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LA AGONIA DE RASU ÑITI

Jose Maria Arguedas

“Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su habitación, sobre una


cama de pellejos.

Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del sol que
daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos
del techo y, la sombra producida, caía a un lado de la cama del
bailarín.

A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los
sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían
algo espantados de sus huecos u exploraban en el silencio. Cuando
sintió que era ya el momento, se levanto y pudo llegar hasta la
petaca de cuero e que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de
acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las
tijeras.

La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el


corredor, corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeran las
tijeras que sonaban mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que
se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos.

El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “larucha” y a don


Pascual, porque ya el corazón le había avisado que había llegado el
momento en que el tenia que recibir al Wamani (Dios montaña que
se presenta en figura de cóndor).

“Rasu Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando directamente


al pecho; pero su mujer no podía oírlo. La mujer se inclino ante el
dansak y le abrazo los pies. Estaba ya vestido con todas sus
insignias, un pañuelo blanco le cubría parte de la frente.

La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los


pantalones ardía bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la
sombra del tugurio que era la casa del indio Huancayre, el gran
dansak “Rasu Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía y era
luz de la fiestas de centenares de pueblos.
Cuando el bailarín interrogo a su mujer sobre si veía al Wamani
sobre su cabeza, esta le contesto que si, que era de color gris y que
la mancha blanca de su espalda estaba ardiendo.

El tumulto de la gente que venia a la casa del bailarín se oía ya muy


cerca. Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al
“lurucha” y a don Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran
dansak “Rasu Ñiti” , ya tenia el pañuelo rojo en la mano izquierda.

Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del cuerpo,


resaltaba por que todo el traje de color y luces y la gran montera lo
rodeaban , se diluían para alumbrarlo,; su rostro cetrino casi no
tenia expresión.

Solo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los


colores del traje y la rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a
tocar las tijeras. Cuando llego Lurucha, el arpista del dansak,
tocando, ya la fina luz del acero era profunda; le seguía don Pascual,
el violinista.

El Lurucha, que comandaba siempre el dúo, hacia estallar con su


uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa.

Tras de los músicos marchaba un joven: “Atok Sayku”, el discípulo


de “Rasu Ñiti”. También se había vestido; pero no tocaba las tijeras.
“Rasu Ñiti” vivía en un caserío no más de veinte familias. Los
pueblos grandes estaban a pocas leguas.

Tras de los músicos venia un pequeño grupo de gente. Cuando


“Rasu Ñiti” sintió que ya el final se acercaba, pidió al arpista que
tocara.
warma kuyay(amor de niño)
Jose Maria Arguedas

La obra warma kuyay es el siguiente:Cuenta la historia de un niño mestizo llamado


