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TEMA 20 EXPRESIÓN DE ASERCIÓN, OBJECIÓN, OPINIÓN DESEO Y EXHORTACIÓN

1. Introducción

2. La modalidad

2.1Definición y características

2.2Tipos:

2.2.1 Alética 2.2.2 Epistémica 2.2.3Deóntica

Modalidad epistémica

3. Expresión de ASERCIÓN

Afirmación, negación e interrogación

4. Expresión de OBJECIÓN

Adversativas y concesivas

5. Expresión de OPINIÓN

6. Expresión de DESEO

Modalidad deóntica

7. Expresión de EXHORTACIÓN

8. Conclusión

9. Bibliografía:
TEMA 20 EXPRESIÓN DE ASERCIÓN, OBJECIÓN, OPINIÓN DESEO Y EXHORTACIÓN

La proverbial dicotomíía saussereana entre Langue y Parole; como una realidad indivisible, al
tiempo que como una doble entidad con distintos objetivos analííticos es uno de los grandes aciertos
de la teoríía del linguü ista sueco.

Partir de la citada dicotomíía nos permite estudiar la complejidad estructural de la lengua al margen
de ciertas consideraciones de caraí cter extralinguü íísticos; aunque si le damos la vuelta al Sistema nos
plantearemos que tras eí l residen seres de carne y hueso que lo usan y que puede estar a anñ os luz de
lo que dicha lengua prescribe.

Asíí, amparaí ndonos en la distincioí n conceptual que opera entre ambos teí rminos, estudiaremos la
lengua y (maí s concretamente, los elementos linguü íísticos para la expresioí n de asercioí n ,objecioí n,
opinioí n, deseo y exhortacioí n), para lo que acudiremos a la escuela estructuralista germen de
conceptos tan relevantes como los de sistema o estructura.

Derivado de la tesis de Saussure, otro linguü ista Bernard Pottier clasificoí la lengua castellana en los
siguientes niveles o unidades:

- Fonemas o unidades míínimas de diferenciacioí n

- Morfemas o unidades míínimas de significacioí n

- Lexíías o unidades de comportamiento

- Sintagmas o unidades de funcioí n y, sobre eí stos, la oracioí n, el enunciado y la secuencia


textual.

Situacioí n que nos revela que la lengua no es maí s que la transcripcioí n que de la visioí n del mundo
tenemos las persona. Lengua y habla, pues, se comportan como el anverso y el reverso de una
misma moneda (de ahíí la magistral metaí fora sinfoí nica)

Al comunicarnos hemos de distinguir lo que se dice del modo en que dicho contenido se emite. Asíí,
un mismo enunciado se puede emitir como una orden, una reí plica, una pregunta o una
exclamacioí n,; todo ello es lo que denominado “modalidad”.

El hablante posee una serie de recursos linguü íísticos, a traveí s del o que puede emitir el enunciado de
la forma deseada. Dichos recursos se denominan marcada de modalidad, siendo las marcas
importantes:

 La variación del modo del verbo.

Indicativo: se expresa en oracioí n que declaran hechos.

Subjuntivo: en aquellas que expresan deseo o duda.

Imperativo: para denotar orden o mandato.

 Entonación curva melódica

 Verbos o períífrasis verbales, del tipo: “deben de + infinitivo” expresando duda.

 Locuciones adverbiales ,como “ojalaí , quizaí ”


El estudio sobre la modalidad ha sido realizado de diferentes formas; asíí, un grupo de gramaí ticos
estudiaron las modalidades en el discurso y no en la oracioí n. Otros, amparaí ndose en la loí gica
aristoteí lica, que tuvo importancia a raííz de las poleí micas medievales que crearon el binomio:
Dictum (unioí n de los componentes del juicio) y Modus (determinacioí n referente a todo el juicio),
decidieron ubicarlas en la oracioí n.

Por nuestra parte, amparaí ndonos en la dimensioí n comunicativa del discurso, las ubicaremos en eí l,
por lo que estudiaremos el enunciado, pues es donde con maí s claridad se vislumbra la intencioí n del
hablante. Asíí, seraí la Pragmaí tica la disciplina desde la que estudiaremos la modalidad.

Pero ¿Las modalidades han de ser estudiada desde la pragmaí tica, o podemos abordar su estudio
desde la linguü íística tradicional? Para contestar de una forma cientíífica es preciso buscar una
definicioí n precisa del teí rmino “modalidad”-

Rastreando entre las distintas aportaciones comenzaremos destacando la de Carlos Fuentes, quien
estudia la modalidad como todo acto de comunicacioí n en el que se percibe una determinada
orientacioí n hacia la comunicacioí n, por parte del hablante.

