Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ESCUELA DE ECONOMÍA
ORGANIZACIONES ANTERIORES A LA
CONQUISTA Y LA CONQUISTA EN LA
ECONOMIA NACIONAL
INTEGRANTES:
- BURGA GARCÍA, GARRY EDWARD
- FLORES REATEGUI, ALDO
- NOVOA GUZMAN, ANNE LIZ
- PINEDO SOLIS, ADRIANA PATRICIA
- SULLON TORRES, ADRIANA LUCERO
- VÁSQUEZ ORBE, MARÍA ALEJANDRA
GRUPO: G5/T2
CICLO: III
IQUITOS-PERÚ
2019
INDICE
1. INTRODUCCIÓN
Se piensa que los logros económicos de los incas fueron resultado de una distribución equitativa
de los recursos y una abundante producción agraria y ganadera. Se habría logrado así erradicar
los problemas económicos que se pudo vivir en la época. Sin embargo, hoy sabemos que la
economía inca solo puede ser entendida en el marco de las relaciones de parentesco, que
vinculaban a los miembros de una familia extensa a través de obligaciones ritualmente
establecidas. La economía inca estuvo basada en un sistema de múltiples reciprocidades. Este
permitió un intercambio sustentado en las prestaciones de trabajo que se organizaba mediante
relaciones de parentesco. En el Tahuantinsuyo no existieron la moneda, el mercado, el comercio
ni el tributo, como los conocemos actualmente. Así, la riqueza y la pobreza dependían de la
mano de obra al alcance de una comunidad y no de la cantidad de bienes que acumulaba un
individuo, además de la reciprocidad y la redistribución que eran actividades sumamente
importantes en el imperio, que permitió el trabajo equitativo y constante que optimizó las
actividades sociales y económicas.
2. ORGANIZACIÓN ANTERIOR A LA CONQUISTA
En el imperio de los incas no existía lo que se llamaba propiedad individual o dueños de una
casa, negocio o tierras porque existía lo que se llamaba propiedad comunitaria. Al no existir
dinero en el imperio inca la riqueza debía apoyarse en la posesión de ciertos recursos que podían
ser medidos y contabilizados. Con ellos el gobierno podía planificar sus posibilidades y hacer
frente a sus necesidades. ¿Cuál podría ser este patrimonio que le permitiera dominar y controlar
los aspectos económicos y políticos? Esos recursos se fundaban en el acceso a cuatro fuentes de
ingreso: la fuerza de trabajo, la posesión de las tierras, la ganadería y la agricultura. Estos bienes
en poder del Estado eran la riqueza más preciada pues significaba disponer de una serie de
ventajas, siendo la principal la de controlar la reciprocidad, clave de todo el sistema organizativo
andino, y que permitió no solo la expansión territorial sino mantener el engranaje del régimen.
Si un gobierno se encontraba, por cualquier motivo, carente de grandes cantidades de bienes
acumulados no podía hacer frente a las exigencias administrativas ni a las constantes
“donaciones” que la institución de la reciprocidad exigía. Fue el botín obtenido a los chancas lo
que permitió a los cuzqueños iniciar su auge, y con él, gratificar a los señores comarcanos con
dones y dádivas que marcaban el establecimiento de la reciprocidad y por ende de su
superioridad.
El enorme interés del incario por tener acceso a la fuerza de trabajo está demostrado en los
cómputos poblacionales que se regían por el ciclo biológico, siendo la etapa más importante la
de los auca camayoc con las auca camayoc huarmi, pues eran la gran mayoría de la mano de
obra disponible en el Tahuantinsuyu.
Otra cosa que facilitaba las rápidas cuentas de los quipucamayoc para conocer el número de
habitantes de un señorío era la división de las macroetnías en Pachacas y Wuarankas. Es
increíble que este gobierno, a pesar de no conocer la escritura, pudiera poseer cifras y
estadísticas demográficas necesarias para cumplir sus objetivos. Los quipucamayoc o
contadores estatales sabían, gracias a sus quipus y a sus yupanas, calcular la cantidad de
moradores divididos por edades, y saber cuánta gente era posible retirar de una región para
fines administrativos, como por ejemplo enviar mitimaes de una zona a otra, cubrir la mita
guerrera o la edificación de grandes centros administrativos, entre otros. Todo este sistema
organizativo muestra la importancia de la fuerza de trabajo y las soluciones halladas para su
contabilidad y provecho.
En el ámbito andino el equivalente al tributo fue la fuerza de trabajo organizada por mita o
turnos, ya sea para el ayllu, el curaca local, el señor de la macroétnia, las huacas y durante el
incario para el Estado. Los Incas satisfacían a los señores étnicos con grandes regalos, quienes
como compensación tenían la obligación de entregar al imperio fuerza de trabajo y las mejores
tierras de un curacazgo. El Ayni era el trabajo en sentido de solidaridad que realizaba los
miembros aptos de cada ayllu. La Minca era la contribución de cada miembro del ayllu para las
tierras del Inca y del sol.
2.1.2. La Minka
2.1.3. El Ayni
Era un sistema de trabajo recíproco entre los miembros del ayllu, destinado al
trabajo agrícola o a la construcción de casas. Consiste en una cadena de favores,
ayudar a una familia con la condición de que esta correspondiera de igual forma. La
tradición del ayni sigue vigente en algunas comunidades campesinas del Perú, se
ayudan en tareas diarias como la cocina, el pastoreo y la construcción de sus casas.
