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TALLER DE INVESTIGACIÓN

IGLESIA
ANTIGUO TESTAMENTO
El pueblo de Israel en el A. T. no constituye solamente una realidad étnica, como lo eran los demás pueblos de la tierra. Sino que tiene,
desde la promesa hecha a Abraham y reiterada a los patriarcas Isaac y Jacob, un carácter sagrado. Sobre todo, a partir de la Alianza hecha
por Dios con el pueblo de Israel por medio de Moisés, aparece el carácter sagrado y único de este pueblo: «Moisés subió hacia Dios.
Yahwéh le llamó desde el monte y le dijo: Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel. Ya habéis visto lo que he
hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi
voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad peculiar entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,3-6). Israel tiene como subestructura nacional las doce tribus, que llevan
respectivamente el nombre de los doce hijos de Jacob-Israel, pero, más profundamente, Israel es constituido, a partir de la Alianza del
Sinaí, no sólo en el «pueblo de Dios», sino en la «comunidad de Yahwéh», qehal Yahwéh en el texto hebreo, ekklisía toú Kyríov en la
antigua versión griega de los Setenta.
Las investigaciones de las últimas décadas han confluido en poner la voz y el concepto de la iglesia neotestamentaria en relación con el
término qahal del A. T. hebreo, y su normal traducción ekklésia de la versión griega de los Setenta. A partir de esos trabajos, el enfoque
de los estudios sobre el concepto de iglesia en el N. T. se ha desplazado afortunadamente del original significado griego del término
ekklésia y de su uso en el helenismo, hacia el ámbito del concepto veterotestamentario de qahal (=ekklésia) o gehal-Yahwéh (=ekklésia
toú Kyríou) para indicar que el pueblo de Israel, o sus representantes legítimos, es convocado y se reúne como tal «pueblo de Dios» para
ratificar la Alianza, para el culto, para tomar graves decisiones (cfr., p. ej., Dt 4,10; 9,10; 10,4; 18,16; Num 16,3; 20,4), pero también
cuando se piensa en el pueblo de Israel aunque no se encuentre concreta y materialmente reunido en un lugar (cfr. Esd 2, 64; Neh 7,66;
10,8, etc.). Cuatro textos del Deuteronomio (v.) pronuncian solemnemente la expresión día de la asamblea: yóm ha- gahal héméra tés
ekklésías (Dt 4,10; 9,10; 10,4 y 18,16), para referirse al día en que Yahwéh mandó convocar en asamblea (qahal, ekklésía) al pueblo
(`am, laós), le entregó las dos tablas lapídeas de la Ley con los diez mandamientos y se selló ritualmente la Alianza de Yahwéh con el
pueblo israelita. Ese día del Sinaí marcó la constitución de las tribus israelitas (los bené-Israel) como «iglesia» (qahal, ekklésía). En el
libro del Deuteronomio se da ya a qahal (=ekklésía) una significación técnica y religiosa: el pueblo reunido en asamblea para un asunto
religioso. En principio gahal=ekklésía es una asamblea en acto, pero hay también una transposición inmediata por la que se concibe el
gahal=ekklésía como el pueblo de Israel en estado permanente de «pueblo de Dios» o «comunidad religiosa y cúltica» (cfr. Dt 23,1,2.3.
9, etc.). Se ha llegado con ello a la concepción teológica de Israel como «pueblo de Dios»: «Porque tú eres un pueblo consagrado a
Yahwéh, tu Dios. Pues Yahwéh, tu Dios, te ha elegido para pueblo suyo de entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra.
Yahwéh se fijó en vosotros y os eligió... porque Yahwéh os amó y porque ha querido cumplir el juramento que hizo a vuestros padres...»
(Dt 7,6-8).
La iglesia es la relación que tiene el pueblo con Dios y esta relación comienza en el Sinaí. Y en esta relación se dan varios tipos de
imagen de relación Dios-pueblo. De tales relaciones pueden señalarse, a modo de ejemplos: Yahwéh es el Dios de Israel (Is 17,6; Jer
7,3; Ez 8,4, etc.); el «Santo de Israel (Is 1,4; 44,4; Sal 89,19); el «fuerte» (Is 1,25); la «roca» (Is 30,29); el «rey» (Is 43,15); el «redentor»
(Is 44,6), etc. En correspondencia, el pueblo de Israel es respecto a Dios: el pueblo de Yahwéh (Is 1,3; Am 7,8; Jer 12,14; Ez 14,9; Sal
50,7); su «servidor» (Is 44,21); su «elegido» (Is 45,4); su «hijo primogénito» (Ex 4,22; Os 11,1); su «heredad» (Is 19,25); su «rebaño»
(Sal 95,7); su «viña» (Is 5,7); su «posesión» (Sal 114,2); su «esposa» (Os 2,4), etc.
Por su parte, en los libros atribuidos a la tradición sacerdotal del Pentateuco (Ex, Lev, Num), se extiende de algún modo el concepto de
gahal=ekklésia, al vocablo 'edáh=synagóge e incluso a `am=laós=pueblo. Los tres vocablos vienen a ser utilizados casi idénticamente, e
impregnados de una dimensión teocéntrica y cultual: Israel concebido como el pueblo santo de Dios, en medio del cual habita Yahwéh
en todo momento. Como consecuencia, el pueblo de Israel de todos los tiempos será una comunidad cúltica; su verdadera esencia radicará
no en ser un pueblo determinado étnicamente, sino en ser precisamente el «pueblo santo, separado, de Yahwéh». El antiguo Israel del
desierto, del éxodo de Egipto, vendrá a ser el ejemplar ideal al que referirse el Israel posterior. Sólo en los «últimos tiempos», la santidad
del pueblo de Dios israelítico se volverá a alcanzar como en los tiempos primitivos, y aun los superará: será el pueblo de Dios de los
tiempos mesiánicos, el nuevo pueblo del Mesías.

