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- Quema, nena, quema.


- Nihilistas, un esfuerzo más si queréis ser
revolucionarios.
International Times #26, otoño de 1968
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Primera edición: noviembre, 2007


Segunda edición: mayo, 2009

Contacto con la editorial:


lafelguera@nodo50.org
P.O. Box 18.101
28080 Madrid, España.
P.O Box 593
38200 La Laguna, Tenerife. Canarias, España.
www.lafelguera.net

ISBN:978-84-612-0169-3
Depósito Legal:
Printed by Book Print Digital S.A.

Agradecimientos: a Dave & Stuart Wise por la confian-


za e interés que mostraron para que los textos de
King Mob vieran la luz, por vez primera, en caste-
llano. Igualmente, fue muy apreciable el material
enviado por ambos y producido en su día por el
grupo. A nuestro traductor Pablo Argente. A las edi-
toriales Vague y Dark Star por las reproducciones
del material de King Mob, al esfuerzo de Literatura
Gris, así como al Instituto de Historia Social de
Amsterdam por permitirnos el acceso al material
original obrante en sus archivos.

*El contenido de esta obra puede ser distribuido,


copiado y exhibido libremente, siempre y cuando su
uso no sea comercial. Para cualquier otro uso o fina-
lidad, se requerirá el expreso permiso de la editorial.
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KING MOB

Nosotros, el Partido del Diablo

“El crimen es la más elevada forma de sensualidad”


(Grafiti de King Mob)

Traducción de Pablo Argente

[La Felguera Ediciones]


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[Índice]

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1.- ¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes! Historia


y eclosión de King Mob (Servando Rocha)............[11]
2.- ¿Realmente hemos dejado atrás King Mob?
(Dave & Stuart Wise)...............................................[95]
3.- Las escuelas de arte están muertas (King
Mob)........................................................................[125]
4.- “Se suponía que iba a ser fantástico, pero es
horrible”, confesiones de Santa Claus (King
Mob)........................................................................[133]
5.- La disputa por el desconsuelo (King Mob)..[137]
6.- Las canciones de la Banda de la Mano Negra
(The Black Hand Gang)..........................................[147]
7.- Prensa (International Times).............................[151]
8.- El gorila urbano se viene al Este (King Mob)[153]
9.- Las artes en nuestro tiempo: una laboriosa defi-
nición (King Mob)..................................................[161]
10.- El regreso de lo represivo (King Mob).......[163]
11.- ¿Qué es lo que estás haciendo aquí? (King
Mob)........................................................................[173]
12.- Tienes el poder (King Mob)..........................[177]
13.- Sí, eso es la educación (King Mob)..............[179]
14.- Fumas hachís, pero el hachís te fuma a ti (The
Black Hand Gang)...................................................[181]

Documentos pre-King Mob:

15.- Técnica de golpeo del mundo (Alexander


Trocchi)....................................................................[187]
16.- Mensaje a su Majestad la Reina de Inglaterra
(Paolo Leonni)..........................................................[193]
17.- Manifiesto de la Internacional Situacionista
(Internacional Situacionista)......................................[197]
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Documentos post-King Mob:

18.- Comunicado #8 (Angry Brigade)..................[205]


19.- ¿Por qué, hermano? (Mick Farren)..............[209]
20.- El arte está muerto, pero el espectador es
necrofílico (Anónimo)............................................[215]
21.- Discurso sobre la supresión de la realidad
(Stewart Home)........................................................[217]
22.- Manifiesto “No más obras maestras” (Karen
Eliot).......................................................................[219]
23- ¿Por qué el arte no pudo acabar con la
Internacional Situacionista? (Sección Inglesa de la
Internacional Situacionista).......................................[225]

Notas acerca de la traducción y de los textos que se


incluyen:

Hemos querido respetar la forma en que los textos


de King Mob fueron inicialmente redactados. Esto
incluye el uso de mayúsculas en frases enteras, las
cuales hemos preferido reproducir tal y como se
editaron en su día. Del mismo modo, el boletín de
King Mob, King Mob Echo, transcribió en alguna
ocasión textos de Black Mask (Nueva York). Estos
textos aún no han sido objeto de traducción y verán
la luz en una futura edición de esta editorial.
Del mismo modo, para un conocimiento
más exacto sobre King Mob recomendamos la lec-
tura de La Revolución del Arte Moderno y el Moderno
Arte de la Revolución (Sección Inglesa de la Internacional
Situacionista) editado por Pepitas de Calabaza, úni-
cos textos hasta la fecha traducidos al castellano y
en cuya gestación participaron alguno de los futu-
ros miembros de King Mob. Por último, el lector
debe tener en cuenta que el material gráfico que ha
sobrevivido a la época que se narra (grafitis, panfle-
tos, carteles, etc.) ha sido de muy difícil localización,
por lo que su calidad, en bastantes casos, no es
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buena. Aún así hemos optado por incluirlo en la


presente obra. Creemos que sin el tipo de discur-
so que, gráficamente, realizaba King Mob, resul-
ta imposible conocer el tipo de terrorismo cultu-
ral que el grupo practicó.
En lengua inglesa, el mejor documento
existente acerca de King Mob es el libro King Mob
Echo. English Section of the Situationist International
(Dark Star, 2000), el cual contiene la totalidad de
los números de King Mob Echo, así como de
Heatwave.
Una última precisión. La obra incluye,
en su parte final, dos secciones que recogen una
serie de documentos anteriores a la aparición del
grupo, así como otros posteriores. El hecho de
haber incluído estos textos y no otros no implica,
ni mucho menos, que deban entenderse como
una totalidad de pensamiento, sino justamente lo
contrario. Su razón está en el intento por poner
en situación al lector en medio del contexto hete-
rodoxo del que surge King Mob y parte de su
legado. En el caso de defensores de la cultura
hippie, como Mick Farren, King Mob se posicio-
nó de una forma sumamente crítica. Respecto al
célebre Stewart Home, Dave & Stuart Wise
muestran actualmente su profundo desacuerdo
ante su visión romántica, desideologizada y artís-
tica del grupo, la propia de unos tiempos en que
el espectáculo integra hasta a sus peores enemi-
gos. A pesar de ello, en estos textos resultan evi-
dentes los ecos y la furia de King Mob.
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Cartel reproducido por King Mob y obra de los Motherfuckers


(Nueva York, 1968)
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!


Historia y eclosión de King Mob

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Servando Rocha

“Y el puente, hombre, ése sí que es un sitio de mierda.


Está lleno de anarquistas, anticristos, hijos de puta
caníbales (...)”
William Gibson, Luz virtual

“Ya no nos volverán a engañar”


The Who, Won´t get fooled again

E
ste libro se edita bajo una sensación de pro-
funda urgencia. Urgencia porque durante casi
cuarenta años el nombre de King Mob se ha
paseado por las hemerotecas, la historia oral o la lite-
ratura como si de un auténtico fantasma se tratase.
Pero este esfuerzo editor no pretende ser, en modo
alguno, mera nostalgia. Por el contrario, la actualidad
de muchos planteamientos de lo que aquí se narra es
de primer orden. La pelea en la que se ha embarcado
(y lo sigue haciendo) la izquierda más allá de la izquier-
da parece interesarse, aún hoy, por ciertas formas de
ortodoxia que devienen en constantes fracasos.
Resulta evidente la necesidad de difundir la historia de
King Mob, aquellos que fueron capaces de afirmar
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que “los delincuentes juveniles y no los artistas pop


son los verdaderos herederos de Dadá” (1) y hacerlo,
al mismo tiempo, de una manera veraz. Este ejercicio
de justicia debía, obligatoriamente, hacer referencia al
contexto en el que surgió esta experiencia de puro
terrorismo poético en la convulsa ciudad de Londres
justo antes de que surgiera el fuego real del activismo
inglés, y embarcarse en tal tarea, además, por medio
de la publicación de sus textos.
Esta dejadez editorial (hasta la fecha) ha
supuesto que su nombre haya sido escasamente trata-
do fuera del Reino Unido. En las obras editadas en el
estado español, King Mob ha sido relegado a la cate-
goría de mera cita o como aproximación a su trayec-
toria e influencias tan escasa como vaga. Algunas de
las obras que han tratado las corrientes utópicas y su
vinculación con el arte en los últimos cincuenta años
han dedicado sólo pequeños espacios a King Mob,
como en la obra El asalto a la cultura de Stewart Home
en la que se omite cualquier referencia política hacia
King Mob más allá de los situacionistas o la crítica al
arte.
Este pobre tratamiento no se corresponde,
por el contrario, con el valor que se le ha otorgado en
distintos ambientes y que no es otro que el de servir
de base práctica para la explosión de artefactos cultu-
rales que pretendieron impugnar el mundo casi diez
años después como el punk (2), el desarrollo de una
contracultura ultramilitante en el Reino Unido y la
más potente expresión existente a finales de los
sesenta que unía radical y violentamente el pasado
literario romántico inglés con la contracultura.
Igualmente, su papel fue esencial para explicar la ges-
tación de las disidencias internas, expulsiones y prác-
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

ticas radicales en el ambiente prosituacionista euro-


peo y americano, como se puso de manifiesto en el
libro recientemente publicado Historia de un incendio.
Arte y revolución en los tiempos salvajes: de la Comuna de
París al advenimiento del punk, y en el que este autor pre-
tende superar las lagunas acerca de King Mob.
Resulta imposible disgregar su estela de la
rica contracultura inglesa de los últimos años sesenta.
Su ingobernable estilo ha intentado ser emulado en
distintas ocasiones con mayor o menor éxito. El pro-
pio Stewart Home es un claro admirador de las for-
mas y el estilo protopunk y hooligan de King Mob.
De hecho, a principios de los años ochenta, Home
fundó una mediocre banda de punk llamada King
Mob. Su provocación por medio del sobredimensio-
nado neoísmo, la creación de ficticios grupos como el
“Club de fans de Adolf Hitler” o la utilización de fal-
sos nombres como Karen Eliot han perseguido cons-
tantemente alcanzar la irreductibilidad de King Mob
y su forma avanzada de vandalismo intelectualizado.
No obstante, en el caso de Home, analiza a King Mob
desde un punto de vista excesivamente artístico y
como deudor de la experiencia fluxus de la cual él
proviene, sin que haya aportado hasta la fecha ningu-
na mención a la tradición revolucionaria del grupo y
su concepción postmarxista de la vida y el mundo.
Otra experiencia deudora de su estilo fue el fanzine
Vague de Tom Vague. Sin King Mob, también lo ade-
lantamos ya, difícilmente podemos entender gestos
de ruptura y crisis entre el movimiento hippie y la
nueva lucha urbana inglesa durante los primeros años
setenta.

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“La única raza es la raza de la rata”


Grafiti aparecido en 1968 en Notting Hill
y atribuido a King Mob

En efecto, King Mob es hoy mencionado en


medio de un halo de misticismo, espectacularidad,
mayoritario desconocimiento y profundo respeto,
sobre todo en el Reino Unido. La ignorancia o la
manifiesta exageración sobre sus protagonistas y
acciones han llevado a que la historia, hasta el día de
hoy, haya ubicado su aventura de forma parcelada y,
casi siempre, haciendo uso de ciertas figuras que en
absoluto participaron totalmente en el grupo. Éste es
el caso de Malcom McLaren, artífice de los caracteres
con los que irrumpieron los Sex Pistols en el ambien-
te alternativo londinense y, tras ellos, el rentable cali-
ficativo de “punk”. McLaren recuperó el estilo proto-
punk y vándalo de King Mob, entró en contacto
directo con alguno de sus protagonistas, estuvo pre-
sente en alguna espectacular acción, pero nunca llegó
a ser parte activa del grupo. No obstante, su desvin-
culación directa de la aventura mobber no ha sido
jamás afirmada por el propio McLaren, quien nunca
dudó en poner en práctica -de forma comercialmente
exitosa, por supuesto- alguna de las ideas ya avanza-
das por King Mob. Amparándose en la voluntaria
informalidad del grupo (eran, de hecho, un grupo de
afinidad), según el cual los criterios de admisión o
expulsión eran bien difusos, cualquiera podía atribuir-
se el título de miembro. Y McLaren fue y ha sido de
estos últimos y, si bien es cierto que nunca ha confe-
sado su pertenencia directa al grupo, tampoco lo
ha desmentido bajo el propósito de mitificar su
figura en un deliberado ejercicio de recupera-
ción.
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

La vinculación de King Mob con ciertos ras-


gos característicos del punk resulta evidente, sobre
todo tras la lectura del tipo de acciones realizadas por
éstos, sus comunicados y textos en torno a la radical
crítica cultural.
El auténtico shock que supuso la virulenta
aparición de los Sex Pistols en la vida británica no
pasó desapercibido para casi nadie que tuviera aspira-
ciones a una transformación radical del mundo en
medio de un país gris y del que poco o nada se podía
esperar a mediados de los setenta más que aburri-
miento. De hecho, Michael Moorcock, en la introduc-
ción a su obra El gran timo del rock and roll (3), explica
que, entre otras razones, aceptó escribir el libro pues-
to que “gracias a `Anarchy in the UK´ hay mucha
gente que ha entrado en contacto con el anarquismo
y alguna, esperemos, que debe de haber llegado hasta
Kropotkin y los demás teóricos anarquistas cuya obra
es hoy objeto de creciente atención”.
Del mismo modo, han sido narradas y difun-
didas en exceso alguna de sus acciones más populares,
como el reparto gratuito de juguetes y un destructivo
panfleto -incorporado en la presente obra- entre gru-
pos de niños durante unas Navidades. Mientras, el
resto de su historia, su potente teorización de la crisis
del arte y la cultura contemporáneas, la bancarrota
izquierdista o la revuelta política han quedado ensom-
brecidas, cuando no sepultadas entre cierto folclore
informativo.
En King Mob se intuyen las formas agit prop
que combinaban vandalismo y alta política a partes
iguales pero, además de todo ello, destaca la fuerza del
vandalismo moderno, la arrogancia de las primeras
vanguardias artísticas y el humor e ironía genuina-
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mente sesentayochista. Tal capacidad resultó inaudita y


su perspicaz destrozo de los cristales y coches de los
ricos, a la vez que su invocación a los filósofos de la
negatividad, deberían apuntar a lo rico -en términos
cualitativos- de su experiencia. Una experiencia que no
se debe en absoluto menospreciar.
Los textos y acciones de King Mob tienen la
virtud de ser capaces de hablar por sí solos. Y ello a
pesar de que su radio de acción fue modesto, justo en
medio del fantástico año de 1968. Sus protagonistas
parecieron emular el comienzo de una de las obras más
conocidas de Friedrich Nietzsche, El Anticristo, cuando
se señala que “Este libro está dedicado a una minoría;
quizás no hayan nacido aún aquellos a quienes va diri-
gido”. De hecho, resulta innegable la influencia que
sobre los mobbers (miembros de King Mob) ejerció el
pensamiento de Nietzsche. El carácter de minoría y de
sociedad secreta impregnó el ideario del grupo, cons-
cientes de que aunque el fenómeno de la nueva izquier-
da y la juventud rebelde -capaz de hacer saltar por los
aires los viejos esquemas y los resortes izquierdistas-
eran cuantitativamente inmensos, su discurso se dirigía
con furia para trascender su tiempo. Otra salvedad: ya
habían llegado aquellos a los que King Mob hablaba, a
diferencia de la referida cita. Previamente a ellos, y
muchas decadas antes, románticos, futuristas, dadaís-
tas, surrealistas, letristas y situacionistas habían expre-
sado esa inversión absoluta de todos los valores (idea,
por otro lado, muy nietzscheana) que pregonase el
grupo. Ellos hablaban para todos, pero tampoco esta-
ban solos, aunque vivieran como si efectivamente lo
estuvieran. Aún no existía esa sensación de separación
y olvido, lo cual vendría durante los setenta cuando
todo se recrudece.
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¡Cereremos las Escuelas de Bellas Artes!