2.2. LA TIERRA
La tierra era uno de los bienes más estimados en el Tahuantinsuyo y su propiedad seguía
los patrones andinos de la posesión. Las tierras estaban divididas en tres, unas
pertenecían al pueblo, estaban distribuidas para cada familia. Otras tierras eran del Inca,
se utilizaban para la manutención de la clase social gobernante. Por último se
encontraban las tierras del sol, éstas estaban reservadas para las autoridades
encargadas del culto a los dioses. El beneficio que recibían era destinado a las ofrendas
y a la manutención de las personas encargadas de los rituales.
Esta designación comprende, en primer lugar, a las tierras del Estado en general
situadas en todo el Tahuantinsuyo; en segundo lugar las tierras de los ayllus reales
y de las panacas ubicadas en los contornos de la capital y, por último, a las tierras
adjudicadas a un determinado soberano en calidad de propiedad privada, cuyos
productos eran las rentas personales del Inca a diferencia de los ingresos estatales.
La falta de dinero era reemplazada por la fuerza del trabajo empleada en tierras de
quienes debían recibir un tributo, podía ser del Inca, un señor étnico o una huaca. A
través de documentos de archivos sabemos que todo curaca tenía chacras
designadas según la función que desempeñaba, y que eran cultivadas por mita entre
los habitantes locales. Cuando se efectuó la dominación cuzqueña, una de las
primeras medidas adoptadas fue la designación de tierras estatales en las que
trabajaba gente local por turnos, y era obligación del curaca proveer mano de obra
necesaria y vigilar su cultivo. Visitantes enviados desde el Cuzco aparecían
regularmente y ordenaban el almacenamiento de los productos, decidiendo si
debían ser enviados a la capital o a los centros administrativos. A medida que el
Estado inca se extendió sus necesidades también fueron en aumento, tuvo que
encararse el problema de una mayor producción agrícola y por lo tanto de mayores
tierras. Una primera medida fue incrementar las tierras designadas al Inca. La
presencia inca en una provincia consistía en señalar en cada guaranga y en sus
pachacas las tierras para el Inca y cultivadas por gente del lugar.
Las tierras estatales podían ser trabajadas de muy diversas maneras. Cuando se
trataba de pequeñas parcelas, situadas en cada ayllu de un curacazgo, los hatún
runa cuidaban de ellas. Al aumentar su volumen y transformarse en una producción
en gran escala faltó, por lo general, mano de obra local, y esa carencia fue suplida
por el traslado masivo de una población de mitimaes para las faenas agrícolas. En
las haciendas privadas de los soberanos se mantuvo la fuerza de trabajo ya
mencionada, además de un número más o menos grande de yanas. Hay referencias
de que en ciertos valles costeños, como por ejemplo Piura, toda la tierra pertenecía
al señor étnico, quién a su vez la repartía entre los hombres del común a “manera
de arrendamiento”. En compensación, los runas, quedaban obligados a entregar
parte de las cosechas a su señor... Algo similar sucedía en el valle de Chincha.
Eran las tierras de los ayllus reales y de las panacas que se hallaban en los
alrededores de la capital. Pachacutec Inca Yupanqui después de su triunfo sobre los
chancas dispuso despoblar el contorno del Cuzco para proceder a una nueva
distribución de las tierras, seguramente para premiar a quién le había ayudado en
la guerra. Sin embargo, esta distribución de tierras dejaba a los soberanos
supeditados tan solo a los bienes de sus propias panacas, sin una hacienda
particular. Es posible que el establecimiento de la propiedad privada correspondiera
solo a los últimos soberanos, debido a la limitada expansión anterior del curacazgo
del Cuzco. Estas haciendas comprendían tierras de cultivo y también pastos donde
se criaban los rebaños de un Inca.
Era una costumbre establecida desde tiempos muy antiguos en el ámbito andino
que cada huaca por pequeña que fuese tuviera aunque sea un pedazo de tierra,
cuyo usufructo sirviese para las ofrendas, y sobre todo para la preparación de
bebidas para los asistentes a las celebraciones de sus ritos y fiestas. Encontramos
en los testimonios todo un sistema de tenencia de la tierra aplicado a los ídolos
menores, similar pero ampliado para las huacas importantes con la diferencia de
que estas últimas tenían haciendas más dilatadas, incluso en distintos lugares y
valles, tal era el caso de Pachacamac.
Pachacamac recibía el “tributo” de toda la costa y era junto con el santuario del Sol,
en el lago Titicaca, los dos templos más importantes del Tahuantinsuyo. La gran
influencia religiosa de Pachacamac permitió que el templo perdurase a través del
tiempo, y su famoso oráculo debió de contribuir a su fama. Las noticias acera de
tierras otorgadas a las huacas explican la orden dada por los Incas de designar tierras
para el Sol, y este mandato no debió causar sorpresa por ser una costumbre andina.
Se repetía para con el culto el mismo modelo mostrado en las tierras de los curacas
y posteriormente en las del Estado. Naturalmente que dichas chacras podían ser
mayores o menores, según las circunstancias, pero el principio era el mismo. En
general, las tierras de las huacas eran trabajadas por la gente local; sin embargo, las
tierras de algunos dioses principales y también las del Sol podían poseer mitimaes y
yanas para cultivar sus campos en el caso de que fuesen extendidos. Un gobernante
cuzqueño podía gratificar a una huaca con nuevas dotaciones de tierras y de
servidumbre, como reconocimiento de servicios prestados. Un ejemplo es la huaca
de Copacabana que goza de numerosos servidores de la categoría de mitimaes.