Charles Bally, autor que modernizoí la anterior dicotomíía (dictum-modus) afirmoí que la modalidad
pertenece al modus.

Asíí, para el estudioso, la modalidad era la emisioí n de un juicio con un determinado valor intelectual,
afectivo o declarativo, tras el que reside la intencioí n del hablante.

A pesar de las citadas aportaciones el concepto de “Modalidad” seguíía auí n sin perfilarse. Fue
entonces cuando otro estudioso, Meunier decidioí realizar la siguiente distincioí n:

Modalidad de la enunciación: relacionada con el sujeto hablante o escribiente. Da a la frase


objetivamente su forma declarativa, interrogativa, etc.

Modalidad del enunciado: relacionada, asíí mismo, con el sujeto del enunciado.

Fue Fillmore el primer linguü ista que integra la modalidad en el meí todo descriptivo del
generativismo convirtieí ndola como un componente oracional

O= Modus + Dictus → Proposicioí n

Modalidad

Maí s allaí llegoí Sadok al acunñ ar el teí rmino “hiperoracioí n”. Teí rmino que engloba el siguiente
esquema:

Propuesta que, como no es sabido, fue acogida de manera desigual por parte de la críítica. Pues ¿ era
ese verbo performativo usado en el mismo sentido que el modus del que nos habloí Bally?
Evidentemente, no, asíí que acudimos al propio Bally quien adscribioí la hiperoracioí n al aí mbito
oracional, mientras que en el discurso ubicoí su modus, junto a conceptos como: actitud del hablante
e intuicioí n comunicativa.

Desde que Austin y Searle realizaron la Teoriza de los Actos de Habla. La modalidad tomoí
protagonismo bajo la denominacioí n de “fuerza ilocutiva” aunque el postulado verdaderamente
importante fue la Teoríía de los actos de habla directos e indirectos del propio Searle.

Teoríía que nos conduce a distinguir entre:

Modalidad oracional: aquella inserta en el nivel morfosintaí ctico y que se percibe mediante el
cambio de modo del verbo, la curva entonativa o las períífrasis verbales, entre otros.

Modalidad pragmática: demuestra que la lengua puede ir maí s allaí de su propia literalidad.

Realiza ya la pertinente diferenciacioí n, afirmaremos que los actos de habla directo son aquello en
los que la modalidad oracional y la pragmaí tica coincide; mientras que, cuando no existe dicha
conexioí n, nos encontramos ante actos de habla indirectos (en los que, cuan do la finalidad es
exhortativa, interinen una cortesíía negativa, como veremos).

Como ejemplo de acto de habla indirecto proponemos el siguiente. El enunciado “hace frio”, que
ubicado en su contexto incita al interlocutor a cerrar la ventana.

Fue Aristóteles el primer en hablar de las modalidades, declarando la existencia de cuatro forma de
relacionarse los componentes del dictum, esto, sujeto y predicado:

-Posibilidad -Imposibilidad -Contingencia - Necesidad

Maí s tarde, Von Wright acunñ o las que hoy estudiamos como modalidades oracionales, a saber:

Modalidad alética: relacionada con la verdad, por lo que el “yo” no parece. Dicha verdad la ha
convertido en una modalidad neutra o una modalidad no marcada.

Modalidad epistémica: referida al saber, por lo que implica cierta manera del hablante en sus
palabras. Cuando el hablante ejerce un compromiso: un compromiso que puede ser menos, estamos
ante la modalidad episteí mica objetiva " son las cinco de la tarde”. O mayor, si hacemos referencia a
la modalidad episteí mica subjetiva “deben de ser la cinco de la tarde o creo que son las cinco de la
tarde”.

Modalidad Deóntica: en clara alusioí n al deber, por lo que expresa una orden o mandato

Modalidad existencia: muy relacionada con la lógica pura por lo que afecta, soí lo tangencialmente,
a la lingüística.

Samuel Gili Gaya, amparaí ndose en aspectos semaí nticos y loí gicos, decidioí reformar el manido
binomio en los teí rminos de:

Dictum: como contenido

Modus: actitud del hablante frente a dicho contenido.

