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El salmo 51 es uno de mis favoritos, ha sido de consuelo y reprensión en muchos momentos de mi vida.

He aquí un breve comentario tomado de la Biblia de estudio.

Salmo 51.

51: 1-7
David estaba en verdad arrepentido de su adulterio con Betsabé y de asesinar a su esposo para cubrir este pecado.
Sabía que sus acciones dañaron a mucha gente. Sin embargo, debido a que se arrepintió, Dios lo perdono
misericordiosamente. ¡Ningún pecado es demasiado grande para que no reciba perdón! ¿Siente que nunca podrá
acercarse a Dios porque ha hecho algo terrible? Dios puede perdonarlo de cualquier pecado y lo hará. Sin embargo,
aunque Dios nos perdona, no borra las consecuencias naturales de nuestro pecado. La vida y la familia de David nunca
fueron las mismas como consecuencia de lo que hizo [2 Samuel 12:1-23].
51.4
Aunque peco con Betsabé, David dijo que lo hecho fue en contra de Dios. Cuando alguien roba, mata o calumnia, lo hace
en contra de otra persona: la víctima. De acuerdo [con las normas del mundo], las relaciones sexuales extramaritales
entre dos adultos que están de acuerdo son aceptables si nadie resulta herido. Pero la gente sí resulta herida. En el caso
de David, un bebe murió y se asesino a un hombre. Todo pecado nos hiere a nosotros mismos y a otros, y finalmente
ofende a Dios porque es rebelión en contra de estilo de vida que Él demanda. Cuando se vea tentado a hacer el mal,
recordar que su pecado es en contra de Dios quizás le ayude a permanecer en el buen camino.
51.7
En Egipto, los israelitas usaron manojos de hisopo para untar la sangre del cordero en los dinteles de las puertas de sus
casas. Esto los mantendría a salvo del ángel de la muerte [Éxodo 12:22]. A través de este acto los israelitas mostraron
su fe y asegurararon su liberación de la esclavitud de Egipto. Este versículo, por lo tanto, hace un llamado a la
purificación por el pecado y a la disposición para servir a Dios.
51.10
Debido a que nacemos pecadores [51.5], nuestra inclinación natural es complacernos a nosotros y no a Dios. David
siguió esta inclinación cuanto tomó la esposa de otro hombre. También nosotros la seguimos cuando pecamos en
cualquier forma. Al igual que David, debemos pedir a Dios que nos limpie el corazón y el espíritu para tener
pensamientos y deseos nuevos. La buena conducta solo proviene de un corazón y un espíritu limpios. Pida a Dios que
se los dé.
51.12
¿Se ha sentido estancado en su fe en alguna vez, como si todo lo hiciera automáticamente? ¿Acaso ha establecido el
pecado una brecha entre usted y Dios, haciéndolo parecer distante? David se sentía así. Pecó con Betsabé y el profeta
Natán acababa de confrontarlo. En su oración a Dios suplicó “Vuélveme el gozo de tu salvación”. Dios quiere que
estemos cerca de Él y que experimentemos su vida plena y completa. Pero el pecado inconfesado hace que esa
intimidad sea imposible. Confiese su pecado a Dios. Aun así tendrá que enfrentarse a las consecuencias terrenales, así
como lo hizo David, pero Dios se devolverá el gozo de andar con Él.
51.13
Cuando Dios perdona nuestro pecado restaura nuestra relación con Él, queremos alcanzar a otros que necesitan este
perdón y esta reconciliación. Mientras más haya sentido el perdón de Dios en su vida, más deseara hablar de ello a los
demás.
51.17
Dios quiere un espíritu quebrantado y un corazón contrito. Nunca complacerá a Dios mediante acciones externas, por
muy buenas que sean, si la actitud interna de su corazón no es correcta. ¿Tiene una actitud de remordimiento por su
pecado? ¿Tiene la intención sincera de apartarse del pecado? Dios se agrada de esta clase de humildad.

EL CAMBIO ES LA OBRA DE DIOS

Esto no es exclusivo del Salmo 51. La Biblia nos exhorta a medidas radicales de la santidad, pero no es el
heroísmo que vemos a través. Dios está trabajando.

“… Lleven a cabo su salvación con temor y temblor lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios
es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” Filipenses
2:12-13
Es especialmente digno de destacar que David ora de alegría. Ve la recuperación de la santidad no como un
fin para el placer o felicidad, más bien lo contrario.