Su propósito era abrumador. Puestos a pre-


tender destruir el viejo mundo, la inutilidad del gesto
rebelde se volvía algo deliciosamente revolucionario.
Era, sin duda alguna, el placer de la acción por el sim-
ple placer. Y era, además, suficiente. El “triunfo” de
King Mob fue el mismo que el del surrealista que
defendía disparar aleatoriamente sobre la multitud. Y
puestos a hablar de victorias o derrotas, tras 1968
toda la nueva izquierda también fue derrotada, aun-
que ya las cosas nunca volverían a ser como antes.
Lo fértil de sus planteamientos circula por
otras latitudes y tiene que ver más con el hecho de
que hoy tengas esta obra en tus manos. King Mob no
sólo hizo sino que, a pesar de que su propuesta no
fuera original (heredera directa y plagiadora a partes
iguales de los situacionistas franceses y los
Motherfuckers americanos), su resultado final aportó
una identidad propia brillantísima que ha perdurado
en el tiempo hasta nuestros días.
Ese legado, como una fruta prohibida y defi-
nido por algunos como protopunk, anarcodadaísta o
prositu, es el que orgullosamente exhalan las páginas
que tienes ante ti. Los voyeurs somos nosotros, sin
duda, aunque también se nos concede la oportunidad
de ser continuadores/superadores de aquel inmenso
enfrentamiento.
King Mob y la escuela de la que provenían
cumplían lo enunciado por Nietzsche, toda vez que
estaban habituados “a ver bajo sus pies toda esa des-
preciable charlatanería de hoy relativa a la política”,
así como se sentían “predestinados a entrar en el labe-
rinto” (4). Ese “laberinto” no era otra cosa que el
hecho de abrir peligrosas puertas, hacerse incómodas
preguntas y situarse frente a estos retos viendo cómo
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se derrumbaban todos esos falsos mitos, dioses y


valores. En definitiva: negando el viejo mundo.
Siguiendo al filósofo alemán en su apelación a esa
“despreciable charlatanería”, los textos que se reco-
gen en la presente obra expresan desprecio, y mucho,
pero en igual cantidad fluye un perceptible y arrolla-
dor entusiasmo. Es más, nos llevaría enorme trabajo
determinar qué es lo que prevalece.

“Sus héroes son una legión de dinamiteros locos:


Ravachol, Valerie Solanas, Nechaev, el IRA, etc.”
Heathcote Williams definiendo a los situacionistas.
International Times, 1977

Esto último evoca, inevitablemente, la negación que


sacudió el Reino Unido ocho años después de la nada
oficial disolución del grupo. Nos referimos al punk y
el desprecio absoluto que sus protagonistas desplega-
ron sobre el poder organizado o la religión. Ellos,
aquellos amantes del rock and roll y la provocación,
irradiaban con su nihilismo anárquico una energía y
vitalismo enormes. Eran puro entusiasmo vitalista,
negador y destructivo.
El hecho de que King Mob surgiese en aquel
decisivo año (1968) y en aquella convulsa ciudad
(Londres) es prueba de varias cosas. En primer lugar,
demuestra la capacidad de trasladar una idea y un
concepto como el anarquismo dadaísta y la noción
motherfucker de ser “una banda callejera con análisis”
(análisis político, se refiere) a la realidad inglesa. En
segundo lugar, que la revuelta estética propia del
mayo francés debía, casi necesariamente, adoptar nue-
vas formas en su llegada a Londres. Y, en último
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

lugar, que de una forma u otra los mobbers y su


ambiente eran del tipo de lo que tanto Nietzsche
como otros filósofos alemanes llamaron “espíritus
libres” y que se mostraban como “una declaración
viviente de guerra y victoria” (5).
La idea de formar parte del llamado “Partido
del Diablo” debe ser, obviamente, matizada. El diablo
y, por extensión, las fuerzas de lo oscuro, eran la res-
puesta a un mundo ordenado y aséptico, sin excita-
ción. Aquello era lo único que podía hacer un jóven
inglés cansado de sus padres, de la escuela y la univer-
sidad, del trabajo, de la cultura dominante y de la
represión policial y social. En aquel país, y en aquellos
años, los policías eran muchas veces sus propios ciu-
dadanos, incapaces de concebir que sus hijos se lan-
zasen alegremente a la aventura de la vida comunita-
ria, la experimentación y la protesta callejera. El pacto
con el diablo era un acuerdo tácito de que en sus vidas
harían todo lo posible por transgredir la moral y la ley.
Incluso, venderían su alma al diablo.
Esa simpathy for the devil que cantase la banda
de rock and roll más importante del momento, los
Rolling Stones, no era algo caprichoso. Así se sentían
muchos de los que por entonces cumplían la veintena
o la superaban con creces. De hecho, la anterior gene-
ración beat -que se mostró activísima en la contracul-
tura sesentayochista inglesa- no estaba sólo compues-
ta por chavales, ni mucho menos. Si había que perte-
necer a algún tipo de club u organización preferían
eso que podemos llamar como el “Partido del
Diablo”, tal y como dirían los situacionistas. Su ads-
cripción bajo este paraguas era provocada por la
misma sociedad conservadora, la heredera de la época
victoriana, la cual ubicaba a hippies, freaks, activistas
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y rockeros realizando todo tipo de “prácticas demo-


niacas” tras los muros de las decenas de casas ocupa-
das y locales alternativos existentes entonces en
Londres.

“Y Jesús, igual que nosotros, llamó al Demonio”


London Street Commune

En ese pacto con el diablo, para el grupo


convivían surrealistas y dadaístas junto a las temidas
figuras del famosísimo Jack el Destripador o la ado-
lescente asesina de menores Mary Bell. Todas estas
referencias, sobre todo las dos últimas, compartían el
lugar común de ser malditas. El diablo, ese “espíritu
que actúa ahora en los rebeldes” (6), en 1968 pode-
mos entender que para muchos fuese encarnado por
beatniks, artistas outsiders, anarcos, poetas, troskistas
o freaks. Y ello puesto que Inglaterra era un estupen-
do escaparate de la rica contracultura del momento.
Incluso había espacio para una persona
como John Christie, el famoso y calculador asesino
que sacudió todo el país a comienzos de los años cin-
cuenta. El caso de Christie logró abrir un intenso
debate nacional en torno a la conveniencia o no de la
pena de muerte. Christie habia sido un perfecto veci-
no de 50 años, pulcro, educado y sumamente ordena-
do que había participado en la formación de un jura-
do que declaró culpable de varios asesinatos a su veci-
no, y que fue ahorcado en 1950 bajo el profundo odio
y desprecio de la población inglesa. Dos años des-
pues, cuando Christie abandonó su casa, los nuevos
inquilinos encontraron escondidos en el jardín varios
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

cadáveres. Pronto, Christie se convirtió en el persona-


je más odiado y buscado del país, siendo detenido
cerca del Tamesis. Su condena a morir en la horca fue
ejecutada en 1953, pero ya los ingleses habían perdi-
do su inocencia. Todos habían sido culpables del lin-
chamiento mediático y legal del vecino ejecutado, de
quien se demostró su completa inocencia. Christie era
culpable de las muertes que le habían sido imputadas
y de no se sabe cuantas más. King Mob, una vez que
ubicó el lugar en el que hubiera vivido y matado
Christie, hizo enormes y vistosas pintadas en su
fachada. En una de éstas se leía “Christie lives!”
(¡Christie vive!). Otro caso que fue utilizado por King
Mob para generar escándalo fue el de Myra Hindley.
Durante el año de 1968, en el Reino Unido nadie
había olvidado la fotografía de su ficha, la mirada des-
afiante, los labios apretados y su cabello corto y rubio
de peluquería. En la iconografía británica, Myra
Hindley, condenada a cadena perpetua en 1966 por el
asesinato de cinco niños, era la viva encarnación de la
maldad femenina. Hindley y su novio Brady secues-
traron, torturaron y asesinaron brutalmente a sus
jóvenes víctimas, enterrándolas en los páramos de
Saddleworth, cerca de Manchester.
Esa alianza no sólo fue una cuestión estraté-
gica. En King Mob nos encontramos con contínuas
referencias a ese lado oscuro. Si los situacionistas
franceses afirmaron que, en todo caso, se adscribirían
al “Partido del Diablo”, los mobbers le pusieron nom-
bre y apellidos. ¿Qué mejor expresión de la maldad en
la Tierra que Jack el Destripador o John Christie? En
efecto, cuando publicaron en su boletín King Mob Echo
una carta del famoso asesino múltiple de prostitutas
el escándalo estaba servido. Nadie entonces -y duda-
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mos que lo haga ahora- era capaz de situar en una


misma página los nombres del respetado dadaísta
Man Ray junto a Jack el Destripador. Además, se tra-
taba de una carta que el asesino enviase a la policía
para burlarse de sus torpes pesquisas con el fin de
detenerle anunciando, igualmente, que pronto volve-
ría a matar más y mejor. ¿Qué pretendía King Mob
con este gesto? Sencillamente dejar claro de qué lado
estaba. La instantánea permitía tales herencias: los
dadaístas junto a los criminales. Esa sorprendente
carta provocaba en muchos una extrañeza enorme.
Pero ése era el efecto buscado. Parecían decir que no
tenían nada que ver con escuelas de bellas artes o con
el arte mismo, tal y como se entendía éste, aunque se
referieran contínuamente a los románticos ingleses, a
Dadá o al primer surrealismo. De hecho, tal y como
efectivamente sucedió, realizaron grandes pintadas
fuera de la casa en la vivió y murió William
Wordsworth, el romántico inglés más conocido de
todos los tiempos. Y las palabras impresas con pintu-
ra en la fachada eran de honor y en defensa de su vida
y obra.
La ocupación -narrada más adelante- del
Powis Square londinense, cuyo fin era dedicarlo a
“fiestas demoniacas” (según un cartel que el propio
grupo distribuyó) se encaminaba al mismo fin que el
señalado. Además, implica una reflexión. Si los Sex
Pistols (vía Malcom McLaren y Viviene Westwood)
exhibieron públicamente esvásticas y símbolos filona-
zis en su indumentaria, King Mob agitó la temible
imagen de Jack el Destripador. Ambos gestos desen-
terraban el pasado inglés y sacaban de paseo a sus
más temidos fantasmas. Y todo ello para proclamar
que los ingleses (aún) no se habían reconciliado pací-
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

ficamente con su propia historia. King Mob aceleraba


violenta y estérilmente, por supuesto, ese proceso de
reencuentro, pero no para salvar a esa sociedad, sino
para enfrentarse a ella.
Un preciso rastreo por los acontecimientos
que en el ambiente underground sacudieron el Reino
Unido durante un período de diez años puede darnos
respuesta a ciertos interrogantes. Este periodo se
refiere al comprendido entre 1966, fecha en que se
crea la crucial revista Heatwave y 1976, año decisivo
para la aparición del punk en el Reino Unido. Y, en
medio, tantos nombres y hechos, desde la importante
revista de corte surrealista y dadá Icteric, hasta la agita-
ción armada de la Angry Brigade (7).

“No basta con que el arte busque su realización práctica;


también la práctica debe buscar su arte”
Sección Inglesa de la IS, La Revolución del Arte Moderno
y el Moderno Arte de la Revolución

Pero primero tenemos que detenernos en el


camino emprendido y realizar un breve comentario
que explique la introducción de gran parte de las ideas
utilizadas por King Mob en el Reino Unido. Sin ana-
lizar mínimamente este legado resultaría complicado
entender el por qué del propio grupo y su aparición.
Éstas fueron las ideas que penetraron en pequeños
círculos militantes de la escena radical inglesa, de
manera casi imperceptible pero real en su realización
callejera, y cuyos autores intelectuales residían, en su
mayoría, en París. Se trata, obviamente, de la
Internacional Situacionista (IS) y su efímera sección
inglesa.
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A comienzos de los años sesenta, Ralph


Rummney era el único miembro inglés perteneciente
a la organización. Aún así, el escocés y escritor beat,
Alexander Trocchi, también contribuyó a difundir en
el Reino Unido las ideas situacionistas o, como míni-
mo, a adaptarlas al estilo informal y anárquico propio
de la beat generation inglesa enraizada con el pacifis-
mo libertario. Durante un tiempo, Trocchi fue íntimo
amigo de Guy Debord, tanto desde el punto de vista
intelectual como personal. Debord había quedado
completamente fascinado por la idea desplegada por
éste en su texto La Invisible Insurrección de un Millón de
Mentes acerca de un gran ejército en estado de incuba-
ción, aunque latente y dispuesto al ataque, perfeccio-
nando el definitivo asalto a la sociedad de clases.
Aquello conectaba con las ideas de subversión total
de la vida y el arte defendidas por la IS, unas ideas que
decían estar ya (de una forma o de otra) en la mente
del proletariado europeo, pero que había que visibili-
zarlas, exponerlas en la práctica, probar su eficacia
transformadora.
Para Trocchi, la violencia de los estudiantes,
de los negros de los guetos americanos, de los teddy
boys era “una consecuencia directa de la alienación
del hombre desde su propio ser a consecuencia de la
Revolución Industrial”, toda vez que “el hombre ha
olvidado cómo jugar” (8). Era la moderna teoría revo-
lucionaria adaptada a los tiempos que corrían y ante
el triunfo, por el momento y hasta el día de hoy, de
una sociedad espectacular mortalmente nociva. Del
mismo modo, ambos compartieron durante un tiem-
po su pasión por una vida de continuos excesos con
el alcohol. De hecho, Trocchi fue detenido en
Estados Unidos por posesión y supuesto tráfico de
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

drogas cuando se dirigía a comprar heroína. Este


hecho motivó un comunicado oficial de absoluto
apoyo a Trocchi suscrito por la totalidad de la IS y en
donde se llegó a afirmar que aquel individuo, que
fuera conocido como el “Burroughs escocés”, era
“sin duda el artista creativo más inteligente de la
Inglaterra de hoy” (9).
Ello era, en definitiva, el anticipo de una difí-
cil alianza nunca mantenida durante mucho tiempo
entre París y Londres, toda vez que el estilo y la tradi-
ción política inglesa diferían por completo de la fran-
cesa (10). Éstas serán alguna de las claves de la poste-
rior ruptura. Las señas de identidad del pequeño cír-
culo situacionista inglés eran las de una tardía rebeldía
beat, pacifismo y, progresivamente, defensa de la idea
violenta y nihilista de la destrucción de la opresión
por medio de la violencia (11). En una palabra: hete-
rodoxia, en sintonía con la emergente contracultura
americana con la cual se sentían muy próximos,
mucho más que con la alta política francesa.
El primer situacionista inglés, Ralph
Rummney, fue uno de los primeros expulsados de la
IS acusado de realizar un excesivamente libre mapa
psicogeográfico de la ciudad de Venecia. No obstan-
te, la abrupta salida de la sección inglesa de la IS se
produjo por causas bien distintas que, en gran medi-
da, radicaron en su simpatía hacia otras formas de
contestación social tachadas por los situacionistas
franceses como místicas o muy cercanas a la hetero-
doxia hippie. Nos referimos, evidentemente, al apoyo
de los situacionistas ingleses a la disputa mantenida
entre Vaneigem y Debord con Ben Morea, cabeza
visible de los Motherfuckers neoyorkinos (12). La
postura del pequeño grupo inglés era la de una firme
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defensa de los anárquicos Motherfuckers, que enton-


ces estaban a punto de marchar hacia delante en
dirección a la agitación armada.

