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Juan Alberto Flores Banderas

El ciclo evolutivo familiar: crisis evolutivas.

El concepto de “ciclo vital familiar”

Todas las familias, entendidas éstas en su sentido más amplio, experimentan cambios a lo
largo del tiempo y que estos cambios observan unas determinadas regularidades o se
ajustan a un patrón previsible que se puede describir en términos de etapas, de transiciones,
o de crisis.
Un punto de partida que parece obvio, pero no resulta tan evidente en un campo, el de la
terapia familiar, que tradicionalmente ha optado por centrarse en el presente, en el aquí y
ahora de la interacción, y que además se ha interesado mucho más por los mecanismos
patológicos del no-cambio que por la evolución y el crecimiento. En este sentido, la
perspectiva del ciclo evolutivo ha permitido re-introducir en el terreno de la terapia familiar
sistémica, cegada por metáfora homeostática, la dimensión diacrónica, histórica de los
sistemas.
La otra premisa fundamental a la hora de adoptar la perspectiva del ciclo vital es que el
ciclo de desarrollo familiar es algo diferente que la mera suma o yuxtaposición de las
biografías individuales de los miembros de la familia. No es el individuo el que (con la
familia de fondo) va a travesando una serie de etapas en el transcurso del tiempo sino la
familia como tal la que evoluciona. Se aplica la idea sistémica de que el todo es más que la
suma de sus partes, llegando algunos autores a considerar a la familia como un verdadero
organismo que nace, crece, se desarrolla y muere.
Desde la perspectiva del ciclo vital familiar se asume también la relevancia de este esquema
para el trabajo cínico de los terapeutas familiares, e incluso para el entrenamiento de los
propios terapeutas. La relevancia clínica del ciclo vital familiar se encontraría justificada
con base en:
a) Todas o casi todas las familias atraviesan estas crisis evolutivas (o al menos
algunas de ellas).
b) A que este aspecto evolutivo se muestra como un factor importante en
muchos casos clínicos.
c) Aunque los aspectos relacionados con las transiciones evolutivas no jueguen
originalmente un papel relevante, es inevitable que interactúen con el
problema.

Las etapas del ciclo vital de la familia tradicional.

El paso de una fase a otra supone algo más que un cambio cuantitativo, que un reajuste menor de la
familia ante condiciones modificadas: se entiende que desplazarse a una nueva etapa exige siempre
una verdadera transformación del sistema familiar. Desde ese punto de vista, pasar de una etapa a la
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siguiente en el ciclo evolutivo ofrece tanto oportunidades como peligros, y constituye un momento
privilegiado para la intervención terapéutica. Otra forma de describir la discontinuidad de estos
cambios es en términos de las transformaciones que sufre la definición de la relación entre los
miembros del sistema considerado.

Desde este punto de vista, las diferentes etapas no exigen únicamente cambios instrumentales, la
creación de nuevos repertorios de habilidades o el manejo de procesos emocionales potencialmente
difíciles, sino que implican también un replanteamiento del contrato relacional básico. Estos
cambios en la definición de la relación no se limitan a la vertiente diádica, sino que incluyen
transformaciones profundas en dimensiones interpersonales tan amplias como pueden ser la
cohesión y la adaptabilidad.

Cambios en el ciclo vital familiar.

Un examen de la historia de la familia revela que muchos aspectos que hoy en día parecen
“naturales” son, en realidad, construcciones culturales ligadas a un determinado momento histórico.
Las definiciones del ciclo vital, e incluso las definiciones de la familia, han sido siempre fluctuantes
y cambiantes. Son solamente la falta de memoria histórica, la cortedad de miras o el prejuicio
ideológico los que llevan a pensar en una identidad natural y estable.

La mayor longevidad, el descenso de la natalidad, los cambios en el papel de la mujer, la tolerancia


ante parejas homosexuales, así como la incidencia cada vez mayor del divorcio y de las segundas o
terceras nupcias han producido un perfil familiar que se diferencia claramente de la situación
anterior.