“Anúnciame gozo y alegría; infunde gozo en estos huesos que has quebrantado” Salmo 51:8

“Devuélveme la alegría de tu salvación” Salmo 51:12

David ha estado ausente de Dios. El ha sido infeliz. Esto es tanto una consecuencia de su pecado y una razón
para ello.

EL PECADO SE DERIVA DE LA FALTA DE ALEGRÍA

Hubo varias etapas en el pecado de David. La primera es a menudo vista como su decisión perezosa para
permanecer en Jerusalén, cuando su ejército estaba en guerra. Pero la verdadera primera fase es la falta de
gozo en Dios.

Los deseos de la carne apenas se sintieron por un corazón en llamas por el deleite santo. Así que muchos de
nosotros estamos ocupados tratando de no pecar, pero Dios no está especialmente satisfecho con nuestra
evitación de romper las reglas. Lo que busca es los temblando de gozo (Salmo 2:11) en su salvación.

Una y otra vez en nuestra lucha con la tentación nos encontraremos buscando la batalla no ganada por
nuestra propia voluntad o el miedo de romper las reglas, sino por una verdadera visión de la belleza de Dios,
que nos deja con ganas de más.

El enfoque de David, incluso en su arrepentimiento, no está en las reglas que ha roto, pero el Dios cuyo
corazón se ha roto. Aquí hay una mayor arma contra el pecado.

EL ARREPENTIMIENTO ES CONTAGIOSO

David no se detiene con su restauración personal. Ser perdonado y renovado es el comienzo de una nueva
renovación. Esta gracia puede ser contagiosa.

“Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se volverán a ti” Salmo 51:13

A juzgar desde el Salmo 51:13-17, el peligro de frío, formal y culto falso no era único al corazón de David. El
corazón del rey refleja la nación, y el culto del templo, se había convertido en seco y sin gracia. Corazones
impenitentes todavía pueden “adorar” en cierto modo, pero no es la verdadera adoración. Va a través de los
movimientos como un asunto totalmente hacia afuera. Ya en esta fase de su propia renovación, David está
pensando en el deseo de Dios para la adoración verdadera: su gente en la ciudad y de sus corazones en la
pureza y aflicción.

LA MANERA MÁS SEGURA PARA GANAR FIELES EN NUESTRA CIUDAD, Y PARA CONSTRUIR UNA CIUDAD
SANTA ES VIVIR VERDADERAS VIDAS DE ARREPENTIMIENTO. ESTAS VIDAS NOS AYUDARÁN ATRAER A UNA
CIUDAD PERDIDA DE PECADORES.

El Corazón Quebrantado (Salmo 51:17)

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo
51:17)

Maravilloso salmo es este: no hay otro que exprese mejor la experiencia interior del hombre arrepentido, que
es guiado a los pies de Cristo. Primero, se apoya en la misericordia de Dios (v. 1) y reconoce abiertamente su pecado (v.
3). Reconoce que ha pecado contra Dios (v. 4) y ruega porque su corazón sea purificado (v. 10), porque desea enseñar a
otros sus caminos (v. 13). Finalmente, pide la apertura de sus labios en alabanza a Dios (v. 15) y ofrece, ya no un cordero
inmolado, sino su propio y quebrantado corazón (v. 17). Todo el que conoce a Cristo y ha sido perdonado por él, conoce,
por experiencia propia, las tremendas verdades que manan de este salmo.

Es común la creencia, poco acorde a las enseñanzas de Cristo, que el cristiano debiese ser un hombre siempre rebosante
de felicidad. Es cierto que, como dice John Stott, hay una conexión evidente entre santidad y felicidad; sin embargo, el
quebrantamiento y la tristeza que produce arrepentimiento son agradables a Dios, y nos ayudan a crecer (2 Co 7:10).
Además, Cristo predijo que sus verdaderos siervos sufrirían constantemente en este mundo, pero que cuando eso
sucediere, confiasen en él para hallar consuelo (Jn 16:33).

La palabra corazón ocupa un lugar muy importante dentro del Antiguo Testamento, y en este salmo también. Se refiere a
“el interior” del creyente. Por ello, el salmo, hace constantes alusiones a la experiencia íntima o interior. Así como
Apocalipsis 3:15-16 establece que existen tres “tipos” de personas, podemos decir que hay tres tipos de corazones.