“No había nada formal en aquellas reuniones encendidas


y ninguna idea de formar o reconstituir un grupo.
Tampoco discutíamos mucho sobre nuestras situaciones
de supervivencia respectivas (nosotros en el paro, otros
con poco dinero, etc.). Principalmente discutíamos sobre
lo que América estaba mostrando: la revuelta de los estu-
diantes y las insurrecciones urbanas en Watts, Detroit… y,
además, con unir la teoría radical que llegaba junto con lo
mejor del viejo mundo del arte y la política, generalmente
acentuando sus aspectos más destructivos. Marx rompien-
do las lámparas urbanas en la ciudad de Kentish en
Londres y Durruti rompiendo las sillas sobre
los burgueses”
Dave & Stuart Wise, ex King Mob

Los situacionistas, en sus primeros años, fue-


ron el resultado del intento de superación de las pri-
meras vanguardias artísticas del período de entregue-
rras para abrazar, en un segundo momento, la supre-
sión de la política y la creación (entre otros elemen-
tos) de los consejos obreros. Los primeros situacio-
nistas eran, en gran medida, deudores del primer
surrealismo que fuera considerado como una “moral
de la rebelión” (según el entonces surrealista George
Bataille). Para ellos, además, cobraba una gran impor-
tancia la undécima tesis sobre Feuerbach suscrita por
Marx y que venía a afirmar que “los filósofos no han
hecho otra cosa que interpretar el mundo de diversas
maneras, de lo que se trata ahora es de transformar-
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lo”. Para la IS, fenómenos contraculturales como la


aparición del rock and roll eran otra versión más de la
sociedad del espectáculo que con tanta dureza com-
batían, pero con un nuevo rostro. El pop y el rock and
roll no eran otra cosa que el resultado de una nueva
demanda del mercado, ni más ni menos. En cambio,
los situacionistas ingleses pronto apoyaron este tipo
de rebelión juvenil, informal y potente. Francia care-
cía de un proselitismo tan altamente político como la
escena pop inglesa. El ambiente contestatario inglés
estaba presidido por la fuerza de bandas como
Deviants cuyo líder, Mick Farren, sería al mismo
tiempo el coeditor de International Times que, en distin-
tas ocasiones, sirvió de amplificador a las ideas situa-
cionistas.
Pero esta revista no fue la única que hizo
acopio y que sirvió de caja de resonancia de la furia
situacionista contra la vida moderna, contra el papel
de la izquierda y contra el arte. Revistas como OZ, de
Richard Neville, que sería llevada ante los tribunales
acusada de pornografía, en su número 26 publicaba
un extenso artículo titulado “Los situacionistas están
llegando”, en el que se incluía un cómic desviado al
estilo situacionista en donde aparecía una chica orien-
tal masturbándose mientras de su boca salían frases
que afirmaban el hecho de que “la eliminación del
concepto de trabajo es la condición previa para la
efectiva eliminación de la sociedad mercantil” (13).
Pero, de igual manera, en su número 10, esta revista
publicó un reportaje fotográfico en donde se recogí-
an algunas de las célebres pintadas que King Mob
había hecho en Londres. En una de éstas se podía
leer:
EL POP ESTÁ MUERTO
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o la escandalosa

EL CRIMEN ES LA MÁS ALTA EXPRESIÓN DE


SENSIBILIDAD

Todo esto resultaba por completo ajeno a la práctica


política del núcleo situacionista, cuya base indiscutible
de operaciones siempre estuvo en París y que, en
absoluto, admitía que la banda sonora de la revuelta
pudiera ser el gesto destructor del guitarrista de The
Who, Pete Townshed, haciendo chocar su guitarra
contra un amplificador humeante.
Con la aparición de King Mob, fruto de dis-
tintas reuniones informales desarrolladas en los últi-
mos meses del año 1967 y comienzos de 1968, resul-
ta importante destacar la casi desaparición de cuales-
quiera referencias al rock and roll y la subversión pop
(término eminentemente posmoderno y manido, aun-
que útil para nuestro propósito) en su acepción posi-
tiva. Ello no resulta en absoluto caprichoso ni un
mero accidente, porque con esta ruptura se alejaron
de la tradición empezada dos años antes por Charles
Radcliffe y su publicación Heatwave.
Radcliffe, quien no participó públicamente
en el nuevo grupo y desarrolló en su revista la prime-
ra formulación en suelo europeo del rock and roll
como instrumento de liberación política. Por supues-
to, este análisis arrancaba de su misma personalidad
como amante del rock and roll y, en concreto, de lo
que entonces significaba una banda como The Who
para un sector de la juventud británica mas contesta-
taria.
En efecto, King Mob no mostró esas espe-
ranzas en la epoca en que irrumpen los grandes festi-
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vales pop al aire libre, como los celebrados en distin-


tas ocasiones en Hyde Park. A tales eventos ellos res-
pondieron de forma tajante: no eran más que puro
espectáculo, entendiendo este concepto desde un
punto de vista debordiano y situacionista.
Recordemos que esta crítica era la que había hecho
propia el núcleo duro situacionista con base en París
y que asimilaba la nueva iconografía pop con la ima-
gen de pseudorenovación y de nuevos productos del
capitalismo. A lo sumo, King Mob incitaba a que los
músicos destrozasen sus instrumentos en directo a
través de alguno de sus textos (como gesto eminente-
mente dadaísta y futurista) pero igualmente admitie-
ron un uso subversivo del pop, y en general del arte,
en donde público y músicos deberían romper sus
barreras. Reciprocidad, horizontalidad y desprecio a
la idea de artista como categoría separada de una
audiencia que permanecía pasiva, absorta en la destre-
za y concentrada en el arte.
King Mob, en 1968, ya nos estaban hablando
de aquello que será el punk en sus comienzos y en
años posteriores, cuando otras bandas anárquicas y
politizadas decidieran reclamar ese espacio alternativo
a la industria. La coincidencia del planteamiento de
King Mob con, por ejemplo, la banda punk Crass
resulta asombrosa. Su afirmación acerca de que “el
underground es sólo otro tipo de bienes de consu-
mo” (del panfleto Fumas el hachis, pero el hachis te fuma
a ti que se publica en la presente obra) no es otra cosa
que la conclusión que Crass extraen del punk en su
canción “Punk is dead”: “Es sólo otro producto bara-
to para la cabeza del consumidor” (14).
En realidad, su postura estaba más alejada de
esa cierta y perdonable ingenuidad juvenil de
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Radcliffe y su revista Heatwave. Aún así, los cambios


habían sido tremendos, encontrándose los mobbers
con una industria cultural perfectamente organizada y
en expansión. Hubiera resultado ridículo que se
hubieran situado tras los fans de Rolling Stones. Su
estrategia, entonces, fue la de considerar que existían
ciertos elementos interesantes en la cultura beatnik
del momento, pero que la lucha debía ser más radical,
violenta si se quiere, en las antípodas de los mensajes
de paz y amor. Creían, no obstante, que hippies y
beatniks por sí solos (o también como fenómeno
separado) no podían -o no tenían esa capacidad- cam-
biar el mundo. Por eso había que hacerlos romper con
su conservadurismo, cuando ya la contracultura esta-
ba siendo absorbida por el sistema. No obstante, debe
mencionarse, King Mob también fue parte de todo
ese movimiento contracultural inglés, quizás su rostro
más extremo.

“Queremos llevar los conjuntos pop a la calle y a los par-


ques. Cientos de individuos que bailan en medio de Drury
Lane, un sábado por la tarde, son mucho más eficaces
que docenas de manifestaciones callejeras de protesta.
Pero necesitamos ayuda. Si sabéis de plazas vacías, aparca-
mientos, parques de recreo, un lugar con alguien cerca
donde pudiéramos conectar toda nuestra corriente,
avisadnos”
Mick Farren

Por lo tanto, ni antes ni ahora, King Mob


puede disociarse del clima bajo el que surgió y la enti-
dad y el bagaje de sus protagonistas. A diferencia de
la Angry Brigade, cuyos militantes provenían de la
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

nueva izquierda británica agitada en medio de las pro-


testas callejeras contra la guerra del Vietnam, el neo-
marxismo o el anarquismo (es decir, la disidencia dentro
de la disidencia), los mobbers arrancaban de una virulen-
cia radical contra la cultura y el arte, su mirada se
retrotraía hacia atrás en el tiempo: a los dadaístas, el
primer surrealismo y los situacionistas. Pero, en defi-
nitiva, estaban contra todo y también contra casi
todos. Los puntos de partida son distintos pero en
absoluto antagónicos. En cierto sentido, la gigantesca
ira que fácilmente se extrae de la lectura de los comu-
nicados del grupo armado inglés y la realizada por los
mobbers coincide en una cosa, la más fundamental: la
desesperada lucha contra la moderna alienación en
una sociedad que había pasado de estar gobernada
por una economía de la producción a otra de consu-
mo y que creaba continuamente nuevos deseos entre
los proletarios. La mercancía lo invadía todo y nada
parecía ser suficiente ante la adquisición frenética de
lo nuevo y el vacío consiguiente. Ya no hay alusiones al
viejo marxismo, sino que sus planteamientos son, en
gran medida, la de todas aquellas revoluciones inaca-
badas (fracasadas, si se quiere) y que contaron con la
hostilidad del estalinismo (la revolución alemana, la
revolución social española y el papel del anarquismo,
etc.).
Igualmente, ambos son producto de la
época, de un momento histórico en el que se había
roto totalmente con los viejos partidos comunistas
que desde 1956, con el XX Congreso del Partido
Comunista soviético -año en que se habían denuncia-
do, hacia dentro de sus filas, la represión y el horror
estalinista-, se mostraban incapaces de responder a un
nuevo programa revolucionario. En King Mob o la
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Angry Brigade no hay determinismo histórico y no se


menciona claramente a una clase como el sujeto revo-
lucionario. Una concesión de ese tipo quizás los
hubiera acercado a los comunistas y troskistas. Pero
esto no sucedió.
La alienación, y en esto sí coinciden, es un
ejército en el que tienen cabida todos aquellos que
sufren el paro, la violencia política o quienes rezuman
hastío a las ocho de la mañana al coger el autobús, el
metro o al contemplar la forma en que la arquitectu-
ra había hecho de las ciudades un parque de recreo
destinado al consumo constante e ininterrumpido de
mercancías. Quienes pueden cambiar el mundo,
dirán, son aquellos que no tienen el control sobre sus
vidas, pero ya no hay nada científico en ello, sino que
preside el voluntarismo, toda vez que señalan al opre-
sor, desvelan las modernas formas de dominio, pero
no pronostican cientificamente el cambio, a diferen-
cia del marxismo como ciencia. Los trabajadores ya
no son, per se, el sujeto revolucionario, porque prime-
ro deberán adquirir conciencia de su opresión. El
mundo de ambos es el de un horizonte tecnologiza-
do, burgués (desprecio hacia los estudiantes y al pro-
letariado que votaba a la derecha) y de abundancia de
productos. Su violencia estuvo dirigida contra la
sociedad moderna y la modernidad con la que se
encuentran en torno a 1968, avivada por la gran
derrota sesentayochista. Bajo este espejo, la totalidad
de las relaciones humanas son ya mercantiles y,
siguiendo a los situacionistas, todo es ya espectáculo,
es decir, representación (15).
Su crítica parte de la negación más absoluta,
incluso la negación de sus negadores (los otros izquierdis-
tas). Los cánticos lanzados contra el estudiantado por
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King Mob en las manifestaciones y su intención de


derribar las paredes de las universidades son resulta-
do de esta negación, la cual se puede encontrar fácil-
mente en los escritos del jóven Marx, en los filósofos
de la negación como Hegel, Feuerbach o hasta en
Engels, para quien incluso las matemáticas arrojaban
este resultado (dos números negativos, como - y -,
dan un signo positivo: +). Ni tan siquiera los jóvenes
estudiantes, en pleno auge entonces como protago-
nistas de ocupaciones y choques con la policía, son o
pueden ser portadores de ningún cambio social. Y
ello porque, al igual que el proletariado, deberán ser
conscientes de su propia negación como estudiantes.
El estudiantado, para King Mob, siguiendo lo señala-
do por los situacionistas, vivía bajo la miserabilidad de
su condición y cuya superación pasaba ineludible-
mente por su futura desaparición y, tras de sí, de la
misma universidad. La revolución, entonces, no pasa-
rá por criticar la universidad, sino por negarla. El pro-
blema, señalan, no es esta universidad sino la universi-
dad misma. Por esta razón, lo que hizo el grupo fue
reproducir fielmente lo señalado por el situacionista
Mustapha Khayati en su panfleto Sobre la Miseria en el
Medio Estudiantil distribuido en el famoso escándalo
de Estrasburgo. La escena no podía ser más clara: los
estudiantes le piden a los situacionistas un texto de
agitación para consumo interno en el ámbito univer-
sitario y ellos producen algo que atacaba al alumnado
y a los profesores, a la propia educación superior. El
estudiante y su condición, entonces, serán tachados
de despreciables.
Además, el momento en el que irrumpe King
Mob es aquel de efervescencia absoluta del movi-
miento revolucionario internacional. Al norte y al sur,
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al este y al oeste, hay durísimos enfrentamientos con


las fuerzas del orden, el movimiento negro sufre la
más fuerte represión y, junto con sus colegas america-
nos Motherfuckers, también prestarán atención al
surgimiento, según ellos, de un nuevo proletariado
ultramilitante capaz de hacer tambalear al gobierno de
Estados Unidos: los negros de los guetos. Es también
el tiempo en que los situacionistas apuestan por des-
lizarse pendiente abajo y dejar atrás las formulaciones
más cercanas a la crítica al arte, para apostar por la
huelga salvaje y los consejos obreros.
Del mismo modo, es la época en que se editó
y fijó por las calles de Londres un mapa de la ciudad
al estilo psicogeográfico llamado Interzone A realizado
por gente vinculada a la revista International Times. En
el mapa se mostraban aquellas zonas frecuentadas por
los compradores de la publicación cuyos datos habí-
an sido obtenidos a través de los vendedores calleje-
ros y suscriptores, consiguiendo una especie de carto-
grafía de aquellas zonas de mayor activismo en
Londres. Precisamente, el número 26 de International
Times mostraba el grado de permeabilidad de las ideas
situacionistas en la escena underground londinense
con la publicación de un póster a modo de tiras de
cómic “desviadas” y que presidió el escaparate de las
oficinas del periódico durante un tiempo.

“Somos la gente que pervierte a tus niños. Somos quienes


los conducen a perder las lecciones que les enseñaste.
Estamos poniendo en peligro la civilización. Estamos más
allá de la rehabilitación”
Mick Farren

El estilo de la revista Heatwave fue parte de


esta notable simbiosis. El nacimiento de Heatwave
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

(julio de 1966), otra de las bases sobre las que nace


King Mob, surgió tras el camino emprendido por
Charles Radcliffe a través de la militancia política
inglesa desde los tempranos sesenta imbuido en la
cultura del rock and roll y el blues, la estela dejada por
la violencia de los teddy boys y, sobre todo, por la
lucha por el desarme nuclear y la guerra por parte del
movimiento pacifista inglés. Los pacifistas, luego en
alianza con beats y hippies, habían sido la mayor fuer-
za izquierdista de la posguerra en Inglaterra tras el
derrumbe del movimiento revolucionario y la exten-
sión del profundo miedo a la gran bomba, a la des-
trucción total. Los números de la revista sirvieron
para ir configurando gran parte de las ideas que dos
años más tarde explotarán en algo tan sorprendente
cómo King Mob y, por extensión, en la aparición de
la subversión pop de la mano del empresario prositu
Malcom McLaren.
Los ingleses, hemos de apuntarlo ya, estaban
plenamente familiarizados con la frecuentísima lectu-
ra acerca de la violencia de bandas juveniles que sem-
braban el pánico de norte a sur del territorio. De
hecho, este tipo de violencia escandalizaba al inglés
medio, toda vez que evocaba un profundo desprecio
por su modo de vida, precisamente el propio de una
nación que había vencido al totalitarismo en la
Segunda Guerra Mundial. De pronto, del orgullo
nacional se pasó a la vergüenza. El problema no era,
en modo alguno, nuevo. En 1962, el 34,2 % de las
actividades delictivas tenían como protagonistas a
jóvenes de entre 14 y 21 años, mientras diez años
antes tan sólo era del 24, 7%. Y dentro de estos apa-
bullantes resultados, el 75% de esos delitos eran per-
petrados por bandas juveniles urbanas, sobre todo en
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lo que se refiere a delitos contra la propiedad privada


y frecuentes peleas públicas. Existían pruebas de que
“esta nueva solidaridad entre los jóvenes teds, mods y
rockers se manifiesta mediante una vestimenta uni-
formada y la hostilidad hacia el mundo de los mayo-
res, una hostilidad que a la menor ocasión desembo-
ca en salvajes explosiones de violencia”(16). Ni
Charles Radcliffe ni tampoco los futuros King Mob
eran ajenos a este candente debate y lo que hicieron
no fue otra cosa que amplificarlo, llevarlo hasta el
extremo de la provocación y explicar que la represión
era la respuesta de la sociedad autoritaria ante lo que
eran primitivas -por ahora- expresiones de rebeldía
social. Lejos de alejarse de estas formas descarnadas
de violencia se situaron a su lado, para analizarlas y
sentir una empatía vital hacia éstas. El empobreci-
miento vital que sentían era del mismo calado que el
hastío de los teds.
Varios elementos hemos de forzosamente
señalar a este respecto. Los situacionistas ingleses sin-
tieron un gran interés por las subculturas nacidas tras
la posguerra por varias razones que conviene detener-
se a explicar. En el caso de teddy boys o greasers,
estamos ante una subcultura de clase trabajadora que
centraba toda su energía vital en los momentos de
ocio. Su difusa violencia callejera y el consiguiente
hostigamiento policial indicaban que ese ocio, que los
jóvenes abrazaron de inmediato, estaba podrido.
Representaba una evasión insuficiente a todos los
niveles que expresaba el hastío frente a la sociedad
heredada de sus mayores. Los teds, cuantas más ropas
y fetiches poseían, más vacíos se sentían. Aquellos
teds no planificaban a largo plazo su vida, no creían
en el ahorro como símbolo nacional, ni tampoco en
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¡Cereremos las Escuelas de Bellas Artes!

