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EROS Y TANATOS

Para Sigmund Freud, inscrito a la problemática del dinamismo del ser, existen dos
pulsiones antagónicas que constituyen la subjetividad, sobre el que los hombres
construyen su destino. La pulsión de vida y la pulsión de muerte. Con esta perspectiva de
una lucha permanente y constitutiva entre Eros y Tánatos, es que los hombres forjamos la
tragedia de nuestra existencia. Con esta perspectiva que hoy podría parecernos que no
tiene mayor relevancia es que Freud se aleja de las corrientes psicologistas de
corte rousseniano, en las que los seres humanos veníamos al mundo en una
condición objetalizable de sanos-buenos. Eran las instituciones sociales: familia, religión,
gobierno, educación etc. las que corrompían el alma, por lo que la verdadera naturaleza
humana se encontraba al nacer en una condición de pureza. Lo que la podía enrarecerla,
era el ambiente y las condiciones sociales. Los niños eran buenos al nacer, todo problema
psicológico por lo tanto, debía rastrearse en la educación, en las relaciones familiares,
pero para Rousseau existía una condición ontologizable se trataba de un absoluto,
inamovible, para él los seres humanos somos buenos por naturaleza.

Lo que propone Freud, es que lo realmente constitutivo es el conflicto, de hecho de eso


esta hecho el psiquismo. La condición humana es el efecto de la desnaturalización, del
trastrocamiento del instinto en pulsión, además la sexualidad es efecto de otro de los
avatares del camino de la hominización, con lo que la infancia es perversa polimorfa, lo
masculino y lo femenino, luchan por la hegemonía en las identificaciones como en los
objetos, lucha que inclinará en un sentido o en otro a las personas.
Freud, a éstosrepresentantes y empujes, a éstas fuerzas que luchan las llama pulsiones,
tomando la idea con mucha probabilidad de Fichte, y considera que dos son las
protagónicas en la constitución del psiquismo y de lo que sería propiamente la condición
humana: Eros y Tánatos. Vida y muerte se enfrentan tratando de atraer a la criatura a sus
territorios. Se trata por lo tanto de un sistema de opuestos en los que uno depende del
otro, no puede existir uno sin la presencia del otro, como lo dijo Heráclito son “uno” en la
medida en que no puede existir el uno sin el otro. Una forma de representar a las
pulsiones sería: la de la acción de crear, por un ladoversus la de destruir, por el otro, o
bien siguiendo el ejemplo de la música podemos pensar en las pulsiones: toda la algarabía
de los sonidos, tendría que ver con la pulsión del Eros, mientras que la
pulsión tanáticatendría que ver con la destrucción de esa algarabía, con la aniquilación de
las notas, es decir, con el silencio, la música como la existencia depende del las notas y
los silencios, la una requiere de la otra, en la que los excesos de cualquiera de las dos
pulsiones, llevan necesariamente al aniquilamiento de su contraparte: un puro y constante
silencio o un puro y constante ruido, con ello la música como la existencia desaparecen.
Además Freud, saca a la pulsión del “yo” que era el lugar donde la situaba Fichte para que
tenga una nueva morada: el “ello”, de un “eso” más cercana a la noción de “ente” de la
filosofía, pero lejana a “yo”. Siguiendo el hilo del razonamiento de Etcheverry:

“en la negación, de 1925, se lee que la afirmación en el juicio pertenece al Eros, en tanto
la negación pertenece a la pulsión de destrucción. Ahora bien, el juicio como operación,
las supone a ambas” (Etcheverry, 1981, p.55).

Freud comprendía a las pulsiones y las caracterizaba dinámicamente, de la pulsión erótica


o de autoconservación engendraba muchas de las mociones de agresividad, y también de
odio, como mecanismo de defensa, mientras que la destrucción caracteriza a la pulsión de
muerte, las pulsiones mantienen en tensión al aparato psíquico, en la medida en que una
pulsión depende de la opuesta, se trata por lo tanto de una interdependencia, de la misma
manera que Kant, Freud no concibe la maldad o la destrucción como una mera ausencia
de bienestar o del bien, sino como una acción decidida y permanente dirigida en contra de
bien.