2.3. LA AGRICULTURA
La agricultura inca fue manejada de manera muy artesanal. Años más adelante, los
Andes del Perú se caracterizarían por ser una sociedad predominantemente agrícola; los
incas sacarían el máximo provecho de sus suelos, venciendo las adversidades que les
ofrecía el accidentado terreno andino y las inclemencias del clima. La adaptación de
técnicas agrícolas, que ya se empleaban con anterioridad en distintas partes, facilitó la
organización de la producción de diversos alimentos, tanto de la costa, sierra y selva.
La religión incaica estaba muy ligada al ambiente geográfico y astronómico, por lo que
los indígenas aprendieron a observar y prever el tiempo. De esta forma controlaban los
momentos de la siembra y la cosecha, períodos de sequía o de abundantes lluvias. Por
esa razón, realizaban rotaciones en los cultivos, para no sobreexplotar la tierra y agotarla
hasta hacerla improductiva, y porque los cultivos no florecen todos en la misma época
del año, necesitan diferentes condiciones climáticas
2.4. LA GANADERIA
Cada ayllu poseía un cierto número de animales que debía cuidar y entregar sus
productos al Estado que, de la parte correspondiente al pueblo, elaboraría los vestidos
que serían entregados a los campesinos.
Los camélidos conformaban una fuente valiosa de recursos. Su carne se consumía fresca
o en charqui y chalona; con su lana confeccionaban hilos y tejidos; sus huesos, cuero,
grasa y excrementos tenían aplicaciones diversas como: instrumentos musicales,
calzado, medicinas y abono respectivamente. También eran animales preferidos para
los sacrificios religiosos. Los rebaños comunales de camélidos se encontraban al cuidado
de jóvenes, cuyas edades fluctuaban entre los doce y dieciséis años. En zonas donde los
rebaños comunales eran grandes, como la región del altiplano, a donde los pastos
estaban lejos, es probable que su cuidado haya estado en manos de un especialista a
dedicación exclusiva. Los cronistas mencionan dos nombres quechuas para los pastores:
llama michi -que Garcilaso asocia con una baja condición social- y llama camayos, que
designaba al cuidador de llamas o empleado responsable de los hatos. Los pastores
estatales respondían por los animales que se encontraban a su cargo, cuya contabilidad
y supervisión eran hechas por funcionarios designados por el Estado.
2.4.1.1. Clasificación
2.4.2. Domesticados
- Llama: los recursos proporcionados por la llama fueron utilizados al máximo. Así,
su lana era hilada para transformarla en ropa para la gente de la sierra, pues los
pobladores de la costa utilizaban el algodón para confeccionar sus vestimentas.
Su carne era consumida tanto fresca como secada al sol y deshidratada
(charqui); esto último permitía su conservación y almacenamiento en los
depósitos. Además, eran sangradas por una vena de la quijada para preparar
una comida especial con la sangre. Los cueros eran utilizados para preparar
cuerdas, sandalias y otros objetos, mientras que su excremento seco era un
excelente combustible, particularmente en las alturas donde no había árboles
para conseguir leña. Tal vez uno de los usos más apreciados de la llama fue el de
bestia de carga, ya que podía acarrear hasta 40 kilos de peso y desplazarse
fácilmente por las alturas más empinadas. Las caravanas de llamas estaban
conformadas principalmente por machos. Para los viajes más largos, como entre
el Collao y la costa, se prefería a «machos nuevos» de más o menos dos años de
edad. La recua viajaba desde la madrugada hasta el mediodía, deteniéndose en
lugares con agua y pastos. El mantenimiento de los animales no era difícil, en
vista de que no se les proporcionaba otro forraje que los pastos encontrados en
la ruta. Los animales se alimentaban durante la tarde y rumiaban por la noche.
Finalmente también eran sacrificadas como ofrendas y sus órganos servían para
leer los augurios.
2.4.3. No domesticados
La vicuña y el guanaco no habían sido domesticados en la época de los incas.
- Vicuña: los cronistas afirman que a las vicuñas nunca se les daba muerte. De
ellas se buscaba obtener su lana que era muy apreciada. La ropa del inca y la
que sería destinada a las ofrendas se confeccionaba de esta lana. Era cazada
mediante los chacos (cacerías colectivas) para ser esquiladas y luego puestas
en libertad; así se aseguraban que su cantidad se mantuviese. Los guanacos en
cambio, eran cazados por su carne, que era muy apreciada.
- Guanaco: el camélido más difundido en términos geográficos era el guanaco,
pues se le encontraba desde los ámbitos sudecuatoriales hasta la Tierra del
Fuego. Sobre los guanacos, señala el cronista Pedro Cieza de León, se cazaban
para hacer charqui, que era almacenado en los depósitos «para alimentar al
ejército». Eran cazados por su carne, al ser esta muy apreciada.
La minería es la actividad que el ser humano realiza para extraer y utilizar las sustancias
minerales que existen en la naturaleza. El aprovechamiento de los recursos minerales está
presente en la vida del hombre desde las más remotas edades, utilizándolos en su alimentación
(sal común), manifestaciones artísticas, armas y artefactos primitivos para la vida doméstica y
productiva. El antiguo minero peruano contaba con una diversidad de herramientas como las
hornillas de piedra y cerámica, crisoles para la fundición y yunques de piedra compacta, los
aborígenes conocían los martillos de cobre, bronce y piedra, así como las hachas con mangos de
los mismos materiales o engastadas.
Los recursos minerales del territorio Inca fueron bien administrados, susceptibles de ser
explotados, transportados, acumulados, transformados, redistribuidos y conservados de una
manera muy sistemática. Los Incas administraron las actividades mineras de la siguiente forma:
- Los Incas extraían una gran variedad de metales, siendo el cobre el de uso más extenso.
