiere y se puede, todos los problemas descubiertos (p.
ej., falta de amistad, comunicación o edipo; aburrimiento, desconfianza, rencores
ocultos, problemas sexuales, problemas con los hijos, problemas emocionales en
alguno o ambos miembros de la pareja [narcisismo, depresión, ansiedad,
agresividad, falta de autoestima, dependencia, posesividad, rigidez moral, etc.], u
otros).
El narcisismo es ese típico egocentrismo y egoísmo infantiles por el que los niños
más pequeños dominan a veces exageradamente a los demás (comenzando por
la madre), se aferran a lo suyo ("¡mío, mío, mío!"), pegan a otros niños, etc., y,
cuando son reñidos o frustrados, escenifican grandes rabietas. Sólo más adelante,
con el amor paciente de los padres, el niño descubre que, además de él mismo,
las demás personas también necesitan respeto, comprensión y afecto, alcanzando
así la fase amorosa. Pero ésta no borra la fase narcisista, sino que se superpone a
ella como los anillos de crecimiento de un árbol, de modo que en cada persona el
"grosor" de los respectivos anillos es diferente. Cuando predomina el anillo
narcisista, la persona es especialmente egocéntrica y egoísta, con todas sus
secuelas (vanidad, orgullo, exhibicionismo, dominio, rivalidad, celos, envidia,
impaciencia, seducción, insensibilidad, frialdad emocional, etc.). Y siempre que se
sienta frustrado o herido su dolor será particularmente agudo y rabioso: sufrirá el
gran berrinche narcisista.
Las personas más inmaduras nunca perdonarán, sino que elegirán el castigo, la
venganza, la ruptura definitiva. Las más evolucionadas preferirán el amor
recuperado (y la solución de los motivos que produjeron la infidelidad) a la
humillación pasada, y alcanzarán pronto la paz. El problema se halla en las
personas que sufren un dilema interior entre sus fuertes tendencias egocéntricas y
sus igualmente fuertes disposiciones amorosas. ¿Qué hacer? ¿En qué dirección
avanzar? En mi opinión, sólo en la medida que estas personas consigan elegir,
resolver su dilema, ya sea tocando fondo en su dolor, ya sea mediante un
crecimiento personal (a menudo con ayuda de una psicoterapia), podrán curar
definitivamente su dolor.