La existencia entonces no puede ser localizada en algún objeto, sustancia o


fenómeno ontologizable a la manera de Parménides. El ser es efecto del movimiento, del
conflicto psíquico, de la manera en que nos posicionamos subjetivamente en el mundo y
que se va transformando en nuestra existencia. Se trata de arrebatarle un instante a la
muerte, no pretender que somos inmortales porque siéndolo se posterga la propia vida,
solo aquel que es conciente de su propia muerte, obtiene el regalo de la prisa, con lo que
puede encontrar el significado de la vida, en cuanto a que sea vivida. El psicoanálisis nos
enseña que vivir no es durar, ni morir es desaparecer. “En pulsiones y destinos de pulsión
Freud explica que la pulsión no actúa como una fuerza (Kraft) de choque momentánea,
sino como una fuerza constante” (Etcheverry, 1981, p.56).

Para Freud la diferencia que establece Aristóteles entre psique y soma, es artificial, ya que
es precisamente a través del concepto de pulsión que se hace fronterizo lo somático
respecto de lo anímico, es el gozne entre cuerpo y alma, es en la manera en que se
expresa esa dialéctica representada por la pulsión, que mostrará su conflictiva proyectada
en los síntomas ya sea psíquicos, somáticos o como trastornos psicosomáticos. Además
de que comienza a comprender que las pulsiones se presentan fenomenológicamente
como pulsiones parciales, es decir, localizables a partir de los objetos o características
que son investidos. Dicho de otra manera, en la medida en que las pulsiones actúan
inconscientemente, únicamente tenemos noticia de su existencia por sus efectos, por los
objetos que ha investido, y de los que se sirve para obtener su meta (satisfacción y/o
destrucción), con lo que las pulsiones de vida y muerte en tanto puras son inasequibles, o
bien, lo son únicamente de forma en que las pulsiones parciales en forma de mezclas y
desmezclas pulsionales. Freud es claro al sostener que una pulsión nunca puede pasar a
ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la representación, que es su delegado. La
pulsión es un esfuerzo, una fuerza, un empuje constante, por lo que de la pulsión
tenemos noticia únicamente por el objeto empujado, la fuerza en sí, no es representable
de ninguna manera.

Podríamos resumir lo expuesto, al mostrar la dialéctica del Eros y de Tánatos en cuanto a


su despliegue existencial y a la necesidad recíproca de ambas pulsiones en la constitución
del psiquismo, como expresiones de fuerzas inconscientes y constantes, que se tejen y
destejen, mostrándose en aquellos objetos o fenómenos que nos permiten deducir su
presencia. Podemos avanzar a otros niveles de la dialéctica que establece el psicoanálisis
con lo principios del Eros y el Tánatos.

En el libro El erotismo, de George Bataille, propone que Eros en su batalla


contra Tánatos , se expresa primeramente como una lucha, entre naturaleza y cultura,
entre lo animal (instintivo) y lo humano (pulsional), entre la necesidad y el deseo, que lleva
a constitución de interdicciones, entendidas como prohibiciones: el no, que hace posible
el sí (el “uno” del que hablaba Heráclito); la negación como juicio que instituye límites y
genera delimitaciones: placer-displacer, bueno-malo, permitido-prohibido, crudo-cocido,
muerto-vivo. Esta expresión de la vida como fuerza cultural y humanizante, la llama el
erotismo, el amor a la existencia. Por ejemplo, en el momento que surgió en un grupo la
necesidad de dar sepultura o de quemar a sus muertos, implicó una nueva forma de ver el
mundo; ahora el cadáver debe recibir un tratamiento ceremonial, y de preparación, ya no
pueden los miembros del grupo dejar el cadáver a la intemperie como una excrescencia, o
como si se tratara de una simple cáscara. Aparece un imperativo, “debe ser erogenizado”,
es decir, pintado, preparado para que los miembros del grupo tramiten su dolor a través
del duelo. Esa es la diferencia que les permite enfrentarse de forma diferente frente al
cadáver, ahora con una pujante pérdida que debe ser tramitada afectivamente. El Eros de
Bataille, combate directamente lo proporcionado espontáneamente por la naturaleza, no
nos adaptamos al entorno, lo adaptamos lo transformamos, es la condición del orden
humano, entendido el erotismo no solo como logos, sino también como pathos, es el
vínculo entre el símbolo y el afecto. En una doble dialéctica que se inscribe entre: Eros, lo
humano, frente al Tánatos, la naturaleza, y el Eros delimitado, frente a
la porneia (entendida como abuso, como exceso); dialécticas paradojales ya que en última
instancia, si nos situamos desde la perspectiva del Eros, se ve amenazado por la demasía
tanto como por la carencia, la destrucción es la expresión de Tánatos, se dirigen a
aniquilar los interdictos, que lo mantienen “en el reino de lo humano”. Erogenización del
cuerpo humano, implica escribir en él (in-scribir) el logos y el pathos, desnaturalizarlo,
haciendo que pierda su dimensión de organismo y se sujete al orden simbólico,
transformado en un cuerpo erógeno.