Pero fue, anñ os despueí s, el propio autor quien calificaríía de “no rigurosa” su clasificacioí n. De ahíí que
surgieran otros estudios con la intencioí n de aclarar el teí rmino que estudiamos.
Fue la R.A.E. en su Esbozo quien establecioí un estudio de la modalidad desde la comunicacioí n,
hablando de tres tipos de modalidades, que bien pudieran ser funciones del lenguaje:

Modalidad Referencial: afirmativa y negativa.

Modalidad Expresiva: dubitativa, desiderativas y exclamativas.

Modalidad Apelativa: interrogativas y exhortativas.

Una vez que hemos perfilado el concepto de modalidad nos disponemos a estudiar dos de las
modalidades de Von Wirght, por contener los objetos de estudio que marca nuestro epíígrafe:

Modalidad epistémica: objetiva: asercioí n / subjetiva: objecioí n, opinioí n y deseo.

Modalidad deóntica: exhortacioí n.

ELEMENTOS LINGÜÍSTICOS PARA LA EXPRESIÓN DE LA ASERCIÓN

La asercioí n es una afirmacioí n o negacioí n inserta en una modalidad episteí mica objetiva. Dicha
objetividad hace que la consideremos una modalidad neutra.

Son tres las modalidades que contemplamos en la asercioí n:

Modalidad afirmativa

El juicio se emite con cierto compromiso en esta modalidad. Afirma la R.A.E. que el hablante
relaciona los componente del juicio de un modo veríídico.

No existe ninguna marca forma que denote el funcionamiento de esta modalidad, quizaí por eso se
ha convertido en la base de comparacioí n para el resto de modalidades.

Un ejemplo de esta modalidad seríía:

“Maríía comioí lo que queríía”

Lo que síí encontramos son mecanismos para contribuir a la formacioí n de esta modalidad. Nos
referimos a los:

Modalizadores: por supuesto, claro que síí.

Refuerzos empáticos: no lo duces, en efecto,….

Partiendo de la base de que toda afirmacioí n puede negarse nos adentramos en el estudio de la
modalidad negativa

Como afirmaí bamos, una negacioí n no es maí s que la inversioí n de un enunciado anterior, es decir;
toda negacioí n, nos remite a una afirmacioí n. Por ejemplo, el enunciado: “El míío no” nos conduce
inexorablemente a uno previo:” Mi hermano es contable”.

Quizaí , por su controvertida forma de comportarse o, quizaí , por las diferentes formas en que puede
manifestarse, lo cierto es que la negacioí n ha sido estudiada desde distintos aí mbitos del
conocimiento.
En este sentido, desde un punto de vista psicoloí gico, Coseriu se percatoí de que los sujetos
entendemos maí s raí pidamente un enunciado negativo cuando eí ste supone la negacioí n de uno
anterior, emitido por el sujeto hablante u otro interlocutor.

Entre las propuestas maí s aventajadas encontramos tres:

1. En primer lugar la clasificacioí n que Ignacio Bosque realiza en su obra Sobre la negacioí n;
distinguiendo entre:

Negación absoluta: ¿Quieres cafeí ? No

Negación relativa: Implíícita:

a) Pragmática: en este sentido aludiremos a la ironíía, sentido a traveí s del que el


receptor ayudado por la entonacioí n, entiende que queremos decir totalmente lo contrario de
lo que decimos.

b) Léxica: manifestada en expresiones como: “No lo entiendo”.

c) Explícita: Morfoloí gica y sinteí tica (ambas conformadas por una serie de adverbio
que funcionan como complementos circunstanciales de negacioí n.

2. La segunda aportacioí n destacable es la que llevoí a cabo Morant, al distinguir (desde


principios pragmaí ticos) negacioí n externa e interna.

-Entiende por negación externa aquella en la que no soí lo se niega la proposicioí n, sino
tambieí n las proposiciones que la envuelven

-Negación interna es aquella en la que se nieva parcialmente la proposicioí n.

Un buen ejemplo para delimitar ambos tipo de negacioí n seríía la conocida frase de Russel: “ El rey
de Francia es calvo”.

Si partimos de su negacioí n:” El Rey de Francia no es calvo” encontrarííamos que, su negacioí n externa
seríía aquella que, anclada en el presente, afirma que el rey de Francia no es calvo porque no existe
un rey en Francia. Mientras que una negacioí n interna nos remite al pasado, donde síí habíía un rey en
Francia, pero dicho monarca no era calvo.

