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El poder psiquiátrico

Michel Foucault
En el espacio de la cultura Occidental se han
sucedido diversas configuraciones del saber,
diversos códigos y sistemas ordenadores del
pensamiento y la acción. Sólo uno de ellos,
según el filósofo francés Michel Foucault, ha
solicitado al hombre y le ha otorgado el doble
papel de sujeto y objeto de conocimiento: el que
se inaugura en los inicios de nuestra
modernidad, la de comienzos del s. XIX.
¿Cómo emerge el hombre –el sujeto como
objeto de conocimiento? ¿Cómo se perfila el
objeto “locura” en la objetivación de los saberes
que aspiran a ser ciencias?
Se vuelve necesario, a partir del s. XIX, localizar
todas aquellas diferencias individuales que
según los grados de racionalización, los códigos
conceptuales y los tipos de teoría recibirán el estatuto de enfermedad, de
enajenación, de anomalía, de demencia, de neurosis o de psicosis, de
degeneración, etc.
Estas superficies de emergencia no son las mismas para las distintas sociedades,
las distintas épocas y en las diferentes formas de discurso.
Para atenerse a la psicopatología del s. XIX, es probable que estuviesen
constituidas por la familia, el grupo social próximo, el medio de trabajo, la comunidad
religiosa (todos los cuales son normativos, todos los cuales son susceptibles de
desviación, todos los cuales tienen un marco de tolerancia y un umbral a partir del
cual se requiere la exclusión; todos los cuales tienen un modo de designación y de
rechazo de la locura, todos los cuales transfieren a la medicina, ya que no la
responsabilidad de la curación y del tratamiento, el cuidado de la explicación);
aunque organizadas de un modo específico, esas superficies de emergencia no son
nuevas en el siglo XIX. En cambio, fue en esa época sin duda, cuando comenzaron
a funcionar nuevas superficies de aparición:
arte con su normatividad propia, la sexualidad (sus desviaciones en relación con
entredichos habituales se convierten por primera vez en objeto de señalamiento, de
descripción y análisis para el discurso psiquiátrico), la penalidad (en tanto que la
locura en las épocas anteriores se separaba cuidadosamente de la conducta
criminal y valía como excusa, la criminalidad se convierte también –y esto desde las
famosas “monomanías homicidas”- en una forma de desviación más o menos
emparentada con la locura) Ahí, en esos campos de diferenciación primera...el
discurso psiquiátrico encuentra la posibilidad de delimitar su dominio, de definir
aquello de que se habla, de darle estatuto de objeto, y por lo tanto, de hacerlo
aparecer, de volverlo nominable y descriptible.
Habría que describir, además, ciertas instancias de delimitación: la medicina (como
institución reglamentada, como conjunto de individuos que constituyen el cuerpo
médico, como saber y práctica, como competencia reconocida por la opinión, la
justicia y la administración) ha llegado a ser la instancia mayor que en la sociedad
aísla, designa, nombra e instaura la locura como objeto; pero no ha sido la única
que ha desempeñado tal papel: la justicia y, singularmente, la justicia penal (con las
definiciones de la excusa, la irresponsabilidad, las circunstancias atenuantes, y con
el empleo de nociones como las de crimen pasional, de herencia, de peligro social)
la autoridad religiosa (en la medida en que se establece como instancia de decisión
que separa lo místico de lo patológico, lo espiritual de lo corporal, lo sobrenatural de
lo anormal, y en que practica la dirección de conciencia, más para un conocimiento
de los individuos que para una clasificación casuística de las acciones y las
circunstancias).
Analizar, finalmente, las rejillas de especificación: se trata de los sistemas según
los cuales se separa, se opone, se entronca, se reagrupa, se clasifica, se hacen
derivar unas de otras diferentes “locuras” como
objetos del discurso psiquiátrico (esas rejillas de diferenciación han sido en el siglo
XIX: el alma, el cuerpo, la vida y la historia de los individuos).
En sociedades como las nuestras el “loco” se muestra como una contradicción viva
y con toda la violencia, en muchos casos, de un insulto. La revolución burguesa ha
definido la humanidad del hombre por una libertad teórica y una igualdad abstracta.
Y el enfermo mental aparece como sujeto de escándalo: es la demostración de que
el hombre en su historicidad no es enteramente definido por el sistema de derechos
formales que le son reconocidos, desde que ese mismo sistema no da cabida a esta
eventualidad humana que es la enfermedad, y que para los enfermos mentales la
libertad es vana y la igualdad no tiene significado; por otra parte, es la prueba,
dice Foucault, de que en su vida real de hombre libre, de ciudadano igual a todos
los otros, el hombre puede encontrarse en situaciones que aten su libertad y que lo
aíslen para siempre de la comunidad de los hombres.
Demuestra que la sociedad burguesa, por los mismos conflictos que han hecho
posible su enfermedad, no está hecha a medida del hombre real; que continuamente
pone en conflicto la idea unitaria que se hace del hombre y el estatuto contradictorio
que le otorga. El enfermo mental es la apoteosis de ese conflicto. Y si por el mito de
la alienación mental se lo expulsa de la ciudad, es para no ver en él la escandalosa
expresión de las contradicciones sociales en las que el hombre está históricamente
alienado.

“De tu sufrimiento y tu singularidad sabemos cosas suficientes (que ni sospechas)


para reconocer que son una enfermedad; pero conocemos esa enfermedad lo
bastante para saber que no puedes ejercer sobre ella y con respecto a ella ningún
derecho. Nuestra ciencia permite llamar enfermedad a tu locura, y por ello nosotros,
los médicos, estamos calificados para intervenir y diagnosticar en ti una locura que
te impide ser un enfermo como los demás: serás, por tanto, un enfermo mental.
En el Curso El poder psiquiátrico (1973-1974), Foucault marca una discontinuidad
respecto de Historia de la Locura en la Época Clásica (HL). En este Curso deja de
plantear como referente esencial la “institución” asilar y pasa a su “exterior” a fin de
resituar su constitución y su funcionamiento en una tecnología de poder
característica de la sociedad.
De allí la distancia tomada con respecto a HL que, según las palabras de Foucault
pretendía ser “una historia […] de la institución psiquiátrica” y vinculaba la formación
del saber psiquiátrico a un proceso de institucionalización de la medicina mental.
En estas lecciones, Foucault analiza y explica el dispositivo de poder que pone en
funcionamiento la psiquiatría clásica y marca sus diferencias con relación a los
análisis y diagnósticos de algunos movimientos antisiquiátricos y las formas de
continuidad/discontinuidad psiquiatría-psicoanálisis.
Las indagaciones de Foucault se diferencian del objetivo de algunos movimientos
anti psiquiátricos concentrados en el análisis y la denuncia de la “violencia” ejercida
por la sociedad en general y la psiquiatría en particular, ajustándose a la figura
paradigmática del esquizofrénico, que en su negativa a constituir un “falso yo”
alienado y sometido a las exigencias sociales desgarraría las máscaras de la
violencia corriente.
La importante modificación de las herramientas conceptuales operada por Foucault
dota al Curso de originalidad en comparación con las críticas que se desarrollaron
desde la 2da. Guerra Mundial y tuvieron en común la postura de tomar por blanco
la “institución” asilar ya fuera para reformarla, sublimarla o negar su legitimidad

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