Por lo que se refiere al primer tipo de cambios, han afectado a casi todas las etapas del ciclo vital,
aunque en algunas sociedades las dificultades para la independencia económica han ido
posponiendo el inicio de esta etapa, compensado esto por una nupcialidad cada vez más tardía. La
revisión del papel de las mujeres ha venido unida, además, a una mayor abundancia de matrimonios
con dos carreras y a posponer el nacimiento de los hijos. Modificando y alargando de esta forma la
etapa de “matrimonio sin hijos”. La disminución en el número de hijos supone que la etapa
“familias con hijos pequeños” se haya acortado, aunque paralelamente la necesidad de que la pareja
negocie como compatibilizar del trabajo fuera y dentro de casa se haya convertido en esta etapa en
una dase con alto riesgo de divorcio.
Variables como la raza o la religión y fenómenos como la emigración o la pobreza originan también
considerables variaciones en el ciclo vital familiar. Unidas estas fuentes de variabilidad a todos los
cambios por los que puede atravesar el ciclo familiar.

Disrupciones del ciclo vital familiar. Ciclo vital familiar y formación de


problemas.

Aunque los teóricos del ciclo vital familiar mantengan esquemas evolutivos diferentes, y aunque
las familias presenten grandes variaciones en cuanto al tipo de ciclo que recorren, sigue habiendo
consenso entre los autores en el sentido de que las familias atraviesan etapas diferentes a lo largo
de su desarrollo, que estas etapas plantean tareas evolutivas diferenciadas, y que entre una y otra
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fase se dan procesos de transición. Esta conceptualización enlaza directamente con una
determinada forma de entender la psicopatología o la formación y el mantenimiento de
problemas. La posibilidad de dar una lectura en clave evolutiva a los problemas clínicos es
precisamente uno de los grandes atractivos que para los terapeutas de familia tiene la perspectiva
del ciclo de familia.

Barnhill y Longo (1978) van más allá en su planteamiento. Desde su punto de vista, los problemas
clínicos no se asocian únicamente a una detención del ciclo evolutivo familiar, sino a una autentica
regresión a etapas anteriores. Desde esta concepción los conflictos irresueltos de etapas previas
constituyen puntos de fijación a los cuales, dado un estrés lo suficientemente fuerte, la familia
tenderá a volver. Puesto que los conflictos de las diversas etapas nunca se resuelven en un 100%,
existirán en toda familia fijaciones parciales. Que la regresión tenga lugar dependerá tanto de la
intensidad de la fijación como de la potencia de la situación de estrés actual.

Otra forma de construir las diversas posturas que sobre la relación entre ciclo vital familiar y
formación/mantenimiento de problemas adoptan los terapeutas familiares sería distinguiendo 3
tipos de planteamientos:

1. La posición “dura”, caracterizada por varios postulados más o menos implícitos (a) Se
asume que la incapacidad o falta de voluntad de la familia para avanzar en el ciclo vital
causa patología. La relación se entiende, eso sí, como circular: el atasco evolutivo genera y
mantiene el problema, pero a su vez el problema mantiene el atasco evolutivo. (b) Se
considera que todo problema clínico en terapia familiar presenta este componente de
atasco evolutivo. Finalmente, (c) se piensa que las dificultades para avanzar en el ciclo de
desarrollo se deben a una disfunción estructural previa de la familia.
2. La posición “intermedia”, según la cual (a) los momentos de transición de una etapa a otra
pueden eventualmente constituir verdaderas “crisis evolutivas”, eventos estresantes que,
sumados a otros factores de tensión, precipiten algún tipo de problemática relacional o
individual.
3. La posición “suave” según la que el ciclo vital familiar constituye uno de los contextos
dentro de los cuales se desenvuelven los sistemas humanos y, por tanto, un contexto
dentro del cual se generan y mantienen los problemas.

Critica a la noción y utilidad del concepto de “ciclo vital familiar”

Empezando por los elementos positivos, el interés por el ciclo evolutivo familiar ha tenido la virtud
de reintroducir en el campo de la terapia familiar la dimensión temporal y la perspectiva histórica,
que en buena medida se habían visto descuidados ante el excesivo énfasis sobre la interacción
presente.