El corazón frío

La ley de Dios, sus maravillas y sus misericordias, no tienen ningún efecto en el corazón frío. Aunque escuche la palabra,
está siempre impasible, impenetrable. Es frío y duro como una piedra. “Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la
justicia” dice Isaías (46:12); “Endurecieron sus rostros más que la piedra, no quisieron tornarse” grita Jeremías (5:3); ¡y
así muchos!

¿Que hace a este corazón tan duro? ¿Por qué tal dureza y frialdad? Primero, porque es un corazón cubierto por un gran
velo. Es ciego, porque el velo le impide ver. No cree en la biblia, ni en la ley de Dios, ni en el justo juicio de Dios. No es
capaz de ver esas cosas. Segundo, porque Satanás es dueño de ese corazón, y allí donde es arrojada la semilla, al instante
es pisoteada y hollada. Tercero, porque es frío como el cadáver de un muerto. Los muertos no sienten, no oyen; carecen
de vida. Cuarto, porque reposa en falsa seguridad y ello le hace ser despreocupado. Reposa sobre el falso refugio de la
limosna, la filantropía y toda clase de obras que sin Cristo resultan estériles.

Pidan, amigos, que Dios los libre de la maldición de un corazón no quebrantado, no contrito, no humillado. Primero,
porque la falsa seguridad sobre la que reposan no tardará en flaquear; y segundo, porque es ahora cuando existe
esperanza de perdón. El Dios justo sólo cubre el pecado con la misericordia que se obtiene del verdadero
arrepentimiento. El hará como dijo que haría: misericordia al arrepentido, juicio al soberbio.

El corazón tibio

Este es un corazón ciertamente herido, pero no quebrantado, no rasgado por la gracia de Dios. Sus heridas son múltiples.

La primera herida es la que produce la ley. Cuando Dios acerca un alma para sí, la lleva a preocuparse por su pecado. Así,
Pablo nos dice que “yo sin ley andaba algún tiempo, mas venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí“.

La majestad de Dios produce la segunda herida. El pecador recibe la carga de su pecado porque siente la grandeza y
santidad de Aquel contra el cual ha pecado. “Contra ti, contra ti solo he pecado” (Sal 51:4).

La tercera herida proviene de su propia incapacidad para mejorarse. Aquí el corazón tibio y herido se levanta contra Dios.
Se levanta a causa de lo estricto de la ley diciendo “¡oh, si no fuese tan exigente!”. Se levanta porque la fe que produce
salvación le parece inalcanzable por ser un don de Dios. Lucha por merecer su salvación, gimiendo “¡Quisiera merecerme
la salvación y ganármela!”. A más remordimiento, más se esfuerza en vano por alcanzar a Dios con sus sacrificios. Se
llena de obras, se esfuerza en hacer el bien, sin alcanzar consuelo alguno. Si en este estado, tan miserable, persevera,
terminará engañándose a si mismo de una manera terrible. Pero es también en este estado dónde puede humillarse,
quebrantarse…

Debemos reconocerlo. Muy distinto es un corazón despertado que uno salvado. Examínense a ustedes mismos.

El corazón ardiente

Este corazón ha sido quebrantado. No aguantó más su bajeza. Reconoció su miserable estado y clamó a Dios por
misericordia. Ya no piensa en esforzarse por alcanzar su salvación: se dio cuenta que solo no puede hacerlo. El Espíritu
Santo lo llevó a los pies de Cristo, que lo hizo todo por el, desprendiéndolo de su propia justicia, de su ego, de sus propias
opiniones. Su yo se derrama como el líquido en un frasco roto.
La obra de Cristo se le muestra tan clara, tan perfecta. Le sorprende su claridad y coherencia. Puede ver en la obra de la
cruz la perfecta justicia de Dios. Pueden ver el inmenso resplandor de la gracia inmerecida de Dios. ¡La gloriosa gratuidad
de su perdón, ofrecida al pecador que quiera cogerla! Es increíble que yo, que mucho tiempo fui iracundo, que luché
contra Dios, que pequé contra el, que fui soberbio, menospreciador, negligente y que levanté entre él y yo inmensas
murallas infranqueables, haya sido visto por él. Y él, ¿que hizo? ¡Paso por encima de todo eso, porque me amaba desde
la fundación del mundo, para venir a recogerme y levantarme! “Para que te acuerdes y te avergüences, y nunca más
abras la boca a causa de tu vergüenza, cuando me aplacare para contigo de todo lo que hiciste” (Ez 16:63).