- La mayor parte de la producción de oro procedía de la explotación de las gravas auríferas
de los ríos en la Cordillera de los Andes y de la Llanura de la Selva.
- La producción argentífera correspondía a las minas de Porco, cerca de Potosí
obteniéndose el mineral habitualmente en minas de poca profundidad.
- El cobre y el bronce eran los únicos metales utilizados para la fabricación de utensilios,
los indígenas extraían el cobre de los óxidos y sulfuros de cobre, cerca de la superficie y
de aluviones.
- La abundancia de depósitos de estaño en la región del Altiplano, determina la aparición
del bronce (aleación del cobre con el estaño).
- El mercurio fue un metal conocido y utilizado en pequeña cantidad por ser dañino para
la salud (Instituto de Ingenieros de Minas, 2000).
- Trabajaron las aleaciones de oro- cobre y oro- plata, encontrándose vestigios de platino.
Organización Minera
Los Incas tenían métodos de reclutamiento de mano de obra bajo el sistema de la mita, los
mineros de la Sierra recibían el nombre de Mitimaes y en la costa se les llamaba Cori.
Yacimientos explotados
Luis Valcárcel cita a Fray Diego de Mendoza, quien al tratar sobre el territorio comprendido por
la provincia franciscana de San Antonio de Carcas (Bolivia), expresa que en aquella época se
producen las mayores riquezas de oro, plata, estaño, cobre y otros metales, enumerando los
siguientes yacimientos:
Minas de Socavón
Los Incas dedicaron mucho de su tiempo y esfuerzo organizativo a la explotación de los metales,
mayormente extrayéndolos a nivel superficial pero también desarrollaron arduos trabajos de
ingeniería a nivel subterráneo, de poca profundidad. Según Pedro Sánchez de la Hoz, Secretario
de Francisco Pizarro, las minas de excavación correspondían mayormente a las minas de la
región del Collao, conocidas después como Porco (Bolivia). A éstas minas se entraban a 10 o 20
brazas sin luz material con cueros cosidos en forma de sacos. Guillermo Lohman comenta sobre
los trabajos efectuados en el interior del cerro Chacllatacana en Huancavelica, en donde los Incas
perforaban el subsuelo, taladrando numerosas cuevas y socavones, formando en el interior un
complicado laberinto de labores, valiéndose solamente de estacas y cuernos de venado; según
Alcina en las galerías se utilizaban barras de madera con puntas de coobre, martillos de una
aleación de cobre y oro de extraordinaria dureza, martillos de piedra y cuernos de animales.
Fundiciones
Aleaciones
Mediante la aleación del cobre con el estaño se obtuvo el bronce (estanífero). Producto de color
dorado, que, en tiempos de los incas, su uso fue masivo e impuesto por el poder político.
Asimismo, los incas impusieron el uso del bronce estanífero por motivos políticos y económicos,
dado que los yacimientos de casiterita se encontraban en territorio Inca, tenían así el control
total de la distribución del metal, utilizándose en la fabricación de utensilios, buriles, armas,
como: anta ñauchi (lengüeta de cobre), callhua (chaflote ligero de cobre), champi (porra de oro
y plata), chictana (hacha y hachuelo de piedra o cobre), coraza (petos de oro o bronce), huachi
(flecha), tumi (cuchillo de core), etc. Los metalurgistas incas trabajaron las aleaciones tumbagas
tanto binaras (cobre-oro) llamado punin, como ternarias (cobre-oro-plata).
Proceso fabril:
CERÁMICA INCAICA
La cerámica incaica es distinta de los estilos que predominaron en la zona centro-andina. El estilo
inca se caracteriza por su producción en masa, habiéndose encontrado evidencias del empleo
de una gran cantidad de moldes que permitieron difundir una producción sumamente
estandarizada. Sus colores se caracterizan por el uso intensivo de diferentes tonos de marrón y
sepia, además del rojo, negro, azul, lila, amarillo, verde, rosado, gris, blanco, anaranjado y
morado, que producían una gama relativamente variada de combinaciones. Se aprecia en la
alfarería inca la predilección por los diseños geométricos, predominando los rombos, barras,
círculos, bandas y triángulos. Las formas típicas son el aríbalo y los queros, aunque estos últimos
existieron desde el Horizonte Medio y fueron confeccionados también en madera y metal.
Características y formas
La cerámica inca se caracteriza por sus superficies pulidas, su fina decoración representativa de
tendencia geométrica y el uso de los colores amarillo, negro, blanco, rojo y anaranjado. Solían
pintar rombos, líneas, círculos, animales y frutos estilizados, así como plantas y flores. Las
aplicaciones modeladas no fueron comunes en la decoración. Se conoce una amplia variedad de
formas, tanto de cerámica fina, como de la doméstica sin decoración. Existieron diferentes tipos
de cántaros: con base cónica, ollas con asas lateral, ollas trípodes, platos con asa y pintura
interior, tostadores con boca lateral y trípode, etc. El prestigio alcanzado por la alfarería inca
hizo que en muchos lugares conquistados se copiara sus formas y decoraciones. Generalmente
se producía una mezcla de los estilos locales con el estilo inca, y se encuentran piezas Chimú -
Inca, Chancay, etc.