Ernesto sobrino de uno de los dueños de la hacienda Viseca; aquel niño vivía
enamorado de una india llamada Justina, pero su amor de ella le pertenecía a un
indio llamado Kutu, un indio con cara de sapo así lo llamaba Ernesto. Puesto que
en su conquista el niño Ernesto expresa su amor profundo lo que siente, y las
cosas lindas que le dice ”¡Justina! ¡hay,Justinita! ¡Justinay,te pareces a las
torcazas de sausiyock!”, ella lo ignora y no son de mucha importancia para Justina
más que una broma de niños, por que siente que es un niño que no sabe nada de
el amor.
En la hacienda vivía Don Froylán un hombre a quien todos tenían miedo en la
hacienda Viseca, era un patrón muy malo que de un solo latigaso mandaba a dormir
a toda su gente.
Cierto día kutu le conto al niño Ernesto, que su amo Don Froylán había abusado de
su adorada Justina, y Kutu encontró una manera de vengarse contra su amo, y era
golpeando ferozmente a los becerritos, cada noche eran latigazos a cuanto
becerritos pudiese dar. Al inicio el niño Ernesto aceptaba esta locura de Kutu y
disfrutaban de esta venganza; Pero luego pensó y dijo que no era necesario pegar
a esos inocentes becerritos.
Él niño Ernesto una noche acompañó a la paliza de esos inocentes becerritos le
dijo kutu que matara a don Froylán por que era un hombre muy malo y no merecía
vivir; pero Kutu se negó añadiendo que él era un “endio” y que no iba a poder contra
su amo; pero le pedía a Ernesto que cuando creciera fuera “abugau” y destruyera
al amo.
Ernesto le increpó a Kutu de Cobarde por no aceptar la propuesta y salvaguardar el
honor de su enamorada justina.
Pero una vez el niño Ernesto arrepentido de tan cruel golpiza que había permitido
por parte de kutu contra esos becerritos, corrió al corral y abrazando al que ese día
había sufrido la paliza, le pidió perdón, mientras el becerrito lo miraba dulcemente y
sin saber por qué había sufrido tan sangrienta golpiza. Luego le increpó a Kutu de
cobarde y asesino de animales, mas kutu al no soportar tan humillante hecho,
decidió marcharse de la hacienda por que no podía vivir siendo tildado de cobarde
y no teniendo el valor para para afrontar a su amo y haber defraudado su amada
india Justina.
Ernesto se quedó junto a Justina, sabiendo que ella no podría amarlo por ser un
niño. Al final Ernesto es llevado a otro lugar, donde recordaba ya de adulto y con
mucha melancolía a su warma kuyay ”amor de niño”. Esto ha sido un breve resumen
del cuento warma kuyay ( amor de niño)
EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE
Jose Maria Arguedas
Éste era un matrimonio joven. Vivían en una comunidad. El hombre tenía una vaquita, una sola
vaquita. La alimentaban dándole toda clase de comidas, gachas de harina o restos de jora. La
criaban en la puerta de la cocina. Nunca la llevaron fuera de casa y no se cruzó con macho alguno.
Sin embargo, de repente apareció preñada. Y parió un becerrito color marfil, de piel brillante.
Apenas cayó al suelo mugió enérgicamente. El becerrito aprendió a seguir a su dueño, como un
perro iba tras él por todas partes. Y ninguno solía caminar solo, ambos estaban juntos siempre. El
becerro olvidaba a su madre; solo iba donde ella para mamar. Apenas el hombre salía de casa el
becerro lo seguía. Cierto día el hombre fue a la orilla de un lago a cortar leña. El becerro lo
acompañó. El hombre se puso a recoger leña en una ladera próxima al lago, hizo su carga, se la
echó al hombro y luego se dirigió a su casa. No se acordó de llamar al torito. Este se quedó en la
orilla del lago comiendo la totora que crecía en la playa. Cuando estaba arrancando la totora, salió
un toro negro, viejo y alto, del fondo del agua. Estaba encantado; era el Demonio que tomaba esta
figura. Entre ambos concertaron una pelea. El toro negro dijo al becerro: – Ahora mismo tienes
que luchar conmigo. Tenemos que saber cuál de los dos tiene más poder. Si tú me vences, te
salvarás; si te venzo yo, te arrastraré al fondo del lago. – Hoy no – contestó el torito – . Espera que
pida licencia a mi dueño; que me despida de él. Mañana lucharemos. Vendré al – Bien – dijo el
toro viejo –.Saldré al mediodía. Si no te encuentro a esa hora, iré a buscarte en una litera de fuego,
y te arrastraré a ti y a tu dueño. – Esta bien. A la salida del sol apareceré por estos montes –
contestó el torito– Así fue como se concertó la apuesta, solemnemente. Cuando el hombre llegó a
su casa, su mujer le preguntó: – ¿Dónde esta nuestro becerrito? Sólo entonces el dueño se dio
cuenta de que el torito no había vuelto con él. Y dijo: –¿Donde estará? Salió de la casa a buscarlo
por el camino del lago. Lo encontró en la montaña. Venía mugiendo de instante en instante. –
¿Qué fue lo que hiciste? ¡Tu dueña me ha reprendido por tu culpa! Debiste regresar
inmediatamente – le dijo el hombre muy enojado. El torio contestó: – ¡Ay! ¿Por qué me llevaste,
dueño mío? ¡No sé que ha de sucederme! –¿Qué es lo que ha ocurrido?¿Qué puede sucederte?–,
preguntó el hombre. – Hasta hoy nomás hemos caminado juntos, dueño mío. Nuestro camino
común se ha de acabar. –¿Por qué? ¿Por qué causa? – volvió a preguntarle. 2 – Me he encontrado
con el poderoso, con mi gran señor. Mañana tengo que ir a luchar con él. Mis fuerzas no pueden
alcanzar sus fuerzas. ¡Ya no volveré! Me ha de hundir en el lago – dijo el torito. Al oír esto, el
hombre lloró. Y cuando legaron a la casa, lloraron ambos el hombre y la mujer. –¡Ay, mi torito!
¡Ay, mi criatura!, ¿Con qué vida, con qué alma nos has a dejar? Y de tanto llorar se quedaron
dormidos. Y así, muy al amanecer aún quedaban sombras, muchas sombras, cuando aún no había
luz de aurora, se levantó el torito y se dirigió a la puerta de la casa de sus dueños y les hablo así: –
Ya me voy, quédense, pues, juntos. – ¡No, no! ¡ No te vallas – le contestaron llorando – aunque
venga tu señor, tu encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos. –No podréis– contestó el
torito. El dueño subió al cerro y llegó a la cumbre. allí se tendió; oculto en la paja miró al lago. El
torito llegó a la rivera; empezó a mugir poderosamente; escarbaba el suelo y echaba el polvo al
aire. Así estuvo largo rato, mugiendo y aventando tierra; solo, muy blanco, en la gran playa. Y el
agua del lago empezó a moverse; se agitaba de un extremo a otro; hasta que salió de su fondo un
toro negro, grande y alto como las rocas. Escarbando la tierra, aventando polvo, se acercó hacia el
torito blanco. Se encontraron y empezó la lucha. Era el medio día y seguían peleando. Ya arriba, ya
abajo, ya hacia el cerro, ya hacia el agua, el torito luchaba; su cuerno blanco se agitaba en la playa.
Pero el toro negro lo empujaba, poco a poco, hacia el agua. Y, al fin le hizo llegar hasta el borde del
lago, y de un gran astazo lo arrojó al fondo, entonces el toro negro, el Poderoso, dio un salto y se
hundió tras su adversario. Ambos se perdieron en el agua. El hombre lloró a gritos; bramando
como un toro descendió la montaña; entro en su casa y cayó desvanecido. La mujer lloraba sin
consuelo. Hombre y mujer criaron a la vaca, a la madre del becerrito blanco, con grandes
cuidados, amándola mucho, con la esperanza de que pariera un torito igual al que perdieron. Pero
transcurrieron los años y la vaca permaneció estéril. Y así, los dueños pasaron el resto de vida en la
tristeza y el llanto.
LOS ALIMENTOS NUTRITIVOS

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