¿Tienes tu este corazón quebrantado y contrito ante la visión de la cruz? ¿Entiendes realmente estas palabras y lo que
significan, o sólo es un mensaje sin sentido para ti? No será una mirada a tu propio corazón lo que quebrantará al tuyo, ni
tampoco una mirada al corazón del infierno, sino una mirada al corazón de Cristo. ¡Pide! Pide a Dios y clama a él por este
corazón quebrantado, donde el orgullo y la jactancia están excluidos; donde abunda la ternura y la mansedumbre, la
humildad y la paciencia, la sensibilidad y el amor. Donde no importa ya el yo, donde la vida pasa a ser propiedad de Dios,
porque comprada fue por gran precio. Así clama el corazón quebrantado: “Oh Dios, que pueda ser menos como soy yo y
más como eres tu, cada día”

“Entonces recordarás tus caminos y todas las cosas en que habías vivido impíamente y te aborrecerás a ti mismo.”

Reflexiones sobre la misericordia, del Salmo 51:1

David Brandt Berg


[Reflection on Mercy from Psalm 51:1]

«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a la multitud de Tus piedades borra mis
rebeliones»[1].

¿Qué es la piedad? Empleamos palabras que sabemos lo que significan, pero a veces es difícil explicarlo.

Un ejemplo de tener piedad es cuando Dios tiene misericordia y nos perdona, no nos aplica el castigo que nos
merecemos. Él nos ama y nos perdona en vez de castigarnos. Como lo lamentamos, nos arrepentimos y le pedimos al
Señor que nos perdone y que nos ayude a no hacerlo más, Él nos da otra oportunidad. En cierto sentido, la piedad o
misericordia es como dar otra oportunidad. Dios te concede otra oportunidad al no darte el castigo que te mereces. Eso
pide David aquí en oración y eso deberíamos orar todos: «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia».

De modo que la misericordia tiene que ver con la piedad. En realidad, la misericordia es amor y bondad. Si eres amoroso,
tienes mucha bondad.

¿Qué son transgresiones? Pecados. A veces en algunas estancias y haciendas tienen colocados letreros que dicen:
«Prohibido el paso». Pasar sin permiso es una transgresión. Quiere decir que uno está donde no le corresponde, que está
quebrantando una ley. En el Padrenuestro decimos: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores». En otro Evangelio se emplea la palabra pecados[2].

Cierta vez hablaba de esto con el hermano Brown, el que me ayudó a construir aquella iglesia en Arizona. Él se creía
incapaz de pecar, pues era partidario de la doctrina de la santidad. Creía que había sido santificado totalmente y que no
podía pecar, ya que había recibido el Espíritu Santo. Pensaba que eso lo había vuelto perfecto y que le era imposible
cometer pecados.

Afirmaba que tenía lo que llamaba la segunda obra de la gracia que había erradicado toda su naturaleza pecaminosa. La
parte mala de su yo se había desintegrado y desde entonces era inmaculado y no podía cometer ningún mal. Le dije:
«Pero de vez en cuando, aun trabajando aquí en la construcción, hermano Brown, usted se ha equivocado, ha hecho
algunas cosas mal, aunque solo fuera accidentalmente». Él respondió: «Ah, pero eso no es pecado; fueron errores nada
más». Yo le dije: «En el Padrenuestro, Jesús dijo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores”». Insistió: «Una deuda es solo un error; no es un pecado». Yo respondí: «Pero entonces ¿por qué en
el otro Evangelio dice “perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos
deben”?»[3] No supo qué responder.
Las transgresiones son pecados, como deudas que se contraen con las personas, cosas malas que se hacen. En cambio, el
Señor es muy misericordioso, y si estamos arrepentidos y le pedimos sinceramente que nos perdone y procuramos no
volver a hacerlo, nos perdonará.

El Señor se apiada de nosotros como los padres nos apiadamos de nuestros hijos. La justicia es darle a uno su merecido.
Si uno se merece un castigo y lo recibe, eso es justicia; se recibe juicio.

David implora misericordia. Merecía ser castigado; hasta merecía morir según la Ley Mosaica. Merecía morir apedreado
por robar la mujer de alguien y encima matar al hombre[4]. Sin embargo, él imploró perdón al Señor. En este pasaje,
suplica misericordia. El Señor sí lo castigó, pero no lo mató. Eso es misericordia. David se merecía la muerte, pero el
Señor lo perdonó porque se arrepintió. Mi madre decía que David había cometido un gran pecado, pero que luego tuvo
un gran arrepentimiento, por lo cual recibió gran perdón. Recibió misericordia porque se arrepintió, oró y pidió al Señor
que lo perdonara.