- El aríbalo:
Es la forma más característica de la cerámica inca. Se trata de un cántaro de cuello largo
y base cónica. Antiguamente lo llamaban macka o puyñun. El nombre aríbalo se le ha
dado por su parecido con las vasijas griegas conocidas como aryballus. Era usado para
servir la chicha en las fiestas importantes. La base descansaba en un hoyo hecho en el
suelo y se inclinaba para vaciar su contenido, labor que resultaba fácil gracias a su amplia
boca. Se ha encontrado finos aríbalos en entierros acompañando a los difuntos. Para
transportarlo se pasaba una cuerda por las asas y por un pequeño apéndice en forma
de botón que representa un rostro felino. Se colocaba en la espalda y la cuerda era
sujetada con las manos.
- Los queros:
Los queros (keros) fueron vasos de madera hechos por los incas. Los queros son vasos
de regular capacidad mayormente de carácter ceremonial que eran decorados con
dibujos planos o figuras tridimensionales. Se han encontrado muchos queros adornados
con cabezas de felinos, pumas o jaguares, algunas veces con incisiones en metal y
piedras preciosas en los dientes y los ojos. Durante la época colonial los motivos
pictóricos de los queros adquirieron mayor complejidad, evocándose escenas de la
historia inca. Atrajeron la atención de los estudiosos por la iconografía o pinturas
decorativas. El centro de su fabricación y uso fue el Cusco.
Diseño y Función
El Estado inca estableció distintos tipos de relaciones con los ceramistas locales y aprovechó de
diferentes maneras sus técnicas y estilos alfareros. Se movilizaron vasijas de estilo local y se las
hizo circular por todo el territorio, fusionándose de esta manera las diferentes técnicas
existentes. Igualmente, se intensificó la producción en las comunidades alfareras tradicionales
y se crearon comunidades de artesanos especializados, los cuales fueron trasladados a otros
lugares en calidad de mitmaqs (mitimaes), para poder difundir el estilo inca imperial. Es
frecuente encontrar en el norte de los Andes evidencias de la difusión que tuvo la cerámica
chimú y posteriormente la cerámica fusionada chimú-inca, como una muestra de la forma en
que los incas aprovecharon los aportes culturales de los señoríos que fueron anexando a su
Estado, combinándolos con su propia cultura.
TEXTILERÍA INCAICA
El arte textil incaico es una de las más antiguas tradiciones textiles de los Andes y llegó a ser una
de las más desarrolladas durante el apogeo inca, debido al uso de diferentes materiales y
técnicas (resultado de su cultura híbrida adquirida gracias a las conquistas de otras etnias
andinas). Los incas lograron producir una gran variedad de prendas de vestir y elementos de uso
cotidiano. Los textiles incas se caracterizan por sus diseños geométricos o tocapus y por la fineza
de su técnica. Los incas destacaron por sus tapices y sus mantos de plumas, también de diseños
geométricos. Tuvieron un extraordinario sentido de la simetría, reflejado en la repetición de
figuras estilizadas dispuestas de una manera sumamente ordenada
La primacía textil
Para los incas la importancia de los textiles fue religiosa, social y política. Ellos expresaban su
cosmovisión, su sentido del espacio y de sus divisiones. Eran símbolos de nivel social. Los
famosos ponchos dameros, blancos con negro y rojos al centro se destinaban sólo a los orejones
o generales allegados al Inca. Se dice que los diseños geométricos, que aparecen en algunos
tejidos, servían también para identificar a los incas y sus familias. Desde la visión política los
textiles representaban tesoros intercambiables así como productos tributables que
cohesionaban al imperio.
Producción textil
A lo largo de la historia andina, la producción textil alcanzó un gran desarrollo que se expresó
en los bellos mantos Paracas, Huari y en las gasas Chancay, además de los tapices, brocados y
telas dobles, entre otros. Durante el TahuantinsuyO se siguieron confeccionando finas
vestimentas con adornos de plumas de aves exóticas, con exquisitos bordados y con adornos de
oro y plata o mullu como símbolo de estatus. Además, se siguió elaborando la ropa de uso
común. El tejido fue un elemento de especial importancia y valoración en la época inca, y, por
lo tanto, esencial para la reciprocidad. El Estado inca necesitaba contar con una gran cantidad
de tejidos para satisfacer la demanda y, por ello, creó los aclla huasi y obrajes femeninos, lugares
donde las mamaconas se dedicaban a confeccionar tanto prendas finas (cumbis) como burdas,
y a preparar las bebidas para las celebraciones y ceremonias oficiales. Una de las prendas más
finas que produjeron los incas fueron los uncus o camisetas, las cuales se caracterizaban por
estar adornadas con figuras bordadas de carácter geométrico llamadas tocapu. Estas formas han
despertado el interés de los investigadores, pues la complejidad y variedad de detalles que
tienen hacen pensar en una suerte de escritura ideográfica.
Técnicas de textileria
Existían diversas técnicas difundidas entre los incas, que variaban de acuerdo a la región. Las
más utilizadas eran el hilado, el brocado, la tapicería, la doble tela, el entrelazado, las caras de
trama y urdimbre, y el anudado. Estas técnicas dependían del tipo de materias primas e hilos
empleados (gruesos o delgados) y del uso destinado a las prendas.
- Tapicería: Era el método usado para tejer las prendas más gruesas. Requería de un telar
fijo de cuatro manos.
- Anudado: Era la técnica usada para las marcas numéricas de los quipus. Se aplicaba
también a la fabricación de balanzas.
- Brocado: Era el entretejido de una tela con hilos de otros materiales textiles. Era una
técnica habitual en la elaboración de paños.
- Cara de urdimbre: La hilatura de una cara de diferentes colores sobre una tela base de
lana servía para tejer los uncus y las bolsas más llamativas.