3. Finalmente, Hernández Paricio nos cuenta que existen en la lengua teí rminos que han de
aparecer necesariamente en contexto negativos; son los llamados “términos de polaridad
negativa”. Elementos sobre los que el autor realizoí un inventario para el espanñ ol: en el que no
entraremos por el escaso tiempo del que disponemos.

Modalidad interrogativa: Es una modalidad que se encuentra entre la afirmacioí n y la negacioí n. Es


curioso advertir coí mo, a pesar de que la interrogativa es una modalidad aceptada por todos los
gramaí ticos como independiente, los estudiaremos insertos en la asercioí n: ¿Queí causas justifica este
hecho?

Fue la R.A.E. quien intentoí dar una explicacioí n diciendo que:

“Ni afirmamos ni negamos con la interrogacioí n, lo que hacemos es emitir juicios a la espera de ser
afirmado o negado”.
María Victoria Escandell, por su parte, aportoí lucidez al respecto afirmando que:

“El fin de toda interrogacioí n no era otra que el solicitar informacioí n”.

Dicha “solicitud” puede hacerse de diferente maneras: de forma directa: “¿Vendraí manñ ana?” o bien,
de forma indirecta: “ ¿ Me traer un vaso de agua?”.

Anñ os maí s tarde, en un intento aclaratorio del tema, la autora decide distinguir dos tipos de
interrogaciones:

: aquellas que demandan informacioí n uí nica y exclusivamente.

: preocupadas maí s en mantener buena relacioí n con el interlocutor, de ahíí que la Cortesíía
sea un instrumento necesario en este tipo de interrogacioí n.

Fueron los planteamientos loí gico-semaí nticos los que nos dieron una respuesta a la cuestioí n que
proponííamos, ya que contemplaban la interrogacioí n como un elemento linguü íístico sustentado en un
estíímulo “causa-efecto”; estíímulo que, extrapolado al aí mbito de la interrogacioí n se manifiesta en
teí rminos de “pregunta-respuesta”.

Asíí concluimos que la interrogacioí n se entendíía en la asercioí n porque se estudia unida a la


respuesta que, evidentemente puede ser afirmativa o negativa.

Estudiada la asercioí n, nos adentramos en los elementos linguü íísticos que expresan objecioí n

Elementos lingüísticos para la objeción

Entendiendo por <<objecioí n>>, tal y como lo hiciera la R.A.E. en su Esbozo, un argumento contrario
al anterior, una interrupcioí n u obstaí culo para impugnar errores.

Linguü íísticamente hemos de decir que el teí rmino objecioí n procede de la forma latina <<objicere>>
(jacere = “arrojar”). Teí rmino que presenta, como sinoí nimos, desaprobar, poner impedimentos,
poner pero,… Por eso, tradicionalmente se ha renñ ido el estudio de la objecioí n a las oraciones
adversativas y concesivas.

En lo concerniente a las adversativas y su conector por excelencia “pero”, es faí cil asumir su relacioí n
con la objecioí n si acudimos a uno de los sinoí nimos ofrecidos: poner peros.

Aunque hemos de realizar ciertas salvedades, ya que si bien existen nexos que siempre presentan el
mismo valor (Ej. “quizaí ” expresando dubitacioí n), existen otros como “pero” que, ademaí s de mostrar
objecioí n, puede presentar otros valores como el de contraste.

Asíí entendemos que Estanislao Ramón Trives haya considerado a este conector como
problemaí tico y difíícil de estudiar en viruta del universo de significacioí n negativa que encierra.
Como por ejemplo, propone el estudioso el siguiente:

Pedro es inteligiente…… Deberíía contratarlo (conclusioí n parcial implíícita)

pero

Es un poco perezoso No (conclusioí n final implíícita).

Otros nexos adversativos seríían:


-sin embargo, a pesar de, sino,…

Estudiar la expresioí n de la objecioí n mediante las oraciones concesivas ha resultado un tanto


complicado, pues no poco autores lo han analizados insertos entre las adversativas y las
condicionales aunque lo cierto es que posee su propia forma de comportarse.

Elementos lingüísticos para la expresión de opinión

Al adentrarnos en la expresioí n de la opinioí n hemos de tener en cuenta que es la manifestacioí n maí s


personal, junto al deseo, de todos los que estudiamos. En la opinioí n, el yo se alza como protagonista,
amparaí ndose en los siguientes mecanismos linguü íísticos para configurarse:

Morfológicamente: destaca el empleo del modo subjuntivo

Léxicamente: verbos como creo pienso, entiendo, opino, seguido del nexo “que”.