Cuando de veras nos arrepentimos de lo que hemos hecho y pedimos perdón al Señor y procuramos no hacerlo más, el
Señor se apiada. Hay un tiempo para la misericordia y el perdón. Es más, ¿qué dijo el mismo Señor? Sus discípulos le
preguntaron: «¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano? ¿Siete veces, o cuántas?» Y les respondió: «Hasta setenta veces
siete»[5]. Equivale a 490 veces.

El Señor es tan misericordioso con nosotros que nos perdona todos nuestros pecados, muchos más que 490. Tiene gran
misericordia y compasión de nosotros. Esa es la misericordia. Tomó el castigo por nosotros para que pudiéramos
salvarnos. No porque seamos perfectos, ni porque nunca hayamos hecho nada malo, sino porque nos ama. Eso es lo que
se llama verdadera misericordia, perdón y compasión.

No podemos salvarnos por nuestras obras o bondad, ni siquiera por nuestros esfuerzos por guardar las leyes de Dios y
amarlo. Por muy buenos y perfectos que fuéramos, ¡no podríamos hacer méritos para alcanzar algo perfectamente
celestial como es la salvación por Su gracia, amor y misericordia! Es imposible que alguien se salve sin el poder milagroso
de Dios.

Aceptar la salvación por medio de Su Palabra es obra de la gracia de Dios. Es gratis; solo puede recibirse. Dios nos la
obsequia. No se consigue a base de obras. Un regalo no se puede merecer; de lo contrario no sería un regalo. No tienes
más justicia que la de Cristo, y Él es el único que puede hacerte partícipe de ella.

Dios no puede ayudarte a salvarte a ti mismo, pues no ayuda a los que creen que pueden salvarse a sí mismos, sino solo
a los que saben que no pueden hacerlo. La idea de bondad que tiene Dios es la piedad; un pecador que reconoce su
necesidad de Dios y que depende de Él para salvarse. Según la óptica divina, la santidad no es la perfección inmaculada,
pretensiones de superioridad moral. Para Él son santos los pecadores salvados por gracia, carentes de perfección, que no
son buenos por sí mismos, sino que dependen totalmente de la gracia, el amor y la misericordia de Dios por fe. Esos son
los únicos santos que hay; ¡no hay otros!

1:1-6 David, estando convencido de su pecado, derramó su alma a Dios en oración por la misericordia y la gracia. ¿Hacia
dónde debe hijos rebeldes regresan, sino para el Señor, su Dios, el único que puede sanar a ellos? él elaboró, mediante la
enseñanza divina, una cuenta del funcionamiento de su corazón hacia Dios. Los que verdaderamente se arrepienten de
sus pecados, no será avergonzado de reconocer su arrepentimiento. Asimismo, se instruye a los demás qué hacer, y qué
decir. David no sólo había hecho mucho, pero sufrió mucho por la causa de Dios; sin embargo, él huye a la infinita
misericordia de Dios, y depende de que solo el perdón y la paz. Él pide el perdón de los pecados. La sangre de Cristo,
rociada sobre la conciencia, borro la prevaricación, y habiéndonos reconciliado con Dios, nos reconcilia con nosotros
mismos. El creyente anhela tener toda la deuda de sus pecados borrados, y cada mancha limpia; sería lava a fondo de
todos sus pecados; pero el hipócrita tiene siempre cierta reserva en secreto, y que tendría un poco de lujuria favorito
perdonó. David tenía un profundo sentido de su pecado tal, que estaba continuamente pensando en ella, con dolor y
vergüenza. Su pecado fue cometido contra Dios, cuya verdad nos negamos por el pecado voluntario; con lo que tratamos
con engaño. Y lo verdaderamente penitente habrá jamás rastrear las corrientes de pecado actual de la fuente de la
depravación originales. Confiesa su corrupción originales. Esta es la locura que está ligada en el corazón de un niño, que
la propensión al mal, y que el atraso a la buena, que es la carga de los regenerados, y la ruina de los no regenerados. Él se
anima, en su arrepentimiento, a la esperanza de que Dios en su gracia lo aceptaría. Tú deseas la verdad en la parte
interior; a este Dios parece, en un pecador regresar. Donde hay verdad, Dios le dé sabiduría. Aquellos que sinceramente
se esfuerzan por cumplir con su deber serán enseñados con su deber; pero van a esperar un buen solo de la gracia divina
para superar su naturaleza corrupta.

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