Por otro lado, en esta compleja dialéctica debemos diferenciar: Eros y anakhé. Freud se ve
precisado a emplear en varios momentos el concepto de Platón de anankhé, para
diferenciarlo de Eros al de anankhé, entendida como algo más que necesidad que surge
de la pura sobreviviencia, concepto empleado primeramente en las conferencias de
introducción al psicoanálisis y posteriormente en: El malestar en la cultura, de
1930. Anankhépara dar cuenta de ese principio vital, irreductible al orden simbólico, esa
fuerza que busca la sobrevivencia y que se opone al Tánatos , entendido como retorno a
lo inorgánico, como el envejecimiento que va acompañando día a día, a la vejez y a la
destrucción propiamente orgánica. La anakhé rige la condición animal, desorganizada,
carente de un telós o finalidad. Es una fuerza arcaica que busca perpetuarse y que debe
ser vencida para organizar y ordenar el mundo bajo parámetros y condiciones humanas y
transformarlo en un cosmos. Por eso encontramos en Freud esta afirmación:
“Así, Eros y Anankhé pasaron a ser también los progenitores de la cultura humana” (Freud.
1979. p. 99). Se trata de fuerzas que en sus diálogos y confrontaciones gobiernan lo
propiamente humano y de las que no podemos escapar.
Por otro lado, sumando mayor complejidad a la dialéctica y a las fuerzas que nos
constituyen y determinan, aparece el filos, ya que de Eros se ha mostrado suficiente, sin
embargo, no se ha presentado su relación con el amor en este ensayo. Han sido
traducidos indistintamente Eros y filos por amor, sin embargo deben ser
diferenciados: Eros es el amor con expresión de la forma humana, como deseo que se
enfrentan a la simple necesidad, mientras que filos da cuenta del amor directamente
dirigido a una persona, a un fenómeno, a un tema. Filos-sofía, que es el amor al
conocimiento. Su opuesto es el fobos, que se puede entendido como miedo, odio o
aborrecimiento, filos y fobos, dialogando y construyendo las características de nuestras
relaciones con los prójimos y con el mundo. Un mundo en el que a partir de estas fuerzas
somos sus arquitectos y no pasivos inquilinos.

De la misma manera en que mostramos matices esenciales en la pulsión de vida


entendidos como erotismo, la anankhé, y el filos, es necesario diferenciar los planos que
se presentan al interior de la pulsión de muerte, de Tánatos. En una primera instancia
sería necesario comprender las condiciones axiológicas de Tánatos, y nada mejor para
hacerlo que comprender el concepto heideggeriano, de dasein, que podríamos
comprender como: “el ente que es, siendo para la muerte”. Como puede verse el ser se
traslada a la existencia, pero ésta se encuentra marcada por la conciencia de su finitud, de
su muerte, sin ésta idea de nuestra condición mortal, podríamos creer que somos
inmortales y posponer las cosas importantes de nuestra vida, aquellas que tememos que
enfrentar, pero es el saber que moriremos lo que nos empuja a vivir. Fenómeno que ha
sido advertido por infinidad de poetas. Jaime Sabines dice: “[...] Alguien me habló al oído
despacio lentamente, me dijo: vive, vive, vive, era la muerte”.