NUEVO TESTAMENTO
El concepto neotestamentario de ekklésía aparece con claridad sobre todo en S. Pablo, además de las tres menciones de S. Mateo (Mt
16,18; 18,17, dos veces). En las epístolas paulinas ekklésía está muy frecuentemente en construcción con un genitivo subsiguiente: once
veces es la ekklésía toú Theoú (Iglesia de Dios). Se ha observado que precisamente esta fórmula encierra una relevancia muy notable,
porque a excepción de Rom 16,16, S. Pablo no usa la fórmula «iglesia de Cristo» (ekklésia Christoú), como sería de esperar, dado que
para el Apóstol la 1. es sobre todo el «cuerpo de Cristo» (v.). La explicación que se ha encontrado a este hecho -un tanto sorprendente-
es que tanto la iglesia cristiana primitiva, cuyas prácticas lingüísticas sigue S. Pablo, como el mismo S. Pablo, no crearon la fórmula
iglesia de Dios (ekklésía toú Theoú), sino que la recibieron ya hecha del judaísmo, o más concretamente, del A. T. Esta deducción es
evidente, según hemos visto poco antes. Mediante la adopción del término ekklésía como calificativo propio de la primitiva comunidad
cristiana, ésta expresa su conciencia de ser la única sucesora auténtica y legítima de la ekklésía toú Theoú del A. T., es decir, del gehal-
Yahwéh, del pueblo de Dios en su etapa histórica mesiánica, de la que el antiguo pueblo no era sino prefiguración y preparación. En tal
conciencia y convicción radica la tensión Israel-Iglesia, tanto en lo que tiene de «continuación» entre uno y otra, como de la caducidad
del Israel según la carne, el Israel «empírico», que ha llegado a oponerse al nuevo y mejor dicho verdadero «pueblo de Dios» de la nueva
Alianza en Cristo. El Israel carnal, al no creer y rechazar a Jesús como Mesías, se había despojado a sí mismo de las notas constitutivas
de pueblo elegido. La I. de Cristo, pues, había venido a cumplir lo que el antiguo Israel estaba llamado a ser en los días del Mesías y la
universalidad del pueblo mesiánico había tomado otro rasgo del que habían imaginado los judíos.
Respecto a la terminología, los apóstoles y primeros cristianos adoptan como propio el vocablo hebreo qahal en su traducción normal de
los Setenta ekklésía, cargándola de todas las nuevas y trascendentes propiedades que le añade la Encarnación del Verbo. En cambio,
abandonan el uso de synagógé (sinagoga, que había sido el modo más frecuente de traducir los Setenta el término hebreo `edáh, aunque
también habían empleado algunas pocas veces synagógé para traducir qahal) para indicar con él precisamente al «Israel carnal incrédulo»
(cfr., p. ej., Hch 17,1). La convicción de que la I. constituye el nuevo y único verdadero Israel es proclamada con fuerza e insistencia
por S. Pablo (cfr. p. ej., Rom 2,28 ss.; Col 2,11 ss.; Flp 3,2 ss.).