El sello característico de la ornamentación de los tejidos fue el contraste permanente entre los
colores rojo, negro y amarillo. Estos podían combinarse en diseños sencillos de largas bandas o
grandes cuadrados, o en complicadas series de pequeños motivos geométricos, figurativos o
zoomorfos.
Existían formas de conseguir cosas necesarias, pero que no se podían producir por sí mismos.
Entonces, se echaba mano de la figura del trueque, de las equivalencias, de algunos productos
a los que les habían otorgado el valor de monedas, lo que vale decir, monedas mercancías; y, en
determinados lugares de la costa norteña y central, hasta de determinadas hachuelas de cobre
que llenaban algunas de estas funciones, ya que con ellas medían el valor de sus bienes y
servicios. Justamente, uno de los papeles del intercambio era facilitar el proceso productivo, por
cuanto permitía que los actores de la producción recibieran sus recompensas en bienes distintos
de los que producían. Otro de los cometidos del intercambio era complementar los recursos de
la comunidad.
Habría que distinguir entre el intercambio “interior” y “exterior”. El primero no solamente
incluía el intercambio de regalos y trueques entre los miembros de un ayllu, estrechamente
organizados, en especial, entre grupos de parientes de las comunidades de aldea, sino también
el intercambio mediante monedas mercancías. El segundo tipo se refiere al fenómeno general
de los mercados, al intercambio con forasteros y a las expediciones comerciales organizadas. El
valor de los productos estaba condicionado por muchos factores sociales, tales como la
abundancia o escasez o por la cantidad de trabajo requerido para hacerlos, análogamente, por
su valor ritual y mágico. Así, a una caracola se le otorgaba más estima que a una modesta
ofrenda de papas.
EL TRUEQUE SIMPLE
Internamente, se prestaban trabajo individual o entre familias, unos a los otros, o bregaban
cooperativamente, en forma tal que se excluía el mercado laboral. En la referida permuta de
bienes, prevalecía el valor de uso y no el valor de cambio, lo que esclarece el por qué para
nosotros el trueque es asimétrico. Por cuanto, en el mundo moderno y globalizado manda el
valor de cambio que implica ganancias, lo cual no era entendido así por los antiguos pobladores
andinos. Sobre el funcionamiento del trueque, hay pruebas documentales, etnográficas y
lingüísticas. Se contracambiaba, pues, sal, alfares, fibras textiles, fármacos, maíz, tubérculos,
coca, ají, etc. Había etnias agricultoras que poseían en su espacio algún ayllu que también
manufacturaba cerámica, tanto para ellos mismos como para intercambiar. Por lo tanto, no sólo
existía el trueque inter-étnico, sino incluso dentro de un mismo señorío o etnia, con ayllus cuyos
terrenos estaban localizados en distintos niveles altitudinales. En tales ocasiones, el canje casi
siempre era realizado directamente en la misma chacra, a la cual acudían los interesados, o en
parajes acondicionados para ello, llamados catu (mercado).
Por cierto, que entre las familias de un mismo ayllu que moraban en una ecología similar no
funcionaba el trueque, porque todos producían lo mismo. El trueque se movía cuando la
producción de cosas difería de un ayllu a otro, o de una etnia a otra. La economía andina,
configuraba un sistema dinámico, pues el trabajo de la gente y los recursos almacenados
generaban las condiciones para las recompensas futuras y para la existencia de bienes y
servicios, en términos de los valores de la sociedad. El almacenamiento y la redistribución
actuaban bajo presión, para evitar conflictos manifiestos o latentes en el sistema económico,
especialmente, en relación con la distribución desigual de la riqueza y de las recompensas a los
servicios prestados.
LAS EQUIVALENCIAS
En el mecanismo de las equivalencias, sus montos solían ser cantidades u objetos determinados
y fijos, conformando auténticos patrones de medida común, como ya se dijo, sin regateo ni yapa.
Su funcionamiento debió comenzar al generalizarse los intercambios, de modo que las
equivalencias los organizaron. Con tal finalidad, quedaron establecidos los patrones de medida
común, donde el valor de uso fijaba el valor del intercambio.
Lo que significa que la equivalencia consistía en que cada una de las partes interesadas daba
igual valor a los productos intercambiados, de conformidad a su eficacia. En otras palabras,
ninguno de los productos debía perder su valor de uso, hecho precisamente que facilitaba el
intercambio.
En el mecanismo de equivalencias, no se tomaba en cuenta el valor invertido en la producción,
ya que lo que preponderaba era el valor de uso. Para nuestra óptica actual, se trataba de un
intercambio asimétrico; bien que para la población nativa de los Andes no existía tal agio y usura.
Ninguno de los dos contratantes atesoraba, por lo que no encarecían el producto. De manera
que cuando alguien anhelaba adquirir más cosas, lo que hacía era entregar más objetos
equivalentes.
Pero eso sí, tenía que realizarse entre bienes en excelente estado de conservación. Jamás se
daba una cosa buena a cambio de una mala, porque eso dejaba de ser equivalente. En
consecuencia, el sistema de equivalencias funcionaba como una genuina lista de precios o escala
de valores (precio es el valor de cambio).
LA SOCIEDAD EN ÉPOCA DE LA CONQUISTA
Con la conquista se extendió por todo el territorio peruano el modelo social de los españoles. La
conquista mediante las armas solo fue el principio de la colonización. Dentro de las reformas
que aplicó el virrey Francisco de Toledo desde 1570 se encontraba una nueva división de la
sociedad que quedaría fragmentada en dos grupos: los indios y los españoles.