Verbos que, sintaí cticamente, suelen ir precedidos de una proposicioí n con un verbo de lengua o
pensamiento. Estos verbos pueden aparecer, indistintamente, al principio o al final de la oracioí n (no
conformado dicha posicioí n cambio alguno de significado).

Son frecuentes, para expresar opinioí n, oraciones del tipo: “Entiendo que es preciso cambiar las
ruedas del coche.”

Elementos linguü íísticos, todos ellos, conformadores de la opinioí n: arma que preside un siglo plagado
de informacioí n, comunicacioí n y redes informaí ticas; arma que relaciona intelectualmente al ser
humano.

Elementos lingüísticos para la expresión de deseo

Llegamos asíí, al uí ltimo elemento de la modalidad episteí mica subjetiva: el deseo, cuya expresioí n ha
sido anclada en las oraciones desiderativas.

Cuestioí n que nos hace pensar que se debe a una tipificacioí n por defecto, ya que la mayoríía de los
deseos del ser humano no llevan a formularse y, cuando tiene forma verbal lo hacen en un sentido
volitivo: quiero parar; ojalaí venga manñ ana.

Las posturas que se han marcado entre la opinioí n y el deseo son que, aunque ambas parten del yo;
la opinioí n configura un contexto previo que la justifica, mientras que el deseo, configura un
contexto posterior a su enunciacioí n.

No son pocos los autores que han visto en el deseo, la forma en que pueden manifestarse todos las
posibilidades del subjuntivo (modo subjetivo por excelencia):

- Ojalaí venga OÓ scar

- Ojalaí haya venido OÓ scar

- Ojalaí hubiera venido OÓ scar

- Ojalaí viniera OÓ scar


Ejemplos que nos muestran coí mo el deseo sentido en un presente, puede estar referido a
cualquier momento temporal: desear y sonñ ar, como dijera Alfonsina Storni; vuelan por el tiempo
isin cortapisas!

Llegados a este punto de nuestra exposicioí n y dejando la modalidad episteí mica nos instalamos la
modalidad deoí ntica

Elementos lingüísticos para la exhortación

El auge de esta modalidad radica en las teoríías que han defendido la capacidad de “hacer” que tiene
el lenguaje. Teoríías abonada por la Teoríía de los actos de habla de Austin y Searle.

Este uí ltimo en su obra Cómo hacer cosas con palabras, habloí de los actos perlocutivos: verdadero
soporte de teoí rico de la exhortacioí n.

Autores como Ignacio Bosque o Emilio Alarcos han tratado de estudiar la exhortacioí n en los
imperativos.

Asíí, vieron como la modalidad imperativa se manifiesta en la segunda persona tanto del singular,
como del plural. Cuestioí n no exenta de poleí mica, pues autores como Gili Gaya han considerado al
imperativo como un verboide que se manifiesta en presente o futuro.

La exhortacioí n tambieí n se presenta en forma de futuro simple:

-Traiga dos copas -Venga conmigo

Incluso, podemos encontrar infinitivos que, acompanñ ados por una partícula de inicio remático,
expresan exhortacioí n: ¡ Ninñ os, a comer!

La estrategia de cortesíía, anteriormente explicada conforma oí rdenes mediante actos de habla


indirectos (donde la modalidad cobra forma en la fuerza ilocutiva): ¿ Me trae la cuenta?

Prueba todo ello de la riqueza del lenguaje, instrumento mediante el que afirmamos o negamos,
opinamos, objetamos; incluso deseamos y ordenamos: ¡ la comunicacioí n es eso: lenguaje al servicio
de la expresioí n!

Conclusión

Asíí damos por concluida la exposicioí n del presente tema, haciendo nuestras las palabras de
Graciela Reyes en su Abecé de la pragmática, a propoí sito de la disciplina que ha servido de
catalejo para el estudio del presente tema:

“La comunicacioí n es un acto de fe, y la pragmaí tica es el estudio de los mecanismos que conforma
dicha fe”.

Con Esta teoríía llegamos asíí al final de nuestra exposicioí n, haciendo nuestras las palabras de don
Rafael Lapesa, incluidas en la advertencia preliminar de la 1ª edicioí n de su Historia de la lengua:

<< Tas su lectura advertiraí el lector ciertas imprecisiones, en parte seraí n imputables al autor en
parte a que existen, auí n hoy, muchos claroscuros al respecto.

Animo al futuro investigador!”.>>

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