Desde la perspectiva teórica y clínica, es aún más relevante el hecho de que el estudio del ciclo
evolutivo familiar constituye en definitiva el estudio de procesos naturales de cambio en los
sistemas humanos. En esta línea el conocimiento más profundo del devenir histórico de las
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familias y de las formas en que afrontan las circunstancias cambiantes de su propio desarrollo
permitirá arrojar más luz sobre el proceso de cambio terapéutico.

Utilidad terapéutica del ciclo vital.


Las transiciones naturales del ciclo vital familiar constituyen un modelo de transformación, incluso
de cambio en el sentido del grupo de palo alto (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1982). En este
sentido, constituyen un buen recordatorio para los terapeutas de que las familias no solo pueden
cambiar, sino que están cambiando constantemente, con o sin terapia.

Más allá de ese valor como modelo, las transiciones del ciclo vital constituyen para muchos
autores momentos privilegiados de cambio. En palabras de Friedman, los procesos de transición
evolutiva flexibilizan la estructura de la familia, abriendo posibilidades que en otros momentos no
se ofrecen. Hay que tener en cuenta que desde esta óptica los ritos de aso no son procesos
individuales, sino procesos que involucran y movilizan a toda la familia.

Cabe pensar que los momentos de transición evolutiva pueden funcionar como auténticas lentes
de aumento que amplíen los cambios que se produzcan en la terapia. Todos los terapeutas tienen
la experiencia de que a menudo la propia evolución de la familia juega a favor del proceso de
cambio; las relaciones con el niño, que ya habían empezado a mejorar, cambian aun cuando este
empieza a ir a la escuela, o el nacimiento de un hijo termina de asentar los cambios que la pareja
había ido introduciendo.

Evaluación en terapia familiar y ciclo vital familiar.


Los modelos de terapia familiar que asumen la necesidad de realizar una evaluación comprensiva
de la familia encuentran en el ciclo vital un punto de referencia útil.

En primer lugar, lo terapeutas pueden preguntarse en qué fase de su desarrollo está la familia,
para identificar a continuación las tareas evolutivas que esa fase plantea y calibrar hasta qué
punto la familia está cumpliéndose adecuadamente. Es posible de esta forma concluir si la familia
se está comportando o no de acuerdo con los requerimientos de la etapa evolutiva en que se
encuentra. Si la respuesta es negativa, las tareas no abordadas se convertirán en objeto
terapéutico.

También es posible evaluar las transiciones vitales. Por una parte, se puede evaluar
retrospectivamente la intensidad del estrés que la transición ha generado. Ello permitirá valorar
hasta qué punto el problema presentado por la familia puede relacionarse con las dificultades a la
hora de atravesar una transición.

Desde el punto de vista predictivo, es posible valorar estas mismas dimensiones a fin de estimar el
impacto que puede tener una transición futura. Esta evaluación identificará las áreas de riesgo y
las habilidades que deben ser potenciadas.

Además, el conocer los eventos vitales que la familia ha atravesado permite identificar situaciones
de riesgo potencial: divorcio, familias monoparentales, enfermedad crónica o fallecimiento
reciente de uno de los miembros. Esta es la base de muchos programas de intervención
secundaria, que inciden de modo muy focalizado sobre poblaciones de riesgo.
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Intervención en Terapia familiar y el ciclo vital de la familia.


En función de cual haya sido la evaluación de la problemática evolutiva de la familia, la
intervención terapéutica ira encaminada a satisfacer las demandas que plantea la nueva fase, a
apoyar a la familia en aquellas áreas de funcionamiento que constituyen potenciales puntos
débiles o a promover la transición a la siguiente etapa incidiendo sobre las dificultades que la
evacuación haya revelado.

Existen también procedimientos técnicos específicos para trabajar directamente sobre el ciclo vital
de las familias: técnicas como el genograma familiar, o la línea del tiempo son tanto herramientas
de evaluación como formas de organizar la terapia. En ambos casos se plasma esta historia de
forma gráfica. En este procedimiento caben técnicas auxiliares como la escultura familiar o la
representación de secuencias interacciónales en la propia sesión.

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