La república de los indios estaba compuesta por todos los indígenas descendientes de la élite
cuzqueña incaica, además de los indígenas descendientes de las grandes tribus costeñas y
andinas. Con la llegada de los españoles los curacas sufrieron una forzosa adaptación a un
sistema social totalmente distinto al ayllu. Continuaron siendo los jefes étnicos como lo habían
sido en tiempos prehispánicos, pero dejaron de controlar la administración y no contaban con
la mano de obra que les permitía elaborar las redes de redistribución típicas del sistema social
incaico.
La elección del curaca pasó a ser tarea del corregidor (El corregidor se encargaba de administrar
justicia entre los indígenas y entre los españoles, pero siempre como primera instancia. Estos
debían proteger a los indios frente a los abusos que sufrían por parte de los españoles, pero
fueron los primeros en violar tales derechos de los indios.) . Su función entonces se limitó a la
recolección de impuestos dentro del ayllu. Su cargo fue polémico ya que se encontraba en una
posición central entre su ayllu y el corregidor.
LAS ENCOMIENDAS
Las encomiendas fueron la forma mediante la cual la Corona explotaba la mano de obra y
productiva indígena. Consistió en la entrega de un determinado número de nativos a un español
que pasaría a hacerse cargo de ellos. La entrega de indígenas al encomendero se destinó a la
protección de los nativos de las guerras, a la instrucción del idioma español y a la instrucción en
la fe católica; en contribución los indígenas debían tributar en forma de trabajo o bienes. En la
práctica la diferencia que podía existir entre la encomienda y la esclavitud era mínima. Las
encomiendas sirvieron para obligar a los nativos a trabajar de forma forzosa, llegando a ser
castigados e incluso ejecutados en caso de resistencia. Los encomenderos no pretendían
hacerse con la mano de obra barata, solo querían recibir el tributo de parte de los indígenas. Los
inmigrantes castellanos solamente buscaban reemplazar a las élites locales para recibir el tributo
generado por los indígenas.
Además de los encomenderos, la corona también envió corregidores, que serían los encargados
de supervisar la administración de las encomiendas. Pero esta “solución” fue peor para los
indígenas ya que además de pagar tributo a los encomenderos, debían tributar también para los
corregidores, y posteriormente sumándose a este beneficio de tributos, para los sacerdotes
EL TRIBUTO
Dentro de los cambios sociales que supuso la colonización se instituyó la obligatoriedad de los
indígenas de pagar tributos. Las castas y los mestizos no estaban exentos de este impuesto, pero
era menor que el del resto de ciudadanos. El tributo consistió en dar cierta parte de la
producción personal o de la comunidad al Estado. Antes de la llegada de los españoles la entrega
de bienes o la fuerza de trabajo estaban ligadas al parentesco, ya que el ayllu se fundamentaba
en la reciprocidad.
Además del pago de tributos existían una serie de impuestos ligados al comercio que servían
para enriquecer a la Corona.
Alcabala: Estaba ligada a todas las operaciones de compra-venta. Consistía en el 2% a
excepción de los productos indígenas que no gravaban con ningún impuesto. La
tasa subió al 4% y posteriormente al 6% debido a las reformas borbónicas, pero
gracias a las protestas de los indígenas volvió a establecerse en un 4%.
Quinto real: Fue un impuesto colonial que atribuía al monarca el derecho de quedarse con la
quinta parte (20%) del total de la producción minera en el territorio americano.
Una vez que Potosí decayó en el siglo XVIII, este impuesto se redujo al 10%
(diezmo).
Los conquistadores se repartieron las mejores tierras del Perú, pero la encomienda no fue el
medio por el que se despojó al indígena de su propiedad, aunque si facilitó la tarea. En lugares
como Huánuco39 los indígenas poseían tierras suficientes para cultivar, pero no podía ocuparse
de ellas porque se les llevó a trabajar en las minas y en la servidumbre del encomendero.
Se establecieron las reducciones, que eran los poblados en los que se asentaron los nativos
durante el virreinato peruano. Estos poblados se encontraban separados de la presencia
española para así evitar el maltrato que los conquistadores ejercían sobre los indígenas. Además
la implantación de estos poblados tuvo como finalidad la evangelización. Con el establecimiento
de las reducciones durante el gobierno del virrey Toledo, el suelo peruano quedó dividido en
dos sectores, el indígena y el español. Los terrenos que se asignaron a los indígenas estaban
acotados con términos, dentro de los que se delimitaron las tierras para cada ayllu, así como las
tierras para el pueblo. En estos terrenos se cultivaban bienes que servirían para el pago del
tributo.
Los funcionarios españoles intentaron repartir las tierras en parcelas para cada familia, pero
lejos de ellos dejaron este asunto en manos de las autoridades étnicas. Gracias al aislamiento
que sufrieron los pueblos indígenas, pudieron mantener las prácticas agrarias que habían
practicado de forma tradicional, estableciendo así una agricultura colectiva de subsistencia.
A la unidad social y económica peruana del ayllu le sigue una nueva forma más individualista y
cercana al sistema feudal de explotación del suelo; la hacienda y la estancia. Los terrenos que
se les concedieron en un principio a los españoles sirvieron como estancias en las que criar el
ganado y cultivar algunas especies. Luego, se acomodaron para poder procesar olivos y fabricar
chancaca.
Dentro de sus terrenos los españoles construyeron capillas de culto, viviendas tanto para el
terrateniente o el administrador, como para los trabajadores. Esto sustituyó a las conocidas
“haciendas”. Además, cerca de las ciudades se encontraban las chacras, que eran terrenos de
pequeñas dimensiones que se encontraban a cargo de españoles, mestizos o indígenas
aculturados que se encargaban de cultivar esas tierras para consumo familiar y mercantil.