Sin esta concepción de la muerte como fin y límite a la existencia no hay apremio de vida.
Aquellos que huyen de aceptar su condición mortal, de hacerla jugar con su dramatismo y
crudeza, no tiene otra posibilidad, que estar como seres automatizados, atrapados en las
repeticiones, evitando las preguntas, es decir, aquello que cuestione y exponga los
engaños que nos hacemos. Huir de la muerte conduce a confundir: que durar no es vivir,
que lleva a pensar que la seguridad se encuentra en los automatismos, esta sería una
muerte-viviente, como un zombi, transformarse autómata, esa es la dicotomía que sobre
la muerte nos presenta, a “grosso modo” Heidegger: a) ser un muerto viviente ó b) vivir la
muerte para caer en la cuenta de que somos únicamente en las cosas que revelan nuestra
existencia, son esos encuentros con nuestro deseo, lo que nos hacen sentir que estamos
vivos.

Otra muerte que debe ser comprendida es la pérdida del Eros en la existencia, tiene que
ver con que no hay un lugar para nosotros en nuestra vida, y morir físicamente podría ser
menos doloroso que llevar una “vida como muertos”, se trata de un sordo sufrimiento que
nos amordaza, que se muestra como melancolía, como el penar doloroso de una
existencia que se va desangrando de Eros, “me muero porque no me muero” (Santa Teresa
de Ávila), es decir, la existencia como una insufrible condena, como una agonía.

Podemos concluir que para el psicoanálisis, el despliegue del Eros y Tánatos, parten
necesariamente de la nociones de: fuerzas, empujes, choques; de movimiento dialéctico,
caracterizado por la oposición de una multiplicidad de pulsiones que Freud llama
parciales, pero que pueden ser agrupadas sin mucha dificultad en dos grupos: pulsiones
de vida y pulsiones de muerte, son fuerzas constantes que constituyen al aparato
psíquico, como necesaria y permanentemente en conflicto. Sin embargo la complejidad de
Eros y Tánatos va más allá al señalar otra clase de dinámicas mucho más complejas que
han seguido de cerca la filosofía y la poesía, por lo que el psicoanálisis en sus
descubrimientos y en sus investigaciones no camino solo, es mucho lo que podemos
aprender ampliando los diálogos, siguiendo distintas propuestas disciplinarias y dirigirnos
a responder las grandes preguntas de la humanidad.

Bibliografía citada.

Cortés Jordi, y Martínez Antoni. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Editorial Herder.


Barcelona.1996

Etcheverry José Luis. Sobre la versión castellana. En Obras completas es XXIV Volúmenes.
Ed. Amorrortu. Buenos Aires 1981.

Fischl Joham. Manual de historia de la filosofía. Ed. Herder. Barcelona 1994.

Freud Sigmund. El malestar en la cultura. En Vol. XXI. Ed. Amorrortu. Buenos Aires 1979

Heindelband Windelband Historia de la filosofía. Ed. Ateneo. México 1960.


Jenófanes, Parménides, Empédocles Heráclito .... Los presocráticos. Col. Popular 177.
Ed. FCE . México 4ª Edición. 1984.

Eros y Tánatos
Salud Ment 2009; 32(3) : 189-197

Resumen

Introducción: Eros y Tánatos, o el amor y la muerte, son temas universales que han
preocupado al hombre desde los comienzos de la historia. Los más grandes filósofos,
poetas y novelistas han puesto estos temas en el centro de su reflexión o desarrollo. El
autor se propone hacer un modesto aporte a estos conceptos, inspirado en dos fuentes: los
mitos clásicos, por una parte, y la obra de algunos poetas y pensadores, como Platón,
Goethe y Rilke, por otra.

Eros o el amor: En los mitos griegos más antiguos, el eros es considerado como uno de los
grandes principios constitutivos y constituyentes del universo. Pero al mismo tiempo es un
dios y su leyenda nos muestra algunos rasgos esenciales del amor:

1 El amor es involuntario, ocurre, pasa, como una enfermedad. Eros tenía la misión de
castigar a Psiquis por su belleza, para vengar así a la celosa Afrodita, su madre. Y sin
embargo, le bastó mirarla una vez para caer encendido en el sentimiento amoroso.