PADRES DE LA IGLESIA
ORÍGENES:
«No debes creer que se le llama Esposa o Iglesia sólo desde la venida del Señor, sino que existe desde el principio del género humano
y desde la creación del mundo... `Acuérdate de tu comunidad, aquella que desde el principio hiciste tuya' (Ps 74,2). Los primeros
fundamentos de la reunión de la I. fueron echados desde el principio. Por eso dice el Apóstol que la I. está edificada no sólo sobre el
fundamento de los apóstoles, sino también sobre el de los profetas» (Orígenes, o. c. en bibl.).
SAN AGUSTIN:
«Existe un Dios y un Mediador entre Dios y los hombres, el mediador Jesucristo. Pues bajo el cielo no ha habido ningún otro nombre en
el que pudiéramos ser bienaventurados y en Él tiene Dios a todos los que obran por la fe, ya que los resucitó de entre los muertos. Por
consiguiente, nadie que afirme la verdad cristiana puede dudar de que sin aquella fe, es decir, sin fe en el único mediador entre Dios y
los hombres, en el hombre Jesucristo, en la Encarnación, en la muerte y resurrección de Cristo no hubieran podido ser liberados del
pecado y justificados por la gracia de Dios los justos del A. T. y los paganos que viven justamente, los cuales pertenecen al cuerpo de la
Iglesia... a ellos pertenecieron... los patriarcas y profetas, cuya vida y obra fue una profecía de Cristo, y los demás justos del pueblo judío.
Sería absurdo decir que Abraham -cuyos hijos en la fe somos nosotros- no perteneció a la Iglesia» (cfr. también S. Agustín, De bautismo,
lib. 1, cap. 15, sect. 24: PL 43,121-123).

MAGISTERIO:
C.E.C.
751 La palabra "Iglesia" ["ekklèsia", del griego "ek-kalein" - "llamar fuera"] significa "convocación". Designa asambleas del pueblo (cf.
Hch 19, 39), en general de carácter religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para
designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel
recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo (cf. Ex 19). Dándose a sí misma el nombre de "Iglesia", la primera
comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los
confines de la tierra. El término "Kiriaké", del que se deriva las palabras "church" en inglés, y "Kirche" en alemán, significa "la que
pertenece al Señor".
752 En el lenguaje cristiano, la palabra "Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1 Co 11, 18; 14, 19. 28. 34. 35), sino también
la comunidad local (cf. 1 Co 1, 2; 16, 1) o toda la comunidad universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6). Estas tres
significaciones son inseparables de hecho. La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las
comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y
de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.

LUMEN GENTIUM
N° 2: «El Padre Eterno... por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, decretó elevar a los hombres a la
participación de su vida divina y, caídos por el pecado de Adán no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda en atención a Cristo
Redentor... Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada
admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el A. T., constituida en los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu
Santo y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos descendientes
de Adán, desde Abel el justo hasta el último elegido', se congregarán delante del Padre en una Iglesia universal»
N° 9: «En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le temen y practican la justicia (cfr. Hch 10,35). Plugo, sin embargo, a Dios
santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituyendo un pueblo que le conociera en la verdad y le
sirviera santamente. Eligió pueblo suyo al pueblo de Israel, con quien estableció una alianza y a quien instruyó gradualmente,
manifestándosele a sí mismo y sus divinos designios, a través de su historia, y santificándolo para sí. Pero todo esto lo realizó como
preparación y figura de la nueva alianza perfecta que había de efectuarse en Cristo, y de la plena revelación que había de hacer por el
mismo Verbo de Dios hecho carne. `He aquí que llega el tiempo, dice el Señor, en que haré una nueva alianza con la casa de Israel y con
la casa de Judá. Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones, y seré Dios para ellos, y ellos serán mi pueblo...' (Jer
31,31-33). Alianza nueva que estableció Cristo, es decir, el N. T., en su sangre (cfr. 1 Cor 11,25), convocando a un pueblo de entre los
judíos y los gentiles, que se juntara en unidad no según la carne, sino en el Espíritu y constituyera un nuevo Pueblo de Dios... Ese pueblo
mesiánico tiene por Cabeza a Cristo...»
IMAGEN - NOTA ANTIGUO NUEVO PADRES DE LA MAGISTERIO
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