el trabajo duro. En definitiva, no querían ser como


sus padres. Pero algo sucedió. Los teds, a diferencia
de la otra gran subcultura, los mods, no establecieron
lazos con la creciente comunidad negra inmigrante
que llegaba a suelo inglés. Su eventual adscripción
junto a mods o los cultos y comprometidos chicos
beats sucedió, en las pocas ocasiones en que esto se
produjo, más por una cuestión mediática y por coin-
cidir en ciertos aspectos (rechazo hacia la policía, por
ejemplo) que por una convicción de tipo ideológico o
de estilo. El conservadurismo de los teds ingleses era
patente, pero rechazaban ser engullidos por la nueva
forma que presentaba la sociedad inglesa. Su mirada
no era hacia el futuro, sino al pasado, así como su cul-
tura -potenciada por el popular ritmo salvaje del rock
and roll- provenía, generalmente, de los Estados
Unidos.
Los mods, en torno a 1966 -fecha de salida
del primer número de la revista Heatwave, clave para la
configuración del situacionismo inglés -, estaban sien-
do muy influenciados por la cultura callejera negra
(rock steady, ska…) y, entre ellos, surgirá un grupo de
mods muy radicalizados que empezaron a cambiar su
indumentaria y señas de identidad. Su uniforme, con
botas Doc Martens, vaqueros y camisas con tirantes,
era una reafirmación de clase frente al tradicional traje
burgués. No obstante, y de manera paralela, fueron
fascinados por la imagen de dandy proletarizado y
con contactos en la pequeña delincuencia del rude
boy negro. De esta ambigua iconografía surgió el
skinhead. Resulta fácilmente entendible el gesto que
hizo King Mob en su defensa del skinhead. No
defendían al skinhead, sino lo que representaba: no
asimilación, reafirmación, odio de clase y cultura
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urbana. Entre 1966 y 1968 aún los skinheads mante-


nían estrechos contactos con el ambiente negro en
que se movían al pertenecer a barrios proletarios en
donde existía una gran cantidad de inmigrantes de
segunda generación. No obstante, algo no marchó
bien y su complejo en la búsqueda de una identidad
propia, en la pertenencia a una cultura endeudada
irremediablemente con los negros, generó comporta-
mientos que buscaban resolver el problema. Así, hos-
tigaron a los paquistaníes, gays y hippies. Los skinhe-
ads se sentían extraños en un mundo negro cuya cul-
tura callejera, la rastafari, cantaba acerca del retorno a
África y la exaltación de la negritud como valor posi-
tivo. El skinhead, frente a ello, pretendió dotarse de
una identidad autónoma y por completo suya, no
consiguiéndolo nunca, al menos no del todo. Al igual
que los teds casi una década antes, identificaron en los
paquistanies todo aquello contra lo que decían luchar:
una sociedad corrupta controlada por narcotrafican-
tes, criminales y proxenetas. Su apoliticismo fue
rotundo, aunque su respuesta fuese violenta y se
expresase como toda una declaración de principios.
Muchos de aquellos skinheads, finalmente, optaron
por rechazar a la creciente población negra en las
zonas tradicionalmente blancas.
Estos fenómenos sucedieron durante aque-
llos años, llegando a 1969 con el ataque organizado de
grupos skins contra la comuna hippie (en la que cola-
boraron ex mobbers) de la London Street Commune.
Es por eso que aunque King Mob alentó combates en
pleno centro londinense entre skinheads y greasers,
no puede en absoluto considerarse que los mobbers
conocieran entonces el cariz que un sector del movi-
miento skinhead adquiriría en los años venideros.
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

Simplemente, entre el pacifismo y la cursileria de los


hippies y el rudismo hiperviolento de los skins, King
Mob optó por mostrar algunas simpatías hacia estos
últimos. Simpatías, por otra parte, nunca plenas. El
sueño situacionista, lanzado como un desafío por
Vaneigem, de llevar la violencia al plano de las ideas,
nunca se materializó en resultados positivos y en la
dirección deseada.

“Varios cientos de chicos del flower-power se concentra-


ron ayer en Hyde Park para exigir el gobierno la legaliza-
ción del cannabis. Vestidos con colores brillantes, algunos
con sus caras pintadas en tonalidades vivas, se sentaron
en la hierba bajo el sol y predicaron la filosofía hippie del
`haz el amor´ante el asombro de los paseantes. Los jóve-
nes lanzaron a la policía flores, soplaron burbujas de agua
y quemaron incienso”
The Times en su edición del 17 de julio de 1967

Mientras tanto, debemos seguir narrando la


emergencia de un nuevo tipo de protesta. Tras una
visita de Radcliffe y su compañera, el equipo redactor
de la revista, a París, se confirmó la entrada de los
ingleses en el grupo. En esos momentos, la sección
inglesa de la IS estaba integrada por Tim J. Clark,
Donald Nicholson-Smith, Chris Gray y Charles
Radcliffe. Todos, salvo Radcliffe, entrarán luego en
King Mob, pero todos (incluido Radcliffe, que se
dedicará a servir de ideólogo de bandas de rock and
roll y tener algunos problemas con la justicia) serán su
base ideológica. Poco tiempo después, tras compro-
bar las incompatibilidades manifiestas entre París y
Londres, finalizó agriamente la aventura inglesa en el
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seno de la IS. En noviembre de 1967 Radcliffe, des-


motivado y desilusionado, abandonó la organización
con un escueto “por motivos personales”. El resto
del grupo, poco tiempo después, fue abruptamente
expulsado.

“Londres está en llamas. El espíritu de William Blake


pasea sobre las aguas del Tamesis”
Jeff Nuttall, en una carta dirigida a Albert Hall
en torno a 1966

En abril de 1968, cinco meses después de la


disolución de la sección inglesa de la IS y un mes
antes del mayo francés, se editaba un nuevo boletín
cuyo consejo redactor mantenía el espíritu anárquico
de Heatwave y las ideas situacionistas: King Mob Echo,
tachado por Debord como “ligeramente situacionis-
ta”. Al mismo tiempo, en la London School of
Economics (LSE) se firmaba una pintada que rezaba
“¡No trabajes!”.
Por otro lado, el núcleo de King Mob iba a
ser completado con la vertiente más puramente surre-
alista de la mano de Ron Hunt y su elegante revista
Icteric.
La revista Icteric, editada desde Newcastle,
había recibido ese nombre haciendo uso del tradicio-
nal azar de los dadaístas. Tras abrir un diccionario se
optó por la palabra icteric (17). De este modo, Icteric
comenzó su andadura con Ron Hunt como editor,
futuro miembro de King Mob -por entonces bibliote-
cario del Departamento de Arte de la Universidad de
Newcastle- y personaje fundamental en la aventura

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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

inglesa. Hunt había recibido clases del artista pop


Richard Hamilton, así como del propio Donald
Nicholson-Smith. Por otro lado, la revista Heatwave
infundió en los futuros miembros de King Mob la crí-
tica radical de la violencia y las subculturas juveniles
de contestación con mods y rockers a la cabeza y sus
frecuentes actos de vandalismo. Aquella violencia
comenzó a ser analizada desde otro punto de vista,
justo el que habían señalado los situacionistas ingleses
en distintas ocasiones y que, de una forma u otra,
arrancaban del célebre texto de los situacionistas fran-
ceses en donde se analizaba la revuelta de los negros
en Watts.
Hasta comienzos de 1967, el grupo editor de
Icteric jamás había oído hablar de los Motherfuckers.
Varios miembros de la publicación, como Johnny
Myers (18), ya habían expresado de una forma escan-
dalosa su radical crítica al arte. Myers había intentado
cerrar con grandes cadenas la Facultad de Bellas
Artes de Newcastle, evitando con ello que cualquier
estudiante o profesor pudiera entrar, mientras coloca-
ba un letrero en donde se leía que la escuela había
sido cerrada para siempre. Momentos antes, había
distribuido pólvora por los pasillos del recinto con el
propósito, finalmente frustrado, de encenderla. Los
tiempos corrían a un gran ritmo, algo casi imposible
de seguir. Ni tan siquiera habían oído hablar del
pequeño grupo de situacionistas ingleses. A lo sumo,
sus acciones pasaban por la edición de una brillantísi-
ma y elegante revista que enraizaba con la tradición
del mejor surrealismo y ciertas interrupciones en
eventos de tipo cultural. En uno de éstas, en concre-
to durante un festival en el que actuaba el músico de
jazz Ornette Coleman, varios de ellos irrumpieron
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tras el escenario y colocaron grandes carteles en los


que se leía el nombre del grupo. El hecho, tanto para
el público como para los músicos, pasó desapercibido.
Pero algo decisivo, como decíamos, marcó
un antes y un después en la vida de Icteric y fue el
conocer las actividades que muy lejos de allí, en
Nueva York, el colectivo editor de una revista llama-
da Black Mask (futuros Motherfuckers) estaban reali-
zando. Dave Wise y Anne Ryder, ambos colaborado-
res de Icteric, durante el verano de 1967 viajaron hasta
Nueva York en donde conocieron personalmente a
Ben Morea y participaron activamente en las acciones
directas motherfuckers. Esta colaboración puede verse
reflejada en el artículo que ambos firmaron junto a
los americanos en el boletín #8 de Black Mask (octu-
bre/noviembre de 1967) titulado “Cultura y revolu-
ción”. Por su parte, Ron Hunt quedó impactado con
el contenido violentamente antiarte de Black Mask
cuando éstos realizaron su campaña por la muerte del
arte y los museos. Fruto de esta sinergia, miembros de
Icteric, emulando a los americanos, realizaron pintadas
en la Universidad en las que podía leerse

“ART SCHOOL CLOSED FOREVER” (ESCUELA DE


ARTE CERRADA PARA SIEMPRE)

La negación expresada en aquellos términos tan vio-


lentos hacía abrir viejas heridas y ponía sobre la mesa
un tema tabú como era la misma violencia. En este
sentido, la radical crítica situacionista al espectáculo,
tomada por los situacionistas ingleses y continuada
por King Mob, se terminó expresando violentamente
cuando en noviembre de 1970 una furgoneta de la
BBC aparcada delante del Albert Hall de Londres -
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

con el objetivo de sabotear la retransmisión del con-


curso Miss Mundo- saltaba por los aires. La cultura
del espectáculo, mediante la grotesca exhibición de
los cuerpos bajo la frivolidad máxima de una corona
al más bello como triste premio, encontraba su más
terrible pesadilla, precisamente con una acción tan
violenta como espectacular. Sus autores fueron la
Angry Brigade, un grupo que había lanzado la incó-
moda pregunta de “hermanos y hermanas ¿cuáles son
vuestros deseos reales?” en uno de sus comunicados.
Su acción, al igual que los situacionistas y King Mob,
se dirigía contra el aburrimiento y la alienación por
medio de una literatura hiperrealista de una brillantez
jamás igualada en la historia de la acción armada en el
continente europeo. Para la Angry Brigade, la vida
misma era “tan aburrida que no hay nada que hacer
aparte de gastar todo nuestros salarios en una falda o
una camisa” (19), mientras King Mob los antecedía en
una guerrilla de la comunicación a medio camino
entre el grupo violento organizado y el antiarte recu-
perador de cierta práctica que arrancaba en los años
veinte.

“El Londres del 67 era una ciudad de colores. Sentías


que la contracultura estaba muy viva. En cierto modo
había un mayor interés por la revolución social y cultural
del que había en Nueva York o Los Ángeles (…). Sentías
que algo estaba cambiando de modo dramático”
Joe Boyd, cofundador en 1967 de UFO, local y lugar de
encuentro de la cultura hippie y freak londinense

Su invocación a Jack el Destripador en el pri-


mer número de abril de 1968 perteneciente a su bole-
tín King Mob Echo, ya se encontraba en la inclusión de
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una cita firmada por Jack the Ripper en el panfleto


Into de Streets de los Motherfuckers. Igualmente, sus
textos y flyers, con frecuencia recogieron menciones
a despiadados asesinos de menores, como la célebre
adolescente Mary Bell que había acabado con la vida
de varios niños, tal y como ya hemos adelantado. Sin
duda alguna, esta idea de la agitación por medio de
figuras odiadas, como los asesinos en serie, provocó
un tremendo efecto entre la población inglesa, inca-
paz de comprender el sentido de toda aquella escan-
dalosa diatriba. Estaban siendo víctimas de su provo-
cación, algo que casi diez años después explotaron los
Sex Pistols y su llamada a la anarquía y el anticristo, lo
cual derruía los cimientos de los valores ingleses aún
casi victorianos. Aquellos terribles asesinos, que eran
presentados por la prensa y los medios de comunica-
ción como los modernos monstruos, explotaban en
las manos de los ingleses, incapaces de tratar aquella
provocadora reivindicación.
La IS estudió la violencia de la delincuencia y
el lumpen desorganizado tratando de entenderla
desde una óptica de subversión (20). En los textos de
la sección inglesa, no obstante, resultó evidente una
precipitada ingenuidad en el análisis de determinados
estallidos de revuelta juvenil, como el provocado por
la primera cultura mod y su adscripción a una cultura
proletaria y callejera, y lo mismo sucedió con los roc-
kers.
No obstante, no olvidemos que ésta afirma-
ción es absolutamente sencilla realizarla hoy en día y
con la perspectiva suficiente. Pero en la segunda
mitad de los años sesenta las cosas no estaban tan cla-
ras. Además, hemos de precisar que el Reino Unido
fue de los pocos lugares en que bandas como los Hell
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

Angels se mantuvieron adscritos a la contracultura


izquierdista del momento (21).
Aún así, el situacionista y radical romántico
Raoul Vaneigem, fue consciente de la necesidad de
“llevar la violencia al plano de las ideas”. La esperan-
za que la IS depositó en determinados momentos de
explosión social o racial fue notable. La idea defendi-
da por los comuneros parisienses, luego por el surre-
alismo y posteriormente por los situacionistas acerca
de la belleza del acto violento y liberador y su sentido
de fiesta (recordemos que para la IS la Comuna de
París fue la mayor fiesta del siglo XIX), encontró su
ratificación en la praxis de este tipo de acontecimien-
tos, sobre todo en los acaecidos durante los calientes
veranos de los sesenta en los Estados Unidos, hechos
éstos sobre los que la revista de la IS o la inglesa
Heatwave se centraron en no pocas ocasiones.
Precisamente, los primeros textos que llegaron a las
manos de los futuros miembros de King Mob y que
son traducidos al inglés fueron los de Vaneigem. En
uno de éstos, Banalidades de Base, afirmaba que “cono-
cemos el campo de batalla”, concretando la fuerza
situacionista como aquella que exige “el poder de la
vida cotidiana contra el poder jerarquizado. Lo que
queremos es todo. Nos situamos en el conflicto gene-
ralizado que va desde la disputa doméstica a la guerra
revolucionaria y nos posicionamos en el campo de la
voluntad de vivir. Esto significa que tenemos que
sobrevivir como anti-supervivientes”. Cuestiones
constantemente tratadas por el Vaneigem de entonces
como el mito, la religión o la supervivencia (en este
texto también afirma que “mientras sobreviva el
poder, que cada cual se busque la vida” para luego
defender la vigencia de la violencia revolucionaria y la
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huelga salvaje como métodos para escapar de esa alie-


nación) fueron continuados por King Mob, aunque
fuese de una forma, con frecuencia, repetitiva y esca-
samente original.