2 El amor, a diferencia de la amistad —que se va forjando lentamente—, aparece en forma


súbita, hecho representado en las flechas que emplea Eros o Cupido para encender el
corazón de los amantes.

3 El mito nos enseña también el carácter exclusivo del amor. Este rasgo distancia al amor
del erotismo.

4 Otra característica del amor que se desprende del mito es la trasgresión que casi siempre
lo acompaña. Eros no tenía derecho de enamorarse de una mortal y, sin embargo, no es
capaz de sustraerse al sentimiento que lo invade.

5 Hay otros dos elementos en el relato mítico que, aunque no esenciales, son de interés en
este contexto: que Psiquis, la bella enamorada, sea la representante del alma humana y que
uno de sus atributos sea la curiosidad.

No se puede abordar el tema del eros sin mencionar «El Banquete» de Platón. De este texto
memorable, el autor destaca dos de los discursos, el de Aristófanes y el de Sócrates. Del
primero se desprenden al menos tres enseñanzas: 1. Que la fuerza del eros derivaría de la
añoranza que siente el amante por la amada, o viceversa, puesto que en un pasado remoto
sus cuerpos habrían estado unidos, para ser violentamente separados por Zeus. 2. El amor
consistiría en una búsqueda y eventual reconocimiento de esa «otra mitad». 3. Este
reconocimiento ocurriría a través de un symbolon, una suerte de contraseña que nos dimos
los humanos unos a otros antes de ser separados.

Tánatos o la muerte: La raíz etimológica de thanatos es tha y la única otra palabra griega
con la misma raíz es thalamon, el tálamo nupcial. El thalamon es el lugar de la casa donde
habita la esposa y es la habitación más central, pero también la más oscura.Thanatos o la
muerte aparece vinculada entonces, por un lado, a la oscuridad y al encierro y, por otro, a la
mujer y al amor.
En el ámbito de la psicología y la psiquiatría, Sabine Spielrein y sobre todo Sigmund Freud
contrapusieron, al instinto de vida, el impulso o instinto de muerte (Todestrieb). Sin
embargo, filósofos como Hegel y Heidegger han concebido la muerte como parte esencial
de la vida. En orden a profundizar el contexto vida (o amor) y muerte, el autor procede a
analizar el famoso poema de Goethe, «Selige Sehnsucht» («Feliz anhelo»), donde postula
su famoso principio del Stirb-werde (muere para llegar a ser), poema inspirado en el amor
de la mariposa por la llama, que significará su muerte.

Pero quien más nos ha enseñado la armonía de la vida y de la muerte es el poeta Rainer
Maria Rilke, particularmente en sus famosas Elegías del Duino y en sus réquiems.

En las elegías, el poeta nos enseña al respecto: 1. Que el hombre es el único ser en el
universo que tiene conciencia de la muerte. 2. Esa conciencia de la muerte es el origen de la
angustia pero, al mismo tiempo, lo que le da sentido a la vida. 3. Que la misión del hombre
en su vida es doble: «dar un nombre» a las cosas y luego «salvarlas» de su caducidad, de
la muerte, haciéndolas «invisibles», es decir, eternizándolas.

Ahora, si la misión del hombre con respecto a las cosas es nombrarlas y salvarlas, con
respecto a sí mismo su tarea será «preparar con tiempo la obra maestra de una muerte
noble y suprema, de una muerte en que el azar no tome parte, una muerte consumada, feliz
y entusiasta, como sólo los santos supieron concebir…».

En suma, tánatos no significa destrucción ni tampoco es la fuente de todas nuestras


desgracias, sino que es parte esencial de la vida misma. Como nos enseña la
etimología, thanatos tiene el mismo origen que thalamon, el lugar de la casa donde habita la
madre y esposa: quizás el más oscuro, pero también el más central. La vida humana es el
camino desde y hacia ese centro

Eros y Thanatos

Sigmund Freud fue quien en sus estudios de la psique humana,


descubrió estos impulsos gemelos que hacen que el ser humano actúe
y viva.