LA MINERIA EN LA CONQUISTA
La economía de la Corona española se vio articulada por la minería de los territorios que poseía
en América. Las minas fueron las que modularon los circuitos comerciales orientados siempre a
los grandes centros mineros.
Los españoles vieron en la mita una forma de conseguir mano de obra barata, ya que enviaban
a los mitayos (Eran las personas que debían acudir a cumplir su mita de forma obligatoria.)a
trabajar a la mina por un salario que debía ser más bajo del real. La Corona, a través de la mita,
conseguía que los costos de producción fueran más bajos. Los indios poco a poco fueron
consiguiendo algún tipo de beneficio, pero se sabe que una de las principales características de
la minería era la fuerza de trabajo. Los nativos mineros pasaban una o dos semanas en el interior
de la mina, encerrados, sin poder salir hasta que completaran el trabajo que les había sido
ordenado.
La extracción de plata aumentó rápidamente gracias a las mejoras en las técnicas. La plata debía
ser separada de otros metales en unos hornos llamados huairas, pero esta práctica solo servía
para plata de alta ley que era la que se encontraba casi a ras de suelo. Las minas que
enriquecieron el virreinato peruano y por lo tanto a la corona española, fueron las minas de
plata de Potosí en el Alto Perú (actual Bolivia). Se encontró por casualidad una montaña de plata
conocida para los quechuas como sumaq Urqu que significa “cerro hermoso”. Pero los
conquistadores solo vieron una oportunidad para enriquecerse por lo que apodaron esta
montaña como “Cerro Rico”. Potosí se encontraba a más de 4.000 metros de altura sobre el
nivel del mar, pero a pesar de la elevada altura con bajas temperaturas, falta de oxígeno y
ausencia de cultivo, los españoles crearon allí una gran ciudad que, en 1580 fue la más grande
de América con unos 120.000 habitantes. En un principio las minas de plata presentaban una
escasa productividad debido al bajo nivel técnico de explotación, pero una vez se descubrió el
citado anteriormente, sistema de amalgamación, los beneficios aumentaron notablemente. Los
yacimientos más importantes de mercurio se encontraban en Almadén (España) y en Idria
(Eslovenia) que proporcionaban el mercurio a Nueva España y en Huancavelica (Perú) que fue el
principal abastecedor del virreinato peruano.
El monopolio comercial que se creó alrededor de la minería se vio afectado por el contrabando
de materiales como el azogue o el hierro, por la reventa de minerales y sobre todo por la
exportación de la plata a través de embarques ilegales hacia mercados europeos en su mayoría
franceses e ingleses.
La minería tuvo gran importancia en el comercio tanto exterior como interior. La producción de
metales preciosos era el elemento central de las exportaciones, pero no era la única mercancía
que se producía en América. La explotación minera requería de una cierta cantidad de productos
que en algunos casos eran muy escasos. Se construyeron salinas y se creó un negocio importante
con la sal, ya que era imprescindible para el proceso de amalgamación.
Junto a las minas se estaban creando centros urbanos que requerían de productos para la
supervivencia, esto impulsó la creación de un cinturón de haciendas agroganaderas y de centros
manufactureros. Al mismo tiempo, se requerían productores de materias primas como el
algodón, la lana o los tintes. Estas a su vez, requerían de ganado, grano y manufacturas.
La producción de estas necesidades había cambiado con la llegada de los españoles que llevaron
productos nuevos como los cítricos, el olivo, la vid, el trigo, arroz o leguminosas, además de
animales de granja y ganado vacuno, caprino, lanar y porcino. Los inmigrantes españoles
también les enseñaron nuevas técnicas para explotar la tierra como el barbecho o la quema,
además de nuevos aperos.
En Jauja en el año 1545 se fundó el primer taller de obrajes. En ellos se procedía a la elaboración
de textiles, hilos de lana o algodón, jergas, frazadas y sombreros. La demanda de estos productos
creció rápidamente porque eran muy solicitados por los mineros. Pero es cierto que su
producción no pudo superar a la artesanal ya que existía un monopolio peninsular que les
impedía realizar ciertos trabajos de mayor calidad. En 1570 el número de obrajes se multiplicó
ya que la economía peruana estaba en pleno auge. Se fundan obrajes en Abancay, Cajamarca,
Chongos-Alto, Cuzco, Huamachuco, Huaylas, Páucar, Paucartambo, Vilcashuamán y Yanama.
Los centros obrajeros del Perú fueron rentables ya que no necesitaron una gran inversión y que
los precios de venta eran altos, por lo tanto obtenían bastantes ganancias. La mano de obra de
estos talleres provenía casi en su totalidad de la mita y era tanto masculina como femenina. Las
jornadas de trabajo eran muy largas además de duras, por ello el virrey Toledo en 1577 decidió
dictar las ordenanzas de los obrajes. Había diferentes tipos de talleres, los obrajes enteros que
podían operar 12 telares en los que trabajaban indígenas forzados o los que percibían un salario.
Los medios obrajes, eran los que no sobrepasaban los 12 telares pero contaban con un molino
y batán. Y los chorrillos, que contaban como máximo con 6 telares y carecían de batán, eran
mantenidos por el miembro de una familia y se limitaba a producir tejidos de baja calidad.
EL COMERCIO EN LA CONQUISTA
http://www.sepia.org.pe/_data/archivos/20080903045439_Burga_y_Manrique__sepia_3_.pdf
(Consulta: 9 de Abril)
-Luis G. Lumbreras, Peter Kaulicke
- Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_econ%C3%B3mica_del_Per%C3%BA