“La vida en que el hombre se ha comprometido, si pone


en duda la naturaleza, es esencialmente negativa.
Va de conflicto en conflicto”
Georges Bataille

Las reuniones se sucedían entre los miem-


bros de la antigua sección inglesa de la IS y algunos
nuevos miembros. Estos encuentros se desarrollaron
durante los primeros meses de 1968 en distintos apar-
tamentos y pubs de Londres cuando poco antes había
dejado de existir una sección inglesa de la IS. A pesar
de este hecho, la finalidad de estas informales tertulias
no era en modo alguno la futura creación de algún
tipo de estructura formal, es decir, de una organiza-
ción al uso. Aún así, se estaban sentando las bases
para que de facto se fuera ya hacia un grupo de afini-
dad bastante cohesionado y cuyos pilares fundamen-
tales eran la crítica hacia toda la extrema izquierda, la
admiración por la tradición de las vanguardias artísti-
cas (sobre todo el primer surrealismo y los dadaístas
alemanes), su negación del arte y la cultura burguesas
y la continuación del trabajo emprendido por los
situacionistas ingleses. En estos encuentros, se defen-
dieron experiencias militantes como la del anarquis-
mo español durante la revolución española, la rabia
iracunda contenida en los textos de Lautrémont o el
gesto de los insurrectos en la revolución francesa de

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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

1848 cuando decidieron colocar distintas obras de


arte al frente de las barricadas a fin de tener algún tipo
de protección adicional frente a las balas del enemigo.
De este modo, la destrucción de la resistencia tam-
bién implicaba la destrucción automática de las obras
de arte. Aquél gesto valía su peso en oro y ejemplifi-
caba la función que para King Mob iba a tener el arte.
La mayoría de los miembros del grupo pertenecían a
una clase media que había podido concluir sus estu-
dios universitarios. En modo alguno podían ser con-
siderados el prototipo de lumpen politizado, ni
mucho menos. No obstante, también existieron quie-
nes provenían directamente de la clase obrera propia-
mente dicha.
En este sentido, fue evidente la gran influen-
cia que ejerció en el grupo la trayectoria y personali-
dad de alguien como Chris Gray. Ello fue así tanto
por la posición de éste como amigo personal de Guy
Debord y del círculo situacionista francés, como por
el hecho de ser un célebre profesor universitario con
amplios conocimientos en filosofía y arte. Esto fue
posible, en gran medida, cuando Gray trasladó su
residencia hasta el prolífico y caliente barrio de
Notting Hill (“Notting Hill ahora es Notting Hell”,
dirá King Mob), el equivalente londinense al East
Village neoyorkino y futuro centro de operaciones del
grupo. El mismo gesto estaba siendo realizado por
decenas de jóvenes inquietos, como alguno de los
futuros miembros de la Angry Brigade, que acudían al
barrio. El lugar, entonces, era un sitio accesible para
jóvenes con escasas rentas y, poco a poco, en sus lími-
tes se fueron concentrando numerosas personas con
afinidad en la creación artística y el activismo político.
Al mismo tiempo, numerosas casas permanecían
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vacías y abandonadas, lo cual alentó a las progresivas


ocupaciones de casas y al surgimiento de los squat-
ters.
Inicialmente, el contacto de Gray con los
situacionistas se había producido tras la traducción
por parte de éste del texto de Raoul Vaneigem Totally
for Kids (en realidad se trataba del texto Banalidades de
Base del mismo autor y que ya hemos comentado), el
cual llegó también a manos de los futuros miembros
de King Mob.
El nombre de King Mob, extraído de las
famosas revueltas de Gordon en 1781, es traducible
como “Rey de la muchedumbre” o “Rey de la turba”.
Cuando las prisiones fueron asaltadas y sus presos
liberados pudo verse pintada la frase que afirmaba
haber sido puestos en libertad por cortesía de “su
majestad el Rey de la Turba” escrita sobre las paredes
de la prisión de Newgate. Tiempo antes, las tensiones
desatadas por la opresión de los terratenientes católi-
cos sobre la población devinieron en saqueos genera-
lizados y la destrucción de los Juzgados. De hecho, se
considera que la violenta acción por parte del encole-
rizado gentío fue el anticipo de los sucesos propios de
la Revolución Francesa.
No obstante, el inicial conocimiento de los
futuros mobbers sobre este hecho histórico se produjo
casi de una forma casual. En efecto, no habían con-
sultado ningún grueso libro acerca de la historia ingle-
sa, sino que el popular periódico Smiths decidió editar
una serie de fascículos sobre distintos acontecimien-
tos acaecidos en el Reino Unido. Uno de estos fueron
las citadas revueltas de Gordon de 1781. Junto al
texto se incluían numerosos dibujos y litografías.
Aquello era tan seductor como para dejarlo pasar sin
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

más, porque todos ellos, de un modo u otro, soñaban


con provocar un disturbio similar. La imagen de cien-
tos de antorchas encendidas en mitad de la noche y de
una población sembrando el terror entre los católicos
y las clases pudientes londinenses sirvió para estimu-
lar aquella idea. King Mob nació, por lo tanto, de una
fastuosa y violenta emulación.
En otoño de 1967, cuando el frío empezaba
a hacer su aparición sobre la ciudad, comenzaron a
aparecer extrañas y salvajes pintadas por todo
Londres. Eran los preparativos para la aparición de la
revista King Mob Echo pero, al mismo tiempo, también
significaron la salida a la superficie del grupo.
Y, justo en medio de este acontecimiento, se
desplegó la represión por parte de las autoridades
inglesas contra el ambiente contestatario y los secto-
res más activos y críticos del rock and roll. La casa de
Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, fue
registrada y varios miembros de la banda acusados de
posesión de drogas. También, algunos pubs sufrieron
redadas en busca de material obsceno y subversivo, y
dos referentes en el ambiente radical inglés, como el
periódico International Times y la librería Indica
Bookshop, fueron minuciosamente registrados por
orden judicial. Duros controles policiales se llevaron
a cabo en las zonas fronterizas hacia hippies y rocke-
ros. Mientras, Mick Farren, de la banda Deviants e
International Times, tomando como base una letra de
The Beatles -aquella banda que se ganaba poco a
poco la simpatía de los mayores, mientras los Stones
eran repudiados y acusados de servir a algo oscuro y
demoniaco-, cantaba “Incendiemos el supermerca-
do”.

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Los primeros adhesivos producidos por


King Mob fueron toscas pegatinas que aludían al
rechazo del trabajo. Con este gesto se situaban en la
idea situacionista de “no trabajar nunca” negadora del
mismo sindicalismo, del marxismo típicamente obre-
rista y del sector anarcosindicalista. Esta pequeña
campaña, en concreto, partía de la oposición del
grupo a la propaganda del Partido Laborista de
Inglaterra que entonces estaba llevando a cabo entre
los obreros con el fin de incitarles a producir y traba-
jar más duramente por el bien del país. Como ya
hemos señalado, los eslóganes eran del tipo
letrista/situacionista en la idea debordiana y postmar-
xista de “no trabajar nunca” que fuera pintada por las
calles de París. Este tipo de ideas surgieron de Donald
Nicholson-Smith, quien diseñaba los adhesivos, aun-
que eran otros quienes los colocaban.
La idea estética de King Mob Echo fue la de
imitar la apariencia externa del típico diario británico,
como Daily Echo. Esta idea situacionista de desviar
una imagen popular con un fin de subversión
(détournement) fue posteriormente imitada por la
estética punk propia del diseñador Jamie Reid, quien
militará en un colectivo de inspiración prositu y anár-
quico llamado Suburban Press. Aquella idea fue tam-
bién recogida por el magazine Vague de Tom Vague
(que imitaba claramente en su cubierta la tipografía y
la estética de una revista de moda y tendencias, y que
contó con la colaboración del propio Reid), así como
por otros personajes, como el futuro miembro de la
Angry Brigade, John Barker, con su boletín Pink-Un,
una hoja informativa que imitaba a una conocida
gaceta de deportes.

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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

“Una nueva ideología estudiantil se extiende por el


mundo; se trata de una versión deshidratada del joven
Marx llamada “situacionismo”. Alguno de sus adheridos
han pasado la semana de sit-in en la London School of
Economics para reproducir trabajosamente, puesto que
no había papel ni medios de impresión, un manifiesto
situacionista. Ese fue el único producto intelectual del
asunto. Con un sectarismo austero los situacionistas
encuentran entre los estudiantes una vocación contestata-
ria en el seno del capitalismo superdesarrollado. Allí
donde su razonamiento es más consecuente afirman que
la revolución proletaria será una fiesta o no será nada”
Daily Telegraph, abril de 1968

Las acciones de King Mob fueron el resulta-


do de escasas reuniones e, incluso, alguna de estas se
acordó con escasos días previos a su realización. Por
supuesto, King Mob estaba imbuido ya a pleno pul-
món en el estilo motherfucker de ser “una banda calle-
jera con análisis”, un grupo de afinidad, una suma de
individuos movidos por estrechos lazos de confianza
que realizaban determinadas acciones mediante
acuerdos mutuos libremente adoptados. La policía
nunca fue informada de sus acciones y en el grupo no
existió ningún tipo de infiltración policial. La única
publicidad se transmitía a un escueto grupo de segui-
dores con el fin de que, si lo deseaban, se sumasen a
la acción. Estas convocatorias se realizaron de boca
en boca. Tan sólo la acción en Selfridges, en la que un
miembro del grupo se disfrazó de Santa Claus y
repartió juguetes a los niños a la vez que distribuía un
espantoso comunicado, fue difundida previamente
mediante flyers y carteles, aunque en éstos no apare-
cía el día o la fecha de su realización. Ni tan siquiera
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sus flyers y panfletos fueron distribuidos en las distin-


tas librerías izquierdistas de Londres. En este sentido,
resulta paradigmático que King Mob creciera y adqui-
riera fama a costa de una ingente y deliberada antipu-
blicidad.
Una de sus más sonadas acciones fue la rea-
lizada en los parques de Powis Square en abril de
1968. La acción fue anunciada siguiendo precisamen-
te este método de antipublicidad. Numerosos vecinos
habían protestado ante la falta de espacios de recreo
para los niños del barrio y para todos los habitantes
en general. La reivindicación había llegado hasta los
representantes políticos y a distintas asociaciones de
vecinos. Aún así, no se percibía ningún progreso.
King Mob decidió tomar por la fuerza el parque, el
cual se encontraba vallado y bajo una escasa vigilan-
cia policial. Ni tan siquiera fueron convocados a la
acción los grupos izquierdistas locales, salvo el grupo
Solidarity (22), única organización londinense con
contactos directos con los miembros de King Mob.
De este modo, una tarde de sábado, en abril
de 1968, mientras decenas de paseantes caminaban
por Portobello, King Mob tomó por la fuerza Powis
Square. La sucesión de hechos de aquella sonora
acción fue tan escandalosa como ejemplificadora del
tipo de organización y forma de actuar de King Mob.
Un grupo de entró en un pub de la zona, mientras
uno de ellos accedía a los servicios del local para ves-
tirse con un espectacular traje de gorila. En las afue-
ras del abarrotado pub una veintena de mobbers y sim-
patizantes esperaban la salida del gorila. Golpeándose
el pecho y gritando, la extraña figura de aquel animal
irrumpió fuera del servicio de caballeros. Los clientes
no daban crédito a lo que estaban viendo. Algunos
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

paseantes, atendiendo a los gritos de King Mob que


pedían unidad a los vecinos y que se sumasen a la pro-
testa, se unieron a la marcha que ya avanzaba furiosa
en dirección a Powis Square. Para completar aquella
imagen, un caballo de circo acompañaba la protesta.
Tras unos minutos en los que intentaron derribar las
altas rejas metálicas hicieron su aparición varios
coches de policía, iniciándose carreras y empujones
que acabaron con varios detenidos, entre los que esta-
ban el gorila y el caballo.
El proceso judicial seguido varios días des-
pués contra los detenidos, lejos de detener al grupo,
sirvió como una estupenda publicidad/antipublicidad
y generó una importante campaña de apoyo a los pro-
cesados. Lo irrisorio de aquel espectáculo, en el que
un gorila y un caballo de circo habían sido detenidos,
produjo el efecto contrario. El mismo sistema judicial
no era capaz de servir de escarnio para King Mob.
Tras la acción, otras se sucedieron en las
semanas siguientes hasta que finalmente se pudo
derribar por completo la valla que rodeaba el recinto
y los vecinos de la zona inundaron el lugar en compa-
ñía de sus niños. En torno a la protesta, las tradicio-
nales organizaciones izquierdistas y sindicales se man-
tuvieron en unos primeros momentos distantes,
cuando no censuraron abiertamente la acción directa
de King Mob. No obstante, una vez que el jardín fue
“liberado” pretendieron hacer suya esa victoria.
En torno a marzo y los meses siguientes,
numerosos coches de lujo de la rica zona de Oxford
Street fueron atacados por miembros de King Mob.
Tales ataques eran mostrados por la prensa oficial
como actos vandálicos sin que el nombre de King
Mob apareciera por ningún lado. El hecho de que
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nadie fuera detenido les animó a atacar, posterior-


mente, las costosas cristaleras del hotel de lujo Hilton,
en Hyde Park.

“Hasta ahora, sobrevivir nos ha impedido vivir. Por ello


hay que esperar mucho de la imposibilidad de sobrevivir
que se anuncia desde ahora con una evidencia tanto
menos contestable por cuanto que el confort y la supera-
bundancia en los elementos de la supervivencia nos llevan
al suicidio o a la revolución”
Raoul Vaneigem, Banalidades de Base

Poco tiempo después, durante el mes de


junio, en medio de una gran ingestión de whiskey,
llegó hasta las manos de algunos miembros de King
Mob una octavilla en la que se anunciaba un acto de
arte contemporáneo sobre un artista español cerca de
la salida del metro de Notting Hill, a escasa distancia
de donde se encontraban. Totalmente ebrios, varios
miembros de King Mob irrumpieron en el acto bajo
el propósito de criticar aquel evento por su compla-
cencia con la dictadura franquista. Para King Mob no
se podía celebrar ningún acto en donde se mostrase
arte español mientras decenas de artistas críticos con
el régimen franquista habían tenido que huir del país
para evitar su detención. Los incidentes subieron de
tono cuando el acto quedó abruptamente interrumpi-
do por los gritos de los saboteadores. Tomando el
escenario en donde varios actores realizaban una
interpretación artística, un miembro del grupo
comenzó a defender la destrucción de la separación
entre arte y vida, según la tradición de dadaístas,
surrealistas y situacionistas. Los actores respondieron
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

que ellos estaban de acuerdo con el mayo francés


(entonces en sus últimos coletazos), lo cual fue res-
pondido por los mobbers diciendo que los artistas, en
realidad, lo que estaban haciendo era prepararse para
“enlatar esa muerte y hacer el papel de suplente que
refuerza la separación entre el arte y la vida misma”.
Otras cosas estaban pasando durante esos
convulsos meses. Tras el final de la ocupación de la
LSE, otro centro de estudios de reconocido prestigio
académico, la University of London Union, fue toma-
do por los estudiantes que colgaron a la entrada un
cartel que rezaba lo siguiente:

PROHIBIDO PROHIBIR. TODO ESTÁ PERMITIDO.


FIRMADO: EL COMITÉ DE SEGURIDAD

y en donde King Mob se involucró, así como el pro-


pio Malcom McLaren. La actitud de los estudiantes,
dada la fama violenta del grupo, era reacia a seguir sus
consejos que, entre otros, pasaban por destruir física-
mente el centro de estudios. Las ideas lanzadas por
King Mob tan sólo fueron respaldadas por dos jóve-
nes estudiantes de arte que resultaron ser McLaren y
un estudiante prositu llamado Fred Vermorel.
El encuentro de McLaren y King Mob se
produjo, por vez primera, cuando éste se los encon-
tró en un bar. La imagen tímida y amable de McLaren
hizo sospechar al grupo que pudiera tratarse de un
policía de paisano. Pronto, McLaren y el resto del
grupo se hicieron amigos. Todos compartían el des-
precio por el arte oficial, la burocracia y la admiración
por el romanticismo inglés y los situacionistas france-
ses. Tras el encuentro, decidieron elegir la cadena de
locales Wimpy, en Harrow Road, como un símbolo
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del consumismo y acordaron que, a partir de enton-


ces, romperían sus vidrieras cada semana. Los ataques
fueron reflejados regularmente en el periódico de
Notting Hill como un gesto de violencia gratuita obra
de incontrolados y vándalos (igual que los ataques a
coches y hoteles), no llegando a detener nunca a los
responsables.

“King Mob estaba mucho más interesado en la revuelta


pop angloamericana que en la teoría francesa (…). Ellos
consideraron a los hooligans del fútbol la vanguardia de la
clase trabajadora británica. King Mob fechitizó tanto la
violencia revolucionaria como la cultura pop”
Jon Savage, Englands Dreaming

Muchas cosas estaban sucediendo en el inte-


rior del movimiento contra la guerra inglés, el cual
aglutinaba a la nueva izquierda. De su carácter radical-
mente pacifista, que había nacido en torno a las acti-
vidades contra la carrera nuclear, un nuevo tipo de
activista tomaba el relevo. Tanto la universidad como
la calle se encontraban en ebullición y el discurso se
volvió más duro, radical y militante. El May Day
Manifesto, publicado con motivo del 1º de Mayo de
1967, había constituido una auténtica declaración de
principios de esa nueva perspectiva que suponía una
total ruptura con el laborismo y la izquierda tradicio-
nal. El objetivo del movimiento -según el manifiesto-
era poner “fin a la política de consenso de la izquier-
da, trazando una línea divisoria lo suficientemente
clara en relación con la situación actual y no en rela-
ción con lo que se piensa conveniente para las elec-
ciones”. Con ello se rompía definitivamente con los
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

viejos partidos izquierdistas y los jóvenes pasaban a


ser la cabeza visible de la revuelta, empleando como
táctica principal la acción directa, a veces de carácter
violenta. King Mob, a pesar de su radical crítica a la
figura del estudiante y al pacifista, no era ajeno a este
debate e integraba el ala más radical e informal de
todo el espectro de grupos, grupúsculos y organiza-
ciones londinenses. De hecho, su rastro lo podemos
seguir tímidamente en aquellos documentos existen-
tes hoy en día en donde se alude a los “grupos anar-
quistas” del Londres de entonces.
Esta potenciación de la acción directa, los
choques con la policía británica y las ocupaciones vio-
lentas de universidades que se desarrollaban en el
Reino Unido, eran percibidos por Gobierno y parti-
dos políticos como un claro desafío al establishment
y, sobre todo, como una negación de su propio deve-
nir. Era una drástica vuelta de tuerca a la tradicional
(y ya entonces cansina) forma de enfocar la lucha por
un mundo nuevo. En general, a todos sorprendía la
proporción inmensa que estaba adoptando la acción
directa “para una enorme variedad de causas, por
parte de una enorme variedad de sectores sociales, a
muchos de los cuales espantaría pensar que sus cam-
pañas tienen algo que ver con viejos agitadores” (23).
King Mob participó activamente en las dis-
tintas protestas contra la guerra. Es entonces cuando
comenzaron a organizarse regularmente en Londres
distintas marchas contra la guerra de Vietnam, como
la masiva manifestación del 18 de marzo de 1968. Los
actos eran convocados por una coordinadora de gru-
pos trostkistas y socialistas bajo el nombre de la
Vietnam Solidarity Campaign. La diferencia funda-
mental de esas marchas con respecto a las que se
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habían desarrollado en el pasado era que, mayoritaria-


mente, estaban integradas por jóvenes y que estos, a
su vez, veían su participación como una manera de
oponerse al mismo capitalismo bajo el pretexto del
rechazo a la guerra de Vietnam (24). Unas diez mil
personas corearon en medio de Oxford Street consig-
nas contra la guerra y en apoyo de una revolución
socialista, desplazándose hasta Grovesnor Square,
momento en el que se produjeron fuertes enfrenta-
mientos con las fuerzas del orden que se mostraron
incapaces de frenar a los manifestantes.