Los nombró siguiendo una tradición muy antigua de la Grecia clásica.


Eros (por el dios del amor griego), es el impulso de amar, el deseo por
el otro, y la necesidad de prolongar la existencia
mediante la porgenie.

Por su parte, Thanatos (la muerte) es ese


impulso que nos lleva inevitablemente a la muerte y qu hace que el dolor y el
sufrimiento sean el martiro de todo ser humano.

Lo más interesante, es que Eros se encuentra íntimamente ligado a Thanatos,


aunque estén en constante pugna en la psique del ser humano.

El amor o deseo, el nacimiento y la muerte son experiencias traumáticas en tanto


provocan fuertes cambios internos en el sujeto y además, porque construyen al sujeto.

Es por eso que el momento del orgasmo es equiparable o comparable con la muerte
o con el nacimiento. El placer y el dolor se unen para llegar al éxtasis.
Eros y Thanatos
II Parte

Eros es una experiencia mística, que definitivamente puede provocar el despertar de


la conciencia y la liberación tan buscada por los yoguis.

Para el Tantrismo, el despertar del Kundalini es un orgasmo supremo del lingam o


pene (que es la columna vertebral) en el yoni o vagina universal( que es el interior del
cráneo).

La muerte es tan fundamental en la vida como


Eros. Thanatos está presente en nuestras pesadillas, en nuestro innegable instinto de
autodestrucción, y su simbolismo espiritual de transformación y de paso a un nivel
más elevado se encuentra en casi todas las culturas.

Eros y Thanatos juntos son precisamente la muestra de los grandes opuestos que
siempre rigen al ser humano. Shiva y Shatki, masculino y femenino, negativo y
positivo, vida (Eros) y Thanatos. De ahí, que se aindispensable pensar en estas figuras
siempre juntas.

Eros y Tánatos: mitología y psicoanálisis

En la mitología griega todo formaba parte de un mismo ser, el Caos, del que brotó
Gea, quien en su seno daría a luz a Urano para engendrar a un sinfín de seres
mitológicos con los que se iniciaría el universo tangible. Sin embargo, junto a Caos y
Gea surgió también Eros, el amor primordial, la energía cósmica que permite la
reproducción de Gea con el asexuado Caos. Dentro de la propia mitología griega,
existe otro Eros, el que se suele considerar hijo de Afrodita y que se ocupa de la
división de los seres en femeninos y masculinos, así como de crear la atracción entre
ellos. En cualquier caso, tanto uno como otro son responsables, de alguna forma, de la
reproducción, la continuación de la vida y del nacimiento de los sentimientos para la
creación de nuevos seres.

Tánatos, por su parte, es uno de los seres menores dentro del decurso de la mitología
griega. Aunque algunos autores le han propuesto como hijo de Nix, la diosa de la
noche, no es una teoría generalizada. Sin embargo, sí que es común considerarle uno
de los enviados de la muerte, que se encarga de llevarse a los fallecidos por causas
naturales. Así pues, Tánatos representa el fin del ciclo vital, pues su misión es conducir
a quienes abandonan esta vida, un destino que comparte con otros de sus familiares,
que se ocupan de las muertes violentas.
El psicoanálisis, a través de Freud, se ocupó de definir las pulsiones de vida del
Inconsciente como acciones de Eros empujadas a mantener y reproducir la vida, por lo
que el ejemplo por excelencia lo tendríamos en los impulsos sexuales. Por
contraposición, y en esto Freud poco tuvo que ver pues la nomenclatura llegó más
tarde, se consideraron las pulsiones de agresión (de muerte) como acciones de
Tánatos, en las que la energía psíquica busca resetear la vida, acabar con ella. El
desencuentro, pues, entre Eros y Tánatos llega con el mal uso de los conceptos
psicoanáliticos de Freud, pues, visto a grosso modo, muchos han entendido como
antagónicos dos conceptos que realmente son complementarios y están en perpetua
unión.

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