“Era completamente hipócrita protestar contra la violen-


cia en nuestra propia casa mientras se la justificaba en
Vietnam; nosotros no éramos pacifistas y si la policía
hubiera llegado a atacarnos nos habríamos defendido.
Nuestra violencia era defensiva: una respuesta a la violen-
cia represiva de la maquinaria del Estado. Además, tam-
poco aceptábamos que se nos dijese cómo debíamos
manifestarnos (…) La fase sentimental estaba ya
definitivamente superada”
Tariq-Alí, The Extra-parliamentary opposition, 1970

A los gritos marxistas-leninistas de “Ho, Ho,


Ho Chi Minh!”, los mobbers -ridiculizando a los estu-
diantes provietnamitas- respondieron con “Hot cho-
colate, drinking chocolate”, marchando junto a jóve-
nes skinheads (25) que increpaban al resto de la mani-
festación por su condición de estudiantado.
Durante estas protestas, grupos de maoístas
se unieron al bloque representado por distintos gru-
pos como King Mob, a quienes habían conocido por
la acción contra Powis Square. Su postura no era la de
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

los pacifistas que se agrupaban tras la pancarta con el


lema de “paz en Vietnam”, ni tampoco entre aquellos
comunistas que gritaban “Victoria al Vietcong”.
Tanto el pacifismo como el estalinismo de corte viet-
namita no eran salidas viables para el conflicto. En
efecto, la posición de King Mob era la de provocar a
la totalidad de la izquierda y de las filas anarquistas
con su discurso antiestructura, antiburocracia y anti-
capitalista y que, en última instancia, pretendía una
revuelta a escala nacional en Estados Unidos y Reino
Unido. Estaban, en realidad, reforzando la idea de
Tariq-Alí, según la cual “la fase sentimental estaba ya
definitivamente superada”. Tan sólo Solidarity -el cual
se mostraba crítico con los provietnamitas y los gru-
pos de la no violencia, pronunciándose por una revo-
lución mundial de los trabajadores contra el imperia-
lismo- logró la simpatía del grupo y durante las fre-
cuentes manifestaciones, surgieron alianzas entre
ambos. De hecho, un miembro de King Mob había
pintado frente a la Embajada de Estados Unidos una
frase que decía: “17 de marzo, empieza la guerra en
Inglaterra”. Éste fue el momento de las masivas pin-
tadas en todo Londres en las que se mezclaba el pasa-
do romántico inglés con la negación nihilista en fra-
ses como

DIOS ESTÁ MUERTO / EL ARTE ESTÁ MUERTO

así como otras que se inspiraban en la beatlemania


pero otorgándoles, esta vez, un significado negativo
(“All you need is dynamite” en vez de la popular can-
ción de Beatles “All you need is love”) o contra la
pasividad generalizada (“Los jardines de la alinea-
ción” en el Holland Park).
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En 1969 un hecho escandaloso sucedió en el


famoso carnaval que anualmente se celebraba en
Notting Hill. King Mob alquiló un camión para parti-
cipar en el evento. Aquello resultaba tremendamente
sencillo, ya que cualquiera que lo quisiera podía parti-
cipar en el popular pasacalles. De hecho, el carnaval
era organizado prácticamente por los vecinos del
barrio. Una chica Miss Notting Hill 1969 presidía el
vehículo de King Mob mostrando una enorme jerin-
guilla atada al brazo y llena de pintura roja que simu-
laba ser sangre. Los espectadores no sabían cómo
reaccionar ante aquello y el camión siguió su trayecto
sin que nadie lo detuviera.

“El poder vive de la ocultación. No crea nada, recupera.


Si creara el sentido de las palabras no habría poesía, sino
únicamente ´información´ útil. Nunca nadie podría opo-
nerse al lenguaje y todo rechazo le sería exterior, pura-
mente letrista. ¿Y qué es la poesía, sino el momento revo-
lucionario del lenguaje, inseparable como tal de los
momentos revolucionarios de la historia y la vida perso-
nal? El embargo del poder sobre el lenguaje es asimilable
a su embargo sobre la totalidad”
IS #8

La posibilidad de que los mobbers hubieran


tenido contacto directo con las publicaciones de la IS
debe ser matizada. En primer lugar, porque práctica-
mente tan sólo Chris Gray sabía francés y eran pocos
los textos que entonces habían sido traducidos al
inglés, entre los que cabía destacar algunos de Raoul
Vaneigem (como Totally for the Kids) y traducidos por
Gray. La importancia de este hecho fue fundamental,
ya que la idea del nihilismo activo como acto revolu-
cionario defendida por King Mob partía directamen-
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

te de Vaneigem, quién desarrolló esa misma idea de


una forma idéntica en su texto Tratado del Saber Vivir
para Uso de las Jóvenes Generaciones.
Como ya hemos adelantado, la IS veía la
revuelta de Los Ángeles como la manifestación del
principio de “a cada cual según sus falsas necesida-
des”. Los negros americanos estaban negando el sis-
tema en base a un radical rechazo de la mercancía. A
mediados de 1966 llegaron desde París varios artícu-
los de la IS, como el que analizaba la revuelta de Watts
titulado Declive y Caída de la Economía Espectacular-mer-
cantil que valoraba la revuelta de los negros en Watts
como “una revuelta contra la mercancía, contra el
mundo de la mercancía y del trabajador-consumidor
jerárquicamente sometido a los valores de la mercan-
cía” (26). Este hecho resultó muy importante para
King Mob, puesto que prácticamente lo que hicieron
desde entonces fue ratificar cada una de las tesis man-
tenidas por los situacionistas. Para el grupo inglés, las
bandas juveniles violentas eran grupos adelantados de
subcultura urbana que por medio de los saqueos y la
revuelta mostraban los deseos y afirmaciones perso-
nales, concluyendo que por medio de la destrucción
se “afirmaba la superioridad humana sobre las mer-
cancías”.
En esta misma línea se situaron frecuentes
textos y octavillas distribuidas por el grupo en las que
se defendió esa peculiar manera de entender el nihilis-
mo. Este tipo de opción política se situaba a la altura
de la política de tierra quemada que King Mob aplicó
a las ideologías. La idea de un permanente celo con-
tra todas ideologías partía del intento de superación
de éstas, algo que ya había sido afirmado por los
Motherfuckers en su boletín #8 de octubre/noviem-
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bre de 1967, al que tuvo acceso King Mob, y que


mantenía que “los -ismos son ellos mismos el proble-
ma”. Aún así, existen distintas referencias a los neo-
marxistas, el psicoanálisis y las vanguardias, algo pro-
pio de la época. Su forma de entender el nihilismo
suponía una conexión entre Nietzsche y Vaneigem.
Para Nietzsche, el nihilismo suponía que “los supre-
mos valores se devalúan. Falta el fin, falta la respues-
ta a la pregunta ¿para qué? El nihilismo radical es el
convencimiento de la absoluta inconsistencia de la
existencia cuando se trata de los supremos valores
establecidos”. En el caso de Vaneigem, quien afirma-
ba la imperiosa necesidad de “invertir la perspectiva”
puesto que, en caso de no hacerlo, “la perspectiva del
poder acabará por encaminarnos definitivamente
contra nosotros mismos”, el nihilismo activo era per-
tinente, era su necesidad. En otras palabras, ese inver-
tir la perspectiva suponía considerar el mundo no desde
la autoridad (familiar, patronal, etc.) sino desde otro
punto de vista: el de la revolución como un juego que
debe ser jugado “hasta el fin”. El nihilista (activo), al
estilo desempeñado por King Mob, según Vaneigem,
surgía “cuando el hombre del resentimiento toma
conciencia de la irrecuperable bancarrota de la super-
vivencia (…) De este punto muerto parten las dos
vías del nihilismo, las que llamaremos nihilismo acti-
vo y nihilismo pasivo”. Despojado el ser humano de
cualquier esperanza y también de cualquier reconcilia-
ción, su único paso posible era hacia delante, justo en
la dirección de la violenta y dramática destrucción de
este mundo, su mundo.
De este modo, el adjetivo de “activo” al nihi-
lismo de King Mob no fue algo gratuito o capricho-
so, sino que arrancaba de los mismos filósofos de la
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

negación. Se trataba de un ataque sin rehenes contra


los valores establecidos, contra la totalidad de estos,
sin distinción alguna. No obstante, este nihilismo
radical implicaba el hecho de un nuevo comienzo:
destruir para crear.
Y esa destrucción alcanzaba todas las esferas
de la vida, incluido el rock and roll, sobre el cual King
Mob había repartido un flyer que rezaba: “Músicos,
destrozad vuestros instrumentos”. Aún así, y tal y
como hemos adelantado, el grupo no estaba especial-
mente interesado en defender la subversión pop y el
rock and roll como vehículo revolucionario, como lo
hubiera hecho Charles Radcliffe poco tiempo antes
en su revista Heatwave. Era el acto de la destrucción
violenta de la guitarra de Pete Townshed de la banda
The Who el gesto que lo encerraba todo. En esa
misma línea, el cantante de la popular banda había
manifestado durante una entrevista concedida a la
prensa musical inglesa que “el rock puede hacerlo
todo, es el último vehículo que nos queda para decir
cualquier cosa, para destrozar cualquier cosa, para
construir cualquier cosa, para matar y para crear”
(27). Era, en definitiva, el nihilismo activo proclama-
do por King Mob lo que se invocaba en ese “matar
para crear”.

“Supongo que la gente esperaba ver a cuatro chavales más


o menos modositos con la típica imagen de un chico
inglés, trajeados y con los buenos modales de un futuro
gentleman, pero se encontró con nosotros. Destrozamos
todo lo que nos fue posible ante sus propias narices
provocándoles incesantemente”
Roger Daltrey, cantante de The Who,
acerca de su gira americana.

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La influencia directa de la sección inglesa de


la IS y la tradición oral del contacto con el grupo de
París, en concreto con Guy Debord, ejerció una inne-
gable influencia sobre la totalidad de los King Mob.
Pero las corrientes eléctricas y las sinergias produci-
das a lo largo y ancho del mundo anglosajón también
se dirigieron hacia las acciones y el ideario de otro
grupo decisivo en la consolidación de King Mob, el
más importante para los mobbers sin duda alguna
(incluso más que los situacionistas franceses) y del
cual ya hemos hablado. El grupo era Black Mask y su
posterior conversión en banda callejera y guerrilla
urbana, Up Against the Wall, Motherfuckers!
(comúnmente conocidos como Motherfuckers). A
través de distintas librerías de prensa alternativa exis-
tentes entonces en Londres era posible adquirir mate-
rial del tipo del periódico contracultural y anárquico
Rat. En dicho periódico, se publicaron regularmente
textos y comunicados firmados por Motherfuckers,
así como era un gran escaparate para la protesta con-
tracultural que se estaba desarrollando en ciudades
como Nueva York, San Francisco o Los Ángeles. En
Rat, los textos del anarquista Murray Bookchin habí-
an sido publicados, difundiendo su idea de los grupos
de afinidad que habían hecho de éste el principal refe-
rente ideológico para los Motherfuckers.
La estructura extremadamente informal de
King Mob respondía a una necesidad, pero nunca a
una falta de tradición. El hecho de que alguno de sus
miembros más notorios hubiera ya conocido la fuer-
te disciplina situacionista y el trabajo de coherencia
absoluta que se exigía, plantea como un error consi-
derar que su razón residiera en el desconocimiento de
otras formas de organización. Aún así, King Mob fue
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

consciente, en cierta medida, del hecho de que “las


masas obedecen porque carecen de organización
colectiva para hacer lo contrario, porque están incrus-
tadas en organizaciones de poder colectivo y distribu-
tivo controladas por otros” (Michael Mann), pero en
absoluto pretendieron agrupar a esas mismas masas
en un programa político cerrado. Era, ante todo, una
realización en la praxis, único terreno posible, de que
el deseo y el placer carecían de límites, algo que los
acercó a la defensa del anonimato defendida por
buena parte de los surrealistas.
En efecto, su perpetuo anonimato en sus
acciones bajo la idea de ser un grupo de afinidad, en
cambio, otorga un elemento de mejor comprensión
acerca del interiorismo de King Mob. Este elemento
no es otro que la ausencia de intención alguna a la
hora de capitalizar el debate en el seno del movimien-
to underground inglés. No existían personificaciones
de ese poder que el grupo realmente tuvo pero, en
cambio, sí fue perceptible un intento por disolverse
en la historia y de hacerse a un lado cuando el movi-
miento incrementó los golpes hacia una dirección
más drástica con la aparición de las bombas de la
Angry Brigade. La historia, de una manera increíble-
mente veloz, los rebasó.

El fascismo y la opresión
serán destruidos
Embajadas (Embajada Española ametrallada el jueves)
Altos cerdos
Espectáculo
Jueces
Propiedad

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Comunicado #1
The Angry Brigade

Pero la aventura de King Mob aún no había


escrito su epitafio. En estos momentos, el clima de
ocupaciones en las universidades de Francia se trasla-
dó hasta el Reino Unido. Una protesta en la
Universidad de Arte de Hornsey concentró las mira-
das y energías de King Mob. Las ocupaciones y sen-
tadas de los estudiantes de arte “representaban el
rechazo a las galerías chic, los niños prodigio y la con-
cepción del arte como un producto de consumo”, por
lo que su discurso se situaba más allá de las estructu-
ras de enseñanza: era una crítica más amplia y global,
casi vital. Durante una asamblea de estudiantes que
debatían sobre qué hacer con el recinto universitario,
centenares de panfletos fueron arrojados entre los
estudiantes, los cuales estaban expresando -con sus
decididas acciones- que sentían “la necesidad de res-
ponder y de expresar nuestras opiniones en voz alta”
(28). En medio de este panorama, la posición de King
Mob fue la de incitar a la toma violenta de la univer-
sidad con el objetivo de destruirla físicamente.
Además, y teniendo en cuenta que se trataba de estu-
diantes de arte y que el artista Andy Warhol había
intentado ser asesinado hacía poco tiempo, se lanza-
ron octavillas en donde se reproducía el comunicado
de apoyo a la acción de su agresora, Valerie Solanas,
previamente distribuido por los Motherfuckers ame-
ricanos.
Pronto, las ocupaciones de escuelas de Bellas
Artes se multiplicaron por todo el territorio británico,
alcanzando a la universidad de Guilford. Con ocasión
de una gran manifestación de estudiantes de arte en el
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

centro de Londres, justo en la Plaza de Trafalgar, el


grupo hizo su aparición. Aprovechando la ocasión,
un miembro de King Mob pronunció un pequeño
discurso en donde se defendía la ocupación del
mismo Museo de Arte Contemporáneo de Londres
(ICA), algo que nunca sucedería por falta de apoyo
entre los estudiantes. Tan sólo varios jóvenes se diri-
gieron a los miembros de King Mob para mostrarles
su acuerdo con lo expresado, uno de ellos era Ian
Purdie, un joven de pequeña estatura que se converti-
ría en activista armado de la Angry Brigade un par de
años después. Desconocemos si Purdie, ya entonces,
se encontrase realizando acciones armadas, toda vez
que su primera detención se produjo en febrero de
1970 acusado de lanzar varios cócteles molotov con-
tra la Oficina del Ulster durante una campaña por los
derechos civiles en Irlanda.
Por supuesto, la reacción de los artistas con-
temporáneos con respecto a King Mob fue de abier-
to desprecio y rechazo. En algunos casos, su ira tuvo
una potencia inusitada. Esta actitud era lógica. El
grupo negaba, sobre todo, la idea de artista y de obra
de arte y, de una forma u otra, también negaba la con-
dición de artista y proclamaba la miserabilidad de
éste.
A mediados de 1969 las esperanzas que se
habían depositado en un movimiento y una genera-
ción llamada a destruir radicalmente la opresión a
escala internacional se disolvían. Y lo hacían no por
falta de impugnadores de ese mundo, sino por el
incuestionable hecho de que, progresivamente, se
perdió una capacidad de convocatoria extraordinaria.
Esta nueva situación, unida a la persecución
por parte de las autoridades británicas hacia la prensa
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underground y los activistas, supuso un nuevo punto


de vista y la emergencia de la acción armada. Sin gran-
des titulares y de la misma secreta forma en que King
Mob se presentó al mundo, el grupo se disolvió aun-
que sin desaparecer del todo. Sus protagonistas, en su
inmensa mayoría, continuaron comprometidos con la
lucha política y con la brillante crítica crítica que ya
hubieran explotado escandalosamente. Otros, en
cambio, alcanzaron fama como aquello que más
detestaron: como artistas. Pero para otros las cosas no
fueron tan fáciles.
Entre estos últimos estuvo Phil Meyler,
quien en torno a 1972 huyó a Portugal, desde donde
se implicaría en la revolución portuguesa que estalla
ría tan sólo dos años después. Para burlar a los servi-
cios secretos portugueses utilizó el nombre de Phil
Mailer (haciendo un guiño al escritor norteamericano
Norman Mailer). No obstante, fue sometido a even-
tuales interrogatorios policiales. Meyler, radicado en
Dublín, se había integrado en las filas del Ejército
Repúblicano Irlandés (IRA) y sus conocimientos
sobre táctica militar y manejo de armas fueron muy
útiles en el entrenamiento de sus nuevos amigos por-
tugueses.
Mientras tanto, otro exmobber, T.J Clark,
ascendía en la escena del arte oficial. Su prestigio
aumentó de la misma forma que muchos antiguos
miembros del grupo se reunían para contemplar el
desastre, la ruptura, la ausencia. Las fracturas alrede-
dor de la clase social -con una disparidad evidente
entre algunos miembros- y una retirada notable en la
fuerza del movimiento revolucionario, produjo pocos
lugares comunes. La intensidad de la amistad entre los
hermanos gemelos Wise, Dick Pountain (metido de
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

lleno en organizaciones comunistas) y el propio Phil


Meyer se hizo inquebrantable, pero la escasez de
medios económicos impedía y limitaba una teoriza-
ción pública de todo lo que, por supuesto, aún tenían
que decir. Una vez más, tan sólo el grupo Solidarity de
Londres, por medio de la inestimable ayuda de Chris
Pallis (aka Maurice Brinton), fueron los editores de
varios textos alrededor de ciertos fenómenos que
estaban acaeciendo. En concreto, se publicó el libro
Portugal: La Revolución Imposible. Tras ello, los herma-
nos Wise colaboraron en la publicación entre 1976 y
1977 de un panfleto acerca de las huelgas obreras de
Barcelona y el creciente movimiento autónomo.
En el caso de Dave Wise, con ocasión de las
navidades de 1982, recibió una invitación para encon-
trarse con Guy Debord por medio de su amigo
Michel Prigent (actual editor de la revista prositu
inglesa Principia Dialectica). Para el veterano situacio-
nista, Wise representaba el tipo de activista con el que
había compartido ciertas tesis, ideas y fuerzas en el
terremoto sesentayochista. Además, el interés de
Debord sobre los presos libertarios españoles era
compartido por Wise, quien había escrito un texto
sobre ello. No obstante, el propio Wise confesó que
“no acepté la invitación, porque para entonces no
compartía ese halo de espectacularidad de Debord,
sobre el que se decía que era el último genio. La ado-
ración hacia el héroe hacía que me sintiera incómo-
do”.
Es posible que la pacífica dualidad y hetero-
geneidad interna del grupo, entre aquellos vinculados
a la crítica al arte y aquellos otros más apegados a la
contracultura del momento, pudiera haberse despla-
zado a una ruptura sin el menor ruido. Lo que suce-
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dió luego en la vida de algunos mobbers así lo demues-


tra. Si algunos participaron en la cultura urbana más
hippie (squatters o casas okupadas), otros hicieron
despegar su carrera artística. Pareciera que aquello
que se había edificado tiempo antes se desvanecía
ahora y, con ello, el especial momento que vivía la
sociedad. No obstante, Inglaterra siguió en crisis con
sus jóvenes durante mucho tiempo y poco podía ima-
ginar que lo siguiente iban a ser las estruendosas
bombas de la Angry Brigade. El diálogo se había roto
o, cuanto menos, se había vuelto más drástico y mili-
tante. Lo poético y la retórica dieron paso al hiperre-
alismo armado aunque, en cierta medida, ambas fue-
sen formas de entender y poner en práctica un nuevo
romanticismo. Pero una época había ya acabado y esa
conciencia estaba en la cabeza de todos. La desapari-
ción de King Mob fue el reflejo de aquellas mutacio-
nes tan frenéticas en el tiempo. Su nunca pública des-
aparición coincidió con enormes cambios sociales y
con acontecimientos de repercusión internacional.
En esos momentos, el hombre pisaba la Luna por vez
primera, en Vietnam se producía la sangrienta matan-
za de My Lay, los Beatles alcanzaban el número uno
en las listas musicales del país con su disco Abbey Road
y se fundaba la Organización para la Liberación de
Palestina.

“No hay mucha diferencia entre el rock and roll y la ense-


ñanza. Es el mismo trabajo. Estás entreteniendo a delin-
cuentes durante una hora”
Sting

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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

Resulta sorprendente el estruendo que la


mugre y la furia de King Mob causase en lugares tan
alejados geográficamente como Australia. Cuatro
años después de desaparecido el grupo, la Federación
Anarquista de Australia reeditaría el segundo número
de King Mob Echo, a la vez que algunos activistas aus-
tralianos eran detenidos por la policía (29). En 1973
se creaba la efímera aventura del Anarcho Surrealist
Insurrectionary Feminist, que inició su andadura con
un potente manifiesto, así como en el sur de Australia
se editaba una publicación anarcosurrealista llamada
Mere Anarchy.
La influencia de las tácticas y el estilo de
King Mob en movimientos y gestos contraculturales
en los años venideros resulta indudable, al menos en
lo que se refiere a una herencia que persiste, casi
inconscientemente, entre sus protagonistas, al margen
del fenómeno de la recuperación espectacular. No
obstante, resultó importante la aparición en 1983 del
periódico y grupo Class War de la mano de, entre
otros, su fundador Ian Bone, quien fuera calificado
por The Sunday People como “el hombre más peligro-
so del Reino Unido”. Class War rompió con el paci-
fismo de los sectores más radicalizados de la juventud
contestataria inglesa y, en especial, de los punks anar-
quistas seguidores de la banda Crass. Al mismo tiem-
po, sus protagonistas irrumpieron en la vida pública
inglesa con absoluta violencia. Su desafió era mayús-
culo y su estilo, arrogantemente callejero, colapsó la
prensa.
La estrategia de Class War fue no rehuir en
ningún momento esa actitud de rechazo violento. Las
fotografías de Margaret Thatcher, que mostraban un
sangriento golpe con un hacha sobre su cabeza o la
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leyenda: “Hemos encontrado un lugar para los ricos”


bajo una fotografía en la que aparecían varios nichos,
pretendían agitar a las autoridades británicas y gene-
rar un punto de inflexión en una actividad subversiva
declaradamente violenta.
Entre los miembros de Class War hubo quie-
nes se autoproclamaron “situacionistas” (Alex y Leah,
por ejemplo, que plantearon un intenso debate en el
seno del grupo acerca de la conciencia de clase y que
llegó a producir una crisis ideológica interna). Pero,
no obstante, la influencia ejercida por un declarado
situacionista como Nick Brandt -responsable de la
editorial y colectivo prositu inglés BM Combustión-
resulta innegable. La estética que Brandt introdujo en
el grupo se puede ver en el panfleto Orderly Demo dise-
ñado y escrito por él mismo, el cual hace uso de la
imagen de un lobo al que se le califica como “políti-
camente incorrecto”. El lobo, una vez más, fue una
figura que significó ciertas expresiones de la corrien-
te prositu anglosajona, sobre todo en lo que respecta
a los Motherfuckers durante su conversión en grupo
de afinidad violento, como el efímero International
Werewolf Conspiracy from Hell. En uno de sus
comunicados manifestaban que

“EL CERDO SE ALEJA DE LA POCILGA Y LLEGAN


LOS LOBOS”

En este sentido, el lobo evocaba al ser proscrito,


rechazado y peligroso; un ser que vaga por la noche
en busca de su presa, que ataca, es imprevisible y que,
en definitiva, atemoriza. El paso del lobo al humano
o viceversa se produce por una secuencia cuya diná-
mica la determina la aparición de la Luna. En último
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

término, la figura del hombre-lobo recorre buena


parte de la literatura y el cine de terror, así como su
poder de seducción, de un ser en transformación
hacia algo violento o incontrolado cuyo medio es la
oscuridad de la noche (imposible de ser detectado)
sedujo a Motherfuckers y al propio Brandt. Este dis-
curso radical y casi místico, entroncado con el violen-
to final del flower power, fue típicamente motherfucker.
El lobo pertenecía a una literatura oscura a medio
camino entre el terror y la ciencia ficción, pero era
real. La ferocidad indomable del lobo era lo que
Brandt tildaba como “políticamente incorrecta” y,
por lo tanto, de una notable y seductora fuerza.
En la propia biografía de Bone titulada
Anarchist!, éste señala que la idea de provocar el caos
en la ciudad, por medio de acciones mínimamente
organizadas, fue una manera de rememorar los ecos
de King Mob en la tradición contracultura del país y,
en especial, de Londres, al menos como la entendió
un sector del ambiente class war.

“They saw themselves as the modern re-incarnation


of the LONDON MOB. Echoes of KING MOB”
Ian Bone

Ian Bone había militado en organizaciones


que protestaron contra la guerra de Vietnam en torno
a 1968, así como tuvo en su poder tanto el periódico
King Mob Echo, como la publicación motherfucker
Black Mask, pero esta inspiración, en todo caso, él
mismo ha reconocido haber sido “muy poca” (Bash
the Rich, escrito por Ian Bone y editado en Tangent

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Books). Resulta muy posible que en aquellas violentas


protestas antiguerra estuviera junto al pequeño grupo
de King Mob, puesto que acudía al mismo bloque que
agrupaba a una difusa constelación de grupúsculos e
individuos del ambiente ácrata. Fue, sobre todo, su
coincidencia junto a King Mob en la idea estética de
una confrontación dialéctica con los estudiantes, su
rechazo al izquierdismo y la defensa de una guerra
social en suelo inglés, algo que lo situaría cerca de las
posiciones del grupo, así como por el hecho de haber
fundado un grupo local de Solidarity (que, como
hemos señalado, mantuvo ciertas conexiones y apro-
ximaciones a King Mob). A pesar de ello, aún no
había sucedido un hecho fundamental sin el que
resulta completamente imposible entender cómo fue
la vida de Bone en los setenta hasta desembocar en
Class War. Nos referimos al encuentro que en torno
a 1971/1972 mantuvo con miembros del grupo
armado Angry Brigade, especialmente con Hillary
Creek, Mendelson y John Barker. No sólo los cono-
ció personalmente, sino que sintonizó con sus posi-
ciones. En estos años, desde distintos ámbitos de la
izquierda radical, se crearon grupos de apoyo a los
encausados en el proceso judicial abierto contra los
miembros del grupo. En uno de estos, Bone se impli-
có totalmente. La comunicación entre ambos fue cer-
cana, de una empatía inconmensurable. Bone leyó las
publicaciones alrededor del grupo, una de éstas llama-
da Up Against the Law Motherfucker (que, intencionada-
mente, jugaba con el nombre de Up Against the Wall,
Motherfucker!).
Class War, con su táctica de generar caos y
violencia en plena ciudad de una manera semiorgani-
zada, es lo que los sitúa en la evocación de la actitud
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mantenida por King Mob con su caótico destrozo de


las vidrieras de los ricos y su uso de figuras malditas
(como asesinos en serie). Este gesto, años después,
Class War repetiría y, por supuesto, aumentaría en su
violencia. Del mismo modo, Class War hizo un uso
puntual, aunque escaso, de la desviación de frases
propias del romanticismo inglés, igual que King Mob,
y también defendió todo un metalenguaje e iconogra-
fía hiperviolentas. De Jack el Destripador, enarbolado
por los mobbers, se abrió paso la dura imagen del viejo
terror anarquista insuflado por numerosa literatura y
prensa ácrata más de un siglo antes. La imagen del
enmascarado bajo la bandera del crimen y el magnici-
dio, la huelga violenta y el sabotaje, rescatada de parte
de la tradición ácrata defensora de la propaganda por
los hechos, fue la forma en que Class War se presen-
tó ante los restaurantes, clubes de recreo y ocio y
hoteles de los ricos.
Es decir, la eventual influencia de King Mob
en Class War, quince años después, fue una cuestión
sobre todo formal y estética, de estrategias, sin la
carga del predominante discurso antiarte y sin alusio-
nes a la filosofía de la negación. No obstante, los
tiempos habían cambiado de la misma forma que su
audiencia. El público punk de la segunda generación
de bandas punks británicas (Apostles, The Mob…),
fue el receptor de tal mensaje a través de la numerosa
tirada de su periódico y del abrupto y escandaloso
acceso a los titulares de la prensa.

Esta obra editada por La Felguera pretende


reubicar a King Mob en el lugar que se merece tras
varias décadas de deliberada y sorprendente omisión.
Para ello, se han traducido la mayoría de los textos de
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su revista King Mob Echo y casi la practica totalidad de


éstos (al menos aquellos originales del grupo, sin que
hayamos recogido reproducciones de citas, noticias o
frecuentes textos sobre los Motherfuckers). También
se han incluido fotografías y flyers, así como incorpo-
rado como documentos adjuntos algunos textos -
tanto del tiempo que los precedió como en sus años
venideros hasta casi hoy día- que influenciaron nota-
blemente su recorrido y cuya razón de ser ya ha sido
explicada en esta pequeña historia del grupo. Muchos
de los carteles, flyers y adhesivos producidos por
King Mob jamás se conservaron y hoy se han perdi-
do irremediablemente en el tiempo. La labor de con-
tar la potencia del discurso de King Mob ha sido
eventualmente tratada gracias al esfuerzo de algunos
de sus mismos protagonistas (caso de los hermanos
Wise). Desde la editorial, hemos creído conveniente
abordar la edición de esta forma, esto es, iniciando al
lector en el nacimiento, desarrollo y desaparición
informal del grupo, sus propios textos, las influencias
teóricas que los precedieron y cómo su rastro (más o
menos de manera perceptible) aún impregna la disi-
dencia en la alta política o, más correctamente, en el
arte de la revolución. Fuera de este marco entendemos
que su discurso queda excesivamente disperso y frágil.

Servando Rocha

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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

Algunos de los principales miembros de King Mob


fueron:

Dave & Stuart Wise (*)


Madeleine Neenan
Richard Brendall (aka IRISH)
Jed Gardner & Johnna
Ian Clegg & Diana Marquand-Clegg
John Grevelle
Gerry Brenchley
Ben Trueman
TJ (Tim) Clarke (*)
Don Nicholson Smith (*)
Phil Cohen
Phil Meyler
Chris Gray (*)
Ron Hunt
Dick Pountain

(*) Antiguos miembros de la sección inglesa de la


Internacional Situacionista (IS). En el caso de los her-
manos Wise debe hacerse una precisión. En numero-
sos libros que han abordado el fenómeno situacionis-
ta y sus conexiones con la política radical del momen-
to, se hace alusión a un episodio que colocó a los her-
manos gemelos Wise como protagonistas involunta-
rios de los episodios de expulsiones en el medio situa-
cionista. En efecto, cabe destacar la falsedad de un
hecho que, hasta la fecha, ha sido reproducido en las
distintas obras que han abordado el fenómeno avant-
garde y la política radical: “(…) Sobre el supuesto
incidente con Guy Debord, que se ha repetido en tan-
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tos libros y por el cual, se supone, que habría estalla-


do la Sección Inglesa de la IS... bueno, eso nunca ocu-
rrió. Creo que Malcom Mclaren y Vermorel hicieron
circular la historia. Lo que sí ocurrió fue una especie
de incidente en plan ´nuestro partido´ a instancias de
Debord en relación con los miembros de King Mob.
Una tarde de sábado en 1970, mientras yo dormía,
dos tipos llamados Alain Abelard y Tony Verlaan (éste
último era un miembro de la IS por aquel entonces)
irrumpieron en mi piso y empezaron a declamar con-
tra King Mob, haciendo hincapié en la valoración de
la criminalidad que, por supuesto, allí estaba en nos-
otros y que, efectivamente, hacíamos. Despotricaron
un rato y se fueron de manera disciplinada antes de
que pudiera terminar de despertarme o contestarles
(…)”, correspondencia entre Dave Wise y Servando
Rocha. Nos referimos al hecho reproducido por Greil
Marcus, Stewart Home, Ian Bone (Class War) o yo
mismo en Historia de un Incendio acerca de una fugaz
visita de Debord a Londres, encontrándose a los her-
manos Wise bebiendo cerveza, viendo el fútbol y
confesándole que “ésta era la Sección Inglesa de la
IS”. Nada de aquello sucedió realemente. La perte-
nencia o no de los hermanos Wise a la sección ingle-
sa de la IS es algo muy discutible. Su relación plena y
colaboración directa con los situacionistas ingleses
admitidos como tales por Debord, nos inclina otor-
garles esta consideración, al menos de manera muy
informal, sin que jamás la IS los hubiera considerado
como tales. Ningún listado “oficial” de la IS, ni antes
ni ahora, recogerá a tales miembros. Además, debe
considerarse que el ambiente prositu era notablemen-
te grande, sobre todo desde 1968, pudiendo llegar a
contar con más de un centenar de seguidores, lo cual
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implica una gran dificultad a la hora de establecer su


pertenencia o no a la IS. Y ello sin tener en cuenta
que, en cierto modo, a partir de 1968 cualquiera podía
sentirse “situacionista”, autoproclamarse como tal y
vivir de este dudoso hecho.

Notas:

(1) Sección Inglesa de la IS, La revolución del arte moder-


no y el moderno arte de la revolución. Editorial Pepitas de
Calabaza.

(2) Resulta evidente que la inmensa mayoría de los


protagonistas del fenómeno punk desconocieron por
completo el nombre de King Mob, incluso en suelo
inglés. No obstante, antiguos mobbers, como los her-
manos Wise (los primeros en estudiar el fenómeno
punk desde un punto de vista marxista), en su panfle-
to The End of Music editado en 1978 afirmaron que
“parte de la génesis del punk se retrotrae unos dieci-
séis años hasta encontrarnos con la sección inglesa de
la Internacional Situacionista y King Mob”. Damos
por hecho que Wise no era un iluso al realizar tal afir-
mación y que, en todo caso, se refería a unos modos
y un estilo que inconscientemente habían impregnado
experiencias como la de los Sex Pistols. Una tradición
directa con King Mob es imposible de establecer, a
pesar de que es innegable el estilo vándalo, nihilista y
negador de King Mob en muchas propuestas punk.
Esa herencia debe ser matizada y, en todo caso, pon-
derada con la inspiración que otras tendencias como
el futurismo, el anarquismo y, sobre todo, el dadaísmo
tuvieron en el fenómeno punk, prácticas éstas más
perceptibles en mayor o menor medida. 79
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En nuestra opinión, existe un momento en el


que se inicia un apasionado debate acerca del rock
and roll y sus implicaciones políticas. Este discurso,
en cuyo centro se sitúa el rock como arma de trans-
formación social, conecta con el emprendido en los
años veinte y treinta con los cantautores de la IWW
(Industrial Workers of the World), en especial con Joe
Hill y Guthrie. Este momento es el año 1966 con la
aparición de la revista Heatwave. En este sentido, ban-
das como The Who y luego Deviants o Edgar
Broughton Band fueron vistas como muestras de
subversión pop en su asalto a la sociedad de clases.
Por supuesto, otras bandas (incluidos los famosos
Rolling Stones) como Frank Zappa o sus Mother of
Invention también ejercieron una enorme influencia.
A partir de este momento surgió numerosa literatura
que desarrolló esta teoría, insólita entonces a nivel
mundial. Tan sólo consta el pionero grupo y publica-
ción Rebel Worker de Chicago -nacido, precisamente,
desde la IWW- y que en su revista dos años antes ya
habían adelantado este discurso. Esta línea de pensa-
miento conectó con la explosión del flower power,
los hippies y los conciertos al aire libre. El rock and
roll, al igual que lo fuera el blues o el jazz para los
negros o la beat generation, fue la banda sonora de la
protesta.
Diez años más tarde, en 1976, con la publica-
ción de los primeros singles de bandas punks inglesas
(The Damned y Sex Pistols) resurgió con fuerza el
debate entre rock and roll y disidencia política. No
obstante, entonces los medios de comunicación pose-
ían una potencia mayor y con ello su capacidad de
extender un escándalo. The Clash, Tom Robinson
Band, Crass, Gang of Tour, Mekons, The Pop Group
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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

o Apostles en el Reino Unido y Dils o Dead


Kennedys en Estados Unidos hicieron uso de la pro-
paganda política al máximo de sus posibilidades den-
tro del medio punk.

(3) Editado por Ediciones Júcar en 1982 en una des-


concertante traducción. El libro fue editado en
España como formato libro de la película sobre los
Sex Pistols bajo el mismo nombre. Moorcock, a fina-
les de los sesenta, había colaborado con la revista
Frendz, la cual fue vocero de la Angry Brigade. Hoy en
día es un célebre escritor de ciencia ficción. En su
biografía (con fuertes vínculos con el mundo de la
contracultura y el rock and roll) bien merece la pena
detenerse.

(4) Friedrich Nietzsche, El Anticristo. Ediciones


Busma.

(5) Idem. Esta cita está recogida en el punto 13 de la


obra de Nietzsche.

(6) Nuevo Testamento. Ef. 2,2.

(7) John Barker, miembro de la Angry Brigade y que


pasó siete años de su vida en prisión, comentó para la
editorial AK-Press el libro Anarchy in the UK escrito
por Tom Vague y que trata la relación entre King
Mob, la aparición del punk y la propia Angry Brigade.
A este respecto, Barker comentó que “este libro escri-
to por Tom Vague, no recupera ese pasado pero me
hace reflexionar sobre él. Este trabajo de Vague es
demasiado confuso. Es un trabajo de un simple corta
y pega evasivo sin nada que contar más que crear la
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difusa conexión con los Sex Pistols, de forma que a


nadie se le escape el sentido del libro, la presentación
de iconos de la rebelión cultural a la manera inglesa,
ellos y nosotros. La confusión viene de, por ejemplo,
el hecho de no incluir ninguna entrevista con alguna
persona que estuviese relacionada con el Comité de
Defensa Stoke Newington 8 y que, no es extraño, fue
mucho más interesante que la Angry Brigade en sí.
Era una amplia, política y creativa organización com-
puesta por gente muy distinta. No hay una sensación
de cómo la gente apoyó ampliamente una visión
comunista de un mundo que se venía abajo, se com-
portaba y se organizaba o qué sucedía en el mundo
por esas fechas. Estas cosas no son, evidentemente, lo
que hoy se califica de forma grotesca como sexy. La
Angry Brigade es presentada en un aislamiento
espléndidamente romántico”.

(8) Alexander Trocchi, La Invisible Insurrección de un


Millón de Mentes.

(9) IS #5. El comunicado es de fecha 27 de septiem-


bre de 1960.

(10) “Era absolutamente impensable que, aún a pesar


de la fascinación por la política radical francesa de
Chris Gray, sus amigos imitaran fielmente el estilo de
la IS. Y ello era así por cuanto King Mob fue, en sin-
tonía con Motherfuckers, un grupo de hippies calleje-
ros sumamente radicalizados. La idea de cierta forma
de intelectualidad quedaba a años luz de quienes se
habían educado a través de publicaciones under-
ground y contraculturales y los discos de los Rolling
Stones, Deviants o Frank Zappa. Este obstáculo ya
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

había sido comprendido por la pareja editora de


Heatwave en aquella famosa visita a París. Su impron-
ta era una forma de grupo protopunk de acción polí-
tica, informal y espontáneo. No podía ser de otra
forma, ni ellos ni personajes vinculados a King Mob,
como el decisivo Malcom McLaren, sabían francés y
este problema hacía que, aunque Gray les hablará de
los textos situacionistas y les proporcionara algunos
ejemplares, para ellos lo importante era el uso de con-
ceptos como “espectáculo”, la defensa de la violencia
en los artículos sobre la revuelta en Estados Unidos,
las frases, las viñetas desviadas, los comentarios que
llegaban del otro lado del charco, la promoción del
plagio, etc. McLaren, a la hora de idear todas esas
ideas de ruptura con respecto a la cultura de su tiem-
po, tomó como punto de partida las hermosas cubier-
tas en llamativos y atípicos colores de la revista situa-
cionista, las fotos y el inconfundible estilo antiartísti-
co impreso en sus páginas pero, sobre todo, las nocio-
nes de desvío y plagio frecuentes en los situacionistas.
Aquel extraño grupo de terroristas culturales
irradiaba el espíritu y las ideas de un cruzado, estaban
apasionados y completamente seguros de su triunfo.
Este tipo de cosas fascinaron a McLaren, al que su
amigo Fred Vermorel le había contado maravillas
acerca de los situacionistas durante su estancia en
París. De forma recurrente en la vida de los Sex
Pistols estas fueron las herramientas de las que hará
uso McLaren o Reid”. Historia de un incendio. Arte y
revolución en los tiempos salvajes: de la Comuna de París al
advenimiento del punk de Servando Rocha (La Felguera
ediciones).

(11) Stewart Home se ha referido vagamente a la sec-


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ción inglesa de la IS como “parte del ambiente anar-


co-freak de Notting Hill”. El Asalto a la Cultura,
Introducción a la edición polaca (editado por Virus),
página 27.

(12) Para una mayor y más detallada comprensión de


estos hechos puede consultarse Historia de un Incendio.
Arte y Revolución en los Tiempos Salvajes: de la Comuna de
París al Advenimiento del Punk de Servando Rocha (La
Felguera ediciones).

(13) Por supuesto, OZ e International Times no fueron


las únicas publicaciones de la contracultura británica
que siguieron el eco y la evolución del neosituacionis-
mo en suelo europeo y americano. La revista Frendz,
que sirvió de amplificador y denuncia ante el gran
proceso judicial que vivió la Angry Brigade, publicó
en su número 25 el texto de King Mob Desolation Row.
Precisamente, la revista Frendz fue un fiel reflejo del
tipo de subversión extrema que vivió el Reino Unido
entre los últimos años sesenta y primeros setenta. El
nombre original de Frendz fue el de Friends, del cual se
editaron 28 números (de diciembre de 1969 a mayo
de 1971). Su editor fue Alan Marcuson, quien se
encargó también de la edición inglesa de la célebre
revista Roling Stone. Al dejar esta revista, fundó Friends
of Rolling Stone, pasando luego a llamarse Friends y,
finalmente, Frendz.

(14) Para más información sobre Crass se puede con-


sultar el libro Tienen una Bomba de Penny
Rimbaud&Crass y editado por La Felguera Ediciones.

(15) Para el marxismo ortodoxo, los primeros escritos


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¡Cerremos las Escuelas de Bellas Artes!

del jóven Marx y, en concreto, los Manuscritos de


Economía y Filosofía se presentan, cuanto menos, como
extraños, sobre todo en lo que se refiere al fetichismo
de la mercancía, luego desarrollado en su obra más
conocida El Capital, justo en su capítulo “El carácter
fetiche de la mercancía y su secreto”. Esta idea fue
desarrollada posteriormente (y superada en algunos
casos) por Lukacs, Lefebvre o Debord.

(16) Howard Jones. Crime in a Changing Society.

(17) “Icteric” proviene de la enfermedad conocida


como “ictericia”, la cual está caracterizada por la acu-
mulación de pigmentos biliares en la sangre, cuya
señal exterior más perceptible es la amarillez de la
piel.

(18) Johnny Myers estuvo muy implicado en activida-


des surrealistas y ha alcanzado cierta fama. Su rastro
se puede seguir como responsable de una galería de
arte (como Tibor de Nagy Gallery) y como poeta.
Según él, “la sexualidad en la cual Breton estaba
implicado se pronunciaba rigurosamente en contra de
lo que él consideraba como una perversión. Por ejem-
plo, él detestó la homosexualidad masculina hasta el
punto de amenazar una vez en expulsar a un miem-
bro del grupo surrealista. Por otra parte, el voyeuris-
mo y el lesbianismo no le molestó en absoluto”
(Myers, 1969). Una importante obra editada por él fue
Tracking the Marvelous: A Life in the New York Art World
(New York, Random House, 1981) que recopila
varios de sus trabajos. También coeditó otra revista
surrealista llamada View.

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(19) Comunicado #8 de Angry Brigade.

(20) Este análisis, por supuesto, no sólo ha sido patri-


monio de los situacionistas. En el estado español, el
colectivo Márgen de Barcelona (en un texto fechado
ya en 1977 titulado Sobre la Delincuencia y editado por
la editorial Etcétera bajo la significativa colección de
Crítica a la Vida Cotidiana) señalaba que “la delincuen-
cia pone de manifiesto la revuelta de un sector opri-
mido contra la clase opresora; el manejo del fenóme-
no delictivo por el sistema indica la necesidad que
tiene el mismo de esconder sus contradicciones”,
para concluir que “la conducta delictiva explicíta de
una manera propia la lucha de clases”.

(21) De hecho, con frecuencia los Hell Angels apoya-


ron al Partido de las Panteras Blancas del Reino
Unido del músico y activista Mick Farren. El Partido
de las Panteras Blancas fue la versión inglesa del ame-
ricano Partido de las Panteras Blancas nacido de la
mano de John Sinclair y de los fans de MC5.

(22) Solidarity fue un potente grupo en la estela de


Socialismo o Barbarie de Castoriadis y Lefort, de
quienes distribuían su material en el Reino Unido y
cuyas afinidades alcanzaban a Charles Radcliffe y la
revista Heatwave.

(23). A. Arblaster, Student militancy and the collapse of


reformism. Socialist Register, 1970.

(24) “En Inglaterra (…) los estudiantes se enfrentan


en la calle a las fuerzas del orden burgués. En todas
partes, como en París, la violencia de la represión ha
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King Mob. Nosotros, el Partido del Diablo

demostrado que los gobiernos temen a esos movi-


mientos frágiles en apariencia, pero que por todas
partes comienzan a quebrantar el orden existente”.
Publicado en Action #1, mayo de 1968.

(25) La eventual política de alianzas de King Mob con


ciertos sectores skins debe ser matizada y mucho. Y
ello es así en tanto que en aquellas fechas los skinhe-
ads estaban ya protagonizando distintas agresiones
contra hippies, principalmente. El único punto en
común estaba en la radicalidad extrema de skins -
fenómeno típicamente de clase obrera- y mobbers, y el
hecho de que éstos últimos se opusieran a la “pasivi-
dad” y el rechazo total a la autodefensa predicado por
los hippies. Los hippies, en cierto modo, eran negados
por King Mob, lo que no impidió que algunos mobbers
participaran activamente en la cultura hippie. Éste es
el caso de Phil Cohen y su militancia en la London
Street Commune bajo el pseundónimo de Dr. John,
identidad que utilizó para dirigirse a la prensa como
portavoz de la mansión situada en Picadilly 144. Años
más tarde, el propio Cohen declaró que “yo mismo
me llamaba hippie, pero entonces yo era tan intenso
que incluso los hippies pensaron que era demasiado
salvaje para ellos” (Weeping May Endure for a Night,
1998, Harbor Lights Publishing).
Respecto a este tema, en la correspondencia
mantenida para la edición de la presente obra entre
Servando Rocha y el propio Wise, este último nos
confesó lo siguiente: “¿Teníamos alguna relación con
los skinheads en la época de King Mob? Bueno, en la
práctica siempre teníamos relación con la gente que
bajaba desde Newcastle. Eso de “fetichizar” lo skin-
head tenía más que ver con Phil Cohen y era en reali-
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dad parte de su proyecto de trabajo radical social que


ya nunca se quitaría de encima para que, con los años,
se fuera metiendo cada vez más en él, de tal manera
que ahora es todo un experto a instancias del estado.
Respecto a nosotros, teníamos relaciones sustanciales
con skinheads de manera individual, pero éstas esta-
ban relacionadas con el contexto más sencillo de la
construcción y, normalmente, las disfrutábamos,
especialmente en aquella obra que estalló en 1982 en
una revuelta y acabó totalmente destrozada”.

(26) IS #10, marzo de 1966.

(27) Jorge Arnaiz, The Who. Ediciones Júcar.

(28) Students and staff of Hornsey College, 1969.

(29) Se trata, en concreto, de la detención del anar-


quista Julian Ripley, quien en 1972 fue acusado de
colocar varias bombas en el Departamento de
Trabajo del Gobierno.

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Póster “We are outlaws” de King Mob. Las frases contenidas en éste son un
reflejo perfecto de las ideas del grupo. BAMN es la abreviatura de la frase black
power (vía Malcom X) “By Any Means Necessary”
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Portada de King Mob Echo #6


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Portada de King Mob Echo #5


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Cartel editado por Black Mask (Nueva York, 1968)


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Grafiti de King Mob en el que se lee: “Algunas cosas día tras día -Metro -
trabajo - cena - trabajo - butaca - televisión - sueño - metro - trabajo
¿Cuánto más puedes tragar? uno de cada cinco sufre un colapso nervioso”

A pesar de la mala calidad de la foto, podemos ver a unos niños que serán
parte de Sex Pistols casi diez años después debajo de una pintada de King
Mob: Sid Vicious (izda) y John Lydon (dcha)

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